Puestos de Frontera, Guardias y Fortines
Puestos de Frontera, Guardias y Fortines
Puestos de Frontera, Guardias y Fortines
1
Mientras que este frente poblacional avanzaba, detrás de ellos quedaba un territorio cada vez más
consolidado, ello requería de una más sólida y encarnizada defensa. Finalmente estaba el espacio
hispánico indiscutido: la ciudad. En este caso, el enemigo tenía otras características, en concreto,
era europeo y los ataques eran desde los barcos, por lo que la estrategia defensiva debía,
necesariamente, ser distinta. Si bien, esto se explicita en el apartado siguiente huelga decir que una
serie de fortificaciones de considerable solidez coronan el Atlántico frente a las incursiones de
varias naciones europeas pero en particular de la siempre amenazante corona portuguesa que
disputará cada vara de tierra en cada oportunidad que se presente.
En ambas márgenes del Río de la Plata –tanto la de Buenos Aires como la Banda Oriental–
la presencia de fuertes, fortines, guardias y puestos de frontera durante el siglo XVIII registró no
sólo el conflicto entre indígenas e hispano-criollos, e indígenas y lusitanos, tanto como de luso-
brasileños con españoles, sino también de intercambios económicos negociaciones de paz, etc. La
prolongada existencia de estos espacios de interacción y relaciones interétnicas demandó a las
autoridades políticas, los pobladores hispanos y a los indígenas innovar métodos para lograr sus
objetivos de ocupación, defensa y control de los distintos espacios disputados entre las sociedades
en contacto.
La Banda Oriental se fue configurando como un espacio de múltiples frentes de conflictos
y de negociaciones. Por un lado, como frontera interna, es decir, la habitual separación dentro del
propio “espacio” de los asentamientos hispano-criollos urbanos o rurales, del de los indígenas no
reducidos, que mayormente se encontraban al noroeste de las jurisdicciones de Montevideo y
Maldonado, lugar hacia donde se dirigía paulatinamente la población de origen europeo apoyada
por el establecimiento de guardias y fortines en los bordes de esa jurisdicción (Aguirre, 2014). Por
otro lado, lo que denominamos frontera externa, por su particular ubicación geográfica entre los
imperios coloniales lusitano y castellano, que desde el siglo XVII comenzaron a luchar por la
ocupación y control. En tanto que la frontera bonaerense quedó comprendida, a partir de 1780, por
la línea de fortines establecida por el asentamiento de los pobladores hispano-criollos y la
limitación natural del Río Salado al sur de la campaña (Néspolo, 2012).
En este espacio del Río de la Plata, hacia fines del periodo colonial la defensa se caracterizó
por la necesidad de responder paralelamente a diferentes amenazas: por un lado, la protección de
los emplazamientos costeros frente a la amenaza de piratas y corsarios o de potencias extranjeras
como Gran Bretaña y Francia; por otro, garantizar la seguridad de la “frontera interior” contra las
2
incursiones de los indígenas no reducidos de Pampa y Patagonia1y; por último, la defensa de la
frontera política con los portugueses en Moxos, Chiquitos y Banda Oriental. Fundamentalmente
en ésta última se desarrollará una estrategia consistente en el despliegue de fuerzas terrestres y la
red de fortificaciones de Santa Teresa, San Miguel y Santa Tecla, junto a los poblados defensivos.
Esta “militarización” de la frontera hispano-portuguesa constituyó entonces el principal incentivo
para la reestructuración militar del área rioplatense2.
El establecimiento y desempeño de este tipo de estrategia militar y geopolítica supuso un
tiempo considerable de relaciones sociales que permitieron consolidar vínculos que sedimentaban
las prácticas mientras podían retrasar el avance. Claramente, un ataque frontal al espacio indígena
suponía la ruptura de toda una serie de pactos escritos e implícitos que debían ser reajustados por
el temor a la respuesta de las parcialidades indígenas.
Todo ello supuso que las estructuras militares se convirtieran en espacios de encuentro y
conflicto. Sin embargo, estos espacios poseyeron características constructivas que están
estrechamente vinculadas a un momento determinado en esa historicidad y que responden a fines
prácticos y estratégicos. La propuesta general del presente escrito es reconocer algunas de esas
características de las estructuras militares de campaña en el espacio rioplatense como un primer
aporte al estudio de sus funciones, conflictos y necesidades. Por lo que, en un primer momento
ofreceremos los puntos comunes de los fuertes y fortines para luego avanzar sobre las guardias y
puestos militares. Finalmente, ofreceremos un balance de tipo exploratorio que propende a
delimitar las problemáticas que circundan dichas estructuras militares.
1
Para un examen exhaustivo de la defensa de la denominada “Frontera Sur” (que corría desde Chacomús al sur de
Buenos Aires hasta en sur de Mendoza, en Cuyo), se sugieren entre otras autoras a: Canedo, 2006; Néspolo, 2006 y
2012; Nacuzi, 2008 y 2014.
2
El concepto de “militarización” para el Río de la Plata ha sido utilizado de manera polisémica por los diferentes
investigadores que se han dedicado al tema (Halperín, 1972; Garavaglia, 2003; Fradkin, 2009, entre otros). En este
caso lo entendemos como la movilización masiva, cada vez más importante e inclusiva, de la población masculina en
el seno de unidades militares. En este sentido el adjetivo no apela a la definición que indica: “la acción y efecto de
militarizar”. En tanto ésta (militarizar) se define como: “Inculcar la disciplina o el espíritu militar// Someter a la
disciplina militar a personas o agrupaciones civiles// Dar carácter de u organización u organización militar a una
colectividad” (Diccionario Enciclopédico Universal, Tomo IV, Editorial OCEANO, Barcelona, 1994). Porque la
adjetivación está puesta en la acción de movilizar y convocar cuerpos defensivos.
3
Gobierno Político-Militar, con la misión de resguardar no sólo la seguridad de las posesiones
españolas en la costa este del Río de la Plata, sino en todo el Atlántico sur 3; mientras que
Maldonado, por ser la más próxima a las posesiones portuguesas se constituyó en un punto militar
fuerte de la región, donde se instalará un gran cuartel de dragones para seiscientos soldados, un
conjunto de baterías y torres de vigía. Por esta razón serán fortificadas y defendidas por el ejército
de dotación y el ejército de refuerzo, enviados en diferentes compañías directamente desde la
metrópolis, sumándole además el aporte de las milicias locales4.
La Banda Oriental, en particular, fue adquiriendo una posición geopolítica clave en este
periodo por ser una zona fronteriza “inter-imperial” entre las posesiones portuguesas y españolas,
a la vez que un espacio de fronteras interétnicas, ya que éste territorio también era disputado por
los pueblos indígenas de la región. Sin embargo, la singularidad del espacio de frontera entre Río
Grande y Banda Oriental va a residir en el tipo fortificaciones militares que se alzaron en el litoral
atlántico. Si por un lado los emplazamientos militares de campaña, que se erigieron en la “frontera
con el indio”, serán los característicos para este tipo de fronteras en el siglo XVIII: de madera,
“palo a pique”, transitorias y con espacio para unos pocos hombres –que analizaremos más
adelante. Por otro lado, las fortificaciones militares abaluartadas que se erigieron en la zona de
Castillos Grandes, sobre el litoral Atlántico, responderán a las necesidades geoestratégicas de la
corona española en la cuenca del Plata.
Estos emplazamientos militares que se levantaron en la Banda Oriental, como en toda la
América española, eran parte relevante de la estrategia defensiva y tenían sus características
propias. Seguían las líneas generales del sistema Vauban5, quien concibió fortificaciones de
relativamente poca altura y muy resistentes al fuego de artillería. Los vértices de estos fuertes
estaban defendidos por baluartes en los que se colocaba artillería, mientras que los baluartes se
protegían entre sí, al tiempo que podían cruzar sus fuegos (ver Imagen Nº 2). A su vez éstos
estaban unidos por un muro de piedra denominado cortina (Luzuriaga, 2010: 2).
En este sentido, los fuertes de Santa Teresa y San Miguel van a ocupar un lugar central por
hallarse en el camino conocido como Castillos Grandes o la Angostura del Chuy, sobre el Océano
3
Cabe destacar que Montevideo fue una ciudadela amurallada, por su importancia estratégica y porque su bahía
constituye un puerto natural donde fondear naves ultramar e invadirla. A diferencia de Buenos Aires que, aunque tenía
el fuerte, era más difícil de tomarla con un desembarco porque no constituye un puerto natural.
4
Para diferenciar de modo simplificado estas tres fuerzas castrenses sugerimos ver Marchena Fernández (1992: 72)
5
El nombre alude al ingeniero militar francés, Sebastián Le Presté, señor de Vaubán (1633-1707), quien en el siglo
XVII había estudiado cómo construir obras defensivas eficaces ante las armas de fuego y a su vez cómo asediar y
tomar tales fortificaciones.
4
Atlántico. Éste era uno de los pasajes obligados para trasladarse entre la Banda Oriental y Río
Grande, sobre todo si se pretendía movilizar carretas y/o pertrechos militares. Mientras que el de
Santa Tecla se hallaba en otro de los lugares estratégicos para la defensa del territorio, el de la
Cuchilla Grande en las nacientes del río Negro, puerta de entrada a las misiones orientales y
demás jurisdicciones de la Banda Oriental.
El fuerte de San Miguel, inicialmente fue construido por los portugueses, entre la margen
izquierda del arroyo San Miguel y sur de la laguna Mirim y se remonta a 1737. En aquel año el
gobernador de Río de Janeiro, Gomes Freire de Andrade, mandó a levantar fortificaciones en Río
Grande y la región circundante, que le pudieran servir de enlace terrestre con Colonia del
Sacramento. En cumplimiento de esa orden se erigieron tres fuertes: el de Jesús María y José, en
lo que hoy es la barra de Río Grande; el de Santa Ana, unos kilómetros hacia el interior y el de
San Miguel en las proximidades del arroyo del mismo nombre. Éste último se construyó con tepes
–tierra apisonada–, y abarcaba una superficie de tres mil metros cuadrados. Posteriormente fue
reedificado, en su ubicación actual, y según la documentación “con piedra seca”. Hacia 1740 ya
tenía su configuración definitiva según el sistema Vaubán. Con un perímetro de 300 metros y a 35
metros de altura sobre el nivel del mar, estaba destinado a proteger y vigilar el paso conocido
como la Angostura. Para 1763, luego de ser tomado por Cevallos contaba con la presencia de casi
un centenar de hombres y tenía seis cañones6.
6
AGN, IX, 15-8-2.
5
La Fortaleza de Santa Teresa es la más grande de este conjunto de construcciones
defensivas y, al igual que San Miguel, fue iniciada por los portugueses en 1762, pero conquistada
y concluida por los españoles a partir de 1763. Se trataba de un pentágono irregular, cuyo lado
exterior más grande medía 151 varas –unos 126 metros. La misma está totalmente construida en
piedra, con arena y cal. Sus muros llegan a tener entre diez y once metros de espesor, con sus
rellenos en la parte baja y hasta casi dos metros en los parapetos que contornean la traza inicial del
pentágono, con cinco baluartes que se adaptan al relieve del terreno y miran a los puntos
estratégicos (Luzuriaga, 2010: 3).
Imagen Nº 2: Garita elevada, ángulo flanqueado del baluarte de San Luis, Fortaleza
de Santa Teresa. Ing. Bernardo Leqoc. Agosto de 1772. (AGN, IX, 15-8-2)
6
En relación a las tropas que guarnecían la fortaleza, es difícil poder establecer con certeza
el número exacto de hombres que se encontraban destinados a ese puesto, dado que ello podía
variar conforme se sucedían los tiempos de guerra y paz. Si para los tiempos de paz, el piloto de la
Real Armada Andrés Oyarvide manifestó que, alcanzaba con una tropa de 50 soldados más sus
oficiales, en tiempos de guerra hemos llegado a contabilizar un máximo de hasta 455 hombres
solo de la compañía de Dragones de Buenos Aires, a lo que habría que sumarles los blandengues y
milicias de diferentes ciudades7.
Santa Tecla fue el último, y más efímero, de estos emplazamientos militares que los
españoles construyeron en la Banda Oriental. En noviembre de 1773 el gobernador de Buenos
Aires, Juan José de Vértiz, decidió enfrentar los movimientos de los portugueses, que intentaban
recuperar Río Grande, y saliendo en campaña ordenó construir Santa Tecla, comisionando al
ingeniero Bernardo Lecocq construir un fuerte tipo Vauban con foso, rastrillo y cinco baluartes.
Aunque de dimensiones más reducidas, su aspecto era similar al de Santa Teresa, y contaba con
Capilla, pabellón de oficiales, cuartel para la tropa, hospital y almacenes (Luzuriaga, 2010: 9).
Su ubicación ya había sido señalada como estratégica por el marqués de Valdelirios
durante las guerras guaraníticas de 1754-1756, ya que se encontraba en una elevación prominente,
formando una suerte de entrada por la sierra cuchilla Grande, entre las nacientes de los ríos Negro
y el Pirai Mini. Por este motivo podía ser defendido desde las alturas y se tornaba dificultoso su
asedio por el agua. La importancia de este puesto de frontera residía en ser la puerta de entrada a
los diferentes puntos estratégicos de la Banda Oriental (las Misiones Orientales-Montevideo-
Maldonado-Colonia del Sacramento), así como por estar ubicado en el lugar de concentración de
la enorme riqueza ganadera, lugar desde donde se aprovisionaban de ganado tanto los pueblos
misioneros como los diferentes puestos y fuertes desde Maldonado a Río Grande.
Este tipo de construcciones no fueron la norma más común en la frontera rioplatense, sino
más bien la excepción, tanto por los recursos económicos e incluso de logística que suponía la
erección de los mismos. A diferencia de la Banda Oriental, el litoral de Buenos Aires carecía de
piedras por lo que su fuerte estaba erigido esencialmente en los tradicionales ladrillos de adobe
cocidos al sol. Dicha estructura militar se encontraba de frente al Río de la Plata y a la vez
expuesta al daño de las crecientes y las mareas, debido a esto es que se debieron llevar a cabo
7
31 de octubre de 1776, AGN, IX, 15-8-1.
7
repetidas reparaciones. La descripción que el inglés Gillespie realiza puede ser bastante ilustrativa
al caso:
“… la gran plaza de armas, teniendo en la misma esquina el cabildo; y casi enfrente está
el fuerte, que en nuestro tiempo era una defensa miserable para ciudad tan importante.
Los cañones estaban picados, sus cureñas podridas, las murallas bajas y parcialmente
demolidas hacia la plaza y el foso lleno de escombros, además de un puente levadizo;
adentro, el castillo donde residía el gobernador y una capilla para él y sus
acompañantes”8
Si bien, esta imagen pudiera reducirse a la asociación de murallones de adobe cosido al sol
y los efectos dañinos de las mareas del río, no obstante, existen similitudes considerables en las
descripciones que el mismo prisionero hiciera sobre el fortín de Areco y luego sobre el fuerte de
Salto. En cuanto al primero menciona que “está construido de adobes […] y tiene forma de
estrella”9, mientras que para el Fuerte de Salto dirá;
8
Gillespie, A. (1994), Buenos Aires y el Interior. Observaciones reunidas durante una larga residencia, 1806-1807,
AZ ed., Buenos Aires, pág. 63.
9
Gillespie, A. (1994), Op. Cit, pág. 124.
8
“mucho más grande que el fortín de Areco, con dos de sus frentes levantados con tierra
endurecida sacada del lecho del río y los otros protegidos por un foso y palizadas. Once
cañones de hierro y pedreros estaban emplazados, en estado ruinoso, y había cuarteles
anexos en condición análoga. La fuerza militar destinada a su defensa, si efectiva,
consistía en un capitán primero y otro segundo, con cincuenta hombres que siempre eran
criollos.”10
Los adobes cocidos al sol son el sostén de los muros en los fuertes de la frontera de Buenos
Aires. En Chascomús, dicha estructura defensiva se construye con trabajo de presidiarios en
1784,11 con alrededor de 20 mil adobes12 y posee un foso perimetral que debe ser mantenido
periódicamente. Mientras que, en 1766 Joseph Linares al recibir la comandancia del fuerte de
Arrecifes expresará,
“este fuerte con sus tres turras (sic) de Piedra sinadicion, sur Leste y poniente, su norte de
palo a pique que se compone de ciento quarenta y ocho palos todos deñandu Bay, su frente
de este dho consuesplanada su puerta, con alones y arranques p a Torrion su escalera para
el dho su Cuerpo de Guardia algo maltratado desecho y su puerta de cuero, todo de
piedra…”13
En los fuertes de la frontera porteña no sólo se destacan los adobes como elemento
constructivo, sino que, la madera tiene una presencia notoria. No obstante, se destaca, en este caso,
la utilización de piedras sobre un lado combinadas con palos sobre el otro lado. El mismo oficial
describe sucintamente el estado de una segunda estructura militar:
“el Fuerte del Pergamino con susquatro lienzos de tapial, y sus quartelesde lo mismo, yden
estos quarteles destechados en un todo, sus maderas Catorce horcones Principales, siete
Cumbreras todas de sauce, y sus orcones a pique formación de los lados de sus quarteles
con la bivienda de los Oficiales con quarenta y nueva de la especie de los Principales, sus
soleras, doze todas de sauce. Diez y nueve Tixeras de Sauce.”14
La omisión de los materiales que componen los “lienzos de tapial” permite suponer el uso
de adobes ya que la obviedad está en la costumbre. El resto de la estructura se basa en la
utilización de maderas y palo a pique, aunque, cabe destacar que en el caso de Arrecifes los palos
son de Ñandubay una madera menos putrescible y más dura que el Sauce (Iraola, 2013). Ahora
bien, del mismo modo en que evidenciamos los problemas en estas estructuras militares porteñas
al ser levantadas en adobe y madera en una región con altos promedios de lluvias al año, debemos
decir que los informes de los sujetos de la época dan por correcta esta estrategia, en palabras de
10
Gillespie, A. (1994), Op. Cit, pág. 126.
11
7 de julio de 1784, AGN, IX, 1-7-4.
12
18 de diciembre de 1784, AGN, IX, 1-7-4.
13
11 de diciembre de 1766, AGN, IX, 1-5-2.
14
11 de diciembre de 1766, AGN, IX, 1-5-2.
9
Joseph Vague “… creeré sea el mas comodo, y mas durable, de todos los Fortines, por ser todas
las viviendas y baluartes de adobe”15. Claramente, dicho fortín preservaba la estructura de los
anteriores en tanto poseía los baluartes en los extremos de una figura cuadrangular (Ver Imagen
Nº 4) algo que también se puede observar, aun siendo estructuras distintas, en el fuerte de El
Zanjón (Ver Imagen Nº 5)
El comandante al tomar posesión del fuerte de El Zanjón los describirá del siguiente modo;
“un quadrilongo de cincuenta y Siete bars de largo defendido de Palo a Pique con Mil
Postes de Yandubay sin Foso Ni Rastrillo ni Puerta, un quartel capaz para aloxar cinq ta
homs y otro qe sirbe de piquete a la entrada del fuerte, otros dos que sirben de Capilla y
havitazon a los Ofis y dos cosinas.
Dos corrales con trescienta y ochenta postes de Yandubay
Un cepo sin candado”16
La anterior noticia dejada por Pedro Escribano permite no sólo reconocer que en algunos
casos la presencia de la designación de ‘Fuerte’ a una estructura militar no se encuentra
estrechamente ligada a sus aspectos constructivos. De hecho, los detalles que se observan en los
extremos del plano del Fuerte del Zanjón son los lugares en los que se encuentran colocados los
pedreros, aunque en ningún momento dicho comandante hace mención de la existencia de
baluartes para ello.
De este modo, podemos introducirnos en las problemáticas sobre la polisemia de estos
términos, debido a que, del mismo modo en que este fuerte no comparte las características
15
17 de junio de 1781, AGN, IX, 1-4-1.
16
3 de febrero de 1777, AGN, IX, 1-5-3.
10
constructivas el propio Pedro Escribano coloca un membrete muy particular al informe de lo
recibido, en concreto; “Participa haverse recivido de aquella guardia: Propone aumentar el
Fuerte…”17. Claramente, la historiografía estereotipó las palabras fuertes, fortines y guardias a
tipologías fijas siendo que aparecen muchos más dinámicos.
“dándome denuncia como en la Guarda vieja qe sirvió de havitacn a los Comtes por la
masiega y rancho ya deteriorado se seguían graves ofensas a La Mag d Soberna y qe en
prueba de ello, haviendose el retirado del camino hacia dha Guard a pa las funcs precisas
de la naturalza allo dos persas de distinto sexo infraganti.”18
De este modo, se reconoce que dicha ‘guardia’ ha tenido por lo menos dos ubicaciones (la
actual y la anterior). Pero del mismo modo, en que esta guarnición muda su estructura puede
inferirse que está reducida a un rancho y ello pudimos datarlo en otras oportunidades. En 1790,
con motivo de la detención de un sujeto acusado de asesinato se solicita refuerzos de dragones
para trasladarlo a Buenos Aires y se explicita “se sirva embiarlos con la posible brevedad, a fin de
excusar el riesgo en q[u]e estamos de q[u]e los d[ic]hos sus Par[ien]tes y Am[ig]os lo saquen y
17
3 de febrero de 1777, AGN, IX, 1-5-3.
18
2 de septiembre de 1796, AGN, IX, 1-7-3.
11
quiten, del rancho q[u]e sirve de guardia” 19. Mientras que, casi dos décadas antes de ello el
propio comandante de la Guardia de Las Conchas para obedecer la persecución del trato ilícito en
los puertos clandestinos asegura “Pondré al sargento con tres Dragones en San Ysidro, ínterin (si
es que VS lo halla por comben[ien]te) se hace un Rancho q[u]e sirva de Guardia, en el paraje de
los Olibos”20.
Las dimensiones espaciales hacen complejo controlar el territorio tanto de las incursiones
portuguesas como de las indígenas. Allí donde se coloque una guardia los “perseguidos” la
evadirán hasta solidificar un paso nuevo y la ‘guardia’ deba mudarse o colocar “un rancho que
sirva de guardia”. En 1767, hacia el sur de la ciudad de Buenos Aires se produce un conflicto
entre el estanciero Noario y los soldados de tropa de la guardia avanzada que se asentó en su
estancia desde hace “algún tiempo” frente a ello Bartolomé Peredo explica que “convenia la
separación deesta Gu[ardi]a al paraje señalado” como la “Invernada de Juan Blanco”21.
Estos corrimientos de las estructuras defensivas, deterioros paulatinos e instalación de
nuevos puestos avanzados implicaron la combinación del trabajo miliciano, blandengue,
presidiarios y peones a jornal (Iraola, 2019). Todo ello significó en cierto grado una limitación,
debido a que, las posibilidades de realizar estas tareas estaban condicionadas por el número real de
sujetos disponibles, las épocas del año y las problemáticas que suponían los espacios “ciegos”
entre los pagos o lugares e incluso entre las propias guarniciones. Definitivamente, lo que permitía
sostener los contactos entre las partes era una nutrida red de comunicación compuesta de
chasques, partidas volantes y pobladores serviciales que pudieran traer noticias.
Esta misma estructura defensiva es la que montaron entre los territorios de la Banda
Oriental y Río Grande do Sul, durante la ocupación española de éste último entre 1763-1776.
Cuando en abril de 1764 los españoles arriban a la Villa de Río Grande se San Pedro, ésta no era
más que un pequeño poblado, con pocas casas y mal defendido. Así lo informa el comandante
Joseph Molina a sus superiores,
“El terreno de la villa es de arena, como igualmente el de su entrada desde dos leguas. Ay
una mediana Yglesia, dos almacenes y cuatro casas de teja, las demás casas son cubiertas
de paja y formadas por paredes de madera ligadas con fajas de palma, cubiertas de barro,
pero en lo interior están cubiertas con aseo. No ay en ella más fortificación que una
bateria que defiende el canal que entra al puerto”22
19
20 de enero de 1790, AGN, IX, 1-7-3.
20
11 de agosto de 1772, AGN, IX, 1-7-2.
21
19 de diciembre de 1767, AGN, IX, 1-5-2.
22
16 de septiembre de 1766, AGN, Doc. 135, IX, 16-6-5.
12
Las ‘guardias’ y ‘puestos’ de frontera que los españoles fueron levantando, para sostener
estos territorios, eran generalmente de “palo a pique” y normalmente guarnecían a poca gente.
Podían contar con dos, ocho o diez hombres, dependiendo de los objetivos y de la ubicación. Así
las ‘guardias’ denominadas de la “Boca del Río”, compuestas por unos pocos hombres, sobre unas
balandras, oficiaban de barrera a la entrada de la laguna y tenían la orden de “no permitir salir, o
entrar en el río embarcación extranjera ni ninguna otra sin licencia, y de dar pronto aviso si se
descubriese alguna embarcación en el Mar”23. Otras, como las ‘guardias’ ubicadas en las
estancias de caballadas del Rey, podían albergar hasta cincuenta hombres en época de guerra,
como la Guardia de Norte de la Laguna. La mayor o menor presencia militar en cada uno de esos
espacios estaba determinada por la cercanía con el enemigo, así como por la posibilidad real de
poder defender desde ese lugar la posición. Así, algunas servían para evitar el paso de los
portugueses por el norte y vigilar sus movimientos (Guardia de la Laguna); otros para verificar
entrada y salidas a la villa (Guardia de la Boca del Río); para contener deserción (Guardias del
Tesorero y de San Gonzalo); y otros como postas intermedias de San Miguel hasta Santa Teresa, y
de ahí a Maldonado para comunicarse con Buenos Aires.
13
defenderían la posición o retrocederían en la medida que la correlación de fuerzas les sea
desfavorables. Los puntos defensivos más importantes en este sistema serían lógicamente los
fuertes y fortalezas artilladas, desde dónde se resistiría una invasión enemiga en mejores
condiciones.
Luego del Tratado de Límites de 1777 la zona de Melo, al norte de la Cuchilla Grande,
cobra relevancia por la cercanía con la nueva frontera y con los pueblos guaraníes de las ex
misiones jesuitas. Allí funcionó la guardia de Cerro Largo, desde donde el Comandante de
Frontera controla siete guardias, una estancia del rey y varios puestos de frontera desde Batoví
hasta Minas y el Chuy26.
Aquí encontramos nuevamente la polisemia y confusión entre diferentes conceptos que se
utilizaban en la época para nombrar los emplazamientos defensivos como a las personas que
cumplen una función. Por un lado, la ‘guardia’ de Cerro Largo, comienza siendo la ‘guardia’ de
San Nicolás de Bari, una modesta construcción de fajina, tepes y palo a pique, muy similar a las de
la frontera bonaerense. Pero es hacia fines del periodo colonial que se convierte en sede de la
comandancia, luego de que en ese lugar se fundara la Villa de Melo, y su construcción pasará a ser
de piedra y demás materiales durables, aunque sin baluartes. Por otro lado, es de remarcar que en
la documentación sobre la Banda Oriental no hallamos ‘fortines’, sino ‘guardias’ y ‘puestos de
frontera’, además de los ya mencionados ‘fuertes’ abaluartados. Entendemos que esto es así,
porque en una frontera móvil, con múltiples frentes de conflictos y de negociaciones con los
diferentes pueblos indígenas, tanto como con los contrabandistas portugueses, no existe una línea
de frontera que defender y sobre la que avanzar paulatinamente. Sino más bien, modestas
construcciones o lugares desde donde intentaron controlar la frontera,
Tal es el pedido que le hace el Virrey Arredondo al comandante de Santa Teresa, y que
éste remite al de Cerro Largo, pidiendo que auxilien a los comisionados que recorren la frontera
para saber en qué lugares establecer las nuevas ‘guardias’ o mudar las ya existentes. Esta necesaria
mudabilidad estaba determinada por la movilidad de los indígenas charrúas y munuanes, como por
26
1792 AGNU, Caja 27, Carpeta 74, Colecciones Privadas-Pivel Devoto.
27
21 de noviembre de 1792, AGNU, Caja 83, Carpeta 243, Colecciones Privadas-Pivel Devoto.
14
los diferentes caminos que van estableciendo los gauderios, forasteros y demás contrabandistas a
ambos lados de la frontera que se pretendía controlar.
Entonces, ‘guardias’ y ‘puestos’ designan lugar y función castrense. O sea, estar de
‘guardia’ en tal o cual lugar. De modo tal que una ‘guardia de frontera’, entonces, puede ser una
carreta como informa Nicolás Senet para la frontera bonaerense,
Por último, podemos mencionar los rutinarios informes emitidos por la Guardia de
Ensenada –Buenos Aires- sobre el control y administración de las embarcaciones extranjeras
recaladas a su vista. Estos informes dejan en evidencia que la Guardia de Ensenada ubicada de
frente al mar, provista de una batería y un almacén pólvora (algo hemos visto en los Fuertes), tiene
una pequeña guarnición que en su mayoría son milicianos y los artilleros, mientras que, comanda
dos puestos de control como son Punta Lara y la desembocadura del Arroyo Villoldo, a la vez que,
monta ‘guardia’ en la Lancha de Joseph de Salas y la fragata “Venus”32.
28
1 de octubre de 1773, AGN, IX, 1-4-4, foja 3.
29
18 de diciembre de 1796, AGNU, Caja 27, Carpeta 74, Colecciones Privadas. Pivel Devoto.
30
20 de abril de 1779, AGN, IX, 1-4-4.
31
2 de enero de 1792, AGNU, Caja 83, Carpeta 243, Colecciones Privadas-Pivel Devoto.
32
AGN, IX, 1-5-1.
15
emplazamientos de Banda Oriental con los de la frontera bonaerense, como un primer aporte al
estudio de sus funciones, conflictos y necesidades.
En este sentido, hemos podido advertir, en un primer momento, que las fortificaciones
abaluartadas de tipo ‘Vauban’ fueron la excepción más que la regla. Tanto por la necesidad
geopolítica, como por los recursos económicos y problemas de logística que implicaba su
construcción sólo se erigieron en los lugares estratégicos. En el espacio bonaerense, la carencia de
piedras, como de recursos materiales, llevó a que el fuerte de Buenos Aires fuera erigido con los
tradicionales ladrillos de adobe cocidos al sol. Aunque el diseño estructural fuese similar a los del
litoral atlántico, en el que incluía la construcción amurallada y la forma estrellada con baluartes,
no estaba preparado para resistir la invasión de una potencia extranjera. Por su parte, en los fuertes
y fortines de la frontera porteña no sólo se destacan los adobes como elemento constructivo, sino
que, la madera tiene una presencia notoria, mientras que, supone un uso selectivo de las mismas.
No obstante, se destaca, en algunos casos, la presencia de piedras sobre un lado combinadas con
palos sobre el otro lado.
Por otra parte, hemos sugerido, a partir de la documentación colonial, que la designación
de ‘fuerte’ a una estructura militar no se encuentra necesariamente ligada a sus aspectos
constructivos, lo cual nos llevó a introducirnos en los problemas de la polisemia de estos términos.
Si para la Banda Oriental la designación de ‘fuerte’ o ‘fortaleza’ solo hace referencia a los
castillos militares abaluartados, en la frontera bonaerense puede hacer referencia indistintamente a
un ‘fortín’ o una ‘guardia’ y viceversa. Lo que nos llevó a pensar que la historiografía estereotipó
las palabras ‘fuertes’, ‘fortines’ y ‘guardias’ a tipologías fijas siendo que la documentación
evidencia un dinamismo considerable.
Esto mismo nos acarreó a evaluar las designaciones de ‘puestos’ y ‘guardias de frontera’,
debido a que, por un lado, la historiografía tendió a homogeneizar la idea de las construcciones
militares ‘de palo a pique’ para los fortines y extendió esta característica a todas las ‘guardias’ y/o
‘puestos’ sin reparar en la necesaria movilidad/mudabilidad de dichas estructuras defensivas. En
tanto que, por otro lado, la polisemia de la palabra ‘guardia’ ha llevado a la confusión entre
diferentes conceptos que se utilizaban en la época para nombrar los emplazamientos defensivos
como a las personas que cumplen una función castrense.
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reconstrucción de una historia geopolítica que evalúe un conjunto de variables mayor pero que
también ponga un análisis en perspectiva dinámica. De este modo, podremos comprender de
manera más certera los pormenores del control del espacio, las estrategias militares de ocupación y
consolidación de ese mismo espacio.
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