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Liderazgo Madurez

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En la iglesia de hoy se da una falta de líderes capacitados, para hacer frente a

los enormes desafíos que enfrentamos y para aprovechar al máximo las


oportunidades que se ofrecen.
Las palabras de Jesús en relación a las personas de su época, parecen
aplicables a nuestra propia situación actual:
“Al ver las multitudes, tuvo compasión de ellas, porque estaban agobiadas y
desamparadas, como ovejas sin pastor” (Mt. 9.36).

La demanda de líderes con discernimiento, un alto grado de responsabilidad y


una gran dedicación sigue en crecimiento en cada iglesia.
Y los apacentó conforme a la integridad de su corazón, Los pastoreó con la
pericia de sus manos. Sal. 78: 72

Hoy también se habla mucho de “líderes naturales”, personas de carácter y


personalidad fuertes y de un intelecto agudo. Si bien el líder cristiano es alguien
así, es además “una combinación de cualidades naturales y espirituales dadas
por Dios”, o la combinación de talento natural y dones espirituales.

El líder cristiano influye sobre otros, pero no tanto por el poder de su


personalidad, sino mediante su personalidad energizada por el Espíritu Santo.
En otras palabras, no existe el líder espiritual que se hace a sí mismo, ya que
se trata de cualidades superiores que nunca pueden desarrollarse por cuenta
propia o con el esfuerzo personal. De todos modos, estos dones y capacidades
de origen divino deben ser cultivados y el liderazgo potencial debe
desarrollarse.

El escritor sobre liderazgo, J. Oswald Sanders: expresa que… “Si bien la


conversión normalmente no transforma en líderes a las personas que no
llegarían a serlo de otro modo, la historia de la iglesia de Cristo nos enseña que
en el momento en que la persona se rinde completamente, el Espíritu Santo
algunas veces libera en ella dones y cualidades. Es prerrogativa del Espíritu
Santo otorgar dones espirituales que fortalezcan grandemente el liderazgo
potencial del que los recibe.
Liderazgo natural - Liderazgo espiritual

Confía en sí mismo.
Confía en Dios.
Conoce a los seres humanos.
Conoce a Dios.
Toma sus propias decisiones.
Trata de conocer la voluntad de Dios.
Es ambicioso.
Es modesto.
Busca los métodos divinos y los sigue.
Origina métodos propios.
Se deleita en obedecer a Dios.
Le agrada dar órdenes.
Está motivado por el amor a Dios
y al ser humano.
Está motivado por
Depende de Dios.
consideraciones personales.
Es independiente.

¿Qué importancia tiene la personalidad del líder.

El líder cristiano cumple su ministerio a través de su personalidad. Cualquiera


que sea su tarea de servicio en el reino, el líder estará llevándola a cabo a
través de quién es él o ella. La impronta de su personalidad estará estampada
en todo lo que piensa, dice, hace y en cómo se relaciona con los demás.

Lo que el líder es define en buena medida la efectividad de lo que el líder


hace.

Las cualidades del carácter del líder definen la efectividad de su ministerio.


En la obra de Dios, el obrero es más importante que el trabajo que lleva a cabo.
Sobre esto, Watchman Nee señala: “Para alguien que trabaja en la obra de
Dios, su vida personal importa mucho en relación con su tarea”. Y agrega: “Lo
que es en cuanto a su carácter, hábitos y conducta es esencial para que pueda
ser usado por Dios”.

En este sentido, es importante que tengas presente las siguientes cuestiones


que tienen que ver con el desarrollo de un carácter adecuado
para el liderazgo cristiano:
1) el carácter es algo que se vive y manifiesta, y no meramente algo acerca de
lo que se habla;

(2) el carácter es una elección y algo que vamos forjando día a día con
empeño y dedicación;

(3) el carácter produce éxito duradero con las personas ya que éstas siguen al
líder íntegro y sin grietas;

(4) el carácter personal fija el límite de las posibilidades que tiene el líder, es
decir, la gente sólo sigue a personas con un carácter sólido.

¿Qué perfil de personalidad debe tener el líder?

Integridad personal.

Lo que lo hace atractivo y persuasivo para otros es precisamente la


transparencia de sus actitudes y conducta. El líder cristiano es una persona
conocida como íntegra. Es honesto y transparente en todos sus tratos y
relaciones. Su responsabilidad delante de Dios y de las personas le impone la
necesidad de ser digno de la confianza de aquellos que lo siguen. Su
magnetismo personal descansa en la integridad de sus acciones y la certeza
de sus palabras.

Habilidad de sentirse bien en compañía de otros.

El liderazgo cristiano consiste en conducir a personas. Alguien con una


manifiesta incapacidad para relacionarse adecuadamente con otros está
descalificado para servir como líder. Una persona puede considerarse líder,
pero si nadie la sigue entonces está sola dando un paseo. El líder auténtico es
alguien que se siente bien en compañía de otros y que hace que otros se
sientan bien en su compañía. Una persona así es alguien que evita expresar
actitudes que espantan a los demás, como el orgullo, la inseguridad, la reserva,
el perfeccionismo y el cinismo. Por el contrario, un buen líder ama la vida y a
las personas a su alrededor, siempre espera lo mejor de ellas, las alienta y las
llena de esperanza, y se entrega totalmente a su servicio con sinceridad.
Comprensión de la naturaleza humana.

El líder cristiano es alguien que se relaciona básicamente con personas. No se


trata de un gerente de empresa o de un ingeniero en una construcción. El líder
cristiano lidera personas y para poder llevar a cabo su tarea es imprescindible
que tenga una adecuada comprensión de la naturaleza humana en la riqueza
de su complejidad.

Jesús conocía muy bien lo que había en el corazón humano (Mr. 2.8). Por eso
pudo ministrar como lo hizo. Cuanto mejor conozcamos la naturaleza humana,
tanto mejor y efectivo será nuestro liderazgo. Para ello será necesario aceptar
nuestra propia condición humana, identificarnos con las circunstancias
humanas que viven aquellos a quienes lideramos, y mantenernos en contacto
con todo lo humano como foco de nuestro interés. Como en el caso de Jesús,
todo lo humano no debe sernos indiferente.

Dominio razonable de los problemas propios.

El líder cristiano efectivo es alguien que ha desarrollado una adecuada


disciplina personal. Puede dirigir a los demás por cuanto se ha superado a sí
mismo y ha sido conquistado por el señorío de Cristo. Tiene el calibre requerido
para ser líder porque mientras otros malgastan energía y tiempo en desarrollar
el dominio propio, este individuo ya ha aprendido cómo ejercerlo en su vida.
Además, ha desarrollado la capacidad de someterse a una adecuada disciplina
en el uso de su tiempo, oportunidades y recursos. Generalmente, él o ella
están trabajando cuando otros duermen, están orando mientras otros juegan.

Equilibrio emocional.

El líder cristiano debe ser una persona serena y mesurada. Esto no significa
que no sea alguien con entusiasmo. Al contrario, un buen líder cristiano es
conocido por su optimismo y esperanza. De hecho, ningún pesimista,
amargado, depresivo o desorientado ha sido jamás un gran líder. Lejos de
dejarse arrastrar por el pesar frente a las dificultades hasta caer presa del
pesimismo, el buen líder cristiano se ve estimulado por las dificultades, a las
que interpreta como oportunidades y desafíos. Mientras el optimista ríe para
olvidar, el pesimista olvida para reír.

Pero el buen líder cristiano es alguien que siempre piensa positivamente,


gracias a su equilibrio emocional.

Capacidad para escuchar.

No se trata simplemente de la habilidad de mantenerse callado con una actitud


paciente, mientras el interlocutor no para de hablar. Más bien es el hábito de
ser un buen oyente, es decir, no sólo escuchar diligentemente, sino también
escuchar con entendimiento. Para ello será necesario discernir tres clases
diferentes de palabras, que las personas en necesidad generalmente traen:

Las palabras que hablan, las palabras que no hablan y las que están
escondidas en su espíritu.

Un buen líder es el que sabe penetrar más allá del discurso de su interlocutor
hasta llegar a su corazón y entender lo que el otro le está comunicando. De
esta manera estará en mejores condiciones de servirlo y cumplir así su
ministerio.

Como señala John C. Maxwell: “Antes que un líder pueda tocar el corazón de
una persona, tiene que saber qué hay en él. Y eso se aprende escuchando”.

Habilidad para interpretar la experiencia de otros y ofrecer consejo.

El líder cristiano tiene que ser alguien con la capacidad de servir como
consejero, guiador y catalizador en la vida de las personas a quienes lidera. En
este sentido, el ministerio de liderazgo no es para cualquiera. Hace falta algo
más que buena voluntad para amar y guiar el rebaño. Se requiere de una
personalidad capaz de asumir al otro tal como es, con todas sus necesidades y
singularidades, y con mucha paciencia y amor orientarlo a la superación de sus
limitaciones, a fin de que llegue a ser esa persona que Dios soñó que fuese
desde la eternidad.
Capacidad para ser confidente.

El líder cristiano ejerce una autoridad que


le permite ganar la confianza de los liderados, quienes van a abrir su corazón
compartiendo con él o ella lo que no comparten con nadie. El siervo del Señor
debe ser digno de tal confianza, manifestándose como una persona reservada
y discreta. Sin esta capacidad básica no se está capacitado para ser líder. La
manera en que un líder atrae la lealtad y el seguimiento de otras personas es
cuando demuestra valorar y preservar en confidencia aquellas cosas que se le
confían. Una de las maneras más efectivas de derrumbar la autoridad como
líder es romper este pacto de confianza que hacemos con las personas. Un
líder que no es capaz de ser confidente, no puede ser líder, porque traiciona la
esencia de su liderazgo que es la confianza que depositan en él sus liderados.

Sentido del humor.

El humor es un rasgo fundamental para el líder cristiano. Este se expresa en la


capacidad de ver siempre el lado gracioso o ridículo de la vida. El buen líder
conoce el valor que tiene una sonrisa contagiosa, especialmente para atraer a
sí a las personas que lidera. El sentido de humor es también la capacidad para
reírse de sí mismo y de las circunstancias. Un líder con un adecuado sentido
del humor no sólo será un generador de salud emocional para sí mismo, sino
también para todos los que lo rodean.

Generosidad.

Esto demuestra que el líder es capaz de olvidarse de sus propias necesidades


por el bien de los demás. El instinto de supervivencia es uno de los más
elementales de nuestra condición humana. Sin embargo, la abnegación que
expresa un corazón generoso sigue siendo el instinto espiritual que mejor
expresa nuestra condición bajo la gracia de Dios. En el caso del liderazgo
cristiano, no hay un nivel más alto de servicio que la actitud generosa de dar.
La verdadera generosidad no es algo ocasional. Viene del corazón y permea
cada aspecto de la vida del líder: su tiempo, su dinero, sus talentos y sus
posesiones. Los líderes efectivos, el tipo de líder que a la gente le gusta seguir,
no recogen cosas solo para sí; las recogen para darlas a los demás.

¿Cuál es el rasgo fundamental que debe tener la personalidad del líder?


De todos los rasgos humanos importantes, que hacen a la personalidad de un
buen líder cristiano, ninguno parece más necesario e imprescindible que el de
la madurez emocional. ¿Qué es la madurez emocional? La madurez emocional
se ve reflejada en una conducta, que se halla en conformidad con la pauta
esperada para cada edad del individuo en una sociedad y cultura dada. Esto
implica una comprensión creciente de sí mismo y de los otros, tanto como la
habilidad de controlar los impulsos impropios de un adulto.

La demanda de madurez.

En Mateo 5.48, Jesús indica a sus seguidores: “Sean perfectos”.

El vocablo griego que aquí se utiliza es téleios, que en este contexto significa
maduro, acabado, sin que le falte nada. Debemos ser maduros porque es un
mandamiento de Dios. Nuestra obediencia a este mandamiento en fe nos da
acceso a la gracia divina, que nos capacita para madurar conforme el designio
de Dios.

Sólo Dios es perfecto (maduro), de modo que la madurez es algo que le


pertenece sólo a él, y que nosotros sólo podemos tener en la medida de
nuestro contacto con él. La madurez no es una posesión humana, sino un don
divino; no es meramente el resultado de un proceso evolutivo o de un
desarrollo natural. Es nuestra relación con él la que determina nuestra
participación en este tipo de madurez.

El carácter de la madurez.

La madurez debe ser la meta del líder cristiano. El autor de la carta a los
Hebreos anima a sus lectores a que “dejando a un lado las enseñanzas
elementales acerca de Cristo, avancemos hacia la madurez” (He.6.1). Madurez
cristiana significa hacer de Cristo el principio y el fin de nuestra fe.
Para madurar, debemos centrar nuestra vida en él, no depender de otras
cosas, no volver a caer en pecado, no confiar en nosotros mismos y no permitir
que se interponga algo entre Cristo y nosotros.

La madurez no es instantánea (Mr. 4.26-29). Es necesario cultivarla con


paciencia, con la ayuda del Señor.

JOSE: Un ejemplo de madurez. Génesis capítulos 37:1-36 y 39:1-5.


‘Dios me envió...para preservaos posteridad...y para daros vida...’ Gén.45:7

Probablemente no haya otro personaje bíblico que mejor ilustre la madurez del
creyente y del líder que José en el Antiguo Testamento. Superados algunos
problemas propios de cualquier adolescente, es notable la manera en que José
fue madurando a lo largo de los años, mientras vivía algunas de las
experiencias más increíbles por las que cualquier ser humano pueda pasar.
Hechos 7.9-17 presenta una síntesis apretada de estas experiencias y nos
ayuda a recordar el desarrollo de la madurez de José como líder.

El liderazgo se desarrolla diariamente pero no en un día...


-Introducción: Siendo joven, José recibió un sueño: Dios le reveló que un día
ocuparía un lugar de liderazgo, que aún sus hermanos mayores se le
someterían.
Pero se necesitó años de preparación en José: orgullo e inmadurez tenían que
ser quitados y convertir al joven en un hombre digno de ese sueño. Y José
pasó: del rechazo al pozo, del pozo a la esclavitud, de la esclavitud a la
promoción, de la promoción a la injusticia, de la injusticia a la prisión y de la
prisión al palacio (sueño); parecía que subía y bajaba en su vida, pero cada
lugar fue para crecimiento, y el proceso lo estaba convirtiendo en el líder
requerido.
Tenía 30 años cuando se convirtió en el colaborador del Faraón, habían
pasado 13 años entre ‘promesa y palacio’. Cuando sus hermanos lo ven en
Egipto, José había sido transformado; pero su preparación no fue en un día,
sino en un proceso. No fue preparado en ‘microondas’ sino en horno lento…
1. José necesitó tiempo para madurar.
Cuando Dios reveló su plan, José era joven. Sin duda tenía dones, pero
estaban en un estado potencial. Él necesitaba tiempo y experiencia para
madurar y desarrollarse como líder. Gén.37:5.
2. José necesitó superar la crítica.
José aprendió que creerle al plan de Dios, a veces puede desatar la crítica y
malestar en las personas que nos rodean. Aborrecer es rechazar, despreciar,
abandonar. Gen.37:8.
3. José necesitó superar la envidia.
Envidia es desear lo que otro tiene (el sueño), es malestar por el bien de otro, y
resentimiento que lleva a procurar que al otro le vaya mal. José tenía que
vencer la envidia. Gén.37:11.
4. José necesitó enfrentar las peores oposiciones.
José nunca esperó que sus propios hermanos fueran los instrumentos del
enemigo para impedir los propósitos de Dios en él. Tenía que saber quién era
el verdadero opositor. Gén.37:20.
5. José tuvo que vencer las circunstancias que lo alejaban de su sueño.
A veces las circunstancias parecían que lo alejaban o hacían imposible el
cumplimiento del plan revelado de Dios para él. José tenía que confiar en Dios
por encima del momento. Gén.37:28y36.
6. José tenía que aprender a depender de Dios.
José estaba lejos de su tierra, casa, familia, y quizás podría pensar que lejos
de cumplir el sueño. Pero al no quejarse y depender de Dios, Él lo respaldó con
bendición y Presencia. Gén.39:2y5.
Dios bendecía y actuaba a través de José.

Tenemos que sanar heridas por relación con nuestros hermanos y


unirnos en Sus planes

Acciones: 1. ¿En qué áreas de mi vida necesito más tiempo para madurar?
(explicarlo)
2. ¿Puedo superar las críticas y envidias, o dejo que me desalienten y frenen?
(explicar)
3. ¿Me cuesta enfrentar la oposición al llamado o propósito de Dios para mí?
(explicarlo)
4 ¿Veo a situaciones o personas difíciles cómo herramientas para mí
formación? (cómo)
5. ¿Puedo demostrar que dependo de Dios y no de las circunstancias? (dar
ejemplos)

7. José necesitó ser quebrado y quebrantado para resolver sus


cuestiones de orgullo.
José compartió con sus hermanos el sueño que Dios le dio, y fue muy costoso
para su propia vida.
Parecía que él necesitaba ser probado y quebrantado en su orgullo (Deut.8:11-
12). Dios permitió que él sea despojado de todo, pero siendo un esclavo en
Egipto lo enalteció. Gén.37:5 y19-20. Gén.39:3-4
El orgullo lleva a peores pecados y rebeliones, y debe ser tratado para el
liderazgo.

8. José supo que la autopromoción nunca reemplaza a la promoción


divina.
José aprendió que el proceso de transformación sólo resulta si Dios está en
eso. José decidió trabajar con fidelidad para Potifar y para el carcelero, y
mostró que ‘Dios estaba con él’. Cada vez que así lo hizo la posición de
bendición volvía a él. José confió en Dios, y Dios le prosperó. Gen.39:5 y20-23.
El líder puede hablar lo que Dios hará, pero Dios puede mostrar que Él está
haciendo.

9. José supo que las personas difíciles son como instrumentos de


formación.
José, muchas veces pudo juntar rencor contra: sus hermanos, los traficantes
de esclavos, Potifar y su esposa, los prisioneros liberados que lo olvidaron en
la prisión...o contra Dios. Gén.40:13-15 y23. Vez tras vez él venció el rencor y
resentimiento; considerando a los ofensores como instrumentos.
Las personas difíciles pueden sacar lo mejor o lo peor: y el líder lo puede
decidir.

10. José supo que Dios no lo usaría hasta que sea probado y aprobado.
Una de las razones de que José se convirtió en líder de Egipto, fue haber
superado cada prueba que se le presentó. Su carácter de líder había sido
comprobado y aprobado. José superó: la traición, la soledad, injusticia,
maltrato, etc. Esas experiencias le dieron su madurez y sabiduría. Gén.41:39-
43.
En el momento no se entienden las situaciones difíciles, pero luego darán fruto
(Hebr.12:11).
11. José supo verse en el Plan de Dios, y reconoció la ley del proceso.
José debía aceptar que Dios dirigía su vida en el proceso al liderazgo. José
estaba aprobado por Dios, y estaba sano para sanar a su familia. Gén.42:6-25.
Cuando él reveló su identidad a sus hermanos, dijo: ‘Vosotros pensasteis mal
contra mí, mas Dios lo encaminó a bien’; conoció el cuadro completo, y que el
proceso fue necesario para convertirse en un líder eficaz en el lugar donde fue
puesto, y un líder de bendición para su familia. Gén.45:3-8.

Acciones: 1. ¿Hay algo que eleva mí manera de pensar de mí mismo...Cómo


trato eso?
2. ¿Me cuesta esperar la promoción divina (explicar) o estoy huyendo de la
promoción?
3. ¿Estoy en proceso de madurez (explicarlo)? ¿Estoy sano para sanar
(explicarlo)?

Primero, José tuvo el balance emocional y espiritual adecuado entre una


actitud de independencia y dependencia. La actitud de independencia se ve en
el hecho de que José fue un hombre responsable. Lo fue en toda oportunidad
en que se le pidió que hiciera algo o se le confió alguna tarea. Así fue en casa
de Potifar (Gn. 39.2-4), más tarde en la cárcel (Gn. 39.22), luego en casa del
faraón (Gn. 41.38-40). José fue un hombre emprendedor y responsable, que
caminó bajo la bendición del Señor (Gn. 39.5, 6). Pero también se percibe en él
una actitud de dependencia, especialmente de la providencia de Dios. La
presencia divina en su vida era un hecho palmario: “El Señor estaba con José y
las cosas le salían muy bien… lo hacía prosperar en todo” (Gn. 39.2, 3);

Segundo, José tuvo la habilidad de confrontar frustraciones, de ajustarse y


seguir adelante. Es decir, no se quedó vencido por las circunstancias por
adversas que éstas fuesen. Cuando fue vendido por sus hermanos a los
madianitas experimentó una traumática situación de rechazo (Gn. 37.27, 28).
Cuando fue puesto en la cárcel por Potifar padeció un hecho de aberrante
injusticia (Gn. 39.20). Cuando estuvo a cargo de los presos y los servía
experimentó un alto grado de humillación (Gn. 40.4). Cuando estuvo frente a
faraón y enfrentó su desafío, la presión que tuvo que soportar fue enorme (Gn.
41.14-16). A través de todas estas experiencias, todas y cada una de ellas
suficientes para quebrar a cualquier persona, José se mantuvo de pie y
dispuesto a esperar siempre lo mejor.

Tercero, José tuvo la capacidad de trabajar con gente con la cual no estaba
del todo de acuerdo y con los que tuvo diferencias fundamentales. Su primer
trabajo fue en casa de Potifar, un personaje extranjero, de un nivel social y
educacional muy superior al suyo, y con serios problemas en su familia. De allí
pasó a la cárcel, donde tuvo que relacionarse con el carcelero, alguien que
tenía derechos sobre su propia vida y de quien dependía totalmente. Cuando
llegó a la corte de faraón se enfrentó a un contexto totalmente extraño y ajeno
a su cosmovisión. No obstante, en todos estos casos, José logró entablar
relaciones interpersonales significativas, que redundaron en el cumplimiento
del propósito de Dios para su vida.

Cuarto, José tuvo la pericia de confrontar situaciones que no podía cambiar con
un máximo de estabilidad y un mínimo de conflicto interior y derrota. Algunas
de las experiencias que tuvo que enfrentar, como la hambruna en Egipto (Gn.
41.41-57) y la responsabilidad de la administración general del reino, uperaban
totalmente su experiencia y antecedentes. El faraón no lo escogió a José para
administrar la crisis en razón del currículo que José tenía ni por su experiencia
profesional, sino porque de alguna manera vio que en él operaba el poder de
Dios y era un hombre maduro.

Quinto, José tuvo la virtud de rechazar resueltamente una vida egoísta y


deliberadamente tuvo la determinación de vivir para Dios. Se destaca en él la
capacidad de pensar en los demás antes que en él mismo. En este sentido, se
ha comparado a José con Cristo. Su semejanza a Cristo se ve en múltiples
instancias. Por un lado, en su perdón del pecado de sus hermanos (Gn. 45.15).
Por otro lado, se ve en su devoción filial, especialmente hacia su padre
después de muchos años sin verlo (Gn. 46.29). Finalmente, su semejanza a
Cristo se ve en su actitud de devolver bien por mal (Gn. 50.19-21).

“Dios estaba con él” (Hch. 7.9). El favor divino era una experiencia constante:
“El Señor estaba con él y no dejó de mostrarle su amor” (Gn. 39.21) y “lo libró
de todas sus desgracias” (Hch.7.10). Además, José disfrutó de múltiples
revelaciones divinas, como la capacidad de interpretar sueños en el nombre del
Señor, al punto que podía decirle con total certidumbre a faraón: “Dios le ha
anunciado lo que está por hacer” (Gn. 41.25, 28).

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