Caballero, Ciudad Como Totalidad
Caballero, Ciudad Como Totalidad
Caballero, Ciudad Como Totalidad
1
Informe Preliminar Plan Director Rosario. “La Gaceta” Revista del Centro de Arquitectos de Rosario,
Diciembre 1985.
2
Salvador Tarragó Cid. Prólogo a la edición castellana de Aldo Rossi, “La arquitectura de la ciudad”.
Editorial Gustavo Gili SA, Barcelona 1979. (“Posibilidades de la ciencia urbanística”).
3
Salvador Tarragó Cid, Op.cit. (“Naturaleza de los hechos urbanos”).
presentarse como algo preexistente a las partes, autónomo, como algo que tuviera realidad
fuera de las partes. La totalidad concreta es el resultado de la integración de las partes, se
constituye o llega a ser y es constantemente recreada en virtud de las relaciones y de la
interacción de todas las partes o miembros que la integran. El dinamismo de las partes que
se mueven por sí mismas o interactúan cada una conforme con su propia realidad
específica, es lo que constituye la vitalidad y el contenido del todo. El todo sin las partes
no es nada o es una mera abstracción vacía e inerte. Pero a su vez, las partes no son lo que
son sino en virtud de su interacción, de sus relaciones mutuas y de su función con respecto
a la totalidad”4.
4
Julio De Zan. “Introducción al trabajo interdisciplinario”. Cuadernos interdisciplinarios nº1. Ciclo de
Síntesis Cultural, Universidad Católica de Santa Fe, 1983.
El desarrollo propuesto por De Zan posee una estrecha relación con la noción de “sistema”, propio de la
“teoría general de sistemas” (von Bertalanffy, 1951); “Se define el sistema como un conjunto de objetos más
las rotaciones entre esos objetos y entre los atributos de los objetos”. (Hall y Fajen, 1956). También presenta
gran similitud con la definición de “estructura” propuesta Por Hjelmslev: “Sirve para designar, a diferencia
de una simple oposición de elementos un todo formado de fenómenos solidarios, de tal modo que cada uno
dependa de los demás y no pueda ser lo que es sino en virtud de su relación con ellos, es decir, una entidad
autónoma, de dependencias internas”. Con una asombrosa antelación a los textos citados, León Battista
Alberti iniciaba el tercer libro de su “Dere aedificator aedificatoria” con estas palabras: “El modo de realizar
una construcción consiste en obtener de diversos materiales dispuestos en un cierto orden y conjugados con
arte una estructura compacta y, en los límites de lo posible, íntegra y unitaria. Se dirá íntegro y unitario aquel
conjunto que no contenga partes escindidas o separadas de las otras o fuera de su sitio, sino que en toda la
extensión de sus líneas demuestre coherencia y necesidad. Por tanto es preciso averiguar, en la estructura,
cuales son sus partes fundamentales, cual es su ordenamiento y cuáles las líneas de que se compone”. Citado
por Ludovico Quaroni “Proyectar un edificio: ocho lecciones de arquitectura”. Quaroni continúa luego
señalando que “Alberti emplea las palabras latinas ‘estructura’ y ‘constructio’ y las emplea referidas a los
problemas constructivos, pero es fácil leer este fragmento como referido a los aspectos funcionales o a los
estéticos y problemática de la ciudad como de la actuación urbanística...”
Por otra parte, esta dualidad esencial de lo urbano, ha sido reconocida y analizada por numerosas autores,
desde muy diversos puntos de vista y posiciones: Fustel de Coulanges, en su obra “La ciudad antigua”
plantea esta relación en términos análogos, aunque no idénticos: “Ciudad y urbe (cite y ville) no eran
palabras sinónimos entre los antiguos. La ciudad era la asociación religiosa y política de las familias y de tas
tribus: la urbe (ville) era el lugar de reunión, el domicilio y, sobre todo, el santuario de esta asociación...”
Referida a la cuestión actual de las áreas metropolitanas, la “Declaración de San Juan y Boedo”, suscripta por
un grupo de arquitectos de la ciudad de Buenos Aires, plantea la dualidad en términos semejantes: “La
‘Ciudad’ propiamente dicha es la asociación humana constituida por los ciudadanos. La urbe es el conjunto
de espacios y construcciones que se disponen para el alojamiento de la Ciudad”. (Publicada en el diario
Clarín, Bs. As, 1º de julio de 1983).
Orlandi observa justamente, a propósito del mismo párrafo, que es fundamental para la comprensión de la
arquitectura renacentista el concepto de ‘organismo unitario’, que él considera sinónimo de estructura. Todo
lo expuesto sirve, a su vez, para relacionar en nuestro caso especifico la noción de “totalidad concreta” con
las de “sistema urbano” y “estructura urbana”.
5
Tarragó Cid, Op.cit. (“Naturaleza de los hechos urbanos”).
En este punto, sin embargo, parece fundamental poder distinguir en el concepto unitario de
la multidimensionalidad urbana, dos “momentos” o enfoques de la complejidad; por una
parte, lo que podríamos denominar la existencia de lo urbano, donde se registra la relación
entre la presencia objetiva de los espacios urbanos definidos (“el espacio construido”) y la
actividad humana que se desenvuelve en dichos espacios o “recintos” (en una visión
necesariamente sincrónica); por otra parte, el reconocimiento del proceso de formación y
construcción de la ciudad, donde se deberá establecer una relación análoga entre la
dinámica (y la permanencia) de la componente física y la actividad o “gestión” de la
totalidad de las prácticas urbanas, que en su dimensión social construyen ciudad (en una
visión, en este caso, necesariamente diacrónica). Esta distinción resultará de singular
importancia cuando posteriormente podamos considerar, a su vez, la diferenciación entre el
conocimiento de la ciudad y las intervenciones transformadoras, o dicho en otros términos
entre la “ciencia urbana” y el “urbanismo”.
Por lo expuesto surge con claridad que “el fenómeno urbano es un fenómeno complejo,
contradictorio, y multitudinario”6, tanto en su composición como en la presencia de sus
agentes activos de transformación.
Esta conclusión resulta decisiva poder asumir, como urbanistas, aquella “postura
totalmente distinta”, que se citara al comienzo de este trabajo y cuyo significado estamos
intentando aclarar a partir de las fundamentaciones expuestas. “La construcción de una
política urbanística es sin duda un proceso en el cual intervienen numerosos sujetos (o
fuerzas), cada uno de los cuales ha asumido identidad en la historia pasada y es por esto
que el estudio de los sistemas que producen decisiones aparecen como parte fundamental
del área”.7
Sin embargo, a los efectos comprensivos e interpretativos, también parece posible
sintetizar esta complejidad (sin que ello suponga simplificación del fenómeno
considerado), en una dualidad que expresa la doble dimensión esencial de los hechos
urbanos: “Tradicionalmente, las voces latinas ‘urbis y civitas’ han sintetizado
admirablemente la doble dimensión esencial de los hechos urbanos, esto es; su dimensión
física y construida, y su dimensión política y social.8
6
Tarragó Cid, Op.cit. (“Naturaleza de los hechos urbanos”).
7
Comisión Plan de Estudios – Informe nº 2 Facultad de Arquitectura de la UNR. Febrero de 1985.
8
Tarragó Cid, Op.cit. (“Naturaleza de los hechos urbanos”).
Sin desconocer la validez aún presente, de la doble dimensión esencial de los hechos urbanos sintetizada en
las voces latinas citadas, el autor considera la amplitud de la realidad urbana en el tiempo contemporáneo
(donde el fenómeno ha adquirido una acelerada expansión y complejización) afirmando que “con el decurso
histórico se ha ido desarrollando un proceso de complicación y enriquecimiento tanto de la problemática de
la ciudad como de la actuación urbanística, tanto de la toma de conciencia como de su intervención para
resolverla, con lo que se han ido revalorando, descubriendo y diversificando variables como la higiénica, la
circulatoria, la psicológica, la paisajística, la plástica, la económica, la métrica, la literaria, la orgánica, y
tantas como adjetivaciones operativas puedan concebirse de la ciudad.”).
Ludovico Quaroni, en su obra “La Torre de Babel”, describe la doble dimensión y sus relaciones del modo
siguiente: “Porque al fin y al cabo existe la ciudad social, la ciudad humana, la que se compone de todas las
personas, los habitantes y de las ‘estructuras’ sociales, económicas, políticas, religiosas, culturales que los
unen, haciendo de estos habitantes un solo cuerpo, un organismo, una estructura..., que es una cosa diferente
de aquella ‘estructura urbana’ física del arquitecto, de la cual hablamos al principio y que tiene con ésta,
relaciones biológicas muy estrechas, incluso de existencia.
Ambas reivindican su independencia, pero la ciudad social no podrá existir nunca si no es un espacio en el
cual pueda moverse, en el cual pueda encerrarse y abrirse; y la ciudad física no podrá existir nunca si no es
por una realidad humana social que la necesite, y que justifique por tanto su existencia, siendo su inalienable
contenido”. Sin embargo, luego de esta afirmación Ouaroni se introduce innecesariamente, más aún,
contradictoriamente, en la búsqueda de posibles determinantes en la relación: “De todas formas, si hay que
El análisis y desarrollo de está relación constituye entonces el campo fundamental del
conocimiento del fenómeno urbano y define, en consecuencia, la especificidad de la
“Ciencia urbana”. Sin embargo, esta especificidad se tiñe inevitablemente de la misma
complejidad intrínseca del objeto de su estudio: la ciudad.
El conjunto de citas seleccionadas y aquí expuestas nos permiten formular las siguientes
consideraciones:
a/ El indudable carácter “interdisciplinario” que asume el método de la “ciencia
urbana”.
“La interdisciplinariedad presupone antes que nada que se tome en serio la partícula ‘inter’
que compone su nombre y que indica interacción, interdependencia e interfecundación
mutua de las diversas disciplinas. Para que esta se realice es preciso, antes que nada, que se
admitir una prioridad entre las dos, es evidente que ésta debe otorgarse a la ciudad social...”, a partir de lo
cual su razonamiento se desliza inevitablemente hacia una posición funcionalista.
Aparte del necesario reconocimiento de la relación dialéctica entre ambos términos, la cuestión clave reside
“en la no linealidad de las determinaciones entre tas estructuras sociales y las estructuras espaciales” (Héctor
Floriani, “Orígenes y desarrollo de la estructura urbana del Barrio Refinería de la ciudad de Rosario”,
CURDIUR, Fac. de Arquitectura, Planeamiento y Diseño de la Universidad Nac. de Rosario (1985) cuestión
que será retomada ulteriormente y que resulta decisiva en el fundamento de un enfoque disciplinario
autónomo para el estudio de la ciudad.
En esto resulta un aporte fundamental la teoría de la “permanencia” (Rossi, 1966) “en tanto expresión de una
cierta inercia temporal que caracteriza a las estructuras físicas, que, por lo tanto, ‘permanecen’, en alguna
medida, más allá de las circunstancias de contexto que le dieron origen, constituyéndose en cauces
condicionantes de las nuevas fuerzas originadas en la dinámica social...” (Floriani, op. cit.); también Foley,
(citado por Crowther y Echenique en “La estructura del espacio urbano”. Ed. G. Gili. Barcelona 1975) afirma
que: “Las dotaciones físicas, una vez construidas, tienden a ser fijas o muy costosas de modificar. Los
volúmenes, tipos y distribución de las actividades, por el contrario, pueden variar considerablemente con los
años...”
Como comentario adicional a esta nota, podríamos agregar que si bien nuestro lenguaje cotidiano ha perdido
el uso de esta notable diferenciación (ciudad y urbe), esta circunstancia no debería impedir retomar su
vigencia en el nivel de un análisis científico del fenómeno urbano.
9
Tarragó Cid, Op.cit. (“Naturaleza de los hechos urbanos”; “Estructura de los hechos urbanos y la
tematización de la ciudad”; “Acerca del lugar que puede ocupar la ciencia urbana dentro de la urbanística”).
constituya un verdadero ‘equipo de trabajo’ compuesto por especialistas de diversas
disciplinas que se integran para realizar un trabajo en común”10.
Sin embargo, es fundamental reiterar que esta integración (entendida como síntesis del
diálogo de las aproximaciones específicas) sólo es posible si cada especialidad, en su nivel
autónomo, ha desarrollado una “teoría particular” del fenómeno considerado, hecho que en
la dimensión arquitectónica adquiere una decisiva importancia, como veremos más
adelante.
“La ciudad, objeto de este libro, viene entendida en él como una arquitectura. Hablando de
arquitectura, no quiero referirme sólo a su conjunto y a la imagen visible de la ciudad, sino
más bien a la arquitectura como construcción. Me refiero a la construcción de la ciudad en
el tiempo.
Pienso que este punto de vista, independientemente de mis conocimientos específicos,
puede constituir el tipo de análisis más global acerca de la ciudad. Ésta se remite al dato
último y definitivo de la vida de la colectividad, la creación del ambiente en el cual ésta
vive...
Mas, puesto que da forma concreta a la sociedad y puesto que está íntimamente
relacionada con ésta y con la naturaleza, la arquitectura es diferente y tiene una
originalidad con respecto a todo otro arte o ciencia”12.
10
De Zan, op.cit.
11
Scimeni, Gabriele. “El papel de las teorías en urbanística” en Teorías de la Proyectación Arquitectónica.
Samoná. Ed GG, Barcelona, 1971.
12
Rossi, Aldo. La arquitectura de la ciudad. Op. Cit.
pudiera desarrollar en la interpretación del fenómeno urbano. El texto aquí citado, nos
introduce en la clave de la función que la lectura arquitectónica de la ciudad ejerce en el
conocimiento de la compleja realidad urbana.
En primer lugar, parece necesario reiterar que esta cualidad intrínseca se refiere no tanto a
la dimensión artística tradicional, con que podríamos asociar la idea de arquitectura, sino a
esa otra condición de la arquitectura (y por lo tanto de la ciudad) como “hecho
construido”13.
Respecto de la caracterización de la ciudad como ‘construcción’, cabe precisar que se
entiende por tal a la estructura física urbana, y que ésta es asumida en el presente trabajo
como ‘forma concreta’ de una sociedad, como dato último de una compleja elaboración.
Ahora bien, la complejidad de esa elaboración radica precisamente, en la no linealidad de
las determinaciones entre las estructuras sociales y las estructuras espaciales...
Así entendida la compleja elaboración social que produce, como dato último, la estructura
física urbana, ésta surge perfilada con rasgos de relativa autonomía respecto a la estructura
social y gobernada, por lo tanto, por leyes propias; todo lo cual constituye en el
fundamento de un enfoque disciplinario autónomo para el estudio de la ciudad”14.
Cabría agregar a lo expuesto, la necesaria aceptación a su vez, de la ciudad como “objeto-
sujeto”, “producto-productor” de la existencia humana social que la habita, en sus
múltiples actividades especificas, como forma de completar la interpretación de aquella
“compleja elaboración” citada.
Como consecuencia, parecería que esta perspectiva, en relación con la idea de
conformación interdisciplinaria antes desarrollada, no se correspondería estrictamente con
las vinculaciones claramente horizontalizadas que se establecen entre los campos de
conocimiento, según los fundamentos del trabajo interdisciplinario.
13
Esta síntesis, que supone la idea de la ciudad “entendida como una arquitectura” debe poder abarcar la
totalidad de la dimensión construida que, de un modo u otro, expresa la cualidad de la ciudad como “creación
colectiva”. Los párrafos que se citan a continuación resultan esclarecedores de esta afirmación positiva de la
ciudad:
“Así por ejemplo, en cuanto es considerada la diversa graduación cualitativa que se ofrece en el conjunto de
construcciones de nuestras ciudades, se ponen de manifiesto las complejas y ricas matizaciones de las
arquitecturas, que se extienden desde las obras señeras (que son las que la historia de la arquitectura estudia
corrientemente) hasta la inmensa mayoría de las construcciones de nuestras ciudades. La sordidez del espacio
cotidiano, que a la inmensa mayoría de nuestros conciudadanos nos toca en suerte vivir, es de por sí ya una
dimensión cualitativa que no por su negatividad está exenta de todas las dimensiones antes señaladas, al
quedar éstas definidas no solamente por la fragancia de sus altos valoras positivos, sino también por el
considerable peso de todas aquellas negatividades que en unidad dialéctica en cada caso concreto entran en
su definición”. (TARRAGO CID op.cit).
Esto nos lleva a considerar la singularidad de la dimensión arquitectónica de la ciudad (y su reciprocidad en
la dimensión urbana de la arquitectura y reconocer también necesarias diferencias: “Es necesario distinguir
entre la ciudad y la arquitectura de la ciudad como artefacto colectivo, y la arquitectura en sí, la arquitectura
como arte y como técnica que se ordena y se transmite racionalmente”. (Rossi, Aldo. “Una arquitectura para
los museos”, artículo publicado en Teoría de la Proyectación arquitectónica. (op. cit.).
14
Floriani, Héctor. “Orígenes y desarrollo de la estructura urbana del Barrio Refinería. . . ", op,cit.
En el desarrollo de la nota 8 habíamos puntualizado el aporte fundamental de la teoría de la “permanencia”,
que el mismo Floriani había definido como “expresión de una cierta inercia temporal que caracteriza a las
estructuras físicas...”
Tarragó Cid identifica esta cualidad con el valor de “trascendencia”de lo arquitectónico: “La dialéctica de lo
transitorio (las circunstancias que enmarcan la obra arquitectónica entendidas como situación dada y
facticidad empírica, o sea, como condicionantes y por lo tanto creadora de ella) y de lo imperecedero (la obra
arquitectónica cuya supratemporalidad se fundamenta en su capacidad de asumir diversas formas y
apariencias a la largo de su vida histórica), puesta de manifiesto en las reflexiones sobre la supervivencia de
la obra arquitectónica, como una forma de la dialéctica de lo relativo y de lo absoluto...” (“Prólogo a la
edición castellana...”, op,cit)
Más bien, sin descartar la posibilidad y la necesidad de establecer ciertas construcciones
teóricas basadas en la necesidad “integración funcional”, de los conocimientos parcelarios
sobre la ciudad, “para la elaboración de las grandes síntesis que sean capaces de integrar
los resultados analíticos de los avances logrados en las diversas áreas del conocimiento”15,
la presencia de lo económico y lo social, con sus múltiples aspectos y manifestaciones
surgiría a partir del “dato” arquitectónico de la ciudad, como primera y, a su vez, última
verificación del complejo proceso de producción de la ciudad16.
Es a partir de esta condición, que puede entenderse cabalmente el papel, fundamental e
insustituible, que adquiere “lo arquitectónico” como modo de acceso a lo “real urbano”.
“El gran acierto del planteamiento... consiste en que, en la búsqueda de una
fundamentación de la ciencia urbana, a partir de la dimensión arquitectónica... de la ciudad,
a la par que descubre la autonomía de los hechos urbanos en su aspecto de realidad
construida, valora adecuadamente la trascendencia de la política, la economía o lo social
como variables esenciales de lo urbano”17.
Como conclusión, si bien es una cuestión que escapa al tema del presente trabajo, parece
interesante prolongar, aunque sintéticamente, el análisis de la “ciencia urbana” en lo
referente a su relación con el “urbanismo”, entendido éste como disciplina encargada
específicamente de desarrollar los modos de intervención en la ciudad, en relación a su vez
con el conjunto de las prácticas sociales que también, a su modo, hacen ciudad.
La necesidad de esta relación entre una “ciencia urbana” (como conocimiento abarcativo
de la ciudad) y el “urbanismo” (como práctica de intervención en la ciudad), queda
indisolublemente ligada a aquel sentido indicado de que “a algunos modos de conocer la
ciudad pueden corresponder ciertos modos de intervenir en la ciudad”.
La pretensión de un conocimiento científico de la realidad urbana (entendida como
“totalidad concreta”) no se fundamenta solamente en el valor de dicho conocimiento en sí
mismo sino en el hecho de que dicho conocimiento pueda permitir la definición de
“modos” de intervención apropiados a la realidad que se intenta transformar18.
15
De Zan. Op. Cit.
16
Esta condición singular de la dimensión construida (arquitectónica) de la ciudad, afirmada a partir del
reconocimiento del valor de “permanencia”, invierte el mecanismo de análisis característico de las
elaboraciones “sociologistas” sobre la ciudad, las que a1 entender a ésta “como un mero reflejo de fuerzas
económicas, sociales, y políticas...” (Floriani, op. cit.) pretendían determinar las beses de su estudio desde
esos ámbitos disciplinarios.
17
Tarragó Cid, op.cit. (“Estructura de los hechos urbanos y tematización de la ciudad”.) El mismo autor en
el “Planeamiento previo” en su Prólogo, sintetiza esta cuestión afirmando que “la aportación decisiva del
texto de Rossi es 1a de enunciar que la dimensión arquitectónica de la ciudad es una condición
imprescindible para la correcta formulación de una teoría de los hechos urbanos...
La consideración de la arquitectura como dimensión esencial de la ciudad es una formulación polémica en
nuestro contexto cultural urbanístico, por cuanto se había llegado a creer que uno de los logros definitivos de
nuestra concepción de lo urbano lo constituía la consideración de la supremacía da la dimensión económica
de la ciudad respecto de las otras variables urbanas posibles”.
18
Nos encontramos en este punto ante una cuestión decisiva: cuál es la real valoración que una “teoría de la
ciudad” incluye con respecto a esa misma realidad y de ahí en más, cuál la actividad con que nos
introducirnos en ella como agentes de su transformación.
Como construir la arquitectura en la ciudad, o cómo se construye o se hace la arquitectura de la ciudad?...
Antes de dar respuestas a esa pregunta tendremos que acordar que, tanto al admitir la pregunta, como el dar
respuesta, significa una interpretación positiva de la ciudad. Es decir aceptarla como plausible de
transformación. Estar convencidos realmente de esta postura, aceptar como positivo la ciudad real, a veces no
es fácil. Tendemos a deformar la realidad, a reemplazarla con una realidad no encontrable ni verificable en la
ciudad real, en la ciudad existente.
Y no es este un problema de pesimismo u optimismo, es un problema de rigor discriminatorio: admisión de
esa realidad, de esa ciudad como objeto de nuestra práctica, o en cambio saltar ‘al imaginario’, es decir,
acomodarnos una realidad (y un objeto) para nosotros aceptable y operar a partir de ella con todos los
descontroles que lo ‘inverificable’ tolera.
Planteadas las cosas de este modo, el “urbanismo”, a su vez como práctica urbanística,
incluye en su realización un desarrollo teórico, la Urbanística (como teoría de la
intervención) un método (de base analítica) y el recurso de técnicas e instrumentales que
permitan su realización prácticas.
Como conclusión y a modo de una aproximación aclaratoria, se puede intentar establecer
una cierta analogía entre los “momentos” conceptuales y operativos de la disciplina
urbanística y de la arquitectura (“la arquitectura como arte y como técnica que se ordena y
se transmite racionalmente”)19.
En este sentido se afirmaría que el conocimiento de la ciudad (como “ciencia”) equivale a
una “teoría de arquitectura” en el otro campo disciplinario; la “urbanística” a una “teoría de
la proyectación” (arquitectónica) y finalmente el “urbanismo” en sí, a la acción específica
de la proyectación de la arquitectura.
· Profesor Titular a cargo del Taller de “Teoría y Técnica Urbanísticas”. Facultad de Arquitectura,
Planeamiento y Diseño, U.N.R.
· Profesor Titular de Arquitectura (a cargo del nivel Post Grado). Facultad de Arquitectura de la Universidad
Católica de Santa Fe.
· Profesor Titular (ad honorem) de “Urbanismo”. Facultad de Arquitectura de la Universidad Católica de
Santa Fe.
· Profesor Titular del Seminario del Ciclo de Síntesis Cultural interdisciplinario. Universidad Católica de
Santa Fe.
· Asesor de la Secretaria de Planeamiento de la Provincia de Santa Fe, a cargo de la organización del Comité
Técnico Urbanístico Gran Rosario (COTEUR).
Sólo si admitimos, si sinceramente aceptamos, la validez de ese objeto sobre al cual vamos a operar; la
ciudad real (sean cual sean después nuestros juicios parciales o nuestras interpretaciones sobre ese objeto)
podremos construir una teoría (descripción de un ‘modo de Hacer’) del hacer arquitectura en la ciudad”.
(Manuel Fernández de Luco, “Hipótesis de transformación urbana, la unidad del espacio colectivo.
Publicación del 6to. curso, Diseño Urbano, de la Facultad de Arquitectura, Planeamiento y Diseño de la
Universidad Nacional de Rosario,1983).
Sin embargo, y para concluir estas reflexiones con una incursión en lo polémico, parece necesario establecer
la dialéctica entre el “realismo” como base del conocer y el salto de creatividad que debe suponer todo acto
de intervención transformadora (como expresión particular de la dialéctica entre lo objetivo y lo subjetivo).
Así que, aceptamos que “la carencia de una completa documentación y de una compleja instrumentación
lógica conduce fatalmente al urbanista a formular a veces doctrines así en las que resulta más evidente la
carga poética que el rigor científico...” (Scimeni, op,cit), pero también podemos coincidir con el autor citado,
cuando al mismo tiempo afirma que “si a los modelos del urbanista imputarse fácilmente cierta falta de rigor
analítico, en cambio su capacidad sintética, que a veces arraiga en una genial capacidad inventiva le torna
apto para interpretar eficazmente el carácter global del hecho urbano, que nunca podría conseguirse por la
adición de innumerables teorizaciones sectoriales”. El mismo Scimeni, introduce una cita de Combart de
Lauwe (“Sociologie de l’Habitation”, informe al Congreso Internaciona1de la Construcción.
Rotterdam,1959) que resume, en la figura del gran maestro de la arquitectura moderna, el valor de la síntesis
creativa: “El mérito de ciertos arquitectos, como Le Corbusier, es el de ver las cosas en grande presentar
conjuntos que sin duda pueden ser criticados, pero que constituyen un llamamiento hacia una nueva vida”.
19
Rossi, Aldo. “Una arquitectura para los museos”, artículo publicado en “Teorías de la Proyectación
Arquitectónica”,Op. cit.