Winston Churchil
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Winston Churchill
(Sir Winston Leonard Spencer Churchill; Blenheim Palace, Oxfordshire, 1874 -
Londres, 1965) Político británico especialmente recordado por su mandato como
primer ministro (1940-45) durante la Segunda Guerra Mundial: con su divisa "sangre,
sudor y lágrimas", logró elevar la moral de las tropas y de la población civil y
sostener la nación hasta la victoria aliada.
Winston Churchill
Durante años, Churchill fue algo así como la voz de la conciencia de su país, una
voz que sacudía los espíritus y les insuflaba grandes dosis de energía y valor. Su
genio polifacético, además de llevarlo a conquistar la inmortalidad en el mundo de
la política, lo hizo destacar como historiador, biógrafo, orador, corresponsal de
guerra y bebedor de coñac, y en un plano más modesto como pintor, albañil,
novelista, aviador, jugador de polo, soldado y propietario de caballerías.
Biografía
Quizás por ello, al ser internado por su padre en un costoso colegio de Ascot, el
niño reaccionó con rebeldía; estar lejos del hogar le resultaba insoportable, y
Winston expresó su protesta oponiéndose a todo lo que fuese estudiar.
Frecuentemente fue castigado y sus notas se contaron siempre entre las peores.
Cuando en 1888 ingresó en la famosa escuela de Harrow, el futuro primer ministro
fue incluido en la clase de los alumnos más retrasados. Uno de sus maestros diría
de él: "No era un muchacho fácil de manejar. Cierto que su inteligencia era
brillante, pero sólo estudiaba cuando quería y con los profesores que merecían su
aprobación."
Allí fue hecho prisionero y trasladado a Pretoria, pero consiguió escapar y regresó
a Londres convertido en un héroe popular: por primera vez, su nombre saltó a las
portadas de los periódicos, pues había recorrido en su huida más de cuatrocientos
kilómetros, afrontando un sinfín de peligros con extraordinaria sangre fría. No es
de extrañar, pues, que consiguiese un escaño como representante conservador de
Oldham en la Cámara de los Comunes (1900) y que, recién cumplidos los veintiséis
años, pudiese iniciar una fulgurante carrera política.
Churchill en 1919
Tras la firma en 1938 del Acuerdo de Munich, en el que Gran Bretaña y Francia
cedieron ante el poderío alemán, la gente se dio cuenta nuevamente de que Churchill
había tenido razón desde el principio. Hubo una docena de ocasiones en las que
hubiera sido posible detener a Hitler sin derramamiento de sangre, según afirmarían
después los expertos. En cada una de ellas, Churchill abogó ardorosamente por la
acción. Pero a pesar de la energía desplegada, sus avisos habían sido ignorados por
el gobierno.
Los mismos diputados que una semana antes lo combatían con saña, lo aclamaron
puestos en pie cuando hizo su entrada en el Parlamento. Pero aquella era una hora
amarga para la historia del Reino. La nación estaba mal preparada para la Segunda
Guerra Mundial, tanto material como psicológicamente. Por eso, cuando fue nombrado
primer ministro el 10 de mayo de 1940, Churchill pronunció una conmovedora arenga
en la que afirmó no poder ofrecer más que "sangre, sudor y lágrimas" a sus
conciudadanos.
Churchill en la radio
Por supuesto, Churchill hizo todo lo posible para que Estados Unidos y la URSS
entrasen en la guerra, lo que consiguió en breve tiempo. Mantuvo estrecho contacto
con el entonces presidente de los Estados Unidos, Franklin D. Roosevelt; en 1941,
después del ataque japonés a Pearl Harbour, los norteamericanos declararon la
guerra al Japón e incorporaron su valiosísimo potencial militar al bando aliado.
También en 1941, el año decisivo de la contienda, Hitler emprendió la invasión de
Rusia, poniendo fin a la neutralidad soviética y empujando a Stalin a una frágil
alianza con Inglaterra, que Churchill supo conservar, relegando a un segundo plano
su visceral anticomunismo y demostrando su pragmatismo.
Tras el triunfo de los conservadores en 1951 volvió a ser primer ministro, y dos
años después fue galardonado con el Premio Nobel de Literatura por sus Memorias
sobre la Segunda Guerra Mundial. Alegando razones de edad, presentó la dimisión en
abril de 1955, después de ser nombrado Caballero de la Jarretera por la reina
Isabel II y de rechazar un título nobiliario a fin de permanecer como diputado en
la Cámara de los Comunes.