Cine Sonoro
Cine Sonoro
Cine Sonoro
El proceso de sonorización
Para dar sonido al cine se utilizaron una gran variedad de técnicas que atravesó las
diferentes etapas de las primeras décadas del cine. Se comenzó por hablar o producir
ruidos detrás de la pantalla, complementado por el acompañamiento musical en vivo
durante las proyecciones y la utilización de un locutor que añadía comentarios a los
rótulos. Más tarde, la técnica vitapohone sustituyó en las salas de cine a las orquestas
por altavoces y se limitó a la música y los ruidos. El procedimiento photophone, de
Alexandre Grahan Bell consigió transmitir la voz utilizándose la luz. La voz se
proyectaba a través de un tubo para un espejo fino, que vibraba y actuaba como un
transmisor, y se dirigía hacia otro espejo que hacía el proceso inverso actuando como
receptor. Los sonidos registrados en disco de huellas sonoras fotográficas, permitieron
inscribir sonidos e imágenes en una misma cinta, tanto para la producción como para el
registro. El resultado final fue la incorporación a la cinta de una pista sonora que
reprodujo música, efectos ambientales y diálogos de los actores.
Anécdotas
El sonido era un problema en los primeros tiempos del cine sonoro. Una
amenaza mayor para la libertad de la imagen consistía en la necesidad de que el actor
hablase cerca de los micrófonos. Los equipos de sonido de la época exigían que la
persona que hablaba se dirigiese al micrófono y a corta distancia. Los micrófonos se
escondían en los floreros, tras las cortinas o en la peluca de los actores. En muchos
filmes de aquellos tiempos se puede apreciar el envaramiento de los actores y su
cercanía extraña hablando con los objetos más diversos.
Uno de los grandes problemas del cine sonoro se debió a la insonorización que
debió hacerse de los platós. El primer plató para sonido de la Warner en los antiguos
estudios Vitaphone de Nueva York era una especie de gigantesca caja, de unos 14
metros cuadrados y 8,5 metros de altura, con cortinajes colgando por todos lados, en
un intento por ahogar los sonidos no deseados.
El conocido león del emblema de la Metro tuvo que ponerse también delante
del micrófono.
La llegada del cine sonoro supuso un duro golpe para Charles Chaplin quien,
en principio, se negó a aceptarlo, negándole validez artística. Evitó hablar en dos
películas ya sonoras: Luces de la ciudad (1931) y Tiempos modernos (1936), que no
eran en realidad sino películas mudas con músicas y efectos ingeniosamente
sincronizados. Todo hacía pensar que Chaplin, el gran mimo, sería una más de aquellas
estrellas que no supieron adaptarse a la llegada del cine sonoro. Chaplin no habló en la
pantalla hasta El gran dictador (1941), pero cuando lo hizo, volvió a tener los éxitos
de siempre.
Hubo películas sonoras, basadas en una variedad de sistemas, hechas antes de
los años 1920, generalmente con intérpretes sincronizando los labios con grabaciones
de audio previamente hechas. La tecnología era mucho más adecuada para propósitos
comerciales, y durante muchos años los jefes de los principales estudios de cine
de Hollywood vieron poco beneficio en producir películas sonoras. Estas películas
fueron relegadas, junto con las películas de color, al estado de curiosidad.