Energías Renovables
Energías Renovables
Energías Renovables
Desde hace algunos años, es reconocida la creciente influencia que tiene la energía como detonante
en el crecimiento económico de cualquier país. La gran mayoría de las actividades que se
desempeñan en la vida diaria están interrelacionadas de una u otra forma con el aprovechamiento
de los hidrocarburos y la electricidad. Además, existe una genuina preocupación sobre el papel que
deberán jugar las diversas fuentes de energía en el desarrollo sustentable de las sociedades durante
el Siglo XXI.
Para realizar un análisis objetivo del tema en nuestro país, primero debemos recorrer cómo se han
dado los cambios a nivel mundial por lo que en primer término nos referiremos a sus antecedentes
globales.
En el ámbito mundial, el 89% del consumo total de energía se produce a partir de fuentes no
renovables y sólo el 11% proviene de fuentes renovables como la energía eólica, geotérmica,
hidráulica, mareomotriz, solar y la bioenergía.
En 2008 el consumo mundial de energía eléctrica ascendió a 16,816 TWh, cifra 2.0% superior al valor
registrado en 2007. En su mayor proporción, el crecimiento del consumo eléctrico se registra en las
economías en transición, las cuales continuarán demandando energía eléctrica a mayores tasas que
en los países desarrollados. En cuanto a la capacidad instalada, las centrales termoeléctricas
convencionales mantienen la mayor participación, a excepción de algunos países como Francia,
donde la energía nuclear predomina, o Canadá, Brasil y Noruega, donde las centrales hidroeléctricas
concentran la mayor participación.
En muchos países, el consumo de energía eléctrica tiene una relación de causalidad con el
desempeño de la economía. Un somero análisis visual de las fluctuaciones económicas y las
variaciones en el consumo de electricidad en el mundo ilustran este hecho. Durante la primera
década del siglo XXI, la economía mundial, expresada en términos del PIB, ha fluctuado entre 0.6%
y 5.4% en promedio anual, mientras que el consumo mundial de energía eléctrica ha oscilado de
0.7% a 4.9%. Los mayores crecimientos anuales se han observado en los países no miembros de la
Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), con valores superiores al 7%
durante el periodo 2003-2007, mientras que, hacia 2008, el crecimiento se redujo a 4.5%, como
reflejo de la desaceleración económica previa a la recesión de 2009.
Lo ambiental se caracteriza por una visión transectorial de la realidad y, por lo mismo, en ello inciden
las visiones e intereses de variados actores, científicos y profesionales de distintos temas,
productores, reguladores; todos legítimos, pero a veces contrapuestos.
La gestión constituye, por sí sola, independiente de su ámbito de aplicación, una disciplina que ha
experimentado un notable desarrollo, incluyendo un cuerpo de conceptos, herramientas y prácticas.
En consecuencia, la relevancia o consideración del conocimiento ecológico en los procesos de
gestión dependerá de que los distintos actores que participan del proceso tengan conocimiento y
conciencia de la relevancia y utilidad de considerar el conocimiento ecológico y de la ventaja del uso
de las estrategias gerenciales, las herramientas disponibles en el backgrownd organizacional y la
creatividad para establecer criterios que promuevan acciones concretas. Si se desea que el resto de
los actores del proceso de gestión ambiental le otorguen mayor relevancia a las consideraciones
ecológicas, entonces, es necesario que la Ecología forme parte de su educación.
Para Jiménez (2002) la tendencia actual en materia ambiental es que la dimensión ambiental forme
parte intrínseca de la estrategia corporativa de las empresas. Es decir, lo más apropiado en la
actualidad es contar con una estrategia empresarial que incluya, además de todos los componentes
tradicionales, los aspectos ambientales como parte crítica del éxito de la firma.
Este nuevo enfoque considera los aspectos ambientales en todas las fases de los procesos que lleva
a cabo la empresa para ofrecer un producto o servicio al cliente. Incluso va más allá, ya que exige
tomar en cuenta los residuos generados por el consumo de sus productos y establecer soluciones
de reciclaje o minimizar el uso de materias primas y materiales.
El Banco Mundial en Steer en Armesio et al (2001), considera como uno de los principios para lograr
la sustentabilidad ambiental, el incorporar los aspectos ambientales desde el principio en las
estrategias sectoriales, donde cada uno de los elementos que conforman el entramado societal se
comprometan en la idea de que todo está relacionado con el ambiente, que cada acción repercute
hacia la sustentabilidad o la extinción.
Según este organismo internacional se verifica el adagio de que cuando se trata de proteger el
ambiente, prevenir es mucho más barato y más eficaz que curar (Steer en Armesio et al, 2001).
Los cinco paradigmas de la gestión en la relación entre el hombre y la naturaleza Las diferentes
etapas de esa progresión para comprender los problemas ambientales y sus causas, corresponden
a diferentes maneras de describir la relación fundamental entre el hombre y la naturaleza, y por
tanto a cinco estadios en la evolución de la percepción de esa relación, que se traducirán en la
gestión que es practicada. Colby en Moncayo (2003) identificó cinco elementos que más se destacan
y los asoció a cinco paradigmas, cada uno de ellos con interrogantes y exigencias diferentes,
percibiendo diferentes amenazas y riesgos que se presentan como problemas para el desarrollo.
Como no podría ser de otra manera, propone diversas soluciones y estrategias de gestión. El análisis
que sigue, tiene como referencia la formulación de Colby en Moncayo (2003). Economía de frontera
Fue el paradigma dominante en los países industrializados hasta los años sesenta, en el cual la
naturaleza existe como un instrumento para beneficiar al hombre, siendo explorada, manipulada y
modificada por él, sin importar la manera, siempre para mejorar la calidad material de su vida (Llena,
2009). La naturaleza corresponde al mismo tiempo a la oferta infinita de recursos físicos y como
receptáculo de los subproductos del sistema de producción y de consumo. Así se establece un flujo
de recursos de la naturaleza a la economía y otro flujo de residuos de vuelta para el medio ambiente.
En la teoría y en la práctica, economía y naturaleza están separadas, siendo que el proceso
económico de producción y consumo ocurre dentro de un sistema totalmente cerrado, en el cual
los únicos factores limitantes son trabajo y capital, pues el resto es contorneado por los avances
tecnológicos con su inconfundible capacidad de resolver problemas. Ese enfoque originó una forma
de gestión de la relación entre la actividad humana y la naturaleza, de orientación unilateral, sin
duda antropocéntrica, donde el daño, cuando era notado, podía ser fácilmente reparado, gracias al
desarrollo tecnológico que, así como el progreso y el crecimiento económico, también era infinito.
La debilidad de ese abordaje surgió de la diferencia existente entre vulnerabilidad y daño ecológico
entre los ecosistemas tropicales y templados y de las diferencias entre los tipos de problemas
ambientales que ellos enfrentaban. Hasta hace poco, sólo el agotamiento y los daños ecológicos
impuestos a los trópicos eran irreversibles, mientras que los problemas ambientales de los países
industrializados eran muy diferentes, se relacionaban más con la contaminación industrial. Ecología
profunda Es considerado el paradigma opuesto al anterior, correspondiendo más
característicamente a un movimiento político, a un sistema ético, de valores fundamentalmente
diferente, reaccionando contra las consecuencias del sistema dominante, que dejó atrás aspectos
éticos, sociales y espirituales que intentan ser rescatados por la ecología profunda. Al contrario de
la jerarquía de la economía de frontera, el hombre es colocado en una posición de subordinación a
la naturaleza, lo que fundamenta el establecimiento de algunos de sus dogmas básicos: igualdad de
las especies, reducción de la población humana, autonomía bioregional (reducción de la
dependencia económica, tecnológica, cultural y de comercio apenas entre regiones integradas, con
características ecológicas comunes), promoción de la diversidad ecológica y cultural, economía
orientada al no crecimiento, fin de la dominación de la tecnología, mayor uso de sistemas
tecnológicos y de gestión de sociedades nativas. A pesar de que su implementación exija profundas
reformas en los sistemas legales, económicos y sociales, así como en las concepciones de desarrollo,
algunos de sus principios podrán ser aprovechados en futuras concepciones de desarrollo. Su
fragilidad está vinculada a su propia inviabilidad, pues no es posible esperar que el mundo retorne
a un estilo de vida tan diferente del actual, además de ser impracticable, para un gran número de
personas sería indeseable. Douglas Tompkins, Arne Naess, Gary Synder, Andrew McLowglin,
quienes son algunos de sus principales exponentes se recrean soluciones como el aborto,
vasectomía y reducción de la población humana para dar paso a la reproducción de otras especies,
así son propuestas que se vislumbran desde esta teoría (Chile Unido, 2000). Protección Ambiental
A fines de la década del sesenta, los problemas ambientales de los países industrializados, como la
contaminación, la destrucción de hábitats y de especies, exigieron mayor atención, lo que trajo
como consecuencia el debilitamiento del paradigma dominante hasta entonces. La estrategia de ese
paradigma fue la institucionalización del medio ambiente, de los estudios de impacto ambiental
como forma legal de evaluar los costos y beneficios de la contaminación ambiental.
Los gobiernos crean agencias de protección ambiental, responsables del establecimiento de límites
y mecanismos de corrección cuando éstos fueran sobrepasados, complementados por instrumentos
de comando y control. Los límites aceptables de contaminación eran determinados por la
aceptación y viabilidad económica a corto plazo de las empresas, lo que los tornaba arbitrarios a la
mayoría de ellos. Se justificaba porque los niveles ecológicamente correctos todavía no eran
conocidos. En la industria, la gestión ambiental tenía como principal objetivo controlar el daño, los
límites se concentraban predominantemente en medidas al final del proceso, en lugar de un
tratamiento en toda la planta. Los resultados de este enfoque con relación a las respuestas de las
empresas, son todavía menos significativos, pues la gestión ambiental es vista como costo adicional,
que no tiene facilidades de traducir beneficios ecológicos en términos monetarios. Los problemas
ambientales todavía no son asimilados como límites reales, principalmente debido al carácter
omnipotente de la tecnología, entonces, la interacción entre la actividad humana y la naturaleza se
mantiene unilateral y antropocéntrica, produciendo crecientes saldos negativos para la naturaleza.
Gestión de Recursos La principal razón de cambio del paradigma anterior a éste, se asocia al
crecimiento de los movimientos ecológicos en algunos países en desarrollo. Tema básico del
Informe Brundtland, este tipo de abordaje tiene como eje central, la incorporación de todo tipo de
recursos, biofísicos, humanos, financieros y de infraestructura, en los cálculos de las cuentas
nacionales. Se contrapone directamente con el paradigma anterior en el tratamiento de algunos
temas: los vinculados con el agotamiento de recursos, ahora considerado tema de preocupación; la
contaminación pasa a ser vista como un recurso negativo, que provoca la degradación del capital
natural; el clima y los procesos de regulación son recursos fundamentales y vitales, que deben ser
gerenciados por este enfoque; parques y reservas son considerados recursos genéticos, elementos
fundamentales como reguladores climáticos. Permanece, la concepción antropocéntrica, de
acuerdo con la cual los recursos deben ser gerenciados para que puedan ser usados de forma
continua. Ese tipo de idea era justificada pues predominaba una onda de optimismo, en función de
modelos que respondían al Club de Roma, (Meadows, 2000) suplantando sus conclusiones acerca
de la escasez. Al mismo tiempo, la crisis de la deuda de los países en desarrollo se tornaba más
aguda, estimulando el aumento de las tasas de extracción y de destrucción de recursos naturales,
para viabilizar el pago de la deuda y la atención de necesidades inmediatas, impuestas por el
crecimiento muy rápido de las poblaciones de estos países. Son factores que, considerados en su
conjunto,
fomentaron la continuación de los esfuerzos, fuera de los círculos políticos y económicos de
decisión, conducidos, principalmente por organismos no gubernamentales, que llevaron al
perfeccionamiento de técnicas y metodologías de monitoreo ambiental, disponibilidad de
informaciones con relación al agotamiento de recursos entre otros. Las estrategias de gestión
inherentes a este paradigma, también identificado como Eficiencia Global, deben incluir: eficiencia
energética, conservación de recursos en general, restauración ecológica, monitoreo de la salud
social y de los ecosistemas, adopción del principio del contaminador pagador, para internalizar los
costos sociales de la contaminación y preferencialmente el uso de tecnologías limpias. En este
sentido, el tema principal en la utilización de las fuerzas del mercado para una gestión ambiental
eficiente. Ecodesarrollo Habiendo evolucionado a partir de las limitaciones de las anteriores, el
ecodesarrollo se coloca como un paradigma más adecuado al futuro, pues es él que presupone
mayores y más profundos cambios en el pensamiento y en la práctica. La gestión ambiental es
reorientada hacia la protección ambiental, no más en un sistema cerrado, el cual es sustituido por
el modelo de economía biofísica, una economía abierta, termodinámicamente encajada dentro del
ecosistema, parte del flujo de recursos biofísicos (energía, materiales y los ciclos de procesos
ecológicos) sale del ecosistema para la economía, y la energía degradada (no utilizable) y otros
subproductos (contaminación) fluyen de vuelta para el ecosistema. Uno de los principales objetivos
de este paradigma es sustituir el principio del contaminador pagador por el principio de pagar para
prevenir la contaminación, por medio de la reestructuración de la economía, de acuerdo con los
principios ecológicos de reducción de la actividad económica (Robert, 1994). El ecodesarrollo
incorpora preocupaciones culturales y de equidad social presentes en varias escuelas de la ecología
profunda, en un movimiento dirigido a sintetizar valores biocéntricos y antropocéntricos,
convergiendo en el ecocentrismo, en una posición ni por encima ni por debajo de la naturaleza.
También se traduce ese movimiento como una tentativa de ecologizar la economía, tarea que exige
la incorporación de las incertidumbres ecológicas en un modelo económico y en mecanismos de
planificación, determinando la incorporación de todas las partes en el establecimiento de metas,
selección de medios, división de responsabilidades y beneficios. La concepción de ecodesarrollo, su
teoría de gestión ambiental, de desarrollo y medio ambiente se fundamentan en el reconocimiento
de que el hombre y la naturaleza no son desligados como suponían la filosofía occidental y los
enfoques gubernamentales.
Recursos o energía renovable. Caracterización y tecnologías. Con fines ilustrativos, se pueden citar
algunos de los recursos renovables actualmente utilizados para la producción de energía renovable,
que son: agua, biomasa, radiación solar, viento.
El agua se utiliza para producir energía eléctrica en centrales hidroeléctricas. La cantidad de energía
que se puede extraer del agua, en una zona geográfica concreta, depende del volumen disponible así
como de las características orográficas del terreno por el que transcurre. Las centrales hidráulicas
se subdividen en: regulables, fluyentes y de bombeo.
La biomasa se define como “todo material de origen biológico excluyendo aquellos que han sido
englobados en formaciones geológicas sufriendo un proceso de mineralización”. La caracterización
de la biomasa es muy compleja debido a la diversidad de sustancias que se incluyen bajo esta
denominación: cultivos energéticos (especies leñosas y herbáceas), residuos forestales y de la
industria forestal, residuos procedentes de la ganadería y lodos, etc. La combustión de la biomasa
permite obtener vapor de agua y posteriormente energía eléctrica de forma análoga a lo que se hace
en las centrales térmicas convencionales. En general, se considera que la emisión neta de CO2 de la
energía producida por la biomasa es nula, ya que el CO2 emitido (en su combustión) ha sido
previamente captado en la formación de la materia orgánica. Se puede afirmar, por tanto, que la
biomasa es un recurso renovable, siempre que los ritmos de explotación sean los adecuados para la
zona geográfica de la cual se obtiene, evitando un mal uso de este recurso que pueda conducir a su
agotamiento.
El aprovechamiento de la energía del viento da lugar a lo que se conoce como energía eólica. La
energía se obtiene mediante aerogeneradores que aprovechan la energía cinética del viento
transformándola en energía eléctrica. Este recurso puede calificarse como perpetuo, y la cantidad
potencialmente obtenible en una zona geográfica concreta depende del régimen de vientos y de la
orografía del lugar.
El aprovechamiento de la energía de la radiación solar para la producción de energía eléctrica se
concreta en dos tecnologías diferentes: fotovoltaica y solar térmica, y su potencial está directamente
ligado a la latitud geográfica del lugar (horas de luz diaria) así como al régimen de nubosidad y al
índice de claridad de la zona.
§ En la tecnología fotovoltaica se produce energía eléctrica directamente mediante paneles solares,
que son unos dispositivos de material semiconductor que transforman la energía de la radiación
solar en energía eléctrica de corriente continua
La tecnología solar térmica utiliza la energía térmica de la radiación solar para producir vapor de
agua y a partir del mismo producir energía eléctrica, de forma análoga a lo que se hace en una central
térmica convencional.
Adicionalmente se puede decir que, de los cuatro tipos de recursos renovables descritos, dos de
ellos, el eólico y en menor medida el solar, pueden presentar, y de hecho así lo hacen, un elevado
nivel de aleatoriedad e impredictibilidad en su producción. Además, estos dos tipos de energía
renovable podrían clasificarse como intermitentes y de carácter poco gestionable, y su papel se
limita a disminuir el consumo de combustibles fósiles y las emisiones de CO2, pero al ser
intermitente su producción no aportan seguridad de suministro al Sistema en un instante concreto
por lo que la seguridad de suministro que requiere la demanda no gestionable, debe ser aportada por
otras tecnologías. Estas características intrínsecas de estas energías tienen gran importancia a la
hora de integrar la energía eléctrica producida a partir de las mismas en el Sistema Eléctrico
Economía de las energías renovables. De acuerdo con lo anterior, puede decirse que cada tecnología
renovable presenta unas características propias que condicionan su desarrollo así como las
necesidades de apoyo que le son necesarios. En general, las tecnologías renovables tienen costes
de desarrollo más elevados que las tecnologías convencionales y, a su vez, muy diferentes entre sí.
La tecnología eólica terrestre y la fotovoltaica son las únicas que están relativamente cerca de la
competitividad. Las tecnologías solar termoeléctrica y eólica marina se encuentran muy lejos de ser
competitivas y todavía necesitan elevados apoyos para asegurar su rentabilidad económica. A medio
camino podría encontrarse la utilización de la biomasa, con una estimación del coste medio de
producción en el entorno de los 4,82 c€/kWh para 2016 según recoge el PER[89] para biomasa
procedente de instalaciones industriales del sector agrícola y procedente de cultivos energéticos,
que en el pasado fueron las fuentes más consumidas; el coste medio definitivo dependerá de la
disponibilidad de biomasa y de que se pueda establecer un sistema de recogida y transporte de la
misma hasta el lugar de quemado que sea competitivo económicamente.
La situación actual de cada una de las energías renovables en España y sus horas de utilización anual
se resume en lo siguiente:
Hidráulica: existe potencial para el desarrollo de bombeos y ampliación de las centrales existentes,
si bien existe una limitación importante de nuevos emplazamientos debido a motivos
medioambientales. En la actualidad existen proyectos que totalizan 2.040 MW de potencia hidráulica
instalada. Las previsiones según el PER para el año 2020 acerca de la potencia instalada de energía
hidráulica alcanza los 26.950 MW en un escenario óptimo. Durante el año 2016 la producción
hidráulica fue de 39,2 TWh aproximadamente, lo que representa un 15% de la cobertura de la
demanda energética anual (ver Tecnologías y costes de generación eléctrica). Esta cifra es muy
matizable ya que hay que destacar la variabilidad anual en la producción hidráulica debido al régimen
de pluviosidad que da una variabilidad tan grande que puede ir desde los 20 TWh hasta los 42 TWh.
Eólica: la terrestre está próxima a la competitividad (dependiendo siempre del nivel de precios del
mercado) y actualmente la media de utilización (periodo 2006-2016) de la potencia instalada es de
unas 2.103 horas.
Biomasa: en nuestro país, su desarrollo dependerá de si se resuelven de forma satisfactoria las
barreras de integración existentes para este tipo de energía
Ningún rincón del mundo está a salvo de las devastadoras consecuencias del cambio
climático. El aumento de las temperaturas es la causa directa de la degradación ambiental,
los desastres naturales, las condiciones meteorológicas extremas, la inseguridad
alimentaria e hídrica, la disrupción económica, los conflictos y el terrorismo. Sube el nivel
del mar, se derrite el Ártico, mueren los arrecifes de coral, se acidifican los océanos y arden
los bosques. Está claro que no podemos seguir así. A medida que el costo infinito del
cambio climático alcanza niveles irreversibles, ha llegado el momento de emprender
audaces acciones colectivas
Los últimos cuatro años fueron los cuatro más cálidos de la historia. Según un informe de
la Organización Meteorológica Mundial (OMM) de septiembre de 2019, estamos al menos
un grado centígrado por encima de los niveles preindustriales y cerca de lo que los
científicos advierten que sería “un riesgo inaceptable”. El Acuerdo de París de 2015 sobre
el cambio climático exige que el calentamiento final se mantenga “muy por debajo” de los
dos grados centígrados, y que se prosigan los esfuerzos para limitar aún más el aumento a
1,5 grados. Pero si no reducimos las emisiones globales, las temperaturas podrían
aumentar hasta tres grados centígrados para el año 2100, causando más daños
irreversibles a nuestros ecosistemas.
Los glaciares y los mantos de hielo de las regiones polares y montañosas ya se están
derritiendo más rápidamente que nunca, lo que provoca el aumento del nivel del mar. Casi
dos tercios de las ciudades del mundo con una población de más de cinco millones de
habitantes se encuentran en zonas donde hay riesgo de aumento del nivel del mar y casi el
40 % de la población mundial vive a menos de 100 km de la costa. Si no se toman medidas,
veremos con nuestros propios ojos cómo barrios enteros de Nueva York, Shangái, Abu
Dhabi, Osaka, Río de Janeiro y muchas otras ciudades acaban bajo el agua, desplazando a
millones de personas.
INSEGURIDAD ALIMENTARIA
El calentamiento global afecta la seguridad alimentaria e hídrica de todos. El cambio
climático es una causa directa de la degradación del suelo, que limita la cantidad de
carbono que la tierra logra contener. En la actualidad, unos 500 millones de personas viven
en zonas afectadas por la erosión, mientras que hasta un 30 % de los alimentos se pierden
o se desperdician como resultado de ella. Mientras tanto, el cambio climático limita la
disponibilidad y la calidad del agua para el consumo humano y la agricultura.
En muchas regiones, cultivos que prosperaron durante siglos apenas logran sobrevivir, lo
que hace que la seguridad alimentaria sea más precaria; en esos casos, los principales
afectados suelen ser los pobres y vulnerables. Es probable que el impacto del
calentamiento global haga que la producción económica entre los países más ricos y los
más pobres del mundo sea aún más dispar.
El Protocolo de Kioto de 1997 por el cambio climático En 1997 se celebra en Japón el Protocolo de
Kioto, que reúne a representantes de todo el mundo por el compromiso en la reducción de gases
de efecto invernadero que provocan el cambio climático y el calentamiento global. El Protocolo de
Kioto (Japón), celebrado en 1997, es un protocolo de la Convención Marco de las Naciones Unidas
sobre el Cambio Climático (CMNUCC), y un acuerdo internacional que tiene por objetivo reducir las
emisiones de seis gases de efecto invernadero que causan el calentamiento global: dióxido de
carbono (CO2), gas metano (CH4) y óxido nitroso (N2O), y los otros tres son gases industriales
fluorados: hidrofluorocarburos (HFC), perfluorocarbonos (PFC) y hexafluoruro de azufre (SF6). Se
busca una disminución en un porcentaje cercano al 5 %, dentro del periodo que va de 2008 a 2012,
en comparación a las emisiones a 1990. El Protocolo de Kioto sienta las bases para la concreción del
compromiso de reducir las emisiones un 7% en la década siguiente, compromiso que habían
alcanzado los países que se reunieron en Río cinco años antes. En 1998, los países industrializados
aumentaron sus emisiones hasta un 10%, entre ellos EE.UU., que sobrepasó los límites
aumentándolas más de un 20%. Para evitar los controles, muchos de estos países han trasladado
sus fábricas a naciones en vías de desarrollo, donde las emisiones están creciendo a una media de
un 6% anual. El acuerdo entró en vigor el 16 de febrero de 2005, después de la ratificación por parte
de Rusia el 18 de noviembre de 2004. El objetivo principal es disminuir el cambio climático cuya
base es el incremento forzado del efecto invernadero. Además del cumplimiento que estos países
han hecho en cuanto a la emisión de gases de efecto invernadero se promovió también la
generación de un desarrollo sostenible, de tal forma que se abogue por las energías no
convencionales y así disminuya el calentamiento global.
LA CUMBRE DE COPENHAGUE
En 2009 hubo la esperanza de ser un año clave en la lucha contra el cambio climático. Líderes
mundiales de 192 países miembros de la Convención Marco de las Naciones Unidas del Cambio
Climático, (CMNUCC), se reunieron para dar continuidad al Protocolo de Kioto en la XV Conferencia
Internacional sobre el Cambio Climático que se celebró del 7 al 18 de diciembre en Copenhague,
Dinamarca (también conocida como COP 15, por sus siglas en inglés). El objetivo de la conferencia,
según los organizadores fue "la conclusión de un acuerdo jurídicamente vinculante sobre el clima,
válido en todo el mundo, que se aplique a partir de 2012." Por otra parte, se propuso como objetivo
para la reunión de Copenhague, establecer fuertes compromisos vinculantes de emisiones para los
países desarrollados ricos de al menos 40% por debajo de los niveles de 1990 para apoyar a los
países más afectados por el cambio climático, Objetivo que no se cumplió. En dicha cumbre debería
haber salido un acuerdo que garantice que las emisiones responsables del cambio climático se
reduzcan lo suficiente y asegurar así que el aumento de la temperatura global se mantenga por
debajo de los +2ºC. Sin embargo, esto no paso. El año 2009 tiene que ser recordado como el año de
la Cumbre de Copenhague, en la que el mundo trató de encontrar una respuesta al problema del
cambio climático, pero falto voluntad política para afrontar este reto. En la cumbre se reunieron los
mejores expertos en medio ambiente los ministros o jefes de estado y organizaciones no
gubernamentales de los 192 países miembros de la CMNUCC. Esta fue la última conferencia para
preparar el periodo post-Kioto. Por primera vez, los Estados Unidos hicieron presencia, el presidente
Obama asistió, pero no se comprometió a reducir los gases efecto invernadero en la medida que
requiere el planeta. Según WWF (Wildlife World Fund), el texto final es tan débil, incompleto y
confuso que no previene de las peligrosas consecuencias de esta amenaza para el Planeta. “Las
promesas de reducción ofrecidas hasta ahora no son suficientes para proteger a nuestro Planeta de
los peligros del cambio climático, ni suficientes para solucionar la división entre los países ricos y
pobres”. Quizá la conclusión más divulgada fue que “La Cumbre del Clima termina con un texto que
no es justo, ni ambicioso, ni jurídicamente vinculante”. La Cumbre de las Naciones Unidas de Cambio
Climático de Copenhague ha sido un fracaso, debido al escaso liderazgo y a la poca ambición de los
jefes de Estado que acudieron a Copenhague. Según WWF, Políticos de todo el mundo están de
acuerdo en que hay que permanecer por debajo del umbral peligroso de los 2º C. Sin embargo, los
cálculos del texto aprobado en Copenhague permitirán que la temperatura suba más de 3ºC. El
acuerdo no incluye metas que garanticen que el calentamiento del planeta se mantendrá por debajo
de los 2ºC. La ciencia es clara en que se necesita una reducción de emisiones de al menos el 40% en
2020. Estas metas específicas son esenciales para cualquier protocolo que con seriedad busque un
planeta futuro para las presentes y futuras generaciones.
Acuerdo de París
Un lugar y un año: la capital francesa, 2015. Y un hito histórico: por primera vez tanto los países
desarrollados como en vías de desarrollo se comprometían a reducir las emisiones de gases de
efecto invernadero (GEI), fundamentalmente las de dióxido de carbono (CO2). En este evento
climático nacía el Acuerdo de París lo firmaron 195 naciones. El triple objetivo del Acuerdo de París
sigue siendo limitar el aumento medio de la temperatura global a 2 grados centígrados respecto a
los niveles preindustriales, redoblar esfuerzos para no superar la cota de 1,5 grados a final de este
siglo y alcanzar la neutralidad climática en 2050, es decir, que la cantidad de CO2 liberado a la
atmósfera (el principal gas causante del calentamiento global) por la actividad humana sea
equivalente a la que absorben los sumideros naturales, como los bosques. el cumplimiento del
Acuerdo de París se considera voluntario, sin embargo, la presentación de compromisos es
vinculante, involucra a todas las naciones y, también por vez primera, a actores no estatales como
gobiernos regionales y locales, empresas, inversores y la sociedad civil. Estos actores se agrupan en
la plataforma NAZCA, con más de 18.200 integrantes y más de 27.000 acciones e iniciativas
climáticas, según cifras de su web. Además, el Acuerdo impulsa la inversión sostenible al alinear la
financiación con sus objetivos climáticos a partir de criterios ambientales, sociales y de gobierno
corporativo. La finalidad de esta medida clave es que las entidades financieras y los mercados
redirijan flujos de capital hacia proyectos verdes. En otras palabras, su implementación implica la
superación paulatina de las energías fósiles (carbón, petróleo y gas), el principio del reinado de las
energías renovables (solar fotovoltaica, eólica, biomasa, hidráulica, biocarburantes…) y revertir la
tradicional tendencia de crecer a costa de contaminar más