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2.lacan Seminario-3 Capitulo 2 Paragrafo 1y 2

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INTRODUCCION A LA CVESTION DE LAS PSICOSIS

un poco arcaica. Pero no deja de ser cierto que debemos II


atribuir a cierto modo de manejar la relación analítica, que
consiste en autentificar lo imaginario, en sustituir el reconoci- LA SIGNIFICACION DEL DELIRIO
miento en el plano simbólico por el reconocimiento en el
plano imaginario, el desencadenamiento bastante rápido de
un delirio más o menos persistente, y a veces definitivo, en
casos harto conocidos.
Es bien conocido el hecho de que un análisis puede desen-
cadenar desde sus primeros momentos una psicosis, pero
nadie ha explicado nunca por qué . Evidentemente está en Crítica de Kraepelin .
función de las disposiciones del sujeto, pero también de un La inercia dialéctica.
manejo imprudente de la relación de objeto. Séglas y la alucinación psicomotriz .
El presidente Schreber.

Creo no haber podido hoy hacer otra cosa más que intro- Cuanto más se estudia la historia de la noción de paranoia,
ducirlos al interés de lo que vamos a estudiar. más significativa parece, y más nos percatamos de la enseñan-
Es útil ocuparse de la paranoia. Por ingrato y árido que za que podemos obtener del progreso, o de la ausencia de
1 progreso -como prefieran- que caracteriza al movimiento
pueda ser para nosotros, atañe a la purificación, elaboración
y ejercitación de las nociones freudianas, y por lo mismo psiquiátrico.
atañe a nuestra formación para el análisis. Espero haberles
hecho sentir cómo esta elaboración nocional puede tener la
incidencia más directa sobre la forma en que pensaremos o
en que evitaremos pensar lo que es o lo que debe ser nuestra 1
experiencia de cada día.

No hay, a fin de cuentas, noción más paradójica. Si tuve


16 DE NOVIEMBRE DE 1955 el cuidado la vez pasada de poner en primer plano la locura,
es porque puede decirse verdaderamente que con la palabra
paranoia, los autores manifestaron toda la ambigüedad pre-
sente en el uso del viejo término de locura, que es el término
fundamental del vulgo.
Este término no data de ayer, ni siquiera del nacimiento
de la psiquiatría. Sin entregarme aquí a un despliegue dema-
siado fácil de erudición, solamente les recordaré que la refe-
rencia a la locura forma parte desde siempre del lenguaje de
la sabiduría, o del que se pretende tal. Al respecto, el famoso

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Elogio de la locura conserva todo su valor, por identificarla dero e imposible de quebrantar, que se instala con una conser-
al comportamiento humano normal, si bien esta última expre- vación completa de la claridad y el orden en el pensamiento,
sión no se usaba en esa época. Lo que entonces se decía en el la v olición y la acción.
lenguaje de los filósofos, de filósofo a filósofo, terminó con Esta definición fruto de la pluma de un clínico eminente
el tiempo por ser tomado en serio, al pie de la letra: vuelco tiene algo llamativo, y es que contradice punto por punto
que se produce con Pascal, quien formula, con todo el acento todos los datos de la clínica. Nada en ella es cierto.
de lo grave y lo meditado, que hay sin duda una locura El desarrollo no es insidioso, siempre hay brotes, fases.
necesaria, y que sería una locura de otro estilo no tener la Me parece, pero no estoy del todo seguro, que fui yo quien
locura de todos. introdujo la noción de momento fecundo. Ese momento fe-
Estas evocaciones no son inútiles, cuando vemos las para- cundo siempre es sensible al inicio de una paranoia. Siempre
dojas implícitas en las premisas de los teóricos. Puede decirse hay una ruptura en lo que Kraepelin llama más adelante la
que hasta Freud, se hacía equivaler la locura a cierto número evolución continua del delirio dependiente de causas internas.
de modos de comportamiento, de patterns, mientras que otros Es absolutamente manifiesto que no se puede limitar la evolu-
pensaban juzgar así el comportamiento de todo el mundo. A ción de una paranoia a las causas internas. Para convencerse
fin de cuentas, la diferencia, pattern por pattern, no salta a la de ello basta pasar al capítulo Etiología de su manual, y leer
vista. Nunca se señaló exactamente el énfasis que permitiría a los autores contemporáneos, Sérieux y Capgras, cuyos tra-
hacerse una idea de qué cosa es una conducta normal, o bajos están fechados cinco años después . Cuando se buscan
siquiera comprensible, y distinguirla de la conducta estricta- las causas desencadenantes de una paranoia, siempre se pone
mente paranoica. de manifiesto, con el punto de interrogación necesario, un
Quedémonos aquí a nivel de las definiciones. La delimita- elemento emocional en la vida del sujeto, una crisis vital que
ción de la paranoia fue incuestionablemente mucho más vasta tiene que ver efectivamente con sus relaciones externas, y
durante todo el siglo XIX de lo que fue a partir de fines del sería muy sorprendente que no fuera así tratándose de un
siglo pasado, es decir hacia 1899, en la época de la 4.' o 5.' delirio que se caracteriza esencialmente como delirio de rela-
edición del Kraepelin. Kraepelin permaneció mucho tiempo ciones, término que es de W ernicke y no de Kretschmer.
apegado a la vaga noción de que en líneas generales, el hom- Leo: evolución continua de un sistema delirante duradero
bre que tiene práctica sabe, por una especie de sentido, reco- e imposible de quebrantar. Nada más falso: el sistema deliran-
nocer el índice natural. El verdadero don médico es el de ver te varía, hayámoslo o no quebrantado. A decir verdad, este
el índice que recorta bien la realidad. Tan sólo en 1899 intro- asunto me parece secundario. La variación se debe a la inter-
duce una subdivisión más reducida. Incluye las antiguas para- psicología, a las intervenciones del exterior, al mantenimiento
noias en el marco de la demencia precoz, creando en ellas el o a la perturbación de cierto orden en el mundo que rodea al
sector paranoide, y emite entonces una definición muy intere- enfermo. De ningún modo deja de tomar esas cosas en cuen-
sante de la paranoia, que la diferencia de los otros modos de ta, y busca, en el curso de la evolución de su delirio, hacer
delirios paranoicos con los que hasta entonces se la confundía. entrar esos elementos en composición con su delirio .
La paranoia se distingue de las demás psicosis porque se Que se instaura con una conservación completa de la clari-
caracteriza por el desarrollo insidioso de causas internas, y, dad y del orden en el pensamiento, la volición y la acción.
según una evolución continua, de un sistema delirante, dura- Por supuesto. Pero hay que saber qué son la claridad y el

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LA SIGNIFICACION DEL DELIRIO

orden. Si algo que merece esos nombres puede encontrarse


Hay algo que me parece ser exactamente el quid del
en la exposición que hace el sujeto de su delirio, falta todavía
prob lema. Si leen por ejemplo el trabajo que hice sobre la
precisar qué se entiende por esos términos, y esta interroga-
psicosis paranoica, verán que enfatizo allí lo que llamo, to-
ción se caracteriza por cuestionar las nociones en juego. En
rnando el término de mi maestro Clérambault, los fenómenos
cuanto al pensamiento, la volición y la acción, se supone que
elementales, y que intento demostrar el carácter radicalmente
nos toca a nosotros intentar definirlos en función de cierto
diferente de esos fenómenos respecto a cualquier cosa que
número de comportamientos concretos, entre ellos la locura,
pueda concluirse de lo que él llama la deducción ideica, vale
y no a partir de ellos como de nociones establecidas. A la
decir de lo que es comprensible para todo el mundo.
psicología académica, nos parece a nosotros, le falta volver a
Ya desde esa época, subrayo con firmeza que los fenóme-
ser trabajada antes de poder brindarnos conceptos con el
nos elementales no son más elementales que lo que subyace
rigor suficiente como para ser intercambiados, al menos a
nivel de nuestra experiencia. .11 conjunto de la construcción del delirio. Son tan elementales
romo lo es, en relación a una planta, la hoja en la que se
¿A qué se debe la ambigüedad de lo hecho en torno a la
verán ciertos detalles del modo en que se imbrican e isertan
noción de paranoia? A muchas cosas, y quizás a una insufi-
las nervaduras: hay algo común a toda la planta que se repro-
ciente subdivisión clínica; l'ienso que los psiquiatras aquí
duce en ciertas formas que componen su totalidad. Asimismo,
presentes tienen un conocimiento suficiente de los diferentes
c.:ncontramos estructuras análogas a nivel de la composición,
tipos clínicos como para saber, por ejemplo, que un delirio
de la motivación, de la tematización del delirio, y a nivel del
de interpretación no es para nada lo mismo que un delirio de
fenó meno elemental. Dicho de otro modo, siempre la misma
reivindicación. También es conveniente distinguir entre psico-
fue rza estructurante, si me permiten la expresión, está en
sis paranoicas y psicosis pasionales, diferencia admirablemen-
obra en el delirio, ya lo consideremos en una de sus partes o
te destacada por los trabajos de mi maestro Clérambault,
en su totalidad.
cuya función, papel, personalidad y doctrina comencé a indi-
Lo importante del fenómeno elemental no es entonces
car la vez pasada. Precisamente en el orden de las distinciones
que sea un núcleo inicial, un punto parasitario, como decía
psicológicas, adquiere su obra su mayor alcance. ¿Quiere
C lérambault, en el seno de la personalidad, alrededor del
decir que hay que dispersar los tipos clínicos, llegar a cierta
cual el sujeto haría una construcción, una reacción fibrosa
pulverización? No lo pienso. El problema que se plantea
afecta el cuadro de la paranoia en su conjunto. destinada a enquistarlo, envolviéndolo, e integrarlo al mismo
tiempo, es decir explicarlo, como se dice a menudo. El delirio
Un siglo de clínica no ha hecho más que dar vueltas todo
no es deducido, reproduce la misma fuerza constituyente, es
el tiempo en torno al problema. Cada vez que la psiquiatría
también un fenómeno elemental. Es decir que la noción de
avanza un poco, profundiza, pierde de inmediato el terreno
elemento no debe ser entendida en este caso de modo distin-
conquistado, por el modo mismo de conceptualizar lo que
to que la de estructura, diferenciada, irreductible a todo lo
era inmediatamente sensible en las observaciones. En ningún
que no sea ella misma.
otro lado la contradicción que existe entre observación y
Este resorte de la estructura fue tan profundamente desco-
teorización es más manifiesta. Casi puede decirse que no hay
nocido, que todo el discurso en torno a la paranoia que
discurso de la locura más manifiesto y más sensible que el de
mencionaba recién lleva las marcas de este desconocimiento.
los psiquiatras, y precisamente sobre el tema de la paranoia.
Esta es una prueba que pueden hacer leyendo a Freud y a
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orden. Si algo que merece esos nombres puede encontrarse Hay algo que me parece ser exactamente el quid del
en la exposición que hace el sujeto de su delirio, falta todavía problema. Si leen por ejemplo el trabajo que hice sobre la
precisar qué se entiende por esos términos, y esta interroga- psicosis paranoica, verán que enfatizo allí lo que llamo, to-
ción se caracteriza por cuestionar las nociones en juego. En mando el término de mi maestro Clérambault, los fenómenos
cuanto al pensamiento, la volición y la acción, se supone que elementales, y que intento demostrar el carácter radicalmente
nos toca a nosotros intentar definirlos en función de cierto diferente de esos fenómenos respecto a cualquier cosa que
número de comportamientos concretos, entre ellos la locura, pueda concluirse de lo que él llama la deducción ideica, vale
y no a partir de ellos como de nociones establecidas. A la decir de lo que es comprensible para todo el mundo.
psicología académica, nos parece a nosotros, le falta volver a Ya desde esa época, subrayo con firmeza que los fenóme-
ser trabajada antes de poder brindarnos conceptos con el nos elementales no son más elementales que lo que subyace
rigor suficiente como para ser intercambiados, al menos a al conjunto de la construcción del delirio. Son tan elementales
nivel de nuestra experiencia. como lo es, en relación a una planta, la hoja en la que se
¿A qué se debe la ambigüedad de lo hecho en torno a la verán ciertos detalles del modo en que se imbrican e isertan
noción de paranoia? A muchas cosas, y quizás a una insufi- las nervaduras: hay algo común a toda la planta que se repro-
ciente subdivisión clínica~ 1-'Íenso que los psiquiatras aquí duce en ciertas formas que componen su totalidad. Asimismo,
presentes tienen un conocimiento suficiente de los diferentes encontramos estructuras análogas a nivel de la composición,
tipos clínicos como para saber, por ejemplo, que un delirio de la motivación, de la tematización del delirio, y a nivel del
de interpretación no es para nada lo mismo que un delirio de fen ómeno elemental. Dicho de otro modo, siempre la misma
reivindicación. También es conveniente distinguir entre psico- fue rza estructurante, si me permiten la expresión, está en
sis paranoicas y psicosis pasionales, diferencia admirablemen- obra en el delirio, ya lo consideremos en una de sus partes o
te destacada por los trabajos de mi maestro Clérambault, en su totalidad.
cuya función, papel, personalidad y doctrina comencé a indi- Lo importante del fenómeno elemental no es entonces
car la vez pasada. Precisamente en el orden de las distinciones que sea un núcleo inicial, un punto parasitario, como decía
psicológicas, adquiere su obra su mayor alcance. ¿Quiere C lérambault, en el seno de la personalidad, alrededor del
decir que hay que dispersar los tipos clínicos, llegar a cierta cual el sujeto haría una construcción, una reacción fibrosa
pulverización? No lo pienso. El problema que se plantea destinada a enquistarlo, envolviéndolo, e integrarlo al mismo
afecta el cuadro de la paranoia en su conjunto. tiempo, es decir explicarlo, como se dice a menudo. El delirio
Un siglo de clínica no ha hecho más que dar vueltas todo no es deducido, reproduce la misma fuerza constituyente, es
el tiempo en torno al problema. Cada vez que la psiquiatría también un fenómeno elemental. Es decir que la noción de
avanza un poco, profundiza, pierde de inmediato el terreno elemento no debe ser entendida en este caso de modo distin-
conquistado, por el modo mismo de conceptualizar lo que to que la de estructura, diferenciada, irreductible a todo lo
era inmediatamente sensible en las observaciones. En ningún que no sea ella misma.
otro lado la contradicción que existe entre observación y Este resorte de la estructura fue tan profundamente desco-
teorización es más manifiesta. Casi puede decirse que no hay nocido, que todo el discurso en torno a la paranoia que
discurso de la locura más manifiesto y más sensible que el de mencionaba recién lleva las marcas de este desconocimiento.
los psiquiatras, y precisamente sobre el tema de la paranoia. Esta es una prueba que pueden hacer leyendo a Freud y a

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casi todos los autores: encontrarán en ellos sobre la paranoia por una especie de obnubilación del sentido crítico que pare-
páginas, a veces capítulos enteros; extráiganlos de su contexto, ·c apoderarse del conjunto de los lectores a partir del momen-
léanlos en voz alta, y verán allí los desarrollos más maravillo- to en que abren una obra técnica, y especialmente cuando se
sos concernientes al comportamiento de todo el mundo. Poco trata de nuestra experiencia y de nuestra profesión.
falta para que lo que les acabo de leer acerca de la definición El comentario que hice la vez pasada de que lo compren-
de la paranoia de Kraepelin, defina el comportamiento nor- sible es un término fugitivo, inasible, es sorprendente que
mal. Volverán a encontrar esta paradoja constantemente, in- 11unca sea calibrado como una lección primordial, una formu-
clusive en autores analistas, precisamente cuando se colocan lación obligada a la entrada a la clínica. Comiencen por creer
en el plano de lo que hace un momento llamaba el pattern, que no comprenden. Partan de la idea del malentendido fun-
término de reciente advenimiento en su dominancia a través damental. Esta es una disposición primera, sin la cual no
de la teoría analítica, pero que no por ello dejaba de estar vxis te verdaderamente ninguna razón para que no compren-
presente en potencia desde hace ya mucho tiempo. d.rn todo y cualquier cosa. Tal o cual autor les da tal o cual
Releía para preparar esta reunión, un artículo ya antiguo rn mportamiento como signo de desafectividad en determina-
de 1908, donde Abraham describe el comportamiento de un do contexto, en otro será lo contrario. Volver a empezar la
demente precoz, y su así llamada desafectividad, a partir de ()bra tras haber sufrido su pérdida, puede ser comprendido
su relación con los objetos. Aquí lo tenemos habiendo amon- 1·n sentidos diametralmente opuestos. Se acude perpetuamen-
tonado durante meses, piedra sobre piedra, guijarros vulgares 1l' a nociones consideradas como aceptadas. Cuando de nin-
que tienen para él el valor de un importante bien. Ahora, a t~Llll modo lo son.
fuerza de amontonar tantos sobre una tabla, ésta se quiebra, A todo esto quería llegar: la dificultad de abordar el
gran estrépito en la habitación, barren todo, y el personaje problema de la paranoia se debe precisamente al hecho de
que parecía acordar tanta importancia a los guijarros, no ~itua rla en el plano de la comprensión.
presta la menor atención a lo que pasa, no hace oír la más Aquí el fenómeno elemental, irreductible, está a nivel de
mínima protesta ante la evacuación general de los objetos de Lt interpretación.
sus deseos. Sencillamente, vuelve a empezar y a acumular
otros. Este es el demente precoz.
Darían ganas de hacer con este apólogo una fábula para
mostrar que eso hacemos todo el tiempo. Diría aún más: 2
acumular multitud de cosas sin valor, tener que pasarlas de
un día al otro por pérdidas y beneficios, y volver a empezar,
es muy buena señal. Porque cuando el sujeto permanece Voy a retomar el ejemplo de la vez pasada.
apegado a lo que pierde, no puede soportar su frustración, es Tenemos pues un sujeto para el cual el mundo comenzó
cuando podemos hablar realmente de sobrevaloración de los ,1 cobrar significado. ¿Qué se quiere decir con esto? Desde
objetos. lt.1<.: c un tiempo es presa de fenómenos que consisten en que
Estos resortes pretendidamente desmostrativos son de una " 1' percata de que suceden cosas en la calle, pero ¿cuáles? Si
ambigüedad tan completa que uno se pregunta cómo puede lo interrogan verán que hay puntos que permanecen misterio-
conservarse la ilusión aunque más no sea un instante, salvo "ºs para él mismo, y otros sobre los que se expresa. En otros

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términos, simboliza lo que sucede en términos de significa- Pero ese sigue siendo el punto donde conviene retomar el
ción. Muy a menudo, no sabe, si escudriñan las cosas en problema: siempre es comprensible.
detalle, si las cosas le son o no desfavorables, pero busca qué En la formación que damos a los alumnos observamos
indica tal o cual comportamiento de sus semejantes, tal o que en ese punto siempre conviene detenerlos. El momento
cual rasgo observado en el mundo, en ese mundo que nunca en que han comprendido, en que se han precipitado a tapar
es pura y simplemente inhumano puesto que está compuesto el caso con una comprensión, siempre es el momento en que
por el hombre. Hablando del auto rojo, yo buscaba mostrar- han dejado pasar la interpretación que convenía hacer o no
les al respecto el alcance diferente que puede adquirir el hacer. En general, esto lo expresa con toda ingenuidad la
color rojo, según lo consideremos en su valor perceptivo, en lórmula: El sujeto quiso decir tal cosa. ¿Qué saben ustedes?
su valor imaginario y en su valor simbólico. También en los l ,o cierto es que no lo dijo. Y en la mayoría de los casos, si
comportamientos normales, rasgos hasta cierto momento 't' escucha lo que ha dicho, por lo menos se descubre que se
neutros adquieren un valor. l1ubiera podido hacer una pregunta, y que ésta quizá habría
¿A fin de cuentas, qué dice el sujeto, sobre todo en cierto bastado para constituir la interpretación válida, o al menos
período de su delirio? Que hay significación. Cuál, no sabe, para esbozarla.
pero ocupa el primer plano, se impone, y para él es perfecta- Daré ahora una idea del punto donde converge este dis-
mente comprensible. Y justamente porque se sitúa en el plano 1 urso. Lo importante no es que tal o cual momento de la

de la comprensión como un fenómeno incomprensible, por percepción del sujeto, de su deducción delirante, de su expli-
así decirlo, la paranoia es tan difícil de captar, y tiene también ' .1c ión de sí mismo, de su diálogo con nosotros, sea más o
un interés primordial. 111enos comprensible. En algunos de esos puntos surge algo
Si a este propósito se ha podido hablar de locura razona- que puede parecer caracterizarse por el hecho de que hay, en
ble, de conservación de la claridad, del orden y de la volición, 1·kcto, un núcleo completamente comprensible. Que lo sea
se debe al sentimiento de que, por más que avancemos en el 110 tiene el más mínimo interés. En cambio, lo que es suma-
fenómeno, estamos en el dominio de lo comprensible. Hasta 111<.·nte llamativo es que es inaccesible, inerte, estancado en
cuando lo que se comprende no puede siquiera ser articulado, 11•L\ción a toda dialéctica.
numerado, insertado por el sujeto en un contexto que lo Tomemos la interpretación elemental. Entraña sin duda
explicite, está en el plano de la comprensión. Se trata de 1111 elemento de significación, pero ese elemento es repetitivo,
cosas que en sí mismas ya se hacen comprender. Y, debido a I'' nccde por reiteraciones. Puede ocurrir que el sujeto lo
ello, nos sentimos en efecto capaces de comprender. De ahí 1·l.1hore, pero es seguro que quedará, al menos durante cierto
nace la ilusión: ya que se trata de comprensión, comprende- t 11•111po, repitiéndose siempre con el mismo signo interrogati-
mos. Pues justamente, no. Vt 1 implícito, sin que nunca le sea dada respuesta alguna, se
Alguien ya lo había señalado, pero se limitó a esta obser- h.1ga intento alguno por integrarlo a un diálogo. El fenómeno
vación elemental. Se trata de Charles Blondel, quien en su 1 " " ' cerrado a toda composición dialéctica.

libro la La conciencia mórbida, notaba que lo propio de las Tomemos la llamada psicosis pasional, que parece mucho
psicopatologías es engañar la comprensión. Es una obra de 111 .1s próxima de lo que llamamos normalidad. Si se enfatiza
valor, aunque después Blondel se haya negado obstinadamen- d respecto la prevalencia de la reivindicación, es porque el
te a comprender lo que fuese sobre el desarrollo de las ideas. 1111·to no puede tolerar determinada pérdida, determinado

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daño, y toda su vida parece centrada alrededor de la compen- presente en las fábulas populares, que muestran cómo un
sación del daño sufrido, y la reivindicación que éste acarrera. p10mento de pérdida y desventaja puede transformarse un
La procesividad pasa hasta tal punto al primer plano que a instante después en la felicidad misma otorgada por los dioses.
veces parece dominar por completo el interés de lo que está l ,a. posibilidad del cuestionamiento a cada instante del deseo,
en juego en ella. Esto también es · una interrupción de la de los vínculos, incluso de la significación más perseverante de
dialéctica, claro que centrada de un modo totalmente distinto una actividad humana, la perpetua posibilidad de una inver-
al caso anterior. ,~ió n de signo en función de la totalidad dialéctica de la posi-
Indiqué la vez pasada alrededor de qué gira el fenómeno ·ión del individuo es una experiencia tan común, que nos deja
de interpretación: se articula en la relación del yo y del ;\tónitos ver cómo se olvida esta dimensión en cuanto se está
otro, en la medida que la teoría psicoanalítica define el yo en presencia de un semejante, al que se quiere objetivar.
como siempre relativo. En la psicosis pasional lo que se Nunca fue sin embargo completamente olvidada. Encon-
llama el núcleo comprensible del delirio, que es de hecho un 1ramos su huella cada vez que el observador se deja guiar
núcleo de inercia dialéctica, se sitúa evidentemente mucho por el sentimiento de lo que está en juego. El término de
más cerca del yo (je), del sujeto. En resumen, precisamente interpretación se presta, en el contexto de la locura razonable
por haber desconocido siempre de manera radical, en la feno- l'n que está inserto, a toda suerte de ambigüedades. Se habla
menología de la experiencia patológica, la dimensión dialécti- de paranoia combinatoria: cuán fecundo podría haber sido
ca, la clínica se descarrió. Puede decirse que este desconoci- este término si se hubieran percatado de lo que estaban di-
miento caracteriza un tipo de mentalidad. Parece que a partir riendo; efectivamente, el secreto reside en la combinación de
de la entrada en el campo de la observación clínica humana, los fenómenos.
desde ese siglo y medio en que se constituyó en cuanto tal La pregunta ¿Quién habla?, que ha sido promovida sufi-
con los comienzos de la psiquiatría, que a partir del momen- ;ientemente aquí como para adquirir todo su valor, debe
to en que nos ocupamos del hombre, hemos desconocido dominar todo el problema de la paranoia.
radicalmente esa dimensión, que no obstante aparece en cual- Ya se los indiqué la vez pasada recordando el carácter
quier otra parte, viva, admitida, corrientemente manejada en central en la paranoia de la alucinación verbal. Saben el tiem-
el sentido de las ciencias humanas, a saber: la autonomía po que tomó percatarse de lo que sin embargo es a veces
como tal que posee la dimensión dialéctica. totalmente visible, a saber que el sujeto articula lo que dice
Se hace notar la integridad de las facultades del sujeto escuchar. Fue necesario Séglas y su libro Lecciones clínicas.
paranoico. L:i volición, la acción, como decía hace un rato Por una especie de proeza al inicio de su carrera, hizo notar
Kraepelin, parecen homogéneas en él con todo lo que espera- que las alucinaciones verbales se producían en personas en
mos de los seres normales, no hay déficit en ningún lado, ni l:i.s que podía percibirse, por signos muy evidentes en algunos .
falla, ni trastorno de las funciones. Se olvida, que lo propio casos, y en otros mirándolos con un poco más de atención,
del comportamiento humano, es el discurrir dialéctico de las que ellos mismos estaban articulando, sabiéndolo o no, o no
acciones, los deseos y los valores, que hace no sólo que queriendo saberlo, las palabras :que acusaban a las voces de
cambien a cada momento, sino de modo continuo, llegando haber pronunciado. Percatarse de que la alucinación auditiva
a pasar a valores estrictamente opuestos en función de un no tenía su fuente en el exterior, fue una pequeña revolución.
giro en el diálogo. Esta verdad absolutamente primera está Entonces, se pensó, la tiene en el interior, y ¿qué más

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tentador que creer que eso respondía a la excitación de una Vamos a hacerlo siguiendo los consejos de Freud, y en-
zona que era llamada sensorial? No sabemos si esto se aplica ¡ r:ir,con él, en el análisis del caso Schreber.
al ámbito del lenguaje. ¿Hablando estrictamente hay alucina-
ciones psíquicas verbales? ¿No son siempre, más o menos
alucinaciones psicomotrices? ¿El fenómeno de la palabra, tan-
to en sus formas patológicas como en su forma normal, 3
puede ser disociado del hecho, empero sensible, de que cuan-
do el sujeto habla, se escucha a sí mismo? Una de las dimen-
siones esenciales del fenómeno de la palabra es que el otro T ras una breve enfermedad, entre 1884 y 1885, enferme-
no es el único que lo escucha a uno. Es imposible esquemati- dad mental que consistió en un delirio hipocondríaco, Schre-
zar el fenómeno de la palabra por la imagen que sirve a bcr que ocupaba entonces un puesto bastante importante en
cierto número de teorías llamadas de la comunicación: el la magistratura alemana, sale del sanatorio del profesor Flech-
emisor, el receptor, y algo que sucede en el intervalo. Parece sig, curado, según parece de manera completa, sin secuelas
olvidarse que en la palabra humana, entre muchas otras cosas, aparentes.
el emisor es siempre al mismo tiempo un receptor, que uno Lleva durante unos ocho años una vida que parece normal,
oye el sonido de sus propias palabras. Puede que no le preste- y él mismo señala que su felicidad doméstica sólo se vio
mos atención, pero es seguro que lo oímos. Un comentario ensombrecida por la pena de no haber tenido hijos. Al cabo
tan sencillo domina todo el problema de la alucinación psico- de esos ocho años, es nombrado Presidente de la Corte de
motriz llamada verbal, y es quizá debido a su excesiva eviden- apelaciones en la ciudad de Leipzig. Habiendo recibido antes
cia que pasó a un segundo plano en el análisis de estos del período de vacaciones el anuncio de esta muy importante.
fenómenos. Por supuesto, la pequeña revolución seglasiana promoción, asume sus funciones en octubre. Parece estar,
está lejos de haber aportado la clave del enigma. Séglas se como ocurre muy a menudo en muchas crisis mentales, un
quedó en la exploración fenoménica de la alucinación, y debió po co sobrepasado por sus funciones. Es joven -tiene cin-
modificar lo que su primera teoría tenía de demasiado absolu- cuenta y un años- para presidir una corte de apelaciones de
ta. Devolvió su lugar a algunas alucinaciones que son inteori- esa importancia, y esta promoción le hace perder un poco la
zables en ese registro, y brindó claridades clínicas y una cabeza. Está en medio de personas mucho más experimenta-
finura en la descripción que no pueden ser desconocidas: les das, mucho más entrenadas en el manejo de asuntos delicados,
aconsejo conocerlas. y durante un mes trabaja excesivamente, como él mismo lo
Si muchos de estos episodios de la historia de la psiquia- dice, y recomienzan sus trastornos: insomnio, mentismo, apa-
tría son instructivos, es quizá mucho más por los errores que rición en su pensamiento de temas cada vez más perturbado-
destacan que por los aportes positivos que resultaran de ellos. res que le llevan a consultar de nuevo.
Pero no podemos dedicarnos solamente a una experiencia De nuevo se lo interna. Primero en el mismo sanatorio,
negativa del campo en cuestión, construir sólo sobre errores. el del profesor Flechsig, luego, tras una breve estadía en el
Ese dominio de los errores es por otra parte tan copioso, sanatorio del doctor Pierson en Dresde, en la clínica de Son-
que es casi inagotable. Será necesario que tomemos algún nenstein, donde permanecerá hasta 1901. Ahí es donde su
atajo para tratar de llegar al corazón de lo que está en juego. delirio pasará por toda una serie de fases de las que da un

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