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Psicopatología Clínica, Legal y Forense, Vol. 19, 2019, pp. 58-77.

ISSN: 1576-9941
ISSN 2792-1557 (internet)

ESTUDIO DE CASO: TRASTORNO DE ESTRÉS POSTRAUMÁTICO Y


CAPACIDADES PARENTALES EN UNA VÍCTIMA DE VIOLENCIA DE GÉNERO

Víctor Dujo López1


Doctorando en Psicología forense. Departamento de Personalidad, Evaluación y Psicología Clínica.
Universidad Complutense de Madrid

Resumen
La Ley Orgánica 1/2004 de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género ha reformado
el ordenamiento jurídico vigente con el objetivo de dar respuesta al problema social que supone la
violencia ejercida contra la mujer en el contexto de la pareja. Para ello, ha reforzado la figura del psicólogo
forense tanto en la jurisdicción penal como civil. En el presente artículo se expone el estudio de caso de
una víctima de violencia de género con un diagnóstico de Trastorno de Estrés Postraumático. Se
profundiza en la metodología de evaluación y en los aspectos técnicos más importantes a tener en cuenta.
En este caso, desde un prisma victimológico, la labor del psicólogo forense consiste en evaluar el daño
psíquico, lo que implica valorar la potencialidad traumática del estresor (determinar el tipo de violencia)
y establecer la relación causal con la lesión psíquica (huella psicopatología del delito). En materia civil,
el psicólogo forense valorará si el impacto de la violencia en la víctima interfiere en sus capacidades
parentales.
PALABRAS CLAVE: trastorno de estrés postraumático, capacidad parental, evaluación psicológica
forense, victimología.
Abstract
Organic Law 1/2004 on Protection against Gender-Based Violence has changed the existing legal order
to address the social problem of violence against women within the context of the partnership. To this
purpose, it has reinforced the role of the forensic psychologist in both criminal and civil jurisdictions. This
article provides a case study of a victim of gender-based violence diagnosed with Post-Traumatic Stress
Disorder. The assessment methods and the most important technical considerations are discussed in
further detail. In this case, from a victimological standpoint, the task of the forensic psychologist is to
assess the psychological impact, which implies evaluating the traumatic potential of the stressor
(establishing the type of violence) and setting up the causal correlation with the psychological impact
(psychopathological imprint of the violence). In civil matters, the forensic psychologist will assess
whether the impact of the violence against the victim interferes with his or her parental capacities.
KEYWORDS: post-traumatic stress disorder, parental capacities, forensic psychological assessment,
victimology.

1
Citar este artículo como: Dujo, V. (2019). Estudio de caso: trastorno de estrés postraumático y capacidades parentales en
una víctima de violencia de género. Psicopatología Clínica, Legal y Forense, 19, 58-77. doi:
1Correspondencia: Víctor Dujo López. Doctorando en Psicología. Facultad de Psicología. Universidad Complutense de
Madrid.
Correo electrónico: vdujo@ucm.es
Fecha de recepción del artículo: 03-09-2019
Fecha de aceptación del artículo: 08-10-2019
Estudio de caso: trastorno de estrés postraumático y capacidades parentales 59
en una víctima de violencia de género

Introducción

La violencia en la relación de pareja, o la violencia de género, desde la perspectiva jurídica, es


un fenómeno que se considera un problema de salud pública debido a los datos de mortalidad y al
profundo impacto que genera en la sociedad (Arias y Ikeda, 2008; Graña et al., 2017). Cuando hablamos
de violencia de pareja, hacemos alusión a la violencia en todas sus formas de expresión (física,
psicológica y sexual) que se da entre personas con una relación íntima, independientemente de que vivan
juntos o no, su orientación sexual, o su estado civil (Echeburúa y Muñoz, 2017; McLaughlin et al.,
2012).
Desde el punto de vista forense, la violencia psicológica es la que implica un mayor reto técnico
debido a que es la más habitual, se suele ser dar de manera íntima, y es más difícil de detectar. Además,
se suele dar de manera interrelacionada y simultánea con otros tipos de violencia, y es la que conlleva
consecuencias más graves para la víctima (Hirigoyen, 2006).
Precisamente una de las tareas de los psicólogos forenses es la determinación del estresor
potencialmente traumatizante, es decir, el tipo de violencia ejercida, ya que el fenómeno de la violencia
en pareja no es uniforme (Johnson, 2011), es más, se trata de una realidad compleja y multicausal
(Muñoz y Echeburúa, 2016). En este contexto debemos distinguir si la violencia experimentada
corresponde a una violencia de tipo coactiva, a la que intenta dar respuesta la Ley Orgánica 1/2004, o
responde a una dinámica de violencia situacional (Muñoz y Del Campo, 2015).
Cuando hablamos de violencia coactiva o terrorismo íntimo nos referimos a una dinámica de
violencia sistemática, continuada, unidireccional (La LO 1/2004 exige que el hombre sea el sujeto
activo), de naturaleza más o menos sutil y que puede desarrollarse en intensidad creciente (en ocasiones
en escalada) (Rodríguez-Carballeira et al., 2005). Esta violencia es un medio para conseguir un fin: el
control (Boira, Carbajosa y Lila, 2014; Ferrer y Bosch, 2014; Johnson, 2011). En cambio, la violencia
situacional es definida como una dinámica episódica y bidireccional asociada a una mala gestión de los
conflictos de la pareja o la ruptura (Muñoz y Echeburúa, 2016).
La violencia coactiva está relacionada con graves consecuencias psicológicas para las víctimas
debido a la reiteración, intensidad, falta de predictibilidad y duración de las conductas del
aggressor (Echeburúa et al., 2006). Además, habrá que tener en cuenta los factores de protección y de
vulnerabilidad y otros factores relacionados con la situación de victimización como los lazos afectivos
de la víctima con el agresor (Echeburúa et al., 2004). En este sentido, el Trastorno de Estrés
Postraumático, en adelante TEPT es uno de los trastornos prototípicamente asociados a la violencia de
género (Bargai et al., 2007; Matud et al., 2014).
El TEPT es un trastorno que se vertebra en torno a tres elementos principales: la activación
psicofisiológica (arousal), la reexperimentación del evento traumático y la evitación de los estímulos
asociados al estresor primario (personas, lugares, etc.) (APA, 2014). Esta relación puede llegar a
mantenerse incluso cuando la víctima se ha expuesto a otros eventos traumáticos recientes (Balducci et
al., 2011). La víctima puede presentar una sintomatología muy heterogénea del espectro ansioso
(reexperimentación intrusiva, respuestas de alerta, repuestas fóbicas, reactivación fisiológica, etc.),
depresiva (culpabilidad, indefensión, apatía), alteración psicosomáticas y afectación en los esquemas
cognitivos (visión hostil del mundo, vulnerabilidad, etc.) (Echeburúa y Corral, 1998).
Desde el punto de vista forense existen diversos problemas en su diagnóstico asociados a la
elevada comorbilidad de estos cuadros, la heterogeneidad de sus síntomas, la posible falta de
colaboración por parte del peritado debido al sufrimiento emocional que supone la evaluación, y el
riesgo de prestar demasiada atención a la sintomatología clínica, dejando de lado la funcionalidad del
sujeto (Kunst y Winkel, 2015). Otra cuestión básica en población forense es el riesgo de simulación o
metasimulación debido a las ganancias secundarias existentes (Echeburúa et al., 2017; González et al.,
2012; Muñoz y Echeburúa, 2016).
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En casos de violencia en los que hay menores involucrados, debe realizarse una valoración del
posible impacto de la violencia en las capacidades parentales de cada progenitor. Igualmente, habrá que
valorar el impacto de la violencia en los menores ya que, de manera directo o indirecta, también son
víctimas de la violencia en pareja (Cortés et al., 2013). El estrés al que están sometidas las víctimas de
la violencia coactiva puede afectar, aunque no necesariamente, a su ejercicio parental (Cantón, 2013).
En estos casos, tan importante es determinar el diagnóstico, como determinar en qué grado
interfiere en las capacidades parentales, es decir, hay que valorar en qué medida afecta a la
comunicación, los estilos educativos y la interacción con los menores. Igualmente es necesario valorar
el modelo de socialización, el plan de parentalidad y descartar un posible riesgo en la seguridad y
bienestar de los menores (Ramírez, 2003). En el caso de que haya algún tipo de restricción es
recomendable aplicar mecanismos de supervisión o apoyo, como visitas en un Punto de Encuentro
Familiar, control terapéutico (medicación y/o tratamiento) e informes periódicos dirigidos al Juez que
acrediten la evolución y estado del progenitor (Ramírez, 2003, 2004).

Objeto de la pericial1

La representante legal de la persona peritada solicita la valoración del daño psíquico a


consecuencia de la situación del maltrato experimentada (sentencia firme) y su posible interferencia en
las capacidades parentales.

Metodología empleada para la evaluación2

− Entrevista clínica estructurada de 2 horas de duración.


− Entrevistas semiestructuradas y observación con una duración total de 10 horas.
− Observación de la interacción materno-filial en el domicilio familiar (validez ecológica). La
observación engloba tareas estructuradas y tareas libres.
− Entrevista con terceros informadores.

Análisis de la documental aportada

La persona peritada y su representante legal aportan toda la documentación jurídica y clínico


asistencial que consideran relevante para la realización del informe pericial psicológico. Entre la
documentación presentada se encuentran los informes médicos relativos a las lesiones físicas derivadas
del maltrato, informes psicológicos previos y la sentencia condenatoria del agresor (ex-pareja y padre
de la menor).

Pruebas administradas

Pruebas de screening

− Structured Inventory of Malingered Symptomatology / Inventario estructurado de simulación de


síntomas (SIMS; Widows y Smith. Adaptación española: Ordi y Santamaría, 2009).

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Pruebas clínicas

− MMPI-2. Minnesota Multiphasic Personality Inventory-2 Restructured Form / Inventario


Multifásico de Personalidad de Minnesota-2 Reestructurado (MMPI-2-RF; Tellegen y Ben-
Porath, 2008; Adaptación española: Santamaría, 2009).
− PAI. Personality Assessment Inventory. Inventario de Evaluación de la Personalidad (Morey,
2007; Morey, 2007; adaptación española: Ortiz- Tallo et al., 2011).

Personalidad no patológica (valores premórbidos)

− NEO-PI-R. Revised Neo Personality Inventory. Inventario de Personalidad NEO Revisado


(Costa y McCrae, 2008; adaptación española: Cordero et al., 2008).

Pruebas específicas

− Escala de Gravedad de Síntomas Revisada del trastorno de estrés postraumático (EGS-F)


(Echeburúa et al., 2017).

Pruebas para la valoración de las capacidades parentales

− PEE. Perfil de Estilos Educativos (Magaz y García, 1998).


− CUIDA. Cuestionario para la Evaluación de Adoptantes, Cuidadores, Tutores y Mediadores
(CUIDA; Bermejo et al., 2006).

Situación actual

La persona peritada parte de una situación prolongada de maltrato psicológico y físico en el


contexto de una relación anterior de 6 años de duración. Esta situación de maltrato finaliza tras un
episodio de extrema violencia que termina con la peritada gravemente herida e ingresada en el hospital.
Tras este episodio se toman medidas judiciales y el agresor entra en prisión (intento de homicidio).
La peritada tiene la custodia y la patria potestad de la hija nacida de esta relación (en la
actualidad de 4 años) refiriendo buena adaptación de la menor al nuevo núcleo familiar constituido con
su actual pareja, aunque manifestando igualmente numerosas dificultades asociadas al comportamiento
de la menor, tanto en la escuela como en casa. La persona evaluada identifica este problema como un
estresor de primer orden.
En el momento actual, la peritada convive en el domicilio familiar con su actual pareja, un hijo
recién nacido (2 meses) y la hija anteriormente citada. La mayor parte del tiempo lo emplea en el cuidado
de su hijo recién nacido, de su hija mayor y en la gestión de las responsabilidades domésticas. A pesar
de que el cambio de contexto y el inicio de una nueva relación sentimental la han facilitado la
reconstrucción de su tejido emocional, arrastra dificultades en el plano afectivo asociadas a patrones de
reexperimentación, fluctuación anímica, tristeza, ansiedad, rumiación, hipervigilancia y retraimiento
social, generándole un elevado malestar en la esfera personal. La solicitud de visitas de los abuelos
paternos de su hija ha reactivado la sintomatología.

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Breve recorrido psicobiográfico

La persona peritada nace a finales de los 80 en Madrid de parto eutócico. Refiere no tener
hermanos y provenir de una familia desestructurada desde sus primeros años de infancia. No refiere
enfermedades médicas relevantes a excepción de un cuadro de crisis de ansiedad mantenido durante 2
o 3 años, cuanto tenía 10 años, que necesitó de intervención profesional para su remisión. Manifiesta
que siempre ha vivido con su madre, ya que sus padres se separaron cuando era muy pequeña. Añade
igualmente que su padre tiene una discapacidad visual y su madre está diagnosticada de Trastorno
Bipolar, por lo que la custodia que obtuvo su madre se hizo bajo la condición sine qua non de que en el
domicilio familiar vivieran los abuelos. La evaluada considera a su abuela materna como principal figura
afectiva y normativa.
Realiza un retrato anárquico y negativo de su infancia y preadolescencia con una elevada
conflictividad familiar. La peritada describe una situación en el hogar muy supeditada a la inestabilidad
propia del cuadro psiquiátrico bipolar de su madre, lo que la llevó a un patrón de mal comportamiento
en el instituto, contacto con las drogas y a ingresar con 18 años en un centro de día con un diagnóstico
de trastorno límite de la personalidad.

Eclosión del conflicto

En el contexto anteriormente citado de desestructuración familiar y problemas en las esferas


social, académica y personal conoce al padre de su hija con quien mantiene, según refiere, una dinámica
tóxica desde el principio de la relación.
Manifiesta que la relación se basa en el control, las vejaciones, el aislamiento y las faltas de
respeto, hasta alcanzar su cenit en agresiones físicas, coerción sexual y amenazas e intimidación
continuas (vid infra apartado “acerca de la vivencia de maltrato y su impacto en la esfera psicológica y
funcional”). La peritada refiere qué durante muchos años, especialmente los primeros, no es consciente
de la “anormalidad” de la situación, existiendo un patrón de normalización y minimización y una fuerte
base de dependencia emocional con el padre de su hija mayor.
Igualmente, pone de relieve que la situación de maltrato se destapa a consecuencia de unas
dinámicas cada vez más virulentas y frecuentes, produciéndose en sitios públicos y en presencia de
terceras personas, lo que lleva a que el engranaje jurídico-asistencial se ponga en marcha a pesar de la
negativa de la dicente a denunciar. La hija de la pareja, a pesar de su corta edad, presencia la situación
de maltrato psicológico y físico. En numerosas ocasiones es testigo de las agresiones físicas sufridas por
la madre y el patrón continuo de devaluación y vejación que sufre. Dentro de esta dinámica se produce
un episodio de agresión física de extrema violencia que deriva en la hospitalización de la peritada y
precipita la entrada en prisión de su ex-pareja.
Antes de que se produjera la ruptura definitiva de la relación y la entrada en prisión del padre
de su hijo, la peritada refiere que estuvo circulando por varios recursos y centros para intentar tratarse y
salir adelante, recibiendo tratamiento psicológico durante 6 meses. Este periodo de fluctuación (idas y
venidas en la relación) se caracteriza por una dinámica de amenazas de muerte hacia ella y su hija que
dificultan la ruptura de la díada, ya que, según refiere la peritada, se encuentra en una situación de miedo
paralizante, en el contexto de un grupo primario desintegrado y sin recursos.
Una vez que se produce la ruptura, vuelve a vivir con su madre, pero debido a la dificultad de
la situación (inestabilidad fruto del trastorno bipolar), se va a vivir sola. Durante esta transición refiere
una sintomatología ansioso-depresiva florida, miedo continuo, hiperalerta, ideas de persecución (“voy
a enviarte un sicario”), pesadillas, reexperimentación en forma de flashbacks, suspicacia, fallos de
memoria, labilidad emocional, impulsividad, sentimientos de vacío e ideación suicida intermitente no
estructurada y asociada a intensos estados de malestar emocional.

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Desde hace 2 años mantiene una relación sentimental con su actual pareja, con quien tiene un
hijo de 2 meses. La peritada refiere que su actual pareja es un punto de apoyo que le ayuda a estabilizarse
emocionalmente y a recobrar cierta funcionalidad (anteriormente no salía de casa). A pesar de esto,
manifiesta una cristalización de miedos e inseguridades que limitan su calidad de vida y afectan a su
esfera afectiva, vivencia emocional y proyección futura.

Análisis funcional de la conducta problema

El análisis funcional idiográfico (ver figura 1) busca comprender el comportamiento a través del
análisis de las relaciones entre las variables funcionales más importantes, ya sean correlacionales o
causales, controlables o modificables (Haynes y O´Brien, 1990). En el presente caso partimos de una
situación de victimización en el contexto relacional. La sintomatología de la peritada es principalmente
emocional. En este sentido, presenta rasgos límites, por lo que existe un factor de vulnerabilidad acusado
relacionado con la regulación emocional, y la vivencia emocional aversiva. La reanudación del proceso
judicial a consecuencia de la petición de visitas de los abuelos paternos ha reactivado la sintomatología
postraumática. Esto genera una elevada conflictividad y una desregulación acusada que llevan a la
peritada a evitar cualquier tema relacionado con el proceso judicial, a aislarse y mantener choques con
su pareja.
Entre los factores de riesgo pretraumáticos destacan la ansiedad, problemas de externalización
durante la infancia, familia disfuncional, TLP y bajo apoyo social. En el plano peritraumático, son
factores de riesgo relevantes el haber recibido violencia física y psicológica de su pareja durante años y
la experimentación de episodios de violencia física de alta intensidad.

Exploración psicopatológica

Durante la exploración, la peritada se muestra colaboradora, estableciendo buen rapport con el


evaluador. Se encuentra bien orientada en espacio y tiempo, con un nivel adecuado de conciencia y sin
alteraciones atencionales. Tampoco se evidencian alteraciones en la memoria, en la percepción o en
imágenes mentales.
El lenguaje utilizado es apropiado y adecuado a su nivel educativo. No hay alteración del
contenido ni curso del pensamiento. Inteligencia normal en referencia a su grupo normativo. En cuanto
a la abstracción, es adecuada, ya que presenta expectativas de futuro realistas, siendo consciente de las
dificultades por las que aún debe atravesar.
En el plano afectivo experimenta una vivencia emocional negativa muy acusada (propia de este
tipo de procesos). Experimenta revictimización (victimización secundaria) y profundos sentimientos de
tristeza, vergüenza, culpa, miedo al abandono e indefensión. Los puntos de mayor emotividad están
anclados en los problemas de comportamiento de su hija mayor y en el relato circunscrito a las
agresiones y la dinámica de maltrato continuado, generándose un desborde emocional espontáneo y
genuino en forma de llanto que la propia evaluada regula. Su discurso es coherente y su reactividad
emocional congruente, presentando en términos generales un tono bajo. En ocasiones le cuesta seguir el
hilo argumental de su historia al existir fallos mnésicos.
Presenta dificultades somáticas intermitentes reactivas a episodios de estrés relacionados con el
proceso legal o su situación vital. Se detectan en su discursos sesgos y esquemas cognitivos de
devaluación y autopunición e ideación suicida no estructurada y condicionada a episodios de
desregulación emocional. Estos episodios también afectan al plano conductual a través de

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comportamientos desproporcionados e impulsivos (baja tolerancia a la frustración, interpretación


autorreferencial y hostil).
Su día a día se centra en el cuidado de sus hijos, viéndose actualmente afectada por la situación
relativa a la solicitud de visitas de los abuelos paternos de su hija mayor, reactivándose esquemas de
miedo, persecución y suspicacia. No presenta una red social de apoyos extensa. Su principal apoyo es
su actual pareja con quien mantiene una buena relación a pesar de que, en ocasiones, la desregulación
emocional crea tensiones en el nuevo núcleo familiar constituido. Refiere problemas de sueño
(pesadillas). No verbaliza hábitos tóxicos. Como antecedentes psicológicos-psiquiátricos refiere
diagnóstico de Trastorno Límite de la Personalidad (aporta documentación) a los 18 años y madre con
Trastorno Bipolar.

Figura 1. Análisis funcional idiográfico

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Resultados de las pruebas administradas3

Pruebas de screening

− SIMS. Inventario estructurado de simulación de síntomas. (Structured Inventory of Malingered


Symptomatology). Michelle R. Widows y Glenn P. Smith. Adaptación española: Héctor
González Ordi y Pablo Santamaría Fernández. TEA, 2009.

No hay indicadores de simulación, ni en la escala total ni en ninguna de las subescalas.

Pruebas clínicas

− Minnesota Multiphasic Personality Inventory-2 Restructured Form / Inventario Multifásico de


Personalidad de Minnesota-2 Reestructurado (MMPI-2-RF; Tellegen y Ben-Porath, 2008;
Adaptación española: Santamaría, 2009).
En términos generales no se detectan indicadores de exageración ni minimización de síntomas. El perfil
resulta interpretable. No existen indicadores de distorsión o manipulación. El estudio de las Dimensiones
Globales arroja valores promedio en Alteración del pensamiento (THD, T=63) y Alteración del
comportamiento o externalización (BXD, T=64). Destaca la puntuación obtenida en Alteración
emocional o internalización (EID, T=71), lo que pone de relieve un malestar emocional significativo.
Dentro de las Escalas Clínicas Reestructuradas destacan las puntuaciones obtenidas en Desmoralización
(RCd=71), Escasez de emocionales positivas (RC2=88), Conducta antisocial (RC4=75) e Ideas
persecutorias (RC6=74). Estas puntuaciones dibujan a una mujer desbordada que experimenta un nivel
significativo de confusión emocional, infelicidad e insatisfacción. Esto correlaciona positivamente con
síntomas depresivos y de ansiedad, baja autoestima, mal manejo del estrés y elevada inseguridad y
desesperanza. Presenta un patrón de suspicacia que no llega al umbral paranoide desde el punto de vista
clínico, pero que si despunta en población comunitaria. La existencia de ideas persecutorias está
asociada a la existencia de un esquema anclado en la vivencia de maltrato, con frecuentes e intensos
pensamientos intrusivos amenazantes en relación a su maltratador y la posibilidad de que la encuentre.
Presenta una problemática asociada a la baja experimentación de emociones positivas (INTR-r: 89) que
la lleva a una fragilidad emocional continua y a una experiencia subjetiva de sufrimiento.

− PAI (Personality Assessment Inventory). Inventario de Evaluación de la Personalidad


(Morey,2007; adaptación española: Ortiz- Tallo et al., 2011).

El análisis de las escalas de validez señala que la prueba es interpretable (ver figura 2). Tan solo
se aprecia una ligera inconsistencia compatible con la existencia de problemas de concentración y
dificultades para fijar la atención. El estudio de las escalas clínicas y relacionadas con el tratamiento
arrojan valores significativos en: Ansiedad (71), Depresión (84), Paranoia (76), Esquizofrenia (76),
Rasgos límites (78), Agresión (81), Ideaciones suicidas (96) y Estrés (74).
Los evaluados con puntuaciones elevadas en ansiedad están en tensión la mayor parte del tiempo.
Pueden ser percibidas como personas impresionables, nerviosas, tímidas y dependientes. Especialmente
relevante es la puntuación obtenida en la subescala relacionada con el estrés postraumático (TRA-E:79).
Estas puntuaciones ponen de relieve la existencia de un sufrimiento emocional asociado a un suceso
interpretado como fuertemente traumatizante, generando un impacto en el individuo que menoscaba su
bienestar psicológico a través de la vivencia de sentimientos de tristeza, angustia, incertidumbre,
nerviosismo e indefensión.
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Figura 2. Puntuaciones T obtenidas por la peritada (PAI)

Nota: (escala típica con media 50 y DT=10) del PAI

Pruebas para la evaluación de la personalidad no patológica

− Revised Neo Personality Inventory / Inventario de Personalidad NEO Revisado (NEO-PI-R;


Costa y McCrae, 2008; adaptación española: Cordero et al., 2008).
El perfil es interpretable (ver figura 3). El estudio de los Factores Generales arroja datos
significativos en Neuroticismo (T=69) y Responsabilidad (T=27) retratando en términos generales a un
individuo con un elevado malestar emocional, baja autoestima y tendencia general a experimentar
sentimientos negativos como vergüenza, culpabilidad o tristeza. Igualmente, puede tener ideas
irracionales y experimentar dificultades para enfrentarse al estrés. Las puntuaciones significativas en el
factor responsabilidad ponen de relieve una autopercepción de elevada devaluación y falta de confianza,
retratándose a sí misma como poco competente. La peritada tiene una visión negativa de su recorrido
académico y laboral, lo que potencia su baja percepción de valía y aptitudes para lograr objetivos y retos.
Las bajas puntuaciones en las facetas amabilidad y extroversión son compatibles con un paulatino
retraimiento social desde la vivencia del maltrato continuado.
Nos encontramos ante una persona con tendencia a sentirse inferior, viéndose incapaz de
afrontar el estrés a consecuencia de su devaluación personal, pudiendo adquirir una postura de
dependencia y desesperanza. En el contexto de esta elevada experimentación de emociones negativas
existe una dificultad a la hora de controlar los impulsos y arrebatos en situaciones de elevada tensión.

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Figura 3. Valores premórbidos del NEO-PI-R

Nota: T (media 50 y DT=10)

Pruebas específicas

− Escala de Gravedad de Síntomas Revisada del trastorno de estrés postraumático (EGS-F)


(Echeburúa et al., 2017).

La puntuación obtenida por la peritada es de 40 (>20). No se detecta simulación y la


disfuncionalidad es moderada. Las escalas de intrusión, evitación y alteraciones cognitivas/estado de
ánimo negativo puntúan alto.

Pruebas para la valoración de capacidades parentales

− Cuestionario para la Evaluación de Adoptantes, Cuidadores, Tutores y Mediadores (CUIDA;


Bermejo et al., 2006).

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El estudio de las escalas primarias arroja datos promedios en casi todas las facetas, obteniendo
puntuaciones óptimas en altruismo, apertura, asertividad, capacidad para resolver problemas,
flexibilidad, independencia, flexibilidad y reflexividad.
Destacan como puntos fuertes la apertura (7), empatía (7) y cuidado afectivo (8) y cuidado
responsable (8) retratando a una madre con buena capacidad para reconocer, comprender y aceptar los
sentimientos ajenos. Como puntos débiles destaca una baja autoestima (2), un bajo equilibrio emocional
(3) y bajas puntuaciones en sociabilidad (3) e independencia (3). Las puntuaciones bajas son compatibles
con una situación de maltrato (según la aplicación del manual CUIDA en el ámbito jurídico).

− Perfil de Estilos Educativos (PEE; Magaz y García-Pérez, 1998).

Los resultados obtenidos de la aplicación del PEE muestran un perfil correspondiente a un estilo
educativo “Asertivo”, caracterizado por moderada puntuación en Inhibición, moderada puntuación en
Punición, alta puntuación en Aserción y baja puntuación en Sobreprotección.
Se trata del estilo educativo con un impacto más positivo en el desarrollo de los hijos, pues
permite administrar normas y castigos cuando es necesario y de manera proporcionada, sin proteger en
exceso. Desde el punto de vista de la clasificación de MacCoby y Martins (1983) en base al afecto y la
comunicación y el control y la exigencia, el estilo educativo de la peritada se encuadra en autoritativo-
recíproco, pero con niveles de control moderados.

Integración de resultados

Las entrevistas y pruebas administradas convergen en retratar a una mujer con una elevada
vivencia de malestar y sufrimiento psicológico (estado de tensión permanente). La sintomatología más
predominante está relacionada con tristeza, ansiedad, miedo e hiperalerta ante un peligro inminente,
esquemas cognitivos de persecución, devaluación, desprotección y culpa. Los síntomas relacionados
con la evitación social, la falta de sociabilidad, la hipervigilancia, la suspicacia y la visión hostil de los
demás y del entorno conectan, desde el punto de vista victimológico, con una victimización continuada
en el tiempo.
En casos de violencia continua de naturaleza interpersonal es habitual que exista una
permeabilidad entre los rasgos premórbidos y la psicopatología presente. Desde el modelo
traumatogénico, las víctimas de estresores continuados pueden experimentar una percepción de sí
mismos como inútiles, culpables y vulnerables, y del mundo y los demás como hostiles, incontrolables
y potencialmente dañinos.
La peritada presenta un patrón de cambios de humor y dificultad para gestionar la esfera
emocional. A pesar del malestar emocional experimentado, es importante destacar que hay una relativa
preservación de la esfera funcional, pudiendo existir una exacerbación de la sintomatología ante
estímulos asociados a la situación de maltrato (generalización) y la vivencia de un miedo intenso a que
la ocurra algo, tanto a ella como a su hija. La relativa preservación de la funcionalidad está supeditada
a los apoyos prestados, la seguridad de su pareja y un día a día centrado en el cuidado de su hija y su
recién nacido. Aunque en el aspecto social y laboral la peritada todavía presenta dificultades, en los
últimos meses ha mostrado un mejor funcionamiento.

Formulación forense

La peritada parte de un entorno desestructurado e invalidante que desde temprana edad cercena
los lazos afectivos, existiendo un apego inseguro y unos vínculos paterno-filiales debilitados. En este
contexto se crean unos esquemas de abandono y de inseguridad a partir de la construcción del mundo

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en una víctima de violencia de género

como un lugar hostil, impredecible e incontrolable. Los padres (figuras vinculares primarias) no
representan referentes de seguridad y protección, lo que da como resultado un patrón dependiente-
ansioso y una mala gestión de aspectos como la gratificación inmediata, la frustración y la regulación
emocional, existiendo una vivencia muy intensa de las emociones que derivan en conductas
externalizantes (mal comportamiento, consumo de drogas) para huir del sufrimiento emocional interno
(estrategias de afrontamiento dirigidas a la emoción).
Las experiencias vitales tempranas con el grupo primario la llevan a una asociación de los
afectos al sufrimiento y la vulnerabilidad, por lo que las figuras de apego, y más adelantes quienes deben
significar protección y cuidados resultan figuras ambivalentes. El sufrimiento y el amor están fusionados
en el vínculo afectivo, por lo que normaliza actitudes relativas al control o la violencia física y
psicológica, ya que considera que es parte de la dinámica interpersonal afectiva normal. Además, el
conflicto y su resolución suponen una estimulación que conecta con la necesidad de experimentar
intensamente las señales de seguridad que neutralizan sus cogniciones de abandono.
En este contexto, con 18 años, establece una relación sentimental asimétrica y basada en el
desequilibrio de poder que tiene como base la dependencia y el miedo al abandono. Esta relación agrava
aún más los sentimientos de vacío y desarraigo de la peritada. La dinámica relacional, de 6 años de
duración, se basa en un patrón de maltrato físico y psicológico en escalada que exacerba los sentimientos
de vulnerabilidad, creándose esquemas de miedo, indefensión y desesperanza, arrastrándose igualmente
una elevada carga emocional fruto de la vivencia prolongada de maltrato psicológico y físico (de elevada
intensidad).
Desde el primer momento, la relación se basa en el control y la dominancia. Esta dinámica es
interpretada como una señal de seguridad y neutraliza el miedo al abandono. La visión ambivalente de
la víctima hace que las primeras señales de violencia psicológica y física sean minimizadas (adaptación
paradójica), en cierta medida, por las experiencias previas y por el esquema de autopunición (“me
merezco lo que me pase, no merezco ser querida”). Los rasgos límites de la personalidad implican una
dualidad entre el deseo y la desilusión. Existe una búsqueda de la idealización de la relación, y a la vez
se ponen en juego cogniciones de sabotaje. Cuando la relación se desvanece, surgen fuertes sentimientos
de abandono, reactivándose el patrón disfuncional. Precisamente huir de los sentimientos de abandono
mantenía la relación sentimental (no denuncia a su ex-pareja, minimiza el maltrato, etc.) en una especie
de dependencia hostil.
El nacimiento de su primera hija es un punto de inflexión, ya que el miedo se traslada a la idea
de que le pueda pasar algo a la niña. A partir de ese momento la peritada asume un rol menos dócil y
más orientado a la protección de su hija. Esta resistencia lleva a una escalada de la violencia. El evento
que desencadena la sintomatología postraumática es una agresión física de elevada intensidad que lleva a
la peritada a un ingreso hospitalario de gravedad.
En el momento actual, dos años después, se encuentra adaptada gracias al establecimiento de
una nueva relación sentimental que alimenta (parcialmente) su necesidad de seguridad y afecto. El
requerimiento de visitas de los abuelos paternos reactiva la existencia de miedos y preocupaciones
relativas a su vivencia de maltrato, debido a las continuas amenazas y situaciones de peligro vital
experimentadas. Esto desestabiliza el cuadro y provoca un elevado malestar emocional. La
funcionalidad relativa a las competencias parentales y el cuidado de sus hijos esta preservada. La
existencia de un entorno estable como fuente de seguridad compensa y permite la adaptación adecuada
de la peritada a pesar de las fluctuaciones sintomatológicas (ver figura 4).

Psicopatología Clínica, Legal y Forense, Vol.19, 2019, pp. 58-77.


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Figura 4. Modelopsico patológico (formulación forense gráfica)

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Estudio de caso: trastorno de estrés postraumático y capacidades parentales 71
en una víctima de violencia de género
Contraste de hipótesis

El contraste de hipótesis es realizado a partir las siguientes fuentes de información:


− Entrevistas realizadas a la persona peritada y terceros.
− Exploración psicopatológica mediante observación clínica.
− Revisión de la documentación aportada.
− Análisis funcional de los principales problemas que presenta en la actualidad.
− Estudio de los factores de vulnerabilidad y predisposición.
− Resultados de las pruebas psicodiagnósticas aplicadas.
− Datos obtenidos de la bibliografía y avances actuales en las investigaciones.

Simulación vs no simulación: Tras la evaluación realizada, el estudio de la documental y de la


información de fuentes alternativas, los resultados obtenidos no resultan compatibles con un caso de
simulación (o metasimulación). La metodología empleada está orientada a la valoración de esta
posibilidad, debido a que nos encontramos en un caso de victimología y debemos partir de la existencia
de una ganancia secundaria. Las pruebas aplicadas (PAI, MMPI 2-RF y SIMS) no presentan indicadores
de simulación. De igual manera, no hay indicadores externos de la misma: no presenta síntomas atípicos
ni exageración, no hay incongruencias destacables entre las distintas pruebas administradas y el curso
de la sintomatología presentada se muestra coherente y ajustado a las fuentes científicas de referencia.
No se aprecian incongruencias entre las fuentes de información consultadas (análisis documental y
terceros informadores) y lo hallado en la evaluación.
Violencia coercitiva vs violencia situacional: Es necesario la relación de un estudio de la dinámica de
pareja, para lo que se ha valorar la naturaleza, la intensidad, la frecuencia y duración de la violencia. A
pesar de que en el caso presente el tipo de violencia está objetivada judicialmente y el motivo que lleva
a la denuncia es un evento de elevada violencia física, es recomendable estudiar la evolución de la
relación. El estresor potencialmente traumatizante analizado corresponde con un tipo de violencia
denominada violencia coercitiva o terrorismo íntimo. Es posible que la dinámica de los primeros años
de la relación fuera más bidireccional, es decir, un tipo de violencia situacional caracterizada por una
mala gestión de los conflictos y una violencia leve y circunstancial. En el presente caso incluso ha podido
existir en el pasado un patrón de control violento mutuo. Sin embargo, con el paso de los años la
expresión de la violencia es cada vez más unidireccional y grave, existiendo un patrón relacional de
control y sumisión. En los últimos compases de la relación, al nacer la hija en común, aumentan las
respuestas de defensa de la peritada (resistencia violenta) lo que conduce a un agravamiento de la
situación y una escalada de la violencia psicológica y física.
Trastorno de estrés postraumático vs trastorno adaptativo mixto: Tanto el trastorno de estrés
postraumático como el trastorno adaptativo tienen en común la necesidad de un estresor externo para su
aparición. En el caso presente hay tres aspectos claves a valorar, la intensidad de la sintomatología, el
impacto funcional y la existencia de síntomas característicos del TEPT. En el presente caso la peritada
presenta:
− Recuerdos angustiosos, recurrentes e intrusivos que conectan con una rumiación depresiva.
− Pesadillas sobre la temática traumática. Las pesadillas han aumentado desde que los abuelos
paternos (padres de su ex-pareja) solicitaron un régimen de visitas con la menor.
− Reexperimentación (flashbacks) y elevada activación (arousal).
− Síntomas de retraimiento y evitación.
− Episodios de desregulación emocional asociados al trauma y miedo paralizante (en la actualidad
en remisión)
− Lagunas amnésicas asociadas a los episodios de violencia física.

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72 Dujo, V.

− Esquemas cognitivos de devaluación e indefensión.


− Creencias de vulnerabilidad y desprotección relacionadas con una percepción del mundo como
un lugar incontrolable, impredecible y hostil.
− La pérdida de funcionalidad esta especialmente marcada en la esfera social y laboral.

Esta sintomatología es característica de víctimas con estrés postraumático, especialmente


cuando el agente estrenaste es interpersonal, intencional y con el que hay una relación afectiva. La
gravedad de los síntomas es suficiente para validar la hipótesis del trastorno de estrés postraumático
(diagnóstico ajustado al DSM-5). En la actualidad, la funcionalidad esta moderadamente preservada. A
este hecho contribuye el apoyo de su pareja, el tratamiento que ha recibido y el nacimiento de su segundo
hijo. La intensificación de los síntomas se asocia a una mayor presencia de los recuerdos del trauma
original en base al requerimiento judicial de los abuelos paternos de la menor.

Discusión forense

Acerca de la vivencia de maltrato y su impacto en la esfera psicológica y funcional

La violencia de género es un fenómeno multicausal. Las víctimas de violencia de género además


de enfrentarse a la victimización propia del maltrato han de enfrentarse a la desestructuración de su red
social y en ocasiones familiar (Mawby y Walklate, 1994). El TEPT tiene la peculiaridad del partir del
factor etiológico para su diagnóstico. Este aspecto es de especial relevancia en el contexto forense, donde
nuestra labor implica, además de la determinación del daño psíquico y el estresor potencialmente
traumatizante, establecer el nexo causal (Echeburúa et al., 2017).
En el caso presente, el estudio de la documental y las entrevistas con la peritada perfilan un tipo
de violencia compatible con la tipología coactiva controladora. Existe un patrón de humillación y poder
basado en insultos, amenazas, control y violencia física y psicológica. Desde el punto de vista
cuantitativo y cualitativo nos encontramos ante una dinámica de al menos 3 años de duración, con una
frecuencia e intensidad creciente, en especial cuando la víctima empieza a mostrar actitudes de
resistencia tras el nacimiento de la hija en común. A este tipo de defensividad se la denomina resistencia
violenta y es frecuente en víctimas de violencia coactiva controladora (Johnson, 2011).
La propia violencia física crea un antecedente de miedo que termina por condicionar y bloquear
las opciones de la víctima quien, por temor a una nueva agresión física, vive en un estado de continua
tensión y sometimiento al agresor. La dinámica violenta, aunque parte de unas primeras fases
caracterizadas por una violencia bidireccional basada en el conflicto de pareja, evoluciona hacia un
patrón asimétrico en el que la víctima paulatinamente va experimentando un sentimiento de indefensión
y afectación psicológica severa. Las diferentes formas de expresión de la violencia en las relaciones de
pareja se dan de forma interrelacionada (Graña et al., 2018).
Fruto de la relación afectiva con el agresor, existe una marcada ambivalencia que lleva a la
peritada a una minimización y normalización de parte de las conductas de violencia física y psicológica.
A esto se le suma la experimentación de un miedo paralizante y el temor a que el agresor pueda dañar a
la hija que tienen en común. En el caso presente, juegan un papel muy importante los factores de
vulnerabilidad detectados en la estructura premórbida de la peritada. Los rasgos límites implican una
falta de regulación emocional significativa, un pobre autoconcepto y autoestima, y una marcada
tendencia a la dependencia emocional ante la expectativa de pérdida o abandono. La peritada carece de
estrategias de afrontamiento y posee una red de apoyo social pobre durante el transcurso de la relación
disfuncional. Todos estos aspectos pueden amplificar el impacto de la violencia en la víctima (Muñoz,
2013).

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Estudio de caso: trastorno de estrés postraumático y capacidades parentales 73
en una víctima de violencia de género

A pesar de los factores de vulnerabilidad señalados, es necesario señalar que estas características
personales y contextuales son potenciadas dentro de la dinámica violenta en pareja. Esto implica que la
vivencia de una dinámica de violencia va a potenciar aún más la dependencia emocional, eliminar el
poco escaso tejido emocional para aislar y terminar de anular a la víctima. El agresor se vale de la
vulnerabilidad de la víctima para perpetuar su control y posición de poder.
En el caso a estudio, además de la dinámica de violencia psicológica y física existe un episodio
de violencia extrema (intento de homicidio) que desencadena la ruptura de la relación y el ingreso en
prisión del agresor. La existencia una causa de tal magnitud elimina cualquier tipo concausa
(vulnerabilidad contextual o personal) a la hora de explicar el daño psíquico de la víctima. No obstante,
los factores de vulnerabilidad si influyen en la cristalización de la sintomatología, y por lo tanto si
dificultan la recuperación de la víctima (ralentiza la remisión a pesar del tiempo y la intervención
profesional).
El patrón sintomatológico descrito: reexperimentación intrusiva, elevada activación fisiológica
(arousal) ante estímulos relacionados con la situación victimizante, sentimientos de culpabilidad e
indefensión, ideación suicida, alteraciones psicosomáticas, pérdida de autoestima, sentimientos de
vulnerabilidad y visión hostil del mundo y los demás, se ajusta a la categoría diagnóstica TEPT según
criterios DSM-5 (APA, 2014) y a lo recogido en la literatura científica especializada en victimología y
trauma (Echeburúa y Corral, 1998; Golding, 1999; Labrador et al., 2004; López-Soler, 2008; Novo et
al., 2016).
Al igual que hemos hablado de factores de vulnerabilidad para explicar el mantenimiento de la
sintomatología en el tiempo, los factores protección también juegan un papel relevante en la explicación
de la lesión psíquica (Carrobles y Benevides, 2009; Vázquez et al., 2009). La funcionalidad en el
presente caso está influida por una red social de apoyos actual escasa, pero bien afianzada. La peritada
recibe apoyo psicológico profesional, está implicada en un proyecto de vida y tiene un propósito claro
y definido en relación al cuidado de sus hijos. A pesar de que la adaptación aún está limitada en esferas
como la laboral y la social, mantiene un correcto funcionamiento familiar y una evolución lenta pero
positiva. La exacerbación de los últimos meses de la sintomatología traumática, en especial los síntomas
somáticos, la reexperimentación intrusiva y los sentimientos de miedo y vulnerabilidad, tienen su origen
en la reclamación de los abuelos en relación a las visitas con la menor. Esto ha supuesto de nuevo una
activación de los esquemas traumáticos, ya que la exposición a estímulos asociados puede afectar en la
recuperación de la víctima (APA, 2014).

Acerca de la posible interferencia de la psicopatología en la capacidad parental

La exposición a situaciones de violencia coercitiva tiene un gran impacto en la esfera psicológica


de las víctimas. Cuando además hay menores involucrados, no solo debemos valorar el impacto de la
violencia en los menores sino también los efectos de la violencia en el ejercicio de las funciones
parentales de los progenitores. Esto conlleva valorar tanto los posibles desajustes del agresor, como las
consecuencias de la violencia del progenitor víctima y su impacto en las capacidades parentales (Muñoz
y del Campo, 2015).
En el caso presente, no se han detectado carencias funcionales significativas en la esfera
familiar. La integración de la información de las entrevistas, las pruebas administradas, entrevistas con
terceros y análisis documental (incluyendo informes del colegio de la menor) convergen en un perfil
parental adecuado para el cuidado de la menor.
Como puntos fuertes, en la actualidad la peritada tiene una red social de apoyos más estable. Su
pareja es una figura de apoyo y además tiene buena relación con la menor. Sin duda, el apoyo
instrumental y afectivo de su pareja ha sido un factor de protección que ha facilitado el progreso
funcional de los últimos años. Las prácticas de crianza son adecuadas, existiendo un adecuado equilibrio

Psicopatología Clínica, Legal y Forense, Vol.19, 2019, pp. 58-77.


74 Dujo, V.

entre límites normativos, comunicación y afecto. La peritada es consciente de las necesidades afectivas
de su hija y posee las capacidades para potenciar el desarrollo emocional, social e intelectual de la menor.
Igualmente, presenta un plan de parentalidad realista en términos económicos, de disponibilidad y
recursos para atender las necesidades de los menores.
En cuanto a los puntos débiles, la persona peritada presenta un moderado ajuste personal y
carencias en las estrategias de afrontamiento para la gestión de estresores vitales, es decir, es vulnerable
a ciertos estresores, lo que puede implicar una desestabilización emocional. En este sentido la figura de
su pareja y la red de apoyos sociales ocupan un papel vital en la contención y el soporte emocional. Con
el objetivo de procurar estabilidad y los mejores cuidados para el menor es necesario que la peritada
continúe en tratamiento y que haya un control y seguimiento de su evolución.

Conclusiones

PRIMERA: Actualmente la peritada presenta un Trastorno de Estrés Postraumático 309.81 (F43.10)


(DSM-5; APA, 2014). Entre la constelación de síntomas predominantes destacan reexperimentación,
hipervigilancia, dificultad de concentración, indefensión, sentimientos de culpabilidad, baja autoestima,
bloqueo de estrategias de resolución de problemas, pérdida de seguridad, pérdida de confianza en sí
misma, minimización, desconfianza ante los demás y visión negativa del mundo.
SEGUNDA: En cuanto a la personalidad, la peritada presenta una estructura de personalidad con rasgos
límites. Estas características de personalidad son un factor de vulnerabilidad y se caracterizan por una
elevada impulsividad, déficits en la regulación emocional, dependencia afectiva asociada al miedo al
abandono y el rechazo, labilidad emocional y carencias en el afrontamiento del estrés y los conflictos.
En el caso presente estos factores de vulnerabilidad modulan la cristalización de la sintomatología y
pueden dificultar la recuperación de la lesión psíquica.
TERCERA: En cuanto a la determinación del tipo de violencia experimentada en la dinámica relacional
(estresor traumático) la información recogida perfila una dinámica de violencia coactiva controladora
caracterizada por humillaciones, insultos y amenazas continuas durante al menos 3 años. Esta dinámica
ha ido en escala creciente, existiendo varios episodios de violencia física. No obstante, el evento que
desencadena la entrada en prisión de la ex-pareja de la peritada, y por tanto la ruptura de la relación, es
una paliza que implica el ingreso hospitalario de la víctima. Este evento desencadena la respuesta
emocional traumática de la víctima.
CUARTA: Por ello, a pesar de que existen factores de vulnerabilidad en la peritada, la existencia de un
estresor de naturaleza tan violenta e intensidad tan elevada elimina cualquier concausa que pudiera
influir en la aparición de la lesión psíquica. La violencia física ejercida es causa directa de la
sintomatología traumática evaluada.
QUINTA: La funcionalidad relativa a las competencias parentales y el cuidado de sus hijos esta
preservada. En este sentido presenta unas adecuadas capacidades parentales y no se aprecian carencias
en las pautas de crianza. El plan de parentalidad es realista y positivo para la menor.
SEXTA: Se recomienda que la peritada siga en tratamiento psicológico y psiquiátrico para abordar tanto
la sintomatología asociada a la vivencia traumática, como las dificultades asociadas a la personalidad
premórbida. Se recomienda un control terapéutico mediante informes de seguimiento de evolución.

En cuanto cumple informar


En Madrid, a 28 de junio de 2019

Notas
1
Los datos personales y datos íntimos de la persona peritada han sido modificados para imposibilitar su
identificación. A nivel descriptivo tan solo se ha expuesto en el presente artículo la información relente y necesaria

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Estudio de caso: trastorno de estrés postraumático y capacidades parentales 75
en una víctima de violencia de género

para la comprensión del caso. El informe pericial se ha simplificado y adaptado al formato artículo para facilitar
su comprensión.
2
Por una cuestión de espacio en el presente artículo se centrará exclusivamente en los aspectos psicopatológicos y
repercusiones forenses del progenitor.
3
El apartado -Resultados de las pruebas administradas- refleja de manera resumida los resultados numéricos y
principales conclusiones interpretativas de las pruebas.

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Psicopatología Clínica, Legal y Forense, Vol.19, 2019, pp. 58-77.

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