Lectura Sistemas Éticos Modernos y Contemporáneos
Lectura Sistemas Éticos Modernos y Contemporáneos
Lectura Sistemas Éticos Modernos y Contemporáneos
Si el término moral procede del vocablo latino mos, moris que significa costumbre, la
palabra ética deriva de ethos, que en griego significa hábito, carácter (es evidente la relación entre
ambos). Los hábitos y las costumbres forman nuestro carácter o personalidad, y acaban por
condicionar nuestras acciones concretas futuras.
Una teoría ética es una teoría filosófica que intenta fundamentar la moralidad de los actos
humanos, es decir, justificar su validez y legitimidad. Como toda moral, consiste en una serie de
principios o normas (busca el término medio, hay que hacer el bien y evitar el mal, haz lo que
beneficie a la mayoría...) y una serie de virtudes o valores (templanza, utilidad, felicidad…), la
propuesta ética deberá justificar precisamente estos principios, normas y valores. Según el tipo de
fundamento que proporcionen, hablaremos de un determinado sistema ético o de otro. Así, serán
sistemas distintos los que conciben y defienden la moral como algo objetivo o subjetivo, como
una búsqueda de la vida buena (virtuosa) o como el mero cumplimiento del deber o del placer.
Los distintos sistemas éticos que se han dado a lo largo de la historia pueden dividirse en varios
tipos, no sólo por el fundamento particular que dan de los principios, normas o juicios morales, sino
también por el modo particular de determinarlos.
Introducción
El relativismo consiste en la postura que considera que la verdad de todo conocimiento o juicio
moral depende de las opiniones o circunstancias de las personas. Como las opiniones y las
circunstancias son cambiantes, ningún conocimiento o juicio moral, según esta mentalidad, es
objetivo o universal. Es decir, el relativismo postula que ningún conocimiento o juicio moral es
verdadero u objetivo independientemente de las opiniones de las personas o de sus circunstancias,
ni tampoco, por esa misma razón, es válido para todos en todo tiempo y lugar. En realidad, el
relativismo, en cuanto al conocimiento de la realidad en general, deviene en agnosticismo (la
negación, o la puesta en duda, de la capacidad del ser humano de conocer la verdad objetiva, la
verdad sobre el bien); y, en cuanto al conocimiento de lo moral, en individualismo o subjetivismo.
Aquí nos vamos a limitar a analizar un poco el relativismo moral. Dejaremos de lado el relativismo
filosófico y el relativismo religioso.
Creemos firmemente que uno de los problemas de fondo del mundo contemporáneo es el
relativismo moral. El mundo se está dividiendo rápidamente en dos campos: los que creen que todo
es relativo y los que creen que no todo es relativo, sino que existen unos juicios morales basados
en la realidad objetiva del bien, por eso son universales y absolutos; es decir, juicios que gozan de
validez propia y que son aplicables a todos los seres humanos en toda circunstancia y lugar.
Las categorías de "liberal" y "conservador" cada día son menos relevantes. En la práctica, las
personas que se suscriben a una u otra clasificación lo hacen por motivos principalmente políticos,
más que éticos. Y lo político, aunque es importante, no toca el fondo del problema, que es de índole
moral, ya que la crisis actual es de valores y los valores deben ser el fundamento de todo actuar
humano. Por otro lado, cada día hay más personas "conservadoras" que aceptan principios "éticos"
relativistas. Por ejemplo, en EEUU hay personas del Partido Republicano, considerado en general
un partido "conservador", que o no consideran que el problema del aborto es fundamental o que
aceptan el "derecho" al aborto, aunque en privado lo rechacen. Dentro del campo "liberal" (casi
siempre representado por el Partido Demócrata), hay personas que, en una especie de "ética
alternativa", enarbolan ciertos principios como si fueran absolutos: la tolerancia, el derecho a hacer
cualquier cosa mientras "no dañe a nadie", mientras “beneficie a las mayorías”, “derecho a la
privacidad” y el “derecho a la libre opinión”, entre otros.
¿Cuáles son algunas de las características por medio de las cuales podemos identificar el
pensamiento relativista moral contemporáneo?
Una de ellas es el fallido intento de considerar que todas las opiniones morales gozan del mismo
nivel de validez, sin importar que algunas de ellas sean contradictorias entre sí. El relativismo moral
les tiene un odio visceral a las jerarquías de las ideas. El relativista no puede aceptar que unas
ideas sean superiores a otras, en el sentido de tener más probabilidad de ser ciertas que otras, o el
que unas ideas sean definitivamente verdaderas y otras no. Si el relativista llegara a aceptar, por
ejemplo, que la idea de que el aborto es malo para todo el mundo es la verdadera y que la idea
contraria es falsa, dejaría de ser relativista.
Ello nos lleva a otra característica del discurso relativista. El relativista confunde el deber de respetar
a la persona que opina y su derecho a opinar con el deber de respetar toda opinión. Todos tenemos
el deber de respetar a los demás y también su derecho a opinar. Pero no tenemos por qué respetar
todas las opiniones o, dicho de un modo más adecuado y respetuoso (para no faltar a la caridad),
no tenemos por qué aceptar todas las opiniones, por el simple hecho de que no todas las opiniones
son válidas. Incluso, hasta tenemos el deber, si las circunstancias lo permiten, de refutar las
opiniones falsas y dañinas. Por ejemplo, si un hombre dice que él opina que los maridos pueden
abusar de sus esposas, yo tengo el deber de respetar a ese individuo, pero al mismo tiempo tengo
el deber de decirle que su opinión es absolutamente falsa y dañina.
Una tercera característica del relativismo es el individualismo o subjetivismo. La razón por la cual el
relativista tiene la confusión que acabamos de señalar es porque en el fondo, como ya también
indicamos, el relativismo es individualista o subjetivista por naturaleza. El individualismo o
subjetivismo consiste en creer que lo que es verdad para mí no necesariamente lo es para ti y
viceversa. Es decir, el subjetivismo pone el énfasis en el sujeto que opina y no en la realidad objetiva
acerca de la cual se está opinando. Por ello es que el relativista insiste con frecuencia en que "todo
el mundo tiene el derecho a opinar", que "hay que respetar la opinión de todo el mundo", que "¿quién
es usted para decir tal cosa"?, etc., etc. Si analizamos bien cada una de estas expresiones, sobre
todo la última, nos daremos cuenta de que todas ponen el énfasis en el sujeto que opina y no en el
objeto o la realidad que se está analizando. Por ejemplo, en un debate sobre el aborto, lo más
importante no es quién es el que dice tal o más cual cosa, sino qué es lo que dice, es decir, cuáles
son las razones por las cuales lo que dice es cierto o falso. Al centrar su discurso en el sujeto o
individuo que opina, el relativista desvía la atención del asunto en sí a las personas que opinan y
trata de crear un ambiente emocional favorable a su postura.
Una cuarta característica del relativismo es su énfasis unilateral en una presunta "sinceridad" u
"honestidad". Es decir, lo que importa es la sinceridad subjetiva de la persona y no tanto su conducta
objetiva. Si la persona cree sinceramente que hacer tal cosa está bien, entonces al hacerlo también
lo está. Por ejemplo, para un relativista, si un joven cree que tener relaciones sexuales con su novia
sin casarse con ella está bien porque la "ama mucho", entonces está bien que fornique con ella.
Ante este tipo de cosas el relativista no dice ni una palabra sobre el deber de buscar la verdad (que
en definitiva es lo que significa ser sincero). Tampoco hace la distinción entre una presunta
sinceridad subjetiva y la maldad intrínseca del acto que se está llevando a cabo, en este caso el
acto de fornicación (recordemos que al relativista no le gustan las distinciones, para él todo es igual
o todo está al mismo nivel).
2. EL EMOTIVISMO MORAL
Por emotivismo se entiende cualquier teoría ética que justifica que los juicios morales surgen de las
emociones. Según esta corriente, la moral no pertenece al ámbito del conocimiento racional, no
puede ser objeto de discusión o argumentación y, por tanto, no existe lo que se ha llamado
conocimiento racional de lo ético. David Hume es uno de los máximos representantes del
emotivismo. Afirma que los juicios morales surgen del sentimiento de aprobación (por ser útil o
placentero) o rechazo (del dolor) que suscitan en nosotros ciertas acciones; es decir, el bien existe
en tanto te genera sentimientos y emociones (no tiene realidad objetiva). Así, una norma como:
Debes ser sincero o, un juicio moral como Decir la verdad es lo correcto, se basan en el sentimiento
de aprobación que provocan las acciones sinceras y en el sentimiento de rechazo que generan las
acciones engañosas. Para los emotivistas, las acciones humanas tienen la función de suscitar esos
sentimientos morales no solo en mí, sino en todas las personas, son algo común a todos, por eso
todos podemos percibir lo bueno como bueno y lo malo como malo, entonces ellos plantean que no
hay relativismo porque existe un deseo de felicidad común, todos buscamos la interacción social,
empatizamos con los demás, sentimos benevolencia hacia los demás; desde aquí surge el
consentimiento universal, alejándonos del subjetivismo moral. A este sentimiento moral común a
todas las personas Hume le llamó simpatía o benevolencia, cualidad que nos hace comprender los
sentimientos de los demás, sentimiento que se refuerza a partir de la educación, el trato con los
demás y las costumbres compartidas. Esta simpatía común nos permite superar el egoísmo o
interés propio para preocuparnos por los intereses y sufrimientos de los demás, y esto hace que
todos tengamos un mismo criterio para aprobar y desaprobar ciertos comportamientos de manera
común; así, aprendemos a dirigir nuestras pasiones, educamos el deseo y la aversión, ya que estos
están regulados por dos factores que son la utilidad y el placer, aprendemos a preferir lo que es útil
para nuestra felicidad y lo que es útil para la felicidad de los demás.
Son formales aquellos sistemas éticos que consideran que la moral no debe ofrecer principios,
valores, normas objetivas concretas de actuación (no existe contenido moral), sino limitarse a
identificar cuál es la forma característica de identificar toda norma moral. Según Immanuel Kant,
sólo una ética de estas características podría ser universal y garantizar la autonomía moral propia
de un ser libre y racional como el ser humano. La ley o norma moral no puede venir impuesta desde
fuera del hombre (ni por la naturaleza ni por Dios), sino que debe ser la razón humana la que debe
darse a sí misma la ley. Si la razón legisla sobre ella misma, la ley será universal, pues será válida
para todo ser racional. Esta ley que establece como debemos actuar correctamente, sólo es
expresable mediante imperativos (mandatos) categóricos (incondicionados). Estos se diferencian
de los imperativos hipotéticos, propios de las éticas materiales, que expresan una norma que sólo
tiene validez como medio para alcanzar un fin. Por contra, el imperativo categórico que formula Kant
es: Obra de tal modo que tu acción pueda convertirse en ley universal. Este imperativo no depende
de ningún fin y, además, no nos dice qué tenemos que hacer u obrar, sino que sirve de criterio para
saber qué normas son morales y cuáles no debemos acatar. Establece cuál es la forma que debe
de tener la norma para ser moral: sólo aquellas normas que sean universalizables y dadas por el
hombre serán realmente normas morales.
Para Kant la actitud moral no es la búsqueda de la felicidad sino el cumplimiento del deber. La
bondad de un comportamiento no se determina por el propio comportamiento (no hay objeto moral)
ni por las consecuencias o fines del mismo, sino porque se actúa movidos por el sentido de cumplir
el deber, de acatar la norma moral. Lo importante es acatar el deber. Una persona actuará bien
moralmente ayudando a su vecino no porque se sienta bien actuando de esa manera o por que le
convenga para alcanzar la felicidad, sino porque considere que es su deber realizarlo y por lo tanto
lo cumple. Junto con este concepto de deber, hay otros elementos que son fundamentos de la moral
kantiana: la universalidad, la autonomía y la dignidad de las personas. Así el deber moral se
basa en que nuestro comportamiento lo realizamos porque somos capaces de darnos nuestras
propias normas de actuación (autonomía), que son las que querríamos para todos los demás
(universalidad) y porque respetamos a los seres humanos y no los utilizamos como medios para
otros fines (dignidad). Se ha señalado que una de las características de la Moral kantiana es que
se trata de un sistema formal porque no prescribe ningún contenido moral, sino que indica
simplemente la forma de determinar la actuación buena o mala (con respeto al deber y sólo al
deber).
4. LA ETICA DIALÓGICA
Heredera y continuadora de la ética kantiana, la ética del discurso o ética dialógica es formal y
procedimental, pues no establece normas concretas de acción, sino el procedimiento para
determinar qué normas tienen valor ético. El criterio es similar al kantiano, pero formulado de modo
distinto. Si en Kant tenía validez aquella norma que podía convertirse en ley universal, para las
éticas discursivas es norma moral aquella que es aceptable por la comunidad de diálogo, cuyos
participantes tienen los mismos derechos y mantienen relaciones de libertad e igualdad, esto es, a
la que se llega a través del diálogo y no del monólogo. Para Jürgen Habermas, sólo tienen validez
aquellas normas aceptadas por un consenso en una situación ideal de diálogo. Esta situación de
diálogo debe de cumplir una serie de requisitos: todos los afectados por una misma norma deben
participar en su discusión; todos los participantes deben tener los mismos derechos y las mismas
oportunidades de argumentar y defender sus posturas; no puede existir coacción de ningún tipo y
todos los participantes deben intervenir en el diálogo teniendo como finalidad el entendimiento.
5. ÉTICA PRAGMÁTICA
El pragmatismo es un movimiento filosófico surgido en Estados Unidos a finales del siglo XIX. Sus
creadores fueron Charles Sanders Peirce, John Dewey y William James.
Proviene de la palabra griega “pragma”, que significa “acción”, “hecho”, “acto”, “situación concreta”.
Su ideología se basa en que sólo es bueno aquello que tiene una utilidad práctica en el mundo real,
en la vida humana, es decir, todo aquello que es eficaz y obtiene resultados. De esta forma se
opone a las escuelas filosóficas del racionalismo y el formalismo (éstas basan la verdad, en el
intelecto y en raciocinios humanos).
Para el pragmatismo, ninguna verdad o bien es absoluto o eterno: las verdades y los bienes son
temporales, están sujetas a los cambios y a la evolución del entorno en el tiempo.
El pragmatismo afirma que la mente humana es un tipo de herramienta que debe ser usada para
solucionar problemas, y el conocimiento se obtiene superando esos problemas. O, dicho de otro
modo, la mente humana no está destinada a conocer la verdad filosófica ni a investigar teorías,
existe simplemente para adaptarse lo mejor posible al momento y al entorno.
En algunos casos podemos asociar el pragmatismo a “ser práctico”. Se relegan los ideales y se
prioriza la utilidad, la efectividad en un momento preciso.
La Ética Pragmática es aquella ética la cual se enfoca en que la expresiones o ideas deben tener
un valor y al mismo tiempo deben ser evaluadas y probadas. Desde el punto de vista pragmático
toda idea o pensamiento tiene un valor neutral, es decir carecen del mismo. Adquieren valor, cuando
las mismas pueden ser refutadas o comprobadas. La Ética Pragmática establece que la moral no
se basa en la acción que se esté realizado, sino en los resultados que se obtenga con dicha acción.
De allí podemos establecer que la Ética Pragmática es aquella ética la cual establece un valor de
aprobación, al resultado de una idea o una acción más que a la misma idea o acción. Podemos
decir que la Ética Pragmática es una ética relativista dado que va depender del fin al cual se le
aplique el sistema moral.
La ética pragmática busca crear una guía colectiva. Sin basarse en ningún principio moral ya
establecido, sino sustentada en la idea de la utilidad de las cosas, fundamentada en que el valor de
las cosas reside en los resultados que ésta pueda ofrecer. La razón de esto es metafísica: la realidad
es experiencia, pero es la experiencia de todos. Para el Pragmatista, el todo es más que la suma
de las partes. Es decir que lo general es más valioso que lo particular. De este modo, cuando nos
referimos a los juicios de valor, la sapiencia colectiva de una comunidad cuenta con una mayor
estima, que la sabiduría de cualquier individuo de la misma. Además, un hombre pragmático dará
fundamento a sus juicios morales en lo que es mejor para el mayor número de personas. Esto
significa que el Pragmatista intenta lograr “el mayor bien para la mayoría”. La paz, la prosperidad,
la armonía y la felicidad de una sociedad se logran con una práctica correcta de normas morales.
En la Ética pragmática, los valores tienen definición científica, lo que plantea un profundo dilema
debido a que valores son esenciales para las personas, como: la vida, lo bueno, la libertad, la
justicia, el amor, la belleza, humildad, honestidad, la paz, la tolerancia, entre otros, no pueden
ajustarse a los parámetros rigurosos del conocimiento científico ni aun, ser iguales para todas las
culturas.
El utilitarismo, es una de las corrientes de la Ética que más pragmática resulta y, como tal, es la
base moral del liberalismo y de los pragmatismos políticos. Desde esa posición, se argumenta la
neutralidad de los medios, es decir, un medio llega a ser bueno si los fines (o los resultados, para
el pragmático) llegan a serlo: matar a alguien o apropiarse de algo que no nos pertenece, por
ejemplo, no son buenos ni malos es si mismos, dependiendo de los fines que se persiga con eso.
Para concluir, el pragmatismo está relacionado siempre con la palabra práctico (pragmático), en
esta teoría filosófica se propone que solo es útil lo que sirve para algo, que el conocimiento no sirve
para nada si no se le aplica para algún fin práctico. Un ejemplo económico se podría basar en las
políticas socioeconómicas que emplee el líder o gobernante pragmático, si para él, la aplicación de
las mismas dará el resultado necesario y eficaz para que un país salga de una crisis financiera, por
ejemplo, dar medidas para subvencionar el precio de los productos para generar mayores
inversiones, dar subsidios a la población, generar dinero recurriendo a la impresión de billetes sin
sustento productivo o dar dinero para que gasten los ciudadanos y generar más circulación de
bienes y generar productividad y recaudación fiscal.
Cuando una persona hace algún tipo de negocio/transacción con otra persona que no le agrada en
absoluto. Preferiría no verla ni tratar con ella, pero la utilidad / beneficio del negocio es prioritaria.
Esa persona está siendo pragmática.
Cuando un partido político hace un pacto con otro partido político (de ideología muy distinta a la
suya) para aprobar una ley concreta. Ambos partidos renuncian a sus ideales porque creen que la
ley es necesaria para su país.
Las mismas leyes, de todos los países, son de alguna manera pragmáticas. Hoy en día no hay leyes
que estuviesen vigentes en el siglo X. Algunas de ellas serían, en el mundo actual, muy injustas.
Las leyes se hacen para adaptarse a su tiempo.
A un estudiante le gusta mucho la filosofía, pero elige estudiar economía porque tendrá más
opciones de encontrar un trabajo mejor pagado.
Los habitantes de un país están pasando hambre. El gobierno decide deforestar una zona de su
país para alimentarlos. Dicha zona tardará años en volver a ser productiva, pero la hambruna
temporal se soluciona.
6. UTILITARISMO MORAL
Es una teoría ética que defiende que la finalidad humana es la felicidad o placer. Por ello, las
acciones y normas deben ser juzgadas de acuerdo con el principio de utilidad o de máxima felicidad.
Al igual que las anteriores, constituye una ética teleológica, pues valora las acciones como medios
para alcanzar un fin y según las consecuencias que se desprendan de ellas: una acción es buena
cuando sus consecuencias son útiles, beneficiosas (nos acercan a la felicidad) y es mala cuando
sus consecuencias no lo son (nos alejan de ella). Según John Stuart Mill, la principal diferencia entre
el utilitarismo y el hedonismo clásico (epicureísmo) es que el primero trasciende el ámbito personal:
no entiende por felicidad el interés o placer personal, sino el máximo provecho para el mayor número
de personas. El placer es un bien común. Mill distingue entre placeres inferiores y superiores: hay
placeres más estimables que otros según promuevan o no el desarrollo moral del propio ser
humano. Corriente de la ética según la cual lo que es útil es bueno por beneficioso y, por lo tanto,
el valor de la conducta está determinado por el carácter práctico de sus resultados (el fin justifica
los medios). Hace una valoración ética a partir de los riesgos y los beneficios, que ciertamente hay
que considerar, pero también hay que tener en cuenta el objeto moral en sí mismo, cuales son los
medios que se utilizan, cuales son los fines, cuál es la intención, cuáles son las consecuencias de
esa acción, en resumen, no solo hay que ver los beneficios prácticos o útiles, sino,
fundamentalmente, si éste redunda en el bien real de la persona y de la sociedad.
7. EL HEDONISMO MORAL
La palabra hedonismo proviene del griego hedoné, que significa placer. Se considera hedonista
toda doctrina que identifica el placer con el bien y que concibe la felicidad en el marco de una vida
placentera. Aunque existen muchas teorías, suelen diferir entre ellas por la definición propuesta de
placer. Los cirenaicos formaron una escuela iniciada por un discípulo de Sócrates, Aristipo (435 a.
C). Según este filósofo, la finalidad de nuestra vida es el placer, entendido en sentido positivo como
goce sensorial, como algo sensual y corporal, y no como fruición intelectual ni como mera ausencia
de dolor. Al igual que los anteriores, el epicureísmo identifica placer y felicidad. Sin embargo, a
diferencia de estos, Epicuro define el placer como la mera ausencia de dolor. No se trata, pues, de
buscar el placer sensual del cuerpo, sino la ausencia de pesar del alma. Esta serenidad o
tranquilidad del alma (ataraxia) es el objetivo que debe seguir todo ser humano. ¿Cómo alcanzarla?
El sabio que se conduce razonablemente y no escoge a lo loco lo que pueden ser sólo aparentes
placeres logrará una vida más tranquila y feliz.
8. Ética Marxista
La crítica del marxismo al capitalismo tiene un significado moral, aunque ciertamente no se reduzca
a él, pues el capitalismo es criticable también por no satisfacer las necesidades vitales de la inmensa
mayoría de la humanidad. En verdad, este sistema no consiguió ofrecer los bienes materiales y
sociales y para llevar, no a la “buena vida” de la cual disfruta la minoría privilegiada, sino para vivir
en las condiciones humanas indispensables, en lo que se refiere a la alimentación, vivienda, salud,
seguridad o protección social. Sin embargo, el capitalismo de ayer y de hoy puede y debe ser
criticado por la profunda desigualdad en el acceso a la riqueza social y a las injusticias que derivan
de ella; por la negación o limitación de las libertades individuales y colectivas o por su reducción –
cuando las reconoce – a un plan retórico o formal; por su tratamiento de los hombres – en la
producción y en el consumo – como simple medios o instrumentos. Todo eso entraña la asfixia o
limitación de los valores morales correspondientes: la igualdad, la justicia, la libertad y la dignidad
humana. (Vázquez, 2006).
A lo largo de la historia del pensamiento occidental, entre las tantas preocupaciones de investigar y
dar respuestas a los diversos problemas que se refieren al ser, pensar y actuar humano, se
encuentra la reflexión de naturaleza ética. La ética se constituye como una reflexión filosófica de un
comportamiento humano específico, el comportamiento moral, que comúnmente se sintetiza por la
acción humana libre, consciente, responsable.
Tales cuestiones han sido reflejadas por varios pensadores y sistematizadas en teorías éticas,
muchas veces expresas en grandes tratados, que influencian hasta hoy el pensamiento y las
prácticas humanas. Entre tales pensadores, citamos a Platón, Aristóteles, Agostinho, Tomás de
Aquino, Descartes, Spinoza, Hume, Kant, Kierkegaard, Nietzsche, Stuart Mill, Max Weber, Freud y
Foucault.
Así, partimos de la constatación de que la ética es una cuestión presente en la historia del
pensamiento filosófico, que un gran número de pensadores y escuelas filosóficas hicieron
reflexiones y produjeron teorías éticas, que pueden ser sintetizadas en dos grandes corrientes
teóricas, las éticas teleológicas y las éticas deontológicas. Las éticas teleológicas atribuyen la
función de criterio supremo al fin último para el cual se dirige el hombre en sus acciones, y están
presentes en el hedonismo, en el utilitarismo, en el eudemonismo, en las éticas de los valores, por
ejemplo. Las éticas deontológicas atribuyen el papel de criterio supremo a las leyes y a los deberes,
como el estoicismo, el formalismo kantiano, por ejemplo.
Ante esta constatación histórica, el autor intentará responder en este escrito ¿cuál es el lugar de la
ética en Marx?, más aún, ¿hay fundamentos éticos en el pensamiento de Marx? Si los hay, ¿cuáles
son?, ¿cuál es su lugar en la obra de Marx? En el desafío de responder a esta cuestión, se
investigaron las principales fuentes del pensamiento marxista, es decir, los textos de Marx. Y, por
otro lado, se indagó, en la tradición marxista, qué autores hacen reflexión sobre la cuestión de la
ética.
Sin embargo, sin poder analizar exhaustivamente todos los textos de Marx, se buscó, en el núcleo
de la tradición marxista, la preocupación ética en el pensamiento de Marx. Se descubrió que, a lo
largo de la tradición del pensamiento marxista, muchos pensadores se dispusieron a discutir y
produjeron textos sobre ética. Entre ellos: Lenin, Agnes Heller, Adolfo Sánchez Vásquez, Henri
Lefebvre, Sérgio Lessa, Dermeval Saviani, Mihailo Markovic y István Mészaros. Por otro lado,
autores como Anton Shiskhin organizaron antologías de textos sobre ética y marxismo.
La ética marxista se fundamenta en la concepción de hombre como ser concreto, social e histórico,
en una ontología inmanentista, en la visión materialista de la historia, en las determinaciones de la
existencia social de los hombres bajo relaciones sociales y económicas determinadas, en una
sociedad dividida en clases.
La ética marxista no es normativa, ni prescriptiva. Su base teórica y política es la historia. A la luz
del desarrollo histórico, ella trata de explicar por qué en determinada época histórica predominan
principios y normas de comportamiento y en virtud de qué razón, éstas dan lugar a otros principios.
Marx no dice ni hace una descripción de cómo será la historia futura, sólo muestra el mecanismo
efectivo de su construcción, hecha por hombres, conscientemente, en la búsqueda de sus objetivos.
La historia es hecha por las acciones humanas, es continuidad y ruptura. La humanidad no elige las
circunstancias y la base material sobre la cual construye alternativas de su desarrollo, pero puede
actuar sobre esa base y cambiarla.
Eso significa que el marxismo tiene sueños, utopías, de lo que es posible que ocurra, una vez
abolida la explotación del hombre por el hombre. Tener conocimiento de la realidad efectiva, tener
consciencia de las posibilidades de su superación, utilizarse de los medios adecuados para ese
intento se constituyen exigencias éticas necesarias en la lucha para superar el “estado actual de
cosas” y construir la sociedad sobre nuevas bases. Todo ese movimiento se constituye a la praxis
humana. La ética marxista es teórica y práctica. Los fines a alcanzar sólo pueden ser estimados en
la relación con los medios necesarios a su realización histórica. Es por eso que la ética marxista es
crítica, educativa, propositiva y utópica.
Por lo tanto, la ética, desde el punto de vista marxista, es una investigación crítica, racional,
inmanente del proceso histórico-social de producción y reproducción de las acciones humanas, en
su totalidad, en el sentido de descubrir, elucidar los fundamentos materiales, sociales e históricos
que condicionan y determinan sus acciones humanas concretas, efectivas. Incluso si la
especificidad de la ética marxista es, también, explicar el comportamiento humano efectivo, y no
reducirse a una perspectiva normativa, prescriptiva, ella no es una pura descripción de las acciones
humanas, pero su análisis presenta una perspectiva de superación de toda la teoría y práctica que
producen y se sostienen por la opresión y por la explotación humana, específicamente de la
explotación del trabajo.
Si la especificidad de la ética es “explicar, aclarar o investigar una determinada realidad, la realidad
moral, elaborando los conceptos correspondientes” (Sánchez Vázquez, 1998: 10), podemos
reconocer en las diversas teorías elaboradas a lo largo de la historia, sus desdoblamientos
prácticos, en el sentido de influenciar, condicionar y determinar comportamientos humanos
efectivos.
B. Crítica a la moral.
Uno de los argumentos fundamentales de Nietzsche era que los valores tradicionales
(representados en esencia por el cristianismo) habían perdido su poder en las vidas de las personas,
lo que llamaba nihilismo pasivo. Lo expresó en su tajante proclamación "Dios ha muerto". Estaba
convencido que los valores tradicionales representaban una "moralidad esclava", una moralidad
creada por personas débiles y resentidas que fomentaban comportamientos como la sumisión y el
conformismo porque los valores implícitos en tales conductas servían a sus intereses. Nietzsche
afirmó el imperativo ético de crear valores nuevos que debían reemplazar los tradicionales, y su
discusión sobre esta posibilidad evolucionó hasta configurar su retrato del hombre por venir, el
'superhombre' (übermensch).
El error de la moral tradicional se caracterizaría por su antinaturalidad, ya que impone leyes e
imperativos que van en contra de los instintos primordiales de la vida. Además, el ideal de esta
moral es el imperio de la virtud, o "hacer al hombre bueno", aunque realmente convierta al hombre
en esclavo de esa ficción.
La moral cristiana se consolidaría para Nietzsche como valor supremo, valor que no está en este
mundo. La moral tradicional, pues, postula otro mundo, que es el mundo del más allá o de la
perfección platónica, y, por tanto, los valores que han prevalecidos hasta ahora son ficticios, propios
de los débiles.
El moralista desprecia todos los valores del yo, siendo el altruismo la norma suprema de conducta.
El altruismo es entregarse a los demás sin esperar nada a cambio. El altruismo no es más que una
justificación de decadencia personal.
En conclusión: la lógica de esta moral consiste en una alteración de la personalidad, porque
considera que lo poderoso y lo fuerte es algo suprahumano y en cambio lo débil y lo vulgar es propio
del hombre. Las acciones elevadas no son propias del hombre sino de otro yo más perfecto que se
denomina Dios.
D. Lo dionisiaco y lo apolíneo
A través de la distinción de dos principios fundamentales, lo apolíneo y lo dionisiaco, Nietzsche
ofrece una interpretación del mundo y la filosofía griega que tendrá un gran alcance en el
pensamiento contemporáneo, sobre todo en la estética y la literatura del siglo xx.
Los dos dioses griegos, Apolo y Dionisios, serán los representantes de esta original visión. El
primero representa la serenidad, claridad, la medida y el racionalismo, es la imagen clásica de
Grecia. Dionisios, sin embargo, es lo impulsivo, lo excesivo, lo desbordante, la afirmación de la vida,
el erotismo y la orgía como culminación de este afán de vivir, es decir sí a la vida a pesar de todos
sus dolores. La influencia de Schopenhauer cambia de signo y en lugar de la negación de la
voluntad de vivir, Nietzsche pone esa voluntad en el centro de su pensamiento.
"La verdad es aquella clase de error sin la que una determinada especie de seres vivos no podrían
vivir. El valor para la vida es lo que decide en última instancia". El platonismo consistiría también en
una cierta forma de voluntad de poder, consistente en defenderse del cambio y la transformación
de este mundo mediante la noción de un Universo imaginario o suprasensible. Sin embargo, se
opone a la postura de Nietzsche, ya que considera la verdad como única e inmutable. Según éste,
la filosofía platónica ha dado un valor desproporcionado a los conceptos, provocando la aparición
de un mundo ilusorio y falso que ha ignorado lo vital.
Hay que ser, por lo tanto, conscientes del valor relativo que tienen los conceptos. El proceso de
formación de un concepto para Nietzsche supone que una sensación pasa a una imagen mediante
una metáfora intuitiva, y de la imagen se pasa al concepto mediante la fijación de esta metáfora.
Por lo tanto, el lenguaje tiene un valor metafórico, resultado de un proceso creativo y estético, pero
siempre tiene una verdad o validez relativa. No nos va a permitir captar la verdad de una forma
absoluta, sino tan sólo superar el caos que produce en nuestra mente el intento de captar aquello
que es de por sí cambiante.
La filosofía occidental, encabezada por Platón y Aristóteles reprimió los planteamientos dionisíacos
para ofrecer una visión del mundo apolista. Frente a esto, Nietzsche niega los ideales apolíneos y
reclama el triunfo de los ideales dionisíacos mediante la utilización metafórica del lenguaje como
expresión de la voluntad de poder. La negación de los ideales apolíneos implica la negación del
principio de individuación, expresado en el platonismo por la idea de uno y sustituida en el
cristianismo por la idea de Dios. Si negamos a Dios, negamos al uno, y si negamos la idea de uno,
negamos los ideales apolíneos y afirmamos la multiplicidad dionisíaca, de tal manera que cada cual
pueda expresar su propia verdad y sus propios dioses.
E. El eterno retorno
Nietzsche depende en cierta medida del positivismo de la época y, a la vez que niega la posibilidad
de la Metafísica, representa la pérdida de la fe en Dios y de la inmortalidad del alma. Esta vida que
se afirma, que pide siempre ser más, que pide eternidad en el placer, volverá una vez y otra.
Pero el aspecto temporal de la vida, tan exitoso entre los románticos alemanes, es el eterno retorno
de las cosas que ya se encontraba en las enseñanzas de Heráclito: Cuando están realizadas todas
las combinaciones posibles de los elementos del mundo, quedará todavía un tiempo indefinido por
delante, y entonces volverá a empezar el ciclo y así indefinidamente. Todo lo que sucede en el
mundo se repetirá igualmente una y otra vez, todo se repetirá eternamente y con ello todo lo malo
y lo miserable.
En este horizonte de tiempos futuros por elaborar desde lo ya dado aparece una de las figuras
fundamentales del pensamiento nietzscheano, el "superhombre". El hombre puede ir transformando
al mundo y puede transformarse a sí mismo mediante una transformación de todos los valores,
encaminándose hacia esa alegórica figura.
H. El superhombre
Piensa Nietzsche que el hombre es un ser miserable e inmundo, un ser a medio hacer, un puente
entre la bestia y el superhombre, un paso de la pura animalidad a la superhumanidad. Es su destino,
pero en su recorrido evolutivo poco ha sido todavía lo alcanzado: “Habéis evolucionado del gusano
al hombre, pero todavía hay mucho de gusano en vosotros”.
El hombre es como una enfermedad en el universo, y es el único animal que todavía no ha llegado
a consolidarse. La vida humana conlleva un grave riesgo: o vencer al hombre mediante la
superación, o volver a la animalidad primitiva. Mientras todos los animales han producido algo
superior a ellos, el hombre se resiste a evolucionar, no quiere abandonar los valores del pasado y
dar un nuevo sentido a la humanidad. Está pues, a diferencia del animal, vuelto al futuro y concibe
ideales, cuenta destinos. Pues bien, habría según Nietzsche tres versiones del ideal humano: El
ideal estético, donde el ideal humano es interpretado como tragedia, donde se armonizan lo
dionisiaco y lo apolíneo. Lo dionisiaco representa la embriaguez desenfrenada de vivir y lo apolíneo
representa la armonía de forma y el resplandor de la belleza. Pero también el ideal científico, que
concibe el ideal humano como sabiduría: el hombre sabio conoce la realidad del mundo con todas
sus miserias, y por eso afirma enérgicamente la vida. Por último, el mayor ideal, el superhombre,
donde se integra y sintetiza el radical cambio de valores que propone Nietzsche.
De acuerdo con Nietzsche, las masas (a quien denominaba "rebaño", "manada" o "muchedumbre")
se adaptan a la tradición, mientras su superhombre utópico es seguro, independiente y muy
individualista. El superhombre siente con intensidad, pero sus pasiones están frenadas y reprimidas
por la razón. Centrándose en el mundo real, más que en las recompensas del mundo futuro
prometidas por las religiones en general, el superhombre afirma la vida, incluso el sufrimiento y el
dolor que conlleva la existencia humana. Su superhombre es un creador de valores, un ejemplo
activo de "eticidad maestra" que refleja la fuerza e independencia de alguien que está emancipado
de las ataduras de lo humano "envilecido" por la docilidad cristiana, excepto de aquéllas que él
juzga vitales.
Nietzsche sostenía que todo acto o proyecto humano está motivado por la "voluntad de poder". La
voluntad de poder no es tan sólo el poder sobre otros, sino el poder sobre uno mismo, algo que es
necesario para la creatividad. Tal capacidad se manifiesta en la autonomía del superhombre, en su
creatividad y coraje. Aunque Nietzsche negó en multitud de oportunidades que ningún superhombre
haya surgido todavía, cita a algunas personas que podrían servir como modelos: Sócrates,
Jesucristo, Leonardo da Vinci, Miguel Ángel, Shakespeare, Goethe, Julio César y Napoleón.
Para llegar al superhombre, el hombre europeo tiene que autosuprimirse, y este proceso debería
pasar por tres fases:
- El camello es el símbolo del hombre europeo actual, que todavía está impregnado de la moral de
esclavos y que soporta el peso de la carga con paciencia.
- El león en cambio es el símbolo del hombre revolucionario, el que se levanta contra la moral de
los esclavos. A su vez, el león después de romper las cadenas de la esclavitud tiene que
transformarse en niño.
- El niño simboliza la pureza e inocencia de la infancia, desde la que se recrea la nueva tabla de
valores.
El superhombre representa, pues, esa nueva tabla de valores: el amor a la vida, el sentido de la
Tierra y la exaltación de los instintos ascendentes. El hombre para convertirse en superhombre ha
de expulsar de su interior a Dios. No se trata de una divinización del hombre, sino todo lo contrario,
una sustitución de Dios por el superhombre, de tal forma que éste se convierta en un ser con plenitud
de poder y de dominio sobre sí y sobre los demás. Pero esta transformación requiere, según
Nietzsche, de una voluntad de dominio, de agresión y de sentimientos hacia lo ajeno, la "voluntad
de poder".
El transhumanismo es una etapa previa al poshumanismo, el primero busca superar las limitaciones
humanas (enfermedades, la muerte, dificultades para aprender, etc.) y considera que es un deber
moral mejorar nuestra especie (cambios genéticos, cibernéticos, etc.). El poshumanismo es una
ideología o movimiento que tiene como meta trascender todo límite biológico, romper con la
naturaleza humana, fusionando parcial o totalmente al hombre con la máquina y reprogramando su
genética para crear una nueva especie distinta a la humana que serían organismos cibernéticos
casi inmortales, con habilidades nunca antes vistas (superhombre) y para algunos sin alma, sería
una nueva especie que sería creada por los dioses hombres. Considera que los actuales seres
humanos serían las mascotas o los sirvientes del futuro, ya no será Dios el que aporte la chispa
divina sino el dios-hombre creador; generando un movimiento eugenésico, solo los más aptos o los
ricos podrán acceder a esta posibilidad.