Sus Asuntos Internos Como Garantía de La Libertad Religiosa y de Cultos y Del Derecho de Asociación
Sus Asuntos Internos Como Garantía de La Libertad Religiosa y de Cultos y Del Derecho de Asociación
Sus Asuntos Internos Como Garantía de La Libertad Religiosa y de Cultos y Del Derecho de Asociación
compromisos no priven a las personas que optan por la vida religiosa de las
posibilidades de asegurar una existencia digna durante toda su vida, en
particular en situaciones de vejez o enfermedad, se erige así en un claro límite
constitucional a la autonomía de las comunidades religiosas para definir las
relaciones con sus integrantes.
Existe pues una vía institucional definida para facilitar la afiliación de los
miembros de las comunidades religiosas al sistema de seguridad social
integral, con el fin de evitar que estos queden desprotegidos frente a las
contingencias derivadas de la vejez, enfermedad o incapacidad. De ahí que
en el evento en que dichas instituciones, en ejercicio de la autonomía que les
es reconocida, optan por no afiliar a sus integrantes al sistema de seguridad
social, se entiende que asumen directamente la obligación de asumir el
cuidado de estos al llegar a la vejez o cuando enfrentan situaciones de
enfermedad o discapacidad, garantizándoles condiciones de vida digna, a
través de los mecanismos de protección y ayuda mutua que las propias
comunidades dispongan para el efecto. Cuando las comunidades se
3
Magistrada Ponente:
MARÍA VICTORIA CALLE CORREA
SENTENCIA
Número Seis.
II.
I. ANTECEDENTES
Margarita Alicia López Yepes (Sor María Elena López Yepes) interpuso
acción de tutela contra el Monasterio Santa Clara de Copacabana solicitando
la protección de sus derechos fundamentales a la vida digna y al mínimo vital.
Considera que la comunidad religiosa desconoció estos postulados
constitucionales al no reintegrarla al monasterio, luego de que trascurridos
cuatro (04) años de retiro le dijeran que no podía volver porque había
desatendido sus ‘votos de obediencia y pobreza’.
Hechos
1. Margarita Alicia López Yepes tiene sesenta y cinco (65) años de edad 1 y
pertenece a la comunidad religiosa del Monasterio Santa Clara de Copacabana
desde hace cuarenta y dos (42) años.2 Como miembro de la comunidad
desarrolló labores domésticas y de recolección de donaciones para la
institución, además de labores de huerta y otros trabajos encomendados por
sus superioras.
2. En abril del año dos mil ocho (2008) la accionante pidió el retiro de la
institución por “los malos tratos de la superiora de ese entonces”.3 En razón
de su petición, salió del claustro y luego de 42 años le dieron por concepto de
“ayuda del monasterio” la suma de un millón de pesos ($1.000.000).4 A los
pocos días de su retiro solicitó el reintegro a la comunidad religiosa e informó
1 Cédula de Ciudadanía de Margarita Alicia López Yepes, en la cual se puede leer que nació el cuatro (4) de
septiembre de mil novecientos cuarenta y ocho (1948). (Folio 3 del cuaderno principal). En adelante, cuando
se haga relación a un folio del expediente se entenderá que hace parte del cuaderno principal, a menos que se
exprese lo contrario.
2 Escrito de impugnación, en cual la accionante manifiesta que “estuvo durante 42 años prestando sus
servicios [a la referida comunidad]”. Dicha información no fue objeto de corrección u oposición por parte de
la demandada. (Folio 90).
3 Declaración Juramentada que rindió la accionante frente al Juez de segunda instancia. Allí manifestó que la
superiora de ese entonces le decía que “era una satánica, diabólica y que era una condenada, y todo fue
porque yo no acepté asistir a unos grupos de oración de la nueva era y que no está permitido en la
comunidad [e] iba en contra de mis principios.” (Folio 96).
4 Recibo del trece (13) de abril de dos mil ocho (2008). (Folio 27). Es de aclarar que la salida del monasterio
no significó para la accionante el retiro definitivo de la comunidad religiosa. Como lo afirmó la entidad
demandada en un escrito enviado al Juez de segunda instancia, “[en este caso] no se puede hablar de ex
religiosa, porque a la fecha sigue siendo religiosa y debe acatar los votos que profesó, [de] pobreza castidad
y obediencia.” La razón principal es porque la accionante no dispensó sus votos, entonces continúa haciendo
parte de la comunidad. (Folio 209).
5
5 Respuesta del diecisiete (17) de mayo de dos mil ocho (2008) de la Congregazione Per Gli Istituti di Vita
Consacrata, a la solicitud de dispensa de votos perpetuos del Monasterio Santa Clara de Copacabana,
Antioquia. (Folio 115).
6 Ob., cit. Declaración juramentada realizada ante el Juez de segunda instancia (Folio 96). Comunicación
enviada por la Abadesa a la accionante el 5 de septiembre de 2011 (Folio 101).
7 Constancias de comunicaciones telefónicas de la accionante con miembros del Monasterio demandado.
(Folios 17 – 25).
8 Copia de la sentencia de tutela del trece (13) des septiembre de dos mil once (2011), proferida por el
Juzgado Primero Promiscuo Municipal con Funciones de Control de Garantías de Copacabana, Antioquia.
(Folios 129 – 135).
9 Acta No. 76 del Consejo del Monasterio Santa Clara. (Folios 14 y 15).
6
10 Recibos de aportes económicos realizados el Monasterio Santa Clara a Margarita Alicia López Yepes, la
accionante. (Folios 27 – 82).
11 Escrito de contestación de la tutela. (Folio 10).
7
10. El fallo fue impugnado por la actora argumentando que el juez de primera
instancia desconoció que ella es una persona de la tercera edad que se
encuentra en franca desventaja para prestar su fuerza de trabajo en el mercado
laboral. Además, señaló que no encuentra razonable que después de haber
prestado sus servicios a la comunidad religiosa durante más de cuarenta (40)
años, no quieran reintegrarla como manifestación del principio de solidaridad,
afirmando simplemente que tiene la posibilidad de acudir al régimen
subsidiado de salud.
12 Sentencia de primera instancia del Juzgado Segundo Promiscuo Municipal con Función de Control de
Garantías de Copacabana, Antioquia. (Folios 85 y 86).
13 Sentencia de segunda instancia del Juzgado Penal del Circuito con Funciones de Conocimiento de
Girardota, Antioquia. (Folios 136 – 147).
14 Ibíd.
8
II. CONSIDERACIONES
Competencia
16 Además de la invocación a Dios en el Preámbulo, como “fuente suprema de toda autoridad”, el carácter
confesional de la Constitución de 1886 se plasma en sus artículos 38 (reconocimiento de la Religión Católica,
Apostólica y Romana como la de la Nación y obligación de protegerla y respetarla como elemento central del
orden social), 40 (permite el ejercicio de todos los cultos, mientras no sean contrarios a la moral cristiana ni a
las leyes) y 41 (la educación pública será organizada y dirigida en concordancia con la Religión Católica).
17 En la sentencia C-027 de 1993 (MP. Simón Rodríguez Rodríguez, SV. José Gregorio Hernández Galindo)
se revisó la constitucionalidad de la Ley 20 de 1974, aprobatoria del "Concordato y Protocolo Final entre la
República de Colombia y la Santa Sede", declarando la inexequibilidad de varios de sus artículos que
desconocían el principio de separación entre Estado e Iglesias, establecían privilegios injustificados para la
Iglesia Católica o, en general, resultaban contrarios a otros preceptos constitucionales.
10
18 MP. Humberto Sierra Porto, SV. Álvaro Tafur Galvis. En ella se declara la inexequibilidad de las normas
del Código Nacional de Policía que establecían la presencia de un representante de la Iglesia Católica en el
Comité de Clasificación de Películas.
11
Al efectuar el control previo de esta ley, la Corte encontró que los preceptos
citados se ajustaban a la Constitución, señalando que: “este tipo de
disposiciones contribuyen a reforzar el régimen de las libertades y a favorecer
el ejercicio organizado de las principales funciones y derechos de las iglesias y
confesiones religiosas, dentro de los términos de la Constitución, y significan la
voluntad del legislador de hacer prevalecer los derechos de las personas, y
procuran su eficacia real y efectiva, tal como lo reclama la Carta Política. No
obstante el amplio margen de facultades y atribuciones de carácter espiritual e
intimo, así como en el plano de la vida social de las iglesias y confesiones, el
proyecto de ley destaca que ellas deben respetar a las personas en sus fueros
íntimos y abstenerse de coacción alguna; en cualquier caso, se deben respetar
los demás derechos constitucionales fundamentales de las personas, en especial
la libertad, la igualdad y la no discriminación”19.
19 Sentencia C-088 de 1994 (MP. Fabio Morón Díaz, SV. Eduardo Cifuentes Muñoz).
20 MP. Simón Rodríguez Rodríguez, SV. José Gregorio Hernández Galindo.
12
21 MP. José Gregorio Hernández Galindo. Este era el caso de unos menores que no fueron bautizados por la
Iglesia Católica, porque uno de ellos era fruto de una relación extramatrimonial y el otro de un matrimonio
civil. Su madre acudió a la acción de tutela, que fue negada argumentando que, en virtud de la autonomía
reconocida a la Iglesia Católica, y demás confesiones religiosas, no es posible ordenarles por vía judicial la
administración de un sacramento.
22 MP. Antonio Barrera Carbonell. Este fue el caso de un ciudadano que se encontraba privado de la libertad
y le solicitó al capellán del centro penitenciario donde cumplía su condena que oficiara su matrimonio dentro
del mismo establecimiento carcelario. Ante su negativa, el recluso acudió a la acción de tutela, que fue negada
por la Corte reiterando el precedente establecido en la sentencia T-200 de 1995.
23 MP. Jaime Córdoba Triviño. En este caso una mujer solicitaba se protegieran sus derechos fundamentales
a la administración de justicia y al debido proceso porque el Tribunal Eclesiástico Regional de Cali se negó a
recibirle la demanda de nulidad de matrimonio católico.
24 Sentencia C-088 de 1994 (MP. Fabio Morón Díaz, SV. Eduardo Cifuentes Muñoz).
25 MP. Fabio Morón Díaz.
13
Este precedente fue reiterado en la sentencia T-1083 de 2002 27, donde se amparó
el derecho a la dignidad humana de un menor con parálisis cerebral, a quien un
sacerdote se negó a dar la comunión durante la celebración de la eucaristía
afirmando que, debido a su condición, el menor era como un “animalito” que no
entendía el significado del sacramento. Aunque el familiar que interpuso la
tutela en nombre del menor también demandaba la protección del derecho a la
igualdad, por el trato discriminatorio que recibió por la negativa del sacerdote a
darle la comunión, la Corte negó el amparo de este derecho, reiterando así el
precedente sobre la autonomía de las iglesias para determinar lo relativo a la
administración de los sacramentos, ámbito en el cual aquellas pueden establecer
tratos desiguales frente a los cuales el Estado no tiene injerencia alguna. Sin
embargo, consideró que “la calificación de un ser humano como “animalito” y
un trato acorde con esta calificación, que se dio con la negativa de autorizar la
participación del menor en los ritos de la comunidad religiosa, implican una
26 MP. Eduardo Cifuentes Muñoz.
27 MP. Eduardo Montealegre Lynett, SV. Álvaro Tafur Galvis.
14
30 MP. Gabriel Eduardo Mendoza Martelo, SV. Juan Carlos Henao Pérez, María Victoria Calle Correa y Luis
Ernesto Vargas.
17
11. En definitiva, en los dos casos en los que esta Corte se ha ocupado de
resolver demandas formuladas por religiosos frente a las comunidades para las
cuales han prestado sus servicios, los amparos no han sido denegados por
razones de fondo, sino porque en los casos concretos se estimó que no
concurrían las causales de procedibilidad de la tutela. Así, en la sentencia T-1084
de 2006, el demandante no hizo uso de todos los mecanismos ordinarios de
defensa judicial, mientras que en la SU-540 de 2007, se estimó que la respuesta
judicial de la Sala Laboral de la Corte Suprema de Justicia no era arbitraria o
irrazonable y que, por tanto, no violaba el derecho al debido proceso. No se
decidió que aquella respuesta fuese la única correcta o la más ajustada a la
aplicación integral del orden constitucional vigente. Entretanto, lo que en esta
sentencia si se definió es que, sin perjuicio del respeto por la autonomía de las
comunidades religiosas y sus miembros para definir las condiciones que
enmarcan sus relaciones, en todo caso debe asegurarse que tales compromisos
no atenten contra la dignidad humana y, en todo caso, preserven condiciones de
existencia dignas para las personas que han optado por la vida consagrada;
condiciones que, en todo caso, deben ser provistas por la respectiva orden,
comunidad o instituto religioso, como contrapartida de lo que aquellas personas
han aportado para el sostenimiento de la comunidad en virtud de los votos
canónicos. La garantía de que tales compromisos no priven a las personas que
optan por la vida religiosa de las posibilidades de asegurar una existencia digna
durante toda su vida, en particular en situaciones de vejez o enfermedad, se erige
así en un claro límite constitucional a la autonomía de las comunidades
religiosas para definir las relaciones con sus integrantes.
La anterior exigencia constituye, por otra parte, una manifestación específica del
principio constitucional de solidaridad, como se explica a continuación.
El compromiso del Estado Social de Derecho para cumplir con este mandato
es asegurar la existencia de una red social amplia, sostenible, eficiente y
efectiva, con vocación de avanzar progresivamente hasta la universalidad de
su cobertura que garantice a las personas en situación vulnerable el goce de
sus derechos fundamentales, estando de cualquier forma garantizado el
derecho fundamental al mínimo vital. Una de las manifestaciones tangibles
del cumplimiento de esta obligación es la existencia de un sistema de
seguridad social, a través del cual se institucionaliza la respuesta social a las
contingencias (enfermedad, vejez, incapacidad, entre otras) que sitúan a las
personas en situación de vulnerabilidad, a fin de garantizar que en tales
circunstancias las personas no quedaran abandonadas a su propia suerte.
Para lograr este propósito no basta con la actuación del Estado. También es
40 Sentencia T-277 de 1999 (MP. Alfredo Beltrán Sierra). La Corte amparó los derechos de una anciana
parapléjica que fue abandonada por sus familiares al cuidado de un tercero, ordenando a su ex esposo cumplir
con la obligación alimentaria que le asistía.
41 Sentencia T-900 de 2002 (MP. Alfredo Beltrán Sierra).
21
19. En el caso de la Iglesia Católica, los preceptos del Código Canónico son
enfáticos en señalar la observancia de esta regla de reciprocidad. Así, para
quienes adoptan la vida consagrada a través de la profesión de los votos
sagrados de castidad, pobreza y obediencia, por un lado se establece, en virtud
del voto de pobreza, “la dependencia y limitación en el uso y disposición de los
bienes, conforme a la norma del derecho propio de cada instituto” (C. 600) y se
dispone que “(t)odo lo que un religioso gane con su propio trabajo o por razón
del instituto, lo adquiere para el instituto. Lo que perciba de cualquier modo en
concepto de pensión, subvención o seguro, lo adquiere para el instituto, a no ser
que establezca otra cosa el derecho propio” (C. 668 §3); también se instaura la
obligación de vivir en comunidad y no ausentarse de la casa del instituto sin
autorización de los superiores (C. 607 §2, 608 y 665). Pero al mismo tiempo se
consagra la obligación a cargo de las comunidades de velar por las necesidades
de sus integrantes al disponer que “(n)o se erigirá ninguna casa religiosa si no
se prevé prudentemente que podrá atenderse de manera adecuada a las
42 Sentencia T-730 de 2010 (MP. Gabriel Eduardo Mendoza Martelo).
22
necesidades de los miembros” (C. 610 §2). Si bien dispone que “quienes
legítimamente salgan de un instituto religioso o hayan sido expulsados de él, no
tienen derecho a exigir nada por cualquier tipo de prestación realizada en el”, a
renglón seguido se establece que “(s)in embargo, el instituto debe observar la
equidad y la caridad evangélica con el miembro que se separe de él” (C. 702).
En relación con los clérigos, esto es, quienes reciben el sacramento del orden
(C.1008), el Código de Derecho Canónico establece que estos “merecen una
retribución conveniente a su condición” y “un debido y suficiente tiempo de
vacaciones” todos los años; pero además dispone que “se ha de cuidar
igualmente de que gocen de asistencia social, mediante la que se provea
adecuadamente a sus necesidades en caso de enfermedad, invalidez o vejez” (C.
281). Entretanto, para el caso de los Obispos que dimitan de su cargo por edad o
enfermedad, se establece que “(l)a Conferencia Episcopal debe cuidar de que se
disponga lo necesario para la conveniente y digna sustentación del Obispo
dimisionario, teniendo en cuenta que la obligación principal recae sobre la
misma diócesis a la que sirvió” (C. 402 §2).
El deber de los institutos religiosos de velar por el sustento de quienes han sido
sus miembros se proyecta incluso sobre quienes han sido sancionados o
expulsados. El Código Canónico señala que: “(a)l imponer penas a un clérigo,
se ha de cuidar siempre de que no carezca de lo necesario para su honesta
sustentación, a no ser que se trate de la expulsión del estado clerical”. Con
todo, en este último supuesto, la misma disposición establece que “(s)in
embargo, procure el Ordinario proveer de la mejor manera posible a la
necesidad de quien, habiendo sido expulsado del estado clerical, se encuentre
en estado de verdadera indigencia por razón de esa pena” (C. 1350). A juicio
de algunos canonistas, esta norma es aplicable, por analogía, para el caso de los
demás religiosos que han sido expulsados de sus comunidades.43
20. Con el fin de garantizar que quienes optan por la vida religiosa no lleguen a
estar desprotegidos, y en aras de facilitar a las propias comunidades cumplir con
los deberes de reciprocidad y ayuda para con sus integrantes, algunos sistemas
jurídicos han establecido la afiliación obligatoria al sistema de seguridad social.
Así, para el caso español, el Real Decreto 3325 de 1981 ordena la inclusión de
los religiosos y religiosas de la Iglesia Católica en el Régimen Especial de la
Seguridad Social de los Trabajadores por Cuenta Propia o Autónomos, excepto
cuando el religioso realice una actividad profesional que dé lugar a su inclusión
en cualquiera de los regímenes que integran el sistema de seguridad social.
43 Velasio de Paolis, La vida consagrada en la Iglesia, Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos e Instituto
de Derecho Canónico “San Dámaso”, 2011, p.p. 417-418.
23
Procedencia de la tutela
26. En el presente caso, la tutela se dirige contra el Monasterio Santa Clara del
Municipio de Copacabana, erigida en la Arquidiócesis de Medellín por Decreto
Arzobispal No. 10 del 10 de febrero de 1971.46 Constituye una persona jurídica
de derecho publico eclesiástico, de acuerdo con lo establecido en el artículo IV
del Concordato Suscrito con la Santa Sede (aprobado por la Ley 20 de 1974) y
el artículo 11 de la Ley 133 de 1994 “Por la cual se desarrolla el Derecho de
Libertad Religiosa y de Cultos”.47 No obstante esta condición, es claro que para
efectos de establecer la procedencia de la acción de tutela contra la Iglesia
Católica y las entidades erigidas conforme al Derecho Canónico, ellas ostentan
la condición de particulares toda vez que, en virtud del principio de separación
entre Estado e Iglesia que viene dado por el carácter laico del primero, la
expresión “autoridades públicas” prevista en el artículo 86 constitucional, sólo
puede interpretarse como autoridades estatales. En consecuencia, es preciso
verificar si en este caso concurre alguno de los supuestos que habilita la
interposición de tutela contra particulares.
27. De acuerdo con los hechos antes narrados y teniendo en cuenta el voto de
obediencia que liga a Margarita Alicia López Yepes con la comunidad religiosa
a la que pertenece, la demandante se encuentra en relación de subordinación con
la entidad demandada. Además, en razón del voto de pobreza que suscribió al
optar por la vida consagrada, todos los frutos de su trabajo han sido entregados a
la comunidad, de la cual depende por completo para satisfacer sus necesidades
básicas. Adicionalmente, se configura la situación de indefensión por cuanto la
solicitante no cuenta, en principio, con otro mecanismo de defensa –
administrativo o judicial – para hacer valer sus derechos a la vida digna, al
mínimo vital y al debido proceso, comprometidos con la decisión de la
comunidad del Monasterio de Santa Clara de no admitirla de nuevo dentro de su
46 Según certificación expedida por el Canciller del Arzobispado de Medellín (Folio 12).
47 Ley 133 de 1994 “Por la cual se desarrolla el Derecho de Libertad Religiosa y de Cultos”. “Artículo 11.
El Estado continúa reconociendo personería jurídica de derecho público eclesiástico a la Iglesia Católica y a
las entidades erigidas o que se erijan conforme a lo establecido en el inciso 1° del artículo IV del
Concordato, aprobado por la Ley 20 de 1974”.
26
28. La Corte considera que el Monasterio de Santa Clara obró en contra del
principio constitucional de solidaridad y afectó los derechos a la vida digna, al
mínimo vital de Margarita Alicia López Yepes, al negarse a admitirla de nuevo
una vez finalizado el término de dos años exclaustración dispuesto por las
autoridades del Vaticano. Asimismo, coincide con lo afirmado por el juez de
segunda instancia, quien constató una vulneración del debido proceso de la
accionante, por haberse iniciado un trámite de expulsión de la comunidad sin el
conocimiento y participación de la afectada.
31. Sin embargo, también es posible constatar que las actuaciones posteriores a
la solicitud de retiro formulada por la actora evidencian la falta de voluntad de la
Abadesa y de las directivas de la congregación, para volver a acoger a Margarita
Alicia López al interior de la comunidad. Además de haber dado cumplimiento
estricto a la sugerencia de exclaustración por el término de dos años formulada
por las autoridades vaticanas, consta la evasiva de las autoridades del
Monasterio para dar respuesta de fondo a las peticiones de la accionante de ser
reintegrada una vez vencido este término, con el pretexto de que el asunto aún
48 La Corte reconoció la existencia de indefensión en supuestos de dependencia económica del solicitante
respecto del particular demandado entre otras, en las sentencias T-125 de 1994 (MP. Eduardo Cifuentes
Muñoz) y T-375 de 1997 (MP. Eduardo Cifuentes Muñoz). Entretanto, en la sentencia T-161 de 1994 (MP.
Eduardo Cifuentes Muñoz) sostuvo que existía situación de indefensión ante la carencia de otros mecanismos
de defensa, administrativos o judiciales.
27
33. La actitud renuente asumida por las directivas del Monasterio de Santa Clara
contrasta no sólo con el deber especial de solidaridad para con las personas
mayores y enfermas, que impone una obligación directa de ayuda y protección
cuando se tiene con ellas un vínculo social o legal del que emana un deber de
cuidado, como sucede en este caso (art. 46 y 95.2 CP.). Contrasta además con lo
establecido en el Código de Derecho Canónico, que prescribe a los Superiores
de los Institutos de Vida Consagrada en relación con los miembros de sus
49 Folio 101.
50 Folio 110.
51 En comunicación del 27 de diciembre de 2012, dirigida a la Abadesa del Convento de Copacabana por
María Nelly del Espíritu Santo, Presidenta de la Federación de Monasterios en Colombia, esta manifiesta que,
ante el ofrecimiento que le hiciera a la Hermana López Yepes de tramitar su ingreso a otro monasterio, esta le
dijo que “le daba miedo entrar a otro monasterio porque si no podía perseverar temía que con eso se
desligaba del de Copacabana” (Folio 25).
28
52 Folios 14-15.
53 Esta norma establece que: “Un miembro también puede ser expulsado por otras causas, siempre que sean
graves, externas, imputables y jurídicamente comprobadas, como son: el descuido habitual de las
obligaciones de la vida consagrada; las reiteradas violaciones de los vínculos sagrados; la desobediencia
pertinaz a los mandatos legítimos de los Superiores en materia grave; el escándalo grave causado por su
conducta culpable; la defensa o difusión pertinaz de doctrinas condenadas por el magisterio de la Iglesia; la
adhesión pública a ideologías contaminadas de materialismo o ateísmo; la ausencia ilegítima de la que se
trata en el c. 665 § 2, por más de un semestre; y otras causas de gravedad semejante, que puede determinar
el derecho propio del instituto”.
54 Según lo previsto en el canon 697: “En los casos de los que se trata en el c. 696, si el Superior mayor,
oído su consejo, considera que debe iniciarse el proceso de expulsión: §1 reunirá o completará las pruebas;
§2 amonestará al miembro por escrito o ante dos testigos, con explícita advertencia de que se procederá a su
expulsión si no se corrige, indicándole claramente la causa y dándole libertad plena para que se defienda; si
la amonestación quedase sin efecto, transcurridos por lo menos quince días, le hará una segunda
amonestación; §3 si también esta amonestación resultase inútil y el Superior mayor con su consejo estima
que consta suficientemente la incorregibilidad y la insuficiencia de la defensa del miembro, pasados sin
efecto quince días desde la última amonestación, enviará al Superior general todas las actas firmadas por sí
mismo y por el notario, a la vez que las respuestas del miembro igualmente firmadas por éste”.
55 Folio 112.
29
35. En esta ocasión, la Corte reitera la autonomía que asiste a las comunidades
religiosas para regir sus asuntos internos y establecer los compromisos
recíprocos entre ellas y sus miembros. En consecuencia, no corresponde a esta
Sala dirimir las controversias surgidas entre la accionante y las demás religiosas
de su congregación en torno a la acusación que se formula a la Hermana López
Yepes de desconocer los votos de pobreza y obediencia. Se trata de una cuestión
que claramente corresponde al ámbito de autonomía del Monasterio Santa Clara
y de las autoridades eclesiásticas a las que éste se sujeta. Hay aquí un conflicto
humano que esta Corte confía pueda ser resuelto de manera satisfactoria para
todas las integrantes de la congregación religiosa, a la luz de los valores
religiosos y los principios de convivencia fraterna y ayuda mutua que han de
orientar las relaciones entre quienes optan por la vida consagrada.
accionante.
III. DECISIÓN
RESUELVE:
Alicia López Yepes, se observen en todo caso las garantías del debido
proceso, tal y como se plasman en las normas del derecho canónico y en las
prescripciones internas de la comunidad, interpretadas de conformidad con lo
establecido en el artículo 29 de la Constitución. En cualquier caso, de llegar a
imponerse la sanción de expulsión, el Monasterio de Santa Clara deberá
garantizarle a la accionante su derecho fundamental al mínimo vital a través
de los mecanismos que la comunidad disponga para el efecto, los cuales
deberán ser idóneos y suficientes para asegurar que la accionante pueda cubrir
sus necesidades básicas y el acceso a los servicios de salud.