Dialnet EstudioDeCaso 7983820
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ISSN: 1576-9941
ISSN 2792-1557 (internet)
Resumen
La Ley Orgánica 1/2004 de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género ha reformado
el ordenamiento jurídico vigente con el objetivo de dar respuesta al problema social que supone la
violencia ejercida contra la mujer en el contexto de la pareja. Para ello, ha reforzado la figura del psicólogo
forense tanto en la jurisdicción penal como civil. En el presente artículo se expone el estudio de caso de
una víctima de violencia de género con un diagnóstico de Trastorno de Estrés Postraumático. Se
profundiza en la metodología de evaluación y en los aspectos técnicos más importantes a tener en cuenta.
En este caso, desde un prisma victimológico, la labor del psicólogo forense consiste en evaluar el daño
psíquico, lo que implica valorar la potencialidad traumática del estresor (determinar el tipo de violencia)
y establecer la relación causal con la lesión psíquica (huella psicopatología del delito). En materia civil,
el psicólogo forense valorará si el impacto de la violencia en la víctima interfiere en sus capacidades
parentales.
PALABRAS CLAVE: trastorno de estrés postraumático, capacidad parental, evaluación psicológica
forense, victimología.
Abstract
Organic Law 1/2004 on Protection against Gender-Based Violence has changed the existing legal order
to address the social problem of violence against women within the context of the partnership. To this
purpose, it has reinforced the role of the forensic psychologist in both criminal and civil jurisdictions. This
article provides a case study of a victim of gender-based violence diagnosed with Post-Traumatic Stress
Disorder. The assessment methods and the most important technical considerations are discussed in
further detail. In this case, from a victimological standpoint, the task of the forensic psychologist is to
assess the psychological impact, which implies evaluating the traumatic potential of the stressor
(establishing the type of violence) and setting up the causal correlation with the psychological impact
(psychopathological imprint of the violence). In civil matters, the forensic psychologist will assess
whether the impact of the violence against the victim interferes with his or her parental capacities.
KEYWORDS: post-traumatic stress disorder, parental capacities, forensic psychological assessment,
victimology.
1
Citar este artículo como: Dujo, V. (2019). Estudio de caso: trastorno de estrés postraumático y capacidades parentales en
una víctima de violencia de género. Psicopatología Clínica, Legal y Forense, 19, 58-77. doi:
1Correspondencia: Víctor Dujo López. Doctorando en Psicología. Facultad de Psicología. Universidad Complutense de
Madrid.
Correo electrónico: vdujo@ucm.es
Fecha de recepción del artículo: 03-09-2019
Fecha de aceptación del artículo: 08-10-2019
Estudio de caso: trastorno de estrés postraumático y capacidades parentales 59
en una víctima de violencia de género
Introducción
En casos de violencia en los que hay menores involucrados, debe realizarse una valoración del
posible impacto de la violencia en las capacidades parentales de cada progenitor. Igualmente, habrá que
valorar el impacto de la violencia en los menores ya que, de manera directo o indirecta, también son
víctimas de la violencia en pareja (Cortés et al., 2013). El estrés al que están sometidas las víctimas de
la violencia coactiva puede afectar, aunque no necesariamente, a su ejercicio parental (Cantón, 2013).
En estos casos, tan importante es determinar el diagnóstico, como determinar en qué grado
interfiere en las capacidades parentales, es decir, hay que valorar en qué medida afecta a la
comunicación, los estilos educativos y la interacción con los menores. Igualmente es necesario valorar
el modelo de socialización, el plan de parentalidad y descartar un posible riesgo en la seguridad y
bienestar de los menores (Ramírez, 2003). En el caso de que haya algún tipo de restricción es
recomendable aplicar mecanismos de supervisión o apoyo, como visitas en un Punto de Encuentro
Familiar, control terapéutico (medicación y/o tratamiento) e informes periódicos dirigidos al Juez que
acrediten la evolución y estado del progenitor (Ramírez, 2003, 2004).
Objeto de la pericial1
Pruebas administradas
Pruebas de screening
Pruebas específicas
Situación actual
La persona peritada nace a finales de los 80 en Madrid de parto eutócico. Refiere no tener
hermanos y provenir de una familia desestructurada desde sus primeros años de infancia. No refiere
enfermedades médicas relevantes a excepción de un cuadro de crisis de ansiedad mantenido durante 2
o 3 años, cuanto tenía 10 años, que necesitó de intervención profesional para su remisión. Manifiesta
que siempre ha vivido con su madre, ya que sus padres se separaron cuando era muy pequeña. Añade
igualmente que su padre tiene una discapacidad visual y su madre está diagnosticada de Trastorno
Bipolar, por lo que la custodia que obtuvo su madre se hizo bajo la condición sine qua non de que en el
domicilio familiar vivieran los abuelos. La evaluada considera a su abuela materna como principal figura
afectiva y normativa.
Realiza un retrato anárquico y negativo de su infancia y preadolescencia con una elevada
conflictividad familiar. La peritada describe una situación en el hogar muy supeditada a la inestabilidad
propia del cuadro psiquiátrico bipolar de su madre, lo que la llevó a un patrón de mal comportamiento
en el instituto, contacto con las drogas y a ingresar con 18 años en un centro de día con un diagnóstico
de trastorno límite de la personalidad.
El análisis funcional idiográfico (ver figura 1) busca comprender el comportamiento a través del
análisis de las relaciones entre las variables funcionales más importantes, ya sean correlacionales o
causales, controlables o modificables (Haynes y O´Brien, 1990). En el presente caso partimos de una
situación de victimización en el contexto relacional. La sintomatología de la peritada es principalmente
emocional. En este sentido, presenta rasgos límites, por lo que existe un factor de vulnerabilidad acusado
relacionado con la regulación emocional, y la vivencia emocional aversiva. La reanudación del proceso
judicial a consecuencia de la petición de visitas de los abuelos paternos ha reactivado la sintomatología
postraumática. Esto genera una elevada conflictividad y una desregulación acusada que llevan a la
peritada a evitar cualquier tema relacionado con el proceso judicial, a aislarse y mantener choques con
su pareja.
Entre los factores de riesgo pretraumáticos destacan la ansiedad, problemas de externalización
durante la infancia, familia disfuncional, TLP y bajo apoyo social. En el plano peritraumático, son
factores de riesgo relevantes el haber recibido violencia física y psicológica de su pareja durante años y
la experimentación de episodios de violencia física de alta intensidad.
Exploración psicopatológica
Pruebas de screening
Pruebas clínicas
El análisis de las escalas de validez señala que la prueba es interpretable (ver figura 2). Tan solo
se aprecia una ligera inconsistencia compatible con la existencia de problemas de concentración y
dificultades para fijar la atención. El estudio de las escalas clínicas y relacionadas con el tratamiento
arrojan valores significativos en: Ansiedad (71), Depresión (84), Paranoia (76), Esquizofrenia (76),
Rasgos límites (78), Agresión (81), Ideaciones suicidas (96) y Estrés (74).
Los evaluados con puntuaciones elevadas en ansiedad están en tensión la mayor parte del tiempo.
Pueden ser percibidas como personas impresionables, nerviosas, tímidas y dependientes. Especialmente
relevante es la puntuación obtenida en la subescala relacionada con el estrés postraumático (TRA-E:79).
Estas puntuaciones ponen de relieve la existencia de un sufrimiento emocional asociado a un suceso
interpretado como fuertemente traumatizante, generando un impacto en el individuo que menoscaba su
bienestar psicológico a través de la vivencia de sentimientos de tristeza, angustia, incertidumbre,
nerviosismo e indefensión.
Psicopatología Clínica, Legal y Forense, Vol.19, 2019, pp. 58-77.
66 Dujo, V.
Pruebas específicas
El estudio de las escalas primarias arroja datos promedios en casi todas las facetas, obteniendo
puntuaciones óptimas en altruismo, apertura, asertividad, capacidad para resolver problemas,
flexibilidad, independencia, flexibilidad y reflexividad.
Destacan como puntos fuertes la apertura (7), empatía (7) y cuidado afectivo (8) y cuidado
responsable (8) retratando a una madre con buena capacidad para reconocer, comprender y aceptar los
sentimientos ajenos. Como puntos débiles destaca una baja autoestima (2), un bajo equilibrio emocional
(3) y bajas puntuaciones en sociabilidad (3) e independencia (3). Las puntuaciones bajas son compatibles
con una situación de maltrato (según la aplicación del manual CUIDA en el ámbito jurídico).
Los resultados obtenidos de la aplicación del PEE muestran un perfil correspondiente a un estilo
educativo “Asertivo”, caracterizado por moderada puntuación en Inhibición, moderada puntuación en
Punición, alta puntuación en Aserción y baja puntuación en Sobreprotección.
Se trata del estilo educativo con un impacto más positivo en el desarrollo de los hijos, pues
permite administrar normas y castigos cuando es necesario y de manera proporcionada, sin proteger en
exceso. Desde el punto de vista de la clasificación de MacCoby y Martins (1983) en base al afecto y la
comunicación y el control y la exigencia, el estilo educativo de la peritada se encuadra en autoritativo-
recíproco, pero con niveles de control moderados.
Integración de resultados
Las entrevistas y pruebas administradas convergen en retratar a una mujer con una elevada
vivencia de malestar y sufrimiento psicológico (estado de tensión permanente). La sintomatología más
predominante está relacionada con tristeza, ansiedad, miedo e hiperalerta ante un peligro inminente,
esquemas cognitivos de persecución, devaluación, desprotección y culpa. Los síntomas relacionados
con la evitación social, la falta de sociabilidad, la hipervigilancia, la suspicacia y la visión hostil de los
demás y del entorno conectan, desde el punto de vista victimológico, con una victimización continuada
en el tiempo.
En casos de violencia continua de naturaleza interpersonal es habitual que exista una
permeabilidad entre los rasgos premórbidos y la psicopatología presente. Desde el modelo
traumatogénico, las víctimas de estresores continuados pueden experimentar una percepción de sí
mismos como inútiles, culpables y vulnerables, y del mundo y los demás como hostiles, incontrolables
y potencialmente dañinos.
La peritada presenta un patrón de cambios de humor y dificultad para gestionar la esfera
emocional. A pesar del malestar emocional experimentado, es importante destacar que hay una relativa
preservación de la esfera funcional, pudiendo existir una exacerbación de la sintomatología ante
estímulos asociados a la situación de maltrato (generalización) y la vivencia de un miedo intenso a que
la ocurra algo, tanto a ella como a su hija. La relativa preservación de la funcionalidad está supeditada
a los apoyos prestados, la seguridad de su pareja y un día a día centrado en el cuidado de su hija y su
recién nacido. Aunque en el aspecto social y laboral la peritada todavía presenta dificultades, en los
últimos meses ha mostrado un mejor funcionamiento.
Formulación forense
La peritada parte de un entorno desestructurado e invalidante que desde temprana edad cercena
los lazos afectivos, existiendo un apego inseguro y unos vínculos paterno-filiales debilitados. En este
contexto se crean unos esquemas de abandono y de inseguridad a partir de la construcción del mundo
como un lugar hostil, impredecible e incontrolable. Los padres (figuras vinculares primarias) no
representan referentes de seguridad y protección, lo que da como resultado un patrón dependiente-
ansioso y una mala gestión de aspectos como la gratificación inmediata, la frustración y la regulación
emocional, existiendo una vivencia muy intensa de las emociones que derivan en conductas
externalizantes (mal comportamiento, consumo de drogas) para huir del sufrimiento emocional interno
(estrategias de afrontamiento dirigidas a la emoción).
Las experiencias vitales tempranas con el grupo primario la llevan a una asociación de los
afectos al sufrimiento y la vulnerabilidad, por lo que las figuras de apego, y más adelantes quienes deben
significar protección y cuidados resultan figuras ambivalentes. El sufrimiento y el amor están fusionados
en el vínculo afectivo, por lo que normaliza actitudes relativas al control o la violencia física y
psicológica, ya que considera que es parte de la dinámica interpersonal afectiva normal. Además, el
conflicto y su resolución suponen una estimulación que conecta con la necesidad de experimentar
intensamente las señales de seguridad que neutralizan sus cogniciones de abandono.
En este contexto, con 18 años, establece una relación sentimental asimétrica y basada en el
desequilibrio de poder que tiene como base la dependencia y el miedo al abandono. Esta relación agrava
aún más los sentimientos de vacío y desarraigo de la peritada. La dinámica relacional, de 6 años de
duración, se basa en un patrón de maltrato físico y psicológico en escalada que exacerba los sentimientos
de vulnerabilidad, creándose esquemas de miedo, indefensión y desesperanza, arrastrándose igualmente
una elevada carga emocional fruto de la vivencia prolongada de maltrato psicológico y físico (de elevada
intensidad).
Desde el primer momento, la relación se basa en el control y la dominancia. Esta dinámica es
interpretada como una señal de seguridad y neutraliza el miedo al abandono. La visión ambivalente de
la víctima hace que las primeras señales de violencia psicológica y física sean minimizadas (adaptación
paradójica), en cierta medida, por las experiencias previas y por el esquema de autopunición (“me
merezco lo que me pase, no merezco ser querida”). Los rasgos límites de la personalidad implican una
dualidad entre el deseo y la desilusión. Existe una búsqueda de la idealización de la relación, y a la vez
se ponen en juego cogniciones de sabotaje. Cuando la relación se desvanece, surgen fuertes sentimientos
de abandono, reactivándose el patrón disfuncional. Precisamente huir de los sentimientos de abandono
mantenía la relación sentimental (no denuncia a su ex-pareja, minimiza el maltrato, etc.) en una especie
de dependencia hostil.
El nacimiento de su primera hija es un punto de inflexión, ya que el miedo se traslada a la idea
de que le pueda pasar algo a la niña. A partir de ese momento la peritada asume un rol menos dócil y
más orientado a la protección de su hija. Esta resistencia lleva a una escalada de la violencia. El evento
que desencadena la sintomatología postraumática es una agresión física de elevada intensidad que lleva a
la peritada a un ingreso hospitalario de gravedad.
En el momento actual, dos años después, se encuentra adaptada gracias al establecimiento de
una nueva relación sentimental que alimenta (parcialmente) su necesidad de seguridad y afecto. El
requerimiento de visitas de los abuelos paternos reactiva la existencia de miedos y preocupaciones
relativas a su vivencia de maltrato, debido a las continuas amenazas y situaciones de peligro vital
experimentadas. Esto desestabiliza el cuadro y provoca un elevado malestar emocional. La
funcionalidad relativa a las competencias parentales y el cuidado de sus hijos esta preservada. La
existencia de un entorno estable como fuente de seguridad compensa y permite la adaptación adecuada
de la peritada a pesar de las fluctuaciones sintomatológicas (ver figura 4).
Discusión forense
A pesar de los factores de vulnerabilidad señalados, es necesario señalar que estas características
personales y contextuales son potenciadas dentro de la dinámica violenta en pareja. Esto implica que la
vivencia de una dinámica de violencia va a potenciar aún más la dependencia emocional, eliminar el
poco escaso tejido emocional para aislar y terminar de anular a la víctima. El agresor se vale de la
vulnerabilidad de la víctima para perpetuar su control y posición de poder.
En el caso a estudio, además de la dinámica de violencia psicológica y física existe un episodio
de violencia extrema (intento de homicidio) que desencadena la ruptura de la relación y el ingreso en
prisión del agresor. La existencia una causa de tal magnitud elimina cualquier tipo concausa
(vulnerabilidad contextual o personal) a la hora de explicar el daño psíquico de la víctima. No obstante,
los factores de vulnerabilidad si influyen en la cristalización de la sintomatología, y por lo tanto si
dificultan la recuperación de la víctima (ralentiza la remisión a pesar del tiempo y la intervención
profesional).
El patrón sintomatológico descrito: reexperimentación intrusiva, elevada activación fisiológica
(arousal) ante estímulos relacionados con la situación victimizante, sentimientos de culpabilidad e
indefensión, ideación suicida, alteraciones psicosomáticas, pérdida de autoestima, sentimientos de
vulnerabilidad y visión hostil del mundo y los demás, se ajusta a la categoría diagnóstica TEPT según
criterios DSM-5 (APA, 2014) y a lo recogido en la literatura científica especializada en victimología y
trauma (Echeburúa y Corral, 1998; Golding, 1999; Labrador et al., 2004; López-Soler, 2008; Novo et
al., 2016).
Al igual que hemos hablado de factores de vulnerabilidad para explicar el mantenimiento de la
sintomatología en el tiempo, los factores protección también juegan un papel relevante en la explicación
de la lesión psíquica (Carrobles y Benevides, 2009; Vázquez et al., 2009). La funcionalidad en el
presente caso está influida por una red social de apoyos actual escasa, pero bien afianzada. La peritada
recibe apoyo psicológico profesional, está implicada en un proyecto de vida y tiene un propósito claro
y definido en relación al cuidado de sus hijos. A pesar de que la adaptación aún está limitada en esferas
como la laboral y la social, mantiene un correcto funcionamiento familiar y una evolución lenta pero
positiva. La exacerbación de los últimos meses de la sintomatología traumática, en especial los síntomas
somáticos, la reexperimentación intrusiva y los sentimientos de miedo y vulnerabilidad, tienen su origen
en la reclamación de los abuelos en relación a las visitas con la menor. Esto ha supuesto de nuevo una
activación de los esquemas traumáticos, ya que la exposición a estímulos asociados puede afectar en la
recuperación de la víctima (APA, 2014).
entre límites normativos, comunicación y afecto. La peritada es consciente de las necesidades afectivas
de su hija y posee las capacidades para potenciar el desarrollo emocional, social e intelectual de la menor.
Igualmente, presenta un plan de parentalidad realista en términos económicos, de disponibilidad y
recursos para atender las necesidades de los menores.
En cuanto a los puntos débiles, la persona peritada presenta un moderado ajuste personal y
carencias en las estrategias de afrontamiento para la gestión de estresores vitales, es decir, es vulnerable
a ciertos estresores, lo que puede implicar una desestabilización emocional. En este sentido la figura de
su pareja y la red de apoyos sociales ocupan un papel vital en la contención y el soporte emocional. Con
el objetivo de procurar estabilidad y los mejores cuidados para el menor es necesario que la peritada
continúe en tratamiento y que haya un control y seguimiento de su evolución.
Conclusiones
Notas
1
Los datos personales y datos íntimos de la persona peritada han sido modificados para imposibilitar su
identificación. A nivel descriptivo tan solo se ha expuesto en el presente artículo la información relente y necesaria
para la comprensión del caso. El informe pericial se ha simplificado y adaptado al formato artículo para facilitar
su comprensión.
2
Por una cuestión de espacio en el presente artículo se centrará exclusivamente en los aspectos psicopatológicos y
repercusiones forenses del progenitor.
3
El apartado -Resultados de las pruebas administradas- refleja de manera resumida los resultados numéricos y
principales conclusiones interpretativas de las pruebas.
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