Tema 2 Historia Medieval
Tema 2 Historia Medieval
Tema 2 Historia Medieval
1. Introducción.
Dentro de la Historia de la Iglesia podemos hablar de una época apostólica que abarcaría el
siglo I de nuestra era, de una postapostólica que comprendería el siglo III y de una nueva que
comenzaría en el IV. Después de la promulgación del Edicto de Milán en 313 por parte del
emperador Constantino por el que declara la libertad de culto en el Imperio, el cristianismo se
vería como el principal beneficiado, especialmente después del Edicto de Tesalónica de 380,
mediante el que el emperador Teodosio declara esta religión como la oficial del Imperio
Romano. La caída del Imperio en 476 favoreció una cierta emancipación de la Iglesia y permitió
a papas como Gregorio Magno erigirse en guías morales de primer orden. Sería la Iglesia la
fuerza que diera la unidad a un Occidente dividido y ejerciendo una labor de captación sobre
los pueblos germánicos.
La decadencia del paganismo tradicional facilitó que el cristianismo pasara de ser considerado
una mera secta del judaísmo a una religión con aspiraciones universales. La tolerancia
mantenida por las autoridades romanas durante algo más de dos siglos se vio truncada cuando
el emperador Decio promulgó un edicto que suponía la incompatibilidad entre la Iglesia y el
Estado, al negarse los cristianos a rendir culto a la figura del emperador. El propio obispo de
Roma, Fabián, fue asesinado.
En el reino lombardo fue la reina Teodelinda (570-628) quien desempeñó un papel importante
en la conversión de su pueblo. Construyó la catedral de Monza y el primer baptisterio de
Florencia. Fue durante el gobierno de Liutprando (712-744) cuando se produjo la conversión
de los lombardos al catolicismo.
San Patricio fue quien introdujo el cristianismo en Irlanda, cuya evangelización se dio por
finalizada en el siglo V. Irlanda se convirtió en un centro de irradiación del cristianismo gracias
a la labor misionera de numerosos monjes, entre los que destaca san Columba (521-597),
quien introdujo el cristianismo en Escocia.
En 589 fue el rey visigodo Recaredo quien se convirtió durante el III Concilio de Toledo, lo que
contribuyó a la expansión del cristianismo en la península Ibérica.
Las principales doctrinas que surgieron y que fueron calificadas como errores dogmáticos por
los Padres de la Iglesia fueron el gnosticismo, el maniqueísmo y el arrianismo, surgidas por su
peculiar interpretación del dogma trinitario.
Gnosticismo, doctrina filosófica y religiosa que mezcla creencias cristianas con judaicas y
orientales, pretendía relegar la revelación a un segundo plano fortaleciendo la importancia del
conocimiento intuitivo y misterioso de las cosas divinas, y fundaba la salvación en el
conocimiento de Dios (gnosis). Según esta doctrina los iniciados se salvan mediante la gnosis o
conocimiento introspectivo en lo divino, conocimiento superior a la fe. Floreció especialmente
en Alejandría en el siglo II.
Maniqueísmo, religión fundada por el sabio persa Mani o Manes, quien decía ser el último de
los profetas enviados por Dios a la humanidad, en el siglo III. Era similar al gnosticismo, aunque
tuvo una mayor integración social. Integraba elementos del cristianismo y el budismo.
Manifestaba la existencia del reino bueno de la luz y el malo de las tinieblas. El maniqueísmo
no creía en el libre albedrío y, por tanto, en la responsabilidad del pecado. Rechazaba el
Antiguo Testamento y parte del Nuevo. Prácticamente quedó extinguido en el siglo V, aunque
pervivieron algunas comunidades maniqueas en Extremo Oriente hasta el XIV.
existido desde siempre. La doctrina fue condenada en el Concilio reunido en Nicea por
Constantino en 325, en el que prevaleció la propuesta del obispo Eusebio de Cesarea que
defendía que Cristo era “Dios de Dios, luz de luz, engendrado, no creado, de la misma
naturaleza”. Arrio fue desterrado y los padres conciliares proclamaron solemnemente la
consustancialidad de Cristo al Padre. Sin embargo el arrianismo demostró una extraordinaria
vitalidad. Los emperadores romanos Constancio II (337-361) y Valente (364-378) fueron
arrianos, y más tarde penetró en las filas de los germanos a través del obispo-misionero Ulfilas
(311-388).
El donatismo fue un movimiento cristiano surgido en la actual Argelia. Fue iniciado por
Donato, obispo de Cartago, en el año 312, quien defendía que solo podían administrar los
sacramentos aquellos sacerdotes cuya conducta fuese intachable. Los seguidores de Donato
adquirieron una extraordinaria fuerza entre los años 311 y 430 hasta la llegada de los vándalos.
El priscilianismo fue una herejía típicamente hispana promovida por Prisciliano de Ávila (340-
385). Este obispo predicó una doctrina en la que se mezclaban prácticas ascéticas y de pobreza
muy estrictas con elementos gnósticos, maniqueos y astrológicos y con algunas propuestas de
fe que causaron escándalo, como la negación del matrimonio, la justificación de la mentira
como defensa o la negación de la resurrección. Hizo asimismo una dura crítica a los vicios del
clero. Esta doctrina tuvo un enorme arraigo en el noreste peninsular, Lusitania, las dos
mesetas y Aquitania.
Los priscilianistas fueron condenados por primera vez en el Concilio de Zaragoza en 380, pero
no se sometieron. Prisciliano fue condenado a muerte y ejecutado en Treveris (Germania
Superior), donde había acudido junto a varios de sus discípulos en el año 385, por haber sido
acusado de práctica de rituales maléficos que incluían danzas nocturnas, uso de hierbas
abortivas y práctica de astrología cabalística. Algunos obispos cristianos, entre los que se
encontraba san Martín de Tours, mostraron su disconformidad con estas muertes. Habían sido
los primeros herejes ajusticiados por la autoridad civil. En el I Concilio de Braga de 561 se
promulgaron severas disposiciones contra ciertas creencias calificadas como priscilianistas.
Prisciliano fue honrado como mártir en Galicia junto con sus discípulos.
El pelagianismo fue la creencia de mayor contenido doctrinal. Pelagio fue un monje bretón
que vivió durante un tiempo en Roma. Estaba convencido en que la naturaleza del hombre era
suficiente para evitar el pecado y por tanto para la salvación de su alma. Negaba la existencia
del pecado original y defendía que la Gracia no tenía ningún papel en la salvación, únicamente
había que obrar bien siguiendo el ejemplo de Jesús.
El propio san Agustín calificó a Pelagio como vir sanctus, aunque cuando Pelagio pasó de África
a Roma en 410 las diferencias con san Agustín se hicieron evidentes. El Concilio de Cartago de
411 lanzó una primera condena contra Pelagio. En él se defendía la idea de que la Gracia, las
buenas obras e incluso la fe solo se consiguen gracias al auxilio divino.
A Juan de Antioquía se le denomina “Crisóstomo”, que quiere decir “boca de oro”, por su
extraordinaria elocuencia y gran cultura. Es considerado como uno de los cuatro Padres de la
Iglesia de Oriente, junto a san Atanasio de Alejandría, san Basilio el Grande y san Gregorio
Nacianceno.
Durante su misión como obispo mostró gran preocupación por las necesidades espirituales y
materiales de los pobres. Se enfrentó con la corte del emperador Arcadio y, especialmente,
con su esposa Elia Eudoxia, por la extravagancia en el vestir de las mujeres. Criticó duramente
la vida licenciosa y de alto nivel que llevaba el clero. Sus críticas le valieron el destierro cerca
del Cáucaso, donde murió en 404. Posteriormente fue rehabilitado y sus restos trasladados a la
iglesia de los Santos Apóstoles en Constantinopla el 27 de enero de 438, día de su festividad.
Muchas iglesias del monte Athos llevan su nombre.
San Agustín, nacido en Tagaste (África del norte) en 354 de padre pagano, Patricio, y madre
cristiana, santa Mónica, es el verdadero enlace cultural y social con el Medievo. En 383
abandonó el maniqueísmo y se marchó a Roma, donde quedó admirado con las enseñanzas de
san Ambrosio de Milán, convirtiéndose al cristianismo en 385. En abril de 387 fue bautizado en
Milán por san Ambrosio a los 33 años, regresando de nuevo a África, donde alcanzó el
obispado de Hipona en 395. Será entonces cuando establezca su casa-monasterio en la que
poder vivir junto a su inmediato séquito episcopal y desempeñar sus tareas pastorales y
administrativas.
de agosto de 430, cuando los vándalos a las órdenes de Genserico llegaron al norte de África.
Es reconocido como doctor de la Iglesia católica y padre de la Iglesia Latina junto a san
Ambrosio, san Gregorio Magno y san Jerónimo de Estridón.
5. Organización institucional.
5.1. El pontificado.
León I el Magno (440-461) es considerado como el último papa del mundo antiguo. Su figura
deteniendo a Atila en Mantua cuando se dirigía a Roma en 452 acabó constituyendo todo un
mito, pues permitió que el Imperio romano siguiera existiendo y situó a la Iglesia como la
principal fuerza política. Combatió con éxito el maniqueísmo, el pelagianismo y el
priscilianismo. Durante su pontificado se celebró el Concilio de Calcedonia en el que se
proclamó la unión de la divinidad y humanidad de Cristo. León I desarrolló la teoría del
primado de Roma al ser su obispo vicario de Pedro, princeps apostolorum.
Fue Gregorio I el Magno (590-604) quien se convirtió en el primer papa de la Edad media que
hará de Roma y su entorno la base de lo que en el futuro será considerado el territorio de los
Estados Pontificios. Fue el primer papa que había sido anteriormente monje benedictino. Su
casa-monasterio en el monte Celio bajo la advocación de san Andrés fue de donde extrajo a un
grupo de monjes encabezados por Agustín de Canterbury para que evangelizaran el reino
anglosajón de Kent en 596. Como buen diplomático supo mantener una política de flexibilidad
y energía ante los patriarcas orientales, y fue capaz de negociar con los lombardos para que
desistiesen de su intención de apoderarse de Roma. Con Gregorio I Roma se convierte ya en la
ciudad de los papas y en la base de lo que en un futuro próximo serán los Estados de la Iglesia.
La autoridad del papado se mantuvo a lo largo del siglo VII, pero a comienzos del VIII hubo de
enfrentarse a los bizantinos por cuestiones doctrinales, y con los lombardos que pretendían
intervenir en las elecciones pontificias. El papa Zacarías (741-752) consiguió que los lombardos
devolviesen algunas ciudades a la Iglesia. Contribuyó a derrocar a los merovingios y legitimó la
dinastía Carolingia, uno de cuyos miembros, Pipino el breve, donó a su sucesor, el papa
Esteban II (752-757), Rávena y la Pentápolis que, unidos al ducado romano, constituyeron el
germen del estado pontificio, confirmado más tarde por Carlomagno, quien añadió a esos
territorios los vecinos de Ferrara y Bolonia, en poder de los lombardos.
El gobierno de la Iglesia se basó en tres grupos, obispos, presbíteros y diáconos. Los obispos
(del griego episcopus, vigilante), serán quienes den a las Iglesias un sentido de gobierno
eminentemente monárquico. Los presbíteros (presbiteroi, los más antiguos), en principio
auxiliares de los obispos, llegaron a desempeñar muchas de sus funciones. Los diáconos, en
principio simples ecónomos, ejercían también el ministerio de la palabra, y se ocupaban de la
formación de subdiáconos, lectores, acólitos, etc. Hasta los primeros tiempos del Medievo el
diaconado fue también desempeñado por mujeres.
El candidato a obispo debía ser varón, bautizado, presbítero y contar con treinta años de edad,
aunque a veces estas dos últimas condiciones no se cumplían. El anillo, el báculo y la mitra,
junto a la posesión de sello propio, son los símbolos que atestiguan su dignidad y autoridad,
mientras que los ritos litúrgicos acentúan su prestigio. En términos generales procedían de la
nobleza. Era frecuente que las monarquías se inmiscuyesen en las elecciones, pues eran
conscientes del enorme trasfondo sociopolítico que revestía la dignidad episcopal.
Los concilios son asambleas celebradas por la Iglesia a las acuden diferentes obispos con la
posible asistencia de ciertos presbíteros e incluso laicos para tratar de asuntos importantes o
reformas de la Iglesia universal o de las Iglesias particulares. Cuando intervienen los obispos de
toda la Iglesia conjuntamente con el papa reciben el nombre de ecuménicos. El primero en
celebrarse fue el de Nicea en 325. Al finalizar la Edad Media se habían celebrado 17 concilios.
En un nivel inferior estaban los concilios nacionales, en los que se reúnen las autoridades
eclesiásticas de un reino. Y los concilios provinciales en los que intervienen los obispos y
determinados clérigos de una provincia eclesiástica, correspondiendo la convocatoria al
metropolitano, que lo preside.
La vida monástica, institución no exclusiva del cristianismo, agrupa a quienes quieren seguir un
camino de perfección y comunicación con Dios, que exige una desvinculación total d los
compromisos terrenales y la ascesis del cuerpo y la mente para orientarlos a la oración
contemplativa.
San Martín de Tours (316-397), oriundo de Panonia, fue educado en Pavía. Formó parte de la
guardia imperial romana. Después de dejar la vida militar recibió el bautismo, siendo
nombrado en 370 obispo de Tours. Fundó el monasterio de Marmoutier, en la región de
Alsacia, centro de la espiritualidad merovingia.
San Honorato de Arlés (350-429) estableció a comienzos del siglo V un monasterio regido por
la Regla de san Pacomio en una de las islas Lérins, frente a Cannes. De allí salieron monjes para
ocupar sedes episcopales. Uno de ellos, san Cesáreo (502-542), obispo de Arlés, fundó una
gran casa monástica para mujeres y escribió la primera Regla femenina que abarca toda la vida
de las ocupantes. Juan Casiano (360/5- 435), sacerdote y asceta, fue uno de los cuatro padres
de la Iglesia Latina. Después de vivir durante siete años como eremita en el desierto de Egipto
fue ordenado sacerdote en Roma por el papa Inocencio I. Fundó la abadía de san Víctor de
Marsella compuesta por dos monasterios, uno femenino y otro masculino.. Entre los siglos V y
VIII son dos las tradiciones monásticas las que de manera especial se difundieron por Europa,
la irlandesa y la romana.
Irlanda fue el primer territorio más allá de las fronteras imperiales que se iba a convertir al
cristianismo por la acción misionera. La tradición siempre ha atribuido al bretón san Patricio
(387-461) la difusión del cristianismo en Irlanda. Este organizó la vida monástica en Irlanda a
mediados del siglo V, convirtiéndola en un foco evangelizador de capital importancia. Su
influencia pasaría a la Galia merovingia y a la Gran Bretaña anglosajona. Una tradición cristiana
dice que san Patricio explicaba el misterio de la Trinidad con las hojas de un trébol, por eso se
difundió la costumbre de lucir un trébol en la celebración de su festividad.
Los monasterios célticos eran inmensas aglomeraciones de cabañas. Sus monjes observaban
un extremo rigor penitencial. Sus rasgos característicos eran un gran número de monjes, el
ejercicio de la jurisdicción episcopal por parte de los abades, la práctica de una liturgia propia
en el bautismo, la tonsura y el cómputo de la Pascua. Esta cultura se expresaba en latín.
Destacaba por el trabajo manual, práctica a la vez penitencial y utilitaria. La orfebrería y la
ilustración de manuscritos, como los de Kells o Darrow, les han dado también justa fama.
El organizador del monacato occidental fue san Benito de Nursia (480-547). Fue el fundador de
las primeras comunidades benedictinas, entre las que destaca el monasterio de Monte Casino,
donde redactó su famosa Regula monachorum. En él proponía un modelo de vida alejado de
los excesos individualistas y ascéticos del monacato céltico y oriental. La comunidad monástica
estaba compuesta por los monjes y oblatos sometidos a la autoridad de un abad elegido
vitaliciamente.
El trabajo de los monjes, basado en el principio de ora et labora, estaba sujeto a un orden en el
que se distribuía el trabajo manual, el rezo comunitario e individual y el tiempo de descanso.
Monte Casino sufrió una primera destrucción a manos de los lombardos en 584, por lo que los
monjes supervivientes hubieron de refugiarse en Roma. No obstante, el benedictismo fue el
más importante punto de referencia de todas las formas monásticas en el Occidente medieval.
En 910 se produjo la fundación de Cluny por Guillermo, duque de Aquitania, donde se instaló
la primera congregación de benedictinos cluniacenses.
Con la expansión del cristianismo en Hispania llegó también el ideal ascético y monástico de
Oriente, en especial de Egipto, a través de África y de Roma.
San Isidoro distingue varias clases de monjes: eremitas (solitarios), anacoretas (que vivían en
una celda al amparo de una iglesia o monasterio después de haberse formado en una vida
cenobítica), seudoanacoretas (con motivaciones no rectas), giróvagos (generalmente vividores
que iban de un sitio para otro, a veces huidos de sus monasterios), sarabaítas (pequeñas
comunidades que tenían su propio modo de vivir) y cenobitas.
A lo largo del siglo VI, junto a la vida eremítica de san Saturio (493-570) en Soria o san Millán
(473-574), creador de una comunidad en Suso, fueron diversos personajes los que fundaron
diversos monasterios en España. Por ejemplo el monje Victoriano, que fundó el monasterio
oscense de san Martín de Asán. O San Martín de Braga, que promovió la conversión de los
suevos del arrianismo al catolicismo. El abad Donato llegó a España huyendo de los vándalos y
fundó en monasterio Servitano en Cuenca, donde se hizo célebre por sus prodigios y por su
fama de santo.
Todo el territorio hispano quedó plagado de monasterios. Los concilios hispano-visigodos del
siglo VII legislaron en repetidas ocasiones sobre la vida monástica.
Con la llegada de los musulmanes a España en 711 el monacato hispano sobrevivió con los
mozárabes, siendo muy numerosos los monasterios que encontramos en Córdoba, así como
en Toledo y los fundados en el norte por la llegada de mozárabes llegados de Al-Andalus. A lo
largo de los siglos VIII y IX el monacato alcanzó un gran desarrollo en los reinos cristianos
peninsulares, debido a la expansión cristiana por tierras musulmanas y a la repoblación de
tierras yermas.
Los eclesiásticos se van a convertir en los auténticos intelectuales del momento. De hecho san
Ambrosio y san Jerónimo reconocen su deuda con Cicerón y San Agustín con Platón y los
neoplatónicos. La Iglesia romana, como receptora y transmisora de la cultura antigua, rara vez
tuvo poder de creación, su labor se basó fundamentalmente en la recopilación y síntesis.
En la Italia dominada por los ostrogodos destacamos a Severino Boecio (480-525), quien
transmitió a la Edad Media buen número de conceptos de la filosofía antigua, sobre todo de la
de cuño platónico. Colaborador y consejero del rey Teodorico, fue acusado por el monarca de
conspirador y fue condenado a muerte. Durante su cautiverio escribió Consolación de la
filosofía, verdadera filosofía religiosa mezcla de prosa y verso, en la que se definen conceptos
como los de eternidad, beatitud o persona.
Gregorio Magno fue un prolífico escritor, se conocen 848 cartas suyas en las que propone
normas de conducta. Sus obras se dirigen tanto a todo el pueblo cristiano, Diálogos sobre la
vida de los Padres en Italia, como a clérigos, Regula pastoralis. Dirigidas a los monjes escribió
Comentarios morales sobre el libro de Job y Homilías sobre Ezequiel.
libros sobre gramática, cómputo y cronología, así como sobre temas históricos, científicos y
exegéticos. Beda murió cuando traducía al anglosajón el Evangelio de san Juan.
Con el paso del tiempo este territorio insular se convertiría en el gran foco cultural de
Occidente como consecuencia de la decadencia de la Galia y de Italia, así como por la entrada
en Hispania del Islam. Adquirió notable influencia la escuela catedralicia de Canterbury y los
centros monásticos celtas o benedictinos de Iona, Lindisfarne o Jarrow. La herencia de Beda la
recogió Egberto, obispo de York e impulsor de su escuela catedralicia, donde a mediados del
siglo VIII acudiría Alcuino, principal artífice del renacimiento cultural carolingio.
Hispania fue una potencia cultural en esa época. De los numerosos focos culturales podemos
destacar Sevilla, donde surgen los hermanos san Leandro (540-600), que escribió De
institutione virginum para su hermana Florentina y san Isidoro (560-636), cuya obra es la que
mejor resume el espíritu de una época.
San Isidoro fue educado por su hermano Leandro, a quien sustituyó en la sede de Sevilla en el
año 600. Como historiador es autor de un Chronicon y de una Historia de regibus gothorum,
wandalorumet suevorum, obra consagrada por completo al elogio de los godos desde sus
orígenes bíblicos (Gog y Magog, nieto de Noé e hijo de Jafet) al triunfo definitivo de Suintila
por los bizantinos, a los que se añaden dos apéndices sobre los vándalos y los suevos. Como
moralista y teólogo redactó Las sentencias y Las diferencias y como cosmógrafo dejó un
tratado titulado De natura rerum. Como manual de liturgia se puede considerar la obra De
ecclesiasticis officis.
De entre todas sus obras hay que destacar los 20 libros de Las etimologías, verdadero
compendio de saberes de la antigüedad, pues abarca todos los conocimientos del momento,
desde los que no se pueden incluir en el Trivium y el Quadrivium a los detalles más
insignificantes de la vida humana. Fue la obra más leída por los maestros de la Alta Edad
Media. A su muerte, el 4 de abril de 363, nadie puso en duda su santidad. Sus restos fueron
trasladados a León por Fernando I en 1053.
El fiel tenía que cumplir con una serie de obligaciones, como la misa dominical, el ayuno en
cuaresma, la visita a los enfermos o la ayuda a los pobres con la limosna. Se generalizó el culto
a los santos. El culto a María tuvo en Occidente un temprano auge. Asimismo cobró una
especial importancia el culto a la cruz, que llegaría a potenciar el ideal de las Cruzadas. Otra de
las formas de la expresión de la Piedad cristiana fueron las peregrinaciones, especialmente a
Roma, Santiago o Jerusalén, aunque también a Canterbury o Nidaros, santuario de la Iglesia
católica por contener la tumba de san Olaf, el principal santo noruego, fallecido en 1030.
La Iglesia se fue acoplando a las lenguas vernáculas. Tomó medidas en cuanto a espectáculos
circenses especialmente crueles, dictó normas sobre los procesos de manumisión de esclavos,
sobre el rapto, adulterio, homosexualidad y prostitución.