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Mes de Maria

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María Santísima la Madre del

Señor

Mes Mariano
Conferencia Episcopal Boliviana
Área de Evangelización
Sección Piedad Popular
María Santísima la Madre del
Señor

Los cristianos reconocemos la relación vital que une al Hijo de


Dios y a la Madre del Hijo de Dios, entendiendo que también
ella es nuestra Madre. La santidad inmaculada de la Virgen
hace que los creyentes la veneremos como reina gloriosa del
cielo y estemos seguros que está llena de misericordia,
intercede por nosotros y nos protege. Las personas más
sencillas, pobres, marginadas de la sociedad la sienten cercana,
saben que fue pobre como ellos, sufrió mucho y fue paciente.

Esto hace que sintamos compasión por su dolor en la


crucifixión y muerte de su Hijo y nos alegremos por su
Resurrección. Celebremos con gozo sus fiestas, participemos
con gusto en sus procesiones, acudamos en peregrinación a sus
santuarios, cantar en su honor, presentarle ofrendas votivas.

Los meses dedicados a la Virgen María: el mes de Mayo, que


en gran parte coincide con los cincuenta días de la Pascua, los
ejercicios de piedad deberán subrayar la participación de la
Virgen en el misterio pascual (cfr. Jn 19,25-27) y en el
acontecimiento de Pentecostés (cfr. Hech 1,14), que inaugura el
camino de la Iglesia: un camino que ella, como partícipe de la
novedad del Resucitado, recorre bajo la guía del Espíritu. Del
17 al 24 de diciembre, el protagonismo de María
Santísima es de primer orden.

La Liturgia de Adviento nos ofrece una hermosa y sólida


mariología a partir del Acontecimiento de Cristo. Las fiestas
del Señor, en las cuales se celebran los misterios de salvación
durante el curso del año", misterios a los cuales está
ciertamente asociada santa María Virgen.

María fue objeto de una predilección divina. Es, la Predilecta


de Dios, la llena de gracia. Ninguna creatura ha recibido
jamás un testimonio tan directo del amor divino. Ello la sitúa
en un indiscutible lugar de privilegio, que la tradición cristia-
na se afana por realzar. Tal postura es del todo lógica. Jamás
podrá ignorar a María quien ansíe conocer a Jesucristo.
La Oración del Avemaría

La plegaria del Avemaría, tan profundamente arraiga en la


piedad cristiana, encierra el gran Misterio de Dios en María
de Nazaret. Sus frases tan sencillas esconden el don de Dios a
la humanidad, a través de María. La tradición cristiana ha
venido a unir en esta oración mariana por excelencia los
relatos que san Lucas nos presenta en torno al hecho de la
anunciación (Lc 1,26-38) y más adelante en la escena donde
Isabel recibe la visita de María (Lc 1,39-45).

María se ha declarado esclava del Señor. María sale de su


historia para compartirla y expandirla en el pueblo
representado por Isabel, madre de Juan el Bautista (Lc 1,36).
En ambas entrañas fecundas corre la historia de la salvación
en sus dos grandes momentos: Tiempo de las Promesas y
tiempo de Cumplimiento. Isabel entiende el sentido de la
visita y encuentro con María. Le dedica la gran
bienaventuranza: “Bendita tú eres entre las mujeres y bendito
el fruto de tu vientre” (Lc1,42); “Bendita tú, porque has
creído, porque se cumplirá lo que Dios te ha
prometido” (Lc1,45).

Isabel ha definido a María como la creyente. María es


dichosa por haber creído, porque ha dejado que el Espíritu de Dios se adueñe de su vida y la fecunde.
Es bendita entre las mujeres, porque en Ella ha obtenido fecundidad toda nuestra historia.

“Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores,


ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.” Conoció diversas
fórmulas, hasta que en 1568 el Papa Pío V establece la que ha
llegado hasta nosotros. La recitación del Avemaría ha
encontrado su lugar más apropiado en el Rosario. La invocación
se apoya en la verdad fundamental acerca de María: Ella es
Madre del Hijo de Dios. Es aquí que se sintetiza los rasgos
principales de la veneración hacia la Madre del Hijo de Dios. En
Ella, se combina la alabanza, la petición, el contenido bíblico, el
cariño, el amor, su compañía permanente: “ahora” (momento
presente) “y en la hora de nuestra muerte” (momento
escatológico). La expresión aramea “Amén” concluye la plegaria
del Avemaría, es la expresión que concluye las oraciones
litúrgicas de la Iglesia.
El Rezo del Rosario

Recitar el Rosario, es en realidad contemplar con María el rostro


de Cristo. El Rosario, comprendido en su pleno significado,
conduce al corazón mismo de la vida cristiana y ofrece una
oportunidad ordinaria y fecunda espiritual y pedagógica, para la
contemplación personal, la formación del Pueblo de Dios y la
nueva evangelización. (Rosarium Virginis Mariae N°2).

El Rosario a partir de la experiencia de María, es una oración


marcadamente contemplativa, sin esta dimensión se
desnaturalizaría. El rezo del Rosario exige un ritmo tranquilo y
un reflexivo remanso, que favorezca en quien ora la meditación
de los misterios de la vida del Señor, vistos a través del corazón
de Aquella que estuvo más cerca del Señor, y que desvelen su
insondable riqueza.

Recorrer con María las escenas del Rosario es como ir a la


'escuela' de María para leer a Cristo, para penetrar sus
secretos, para entender su mensaje, consiguiéndonos
abundantes dones del Espíritu Santo y proponiéndonos, al
mismo tiempo, el ejemplo de aquella “peregrinación de la
fe”, donde ella es la maestra incomparable. Ante cada
misterio del Hijo, Ella nos invita, como en su Anunciación, a
presentar con humildad los interrogantes que conducen a la
luz, para concluir siempre con la obediencia de la fe:
“He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra
“(Lc 1, 38).

El Rosario es a la vez meditación y súplica; insistente a la


Madre de Dios se apoya en la confianza de que su materna
intercesión lo puede todo ante el corazón del Hijo. Mientras
suplicamos a María, templo del Espíritu Santo (cf. Lc 1, 35),
Ella intercede por nosotros ante el Padre que la ha llenado de
gracia y ante el Hijo nacido de su seno, rogando con nosotros
y por nosotros.
Misterios
El Rosario está compuesto por veinte "misterios": Acontecimientos
momentos significativos de la vida de Jesús y de María, divididos
desde la publicación de la Carta apostólica Rosarium Virginis
Mariae, en cuatro "rosarios".

El primer "rosario" comprende los misterios gozosos (lunes y sábado),


el segundo los luminosos (jueves), el tercero los dolorosos (martes y
viernes) y el cuarto los gloriosos (miércoles y domingo).

El Rosario es el compendio del Evangelio, nos permite recordar la


encarnación y la vida oculta de Cristo (misterios de gozo), y antes de
considerar los sufrimientos de la pasión (misterios de dolor) y el
triunfo de la resurrección (misterios de gloria). Su meditación se
centra también en algunos momentos particularmente
significativos de la vida pública de Jesús (misterios de luz).

La incorporación de nuevos misterios a la oración del rosario, están


orientadas a hacerla vivir con renovado interés en la espiritualidad
cristiana, como verdadera introducción a la profundidad del Corazón
de Cristo, abismo de gozo y de luz, de dolor y de gloria.

Misterio de Gozo
Se caracteriza efectivamente por el gozo que produce el
acontecimiento de la encarnación de Jesucristo. Lo que
se evidencia desde la anunciación, cuando el saludo del
Ángel Gabriel a la Virgen de Nazaret se une a la
invitación a la alegría mesiánica: “Alégrate, María”.

A este anuncio apunta toda la historia de la salvación, es


más, en cierto modo, la historia misma del mundo. El don
divino con el que el Padre se acerca a María para
hacerla Madre de su Hijo alcanza a todo el universo
y al mismo tiempo toda la humanidad, Ella responde
prontamente a la voluntad de Dios.

Meditar los misterios “gozosos” significa adentrarse en


los motivos últimos de la alegría cristiana y en su sentido
más profundo. Es fijar la mirada sobre lo concreto del
misterio de la Encarnación y sobre el sombrío preanuncio
del misterio del dolor salvífico. María nos ayuda a
aprender el secreto de la alegría cristiana, recordándonos
que el cristianismo es ante todo 'buena noticia', que tiene
su centro en la persona de Cristo, el Verbo hecho carne,
único Salvador del mundo.
Misterio de Luz

Los episodios de la infancia, la vida en Nazaret y la vida


pública de Jesús, la contemplación nos lleva a los
“misterios de luz”.

La misma que se manifiesta sobre todo en los años de la


vida pública de Jesucristo, cuando anuncia el evangelio del
Reino. Los misterios “luminosos” se centra en 5 momentos
significativos:
1. Su Bautismo en el Jordán; 2. Su autorrevelación en las
bodas de Caná; 3. El anuncio del Reino de Dios invitando a
la conversión; 4. Su Transfiguración; 5. La institución de la
Eucaristía, expresión sacramental del misterio pascual.

Misterios de dolor

Ministerio que escoge algunos momentos de la


Pasión de Cristo. El itinerario se inicia con
Getsemaní, donde Cristo vive un momento
angustioso frente a la voluntad del Padre.

Cristo se pone en lugar de todas las tentaciones de


la humanidad y frente a todos los pecados de los
hombres, esta adhesión a la voluntad del Padre se
muestra en los misterios siguientes, en los que,
con la flagelación, la coronación de espinas, la
subida al Calvario y la muerte en cruz.

Los misterios de dolor llevan el creyente a revivir


la muerte de Jesús poniéndose al pie de la cruz
junto a María, para penetrar con ella en la
inmensidad del amor de Dios al hombre y sentir
toda su fuerza regeneradora.
Misterios de gloria

El Rosario expresa la convicción de fe, invitando al


creyente a superar la oscuridad de la Pasión para
fijarse en la gloria de Cristo en su Resurrección y en
su Ascensión. Contemplando al Resucitado, revive la
alegría no solamente de aquellos a los que Cristo
se manifestó, los Apóstoles, la Magdalena, los
discípulos de Emaús, sino también el gozo de María.
La Ascensión de Cristo a la derecha del Padre, la
Asunción de María anticipando así el privilegio, el
destino reservado a todos los justos con la
resurrección de la carne. Coronada de gloria María
resplandece como Reina de los Ángeles y los Santos,
anticipación y culmen de la condición escatológica del
Iglesia.

El centro del misterio glorioso es el Pentecostés, que


muestra el rostro de la Iglesia como una familia
reunida con María, avivada por la efusión impetuosa
del Espíritu y dispuesta para la misión evangelizadora.
Los misterios gloriosos alimentan en los creyentes la
esperanza en la meta de nuestra fe. Impulsándonos a
dar un testimonio valiente de aquel “gozoso anuncio”
que da sentido a toda su vida.

¿Cómo Rezar el Rosario?

Lo primero que debe tenerse presente es que el


rosario está centrado en el Crucifijo, que abre y
cierra el proceso mismo de la oración.

En Cristo se centra la vida y la oración de los


creyentes. Todo parte de Él, todo tiende hacia Él,
todo, a través de Él, en el Espíritu Santo, llega al
Padre.
Señal de la Cruz: En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Invocación del Salmo 69
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.

loriaG
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Profesión de fe Credo: Se comienza recitando el Credo,


como haciendo de la profesión de fe el fundamento del camino
contemplativo que se emprende.

“Creo en Dios, Padre todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra.


Creo en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor, que fue concebido
por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de santa María Virgen,
padeció bajo el poder de Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y
sepultado, descendió a los infiernos, al tercer día resucitó de entre los
muertos, subió a los cielos y está sentado a la derecha de Dios, Padre
todopoderoso. Desde allí ha de venir a juzgar a vivos y muertos.
Creo en el Espíritu Santo, la santa Iglesia católica, la comunión de
los santos, el perdón de los pecados, la resurrección de la carne y
la vida eterna. Amén”.

El enunciado del misterio

Enunciar el misterio, las palabras conducen la


imaginación y el espíritu a aquel determinado
episodio o momento de la vida de Cristo.

Al anunciar los misterios del Rosario se puede


extender al resto del Evangelio, sobre todo cuando
el Rosario se recita en momentos especiales de
prolongado recogimiento.

Se enuncia en cada decena el "misterio", por


ejemplo, en el primer misterio: "La Encarnación del
Hijo de Dios".
MISTERIOS DEL ROSARIO

MISTERIOS GOZOSOS
(lunes y sábado)
1. La Encarnación del Hijo de Dios.

2.La Visitación de Nuestra Señora a Santa Isabel.

3. El Nacimiento del Hijo de Dios.

4. La Purificación de la Virgen Santísima.

5. La Pérdida del Niño Jesús y su hallazgo en el templo.

MISTERIOS DOLOROSOS
(martes y viernes)

1. La Oración de Nuestro Señor en el Huerto.


2. La Flagelación del Señor.
3. La Coronación de espinas.
4. El Camino del Monte Calvario.
5. La Crucifixión y Muerte de Nuestro Señor.

MISTERIOS GLORIOSOS
(miércoles y domingo)
1. La Resurrección del Señor.
2. La Ascensión del Señor.
3. La Venida del Espíritu Santo.
4. La Asunción de Nuestra Señora a los Cielos.
5. La Coronación de la Santísima Virgen.
MISTERIOS LUMINOSOS (jueves)
1. El Bautismo de Jesús en el Jordán.
2. La Autorrevelación de Jesús en las bodas de Caná.
3. El anuncio del Reino de Dios invitando a la conversión.
4. La Transfiguración.
5. La institución de la Eucaristía.

Después de una breve pausa de reflexión, se rezan:

Un Padrenuestro: Fundamento de la meditación


cristológico-mariana que se desarrolla mediante la repetición
del Ave María, hace que la meditación del misterio, aun cuando se
tenga en soledad, sea una experiencia eclesial.

“Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre;


venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad, en la tierra como
en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras
ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos
ofenden; no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal.
Amén.”

Diez Avemarías: Expresa con intensidad la fe cristológica,


aplicada a los diversos momentos de la vida del Redentor. Es profesión
de fe y, al mismo tiempo, ayuda a mantener atenta la meditación,
permitiendo vivir la función asimiladora, innata en la repetición del Ave
María, respecto al misterio de Cristo. Repetir el nombre de Jesús –el
único nombre del cual podemos esperar la salvación (cf. Hch 4, 12)–
junto con el de su Madre Santísima, y como dejando que Ella misma
nos lo sugiera, es un modo de asimilación, que aspira a hacernos entrar
cada vez más profundamente en la vida de Cristo.

“Dios te salve, María; llena eres de gracia; el Señor es contigo;


bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu
vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros
pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.”
Un Gloria:
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

A cada decena del "rosario" se puede añadir una invocación.


Al final del Rosario se recita la Letanía Lauretana, u otras oraciones marianas.

Jaculatorias: Puede usarse una de estas dos:


 María, Madre de gracia, Madre de misericordia, defiéndenos de nuestros
enemigos y ampáranos ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.

 Oh Jesús, perdónanos nuestros pecados, sálvanos del fuego del infierno y guía todas las almas al Cielo,
especialmente aquellas que necesitan más de tu misericordia. (Oración de Fátima).

Letanías de la Virgen
Señor, ten piedad Virgen digna de alabanza, Reina de la familia,
Cristo, ten piedad Virgen poderosa, Reina de la paz.
Señor, ten piedad. Virgen clemente,
Cristo, óyenos. Virgen fiel, Cordero de Dios, que quitas el pecado
Cristo, escúchanos. Espejo de justicia, del mundo,
Trono de la sabiduría, perdónanos, Señor.
Dios, Padre celestial, Causa de nuestra alegría,
ten piedad de nosotros. Vaso espiritual, Cordero de Dios, que quitas el pecado
Vaso digno de honor, del mundo,
Dios, Hijo, Redentor del mundo, Vaso de insigne devoción, escúchanos, Señor.
Dios, Espíritu Santo, Rosa mística,
Torre de David, Cordero de Dios, que quitas el pecado
Santísima Trinidad, un solo Dios, Torre de marfil, del mundo,
Santa María, Casa de oro, ten misericordia de nosotros.
ruega por nosotros. Arca de la Alianza,
Santa Madre de Dios, Puerta del cielo, Ruega por nosotros, Santa Madre de
Santa Virgen de las Vírgenes, Estrella de la mañana, Dios.
Madre de Cristo, Salud de los enfermos, Para que seamos dignos de las promesas
Madre de la Iglesia, Refugio de los pecadores, de Cristo.
Madre de la misericordia, Consuelo de los migrantes,
Madre de la divina gracia, Consoladora de los afligidos,
Madre de la esperanza, Auxilio de los cristianos,
Madre purísima, Reina de los Ángeles,
Madre castísima, Reina de los Patriarcas,
Madre siempre virgen, Reina de los Profetas,
Madre inmaculada, Reina de los Apóstoles,
Madre amable, Reina de los Mártires,
Madre admirable, Reina de los Confesores,
Madre del buen consejo, Reina de las Vírgenes,
Madre del Creador, Reina de todos los Santos,
Madre del Salvador, Reina concebida sin pecado original,
Virgen prudentísima, Reina asunta a los Cielos,
Virgen digna de veneración, Reina del Santísimo Rosario,
ORACIÓN.
Te rogamos nos concedas,
Señor Dios nuestro,
gozar de continua salud de alma y cuerpo,
y por la gloriosa intercesión
de la bienaventurada siempre Virgen María,
vernos libres de las tristezas de la vida presente
y disfrutar de las alegrías eternas.
Por Cristo nuestro Señor. Amén.

Dios te Salve
“Dios te Salve, Reina y Madre de misericordia, vida,
dulzura y esperanza nuestra, Dios te salve. A ti llamamos
los desterrados hijos de Eva; a ti suspiramos, gimiendo y
llorando, en este valle de lágrimas. Ea, pues, Señora,
abogada nuestra, vuelve a nosotros esos tus ojos
misericordiosos, y, después de este destierro, muéstranos
a Jesús, fruto bendito de tu vientre. ¡Oh clementísima,
oh piadosa, oh dulce Virgen María!”

Fuentes: Carta Apostólica Rosarium Virginis Mariae; Directorio Sobre La Piedad Popular y La
Liturgia; Constitución Sacrosanctum Concilium Sobre La Sagrada Liturgia; Exhortación Apostólica
Marialis Cultus de su Santidad Pablo VI; Los Misterios del Santo Rosario.

Conferencia Episcopal Boliviana


Área de Evangelización
Sección Piedad Popular

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