Infanticidio Desde La Perspectiva Sur Boliviana Origen
Infanticidio Desde La Perspectiva Sur Boliviana Origen
Infanticidio Desde La Perspectiva Sur Boliviana Origen
(Rituales y Ofrendas)
Antecedentes
El 4 de agosto de 2018, una pastora de ovejas halló un altar hecho de piedras en las faldas
del cerro Tata Sabaya, en Oruro. En un hueco, en medio de las piedras, encontró a un niño
recién nacido, ya sin vida. Estaba desnudo, aún tenía parte de su cordón umbilical y a su
alrededor habían decenas de hojas de coca rodeándolo, además de algunas botellas de
alcohol con el que había sido rociado. La pastora llamó a un pariente y este a la Policía.
Han pasado más de siete meses y no se sabe nada más del caso. El cerro Tata Sabaya es, en
realidad, un volcán de 5.430 metros de altura, sin actividad desde hace 6.000 años. En una
mezcla de quechua y aymara, su nombre, Tata Sabaya, significa Padre Diablo o Padre
Demonio.
Con el tiempo, según testimonios recogidos por periodistas que cubrieron el hallazgo del
altar de sacrificios, el Tata Sabaya “pidió sacrificios de primogénitos humanos, y los
monumentos de piedras comenzaron a aparecer” los primeros días del mes de agosto de
cada año, porque “ese es el mes de diablo”.
EL CASO DE JOEL Otro caso que conmocionó a la población, pero que ha quedado sin
resolver e impune es de Joel Condori Aliaga, un niño de ocho años que desapareció el 14
septiembre de 2018 y que supuestamente fue sacrificado al Tío (diablo) en una mina de la
provincia Muñecas de La Paz para hallar más mineral.
Tras dos días de búsqueda, a la casa de los padres del menor llegó una carta diciéndoles:
“El niño perdido de don Norberto Condori Chambi, los mineros lo han traído para hacer
wajtacha o ritual en la mina y lo enterraron el viernes 21 de septiembre por la noche”.
“Una comisión, con pompa y sonaja, buscó al niño en la mina y no lo halló. Dijo que quizás
habría sido víctima de trata y tráfico, pero varias personas dijeron que había sido
sacrificado. Esas personas han sido identificadas, pero hoy ya no quieren decir nada porque
allá, si hablas demás, te matan”, lamentó Ibarra, quien conversó durante tres horas con los
padres de Joel Condori.
“El abuelo paterno del niño fue a una fiesta de la comunidad y ahí se le acercó un señor con
los ojos llenos de lágrimas. Le dijo: ‘Tu nieto tiene que estar con mi nieta en la mina. Mi
hija ofrendó a mi nieta de ocho meses para ser socia de la mina. Estoy seguro que tu nieto
está con mi nietita’. Sin embargo, nadie declara ante las autoridades. Y los padres de Joel,
después de tanta bulla, ahora están en silencio. Sus abogados son del Ministerio de Justicia,
pero no hay avances. El grito de la Red Ciudadana es ¿Dónde está Joel?. No podemos
seguir disfrazando de rituales estos infanticidios. Es una atrocidad, es un primitivismo
salvaje lo que está pasando en nuestro país”. Y así se lo ha dicho a Telemundo y a otras
cadenas internacionales que difundieron la noticia de los sacrificios de niños en Bolivia.
EL NIÑO CON DOWN Otro caso que preocupó a la Red Ciudadana de Prevención del
Infanticidio es el de un pequeño de tres años que tiene Síndrome de Down. “Sus padres
estaban separados y la mamá no estaba recibiendo ninguna pensión para mantener a la
criatura. Entonces, ella fue a dejarle por una semana con el padre, un militar, para que él se
ocupe. El progenitor fue quien mandó a abandonar a su hijo en la boca de una mina de
Oruro”, describe Ibarra.
La defensora de los derechos de los niños, cree que el padre del niño con Síndrome de
Down quiso deshacerse de él y mandó a dejarlo en una mina. “Pero, bendito Dios, el
cuidador de esa mina actuó con lucidez y en apego a la ley. Llamó a la Defensoría de la
Niñez y lo salvó”. El caso provocó indignación social porque aún estaba fresca la
desaparición de Joel. “La justicia patriarcal encarceló a la madre por haber dejado al niño
con el padre. ¿Acaso eso es delito? Lo dejó con el padre, con otro responsable legal, no con
un extraño. Pero ella está encerrada y élestá prófugo, feliz e impune”, protestó la activista.
Según Melisa Ibarra “es difícil ver en el campo un niño en silla de ruedas, con muletas,
autista o con Síndrome de Down. “Si nacen, los matan de inmediato, los venden, los
regalan, los esconden y dejan morir”.
Desde agosto de 2018, tres casos son investigados en Bolivia. El del bebé asesinado en el
altar al Tata Sabaya; el del niño Joel Condori de ocho años, que desapareció y según
testigos fue raptado por mineros para sacrificarlo al Tío de una mina; y el de un niño con
Síndrome de Down que fue abandonado en una mina, presuntamente, para que los mineros
lo sacrifiquen.
El pasado 18 de julio de 2007 Radio Vaticano se hacía eco de la voz de sus misioneros en
el África negra. Sacerdotes combonianos, padres blancos y otras ordenes misionales en
distintos puntos de África unían sus voces en una denuncia conjunta. Miles de niños en
todo el continente eran víctimas de malos tratos, torturas, violaciones e incluso asesinatos,
en el contexto de la brujería tradicional y la superstición más irracional. Me consta, por mi
relación con muchos misioneros africanos, que saben de lo que hablan. Sin embargo, para
los laicos más recalcitrantes, un informe de Save de Children resultaba todavía mucho más
demoledor que las denuncias de los misioneros cristianos. Según esta organización, y sólo
en la República Democrática del Congo alrededor de 70.000 niños habían sido acusados o
perseguidos por razones relacionadas con la brujería. La mayor parte en la capital,
Kinshasa. Según este espeluznante informe algunos rasgos de malnutrición, baja estatura,
carácter violento o desordenado, enuresis, epilepsia, o malformaciones, podían ser
interpretados como síntomas de posesión o brujería, y desencadenar la marginación, el
abandono o incluso atentados violentos contra esos niños. A esto hay que unir un fenómeno
aterrador, también remarcado en el informe de Save de Children, y que yo he podido
constatar en varios centros de acogida para seropositivos en diferentes países africanos: el
SIDA ha dejado huérfanos a 9 millones de niños en todo África. Doy fe de que los medios
para la lucha contra el SIDA en la mayoría de esos centros médicos, como el del Dr.
Nknoma son paupérrimos, y el especio para acoger a los huérfanos, insuficiente, eso ha
provocado que miles de niños terminen vagando a su suerte por las calles de las grandes
capitales africanas, siendo víctimas de todo tipo de abusos. Por ejemplo, la irracional
creencia en que el SIDA se cura teniendo relaciones con menores vírgenes, desató una
oleada de violaciones de niños espantosa. Aunque más terrorífica fue la leyenda urbana de
que los genitales de esos niños, utilizados en pócimas mágicas, podían matar el VIH, lo que
produjo casos de ataques a menores y mutilaciones de sus órganos sexuales, de una
crueldad indescriptible. Algunos de esos niños, que pudieron sobrevivir a la brutal
amputación, y que fueron tratados médicamente en Europa, nos han ofrecido testimonios
aterradores, como el de Jeffery Mkhonto, de 12 años.
Quien esto escribe ha visitado centros de lucha contra el SIDA en África donde el único
instrumental técnico para la lucha contra el VIH eran unas bicicletas, con las que los
voluntarios visitaban las aldeas más pérdidas para alertar sobre las prácticas de riesgo,
enseñar el uso del preservativo, etc. Esos voluntarios han sido los primeros en enfrentarse a
las supersticiones que atribuyen al sexo con niños, o a sus genitales, poderes curativos. Pero
existe algo aún más peligroso que ha victimizado todavía más a los niños africanos: el
fanatismo cristiano. La mutación teológica que encontramos en África, donde el
cristianismo occidental sufre indecibles mestizajes con todo tipo de religiones animistas
ancestrales, ha producido en los primeros años del siglo XXI un entramado de sectas
pseudocristianas, especialmente de tendencia pseudoevangélica, donde se ha gestado el
fenómeno de los asesinatos de “niños-brujo”. Según Save de Children, solo en Kinshasa, a
finales del año 2000, se registraban 2177 sectas religiosas, más o menos fundamentalistas.
En esa misma capital, hasta 30.000 niños han sido víctima de malos tratos y agresiones,
acusados de brujería. Para comprender este incomprensible comportamiento es necesario
recordar los 32 años de dictadura de Mobuto, que dejaron más de 3 millones de muertos y
una atroz guerra civil. Tras su derrocamiento, en 1997, todo tipo de sectas religiosas se
implantó en la zona, mezclando una fundamentalista forma de evangelismo con las
tradiciones animistas africanas. El fenómeno de Harry Potter, se unió a finales del siglo XX
al absurdo entramado de supersticiones sectarias, que pusieron a los niños en el punto de
mira de los predicadores más radicales. Por irracional que parezca, comenzaron a
producirse testimonios de “niños voladores”, hechizos infantiles contra el ganado, y demás
tonterías. El resultado fue que la sinrazón de las brujas de Salem, se está repitiendo en toda
África. A finales de noviembre de 2007 un informe de UNICEF nos ofrecía cifras no menos
pesimistas. En sólo una ciudad pequeña del norte de Angola eran identificados 432 niños
abandonados en la calle, que habían sido expulsados de sus hogares o maltratados acusados
de brujería. Los 27 años de guerra que diezmaron Angola hasta 2002 dejaron miles de
huérfanos, que ahora son acusados de practicar la brujería o, lo que es peor, son utilizados
para la comisión de crímenes rituales. Muti: la medicina mortal Además de mutilaciones
sexuales y violaciones infantiles contra el SIDA, del abandono, tortura y asesinato de miles
de niños acusados de ser unos Harry Potter africanos, y de todo el dolor, marginación y
sufrimiento originado por las guerras en Angola, Sierra Leona, Congo, Mozambique, etc.
Existe algo más. En noviembre de 2007, hace solo unas semanas, un terrorífico titular
salpicaba los teletipos de medio mundo. Tres personas eran detenidas en Sudáfrica tras
decapitar a un niño de 7 años en un ritual de brujería. El macabro crimen se cometió en
Clermont, al este del país. El niño había desaparecido el 1 de noviembre pasado y el cuerpo
decapitado fue encontrado un día después, pero las autoridades sudafricanas no divulgaron
la noticia, para no entorpecer la investigación policial, hasta mediados de mes, cuando se
produjo la detención de los sospechosos. Según Bongani Khomo, portavoz de la policía
judicial sudafricana, la investigación sugería que los detenidos habían actuado como
sicarios contratados por una tercera persona, que habría abonado la suma de 20.000 rands
(unos 2.100 euros), por el ritual de brujería que implicaba el sacrificio humano de un niño.
"Creemos -continuaba la declaración de Khomo- que la cabeza del niño iba a ser utilizada
para “muti", agregó el portavoz, refiriéndose a los rituales sudafricanos que realizan
curanderos o brujos y en los que se suelen utilizar hierbas o restos de animales. Y en
algunos casos extremos, ofrendas humanas. Un tipo de sacrificios rituales, cuyo origen se
pierde en la noche de los tiempos, y que fueron practicados tanto en África como en la
América precolombina, o la Asia pre colonial. Sin embargo, la policía occidental ha
empezado a enfrentarse a casos similares detectados en Europa, Norteamérica, etc.
Vinculado a sectas reivindicaditas de viejos cultos ancestrales, en ocasiones asociados a
núcleos de inmigración africana, latinoamericana, etc. Quien eso escribe ha tenido la
oportunidad de investigar personalmente casos de presuntos asesinatos rituales de menores
incluso en España, aunque esa es otra historia.
Cécile, treinta años y francesa de Aquitania, decide viajar a Benín en busca del novio con el
que acaba de romper. Andando por una carretera del norte del país se cruza con una joven
madre, muy asustada, que le entrega el bebé que lleva en brazos y desaparece corriendo.
Cécile adopta al niño y Lancelot crece en Francia. Cuando cumple siete años, madre e hijo
viajan al país de sus orígenes e intentan averiguar el secreto que motivó su abandono.
En los cines franceses acaba de estrenarse “Le secret de l’enfant fourmi” (El secreto del
niño hormiga), primer largometraje de la directora Christine François, rodado en el norte de
Benín, que aborda la cuestión de los que, en algunas comunidades del país, como
las baribás, se conocen como “niños brujos”, víctimas muchas veces de infanticidios
rituales. La intención de la cineasta ha sido presentar “un cruce de miradas entre dos
culturas, en una película de amor y aventuras que puede entender el público de los dos
continentes, África y Europa”. El estreno mundial se la película, el 28 de marzo de 2012,
tuvo lugar en Paraku (una ciudad baribá del norte, donde también se llevó a cabo el casting
para la coproducción franco-beninesa). Según los organizadores “fue todo un éxito desde el
punto de vista africano”. En Francia ha contado con el apoyo explícito de varias
asociaciones de padres adoptivos.
«Cuando los Blancos gesticulan los brujos salen de los pozos», dice una sentencia africana
que, en cualquier otra situación, podría parecer una boutade. Le secret de l’enfant fourmi no
es un documental. Es ficción, aunque inspirada directamente en una de las más horrendas
prácticas tradicionales de algunos rincones africanos, el infanticidio ritual que Unicef, la
agencia de la ONU para la protección de la infancia, viene combatiendo desde su creación y
que la película ha devuelto ahora al primer plano de la actualidad.
Lo que podría parecer un relato de mal gusto no es más que una realidad: en pleno siglo
XXI se sigue matando fríamente a algunos niños por motivos relacionados con la brujería y
la magia. Los infanticidios rituales son una práctica con una historia milenaria que ha
atravesado el tiempo. “El infanticidio ritual consiste generalmente en matar a un recién
nacido, condenado por la comunidad a causa del hecho de haber nacido en condiciones
perjudiciales para la paz, la felicidad o la tranquilidad de su familia o su medio”, escribe
Gérard Guedebgue en el informe «Niños brujos e infanticidio ritual en Benín».
El infanticidio ritual es una práctica tradicional secular tan vieja como la cultura del pueblo
baatonu: “Se trata de una tradición nacida en el seno de este pueblo, no lo han copiado de
ningún otro lugar a pesar de que le infanticidio también forma parte de otras culturas”,
certifica en el ensayo Baki Bissimou, un “hombre sabio” de la región de Bori, y la única
persona que accedió a hablar con Guedebgue. La manera en que explica el fenómeno no
tiene nada que ver con creencias religiosas ni con la necesidad de calmar a un dios, como
era el caso de los sacrificios humanos entre los aztecas, o en otros antiguos reinos africanos:
“Se trata sobre todo de conjurar algún tipo de mala suerte que amenaza a la comunidad ante
la llegada al mundo de un niño brujo”.
Con tal disparidad de criterios resulta evidente que muchos niños son considerados
«brujos», y por ello condenados a muerte. En una memoria presentada en Benín, en el curso
universitario 2001-2002, la socióloga Dagba M. Olga revela el sentido profundo de los
diferentes nacimientos “anormales” de los niños declarados brujos” Nacer con los pies por
delante es señal de que el niño supera a todos. No es, por tanto, humano así que debe ser
castigado con la “reparación”. Nacer de culo es señal de desgracia. Ese niño es una
amenaza para su familia y para todo su entorno social. Nacer boca abajo es un mal presagio
para el entorno. Es la más peligrosa de las posturas. Al tener la cara en el suelo mojado con
la sangre del parto, el niño será un bebedor de sangre humana”.
En general, según la página Afrika.com, los niños que no nacen de cabeza, con el rostro
mirando al cielo, son niños brujos, y la tradición exige que sean sacrificados. Según IRIN,
la Agencia de prensa de Naciones Unidas, en las comunidades de los baatonus, bokos y
peuls, “los bebés cuyo nacimiento no obedece a determinadas ‘normas tribales’ son
malditos y tienen que ser sacrificados”. En los casos de padres compasivos, abandonarán al
niño en el bosque, donde acabará muriendo o le salvará un alma caritativa. “Con
frecuencia, los campesinos cuando van al campo, o las mujeres cuando se dirigen al
mercado, recogen por el camino bebés abandonados y nos los traen. Es un drama”, dice
Alexis Agbo, del Centro de Acogida y protección del niño (CASE), una ONG local
implicada en la lucha contra el infanticidio ritual en Benin.
Según Unicef, las comunidades que practican infanticidios rituales tienen creencias muy
arraigadas que exigen “ser lavadas” de esos niños, por lo que su muerte se considera una
“liberación”. Las personas encargadas de matarles se llaman “reparadores”. Una vez que él
se decide que el niño es un brujo, el jefe de la colectividad va a buscar al reparador, o
verdugo quien, normalmente, le atará una cuerda a los tobillos y le dará varias vueltas
alrededor de un árbol antes de estrellar la cabeza contra el tronco. En otros casos le ahogará
o envenenará, para exorcizar el mal que haya podido traer a la tierra. El sacerdote católico
Jean Agonkoin Gbassi, lo explicaba así en una conferencia que dio en septiembre de 2002
en la localidad de Saint Sauvan, en Francia: “Estrella el cuerpo del pequeño ser inofensivo
contra un árbol, y luego lo entierra. Después de hacerlo, el verdugo se convierte en
liberador y puede recibir su recompensa”. En efecto, recibe un toro cuando el niño
ejecutado es del sexo masculino y una becerra cuando se trata de una niña. En otras
regiones le pagan en dinero, ropa u otros regalos.
Existen otros medios para eliminar al niño inocente. El verdugo puede por ejemplo
degollarlo. “Conocí a un antiguo verdugo arrepentido que me enseñó el cuchillo con que
efectuaba su sucio trabajo. También se puede ahogar al niño, de una u otra manera,
envenenarle o abandonarle en el bosque, a merced de la intemperie y las fieras salvajes».
“Se trata de un acto horrible que hace correr la sangre del recién nacido en nombre de la
tradición”, explica el antropólogo Boni Goura, miembro de la etnia baatonu, implicado
también en la lucha contra el infanticidio en el norte de Benín, lo mismo que el abad Patrick
Sabi Sika, de la misma etnia, fundador de la ONG Esperanza Lucha contra el Infanticidio
en Benín (ELIB), que también recoge bebés abandonados y en muchos casos consigue su
adopción. Según el abad, mucha parte del problema se resolvería si las parturientas
recibieran el tratamiento médico apropiado.
Pero en Benín, un país de seis millones y medio de habitantes, la mayoría muy pobres y
donde la brujería (juju) forma parte de la cultura ancestral, las asociaciones de protección
de la infancia saben que la solución no está a la vuelta de la esquina. A pesar de las
campañas de información y sensibilización, muchas comunidades perpetúan la práctica
«con total impunidad ». Según Agbo y Sabi Sika, cuando los “niños brujos” logran
sobrevivir, las comunidades les consideran responsables de las desgracias que puedan
suceder a su familia: “Los niños que, por milagro o por suerte, se salvan y continúan
viviendo en su medio social quedan traumatizados para siempre y marcados por un
paradójico sentimiento de culpabilidad. Su integración es muy difícil. Sobre ellos pesa una
continua amenaza de muerte, si las cosas vienen mal dadas a su familia. Esos niños tienen
que enfrentarse incluso con la hostilidad de sus compañeros de clase”.
Unicef hace todo lo que está en su mano para promover la lucha contra la impunidad en los
casos de infanticidio ritual y abandono de niños. El gobierno de Benín y la organización
trabajan juntos para reforzar el arsenal jurídico del país, para que el Código de los Niños,
que debe aprobar la Asamblea Nacional, defina el infanticidio ritual como un crimen, y lo
castigue como tal. “Se trata de un avance positivo: del reconocimiento público del
infanticidio sobre la base la brujería, y de abordarlo en un marco jurídico reconociéndolo
como un delito distinto del asesinato”, explica Francesca Restifo, encargada del alegato
internacional.
Al mismo tiempo se quiere establecer una normativa que refuerce las capacidades de las
ONG’s, y de las estructuras del Estado para que puedan hacerse cargo de los niños más
vulnerables, incluidos los acusados de brujería, de manera temporal o duradera, y
encuentren para ellos soluciones que no sean el internado hasta la mayoría de edad. Ahora,
los niños que no tienen posibilidad de regresar con sus familias permanecen demasiado
tiempo en los centros de acogida, en espera de solución.
Unicef está colaborando también con el gobierno de Benín en materia de salud comunitaria,
para animar a las mujeres a dar a luz en centros de salud, donde estarán asistidas por
profesionales -que sabrán guardar el secreto profesional y les informarán acerca de
enfermedades y malformaciones de los recién nacidos-, en la creencia de que la ignorancia
es la causante de algunos comportamientos en relación con muchos casos que tienen
explicación médica, y nada que ver con la magia o la brujería: “Si conocieran y entendieran
las causas científicas reaccionarían de distinta manera ante esos niños”.
Otro artículo que consideramos de importancia es que el redactó Federico Fahsbender que
se publicó en página web INFOBAE en él se habla de Mario Salto que fue violado y
masacrado en Santiago del Estero en mayo de 2016: un productor algodonero y supuesto
sacerdote diabólico fue arrestado en diciembre pasado por el crimen, acusado de matar al
niño en un homicidio ritual para “robar su energía”. Extraños símbolos, un perro ahorcado.
La insólita referencia a un dibujo animado de Disney.
Mario Agustín Salto, "Marito", de apenas once años de edad, desapareció en el pueblo de
Quimilí, Santiago del Estero el 31 de mayo de 2016. Había sido visto por última vez en un
punto local conocido como "La Represa", una suerte de laguna, mientras pescaba con su
caña. Dos días después, su cadáver era encontrado en un pastizal justo al otro lado del
pueblo por un baqueano local que luego alertó a una línea telefónica policial. El baqueano
había visto a su perro llevar algo entre los dientes: era una pierna humana. El resto del
cuerpo de "Marito" estaba a unos doscientos metros de su casa, su cabeza en una bolsa
blanca, su torso y miembros en una bolsa negra.
La autopsia practicada diez días después en la Morgue Judicial determino que fue vejado
por el recto y luego estrangulado hasta morir antes de ser degollado. Muestras tomadas en
las uñas y en la zona anal correspondieron a un perfil de ADN distinto al del niño que
demostró ser parcial en pruebas posteriores, insuficientes para una identificación. La
muerte de Mario Salto fue, en sí misma, el infanticidio más grotesco de la última década en
la Argentina. Pero durante más de un año, no hubo nadie a quien culpar.
Hubo algunos detenidos, hermanos de apellido Ocaranza, hombres locales que fueron
liberados con escasas pruebas en su contra. Tres jueces de instrucción pasaron por el
expediente: el primero de ellos tuvo que abandonarlo al ser recusado por la defensa de los
Ocaranza. El padre de "Marito", también llamado Mario, un jornalero de la soja, visitaba
Buenos Aires en busca de justicia. "¿Vos decís que me ate en Plaza de Mayo? ¿Llevo
cadenas?", le preguntaba Mario a Infobae en su desesperación en un hotel sindical de
Almagro seis meses después del crimen.
Un curioso abogado chaqueño que decía ser querellante en la causa lo acompañaba en aquel
encuentro: el abogado presentaba presuntos documentos entregados al Ministerio de
Justicia en donde presionaba para que asignen recursos periciales al caso, aseguraba tener
reuniones agendadas con altos funcionarios nacionales mientras vinculaba al crimen al
poder político chaqueño sin dar un nombre puntual. La realidad es que no hacía falta mirar
mucho más lejos de Quimilí mismo.
Un escuadrón de perros conducido por la PFA que había trabajado en el rastro de Santiago
Maldonado comenzó a olfatear en la escena en donde fue encontrado el cadáver de
"Marito": encontraron una billetera con anotaciones que mencionaban al niño y un
calzoncillo que contendría sangre del menor y un líquido que sería presuntamente semen.
La billetera todavía estaba allí, un año y medio después.
La cadena de rastros llevó a los perros hasta la casa de Miguel Angel Jiménez, un productor
algodonero de 51 años de edad. Jiménez había participado en las marchas para pedir
justicia por "Marito", era un supuesto benefactor del pueblo, presunto hombre solidario,
pareja de Arminda Díaz, directora de una escuela local, pero el cura local rezaba temblando
y los familiares del niño asesinado repartían rosarios mientras los policías de la PFA y los
perros allanaban el lugar.
Los vecinos comentaban con una mezcla de odio y miedo, entre el azufre de la oscuridad
sobrenatural y la atmósfera de los infiernos de pueblo chico: "El Brujo" y "El Terrible" eran
algunos de los apodos usuales de Jiménez en la frecuencia de chismes. Un altar de San La
Muerte, con pequeñas figuras y estampitas, llamó rápidamente la atención de los
investigadores dentro de la casa. Sin embargo, la atención de un perro rastreador llamado
Halcón tomó otro camino. Halcón se abalanzó con sus patas sobre la mesa de luz en la
habitación de Jiménez.
Allí, el perro entrenado encontró un pequeño documento, una suerte de una carta escrita en
una hoja rayada, arrugada, sus bordes recortados de forma bruta, con un extraño diagrama:
el tronco de un árbol desierto de hojas, surcado por el número 666, el número de la Bestia
de siete cabezas y diez cuernos del libro bíblico de Revelación, con la silueta de un niño
atado y colgado de una rama. Justo debajo, la figura de la balanza, ícono de la Justicia,
desbalanceada, junto al ojo en el triángulo, el símbolo de la Providencia, con piernas,
caminando sobre un pequeño camino. A su lado, una suerte de laguna. "Agua", "tierra",
"aire", "cielo", "poder", "ritual", "tiempo", puede leerse entre las figuras.
La carta, por su parte, no fue la única. Al final de ese día, la PFA tuvo en sus manos
documentación suficiente para sustentar aún más la hipótesis del crimen ritual, con
diagramas y mensajes igual de perturbadores. La cifra 666 y la balanza torcida de la Justicia
fueron símbolos recurrentes, junto a un muñeco hecho de tela y cinta, rodeado de
escarabajos muertos.
No todo estaba en casa de Jiménez. Los perros hicieron dos paradas antes de llegar a la casa
del "Brujo". Sus narices señalaron a las puertas de dos viejos conocidos en la causa:
Rodolfo Adrián Sequeira, "Rody", un changarín de 45 años, Ramón Rodríguez, "El Burra",
de 59 años.
Lo que dijo Sequeira en su indagatoria fue incendiario: negó haber participado en el hecho,
acusó a Jiménez y al ex juez Moreno de haberle armado una causa en su contra. "Los
policías que investigaban el caso iban a la casa de Jiménez, el ex juez Moreno andaba con
Jiménez en las diligencias que se hacían, eso lo sabe todo Quimilí", aseguró Miguel Torres,
abogado de Sequeira, en declaraciones a Nuevo Diario de Santiago del Estero. "Rody" fue
detenido nuevamente, así como "El Burra" y "Chicho." El rastro que los perros detectaron
en la billetera no tardó en llegar a la casa de la hermana de Sequeira en Quimilí. Comenzó a
ladrar hacia un armario, que contenía una gomera con la letra "M" grabada en su
empuñadura.
Un perro negro muerto y ya podrido colgaba de un árbol, cerca de velas; una losa cercana al
árbol tenía rastros de sangre de acuerdo a un test de luminol. Una campera negra fue
encontrada en una chatarrera donde había trabajado Sequeira. "El jefe ya sabe", decía otra
anotación. "El jefe" no habría sido otro que Miguel Ángel Jiménez. El allanamiento a la
casa del agrónomo llegó poco después.
Hay un documento que sobresale entre todos los encontrados por su complejidad simbólica.
Jiménez y los otros detenidos, si es que estas cartas les corresponden, tenían un método
sumamente sintético en su presunta brujería escrita, una reducción de sus rituales a palabras
de intención y simples símbolos, en un entendimiento religioso extraño, inusual: el ojo en la
pirámide no suele aliarse en prácticas esotéricas a propósitos demoníacos. La teología de
Jiménez y sus co-imputados parece ser enteramente propia.
Hay una particularidad con respecto al ojo en la pirámide dentro del círculo de control: se
lo ve, además de con brazos y manos, adornado con una galera y un moño. Ver al símbolo
de la Providencia Divina con galera y moño no es algo común en la literatura esotérica de
los últimos 400 años, pero sí es algo común en los dibujos animados infantiles: la figura es
idéntica a Bill Clave, el villano de la serie de Disney Gravity Falls.
El "círculo de control" es otra cita explícita a la serie. Bill Clave suele presentarse rodeado
de una suerte de zodíaco, una rueda de símbolos simples que puede verse en la apertura del
programa: un corazón, una estrella fugaz, un pino, una llave de tuercas. El "círculo"
encontrado por la PFA tiene casi los mismos diseños. En el ángulo izquierdo superior dos
nombres pueden verse: son los de Dipper y Soos, personajes de Gravity Falls.
Por otro lado desde ciudad de Brasil en el periódico digital El Territorio se publicó un
artículo que habla del asesinato de dos hermanitos en medio de un ritual satánico ocurrido
en la localidad brasileña de Novo Hamburgo conmovió a todo el país y ese sentimiento
trascendió fronteras. Pero la tortura que vivieron los pequeños tuvo especial repercusión en
el NEA argentino, debido a que los investigadores del caso creen que las víctimas podrían
ser correntinas o misioneras. Esta hipótesis está sustentada, entre otras cosas, por la
presunta implicancia del misionero llamado Jorge Adrián Alves, del que muy poco se sabe
hasta el momento, aparte de sus antecedentes penales que le valieron años encerrados en la
cárcel de Eldorado. Alves se ha convertido en un fantasma para la Policía Civil brasileña,
que desde diciembre lo busca junto a otro prófugo. Pero no sólo eso, las personas que son o
fueron cercanas a él no pueden creer ni entender cómo alguien pudo estar ligada a
semejante atrocidad, al tiempo que especularon en que podría no saber del plan que había
detrás del rapto de los chicos. Cabe recordar que la pesquisa lo señala como la persona que
llevó los niños a Brasil para entregarlos en suerte al presunto brujo.
En los últimos días, El Territorio visitó lugares donde Alves vivió y relevó testimonios de
las personas que lo conocieron, reconstruyendo así gran parte de su vida.
Muchos lo describieron como un hombre muy bueno, trabajador y especialmente cariñoso
con los niños, sobre todo con sus dos hijos, a los que tuvo con diferentes parejas. “Moría
por ellos”, aseguraron. En esta búsqueda, sin embargo, fue imposible encontrar a alguien
dispuesto a hablar públicamente sobre él. Temen que pueda tomar represarías desde el
anonimato o simplemente no quieren estar ligados a dos infanticidios. Nadie,
absolutamente nadie, pude relatar con palabras el sacrificio y sus circunstancias. Todos se
refieren a “lo que hizo”, “de lo que le acusan”, “lo que dicen”.
Según pudo saber este matutino, efectivos de la Policía Federal Argentina (PFA) siguen sus
pasos e incluso ya recorrieron domicilios ligados a él en Posadas, donde trabajó como
carpintero hasta volver a Novo Hamburgo, a fines del 2016.
La última vez que estuvo contacto con sus familiares fue en julio pasado, cuando llegó a
Bernardo de Irigoyen “para comprar caballos”, según dijo. Fue un paso fugaz, sin detenerse
mucho tiempo. Y volvió a desaparecer. Jorge Adrián Alves o ‘Dan’, como lo llaman
muchos, nació en el hospital de Bernardo de Irigoyen en 1984.
Su infancia estuvo lejos del pueblo, puesto que se crio en la zona rural y vivió en el paraje
Kilómetro 80, sobre la ruta provincial 17. Fue a una Escuela de Familia Agrícola (EFA) y
casi siempre trabajó en el monte, junto a su padre.
Posiblemente, por eso las autoridades de la Unidad Regional XII, con muchos años de
experiencia en la zona, no saben quién es y no pudieron relevar mayores datos sobre él.
En este sentido, otro punto clave en la reconstrucción de su vida es que nunca tuvo
conocidos o trabajos en Corrientes. Nadie de su familia recuerda que el muchacho tenga
vínculos en esa provincia.
En un hogar violento, su mamá se separó de él y sus tres hermanos cuando tenía cinco años.
La relación con ella fue nula y recién se reencontraron cuando él fue mayor de edad. La
señora, impedida de ver a sus hijos, rehízo su vida y tuvo otra familia, con la que no tuvo
mucha relación pero fue un gran sustento en sus momentos más difíciles.
Su primer desembarco a Brasil ocurrió a los 17 o 18 años, depende a quién se le consulte.
Si bien no se sabe cómo, empezó a trabajar en Novo Hamburgo para uno de los primeros
acusados que hay por el brutal crimen de los hermanitos: Jair Da Silva. Se trata nada más y
nada menos de quien habría pedido el sacrificio, junto a su socio Ademir Da Silva, en busca
de prosperidad económica.
Jair fue descripto como una persona religiosa, un hombre de familia, con cinco hijos, que
iba mucho a la Iglesia Evangélica. Él contrató a Alves para que trabaje en el rubro de
zapatería, cociendo y pegando suelas de calzados en un taller.
Ahí se quedó a vivir el misionero y ahí conoció a una adolescente brasileña que luego se
transformaría en su primera mujer, con quien tuvo su primer hijo, hace diez años.
Justo antes del nacimiento de ese pequeño, luego de más de cuatro años en Brasil, Dan
decidió volver a Argentina. El trabajo en su rubro empezó a entrar en crisis y con el dato de
que la fábrica de calzados deportivos Dass iba a abrir -lo hizo en abril del 2007-, se mudó
con su mujer nuevamente a Misiones, más precisamente a Eldorado.
Con su experiencia, ambos ingresaron a la fábrica y recomenzaron su vida. La familia tenía
un trabajo estable y proyectaban un buen futuro, pero nada de eso pasó.
“Él empezó a trabajar acá sí, pero salió a robar por ahí y estuvo preso acá en Eldorado, pero
después no supimos más nada”, contó escuetamente un ex jefe suyo.
Nadie puede explicar o entender cómo Dan irrumpió en el mundo del hampa y a varias
personas les contó historias diferentes sobre cómo terminó en una celda. Ninguna creíble,
por cierto. En medio de una crisis matrimonial, fue detenido en la propia fábrica, según
contaron algunos trabajadores.
En octubre del 2011, el Tribunal Penal Uno de Eldorado lo condenó a seis años y ocho
meses de prisión por dos hechos de robo calificado por el uso de armas de fuego y fue
trasladado a la Unidad Penal local. Encerrado aprendió o perfeccionó el oficio de la
carpintería, se reencontró con su madre y cada tanto recibía la visita de su hijo, aunque con
el correr del tiempo su por entonces ex pareja decidió que no era un ambiente para una
criatura.
También privado de su libertad conoció a su segunda mujer y concibió a su segunda hija.
Sus días tras las rejas terminaron en octubre del 2014, cuando accedió al beneficio de la
libertad condicional. A fines de ese año, se instaló nuevamente en el municipio más oriental
del país, esta vez en las afueras de Bernardo de Irigoyen.
A partir del recorrido por el barrio, se pudo establecer que Alves se las arregló con trabajos
de carpintería y cortando pasto, entre otras changas.
“Tenía una señora y una nenita y se quedó un año ahí haciendo trabajo. Después cuando no
tenía más trabajo se fue a Posadas. Hace más o menos dos años”, confirmó la misma
vecina, con la que entabló una relación de mucha confianza.
En Posadas, se puso una carpintería a principios de 2016 y vivió en cercanías del barrio
Bella
No duró mucho. El 26 de diciembre del 2016, después de pasar la Navidad con su familia,
tomó una mochila con pocas cosas y salió de su casa sin avisar a nadie. Después, su pareja
se enteró que él nuevamente estaba en Novo Hamburgo, trabajando con Jair en la
explotación de montes.
Era algo que venía planeando hace mucho, aduciendo que allá ganaba mucho mejor.
Su mujer nunca lo volvió a ver, ni tampoco hubo una reconciliación que le permita un
reencuentro con su hija.
Hasta allí lo que se sabe. A mediados del año pasado, Dan pasó por Bernardo de Irigoyen y
saludó brevemente a los familiares que lo habían cobijado con la excusa de los caballos.
En septiembre, fueron encontrados descuartizados un niño de entre 8 y 9 años y una niña de
entre 10 y 12, que según las autoridades brasileñas cambió en tierras argentinas por un
camión robado. Por el caso están detenidos Ademir Da Silva, su socio Jair Da Silva -con
quien había encomendado el ritual por 25.000 reales-, el hijo de éste, Andrei Jorge Da
Silva, el brujo Silvio Fernandes Rodrigues y Marcio Mirando Brustoni. Además del
misionero, también está en condición de prófugo Andersson, el otro hijo de Jair.
Juntos fueron calificados como los “7 discípulos de Satán”, que es el número de asistentes
que se necesita para este tipo de sacrificio, según las reconstrucciones de la prensa
brasileña.
Incluso, un albañil del templo aseguró a la Policía presenciar, sin querer, el sacrificio -fue a
la noche a buscar su billetera olvidada- y detalló que también estaba el “argentino flaquito”.
El final de los niños fue macabro. Descuartizados y arrojados en bolsas y cajas a un malezal
de Novo Hamburgo, donde un vecino se topó con ellos de manera casual.
Hasta ahora, las víctimas no pudieron ser identificadas. En Brasil nadie reclamó por ellos y
sus ADN no fueron encontrados en los bancos de datos de ese país.
Los investigadores brasileños dicen que Alves cambió a los dos hermanitos por un camión
robado en Corrientes, pero los entrevistados que conocieron al sujeto aseguran desconocer
que él tenga vínculos o conocidos en esa provincia.
Por último, en el aspecto internacional tomaremos en cuenta un articula publicado en la
página web de NATIONAL GEORAPHIC nos da a conocer un suceso en que un grupo de
arqueólogos ha descubierto los restos de 227 niños ofrecidos en un ritual de la cultura
precolombina Chimú, en la costa norte de Perú, lo que sería el hallazgo más grande de
sacrificios de menores.
"Hasta el momento hemos hallado los restos de 227 niños sacrificados de la cultura
Chimú", dijo el arqueólogo Feren Castillo, tras señalar que los trabajos se habían iniciado
en 2018.
El lugar del sacrificio masivo fue descubierto en el sector Pampa La Cruz en Huanchaco,
un municipio costero de Trujillo, la tercera ciudad más poblada de Perú, 700 km al norte de
Lima.
"Es el sitio más grande donde se han encontrado restos de niños sacrificados. No hay otro
en el mundo", destacó Castillo desde la ciudad de Trujillo, quien explicó que los restos
tienen entre 1.200 y 1.400 años de antigüedad.
"Allí donde empezamos a cavar sale otro. Es algo incontrolable; donde excavas hay uno
más", agregó. Los cadáveres de los niños se encuentran extendidos, en dirección al mar.
Algunos aún tienen piel, cabello y orejeras de plata.
Para entender el objetivo de nuestra investigación debemos entender que a lo largo de los
años pasados pudimos evidenciar una serie de asesinatos a niños, niñas y bebes recién
nacidos es así como nos lo explica Evelin Campos Lopez.
En casos que asombran por su crueldad, 66 niños fueron víctimas de infanticidio en 2019 y
en lo que va de este año ya son diez asesinatos, aunque según estándares internacionales a
esas cifras hay que aumentarles un cero. O sea, si ocurrieron 66 infanticidios, en realidad
fueron 660. Activistas lamentan que en el país no se priorice la investigación de muertes de
niños.
De acuerdo con las investigaciones, estos crímenes contra bebés, niños y niñas existen
desde el principio de la historia misma del ser humano. Ocurren en todo el mundo; por
ejemplo, a finales de agosto de 2019 arqueólogos descubrieron en Perú los restos de 250
niños sacrificados de 4 a 12 años de edad por la civilización Chimú entre los siglos XIII y
XV.
Los investigadores explicaron que esos niños fueron inmolados a los dioses Chimú, en un
intento por poner fin a los desastres naturales relacionados con el fenómeno de El Niño.
“Crímenes perfectos”
La comunicadora social y activista en contra del maltrato infantil, Melisa Ibarra, que
también se define como niñista, feminista y animalista, explica a ECOS que los
infanticidios no son aislados, responden a un fenómeno social y son muy difíciles de
detectar.
A esto se suma el hecho de que un bebé asesinado, por su tamaño es fácil de transportar. Él
o la agresora puede meter el cuerpo en una mochila, un saquillo o una bolsa negra. Lo
traslada en la madrugada lejos de donde vive y se deshace del cadáver botándolo en algún
basural, detalla Ibarra.
También los asfixian tapándoles la nariz o la boca durante unos minutos o cuando son
amamantados o toman leche de un biberón.
Los asesinos acuden a los hospitales diciendo que los bebés dejaron de respirar de un
momento a otro y como no se hace una buena investigación sobre esa muerte el hecho pasa
al olvido, asegura la activista que investiga este tipo de crímenes.
En otros casos después de matarlos los entierran en lugares alejados y posteriormente
indican que el bebé o el niño ha sido secuestrado en algún lugar… sientan la denuncia en la
Policía, proporcionan una foto y nunca más lo buscan.
De acuerdo con los datos publicados por diferentes medios de comunicación bolivianos, las
víctimas más vulnerables de sufrir infanticidio están entre recién nacidos hasta los tres
años.
La estudiosa de este tema en Bolivia afirma que, de acuerdo con el estándar internacional, a
cada cifra de infanticidio hay que aumentarle un cero. O sea, los 66 casos ocurridos en
Bolivia el año pasado serían en realidad 660. “Del 100% de esos infanticidios el 98% son
filicidios porque son ejecutados por progenitores, padrastros o madrastras”, aclara.
En Rusia, un país de primer mundo con una buena economía, los expertos calculan que por
cada crimen contra un niño hay ocho más que no se conocen. Allí esos delitos generalmente
ocurren por problemas mentales.
Asimismo, en México se dice que por cada niño maltratado que llega a un centro de salud a
punto de morir, hay 99 más que no se conocen. “Allí la tasa de criminalidad es muy
parecida a la de Bolivia”, sostiene Ibarra •
La abogada Jessica Echeverría, activista por los derechos de los más indefensos y directora
Nacional de la Red Ciudadana Contra el Infanticidio y el Abuso Sexual Infantil, considera
que en el ámbito jurídico boliviano todavía hay mucho desconocimiento sobre el
infanticidio, no se profundiza ni se visibiliza este delito.
Así, conociendo cada caso se podrá identificar qué ocasionó cada muerte y se realizará un
diagnóstico para trabajar en la prevención.
“Hay mucho abandono y maltrato infantil. Los niños son seres puros e inocentes y su
cuidado debería ser primordial para la sociedad y el Estado. Los infanticidios aumentan”,
concluye Echeverría.
Odio. Así como matan a las mujeres por considerarlas seres inferiores, lo mismo pasa con
los infantes. Los padres se sienten superiores a ellos, los cosifican y piensan que no valen
nada y pueden hacer lo que quieran con ellos.
Mitos costumbres y leyendas. En la página 251 del estudio “Rompiendo silencios: una
aproximación a la violencia sexual y al maltrato infantil en Bolivia”, apoyado por la
Coordinadora de la Mujer, el Defensor del Pueblo, el Fondo de las Naciones Unidas para la
Infancia (Unicef), la Embajada Real de Dinamarca y la Unión Europea, publicado en 2005,
detalla que “las víctimas (niñas) son tratadas como una maldición dentro de la comunidad,
[se dice] que por su culpa no va a haber buena cosecha, hay heladas, hay sequías... Es la
niña quien tiene la culpa por haber provocado la situación o finalmente por avisar.
Había una niña varias veces abusada por el padre, al estar en una situación tan conflictiva
ella fue andando de casa en casa por toda la comunidad [...] fue [considerada como] directa
responsable por las heladas y las sequías... La quisieron linchar y echar de la comunidad.
[Al final] intervino la Defensoría y la niña ahora está internada en un hogar”.
En el campo creen que las niñas son más débiles y tienen poca fuerza de trabajo, por eso las
matan. Necesitan una sola mujer para que cumpla con las labores del hogar, pero requieren
de ocho o diez hombres para que trabajen la tierra.
Es una de las causas por las que la ONU declaró en 2011 el Día Internacional de la Niña, se
celebra cada 11 de octubre.
En cambio, a los hombres, desde temprano se les da por ejemplo balones, con el fin de que
sean competitivos, armas de juguete que inconscientemente los mueve a ser agresivos. Se
los forma como sujetos que deben estar a cargo de la economía del hogar.
La mujer o el hombre que llega a los 30 años está muy valorado para casarse y tener prole.
Las féminas que están entre los 30 y 35 son afligidas con el falso criterio de que “deben
casarse o se pasarán…”.
También se mortifica a los hombres que no se casan. Se los acusa de ser homosexuales a
través del dicho “soltero maduro, maricón seguro” o al preguntar “¿Se quedarán solos?
¿Quién los cuidará?”
¿Acaso se tiene que tener hijos por una cuestión de soledad o de cuidado? ¿No debe ser por
un plan de amor, sino de egoísmo? cuestiona Ibarra.
“En teoría todos pueden ser padres o madres, pero en verdad hay algunas personas que no
soportan a los bebés o niños, peor si son varios. Pero hay otros que sí tienen bien
desarrollado el instinto materno o paterno y pueden cumplir muy bien con ese rol”, sostiene
la experta.
Sugiere que se debería ayudar a las personas desde pequeñas a identificar si pueden ser o no
padres con prácticas y simulacros en la escuela y en el colegio, sobre los roles que deben
cumplir los padres y las madres.
“Deben aprender cómo se consigue el dinero, cómo se lidia con las enfermedades o el
llanto de un bebé. Deberían hacerles escuchar durante cinco minutos el llanto de un bebé.
Aunque parezca increíble hay gente que no lo soporta. Los hechos demuestran que esas
situaciones pueden llegar a tal extremo, que incluso son capaces de matar con tal de ya no
escucharlos llorar”, afirma Ibarra.
Dice que es muy legítimo decidir si se quiere o no ser padre. Lo que no es legítimo es matar
o abandonar a los niños.
Por discapacidad. Por ejemplo, se dice que una embarazada no tiene que acercarse a un
chullpar (antigua torre funeraria) porque su hijo podría nacer con algún defecto. Es falso.
Machismo en el campo. Los hombres no permiten que sus mujeres usen métodos
anticonceptivos para no embarazarse. Por esa causa las madres pueden llegar a tener 9, 10,
11 hijos… situación que alguna de ellas ya no puede soportar y puede matar a sus retoños.
Ibarra lamentó que en las estadísticas que maneja el Ministerio Público no se tomen en
cuenta los infanticidios en grado de tentativa.
“Hay casos que no llegaron a la muerte, están en estado de coma, con cerebros unidos, sin
brazos, sin orejas. Esto no es tomado en cuenta por la Policía y la Fiscalía”, manifestó.
“Es necesario que se declare alerta en todo el país, se debe dar prioridad a los infanticidios
igual que los feminicidios”, expresó Ibarra.
Durante la gestión 2018 se registraron 78 casos de Infanticidio, con mayor incidencia en los
departamentos de La Paz (33), Cochabamba (12), Santa Cruz (14), Chuquisaca (6), Beni
(5), Potosí (4), Oruro (3) y Pando (1); Tarija no reportó casos.
Lo que nuestra investiga es el sacrificio de estos niños para entregarlos como ofrendas a
diferentes deidades es así como: El 4 de agosto de 2018, una pastora de ovejas halló un
altar hecho de piedras en las faldas del cerro Tata Sabaya, en Oruro. En un hueco, en medio
de las piedras, encontró a un niño recién nacido, ya sin vida. Estaba desnudo, aún tenía
parte de su cordón umbilical y a su alrededor había decenas de hojas de coca rodeándolo,
además de algunas botellas de alcohol con el que había sido rociado. La pastora llamó a un
pariente y este a la Policía.
Han pasado más de siete meses y no se sabe nada más del caso. El cerro Tata Sabaya es, en
realidad, un volcán de 5.430 metros de altura, sin actividad desde hace 6.000 años. En una
mezcla de quechua y aymara, su nombre, Tata Sabaya, significa Padre Diablo o Padre
Demonio.
ESTADO INFANTICIDA, Sin embargo, apuntó, la actitud del avestruz en las autoridades
es entendible desde su visión de poder. “Es una estrategia política. ¿Acaso el Estado se va a
mostrar a sí mismo como un Estado infanticida? No quieren investigar los sacrificios de
niños porque no conviene a la imagen de Bolivia. Sería un escándalo internacional”.
Por ello, en opinión de Ibarra, otra es la instancia que debe encargarse de la pesquisa. “Yo
pido, yo ruego, a través de OPINIÓN, que alguna institución no gubernamental de defensa
de los derechos humanos haga una investigación seria en la zona del altiplano. “Investigar
este tema se ha vuelto peligroso hasta para los periodistas, nos matan en Sabaya si
husmeamos. Pero, hay que indagar porque las creencias y costumbres no pueden atentar
contra un derecho universal que es la vida y menos contra el de inocentes que ni siquiera
pueden defenderse”.
EL CASO DE JOEL Otro caso que conmocionó a la población, pero que ha quedado sin
resolver e impune es de Joel Condori Aliaga, un niño de ocho años que desapareció el 14
septiembre de 2018 y que supuestamente fue sacrificado al Tío (diablo) en una mina de la
provincia Muñecas de La Paz para hallar más mineral.
Tras dos días de búsqueda, a la casa de los padres del menor llegó una carta diciéndoles:
“El niño perdido de don Norberto Condori Chambi, los mineros lo han traído para hacer
wajtacha o ritual en la mina y lo enterraron el viernes 21 de septiembre por la noche”.
“Una comisión, con pompa y sonaja, buscó al niño en la mina y no lo halló. Dijo que quizás
habría sido víctima de trata y tráfico, pero varias personas dijeron que había sido
sacrificado. Esas personas han sido identificadas, pero hoy ya no quieren decir nada porque
allá, si hablas demás, te matan”, lamentó Ibarra, quien conversó durante tres horas con los
padres de Joel Condori.
“El abuelo paterno del niño fue a una fiesta de la comunidad y ahí se le acercó un señor con
los ojos llenos de lágrimas. Le dijo: ‘Tu nieto tiene que estar con mi nieta en la mina. Mi
hija ofrendó a mi nieta de ocho meses para ser socia de la mina. Estoy seguro que tu nieto
está con mi nietita’. Sin embargo, nadie declara ante las autoridades. Y los padres de Joel,
después de tanta bulla, ahora están en silencio. Sus abogados son del Ministerio de Justicia,
pero no hay avances. El grito de la Red Ciudadana es ¿Dónde está Joel? No podemos seguir
disfrazando de rituales estos infanticidios. Es una atrocidad, es un primitivismo salvaje lo
que está pasando en nuestro país”. Y así se lo ha dicho a Telemundo y a otras cadenas
internacionales que difundieron la noticia de los sacrificios de niños en Bolivia.
EL NIÑO CON DOWN Otro caso que preocupó a la Red Ciudadana de Prevención del
Infanticidio es el de un pequeño de tres años que tiene Síndrome de Down. “Sus padres
estaban separados y la mamá no estaba recibiendo ninguna pensión para mantener a la
criatura. Entonces, ella fue a dejarle por una semana con el padre, un militar, para que él se
ocupe. El progenitor fue quien mandó a abandonar a su hijo en la boca de una mina de
Oruro”, describe Ibarra.
Según Melisa Ibarra “es difícil ver en el campo un niño en silla de ruedas, con muletas,
autista o con Síndrome de Down. “Si nacen, los matan de inmediato, los venden, los
regalan, los esconden y dejan morir”
Casos en “pesquisa”:Desde agosto de 2018, tres casos son investigados en Bolivia. El del
bebé asesinado en el altar al Tata Sabaya; el del niño Joel Condori de ocho años, que
desapareció y según testigos fue raptado por mineros para sacrificarlo al Tío de una mina; y
el de un niño con Síndrome de Down que fue abandonado en una mina, presuntamente,
para que los mineros lo sacrifiquen.
Explicó que, con una orden de allanamiento y con la colaboración de los mineros de la
zona, se ingresó a los ocho socavones de la Cooperativa Santa Bárbara para constatar la
denuncia que hicieron los padres del niño, en sentido de que habían recibido información
de que Jhoel fue sacrificado en un ritual minero para pedir mayor producción.
Informó que esta es la primera vez que se recibe una denuncia de este tipo en el
departamento de La Paz, lo que causó mucha preocupación en la Policía. "Nuestro principal
operativo es dar con el paradero de Jhoel y devolverlo junto a su familia", agregó.
A las 17:30 de este lunes concluyó la búsqueda en Cosmipata sin ningún resultado, aunque
las investigaciones continuarán hasta dar con el paradero de Jhoel, según se anuncia en un
boletín de prensa del Ministerio de Justicia.
El titular de esa cartera, Héctor Arce, expresó su molestia y preocupación por este caso en
un mensaje que publicó en su cuenta en Twitter.
Introducción
El contexto socio - cultural e histórico alberga diversas tradiciones o costumbres en acto de
exvoto, que pueden ser indulgentes o bellacos, tal aspecto puede llegar a rebasar la moral
humana haciendo cometer actos atroces como es el infanticidio, vale aclarar que el
infanticidio es una práctica que atenta con el derecho de la vida de los niños; tal es este
suceso que en la historia prevalece algunos antecedentes que resaltan, con este trabajo se
busca analizar la problemática desde un aspecto socio – cultural en base a los rituales y
ofrendas tradicionistas.
En muchas sociedades del pasado era una práctica permitida muy extendida, realizada en
culturas muy diferentes en todo el mundo. Hoy en día se considera de amplia manera un
crimen inmoral, sin embarco en algunos colectivos se sigue esta práctica se hace de manera
furtiva, incluso vale mencionar que en muchas culturas a los niños no se les considera
humanos hasta que realizan ciertas ceremonias, es por ello que el sacrificio de un infante no
se considera homicidio.
Justificación
Se eligió este tema por ser un tema muy intrigante teniendo en cuenta el hecho de que aún
se mantengan estas tradiciones inmorales en pleno siglo XXI y que una gran mayoría de la
población esta desinformada o solamente se muestre con desinterés, teniendo en cuenta lo
ya mencionado, el tema también es llamativo por el hecho de que este acto está penado bajo
ley, se podría decir que las autoridades no tienen el interés suficiente de hacer las
investigaciones correspondientes para así poder castigar o sancionar dichos actos
inescrupulosos.
A partir de los sucesos vistos en los últimos años en nuestra sociedad y la propagación de
noticias por las redes sociales en relación a los infanticidios en el país por diferentes
motivos y razones nuestra investigación se interna en lo que se vio en el occidente del país
y los sacrificios que se hacen bajo el nombre de “tradiciones o costumbres” de esta parte
del país, pudimos observar que bajo esta consigna existen personas que llegan a matar a
niños recién nacidos, así como también de edades mayores se dan como ofrendas a la
Pachamama o a otro tipo de deidad para recibir bendiciones como alimentos, riquezas y
prosperidad en general, esto nos llama la atención debido que ya estando en el siglo XXI
aún existe este tipo de ideas retrogradas y aun existiendo leyes tanto como internacionales,
nacionales y locales e instituciones dirigidas a la protección y resguardo de los niños, estas
acciones no son investigadas a profundidad y tampoco se realiza acciones de prevención
debido a que se ve más estos sacrificios en épocas de carnavales, nuestra investigación será
dirigida a la población minera y que es lo que piensan, creen y siente al escuchar este tipo
de noticias y que es lo que creen que se debería hacer al respecto y tomaremos en cuenta
sus opiniones y creencias.
OBJETIVO GENERAL
Quienes son ofrendados a diferentes deidades como la pachamama, el tío de la mina, etc. a
cambio de recibir favores económicos y laborales acaecidos en las diferentes fechas del año
en las minas del Cerro Rico de Potosí
Objetivo Especifico
Comprender la motivación de las personas que realizan rituales u ofendas a ciertos entes en
busca de un beneficio propio.
Analizar un aproximado de los sucesos infanticidas relacionados con este tipo de prácticas
ilegales o poco éticas.
Determinar si dichos sacrificios son parte de las tradiciones y costumbres de los mineros.
Determinar cuáles son los beneficios que reciben a cambio de dichos sacrificios.
HIPÓTESIS
El sacrificio de niños bajo el nombre de tradiciones y costumbres es efectuado en forma
secreta y privada por algunas personas fanáticas en las minas del Cerro Rico de Potosí, en
actos, donde se ofrendan los cuerpos de los niños a deidades como la pachamama y el tío de
la mina, con el objetivo de recibir favores tanto económicos y laborales.
Diseño Metodológico
Método Teórico.
El método de investigación que se usara en este trabajo es de carácter histórico-
lógico, que se centra en los sucesos que prevalecen con un carácter evidencial,
además de que se basa en hechos reales de la sociedad,
Método Empírico.
En este caso se llegará a los resultados a través del método de observación y la
realización de encuestas.
Análisis y síntesis.
Cualitativo y cuantitativo.
Instrumentos
Análisis de Resultados
En base a los resultados del estudio se comprende que a las personas encuestadas el delito
del infanticidio les genera varios sentimientos como ser, rabia, tristeza e impotencia,
además de expresar una diversidad de opiniones que van desde pedir leyes más drásticas,
que se abran las investigaciones de éstos delitos como corresponde con imparcialidad y
justicia, hasta respuestas con poco interés en el tema.
Pregunta número 1
En este inciso un 51% de la población encuestada respondió que si eran padres de familia y
el resto que conllevaría al 49% respondió que no.
Pregunta °1
Si no
Pregunta número 2
En este inciso se le preguntó a las personas que respondan si tenían conocimiento sobre el
infanticidio, un 64% de la población respondió que si y un 36% respondió que no.
Pregunta °2
Si No
Pregunta numero 3
Si No
Pregunta número 4
Pregunta °4
Si No
Pregunta número 5
Pregunta °5
Pregunta número 6
Esta al igual que la pregunta anterior, hace que la persona encuestada muestre su opinión al
respecto, esto dándonos como resultado de un 20% de la población se sintiese impotente
frente a los actos cometidos, un $0% demostró y planto triste al momento de responder el
interrogante, un 24% sintió rabia frente a estos actos y un 16% no sabia como responder.
Pregunta 6
Impotencia Tristeza
Rabia No sabe, no responde
Pregunta número 7
Teniendo a esta como ultima interrogante, se le pregunto a la gente que podría hacer frente
a estos actos, a lo que la población respondió a: Un 56% tomar acciones legales, un 16%
respondió que debe haber una concientización sobre el tema, un 24% propuso que se
elaboraran leyes encontrar de estas prácticas y un 4 % decía que se debería tener mas
cuidado familiar
Pregunta °7
Diagnostico
Se pudo observar en las encuestas aplicadas en la cooperativa minera Kunti R.L. que todos
los trabajadores cooperativistas mineros desconocían el tema del infanticidio como tal,
pero expresaron su preocupación ante esta problemática ya que una parte de esta población
son padres de familia y afirman que estas prácticas (ofrendas de niños en la ciudad de
Oruro) no son no son aceptables, mucho menos parte de los rituales y tradiciones
ancestrales andinas, también se pudo evidenciar que hay un concepto malo de las
autoridades debido a que no toman medidas de prevención y seguridad para los niños
además que aseguran que no hay una penalización mas severa para estos actos criminales.
En este contexto se pudo evidenciar en relación a las respuestas de las encuestas aplicadas
que indica en esta cooperativa minera practican lo que son las tradiciones, ofrendas a la
Pachamama y al tío de la mina de la manera correcta como se heredó de los ante pasados
con mesas dulces (k’oas), echar confites a la mina, enflorar sus casillas, etc.
Conclusiones
Como punto final vale comentar que la ambición y codicia obnubilan la capacidad de
raciocinio de las personas y las lleva a cometer actos inmorales e ilegales como ser el hecho
de apiolar a un infante.
Recomendaciones
Teniendo en cuenta las investigaciones realizadas se puede decir que debido a que este tipo
de actos son inmorales que atentan con la integridad de un ser humano.