Relacion Consultor Cliente
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CONSULTOR-CLIENTE
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En el proceso de consultoría intervienen dos asociados: el consultor y su
cliente. El cliente ha decidido comprar unos servicios profesionales en ciertas
condiciones, por ejemplo por un número convenido de días y con unos ho-
norarios diarios. Durante ese tiempo, dispondrá plenamente de los conoci-
mientos técnicos del consultor y, en teoría, debería resultar fácil poner esos
conocimientos en práctica para resolver el problema que preocupa al cliente.
Es lícito suponer que ambas partes están interesadas en alcanzar el mismo
objetivo.
La realidad es mucho más compleja. El consultor sigue siendo una per-
sona ajena a la organización, alguien de quien se espera que obtenga un re-
sultado válido en la organización cliente sin formar parte de su sistema ad-
ministrativo y humano. Incluso un consultor interno —un empleado de la
organización— es un elemento ajeno desde el punto de vista de las depen-
dencias de la organización donde se supone que ha de intervenir. Indepen-
dientemente de su competencia y calidad técnicas, el asesoramiento del con-
sultor puede o no ser entendido y aceptado por el cliente. El rechazo suele
adoptar múltiples formas. En la historia de la consultoría son miles los casos
en que excelentes informes de consultores han quedado enterrados en algún
cajón de la mesa de un director y nunca se han puesto en práctica, pese a su
aceptación oficial. Esto pone de manifiesto la importancia esencial de crear
y mantener una relación eficaz entre el consultor y el cliente.
La experiencia muestra que esa relación no es fácil de establecer. Para
tener éxito, los consultores y los clientes deben conocer los factores huma-
nos y de otro tipo que influyen en su relación, así como los errores que se
han de evitar en la realización conjunta de una tarea. Deben estar dispues-
tos a hacer un esfuerzo especial para establecer y mantener una relación que
posibilite la intervención eficaz de un profesional independiente. No hay
otra solución.
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Resultados buscados
En segundo lugar, el consultor y el cliente deben aclarar qué persiguen
con la consultoría y cómo se deben medir sus resultados. Esto puede requerir
un intercambio de opiniones acerca de cómo considera cada parte la consul-
toría, hasta dónde debe llegar ésta en la realización de una tarea convenida
(posiblemente rebasando el ámbito de esa tarea) y cuál es la responsabilidad
del consultor ante el cliente. Como se mencionó en la sección 1.4, a menudo
se entiende mal el papel que desempeña el consultor en la puesta en práctica.
El consultor puede estar dispuesto a participar en ella, pero el cliente puede
haber adquirido la costumbre de recibir informes con propuestas de medidas
y de decidir sobre su aplicación sólo después de que el consultor se haya mar-
chado. De ser posible, el consultor debe tratar de participar en la puesta en
práctica de las propuestas. Si el costo es lo que preocupa al cliente, la presen-
cia del consultor durante esa fase puede reducirse mucho (véase también el
capítulo 10).
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consultor, son ellos los que hacen realmente el trabajo y pagan al consultor
una bonita suma por nada. El consultor que insiste en que su cliente cola-
bore se compara «con el individuo que te pide que le prestes el reloj para
decirte la hora». A menudo, la voluntad real de colaboración se pone a prueba
en la etapa de investigación de los hechos. El cliente piensa que no debe fa-
cilitar al consultor todos los datos solicitados y da incluso instrucciones a su
personal de que retenga información. Esto demuestra que la necesidad de una
colaboración activa no es percibida automáticamente por todos los cuentes
y que puede ser necesario disipar diversos errores.
En algunos países, la resistencia del cuente a dar al consultor toda la in-
formación sobre la situación de su empresa no se puede interpretar como una
concepción errónea de la consultoría, o como la falta de voluntad del cliente
para establecer una relación de colaboración. Las empresas del país pueden
considerar la información financiera y contable como estrictamente confi-
dencial y el consultor no debe solicitarla, a menos que su tarea se desarrolle
en la esfera de las finanzas. Es evidente que no es posible asesorar sobre
asuntos financieros sin tener acceso a los datos financieros.
La concepción moderna de la metodología de la consultoría parte del
supuesto de que el cliente colaborará firmemente por las razones siguientes:
1) Hay muchas cosas que el consultor no puede hacer en absoluto o en
forma adecuada, si el cliente está poco dispuesto a colaborar. Esto ocu-
rre cuando se niega información al consultor o éste no puede intercam-
biar ideas con determinadas personas.
2) A menudo, la alta dirección no está al corriente de todo el personal califi-
cado de que dispone la organización, y se le puede incluso ocultar la exis-
tencia de elementos valiosos. Gracias a la colaboración, los consultores
ayudan a los clientes a descubrir y a movilizar sus propios recursos.
3) La colaboración es esencial para que el cliente participe plenamente en la
definición del problema y en los resultados de la tarea. Los consultores
insisten en que su cliente se debe «apropiare del problema y de su solu-
ción. La razón que aducen es que las organizaciones humanas rechazan
a menudo los cambios propuestos o impuestos desde el exterior. Al co-
laborar en una solución, es más probable que el cliente se sienta compro-
metido en su aplicación y no descargue toda la responsabilidad sobre el
consultor. Este compromiso no sólo será racional, sino también emotivo.
Es bien sabido que nuestra actitud respecto de proyectos a los que hemos
dedicado largas horas de arduo trabajo y mucha energía es distinta de la
que adoptamos con respecto a proyectos que se nos pide apliquemos sin
que se nos haya consultado nunca sobre su realización.
4) Lo más esencial de todo es que el cuente no sacará ninguna lección de
la tarea, a menos que colabore en su realización. El aprendizaje es uno
de los objetivos fundamentales de la consultoría. Sin embargo, no se
produce con la simple determinación de las atribuciones y la aceptación
o rechazo de un informe final, sino con el trabajo conjunto en todas las
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Minicaso
Una empresa multinacional estaba adquiriendo una sociedad cuya solidez en
el sector de un producto particular era la respuesta perfecta a su deficiencia en ese
sector. Sin embargo, ambas compañías contaban con amplias organizaciones de
ventas y distribución que eran esencialmente el duplicado de la otra. Tenían serias
preocupaciones acerca de su capacidad para agrupar a esas dos organizaciones
y, si no conseguían lograrlo, la fusión sería un desastre.
Pidieron ayuda a un consultor, utilizando su «procedimiento de integración de
fusiones», que es en realidad un conjunto compuesto por los procedimientos fun-
damentales de «evaluación de una situación» (ES), «análisis de la decisión» (AD) y.
«análisis de los posibles problemas» (APP), actuando dentro del marco de la situa-
ción concreta de la fusión. Una fusión se lleva a cabo para realizar ciertos cambios
deseados. Este conjunto de cambios deseados enmarca asimismo un conjunto no
reconocido de cambios no deseados y de resistencias ál cambio que, en el peor
de los casos, puede destruir la fusión. El proceso de integración de la fusión utiliza
los instrumentos de la ES, el AD y el APP en el entorno del cambio de la fusión
para identificar y suprimir el cambio no deseado y la resistencia al cambio.
La función del consultor consistió en dirigir a los participantes a través de las
etapas de los procesos de reflexión haciéndoles preguntas concretas y determi-
nantes y registrando luego sus respuestas en hojas de papel en las formas de los
procesos pertinentes. Esto les permitió observar la progresión analítica y las con-
clusiones a que se estaba llegando con respecto a cada cuestión.
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La relación consultor-cliente
tamiento en que el consultor asume una posición de dirección, inicia una ac-
tividad o le dice al cliente lo que tiene que hacer. En el papel no directivo
proporciona datos para que el cliente los utilice o no los utilice. Una vez
más, esos papeles no son mutuamente excluyentes y se manifiestan de mu-
chas maneras en una relación particular consultor-cliente. Esos papeles son
«esferas de influencia», más que un continuo estático de comportamiento
aislado. Examinemos esas diferentes elecciones de papel en respuesta a las
necesidades del cliente.
Defensor
En su papel de defensor, el consultor trata de influir en el cliente. Exis-
ten dos tipos bastante diferentes de defensa:
• la defensa de posición o «contacto», en que el papel consiste en tratar de
influir en el cliente para que elija productos determinados o acepte va-
lores específicos;
• la defensa metodológica, que consiste en tratar de influir en el cliente
para que participe de forma activa en la solución del problema y utilice
ciertos métodos para ello, pero procurando no defender ninguna solu-
ción particular (lo que supondría una defensa de posiciones).
En esta función, el comportamiento del consultor se deriva de su «fe» o
«valoración» de un método o contenido.
Experto técnico
Uno de los papeles adoptados por cualquier consultor es el de especia-
lista o experto técnico. Como se ha mencionado más arriba, el papel más tra-
dicional de un consultor es el de experto que, mediante sus conocimientos
teóricos y técnicos especiales y su experiencia profesional, puede proporcio-
nar un servicio único al cliente. El cliente es responsable de definir los obje-
tivos de la consulta. A continuación, el consultor asume un papel directivo
hasta que el cliente se familiariza con el método particular elegido. Más tarde,
el consultor puede actuar como un catalizador para coadyuvar en la aplica-
ción de las recomendaciones que ha formulado. El consultor externo o in-
terno puede ser un especialista experto en el problema del cliente, o un es-
pecialista que asesora sobre cómo abordar un problema y cómo poner en
práctica un cambio. Este papel particular pone de relieve los profundos co-
nocimientos del consultor.
Capacitador y educador
La consulta innovadora exige con frecuencia que el consultor inicie una
capacitación y educación periódicas o constantes dentro del sistema del
cliente. En este aspecto de la relación de ayuda, el consultor puede contribuir
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Identificador de alternativas
Existen costos directos vinculados con la adopción de decisiones. Si bien
el valor de una decisión depende del logro de un conjunto dado de objetivos,
al elegir una solución adecuada a un problema el consultor puede proponer
normalmente diversas opciones identificables, e indicar sus riesgos respecti-
vos. Las opciones, debido a repercusiones económicas o de otra índole iden-
tificables, deben ser descubiertas conjuntamente por el cliente y el consultor.
En esta relación de ayuda, el consultor establece criterios pertinentes para
evaluar las opciones y elabora relaciones causa-efecto con respecto a cada una
de ellas, y un conjunto apropiado de estrategias. En esta función, sin em-
bargo, el consultor no es un participante directo en la adopción de decisio-
nes, sino alguien que busca las diversas soluciones que afronta el decisor.
Investigador
Como sabemos, el descubrimiento de los hechos forma parte integrante
de cualquier cometido de consultoría, tanto para crear una base de datos
como para resolver problemas complicados del cliente. No obstante, la fun-
ción del consultor puede limitarse a la investigación. En este caso, prestará
asistencia al sistema del cliente eligiendo las fuentes de los datos, utilizando
una técnica que contribuya a que el cliente participe más o menos en la reu-
nión y el examen de los datos, y presentando los datos al cliente de manera
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Especialista en procesos
Se trata de una función «pura» de impulsor de un proceso tal como se
describe en la sección 3.4. El consultor se concentra principalmente en la di-
námica interpersonal y entre grupos que afecta al proceso de solución del
problema y la introducción de cambios. Debe poner todos sus conocimien-
tos especializados al servicio del cliente. Se esforzará por promover técnicas
conjuntas de diagnóstico consultor-cliente para abordar los problemas con-
cretos y pertinentes con el fin de centrarse en cómo se hacen las cosas más
que en qué tareas se ejecutan. Por otro lado, el consultor ayuda al cliente a
integrar técnicas interpersonales y de grupo y acontecimientos con activida-
des orientadas hacia las tareas y a observar el mejor conjunto de relaciones.
En este papel, una función importante del consultor consiste en proporcio-
nar información sobre los resultados.
Reflector
Al recurrir a la modalidad de un reflector, el consultor estimula al cliente
a que adopte decisiones haciéndole preguntas que obligan a reflexionar y que
pueden aclarar, modificar o cambiar una situación dada. Al utilizar este atri-
buto, el consultor puede ser un arbitro, un integrador o un respondedor in-
sistente que experimenta conjuntamente con el cliente los conjuntos que
proporcionaron la estructura y provocaron la situación inicialmente.
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Tensiones y ansiedades
Aunque esto no siempre se tome en cuenta, las tensiones y las ansieda-
des influyen en cierta medida en la consultoría. A menudo, la presencia
misma del consultor crea tensiones debido a que se especula sobre las causas
ocultas de su presencia y de los posibles resultados que podrían perturbar la
situación existente y repercutir en las posiciones e intereses de individuos y
grupos. Las tensiones que existen en la organización se pueden aprovechar
para recolectar información con el fin de formarse una idea clara de la situa-
ción. La competencia entre departamento se puede utilizar para escoger la
dependencia en donde se iniciará la aplicación de un nuevo método con el
fin de demostrar su viabilidad a otros sectores.
Al suscitar y reforzar el deseo de cambio, puede ser conveniente explicar
lo que sucedería a la organización y/o al individuo, si el cambio necesario se
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' E. H. Schein: Process consultation, vol. II: Lessonsfor managers and consultants (Reading,
Massachusetts, Addison-Wesley, 1987), pág. 34.
2
Ibíd., pág. 29.
3
Véase también E. H. Schein: op. cit., pág. 38.
4
La descripción de la persuasión insistente, la visión común, la participación y la confianza,
y las recompensas y sanciones, se toma y adapta del capítulo 8 de F. Steele: The role ofthe in-
ternal consuliant: Ejfective role shapingfor staff positions (Boston, Massachusetts, CBI Publis-
hing Co., 1982), que se refiere a un modelo elaborado por R. Harrison y D. Berlew.
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