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Importancia Del Antillanismo

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Presentación

Nombre: Ailen Yidalis

Apellido: Martínez Castillo

Curso: 1ro de secundaria

Asignatura: Sociales

Tema: Trabajo Final sobre el Antillanismo.

Profesora: Luz Herrera

Fecha: 16/6/2020
1-Importancia del antillanismo.

Terminada la guerra restauradora contra la metrópoli española, que permitió el


restablecimiento de la República Dominicana como estado independiente en
1864, cobraron fuerza los planes para reunificar la isla de La Española, que
había tenido un solo gobierno entre 1822 y 1844. Según el distinguido
historiador dominicano Emilio Cordero Michel, recientemente fallecido, el
ideario de la unidad antillana emergió “como fruto natural y lógico, del
pensamiento y la acción revolucionaria de los prohombres de la Restauración”.
En esta empresa unionista, dirigida a disuadir nuevos intentos de dominación
extranjera sobre Santo Domingo, los dominicanos, encabezados por Gregorio
Luperón, contaban con el respaldo del presidente de Haití Fabre Geffrard y de
otros prominentes políticos haitianos de la época como Nissage Saget y Louis
Joseph Javier. La Guerra de los Diez Años en Cuba, iniciada en 1868 contra el
colonialismo español, condujo a la ampliación del proyecto de unidad, limitado
originalmente sólo a La Española, para que incluyera a la Mayor de las Antillas y
Puerto Rico. 

Desde esta época, políticos e intelectuales de la cuenca del Caribe, entre ellos
los puertorriqueños Ramón Emeterio Betances, Eugenio María de Hostos,
Segundo Ruiz Belvis y José Francisco Basora; los dominicanos Gregorio
Luperón, Ulises Espaillat, José María Cabral y Pedro F. Bonó; los haitianos
Nissage Saget, Fabre Geffrard, Louis Joseph Javier y Antenor Firmin; los
cubanos Juan Manuel Macías, Francisco Vicente Aguilera, Antonio Maceo, José
Martí, y el cubano-dominicano Máximo Gómez, por mencionar los más
relevantes, coincidían en la necesidad de alcanzar la unidad de Haití, República
Dominicana, Cuba y Puerto Rico, estas dos últimas todavía colonias de España.

Eugenio María de Hostos, que ya luchaba por la emancipación de su natal Puerto


Rico y de Cuba, creó en 1869 en Nueva York, junto a Ramón Emeterio Betances,
Juan Francisco Basora y Juan Manuel Macías, la Sociedad Republicana de Cuba
y Puerto Rico, dirigida a apoyar la guerra de independencia cubana y núcleo
original del proyecto de confederación antillana. A favor de este objetivo
estratégico se fueron sumando otras figuras caribeñas, como Luperón y el
haitiano Ulises Espaillat. Incluso, este último llegó a considerar que una liga
antillana, además de unir a los pueblos de las Antillas Mayores, debería
incorporar a las demás islas del Caribe.
Se sabe que el vicepresidente de la República de Cuba en Armas, Francisco
Vicente Aguilera, viajó a Estados Unidos con el propósito no sólo de impulsar
una alianza cubano-puertorriqueña para la independencia, sino también para
contribuir a la creación futura de una gran federación antillana. En 1874, la
Sociedad de Artesanos de Cayo Hueso, formada por trabajadores cubanos
emigrados a Estados Unidos, buscó contactar con la Liga de las Antillas creada
ese año en París por Betances y Luperón. La corriente antillanista entre los
emigrados radicados en territorio norteamericano se desarrolló con tanta
fuerza que dos años después numerosos líderes de esta comunidad se
adhirieron a la idea de la confederación de las Antillas para hacer respetables
y fuertes a las naciones insulares.  

Desde 1876 Antonio Maceo también se pronunció por la unidad antillana y


después de la Protesta de Baraguá, fundamentó su posición a favor de una
república cubana que se integrara con las de Santo Domingo y Haití.  Poco
después de terminada la Guerra de los Diez Años en Cuba (1878), Maceo y
Luperón impulsaron una conspiración en el oriente de Cuba, llamada Liga
Antillana, que pretendía la independencia de Cuba y Puerto Rico y su
integración posterior con la República Dominicana. Por su parte, Máximo Gómez
llegó a considerar que el porvenir de las Antillas estaría asociado a un esfuerzo
unitario de esta naturaleza. Fue José Martí, tras crear el Partido
Revolucionario para la independencia de Cuba y Puerto, quien le dio a este
proyecto un sentido antiimperialista como confesó en carta inconclusa a su
amigo mexicano Manuel Mercado, poco horas antes de su caída en combate el
19 de mayo de 1895: “ya estoy todos los días en peligro de dar mi vida por mi
país y por mi deber de impedir a tiempo con la independencia de Cuba que se
extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza más,
sobre nuestras tierras de América”.

2-Bases del antillanismo.

-Trata sobre la proyectada unificación de las Antillas (Cuba, Puerto Rico y


Santo Domingo).

-Busca, en primer lugar, la protección mutua frente a los peligros y


amenazas que representaban los apetitos de potencias foráneas, y también el
fortalecimiento de sus economías y comercio, así como la construcción de un
frente común en los escenarios de la diplomacia para acometer en mejores
condiciones la defensa de intereses comunes.

-El movimiento se desprende como un fruto y lógico del pensamiento y la acción


revolucionaria de Matías Ramón Mella, Ulises Francisco Espaillat, Pedro
Francisco Bonó, Benigno Filomeno de Rojas, Máximo Gullón, Manuel Rodríguez
Objío y particularmente, Gregorio Luperón.

-El pensamiento del antillanismo surge debido a que los líderes restauradores
se encontraban en una lucha desigual de las intenciones expansionistas de
América y surge como mecanismo de defensa contra la política expansionista
de los Estados Unidos, para mantener la soberanía de las Antillas.

3- Lucha del antiimperialismo

Aún sin usar el término «imperialismo» o «antiimperialismo», el pensamiento


antiimperialista tuvo sus primeras manifestaciones a finales del siglo XIX
cuando, con el auge del comercio y las finanzas internacionales, quedó en
evidencia que existían nuevos mecanismos de dominación que no implicaban
necesariamente las clásicas conquistas de anexión imperiales.
Aunque las primeras protestas contra el colonialismo las realizó el utilitarista
inglés Jeremy Bentham en su manifiesto Emancipad vuestras colonias, la
primera presencia de un pensamiento antiimperialista se registra en
los Estados Unidos impulsado por el escritor Mark Twain.En 1898, Twain fundó
la Liga Antiimperialista de los Estados Unidos, con sede en Boston, inicialmente
para combatir la acción estadounidense en la Guerra de Cuba, permaneciendo
hasta 1921.
4-Personas que estuvieron contra el imperialismo

 Martí, Hostos, Betances y Sandino

5-José martí

José Martí. Héroe Nacional de los cubanos. Nació en casa humilde de La


Habana, el 28 de enero de 1853, en un tiempo en el país vivía aún sojuzgado por
el férreo colonialismo español. Era Cuba por entonces una de las últimas
colonias del decadente poder ibérico, que no vacilaba en colocar grilletes y
hacer picar piedra dura, bajo tórrido sol, a un adolescente, como ocurrió con el
propio Martí. Dura lección la suya, que hizo que se reafirmara tempranamente
en él la vocación de justicia.
José Martí, poeta de finísima sensibilidad, uno de los intelectuales y escritores
más importantes de América Latina y el Caribe, creador de una obra enorme,
por su volumen y lucidez; un agudo cronista de su tiempo, periodista que gozaba
de gran reconocimiento en la Nueva York de fines del siglo XIX; un hombre
seducido por el amor y seductor y dador de belleza, de humana bondad.
¿Cómo alguien así, que abogaba por la paz y hacía del respeto a los otros un
arte de vida, fue capaz de consagrar los últimos años de su corta existencia a
organizar una guerra, que denominó necesaria, por la independencia de Cuba?
¿Cómo un hombre así, sin formación militar, fue capaz de convocar y conducir,
a la guerra mayor por la soberanía, a generales de guerras precedentes y a un
pueblo que terminó forjándose bajo el grito de libertad y el temple de los
machetes? Un pueblo, vale recordarse, que aprendió a no cejar en la defensa
de su soberanía y autodeterminación.
¿Cómo un hombre así pudo conducir a la batalla dura por la independencia? Solo
es posible por las convicciones firmes de justicia que Martí cultivó desde sí
para todos los cubanos y para su región. Una justicia que no se ciñe al individuo.
La justicia por la que abogó y luchó José Martí se asienta y edifica
permanentemente en el derecho de una nación a ser soberana e independiente,
para el bien común propio y de otros pueblos. Porque solo en el entendimiento
juicioso y respetuoso entre las naciones puede darse un mundo de paz y
equidad. Y para ello se empeñó por la unidad de todas las fuerzas buenas de la
nación.
Y esa visión, que atraviesa toda su obra y acción, es coherente con uno de sus
apostolados fundamentales: patria es humanidad. ¡Qué sencilla grandeza del
ideario martiano! Debería ser esa, la humanidad como patria y la justicia como
fundamento, una de las banderas de las jóvenes generaciones en los empeños
por un mundo mejor.
El aporte de José Martí a la consolidación y fundamento mismo de la nación
cubana es enorme e imposible de encuadrar. Su ideario y su consecuente
accionar están definitivamente incorporados en el ADN de la conciencia
cubana, como también lo está la impronta indoblegable y la obra revolucionaria
de Fidel Castro.
Pero, José Martí no fue solo el líder de la guerra por la independencia del
colonialismo español, no fue solo el héroe que se consagra universal en el siglo
XIX. Fue un hombre de su tiempo y a la vez un agudísimo detector y obrador
de un tiempo futuro.
Residente por largo tiempo en los Estados Unidos, Martí tuvo la capacidad de
ahondar, en su vocación por la comprensión de la realidad, más allá de las
apariencias y de las primeras positivas impresiones que provocaron en él el
discurso y el avance económico estadounidense.
Desde su seno, moviéndose entre Tampa y Nueva York, supo discernir los
entresijos del alma hegemónica que se gestaba en ese país y el peligro enorme
que implicaría para América Latina y el Caribe. “Viví en el monstruo y le
conozco las entrañas”, llegó a decir.
Martí percibió muy temprano y como ningún otro en Occidente por aquellos
tiempos, las esencias corruptas de la sociedad y del imperialismo norteño
americano. Ya en abril de 1888, alerta del engaño estadounidense: “…el sistema
en que la magistratura, la representación nacional, la Iglesia, la prensa misma,
corrompidas por la codicia, habían llegado, en veinticinco años de consorcio, a
crear, en la democracia más libre del mundo, la más injusta y desvergonzada de
las oligarquías.”
Y no sólo comprendió la médula estadounidense. A su amigo mexicano Manuel
Mercado, en carta célebre e inconclusa, pocas horas antes de su caída en
combate, dijo: “Ya estoy todos los días en peligro de dar mi vida por mi país y
por mi deber —puesto que lo entiendo y tengo ánimos con que realizarlo— de
impedir a tiempo, con la independencia de Cuba, que se extiendan por las
Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras
tierras de América. Cuanto hice hasta hoy, y haré, es para eso.”
«Cuba debe ser libre —de España y de los Estados Unidos», dejó dicho en uno
de sus cuadernos de apuntes.
Sin embargo, muerto el héroe independentista cubano, el devenir histórico le
dio lamentable razón.  Estados Unidos intervino en la contienda hispano-
cubana, con un ejército estructurado ya para la expansión internacional,
portando el concepto de destino manifiesto que les hace creer superiores al
resto del mundo y estrenando poderosos armamentos para la época. Se
emprendía así, en 1898, precisamente sobre el suelo cubano, el imperialismo
moderno y el siglo XX neocolonial.
Tiempo después Lenin caracterizó el surgimiento de la fase imperialista del
capitalismo y marcó su nacimiento en la intervención norteamericana en la
guerra de Cuba.
“De esta tierra no espero nada, ni para ustedes -se refería a los mexicanos- ni
para nosotros.” Un nosotros que hacía referencia a los cubanos, pero podría
servir para todos los latinoamericano-caribeños.
Y claro que ningún bien, auténticamente justo y de juicioso equilibrio, podría
esperarse, ni en aquellos momentos, ni en los actuales, de los Estados Unidos
de América.
Hoy asistimos, una vez más, al reforzamiento de la despótica agresividad
estadounidense sobre las tierras y los pueblos de Nuestra América. Estados
Unidos no se constriñe en el ejercicio de su vocación hegemónica.
El gobierno que encabeza Donald Trump, con el contubernio obcecado de
algunos sectores y actuantes de lóbrego poder, intenta reforzar el bloqueo
económico, comercial y financiero contra el pueblo de Cuba, a la vez que eleva
su discurso agresivo y el tono de sus amenazas injerencistas. No escatiman
pretextos y ni siquiera se avergüenzan por dar como supuestos ataques
sónicos, para justificar medidas retrógradas, el canto de los grillos caribeños.
Para Estados Unidos, el fin de dominio justifica todos los medios, la mentira
estructurada como perfecto guion de aparente verdad, la desestabilización de
gobiernos, el terrorismo de Estado, las guerras… para ellos, todo sirve para
sustentar su enlutado discurso de presunta libertad.
Y lo saben también otros pueblos de nuestra región. Por estos días se está
verificando la enésima arremetida imperialista, con coro de acólitos incluido,
contra la Revolución Bolivariana y el legítimo presidente Nicolás Maduro Moros.
Con un circo de desacatadores del orden constitucional y un fantoche recién
horneado bajo la manga, pretenden dar un golpe de Estado. Al cártel de Lima lo
llaman mayoría de la región, claro, los dignos no cuentan para ellos.  Las
matemáticas taradas de tanto vicio político no dan cuentas claras. Para ellos,
basta que crean los incautos, los comprometidos con las visiones de élite y los
genuflexos de cualquier dimensión, sean almagristas o de la mugre OEA.
Pero, Cuba y los revolucionarios de la América Latina y caribeña sabrán hacer
resistencia al embate estadounidense. Nos hemos forjado en largas batallas
por nuestra independencia y por nuestra soberanía; y hemos corrido
muchísimos riesgos; y hemos construido una obra muy importante, que estamos
dispuestos a defender hasta las últimas consecuencias.
El cuerpo de José Martí fue lacerado de muerte mientras dirimía el futuro de
la nación, blandiendo en el campo de batalla la fuerza enorme de sus ideales y
un profundo compromiso con la vida, con su patria y con la humanidad.
La suya fue una vida corta, pero desbordada por la intensidad del pensamiento
revolucionario y la acción coherente, tal vez como no logró ningún otro en su
tiempo.
José Martí murió físicamente demasiado temprano, mucho le quedaba y era
necesario que hiciera. Pero Martí, definitivo, inspiró el destino soberano de
Cuba como parte de un mundo que quiso en equilibrio y armonía. Su legado,
asumido por Fidel Castro y por el pueblo cubano, fue y seguirá siendo clave en
la Revolución Cubana.

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