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El Rey de Los Chaneques 1

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EL REY DE LOS CHANEQUES

En los tiempos pasados había muchos animales silvestres: faisanes, anteburros, tepexcuintles,
armadillos, mazates y tantos otros que abundaban en los montes de nuestras tierras.

Las personas vivían del campo haciendo producir la tierra, pero además disfrutaban de lo que les
daba el monte. En ese tiempo no se pensaba mal, las personas salían al monte a cazar únicamente
lo que les servía para comer. Entonces el monte era bueno con los hombres y los hombres a su vez
eran buenos con el monte.

Pero hubo una vez un campesino que lo invadió la ambición. Al ver lo generoso que era el
monte, decidió explotarlo para su provecho.

El hombre tenía dos grandes perros que los había criado desde que eran chiquitos, pero como no
podía tener hijos, quería tanto a los perros como si fueran de su propia carne y los animales
educados respondían al cariño del amo.

Desde pequeños los adiestro en la caza de armadillos. Con el paso del tiempo los perros crecieron
y no había armadillo que se les escapara, no importaba si mataban a crías o a adultos, si eran
grandes o chicos, una vez venteado a un animal lo perseguían hasta darle alcance, y si se metían a
las madrigueras, con las patas rascaban para sacarlos.

Este campesino se convirtió en un temible cazador de armadillos y otras especies. Con sus dos
enormes perros armadilleros tenía aseguradas las presas sin esforzarse mucho. Era su costumbre
salir a cazar a diario y matar muchos armadillos para después bajar a venderlos al pueblo. Pasaron
los días y con el paso de los años le costaba cada vez mayor trabajo encontrar presas grandes, por
lo que empezó a matar a los críos.

Un buen día se dirigió a unas madrigueras por el rumbo de la Joya. Al llegar a la barranca vio una
gran cantidad de huecos en la pared, enseguida se imaginó la cantidad de carne de armadillo que
vendería al otro día, y lo que compraría con ese dinero, además pensó que todavía le quedaría
algo de dinero para guardar. Estaba en estos pensamientos cuando llego al pie de la barranquera.
Al momento azuzo a los perros para sacar a los animalitos. Los perros ventearon a los armadillos
comenzando la persecución. Cómo los armadillos son lentos, cuando los alcanzaba un perro se
enroscaban y permanecían quietos, cuando el perro de descuidaba emprendían la carrera
metiéndose en la cueva más cercana iniciando nuevamente la carrera de los perros. En eso
apareció un armadillo muy grande como de unos cinco kilos y el cazador les azuzo a los perros.
Este armadillo era muy ágil para su tamaño, corría tanto que los perros no podían alcanzarlo, tal
pareciera que disfrutaba hacer correr a los perros. El enorme armadillo corrió por las cuevas que
había en los peñascales y los perros tras de él. En un momento dado el armadillo se adentró en
una de las cuevas que había en el lugar corriendo tan recio como lo hacía el perro, sin acortar la
distancia. El cazador que venía a lo lejos siguiendo a los perros ya no los veía pero si escuchaba sus
ladridos. Al llegar al pie de la barranca no vio a animal alguno, solo escucho que de una de las
cuevas que había en el lugar, salían los ladridos de los perros. Se agacho y pego el oído al agujero y
los ladridos se escuchaban cada vez más lejos. El cazador no lograba comprender como dos
grandes perros se pudieron haber introducido en una pequeña cueva, madriguera de armadillos.

El hombre lleno de temor se regresó a su casa y ya no se le vio más subir a cazar. Cuenta la gente
que el señor de los encantos, rey de los chaneques, que vive en el corazón de las montañas se
llevó a los perros para que dejara de matar a los armadillos.

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