La Santísima Trinidad en Los Primeros Cristianos
La Santísima Trinidad en Los Primeros Cristianos
La Santísima Trinidad en Los Primeros Cristianos
Aunque algunas personas defienden que la doctrina Trinitaria fue “inventada” bajo la influencia
del paganismo sobre el cristianismo, nada mejor que estudiar el testimonio de los primeros
cristianos anteriores al Concilio de Nicea (año 325) para conocer cuál fue el verdadero
desarrollo de la doctrina Trinitaria a lo largo de la historia.
“Acerca del bautismo, bautizad de esta manera: Dichas con anterioridad todas estas cosas,
bautizad en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo en agua viva.” (Didaché, VII,
1)
“A Él [Jesucristo] sea la gloria con el Padre y el Espíritu Santo por los siglos de los siglos.
Amén.” (Martirio de Policarpo, XXII, 3)
“Este tuvo doce discípulos, los cuales, después de su ascensión a los cielos, salieron a las
provincias del Imperio y enseñaron la grandeza de Cristo, al modo que uno de ellos recorrió
nuestros mismos lugares predicando la doctrina de la verdad, pues conocen al Dios creador y
artífice del universo en su Hijo Unigénito y en el Espíritu Santo, y no adoran a ningún otro
Dios fuera de éste.” (Arístides, Apología XV, 2)
Atenágoras aún sin usar el término Trinidad es bastante explícito al definirla. He aquí su forma
de explicar la Trinidad:
“Así, pues, suficientemente queda demostrado que no somos ateos, pues admitimos a un solo
Dios increado y eterno e invisible, impasible, incomprensible e inmenso, sólo por la
inteligencia a la razón comprensible… ¿Quién, pues, no se sorprenderá de oír llamar ateos a
quienes admiten a un Dios Padre y a un Dios Hijo y un Espíritu Santo, que muestran su
potencia en la unidad y su distinción en el orden?” (Atenágoras de Atenas, Súplica en favor
de los cristianos)
San Ireneo en su célebre tratado “Contra las Herejías” expresa con claridad la fe Trinitaria
de la Iglesia en un Solo Dios Padre, un Solo Señor Jesucristo y en el Espíritu Santo. Jesucristo
es para los cristianos “Señor y Dios y Salvador y Rey”. Particularmente importante es el
testimonio de San Ireneo sobre que dicha doctrina es predicada y creída por todas las Iglesias
del orbe, cual si tuvieran una sola boca o un solo corazón, ya que este testimonio es bastante
anterior al concilio de Nicea.
“Que el Verbo, o sea el Hijo, ha estado siempre con el Padre, de múltiples maneras lo hemos
demostrado. Y que también su Sabiduría, o sea el Espíritu estaba con El antes de la creación.”
(Ireneo de Lyon, Contra las herejías IV,20,3)
Así como Tertuliano sería el primero en utilizar el vocablo latino Trinitas, San Teófilo sería el
primero en utilizar la palabra griega Τριας (trinitas) para expresar la unión de las tres
Divinas Personas en Dios.
“Los tres días que preceden a la creación de los luminares son símbolo de la Trinidad, de
Dios, de su Verbo y de su Sabiduría.”
“Teniendo, pues, Dios a su Verbo inmanente en sus propias entrañas, le engendró con su
propia sabiduría, emitiéndole antes de todas las cosas. A este Verbo tuvo El por ministro de su
creación y por su medio hizo todas las cosas….Este se llama principio, pues es Príncipe y
Señor de todas las cosas por Él fabricadas.” (Teófilo de Antioquia, Ad Autolycum, II,15)
Fue el primero en aplicar el vocablo latino Trinitas (Trinidad) a las tres divinas Personas. En
“De pudicitia” escribe:
En “Adversas Praxean” da una explicación de la doctrina Trinitaria aún más completa. Afirma
que el Hijo es “de la substancia del Padre”: Filium non aliunde deduco, sed de substantia
Patris, y el Espíritu es “del Padre por el Hijo”: Spiritum non aliunde deduco quam a Patre per
Filium.
Tertuliano se sirve del término “persona” para explicar que la Palabra (lógos) es distinto del
Padre en “en el sentido de persona, no de substancia, para distinción, no para división” y la
cual aplica también al Espíritu Santo a quien llama “la tercera persona”.
Orígenes utiliza frecuentemente el término Trinidad y que el Hijo procede el Padre, y dado que
Dios es eterno, sigue que este acto de generación es también eterno, por lo que el Hijo no tiene
principio y no hubo un tiempo en que Él no existiera.
De este modo, se opone con antelación a la herejía del arrianismo que afirmaría
posteriormente lo opuesto: que hubo un tiempo en que el Hijo no existía.
En su primera apología distingue claramente y por orden a las Tres Personas Divinas:
“Y luego demostraremos que con razón honramos también a Jesucristo, que ha sido nuestro
maestro en estas cosas y que para ello nació, el mismo que fue crucificado bajo Poncio Pilato,
procurador que fue de Judea en tiempo de Tiberio César, que hemos aprendido ser el Hijo del
mismoverdadero Dios y a quien tenemos en segundo lugar, así como al Espíritu profético
tenemos en el tercero.” (Justino Mártir, Apología I, 13,3)
Cipriano de Cartago declara la divinidad de Cristo numerosas veces, y afirma que quien
niegue que Cristo es Dios no puede ser templo de Dios.
“Después de la resurrección, cuando el Señor envió los apóstoles a las naciones, Él les ordenó
bautizar a los gentiles en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo… Cristo mismo
ordenó que las naciones sean bautizadas en la completa y unida Trinidad.” (Cipriano de
Cartago, Carta 73,18)
“Ni entonces podemos dividir en tres cabezas divinas la maravillosa y divina monarquía, ni
desacreditar llamando “obra” la dignidad y excelente majestad de nuestro Señor, pero
debemos creer en Dios, el Padre Todopoderoso, y en Jesús su Hijo , y en el Espíritu Santo, y
sostenemos que a el Dios del universo la Palabra está unida.” (Carta a Dionisio de Roma a
Dionisio de Alejandría)
Conclusión
Después de haber estudiado los principales testimonios patrísticos anteriores al Concilio de
Nicea (325 d.C.) no es difícil darse cuenta que la doctrina Trinitaria no es ninguna novedad
y mucho menos un invento del paganismo. La Iglesia fue fiel en reconocer que hay un solo
Dios, siendo el Padre Dios, el Hijo Dios, y el Espíritu Santo Dios, y esta verdad era
comprendida y enseñada con mayor o menor claridad en la Iglesia de los primeros cristianos.
Es claro también que la mayoría de ellos rechazaban abiertamente tanto el arrianismo (que
afirmaba que Jesucristo era un dios menor creado subordinado al Padre y que alguna vez no
existió) y el modalismo (que afirmaba que había una sola Persona Divina en Dios, siendo el
Hijo el Padre y viceversa, pero manifestados de manera diferentes).