La historia argentina comienza con diversos pueblos indígenas que poblaban el territorio. La colonia española se estableció en el siglo XVI fundando ciudades como Buenos Aires y Tucumán. En el siglo XIX Argentina se independizó de España y atravesó un período de inestabilidad política hasta consolidarse como nación en la segunda mitad del siglo. En el siglo XX el país experimentó gobiernos democráticos alternados con dictaduras militares y enfrentó diversas crisis económicas.
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La historia argentina comienza con diversos pueblos indígenas que poblaban el territorio. La colonia española se estableció en el siglo XVI fundando ciudades como Buenos Aires y Tucumán. En el siglo XIX Argentina se independizó de España y atravesó un período de inestabilidad política hasta consolidarse como nación en la segunda mitad del siglo. En el siglo XX el país experimentó gobiernos democráticos alternados con dictaduras militares y enfrentó diversas crisis económicas.
La historia argentina comienza con diversos pueblos indígenas que poblaban el territorio. La colonia española se estableció en el siglo XVI fundando ciudades como Buenos Aires y Tucumán. En el siglo XIX Argentina se independizó de España y atravesó un período de inestabilidad política hasta consolidarse como nación en la segunda mitad del siglo. En el siglo XX el país experimentó gobiernos democráticos alternados con dictaduras militares y enfrentó diversas crisis económicas.
La historia argentina comienza con diversos pueblos indígenas que poblaban el territorio. La colonia española se estableció en el siglo XVI fundando ciudades como Buenos Aires y Tucumán. En el siglo XIX Argentina se independizó de España y atravesó un período de inestabilidad política hasta consolidarse como nación en la segunda mitad del siglo. En el siglo XX el país experimentó gobiernos democráticos alternados con dictaduras militares y enfrentó diversas crisis económicas.
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HISTORIA ARGENTINA
La colonia
Antes de la conquista, diversos pueblos indígenas agrícolas (zona andina y preandina;
cuenca del Paraguay y Paraná) o cazadores (La Pampa, Chaco, Patagonia, Entre Ríos, Uruguay) poblaban sus tierras. La primera expedición oficial fue la de Juan Díaz de Solís, que tras descubrir el río de la Plata (1516), fue muerto por los indígenas. En 1520 otra expedición castellana, dirigida por Magallanes, exploró la costa de la Patagonia. En 1527 Sebastián Caboto, convencido de la existencia de metales preciosos, volvió a recorrer la cuenca del Plata. Debido a la creencia en la riqueza de estas tierras, se siguieron financiando otras expediciones y la conquista se realizó mediante adelantados. Pedro de Mendoza, primer adelantado del Río de la Plata, fundó Buenos Aires en 1536. Juan de Ayolas exploró el Paraná y Paraguay (1537) y preparó la travesía del Chaco en busca de plata, pero fue muerto por los indígenas; los supervivientes de la exploración que permanecían en Buenos Aires fueron evacuados por Domingo Martínez de Irala, quien concentró a todos los españoles en Asunción. En 1542 llegó Cabeza de Vaca, segundo adelantado, pero Irala lo rechazó (1543) y logró ser nombrado gobernador. Muchos pobladores de Asunción pasaron a la meseta del Alto Perú interesados por la explotación del Potosí. Un colono del Alto Perú, Juan de Garay, fundó Santa Fe (1573), entre Asunción y la desembocadura del Paraná, y, por segunda vez, Buenos Aires (1580). En 1588 el adelantado Juan Torres de Vera y Aragón fundó Corrientes, en la confluencia del Paraguay y el alto Paraná. Pronto Chile y el Alto Perú se disputaron la colonización del Interior. Tras la expedición de Diego de Rojas (1543), coincidieron en Tucumán el emisario de Valdivia, conquistador de Chile, y el delegado de La Gasca, virrey del Perú. El enfrentamiento entre ambas zonas se prolongó a lo largo de todo el siglo XVI. En un principio la economía rioplatense fue de subsistencia, pero pronto destacó en el Litoral el sector dedicado al comercio a larga distancia, especialmente a través de Buenos Aires (plata, cueros). La agricultura y la artesanía no adquirieron importancia en la costa por la escasez de población indígena; en cambio, en el interior se cultivaban gramíneas para subsistencia, y vid y algodón para la exportación (especialmente a Chile y Alto Perú), tras su elaboración artesanal por los indígenas. Éstos fueron explotados por los encomenderos, a pesar de que el visitador Alfaro intentó remediarlo por supresión del servicio personal de los encomendados. Contra el sistema de encomiendas se produjeron numerosos levantamientos indígenas, duramente reprimidos con deportaciones en masa. La conversión de los indígenas fue emprendida por diversas órdenes, entre las que se impusieron los jesuitas. A ellos les atribuyeron los encomenderos la crisis del sistema, por haber apoyado las ordenanzas de Alfaro. Ante ello la Compañía de Jesús impulsó las misiones del Alto Paraná y Paraguay (1609), que constituyeron un baluarte contra las ofensivas portuguesas. Apoyándose sobre instituciones comunitarias de origen indígena, desarrollaron la agricultura (yerba mate) y la artesanía. A lo largo del siglo XVII se produjo una grave disminución de la población indígena. La depresión afectó tanto al Litoral como al Interior y sólo se dieron signos claros de avance a principios del siglo XVIII. Se importaron esclavos para sustituir a la desaparecida mano de obra indígena; se extendió la explotación ganadera en la Banda Occidental y en la Oriental, donde se fundó Montevideo (1720); se fomentó la exportación del cuero, etc.; Buenos Aires, tras la creación (1776) del virreinato del Río de la Plata, quedó como intermediaria entre la metrópoli y Chile y el Alto Perú. A ella inmigraron grupos de comerciantes, vinculados a los nuevos funcionarios, que lograron una rápida acumulación de capital. En 1794 se creó el consulado de Comercio. Pero las reformas no pudieron eliminar las causas de debilidad del orden español, que la revolución iba a dejar patentes. Paralelamente a la reforma administrativa se dio el crecimiento del aparato militar, necesario por los continuos enfrentamientos hispano-portugueses. La expulsión de los jesuitas (1767) vinculó más intensamente la Iglesia con el poder político. A principios del siglo XIX y durante las guerras napoleónicas, Gran Bretaña inició una ofensiva contra las colonias españolas. Ello provocó una temporal crisis en la administración y la militarización de la población urbana (1809), exacerbándose los conflictos latentes, que llevaron a la revolución.
La emancipación
Al no haber en la metrópoli representante legítimo de la monarquía, se decidió la
formación de una Junta (22 de mayo de 1810); ésta, compuesta por partidarios de la ruptura con España, introdujo una serie de innovaciones de carácter revolucionario. Pero las crisis internas, unidas al curso desfavorable de la guerra, fijaron los límites del avance de la revolución. Tras el golpe militar de 1812, la soberana asamblea aceleró (1813) las medidas revolucionarias (supresión de mayorazgos, títulos y vínculos, de la Inquisición y de la trata, libertad de vientres, etc.), se conquistó Montevideo (1814), y se logró el dominio temporal del Alto Perú. La diversidad de intereses entre la oligarquía urbana de Buenos Aires y los sectores rurales del Litoral, dirigidos por Artigas, dio como resultado la reorganización del nuevo frente revolucionario, mucho más moderado. En 1816 el congreso de Tucumán (9 de julio) declaró la independencia respecto de España y de cualquier poder extranjero, y designó director supremo a Pueyrredón. Éste apoyó a San Martín para la reconquista de Chile (1818) y el establecimiento local de los sectores más moderados dirigidos por O’Higgins. Posteriormente pretendió, sin éxito, que San Martín abandonara la campaña del Perú para reprimir las disidencias internas. Se precipitó la crisis del régimen directorial: la constitución de 1819 fue recibida con desconfianza y comenzó la disgregación en el interior. Tras meses de desórdenes se impusieron unos jefes artiguistas que, después de vencer las fuerzas directoriales, entraron en Buenos Aires y llegaron a un acuerdo con el partido directorial contra la oposición popular y militar. En 1824 se convocó un congreso constituyente; la crisis de 1825 y la guerra argentino-brasileña agravaron las contradicciones latentes; el congreso creo un presidente de la república, Rivadavia, nacionalizó Buenos Aires y dictó una constitución menos centralistas (1826). Pero ésta amenazaba las situaciones dominantes en las provincias; estalló la guerra civil y la constitución fue rechazada. La renuncia del presidente provocó el derrumbe de las instituciones nacionales: se implantó un federalismo muy laxo, pero la crisis reapareció, tras la firma de la paz con Brasil, con el reconocimiento de la independencia de la Banda Oriental. El jefe de la revolución, Lavalle, preparó con el federal Rosas (1829) el retorno de los federales al poder en Buenos Aires. Poco después el federalismo triunfó por todo el país, encabezado por Rosas, López y Quiroga.
La evolución del nuevo Estado
Rosas dominó Buenos Aires (1829-1835) y se instaló en el gobierno como dictador (1835-1852), caracterizándose por eliminar por el terror las disensiones políticas. Su participación en la guerra civil de Uruguay favoreció su caída, a la que contribuyó una coalición interior apoyada por Brasil y Montevideo. La caída de Rosas obligó por un lado a satisfacer exigencias de progreso institucional, pero por otro puso en crisis la hegemonía porteña. Esto quedó plasmado en la constitución federal de 1853, inspirada en un autoritarismo progresista. Buenos Aires se levantó contra el primer presidente constitucional, Urquiza, defendiendo su derecho de mantenerse al margen de la confederación. En 1859 el Estado de Buenos Aires fue vencido (batalla de Cepeda), pero en 1861 el porteño Mitre derrotó a las tropas de Urquiza en Pavón y se convirtió en jefe de una nueva nación (1862). Dos grandes alzamientos federales fueron duramente reprimidos. La guerra del Paraguay (1865-1870) provocó problema a Mitre, impopular entre las provincias federales y sospechoso en Buenos Aires de hacer demasiadas concesiones a aquéllas. Sus sucesores tuvieron que gobernar en medio de crisis políticas locales y nacionales. La hegemonía porteña había entrado en crisis y el ejército nacional estaba dispuesto a apoyar la solución que la constitución impusiera. Buenos Aires resistió por las armas al presidente Roca, pero fue federalizada (1880), y aquél apoyado por la mayoría de las provincias, volvió al autoritarismo progresista. Para superar la fase de depresión en que había entrado la economía argentina (1867- 1880) tras la coyuntura favorable anterior, el Estado había recurrido ampliamente al crédito británico, con lo que quedó totalmente endeudado. La crisis mundial de 1890 acabó con el intento restaurador de Roca y la popularidad del gobierno. En esta etapa se formó la Unión Cívica Radical, primer partido político de alcance nacional. Las presidencias a partir de 1892 estuvieron marcadas por la marginalización del radicalismo y sus intentos de llegar al poder la vía revolucionaria. En 1930 una rebelión militar quebrantó el orden constitucional y tras imponer temporalmente un autoritarismo fascista buscó una solución en una coalición de conservadores y radicales. La restauración conservadora introdujo el dirigismo económico para superar la crisis, pero benefició al capital extranjero y a los latifundistas.
Los tiempos recientes
Durante la segunda guerra mundial, un sector neutralista del ejército derribó al
presidente Castillo (1943); la oposición interna e internacional que provocó el gobierno militar fue contrarrestada por el coronel Perón, apoyado en los sectores obreros, que en 1946 fue elegido presidente constitucional. En su gobierno, con una legislación social relativamente avanzada, ocupó un papel destacado su esposa Eva Duarte. En 1955 el régimen fue derribado por las fuerzas armadas. Sus sucesores militares (Lonardi, Aramburu), partidarios de la democracia liberal, no pudieron solucionar las dificultades económicas, lo que volvió a dar popularidad al peronismo. Los gobiernos sucesivos (Frondizi, Guido), mercados por las crecientes presiones de origen militar, llevaron a una gravísima recesión industrial que Illia intentó detener, pero fue derrocado por un levantamiento (1966). El gobierno de Onganía (1966-1970) disolvió el congreso y prohibió los partidos políticos. Tras la insurrección obrera y estudiantil de 1969 se decretó el estado de sitio y su impuso la llamada “paz social”. La resistencia del peronismo contra el régimen llevó a cabo diversas acciones de envergadura que pusieron en evidencia que el régimen no podía sostenerse mucho tiempo, dadas las características de la crisis económica, social y política. El general Lanusse (1971-1973) se vio obligado a negociar con el movimiento obrero la vuelta de Perón del exilio y la celebración de elecciones. Éstas tuvieron lugar en marzo de 1973, y resultó elegido Cámpora, del Frente Justicialista de Liberación, que al poco tiempo renunció (junio), así como también su vicepresidente, para permitir la celebración de nuevas elecciones, que dieron el poder a Perón. Interinamente ocupó la presidencia Lastiri, titular de la Cámara de diputados, yerno de López Rega. La nueva consulta electoral consagró presidente a Perón y vicepresidente a su tercera esposa, María Estela Martínez (octubre). Este gobierno se enfrentó con la extrema izquierda, de la que había sido aliado. A la muerte de Perón (julio de 1974), su viuda asumió la primera magistratura, y fue su secretario particular López Rega, que ejercía una importancia influencia. El deterioro de la situación económica y los casos de corrupción ministerial en que se vio implicado López Rega hicieron que éste abandonara el país en julio de 1975. Durante este periodo reinó una constante subversión y se produjo una gravísima crisis económica. Como consecuencia de esta situación, el 24 de marzo de 1976, tomó el poder una Junta militar, que dispuso la suspensión de las actividades políticas y sindicales y designó presidente a Videla, comandante en jefe del Ejército, quien intentó frenar el deterioro económico. Las actividades de la guerrilla fueron aniquiladas. En 1981Videla terminó su mandato, y le sucedió Viola (marzo), que fue sustituido al poco tiempo por Galtieri (diciembre). En el exterior, el litigio con Chile por el canal de Beagle seguía sin resolverse, sujeto a la mediación papal. En abril de 1982 las fuerzas armadas tomaron posesión de las islas Malvinas, lo que provocó un enfrentamiento con Gran Bretaña. Esta volvió a ocuparlas en junio. La situación motivó el alejamiento de Galtieri y el nombramiento del general Bignone como nuevo presidente.