El Impio La Iglesia y Los Demonios
El Impio La Iglesia y Los Demonios
El Impio La Iglesia y Los Demonios
Este es otro cuento. Y es bueno que lo sepamos. Una es nuestra posición y nuestra gloria, otra
la del pobre pecador. Esa es otra historia que contar.
Nosotros gracias a Dios hemos sido libres del pecado y, una vez libres, hemos sido hechos
siervos de la justicia. Pero el pecado sí mantiene desprotegido al hombre y sumido en la
maldad, un hombre sin Cristo es un hombre entregado a la perdición, sin esperanza.
“En aquel tiempo estabais sin Cristo, alejados de la ciudadanía de Israel y ajenos a los pactos
de la promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo”. (Efesios 2:12).
Nosotros no podemos aplicarnos a nosotros mismos las Escrituras que Dios les dice a los
impíos, como tampoco podemos aplicarle a los impíos las Escrituras que Dios nos dice a
nosotros. Y eso también es una cosa que hay que tener en cuenta.
Yo tengo una posición, y el impío tiene otra. Yo no puedo decirle al impío que él está en la
misma situación que yo. Por ejemplo, las epístolas (haciendo un poquito de hermenéutica)
fueron escritas a los creyentes, no a los impíos, a menos que la epístola haga referencia
explícitamente a los impíos, de lo contrario debe aplicarse a los creyentes porque las epístolas
fueron escritas a la Iglesia.
Yo hablaba con un hombre que asiste a la secta “La Luz del Mundo”, buena persona el hombre,
y le preguntaba a él: “¿Por qué sólo un apóstol?”
Porque yo creo que todos cometemos esa misma falta, aunque no creamos en los apóstoles
como ellos. La gente cuando habla de un apóstol, todos se refieren a Pablo, como si todos los
apóstoles hubieran sido como Pablo, o como si el ministerio de Pablo hubiese sido el típico de
un apóstol, pero realmente no es así, ese es un ministerio de un apóstol. El de Pedro fue
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diferente, pero también es un apóstol. Y de los otros apóstoles ni se sabe cómo fue. Entonces
nosotros nos hemos fijado solo en el ministerio del apóstol Pablo, o como si la Biblia dijese que
todos los apóstoles tenían que ser como Pablo. Pablo tenía un ministerio específico, fue
ministro a los gentiles.
Entonces, le dije yo a aquel hombre, sin embargo fíjese usted para que se de cuenta como uno
a veces sobredimenciona a alguien y subestima a otros. Las epístolas de Pablo están todas
dirigidas a una comunidad en particular, a los Corintios, a los Gálatas, a los Romanos, a los
Efesios, a los Colosenses, a los Filipenses, etc, pero las de Pedro no. Las de Pedro están
dirigidas a todos los creyentes de todo el mundo. Entonces fíjese cómo a veces uno
sobredimenciona a alguien y subestima a otro diciendo “es que éste era más grande”. Y no es
verdad, solo que tenía un ministerio diferente. Uno no puede decir cuál era más grande porque
¿quién sabe?
Cualquiera no puede subestimar a Pedro, el ministerio de cada uno es distinto.
Pero en general las epístolas están dirigidas a los creyentes.
Entonces usted dice “la sangre de Jesucristo, su Hijo, nos limpia de todo pecado”, ¿a quién le
dijeron eso? A la Iglesia, claro.
Pero cuando aplicamos esa Escritura y se la decimos al pecador, él así de una vez ni la va a
entender ni la puede recibir. Porque el versículo ademas no está sólo, forma parte de un
contexto:
Este es el mensaje que hemos oído de él y os anunciamos: Dios es luz y no hay
ningunas tinieblas en él. Si decimos que tenemos comunión con él y andamos en
tinieblas, mentimos y no practicamos la verdad. Pero si andamos en luz, como él está
en luz, tenemos comunión unos con otros y la sangre de Jesucristo, su Hijo, nos limpia
de todo pecado.
Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos y la verdad
no está en nosotros. Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar
nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad. Si decimos que no hemos pecado, lo
hacemos a él mentiroso y su palabra no está en nosotros. (1 Jn 1:5–10)
Para el bautizado es la acción limpiadora de la sangre en el cuerpo.
Para el pecador solo el arrepentimiento y el bautismos para perdón de pecados. Para el
pecador sólo la redención que es distinto.
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Si no el creyente tendría que bautizarse cuando peca después de bautizado, pero como hay
una sangre que nos limpia no es necesario volverse a bautizar.
El impío anda sin esperanza, sin Dios en el mundo, sin promesas, es desheredado.
Llevados de aquí para allá de todo viento de doctrina.
Ese impío, en esas condiciones está a merced del diablo, a merced de las fuerzas extrañas, a
merced de los vicios, a merced del pecado, pero no nosotros.
Antes estábamos en ese arrollo, pero una mano nos sacó del arroyo, ya no estamos en la
corriente. Nos puso en una roca firme, en un lugar seguro.
Si no hacemos diferencia vamos a tener problemas.
Cuando usted predica la Palabra y una persona se entrega a Cristo, ¿Usted de verdad cree
que se entrega a Cristo? Y si ya se quiere bautizar ¿Usted está convencido de que ya está
arrepentido y convertido?
Entonces ¿Cómo le va a aplicar algunas Escrituras que están escritas para los no creyentes?
Usted dirá “pero hermano, es que yo todavía le veo cosas.” Y yo también, yo también le veo
cosas.
Yo tengo estas comparaciones:
Si yo estoy náufrago en el mar, amarrado con mis brazos a una tabla, delirando por el sol, el
frío del agua, el hambre, la sed, la debilidad, estoy prácticamente muerto en vida, pero de
pronto aparece un barco, me ven y me sacan de allá y me ponen en el barco, yo les pregunto:
¿Sigo náufrago o ya estoy rescatado? Rescatado ¿verdad?
Pero ¿Cómo estoy? Estoy salvo, ya no estoy en el agua, pero después de eso me tendrán que
llevar al hospital, me pondrán suero, me hidratarán y suavizarán esas heridas tendré que
recuperarme.
La Biblia dice:
“Entre tanto que el heredero es niño, en nada difiere del esclavo, aunque es señor de todo, sino
que está bajo tutores y administradores hasta el tiempo señalado por el padre.” (Gálatas 4:1–
2).
Así que es el dueño de todo, aunque yo le vea cosas de niño todavía, y ni me pregunte qué es
un niño espiritual porque lo mando a que lea primera a los corintios, y usted va a tener
problemas creyendo que esa gente eran hijos de Dios, con todo lo que hacían:
“De manera que yo, hermanos, no pude hablaros como a espirituales, sino como a carnales,
como a niños en Cristo. Os di a beber leche, no alimento sólido, porque aún no erais capaces;
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ni sois capaces todavía, porque aún sois carnales. En efecto, habiendo entre vosotros celos,
contiendas y disensiones, ¿no sois carnales y andáis como hombres?” (1 Corintios 3:1–3).
¿Qué es un niño espiritual? Mejor no miremos para ningún lado.
Claro que les dijo en la introducción que nada les faltaba en ningún don y que ya estaban listos
esperando las venida del Señor, para luego soltarles el resto.
Pero ya están en la barca.
No es lo que usted ha creído siempre, es lo que dice la Escritura. Hay que mirar qué dice la
Escritura. Si lo que siempre ha creído usted lo tiene enredado, pues hay que cambiarlo, claro,
siempre y cuando lo diga la Escritura, si no lo dice, pues no.
La vida del impío es diferente. El impío no tiene adopción, no tiene herencia, no tiene
promesas, no tiene nada.
Así que es muy posible que una persona que esté en pecado pueda tener un espíritu de
enfermedad, pero un creyente lleno del Espíritu Santo no.
Vino una monja de civil al culto que hacíamos en España, y estaba mi hermana Isabelita,
ustedes saben cómo es ella para evangelizar. Se encerró con la monjita en un habitación a
convertirla y al poco tiempo se abrió la puerta y salió mi hermana corriendo, le preguntamos
qué pasó y dijo: “me iba disque a poner las manos encima! ¡Hay poder! ¡Qué voy a dejar yo
que una impía me ponga la mano encima!”
¿Por qué ese respeto? Porque la unción que está en nosotros se respeta. La Nueva Criatura
Espiritual no puede pecar y no puede ser tocada por el mal. Eso lo dice primera de Juan no yo.
La simiente de Dios está en él y el diablo no lo puede tocar. Discuta con Dios, no conmigo.
Ese poco de teorías que hay por ahí las ha inventado el hombre, no Dios.
Un hombre lleno de Dios no puede estar lleno de demonios. O una cosa o la otra, pero no las
dos a la vez. La luz y las tinieblas no conviven en la misma casa. Si hay Luz no hay tinieblas y
si hay tinieblas no hay Luz.
Dios es Luz y no hay ningunas tinieblas en él. ¿O usted cree que hay algunas cuantas en él?
Nos vamos a enfrentar ahora al mundo, que está enfermo, lleno de espíritus y cosas sucias,
lleno de corrupción, de pecado, pero escuche hermano:
Una joven me dijo a mí que tenia un problema grande, me contó que su mamá estaba enferma,
que tenía esto y aquello, me contó todo el problema.
Yo la escuché y después le dije:
-Bueno, empecemos poniendo las cosas en su sitio. Para empezar, usted no tiene ningún
problema.
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Si tiene hambre le ofrece pan, si tiene dificultades económicas le ofrece un negocio raro, si lo
ve solo le ofrece una mujer. Pero él no es tonto de ofrecerle lo que sabe que o usted no le
gusta, o que no tiene deseo de eso. Él está jugando con su apetito.
En resumidas cuentas el problema es nuestro.
“Cuando alguno es tentado no diga que es tentado de parte de Dios, porque Dios no puede ser
tentado por el mal ni él tienta a nadie; sino que cada uno es tentado, cuando de su propia
pasión es atraído y seducido. Entonces la pasión, después que ha concebido, da a luz el
pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte.” (Santiago 1:13–15).
¿Qué pasa entonces con el diablo en la tentación?
Bueno, vea. Una vez estábamos con el hermano Reinel en el Ecuador, en un aeropuerto rumbo
a Colombia. La persona que nos atendió de la aerolínea nos prometió que saldríamos a tal
hora, pero finalmente el vuelo se retrasó.
Cuando fuimos a preguntar la que estaba allá en la entrada era la misma que nos había
atendido primero. Bueno, se excusó con nosotros por la impuntualidad y como compensación
nos dieron un puesto en primera clase, pero en sillas separadas. Nosotros de todas maneras lo
aceptamos.
El vuelo estaba lleno de estudiantes alemanes, que regresaban a su tierra pasando por
Colombia. Había muchos estudiantes y jóvenes todos, una de ellas muy insinuante,
sugestivamente nos miró, bueno, especialmente a mí.
El hermano Reinel se dio cuenta, y lo comentamos. Al fin llamaron a abordar y todos los
estudiantes estaban en clase económica, pero cuando yo me fui a sentar en la clase ejecutiva
preciso ahí, al lado del puesto mío estaba la jovencita alemana bonita aquella que me estaba
mirando; y apenas me senté comenzó a sonreír y hablarme en inglés. Y era tan amigable que
la azafata me preguntó si quería algo de tomar y me dijo “¿Y su señora?” Yo le dije “No. Ella no
es mi señora. ¡Hay poder!” Así que yo mejor preferí quedarme callado porque ya uno sabiendo
las intenciones para qué seguir.
Llegamos al aeropuerto, y el hermano Reinel venía enfermo, el hermano Julio Manjarrés fue
por él y entonces me quedé yo solo en el aeropuerto esperando el vuelo a Barranquilla.
Avianca lo habían anunciado a las 6 y el de Lufthansa a las 4 PM.
Bueno yo me quedé por ahí dando vueltas en el aeropuerto hasta que ya vi que era casi la hora
de abordar, iba entrando a la sala de espera cuando anunciaron por el altavoz que los
pasajeros interesados en el vuelo a Barranquilla favor pasar a la sala internacional número 1.
Yo me paré y si que me estaban viendo seguro pensaron “éste hombre está loco”, porque me
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eché a reír, me dije a mí mismo “Te apuesto lo que quieras que aquella alemana aún no se ha
ido”.
Tenemos que conocer al enemigo, la Biblia dice que conocemos sus maquinaciones.
Y vea, la única persona que estaba en esa sala de espera número 1 era la alemana aquella
leyendo un libro.
Él está jugando con mi propia concupiscencia, él me pone las circunstancias, pero la debilidad
es mía.
Típica trampa del enemigo. Esa es una cosa distinta a que yo diga: “Es que el diablo me hace
pecar, pobrecito yo. Usted sabe, uno es débil, y él me llevó de narices y me hizo pecar.”
El diablo no me va a hacer pecar, él no me puede obligar, él juega con lo que sabe que a mí me
va a gustar pero hermano, no me puede obligar. El diablo usa de astucia, pero nosotros
usamos la unción del Santo. Tenemos que aprender a manejar este recurso y no habrá mujer
que nos tumbe, se lo puedo garantizar.
Cristo nos ha dado a nosotros suficiente poder y herramientas para que permanezcamos firmes
hasta que él venga.
A aquel que es poderoso para guardaros sin caída y presentaros sin mancha delante de su
gloria con gran alegría. (Judas 24).
Nosotros tenemos algo de Dios que es la unción. Y el que es nacido de Dios no es tentado por
el mal.
Mientras Jesús estuvo en esta tierra él ministró con autoridad y viendo la necesidad tuvo
compasión de la gente…
Al ver las multitudes tuvo compasión de ellas, porque estaban desamparadas y dispersas como
ovejas que no tienen pastor. Entonces dijo a sus discípulos: «A la verdad la mies es mucha,
pero los obreros pocos. Rogad, pues, al Señor de la mies, que envíe obreros a su mies».
(Mateo 9:36–38).
Pero en el siguiente capitulo sigue hablando…
Entonces, llamando a sus doce discípulos, les dio autoridad sobre los espíritus impuros, para
que los echaran fuera y para sanar toda enfermedad y toda dolencia. (Mt 10:1).
Jesús no contempla la necesidad solo para decir “¡Ay, qué lástima qué pobre está el mundo!”
De misiones no solo se habla, se hace. Eso fue lo que dijo el hermano Jaime Moreno en su
informe.
El viv la necesidad y enseguida llamó a los discípulos y les delegó autoridad, y vea, de lo
primero que en la escala de autoridad les delega Jesús a los discípulos, de los primeros
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escalones es la facultad de echar fuera demonios. Eso es lo más sencillo que Jesús puso a
hacer a sus discípulos. Esa es la autoridad para los bebés en Cristo, y nosotros haciendo la
bulla más grande.
-¡Imagináte! ¡Qué cosa más grande! ¡Hasta los demonios se nos sujetan en su nombre!
-¿Y usted se maravilla de eso? ¿Eso qué tiene?
Claro que nos alegramos de eso pero la importancia de las cosas debe estar en su respectivo
orden.
Si ponemos las cosas en su sitio vamos a tener más autoridad y más éxito.
Ahora, eso no quiere decir que no vale la pena liberar a un hombre cautivo por el demonio. Sí
vale la pena.
Pero las cosas en su perspectiva como debe ser.
En Mateo no se había derramado todavía el Espíritu Santo, qué tal nosotros los que podemos
decir “no tengo plata ni oro pero en el nombre de Jesucristo levántate y anda”
¿Cómo les hubiera parecido a ustedes si a Cristo le hubiera aparecido un demonio que
no pudiese dominar?
Entonces Jesús les dijo otra vez:
—¡Paz a vosotros! Como me envió el Padre, así también yo os envío. (Jn 20:21).
Cristo no lo mandó a usted a que los demonios le armaran un tierrero ahí y lo sacara de ahí
corriendo.
Cristo lo mandó a usted con todas las herramientas.
Cuando comenzamos la obra allá en Valencia, al fin conseguimos un local para predicar. Lo
estábamos adecuando, yo estaba ahí agachado arreglando algo en el piso cuando oí que
alguien con acento americano preguntó:
- ¿Quien es el pastor acá?
- Yo.
- Yo quisiera recomendarle que mejor se vaya de este lugar. (Me dijo el gringo)
Entonces yo me paré, ya no era hora de estar agachado, y le dije:
- Vea, primero que yo no soy persona que salga corriendo de cualquier lugar. Además, nosotros
no encontrábamos sitio, estábamos orando y buscando a Dios y él nos dio éste lugar. Así que
no lo vamos a soltar tan fácilmente.
Sin embargo, (le dije) yo le garantizo que desde éste púlpito jamás hablaré en contra
de usted. Yo tengo un mensaje que predicar que es Cristo. Haga lo mismo usted allá y
no habrá problema.
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- Ah no! Entonces ni nos suelten porque tan pronto salgamos de aquí tenemos que
anunciar el mensaje que nos fue encomendado. Juzguen ustedes si es justo
obedecer a los hombre antes que a Dios. Si nos sueltan nos va a tocar hablar.
Seamos lo más prudentes ¿pero hasta dande será la prudencia? ¿hasta que nadie se
convierta?
Algo tiene que empezar a pasar aquí. Los ministros de Dios tienen que empezar a
rogar a Dios y decirle “Señor rodéame con tu manto, con tu poder, y tu protección”.
Nosotros no nos metemos con nadie, pero esas personas piensan que sí ¿Qué le
vamos a hacer? Vean, nuestro líder, y aquí es mejor citar la Biblia:
Por tanto, hermanos santos, participantes del llamamiento celestial, considerad al
apóstol y sumo sacerdote de nuestra profesión, Cristo Jesús, el cual es fiel al que lo
constituyó, como también lo fue Moisés en toda la casa de Dios. (Heb 3:1–2).
Considerad a aquel que sufrió tal contradicción de pecadores contra sí mismo, para
que vuestro ánimo no se canse hasta desmayar. (Heb 12:3–4).
Consideremos, cuando vio que venía el diablo, ¿qué hizo?
»Ahora está turbada mi alma, ¿y qué diré? ¿Padre, sálvame de esta hora? Pero para
esto he llegado a esta hora. (Jn 12:27).
No creo que nosotros andemos por ahí metiéndonos en problemas, cuidado, pero a
veces no hay por dónde. No hay remedio.
Que me trasladen! Bueno, si hay para donde pues lo trasladamos, pero ¿y cuando no
haya para donde?
¿Y qué hacemos? ¿Pedimos todos una visa americana y nos vamos para Estados
Unidos?
Dios me puso aquí y aquí me quedo.
Si lo que quieres es tener un auto nuevo, vete para Estados Unidos.
Si lo que quieres es que traten como ciudadano de segunda, vete para Estados Unidos.
Si quieres que te digan “Negro” aunque solo seas blanco quemadito, vete para Estados
Unidos.
Pero si lo que quieres es hacer la voluntad de Dios, entonces quédate donde Dios te
puso. A nosotros Dios nos pudo aquí.
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Ahora, si es Dios el que te manda para allá a predicar el evangelio, eso es otra cosa.
Corre a hacer la voluntad de Dios.
Pero otra cosa es salir corriendo.
Pues sí, es peligroso, pero ¿qué hacemos?
Tenemos la unción del Santo, a él no lo mataron sino cuando dijo “bueno ahora sí, aquí
estoy, pongo mi vida”. Yo espero que Dios nos guarde a nosotros también.
No hay en ese libro de los Hechos de los apóstoles una Iglesia temerosa, ni cobarde, ni
asustada, sino una iglesia poderosa, una Iglesia llena del Espíritu Santo y de poder.
Ellos no andaban provocando las autoridades.
Dios nos guarde de ser fanfarrones y andar pavonándose por ahí. Pero es que
hermanos, aún acá en Bucaramanga, en el sitio que parece más seguro, no es seguro.
Caminamos por la misericordia del Señor, él nos guarda. Pero mientras él nos tenga
aquí los domingos, abramos la Iglesia, invoquemos al Señor y que pase lo que tenga
que pasar. Éste evangelio tiene que ser predicado con poder, con el poder que Dios
nos ha dado.
Así que el Espíritu Santo llena la Iglesia. Yo quisiera que usted tomara su Biblia y
marcara la frase “lleno del Espíritu Santo”. Ese fue el estribillo, Pablo lleno del Espíritu
Santo, Pedro lleno del Espíritu Santo, Esteban lleno del Espíritu Santo, y los hermanos
lleno del Espíritu Santo, no hubo quien los parara, hablando con denuedo, con
franqueza, con poder del Espíritu Santo. Su hablar y su accionar fue firme.
Y la Palabra de Dios corría y era glorificada, y el Señor añadía cada día a la Iglesia a
aquellos que iban a ser salvos.
Yo no creo en la vulnerabilidad de la Iglesia ante la influencia satánica, frente a los
demonios. Ahora, si usted peca ese sí es otro problema, no me reclame nada.
Bajo la sombra del Altísimo, Dios no protege a nadie que no esté bajo sus alas. Eso es
otra cosa.
Por eso uno se vuelve hasta cansón en eso. Eso sí, manos limpias, corazón limpio,
arrodíllese y dígale al Señor “aquí están mis pasiones sexuales”.
Si somos consientes de nuestra debilidad buscaremos más a Dios en ese sentido.
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Alguien me dijo cuando me quedé viudo y me volví a casar, “Cuatro años es mucho
tiempo”. ¿Cómo es eso que mucho tiempo? Yo no sé a qué se refiere. Si yo había
estado antes mucho tiempo solo, 23 años para ser exacto.
Un cuerpo puesto de verdad en el altar de Dios, lleno del Espíritu Santo, Dios te dará
victoria, ¿cómo que no? Es que el Espíritu Santo no es solo para hablar en lenguas,
hay un fruto muy bonito del Espíritu Santo que se llama TEMPLANZA, dominio propio.
Esta Biblia no es un cuento, es la verdad de Dios.
Una persona disque llena del Espíritu Santo también va a estár llena del diablo, eso no
es así. No podemos promocionar eso.
¿En qué consiste entonces la libertad con que Cristo nos hizo libres? ¿Y qué de la
promesa que nos hizo a nosotros de estar a nuestro lado para que nadie nos haga
daño?
Si yo me paro aquí a decirle a todos ustedes “hermanos cuidado, porque el diablo,
usted se puede perder, vea bien.” ¿En qué momento me voy a convencer de que soy
salvo?
Yo le hablé a una señora católica, en Canadá, de habla francesa, y le dije “Bueno
compartamos nuestra experiencia con Dios, usted me cuenta la suya y yo le cuento la
mía. ¿Cómo fue eso de su salvación? ¿usted está segura de eso?”
Ella me dijo: “Bueno mijo, es que eso no lo sabe nadie hasta después que uno se
muere.”
¿Eso es lo que usted cree de los creyentes de su Iglesia? Entonces ¿Por qué predica
como si creyese eso? ¿Por qué siempre predica como si ellos no fueran salvos? ¿Por
qué sembrar duda?
¿Por qué predicar siempre que los hermanos no oran, que nos buscan a Dios, que
malgastan el tiempo, que a toda hora están viendo televisión? ¿Por qué predican eso?
¿Usted verdad ve que los creyentes a toda hora están viendo televisión?
“No hermano, pero es que la gente”. Pero el amor todo lo cree. ¿O no?
¿Por qué creo yo que yo soy fiel y los demás están mal? ¿Por qué?
¿Y por qué quiero sembrar en los creyentes siempre esa duda? Siempre sembrando
dudas. Yo leo al apóstol Pablo y habla distinto:
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Estoy seguro de vosotros, hermanos míos, de que vosotros mismos estáis llenos de
bondad y rebosantes de todo conocimiento, de tal manera que podéis aconsejaros
unos a otros. (Romanos 15:14).
de tal manera que nada os falta en ningún don mientras esperáis la manifestación de
nuestro Señor Jesucristo; (1 Corintios 1:7).
estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra la
perfeccionará hasta el día de Jesucristo. (Filipenses 1:6).
De esta esperanza ya habéis oído por la palabra verdadera del evangelio, que ha
llegado hasta vosotros, así como a todo el mundo, y lleva fruto y crece también en
vosotros, desde el día que oísteis y conocisteis la gracia de Dios en verdad.
(Colosenses 1:5–6).
porque yo sé a quién he creído y estoy seguro de que es poderoso para guardar mi
depósito para aquel día. (2 Timoteo 1:12).
Te he escrito confiando en tu obediencia, sabiendo que harás aun más de lo que te
digo. (Filemón 21).
Pero en cuanto a vosotros, amados, estamos persuadidos de cosas mejores,
pertenecientes a la salvación, aunque hablamos así. (Hebreos 6:9).
Miremos bien la Palabra de Dios, mire las epístolas a ver que sembraba Pablo en el
corazón de los creyentes. ¿Cuántas veces sembraba la duda sobre la experiencia de
los creyentes?
Cuidado con su enseñanza. Porque eso lo que hace es crear incredulidad en el
corazón de los oyentes y el diablo viene y encuentra el terreno abonado. Un hermano
que cree que no está salvo, que si Cristo viene esta noche se queda. Cuide su
enseñanza.
Un hermano allá en Cartagena me contó alguna vez de una situación problemática que
tenía con su esposa, y hablando y hablando me fue contando en qué consistía el
problema. Ella no disfrutaba la relación sexual y cuando estaba con él era casi a la
fuerza, no porque ella quisiera ni porque le gustara.
Al fin pude hablar con la hermana y ella me dijo: “hermano, lo que pasa es que tengo
un miedo, miedo que de pronto Cristo venga y estemos nosotros en eso y nos
quedemos.”
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Eso suena gracioso pero es preocupante, eso es terrible. ¿Por qué? Porque su mamá
le había enseñado eso.
Y aunque usted no le diga al creyente “¡Si viene Cristo se queda!”, pero usted les está
diciendo a los creyentes, “¡Es que son carnales! ¡Es que no buscan a Dios! ¡Es que no
ayunan! ¡Es que solo están pensando en eso! ¡Es que la pasión!” Y con eso la gente se
forma esa idea.
Deje que la gente se goce en la salvación, enséñeles, deje que la gente sepa que
Cristo los salvó, los llenó y que no hay diablo que los toque.
Hay visitas pastorales, hay momentos para compartir con los jóvenes, hay semanas de
la familia, enseñe sabiamente, pureza, “¡Cómo vale la pena mantenerse puro!” Rubén
perdió su primogenitura por acotarse con la mujer de otro, subió al lecho paterno; Judá
perdió su primogenitura porque se acostó con una mujer que, pensó él, era prostituta.
Enseñe con sabiduría santidad no para ser salvos, sino a partír de ser salvos.
Pero si yo estoy diciendo “es que los demonios vienen, y usted está bajo la influencia
de ellos, vamos a reprenderlo”.
Ahora si alguien confiesa un pecado eso es diferente, si usted le abre las puertas al
enemigo yo no le garantizo que le pueda pasar. Pero el hombre que está en Dios vivirá
protegido por el Señor.
Pero el Señor si nos garantiza éxito total y final.
¿En qué consiste la armadura que Dios nos ha dado? Yo no le veo a ustedes
elementos de hierro encima ni nada de eso.
Todos son elementos de convicción, el yelmo de la salvación, el escudo de la fe, la
creencia, la espada del Espíritu que es la Palabra de Dios, los pies calzados con el
evangelio, ceñidos los lomos con la verdad.
No son practicas extrañas son convicciones. Si usted no enseña a la Iglesia a estar
convencidos, si usted comienza a sembrar dudas, va a tener a los hermanos todos
horadados para que el enemigo entre y haga lo que quiera.
Vamos a ver si concluimos esto:
No es aceptable desde el punto de vista de la doctrina de Jesús, pensar que un
cristiano genuino pueda quedar a merced de el diablo y sus demonios.
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Él nos ha librado del poder de las tinieblas y nos ha trasladado al reino de su amado
Hijo, en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados. (Col 1:13–14).
El fin de la ley es Cristo.
Vea lo que hace una interpretación errónea de la Escritura. El caso que mencionó el
hermano Reinel esta mañana nos conmovió grandemente. Eso tiene que sacudirnos.
Ellos fueron a orar por alguien que tenía problemas de demonios, y oraron y se fueron
a su casa, pero la hermana se vino preocupada.
En la noche, ya durmiendo ella, oyó ruidos y se paró, y ella dice que vio que algo voló
para el cuarto de su hijo, y ella comenzó a reprender, pero mientras reprendía sacudía
y golpeaba al niño. Su padre vio eso y no hizo nada, algunos hermanos que vinieron
vieron y no hicieron nada.
¿Alguna vez ustedes han descubierto en algún versículo de la Biblia, o alguna
situación, que los espíritus salen a la fuerza?
«Esta es palabra de Jehová para Zorobabel, y dice:
Bueno, Lucho entró y me dijo “Es Ilenia” y yo le dije “Sí, déjalo así que ya está arreglado”. Es
que uno tiene que dormir en el Espíritu. Yo estaba seguro que no pasaba nada.
“No con ejército, ni con fuerza,
sino con mi espíritu,
ha dicho Jehová de los ejércitos.”
Yo sospeché que el diablo iba a utilizar la imagen de su madre para molestar a las
niñas y hacerlas ver cosas, porque eso sí puede hacer, molestarlas, hacerlas ver
visiones y mostrarles cosas engañosas.
Yo no iba a permitir al diablo molestara a mi hija, así que de regreso en Barranquilla me
encerré en mi habitación y le dije al diablo “Bueno, vamos a arreglar este asunto entre
los dos ahora.” Es que hermanos, el diablo no nos da un brinco, y yo no le iba a permitir
que molestara a mis hijas.
El miedo nuestro es lo que le da fuerza a él. El temor nuestro. Si usted anda con miedo
entonces va a tener problemas.
Los demonios no salen a puñetazos, ni a patadas, ni a tirones de pelo.
Un día me llamaron acá en Bucaramanga como a la 1 de la mañana, que fuera de
inmediato que había un problema con una mujer endemoniada. Bueno, me alisté y salí
a ver qué era lo que pasaba. Llegué y tenían a una muchacha ahí agarrada como entre
tres y les había roto un ventilador o algo así.
-Suéltenla. (Les dije)
-No hermano que rompe el ventilador
-Suéltenla y sálganse de la habitación.
Y una vez solos le dije a la mujer:
-En el nombre del Señor cálmese. Alabe al Señor.
Y ya. Se arregló todo, sin tanto problema. No rompió el ventilador ni nada.
Aquellos si amarraron al endemoniado, pero Cristo no lo amarró, Cristo lo soltó.
Yo no voy a negar que haya espíritus violentos, pero es que hemos cogido la
costumbre de nosotros ser los violentos, y los demonios se sujetan es a la autoridad del
Nombre no a la fuerza de alguien. Tenemos un Nombre que es sobre todo nombre.
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Cristo es el Todopoderoso. Con eso poder y esa autoridad vamos a enfrentar los
problemas. No con fuerza porque nos vamos a exponer a hacerle el daño a una
persona, o a que ella nos haga daño.
En Montreal me llamaron a una casa de liberación, vi que tenían a una joven allá tirada
en el suelo, y forzándola y gritándola “¡Hay poder! ¡Hay poder!” como a mí me
incomoda ver esas cosas me salí de la habitación. Eso no me gusta ni verlo, a mí me
causa molestia. Al fin salió mi hermana a decirme que viniera a orar por esa persona.
Yo le dije que lo haría siempre y cuando ellas hicieran lo que yo les dijera.
“Sí, sí, venga y ore”.
Dios nos ha ungido con el poder del Espíritu Santo.
No es una experiencia emocional, es poder, autoridad.
Si le falla una vez no se ponga a pelear con el demonio. Porque puede ser que alguna
vez usted, o yo, no esté muy bien espiritualmente, quién nos manda a dormir tanto.
¿Quién lo manda a no estar en forma? Cuando usted esté en condiciones hágalo. No
se ponga a pelear con los demonios a brazo partido.
Un demonio tiene tal fuerza descomunal, físicamente hablando, que ni dos ni tres
personas lo pueden mantener.
La unción es permanente, pero el aceite fresco si puede fluir. Mantengamos el aceite
fresco.
Tenemos que ejercer la autoridad.
No vamos a permitir que un demonio nos sabotee un culto, o que maltrate a una
persona y que nosotros no vamos a hacer nada. Dios nos dio autoridad para liberarlos.
Pero no es con fuerza, ni con ejército, sino con mi Espíritu dice el Señor.
No se ponga usted a hacer lo que el demonio le mande, es usted el que le da orden al
demonio, no a la inversa.
-¡Hermano! Ore por mí.
-Yo no voy a orar por usted.
-No. Siéntese y cuénteme ¿qué es lo que le pasa?
No deje que el demonio le mande.
El solo hecho de que una persona venga a que yo ore por ella ya me está diciendo que
no tiene un demonio.
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¿Dígame cuantos de los endemoniados vinieron a Jesús para que él los liberara?
Muéstreme al menos uno.
— ¡Señor Jesús écheme fuera de este cuerpo!
¿Cuántos? ¿Hay alguno?
Cuando alguien dice hermano venga, ore por mi que yo siento que un espíritu… Yo le
digo “¡No! venga, hablemos, ¿cuénteme?”
Ya sé que no tiene un demonio. ¿Por qué? Porque ningún espíritu va a venir a que yo
lo eche fuera. Los espíritus no quieren salir.
¡Qué tal un demonio convertido! Disque buscando al Señor. Los demonios no están
convertidos.
La gente endemoniada la trajeron a Jesús, no vinieron voluntariamente. Ningún
demonio va a venir a pedir que lo saquen del cuerpo, los demonios no se quieren salir
del cuerpo.
Disque viniendo a Jesús para que él lo eche fuera.
Lo que pasa es que como la gente oye tantas cosas. Todo piensan que es espíritus,
pero no.
¿A cuántos de ustedes les ha pasado esta experiencia que es muy común, muy
popular? Está usted durmiendo y siente que se ahoga, que como que no puede
respirar.
No es una pesadilla. Eso es problema de las neuronas, que a veces como que se
desconectan.
Hay muchas explicaciones físicas para eventos que parecen paranormales, pero son
normales.
Lo importante es entender que Jesús tiene toda potestad, y nos ha dado autoridad.
Usémosla.