Caridad Pastoral
Caridad Pastoral
Caridad Pastoral
c) Un amor único y total e identificación con Jesucristo Pastora y con el pueblo
encomendado:
Con Jesucristo Pastor. No es sólo amor de adhesión a su persona y su mensaje, no es sólo
seguimiento, es identificación con las actitudes de Cristo Pastor, con su amor de pastor. La
caridad pastoral como recoge PDV, en el párrafo segundo del número 23: "Es aquella
virtud con la que nosotros imitamos a Cristo en su entrega de sí mismo y en su servicio”.
La pregunta del Señor resucitado a -Pedro, "¿Me amas?", y su respuesta: "Tú sabes que te
quiero"; "apacienta mis ovejas." (Jn 21) pertenecen, pues, a la entraña misma de nuestra
caridad pastoral. En la contemplación creyente del Señor, el presbítero se une a Cristo y
asimila el espíritu y los rasgos del amor pastoral que Jesús tiene a la humanidad.
Acoger este don de la caridad pastoral con todas sus consecuencias es "expropiar a sí
mismo" y hacer de toda la existencia una total "donación de sí mismo" a la Iglesia,
compartiendo el don de Cristo y a su imagen. (cf. PDV 23). No es sólo hacer sino amar,
desarrollar la acción pastoral dándonos. Son inseparables el "dar" y el "darse". Una caridad
así convierte al sacerdote en el apóstol que "se hace todo a todos para salvar a algunos" (Cf.
1 Cor 9, 22), el amor de Cristo le apremia de tal forma que llevado por ese amor da no sólo
el Evangelio de Dios sino su propia vida (cf. P Tes 2, 8), como Cristo Pastor.
Con la comunidad encomendada, la iglesia particular, la iglesia universal: La caridad
pastoral es un amor cuyo destinatario inmediato es la comunidad eclesial encomendada por
el Obispo al cuidado del sacerdote. La comunidad y cada uno de sus componentes merecen
y reclaman, en primer plano, la caridad pastoral del presbítero. Pero la caridad pastoral es
un amor que no se confina en esa comunidad directamente encomendada al servicio del
presbítero, sea parroquial, sea movimiento apostólico, sea seminario... No se confina ahí,
sino que tiene también como destinatarios fundamentales a la Iglesia Diocesana y a la
Iglesia Universal. El presbítero ama a su parroquia y a la Iglesia universal con el mismo
amor pastoral. Es una caridad que impulsa a San Pablo a trabajar en comunión con los
demás apóstoles para no correr en vano (cf. Gal 2, 2). Es una caridad que le exige de
manera particular y específica una relación personal con el presbiterio y con su Obispo
(PDV 23).
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3. ¿Qué significa que la caridad pastoral es central?
a) Que todo en la vida del presbítero está ordenado a la caridad pastoral. Las diversas
opciones o actividades del presbítero deben constituir bien una condición previa para la
caridad pastoral, bien un componente de la caridad pastoral, bien una consecuencia de la
caridad pastoral, bien un estímulo para la caridad pastoral, bien algo, que sea coherente con
la caridad pastoral, bien, al menos, algo positivamente compatible con la caridad pastoral.
No puede haber nada en la vida de un presbítero que sea incompatible con la caridad
pastoral. Todo: mis cosas, dineros, mis compromisos familiares, mis amistades, mis
relaciones, mis aficiones -aunque sean aficiones tan sanas como "la afición al Tenerife"...
mis ocupaciones, mi forma de vivir, mis gastos, mis vacaciones. Todo debe confrontarse
con las exigencias de la caridad pastoral. "En todo sacerdote, en todo caridad de pastor”.
Sin menoscabo de que un cura tiene derecho a sus propias opciones, a sus amistades, a su
mundo familiar, a la satisfacción de sus necesidades básicas. Sin embargo, toda su vida ha
de vivirla en coherencia con la consagración realizada.
b) Que todas las virtudes están modificadas por la caridad pastoral. La oración es
oración en el presbítero; la fe es fe, la esperanza es esperanza; la disponibilidad es
disponibilidad. Pero el porqué y el cómo específico de estas virtudes están inspirados en la
caridad pastoral. Es la caridad pastoral la que colorea matiza da su perfil específico a todas
y a cada una de las virtudes en la vida del presbítero
La oración del pastor no es exactamente la del monje ni la del profesional laico, ni la del
sindicalista cristiano, ni la de la madre de familia; tiene unos motivos y un estilo propios.
La pobreza del pastor no es exactamente la pobreza e un ermitaño; tiene su propia
fisonomía recibida de la caridad pastoral. El celibato del pastor, no es igual en la vida
monástica que en la vida del sacerdote, tiene su sello característico. La ascesis del pastor no
es la ascesis de una congregación reparadora que ha aparecido en la Iglesia como carisma
para reparar la ingratitud de los hombres ante Dios, sino que se deriva de las exigencias de
la caridad pastoral. Lo mismo sucede con la disponibilidad. No es la propia de un seglar
entregado de la parroquia, o de un movimiento apostólico; es aquella postulada y
configurada por la caridad pastoral. Habría que recorrer todas y cada una de las virtudes, y
descubrir los rasgos fisonómicos que la caridad pastoral imprime en cada una de estas
virtudes.
Que la caridad pastoral es principio unificador y dinamizador como dice PDV 23:
"principio interior y dinámico capaz de unificar las múltiples y diversas actividades del
sacerdote". Principio capaz de unificar y dinamizar, por consiguiente, potenciar.
«Solamente la concentración de cada instante y de cada gesto en torno a la opción
fundamental y determinante de dama por la grey, puede garantizar esta unidad vital
indispensable para la armonía y el equilibrio espiritual del presbítero. La diversidad de
tareas se resumen en un denominador común: todas ellas son expresión de la caridad
pastoral, y adquieren su unidad en este punto, a pesar de su multiplicidad y de su diversidad
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a) La fuente permanente. Por supuesto, el amor pastoral de Dios por su pueblo o la
caridad pastoral de Jesús, son a fuente originaria. Pero la fuente permanente más próxima a
nosotros es el carisma presbiteral recibido en la Ordenación. En el sacramento del Orden,
por el don del Espíritu Santo, Cristo infunde su propia caridad pastoral a los presbíteros y
los hace "sacramentos de su amor por a g la . Como dice PDV 33: 'Mediante la Ordenación,
amadísimos hermanos, habéis recibido el mismo Espíritu de Cristo, que os hace semejantes
a El, para que podáis actuar en su nombre y vivir en vosotros sus mismos sentimientos" (Cf
PDV 33, 70 y 72). Estos sentimientos se compendian en la "caridad pastoral" y no son otros
que los del Buen Pastor que entrega su vida por las ovejas.
Hemos recibido, pues, del Espíritu Santo un carisma para amar pastoralmente a la
comunidad. Este carisma es una cantera inagotable de caridad pastoral, plantado en nuestro
mismo corazón. En virtud del carisma recibido hemos recibido el don y la capacidad de
invertir, cada uno con su temperamento, un capital de afecto, servicio, compromiso y
fidelidad en la comunidad que se nos ha encomendado y en la Iglesia particular y universal.
El Espíritu nos capacita para ello en la Ordenación.
Podemos extraer de este carisma que encierra un inmenso potencial de caridad pastoral el
amor concreto, necesario en nuestro ministerio. Este carisma puede ser reavivado-(2 Tm 1,
6) como las brasas. Sobre ellas continuamente podemos y debemos soplar para extraer de
ellas el fuego, "la llama" de la caridad pastoral.
Tenemos dentro de nosotros mismos, como regalo del Espíritu (no como regalo individual
sino compartido con los demás presbíteros y al servicio de la totalidad de la comunidad) y
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como signo del amor pastoral de Jesús a los hermanos, la fuente de nuestras propia
regeneración como pastores. Azotados, castigados muchas veces, por las condiciones
inhóspitas en que vivimos, por la situación de intemperie en la que trabajamos, etc. -no mas
que en otros tiempos de la historia de la iglesia- necesitamos reavivar el sedimento
regenerador del carisma recibido en la ordenación.
descarga, no puede sostenerse a la luz, no sólo del Concilio Vaticano II, sino de la más
genuina tradición de la Iglesia. El ejercicio del ministerio no es obstáculo sino alimento; y
no un alimento adicional, sino fundamental. Un presbiterio que no ha resuelto el problema
de su vida espiritual mientras no haya aprendido a recibir de toda la realidad del mismo
ministerio motivos, estímulos, vivencias y contenidos permanentes para su espiritualidad.
Eso sí, capítulo muy importante, del ejercicio mismo del ministerio del presbítero son la
oración litúrgica sacramental, la Liturgia de las Horas, la oración comunitaria con los
grupos, los Ejercicios, la Lectio etc.
5. Dos dimensiones constitutivas, o rasgos preeminentes, de la caridad pastoral que
hunden sus raíces en la más honda tradición bíblica: La Ternura y la Fidelidad.
a. La Ternura se expresa en una "familiaridad", un afecto por el rebaño. El buen pastor
conoce a sus ovejas y sus ovejas le conocen Él y da su vida por ellas” El amor pastoral del
presbítero ha de estar ungido de este carácter afectivo, familiar. Jacques Leclergc decía:
«un cura es un hombre que ha puesto su corazón allí donde está su obra». Podríamos decir
nosotros: "un cura es un hombre que ha puesto su corazón allí donde está su comunidad", la
que se le ha encomendado. Allí invierte toda su capacidad de amar como pastor. Conoce a
sus fieles no a vista de pájaro, trata de conocerles personalmente en la medida de sus
posibilidades, los acoge, les dedica tiempo y acompaña hasta ver "a Cristo formado en
ustedes" (Ga 4, 19. Cf. PDV 22)
La Ternura al encontrarse con la pobreza, con el sufrimiento, con la enfermedad, con la
miseria moral y espiritual, con la esclavitud del pecado se expresa como misericordia. Las
entrañas de misericordia son uno de los rasgos capitales de la figura del Padre. La caridad
pastoral es amor que se estremece desde las entrañas ante la miseria y el dolor. La
misericordia es una característica tan singular para el presbítero que se encuentra en su vida
con tantos lugares humanos en los que el pecado, el dolor, la miseria, la esclavitud, el
sufrimiento tienen su hueco. Es un amor que se conmueve ante los "que nos son confiados
de modo especial" (PDV 30).
Hay una caricatura de este amor afectivo o familiar que es la actitud el “funcionario”, el
asalariado del Evangelio, que separa su vida privada de su vida profesional, que te dice «no
me cuente usted su vida, se acabó el plazo para la solicitud". El cura buen pastor no dedica
"unas horas a la parroquia", no está "unos ratitos en ella", "no está pensando en otro
destino". Además, al amor afectivo y misericordioso del pastor se contraponen la
intransigencia y la intolerancia que no conocen la compasión, componente necesario de la
misericordia. El corazón célibe del buen pastor dice: ¡Ustedes necesitan de todo mi amor,
de toda mi entrega!
b. La fidelidad. Significa constancia y estabilidad en el amor. La caridad pastoral es un
amor fiel que nos vincula a la comunidad y despierta en nosotros un fuerte sentimiento de
pertenecer a ella. Quien así está arraigado en su comunidad no está "en comisión de
servicios". Vive con la comunidad un amor "esponsal", un amor fiel como es el amor de
Dios. Si la ternura brinda entrañas, la fidelidad confiere solidez, estabilidad. El amor fiel no
está sometido a los vaivenes del afecto. Su punto de referencia no reside en el estado
afectivo del sacerdote (cómo estoy yo, como me siento yo, si estoy satisfecho...) sino en las
necesidades de la comunidad, y en el compromiso que ante Jesucristo y ante la Iglesia he
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contraído con ella. Precisamente por esta inmunidad frente a las oscilaciones del afecto es
un amor equilibrado: al abrigo de los grandes entusiasmos y de las grandes decepciones.
Sabe soportar sin descomponerse la prueba de incomprensión y de la desafección pasajera
por parte de quien sea, incluso de la misma comunidad. Si esta se diera no huye de los
suyos. Porque el estímulo fundamental de su amor no es la correspondencia directa y
concreta de esta comunidad en la que estoy (mejor que se de). El amor fiel del pastor es un
amor «asimétrico», que sigue ofreciéndose al margen de la aceptación recibida, es ofrenda
gratuita.
Contradice la fidelidad un ministerio ejercido sin empeño real por la atención y el servicio a
los encomendados. O cuando mi mente está centrada en «me voy unos días aquí y otros
allá. Al fin y al cabo... ». Tampoco es inventarse "servicios pastorales" que no me han
encomendado porque me resulta más gratificante.... El cura sabe que es serio el encargo
recibido y es consciente de que a la comunidad encomendada le pertenece todo su amor. No
se permite devaneos ni alternancias en ese servicio.
6. Actitudes derivadas de la caridad pastoral.
a. La abnegación. “El amor del Buen Pastor les impulsa a dar su vida por las ovejas,
dispuestos aún al sacrificio supremo, a ejemplo de los sacerdotes que incluso en nuestros
días no se negaron a entregar su vida” (PO 13). El amor abnegado soporta con fortaleza la
dificultad, el sacrificio, el sufrimiento inherentes al servicio pastoral, porque sabe que el
misterio pascual en su dimensión de cruz es propio de toda realidad cristiana honda, y el
ministerio lo es. Estas negatividades no retraen al sacerdote de seguir sirviendo; no generan
en él ni amargura, ni sentimiento de saturación (` ya me basta, ya estoy harto..."). Como el
viento que, lejos de apagar un incendio fuerte, lo vigoriza, la dificultad, lejos de debilitar el
amor pastoral lo fortalece. Así sucede en todos los amores sólidos: el conyugal, el amical,
el parental... Así sucede también en el amor pastoral. Este amor teñido de abnegación
conoce bien el dicho de San Agustín: «Apacienta mis ovejas significa sufre por mis
ovejas”.