Segunda Guerra Mundial
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Fecha 1 de septiembre de 1939-2 de
septiembre de 1945
(6 años y 1 día)
Caída de los
Imperios japonés e italiano
Creación de las Naciones
Unidas
Emergencia de los Estados
Unidos y la Unión
Soviética como superpotencia
s
Comienzo de la Guerra Fría
Ocupación
de Alemania y Japón
Beligerantes
Potencias del Eje Aliados
Alemania nazi Reino Unido
Reino de Italia Unión Soviética
Imperio del Japón Estados Unidos
Francia de Vichy Francia
Reino de Hungría Polonia
Reino de Rumania Checoslovaquia
Eslovaquia Noruega
Reino de Bulgaria Países Bajos
Croacia Bélgica
Mengjiang Luxemburgo
Manchukuo Resistencia italiana
Chetniks Imperio etíope
India libre Reino de Grecia
Birmania Reino de Yugoslavia
Vietnam Filipinas
Finlandia China
Corea Raj británico
Nankín Canadá
Tailandia Australia
Nueva Zelanda
Reino de Irak
México
Brasil
Sudáfrica
Transjordania
Malasia británica
Birmania británica
Rodesia del Sur
Reino de Egipto
Mongolia
Figuras políticas
Adolf Hitler † Winston
Churchill (1940-
Hirohito
1945)
Benito
Iósif Stalin
Mussolini
Chiang Kai
Shek
Franklin
Delano
Roosevelt † (1941-
1945)
Harry
Truman (1945)
Charles de
Gaulle
Bajas
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Campañas de la Segunda Guerra Mundial
Europa
Polonia
Guerra de broma
Guerra de Invierno
Dinamarca y Noruega
Francia y Benelux
Inglaterra
Balcanes
Frente Oriental
Finlandia
China
Océano Pacífico
Sudeste de Asia
Manchuria (1945)
África Oriental
Mar Mediterráneo
Malta
Yugoslavia
Irak
Siria y Líbano
Irán
Italia
Sur de Francia
Otras campañas
Atlántico
Ártico
Bombardeos estratégicos
América
África Occidental
Océano Índico (Madagascar)
Guerras contemporáneas
Guerra franco-tailandesa
Guerra peruano-ecuatoriana
Rebelión Ili
Cronología
Véase también: Anexo:Cronología de la Segunda Guerra Mundial
Antecedentes
Artículo principal: Causas de la Segunda Guerra Mundial
En Europa
Artículo principal: Hechos anteriores a la Segunda Guerra Mundial en Europa
Mapa político de Europa en 1923, tras el final de la Primera Guerra Mundial y la firma de los tratados de
paz.
El caldo de cultivo existente a nivel social, combinado con la Gran Depresión de inicios de
los 30, hizo que la débil República de Weimar no fuera capaz de mantener el orden interno;
los continuos disturbios y conflictos en las calles incrementaron la exigencia de orden y
seguridad por parte de sectores de la población cada vez más amplios. Sobre esa ola de
descontento y rencor, el Partido Nazi, liderado por Adolf Hitler se presentó como el elemento
necesario para devolver la paz, la fuerza y el progreso a la nación. Los ideólogos del partido
establecieron las controvertidas teorías que encauzarían el descontento y justificarán su
ideario: la remilitarización era imprescindible para librarse del yugo opresor de las antiguas
potencias aliadas; la inestabilidad del país era ocasionada por movimientos sociales de
obediencia extranjera (comunistas) o grupos de presión no alemanes (judíos), culpables
además de haber apuñalado por la espalda a la Gran Alemania en 1918; además, Alemania
tiene derecho a recuperar los territorios que fueron suyos, así como asegurarse el necesario
espacio vital (Lebensraum) para asegurar su crecimiento y prosperidad. Todas estas ideas
quedaron plasmadas en el Mein Kampf.
Partiendo de la sensación de afrenta originada por el Pacto de Versalles, los nazis
potenciaron, alimentaron y extendieron la necesidad de reparación en la sociedad alemana,
mezclando los problemas reales con las necesidades de su propio programa político,
presentando el militarismo y la adherencia a la disciplina fascista como las únicas vías
capaces de reconducir la situación. Así se justificó la represión brutal de cualquiera que no
pensara del mismo modo o fuera percibido como un enemigo del Estado. Y el clima existente
a causa del Pacto hizo que a parte de la sociedad no le preocupase lo más mínimo el
incumplimiento de cualquier tipo de tratado internacional. Hasta 1932, el NSDAP fue
incrementando su cuota electoral en las elecciones federales, manteniendo un estilo político
igual de bronco y agresivo que el que practicaba en la calle.
Hitler restauró en Alemania el servicio militar generalizado que había sido prohibido por el
Tratado de Versalles, remilitarizó la Renania en 1936 y puso en práctica una política extranjera
agresiva, el pangermanismo, inspirada en la búsqueda del Lebensraum, destinada a
reagrupar en el seno de un mismo estado a la población germana de Europa central,
comenzando por Austria (Anschluss) en marzo de 1938.
El principal objetivo declarado de la política exterior alemana de la época inmediatamente
anterior a la guerra era, por una parte, la recuperación de esos territorios, así como
del Corredor polaco y la Ciudad libre de Dánzig, en los antiguos territorios de Prusia perdidos
por Alemania después de 1918. Esas reclamaciones territoriales constantes constituían
elementos importantes de inestabilidad internacional, pues Berlín reivindicaba abiertamente su
restitución, de forma cada vez más agresiva, con la intención de reconstruir la Gran
Alemania Großdeutschland.
El apoyo al levantamiento militar del general Francisco Franco en España por parte
de Italia y Alemania con tropas y armamento desafió abiertamente al acuerdo de no-
intervención en el conflicto civil (Guerra Civil Española) de las naciones extranjeras. Hitler
había firmado ya el Pacto de Acero con Mussolini, el único de los dirigentes europeos con un
ideario similar. El apoyo a las fuerzas franquistas fue un intento de establecer un Estado
fascista controlando el acceso al Mediterráneo con vistas a una futura guerra europea, algo
que solo funcionó a medias.
El oeste de Checoslovaquia (la región conocida como los Sudetes) era el hogar de una gran
cantidad de población de ascendencia germana, cuyos derechos, según el gobierno alemán,
estaban siendo infringidos. La anexión de los Sudetes fue aceptada en los Acuerdos de
Múnich en septiembre de 1938 tras una conferencia tripartita entre Alemania, Francia y Gran
Bretaña, donde el francés Édouard Daladier y el primer ministro británico Neville Chamberlain,
siguiendo una Política de apaciguamiento, confiaron en que sería la última reivindicación de
la Alemania nazi. Hitler había transmitido personalmente esa idea a Chamberlain, tras
entregarle un conjunto de informes con supuestas atrocidades cometidas contra habitantes
alemanes en los Sudetes. La postura inglesa y francesa se debía en gran parte a la reticencia
de sus poblaciones a verse envueltos de nuevo en una guerra a escala mundial, así como al
convencimiento (sobre todo por parte de ciertos sectores de la sociedad inglesa) de que
realmente el Tratado de Versalles había sido excesivo.