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Fidelidad y Consistencia en La Vocacion

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Fidelidad y Consistencia en la Vocación

Que es la fidelidad? El diccionario define a la persona fiel como aquel que "mantiene la fe o que es constante en sus
sentimientos, en el cumplimiento de sus obligaciones, sin defraudar la confianza puesta en él”.
La palabra consistencia es empleada aquí con el significado específico de la armonía interior que existe entre las
necesidades subconscientes de la persona y los valores que proclama conscientemente, y que favorece la fidelidad a la
vocación. Por tanto, la tarea que me propongo es explorar la relevancia que tiene el factor de consistencia-inconsistencia en
la perseverancia o no perseverancia en la vocación, es decir, examinar hasta qué punto la fidelidad o la falta de fidelidad
está relacionada con la consistencia o inconsistencia de la persona.
1. Por qué algunos abandonan? Por qué ocurre la crisis vocacional?
2 A que debemos ser fieles? Cuáles son las condiciones personales y grupales que favorecen y dan vitalidad a los
grupos?
 Algunos de los resultados alcanzados por la USG merecen nuestra atención:
1. Soledad afectiva: Algunos analistas de la VC creen que los Institutos que imponen el aislamiento emocional de
sus miembros sufren un número mayor de defecciones.[2]
2. Cualidad de los llamados: Otros sitúan el problema en la calidad de las vocaciones actuales, especialmente en las
inmadureces psicológicas que presentan.[3]
3. Cuestión del sentido de la VC: ‘Por quien y con quién?’ Se observó que la crisis de la vida consagrada es, sobre
todo, la crisis de la profundidad y calidad de nuestro amor a Cristo. La fidelidad solo es posible cuando hay una pasión
ardiente- una pasión por Cristo, una pasión por la humanidad.[4]
4. Problema del compromiso permanente: El problema tiene raíces psicológicas y culturales. Se observó que hasta
muy recientemente la permanencia formaba parte esencial de la cultura. Hoy vivimos en la cultura de lo “desechable”, del
colapso de las ideologías. [5]
5. La cuestión de la formación de la identidad
6. La capacidad para la intimidad
7. El problema de la generatividad
8. Otras razones [6]
 El P. Lluís Oviedo OFM, después de examinar diferentes teorías, observa: “En realidad, no hay explicación empírica
de por qué dos religiosos que viven en comunidades y situaciones personales muy similares de hecho toman una decisión
diferente cuando afrontan la prueba y la tentación de abandonar. Por eso es muy difícil formular una especie de “teoría
unificada" que ayude a comprender el sentido y las características de las sucesivas olas de casos de abandono; esta situación
hace difícil adoptar un acercamiento practico o que pueda ofrecer elementos de ayuda en el manejo de la crisis”.
 
Desde la perspectiva de la Psicología de la profundidad
La USG y los que analizan el problema del abandono están de acuerdo en que necesitamos una antropología para
comprender el fenómeno. Aquí vamos a considerar los hallazgos a que ha llegado la investigación del P. Rulla, que le
granjeo el premio quinquenal en Psicología científica de la Religión en 1976.
Según el P. Rulla la vocación es el resultado del encuentro de dos libertades – de Uno que llama y de otro que es
llamado – Dios y el hombre – ‘si’ de Dios y ‘si’ del hombre. Es un encuentro de diálogo – un diálogo que continua a través
de la vida del hombre. Por parte de Dios su ‘si’ es un don. Es Él el que lleva la iniciativa y el que elige. Es Dios por la
acción del Espíritu quien hace posible que el hombre pueda responder.
Necesita también un ‘si’ por parte de la persona humana, que se hace disponible en su totalidad para la obra salvífica
del Reino.
La semilla de la vocación no cae sobre un terreno neutral, sino que encuentra en la persona un terreno con
potencialidad para responder a dicha llamada. Pero al mismo tiempo el terreno tiene sus límites y condicionantes (Mt 13, 1-
23). La vocación es por tanto un don que nosotros recibimos de Dios, pero un tesoro recibido en vasijas de barro (2Cor 4,7).
Las vasijas de barro representan la realidad antropológica que caracteriza la respuesta humana a la llamada de Dios – una
respuesta más o menos libre, más o menos total. No es solamente una limitación moral, sino también una limitación
psicológica. Es posible que un muchacho o una chica en su itinerario vocacional encuentre difícil vivir adecuadamente los
valores vocacionales, y no por falta de buena voluntad, sino que es posible que en su vida haya limitaciones psicológicas
que pueden ser inconscientes y que dificultan a la persona la práctica de esos valores de la vocación.
Así nos encontramos con dos realidades antropológicas:
La primera realidad antropológica es que tenemos un proyecto orientado al infinito; conocer, querer y amar.
Según Lomaran hay en la persona (la aspiración) a trascenderse sistemáticamente a sí misma, sea quien sea, no importa lo
que haya conseguido hasta ahora, (la aspiración) de alcanzar a Dios como el objetivo último de la propia vida. Hay siempre
un deseo de ir más allá hasta que uno alcanza a Dios. En la debilidad de lo humano hay un espacio para lo Eterno, una
apertura hacia el Absoluto que señala como la meta ultima de la trascendencia y como el fundamento de todas las cosas y de
cada valor. Según la antropología bíblica, el hombre esta ontológicamente orientado hacia Dios, como dice el Vaticano II:
“el hombre ha sido creado a imagen de Dios con capacidad para conocer y amar a su Creador” (GS 12c). Por tanto, el
hombre es creado para desarrollarse en plenitud, según la propia vocación de la persona, recibida de Dios como una llamada
que le invita, con la mayor libertad y responsabilidad (Mk 12.30)
La segunda realidad antropologica que no podemos olvidar se refiere a las limitaciones de diversa naturaleza,
conscientes e inconscientes, que hay en la persona y que pueden ser un obstáculo en mayor o menor medida para la libertad
de vivir su tendencia a la auto-trascendencia teocéntrica. Con su cuerpo y su finitud, el hombre está relacionado con el
mundo y con sus innumerables condicionamientos – físicos, biológicos, históricos, psicológicos…. La psicología que trata
del desarrollo de la persona en el proceso de la vida nos descubre muchos factores que intervienen en el desarrollo de la
persona y como influyen de manera compleja. Si exceptuamos los casos patológicos graves, muchos de estos factores no
lesionan la libertad esencial de la persona, pero influyen sobre su libertad efectiva para abrirse y responder a los valores. Por
ejemplo, la libertad esencial para girar que tiene el codo es de 180 grados, pero por causa de un accidente su libertad
efectiva puede quedar reducida a 60 grados, aunque se le puede devolver la plena capacidad por medio de una intervención
médica. Lo mismo puede decirse con verdad en relación con la vida psíquica y vocacional. Valga el ejemplo de Paula, una
mujer de 22 años. Cuando era pequeña fue testigo de las continuas peleas de sus padres… miedos… esconderse en el
armario para protegerse de la ansiedad… Ahora es una chica muy inteligente y capaz, pero el temor de lo que puedan decir
los otros la hace incapaz de defender sus ideales… huye de las situaciones de ansiedad… tiene miedo de ser rechazada o
abandonada por los demás y eso le hace buscar refugio en un “armario’. Esta era la solución que le daba seguridad en el
pasado, cuando era niña, pero resulta inadecuada en la situación actual, en que es persona adulta y madura
El ejemplo nos ilustra como los problemas que la persona encontró en su infancia, de manera más o menos
consciente, pueden actuar todavía como una limitación y convertirse en un obstáculo para conseguir relaciones maduras y
para vivir los valores deseados. Una vez que se toma conciencia de esto y se afronta, la persona alcanza una mayor libertad
efectiva para crecer en la vida humana y vocacional.
La existencia de esta limitación es reconocida en la antropología bíblica cuando Pablo afirmar que los deseos de la
carne se oponen a los deseos del Espíritu. (Gal 5,17)
Así, el dialogo vocacional implica a toda la persona con sus potencialidades y también con sus limitaciones. Para
comprender estas limitaciones, el P. Rula propone una imagen tridimensional del hombre. Las limitaciones pueden estar en
cualquiera de estas dimensiones y los Formadores tienen que tenerlo en cuenta a la hora de abordar un problema.
La primera dimensión:
Un hombre que tenía mucho éxito en su campo profesional se convirtió al mismo tiempo en objeto de celo por parte
de sus colegas. El podría haberse vengado fácilmente de ellos, pues tenía ese poder en su mano, pero sin embargo opto por
no hacerlo. Formulaba su principio en estos términos: “tener la espada, pero no atacar con ella.” Para adoptar una postura
como esta uno necesita una gran dosis de libertad interna, un sentido del valor y un propósito en la vida. Están en juego las
convicciones y el compromiso que uno ha elegido conscientemente y el esfuerzo constante que permite vivir desde estas
opciones.
Aplicando esto al contexto religioso, el hecho de tener todas las posibilidades de llevar una vida cómoda en el mundo
y a pesar de ello escoger una vida de renuncia, el seguimiento de la vocación a pesar de su aparente estupidez a los ojos del
mundo, el ser fieles a ella incluso cuando uno podría fácilmente abandonarla, todo esto muestra la fuerza que tienen las
creencias de una persona y la libertad interior que posee.
Pero la cuestión es si tenemos la libertad interior de optar y de seguir lo que hemos escogido. El P. Rulla dice que en
la persona humana hay una dimensión que permite estar abierto a ideales y valores más elevados. Hay en nosotros una
dimensión que es predominantemente consciente y abierta a valores auto-trascendentes. “La primera dimensión es la
derivada de las estructuras conscientes; más precisamente, de la armonía o acuerdo que, en mayor o menor medida, existe
entre el yo ideal (que es consciente) y el nivel del yo actual, que es predominantemente consciente. Desde el momento en
que las dos estructuras en esta dialéctica son conscientes, la persona es libre y responsables para trascenderse a sí misma o
para rechazar la auto-trascendencia. Por consiguiente, la primera dimensión es la dimensión que dispone a uno a la virtud o
al pecado.”[7] Cuando una persona con su libertad y responsabilidad elige seguir los valores del Reino, por más dificultades
y sacrificios que conlleven, ella está siguiendo conscientemente las virtudes y crece en santidad.
Aplicando esto a nuestro contexto de la fidelidad a la vocación, se supone que tendríamos que tener una comprensión
y un aprecio claro y consciente del valor de los votos. La persona tiene, en su yo ideal, la posibilidad de una auto-
trascendencia teocéntrica. Pero la libertad de la persona para esta auto-trascendencia es imperfecta, incluso en la persona
que ha sido redimida. Sin embargo, en la primera dimensión, de la virtud o el pecado, estas limitaciones son
prevalentemente conscientes y de este modo pueden ser superadas con los medios tradicionales de la ascética. [8] Para
alcanzar fortaleza en esta primera dimensión, el P. Rula subraya la vida de oración, educación en valores (presentación de
motivos claros que demuestren por que las virtudes y las normas son buenas y desarrollo de una clara conciencia de la
responsabilidad personal y el compromiso sincero con los valores y la internalización de los mismos ), educación de la
voluntad y de las emociones (la formación no debería limitarse a suministrar información a la inteligencia), capacidad de
soportar la tensión de la renuncia y aceptación de los sacrificios y sufrimientos que son más o menos inevitables cuando se
lucha por el triunfo del bien. Según Rula, “Una de las dificultades más persistentes que la gente encuentra en su lucha por
crecer en la vocación cristiana es la de dar a este sufrimiento un sentido auto-trascendente, convirtiendo el sufrimiento en un
sacrificio…” [9]
En otras palabras, hay una posibilidad mayor de abandono de la vocación cuando se es débil en la primera
dimensión:
- falta de adecuada formación en los valores o de compromiso (p.ej., uno que no está convencido del valor
de la castidad)
- falta de vida de oración y de aceptación del sufrimiento implicado en las renuncias
- ceder a la cultura del consumismo y del confort
- rehuir las tensiones que brotan de nuestra responsabilidad hacia los valores objetivos (la tentación del
bienestar material, los valores subjetivos y la autonomía)
- auto-realización más bien que auto-trascendencia.
Tercera dimensión:
Saltando la segunda dimensión vamos a tratar de la tercera. Es la dimensión de la normalidad versus la patología.
Implica la madurez personal en los valores naturales.
La Psicología Clínica en general se ocupa de los problemas que se pueden encontrar en el bienestar psicológico y los
problemas asociados con la enfermedad mental. La enfermedad grave puede reducir incluso la libertad esencial de la
persona para responder a la llamada de Dios. Los diversos estilos de personalidad pueden convertirse en motivo de
dificultad para las adaptaciones en la comunidad y pueden provocar tensión. Según los estudios, cerca del 20% de la
población general y de los que están en la VC tienen dificultades en esta dimensión. [10]
Los problemas patológicos serios afectan a la libertad de vivir la vocación. Pero puede ser erróneo concluir que los
que abandonan la VC son más inmaduros en la tercera dimensión que los que permanecen en la VC. Podríamos decir mejor
que muchos que se quedan en la VC pueden encontrar dificultad en vivir las exigencias de la VC por su inmadurez en la
tercera dimensión.
Segunda dimensión:
La primera dimensión implica los valores auto-trascendentes y las estructuras conscientes y la tercera dimensión
implica madurez o inmadurez en los valores naturales. La segunda dimensión es el ámbito en que se mezclan y combinan
los valores auto-trascendentes con los naturales. Como tal, esta segunda dimensión implica las estructuras conscientes e
inconscientes de la personalidad.
Vamos a intentar comprender esta dimensión con algunos ejemplos…
- un muchacho que tiene una necesidad excesiva de cariño
- de agresión
- de gratificación sexual
- de evitar el fracaso y el rebajamiento
- de exhibición
Es una dialéctica producida por el equilibrio o desequilibrio entre las fuerzas conscientes de auto-trascendencia y las
fuerzas inconscientes que se oponen a la auto-trascendencia teocéntrica. “Parece ser que la gracia no afecta normalmente a
las fuerzas inconscientes, sino que actúa solo a través de fuerzas conscientes. En otras palabras, esas fuerzas que son
inconscientes y no auto-trascendentes tienden a persistir en su oposición a la auto-trascendencia.
Hay una lucha interior en cada cristiano, que varía en intensidad de un individuo a otro y que toma la forma de
inconsistencias entre lo que él quiere ser (yo ideal) y lo que de hecho es o hace habitualmente (yo actual). Estas
inconsistencias son conscientes (como parte de la primera dimensión) o inconscientes (como parte de la segunda
dimensión). Las inconsistencias inconscientes limitan la libertad efectiva de la persona para la auto-trascendencia del amor.
La segunda dimensión implica una dialéctica que puede llevar a errores o a limitaciones que no son culpables. Esta
dialéctica continua estando presenta a pesar de la acción del Espíritu. [11]
La parábola del sembrador (Mt13, 1-23) nos dice que la respuesta del hombre a la llamada de Dios implica toda una
serie de disposiciones interiores, que varían de una persona a otra: y puede parecer que la aceptación incondicional de la
semilla, la palabra de Dios, por personas que son como la “tierra buena”, no resulta tan frecuente como nos gustaría pensar a
nosotros.
La persona humana debe ser en cierto sentido el autor de su propia orientación hacia Dios, aunque esta orientación
puede llegar a ser eficaz solo con la ayuda de la gracia de Dios… La libertad es no solo y primariamente un don de Dios,
sino también una conquista humana, y una conquista que afecta a toda la persona, a todo su ser. Solo la persona que se
posee a si misma totalmente puede ofrecerse a sí misma totalmente en un don libre y desinteresado para el otro, la auto-
posesión va unida y pari passu con la auto-donación. [12]
Importancia de la segunda dimensión: implica valores naturales unidos de manera subordinada con los valores
auto-trascendentes de la segunda dimensión. A menudo, ambas clases de valores pueden ser, al menos en parte, la expresión
de necesidades que son más o menos subconscientes, las cuales llevan a la persona a buscar no el bien real, sino un bien que
es solo aparente… Muchos matrimonios no se apoyan tanto en la consideración del bien del cónyuge, aunque esto sea
proclamado como un valor, sino en la gratificación de necesidades que tiene el individuo de manera más o menos
subconsciente; y de ahí resultan unos inevitables componentes de egoísmo y de antagonismo, que se ocultan detrás de una
fachada de aparente altruismo. Otros ejemplos se ven en las muchas personas que han dejado una vocación sacerdotal o
religiosa, incluido un número de personas que tenían altas responsabilidades de dirección espiritual… La segunda
dimensión permanece en la persona, junto con sus efectos sobre la libertad humana; pero “Solo en la libertad puede el
hombre dirigirse hacia el bien” (S.S. 17) [13]
Consistencia auto-trascendente
El mensaje central de la teoría, con las palabras del P. Rula, es: “Respetando y manteniendo la primacía y la
antecedencia de la acción de la gracia divina, para la cual no hay sustituto, los dinamismos o fuerzas psicosociales en la
persona, tanto conscientes como inconscientes influyen en la libertad de la persona para la auto-trascendencia del amor, y
por tanto también afectan al proceso vocacional de modos diversos y en grados diferentes.”[14] Entre las fuerzas pico-
sociales que influyen en la vocación, las más importantes son las fuerzas intrapsiquicas que son propias del yo o de la
personalidad de cada individuo.
Permítasenos describir brevemente las estructuras implicadas en el Yo:
El Yo Ideal
Está formado por dos subestructuras: 1) El Yo Ideal Personal (= SI, de “Sele Ideal”): Se trata de aquellos ideales que
el individuo elige por sí mismo: lo que la persona quiere ser o realizar siguiendo estos ideales. En otras palabras, son las
disposiciones habituales hacia objetos, personas o cosas. 2) El Yo Ideal Institucional (= II, de “Institucional Ideal”): Se
trata de los ideales que la vocación cristiana propone a la persona que quiere ser miembro de la comunidad cristiana, tal
como son percibidos por la persona individual. En otras palabras, es disposición habitual hacia situaciones – el ideal que se
refiere a situaciones. Es la percepción que el individuo tiene de los ideales, por ejemplo, de los ideales que una comunidad
religiosa propone a sus miembros y que él quiere adoptar. Esto implica varios papeles y modos de comportamientos tal
como son concebidos por los individuos.
Estas dos subestructuras juntas forman el Yo Ideal-en-Situación (SI + II).
El Yo Actual
En el Yo Actual se han de distinguir también dos subestructuras. La persona crece en auto-trascendencia o se resiste
a este crecimiento, bien sea conscientemente o en manera menos consciente. Por eso es necesario distinguir en el Yo Actual
el Yo Manifiesto (=MS, de “Manifestó Sele”, o también PB [sigla formada de “Presenta Behaviour”, i.e. “comportamiento
presente”], entendiendolo como concepto de si mismo) que es consciente, y el Yo Latente (=LS, de “Latent Self”) que es
inconsciente.
El Yo Manifiesto (MS): Consiste en el conocimiento que una persona tiene de si misma y de sus acciones, es decir,
lo que el piensa de si mismo en relacion con su ser y actuar habitual, o a su no ser y no actuar.
El Yo Latente (LS): Consiste en aquellas caracteristicas que el individuo posee sin saber que las tiene. Estas
caracteristicas de la personalidad pueden ser reveladas por medios de tests u otros instrumentos de tipo ‘proyectivo’. Se
considera generalmente que estos instrumentos proyectivos revelan aspectos reales de la persona, que pueden ser distintos
de las caracteristicas que la persona cree poseer o le gustaria poseer. El Yo Lantente indica lo que la persona es sin que ella
lo conozca.
Contenido: El contenido del yo son los valores, necesidades y actitudes. La inconsistencia se desarrolla por las
diferencias en los contenidos del Yo Ideal y del Yo Actual. Cuando al conjunto de ideales y valores en el Yo Ideal se le
opone lo que la persona conscientemente considera que es (MS) o lo que ella es inconscientemente (LS). Para nosotros son
de particular importancia las ‘necesidades’ que son disonantes con nuestra vocacion en el LS ya que afectan a la
consistencia vocacional.
Las necesidades disonantes: En las investigaciones del P. Rulla y de otros, se estudiaron 14 necesidades/actitudes
según las definiciones de Henry Murray. Siete de estas variables se revelaron en la investigación como disonantes con la
vocacion.[15] Por ejemplo, el voto de obediencia no es compatible con la necesidad de agresion (vencer la oposicion por la
fuerza, vengar una ofensa, atacar, someter, criticar…) o la pobreza no es compatible con la dependencia afectiva
(‘succorance’: atraer o buscar fuentes de proteccion, aceptar un favor sin dudar, estar apegado a una fuente de apoyo, etc) o
con la necesidad de exhibición (buscar impresionar a otros y querer ser el centro de atencion…).
El P. Rulla observa que “algunas actitudes nacen de valores y sirven a los valores. Asi, el impulse de ayudar a otros
puede tener sus raices en la caridad cristiana y ser la expresión de esta caridad. Pero puede tambien ocurrir que actitudes
aparentemente positivas puedan surgir de motivos que no son compatibles con la vida de auto-trascendencia cristiana en el
amor. De este modo, si la servicialidad (‘nurturance’, el impulso de ayudar a otros) esta motivada por el deseo de recibir
ayuda de otros, o por el deseo de recibir afecto de otros (succorance), entonces no es realmente una actitud que sirva al valor
de la caridad, o a la auto-trascendencia de amor, sino que mas bien esta motivada por la necesidad de recibir ayuda, y sirve
para satisfacer esta necesidad. La persona da entonces, pero para recibir; proclama que el quiere “estar con otros y en favor
de otros”, pero, una vez dicho y hecho todo, estos valores aparentes expresan ante todo la necesidad personal de conseguir
algo de los otros.”[16] En estas personas hay una inconsistencia entre el Yo Ideal y el Yo Actual. Cuando el aspecto
relevante del Yo Actual es consciente (MS) existe una inconsistencia consciente y cuando es el LS el que esta implicado
hay una inconsistencia inconsciente.
Segun el P. Rulla hay dos tipos de consistencia y dos tipos de inconsistencia.[17] Las consistencies se caracterizan
por el hecho de que las necesidades y valores estan de acuerdo, y no se contradicen entre si, mientras que en las
inconsistencias existe una contradicción entre los valores conscientes y las necesidades inconscientes.
1. 1.Consistencia Social: Existe cuando una necesidad es compatible con los valores y tambien con las
actitudes del individuo. Una necesidad de realizacion puede estar en armonia con un deseo generoso de éxito orientado
hacia la realización de la caridad. Este tipo de consistencia se llama social porque el individuo esta entonces socialmente
bien adaptado, en contraste con la situación creada por el otro tipo de consistencia.
2. 2.Consistencia Psicologica: Existe cuando una necesidad consciente o subconsciente es compatible con
los valores del individuo, pero no con sus actitudes. Asi, la necesidad de servicialidad (‘nurturance’) puede estar en
armonia con el idea de la caridad, pero el individuo ha desarrollado tambien, consciente o inconscientemente, actitudes
contrarias, como la de agresión. En este caso el individuo, aunque este socialmente mal adaptado, es fundamentalmente o
psicológicamente consistente con relacion a la ayuda que da a otros.
3. 3.Inconsistencia Psicologica: Existe cuando una necesidad subconsciente esta en desacuerdo tanto con los
valores como con las actitudes del invididuo; por ejemplo, cuando una persona tiene una necesidad subconsciente de
depender afectivamente y ser ayudado por otros (‘succorance’) y esta necesidad es incompatible con sus actitudes y con
los valores que proclama, que se orientan en la direccion opuesta (de ‘nurturance’). Este individuo, aunque externamente
parece ser un “buen” cristiano y por tanto, socialmente bien adaptado y bien ajustado, psicológicamente es inconsistente.
Es un gigante con pies de arena!
4. 4.Inconsistencia Social: Existe cuando una necesidad subconsciente esta en desacuerdo con los valores de
la vocacion cristiana, mientras que las actitudes de la persona obedecen a sus necesidades mas bien que a los valores. Por
ejemplo, una necesidad subconsciente de depender afectivamente y de ser ayudado, que da lugar a actitudes que no estan
conformes con los valores de la vocacion. Tal persona es inconsistente no solo psicologicamente, sino tambien
socialmente.
La ayuda psicologica en la vocacion
La Psicologica puede ayudarnos acomprender las limitaciones de la libertad humana. Aplicada a la vocacion, puede
prestar ayuda en dos ambitos: en el discernimiento de la vocacion y en la formación.
Para el Discernimiento: Los instrumentos psicologicos nos ayudan a conocer las motivaciones concretas de la
persona en su respuesta a la vocacion– la calidad del campo en el que se echa la semilla, si esta preparado para recibirla, si
es posible hacer algunos cambios en esa calidad o si puede recibir la semilla y eventualmente dar frutos. La Psicología nos
ayuda a entender el ‘por que’ de ciertas actitudes y comportamientos. Por ejemploo, Marcos y Juna – Marcos es timido y
deja todas las ocasiones a los otros, Juan es siempre el primero en lanzarse a cualquier cosa – ambos pueden tener la misma
dinamica de inseguridad que se expresa de formas diferentes. Asi, actitudes diferentes pueden tener a veces el mismo
problema subyacente. Discernir la motivacion implicaria investigar y comprender estos datos de la persona sin pararse en
las actitudes y comportamientos exteriores, sino llegando al ‘por que’ de los mismos y proporcionando ayuda adecuada.
Para la Formacion: La Psicologia puede ser util en el crecimiento de la madurez cristiana. Ninguno de nosotros
olvida que el primer formador es el Espiritu Santo y que el formadores es ayudar a los jovenes a mejorar su capacidad – a
que esten dispuestos – para permitir que se realice la accion del Espiritu de modo que la aceptación de la vocacion sea mas
libre y completa. En el ejemplo de Marcos y de Juan, para afrontar la actitud humilde de Marcos como procedente de un
sentido de inseguridad – una ‘humildad aparente’, en cuanto actitud desarrollada para defender y salvar la cara, limita su
capacidad de testimoniar tambien con coraje los ideales en los que el cree. Por su parte, Juan, al estar tan preocupado por
convertirse en una estrella brillante y atraer la atraccion de los demas, se olvida de su vocacion cristiana de ser humilde y de
estar al servicio de los ideales cristianos. Para promover la capacidad de vivir los ideales propuestos por Cristo es siempre
importante ayudar a comprender las tendencias y motivaciones concretas, de manera que el formando pueda integrarlo todo
en consonancia con el proyecto vocacional. En esta aspecto la Psicologia puede venire en ayuda del proceso de
internalizacion a traves de una integración progresiva de las estructuras psicologicas de la persona.

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