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JUMILLA, OCTUBRE 1995

"LAS SIETE PALABRAS DE MARÍA"


(Enseñanza sacada del libro "Las palabras de María" del Padre Diego Jaramillo)

Introducción.

María es la madre de Jesús, el Hijo de Dios. Ella es la madre de la Iglesia. Mirando a


María podremos reconstruir en nosotros la línea y la estructura de la Iglesia renovada.

Lo importante no es decir mucho de ella, sino dejar que ella nos hable: escuchar sus
'palabras' (sus actitudes, su forma de vida). Para escucharla debemos hacernos alumnos de su
escuela.

Podríamos recurrir a lo que ella dijo en Lourdes, Fátima o Medjugorje (Yugoslavia), o en


otras de sus apariciones. Sin embargo todos estos hechos se pueden aceptar o rechazar, y la Iglesia
respeta la libertad de sus hijos en este sentido.

Pero hay unas palabras de María que tienen vigencia para todos los cristianos, católicos o
protestantes, incluso mormones o testigos de Jehová. Estas son las palabras de María que
aparecen en los Evangelios.

María no escribió un quinto evangelio, ni cartas como San Pablo, que hubieran sido muy
enriquecedoras e iluminadoras. En el Nuevo Testamento lo que se oye es principalmente el
'silencio de María': Mateo y Marcos no citan ninguna palabra de María, Lucas tiene cinco citas en
este sentido y Juan solamente dos. Siete frases o expresiones que sin embargo constituyen todo un
programa de vida cristiana.

Otra enseñanza sería la de las presencias silenciosas de María, 'que todo lo guardaba en su
corazón' (Lc 2, 19 y 51), igualmente rica aunque quizá más controvertida.

La primera palabra.

Las dos primeras palabras de María las encontramos en el pasaje de La Anunciación (Lc
1, 26-38), que se desarrolla en Nazaret, pueblito sin importancia. Aquí se sitúa la primera escuela
de María, una escuela de humildad, fe, oración, servicio y amor.

María, joven israelita, conocía la palabra y las promesas de Dios, y oraba para que el
Mesías llegara para salvar a su pueblo. Por ello ella deseaba y amaba ya a Cristo antes de la
misma Anunciación.

Lucas describe La Anunciación con un diálogo entre el Ángel y María. El Ángel le anuncia
la concepción de Jesús con expresiones similares a las que en los mensajes proféticos del Antiguo
Testamento anunciaban al Mesías. María personifica aquí al pueblo amado de Dios que recibe la
promesa.

Ante este anuncio María pronuncia su primera frase: "¿Cómo podrá ser esto, pues yo no
conozco varón?" (Lc 1, 34).

Esta es una palabra de DIALOGO CON DIOS. María ESCUCHA A DIOS y DIALOGA
JUMILLA, OCTUBRE 1995

CON EL. María no comprende pero no se cierra al diálogo con Dios, y confía sin entender.

El ateo no pregunta porque no acepta; el creyente escucha, es interpelado, y entonces


pregunta porque sabe que Dios le responderá. Lo que María dice es: "Señor, ¡cómo quieres actuar
en mi vida?, pues tu llamada supera todos mis cálculos y posibilidades". María escucha, acepta y
se ofrece como colaboradora, se consagra a Dios.

La segunda palabra.

El Ángel le anuncia como se hará todo: "El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la virtud del
Altísimo te cubrirá con su sombra ..." (Lc 1, 35).

El Espíritu estuvo al principio de los tiempos (Gn 1, 2), y ahora sobrevuela sobre el nido
donde brotará la vida. El Espíritu bajaba como nube sobre la tienda de la alianza y habitaba en el
templo, ahora su nube cubre a María y ella se convierte en el templo donde viene a morar el Verbo
eterno.

Todos necesitamos que el Espíritu nos cubra y more en nosotros, sólo El puede cambiar
nuestro corazón, sólo El hará que Jesús crezca en nosotros.

María dijo: "He aquí la esclava del Señor. Hágase en mi según tu palabra" (Lc 1, 38).
María respondió con una palabra de HUMILDAD, OBEDIENCIA A DIOS y ACTITUD DE
SERVICIO. Ser esclavo de Dios es entrar en la actitud de los hombres de la Biblia que no
pregunta: "Señor, ¿Tú qué puedes hacer por mi?", sino que se ofrecen exclamando: "Señor, ¿qué
quieres Tú que yo haga por Ti?".

María en ese instante se convierte en Madre de Dios y morada del Espíritu Santo. Cuando
yo haga lo mismo Jesús entrará efectivamente en mi vida.

La tercera palabra.

La tercera y cuarta palabras de María aparecen en el pasaje de la visita a sus familiares


Isabel y Zacarías (Lc 1, 39-56), en el pueblecito de Ain Karim.

La Virgen andó tres o cuatro días desde Nazaret a Ain Karim. Iba alegre y dispuesta a
ayudar. Ella iba a anunciar el mensaje de la Salvación, la Buena Nueva de la Paz (por eso Ella es
la 'Estrella de la Evangelización'), y también iba a servir. Ya lleva a Cristo y está deseosa de servir
y anunciarlo.

En el versículo cuarenta se dice que "entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel". El


saludo entre judíos no puede ser otro que "Shalom" (la PAZ contigo). 'Shalom' resume para el
judío todas las gracias y bendiciones que Dios derrama. 'Shalom' pide la presencia de Dios en el
corazón, y desea salud física y psicológica, y prosperidad.

Al saludar María hay una efusión de PAZ y el Bautista recibió la gracia (un Bautismo en el
Espíritu Santo que ya habitaba en María). ¡Cuántas más gracias recibiría el Bautista en los tres
meses que María permaneció en Ain Karim!.

La PAZ DE DIOS que lleva María provocó una lluvia de CARISMAS: palabras proféticas
de Isabel, sanación interior de ella y Zacarías, ... La presencia de María, inseparable de Jesús nos
JUMILLA, OCTUBRE 1995

santifica, nos SANA, nos enriquece.

La cuarta palabra.

Cuando el Arca de la Alianza recorría Israel el pueblo cantaba, danzaba y alababa con
júbilo. Igual ocurre con María en casa de Zacarías. María recibe la alabanza de Isabel y exultante
entona el "Magnificat" (Lc 1, 46-55).

Este canto es un estremecimiento de GOZO y GRATITUD. Este cántico anuncia el nuevo


Evangelio de Jesús. María así se convierte en maestra de ALABANZA.

María primero muestra que se siente grande cuando ve lo que en ella hace Dios (Lc 1, 46-
50): Ella canta a Dios, El es el Señor, el Salvador. Luego se recrea la Virgen en las obras de Dios
(Lc 1, 51-53) y la fidelidad divina (Lc 1, 54-55).

La quinta palabra.

Esta quinta palabra la encontramos en el pasaje del 'niño Jesús en el templo' (Lc 2, 41-52).
En el versículo 48, tras encontrar a su hijo, María dice: "Hijo, ¿por qué has obrado así con
nosotros? Mira que tu padre y yo, apenados, andábamos buscándote".

Al cabo de tres días (de oscuridad y sufrimiento, de búsqueda desesperada) fue encontrado
Jesús en el templo. Todo esto es signo de su resurrección y coronación.

En el templo es donde está Cristo y no en otro lado, ¿dónde sino iba a encontrarse Jesús?.

María no entiende y pregunta de nuevo. Luego le dice que angustiados le BUSCABAN.

El problema actual no es que Dios se esconda (en realidad El siempre está a nuestro lado)
sino que el hombre no desea encontrarse con Dios. El se deja buscar, pero para verlo hay que ser
limpio de corazón (aveces esos ojos se limpian con las lágrimas del arrepentimiento).

No te contentes con hallar a Dios una vez o dos. Hay que buscarlo constantemente. María
siempre BUSCA a Jesús (en las figuras siempre aparece con El o mirando al cielo).

El hombre que no busca a Dios prescinde de algo esencial. El está en todas partes,
debemos buscarle sin cesar y de todas las formas posibles.

La sexta palabra.

Las dos palabras de María que nos da el evangelista Juan se encuentran en el pasaje de las
'Bodas de Caná' (Jn 2, 1-11).

María descubre que algo va mal y entonces se dirige a Jesús y dice: "No tienen vino" (Jn
2, 3). Suplica por los que sufren.

La Virgen nos enseña cual debe ser nuestra relación con Dios y con los hombres: palabra
de INTERCESIÓN. Es tan importante hablar de Dios a los hombres como hablar a Dios de los
hombres. Lo primero es predicar (contar las maravillas de Dios), lo segundo interceder (contar a
Dios la pobreza de los hombres).
JUMILLA, OCTUBRE 1995

La intercesión definitiva antes el Padre sólo la hace Jesucristo, único Mediador (1 Tim 2,
5). Pero María es la mediadora que atenta a Cristo y a los hombres, suplica a su hijo.

El vino es signo de la restauración Mesiánica: el vino viejo del Antiguo Testamento se


agota y María pide el vino nuevo del Nuevo Testamento, el Espíritu Santo. María pronuncia la
primera súplica por el vino nuevo, y su oración desencadenará Pentecostés. Ella es la que puede
provocar sobre todos el Bautismo del Espíritu Santo.

La séptima palabra.

Es la última que se pone en los labios de María, es la coronación de su escuela, su


testamento espiritual.

María muestra el camino del discipulado con la invitación a OBEDECER a Cristo:


"Haced lo que el os diga" (Jn 2, 5). Ella obedeció antes y ahora nos remite a Jesús, desde ahora
será El quien hable y actúe.

Jesús dijo: "Llenad las cántaras de agua". Orden desconcertante que los sirvientes
obedecieron porque María abrió sus corazones a la obediencia.

Eso mismo debo hacer yo: escuchar, obedecer, esperar y creer. Ella afirma que debemos
aceptar el programa de Jesús sin condiciones, sin conocerlo.

El agua cambió en vino y la tristeza del corazón en gozo. En OBEDECER A CRISTO


consiste toda nuestra salud.

Conclusión.

El número siete en la simbología bíblica indica la perfección. El hablar de ocho es ya la


plenitud, lo más allá de la perfección.

Hay una octava palabra de María, que se puede asegurar que ella pronunció muchas
veces, aunque no figure: "JESÚS".

Ella vivía en función de Jesús. Su mirada y su corazón siempre estaban con El. Al principio
de la predicación de Jesús la gente decía: "Jesús el de María" (Mc 6, 3), y al final "María, la
madre de Jesús" (Hc 1, 14).

El nombre de Jesús es la LUZ ..., es el ALIMENTO. Repara fuerzas y llena el espíritu.


Teniendo la mirada siempre fija en El alcanzaremos la plenitud.

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