Unidad 4.-La Tipicidad. Clases de Tipos
Unidad 4.-La Tipicidad. Clases de Tipos
Unidad 4.-La Tipicidad. Clases de Tipos
I. CONCEPTO
1. Parte objetiva del tipo. 1.1. Constatación de la presencia de una conducta típica 1.2.
Imputación objetiva del resultado 2. Parte subjetiva del tipo. Imputación subjetiva. 2.1. El dolo.
2.2. El error de tipo. 2.3. Supuestos particulares de error de tipo. 2.4. Otros elementos subjetivos
del tipo
I. CONCEPTO
1. Parte objetiva del tipo .1.1. Constatación de la presencia de una conducta típica. 1.2.
Imputación del resultado. 2. Parte subjetiva del tipo. Imputación subjetiva
C. TIPOS DE OMISIÓN
1. Parte objetiva del tipo.1.1. Situación típica 1.2. No realización de la acción debida e indicada
en el tipo.1.3. Posibilidad de realizar la acción indicada. 2. Parte subjetiva del tipo. Imputación
subjetiva de la conducta
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1. Parte objetiva del tipo. 1.1. Imputación objetiva de la conducta. 1.1.1. La posición de
garante1.1.2. El no impedir la lesión del bien jurídico1.1.3. La posibilidad de evitar la lesión del
bien jurídico. 1.2. Imputación objetiva del resultado. 2. La imputación subjetiva.
I. CONSIDERACIONES GENERALES
III. LA TENTATIVA
I. CONCEPTO
Tipos son los distintos preceptos del Código penal y leyes penales especiales que describen los
delitos. Los tipos de comisión son los que se cometen realizando la conducta descrita en el
precepto, infringiendo una norma de prohibición. Por ejemplo, el tipo de homicidio recoge la
prohibición de matar a otro, el tipo comisión consiste en matar activamente a otro, vgr.,
disparándole con una pistola. Los tipos dolosos son los que se realizan conociendo que la acción
que se está realizando es peligrosa y puede lesionar el bien jurídico protegido en el tipo. Por
ejemplo, el que dispara a otro conociendo que está disparando y que ello entraña un riesgo para
la vida del otro. Comete, pues, un tipo doloso de comisión el sujeto que realiza la acción descrita
en el tipo conociendo que con tal comportamiento lesionará o puede lesionar con un alto grado de
probabilidad el bien jurídico protegido en el tipo.
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el análisis de la parte objetiva del tipo no aborda exclusivamente la manifestación externa, sino el
comportamiento humano como unidad externo-interno.
Recordemos que el tipo penal, además de otras, cumple la función de delimitar las conductas que
ponen en peligro y lesionan bienes jurídicos y que de no concurrir causas de justificación están
prohibidas. La parte objetiva del tipo sirve para analizar si desde la perspectiva de la persona
normativa-ideal se ha realizado el tipo. Mientras que la parte subjetiva del tipo sirve para analizar
si desde la perspectiva del sujeto activo se ha realizado el tipo. Para averiguarlo debe procederse
en la forma que a continuación se expondrá.
En primer lugar, el comportamiento humano debe crear un riesgo típicamente relevante, es decir,
debe poner en peligro el bien jurídico protegido por el tipo, desde una perspectiva ex ante,
tomando la posición de la persona normativa ideal, es decir, con los conocimientos, ciencia y
experiencia existentes en una sociedad determinada (Baremo para la imputación objetiva de la
conducta).
- Riesgo permitido: Cuando el comportamiento, a pesar de crear un riesgo para bienes jurídicos
protegidos, por razones diversas (en general de utilidad), está permitido, siempre y cuando se
realice con diligencia. Por ejemplo, el sólo hecho de conducir por una ciudad es una actividad
peligrosa para la vida e integridad física de los ciudadanos, sin embargo, la sociedad estima más
útil autorizarla que prohibirla, siempre y cuando se respeten las más elementales normas de
cuidado.
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1.2. Imputación objetiva del resultado.
En los delitos de resultado, aquéllos que el tipo para su consumación exige la presencia de un
resultado, vgr. el homicidio, debe a continuación comprobarse que el resultado producido está en
conexión con la conducta. Ello se averigua a través del juicio de la relación de riesgo.
La relación de riesgo consiste en comprobar si el resultado entra dentro del ámbito de protección
de la norma infringida. Es decir, si el riesgo creado por la conducta es precisamente el que se
realiza en el resultado o si entre conducta y resultado concurre una relación de congruencia.
Faltará dicha relación de riesgo en los tipos dolosos siempre que el resultado quede fuera del
ámbito de protección de la norma infringida. Por ejemplo, la conducta crea un riesgo típicamente
relevante para unas obras de arte muy valiosas (su destrucción) y el resultado que finalmente
tiene lugar de forma imprevisible son unas lesiones para la persona que los vigilaba.
La imputación objetiva del resultado debe analizarse con un baremo ex post, desde la posición de
la persona normativa ideal, es decir, cono los conocimientos, ciencia y experiencia con que
cuenta una sociedad determinada.
1. STS 5 septiembre 2001: queda fuera de toda duda la atribución objetiva del resultado. Se
acreditó la existencia de una relación de causalidad entre la conducta de los recurrentes y el
efecto previsto por la ley. Tal efecto lesivo, se produjo como consecuencia de la realización por
los acusados de una actividad jurídicamente desaprobada, adecuada y suficiente para provocar el
resultado, dado el riesgo o peligro que ofrecía; resultado que es precisamente el que la norma
quiere impedir, quedando excluida, cualquier otra motivación causalista del mismo. La caída de la
moto no influyó o interfirió para nada en dicho resultado lesivo. Tampoco influyó el buen o mal
estado del órgano, ya que fisiológicamente, cumplía su función, y como consecuencia de los
golpes fue dañado, hasta el punto de precisar la extirpación.
El segundo requisito al que antes hacíamos referencia exige que el riesgo (no permitido) creado
por la acción sea el que se realiza en el resultado. Es en este segundo condicionante de la
imputación objetiva en el que se plantea la presencia de riesgos concurrentes para la
producción del resultado, cuestión en la que habrá que estar al riesgo que decididamente lo
realiza, como aquellos otros casos en los que no podrá sostenerse la realización del riesgo en el
resultado cuando la víctima se expone a un peligro que proviene directamente de su propia
acción, en cuyo caso el resultado producido se imputará según el principio de la «autopuesta en
peligro» o «principio de la propia responsabilidad». Se trata de establecer los casos en los que la
realización del resultado es concreción de la peligrosa conducta de la propia víctima que ha
tenido una intervención decisiva.
Ciertamente, la jurisprudencia de esta Sala viene sosteniendo que la relación entre la acción y el
resultado en delitos cuyo tipo penal incluye la lesión del objeto de la acción no se limita a la
comprobación de la causalidad natural, sino que dependerá de la posibilidad de la imputación
objetiva del resultado de la acción. En general es posible afirmar que sin causalidad (en el
sentido de una Ley natural de causalidad) no se puede sostener la imputación objetiva, así
como que ésta no coincide necesariamente con la causalidad natural. De esta manera, sólo es
admisible establecer la relación entre la acción y el resultado cuando la conducta haya creado un
peligro no permitido, es decir, jurídicamente desaprobado y el resultado producido haya sido la
concreción de dicho peligro.
En el presente caso, la cuestión de la causalidad natural no ofrece la menor duda: de acuerdo con
la fórmula de la teoría de la condición (conditio sine qua non), si el acusado no hubiera golpeado
a la víctima, ésta no habría sufrido las lesiones y secuelas que se describen en el relato de
hechos que se declara probado.
Tampoco da lugar a dudas que golpear a otro constituye una acción que genera un peligro
jurídicamente desaprobado. Sin embargo, es precisa una mayor reflexión respecto de la cuestión
de si la extirpación del bazo es la realización del peligro creado por la acción. Al respecto la Sala
debe alertar respecto de cierta tendencia a confundir la realización del peligro con la cuestión de
la previsibilidad del resultado. El resultado puede ser previsible y, sin embargo, no ser la
concreción del peligro. En realidad, casi todo es previsible, en el sentido de una representación
posible del autor respecto del resultado de su acción. La concreción del peligro en el resultado,
por el contrario, requiere un juicio relativo a la intensidad del peligro creado y su relación con el
resultado. Dicho de otra manera: se trata de establecer cuál es el riesgo que se concreta en el
resultado cuando el bien jurídico se pudiera encontrar, como se sostiene en el motivo, sometido
ya a una situación de riesgo, como consecuencia de una alegada enfermedad que sufría la
víctima de los hechos. Pero lo que resulta claro, y así se infiere de las pruebas practicadas,
especialmente de los dictámenes médicos emitidos, es que la extracción del bazo no aparece en
este caso como la concreción de los efectos de una posible enfermedad que padeciera el
perjudicado, sino como la realización del peligro implícito en los brutales golpes con los puños y
piernas y especialmente las fuertes patadas que le dio en el tronco lo que determinó las graves
lesiones y la extirpación del bazo. Esta conclusión puede ser fundamentada también desde el
ámbito de protección de la norma, dado que las normas que protegen la integridad corporal y la
vida no dejan fuera de protección, respecto de los peligros provenientes de las agresiones, a los
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que pudieran padecer enfermedades, es decir a quienes están sometidos a un riesgo futuro de
cierta indeterminación en el tiempo.
En el caso objeto de este recurso, como se ha dejado expresado, la causalidad aparece con
claridad meridiana. Es patente que, existió una causalidad natural, de no mediar los puñetazos y
especialmente las fuertes patadas no se hubieran producido las lesiones y secuelas padecidas
por el perjudicado. La acción realizada por el recurrente ha creado un riesgo jurídicamente
desaprobado por el ordenamiento. Por último, el resultado producido es concreción de la acción,
pues las lesiones y secuelas, y entre ellas la extirpación del bazo, se producen a consecuencia de
los golpes propinados por el acusado, no por una posible enfermedad que pudiera padecer el
lesionado.
No existe, pues, situación alguna que pueda considerarse similar o próxima a una de autopuesta
en peligro por parte de la víctima que ninguna culpa ha tenido en la realización de los hechos, que
no los ha provocado, y menos en la agresión sufrida, habiendo quedado perfectamente
establecida la relación causal entre agresión y resultado de lesiones y secuelas sufridas por el
perjudicado.
Para que un hecho pueda reputarse típico, éste debe ser producto de la voluntad de una o unas
persona-s. La finalidad de la imputación subjetiva es averiguar si la conducta que desde una
perspectiva objetiva (persona normativa-ideal) crea un riesgo o lesiona un bien jurídico penal, es
realizada por la persona con dicho conocimiento. En otras palabras, si el sujeto actuante conoce
que con su comportamiento pone en peligro o lesiona el bien jurídico protegido. El baremo que se
utiliza para este juicio es uno ex ante, desde la posición del autor, con sus conocimientos, ciencia
y experiencia, valorados por la persona normativa-ideal.
2.1. El dolo
2.1.1. Concepto. Dolo es conocer que se está realizando la acción descrita por el tipo, conociendo
además su peligrosidad y la capacidad de producir la lesión del bien jurídico.
2.1.2. Clases de dolo. Hay tres clases de dolo: el dolo directo de primer grado, el dolo directo de
segundo grado y el dolo eventual.
Actúa con dolo directo de primer grado el sujeto que conoce que está realizando la acción
prohibida y persigue su ejecución y el resultado.
Actúa con dolo directo de segundo grado o de consecuencias necesarias el sujeto que a pesar de
no perseguir la lesión del bien jurídico protegido por un tipo, sabe con seguridad que con su
conducta lo lesionará.
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Actúa con dolo eventual el sujeto que actúa conociendo y aceptando la peligrosidad de su
conducta para el bien jurídico protegido y la posibilidad de lesión.
En este sentido de la STS 31 julio 2001 declara que a diferencia del dolo directo, donde el agente
quiere el resultado, y el directo de segundo grado, donde dicho resultado se representa como una
consecuencia inevitable de la acción, que admite el autor, en el llamado dolo eventual el agente
se representa el resultado como posible. Por otra parte, en la culpa consciente no se quiere
causar la lesión, aunque también se advierte su posibilidad, y, sin embargo, se actúa. Se advierte
el peligro pero se confía que no se va a producir el resultado.
2.1.3. El objeto del dolo. Objeto del dolo es acción peligrosa con capacidad de lesionar el bien
jurídico protegido.
En este sentido la STS 2 octubre 2003 aclara que en primer lugar parece identificar,
incorrectamente, el dolo con la relación de causalidad. Nadie duda que el puñetazo del acusado
produjera causalmente la muerte. Sólo que eso no demuestra el dolo. Tampoco existen
elementos que permitan afirmar que un puñetazo en la boca tiene «una alta probabilidad» de
producir la muerte. Está demostrado que no es imposible, pero que, por regla, un puñetazo de las
características del probado en esta causa, no genera un peligro concreto de la producción de la
muerte. Por lo tanto, en la medida en que el dolo consiste en el conocimiento de este peligro
concreto, es evidente que de la conciencia de dar un puñetazo no se puede deducir que el autor
obró con dolo de matar. Por último, la argumentación referida al carácter del acusado,
incorrectamente traída al recurso a través de las declaraciones de un testigo y la referencia a
otros testimonios, es insostenible, toda vez que el concepto de dolo nada tiene que ver con el
carácter del autor.
Error de tipo es el desconocimiento de los elementos objetivos del tipo. Mientras que el error de
prohibición es desconocer que la conducta está prohibida. Ambas modalidades de error están
reguladas en el Art. 14 del CP. El error de tipo en los apartados 1 y 2 del mencionado precepto, y
el error de prohibición en el apartado 3.
El error de tipo puede ser invencible o vencible. El error de tipo es invencible cuando atendidas
las circunstancias del caso y las personales del autor cualquier persona en su situación hubiera
incurrido en el desconocimiento. El error de tipo es vencible cuando atendidas las circunstancias
del caso y las personales del autor cualquier persona en su situación hubiera advertido el error y
lo hubiera evitado.
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Así pues el baremo que debe utilizarse para determinar si un error es vencible o invencible es el
propio de la parte subjetiva, es decir: perspectiva ex ante en la posición del autor con sus
conocimientos, ciencia y experiencia valorado todo ello por la persona normativa ideal.
De acuerdo con lo dispuesto en el Art. 14.1 CP, error de tipo invencible excluye la responsabilidad
penal. Es decir, impide castigar al sujeto, por falta de parte subjetiva del tipo, y por lo tanto, de
antijuridicidad. Mientras que el error de tipo vencible puede castigarse como delito imprudente, si
así está previsto en la Parte Especial del Código Penal.
También es esta la doctrina jurisprudencial. Por ejemplo, la STS 20 marzo 1998 cuando declara
que la concurrencia de un error de tipo vencible excluye la existencia de dolo y, por tanto,
conduce a la sanción del hecho con la pena prevista para el delito imprudente. Sin embargo, en
los casos en que un delito no se sanciona expresamente en forma imprudente -es decir, se
sanciona sólo si se ha cometido con dolo- no cabe la punición del error de tipo vencible, pues la
cláusula del art. 12 excluye cualquier pena en estos casos «numerus clausus». En otras palabras:
cuando un delito sólo se sanciona en forma dolosa, cualquier error de tipo -aun vencible excluye
la pena.
a) error in obiecto o en el objeto del tipo (puede ser una persona). El error en el objeto es aquél
que recae en la identidad del objeto o persona.
Ejemplo: Juan mata con una pistola a una persona, pesándose que es su enemigo Pedro, resulta
sin embargo que es un conocido suyo llamado José.
Obsérvese que en este ejemplo Juan dispara contra la persona que ve, lo que ocurre es que no la
identifica bien, se pensaba que era Pedro y resulta ser José. Juan pone en peligro a un solo bien
jurídico, por lo que esta clase de error debe considerarse irrelevante a efectos penales.
Irrelevante significa que deben operar las reglas generales sin tener en consideración la
existencia del error. En consecuencia no se aplica el Art. 14 CP. Juan ha cometido un homicidio/
asesinato doloso.
Distinto es el caso del error en la persona o en el objeto que recae sobre objetos o personas que
están protegidos de distinta forma. En este supuesto, el error es relevante y deben tenerse en
cuenta las reglas del Art. 14 CP relativas al error de tipo.
b) Aberratio ictus o error en el golpe. Error en el golpe es el que recae en la dirección del riesgo
creado.
Ejemplo: Juan quiere matar a Pedro. En aquellos momentos Pedro está junto a José. Juan sabe
quién es Pedro, su enemigo, y quien José, un conocido. Apunta con la pistola, dispara, con la
mala fortuna de que José se interpone en el camino de la bala y acaba muriendo él y no Pedro.
En estos casos el error es relevante: Juan, con su conducta ha puesto en peligro a más de un
bien jurídico, la vida de Pedro y la de José. Cuando Juan apuntaba con su pistola a Pedro sabía
que José estaba a su lado.
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Error relevante quiere decir que debe tenerse en cuenta, y en consecuencia aplicar las reglas del
Art. 14 CP relativas al error de tipo. Para ello, primero deberemos analizar qué riesgo quería crear
Juan, y si se ha creado, y luego identificar el elemento del tipo sobre el que recae el error. En
nuestro ejemplo, Juan al apuntar a Pedro crea un riesgo para su vida, que no se realiza en el
resultado (muere José y no Pedro), por lo tanto, por una parte, podemos afirmar que Juan comete
una tentativa de homicidio respecto de Pedro. Y ¿qué ocurre con José? Juan no quería matarlo,
pero al interponerse José en el camino de la bala acaba muriendo. Juan desconoce que su bala
iba a matar a José. En consecuencia, Juan, respecto de Pedro, incurre en un error de tipo y
deben aplicarse a esta parte del suceso las reglas del Art. 14 CP relativas al error de tipo. Si error
es invencible (no hay forma de advertir que la bala matará a José), impunidad, esto es, Juan no
responderá de la muerte de José, sino sólo de la tentativa de homicidio de Pedro. Si el error es
vencible (cualquier persona en su lugar hubiera advertido que la bala iba a matar a José), Juan
será responsable del homicidio imprudente de José en concurso (juntamente) con la tentativa de
homicidio de Pedro.
En definitiva, el error en el golpe es siempre relevante, por lo que debe acudirse al Art. 14 CP, y
su tratamiento es un delito de tentativa en eventual concurso (cuando el error es vencible) con un
delito imprudente.
c) Error sobre el curso causal. El error en el curso causal es el que recae sobre la relación de
causalidad prevista por el autor.
Ejemplo: Juan quiere matar a Pedro de un disparo, pero Pedro muere al ser trasladado por la
ambulancia al Hospital.
Esta clase de error puede afectar ya a la imputación objetiva del resultado. En efecto, cuando la
desviación del curso causal era absolutamente imprevisible para el hombre normativo ideal, se
excluye la imputación objetiva del resultado. En nuestro caso, es imprevisible que Pedro, herido
de muerte, muera debido a un accidente de la ambulancia.
Sin embargo, puede suceder que la desviación del curso causal fuera objetivamente previsible
(por lo que no excluiría la imputación objetiva del resultado), pero el autor lo desconociera.
Ejemplo: Juan y Pedro están en medio de una montaña nevada en la hay un riesgo muy elevado
de aludes. La persona normativa ideal conoce este riesgo de aludes. Juan y Pedro se pelean y,
en un momento de la discusión, Juan saca una pistola y dispara a Pedro. La bala no alcanza a
Pedro, pero provoca un alud que es el que mata a Pedro. La muerte de Pedro tiene lugar por otro
curso causal al previsto por Juan: Juan había previsto una muerte de bala y no por un alud. Hay
un error sobre el curso causal.
Esta clase de errores sólo son relevantes (esto es, deben tenerse en cuenta y proceder a la
aplicación del Art. 14 CP) cuando significan una desviación esencial del curso causal.
- En aquellos casos en que el error no es esencial (Juan quiere matar con arsénico y por error
mata con otro veneno), es irrelevante, no operan las reglas del Art. 14, y el caso se trata como si
no existiera el error (en nuestro ejemplo, asesinato doloso consumado).
- En aquellos casos en que el error es esencial (Juan quiere matar por el disparo y la víctima
muere por el alud que provoca el disparo) se aplican las reglas del Art. 14 CP relativas al error de
tipo. Si el error es invencible impunidad, y si es vencible imprudencia si fuere posible. La solución
de nuestro caso sería la siguiente: Juan dispara contra Pedro y no lo alcanza, ello da lugar a una
tentativa de homicidio o asesinato. Pedro muere por el alud, si dicha muerte es imprevisible por el
autor, no se le atribuirá (error de tipo invencible), pero si es previsible, responderá de ella por
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imprudencia (error de tipo vencible). Así pues, el error en el curso causal relevante da lugar a una
tentativa de delito con un eventual concurso con un delito imprudente (aplicación del Art. 14 CP).
La doctrina jurisprudencial mantiene una posición distinta. Considera que cuando el error recae
sobre bienes jurídicos protegidos de forma idéntica, este es irrelevante y por lo tanto no debe
tenerse en cuenta. En este sentido, por ejemplo, puede verse la STS 14 febrero 1989 de acuerdo
con la cual dentro del denominado error en el golpe o «aberratio ictus» pueden distinguirse dos
modalidades: a) Que el delito propuesto e inicialmente intentado, por inhabilidad o desviación en
la ejecución, recaiga en otra persona con resultado idéntico al proyectado (se quiso lesionar y se
lesiona) y b) Que entre ambos delitos se dé un título de imputación distinto (se quiso matar a uno
y se lesiona a otro).
En el segundo supuesto la doctrina y Jurisprudencia son conformes en considerar que deben ser
aplicadas las reglas del concurso, distinguiendo un delito intentado, de carácter doloso y un delito
consumado de carácter culposo, afectante a la persona que recibió por error el impacto de la
acción. Ahora bien, en el primer supuesto, cualesquiera que fueran las distintas doctrinas
existentes, nuestra Jurisprudencia ha seguido un criterio unánime declarando que la
responsabilidad del actor no sufre alteración por haber recaído el mal en persona distinta de
aquella a quien el procesado tuvo intención de causarlo, estimando que tanto el error en la
persona como en el golpe, dado que el Código Penal no individualiza el objeto de protección,
castigando al que causare a otro una lesión y no a una persona determinada, es de naturaleza
accidental y no altera la calificación jurídica del hecho. En el presente caso en que el acusado
lanzó un puñetazo contra uno de sus rivales y éste impactó contra una persona distinta de aquella
a quien iba dirigido, ocasionándole lesiones, por lo expuesto, resulta irrelevante para la
responsabilidad que fuera distinta persona aquella que sufrió las lesiones.
Interesante resulta la STS 2 abril 1992 por la definición que propone de las distintas clases
especiales de error. Existe error en el objeto cuando se dirige la acción contra persona u objeto
distinto de aquél inicialmente pensado. Error en la persona («in persona») que solamente sería
relevante cuando el sujeto pasivo fuera de tal condición que la agresión contra el mismo
convirtiera el hecho en un delito diferente. Existe error en el golpe cuando la acción se dirige
sobre el objeto pensado, como en este caso acontece, aun cuando por las razones que fueren
recayere sobre otro distinto. En uno y otro caso se trata de errores accidentales que en nada
influyen en la culpabilidad.
Algunos tipos del a parte especial del Código penal, exigen, además del dolo, otros elementos
subjetivos, como por ejemplo, el ánimo de lucro en los delitos contra la propiedad. En estos
casos, para que concurra la parte subjetiva del tipo no será suficiente el dolo sino que será
precisa la presencia de los otros elementos subjetivos previstos. Su ausencia comporta la
impunidad del hecho.
I. CONCEPTO
El delito imprudente consiste en la lesión de un bien jurídico por falta de diligencia del autor. Esta
falta de diligencia debe significar la infracción de la norma de cuidado (que no debe confundirse
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con la norma primaria). En consecuencia, en el delito o tipo imprudente la lesión del bien jurídico
se produce por infracción de la norma de cuidado, por un actuar negligente.
a) Mediante una cláusula abierta. En este caso el Código penal contiene una cláusula, ya sea en
la Parte General, ya sea en la Parte Especial a través de la cual todos los delitos pueden
castigarse por imprudencia.
b) Mediante el sistema de cláusula cerrada o números clausus. En este caso un hecho sólo
puede castigarse por imprudencia cuándo así lo determine expresamente la ley.
Nuestro Código penal ha acogido este último sistema de incriminación de la imprudencia, tal y
como viene recogido en el Art. 12 CP.
Según la parte subjetiva del tipo, la imprudencia puede ser consciente o inconsciente. Concurre
imprudencia consciente cuando el autor advierte la peligrosidad de su acción, pero descarta que
pueda producir la lesión del bien jurídico. Mientras que estamos frente a un supuesto de
imprudencia inconsciente cuando el autor tan siquiera advierte la peligrosidad de su acción.
Según la gravedad de la norma de cuidado infringida, la imprudencia puede ser grave o leve.
Imprudencia grave significa la infracción de las normas de cuidado más elementales, y en nuestro
sistema legal se castiga como delito. La imprudencia leve comporta la infracción de normas de
cuidado que imponen un deber de diligencia superior, y en nuestro sistema legal se castiga como
falta.
La jurisprudencia distingue la imprudencia grave de la leve del siguiente modo (entre otras, STS
30 noviembre 2002): La gravedad de la imprudencia está directamente en relación con la
jerarquía de los bienes jurídicos que se ponen en peligro y con la posibilidad concreta de la
producción del resultado lesivo. En otros términos: cuando la acción del autor genera un peligro
para un bien jurídico importante en condiciones en las que la posibilidad de producción del
resultado son considerables, la imprudencia debe ser calificada de grave. En estos casos, la
diferencia que caracteriza a la imprudencia grave respecto del dolo eventual reside en la falta de
conocimiento del peligro que concretamente se genera por parte del autor.
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La infracción de la norma de cuidado. Para la imputación de una conducta al tipo imprudente es
necesario que ésta signifique la creación de un riesgo típicamente relevante para el bien jurídico
protegido (ídem. Tipo doloso). Deberá descartarse el riesgo típicamente relevante cuando
concurra alguna de las siguientes circunstancias: a) riesgo insignificante, b) riesgo permitido, c)
adecuación social, y en algunos casos, el consentimiento (ídem. Tipo doloso).
En baremo que debe utilizarse para constatar la infracción de la norma de cuidado, es el propio
de la categoría del delito que estamos analizando, es decir, el de la parte objetiva del tipo.
Recordémoslo: perspectiva ex ante, posición de la persona normativa-ideal, con todos los
conocimientos, ciencia y experiencia.
La imputación del resultado en los delitos imprudentes exige idénticos juicios que el tipo doloso.
Primero, la constatación de la relación de causalidad; segundo, la constatación de la relación de
riesgo.
Faltará la relación de riesgo cuando el resultado no tenga nada que ver con el riesgo creado, es
decir, cuando el resultado queda fuera del ámbito de protección de la norma infringida. En estos
casos falta la previsibilidad objetiva del resultado.
El baremo para realizar estos juicios de imputación del resultado son también los propios de esta
categoría del delito: perspectiva ex post, persona normativa ideal con todos los conocimientos
ciencia y experiencia.
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La parte subjetiva del tipo imprudente consiste en la previsibilidad subjetiva. Existe previsibilidad
subjetiva cuando el autor advierte la peligrosidad de su acción, aunque descarta la posibilidad de
que cause el resultado; y también cuando el autor tiene la obligación de advertir dicha
peligrosidad.
El baremo para realizar este juicio de imputación es el propio de la parte subjetiva del tipo:
perspectiva ex ante, posición del autor, con sus conocimientos ciencia y experiencia, valorado por
la persona normativa ideal.
La imprudencia consciente es muchas veces difícil de delimitar del dolo eventual. En ambos
casos el sujeto conoce la peligrosidad de su acción, pero ningún caso se persigue el resultado. La
distinción es importante a efectos prácticos puesto que la imprudencia consciente, al ser
imprudencia, tiene menor pena que el delito doloso.
Ejemplo: María, policía nacional, está limpiando su pistola, sin seguro, cargada y montada, al lado
de sus compañeros. En un acto de limpieza aprieta el gatillo, con tan mala fortuna que la bala va
a parar a Juan sentado en frente y muere.
Doctrina y jurisprudencia han utilizado distintas teorías para delimitar el dolo eventual de la
imprudencia inconsciente.
Como ponen de manifiesto las SSTS 2 octubre 2002, 10 Octubre 2003, 25 marzo 2004, en
materia de dolo se distingue por la doctrina de esta Sala, de conformidad con la doctrina
científica, entre el dolo directo o de primer grado (que tiene dos variedades: dolo intencional o
dolo de consecuencias necesarias), y el dolo de segundo grado (llamado también dolo eventual),
y con respecto a la culpa, también puede aparecer en dos categorías: culpa consciente y culpa
sin representación (denominada también imprudencia), en sus dos vertientes: grave o leve. El
problema reside en la diferenciación entre dolo eventual y culpa consciente.
Lo que caracteriza la diferencia entre la culpa consciente y el dolo eventual, es precisamente que,
para el caso de la primera, el autor no se representa como probable la producción del resultado,
porque confía en que no se originará, debido a la pericia que despliega en su acción o la
inidoneidad de los medios para causarlo. En otras palabras: obra con culpa quien
representándose el riesgo que la realización de la acción puede producir en el mundo exterior
afectando a bienes jurídicos protegidos por la norma, lleva a cabo tal acción confiando en que el
resultado no se producirá; sin embargo, éste se origina por el concreto peligro desplegado. En el
dolo eventual, el autor también se representa como probable la producción del resultado dañoso
protegido por la norma penal, pero continúa adelante sin importarle o no la causación del mismo,
aceptando de todos modos tal resultado (representado en la mente del autor). En la primera
(culpa consciente), no se acepta como probable el hipotético daño, debido a la pericia que el
agente cree desplegar, o bien confiando en que los medios son inidóneos para producir aquél,
aún previendo conscientemente el mismo. En el segundo (dolo eventual), el agente actúa de
todos modos, aceptando la causación del daño, siendo consciente del peligro que ha creado, al
que somete a la víctima, y cuyo control le es indiferente.En definitiva, el dolo eventual supone que
el agente se representa un resultado dañoso, de posible y no necesaria originación y no
directamente querido, a pesar de lo cual se acepta, también conscientemente, porque no se
renuncia a la ejecución de los actos pensados. La misma imputación deviene, conocido el acto y
sus consecuencias, con la voluntad de realizarlo y con la probabilidad del daño directamente no
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deseado. Por tanto, el dolo eventual exige la doble condición de que el sujeto conozca o se
represente la existencia en su acción de un peligro serio e inmediato de que se produzca el
resultado y que, además, se conforme con tal producción y decida ejecutar la acción asumiendo
la eventualidad de que aquel resultado se produzca. Lo que significa que, en todo caso, es
exigible en el autor la conciencia o conocimiento del riesgo elevado de producción del resultado
que su acción contiene.
C. TIPOS DE OMISIÓN
Los artículos 1 y 10 del Código penal vigente hacen referencia a la omisión. El Art. 1 establece
que no será castigada ninguna acción ni omisión que no esté prevista como delito o falta por Ley
anterior a su perpetración. El Art. 10 dispone que son delitos o faltas las acciones y omisiones
dolosas o imprudentes penadas por la Ley. En consecuencia, como ya vimos en la lección 5, el
Código penal distingue entre los delitos (o tipos) de comisión y los delitos (o tipos) de omisión.
Recuérdese que ambos, tipos de omisión y tipos de comisión, exigen como primer requisito de la
antijuridicidad la presencia de un comportamiento humano externo y voluntario.
Los delitos de comisión se distinguen de los delitos de omisión por la clase de norma imperativa
que resulta infringida. Mientras que en los delitos de comisión resulta infringida una norma de
prohibición (¡prohibido clavar el cuchillo a tu hijo!); en los delitos de omisión se infringe un
mandato (¡obligatorio salvar a tu hijo!).
Estamos, pues, en presencia de un delito de comisión cuando el sujeto activo conculca la norma
de prohibición porque realiza la conducta prevista por el tipo. Por ejemplo, la norma prohíbe matar
y el autor mata clavando un cuchillo a su víctima. Mientras que estamos en presencia de un delito
de omisión cuando el sujeto activo infringe un mandato porque no realiza la conducta impuesta
por la norma. Por ejemplo, la norma obliga al progenitor a alimentar al hijo recién nacido, y aquél
no lo hace, por lo que el hijo muere de inanición.
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II. CLASES DE OMISIONES
Existen dos clases de tipos omisivos: tipo o delito de omisión pura y el tipo o delito de comisión
por omisión.
El tipo de omisión pura el legislador castiga tan sólo la no realización de la acción debida;
mientras que en el delito de comisión por omisión, el legislador castiga la no realización de la
conducta debida y la producción de la lesión del bien jurídico.
Ejemplo: Un día del mes de agosto María, niña de tres años, y su padre Julián van a pasar el día
a la playa. María no sabe nadar, a pesar de ello su padre la deja jugar a la orilla del mar sin
ningún tipo de salvavidas y sin vigilarla. María, niña traviesa a la que le gusta mucho el mar, cada
vez se aparta más de la orilla, hasta que llega un momento que empieza a ahogarse. Ella grita
para pedir ayuda, pero nadie le hace caso, ni tan siquiera su padre. Finalmente muere ahogada.
El padre será castigado por un delito de comisión por omisión (homicidio) porque se le castigará
por no haber realizado la acción debida (salvar a su hija) y por la producción del resultado (la
muerte de su hija). Los bañistas que advierten que la niña se ahoga y no hacen nada para
salvarla serán castigados por un delito de omisión pura, puesto que sólo se les castigará por no
haber realizado la acción indicada (socorrer).
Debe distinguirse entre el sistema de incriminación utilizado para los delitos de omisión pura del
utilizado para los delitos de comisión por omisión.
En el Código penal español, los delitos de omisión pura sólo se castigan cuando están
especialmente previstos en la Parte Especial del Código penal. Por lo tanto, el sistema de
incriminación es cerrado (sistema de números clausus).
Distinta es la situación de los delitos de comisión por omisión. El Código penal recoge la
punibilidad de estos delitos en el Art. 11 CP, precepto que describe una cláusula semiabierta. En
efecto, la infracción de un mandato (no realizar la conducta obligatoria) podrá castigarse
subsumiéndola en los preceptos de la Parte Especial que recogen los delitos de comisión de
resultado siempre que concurran los requisitos establecidos en el Art. 11. De aquí la
denominación de delitos de comisión por omisión: realización de un delito que está redactado
como tipo de comisión infringiendo no una norma de prohibición, sino un mandato.
Ejemplo: El Art. 138 CP (delito de homicidio) castiga al que matare a otro, como reo de
homicidio, con la pena de 10 a 15 años de prisión. Por su redacción está claro que es un delito
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de comisión, es decir, su realización tiene lugar cuando se realiza la conducta prevista en el tipo:
se mata, se infringe una norma de prohibición. Sin embargo, según lo dispuesto en el Art. 11 CP,
y en relación con el Art. 138 CP, también se puede matar por omisión, infringiendo un mandato.
Esto sucede cuando no se realiza la acción debida siempre que concurran los requisitos exigidos
en el Art. 11: los progenitores que no alimentan al hijo recién nacido.
Para que la infracción de un mandato pueda dar lugar a un delito de comisión por omisión deben
concurrir, según interpretación jurisprudencial de lo dispuesto en el Art. 11 CP los siguientes
elementos (STS 19 octubre 2002):
1º) sólo cabe la comisión por omisión de delito o faltas que consistan en la producción de un
resultado, lo que debe entenderse ha de ser un resultado material ya sea de lesión o de peligro;
2º) la omisión ha de concurrir con la infracción de un especial deber jurídico, de origen legal o
contractual, de actuar;
4º) contribución al resultado de la omisión determinado por el hecho de que la acción omisiva
hubiera podido evitar el resultado.
5º) Algunas de las condiciones dichas han de tener un aspecto subjetivo apreciable en quien
omita actuar: debe conocer que tiene el deber de intervenir en la situación y debe comprender al
omitirlo que su intervención podría evitar el resultado de lesión o de peligro.
El tipo de omisión pura consta también de una Parte objetiva y de una Parte subjetiva.
Obviamente, la Parte objetiva está exclusivamente integrada por los juicios de imputación objetiva
de la conducta. En efecto, recuérdese que en estos delitos se castiga exclusivamente la no
realización de la acción debida. No se atribuye ningún resultado, con independencia de que éste
haya o no tenido lugar. Veámoslo a continuación.
Como en todos los tipos, para la imputación objetiva de la conducta es necesario constatar el
riesgo para el bien jurídico protegido, desde una perspectiva ex ante, en posición de la persona
normativa ideal, con todos los conocimientos. Riesgo que desaparece, por lo menos, (aplicación
de los criterios generales) cuando nos encontramos frente a un riesgo insignificante, un riesgo
permitido, un riesgo adecuado o tolerado socialmente y en determinados casos por
consentimiento de la víctima.
La particularidad de esta clase de delitos reside en que para la imputación objetiva de la conducta
(para la atribución del riesgo o peligro para el bien jurídico protegido) se exige además la
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constatación de los siguientes elementos: la situación típica, la ausencia de acción debida, y la
posibilidad de realizar la acción debida.
Consiste en la descripción de una situación de peligro que realiza el concreto tipo de la parte
especial.
Ejemplo: El Art. 195, que castiga la omisión del deber de socorro, describe la situación típica
consistente en que una persona se halle desamparada y en peligro manifiesto y grave.
Ejemplo: Siguiendo con el precepto anterior, este exige la conducta de socorrer, al que se halle
en la situación típica descrita (desamparada y en peligro manifiesto y grave)
El obligado a actuar puede realizar la acción debida sin peligro propio ni de terceros, juicio
realizado con el baremo propio de la imputación objetiva de la conducta.
Ejemplo: El Art. 195 obliga a socorrer a las personas desamparadas y en peligro manifiesto
siempre y cuando la persona obligada pueda hacerlo, y además pueda hacerlo sin riesgo propio
ni de terceros.
La parte subjetiva de los tipos de omisión pura requiere la presencia de dolo. Es decir, el
conocimiento de que concurren los elementos de la Parte objetiva.
Omisión del deber de socorro (Art. 195 C), exige según doctrina jurisprudencial (así STS 10
diciembre 2000): 1º) una conducta omisiva sobre el deber de socorrer a una persona
desamparada y en peligro manifiesto y grave, es decir, cuando necesite protección de forma
patente y conocida y que no existan riesgos propios o de un tercero, como pueda ser la
posibilidad de sufrir lesión o perjuicio desproporcionado en relación con la ayuda que necesita; 2º)
una repulsa por el ente social de la conducta omisiva del agente; y 3º) una culpabilidad
constituida no solamente por la conciencia del desamparo de la víctima y la necesidad de auxilio,
sino además por la posibilidad del deber de actuar. La existencia de dolo se ha de dar como
acreditado en la medida en que el sujeto tenga conciencia del desamparo y del peligro de la
víctima, bien a través del dolo directo, certeza de la necesidad de ayuda, o del eventual, en
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función de la probabilidad de la presencia de dicha situación, pese a lo cual se adopta una actitud
pasiva.
Ya hemos visto que el tipo de comisión por omisión se caracteriza por la atribución de la ausencia
de una conducta y la producción de un resultado.
De nuevo, como en todos los tipos, para la imputación objetiva de la conducta es necesario
constatar el riesgo para el bien jurídico protegido, desde una perspectiva ex ante, en posición de
la persona normativa ideal, con todos los conocimientos. Riesgo que desaparece, por lo menos,
(aplicación de los criterios generales) cuando nos encontramos frente a un riesgo insignificante,
un riesgo permitido, un riesgo adecuado o tolerado socialmente y en determinados casos por
consentimiento de la víctima.
La particularidad de esta clase de delitos reside en que para la imputación objetiva de la conducta
(para la atribución del riesgo o peligro para el bien jurídico protegido) se exige además la
constatación de los siguientes elementos: la situación típica, junto con la posición de garante, la
ausencia de acción debida, por lo que no se impide la lesión del bien jurídico, y la posibilidad de
realizar la acción debida capaz de evitar la lesión del bien jurídico.
Obsérvese que algunos de los elementos son comunes al tipo de omisión pura. En efectos, en
ambas clases de tipos se requiere: a) una situación típica (la situación de peligro para el bien
jurídico protegido); b) ausencia de acción debida; y c) la posibilidad de llevar a cabo la acción
debida.
Otros elementos son propios de los delitos de comisión por omisión. Para el estudio de los
elementos comunes a ambos tipos nos remitimos a lo ya expuesto en los tipos de omisión pura. A
continuación nos detendremos en el análisis de los elementos propios de la comisión por omisión.
1.1.1. La posición de garante. Sólo pueden realizar el delito de comisión por omisión las personas
que estén en posición de garante, es decir, aquellas personas que tengan unos deberes de
protección hacia determinados bienes jurídicos o que deban controlar determinadas fuentes de
peligro. Suelen distinguirse las siguientes posiciones de garante: (ver Mir Puig, Derecho Penal,
Parte General, 7 ed.)
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A) Posiciones de garante derivadas del deber de proteger determinados bienes jurídicos. Este
deber puede derivarse de las siguientes situaciones:
c) Comunidad de peligro.
B) Posiciones de garante derivadas del deber de controlar las fuentes de peligro. Lo que sucede
en las siguientes situaciones:
1.1.2. El no impedir la lesión del bien jurídico. La ausencia de la acción indicada significa en estos
tipos que no se hace nada para frenar la lesión del bien jurídico.
1.1.3. La posibilidad de evitar la lesión del bien jurídico. La posibilidad de realizar la acción
debida debe analizarse con relación a la posibilidad de evitar la lesión del bien jurídico. Es decir,
la acción indicada era la propia para poder evitar la lesión del bien jurídico.
Recordemos, que una de las características propias de estos tipos, es que son tipos de resultado,
por lo que no sólo se atribuye la ausencia de una determinada acción, sino el resultado y la lesión
del bien jurídico. Recordemos también (ver Lección 5), que para averiguar si es posible la
atribución del resultado y lesión del bien jurídico bastará con la comprobación de la relación de
riesgo. En efecto, en los delitos de comisión por omisión, a pesar de ser delitos de resultado, no
puede establecerse una relación de causalidad entre la no realización de la conducta debida y el
resultado. Desde una perspectiva meramente física (la propia de la relación de causalidad) no es
posible afirmar que el no realizar una conducta cause un resultado.
Ejemplo: No puede decirse que el dejar de alimentar al hijo recién nacido sea la causa natural,
física, de la muerte de éste. La causa natural o física es la inanición. Tampoco puede decirse que
el no socorrer al hijo de corta edad que se ahoga en una piscina por no saber nadar sea la causa
natural o física de su muerte. La causa natural o física es que el hijo no sabe nadar.
La relación de riesgo consiste en comprobar que la ausencia de la acción debida por parte del
que está en posición de garante comporta:
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b) la posibilidad de evitar el resultado de haberse realizado la acción debida.
El baremo que debe utilizarse para su comprobación es el propio de la relación de riesgo (Unidad
2.-): perspectiva ex post, posición de la persona normativa ideal.
2. La imputación subjetiva
La imputación subjetiva en los delitos de comisión por omisión puede ser tanto a título de dolo
como a título de imprudencia. Dependerá del tipo de la parte especial que realicen.
I. CONSIDERACIONES GENERALES
Hasta este momento hemos venido considerando los delitos consumados. Es decir, aquellas
conductas humanas voluntarias y externas que creaban un riesgo típicamente relevante, riesgo
que se realizaba en el resultado. Delitos pues que no sólo ponían en peligro el bien jurídico
protegido, y al objeto del delito, sino que producían un resultado exterior.
Sin embargo, la realidad delictiva no es siempre así, muchas veces gracias a la intervención
preventiva de la policía, otras, porque el delincuente, muy a pesar suyo no consigue sus
propósitos, y otras veces porque desiste de su propósito criminal inicial. En definitiva, muchas
veces estaremos frente a delitos inacabados, pero que serán merecedores de un castigo, por
representar conductas peligrosas por su proximidad a la lesión del bien jurídico o por haber
implicado a varias personas. De aquí que resulte muchas veces necesario castigar las formas
anteriores a la consumación del delito, es decir, a los actos de imperfecta ejecución.
Por otra parte, el derecho penal, como ya sabemos, está legitimado para intervenir
exclusivamente cuando existe un peligro próximo para los bienes jurídicos protegidos. Por ello no
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pueden castigarse ni los pensamientos, ni aquellas conductas que todavía no impliquen un peligro
efectivo para el bien jurídico.
Todo ello nos lleva a la siguiente conclusión: el Derecho Penal no está legitimado para castigar
todo el trayecto criminal (iter criminis), sino sólo las fases que supongan un peligro próximo y
exterior para los bienes jurídicos protegidos.
En el iter criminis, o trayecto criminal, deben distinguirse dos fase: la fase interna y la fase
externa. Durante la fase interna, la del pensamiento, rige, sin excepción alguna, la impunidad. La
fase externa, la que tiene lugar con el inicio de los actos exteriores, se compone de dos etapas:
los actos preparatorios y los actos ejecutivos. Durante los actos preparatorios rige el principio de
impunidad de los mismos con las excepciones previstas en el Código penal: conspiración,
proposición, provocación y apología del delito (Arts. 17 y 18 CP). La fase ejecutiva se inicia con la
tentativa y acaba o bien con la consumación del delito (con éxito) o bien con la tentativa acabada
(fracaso del trayecto criminal). En esta fase rige el principio de la punibilidad de dichos actos
(castigo) salvo contadas excepciones (por ejemplo, por concurrir desistimiento).
Debe distinguirse la tentativa, del delito consumado, y del agotamiento del delito. La tentativa
consiste en el inicio y práctica de parte o todos los actos ejecutivos. Cuando se alcanza el
resultado buscado, o se termina con éxito la realización de los actos descritos en el tipo, se habla
de consumación. Distinto a éste último concepto es el de agotamiento del delito. Esta fase no
forma parte de los actos ejecutivos y consiste en obtener las ventajas, finalidades etc. buscadas
con la comisión del delito.
Ejemplo: Juan está cansado de trabajar, de levantarse cada día temprano, ir al trabajo, pasarse
más de ocho horas en él, para ganar lo que él considera muy poco. Un día, mirando una película
sobre la planificación de un gran robo, llega al convencimiento de que la única solución para dejar
de trabajar y poder llevar una vida más cómoda y divertida, es robar un gran banco (fase interna).
Como él sólo no puede llevarlo a cabo, busca a dos amigos. Los tres planifican el robo (actos
preparatorios). Y el día acordado lo llevan a cabo con gran éxito (actos ejecutivos y consumación
del delito). Se reparten el botín (agotamiento del delito) y Juan ser retira definitivamente de la vida
laboral.
Los actos preparatorios punibles recogidos en el Código penal son: la proposición, Art. 17.2 y 3; la
conspiración, Art. 17.1 y 3, y la provocación y apología del delito, Art. 18, todos del Código Penal.
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Para el castigo de los actos preparatorios punibles el legislador ha utilizado la técnica del sistema
de incriminación cerrada o números clausus. De acuerdo con ella los actos preparatorios
mencionados sólo podrán castigarse en los casos especialmente previstos por la Ley.
2. Conspiración
De acuerdo con lo dispuesto en el Art. 17.1 CP la conspiración existe cuando dos o más personas
se conciertan para la ejecución de un delito y resuelven ejecutarlo. La doctrina y jurisprudencia
consideran a la conspiración como un supuesto de coautoría anticipada. Es decir, los
conspiradores son sujetos que planean todos ellos el delito y están dispuestos a intervenir en él
como autores. Son sujetos que reúnen los requisitos de autoría exigidos por el tipo que planean
llevar a cabo. Cuando den inicio a los actos ejecutivos dejarán de ser conspiradores y podrán
castigarse como coautores.
3. Proposición
Según el Art. 17. 2 CP la provocación existe cuando el que ha resuelto cometer un delito invita a
otra u otras personas a ejecutarlo. De acuerdo con la doctrina y un sector de la jurisprudencia la
proposición tiene naturaleza de inducción anticipada. El proponente se dirige a una o unas
personas concretas a las que quiere convencer por medios psíquicos de que ejecuten un delito,
sin que el proponente intervenga como autor del mismo. Iniciados los actos ejecutivos el
proponente se castigará como inductor.
El Art. 18 CP dispone que hay provocación cuando directamente se incita por medio de la
imprenta, la radiodifusión o cualquier otro medio de eficacia semejante, que facilite la publicidad, o
ante una concurrencia de personas a la perpetración de un delito.
III. LA TENTATIVA
1. Concepto
Tal y como ha declarado la jurisprudencia (por ejemplo, ATS 13 marzo 2003) la tentativa, como
forma imperfecta de ejecución, existe cuando el sujeto da principio a la ejecución directamente
por hechos exteriores, practicando todos o parte de los actos que objetivamente deberían
producir el resultado y sin embargo éste no se produce "por causas independientes de la voluntad
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del autor". La exención de responsabilidad por el delito intentado se reserva por el a quien "evite
voluntariamente" la consumación del delito, bien desistiendo de la ejecución ya iniciada, bien
impidiendo la producción del resultado.
Ejemplo: Apuntar con una pistola a alguien con ánimo de matarlo y cuando se está a punto de
disparar interviene la policía.
▪ Tentativa acabada: realización de todos los actos que objetivamente deberían producir el
resultado sin que este se produzca por causas independientes a su voluntad. Normalmente
se castiga con la pena inferior en grado.
Ejemplo: Apuntar con una pistola a alguien con ánimo de matarlo, disparar, pero con tan mala
fortuna, que no se alcanza el objetivo.
▪ Tentativaidónea: realización de actos que tanto desde una perspectiva ex ante como ex
post son capaces y aptos para producir el resultado, resultado que no tiene lugar por
causas distintas a la capacidad de los actos. Se castigará con la pena inferior en dos o en
un grado según sea inacabada o acabada respectivamente.
Ejemplo: Persona que apunta a otra con una pistola cargada, y cuando está a punto de disparar
la policía lo detiene, o dispara y no alcanza su objetivo.
▪ Tentativa inidónea: realización de actos que desde una perspectiva ex ante parecen
capaces y aptos para producir el resultado, pero que desde una perspectiva ex post no
resultan aptos para su producción, ya sea por inidoneidad de los medios, del objeto o del
sujeto activo. Se discute en la doctrina y en la jurisprudencia si esta tentativa debe
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castigarse. El sector jurisprudencial que defiende su punición, actualmente mayoritario,
sostiene para estos casos la rebaja de la pena en dos grados.
Ejemplo: Persona que dispara contra un bulto que hay en la cama, pensándose que es una
persona, y luego se comprueba que es una almohada)
▪ Tentativairreal: realización de actos que tanto desde una perspectiva ex ante como ex
post se muestran incapaces y no aptos para producir el resultado. Actos que desde
cualquier perspectiva carecen de entidad lesiva.
Inicio de la creación del riesgo típicamente relevante. Para saber si hemos traspasado la frontera
de los actos preparatorios, generalmente impunes y estamos ya en presencia de los actos
ejecutivos o de tentativa utilizaremos una teoría objetivo material, de acuerdo con la cual, la
tentativa da comienzo con aquellos actos inmediatamente vinculados a la descripción típica desde
una perspectiva objetiva, teniendo en cuenta el plan del autor, valorado por la persona normativa
ideal, siempre que signifiquen la puesta en peligro sin solución de continuidad del bien jurídico
protegido.
Para que la tentativa resulte punible es necesario, según lo dispuesto en el Art. 16.2 CP que no
haya desistimiento voluntario.
Es decir, el que evite voluntariamente la consumación del delito, bien desistiendo de la ejecución
ya iniciada, bien impidiendo la producción del resultado, quedará exento de responsabilidad
penal, sin perjuicio de la responsabilidad en que pudiera haber incurrido por los actos ejecutados,
si estos fueren ya constitutivos de delito o falta. Añade el Código penal en el Art. 16.3 que cuando
en un hecho intervengan varios sujetos, quedarán exentos de responsabilidad penal aquel o
aquellos que desistan de la ejecución ya iniciada e impidan o intenten impedir, seria, firme y
decididamente , la consumación.
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desistimiento tiene efectos de eximir de responsabilidad penal, sino sólo el voluntario. La doctrina
dominante utiliza para averiguarlo la teoría de la racionalidad del delincuente. De acuerdo con ella
el desistimiento es voluntario cuando no obedece a la racionalidad del buen delincuente, mientras
que no lo es cuando obedece a dicha racionalidad. Por “racionalidad del buen delincuente” debe
entenderse lo que haría un delincuente para tener éxito en su empresa criminal con el menor
riesgo posible para su persona. Así, por ejemplo, huir del lugar cuando se estaba a punto de
echar mano del botín porque llega la policía, entra dentro de la racionalidad del buen delincuente,
y por lo tanto, dicha huida no puede considerarse como un desistimiento voluntario que exima de
pena.
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