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Tarea 3 Alexandra Sosa

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UNIVERSIDAD TECNOLÓGICA DE SANTIAGO, UTESA

SISTEMA CORPORATIVO

ASIGNATURA:
INTRODUCCIÓN A LA FILOSOFÍA.

TEMA:
TAREA SEMANA 3

PRESENTADO POR:
ALEXANDRA SOSA GÁLVEZ

MATRÍCULA:
22-1-0309

PRESENTADO A:
JUAN ANTONIO PEÑA ROSARIO

Santiago de los Caballeros


República Dominicana
7 de Febrero de 2022
1. ¿En qué consiste la idea de reencarnación de Pitágoras?

Consiste en que la figura de Pitágoras está vinculado a la noción de


transmigración del alma. Pitágoras fue muy consecuente con su doctrina y, para
demostrarla, presumía de poder rememorar las reencarnaciones anteriores del alma, lo
que provocó que fuera considerado un sabio que poseía extraordinarios conocimientos.

2. ¿Qué opinión tienen los Sofista acerca del conocimiento y la verdad?

Algunos sofistas llegaban a conclusiones escépticas acerca del ser y del


conocimiento. Así, Gorgias sostenía las tres tesis siguientes:

1) nada existe;

2) si alguna cosa existe, no podemos conocerla;

3) aun si pudiéramos conocerla, no podríamos hacerla conocer a los demás.

Los sofistas del campo aristocrático, Critias e Hipódamo, se inclinaban a la


filosofía idealista.

La sofística es el conjunto de procedimientos empleados sobre todo durante el


siglo IV a.n.e. por los sofistas, que se transformaron, según la expresión de Aristóteles,
en maestros de la “sabiduría imaginaria”

3. ¿En qué consiste el Iluminismo de San Agustín de Hipona?

San Agustín pensaba que no podemos percibir la verdad inmutable de las cosas a
menos que éstas estén iluminadas como por un sol. Esa luz divina, que ilumina la mente,
procede de Dios, que es la "luz inteligible", en la cual, y por la cual, y a través de la cual,
se hacen luminosas todas aquellas cosas que son luminosas para el intelecto.

En un pasaje del De Trinitate, San Agustín afirma que la naturaleza de la mente


es tal que cuando se dirige a las cosas inteligibles en el orden natural, según la
disposición del Creador, las ve a una cierta luz incorpórea que es sui generis, de modo
que el ojo corporal ve objetos presentes a la luz corpórea. Esas palabras parecen mostrar
que la iluminación en cuestión es una iluminación espiritual que realiza la misma
función, respecto a los objetos de la mente, que la realizada por la luz del sol respecto a
los corpóreos de la vista. En otras palabras, así como la luz del sol hace visible al ojo las
cosas corpóreas, así la iluminación divina hace visibles a la mente las verdades eternas.

Ahora bien, según San Agustín, no es la iluminación misma lo que ve la mente,


ni tampoco el Sol Inteligible, o Dios. La iluminación lo único que permite es que las
características de eternidad y necesidad de determinadas verdades eternas y necesarias
sea hechas visibles a la mente gracias a la intervención por la actividad de Dios.

San Agustín, tampoco entendía por luz el intelecto o la actividad de éste, (al
modo aristotélico - tomista). La función de la iluminación divina es hacer visible a la
mente el elemento de necesidad o de relación existente en las verdades.

Todo lo dicho implica, evidentemente, que, según San Agustín, la mente NO


contempla directamente la idea de belleza, por ejemplo, tal como está en Dios. Tampoco
sería correcto afirmar que, según san Agustín, Dios infunde actualmente la idea de
belleza, o cualquier otra idea normativa que nos permita hacer juicios comparativos de
grado, tales como que ese objeto es más bello que aquél o esta acción más justa que
aquélla. Ese modo de ver las cosas convertiría la función de la iluminación divina en una
especie de entendimiento agente separado, algo no defendido por el obispo de Hipona.

4. Describe las 5 vías de Santo Tomas de Aquino para demostrar la existencia


de Dios:

Movimiento: nos consta por los sentidos que hay seres de este mundo que se
mueven; pero todo lo que se mueve es movido por otro, y como una serie infinita de
causas es imposible hemos de admitir la existencia de un primer motor no movido por
otro, inmóvil. Y ese primer motor inmóvil es Dios.
La primera y más clara se funda en el movimiento. Es innegable, y consta por el
testimonio de los sentidos, que en el mundo hay cosas que se mueven. Pues bien, todo lo
que se mueve es movido por otro, ya que nada se mueve mas que en cuanto esta en
potencia respecto a aquello para lo que se mueve. En cambio, mover requiere estar en
acto, ya que mover no es otra cosa que hacer pasar algo de la potencia al acto, y esto no
puede hacerlo más que lo que está en acto, a la manera como lo caliente en acto, v. gr.,
el fuego hace que un leño, que está caliente en potencia, pase a estar caliente en acto.
Ahora bien, no es posible que una misma cosa esté, a la vez, en acto y en potencia
respecto a lo mismo, sino respecto a cosas diversas: lo que, v. gr., es caliente en acto, no
puede ser caliente en potencia, sino que en potencia es, a la vez frío. Es, pues, imposible
que una cosa sea por lo mismo y de la misma manera motor y móvil, como también lo es
que se mueva a sí misma. Por consiguiente, todo lo que se mueve es movido por otro.
Pero, si lo que mueve a otro es, a su vez, movido, es necesario que lo mueva un tercero,
ya éste otro. Mas no se puede seguir indefinidamente, porque así no habría un primer
motor y, por consiguiente, no habría motor alguno, pues los motores intermedios no
mueven más que en virtud del movimiento que reciben del primero, lo mismo que un
bastón nada mueve si no lo impulsa la mano. Por consiguiente, es necesario llegar a un
primer motor que no sea movido por nadie, y éste es el que todos entienden por Dios.

Segunda vía

Eficiencia: nos consta la existencia de causas eficientes que no pueden ser causa


de sí mismas, ya que para ello tendrían que haber existido antes de existir, lo cual es
imposible. Además, tampoco podemos admitir una serie infinita de causas eficiente, por
lo que tiene que existir una primera causa eficiente incausada. Y esa causa incausada es
Dios.

La segunda vía se basa en causalidad eficiente. Hallamos que en este mundo de


lo sensible hay un orden determinado entre las causas eficientes; pero no hallamos que
cosa alguna sea su propia causa, pues en tal caso habría de ser anterior a sí misma, y esto
es imposible. Ahora bien, tampoco se puede prolongar indefinidamente la serie de las
causas eficientes, porque siempre que hay causas eficientes subordinadas, la primera es
causa de la intermedia, sea una o muchas, y ésta causa de la última; y puesto que,
suprimida una causa, se suprime su efecto, si no existiese una que sea la primera,
tampoco existiría la intermedia ni la última. Si, pues, se prolongase indefinidamente la
serie de causas eficientes, no habría causa eficiente primera, y, por tanto, ni efecto
último ni causa eficiente intermedia, cosa falsa a todas luces. Por consiguiente, es
necesario que exista una causa eficiente primera, a la que todos llaman Dios.

Tercera vía

Contingencia: hay seres que comienzan a existir y que perecen, es decir, que no


son necesarios; si todos los seres fueran contingentes, no existiría ninguno, pero existen,
por lo que deben tener su causa, pues, en un primer ser necesario , ya que una serie
causal infinita de seres contingentes es imposible. Y este ser necesario es Dios.

La tercera vía considera el ser posible o contingente y el necesario, y puede


formularse así. Hallamos en la naturaleza cosas que pueden existir o no existir, pues
vemos seres que se producen y seres que se destruyen, y, por tanto, hay posibilidad de
que existan y de que no existan. Ahora bien, es imposible que los seres de tal condición
hayan existido siempre, ya que lo que tiene posibilidad de no ser hubo un tiempo en que
no fue. Si, pues, todas las cosas tienen la posibilidad de no ser, hubo un tiempo en que
ninguna existía. Pero, si esto es verdad, tampoco debiera existir ahora cosa alguna,
porque lo que no existe no empieza a existir más que en virtud de lo que ya existe, y, por
tanto, si nada existía, fue imposible que empezase a existir cosa alguna, y, en
consecuencia, ahora no habría nada, cosa evidentemente falsa. Por consiguiente, no
todos los seres son posibles o contingentes, sino que entre ellos forzosamente, ha de
haber alguno que sea necesario. Pero el ser necesario o tiene la razón de su necesidad en
sí mismo o no la tiene. Si su necesidad depende de otro, como no es posible, según
hemos visto al tratar de las causas eficientes, aceptar una serie indefinida de cosas
necesarias, es forzoso que exista algo que sea necesario por sí mismo y que no tenga
fuera de sí la causa de su necesidad, sino que sea causa de la necesidad de los demás, a
lo cual todos llaman Dios.

Cuarta vía

Grados de perfección: observamos distintos grados de perfección en los seres de


este mundo (bondad, belleza,...) Y ello implica la existencia de un modelo con respecto
al cual establecemos la comparación, un ser óptimo, máximamente verdadero, un ser
supremo. Y ese ser supremo es Dios.

La cuarta vía considera los grados de perfección que hay en los seres. Vemos en
los seres que unos son más o menos buenos, verdaderos y nobles que otros, y lo mismo
sucede con las diversas cualidades. Pero el más y el menos se atribuye a las cosas Según
su diversa proximidad a lo máximo, y por esto se dice lo más caliente de lo que más se
aproxima al máximo calor. Por tanto, ha de existir algo que sea verísimo, nobilísimo y
óptimo, y por ello ente o ser supremo; pues, como dice el Filósofo, lo que es verdad
máxima es máxima entidad. Ahora bien, lo máximo en cualquier género es causa de
todo lo que en aquel género existe, y así el fuego, que tiene el máximo calor, es causa
del calor de todo lo caliente, según dice Aristóteles. Existe, por consiguiente, algo que es
para todas las cosas causa de su ser, de su bondad y de todas sus perfecciones, y a esto
llamamos Dios.

Quinta vía

Finalidad: observamos que seres inorgánicos actúan con un fin; pero al carecer


de conocimiento e inteligencia sólo pueden tender a un fin si son dirigidos por un ser
inteligente. Luego debe haber un ser sumamente inteligente que ordena todas las cosas
naturales dirigiéndolas a su fin . Y ese ser inteligente es Dios.

La quinta vía se toma del gobierno del mundo. Vemos, en efecto, que cosas que
carecen de conocimiento, como los cuerpos naturales, obran por un fin, como se
comprueba observando que siempre, o casi siempre, obran de la misma manera para
conseguir lo que más les conviene; por donde se comprende que no van a su fin obrando
al acaso, sino intencionadamente. Ahora bien, lo que carece de conocimiento no tiende a
un fin si no lo dirige alguien que entienda y conozca, a la manera como el arquero dirige
la flecha. Luego existe un ser inteligente que dirige todas las cosas naturales a su fin, ya
éste llamamos Dios.

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