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La Guerra de Las 2 Rosas

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La guerra de las dos rosas

Este conflicto tuvo lugar en el siglo XV en Inglaterra, entre las casas de Lancaster, la rosa
roja, y la casa de York, la rosa blanca. Las rosas formaban parte de los emblemas de estas
casas nobiliarias.

De los Lancaster el rey era Enrique VI que ocupaba el trono en el inicio de las hostilidades.
Muy pronto mostró síntomas de enfermedad mental y ello, junto con cuestiones
económicos del país, principalmente entre comerciantes, fue el detonante que empezó
con los problemas. Le secundaba su mujer, Margarita de Anjou, que sería la gran
protagonista de su bando, al dirigir al ejército y sus aliados.

Ricardo de York era el Protector del rey, y pronto vio la posibilidad de sucederle e incluso
de arrebatarle el trono. Tenía como partidarios a su hijo Eduardo (futuro Eduardo IV) y al
conde de Warwick.

Ricardo, ante los achaques del rey, empezó instigando y formando alianzas en conflictos
menores. Todo esto fue observado por Margarita, que cesó fulminantemente a Ricardo de
su posición.
Ricardo reunió a su ejército y aliados y se enfrentó a los Lancaster en la primera batalla,
San Albano, para intentar depurar a los consejeros que llevaban una política contraria a
los gustos de Ricardo. La victoria correspondió a éste y se le permitió ejercer de nuevo su
papel de Lord Protector del rey.
En esos momentos, el problema a dilucidar era quién sería el sucesor de Enrique VI, si bien
su hijo Eduardo de Westminster (que todavía era menor de edad) o el propio Ricardo de
York.

El caos pronto se adueñó del país, principalmente por la cuestión económica, y los York
retomaron de nuevo la lucha armada. Ricardo consiguió llegar a Londres y reclamar
finalmente el trono. Esta reclamación venía argumentada por la presunta ilegitimidad de
Enrique VI como rey y los derechos de Ricardo como descendiente de linaje real válido
(según él). En el Parlamento se llegó a un compromiso mediante el Acta de Acuerdo de
1460, declarándose sucesor definitivamente a Ricardo y desheredando a Eduardo de
Westminster, el hijo del rey.

Esta afrenta no fue bien encajada por los Lancaster, que se habían hecho fuertes en el
norte de Inglaterra. Allí acudió Ricardo de York, para hacerse imponer. Pero más bien, lo
que consiguió fue una estrepitosa derrota y su propia muerte en el campo de batalla. Su
hijo Eduardo se haría cargo del bando de York en adelante y uniría sus fuerzas con el
conde de Warwick.
Eduardo consiguió entrar en Londres con el apoyo del conde de Warwick y fue aclamado
por el público y coronado en la abadía de Westminster como nuevo rey: Eduardo IV. Hizo
valer sus derechos que le había otorgado el parlamento en el Acta de acuerdo al ser
reconocido sucesor de su padre fallecido Ricardo.
Quedaba por solucionar el problema bélico con los Lancaster y se enfrentaron en la última
y más cruenta batalla: la batalla de Towton. La cifra de muertes que se dio en el campo de
batalla fue considerada como la más alta en toda la historia de Inglaterra (en un solo día).
La victoria correspondió claramente a York y tanto el rey depuesto como su mujer
Margarita fueron expulsados a Escocia, donde se refugiaron en la corte del rey escocés.

En estos momentos nos encontramos con un rey, Eduardo IV, apoyado por el conde de
Warwick en Londres. Pero esta alianza pronto iba a resquebrajarse. Eduardo se casa con
Isabel Woodville, y pronto, la familia de esta dama, empieza a ganar posiciones en la
corte, quitando protagonismo al conde de Warwick.
El conde de Warwick no estaba dispuesto a asumir el puesto de segundón y desplazado,
así que consiguió reunir un ejército y aliados para destronar a Eduardo IV. Warwick fue
derrotado y enviado al exilio, donde se encontró con Margarita de Anjou y planeó la
invasión de Inglaterra. Warwick y Margarita consiguieron vencer en esta ocasión a
Eduardo IV y repusieron en el trono al antiguo rey Enrique VI.

Eduardo IV se repuso, contando con la ayuda de Carlos el Temerario, dueño de Borgoña (y


futuro bisabuelo de Carlos I de España y V de Alemania). Finalmente, tanto Eduardo de
Westminster (hijo de Enrique VI) como este último, fueron derrotados y asesinados.

Eduardo IV se las prometía muy felices, repuesto nuevamente en el trono y eliminados sus
principales rivales. Pero la alegría le duró muy poco, ya que dos años después, falleció,
dejando como heredero a su hijo Eduardo V.

Eduardo V había caído en la órbita de la familia de los Woodville, lo que provocó un fuerte
rechazo por los Warwick, que pronto designaron al hermano de Eduardo IV (tío de
Eduardo V) como su tutor, Ricardo (futuro Ricardo III). De modo que Ricardo encerró y
eliminó al heredero Eduardo V y se hizo valer ante el parlamento como nuevo rey de
Inglaterra. Ahora sí, Ricardo III.

Sin embargo, aquí no acabó todo, pues los Lancaster todavía no habían dicho la última
palabra. Eligieron a Enrique Tudor que reclamaba el trono por ser pariente del asesinado
Enrique VI. Las tropas de Enrique Tudor se enfrentaron con las de Ricardo III, resultando
vencedor el primero, coronándose como nuevo rey de Inglaterra: Enrique VII.

Enrique VII decidió acabar con todo aquel desbarajuste de bandos, reyes muertos,
influencias de condes y unió a las dos casas de Lancaster y de York, casándose con la hija
del fallecido Eduardo IV, hermana de Eduardo V, Isabel de York. Con la unión de las dos
casas, finaliza este gran conflicto. El emblema resultante no fue ni la rosa roja ni la rosa
blanca, sino la rosa Tudor.

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