Liderazgo Madurez
Liderazgo Madurez
Liderazgo Madurez
Confía en sí mismo.
Confía en Dios.
Conoce a los seres humanos.
Conoce a Dios.
Toma sus propias decisiones.
Trata de conocer la voluntad de Dios.
Es ambicioso.
Es modesto.
Busca los métodos divinos y los sigue.
Origina métodos propios.
Se deleita en obedecer a Dios.
Le agrada dar órdenes.
Está motivado por el amor a Dios
y al ser humano.
Está motivado por
Depende de Dios.
consideraciones personales.
Es independiente.
(2) el carácter es una elección y algo que vamos forjando día a día con
empeño y dedicación;
(3) el carácter produce éxito duradero con las personas ya que éstas siguen al
líder íntegro y sin grietas;
(4) el carácter personal fija el límite de las posibilidades que tiene el líder, es
decir, la gente sólo sigue a personas con un carácter sólido.
Integridad personal.
Jesús conocía muy bien lo que había en el corazón humano (Mr. 2.8). Por eso
pudo ministrar como lo hizo. Cuanto mejor conozcamos la naturaleza humana,
tanto mejor y efectivo será nuestro liderazgo. Para ello será necesario aceptar
nuestra propia condición humana, identificarnos con las circunstancias
humanas que viven aquellos a quienes lideramos, y mantenernos en contacto
con todo lo humano como foco de nuestro interés. Como en el caso de Jesús,
todo lo humano no debe sernos indiferente.
Equilibrio emocional.
El líder cristiano debe ser una persona serena y mesurada. Esto no significa
que no sea alguien con entusiasmo. Al contrario, un buen líder cristiano es
conocido por su optimismo y esperanza. De hecho, ningún pesimista,
amargado, depresivo o desorientado ha sido jamás un gran líder. Lejos de
dejarse arrastrar por el pesar frente a las dificultades hasta caer presa del
pesimismo, el buen líder cristiano se ve estimulado por las dificultades, a las
que interpreta como oportunidades y desafíos. Mientras el optimista ríe para
olvidar, el pesimista olvida para reír.
Las palabras que hablan, las palabras que no hablan y las que están
escondidas en su espíritu.
Un buen líder es el que sabe penetrar más allá del discurso de su interlocutor
hasta llegar a su corazón y entender lo que el otro le está comunicando. De
esta manera estará en mejores condiciones de servirlo y cumplir así su
ministerio.
Como señala John C. Maxwell: “Antes que un líder pueda tocar el corazón de
una persona, tiene que saber qué hay en él. Y eso se aprende escuchando”.
El líder cristiano tiene que ser alguien con la capacidad de servir como
consejero, guiador y catalizador en la vida de las personas a quienes lidera. En
este sentido, el ministerio de liderazgo no es para cualquiera. Hace falta algo
más que buena voluntad para amar y guiar el rebaño. Se requiere de una
personalidad capaz de asumir al otro tal como es, con todas sus necesidades y
singularidades, y con mucha paciencia y amor orientarlo a la superación de sus
limitaciones, a fin de que llegue a ser esa persona que Dios soñó que fuese
desde la eternidad.
Capacidad para ser confidente.
Generosidad.
La demanda de madurez.
El vocablo griego que aquí se utiliza es téleios, que en este contexto significa
maduro, acabado, sin que le falte nada. Debemos ser maduros porque es un
mandamiento de Dios. Nuestra obediencia a este mandamiento en fe nos da
acceso a la gracia divina, que nos capacita para madurar conforme el designio
de Dios.
El carácter de la madurez.
La madurez debe ser la meta del líder cristiano. El autor de la carta a los
Hebreos anima a sus lectores a que “dejando a un lado las enseñanzas
elementales acerca de Cristo, avancemos hacia la madurez” (He.6.1). Madurez
cristiana significa hacer de Cristo el principio y el fin de nuestra fe.
Para madurar, debemos centrar nuestra vida en él, no depender de otras
cosas, no volver a caer en pecado, no confiar en nosotros mismos y no permitir
que se interponga algo entre Cristo y nosotros.
Probablemente no haya otro personaje bíblico que mejor ilustre la madurez del
creyente y del líder que José en el Antiguo Testamento. Superados algunos
problemas propios de cualquier adolescente, es notable la manera en que José
fue madurando a lo largo de los años, mientras vivía algunas de las
experiencias más increíbles por las que cualquier ser humano pueda pasar.
Hechos 7.9-17 presenta una síntesis apretada de estas experiencias y nos
ayuda a recordar el desarrollo de la madurez de José como líder.
Acciones: 1. ¿En qué áreas de mi vida necesito más tiempo para madurar?
(explicarlo)
2. ¿Puedo superar las críticas y envidias, o dejo que me desalienten y frenen?
(explicar)
3. ¿Me cuesta enfrentar la oposición al llamado o propósito de Dios para mí?
(explicarlo)
4 ¿Veo a situaciones o personas difíciles cómo herramientas para mí
formación? (cómo)
5. ¿Puedo demostrar que dependo de Dios y no de las circunstancias? (dar
ejemplos)
10. José supo que Dios no lo usaría hasta que sea probado y aprobado.
Una de las razones de que José se convirtió en líder de Egipto, fue haber
superado cada prueba que se le presentó. Su carácter de líder había sido
comprobado y aprobado. José superó: la traición, la soledad, injusticia,
maltrato, etc. Esas experiencias le dieron su madurez y sabiduría. Gén.41:39-
43.
En el momento no se entienden las situaciones difíciles, pero luego darán fruto
(Hebr.12:11).
11. José supo verse en el Plan de Dios, y reconoció la ley del proceso.
José debía aceptar que Dios dirigía su vida en el proceso al liderazgo. José
estaba aprobado por Dios, y estaba sano para sanar a su familia. Gén.42:6-25.
Cuando él reveló su identidad a sus hermanos, dijo: ‘Vosotros pensasteis mal
contra mí, mas Dios lo encaminó a bien’; conoció el cuadro completo, y que el
proceso fue necesario para convertirse en un líder eficaz en el lugar donde fue
puesto, y un líder de bendición para su familia. Gén.45:3-8.
Tercero, José tuvo la capacidad de trabajar con gente con la cual no estaba
del todo de acuerdo y con los que tuvo diferencias fundamentales. Su primer
trabajo fue en casa de Potifar, un personaje extranjero, de un nivel social y
educacional muy superior al suyo, y con serios problemas en su familia. De allí
pasó a la cárcel, donde tuvo que relacionarse con el carcelero, alguien que
tenía derechos sobre su propia vida y de quien dependía totalmente. Cuando
llegó a la corte de faraón se enfrentó a un contexto totalmente extraño y ajeno
a su cosmovisión. No obstante, en todos estos casos, José logró entablar
relaciones interpersonales significativas, que redundaron en el cumplimiento
del propósito de Dios para su vida.
Cuarto, José tuvo la pericia de confrontar situaciones que no podía cambiar con
un máximo de estabilidad y un mínimo de conflicto interior y derrota. Algunas
de las experiencias que tuvo que enfrentar, como la hambruna en Egipto (Gn.
41.41-57) y la responsabilidad de la administración general del reino, uperaban
totalmente su experiencia y antecedentes. El faraón no lo escogió a José para
administrar la crisis en razón del currículo que José tenía ni por su experiencia
profesional, sino porque de alguna manera vio que en él operaba el poder de
Dios y era un hombre maduro.
“Dios estaba con él” (Hch. 7.9). El favor divino era una experiencia constante:
“El Señor estaba con él y no dejó de mostrarle su amor” (Gn. 39.21) y “lo libró
de todas sus desgracias” (Hch.7.10). Además, José disfrutó de múltiples
revelaciones divinas, como la capacidad de interpretar sueños en el nombre del
Señor, al punto que podía decirle con total certidumbre a faraón: “Dios le ha
anunciado lo que está por hacer” (Gn. 41.25, 28).