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Presentación: Sub Tema 3: Los Requisitos para Un Pronuncia-Miento Sobre El Fondo

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Sub Tema 3: LOS REQUISITOS PARA UN PRONUNCIA-

MIENTO SOBRE EL FONDO

PRESENTACIÓN
Los requisitos para un pronunciamiento sobre el fondo, mal
denominados como condiciones de la acción, son aquellos elementos
que requiere un proceso en específico, para que sobre él pueda darse
un pronunciamiento de fondo destinado a resolver la pretensión o
pretensiones interpuestas, lográndose así que el proceso sea útil y
consecuente con sus propios fines.

PREGUNTAS GUÍA:
¿Qué es la legitimación para obrar?
¿Cuántas clases de legitimación existen?

76
MATHEUS LÓPEZ, CARLOS ALBERTO "DETERMINACIÓN
JURÍDICA DE LAS PARTES A PARTIR DE LA LEGITIMACIÓN PARA
OBRAR". EN: EL LITISCONSORCIO NECESARIO, LIMA, ARA
EDITORES S.A.,1999.

1.4. Determinación jurídica de las partes a partir de la


legitimación para obrar.
Como hemos visto, el requisito de la capacidad, en su doble grado
de capacidad para ser parte y de capacidad procesal de obrar, resuelve el
problema de la aptitud para figurar y actuar como parte en un proceso.
Pero, por el mismo sentido de esta exigencia, tal aptitud se refiere a cualquier
proceso en general y a ninguno en particular. Para poder figurar y actuar
eficazmente como parte, no ya en un proceso cualquiera, sino en uno
determinado, no basta con disponer de esta aptitud general sino que es
necesario una condición mas precisa, referida precisamente al litigio de
que se trate. Tal condición que afecta al proceso, no en su dimensión común,
sino en lo que tiene de individual y determinado, es la que recibe el nombre
de legitimación en causa o legitimación procesal. 77 Concepto sobre el cual
existen posiciones muchas veces contrapuestas, desde aquellas que
consideran al tema de la legitimación como "un esfuerzo superfluo y vano
para tratar de asegurar la presencia en el proceso, desde su iniciación del
verdadero titular del derecho discutido en el juicio" 78 , así como un concepto
innecesario en el ámbito procesal; hasta aquellos que la conceptualizan
como la exacta "identidad de la persona del actor con la persona a la cual
la ley le otorga, en el caso concreto, el poder de obrar.
[...] y en la identidad de la persona del emplazado con la persona
frente a la cual tal poder de obrar es dado" 79 , siendo imprescindible
para determinar quienes son la genuinas partes que deben actuar en
un proceso determinado. En este último sentido De la Plaza la
conceptualiza como "la aptitud para ser sujeto de derechos, respecto a
una determinada controversia, esto es, que, así como la capacidad

77
Guasp, op. cit., pág. 185; en el mismo sentido Jaeger, op. cit., pág. 353.
78
Ramos, op. cit., págs. 251-252.
79
Zanzucchi, op. cit., ,págs. 113-114; en este mismo sentido Kisch, op. cit., pág. 108.

77
implica la facultad de poder ser sujeto de una relación, la legitimación
supone la de serlo en realidad" 80 , y en tal sentido, "se encuentre respecto
al objeto del litigio en una determinada relación que asegure la eficacia
de la decisión jurisdiccional que se pretende sobre el mismo" 8'.
Existe incluso una posición sui generis sobre el particular, defendida
por Rosenberg, el cual señala que "ya no es acertado considerar como
las partes verdaderas al sujeto activo y pasivo de la relación jurídica a
juzgar como lo hacía la antigua doctrina. También la designación elegida
para ella de legitimación para la causa (legitimación activa de parte del
demandante y pasiva de parte del demandado), si bien se ha mantenido
corriente en general, parece no ser ya apropiada; porque legitimación
para la causa no es otra cosa que el aspecto subjetivo de la relación
jurídica controvertida, la competencia para el derecho, que debe ser
separada absolutamente de la facultad de gestión del proceso; ella es
un presupuesto de fundamento de la demanda ; la facultad de gestión
lo es, en cambio, de su procedencia" 82 , correspondiendo esta última
"por lo regular al titular de la relación jurídica controvertida ; en forma
excepcional, a un tercero (extraño al derecho) en su lugar" 83.
Sin embargo, la doctrina mayoritaria ha elaborado un concepto
ya firme y técnico de la legitimación, según la regla en virtud de la cual
nadie puede en nombre propio, accionar o ser demandado a contradecir
en juicio sino por una relación de la cual se atribuya, o se le atribuya a
él, la subjetividad activa o pasiva, siendo así condición necesaria y
suficiente para que competa la legitimación, la subjetividad no de la
relación, sino de la pretensión. Dado ello, por infundada o aun temeraria

80
De la Plaza, op. cit., pág. 395. Refiriéndose a la relación entre la legitimatio ad
causam y la legitimatio ad procesum o capacidad procesal.
81
Miguel y Romero, De Miguel y Alonso, op. cit., pág. 168.
82
Rosenberg, op. cit., pág. 255. El autor critica el término y concepción de la
legitimación para la causa, proponiendo el de «facultad de gestión», que considera
más apropiado.
83
Rosenberg, op. cit., pág. 256. Aquí podemos observar el error en que incurre el
autor en su concepción, pues es fácil advertir que tal distinción, entre «facultad de
gestión» y «legitimación para la causa», no sólo es ilusoria, sino por demás
inapropiada, dado que el concepto que esgrime como de «facultad de gestión», en
definitiva, no es otro más que la legitimación en causa misma.

78
que sea la afirmación del actor de la subjetividad activa propia (y pasiva
del demandado) de la relación deducida en juicio, ello no induce
carencia de legitimación, sino falta de fundamento de la demanda".
En ese mismo sentido Calamandrei nos recuerda que "no hay que
olvidar que, para proponer una demanda en juicio, no es necesario
que el proponente tenga realmente el derecho que alega o la
legitimación para accionar que afirme: en el momento que se inicie el
proceso, el derecho y la legitimación son simples afirmaciones, no
todavía hechos comprobados, y el proceso se instruye, precisamente,
para llegar a comprobar si existe el derecho afirmado y si el sujeto
activo del proceso está o no legitimado para hacerlo valer" 85 . Con
igual parecer Rocco señala que "Los criterios básicos para establecer
la legitimación para accionar, hay que buscarlos en un conjunto de
circunstancias, condiciones y cualidades de ciertas categorías de
sujetos en orden a la relación jurídica o al estado jurídico sobre los
cuales determinado sujeto pide una providencia cualquiera. Dichas
condiciones, circunstancias o cualidades, en orden al estado jurídico
o a la relación jurídica, se determinan, las más de las veces, por el
hecho de ser sujeto o de afirmarse, lo cual, con respecto a la
legitimación, viene a ser lo mismo: titular de una determinada relación
jurídica o estado jurídico" 86 , constituyendo esta titularidad efectiva o
sólo afirmada el criterio básico para determinar a los sujetos legitimados
en un proceso especifíco, pues "se esta litigando sobre la base, no de
la "existencia" de tales relaciones jurídicas, sino sobre "apariencias"
de relación de cada una de las personas partes en concreto con el
objeto material y jurídico de cada proceso en concreto; estas
"apariencias" [...] perduran hasta que se las desvanezca judicialmente,
o bien se las consagre por su identidad con la relación jurídico
material"". Así, cuando yo afirmo ser propietario o acreedor, y resulta
luego que no lo soy, sino que lo es, en cambio, otro, no me falta la

84
Allorio, op. cit., págs. 253-254 ; en este mismo sentido Attardi, op cit., págs. 290-
291; de igual forma Carnelutti, Instituciones del proceso ..., op. cit., págs. 466-467.
85
Calamandrei, op. cit., pág. 301; en este mismo sentido Carnelutti, Instituciones del
nuevo..., op. cit., págs. 270-271.
86
Rocco, op. cit., pág. 360; en este mismo sentido Redenti, op. cit., pág. 231.
87
Fairen, ob. cit., pág. 290.

79
legitimación para accionar, lo que me falta es el derecho". En este
sentido la legitimación no sería otra cosa más que una "posición
habilitante para formular la pretensión y para que contra alguien se
formule, que se resuelve normalmente en las afirmaciones, por el actor
de la titularidad del derecho subjetivo y en la imputación al demandado
de la titularidad de la obligación" 89 , puesto que, "para que pueda haber
proceso y tutela jurídica, deberá haber legitimación para accionar pero
esta legitimación no es más que un medio para lograr el fin ; ella misma
no es ni el objeto ni el fin del proceso" 9° .
Ahora, si éstos son los cánones normales de la legitimación hay
también cánones excepcionales. En otras palabras, si la regla es que la
afirmación de una relación como propia del actor y del demandado sea
necesaria y suficiente para la existencia de la legitimación para accionar,
puede, por excepción, ocurrir que aquella afirmación no sea necesaria
o no sea suficiente'. En este sentido "si la legitimación ordinaria se
basa en la afirmación de la titularidad del derecho subjetivo o de la
obligación, existen otros casos en los que las normas procesales admiten
expresamente la posibilidad de que se interponga la pretensión sin
necesidad de esa afirmación" 92 . Distinguiéndose así la legitimación
ordinaria o directa, en la que quien demanda se afirma titular del derecho
subjetivo e imputa la titularidad pasiva al demandado, de la extraordinaria
o indirecta, en la que quien demanda no afirma ser titular del derecho
subjetivo o no imputa la titularidad pasiva al demandado".
Adicionalmente al tomar en cuenta a "quien actúa y quien contradice

88
Allorio, op. cit., pág. 255.
89
Montero Aroca, Juan "La legitimación en el proceso civil', Madrid, Civitas S.A., 1994,
pág. 44; en este mismo sentido Ramos, op. cit., pág. 255. El cual sostiene igual
criterio, basándose en la relación jurídica procesal que genera la demanda.
90
Wach, Manual de..., op. cit., pág. 47.
91
Allorio, op. cit., pág. 270.
92
Montero Aroca, Ortells Ramos, Gómez Colomer, op. cit.. pág. 36; en este mismo
sentido Cortes Domínguez, Gimeno Sendra, Moreno Catena, op. cit., pág. 67.
93
Montero Aroca, La legitimación..., op. cit., págs. 35-36; en este mismo sentido De
la Plaza, op. cit., pág. 395; en igual forma Jaeger, op. cit., pág. 353. Aunque el autor
realiza la misma diferenciación, utiliza una terminologia distinta, pues habla de
legitimación originaria y derivada.

80
[...] se diferencian la legitimación para actuar y la legitimación para
contradecir, o, como se dice asimismo, la legitimación activa y la
legitimación pasiva"" Hasta lo dicho ahora vemos que "para resolver
afirmativamente el problema procesal referente a la legitimación para
accionar, basta (según la regla) constatar que el actor ha deducido en
juicio una relación jurídica, afirmando que él y el demandado son los
sujetos de ella. Pero, evidentemente, para que la demanda judicial sea
reconocida fundada en el mérito, es necesario, entre otras cosas, que,
de acuerdo a los resultados del proceso, la afirmación del actor acerca
de la subjetividad activa y pasiva de la relación controvertida, se
manifieste fundada"". Esto último debido a que la legitimación en causa
es "una cualidad o propiedad de derecho privado, es una condición para
la sustentabilidad o fundamentación material - en derecho sustantivo -
del derecho (o acción) en la persona del actor y contra el demandado,
o, en otros términos, es uno de los hechos de que depende la resolución
favorable al actor" 96 . Siendo por ello necesario "salir de los límites del
proceso para determinar cuáles son las partes que en cada asunto
concreto deben figurar si se quiere que sea útil. Y es el derecho material
el que nos dice que en el proceso han de estar como partes los sujetos
que, por la relación en que se hallen respecto del objeto de ese proceso,
son los llamados a ejercer la acción (esto es a demandar) o a defenderse,
como parte activa o parte pasiva respectivamente". 97
Por ello "la legitimación, de tal naturaleza o con tales efectos,
corresponde, pues, a quien es parte de la litis o del negocio deducido
en la demanda [...] o bien representante o sustituto de la parte. Así se
aclaran las relaciones entre parte en sentido material y parte en sentido
procesal"" Buscándose "evitar de este modo la apertura de la actividad
jurisdiccional en el vacío; actuaciones que no tengan posibilidad de

94
Carnelutti, Sistema..., op. cit., pág. 32; en este mismo sentido Satta, Manual de...,
op. cit., pág. 86.
95
Allorio, op. cit., pág. 270.
96
Kisch, op. cit., pág. 107.
97
Prieto-Castro, op. cit., pág. 80.
98
Carnelutti, Instituciones del proceso..., op. cit., pág. 467; en este mismo sentido
Redenti, op. cit., pág. 237.

81
solventar un conflicto jurídico entre quienes han sido los litigantes en un
proceso" 99 puesto que la legitimación, en el fondo lo que indica es a "las
personas que deben estar presentes a fin de que el juez pueda proveer
sobre un determinado objeto [...], porque solo en presencia de dos
derechos interesados puede el juez examinar si el interés formulado
por el actor existe efectivamente y presenta los requisitos necesarios". 100
Se desprende de lo visto, que hoy la doctrina aunque discuta en
torno al concepto de la legitimación para obrar, está de acuerdo en que
es un tema de fondo 1 °1 , pues, a "diferencia de la capacidad para ser
parte y de la capacidad procesal, la legitimación no tiene naturaleza
procesal, no se trata de un presupuesto procesal, sino de un elemento
de la fundamentación, de la pretensión que impide resolver la cuestión
de fondo" 1 " En ese mismo sentido Guasp nos dice que la "legitimación
procesal es la consideración especial en que tiene la ley, dentro de cada
proceso, a las personas que se hallan en una determinada relación con
el objeto del litigio, y, en virtud de la cual, exige, para que la pretensión
procesal pueda ser examinada en cuanto al fondo, que sean dichas
personas las que figuren como partes en el proceso" 103 Perteneciendo
esta figura más que a los presupuestos procesales, a las condiciones
de la acción 104 . Aunque es preciso señalar que existen posiciones muy
particulares al respecto, como la de Redenti, el cual afirma sobre la
legitimación ad causam que "no es pues ni un presupuesto procesal, ni
una condición de la acción (es decir en otros términos condición para la
emanación de una sentencia favorable al actor), sino pertenece a un
tertium genus intermedio que se podría llamar de las condiciones o de
los presupuestos de la decisión en mérito (es decir en otros términos:
presupuestos a fin de que el juez se pronuncie, acogiendo o rechazando
la demanda); tertium genus que nuestra doctrina más reciente olvida o
no pone en suficiente relieve y cuya diferenciación teórica es aun esencial

99 Cortés Domínguez, Gimeno Sendra, Moreno Catena, op. cit., pág. 65.
100
Liebman, op. cit., pág. 117; en este mismo sentido Guasp, op. cit., pág. 185.
101
Montero Aroca, La legitimación..., op. cit., págs. 34-35.
102
Codees Domínguez, Gimeno Sendra, Moreno Catena, op. cit., pág. 66.
103
Guasp, op. cit., pág. 185.
104
Rocco, op. cit., pág. 369.

82
para la construcción del proceso, porque la cosa existe en la realidad
practica de nuestro derecho procesal positivo" 1°5.
Finalmente, podemos definir a la legitimación para obrar como la
cualidad que corresponde a los sujetos de la relación jurídica sustancial,
cuando esta última sea deducida en juicio, para ser parte activa y pasiva
respectivamente en la relación jurídica procesal que se forme, pues sólo
cuando estas personas figuren como partes en el proceso, la pretensión
procesal podrá ser examinada en cuanto al fondo. Siendo necesario
salir del derecho procesal para saber que sujetos han de figurar como
partes en un proceso, puesto que la legitimación viene mas bien regulada
por el derecho sustancial. Buscándose con ello lograr que el proceso
sirva a su objetivo final y se evite la actividad jurisdiccional en el vacío.
Sin embargo, dado que la existencia o no de dicha titularidad solo
resultará de la sentencia en definitiva, la legitimación, la mayoría de las
veces se resolverá en la mera afirmación de esta titularidad activa por
el actor, imputándole la titularidad pasiva al demandado.
Ahora, frente a esta legitimación que llamaremos ordinaria, existe
una extraordinaria, la cual se concede a sujetos que no fueron parte de
la relación jurídica material o los cuales no afirman la titularidad de esta
última. Desprendiéndose de lo expuesto que la legitimación es un tema
de fondo, el cual pertenece propiamente a las mal llamadas condiciones
de la acción.

105 Redenti, Enrico "11 giudizio civile con pluralitá di parti" Ristampa della prima edizione
con una prefazione dell'autore, Milano, Giuffré-Editore, 1960, pág. 251.

83
PREGUNTAS GUÍA:
¿Qué cosa es la legitimación ordinaria?
¿Es tan solo una afirmación?

MONTERO AROCA, JUAN "LA LEGITIMACIÓN ORDINARIA". EN:


"LA LEGITIMACIÓN EN EL PROCESO CIVIL, MADRID, EDITORIAL
C/V1TAS, 1994.

8. El principio de oportunidad y la afirmación de titularidad


del derecho subjetivo material.
El principio de oportunidad, que responde a que es preponderante
el interés del individuo, significa que:
1.° El proceso civil no es el único sistema posible para la
actuación del derecho objetivo privado ni para la restauración del derecho
subjetivo violado o desconocido; aquél se aplica normalmente por los
particulares y éstos, en el caso de violación o desconocimiento de su
derecho subjetivo, pueden acudir a varios medios para su restauración,
uno de los cuales consiste en instar la tutela del mismo de los órganos
jurisdiccionales del Estado, ejercitando el derecho a la jurisdicción que
les reconoce el artículo 24.1 de la Constitución.
2.° La incoación del proceso civil queda a la voluntad del titular
del derecho subjetivo violado o !desconocido, siendo ese titular el que
debe decidir si es oportuno o no 'para la defensa de su derecho acudir a
instar la tutela jurisdiccional, la cual no puede dispensarse de oficio por
el órgano judicial ni tampoco en virtud de petición de persona distinta
del titular del derecho subjetivo privado.
El principio de oportunidad se basa en el reconocimiento de la
autonomía de la voluntad y de los derechos subjetivos privados, y lleva a
que la tutela judicial de los mismos sólo pueda actuarse, mediante la
aplicación del derecho objetivo, cuando alguien la inste. Si el derecho
subjetivo existe, y si la obligación correlativa existe, sólo podrá saberse al
final del proceso, pero de entrada el proceso sólo tendrá sentido si el que
lo insta afirma ser titular del derecho e imputa la titularidad de la obligación

84
a la persona a la que demanda. La posición habilitante así para formular
la pretensión, o para que contra alguien se formule, ha de radicar
necesariamente en la afirmación de la titularidad del derecho subjetivo
material y en la imputación de la titularidad de la obligación. La legitimación,
pues, no puede consistir en la existencia del derecho y de la obligación,
que es el tema de fondo que se debatirá en el proceso y se resolverá en
la sentencia, sino simplemente en las afirmaciones que realiza el actor.
Con más claridad podrá comprobarse lo que decimos si ponemos
unos ejemplos:
1.° Si A demanda a B respecto de un contrato de compraventa
y afirma que él, A, es el comprador y que B es el vendedor, con esas
simples afirmaciones uno y otro quedarán legitimados para debatir en
torno a cualquiera de las consecuencias jurídicas derivadas del contrato.
2.° Si C demanda a D con referencia a una concreta relación
jurídico material y afirma que él, C, no es el acreedor o que D no es el
deudor, estaremos ante un supuesto de falta de legitimación activa o
pasiva.
Independientemente del momento procesal en que pueda
discutirse sobre la legitimación, en el caso 2.° estaremos ante una
cuestión procesal y en el caso 1.° se abre paso a la aplicación del derecho
sustantivo. En el caso 2.° no podrá el juez entrar en el fondo del asunto
porque no existe la posición habilitante para formular la pretensión. En
el caso 1 .°, partiendo de la existencia de la legitimación, el juez entrará
en el fondo del asunto y condenará o absolverá al demandado, según
exista o no el derecho subjetivo y la obligación.
Por mucho interés de amistad o de otro género que una persona
tenga en que el vendedor de una casa cobre el precio, si no afirma su
titularidad del derecho carecerá de legitimación para interponer la
pretensión contra el comprador. En un ordenamiento basado en la
autonomía de la voluntad y en la libre disposición, el único que puede
formular la pretensión con legitimación es quien afirme su titularidad
activa de la relación jurídico material. Si una persona que no realiza esa
afirmación, interpone la pretensión en beneficio de quien ella afirma
que es el titular, el juez tendrá que declarar que se actúa sin legitimación
activa y, sin pronunciarse sobre el fondo del asunto, dictará una sentencia

85
meramente procesal de absolución en la instancia.
A estos efectos es indiferente que se trate de las llamadas
legitimación originaria o derivada. En la primera las partes comparecen
en el proceso afirmando el demandante que él y el demandado son los
sujetos originarios del derecho subjetivo y de la obligación, aquellos
respecto de los cuales nació inicialmente la relación jurídica. En la
segunda, en la derivada, el demandante afirmará que una de las partes
(o las dos) comparece en el proceso siendo titular de un derecho subjetivo
o de una obligación que originariamente pertenecía a otra persona,
habiéndosele transmitido de modo singular o universal.
Esta legitimación derivada no es más que lo que antes vimos como
sucesión en los artículos 503.2.°, y 533.2.° y 4.°, de los que explicamos
su error. La legitimación consistirá aquí en la afirmación del derecho y el
tema de fondo constará de dos cuestiones de derecho sustantivo: 1) La
condición de sucesor, y 2) La existencia de la relación jurídica afirmada;
el que estas dos cuestiones deban resolverse de modo lógicamente
separado, no convierte a la primera en tema de legitimación, pues la
atribución personal del derecho es siempre tema de fondo que se
resuelve conforme al derecho material, no al procesal.
Las cosas no se presentan de modo distinto en el caso de la
legitimación plural. Si en la legitimación ordinaria lo común es que exista
cuando el actor afirma ser titular del derecho subjetivo (activa) y que la
titularidad de la obligación corresponde al demandado (pasiva), existen
casos en que esto no es suficiente, siendo en ellos necesario, para que
la legitimación pueda considerarse existente, que la afirmación activa
se haga por varias personas o que la imputación se haga frente a varias
personas. Esta situación puede presentarse bien porque exista norma
que así lo disponga expresamente (por ejemplo arts. 1.139 CC y 1.539
LEC), bien porque venga impuesta por la propia naturaleza de la relación
jurídico material controvertida sobre la que se hacen las afirmaciones.
A pesar de que no vamos a ocuparnos aquí en extenso del
litisconsorcio necesario, conviene dejar estableci rjo que el fundamento
del mismo no se halla, a pesar de lo sostenido en ocasiones por la
jurisprudencia, ni en la supuesta extensión de la cosa juzgada a quien
no fue parte, ni en el principio de contradicción, ni en el evitar sentencias

86
contradictorias, ni en la imposibilidad de ejecución de la sentencia y ni
siquiera en la más antigua teoría de la sentencia inutiliter data; su
fundamento hay que buscarlo en la inescindibilidad de ciertas relaciones
jurídicas que impone, para que la pretensión pueda ser considerada en
cuanto al fondo, que la afirmación de titularidad activa o pasiva se haga
por varias personas o contra varias personas.
En el litisconsorcio necesario, independientemente del número de
personas, se ejercita una única pretensión, y si ha sido interpuesta por
todos o contra todos se dictará una sola sentencia, en la que se contendrá
un único pronunciamiento que tiene, como propiedad inherente al mismo,
el afectar a todas las personas por igual.
La legitimación ordinaria, tanto sea individual como plural, vendrá
referida en la mayoría de los casos a la afirmación de la titularidad de un
derecho subjetivo privado o a la imputación de la obligación, pero no
siempre será así. Existen situaciones jurídicas respecto de las que no
pueden hacerse afirmaciones de titularidad de derechos subjetivos,
simplemente porque éstos no existen, y respecto de las cuales es la ley
directamente la que dice qué posición debe ocupar una persona para
que esté legitimada; éste es el caso, por ejemplo, del artículo 202 CC,
en el que se dice a quien corresponde promover la declaración de
incapacitación de una persona: a su cónyuge o descendientes y, en su
defecto, a sus ascendientes o hermanos.
En estos casos, en los que se trata normalmente de pretensiones
constitutivas, la legitimación no vendrá determinada por la afirmación de
un derecho subjetivo, sino que será necesario que el actor se encuentre
precisamente en una de las posiciones previstas expresamente por la
ley. La legitimación aparece aquí claramente deslindada del tema de fondo
y sin posibilidad de confundirse con el mismo.

9. La pretendida condición superflua o risible de esta


legitimación
Frente a la concepción anterior de que la legitimación se basa en las
afirmaciones que realiza el actor, parte de la doctrina española ha hablado
del carácter superfluo o inútil de tal concepción, considerándola carente de
trascendencia práctica, e incluso Satta llegó a decir que era "risible".

87

La defensa de nuestra concepción frente a esos ataques no puede


consistir sólo en decir que la situación de quien demanda sin afirmar su
titularidad activa o sin imputar la titularidad pasiva al demandado es
perfectamente posible, aunque sea extraña o insólita, estando con todo
necesitada de encuadre lógico. La verdadera defensa radica en demostrar
que esta concepción tiene utilidad jurídica real, no siendo una pura
elucubración teórica sin aplicación práctica. Para nosotros la utilidad tiene,
nada menos, base constitucional; en efecto, la virtualidad del artículo 24.1
CE se explica más cumplidamente si se tiene en cuenta que:
1.° Los derechos materiales reconocidos por el legislador,
constitucional u ordinario, no pueden luego ser negados procesalmente,
de modo que a los ciudadanos se les impida impetrar la tutela judicial
de los mismos.
2.° La tutela que el particular puede pedir no cabe que se refiera
a cualquier derecho, sino precisamente a sus derechos e intereses
legítimos, que es lo que dice el artículo 24.1 CE, el cual no habla de los
derechos.
3.° Tratándose siempre de derechos subjetivos privados, en
principio el legislador ordinario no puede autorizar que los derechos de
un particular sean ejercitados por otro, salvo que exista un motivo
objetivo, razonable y proporcional como sería la existencia de un derecho
de ese otro que sólo pueda verse salvaguardado por el medio de ejercitar
en juicio el derecho del titular (después veremos los casos en que esto
sucede en el derecho español).
4.° Dado que de modo previo al proceso, y ante una relación
jurídica controvertida, no puede saberse si el derecho y la obligación
existen y quiénes son sus titulares, el derecho a la tutela judicial ha de
reconocerse a quien afirme ser su titular activo y contra el que se impute
la titularidad pasiva. Esas meras afirmaciones tienen que ser bastantes
para poner en marcha el medio de tutela judicial que es el proceso; la
existencia real del derecho y de la obligación y respecto de unas personas
determinadas, será el contenido de la sentencia de fondo, a que se
dicte la cual se tiene derecho fundamental.
5.° El derecho a obtener una resolución sobre el fondo puede
quedar condicionada a la concurrencia de requisitos y presupuestos

88
procesales, y uno de esos presupuestos es la legitimación del actor
y del demandado. En ocasiones la falta de legitimación puede referirse
a que ha formulado la pretensión persona distinta de aquella a la que
la ley le concede privativamente la facultad de impetrar la actuación
del derecho objetivo en un caso concreto, pero también habrá de
considerarse que no existe legitimación cuando el actor o no afirma
como propio el derecho o no imputa !a obligación al demandado;
ante esta falta de afirmaciones no puede existir el derecho a una
sentencia sobre el fondo, a riesgo de considerar que la falta de
afirmación es un tema de fondo, en el sentido de que deba dictarse
una sentencia para decir que el derecho no corresponde a quien no
ha afirmado ser su titular.
6.° La concurrencia del presupuesto procesal de la
legitimación, entendida ésta como venimos diciendo, no podrá hacerse
depender de obstáculos iniciales que lleguen a suponer la imposibilidad
práctica de la tutela judicial de los derechos afirmados en la demanda;
es posible, como veremos después, que en algunos supuestos existan
razones objetivas que permitan al legislador ordinario exigir que la
legitimación activa se acredite al inicio del proceso, pero incluso en
estos casos la exigencia, aparte de ser razonable y proporcionada,
deberá interpretarse de modo que no suponga una verdadera
denegación de justicia.
Después de estas consideraciones resulta que la concepción de
la legitimación, entendida como posición habilitante para formular la
pretensión y para que contra alguien se formule, que se resuelve
normalmente en las afirmaciones por el actor de la titularidad del derecho
subjetivo y en la imputación al demandado de la titularidad de la
obligación, sí tiene trascendencia y no es algo inútil o superfluo y, desde
luego, no se basa en hipótesis risibles. Su fundamento se encuentra,
nada menos, que en la misma condición de los derechos subjetivos
privados y en el poder de disposición que sobre ellos tienen sus titulares,
lo que se refleja procesalmente en que sólo cabe pronunciamiento judicial
sobre ellos cuando el actor afirma su titularidad activa y refiere su
titularidad pasiva a una persona determinada. Si esas afirmaciones no
se hacen faltará un presupuesto y el tribunal no podrá pronunciarse
sobre el fondo del asunto.

89
10. Concreción en las varias clases de pretensiones
declarativas
El paso siguiente en el desarrollo lógico de la legitimación ordinaria
ha de consistir en preguntarse si lo que llevamos dicho de la afirmación
del derecho subjetivo y de la imputación de la obligación es suficiente, en
todos los casos, para que la legitimación quede explicada o si es preciso
hacer referencia a algo más. Ese algo más es el llamado interés o
necesidad de tutela jurídica, que entre nosotros ha recibido especial
atención en el proceso administrativo, como consecuencia del artículo
28.1 de la LJCA, y más bien escasas alusiones respecto del proceso civil.
En general puede decirse que la afirmación de la titularidad del
derecho, que ha de realizar el actor, supone que éste ha de afirmar
unos hechos constitutivos concretos que son el supuesto fáctico de la
norma cuya aplicación pide, implicando como consecuencia la imputación
al demandado de la violación del derecho, lo que se hará por medio de
la afirmación de los hechos en los que ha consistido la violación misma.
En estos casos el interés o la necesidad del actor de tutela judicial es
manifiesta y ni siquiera será precisa una especificación del mismo.
La situación descrita es evidente en las pretensiones
declarativas de condena; si el actor afirma que él es el vendedor del
bien y que el comprador es la concreta persona a la que demanda, la
cual no le ha pagado el precio, está afirmando al mismo tiempo su
legitimación y su interés o necesidad de tutela jurídica en el proceso
determinado. Todo lo demás es el tema de fondo a resolver en la
sentencia.
Las cosas no son tan sencillas cuando se trata de las otras
pretensiones. En las meramente declarativas el actor no podrá afirmar
que su derecho subjetivo ha sido violado sino, en todo caso, que está
siendo desconocido o amenazado, y es por ello por lo que
tradicionalmente el interés se ha referido de modo especial a este tipo
de pretensiones, en las que es común en la doctrina y en la
jurisprudencia señalar que, además de la afirmación del derecho
subjetivo, el actor precisa alegar la concurrencia de un interés
específico. Los problemas surgen cuando se trata de concretar en qué
ha de consistir ese interés.

90
En la doctrina es aquí usual citar a CHIOVENDA, para el que ese
interés "consiste en una situación de hecho tal que el actor sin la
declaración judicial sufriría un daño, de modo que la resolución judicial
se presenta como el medio necesario para evitar este daño", pero es
obvio que las palabras del autor italiano se resuelven en una mera fórmula
general. Con alguna mayor precisión dice PROTO PISAN! que el interés
a una sentencia de mera declaración "existe cada vez que después de
la negación (explícita o implícita) de un derecho del actor o (lo que en
gran medida es lo mismo de la afirmación de un derecho frente a él,
este derecho sin la declaración judicial de existencia del de el actor o de
la inexistencia del otro no podría eliminar el daño consistente en los
efectos perjudiciales de la negación o de la afirmación del demandado
que se evita no con el resarcimiento pecuniario, sino con el
reconocimiento de lo infundado de la negación o de la afirmación".
En cualquier caso de lo que se trata es de evitar que se formulen
pretensiones que no respondan a la existencia de un verdadero conflicto,
por cuanto los órganos jurisdiccionales deben actuar el derecho objetivo
ante la existencia de controversias reales, no pudiendo limitarse a emitir
dictámenes o a hacer declaraciones genéricas acerca de hipotéticas
situaciones a los simples efectos de ilustrar a las partes sobre el
comportamiento más adecuado. Ahora bien, ante la pretensión formulada
por un particular, que decide gastar su dinero y su tiempo acudiendo a
los tribunales, será difícil en el caso concreto negar la existencia de
todo interés, por lo menos en las situaciones que podemos considerar
comunes y dejando a un lado las patológicas.
c) En las pretensiones constitutivas, esto es, en las dirigidas a
obtener un cambio sobre la situación jurídica existente, deben distinguirse
dos supuestos: Unas veces la pretensión se dirige a obtener un cambio
que las partes podrían haber logrado en el ejercicio de la autonomía de
su voluntad, de modo que si se acude a un órgano jurisdiccional es
porque una de las partes en la relación jurídica material se ha negado a
propiciar esa modificación; el ejemplo más claro de este supuesto es el
de las pretensiones de anulabilidad y en ellas la legitimación procederá
de la afirmación de un derecho a promover el cambio y de un interés a
obtenerlo basado en la negativa del otro sujeto, al que habrá de
demandarse. La legitimación, pues, provendrá de la afirmación de un

91
derecho y de que éste no ha sido reconocido extrajudicialmente por el
demandado.
Por el contrario, en las pretensiones constitutivas basadas en que
el cambio no puede lograrse por la autonomía de la voluntad de los
particulares, sino que la intervención del órgano jurisdiccional es exigida
por la ley, la situación es muy diferente. En estos casos lo que suele
ocurrir es que es la ley la que expresamente determina quiénes son los
legitimados para pedir la modificación de la situación (que es lo que
sucede, por ejemplo, en la incapacitación, y así vid. los arts. 202, 203,
205, 206, 207 y 213 CC; o en la filiación, arts. 131, 132, 133, 136, 137,
139, 140 y 141 CC; o en la separación matrimonial, art. 81 CC; o en el
divorcio, art. 86.11 CC), con lo que el interés está implícito en la afirmación
que debe hacerse en la demanda por el actor de que él es uno de los
legitimados por la ley. En estos casos no cabe hacer mención de un
derecho subjetivo violado, tanto porque no existe ese supuesto derecho
subjetivo, como porque no puede haber violación o desconocimiento
del mismo.

92
PREGUNTAS GUÍA:
¿Qué cosa es el interés para accionar?
¿Cuándo se da el interés para accionar?

ROCCO, UGO "INTERÉS PARA ACCIONAR". EN: TRATADO DE


DERECHO PROCESAL CIVIL, VOL.!, TEMIS-DE PALMA, BOGOTÁ-
B. AIRES, 1983.

I EL INTERÉS DEL PARTICULAR EN LA INTERVENCIÓN DEL ESTADO PARA LA


DECLARACIÓN DE CERTEZA O LA REALIZACIÓN COACTIVA DE LOS
INTERESES TUTELADOS POR EL DERECHO OBJETIVO. CÓMO SURGE TAL
INTERÉS. SUS RELACIONES CON LOS INTERESES SUSTANCIALES
TUTELADOS POR EL DERECHO OBJETIVO: INTERÉS EN LA DECLARACIÓN
DE CERTEZA E INTERÉS EN LA REALIZACIÓN COACTIVA

Hemos visto en las páginas anteriores que cualquiera que sea el


titular de intereses jurídicamente protegidos, es decir, cualquiera que
sea sujeto de derechos o persona, física o jurídica, tienen interés en la
intervención del Estado en orden a la declaración de certeza o a la
realización coactiva de los intereses de derecho material, tutelados en
abstracto por el derecho objetivo, cuando no puedan o no quieran ser
espontáneamente satisfechos.
Hemos visto también que este interés surgió con la institución de
la prohibición de la defensa privada, puesto que si en todo caso fuera
siempre posible al titular de intereses tutelados por el derecho satisfacer
directamente sus propios intereses, sin tener que recurrir a la obra de
los órganos jurisdiccionales del Estado, tal interés no asumiría una
individualidad distinta, sino que se confundiría con el mismo interés
tutelado por el derecho objetivo sustancial, representando la misma
utilidad y constituyendo el mismo fin a que se orienta la voluntad
individual.
Esto proviene del hecho de que la realización del interés no está
encomendada, como en los primitivos ordenamientos jurídicos, al
portador mismo del interés insatisfecho (defensa privada). En el derecho

93
moderno, la insatisfacción del interés tutelado no engendra sin más el
derecho de acción, sino un nuevo interés, que surge en lugar del interés
insatisfecho, pero que no se puede confundir con el interés que constituye
el elemento sustancial del derecho de acción. Así, el interés del acreedor
frente al deudor que no ha satisfecho su deuda en tiempo oportuno, si
el deudor no está en mora. tiende exclusivamente a la misma cosa a la
cual tendía el interés antes de la no satisfacción. Es decir, tiende a ser
satisfecho, mientras si el deudor está en mora, tiende a la satisfacción y
a los daños por el retardo en la satisfacción. Sin embargo, en los derechos
reales la insatisfacción del interés tutelado lleva al nacimiento de un
nuevo interés un tanto diferente del no satisfecho. Así. el interés del
propietario frente a quien retiene la cosa de su propiedad, tiende a algo
que es diferente del interés originario que constituía el elemento
sustancial del derecho de propiedad violado: en efecto, este último se
resuelve en la pretensión de que nadie se inmiscuya en la cosa que
constituye objeto del derecho de propiedad, sin haber sido autorizado a
ello; mientras que de la insatisfacción de este interés nace otro interés
que se resuelve en la pretensión, frente al poseedor, a la restitución de
la cosa. Esta conversión o transformación de los derechos y de los
intereses, bajo la influencia de su insatisfacción, no es, sin embargo,
característica de solos los derechos reales. También los derechos de
crédito, consistentes en una obligación de hacer o de no hacer, se
resuelven la más de las veces en obligaciones de dar, que constituyen
el equivalente económico de las obligaciones originarias 12 . Lo que hay
de característico y de común en toda categoría de derechos, después
de la violación, es que el derecho nuevamente surgido se traduce siempre
en una pretensión a una acción ajena. Pero el nuevo derecho originado
por la violación no puede confundirse con el derecho de acción, aunque
conserve la misma dirección personal, ya que no es otra cosa que la
transformación de una relación originaria, que si se transforma respecto
de su contenido, continúa inmutada respecto de sus sujetos, e implica,
por tanto, siempre la actividad de los sujetos de la relación originaria.
Esto no se verifica en la relación jurídica de acción, que es enteramente
diferente, y en la cual uno de los sujetos, y concretamente el sujeto de

112 Cfr., sin embargo, los arts. 2931 y 2933 del Cód. Civ., en relación con los arts. 612
y ss. del Cód. Proc. Civ.

94
7
81[31. Trn
cuA
la obligación, es el Estado, por medio de sus órganos juri dlecionales,
que se sustituye en la realización del derecho, a requerimititprld-
interesados, en los casos en que el derecho objetivo falla en su u ion
de garantía de las finalidades o de tutela de los intereses que el derecho
quiere que estén garantizados o tutelados.
La función de la actuación del derecho reservada a los órganos
jurisdiccionales y que, según lo hemos visto, es única en su conjunto,
ha venido a escindirse en dos funciones distintas y autónomas: la función
de declaración de certeza y la función de ejecución o realización coactiva.
Estas dos funciones pueden ser consideradas, como lo hemos visto, la
una en relación a la otra, como lógicamente subordinadas, la segunda a
la primera, puesto que la función de cognición no es más que una
preparación para la ejecución forzada (acciones de condena).
Tales intereses, pues, pueden funcionar unas veces como intereses
autónomos y existentes por sí (acciones de pura declaración de certeza;
acciones ejecutivas); pero otras veces pueden considerarse como formas
diferentes de un mismo interés (acciones de condena).

2. CARACTERES DE TAL INTERÉS: a) ES UN INTERÉS SECUNDARIO O DE


SEGUNDO GRADO; b) INDEPENDIENTE Y AUTÓNOMO; ABSTRACTO Y
GENERAL; d) INMUTABLE; e) NO PATRIMONIAL

Este interés tiene ciertas características especiales, que convendrá


destacar, y concretamente:
a) Su primer carácter es el de ser un interés secundario o de
segundo grado, frente a los intereses primarios o de primer grado, que
constituya el contenido de los varios derechos subjetivos que competen
a un determinado sujeto.
En efecto, la intervención del Estado y la prestación de la actividad
jurisdiccional no representan una utilidad directa, que satisfaga sin más
los intereses principales no satisfechos, sino que constituye una utilidad
distinta y accesoria, mediante la cual se hace posible la consecución de
las utilidades principales, y por consiguiente, la satisfacción de los
intereses principales a los cuales puede referirse en cada caso.
Este interés secundario, pues, no debe confundirse con los

95
intereses sustanciales principales, para cuya satisfacción es medio, sino
que representa un interés diferente, y tan así es, que satisfecho en un
caso singular el interés secundario, no queda por ello satisfecho el interés
principal, que puede eventualmente continuar insatisfecho (por ejemplo,
en el caso de que, seguido el juicio y habiéndose procedido a la ejecución,
ésta continúa siendo infructuosa por carencia de bienes del deudor sobre
los cuales ejercitar la realización coactiva).
Además, dicho interés es independiente y autónomo de los
intereses singulares en función de los cuales se pide la intervención del
Estado y la prestación de la actividad jurisdiccional.
En efecto, por su misma naturaleza no sería posible subordinar
el nacimiento de este interés a la existencia real de un interés primario
que esté efectivamente tutelado por el derecho objetivo, siendo
suficiente, para que exista y nazca este interés secundario, que se
dirija a la satisfacción de un interés primario, abstractamente tutelado
por el derecho.
Sin embargo, no es necesario que de hecho, en el caso singular,
el derecho objetivo tutele el interés del cual se pide la declaración de
certeza o la realización coactiva, pues la mayoría de las veces sólo se
puede saber si en el caso concreto existe la tutela y en qué medida
existe, cuando el interés secundario está ya satisfecho por haber ocurrido
la intervención del Estado. Además, algunas veces el interés en la
intervención del Estado surge precisamente a fin de certificar, por medio
de los órganos jurisdiccionales, la tutela otorgada por el derecho, y por
consiguiente la existencia del interés primario (acciones de pura
declaración de certeza).
Precisamente porque este interés es diverso y distinto del
interés primario al cual se refiere en cada caso, y autónomo respecto de
él, es un interés abstracto y general, por cuanto, como interés en la
intervención del Estado y en la prestación de la actividad jurisdiccional,
hace abstracción completamente de la efectiva existencia del interés
primario y, por lo tanto, de que sea o no existente el derecho sustancial
afirmado.
La generalidad de tal interés hace que pueda él en abstracto
referirse a todos los derechos posibles, cualquiera que sea su naturaleza,

96
de que un determinado sujeto pueda ser titular teóricamente.
Tal interés es, además, único e inmutable, aunque pueden
ser varios y pueden cambiar los intereses singulares en orden a la
realización de los cuales puedan requerirse la intervención del Estado y
la prestación de la actividad jurisdiccional.
La última característica es su índole no patrimonial, aunque
puedan ser, y hasta normalmente sean, de carácter patrimonial los
intereses primarios a que se refiere.
En efecto, el bien que constituye el objeto del juicio de utilidad o
de valor (acción positiva del Estado) no es un bien económico, material
y patrimonial, sino que es una prestación de derecho público, a la cual
no se le puede reconocer carácter patrimonial.

3. CONCEPTO DEL INTERÉS PARA ACCIONAR Y PARA CONTRADECIR EN JUICIO,


EN RELACIÓN CON EL EJERCICIO DE UNA ACCIÓN PARTICULAR

Después de anticipadas algunas nociones indispensables acerca


del interés que constituye el elemento sustancial del derecho de acción
en general, podemos pasar a establecer qué es, concretamente, el
interés para accionar.
El art. 100 del Cód. Proc. Civ., bajo el título de "interés para
accionar", se expresa así: "Para proponer una demanda o para
contradecirla, es necesario tener interés en ello".
Según resulta de este artículo, el legislador no ha precisado ni en
qué consiste concretamente el interés para accionar o para contradecir,
ni cuándo existe dicho interés, ni menos aún de qué modo se puede
establecer cuándo hay o no hay interés para accionar o para contradecir.
La cuestión queda, por tanto, completamente encomendada a la
elaboración doctrinal, y dada la variedad de los conceptos acerca de la
naturaleza del derecho de acción o de contradicción en juicio, no se
puede decir que sobre las cuestiones mencionadas haya uniformidad
de puntos de vista.
Según la doctrina predominante, el interés para accionar sería la
utilidad que para el titular de un derecho subjetivo se deriva de la tutela
jurisdiccional. Pero esta doctrina tienen el defecto de concebir la acción

97
siempre vinculada al derecho subjetivo, sea que constituya una cualidad
de él (en cuyo caso la acción sería el derecho material más e! interés
para accionar), sea que constituya un derecho que sirva de medio para
su tutela o para su ejercicio.
Pero, ¿qué es el interés para accionar en una concepción de la
acción, como la nuestra, en la cual es un derecho autónomo
independiente del derecho material?.
En línea general, no es otra cosa que el elemento sustancial del
derecho de acción, y concretamente, aquel interés que, tutelado,
jurídicamente por el derecho procesal objetivo, constituye el derecho de
acción.
Tal interés es, precisamente, el interés en la declaración de certeza,
por parte del estado, de la tutela jurídica que compete a un determinado
interés, y en la realización del interés cuya tutela es legalmente cierta.
El interés, para accionar es, por consiguiente, e! interés secundario
o general de que hemos hablado ya largamente, pero tiene de
característico que, cuando se habla de interés para accionar, no se
entiende referirse, en línea general y abstracta, a dicho interés, aunque
pueda corresponder a todo sujeto de derechos o persona, en relación
con todo posible derecho subjetivo de que eventualmente pueda ser
titular, sino que en el concepto de interés para accionar hay que atender,
no a todas las posibles acciones que puedan entrar en el concepto
general, sino solamente a una singular y particular acción que se ejerza
en el caso concreto.
El derecho de acción, como lo hemos ya destacado, es un derecho
de contenido indeterminado, o mejor, genéricamente determinado, dado
su carácter de aeneralidad y abstracción, pero, puesto que sólo
prestaciones jurisdiccionales concretas, referentes a concretas
relaciones jurídicas, pueden constituir objeto de la pretensión de derecho
público, del actor o del demandado cuando se habla de interés para
accionar se entiende referirse a aquel interés general y abstracto
solamente en cuanto, en los casos singulares, se haga referencia a un
determinado interés sustancial concreto, sobre el cual el actor o el
demandado piden una particular prestación jurisdiccional, es decir, una
providencia particular de los órganos jurisdiccionales.

98
Esta referencia o comparación entre el interés general y abstracto
en la prestación jurisdiccional, y el interés sustancial concreto a que
una determinada prestación jurisdiccional se refiere en el caso concreto,
es siempre necesaria para que se pueda llegar a la emisión de aquella
providencia que se ha pedido en el caso particular.
Y es ciertamente lógico e imprescindible que se exija tal referencia,
ya que no se puede concebir una prestación jurisdiccional individualizada,
más que respecto de una determinada relación jurídica material.
El establecer cuándo, frente al ejercicio de una determinada acción,
hay o no hay un interés para accionar, implica, precisamente, esta
operación de referencia o comparación, y a esa operación alude el art.
100 del Cód. Proc. citado.

4. C ÓMO SE DETERMINA EL INTERÉS PARA ACCIONAR Y PARA CONTRADECIR


FRENTE AL EJERCICIO DE UN DERECHO PARTICULAR- DE ACCIÓN Y DE
CONTRADICCIÓN EN JUICIO

Pero, ¿cómo se puede establecer cuándo determinado sujeto


tienen interés para accionar o para contradecir en juicio? La cuestión es
de las más difíciles, tanto en teoría como, sobre todo, en la práctica, ya
que dicha apreciación, que debe ser hecha por el juez, se funda en su
mayor parte en elementos de hecho, de manera que con razón afirmaba
W ACH 13 que en esta materia la apreciación discrecional del juez tiene
un amplio campo de aplicación.
Como criterio general, podemos decir que en dicha operación se
formula un juicio de utilidad, parangonando los efectos de la providencia
jurisdiccional requerida con la utilidad que de tal providencia puede
seguirse para quien la requiere, respecto de una determinada relación
jurídica. En otros términos: existe el interés en la declaración de certeza
de la tutela que compete a un determinado interés, o en la realización
de un interés cuya tutela sea cierta, cuando dicha declaración de certeza
o dicha realización produzcan una utilidad actual para su titular. El juicio
de utilidad debe referirse, pues, en cada caso, a los efectos del acto
jurisdiccional que se pida.

13 WACH, Festellungsanspruch, cit., pág. 51.

99
Semejante juicio, como hemos dicho, no siempre es fácil, por lo
cual a este criterio positivo puede agregarse un criterio negativo de más
simple aplicación, es decir, se podrá establecer si en un caso determinado
un sujeto determinado tiene o no tiene interés para accionar,
considerando si por la falta de la providencia jurisdiccional pedida
experimentaría o no experimentaría él un daño, o en general, un perjuicio.
Si se puede inferir que tendrá él un perjuicio o un daño, no hay duda
que existe el interés para accionar o para contradecir; si tal perjuicio o
daño no existe, no hay duda de que tampoco existe dicho interés.

5. EL INTERÉS PARA ACCIONAR EN LAS ACCIONES DE PURA DECLARACIÓN


DE CERTEZA, EN LAS ACCIONES DE CONDENA, EN LAS ACCIONES
EJECUTIVAS Y EN LAS ACCIONES CAUTELARES

De todo lo expuesto resulta que debiéndose el interés para accionar


para contradecir inferir de la utilidad que la providencia pedida produzca
al actor o al demandado, o inversamente, del perjuicio que la falta de la
providencia requerida produzca al actor o al demandado, el interés para
accionar o para contradecir habrá de ser determinado en función de la
providencia específica que se solicita.
Ahora bien, según lo hemos visto, la pretensión de derecho público
para obtener la prestación jurisdiccional, se distingue según la
providencia pedida en acciones de pura declaración de certeza, positiva
negativa, acciones de condena, acciones ejecutivas y acciones
cautelares.
En las acciones de pura declaración de certeza, la pretensión que
se hace valer frente al Estado, es la de la pura y simple declaración de
certeza de una relación o de un estado jurídico, y el acto con que el
Estado satisface esa pretensión, es una sentencia del tipo más simple y
genuino, a saber, un acto de pura declaración de certeza.
Se tiene, pues, interés para obtener la simple declaración de
certeza, positiva o negativa, cuando el actor o el demandado reciban
una utilidad, o cuando, de la falta de la declaración de certeza, positiva
negativa, reciban un perjuicio.
En las acciones de condena, o de prestación, el interés en la
declaración de certeza o en la condena es mucho más claro y evidente,

100
puesto que aquel que figura en ella como obligado (demandando) sólo
será perseguido por vía de acción, en cuanto haya rehusado o rehuse
observar cierto comportamiento al que en virtud de una determinada
relación estaría obligado.
En este caso, habiendo quedado insatisfecho el interés tutelado
por el derecho, con ocasión del comportamiento de aquel que figura
como obligado, aparece claro el interés para accionar del titular del
derecho violado.
El someter, a través de la providencia jurisdiccional pedida, es
decir, a través de la condena, al obligado a la observancia de su
obligación, y no se somete espontáneamente a la observancia de la
condena, el realizar con la ejecución forzada la obligación sobre el
patrimonio del obligado, constituyen una evidente utilidad para el actor
y un evidente perjuicio la falta de tales providencias, que hacen posible
realizar la tutela otorgada a su interés por el derecho.
También aparece en forma evidente el interés del demandado, el
cual, por la declaración de certeza de la existencia de su obligación, por
la condena y por la eventual persecución en vía ejecutiva, vendría a
experimentar una disminución patrimonial, razón por la cual tiene él un
evidente interés en obtener una providencia de contenido perfectamente
opuesto al del actor. Aquí la utilidad de la providencia, o el perjuicio por
la falta de dicha providencia, van implícitos en la naturaleza misma de
la acción de condena.
Igual claridad aparece en las acciones ejecutivas, en que la utilidad
de la providencia ejecutiva encuentra raíz en la necesidad misma de la
realización coactiva requerida, mientras que en lo que respecta al
obligado, éste, como titular de la obligación declarada cierta a su cargo,
tiene indudablemente la utilidad, mediante la oposición, de evitar, o por
lo menos, de retrasar la ejecución coactiva sobre su patrimonio.
Por otra parta, en las acciones cautelares no hay duda de que la
utilidad o de que el eventual perjuicio por la no prestación de la
providencia cautelar pedida encuentran su fundamento en la
eventualidad o en el peligro de que los bienes del deudor eventual
puedan, por varias razones, ser sustraídos a la ejecución coactiva, si el
juicio se cierra de modo favorable al actor.

101
6. REQUISITOS DEL INTERÉS PARA ACCIONAR, O PARA CONTRADECIR EN
JUICIO: a) DEBE SER UN INTERÉS CONCRETO; b) DEBE SER UN INTERÉS
ACTUAL

Cerraremos estas breves indicaciones acerca del interés para


accionar, destacando dos importantes características suyas, a saber:
que dicho interés debe ser concreto y debe ser actual.
En cuanto a la primera característica, resulta ella de lo que ya
hemos dicho, puesto que debiéndose referir en cada caso el interés
para accionar a una providencia concreta, concerniente a una concreta
relación jurídica, no se lo puede concebir ni valorar más que en orden a
una acción singular y particular, individualizada, ejercida por un sujeto
determinado.
Y en cuanto a su carácter actual, con este adjetivo se intenta decir
que el interés para accionar no puede ser tomado en consideración
sino en el momento mismo en que la acción es ejercitada, esto es, que
debe existir en el momento en que, por medio de la citación, se inicia el
ejercicio de la acción y se instaura la relación jurídica procesal.
No es concebible, pues, en línea de principio, un interés para
accionar concerniente a derechos futuros, o eventuales, que no
constituyan ya objeto y materia de tutela por parte del derecho material
objetivo.

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