Sociologia Chile VF
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possible to account for the current conditions in which are carried out the training, gradua-
tion and labor insertion processes of those who have opted for sociology careers in different
universities.
Keywords: Sociology; Chile; Higher education; Training; Labor integration
1. Introducción
El sistema de educación superior en Chile ha experimentado una drástica expansión
a lo largo de las última cuatro décadas. La matrícula total del nivel terciario se cuadruplicó
entre los años 1990 y 2015, tendencia que ha significado transitar de un sistema de acceso de
elites, hacia una fase de universalización (Brunner, 2015). Este incremento de la matrícula
no se ha producido de forma homogénea en todas las áreas de conocimiento, sino que se ha
tendido a concentrar en carreras de mayor renombre social, como son en el subsistema univer-
sitario el caso de las ingenierías –principalmente comercial—, así como Derecho y Psicología.
Pese a lo anterior, y aunque con un carácter ciertamente menos acentuado, la expansión del
sistema terciario se ha hecho presente también en áreas formativas de carácter considerable-
mente más específico, como viene a ser la realidad de la disciplina que convoca la atención de
este trabajo: la carrera de Sociología.
Recluida y vista con recelo durante la dictadura militar, la formación sociológica tuvo
un renacer con los albores de la restitución del régimen democrático en el país. De un total de
130 estudiantes matriculados/as en dos universidades en 1985, se pasó a más de 3.500 al año
2010, distribuidos en 17 instituciones diferentes. El resurgimiento de la disciplina en el país
vino de la mano con una reconfiguración de los campos del oficio sociológico; desde una im-
pronta que podría ser catalogada –aunque de manera inexacta, como se verá posteriormente–
de “academicista” con eje en la sociología política (Araujo, 2015), la disciplina se abre a nue-
vos ámbitos de desempeño profesional, como son las políticas públicas, estudios de opinión,
investigación de mercado, consultoría organizacional, desempeño en Organizaciones no Gu-
bernamentales, intervención social directa, etc. (Iturrieta, 2019). Rápidamente, esta reconfi-
guración del campo ocupacional, situada en un contexto de reciente instalación del modelo
neoliberal en el país, produjo resultados atractivos. A mediados de la década de 2000 la em-
pleabilidad de la carrera se situaba por sobre el 90 % (Meller, Lara y Valdés, 2009, p. 14),
siendo significativamente superior incluso a las carreras de mayor renombre social; a su vez,
el retorno del desempeño profesional se situaba por sobre la media de las carreras de las cien-
cias sociales. Lo anterior parece haber contribuido al crecimiento de la oferta de formación en
la disciplina, así como del número de estudiantes que la escogían cada año.
Al momento de efectuar un examen de la literatura sobre Educación Superior nacional
resulta frecuente encontrar entre su autoría a sociólogos o sociólogas. La investigación sobre
la sociología, como ámbito de formación universitaria y de desempeño profesional, en cambio,
resulta ser escasa. Entre las excepciones se puede mencionar los estudios de Iturrieta (2019)
y Gómez y Sandoval (2004). Ambos trabajos coinciden en caracterizar actualmente al socio-
lógico como un ámbito de ejercicio profesional con marcos fronterizos difusos, y por tanto,
permeables. Posiblemente, esta última condición, junto con el drástico crecimiento de la ma-
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trícula acontecido a lo largo del periodo, puede ser una de las causas que explican los abrup-
tos cambios del mercado laboral al que se enfrentan actualmente los egresados y egresadas de
la carrera. Al respecto, el estudio de Meller et al. (2009), citado en el párrafo anterior, cons-
tataba ya a fines de la década antepasada una drástica disminución de la empleabilidad entre
los titulados y tituladas de la carrera. En lo más reciente, cifras contenidas en el “Buscador
de estadísticas por carrera” contenido en el portal Mifuturo.cl del Sistema de Información de
Educación Superior (SIES) exhiben una disminución sostenida del retorno económico asociado
al ejercicio de la profesión durante la última década3 .
El mismo portal web de SIES proporciona antecedentes adicionales sobre la realidad
de la carrera. Al año 2020, 17 universidades impartían la disciplina –16 con matrícula activa–,
en tanto que la matrícula total ascendía a 3.324 estudiantes, siendo 678 de primer año. Res-
pecto a las características de las y los estudiantes, las cifras contenidas en el portal indican
que la carrera atrae en igual proporción a personas de género masculino y femenino; en tanto
que la mitad procede desde la enseñanza media de dependencia particular subvencionada. La
retención estudiantil al primer y segundo año asciende a 76,6 % 65,7 % respectivamente –en
línea con las cifras del sistema. En lo referido a los resultados del proceso formativo, el año
2019 obtuvieron el título profesional de sociólogo/a un total de 365 profesionales, quienes de-
moran en promedio 14,2 semestres en completar el ciclo formativo, versus 9,8 para el caso de
la duración formal. Por su parte, la empleabilidad reportada por SIES al primer y segundo
año posterior a la titulación asciende a 60,4 % y 70,9 %, respectivamente. Otros antecedentes
disponibles en el portal web del organismo se refieren a cifras de ingreso monetario promedio
y por tramos.
No se informa en el portal de SIES las áreas de desempeño laboral4 . Además de esto
último, podemos identificar otros dos ámbitos centrales para la discusión sobre la realidad de
la carrera del país de los que se carece hasta aquí de antecedentes, ya sea por la escasez de in-
vestigación sobre el tema, o bien, por no figurar dentro del set de indicadores reportados por
los organismos oficiales. En primer término, se desconoce la tasa de titulación de la carrera,
esto es, el porcentaje de estudiantes de cada cohorte que logra titularse (o “eficacia de titula-
ción”). Estudios previos, coinciden en cifrar la tasa de culminación de estudios del conjunto
de las carreras universitarias en el país en torno al 45 % (Basso, 2016; González, 2005; Sando-
val, 2020), aunque sin desglosar por disciplinas. En la misma línea, se desconoce también el
porcentaje de empleabilidad neta de la carrera. Las cifras de duración real, así como de inser-
ción laboral se remiten, como es lógico, al comportamiento de los titulados/as. En particular,
la empleabilidad reportada por SIES se refiere al porcentaje de inserción laboral entre el sub-
conjunto de estudiantes que logra culminar estudios; no a la probabilidad de inserción laboral
asociada a cursar el programa propiamente tal. La ausencia de esta clase de información tiene
diversas implicaciones, que repercuten tanto en las posibilidades de efectuar una elección in-
formada por parte de nuevos postulantes, como también para la labor de las mismas escuelas
de Sociología de las universidades nacionales encargadas, entre otras tareas, del diseño curri-
cular, definición de vacantes o la proyección de la matrícula en el tiempo.
3
Ver: https://www.mifuturo.cl/buscador-de-estadisticas-por-carrera/
4
Aunque indirectamente, antecedentes sobre esta última materia se encuentran en un estudio realizado
recientemente por el Colegio de Sociólogos y Sociólogas de Chile (2020).
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bién creado en 1958. A diferencia del Instituto de Sociología de la Universidad de Chile que
pertenecía a una Facultad de Filosofía y Educación, la nueva Escuela de Sociología de la Uni-
versidad Católica formaba parte de la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales, que a esa
altura ya contaba con un convenio con el Departamento de Economía de la Universidad de
Chicago (Valdés, 1989, p.166-174; Hachette, 2007, p. 32-33)5 .
Previo a la creación de la FLACSO y de las carreras de sociología en la Universidad
de Chile y en la Universidad Católica, la disciplina había sido impartida solo a nivel de cursos
para carreras humanistas, de derecho y del área de la salud. Se trataba de una “sociología de
cátedra”, a cargo de docentes que no tenían formación en la disciplina y que carecían de toda
experiencia en investigación básica y aplicada. Brunner sostiene que la creación del Instituto
de Investigaciones Sociológicas, en la Universidad de Chile, fue tenazmente resistida por los
“sociólogos de cátedra”, generándose incluso un verdadero conflicto generacional con aquellos
posgraduados en el extranjero (Brunner, 1988: 217-220). Aparte de las cátedras universita-
rias, las asignaturas de “sociología general” eran parte del de los contenidos que recibían los
docentes, de educación primaria, en su formación en las llamadas Escuelas Normales6 .
A inicios de la década de 1960 las áreas de investigación que se desarrollan en las dos
universidades mencionadas contemplaban sociología de la educación, rural, política, salud pú-
blica, estratificación y relaciones industriales. En el caso particular de la Universidad de Chile,
Eduardo Hamuy promueve los primeros estudios de opinión pública, en los que se abordan
aspectos relacionados con el desempeño de las instituciones, preferencias hacia candidaturas
presidenciales y, sobre todo, la percepción respecto a la implementación de ciertas políticas de
gobierno. Estos estudios, considerados pioneros en el uso de encuestas de opinión, serán apli-
cados con regularidad hasta inicios de 1973 (Navia y Osorio, 2015). Las áreas de investigación
mencionadas, así como la formación recibida por las generaciones que se suceden desde fines
de los años cincuenta, hasta al menos el inicio de la llamada “reforma universitaria” iniciada
en 1967, tendrán una fuerte influencia de la sociología norteamericana, en especial del estruc-
tural funcionalismo y las teorías de la modernización. Esto se debió, en parte, a la formación
recibida por quienes fueron enviados a realizar estudios de posgrado en el extranjero para dar
inicio a la sociología profesional y científica en nuestro país (Godoy, 1960; Medina Echavarría,
5
La dirección de la Escuela de Sociología en la Universidad Católica queda a cargo del sacerdote belga
Roger Vekemans, uno de los principales estudiosos del fenómeno de la marginalidad en América Latina y vin-
culado a la Compañía de Jesús (Brunner, 1988; Ramos, 2019). A diferencia de la otra casa de estudio que
debió enviar a profesionales a realizar estudios de postgrado en la disciplina, para llevar a cabo investigaciones
y poder impartir una carrera de sociología, la Escuela de sociología de la Universidad Católica aprovechó la
formación recibida por Raúl Urzúa, José Sulbrandt y otros como Hernán Godoy, optando por orientar buena
parte de los recursos y convenios con universidades extranjeras para perfeccionar a los egresados de las pri-
meras cohortes de la carrera. Un informe dado a conocer en 1959, señaló que la Escuela de Sociología de la
Universidad Católica contaba en esa fecha con 14 profesores contratados y un presupuesto de veinte mil dóla-
res anuales (Donoso y Zorbas, 1959, p. 35-36).
6
De acuerdo al informe sobre la enseñanza de las ciencias sociales en escuelas universitarias no especiali-
zadas y en las Escuelas Normales (de docentes), dado a conocer a fines de los años cincuenta, las cátedras de
sociología eran 50, con un total de 80 horas de dedicación, ubicándose en tercer lugar después del número de
cátedras de derecho (141) y relaciones internacionales (56). Más abajo se ubicaba el número de cátedras en
economía (22), antropología (6), psicología social (4), demografía (2) y ciencia política (1) (Donoso y Zorbas,
1959, p. 51).
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1963; Brunner, 1988). En parte también por el tipo de temas en boga en la primera mitad de
los años sesenta, relacionados con desarrollo, integración y cambio social, así como el financia-
miento y la cooperación de organismos internacionales para implementar planes y programas
de intervención en esa dirección (Franco, 2007, p. 33-37).
En su balance sobre la sociología chilena, Araujo ha señalado que “la sociología chilena
desde los comienzos de su institucionalización en los años 1950/1960 se caracterizó, y en par-
te sigue caracterizándose, por la clara impronta de problemáticas políticas” (Araujo, 2015, p.
30). A raíz de lo mismo se refiere a una “hegemonía de la sociología política” que se remon-
taría hasta años más recientes. Informes y trabajos dados conocer, en los “comienzos de su
institucionalización” muestran, por el contrario una diversidad de temas en los cuales la so-
ciología política es un área más entre otras a las que se les presta más atención (Godoy, 1960;
Sociedad Chilena de Sociología, 1961). Al revisar los temas de las tesis de grado que se pre-
sentan en las carreras de sociología de la Universidad de Chile en el período 1966-1971 y en
la Universidad Católica entre 1963-1968, Brunner demuestra una mayor propensión hacia te-
mas como el agrario, urbano, sistema universitario y económico-nacional (Brunner, 1988, p.
329-330)7 . En suma, en aquel período entró a predominar una sociología de carácter empírica,
orientada hacia la investigación aplicada, la intervención y la ejecución de programas socia-
les. Los enfoques más críticos, como el de la teoría de la dependencia, provinieron del aporte
que hicieron sociólogos extranjeros, en especial brasileños –como Fernando Henrique Cardoso,
Theotonio dos Santos, Vania Bambirra y Ruy Mauro Marini–, quienes llegan a Chile tras el
golpe militar ocurrido en ese país en 1964. Contrario a visiones estereotipadas, sobre una su-
puesta sociología comprometida predomínate en este período, muy distinta a la vorágine de la
presentación de proyectos posterior (Mires, 1993), ella se evidenció en quienes asumieron una
función “militante” y vinculada al proceso político de la época. Sin embargo, esa misma fun-
ción “militante”, que terminó siendo excepcional, o asumida dentro de una élite académica,
también se ha detectado en años más recientes como parte de experiencias individuales en vez
de una condición de la propia disciplina (Ramos, 2019, p. 728-748)8 .
Tras el quiebre democrático de 1973 la sociología experimenta una suerte de repliegue
y freno en su proceso de institucionalización. Se cierran las carreras de sociología que desde
mediados de los años sesenta habían sido creadas en la Universidad de Concepción, en la Uni-
versidad del Norte y en algunos programas especiales impartidos en la Pontificia Universidad
Católica de Valparaíso. La FLACSO continuará impartiendo, por algunos años, programa de
posgrado y se transformará en el refugio de académicos exonerados de las principales univer-
sidades. Pese a que las universidades de Chile y Católica seguirán impartiendo sus programas
de pregrado en sociología, esta última decidirá que tras el egreso de la última promoción que
7
De 62 tesis de sociología presentadas en ambas universidades, en los períodos señalados, sólo 5 se dedi-
caron a temas relacionados con sistema político, 13 a temas agrarios, 9 a temas urbanos, 9 a Universidad, 5 a
economía chilena, mientras que las 21restantes se distribuyeron en una diversidad de áreas como salud, con-
ducta desviada, organizaciones, mujer, juventud, religión, relaciones internacionales, estratificación, ideología,
entre otros. En el mismo trabajo de Brunner se reconoce que en esas tesis las mayores referencias fueron a
sociólogos norteamericanos, como Parsons, Merton, Lazarfeld, Lerner, Mills, así como autores neoweberianos.
8
Por lo demás, dentro de los “intelectuales orgánicos” que en la actualidad intervienen en el debate públi-
co, figuran personas provenientes de otras disciplinas (aunque del ámbito de las ciencias sociales).
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había ingresado en 1973 el Instituto seguirá funcionando con una reducida planta de académi-
cos orientada a impartir un Magister en la disciplina. En la década de 1980, la Universidad de
Chile será la única institución dedicada a impartir un programa de pregrado en sociología, en
un ambiente marcado por el autoritarismo, la censura y el deterioro de la calidad académica
(Güell, 2002, p. 86). En esos años, el desarrollo de la profesión se llevó a cabo en organismos
internacionales, municipios pero sobre todo en organizaciones no gubernamentales, debido al
aumento de la cooperación internacional, y centros académicos independientes. En estos últi-
mos se concentró la investigación básica aunque disociada de la actividad docente. De acuerdo
a un estudio realizado por Barrios y Brunner, sobre la base de una encuesta aplicada por la
FLACSO a sociólogos y sociólogas en 1984, las mayores posibilidades laborales se daban en
esos años en centros académicos independientes y a través de fondos de investigación exter-
nos, como los ofrecidos por la Fundación Ford o la Agencia Sueca de Cooperación (Barrios y
Brunner, 1988, p. 282)9 .
Algunas de estas instituciones, como la Academia de Humanismo Cristiano, derivan
a fines de la década en Universidad, dando inicio en 1989 a un programa de sociología. En
1990 se reabre el programa de pregrado en la Universidad Católica y se crea también la ca-
rrera de Sociología en la Universidad de Artes y Ciencias Sociales, ARCIS. Hacia mediados
de los años noventa, se crean los programas de sociología en la Universidad de la Frontera de
Temuco, la Universidad de Concepción, Arturo Prat de Iquique, además de la Universidad de
la República, plantel privado vinculado a la masonería. Así, se pasa de un solo programa de
pregrado, impartido en la Universidad de Chile, a cuatro en 1990 y a ocho en 1995 (Courard
y Frohmann, 1999, p. 33). En 1998, ILADES deviene en la creación de la Universidad Alberto
Hurtado, entre cuyas carreras iniciales figuraba una de sociología. En las décadas siguientes
el número de programas aumenta, en especial en universidades privadas y en otras pertene-
cientes al Consejo de Rectores. Entre los años 2000 y 2001 se crean carreras de sociología en
las universidades Diego Portales, Cardenal Silva Henríquez, Central y, a fines de esa década,
en la Universidad Andrés Bello. A partir de la segunda mitad de esa misma década, las uni-
versidades Arcis, posteriormente Central y Andrés Bello promoverán programas de pregrado
en sociología en otras regiones del país. El aumento de las carreras de sociología y en el núme-
ro de matriculados fue a la par con el proceso de masificación que experimentó el sistema de
Educación Superior, el cual se vio facilitado con el acceso a nuevos créditos que se establecie-
ron colocando como aval al propio Estado (Salazar y Rifo, 2020).
Por otra parte, se produjo también una ampliación de los contenidos de los temas in-
vestigados y en las asignaturas impartidas en los programas de pregrado y posgrado en la dis-
ciplina. Temas relacionados con transformaciones agrarias (en boga hasta fines de los ochenta)
y relaciones industriales, se vieron superados por el auge de los estudios de género, la preo-
cupación por la dimensión subjetiva, los cambios culturales, los problemas de identidad, con-
9
Los centros académicos independientes más importantes fueron la FLACSO, SUR Profesionales, el Gru-
po de Investigación Agrarias (GIA) dependiente de la Academia de Humanismo Cristiano –institución que
junto al Centro de Estudios de la Realidad Contemporánea (CERC) fueron creados por iniciativa del ex car-
denal Raúl Silva Henríquez–, el Instituto Latinoamericano de Doctrina Social (ILADES) perteneciente a la
Compañía de Jesús, el Instituto Latinoamericano de Estudios Transnacionales (ILET), SENECA, el Centro de
Estudios para el Desarrollo (CED) y la Corporación de Estudios para América Latina (CIEPLAN).
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servando también la vocación por temas clásicos como estratificación, pobreza y desarrollo
local. También destaca el hecho de intentar incorporar paradigmas más críticos que permitie-
ran superar el excesivo empirismo y positivismo de la fase inicial (Ramos, Canales y Palestini,
2008, p. 179). En lo que respecta al desarrollo profesional de la disciplina, se evidenció en los
años noventa una clara propensión hacia el Estado, los municipios, en consultoras privadas y,
en menor medida, organismos internacionales. En épocas más recientes se ha constatado una
mayor contracción del sector público, al mostrar limitaciones para absorber al grueso de los
contingentes que egresan anualmente de cada uno de los planteles universitarios en que la ca-
rrera es impartida, sin que se produzca una mayor apertura hacia el ámbito privado. Asimis-
mo, testimonios de egresados muestran que sigue pesando la dificultad para definir el objeto
de estudio de la sociología y la identidad de la disciplina frente a carreras más o menos afines
(Iturrieta, 2019).
En síntesis, el proceso de institucionalización que la disciplina iniciara a fines de los
años cincuenta logra ser completado, aunque de manera relativa, en el transcurso de las dos
décadas que suceden a la finalización del régimen autoritario. En parte porque no se condice
el exponencial aumento de las carreras, matriculas de pregrado y la proliferación de progra-
mas de posgrado en la disciplina –a nivel de Magister y Doctorado—con las oportunidades
que en años más recientes ofrece el mercado laboral. Tampoco se advierte mayor capacidad
para lograr igualar la condición y el prestigio de otras carreras tradicionales, continuando una
supeditación evidente, al menos respecto de la economía. De igual modo, en algunos ámbitos
de intervención social y comunitaria no logra distinguir sus competencias respecto a las de la
antropología y de la sicología social; o en el ámbito estatal, con disciplinas como ciencia polí-
tica.
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be estos indicadores, asociados a las cohortes en las que resultó factible efectuar su cálculo.
Indicador Cohortes
Permanencia Primer año 2009-2019
2do. 2009-2018
3ro. 2009-2017
4to. 2009-2016
5to. 2009-2015
Titulación Cuarto año 2009-2016
5to. 2009-2015
6to. 2009-2014
7mo. 2009-2013
8vo. 2009-2012
4.2. Resultados
4.2.1. Descripción de la matrícula de primer año 2009-2019
Un total 9.258 estudiantes se matricularon en la carrera de Sociología en el país entre
los años 2009 y 2019. Diecinueve universidades diferentes impartieron la disciplina entre su
oferta de pregrado a lo largo del periodo. Una de estas universidades se encuentra actualmen-
te cerrada, en tanto que otras dos dejaron de impartir el programa. Desde 2009, la matrícula
de primer año se mantuvo estable en el rango de 800-850 registros, con la excepción de 2015,
que es cuando se observa el mayor número de estudiantes nuevos/as.
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Cohorte N %
2009 858 9,35
2010 859 9,36
2011 820 8,94
2012 800 8,72
2013 807 8,80
2014 833 9,08
2015 873 9,51
2016 858 9,35
2017 833 9,08
2018 800 8,72
2019 834 9,09
En relación a las características de las y los estudiantes que ingresaron a la carrera du-
rante el periodo:
Región N %
Metropolitana 5.493 59,87
Valparaíso 1.543 16,82
Ñuble/Biobío 777 8,47
La Araucanía 616 6,71
Maule 298 3,25
Coquimbo 246 2,68
Arica y Parinacota/Tarapacá 189 2,06
Antofagasta 13 0,14
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en menor medida, de universidades estatales. Por otro lado, en la mayor parte de los casos, la
duración de la carrera al momento de ingresar fue de 10 semestres.
Tipo N %
Privadas en CRUCH 3.804 41,46
Privadas No CRUCH 2.636 28,73
Ues. Estatales 2.735 29,81
400
Número estudiantes
350
Tipo Universidad
300 Privadas en CRUCH
Privadas No CRUCH
250
Ues. Estatales
200
150
2009 2010 2011 2012 2013 2014 2015 2016 2017 2018 2019
Año
Número de semestres N %
8 661 7,20
9 1.052 11,47
10 7.462 81,33
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respecto, nuestros resultados indican que uno de cada dos estudiantes que ingresan a la carre-
ra persisten en su proceso formativo tras 5 años desde el inicio de sus estudios. Por su parte,
transcurridos 16 semestres (8 años) un 36 % logró titularse, cifra menor al 45 % reportado por
los antecedentes previos para el conjunto del sistema universitario nacional. Así, uno/a de ca-
da tres estudiantes que ingresan a la carrera de Sociología en el país logra finalizar su proceso
formativo en el plazo que añade tres años a la duración formal del mismo. Los/las restantes
desertan –ya sea por motivos vocacionales o de rendimiento académico–, o bien, egresan y no
se titulan. Al desglosar estos resultados según cohortes se aprecia un deterioro en las cifras de
finalización de estudios en los últimos años: mientras el 41,7 % de la generación ingresada el
año 2009 logró culminar su proceso formativo a lo largo del periodo que comprende hasta 8
años desde el ingreso a la carrera, dichas cifras ascienden para el caso de las cohortes 2011 y
2012 a 31.6 % y 33.5 %, respectivamente.
Permanencia Titulación
100%
74%
63%
58% 54%
36%
25% 29% 33%
21%
16%
10%
2% 3%
1 2 3 4 5 8 9 10 11 12 13 14 15 16
Años desde ingreso Número de semestres desde ingreso
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En relación ahora a las características de los planteles de educación superior que im-
parten la carrera, son las universidades privadas actualmente pertenecientes al CRUCH aque-
llas que exhiben mayores cifras de eficacia de titulación, seguidas por las privadas no CRUCH
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bien, el caso de estudiantes que obtienen el título profesional en un mayor plazo temporal que
el aquí considerado.
Sin empleo
(14.0%)
Titulado
(36%)
Con empleo
(22.0%)
No titulado
(64%)Sin empleo
(64.0%)
Sin empleo
(10%)
Titulado
Con empleo (36%)
(26%)
No titulado
(64%)Sin empleo
(64%)
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5. Discusión y conclusiones
La diversificación del perfil del estudiante de la educación terciaria asociada a los pro-
cesos de masificación y universalización del acceso al pregrado conlleva que la elección de una
carrera no se guíe exclusivamente por criterios académico-vocacionales, sino también por una
expectativa de empleabilidad, retorno económico y/o status social. No existen antecedentes
que permitan pensar a la formación en sociología en particular como una excepción a esta
tendencia. ¿Cuánto sabe realmente de la realidad de la carrera en Chile un/a estudiante que
la escoge actualmente para cursar estudios superiores dentro de la gama de universidades que
la imparten? La evidencia proporcionada por estudios previos sobre educación superior relati-
vos a la disciplina es escasa, mientras que la información puesta a disposición por los organis-
mos públicos resulta parcial e incompleta. Así, existe un desconocimiento sobre aspectos clave
de la realidad de la disciplina en el país, compartido incluso por los mismos profesionales que
la ejercen, lo que abarca desde su devenir histórico, hasta los resultados del proceso formativo
entre las y los estudiantes que la escogen.
El devenir de la sociología en el país puede catalogarse, de alguna forma, como acci-
dentado. Desde el conflicto entre los sociólogos de cátedra y los fundadores de las primeras
escuelas de sociología en la década de los cincuenta, pasando por la reclusión durante la dic-
tadura militar, hasta el resurgimiento de la disciplina en el Chile de la transición, con sus
abruptos cambios del mercado ocupacional, la carrera se ha abierto terreno, aun cuando no
ha terminado –ni parece poder terminar en un futuro próximo–de establecer claramente sus
marcos fronterizos con otras disciplinas afines; si acaso no en su totalidad, a lo menos en lo
que al ámbito de desempeño profesional se refiere.
Como se ha podido observar, la sociología, en tanto disciplina científica y profesional,
se ha ocupado de diferentes temas del quehacer local y nacional. Con el tiempo ha diversifi-
cado sus líneas de especialización y ha ido asumiendo aquellos temas que emergen como con-
secuencia de las aceleradas transformaciones experimentadas por la sociedad contemporánea.
No ha sido, en ninguna de sus etapas de desarrollo, una disciplina monotemática, o en don-
de predomine un área temática por sobre las otras. Por otra parte, es sintomático el hecho de
que el proceso de institucionalización inicial, que hizo posible su consolidación como discipli-
na científica y profesional, se expresa de manera distinta a partir de la década de 1990. En
efecto, a partir de aquel entonces, su institucionalización se ha expresado en el aumento de la
oferta, debido a que nuevas universidades impartieron la carrera, así como en el aumento de
la matrícula. Por el contrario, sigue pendiente aún la identificación, reconocimiento y el po-
sicionamiento de los egresados en un nicho laboral específico. Además, el aumento de las ma-
trículas en sociología se produce entre las fases de masificación y universalización del ingreso
a la Educación Superior universitaria. Favorecen a dicho proceso los cambios introducidos en
el sistema de financiamiento, en primer término, el Crédito con Aval del Estado y una década
después los avances registrados con la gratuidad.
Es interesante observar que el número de matriculados se mantiene estable a lo largo
del periodo aquí estudiado, pese al aumento de la oferta de universidades que imparten pro-
gramas de pregrado en la disciplina. El hecho que sea predominante la presencia de personas
menores de 19 años, en la fase inicial de las carreras, demuestra que la disciplina represen-
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ta una opción válida y atractiva para los recién egresados de la Enseñanza Secundaria. Por
otra parte, las carreras de sociología siguen siendo levemente masculinas en su composición
inicial, aunque al final del ciclo formativo la relación se invierte al ser más personas de sexo
femenino quienes logran cerrar el proceso de titulación. El aspecto más crítico dice relación a
la baja la retención de estudiantes y, la más baja aún, la cantidad titulados/as. Las mayores
dificultades para la continuidad de los programas y la retención de estudiantes matriculados
se han registrado en universidades privadas no adscritas al CRUCH, algunas de las cuales no
han logrado cumplir requisitos básicos para la acreditación. En otras palabras, el aumento
de las matrículas en las universidades pertenecientes al CRUCH fue en desmedro de las otras
universidades privadas que forman parte del sistema de Educación Superior. A ello se agrega
la baja empleabilidad neta que se registra entre el primer y segundo año de titulación de los
diferentes programas impartidos en el país, cuyas causas pueden asociarse, en su mayoría, a
problemas de identidad y de diferenciación de la disciplina respecto a otras profesiones más o
menos a fines dentro del campo de las ciencias sociales.
Los resultados aquí presentados podrán constituir antecedentes de utilidad para las
diferentes escuelas de sociología impartidas en las universidades nacionales, tanto para la pro-
yección de sus vacantes como para definir contenidos que apunten hacia una mayor inserción
laboral. Lo cierto es que poco saben de la realidad de la carrera quienes la escogen año a año,
pues los antecedentes en sí mismos resultan ser escasos, y el campo ocupacional difuso. Cierto
es que el concepto de calidad en la educación superior no se reduce a retención, titulación o
empleabilidad, sino que combina elementos de perspectivas de excelencia, aptitud para el pro-
ceso, estándares mínimos y concordancia con los requerimientos del sector productivo, de ma-
nera tal que la misión de las escuelas de sociología no puede verse reducida a formar profesio-
nales para el mercado laboral, sino que se complementa con las labores de docencia, investiga-
ción y extensión. Aún con esto último, transparentar la especificidad de los sellos curriculares,
así como los resultados de los procesos formativos obtenidos por las y los estudiantes de ca-
da plantel de estudio, más allá de lo que hasta ahora han sido los indicadores tradicionales en
la reportería de los organismos oficiales, puede servir no sólo para potenciar el despliegue de
trayectorias formativas exitosas entre el estudiantado –ya sea éstas se materialicen en desem-
peño profesional o en carrera académica– sino también para dar sustentabilidad a los mismos
proyectos de cada escuela, teniendo en vista el advenimiento de nuevos criterios y estándares
para la evaluación de la calidad al interior de las instituciones universitarias en el país.
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