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El Transfeminismo No Es Un Generismo-Sayak Valencia

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Pléyade 22 / julio-diciembre (2018)

online ISSN 0719-3696


ISSN 0718-655X / pp. 27-43.

El transfeminismo no es un generismo

Sayak Valencia1
Colegio de la Frontera norte

Recibido: 19 de junio de 2018


Aceptado: 27 de junio de 2018

Resumen
En el presente trabajo se revisa y discute cómo los transfeminismos son movimientos en red
que, ante la emergencia de violencia necropolítica contra las cis y trans-mujeres y lxs sujetxs
feminizados, consideran los estados de tránsito de género, de migración, de mestizaje, de
vulnerabilidad, de raza y de clase como transversales para hacer alianzas emancipatorias ante
la violencia cis-hetero-patriarcal y racista. Así, los movimientos transfeministas surgen con
el fin de abrir espacios y campos discursivos a todas aquellas prácticas y sujetos que quedan
fuera o se deslindan enérgicamente de la reconversión neoliberal de los aparatos críticos de los
feminismos, reconversión que hoy conocemos como políticas de género biologicistas o políticas
de cis-mujeres. Por este motivo, el transfeminismo tiene como principal objetivo repolitizar
y des-esencializar a los movimientos feministas g-locales, en contraofensiva al discurso
gubernamental y de las ONGs que capturan y estandarizan el lenguaje de los feminismos y lo
usan como estrategia de desactivación política de los movimientos feministas, reduciéndolos a
una crítica ortopédica que es reapropiada por los circuitos del mercado y el estado neoliberal.

Palabras clave

Transfeminismos, Necropolítica, Trans-exclusionismo, Neoliberalismo, Cuirdadanía.

1
Profesora adjunta del Departamento de Estudios Culturales del Colegio de la Frontera Norte,
centro de investigación CONACYT (Ciudad de México, México). También conocida como
Margarita Valencia Triana. Correos electrónicos: mvalencia@colef.mx , sayak.valencia@gmail.
com.

27
El transfeminismo no es un generismo

Transfeminism Is not a Genderism

Abstract
The present work discusses how transfeminisms are network movements that, once faced with
the emergence of necropolitical violence against feminized subjects, they display a consideration
of the transit states of gender, migration, cross-cultural contexts, vulnerability, race and
class as transversal spaces to build emancipatory alliances against cis-hetero-patriarchal and
racist violence. Thus, transfeminists movements rise to open spaces and discursive fields for
all those practices and subjects either left out or emphatically demarcate themselves outside
the neoliberal reconversion of feminism’s critical apparatus – a reconversion that is currently
known as biological policies or cis-women policies. For this reason, transfeminism’s main
objective is the repolitization and de-essentialization of g-local feminist movements. This,
in opposition to government’s and NGO’s discourses that capture and standardize feminist
languages in order to use this them as a strategy of deactivation of feminist movements,
reducing them to an orthopedic critique that is in turn re-appropriated by market’s and state’s
neoliberal circuits.

Keywords

Transfeminism, Necropolitics, TERF, Neoliberalism, Queer Communities.

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Sayak Valencia

Estábamos en ese tiempo en que cualquier acontecimiento


cotidiano era precedido por la muerte. Estábamos en ese
tiempo en que las victorias se obtenían según la cantidad de
(…) asesinados.
Angélica Liddell

El movimiento feminista debe ser un movimiento de


sobrevivientes. Un movimiento con un futuro.
Cherríe Moraga

Presencio con gran preocupación que las cifras de feminicidio y transfeminicidio en


Latinoamérica y el mundo no hacen más que aumentar. A la fecha, en México cada
cuatro horas es asesinada una niña, una joven o mujer adulta. A las mujeres se nos
mata con saña, con lujo de violencia. Algunas de las causas de muerte que describen
los medios de información y los informes internacionales son: “mutilación, asfixia,
ahogamiento, ahorcamiento o bien degolladas, quemadas, apuñaladas o por
impactos de bala”2. A las mujeres se nos mata, se nos viola, se nos exhibe y se nos
borra del mundo con rabia, con odio patriarcal o de fratrias, con alevosía social y
ventaja jurídica3.
A las mujeres trans y de género diverso no sólo se les mata como mujeres,
con una saña sexual desbordante, sino que se les mata también socialmente por
desobedecer el mandato biologicista de resignarse a vivir en un cuerpo cuyo género
ha sido asignado médicamente y con el cual no se identifican, con lo cual se les
borra del mapa conceptual de lo posible y de lo enunciable. En lo que va del año el
Observatorio de Personas Trans Asesinadas ha reportado “325 casos de homicidios
de personas trans y género-diversas”4.
Inicio este texto con este recordatorio de cifras y de muertas para hablar del
estado de emergencia y del contexto necropolítico y necro-administrativo en el
que las mujeres trans, las mujeres cisgénero y otros devenires minoritarios tenemos
que sobrevivir. Recuerdo la muerte porque, desafortunadamente, parece ser el lazo

2
Marcos Muedano, “Imparable, el crimen contra las mujeres; cifras del Inegi”, Excélsior,
22 de octubre 2017, consultado el 15 de noviembre de 2017: http://www.excelsior.com.mx/
nacional/2017/10/22/1196308.
3
Esto lo argumento a partir de la criminalización constante a la que son sometidas las mujeres
afectadas por la violencia sexual. Un ejemplo de aquello es el juicio efectuado en España
durante noviembre de 2017, en el cual se violentó múltiples veces a la víctima de un juicio
por la violación sexual a manos de cinco individuos que pertenecían a un grupo que se
autonombraba La Manada. El juicio ha desatado muchas críticas por parte de organizaciones
feministas y derechos humanos, ya que los fiscales y magistrados que han llevado el caso
decidieron no considerar como evidencia el video donde se mostraba literalmente la violación
colectiva hacia la mujer, ejecutada por los imputados y en el cual sus rostros se mostraban y
eran reconocibles.
4
Proyecto Transrespeto Versus Transfobia en el mundo, “Día de la memoria trans 2017”,
Transrespect, 14 de noviembre de 2017. Consultado el 15 de noviembre de 2017, disponible en
http://transrespect.org/es/tmm-update-trans-day-remembrance-2017/.

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común para los cuerpos disidentes. Menciono la muerte como centro persistente
de la organización y propagación de la modernidad-colonialidad occidental, la
muerte como una especie de tecnología civilizatoria que persiste hasta nuestros días
y conecta el contexto actual con la intermitencia colonial. Más aún, la muerte como
dispositivo dinamizador de la necropolítica y el expolio continuado en nuestros
territorios y cuerpos.
Así, la violencia y la muerte aparecen como elementos comunes de la colonialidad
del género5, cuya consecuencia radical es justamente la eliminación de poblaciones
potencialmente indóciles, poblaciones cuyas intersecciones desmontan el dimorfismo
sexual y desnaturalizan las opresiones. Como afirma María Lugones, “la raza no es
más mítica ni más ficticia que el género, ambas son ficciones poderosas”6. En este
contexto es urgente hacer alianzas entre los movimientos feministas, pues estamos
en la era donde los actos políticos parecen tener sentido solo de manera post-mortem,
donde el reclamo feminista central es no ser asesinadas, como lo muestran los
movimientos transnacionales que se representan en redes sociales virtuales con
los hashtags #NiUnaMenos y #VivasNosQueremos, y donde las herramientas y
discursos de nuestras luchas son expropiados por la cara amable de las democracias
fascísticas7 a través de la mercantilización cosmética de nuestras demandas políticas.
En este espacio social de convergencia entre mercados y protestas, la necropolítica se
expande como exterior constitutivo8 que nos cerca y nos quiere inertes y segregadxs.
Digo la palabra muerte y tiemblo, tiemblo en un país lleno de muertxs y
desaparecidxs. Digo la palabra muerte y entonces aparece la palabra feminismos
como uno de los bastiones que aún tienen sentido para pensar en políticas de la vida
y de la sostenibilidad de la misma frente a este cis-tema binario, heteropatriarcal
y necro-neoliberal9. Sin embargo, decir la palabra feminismos no es un acto
sencillo, decir feminismos es hablar de múltiples corrientes, perspectivas históricas,

5
María Lugones, “Colonialidad y género”, Tabula Rasa (2008): 75-101.
6
Ibíd., 94.
7
Este concepto está inspirado en un cruce de lecturas entre lo que Zillah Eisenstein
denomina como “democracias fascistas” (ver “La administración Bush utiliza mujeres para
hacer la guerra”, Feministas Tramando (2012), consultado en julio de 2017, disponible en
https://feministastramando.wordpress.com/2012/10/24/entrevista-con-zillah-eisenstein-la-
administraci-n/) y lo capitalístico propuesto por Félix Guattari y Suley Rolnik en Micropolítica.
Cartografías del deseo (Madrid: Traficantes de Sueños, 2006). En este sentido, por democracias
facísticas entendemos un régimen de gobierno neoliberal en el cual se puede identificar la
ideología fascista y sus técnicas de destrucción y violencia, encubiertas a través de formas de
percepción estetizadas que iconizan la violencia y la rentabilizan, presentándola como inocua
y cosmética.
8
Judith Butler, “Fundamentos contingentes: el feminismo la cuestión del posmodernismo”, La
Ventana 13 (2001): 7-41.
9
Con necro-neoliberalismo me refiero al uso de técnicas necropolíticas aplicadas por el
régimen capitalista neoliberal para generar capital económico, político o social, a través de la
violencia y la muerte.

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estrategias situadas, localizaciones, experiencias encarnadas y visiones del mundo


a nivel político y personal que no pueden asirse ni estandarizarse en una versión
definitiva. Quizá en esa dificultad para estandarizarse radica la supervivencia de los
movimientos feministas.
La dificultad para nombrar de manera definitiva a los feminismos es, a todas
luces, su potencia: el hecho que no tengan un sólo nombre, y sí múltiples apellidos,
activa sus estrategias y los vuelve un movimiento reticular, lleno de procesos y
acciones situadas estratégicamente. No obstante, pareciera que los apellidos
del feminismo que se están popularizando entre las poblaciones jóvenes, y de
manera transnacional, son el feminismo neoliberal y el feminismo radical trans-
exclusionista. Es justamente en estos puntos donde el presente texto hará énfasis,
desde la perspectiva transfeminista.

Decirse (trans)feminista
El enfoque de este trabajo parte de la perspectiva transfeminista, entendida como
herramienta epistemológica que no se reduce a la incorporación del discurso
transgénero al feminismo, ni se propone como una superación de los feminismos.
Antes bien, se trata de una red que considera los estados de tránsito de género, de
migración, de mestizaje, de vulnerabilidad, de raza y de clase, para articularlos como
herederos de la memoria histórica de los movimientos sociales de insurrección. Esto,
con el fin de abrir espacios y campos discursivos a todas aquellas prácticas y sujetos
de la contemporaneidad y de los devenires minoritarios que no son considerados de
manera directa por el feminismo hetero-blanco-biologiscista e institucional, es decir,
aquellos sujetos que quedan fuera o se deslindan enérgicamente de la reconversión
neoliberal de los aparatos críticos de los feminismos, eso que hoy conocemos como
políticas de género o “políticas de mujeres”. Políticas públicas del expolio, que
neoliberalizan y reducen la lucha política de los feminismos a “los temas y directrices
de un feminismo eminentemente mujeril, pragmático y reformista, convertido en
presa de la maquinaria estatal y su lenguaje técnico-administrativo”10.
Ante este escenario, el transfeminismo tiene como principal objetivo repolitizar
y desesencializar a los movimientos feministas glocales, en contraofensiva al discurso
gubernamental y de las ONGs que usan como estrategia de desactivación política la
captura y estandarización del lenguaje de los feminismos, reduciéndolo a una suerte
de crítica ortopédica que es reapropiada por los circuitos del mercado y del Estado
como gestor de las coreografías sociales del género a través del purplewashing.
El purplewashing es una técnica de apropiación en la cual se usan los argumentos
del feminismo ilustrado para hacer lecturas simplistas, denigrantes o moralizantes

10
valeria flores, Tropismos de la disidencia (Santiago de Chile: Editorial Palinodia, 2017), 36.

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de ciertas prácticas de reapropiación corporal realizadas por mujeres racializadas o


de clase baja. Brigitte Vasallo, autora del término, lo define como:

El proceso de instrumentalización de las luchas feministas con la finalidad


de legitimar políticas de exclusión contra poblaciones minorizadas,
habitualmente de corte racista. La paradoja es que estas poblaciones
minorizadas también incluyen mujeres. Es un término que hago derivar
del pinkwashing, ampliamente desarrollado por Jasbir Puar o Dean Spade, y
que señala la instrumentalización bélica de los derechos de las poblaciones
lesbianas, gays, trans y bisexuales (LGTBI), al tiempo que genera una
identidad nacionalista en torno al (supuesto) respeto a esos derechos11.

Ahora bien, el transfeminismo tiene sentido en un contexto donde el capitalismo


no dejó de ser un sistema económico, pero se diversificó hasta instaurarse como
una construcción cultural biointegrada12, en la cual el manejo del régimen
biopolítico y psicopolítico13 se vuelve fundamental para la neoliberalización del
mundo contemporáneo. Esta neoliberalización, que también alcanzó al feminismo,
trabaja con la producción de “desmovilización de los escenarios de lucha”14. Para
el neoliberalismo actual la producción de subjetividad capitalística15 es tan rentable
como los hidrocarburos, y en él la violencia exacerbada contra las poblaciones
civiles (especialmente entre aquellas que detentan intersecciones que contravienen
los mandatos de binarismo sexual, racial, de género, clase o diversidad funcional)
se vuelve también una herramienta de control económico, social, cultural y político
a partir del ejercicio deliberado de la masacre en los contextos ensurecidos del norte
global y en los sures geopolíticos.
Por ello resulta urgente situarnos, desde los distintos feminismos, como un frente
común, pues como lo enunció Audre Lorde en los años ochenta, “sin comunidad no
hay liberación”; más aún, sin comunidad sólo hay un “armisticio temporal entre el
individuo y su opresión”16. A este respecto, es necesario retomar el proyecto de crear
un bien común, que tenga en cuenta que “comunidad no significa el despojo de
11
Víctor Lenore. “Del pornoburka al purplewashing, los trucos más sucios contra el
feminismo”, entrevista a Brigitte Vasallo, El Confidencial, 3 de abril 2016, consultado el 17 de
julio 2017, disponible en https://www.elconfidencial.com/cultura/2016-04-03/del-pornoburka-
al-purplewashing-los-trucos-mas-sucios-contra-el-feminismo_1170764/.
12
Sayak Valencia, Capitalismo Gore (Barcelona: Editorial Melusina, 2010), 50.
13
Sayak Valencia y Katia Sepúlveda, “Del fascinante fascismo a la fascinante violencia. Psico/
bio/necro/ política y mercado gore”, Mitologías hoy 14 (2016): 75-91.
14
Alejandra Castillo, Disensos feministas (Santiago de Chile: Editorial Palinodia, 2016), 89.
15
Guattari y Rolnik, Micropolítica.
16
Audre Lorde, “Las herramientas del amo nunca desarmarán la casa del amo”, en Esta puente
mi espalda. Voces de mujeres tercermundistas en los Estados Unidos, ed. Cherrie Moraga y Ana
Castillo (San Francisco: Ism Press, 1988), 91.

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nuestras diferencias, ni el pretexto patético de que las diferencias no existen”17. Por


el contrario, la creación de un bien común se basa en una actitud de autocrítica y de
redefinición donde se pongan sobre la mesa los diversos temas que han preocupado
a los primeros feminismos (igualdad de derechos y acceso a la ciudadanía), pero
también a los nuevos feminismos (sexismo cotidiano, feminicidio, acoso y violencia
en redes, violencia multimodal) y transfeminismos (desestigmatización del trabajo
sexual, despatologización de los cuerpos trans, ampliación del sujeto político del
feminismo, interseccionalidad, colonialidad, violencia sistémica, extractivismo,
buen vivir, etc.), que se adscriben al contexto específico de nuestras realidades
contemporáneas.
El llamado desde los transfeminismos es a realizar una autocrítica que no dejará
fuera, como sujetos del feminismo, a aquellxs “que están fuera del círculo de la
definición social de la mujer aceptable; esxs entre nosotrxs que son pobres, que son
lesbianas que son negrxs, que son mayores”18, que son de comunidades originarias,
que son trans, que no participan del canon estético occidental, que tienen diversidad
funcional, que son refugiadxs, migrantxs, indocumentadxs, precarixs, que hablan
en lenguas, y que justamente por sus intersecciones subjetivantes y desubjetivantes,
participan de las consecuencias físicas, psicológicas y mediales traídas por la
creciente globalización de la violencia explícita, sangrienta, morbosa, es decir, de la
violencia gore que tiene efectos reales sobre los cuerpos, generalmente feminizados.
El transfeminismo, más que mero gesto disidente o adopción de cierta estética
y prostética vinculada con las performances del género, apela a la construcción de
un frente común social y político que dé cuenta de las violencias que instauran y
naturalizan artificialmente una “estrategia narrativa deliberadamente fracturada”19,
que atañe a todos los campos discursivos y que se puede identificar, con especial
ahínco, en la forma que tienen los medios de presentar la violencia machista. El
transfeminismo como frente político se posiciona en “la defensa de las prácticas y
las vivencias anti-normativas y anti-asimilacionistas”20.
En este sentido, como transfeminista no propongo que las categorías para
evidenciar nuestras distintas intersecciones y su relación con la violencia sean
válidas e idénticas en todos los contextos y para todos los feminismos. Entiendo que
la violencia como herramienta de enriquecimiento puede identificarse de forma
creciente en distintos espacios geopolíticamente lejanos y que sus consecuencias
recaen reiteradamente sobre los cuerpos y sujetos feminizados. Identificar esto
puede mostrar las rutas de las cartografías políticas del necro-liberalismo, puesto

17
Ibídem.
18
Ibídem.
19
Virginia Villaplana y Berta Sichel, Cárcel de amor. Relatos culturales en torno a la violencia de
género (Madrid: Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, 2005), 269.
20
flores, Tropismos, 37.

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que se entreteje con la creación de una subjetividad y una agencia determinadas por
las fuerzas de control y de producción del capitalismo.
Desde los transfeminismos apelamos también a la complejización del sujeto
político de los feminismos, pues no es nuestro deseo reducir a los sujetos de nuestras
luchas. Por el contrario, las mujeres como sujeto político de los feminismos exceden
el esencialismo biológico que se pregona desde el feminismo trans-exclusionista.
Las mujeres como sujeto político de los feminismos son un enclave discursivo
para entender críticamente que la diferenciación y naturalización artificial de
la desigualdad que apela al cuerpo sexuado binariamente forma parte de un
proyecto de expolio que inicia con el arrebatamiento de la propiedad común a las
poblaciones campesinas europeas, el feminicidio intensivo conocido como “caza
de brujas”, la colonización de América en el siglo XV (y su colonialidad del género
anclada a la colonialidad del poder, de ser y del saber) para cristalizarse entre los
siglos XVII y XIX a través de un proceso necropolítico que se disfraza de biopolítica
para gobernar los cuerpos libres tanto en América como en Europa, Asia y África,
e inventar ficciones políticas de género, raza y sexualidad confrontadas para evitar
alianzas posibles entre las multitudes vulnerables.
Hago este breve recuento histórico para recordarnos que las mujeres, junto a
todxs aquellxs sujetxs entendidxs como subalternxs o disidentes de las categorías
heteropatriarcales y cis-sexuales, hemos vivido en la violencia explícita a través de
la historia21. La violencia en sus distintas versiones (física, simbólica, económica,
psicológica, mediática) ha sido usada contra nosotrxs como una suerte de pedagogía
de la subalternización aplicada a los cuerpos racializados, pobres, feminizados o
de género no binario. Estas violencias acumuladas se han vuelto parte de nuestra
cotidianidad, de nuestra educación, y han tenido distintos objetivos dependiendo
del contexto histórico, geopolítico y económico dentro del cual se ejercen.
La violencia como elemento medular en la construcción del discurso22
presupone que las condiciones de vulnerabilidad y dañabilidad son inherentes al
destino manifiesto23 de las mujeres, algo así como un privilegio inverso, un estigma que
nos introduce en la ruleta rusa de las alimañas bárbaras. Por eso, somos nosotrxs
quienes buscamos trazar una respuesta al abuso encarnizado ejercido por el

21
Ejemplos de esta violencia recalcitrante es la “caza de brujas” en Europa y la construcción
colonial de las mujeres como género minoritario y cuerpo común y subalterno al servicio de
dos amos: los varones de sus familias y los colonizadores.
22
Villaplana y Sichel, Cárcel de amor, 270.
23
Hago aquí un paralelismo entre la política expansionista de los Estados Unidos, vinculada a la
conquista del territorio por voluntad divina-patriarcal, y la ocupación/ opresión/destrucción
del cuerpo de las mujeres y de sus acciones, como un territorio conquistado que pertenece al
patriarcado.

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capitalismo gore24 contemporáneo que se permea al amplio espectro de los cuerpos,


los cuales no se reducen a las rígidas jerarquías de lo femenino y lo masculino.
La radicalidad de la violencia nos sitúa en el filo, en la transmutación de una
época que exige que revisemos nuestros conceptos clásicos, que sacudamos las
teorías y las actualicemos, pues al igual que Barbara Cameron en mi caso “no
estoy interesada en sumarme a una sociedad que usa el análisis, la investigación y
la experimentación para concretizar su visión de los destinos crueles. Una sociedad
arrogante que tiende lazos hacia la opresión y la destrucción”25. Y, sobre todo, no
estoy interesada en reproducir la violencia y la exclusión a otros cuerpos a través
de argumentos separatistas que participan de un argumentación plana y simplista
que apela a la biología como forma de certificación y validación de las diferencias,
y en esta apelación se topa con su propio límite pues utiliza argumentos bien
conocidos por el patriarcado para excluir a las mujeres. Los argumentos cis-sexistas
no se diferencian de los argumentos racistas, pues en ambos casos se parte de la
esencialización y legitimación de ciertos cuerpos, blancos en el primer caso y cis-
género en el segundo, para elidir y justificar la supremacía de un sujeto sobre otros.
La disputa por la representación que enarbola una identidad por encima de
otras resulta poco realista, pues lo encarnizado del capitalismo gore no deja más
salidas que la creación de nuevos sujetos políticos para el feminismo, es decir,
“un devenir mujer entendido como ruptura con el modo de funcionamiento de
la sociedad actual”26, que logre tejer alianzas con otros devenires minoritarios y
que proponga respuestas a “un modo falocrático de producción de la subjetividad
–modo de producción que tiene en la acumulación de capital su único principio de
organización”27, y en el cual se anclan el capitalismo sangriento y la masculinidad
como piedras angulares de la racionalidad política, sexual, racial y económica
de occidente, desplegada en su geopolítica y extendida, a través del entronque
patriarcal28, en los territorios excoloniales.
Más específicamente, el movimiento transfeminista busca evidenciar que la
masculinidad (como ficción política viva) es un dispositivo de implementación
y conservación de un proyecto de modernidad/colonialidad y nación que en su
transformación está ligado al surgimiento y actualización de la economía capitalista.
Así, la masculinidad como ficción política (y no como cuerpo engenerizado y
singular) es un fenómeno social emparentado con el trabajo remunerado, la violencia

24
Valencia, Capitalismo Gore.
25
Bárbara Cameron, “Para los que no son bastardos de los peregrinos”, en Esta puente, mi
espalda, 38.
26
Guattari y Rolnik, Micropolítica, 100.
27
Ibídem.
28
Julieta Paredes, Hilando fino desde el feminismo comunitario (Ciudad de México: Cooperativa El
Rebozo, Zapateándole, Lente Flotante, En cortito que´s pa´largo y AliFem AC, 2013).

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El transfeminismo no es un generismo

y la opresión como formas de dar continuidad a los proyectos de hegemonía social


y económica, imbricando el régimen necropolítico con el biopolítico a través del
modelo de democracia iluminista y “nación heterosexual”29. Por tanto, pensarse
feminista y profesar un posicionamiento trans-exclusionista es hacer pactos con el
Estado necro-patriarcal, proxeneta y feminicida que reapropia nuestras luchas por
medio del separatismo y la destrucción del bien común.
Por otro lado, en un contexto de necropolítica intensiva contra los cuerpos
feminizados, la demanda de protección para las mujeres (biomujeres) realizada por
el lobby político del feminismo institucional hacia el Estado resulta un contrasentido,
puesto que la muerte de las mujeres cis-, trans- y de lxs no binarixs renta a favor de los
capitales de control que el mismo estado gestiona. Demandar protección y dialogar
con el soberano sin cuestionar a la masculinidad como proyecto necropolítico que
sostiene el expolio generalizado en el que se basa el Estado contemporáneo no es
feminismo sino su retraducción neoliberal a políticas de género que representan
los intereses mayoritariamente de mujeres cisgénero, heterosexuales, blancas, de
clase media o alta, educadas, que reproducen y desean adscribirse a la racionalidad
sexual de occidente.

El feminismo no es un generismo
Desde los transfeminismos nos preguntamos si el generismo esencialista que habla
sólo para y por mujeres que no quieren resultar “agresivas” y asumen lo “molestas”
que pueden llegar a ser para los hombres (poniéndose del lado de las relaciones
de poder y pidiendo que los “castigos” para las mujeres heterosexuales, blancas y
de clase media del primer mundo, o de las clases acomodadas del tercero, no sean
tan ejemplares), no es una forma de administrar nuestras energías y mantenernos
ocupadxs en un dialogo que, en lugar de ampliar el sujeto político de los feminismos,
lo reducen y recortan obtusamente.
Este devenir generista de una parte del movimiento feminista es el resultado de
la captura del lenguaje de la crítica y su intento de institucionalizar el lenguaje de la
protesta. El generismo es un movimiento reformista que se esfuerza en “disminuir
la ignorancia masculina, y educar a los hombres sobre nuestra existencia y nuestras
necesidades. Esta es una trampa vieja y primordial de todos los opresores para
mantener a los oprimidos ocupados con los intereses del amo”30. El generismo como
movimiento neoliberal se interesa por mostrar las consecuencias de la violencia
patriarcal o de fratrias, pero no muestra la raíz del problema, es decir, no prescinde

29
Ochy Curiel, La nación heterosexual. Análisis del discurso jurídico y el régimen heterosexual desde la
antropología de la dominación (Bogotá: Editorial Brecha Lésbica/En la Frontera, 2013).
30
Lorde, “Las herramientas del amo”, 92.

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Sayak Valencia

de la idea de poder y reproduce el programa pragmático y racional de occidente,


obviando que es precisamente esa razón instrumental la que funda el problema de
la dominación y la violencia del cis-tema heterocéntrico, patriarcal y colonial.

El generismo institucional y la oficialización el lenguaje


de la protesta
En la actualidad, en las potencias mundiales el feminismo como movimiento
social sufre una suerte de crítica que lo considera caduco y ahistórico, incluso para
los movimientos sociales más progresistas, mientras que se defiende la creación
de grupos de disidencia y resistencia contra el sistema. Este es el resultado de la
desagregación política del lenguaje de los feminismos, resultado también del
saqueo intensivo al cual han sido sometidos los diversos feminismos. Y resulta un
contrasentido el que la sociedad demande igualdad de acceso a la justicia social,
pero elimine de sus vocabularios la palabra feminismo, pues justamente a través de
la reivindicación interseccional de las opresiones es que los feminismos han logrado
articular un lenguaje situado para la protesta y han complejizado, junto con los
movimientos antirracistas, proletarios, antiespecistas y prodiversidad funcional, el
léxico de la insubordinación.
Es de una hipocresía absoluta que el generismo busque eliminar de sus mapas
conceptuales al feminismo; es también muy ejemplificador del estado actual de las
cosas, en que la sociedad y ciertos grupos críticos “denuncian con virulencia las
injusticias sociales y raciales, pero se muestre comprensiva e indulgente cuando se
trata de la dominación machista”31. Es decir, esta negación constante a nombrarse
feminista choca con los usos sociales dados a las gramáticas feministas y de la disidencia
sexual que inundan muchos de los discursos de la cultura pop contemporánea, y que
ocultan las raíces feministas y de protesta de las cuales surgieron muchas prácticas
culturales que se articularon al interior de la imaginación política de los feminismos.
Como enuncia Virginie Despentes, “son muchos los que pretenden explicar que el
combate feminista es secundario, como si fuera un deporte de ricos sin pertinencia
ni urgencia. Hace falta ser idiota, o asquerosamente deshonesto, para pensar que
una forma de opresión es insoportable y que la otra está llena de poesía”32.
El transfeminismo es importante en este mundo de destrucción de lo común
y de la sostenibilidad de la vida –y en este caso las diferencias entre el primer y el
tercer mundo son mínimas– donde las mujeres que pueblan ambos mundos “ganan
efectivamente menos que los hombres, ocupan puestos subalternos, [y] encuentran

31
Virginie Despentes, Teoría King Kong (Barcelona: Editorial Melusina, 2007), 24.
32
Ibíd., 24.

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El transfeminismo no es un generismo

normal que las menosprecien cuando emprenden algo”33. Y donde “el capitalismo
es una religión igualitaria, puesto que nos somete a todos y nos lleva a todos a
sentirnos atrapados, como lo están todas las mujeres”34. El sistema capitalista es
la muestra de la quiebra del sistema de trabajo, de la radicalización obscena del
liberalismo, del devenir gore del sistema económico, y también la forma visible aún
persistente y ampliamente aceptada donde se articulan la opresión machista, el
expolio, la muerte y la violencia contra los que históricamente han sido considerados
minoritarios.
Ahora bien, el discurso y la práctica transfeminista están emparentados con la
disidencia sexual y lo cuir, pero no se reducen a un discurso estético y prostético
a un discurso estético y prostético, sino que entre sus objetivos está configurarse
como proyecto político y ético que se vincula de manera interseccional con la
interdependencia que posibilita la sostenibilidad de la vida. Tomo el término
sostenibilidad de la vida desde la economía feminista. Dicha conceptualización se
refiere a poner en el centro de la discusión los trabajos que están sosteniendo la
vida: los trabajos de reproducción, de cuidados, el trabajo doméstico, el trabajo
sexual, los cuales son fundamentales para el desarrollo de las relaciones sociales y
económicas, ya que son el soporte para que la estructura capitalista pueda generar
plusvalía, aunque el sistema económico imperante los invisibilice.
Dentro de la economía feminista, la sostenibilidad de la vida se conecta, según
las reflexiones de Amaia Pérez Orozco, con la crítica a tres elementos fundamentales
para el sistema:

1. Desplazar a los mercados como el eje analítico y de intervención política,


es decir, que el centro de atención dejen de ser los flujos monetarios y la
creación de valor de cambio y pasen a ser los procesos de sostenibilidad de
la vida.

2. Situar al género como una variable clave que atraviesa el sistema


socioeconómico, es decir, no es un elemento adicional, sino que las relaciones
de género y desigualdad son un eje estructural del sistema, el capitalismo es
un capitalismo heteropatriarcal.

3. El tercer elemento es no creer en la objetividad como neutralidad


valorativa: creer que todo conocimiento del mundo está relacionado con
una determinada posición política, explicitar tu posicionamiento y crear

33
Ibíd., 17.
34
Ibíd., 26.

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Sayak Valencia

conocimiento con una clara vocación de transformar el sistema35.

En este sentido, el análisis feminista de la economía que coloca estos tres elementos
en el centro de la discusión busca articular un espacio de agenciamiento donde los
sujetos agentes no sean sólo las mujeres, sino que el esfuerzo por sostener la vida
sume a distintas trayectorias, corporalidades y sexualidades al proyecto común de
construir una vida vivible, fuera de los paradigmas de la economía y la política
tradicionales.
El movimiento transfeminista, recupera este objetivo común de sostenibilidad
de la vida para complejizar las relaciones entre los géneros y desesencializar al sujeto
del feminismo, para que éste no sean sólo las mujeres cis, blancas y heterosexuales.
Cabe puntualizar que los movimientos transfeministas están integrados por
multitudes contradictorias36, que direccionan sus fuerzas a objetivos comunes que no son
ni serán equivalentes en todos los casos y que varían y se reconfiguran en relación
a sus geopolíticas, pero que tendrán en común el no suscribir, no encarnar y no
reproducir las promesas del Estado-nación moderno, es decir, hacer de nuestra
excedencia una práctica política de disidencias. Al igual que otros movimientos
sociales el transfeminismo es un movimiento disidente; sin embargo, éste se funda
en la convicción de articular diálogos con otros movimientos de transformación
social más que circunscribirse o dialogar con el Estado.
Uno de los objetivos del transfeminismo o los transfeminismos es mostrar
transversalmente la necesidad de articular críticas profundas a las nociones
de identidad y a la reproducción sistemática y “naturalizada” de distintas
discriminaciones sobre los cuerpos por razón de género, etnia, clase, preferencia
sexual o diversidad funcional, a fin de que las distintas luchas de disidencia puedan
deconstruir integralmente las ficciones políticas de la modernidad y el Estado-
nación, basadas en la segmentación racista, sexista, etarista, clasista, homófoba y
capacitista.
El objetivo fundamental del transfeminismo es disidir desde la raíz y construir
una nueva subjetividad colectiva que haga frente a la subjetividad capitalística
contemporánea, pues como apunta Rossana Reguillo: “La disidencia exige
necesariamente una forma de desubjetivación, un arrancarse de sí, para construir
una nueva subjetividad. Resistencia, seducción, imaginación, advenimiento del
otro para configurar un espacio distinto-aparte en el que otra subjetividad se
hace posible”37. Así, desde los transfeminismos ya no queremos ser ciudadanxs-
35
Amaia Pérez Orozco, “¿Qué es la economía feminista?”, Mujerícolas. Personas que Habitan un
Cuerpo de Mujer, 22 de octubre de 2015, consultado en agosto de 2017, disponible en http://
mujericolas.blogspot.com/2015/10/que-es-la-economia-feminista.html.
36
Paolo Virno, Gramática de la multitud (Madrid: Traficantes de Sueños, 2003).
37
Rosanna Reguillo, “Disidencia: frente al desorden de las cajas abiertas – México, breve y
precario mapa de lo imposible”, E-misférica 10, no. 2, (2013), consultado en enero de 2018,

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El transfeminismo no es un generismo

consumidorxs sino transitar por otros circuitos, donde las agendas de los distintos
feminismos como proyectos políticos y devenires minoritarios nos hagan poner en
común prácticas de disidencia, supervivencia, cuidado e interdependencia.

Despatriarcalizar, decolonizar, desneoliberalizar para


construir en conjunto nuestras vidas
El heteropatriarcado capitalista y gore brinda pocas oportunidades de vivir, de ser
consideradx ciudadanx políticx, y cuando lo hace es como prebenda para aquellxs
que estén en concordancia con las epistemologías visuales binarias, es decir, que
representen el lado poderoso de las diferencias sexuales, raciales y de género. En
consecuencia, desde la perspectiva transfeminista la respuesta a esta precarización
vivida por las multitudes contradictorias es una invitación a apostar en conjunto por
la creación de un común basado en la desobediencia de género y de consumo, y en
la refundación de solidaridades entre clases-etnias-razas-géneros-(dis)capacidades.
Una desobediencia de las multitudes que funde una comunidad glocal, en la cual
existan las alianzas estratégicas.
En el contexto mexicano, los movimientos transfeministas tienen la
responsabilidad política de desnecropolitizar nuestro contexto cotidiano, para lo
cual es necesaria una crítica radical a las estructuras de la violencia, a la misoginia
y a la homofobia como categorías fundantes de la masculinidad y la feminidad
machista en nuestro país. Para desnecropolitizarnos es necesario hacer un trabajo
colectivo de despatriarcalización y decolonización, y también un trabajo intensivo
de desneoliberalización38 en el cual compartamos otras prácticas y perspectivas
que ya se llevan a cabo en distintos rincones del planeta, las que apuestan por la
sostenibilidad de la vida sin profesar discursos regresivos y sectarios, que basan sus
luchas en identidades segmentadas o en la esencialización biológica o geopolítica de
ciertos sujetos por encima de otros.
Los transfeminismos son entonces parte de una marea de movimientos políticos
y sociales que nos comunican que los feminismos exceden tanto a la izquierda
tradicional como a las voces de mujeres que se dedican a la gestión y administración
institucional del género. El transfeminismo no busca un diálogo con el soberano,
ni participar de los aparatos de verificación de verdad basados en el binarismo
femenino-masculino, hetero/homosexual, blanco/no blanco, sino que está
articulado en redes de cuerpos insurrectos y a-ciudadanxs que ya no reproducen
de manera sumisa el proyecto neoliberal y heteropatriarcal disfrazado de proyecto

disponible en http://hemisphericinstitute.org/hemi/es/e-misferica-102/reguillo.
38
En este sentido nos inspiramos en lo propuesto por las teóricas-artivistas de las naciones
originarias bolivianas: María Galindo, Julieta Paredes, Silvia Rivera Cusicanqui.

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nacional, y en cambio constituyen un nosotrxs cuidadano, es decir, una alianza


posible para la cuir-dadanía39.

Referencias bibliográficas
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Lugones, María. “Colonialidad y género”. Tabula Rasa (2008): 75-101.

39
Propongo un entrecruce de significados y trayectorias entre las palabras cuir (desviación
fonética españolizada y con inflexión decolonial de los movimientos queer) y ciudadanía
(entendida desde la economía feminista como una política de cuidados y de sostenibilidad de
la vida).

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El transfeminismo no es un generismo

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Sayak Valencia. Profesora adjunta en el Departamento de Estudios Culturales


del Colegio de la Frontera Norte, centro de investigación CONACYT (Ciudad de
México, México). También conocida como Margarita Valencia Triana. Doctora
en Filosofía, Teoría y Crítica Feminista, con Mención Europea, por la Universidad
Complutense de Madrid. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores,
Nivel 1. Poeta, ensayista y exhibicionista performática. Ha dictado conferencias y
seminarios sobre capitalismo gore, transfeminismos, feminismo chicano, feminismo
poscolonial, arte y teoría queer en diversas universidades de Europa y América.
Entre sus obras recientes se incluyen: Gore Capitalism (Cambridge MA: Semiotext(e)/
MIT), Capitalismo Gore (Madrid: Paidós, 2016, y Barcelona: Melusina, 2010), Adrift´s
Book (Badajoz: Aristas Martínez, 2012), El reverso exacto del texto (Madrid: Centaurea
Nigra Ediciones, 2007), Jueves Fausto (Tijuana: Ediciones de la Esquina/Anortecer,

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2004), así como diversos artículos académicos, ensayos y poemas en revistas de


España, Alemania, Francia, Polonia, México, Argentina, los Estados Unidos y
Colombia. Correo electrónico: sayak.valencia@gmail.com.

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