Inmersion A Bordo de ARA Salta
Inmersion A Bordo de ARA Salta
Inmersion A Bordo de ARA Salta
Para los no iniciados, las profundidades del mar suponen un misterio atrayente.
Como tantas veces, en el decurso de la Historia, ficción y realidad se
entrelazaron y alimentaron mutuamente. Así, el genial Julio Verne, con sus
fantásticas 20.000 leguas de viaje submarino a bordo del "Nautilus" se da la
mano con David Bushnell, que con su célebre "tortuga" de madera esférica
propulsada a pedal, dio vida en 1776 al primer artefacto sumergible del que se
tiene conocimiento.
Doscientos años de historias y sucesivos saltos tecnológicos cuali-cuantitativos,
transformaron a los submarinistas, en su doble condición de marinos y buzos, en
elegidos. Ellos y sus formidables máquinas han logrado dar el paso. Niños
mimados de las armadas del mundo, los tripulantes de los submarinos conviven
con el medio líquido y se internan en él sin temores.
La vida dentro de esos gigantes cilindros de acero se les antoja diferente,
raramente fascinante. Es que lo cotidiano, en el interior de un submarino, se
redefine hasta desafiar las convenciones de la vida terrestre, muta para
convertirse en una realidad acuática.
Lo primero que llama la atención al entrar en un submarino es la opresión que
causa la escasez de lugares habitables. Esta impresión aumenta de modo
dramático si -como en este caso- se trata de uno de la clase 209, uno de los más
pequeños que operan en la actualidad.
Lejos de amedrentarse, los iniciados en los misterios de las profundidades
advierten, a modo de consuelo: "No hay que preocuparse demasiado. Lo que se
pierde en comodidad, se gana en otros aspectos". El desafío lanzado por el
experimentado navegante poco a poco se cumplirá con precisión de relojería.
Los 35 tripulantes del Salta se aprestan para la partida. Cada uno conoce su
trabajo y lo ejecuta con precisión. En el diente de submarino -el muelle de
amarre-, a minutos de zarpar, las tareas cobran un ritmo febril.
Es una tarde de sol en la base naval Mar del Plata, asiento de la fuerza de
submarinos argentina. El S-31 suelta su cordón umbilical y apunta la proa con
decisión hacia Cabo Corrientes, en una maniobra que no por conocida y
practicada deja de ser arriesgada.
Desde tierra, cientos de visitantes y curiosos agitan sus manos saludando la
partida del gran cigarro metálico. Desde la vela, el comandante del ARA Salta,
el capitán de fragata Jorge González, responde el agasajo enarbolando su gorra
con la grácil cortesía propia de su rango.
"El mar está bravo, vamos a tener cuatro horas movidas", advierte su segundo, el
capitán de corbeta Gustavo Haczek que, parado sobre la vela, en lo más alto del
submarino, dirige los aprestos de guardado de amarres y cierre de aberturas, en
la cubierta de libre circulación.
El pronóstico se cumple y comienzan los escarceos. La proa del Salta se hunde,
tozuda, en las olas desafiantes que provocan el rolido -ese movimiento de vaivén
transversal propio de las embarcaciones- cada más acentuado del submarino.
Hacia la popa, sobre la banda de babor -digamos, hacia atrás y hacia la
izquierda-, Mar del Plata comienza a declinar su grandeza. Playa Grande, el
muelle de los pescadores y el Torreón del Monje se convierten en puntos que el
ojo humano se obstina en divisar desafiando la bruma marina.
Ya es de noche cuando el S-31 llega al sitio que las cartas de navegación indican
como apto para sumergirse.
"¡Prepararse para inmersión. Verificar instrumentos y planos!" La voz del
comandante atruena en el interior del submarino. Una coreografía de hombres de
mameluco azul y de manivelas rojas que abren y cierran válvulas y conductos
avizora el momento clave de la travesía.
En contraste con lo que vulgarmente se cree -y esto quizás desilusione a más de
un lector-, el cuerpo humano no experimenta ninguna sensación al ir a
inmersión. Quizás pueda existir ansiedad, pero no hay una respuesta física al
sumergirse.
Las viejas y bruscas maniobras de inmersión, en las que parecía que el
submarino se zambullía en el agua, están en desuso. Hoy, los navegantes optan
por dejar "caer" el barco por la popa y, al sumergirse ésta, completan la
maniobra hundiendo la proa. Así evitan la innecesaria exposición a los golpes de
la tripulación.
En pocos minutos, el Salta está cubierto por las aguas. Y se percibe el primer
cambio significativo de condición: reina la quietud absoluta. Es que el
submarino está ahora en su hábitat natural, debajo del agua.
Finalizada la maniobra de inmersión, con el barco controlado y estabilizado a 12
m de profundidad, el comandante echa un vistazo a través del periscopio de
observación y, con una mano en uno de los manubrios del aparato óptico y con
su codo rodeando el otro, gira lento, pero sin pausas, y escudriña el horizonte a
360°.
"Todo bajo control. Descendemos a plano 30", ordena. Sin posibilidad de mirar
hacia el exterior -los submarinos militares no tienen ventanillas ni ojos de buey-
el cuerpo percibe que la maniobra se cumple. El S-31 se convierte en un plano
inclinado, sin punto de apoyo, que nos hace ir hacia adelante, como en el tren
fantasma de los parques de diversiones.
Ahora, a 30 m de profundidad, comienza la verdadera estadía en el barco.
Aquella que, lentamente, cambia la vida de los hombres embarcados, trastoca la
realidad de la superficie.
Como un pez: principios físicos apoyados con los avances técnicos hacen que el
submarino sea tan ágil y rápido como un delfín.
Bajo el agua
Propulsión
Pro y contra
Estos son los 36 tripulantes del submarino de la clase 209 ARA Salta: *
Comandante: capitán de fragata Jorge González; Segundo comandante; capitán
de corbeta Gustavo Haczek; Jefe de Operaciones: teniente de navío (TN) Carlos
Acuña; Jefe de Armas: TN Gonzalo Prieto; Jefe de Propulsión: TN Edgardo
Montes; Jefe de Electricidad y Máquinas: TN Víctor Ortíz; Jefe de
Comunicaciones: teniente de fragata Germán Michelis Roldán; Jefe de
Navegación: teniente de corbeta Gabriel Graziano.
* Suboficial de Buque: suboficial principal Juan Rocha; Máquinas: suboficial
segundo (SS) Juan Carlos Dirazar; Electricidad: SS Hugo Rojas; Sonar: SS
Gerardo Abajo; Armas: SSEdgardo Arias; Radio: SS Vicente Alvarez;
Máquinas: Jorge Chocobar; Navegación: SS Roberto Mañas; Control Tiro: SS
David Lagar y SS Marcelo Acosta; Enfermero y Timonel: SS Jesús González
Márquez; Auxiliar Control: SS Jorge Luis Núñez; Planos: SS Claudio Meza.
* Dotación: Reparaciones eléctricas y plano de popa: cabo principal (CP) Aníbal
Carrizo; propulsión: CP Ricardo Vázquez, cabo primero (CI) Pablo Cañete y CI
Raúl Plaza; Timonel: CP Juan Córdoba; Comunicaciones: CI Dante Meza;
Sonar: CI Raúl Cascallares y CI Aníbal Romero; Planos: CI Pablo González, CI
Alberto Oviedo y CI Marcelo Gutiérrez; Auxiliar de Guardia: CI Raúl Valles y
CI Andrés Ulloga; Cocinero: CI Eduardo Tello y Camarero: CI Luis Vizcarra