1.2 Aspectos Legales 1
1.2 Aspectos Legales 1
1.2 Aspectos Legales 1
Concepto de personalidad
«Es la aptitud o idoneidad para ser sujeto de derechos o titular de relaciones jurídicas».
(Barassi)
Tal aptitud corresponde, por principio, a todo individuo de la especie humana, esto es,
al HOMBRE, que en el lenguaje jurídico se denomina PERSONA.
Así, el Artículo 25 de nuestro Código Civil declara que las palabras hombre, persona, niño,
adulto y otras semejantes que en su sentido general se aplican a individuos de la especie
humana, sin distinción de sexo, se entenderán comprender ambos sexos en las disposiciones
de las leyes, a menos que por la naturaleza de la disposición o el contexto se limiten
manifiestamente a uno solo.
En tanto que el mismo texto legal, en su Artículo 55 proclama que son personas todos los
individuos de la especie humana, cualquiera que sea su edad, sexo, estirpe o condición.
Personalidad e individualidad
Artículo 55. Son personas todos los individuos de la especie humana, cualquiera que sea su
edad, sexo, estirpe o condición. Divídense en chilenos y extranjeros.
Son chilenos los que la Constitución del Estado declara tales. Los demás son extranjeros.
Personas Naturales
«La existencia legal de toda persona principia al nacer, esto es, al separarse
completamente de su madre.
La criatura que muere en el vientre materno, o que perece antes de estar completamente
separada de su madre, o que no haya sobrevivido a la separación un momento siquiera, se
reputará no haber existido jamás.»
Artículos 75 y 77 del Código Civil con respecto a los derechos del que
está por nacer
Artículo 75.
La ley protege la vida del que está por nacer. El juez, en consecuencia, tomará, a petición
de cualquiera persona o de oficio, todas las providencias que le parezcan convenientes para
proteger la existencia del no nacido, siempre que crea que de algún modo peligra.
Todo castigo de la madre, por el cual pudiera peligrar la vida o la salud de la criatura que
tiene en su seno, deberá diferirse hasta después del nacimiento.
Artículo 77.
Los derechos que se deferirían a la criatura que está en el vientre materno, si hubiese nacido
y viviese, estarán suspensos hasta que el nacimiento se efectúe. Y si el nacimiento
constituye un principio de existencia, entrará el recién nacido en el goce de dichos
derechos, como si hubiese existido al tiempo en que se defirieron. En el caso del Artículo 74,
inciso segundo, pasarán estos derechos a otras personas, como si la criatura no hubiese
jamás existido.
Ahora bien, termina la personalidad del hombre con la muerte. Por cierto, no intentaremos
definirla. Basta decir que ella pone fin a la existencia del hombre y, desde ese preciso
instante, deja de ser sujeto de derechos y obligaciones. Es lo que, en términos rotundos,
establece el Artículo 78: La persona termina en la muerte natural.
Sin embargo, respecto de la prueba de este evento, el Artículo 80 del Código Civil establece
una importante presunción. «Se presume muerto el individuo que ha desaparecido,
ignorándose si vive, y verificándose las condiciones que van a expresarse».
No es del caso señalar en estos apuntes el procedimiento relativo a la muerte presunta. Sólo
diremos que, en este punto, Andrés Bello, redactor de nuestro Código Civil, regló el
procedimiento de la Muerte Presunta con originalidad y agudeza, en términos tales que fue
copiado por la mayoría de los Códigos Privados del continente.
La ley, como se ha dicho, también reconoce la calidad de sujeto de derechos y gran parte de
los atributos que son propios de las personas naturales, a entes o cuerpos que surgen de la
necesidad o conveniencia de alcanzar ciertos fines que los hombres no podrían realizar por sí
mismos.
Por otra parte, hay intereses colectivos y ciertas finalidades sociales imposibles de proteger
y conseguir con los medios ordinarios de que dispone el individuo, ora por la limitada
potencialidad de la fuerza y de la actividad de un solo hombre, ora porque el carácter
complejo, permanente y durable de tal interés o finalidad, sería inconcebible con la
relativamente breve duración de la vida humana.
Tales entes reciben, en nuestra legislación, el nombre de personas jurídicas. También se las
llama cuerpos morales, entes morales, establecimientos, entidades, instituciones,
etcétera.
De derecho público: Las que son representadas por el Estado o en las que el Estado
tiene participación. (También lo son el Fisco, las municipalidades y algunas entidades
religiosas).
De derecho privado: Son aquellas que se rigen por las normas comunes del
Derecho Privado.
Sus estatutos se rigen por disposiciones distintas a las de nuestro Código Civil.
Personas Jurídicas sin fines de lucro
Pueden ser las Corporaciones (reunión de personas asociadas para el logro de un interés
común) o Fundaciones (que representan un patrimonio afecto, esto es, un conjunto de
bienes destinados permanentemente a un interés general dado por el fundador).
Conviene decir que, tanto las personas naturales cuanto las jurídicas tienen capacidad.
La capacidad, en sentido amplio, aparece definida como la aptitud legal para adquirir
derechos y ejercerlos por sí sola, esto es, sin la autorización o el ministerio de otra persona.
La capacidad de goce es la aptitud para adquirir derechos. Todas las personas tienen
capacidad de goce.
La capacidad de ejercicio, en cambio, es la aptitud legal para ejercer por sí misma los
derechos que le competen, sin el ministerio o autorización de otra persona.
Estas personas no pueden realizar actos jurídicos o contrato alguno. Si los realizaren, sus
actos y contratos no producen ningún efecto y son nulos, imposibles de sanear o remediar.
1. El menor adulto, esto es, la mujer mayor de 12 años de edad y menor de 18 y varón mayor
de 14 años de edad y menor de 18.
(Aún cuando, actúan en relación con su patrimonio profesional o industrial son plenamente
capaces, en los términos que señala el propio Código Civil)
2. El disipador interdicto, esto es, quien habitualmente gasta en forma desproporcionada
sus haberes y sin finalidad lógica alguna. Esta declaración debe efectuarla, por cierto, un
juez, al cabo de un procedimiento de interdicción.
El Artículo 565 del Código Civil declara que los bienes consisten en cosas corporales o
incorporales.
Corporales: Son las que tienen un ser real y pueden ser percibidas por los sentidos, como
una casa, un libro.
Incorporales: Son las que consisten en meros derechos, como los créditos y las servidumbres
activas.
Sin embargo, advertimos cierta impropiedad en esa clasificación aplicada a las cosas mismas
que, consideradas en sí, pueden ser definidas como «pociones separadas de la materia
circundante o, dicho en otras palabras, todo lo que existe en el mundo exterior y que
ocupa un lugar en el espacio, excepto el hombre» (Martino).
En este sentido, las cosas sólo pueden ser corporales. Por eso es que algunos autores han
calificado la distinción de las cosas en corporales e incorporales como una clasificación
desdichada. (Rigaud).
Hay, sin embargo, un hecho inamovible, cual es que el Artículo 565 recién transcrito
clasifica los bienes según que recaigan sobre cosas corporales o sobre cosas incorporales.
En esta parte, el Código Civil se pone excesivamente reglamentario. Baste retener esta
importante clasificación en bienes o cosas muebles e inmuebles, por lo que diremos luego.
Artículo 567. Muebles son las que pueden transportarse de un lugar a otro, sea moviéndose
ellas a sí mismas, como los animales (que por eso se llaman semovientes), sea que sólo se
muevan por una fuerza externa, como las cosas inanimadas.
Exceptúanse las que siendo muebles por naturaleza se reputan inmuebles por su destino,
según el Artículo 570.
Artículo 568. Inmuebles o fincas o bienes raíces son las cosas que no pueden transportarse
de un lugar a otro; como las tierras y minas y las que adhieren permanentemente a ellas,
como los edificios, los árboles. Las casas y heredades se llaman predios o fundos.
Artículo 569. Las plantas son inmuebles, mientras adhieren al suelo por sus raíces, a menos
que estén en macetas o cajones, que puedan transportarse de un lugar a otro.
Artículo 571. Los productos de los inmuebles, y las cosas accesorias a ellos, como las yerbas
de un campo, la madera y fruto de los árboles, los animales de un vivar, se reputan muebles,
aún antes de su separación, para el efecto de constituir un derecho sobre dichos productos o
cosas a otra persona que el dueño.
Lo mismo se aplica a la tierra o arena de un suelo, a los metales de una mina y a las piedras
de una cantera.
E) El plazo de prescripción adquisitiva ordinaria es de dos años, para los muebles y de cinco
años, en el caso de los inmuebles o bienes raíces.
F) La lesión enorme es un vicio del consentimiento que sólo puede darse respecto de
inmuebles, nunca de bienes muebles.
G) Quien se apropia ilícitamente de un bien mueble comete hurto o robo; quien lo hase de
un inmueble, comete usurpación.
De las cosas incorporales
Recordemos que, para nuestro Código Civil, las cosas incorporales son aquellas que no
pueden percibirse por los sentidos y son los derechos.
Existen, pues, dos clases de derechos, según nuestra legislación. En este punto, las
definiciones van acompañadas de ejemplos –no siempre del todo exactos- pero que revelan
el carácter pedagógico de nuestro Código Civil.
Artículo 578. Derechos personales o créditos son los que sólo pueden reclamarse de ciertas
personas, que, por un hecho suyo o la sola disposición de la ley, han contraído las
obligaciones correlativas; como el que tiene el prestamista contra su deudor por el dinero
prestado, o el hijo contra el padre por alimentos. De estos derechos nacen las acciones
personales.
Sólo mencionando esta vez al dominio –sin duda uno de los más relevantes y que trataremos
luego- los Derechos Reales son:
Derecho real de herencia: Es el que tienen los herederos del causante sobre la
universalidad jurídica que constituye su herencia.
La servidumbre (activa): Gravamen impuesto sobre un predio en utilidad de otro
predio de distinto dueño.
La prenda: Es un contrato por el cual se entrega una cosa mueble a un acreedor para
la seguridad de su crédito, otorgándole el derecho de perseguir la cosa empeñada,
retenerla en ciertos casos y pagarse preferentemente con el producto de su remate.
Sin duda alguna, uno de los derechos reales más relevantes es el denominado
Derecho de Propiedad.
Es tradicional considerar como definición del mismo, el texto del Artículo 582:
«El dominio (que se llama también propiedad) es el derecho real en una cosa
corporal, para gozar y disponer de ella arbitrariamente; no siendo contra la ley o
contra derecho ajeno».
Sin embargo, ni este artículo ni su fuente francesa consignaron el carácter exclusivo
de este importante derecho, ni mencionan la facultad de reivindicar que lo protege.
Una definición más precisa es: «Es el imperio absoluto y exclusivo del sujeto sobre la
sustancia de una cosa determinada y específica».
Características
Se advierten, pues, las principales características de este potente derecho:
1. Absoluto:
Es decir, el dueño tiene poder soberano para usar, gozar y disponer de la cosa a su
arbitrio, sin que nadie pueda impedirlo, dentro de los límites de la ley y del Derecho
ajeno. Confiere al titular o propietario el poder jurídico más amplio, completo y
general sobre la cosa que constituye su objeto.
2. Exclusivo:
Supone la existencia de un titular único y excluyente (la comunidad o copropiedad no
se opone a esta característica, pues cada comunero es dueño exclusivo de su parte o
cuota en la cosa común).
3. Es perpetuo:
No se encuentra sujeto a limitaciones en el tiempo, dura tanto cuanto dura la cosa
sobre la que recae y no se pierde por su no uso (sólo se pierde por la prescripción
adquisitiva de la misma cosa por parte de una persona distinta del dueño).
Facultades que Concede el Dominio a su Titular
1. Facultad de uso: Permite al dueño utilizar la cosa materialmente para su
provecho.
2. Facultad de goce: Permite al dueño apropiarse de los frutos (civiles o naturales)
y productos de la cosa.
3. Facultad de disposición: Permite al dueño disponer de la cosa, en dos aspectos:
a) Materialmente, de donde se sigue que el dueño puede, sin reproche jurídico,
destruir físicamente el bien, o
b) Jurídicamente, que significa una destrucción o alteración abstracta, si se quiere,
porque el dueño puede enajenar la cosa, esto es, despojarse o transferir el dominio a
otra persona, o bien, constituir sobre ella algún derecho limitativo de su dominio en
favor de otra persona.
Así, por ejemplo, las facultades de uso y goce pueden ser entregadas a una persona
distinta al dueño. Ello ocurre cuando el bien se da en usufructo, uso o habitación. Lo
propio ocurre cuando se da en arrendamiento o en comodato (préstamo de uso).
Ahora bien, a diferencia de lo expresado, la facultad de disposición nunca puede
estar radicada en persona distinta de su titular. Sin embargo, excepcionalmente,
puede verse privado de ella cuando esté afecto a una prohibición de enajenar, que
puede tener su origen en una decisión judicial (embargo) o voluntaria (acto o
contrato).
Modos de Adquirir el Dominio de las Cosas
La cuestión que revisamos, nos da oportunidad para revisar disposiciones que no podemos
dejar de conocer.
Recordemos que el Artículo 102 del Código Civil define al Matrimonio como un contrato
vitalicio en los siguientes términos:
El matrimonio es un contrato solemne por el cual un hombre y una mujer se unen actual
e indisolublemente, y por toda la vida, con el fin de vivir juntos, de procrear, y de
auxiliarse mutuamente.
Por su parte, el Artículo 135 señala la regla general en materia del régimen patrimonial del
matrimonio:
Por el hecho del matrimonio se contrae sociedad de bienes entre los cónyuges, y toma el
marido la administración de los de la mujer, según las reglas que se expondrán en el
título «De la sociedad conyugal».
Los que se hayan casado en país extranjero se mirarán en Chile como separados de bienes, a
menos que inscriban su matrimonio en el Registro de la Primera Sección de la Comuna de
Santiago, y pacten en ese acto sociedad conyugal o régimen de participación en los
gananciales, dejándose constancia de ello en dicha inscripción.
Que la regla general sea la sociedad conyugal, esto es, la confusión de patrimonios de los
cónyuges en uno solo, lo prueba el Artículo 1718 del Código Civil, a señalar que a falta de
pacto en contrario se entenderá, por el mero hecho del matrimonio, contraída la sociedad
conyugal con arreglo a las disposiciones de este título.
De las cosas fungibles y especies muebles que cualquiera de los cónyuges aportare al
matrimonio, o durante él adquiriere; quedando obligada la sociedad a pagar la
correspondiente recompensa. Pero podrán los cónyuges eximir de la comunión
cualquiera parte de sus especies muebles, designándolas en las capitulaciones
matrimoniales.
De todos los bienes que cualquiera de los cónyuges adquiera durante el matrimonio a
título oneroso.
No se podrán enajenar ni gravar los bienes raíces de la mujer, sino con su
voluntad.
Recordemos que la voluntad de la mujer deberá ser específica y otorgada por
escritura pública, o interviniendo expresa y directamente de cualquier modo en el
acto.
Podrá prestarse, en todo caso, por medio de mandato especial que conste de
escritura pública, pudiendo suplirse por el juez el consentimiento de la mujer cuando
ésta se hallare imposibilitada de manifestar su voluntad.
La mujer, por su parte, -continúa esta disposición- no podrá enajenar o gravar ni dar
en arrendamiento o ceder la tenencia de los bienes de su propiedad que administre
el marido, sino en los casos de los Artículos 138 y 138 bis.
(Esto es, si por impedimento de larga o indefinida duración,
como el de interdicción, el de prolongada ausencia, o
desaparecimiento, se suspende la administración del marido, o si
el marido se negare injustificadamente a ejecutar un acto o
celebrar un contrato respecto de un bien propio de la mujer, el
juez, previa citación del marido, podrá autorizarla para actuar
por sí misma)
El propio Artículo 1757 se encarga de recordarnos que los actos ejecutados sin
cumplir con los requisitos prescritos en los artículos recién indicados (1749,1754 y
1755) adolecerán de nulidad relativa.
Los artículos antes citados forman parte del texto hoy vigente y que tomaron ciertas
normas del Código Civil como consecuencia de las modificaciones de la referida Ley
18.802.
En lo relativo a la mujer casada, dispone la ley en su artículo segundo que ésta, a
contar de su fecha de vigencia, esto es, 07 de agosto de 1989, asume la calidad de
plena capacidad. De ello que sigue que puede realizar válidamente por sí misma y sin
autorización alguna todo tipo de actos o contratos.
Esta regla general, sin embargo, admite una excepción, que es la contenida en el
inciso final del Artículo 1754, en cuanto le limita el ejercicio de su derecho pleno
respecto de la enajenación, constitución de gravámenes, arrendamiento o cesión de
bienes de su propiedad que administra el marido.
Recordemos este inciso final: La mujer, por su parte, no podrá enajenar o gravar ni
dar en arrendamiento o ceder la tenencia de los bienes de su propiedad que
administre el marido, sino en los casos de los Artículos 138 y 138 bis.
(Estos artículos se refieren al caso que, si por impedimento de
larga o indefinida duración, como el de interdicción, el de
prolongada ausencia, o desaparecimiento, se suspende la
administración del marido, o si el marido se negare
injustificadamente a ejecutar un acto o celebrar un contrato
respecto de un bien propio de la mujer, el juez, previa citación
del marido, podrá autorizarla para actuar por sí misma).
Como es sabido, de acuerdo a las reglas generales, se consideran como bienes propios de los
cónyuges y –por ende- no ingresan al haber de la sociedad conyugal:
Los inmuebles que hubieren sido adquiridos sin esfuerzo o «a título gratuito» durante
el matrimonio.
Los bienes muebles que los cónyuges hayan excluido de la sociedad al momento del
matrimonio.
Los bienes que adquiere cada uno de los cónyuges durante la sociedad conyugal, a
virtud de acto o contrato cuya celebración se hubiere prometido con anterioridad,
siempre que la promesa conste en instrumento público o privado cuya fecha sea
oponible o alcance ensus efectos a terceros.
Incapacidad de la mujer
En el anterior texto del Código Civil, la mujer estaba afecta a una incapacidad relativa,
como se sabe, no en su condición de mujer sino por el hecho de estar casada bajo un
régimen de sociedad conyugal.
Para superar esta incapacidad relativa, la ley otorgaba validez a los actos de la mujer
cuando se otorgaran a través de su representante legal, su cónyuge; o cuando actuaba
autorizada por su marido en los casos y con las formalidades que la ley señalaba; o contando
con autorización judicial en subsidio de la marital; o también, mediante la ratificación por el
marido de los actos ejecutados por ésta sin su autorización, o de la justicia en subsidio.
La sanción para aquellos actos celebrados en contravención a las normas señaladas era la
nulidad relativa.
Se puso término, además, a la autorización del marido a su mujer para la actuación de ésta
en actos extrajudiciales.
Sin embargo, este error fue salvado con la Ley 19.335, que hizo recuperar a la mujer ese
derecho. Esta ley agregó, a continuación del Artículo 145, que pasó a ser 138:
Artículo 138 bis: Si el marido se negare injustificadamente a ejecutar un acto o celebrar un
contrato respecto de un bien propio de la mujer, el juez, previa citación del marido, podrá
autorizarla para actuar por sí misma.
Primera alternativa:
Es procedente que comparezca el marido ejecutando el acto o contrato, como administrador
de los bienes de su mujer, y ésta en un papel un tanto secundario y sólo prestando su
consentimiento.
Así es lo que parecer desprenderse de los citados Artículos 1754 y 1756, en cuanto dicen que
se pueden enajenar los bienes raíces de la mujer con su voluntad, y que sin autorización de
ésta el marido no podrá arrendar o ceder la tenencia de los inmuebles de ella en los casos
que señala.
El marido, pues, asumiendo el carácter de administrador de los bienes de su mujer debe ser
quien los enajene, grave, arriende o ceda su tenencia. Ello, sin perjuicio de contar con la
venia, consentimiento o autorización de ésta, la cual, como lo señala el Artículo 1754, sólo
puede ser otorgada de manera específica y por medio de escritura pública o interviniendo en
forma directa y expresa en el acto o contrato.
Este consentimiento podrá ser suplido por el juez cuando la mujer está impedida. No cuando
ella no puede celebrar el acto o contrato (no olvidemos que es propietaria del bien que se
enajena).
Actuando el marido como administrador de los bienes, y la mujer de la forma antes dicha, es
evidente que tendremos un contrato legalmente bien estructurado.
Sin embargo, analicemos el caso en que sea la mujer quien celebra el acto jurídico y el
marido quien comparezca, autorizando.
De acuerdo a lo que hemos dicho, diremos que este contrato está mal estructurado.
Lo dicho parece tan extraño como si, por ejemplo, en una sociedad cualquiera -y el
matrimonio bajo este régimen de bienes lo es, por cierto- aparecieran los socios que carecen
de facultades de administración, no obstante ser dueños, celebrando un determinado
contrato, interviniendo el administrador simplemente «de comparsa» o dando su
aquiescencia a un contrato que era llamado a realizar por las facultades que le fueron
concedidas en el pacto social.
A nuestro juicio, al igual que en este ejemplo, la mujer está inhabilitada para administrar
sus bienes propios, salvo en aquellos casos en que el marido se encuentre impedido,
o en que haya lugar a la administración extraordinaria de la sociedad conyugal, lo cual es
una situación que altera el régimen normal.
Sin embargo, hay casos en que la mujer se ve liberada del todo de esta administración y
puede gestionar libremente sus bienes, sin requerir la autorización de nadie.
Existen cinco casos de excepción o modificación a las reglas de la sociedad conyugal como
estatuto patrimonial ordinario del matrimonio.
Artículo 140. Las reglas de los artículos precedentes sufren excepciones o modificaciones por
las causas siguientes:
La separación de bienes.
El divorcio perpetuo.