1.9. Corrientes Filosóficas
1.9. Corrientes Filosóficas
1.9. Corrientes Filosóficas
Corriente
Supuestos centrales Filósofos representativos
filosófica
El conocimiento si bien comienza con la experiencia, tras- Aristóteles
ciende los límites de ésta y llega a captar la realidad tal Tomás de Aquino
Realismo
como es en sí misma, llegando a las formas universales
que se hallan presentes en los entes particulares
El conocimiento comienza con la experiencia y sólo en ella Guillermo de Ockam
Empirismo encuentra su fundamento y justificación. No hay nada en el John Locke
intelecto que no provenga de la experiencia. David Hume
El conocimiento no encuentra su punto de partida en los Platón
datos de los sentidos sino en las ideas que se encuentran Agustín de Hipona
ya presentes en la conciencia por haber sido contempla- René Descartes
Racionalismo das en una vida anterior (Platón), por iluminación divina Leibniz
(San Agustín) o contenidos «innatos» a los que se puede Nicolás Malebranche
acceder sin los sentidos (Descartes)
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Enseguida, lee y analiza el siguiente texto de Tobies Grimaltos (2000). «Los perros no ven las
cosas tal como son».
► «H
realmente.
oy sí que tengo un tema —dijo Marta ilusionada. En el colegio
nos han dicho que los perros no ven las cosas como son
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FILOSOFIA | APUNTES , LECTURAS Y ACTIVIDADES
—Si me lo hubieras preguntado hace un minuto, habría pensado que me preguntabas una solemne
tontería, pero ahora supongo que hay alguna trampa. De todas formas, es obvio que sí.
—Sí, yo también estoy de acuerdo en que es dulce.
Sin embargo, a las personas que sufren ciertas enfermedades no se lo parece tanto. Cuándo te duele
la garganta, ¿no notas un gusto extraño en las cosas?
—Sííí —contestó Marta, poniendo cara de disgusto al recordar lo que le pasaba cuando tenía amig-
dalitis—. Cuando tengo anginas, las cosas tienen un sabor muy raro. No tienen el sabor que tienen de
verdad.
—Imagínate que las cosas tuvieran el sabor que tú notas cuando te duele la garganta y que cuando te
doliera la garganta tuvieran el sabor que tienen normalmente. ¿Qué sabor dirías que es el verdadero?
Marta se quedó pensando durante un momento. Parecía que no le gustaba la idea de que las cosas
pudieran tener tan mal sabor.
—Pues diría —contestó por fin— que su sabor verdadero es el que tuvieran nor-
malmente, es decir, el que tuvieran cuando no me doliera la garganta. Pero de-
searía estar enferma para que las cosas tuvieran buen sabor.
—No, no querrías, porque si el sabor habitual de las cosas fuera el que
ahora notas cuando estás enferma de la garganta, éste sería el sabor al
que estarías acostumbrada y el que te gustaría.
—De todas formas —se quejó Marta—, no me gusta la idea.
—Pues volvamos a los colores. ¿Tú crees en los extraterres-
tres?
—Hombre, no estoy segura, pero creo que sí, que es muy
probable que existan.
—Imagínate que en un planeta muy lejano habitan unos se-
res mucho más inteligentes que nosotros y mucho más avanza-
dos. Pero, claro, como son extraterrestres, no son como nosotros:
tienen los ojos más grandes, la nariz más pequeña y no tienen orejas. Para ellos los olores no tienen
importancia, porque apenas los notan; no oyen muchos de los sonidos que nosotros oímos, pero ven a
simple vista cosas que, para vedas, nosotros necesitaríamos un microscopio o, por lo menos, una lupa
muy potente. ¡Ah!, y no ven los colores como nosotros. Por ejemplo, lo que nosotros vemos verde, ellos
lo ven azul y lo que nosotros vemos azul ellos lo ven morado. Un día llegan a la tierra. La hierba les
parece de un azul precioso y les encanta el morado del cielo. ¿Cómo diríamos ahora que son las cosas?
A Marta se le notaba que eso le molestaba. Dijo:
—¿Sabes qué, papá? Que no creo que existan los extraterrestres.
—¿Sabes qué, Marta? Que creo que estás haciendo trampa.
—Vale, de acuerdo. Yo continúo pensando que las cosas son como nosotros las vemos, a pesar de
todo; no como las verían esos extraterrestres que no sabemos si existen o no.
—Bien, Marta. Sin embargo, el problema ahora es que te obstinas en decir que son como nosotros
las vemos, pero te has quedado sin ningún argumento que lo mantenga. Decías que las cosas son del
color que nosotros las vemos y no del color que las ven las mariposas, porque nosotros somos más in-
teligentes que ellas. Pero luego te he dicho que los científicos afirman que no es así. Además, si hemos
dicho que los extraterrestres aquellos eran más inteligentes que nosotros y no las veían igual, ¿cómo
puedes decir ahora que serían como las vemos nosotros y no como las verían ellos?
—Tienes razón, no sé por qué. Pero yo quiero que las cosas sean como yo las veo. Yo quiero saber
cómo son las cosas y, si yo las veo siempre de una manera, ¿quién es nadie para decirme que no son así?
—¿No te has parado nunca a pensar que tú y yo podríamos verlas de forma diferente?
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—¿Pero qué estás diciendo? A ver: ¿de qué color son las tapas de esta libreta? —preguntó Marta
mientras señalaba una libreta de tapas verdes.
—Verdes. Son de color verde.
—¿Ves? Yo también las veo verdes.
—Muy bien. ¿Pero quién te asegura a ti que lo que yo llamo verde no es lo que tú llamas azul o amarillo?
—No sé lo que quieres decir.
—A ver: al fin y al cabo, verde no es nada más que una simple palabra. Yo digo que las tapas de la
libreta son verdes, que la hierba es verde, sé cuándo los semáforos están en verde, etc. ¿Pero cómo
podemos saber que queremos decir lo mismo cuando tú y yo decimos verde? Podría pasar que cuando
yo veo las cosas verdes tenga la misma sensación que tienes tú cuando ves las cosas amarillas. Que yo
diga verde no quiere decir que tenga una sensación del mismo tipo que la que tú tienes cuando dices
verde también.
—¡Ahora sí que la acabas de arreglar, papá! No sé si merece la pena que tengamos estas conversacio-
nes. En lugar de aprender, me da la sensación de que cada vez que hablo contigo sé menos.
—Eso no es nada malo, Marta. Porque yo no estoy haciendo que olvides nada que ya sabías, sino ha-
ciéndote ver que, cosas que tú creías saber, no las sabías realmente. Creer saber cosas que no se saben
es todavía peor que no saberlas. Porque si crees que sabes algo, no te preocuparás de investigarlo, de
estudiarlo. Serás una ignorante creyendo que lo sabes y, por tanto, sin sentir la necesidad de vencer la
ignorancia.
—Pues mira, ¿sabes lo que te digo? Que no sé qué es peor.
—Antes yo estaba tan tranquila y tan segura y ahora ya no sé nada de nada y, lo que es peor, que no
me imagino cómo lo podré saber. Espero que me aclares algo. Pero, mira, aunque no tengan el color que
yo creo que tienen, las cosas sí que son como yo las veo: lo que veo cuadrado es cuadrado, lo que veo
redondo es redondo, porque si lo toco también noto que es cuadrado o que es redondo.
—Eso ha estado muy bien pensado, Marta. Estoy orgulloso de ti. Ha estado muy bien pensado, por-
que, claro está, aunque los ojos nos puedan engañar, tenemos las manos para asegurarnos en lo que
respecta a las formas de las cosas. Y si todavía quedara alguna duda respecto a lo que es cuadrado y a lo
que es redondo, hay cosas que parece más cierto que son así, ¿no?
—No sé qué quieres decir.
—Quiero decir que, a veces, los ojos nos pueden hacer pensar que algunas cosas están delante de
nosotros cuando no es realmente así, pueden ser espejismos, como los que sufren las personas en el
desierto. Los niños pequeños quieren coger las luces, o quieren ir corriendo a tocar el arco iris, etc.
Pero cuando unos y otros intentan coger lo que ven, se dan cuenta de que no existe de la forma que
ellos pensaban, que no es un objeto, una cosa material. Ahora bien, si lo pueden tocar, ya no hay duda.
Las cosas de verdad son sólidas, ocupan un espacio. Por ejemplo, una mesa es sólida; podemos poner
objetos encima de ella y no se caen al suelo; las mesas son sólidas, compactas, consistentes, estables,
son materia.
A Marta le había cambiado la expresión de la cara.
Esto le gustaba más. Por fin habíamos encontrado algo más seguro, algo más parecido a la mesa,
más sólido. Lamentaba volver a decepcionada con el nuevo paso que estaba a punto de dar, pero no
había más remedio. Así que antes de que se acabara de ilusionar con el descu-
brimiento, continué:
—Pero imagínate que eres de un tamaño muy, muy pequeño. Eres
como una pulga o más pequeña aún, eres como un microbio. La mesa
que antes era lisa y plana, ahora es para ti una superficie repleta de ho-
yos y de montículos, o de valles y de montañas.
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FILOSOFIA | APUNTES , LECTURAS Y ACTIVIDADES
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que a nosotros nos hace ver rojo, determinará que el perro perciba una determinada tonalidad de gris,
y haría que nuestro extraterrestre lo viera marrón, por ejemplo.
—¡Uf! ¡Cuántas palabrotas! Entonces, ¿qué tengo que decir, que las cosas tienen colores o que no los
tienen? ¿Que tienen los colores que yo veo u otros diferentes? ¿Cúal es la verdad?
Marta estaba un poco desesperada. Por eso, intenté hacerle ver que el problema no era tan grande.
Empecé:
—Yo creo que puedes decir perfectamente que las cosas tienen colo-
res y que tienen el color que tú ves. Al fin y al cabo, cuando decimos que
algo es rojo, lo que queremos decir es que la mayoría de las personas lo
ven rojo. Si estuviéramos constituidos de otra forma, si tuviéramos otros
nombres para los colores o si en lugar de ojos tuviésemos antenas, diría-
mos otras cosas, utilizaríamos otros conceptos. Dicen que los esquimales
tienen muchas palabras para las diferentes tonalidades del blanco y que
tienen una única palabra para el azul y para el verde. Tenemos los órganos
sensoriales que tenemos, y con ellos actuamos; tenemos los conceptos
que tenemos y, aunque podemos ir perfilándolos, cambiándolos o, tal
vez, mejorándolos, no podemos prescindir de ellos del todo ni de golpe.
Y si no tuviésemos los ojos que tenemos y no tuviésemos los medios de
expresión que tenemos, tendríamos otros que también determinarían
nuestra manera de ver el mundo.
—Pero entonces ¿quién tiene razón, el físico que dice que los objetos no tienen colores o la gente
normal que dice que sí los tienen?
—¿Y por qué no decir que los dos tienen razón? Yo creo que simplemente están hablando de cosas
diferentes. El físico, cuando no ejerce de físico, sino de persona normal como tú has dicho, también
dice .que tienen color y también dice rojo y amarillo y verde. No es que lo uno sea más verdadero que lo
otro, son descripciones alternativas del mundo que responden a intereses y a necesidades diferentes,
aunque no completamente desconectadas la una de la otra. El problema es que para describir el mun-
do, siempre tendremos que partir de unos conceptos o de otros, tendremos que utilizar unos aparatos
(aunque sean meramente lingüísticos) u otros. El problema radica en que no podemos arrancamos los
ojos y la lengua para ver y describir cómo sería el mundo si no tuviésemos estos ojos y esta lengua,
porque entonces necesitaríamos otros ojos y otra lengua para hacer todo eso, y volveríamos a empezar
de nuevo.
—Ya, ya, me cuentas todas estas cosas y después te sorprendes de que crea en los fantasmas —dijo
Marta—. ¡Buenas noches!»
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ACTIVIDAD 25
Una vez que han leído y analizado el texto anterior, en equipos y en plenaria, aborden el si-
guiente tema y problematización:
PROBLEMATIZACIÓN:
1.9.2. Existencialismo
La importancia que reviste en la actualidad el abordaje de la corriente existencialista obedece a la
necesidad y trascendencia que ha tenido a lo largo de la historia de la humanidad la reflexión sobre
cuestiones tan trascendentales como la existencia humana, esto es, la “angustia existencial” que
llega a producir la incertidumbre acerca de cuál será nuestro futuro para quienes vivimos en un
mundo y sociedad sumamente complejos y contradictorios, de los cuales sólo podemos tener se-
guridad acerca de nuestro fin: la muerte, concebida como algo inevitable, aunque nunca podemos
saber cómo y cuándo sucederá, de ahí que nuestros proyectos de vida solamente tienen ciertos
grados de posibilidad, nunca certeza.
Cuando hablamos del existencialismo, nos estamos refiriendo a un movimiento filosófico mo-
derno que contempla la situación del individuo en un universo absurdo y carente de sentido en el
que los seres humanos poseemos libre albedrío. Los existencialistas consideran que las personas
son responsables de sus acciones, y que sólo ellas pueden juzgarlas, así como los efectos que
las acciones producen en los otros. El existencialismo se originó
con la obra de Kierkegaard, en el siglo XIX, y posteriormente fue
cultivado por filósofos como Karl Jaspers y Martín Heidegger, en
Alemania, y Jean-Paul Sartre, en Francia.
Según esta filosofía, todos los individuos conscientes de sí
mismos pueden captar o intuir su propia existencia y su libertad,
y no deben negarse a sí mismos la libertad de elegir, ni deben
dejar que sus elecciones se sometan a nada (ni a la razón, ni a la
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A continuación encontrarás un pequeño resumen del matiz particular que toma en los filósofos
existencialistas este tipo de reflexiones, seguido de una reseña de las frases o aforismos más im-
portantes por ellos planteados.
Sören Kierkegaard
«El
hombre vive en su propia vida», refutó el filósofo Sóren Kierke-
gaard (1813-1855), a la construcción dialéctica de Hegel con sus
tres peldaños de la razón (subjetiva, objetiva, absoluta). A Kier-
kegaard le hizo falta la pasión. Su filosofía se construyó sobre el fundamento
de una emoción: la angustia. Kierkegaard era melancólico. Quizás por eso
se convirtió en el primer existencialista; medio siglo después se formó una
corriente filosófica de este corte. Kierkegaard antepuso la existencia a la esen-
cia: primero debemos reconocer que algo existe, antes de rompemos la cabeza sobre lo que significa.
¿Qué sentido tiene toda esta búsqueda de la verdad absoluta, si el individuo no es capaz de encontrar
la suya? «Lo que importa es cómo actúa el hombre en su interior, no la cantidad de conocimiento que
adquiere», dijo Kierkegaard, y negó cualquier valor de la ciencia. Marcó una raya entre la fe y la razón,
pero también entre la fe y la iglesia. Dios llama a las personas en lo individual, no de manera colectiva y
mucho menos a través de una estructura como la de la iglesia, pensó él. El filósofo danés dividió la vida
en tres etapas: en la primera, la estética, el hombre vive según sus emociones; en la segunda, la ética,
decide cómo quiere vivir; y como en ninguna de las dos le encuentra un sentido a su vida, finalmente
se encauza a la fe, a la etapa religiosa».
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FILOSOFIA | APUNTES , LECTURAS Y ACTIVIDADES
Frases o aforismos
• «Estoy convencido de que Dios es amor; este pensamiento tiene para mí una validez esen-
cialmente lírica. Cuando poseo su certeza me siento profundamente dichoso, y cuando tal
certeza me viene a faltar, la deseo con tal ansia como el amante al objeto amado.
• Quien posee las riquezas de este mundo es dueño de ellas, sin que importe la forma en que
las consiguió. Pero en el mundo del espíritu no ocurren las cosas del mismo modo.
• El amor lo cree todo, pero nunca se engaña.
• A quien constantemente espera lo mejor lo envejecerán las decepciones que le deparará la
vida, y quien espera siempre lo peor se hará muy pronto viejo: solo quien cree conserva una
eterna juventud.
• No puedo llevar a cabo el movimiento de la fe, soy incapaz de cerrar los ojos y, rebosante de
confianza, saltar y zambullirme de cabeza en el absurdo; ese movimiento me resulta impo-
sible de ejecutar.
• No ignoro las miserias y peligros de la vida, y tampoco los temo; salgo sin miedo a su en-
cuentro.
• Cada cual encuentra su modo de vengarse del mundo.
• Sólo las naturalezas inferiores llegan a olvidarse de sí mismas y se convierten en algo nue-
vo; la mariposa ha olvidado que antes ha sido oruga y es posible que más adelante llegue a
olvidarse de que fue mariposa. Las naturalezas profundas nunca se olvidan de sí mismas y
nunca se convierten en algo diferente de aquello que siempre fueron.
• La angustia les resulta peligrosa a los hombres sin temple, y por eso la silencian.
• Les ocurre a los sistemáticos lo mismo que al hombre que construye un magnífico castillo
y luego vive al lado en la caseta del portero: no viven en el magnífico edificio del sistema
construido. Desde un punto de vista espiritual los pensamientos de un hombre deben ser su
propia morada».
Karl Jaspers
La
búsqueda del sentido hace que el hombre sea hombre. Esto lo
expresa en su filosofía Karl Jaspers (1883-1969), que señaló la
diferencia entre el «estar ahí» (Daseín) y la existencia. La exis-
tencia del hombre empieza, para Jaspers, con la reflexión consciente sobre
el «estar ahí». Por eso, para él el filosofar era «ocuparse uno de sí mismo».
Jaspers llegó a la filosofía a través de la medicina, sobre todo de la psiquia-
tría. Quiso abarcar al «hombre como un todo». La psiquiatría trata de sanar
el alma de las personas que se encuentran en situaciones límites. Para Hei-
degger estas situaciones eran la muerte o la culpa, que son provocadas por
nuestra acción o la no-acción. Pero también se trata del azar, catástrofes o
decepciones que son causadas por el prójimo, a las que estamos expuestos
y ante las cuales nos sentimos indefensos. Según Jaspers, en estos momen-
tos es cuando el hombre está más cerca de sí mismo. Al sumergirse en su alma, tiene la posibilidad de
ser él mismo. No la razón, sino los sentimientos y los ánimos facilitan el camino hacia nuestro interior.
Para evitar la desesperación en la que lo sumergen estas situaciones límite; el hombre debe superar el
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«ser en sí» y llegar al «ser trascendente». A esto Jaspers le llama «la fe filosófica» en algo que la razón ya
no puede abarcar, es decir: Dios. Sobre él nos dice: «Que Dios exista, es suficiente». A este salto fuera
de la desesperación, del miedo a la libertad, Jaspers lo llamó: «el salto hacia mi libertad».
Frases y aforismos
• «Como individuo, cada uno de nosotros llega al final de su vida sin saber qué es propiamen-
te. Nos quedamos sin algo definitivo en el camino que no hace más que interrumpirse in
consumarse en ninguna meta absoluta.
• El hombre sólo llega a su propio ser a través del ‹otro›. Llegamos a ser nosotros mismos sólo
en la medida en que ‹el otro› llega a ser él mismo, a ser libres sólo en la medida en que ‹el
otro› llega a seda.
• El cuadro del futuro es incierto, confuso, pero quizás con mayores perspectivas y más des-
esperado a la vez de lo que jamás fuera. Si me percato de la misión que en eso tiene el ser-
hombre, no con vistas a inmediatas exigencias de la existencia, sino en atención a la verdad
eterna, entonces pregunto por la filosofía. ¿Qué debe hacer la filosofía en la actual situación
del mundo?
• Quiero encontrar la razón en atención a la cual el morir resulte, no comprendido, pero sí
soportado en la inquietud del sufrir, no en una impavidez estoica, sino amante y llena de
confianza.
• La misión permanente del filosofar es llegar a ser propiamente hombre gracias a imbuirse
del ser; o lo que es lo mismo: llegar a ser uno mismo adquiriendo la certidumbre de Dios».
• Hoy también la religión se limita a ser un sector de la vida: el domingo al lado del resto de la
vida y fuera de ella.
• La filosofía es incondicionada y sin finalidad. Ni puede fundamentarse partiendo de otro cri-
terio ni justificarse por su utilidad para otra cosa. No es viga ni brizna en la que uno se pueda
apoyar. No puede disponerse de la filosofía. No es posible utilizada.
• Llegar a ser un hombre virtuoso es llegar a ser un buen ciudadano. Todo depende del indivi-
duo en cuanto individuo, al margen del éxito y de la influencia que pudiera tener en el Estado.
La independencia de quien es dueño de sí, la libertad verdadera que nace de la comprensión
intelectiva, es el suelo último donde el hombre se enfrenta con la divinidad.
• Nos arriesgamos a afirmar: La filosofía no puede dejar de existir mientras halla hombres».
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FILOSOFIA | APUNTES , LECTURAS Y ACTIVIDADES
Martin Heidegger
«S
omos» hasta el momento de la muerte. El filósofo alemán Mar-
tin Heidegger (1889-1976) tituló su libro El ser y el tiempo. Él
se hizo la siguiente pregunta: ¿qué es este ‹ser› al que espera la
muerte? Está determinado por el tiempo que tenemos para vivir. Como
el hombre es el único que se da cuenta de esto, el ser es el ser del hom-
bre. Pero un árbol y una piedra también «son». Desde luego, pero sólo el
hombre se da cuenta de ello. Para Heidegger, el hombre es un héroe, que
aguanta valiente su vida, porque sabe que finaliza con la muerte. Esta
concepción del héroe hizo por un tiempo de Heidegger un simpatizante
del nacional socialismo. Se unió a Adolfo Hitler, que quiso hacer de los
alemanes amos de un imperio por mil años. Más tarde, Heidegger concibió el ser del hombre como un
«ser en sí» (Sein an sich). La existencia del hombre la entendió en el sentido literal del latín ex-sistere,
es decir, «estar fuera». Como el hombre puede reflexionar su existencia, está fuera del ser. Para darse
cuenta de eso no necesita a un Dios o algún espíritu que flota en esferas superiores. Puede reconocerse
a sí mismo al mirarse desde su ser. Este ser lo descubre, por un lado, con la lengua, porque piensa con
palabras; por el otro, porque reconoce los objetos a su alrededor, y finalmente, por su intervención al
servirse de estos objetos».
Frases y aforismos
• «Hasta qué punto tienen todos los problemas filosóficos centrales su lugar natural en la
esencia del hombre? ¿Cuáles son, en fin, los problemas centrales y dónde está su centro?
• Todo preguntar es un buscar. Todo buscar tiene previa dirección, que le viene de lo que es
buscado. Preguntar es buscar conocer el ente en su ‹qué es› y ‹cómo es›.
• El ser, tema fundamental de la filosofía, no es el género de ningún ente, y sin embargo toca
a todo ente. Hay que buscar más alto su ‹universalidad›. El ser y su estructura están por
encima de todo ente.
• Antropología quiere decir ciencia del hombre. Abarca todo lo que puede investigarse acerca
de la naturaleza del hombre, en su calidad de ser dotado de cuerpo, alma y espíritu. Una
antropología puede llamarse filosófica si su método es filosófico, en el sentido de una consi-
deración de la esencia del hombre.
• El diálogo entre pensamiento y poesía evoca la esencia del habla para que los mortales pue-
dan aprender de nuevo a habitar en el habla.
• El habla es la casa del Ser.
• El arte hace brotar la verdad. De un golpe, el arte hace surgir en la obra, en tanto que salva-
guarda instauradora, la verdad del ente.
• La filosofía no puede rebatir nunca al sentido común porque éste es sordo a su lenguaje.
Ni siquiera debe albergar semejante deseo, porque el sentido común es ciego a lo que ella
propone como asunto esencial».
• El extravagante afán por demostrar la objetividad de los valores no sabe lo que hace. Si se
pregona a ‹Dios› como el ‹supremo valor›, esto es rebajar la esencia de Dios.
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JOSÉ MARTÍN MONTOYA CONTRERAS | ÓSCAR GONZÁLEZ GONZÁLEZ
Jean-Paul Sartre
La
cosa se pone fatal, cuando en el caso del ser humano, se trata
de tomar decisiones realmente importantes. De esto se ocu-
pó el maestro del existencialismo en Francia, Jean Paul Sartre
(1905-1980). Ese asunto de tener que tomar decisiones todo el tiempo, él
lo consideró un verdadero peso en la vida. Lo formuló de la siguiente ma-
nera: «El hombre está condenado a ser libre». Con eso quiso decir que la
vida nos exige tomar decisiones, pero por las consecuencias no debemos
culpar ni a las circunstancias, tampoco a la sociedad y menos a Dios o al
mundo. Esto tiene una razón, dijo él. A diferencia de todas las demás co-
sas en el mundo que simplemente «son para sí», el hombre debe concebir-
se a sí mismo, es un «ser que debe hacerse». De todas las posibilidades que
le ofrece su vida, el hombre debe escoger la más adecuada. Porque tanto la esencia, como su naturaleza,
no le son innatas. Buscar un orden válido para toda la humanidad, es una empresa inútil para Sartre,
porque la vida en sí no tiene sentido. El hombre goza de una libertad sin fronteras. Sin embargo, esta
libertad tiene algo negativo. Algunos, decía él, buscan refugio en la ciencia o en la fe en Dios y por mie-
do tratan de esquivar la libertad.
Frases o aforismos
• «El hombre no es nada más que un proyecto, no existe más que en la medida que se realiza,
no es por lo tanto más que el conjunto de sus actos, nada más que su vida.
• Sólo hay realidad en la acción.
• El hombre que tiene una sangre floja no por eso es cobarde, porque lo que hace la cobardía
es el acto de renunciar o de ceder; un temperamento no es un acto; el cobarde está definido
a partir del acto que realiza.
• La libertad, como definición del hombre, no depende de los demás, pero en cuanto hay com-
promiso, estoy obligado a querer, al mismo tiempo que mi libertad, la libertad de los otros.
• Estamos solos, sin excusas. Es lo que expresaré diciendo que el hombre está condenado a
ser libre.
• El existencialista no cree en el poder de la pasión. No pensará nunca que una bella pasión
es un torrente devastador que conduce fatalmente al hombre a ciertos actos y que en conse-
cuencia es una excusa; piensa que el hombre es responsable de su pasión.
• El hombre, sin ningún apoyo ni socorro, está condenado a cada instante a inventar al hom-
bre.
• El desamparo implica que elijamos nosotros mismos nuestro ser.
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FILOSOFIA | APUNTES , LECTURAS Y ACTIVIDADES
ACTIVIDAD 26
Después de haber accedido a un panorama general de la filosofía existencialista, en equipos
lean con atención y analicen detenidamente algunas de las frases o aforismos más importan-
tes formulados por cada uno de los cuatro filósofos existencialistas, cuyo pensamiento fue
expuesto a manera de resumen en los párrafos anteriores. El docente pedirá que se formen
cuatro equipos, uno por cada filósofo, para posteriormente, presentar en plenaria el análisis y
la argumentación respectiva con relación las frases o aforismos más representativos elabora-
dos por cada filósofo. En la dinámica de presentación y argumentación en la interpretación de
las frases de los filósofos, se sugiere a los alumnos atiendan los siguientes criterios:
1. Cada equipo selecciona a un alumno(a) para que dé a conocer las frases y aforismos
que les toca exponer. Los miembros del equipo argumentan el sentido de la interpreta-
ción que dan a cada uno de éstos.
2. El resto de alumnos interroga al equipo participante en turno acerca de los supues-
tos subyacentes y las razones en que se apoya cada interpretación, y de ser posible,
sugiere otras alternativas de interpretación de los mismos y propone al grupo trazar
analogías con otras situaciones y pensamientos relacionados con el contenido de las
frases o aforismos.
3. Los alumnos participan en plenaria para la reformulación y enriquecimiento de sus
propias perspectivas.
4. Cada alumno presenta por escrito una autoevaluación de los nuevos aprendizajes al-
canzados.
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