Hermano Francisco
Hermano Francisco
Hermano Francisco
Hermano
Francisco La vida de
Francisco de Asís
HERMANO FRANCISCO
La vida de Francisco de
Asís
por
JAKOB STREIT
Contenido
El laudista 7
Entonces se encontró con su mirada 11
En prisión 14
El ataque 15
La transformación 17
El encuentro 19
Deja la casa de su padre 22
El mendigo de San Damiano 25
Los hermanos de Portiuncula 28
El hermano buey 29
Ángelo y los ladrones 31
Clara y sus hermanas 35
El feroz lobo 37
El grillo en la higuera 39
El sermón de los pájaros 40
Hermano burro 42
La Navidad en la gruta 43
En el Monte Alverno 45
El cántico del sol 49
El pacifista 54
Despedida de la vida terrenal 56
El laudista
Había una vez un chico que amaba la diversión, y era muy
guapo, su nombre era Francisco. Una tarde estaba tocando el laúd
en lo alto de la terraza, cuando empezó a caer la noche. En el
pequeño pueblo de Asís donde él vivía, se hablaba italiano, pero
Francisco estaba cantando una canción francesa, pues su madre
era de Francia y le había enseñado a cantar. Estaba tratando de
encontrar la melodía, así que cantaba muy bajito, mientras lograba
que todo sonase con armonía.
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las sombras de sus amigos. Uno de ellos le llamó: “¡Francisco,
baja! ¡Queremos cantar contigo!”
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algo!” En el sótano, Francisco encontró a tientas dos jarros de
vino, los muchachos los llevaron cuidadosamente de vuelta a la
terraza. Ahora algo sucedía, cantar era un trabajo que daba sed.
Pronto el ruido fue mucho mayor y acompañado de carcajadas.
Cuando los jarros estuvieron vacíos, uno de los muchachos dijo:
“¡Vamos por el pueblo despertando a los que duermen!” Antes de
que acabara de decirlo, ya estaban en acción. Bajaron por las
escaleras dando tumbos hasta llegar al camino empedrado,
Francisco iba al frente cantando con todos los demás maullando,
rebuznando y relinchando detrás suyo. Y así avanzaron por el
pueblo bajo la luz de la luna. Algunas personas se enojaron y
gritaron por las ventanas, pero a otros los cantos les parecieron
graciosos, y se quedaron de nuevo dormidos.
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Entonces se encontró
con su mirada
El padre de Francisco, Bernardone, era dueño de una tienda
de telas lujosas. El lugar prácticamente brillaba por las sedas,
terciopelos e hilos de oro y plata con los que estaban bordados.
Las mujeres ricas del pueblo y de los castillos cercanos gustaban
de comprar en la tienda de Bernardone.
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En prisión
El pueblo de Asís y el pueblo de Perugia se habían vuelto
enemigos. Francisco y sus amigos se armaron para tomar parte en
un ataque sorpresa sobre Perugia. Pero los perugianos estaban
alertas y muchos de los jóvenes guerreros de Asís fueron tomados
prisioneros y llevados a la prisión del pueblo. La escasa comida y
el terrible aburrimiento dejaron a los jóvenes en la desesperación.
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El ataque
El padre de Francisco, Bernardone, estuvo de acuerdo con el
deseo de su hijo de convertirse en un noble caballero. Francisco
pudo comprar un caballo pura sangre y brillante armamento. Sus
ropas y armadura eran iguales a las de cualquier caballero noble.
Así que dejó su casa para tomar parte en un ataque en el sur de
Italia.
15
Cuando Francisco despertó de este sueño, y miró de reojo su
espada, su escudo y su lanza, éstos le parecieron ajenos. El mismo
día regaló todo su armamento a un pobre hombre noble y
comenzó el viaje de regreso a Asís, perdido en sus pensamientos
acerca de todo lo que había experimentado.
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La transformación
Después de su regreso a casa en Asís, Francisco se enfermó,
durante días sufrió una terrible fiebre que le llevó a estar al borde
de la muerte. Su madre le cuidó día y noche y solía rezar al lado de
su cama. En su delirio febril, el paciente gritaba y hablaba como si
estuviese combatiendo demonios. Pero después de muchos días,
le invadió la paz y, afortunadamente, le fue posible dormir.
Francisco se recuperó, y cuando pudo, de nuevo, convivir con
su familia y amigos, estaba completamente cambiado. Sus viejos
amigos no comprendían por qué no quería salir y celebrar con
ellos. Su padre estaba molesto pues Francisco comenzó a regalar
sus ropas a los pobres, y dejó de ser el hijo que antes admiraba.
Su padre también pensaba que los ladrones habían robado el
armamento de Francisco, y eso le enojó muchísimo.
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Ahora Francisco era un mendigo como todos los demás. Fue a
la tumba de San Pedro y dejó ahí el resto de sus monedas a
manera de sacrificio, se quedó ahí por largo tiempo en oración.
Cuando se levantó, regresó al lugar de los mendigos, y ellos le
compartieron pan.
El encuentro
Durante aquellos días, Francisco solía caminar o cabalgar sin
rumbo fijo en los alrededores de Asís. Su padre había tomado su
manto de mendigo, lo había desgarrado y lo había desechado.
También había dado a Francisco un manto decente para portar.
Un día, mientras cabalgaba por esos lugares, se encontró con un
vagabundo. Debido a que aquel hombre tenía una enfermedad
contagiosa, no se le permitía la entrada al pueblo. Vivía en las
afueras, desdeñado y rechazado, tan solo esperando la muerte.
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cuando se haya terminado ese dinero, le daré más, tanto como
sea necesario”.
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de vuelta a casa. Encerró a Francisco en un lúgubre sótano por
unos días. Después de que sus súplicas no hicieron que Francisco
cambiara sus intenciones, Bernardone le golpeó fuertemente y le
encadenó. Pero éste no cedía, se había convertido en la burla del
pueblo. Francisco resistió en silencio, pacientemente, pero no
cambió de parecer.
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Con esas palabras, Francisco colocó las ropas y el dinero en el
suelo. Bernardone palideció y permaneció en silencio. Pero el
obispo se conmovió con el valor y fuerza de voluntad del joven. Le
cubrió con su propio manto y le envió a seguir su camino con un
hábito de peregrino. Desde ese momento, Francisco contó con un
buen amigo; el obispo.
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la lámpara de la iglesia. Cuando encontraba jóvenes sin nada qué
hacer, les decía: “¡Vengan a ayudarme con la renovación de la
Iglesia de San Damiano!” Y así, el trabajo de reconstrucción
progresó muy bien, para gran satisfacción del sacerdote de la
iglesia; el Padre Pietro.
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vuestras bolsas, ni alforja para el camino, ni dos ropas de vestir, ni
calzado ni bordón, porque el obrero es digno de su alimento”.
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El hermano buey
Francisco tenía la costumbre de cargar una escobilla de pasto
en su cinturón para limpiar las iglesias antes de dar el sermón. En
una ocasión llegó a una pequeña iglesia que se alzaba al centro de
un campo cultivado. Francisco entró y comenzó a barrer con su
escobilla.
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estaban en el campo, se acercaron con sus otros hijos, la situación
dio un vuelco. Habían observado la extraña transacción. Gimiendo
suplicaron que el valioso animal les fuese devuelto.
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Un poco después, Francisco regresó a la ermita. Llevó consigo
las limosnas que había recibido, un saco lleno de pan y una botella
de vino. Ángelo, con la frente en alto, le contó emocionado acerca
de cómo había asustado a los malvados ladrones. Francisco le miró
por un momento, silencioso y muy serio, y luego dijo: “Ángelo, ¿tú
piensas que tus duras palabras han ayudado a esas almas perdidas
en algo? Los pecadores pueden entrar en razón a través de la
gentileza. Cristo dijo: ‘No he venido para los virtuosos, sino para
los pecadores.’ Así que te ordeno ahora: Toma este saco de pan y
vino, apresúrate a buscar a los tres hasta encontrarlos. Ofréceles
pan y vino en mi nombre. Humildemente, pide su perdón. ¡Y diles
que me dará mucho gusto verlos!”
33
Poco después, Ángelo entró silenciosamente a la oscura capilla
con la lámpara. Encontró a los tres hombres durmiendo sobre el
suelo alrededor del altar. Cuidadosamente puso la lámpara, el
pan y el vino sobre el altar. Hizo la señal de la cruz sobre cada uno
de los que ahí dormían y murmuró una bendición antes de salir
sigilosamente y cerrar la puerta detrás de sí.
35
los Hermanos estaban reunidos en la pequeña iglesia alumbrada
por velas. Ahí, ante el altar, Clara se despidió del mundo exterior.
Se desprendió de todas sus joyas y las dio a los pobres, un
Hermano le cortó el cabello muy corto. Francisco le habló
respecto a los deberes de una Hermandad. Podían, sobre todo,
brindar servicio a los enfermos y ancianos, y, de ese modo,
compartir el amor de Cristo con los demás. Al amanecer Francisco
y Rufino les acompañaron al pequeño convento del Monte
Subiaso. Más tarde, se construiría un convento en San Damiano.
El feroz lobo
Cerca de la ciudad amurallada de Gubbio, había un lobo al
acecho, y estaba generando mucho miedo en la región. No sólo
devoraba ovejas y cabras de los rebaños, sino que también
atacaba a las personas. Incluso, había dejado a algunos animales
yaciendo entre su sangre y despedazados a mordidas, sin
comerlos. Cada vez que los ciudadanos salían de la ciudad
amurallada, preferían portar armas. El temor de este lobo era
enorme, y hasta el momento no habían logrado atraparle.
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Francisco dijo: “Haré las paces entre tú y la gente del pueblo.
No te perseguirán más, y sus perros te dejarán en paz. Ellos
pondrán comida para ti afuera de sus casas, para que no ataques
a sus rebaños. ¿Esto te parece bien?”
El grillo en la higuera
Junto a la choza de Francisco en Portiuncula crecía una
higuera. Una mañana de verano Francisco despertó con el cantar
de un grillo. ¡Qué júbilo! Salió para tratar de encontrar al músico
grillo. Francisco descubrió al grillo sobre la hoja de una higuera. A
Francisco le gustaba hablar a los animales, así que alargó su mano
y dijo: “Hermana Grillo, ¡ven a mí!” ¿y qué crees? Que el pequeño
insecto trepó a su mano y comenzó a cantar de nuevo.
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40
Hermano Leo se sorprendió al ver a Francisco elevar sus brazos
haciendo una gran señal de la Cruz hacia el cielo.
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Hermano Burro
La madre de Francisco le había dicho una vez: “El día antes de
que nacieras, tu padre estaba de viaje. Un viejo hombre, muy
digno y desconocido para mí, se me acercó. Parecía estar en una
peregrinación. Su tono era grave y serio. Me juró que tú nacerías
en un establo. Al acercarse el momento de tu nacimiento, yo fui
con la nana al establo. El buey y el burro estaban ahí de pie, y
había paja en el pesebre. Cuando naciste, la nana te puso en el
pesebre del burro por un rato. Es tal vez por eso que siempre has
tenido un gran amor por el burro, y siempre le llamas Hermano
Burro”.
42
La Navidad en la gruta
Una Navidad, Francisco y sus Hermanos pasaron ese especial
día en una gruta. Sucedió así: Francisco tenía un amigo en Greccio
que era muy respetado y tenía gran influencia en el pueblo. Su
nombre era Giovanni y él quería celebrar la Navidad con
Francisco. Giovanni le había hablado a Francisco de la gruta que
se encontraba cerca del pueblo. Era muy parecida a la de Belén,
que había servido de abrigo en el nacimiento de Jesús. Francisco
le dijo a Giovanni: “¡Eso es maravilloso! Para la Nochebuena,
consigue un poco de paja y un pesebre, y un buey y un burro para
llevar a la cueva. Yo traeré a mis Hermanos. Queremos mostrar a
las personas el tipo de lugar tan pobre en el que nació Jesús, a
través de una imagen viva. Nuestro sacerdote, Silvestro, dirá la
misa de Navidad en el Nacimiento”.
43
Como esta experiencia fue inolvidable para todos los
presentes, un segundo Belén se celebró en aquel lugar. Desde
entonces, las iglesias han puesto imágenes del nacimiento en el
tiempo de Navidad.
44
En el Monte Alverno
Durante sus viajes, Francisco solía predicar día tras día para
poder reconfortar y fortalecer a las personas, pues sentía gran
compasión por ellos con sus problemas y penas. Pero después de
un tiempo, comenzó a sentir un fuerte deseo por retraerse y
encontrar un lugar tranquilo donde poder estar solo.
En la Toscana vivía un conde noble de nombre Orlando. Había
escuchado muchas cosas maravillosas de Francisco, pero nunca
había tenido la oportunidad de verle o escucharle en persona. En
ese tiempo, Francisco estaba viajando por la Toscana. Un día,
escaló a lo alto de una muralla en un pequeño pueblo para poder
predicar desde ahí. Sucede que el Conde Orlando estaba visitando
ese mismo pueblo ese día. Lleno de expectativa, tomó su lugar
entre los escuchas y estuvo muy feliz de que su deseo por ver y
escuchar a Francisco estuviese siendo satisfecho.
45
Cuando hayas vuelto a tu castillo, quisiera enviarte a dos
Hermanos para que puedan visitar la montaña y hablarme de
ella”.
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cafés, les preguntó: “¿Son los Hermanos de Francisco de Asís, de
quien tantas cosas buenas he escuchado?”
47
Desde entonces, cuando Francisco se reunió con ellos de
nuevo, los Hermanos observaron que las heridas de Cristo, el
crucificado, estaban en las manos y pies de Francisco. Su costado
derecho parecía haber sido herido por una espada.
Frecuentemente fluía sangre de esa herida. Francisco escondía de
los demás estas marcas de su encuentro con Cristo. Pero los
Hermanos lo sabían, y les preocupaba que la vida de Francisco
estuviese llegando poco a poco a su fin.
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le mantenían despierto, evitando que pudiese escapar de su dolor
durmiendo, y sufría por sus ojos infectados.
50
Il Cantico di Frate Sole
52
Cántico al Hermano Sol
53
El pacifista
El último verano se desdibujó. El año avanzaba hacia el otoño.
El obispo de Asís quería ofrecer cuidados a Francisco en su
palacio. Así, Francisco fue llevado a la casa de piedra en la ciudad.
El Hermano Leo y el Hermano Ángelo continuaron cuidando de
Francisco, ya muy enfermo.
56
Loado seas, mi Señor, por nuestra hermana la Muerte
corporal,
De la cual ningún hombre viviente puede escapar.
¡Ay de aquellos que mueran en pecado mortal!
¡Bienaventurados aquellos a quienes encuentre en tu
santísima voluntad,
Porque la muerte segunda no les hará mal!
Load y bendecid a mi Señor,
dadle gracias y servidle con gran humildad.
57
Francisco de Asís – querido y
admirado por más de 700
años.
38 Main Street
Chatham, NY 12037