Location via proxy:   [ UP ]  
[Report a bug]   [Manage cookies]                

Explicacion Letanias Lauretanas

Descargar como docx, pdf o txt
Descargar como docx, pdf o txt
Está en la página 1de 116

A modo de despertar su curiosidad, aprendí en los mensajes de las

apariciones en Fátima
• el poder de la oración de intercesión
• la existencia del Ángel de la guardia y su función
• la esperanza, confiar en Dios
• que el corazón de Jesús y de María están atentos a nuestra súplicas
• el valor de la penitencia y del sacrificio
• que la Eucaristía es el cuerpo, sangre, alma y divinidad de Nuestro Señor
• la existencia del cielo, purgatorio e infierno
• el rezo del Santo Rosario
• la devoción reparadora del primer sábado del mes y muchísimos otro temas
más.
https://www.comorezarelrosario.com/letanias-del-santo-rosario/

https://fatimazoporlapaz.org/santa-maria-madre-de-dios/

https://fatimazoporlapaz.org/letanias-lauretanas/

Las letanías del Rosario son una serie de títulos e invocaciones a la


Madre de Dios, ricos en contenido bíblico, doctrinal y espiritual.

¿QUÉ ES UNA LETANÍA?

La palabra letanía tiene un origen griego y quiere decir súplica. Desde los
inicios de la Iglesia, las letanías fueron utilizadas para indicar las súplicas
rezadas en conjunto por los fieles, particularmente durante las procesiones.

Es una plegaria formada por una serie de cortas invocaciones, que


los fieles rezan o cantan en honor a Dios, a la Virgen o los santos.
Tiene un origen muy antiguo, pues encontramos vestigios de ellas
en los textos de los padres apostólicos del siglo II, al parecer
siguiendo la recomendación de San Pablo: “Recomiendo, ante
todo, que se hagan peticiones, oraciones, súplicas y acciones
de gracias por los hombres de toda clase, por los jefes de
estado y todos los gobernantes, para que podamos llevar
una vida tranquila y de paz, con toda piedad y dignidad” (1
Tim 2, 1-2).

Estas fórmulas de invocación tienen un carácter eminentemente


popular, por lo que son muy abundantes y de estilos diversos,
algunas en verso y otras en prosa. Se usaban en procesiones, en la
Vigilia Pascual, en las ordenaciones, en las oraciones por los
enfermos y los difuntos.

Es hasta el siglo XII donde encontramos unas primeras letanías de


la Virgen que recogieron los principales títulos tributados a la Madre
de Dios, del modo análogo al que se habían recogido en la
antigüedad tantas alabanzas a Cristo.

Cuando la casa en la que Nuestra Señora había vivido en Tierra Santa fue
transportada milagrosamente a la ciudad de Loreto, en Italia, en 1291, el
milagro se difundió rápidamente y dio inicio a numerosas peregrinaciones.
Con el tiempo, los peregrinos compusieron una serie de súplicas a Nuestra
Señora, que la invocaban por sus más importantes títulos espirituales.
Esas letanías, que empezaron luego a ser cantadas en el santuario, se
popularizaron por los peregrinos en todo el mundo católico.

Es a causa de su origen en el santuario de Loreto, además, que la letanía


más tradicional en honor de la Santísima Virgen se llama “letanía lauretana”.

A lo largo de los tiempos, los Papas también añadieron algunas invocaciones


y otras fueron añadidas para honrar la protección de Nuestra Señora a alguna
orden religiosa, como hacen los carmelitas (ellos añadieron cuatro
invocaciones propias a la letanía lauretana). El cuerpo central de las letanías,
sin embargo, permanece el mismo.

La estructura de la letanía

Las invocaciones iniciales no se dirigen a Nuestra Señora, sino a Nuestro


Señor Jesucristo y a la Santísima Trinidad: “Señor, ¡ten piedad de nosotros!
Jesucristo, ¡óyenos!” … ¿Por qué? Porque todo en Nuestra Señora nos
conduce a su Hijo divino y, por medio suyo, a la Santísima Trinidad, que es
nuestro fin supremo. La Santísima Virgen María es el mejor camino para
llegar a Dios.

Después de esta introducción de la letanía, siguen tres invocaciones en las


cuales pronunciamos el nombre de la Virgen, santa María, y recordamos dos
de sus principales privilegios: ser Madre de Dios y Virgen de las vírgenes.

Enseguida, hay varios grupos de invocaciones a Nuestra Señora:

· para honrar la maternidad de Nuestra Señora


· para honrar su virginidad
· de su misericordia
· de María como Reina
Característica de la letanía lauretana es no solo quedarse en los
elogios a la Madre de Dios sino encomendarse a su intercesión. Por
ello después de cada invocación se añadió el “Ruega por
nosotros”, “Intercede por mí”, “Apiádate de mí” o fórmulas
semejantes, por las cuales el cristiano que sufre, que está en
pecado o se encuentra en trance de muerte, se acerca a María para
obtener su gracia mediadora ante el Hijo.

Santa María, Madre de Dios…

Desde pequeña repito muchas veces esa frase que enuncia el título más
importante y la verdad más grande del primer dogma mariano: Santa María,
Madre de Dios…

¿Quién es María? Es la mujer que Dios escogió para ser la madre de su Hijo.
Ser madre es un don de Dios. Una bendición y una misión. A María, Dios le
dio ese don de una manera especial: ser la Madre de Dios. Y se lo dio a Ella
pues era una mujer excepcional, digna de tener ese honor, poseedora de la
fortaleza, amor y dedicación que conlleva la tarea de ser madre y la valentía y
responsabilidad de crecer y educar a Su Hijo.

¿Por qué es Madre de Dios?


Porque es Madre de Jesucristo que es Dios y que se hizo hombre para
salvarnos. La naturaleza divina y la naturaleza humana en una persona.
Jesucristo es Dios y es hombre.
Un día María dijo: -Si. Y ese día cambió su destino y el de todos nosotros.
Ese día y en ese instante aceptó ser madre y concebir, cuidar, educar y
acompañar a Dios Hijo.

Es Madre de Dios quien se hizo hombre para salvarnos de nuestros pecados,


es Madre de Dios quien creció y nos enseñó el camino a su Padre, es Madre
de Dios quien murió por nosotros y es Madre de todos nosotros gracias a
que, en medio del sufrimiento y calvario, Jesús generosamente al pie de la
cruz, nos la entrega: –He aquí a tu madre. Es Jesús verdadero hombre y
verdadero Dios quien nos hace entrega de la mujer que lo concibe para que
sea nuestra madre. Y con ello nos hace a todos hijos de María y nos ampara.
Y Ella también asume esa misión como verdadera madre: la Virgen María nos
protege, enseña, guía y acompaña. Nunca nos abandona.

Ante esa realidad y con la certeza de que una madre siempre cuida de todos
sus hijos es que cada día me encomiendo a ella y le pido interceda por mí
ante Dios Nuestro Señor, El que todo lo puede.

Tu, María madre mía, con el poder divino de ser Madre de Dios, ruega,
intercede y consigue que mis ruegos sean escuchados y te lo pido con estas
palabras que repito siempre:

Santa María, Madre de Dios… ruega por nosotros.

Autora: Leidy del Carmen Rosado Novelo de Peniche. Equipo Fatimazo.

No. 1 de la Serie Letanías Lauretanas.

“SANTA VIRGEN DE LAS VÍRGENES”

El corazón de la Virgen María fue moldeado por la persona divina del Padre
del Hijo y del Espíritu Santo. Fue revestido de aquellas virtudes que
requería la misión que le seria encomendada: ser la Madre de
Jesucristo.

“Purísima debía ser la que llevaría en sus entrañas al Salvador del Mundo”,
teniendo un “estilo” de vida único, incomparable a cualquier otro por virtuoso
que fuese. En realidad, ante la Virgen nada es comparable por eso esta
segunda letanía o alabanza hacia su persona y virtudes reconoce la
vinculación entre ser santo y el camino de la virginidad: Ello no sólo es
compatible, sino que se exige mutuamente.

Nuestra Madre del Cielo vivió consagrada desde su más tierna infancia, por
ello ningún segundo de su vida estuvo al margen de la vivencia de esta virtud.
Esto aparece elocuentemente citado en los evangelios en el encuentro de la
Virgen con el Arcángel Gabriel el día de la Anunciación, el cual, ante el
recuerdo que hace la Virgen María en orden a estar consagrada por el voto
de virginidad, recibe como respuesta del Cielo: “El niño que tendrás será
obra del Espíritu Santo”, con lo cual antes, durante y después del parto
Ella conservaría su estado virginal, querido y aceptado por Dios mismo.

Sin duda, María siempre vivió virginalmente. La Santa Biblia señala como
signo de la venida de Cristo al mundo que “nacería de una virgen” (Isaías VII,
14). De la única mujer que la Santa Biblia aplica con propiedad el
apelativo de “Virgen” es de María Santísima:

San Lucas I, 27: “A una virgen desposada con un varón que se llamaba José,
de la casa de David; y el nombre de la virgen era María”.
San Mateo I, 23: “He aquí, una virgen concebirá y dará a luz un hijo, y
llamarás su nombre Emmanuel, que traducido es: Dios con nosotros”.

Desde el inicio de la vida de la Iglesia los creyentes nos hemos dirigido a Ella
como “la Virgen”, reconociendo el carácter exclusivo de su total consagración.
En los Santos Evangelios se habla de los parientes cercanos a Jesús como
sus “hermanos”, lo cual se debe a que en Israel los primos y los primos
hermanos eran denominados como “hermanos” sin serlo más que por la
extensión de la pertenencia de parentesco.

En la actualidad muchos amigos se tratan mutuamente de “hermanos”, al


interior de una comunidad religiosa nos solemos tratar de “hermanos”, sin que
por ello haya una vinculación genética. Por esto, sólo de Jesús se habla del
hijo de María, lo que evidencia el carácter de la virginidad perpetua.

¿Qué lecciones podemos sacar de esta alabanza “Santa, Virgen de las


vírgenes”?

a) Primero, que Ella está a la cabeza de todas las vírgenes: En el plano de


la naturaleza las cosas más valiosas son las más puras. Un brillante mientras
más puro más valioso; el oro mientras más puro más cuesta, el agua
mientras más pura más tonifica; el aire mientras más puro más oxigena…en
fin la lista es amplia, y nos ayuda a valorar mejor cómo el don de la
virginidad hace bien a la comunidad, pues valoriza a la persona y
fortalece los vínculos de la amistad, de la convivencia, y de toda vida
social en general.

b) Segundo, que es la Reina de todas las vírgenes consagradas: Al inicio


de tantas vocaciones de servicio a los demás, como de consagración
perpetua y exclusiva en el sacerdocio, está la vivencia de una virginidad que
vence el egoísmo con la capacidad de servir.
Por eso, la Virgen María es la primera en la fila al momento de ayudar a
quien lo necesita, y su carácter real emerge de su especial consagración
en el camino de la virginidad. Debemos valorar el servicio que prestan
tantas almas consagradas, en la vida “religiosa” y en la vida “laical”, inmersos
en el mundo de la educación religiosa, de la atención a los enfermos, de la
evangelización y misiones en tantos lugares, en la mantención de obras de
caridad, todo lo cual tiene un engaste precioso en el don de la virginidad.

c) Es el mejor ejemplo para seguir la virginidad: Toda la vida de María


Santísima es ocasión de admiración, pero también de imitación, porque Ella
ha sido puesta como un puente que une a Dios con el hombre llamado a la
perfección, donde la virginidad es un signo que anticipa la vida que
tendremos en el cielo.
A lo largo de la vida se puede ofrecer espiritualmente a Dios esta
consagración virginal, como niños, adolescentes y jóvenes reservándose para
la recepción del santo matrimonio o una especial consagración religiosa y
sacerdotal.
El ejemplo de la Virgen que desde niña se consagra a Dios es una invitación
a seguir con “determinada determinación” las opciones que debamos asumir
a lo largo de la vida, enfocando desde el amor de Dios todos los caminos que
nos invita a recorrer. Un corazón virginal es capaz de tomar opciones
limpias y firmes a lo largo de toda la vida, de ello la Virgen María es el
ejemplo número uno.

Imploremos a Nuestra Madre del Cielo, la Santa Virgen de las vírgenes, ¡que
nos conceda imitar su entrega total a Dios en cualquiera que sea nuestro
estado de vida!

Tomado de la MEDITACIÓN SEGUNDA / MES DE MARIA / AÑO 2017 Pbro.


Jaime Herrera González. Párroco de Nuestra Señora del Puerto Claro,
Valparaíso en Chile.

No. 2 de la Serie Letanías Lauretanas


Madre de Jesucristo:
María, Madre mía, qué título más hermoso, que ser la Madre de Nuestro
Salvador, tú la mujer escogida desde siempre para tal misión, todas las
virtudes están presentes en ti, bendita seas entre todas las mujeres.

La bienaventurada Virgen María, a muy corta edad, ya tenía una de las


responsabilidades más importantes que una mujer puede llegar a tener, la
cual era dar a luz, al hijo de Dios, al salvador, a quien nos redimiría del
pecado original.

Concebirás y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús¨ (Lucas


1: 31)
“El gozo que produce el acontecimiento de la encarnación, es evidente desde
la anunciación, cuando el saludo del ángel Gabriel a la Virgen de Nazaret se
une a la invitación a la alegría mesiánica “Alégrate, María”. A éste anuncio
apunta toda la historia de la salvación, es más en cierto modo, la historia
misma del mundo. En efecto, si el designio del Padre es de recapitular en
Cristo todas las cosas ( cf. Ef 1, 10) el don divino con el que el Padre se
acerca a María para hacerla Madre de su hijo alcanza a todo el universo. A su
vez, toda la humanidad está como implicada en el fiat con el que Ella
responde prontamente a la voluntad De Dios”. (Tomado de la Carta
Apostolica/ ROSARIUM VIRGINIS MARIE/ SAN JUAN PABLO II. Tomado de
Mariologia.org/ Letanias Lauretana.)

En el momento en el que María contesta ¨Hágase en mí, según tu palabra¨


Dios se hace hombre, Jesucristo se vuelve hijo y María se convierte en su
madre. A María se le encarga no solamente el hecho de engendrar a Jesús,
sino que involucra infundirle un alma que le genere actitudes y sentimientos
humanos como los nuestros, Jesucristo todo un Dios acepta asumir una
naturaleza como la nuestra, por amor a nosotros.
El hecho de que María sea la Madre de Dios es un misterio hermoso, un
misterio que poco a poco iremos entendiendo, un misterio que nos será
revelado si nos dejarnos guiar por María, solo así podremos comprender y
amar la misión que se le fue encomendada, es Ella quien nos llevará
dulcemente a conocer y amar a su hijo, es Ella quien si le damos nuestro
SI transformará nuestra vida, nuestros actos, nuestros corazones y
nuestras obras, porque sólo ella puede llevarnos a encontrarnos con Jesús,
sólo ella nos enseñará que a través de nuestras obras, es como su amado
hijo se hace presente y vive en cada uno de nosotros, en cada hermano que
nos necesita, en quien no lo conoce.

Digamos SI, cada vez que con gran devoción recitemos cada una de las
alabanzas que le hacemos en las letanías lauretanas, donde proclamamos
ante todo la Santidad de María.

Autora: Clarita Silva Santacruz de Servín.

No. 3 de la Serie Letanías Lauretanas.

MARIA MADRE DE LA IGLESIA


Al declarar a María Madre de la Iglesia se está afirmando una realidad, no es
solamente un título. Corresponde a una real maternidad espiritual.

Para poder comprender lo que significa María como Madre de la Iglesia,


veamos lo que nos dice la Sagrada Escritura en la Biblia, Palabra Viva de
Dios.
Comenzando con Marcos, y vemos cómo todos los creyentes, somos la
madre, hermanos y hermanas de Jesús. Ya no es la carne ni la sangre, o
la generación natural de los descendientes de Abraham, lo que constituye la
familia o el Pueblo de Dios, sino la fe en Jesucristo.
Viene Lucas, y nos presenta a María como la gran creyente, de modo que
Isabel, llena del Espíritu Santo, la colma con la alabanza suprema: ¡Dichosa
tú, que has creído! Así tenemos a María como doblemente Madre de Jesús:
como quien le ha dado su ser de Hombre, y como quien lo ha concebido
por la fe más profundamente que nadie. Lucas nos hace entender
perfectamente a Marcos.

María, nos dice ahora Juan, lleva su fe hasta la noche oscurísima del
Calvario, durante la que no ve nada, pero sigue creyendo con fe firme, y es
entonces cuando le declara Jesús la maternidad espiritual sobre todos
los creyentes diciéndole: Ahí tienes a tu hijo. Y nos comunica a continuación
a nosotros: Ahí tienes a tu madre. Desde este momento, la Iglesia,
representada por Juan, recibe a María y la cuida como Madre suya.

Mateo mira la fe como la estrella de los Magos, a los que guía hasta dar con
Jesús, al que encuentran en los brazos de María, su Madre, la cual se lo
ofrece para que lo adoren y le den el beso más tierno. De este modo, Mateo
nos presenta a María como la gran dadora de Jesús a los hombres.

Los Hechos de los Apóstoles muestran a María en el centro del grupo.


Pedro y los Apóstoles son la cabeza que rigen y gobiernan, y María es el
corazón que llena de calor a la primera comunidad cristiana. Los Hechos
la presentan al frente de la fe y de la oración, alentando la unión de los
discípulos, primero esperando la venida del Espíritu y después viviendo el
fuego de Pentecostés.

Es así, como los Evangelios y los Hechos, nacidos en las primeras


comunidades cristianas como expresión de su fe, nos presentan a
María.
La Virgen María fue solemnemente proclamada como “Madre de la
Iglesia”
en el Concilio Vaticano II – 21 DE NOVIEMBRE DE 1964.

La Iglesia celebraba la festividad de la Presentación de la Stma. Virgen


María. Era el día de la clausura de la tercera etapa del Concilio Vaticano II, y
en esa ocasión se iban a promulgar tres Documentos Conciliares:
- el decreto sobre las Iglesias Orientales Católica;
-el decreto sobre el Ecumenismo;
- y, sobre todo, la Constitución Dogmática sobre la Iglesia “Lumen Gentium”.

El estudio y la reflexión que el Concilio Vaticano II hizo sobre el misterio de


María en el plan de salvación, no fue promulgado en un documento propio y
particular, sino que providencialmente, bajo la inspiración del ES, fue
integrado como el último capítulo de la Constitución sobre la Iglesia.
Este capitulo VIII, cuyo título es: “La Stma. Virgen María, Madre de Dios,
en el misterio de Cristo y de la Iglesia” fue llamado por Pablo VI “vértice y
corona” de esa Constitución. Fue la primera vez que un concilio Ecuménico
presentó una “extensa síntesis de la doctrina católica sobre el puesto
que María Stma. ocupa en el misterio de Cristo y de la Iglesia” (Pablo VI)
Al clausurar la 3ª. sesión del Concilio, Pablo VI proclamó a María “Madre de
la Iglesia “, reconociendo así la protección materna’ de la Virgen sobre el
pueblo cristiano desde sus comienzos. Dijo el Papa: “Para gloria de la
Virgen y consuelo nuestro, nos proclamamos a la Virgen, Madre de la
Iglesia, es decir, de todo el pueblo de Dios, así de los fieles como de los
pastores” y expresó con profunda satisfacción: “podemos afirmar que esta
sesión se clausura como himno incomparable de alabanza en honor de
María“.
Parte del Texto de proclamación
(discurso pronunciado por S. S. Pablo VI, el 21 de noviembre de 1964, en la
sesión de clausura de la tercera etapa conciliar)

(25) “Así, pues, para gloria de la Virgen y consuelo nuestro, proclamamos a


María Santísima Madre de la Iglesia, es decir, Madre de todo el pueblo de
Dios, tanto de los fieles como de los pastores que la llaman Madre
amorosa, y queremos que de ahora en adelante sea honrada e invocada por
todo el pueblo cristiano con este título.
(26) Se trata de un título, que no es nuevo para la piedad de los
cristianos, antes bien, con este nombre de Madre, y con preferencia a
cualquier otro, los fieles y la Iglesia entera acostumbran dirigirse a María. En
verdad pertenece a la esencia genuina de la devoción a María, encontrando
su justificación en la dignidad misma de la Madre del Verbo Encarnado.
(27) La divina maternidad es el fundamento de su especial relación con
Cristo y de su presencia en la economía de la salvación operada por Cristo, y
también constituye el fundamento principal de las relaciones de María con la
Iglesia, por ser Madre de Aquel que desde el primer instante de la
encarnación en su seno virginal se constituyó en cabeza de su Cuerpo
místico, que es la Iglesia.
María, pues, como Madre de Cristo, es Madre también de los fieles y de
todos los pastores, es decir, de la Iglesia“.

La Maternidad de la Virgen María enmarcó


el inicio y la conclusión del Concilio Vaticano II:
- Juan XXIII al iniciar el Concilio dijo: “hagamos todo con María, la madre de
Jesús.
- Pablo VI, concluye el concilio proclamando la maternidad espiritual de
María, sobre la Iglesia entera.
Juan Pablo II incluye la alabanza en las Letanías – marzo de 1980
Esta invocación “Madre de la Iglesia “, tendrá desde ahora su lugar después
de la de Madre de Cristo. Cristo e Iglesia son dos realidades que. no se
pueden separar. Nosotros somos de Cristo cuanto somos de la Iglesia. María
es Madre de Cristo y de la Iglesia.

REFLEXIONEMOS
María da a luz virginalmente a Jesús en Belén, y María nos da a luz a
nosotros la Iglesia al pie de la Cruz, cuando tiene su otra anunciación y
acepta ser madre de los creyentes. Darnos a luz, conllevó mucho dolor, no se
desgarraron sus entrañas, pero sí su corazón.
En el Calvario, la maternidad de María cobra una nueva dimensión, la relativa
a los discípulos de Cristo, comprendidos en el discípulo amado que
representa a toda la Iglesia. María engendra en el dolor de ese día de muerte
a una nueva familia, un nuevo pueblo.

FUENTES:
– www.aciprensa.com
-Catecismo de la Iglesia Católica
– www.es.catholic.net

No. 4 de la Serie Letanías Lauretanas – Equipo FatimazoporlaPaz

Madre de la Divina Gracia*

Dios confió absolutamente en la Virgen María al elegirla como Madre de Dios


Hijo Encarnado.

María estuvo animada por las virtudes evangélicas de la obediencia, la fe, la


esperanza y la caridad. Desde los trabajos más sencillos hasta los más
arduos, María coopera libremente en la obra de la salvación de la humanidad,
en profunda y constante sintonía con su divino Hijo.
María estuvo asociada íntimamente a la obra redentora de Cristo, haciéndose
«la compañera» del Salvador. Como consecuencia de esta entrega fiel, Dios
le concedió a la Virgen María, entre otros innumerables privilegios, un poder
sin límites haciéndola partícipe de Su poder divino. Es así como Ella participa
del Poder de Dios.

De esa cooperación redentora le deriva el don de la maternidad espiritual


universal. María se convierte en madre de los hombres renacidos a la vida
nueva. Es así como Dios dispuso que toda gracia que el alma necesite
para su eterna salvación pasara a través de la Virgen María y solo a
través de Ella.
Esto significa que no hay ninguna gracia, por grande o pequeña que sea, que
no pase por el corazón y las manos de la Virgen María.
El flujo de gracias es el siguiente:
Sagrado Corazón de Jesús, fuente increada de la gracia, se entrega al
Inmaculado Corazón de María, mediadora de toda gracia, y se derrama sobre
el alma penitente receptora de la gracia de Jesús de manos de María.
Cuando obramos unidos a la Virgen María tenemos más acceso a Dios Padre
Espíritu Santo y en consecuencia mayores garantías de alcanzar sus dones.
Esto es porque el Inmaculado Corazón de María está estrecha e
indisolublemente unido al Sagrado Corazón de Jesús. Cuando más cerca
estemos del Corazón de María, más cerca estaremos del Corazón de Jesús.

El hecho de consagrarnos al Inmaculado Corazón de María no irrumpe el flujo


de gracias, como muchos erróneamente piensan; es todo lo contrario porque
la Virgen María es la esposa del Espíritu Santo y la convierte en el canal por
el que fluyen hasta nosotros las gracias que manan de la Pasión de Cristo.

Todo lo que recibimos se debe a la intervención positiva de María porque no


contenta de transmitir nuestras súplicas, las hace eficaces para alcanzar lo
que pedimos.
La Santísima Virgen María presenta nuestras súplicas a su Hijo, Ella pide por
nosotros y no hay nada que el Hijo le niegue. Recurramos a la eficaz
intercesión de nuestra celestial intercesora la Virgen María.

María es «nuestra madre en el orden de la gracia».

Con su solicitud hacia todo cristiano, más aún, hacia toda criatura humana,
ella guía la fe de la Iglesia hacia una acogida cada vez más profunda de la
palabra de Dios, sosteniendo su esperanza, animando su caridad y su
comunión fraterna, y alentando su dinamismo apostólico.

La Virgen María tras entrar en el reino eterno del Padre, estando más cerca
de su divino Hijo y, por tanto, de todos nosotros, puede ejercer en el Espíritu
de manera más eficaz la función de intercesión materna que le ha confiado la
divina Providencia.

El Padre ha querido poner a María cerca de Cristo y en comunión con él, que
puede «salvar perfectamente a los que por él se llegan a Dios, ya que está
siempre vivo para interceder en su favor» A la intercesión sacerdotal del
Redentor ha querido unir la intercesión maternal de la Virgen. Es una función
que ella ejerce en beneficio de quienes están en peligro y tienen necesidad
de favores temporales y, sobre todo, de la salvación eterna: «Con su amor de
madre cuida de los hermanos de su Hijo que todavía peregrinan y viven entre
angustias y peligros hasta que lleguen a la patria feliz. Por eso la santísima
Virgen es invocada en la Iglesia con los títulos de Abogada, Auxiliadora,
Socorro, Mediadora»

Como mediadora maternal, María presenta a Cristo nuestros deseos,


nuestras súplicas, y nos transmite los dones divinos, intercediendo
continuamente en nuestro favor.
Referencias
– La intercesión celestial de la Madre de la divina gracia por SS Juan Pablo II
http://es.catholic.net/op/articulos/15008/la-intercesin-celestial-de-la-madre-de-
la-divina-gracia.html
– Las características de la devoción legionaria (2) por P Álvaro Sánchez
Rueda
http://santamadrededios.blogspot.mx/2017/12/las-caracteristicas-de-la-
devocion.html?m=1

Equipo Fatimazo por la Paz

No. 5 de la Serie Letanías Lauretanas

María, Madre Purísima*

La santísima Virgen es purísima, por haber sido concebida sin pecado


original.

La Virgen María desde el primer instante de su concepción, fue


preservada del pecado original por los merecimientos salvadores
de Jesucristo.

María, viviendo ya “anticipadamente” de los méritos de su Hijo, Redentor del


mundo, fue concebida por sus padres (San Joaquín y Santa Ana) sin la más
ligera mancha de pecado original, con el que todos nacemos, y que nos borra
el Bautismo.

Dios la preservó desde su concepción sin pecado original, destinándola a ser


la madre de su divino Hijo.

Los fieles hemos de creer, que la «Bienaventurada Virgen María, en el


primer instante de su concepción, fue preservada inmune de toda
mancha de culpa original por singular privilegio y gracia de Dios
omnipotente, en atención a los méritos de Cristo Jesús, Salvador del
género humano»

Este privilegio a María es porque era muy conveniente y oportuno que fuese
totalmente purísima y resplandeciente la Virgen Madre del Cordero inocente
que quita los pecados del mundo. Esta pre-redención de María es la
manera más perfecta de redención obrada por Cristo.

Es así como María se transforma en la primera victoria de Cristo, en esa


lucha que anuncia Dios, en medio del pecado, Dios nos da la salvación que
despunta en María, Madre del Hijo de Dios.
En el capítulo 3 del Génesis, después de pecar nuestros primeros
padres, dice Dios a la serpiente: «Voy a poner perpetua enemistad entre
tú y la mujer, entre tu linaje y su descendencia»
La Iglesia entendió estas palabras, desde el principio, como la expresión
de una enemistad total y victoriosa de Cristo y María con Satanás y sus
partidarios.
Esto llevó a pensar que la Virgen no pudo estar ni siquiera un instante
bajo el poder de Satanás.

No tenía, la Virgen ningún tipo de concupiscencia, es decir, ninguna


tendencia desordenada a los bienes sensibles. En esto se parecía
también a su Hijo Jesús. Pero esto no disminuye los merecimientos de
Jesucristo ni tampoco los de María, que son grandísimos por su amor a
Dios y por el ejercicio especialísimo de todas las virtudes.

María La llena de gracia, por un privilegio especial de Dios, estuvo


también inmune de todo pecado personal, incluidos los veniales,
durante el tiempo de su vida.
En María, Dios venció al pecado (Inmaculada Concepción) y a la muerte (La
Asunción).

La belleza salvará al mundo’, puede ser comprendido más fácilmente en el


contexto en la cual descubrimos que la belleza indescriptible de María
proviene de que toda su existencia, desde el primer momento, está llena de
Dios. San Lucas transmite en su evangelio las palabras del arcángel
Gabriel: «Dios te salve, llena de gracia». Esta plenitud de gracia es
completa y, por tanto, abarca toda su vida, desde el momento de la
concepción.

Contemplemos hoy la grandeza de nuestra vocación eterna celebrando


en María la realización plena y definitiva de la misma.

¡Y que la victoria de Cristo en María, la Madre, alcance a todos sus hijos!

Ave María Purísima, sin pecado concebida.

Fuentes:
http://www.mariologia.org/dogmas/dogmasmarianosinmaculada013.htm

http://es.catholic.net/op/articulos/34289/cat/849/inmaculada-concepcion-de-la-
santisima-virgen-maria.html

Equipo Fatimazo por la Paz

No. 6 de la Serie Letanías Lauretanas

Madre Castísima

Cuando hablamos de castidad solemos pensar solamente en el aspecto


físico, así al llamar a María Madre Castísima, pudiéramos caer en el error de
limitarnos a pensar en ella sólo como “virgen antes, durante y después del
parto”; sin embargo, el título “Madre Castísima” se refiere al brillo de la
virginidad en cuanto al alma, esto es a la perfecta pureza de pensamientos y
afectos. María conservó durante toda su vida esta pura castidad del
alma.

Después de la caída de Adán, habiéndose rebelado los sentidos contra la


razón, la virtud de la castidad es para los hombres muy difícil de practicar.
Entre todas las luchas, dice San Agustín, las más duras son las batallas de la
castidad, en la que la lucha es diaria y rara la victoria. Pero sea siempre
alabado el Señor que nos ha dado en María un excelente ejemplar de esta
virtud.

La hermosura de la Virgen, dice Santo Tomás, animaba a la castidad a


quienes la contemplaban. San José, afirma San Jerónimo, se mantuvo
virgen por ser el esposo de María. Dice San Ambrosio: El que guarda la
castidad es un ángel, el que la pierde es un demonio. Los que son castos se
hacen ángeles.

Es rara la victoria sobre este vicio, como ya vimos al principio, según dijo San
Agustín; esto es porque no se ponen los medios para vencer. Tres son esos
medios, como dicen los maestros espirituales con San Bernardino: el ayuno,
la fuga de las ocasiones y la oración.

Por ayuno se entiende la mortificación, sobre todo de los ojos y de la gula.


María Santísima, aunque llena de gracias, tenía que ser mortificada en las
miradas sin fijar los ojos en nadie, de modo que era la admiración de todos
desde su tierna infancia. Toda su vida fue mortificada en el comer. Afirma
San Buenaventura que no hubiera acumulado tanta gracia si no hubiera sido
mortificada en los alimentos, pues no se compaginan la gracia y la gula. En
suma, María fue mortificada en todo.
El segundo medio es la fuga de las ocasiones. El que evita los lazos andará
seguro. Decía por esto San Felipe Neri: En la guerra de los sentidos vencen
los cobardes, es decir, los que huyen de la ocasión.

El tercer medio es la oración: “Pero comprendiendo que no podía poseer la


sabiduría si Dios no me la daba…, recurrí al Señor. Y le pedí” (Sb 8,21).
Reveló la Santísima Virgen a Santa Isabel, benedictina, que no tuvo ninguna
virtud sin esfuerzo y oración.

Dice San Juan Damasceno que María es pura y amante de la pureza. Por
eso no puede soportar a los impuros. El que a ella recurre, ciertamente se
verá libre de este vicio con sólo nombrarla lleno de confianza. Decía San
Juan de Ávila que muchos tentados contra la castidad, con sólo recordar con
amor a María Inmaculada, han vencido.

Pidamos a nuestra Madre la gracia de “ocupar” nuestros pensamientos con


deseos santos. Ella, que es ejemplo de pureza, será nuestra mejor guía para
conservar nuestra propia pureza. En un mundo que nos incita
constantemente a dejarnos llevar por sus seducciones, será necesario ocupar
nuestras mentes y nuestros corazones con pensamientos y deseos puros.
Para lograrlo es importante que cuidemos todo lo que nos llega a traves de
nuestros sentidos. Lo que vemos, lo que escuchamos, lo que hablamos. Una
buena idea es que antes de tomar una decisión nos preguntemos qué haría
Nuestra Madre en nuestro lugar: ¿vería tal espectáculo?, ¿escucharía tal tipo
de canciones?, ¿hablaría de tal o cual manera? Comportémonos con recato a
ejemplo de María, cuidando nuestra forma de vestir, de hablar, de pensar, de
actuar, y por supuesto, cuidemos también la pureza de nuestras intenciones.
http://es.catholic.net/op/articulos/60940/cat/1050/historia-y-explicacion-de-la-
letania-lauretana.html
http://www.santorosario.net/espanol/virtudes6.htm

Equipo Fatimazo por la Paz

No. 7 de la Serie Letanías Lauretanas

9 Madre Inmaculada Letanía Lauretana


Potuit, decuit, ergo fecit (Podía, convenía, luego lo hizo)

Cuando Dios quiso preparar una madre humana para su Hijo, la hizo
Inmaculada en su Concepción. La hizo SANTA aún antes de que hubiera
nacido, antes de que pudiera pensar, hablar, obrar, la preservó del pecado
original y de toda mancha. Por esto, difiere de todos los santos. ¡Toda Pura,
toda Santa es María!.
María es la primera en ser liberada del pecado (Cf. Efesios 2:5).
Dios la salvó preservándola del pecado.
En María las gracias de Cristo se aplicaron ya desde el momento de su
concepción. El hecho de que Jesús no hubiese aún nacido no presenta
obstáculo pues las gracias de Jesús no tienen barreras de tiempo y se
aplicaron anticipadamente en su Madre. Para Dios nada es imposible.
La Inmaculada Concepción de María es el dogma de fe que declara que
por una gracia especial de Dios, ella fue preservada de todo pecado
desde su concepción.

El dogma fue proclamado por el Papa Pío IX el 8 de diciembre de 1854, en su


bula Ineffabilis Deus.
“…declaramos, proclamamos y definimos que la doctrina que sostiene
que la beatísima Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de
la culpa original en el primer instante de su concepción por singular
gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de
Cristo Jesús Salvador del género humano, está revelada por Dios y
debe ser por tanto firme y constantemente creída por todos los fieles…”
(Bula Ineffabilis Deus, el Papa Pío IX )
La Concepción: Es el momento en el cual Dios crea el alma y la infunde en
la materia orgánica procedente de los padres. La concepción es el momento
en que comienza la vida humana.
Cuando hablamos del dogma de la Inmaculada Concepción no nos referimos
a la concepción de Jesús quién, claro está, también fue concebido sin
pecado. El dogma declara que María quedó preservada de toda carencia de
gracia santificante desde que fue concebida en el vientre de su madre Santa
Ana. Es decir María es la “llena de gracia” desde su concepción.
La Encíclica “Fulgens corona”, publicada por el Papa Pío XII en 1953 para
conmemorar el centenario de la definición del dogma de la Inmaculada
Concepción, argumenta así: «Si en un momento determinado la Santísima
Virgen María hubiera quedado privada de la gracia divina, por haber sido
contaminada en su concepción por la mancha hereditaria del pecado,
entre ella y la serpiente no habría ya -al menos durante ese periodo de
tiempo, por más breve que fuera- la enemistad eterna de la que se habla
desde la tradición primitiva hasta la solemne definición de la Inmaculada
Concepción, sino más bien cierta servidumbre»
María estuvo inmune de todo pecado personal durante el tiempo de su vida.
Esta es la grandeza de María, que siendo libre, nunca ofendió a Dios, nunca
optó por nada que la manchara o que le hiciera perder la gracia que había
recibido.
El dogma de la Inmaculada Concepción de María no ofusca, sino que
más bien pone mejor de relieve los efectos de la gracia redentora de
Cristo en la naturaleza humana. Todas las virtudes y las gracias de María
Santísima las recibe de Su Hijo. La Madre de Cristo debía ser perfectamente
santa desde su concepción. Ella desde el principio recibió la gracia y la fuerza
para evitar el influjo del pecado y responder con todo su ser a la voluntad de
Dios. A María, primera redimida por Cristo, que tuvo el privilegio de no quedar
sometida ni siquiera por un instante al poder del mal y del pecado, miran los
cristianos como al modelo perfecto y a la imagen de la santidad que están
llamados a alcanzar, con la ayuda de la gracia del Señor, en su vida.
La absoluta enemistad puesta por Dios entre la mujer y el demonio exige, por
tanto, en María la Inmaculada Concepción, es decir, una ausencia total de
pecado, ya desde el inicio de su vida. El Hijo de María obtuvo la victoria
definitiva sobre Satanás e hizo beneficiaria anticipadamente a su Madre,
preservándola del pecado. Como consecuencia, el Hijo le concedió el poder
de resistir al demonio, realizando así en el misterio de la Inmaculada
Concepción el más notable efecto de su obra redentora.
Él es la fuente de la «gracia», de la que María quedó llena desde el primer
instante de su existencia. Acogió con fe a Jesús y con amor lo entregó al
mundo. Ésta es también nuestra vocación y nuestra misión, de Iglesia:
acoger a Cristo en nuestra vida y entregarlo al mundo «para que el mundo
se salve por él» (Juan 3, 17).
La Virgen María es Inmaculada gracias a Cristo su hijo, puesto que Él iba a
nacer de su seno es que Dios la hizo Inmaculada para que tenga un vientre
puro donde encarnarse. Ahí se demuestra cómo Jesús es Salvador en la
guarda de Dios con María y la omnipotencia del Padre se revela como la
causa de este don. Así, María nunca se inclinó ante las concupiscencias y su
grandeza demuestra que como ser humano era libre pero nunca ofendió a
Dios y así no perdió la enorme gracia que Él le otorgó.
La Inmaculada Virgen María nos muestra la necesidad de tener un corazón
puro para que el Señor Jesús pueda vivir en nuestro interior y de ahí naciese
la Salvación. Y consagrarnos a ella nos lleva a que nuestra plegaria sea
el medio por el cual se nos revele Jesucristo plenamente y nos lleve al
camino por el cual seremos colmados por el Espíritu Santo.
El Papa Pío IX explicó la íntima e indisoluble unión de María con Nuestro
Señor Jesucristo en su triunfo redentor sobre Satán, profetizado en el
Protoevangelio, en la Carta Apostólica que infaliblemente definió la
Inmaculada Concepción:
«Por esta divina profecía, el misericordioso Redentor de la humanidad,
Jesucristo, el unigénito Hijo de Dios, fue claramente preanunciado; que Su
beatísima Madre, la Virgen María, fue proféticamente indicada; y, al mismo
tiempo, la misma enemistad de ambos contra el Malo fue significativamente
expresada. De ahí que, tal como Cristo es Mediador entre Dios y hombre,
asumió forma humana, borró lo escrito en el decreto existente contra
nosotros, lo clavó triunfalmente en la Cruz, para que la Santísima Virgen,
unida a Él en el más íntimo e indisoluble vínculo, fuera, con Él y por Él,
eternamente enemistada con la maligna Serpiente, y más completamente
triunfara sobre ella…».
«Dios no ha hecho ni formado nunca más que una sola enemistad, mas ésta
irreconciliable, que durará y aumentará incluso hasta el fin, y es entre María,
su digna Madre, y el diablo; entre los hijos y servidores de la Santísima
Virgen y los hijos y secuaces de Lucifer, de suerte que el más terrible de los
enemigos que Dios ha creado contra el demonio es María».
Si a todos nos ha vencido Satanás, porque por el pecado original arribamos a
este mundo bajo su mancha y su propiedad, la profecía de Yahvé suena
clara: «pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu linaje y su linaje:
éste te aplastará la cabeza, y tú le aplastarás el calcañar», si la serpiente
hubiera vencido a María con el pecado original, no se hubiera cumplido la
esperanzadora profecía.
En el paraíso terrenal, enlodado con el pecado, surge un ambiente de pureza:
es la promesa de una mujer que realizará la mayor hazaña de la humanidad:
vencer al enemigo infernal que atacó hasta al mismo Dios en el paraíso del
cielo, de donde fue arrojado vilmente, y que también tentó al Dios que se hizo
hombre. Ahora la serpiente, Satanás, se enfrenta inevitablemente con una
Mujer y con su descendencia: será vencida, humillada, derrotada.
La Mujer aparece como enemiga, lo que supone que en ningún momento
tuvo amistad con la serpiente, hasta el punto de admitir las insinuaciones del
diablo, como sucedió con Eva. La Mujer y su descendencia aplastarán la
cabeza de la serpiente, demolerán su reino, debilitarán su dominio, destruirán
sus proyectos de esclavizar a toda la humanidad.
http://es.catholic.net/op/articulos/60940/cat/1050/historia-y-explicacion-de-la-
letania-lauretana.html

Pelicula de Beato Juan Duns Scoto:


https://gloria.tv/video/2BehPkjq8kAkDpVxPW44xGx4D
Beato Juan Duns Scoto Sacerdote, doctor sutil y mariano (1265-1308)
Después de Jesús, la Virgen Santísima ocupó el primer puesto en su vida.
Duns Escoto es el teólogo por excelencia de la Inmaculada Concepción.
500 años antes que fuera proclamado el Dogma de Fe.
El estudio de los privilegios de María ocupó un puesto importantísimo en su
vida. En una disputa pública, permaneció silencioso hasta que unos 200
teólogos expusieron y probaron sus sentencias de que Dios no había querido
libre de pecado original a la Madre de su Hijo.
Por último, después de todos, se levantó Juan Duns Escoto, tomó la palabra,
y refutó uno por uno todos los argumentos aducidos contra el privilegio
mariano; y demostró con la Sagrada Escritura, con los escritos de los Santos
Padres y con agudísima dialéctica, que un tal privilegio era conforme con la fe
y que por lo mismo se debía atribuir a la gran Madre de Dios. Fue el triunfo
más clamoroso en la célebre Sorbona, sintetizado en el célebre axioma:
Potuit, decuit, ergo fecit (Podía, convenía, luego lo hizo).
Los objetos, motivos, pasiones y hábitos ejercen una gran influencia
sobre la voluntad y la inclinan a elegir una cosa en vez de otra. Sin
embargo, la decisión final permanece en la voluntad y al final la
voluntad es la causa del acto, de lo contrario no sería libre.
Toda voluntad es libre y por consiguiente también la de Dios. Pero Su
voluntad es tan perfecta y Su esencia tan infinitamente buena, que Su libre
voluntad no puede sino amarla. Este amor, por consiguiente es a la vez libre
y necesario. Y respecto a las cosas creadas.
http://www.franciscanos.org/santoral/jduns.

Equipo Fatimazo por la Paz

No. 9 de la Serie Letanías Lauretanas

MADRE AMABLE
María, hoy te invocamos en las letanías como Madre amable. Expresión de
una doble acción: hacia Ti nuestro amor, porque eres digna de ser amada;
hacia nosotros tu amor, porque posees la más alta capacidad de amor.
Cuando alguien nos dice que una persona es amable, ¿qué es lo primero que
pensamos? Alguien que por su manera de ser con el prójimo se hace querer
con facilidad por los demás; alguien que resulta agradable escuchar; alguien
que no se ofende con facilidad y sabe perdonar y disculpar con rapidez.
Amable es la persona que, por su actitud y su trato para con los demás,
se hace amar. Es la persona que es agradable cuando nos dirige la palabra,
es quien interpreta bien y sabe disculpar los errores ajenos. Amable es
además quien acoge al que anda solitario, Quien se anticipa cuando ve una
necesidad de ayuda… quien va a consolar donde hay algún dolor. La
amabilidad sale de un buen corazón.
La amabilidad de la Virgen nace, se nutre y se dirige hacia el amor de Dios,
por ello es diferente y superior a la simple cortesía y a la buena educación.
Esto lo vemos en el episodio de la visitación de la Virgen María a su prima
Isabel. “Cómo se me concede que venga a mí la Madre de mi Señor” (Lc.
1,43). Nada más saber por el Ángel que su prima iba a dar a luz, se puso en
camino para ir a servirla. María es diligente y amorosa, consuela, ayuda,
fortalece, sirve…igual que su Hijo. ¡Asombroso ejemplo de amabilidad
servicial y humilde! Es elevada a la mayor dignidad de Madre de Dios, y acto
seguido va a servir.
El anuncio actual de las enseñanzas de Jesús y de nuestra Santa Iglesia
requiere de verdaderos testigos consagrados a la afabilidad, la amabilidad, la
cordialidad en su entorno. Cristo pasó haciendo el bien con amabilidad.
JPII señalaba que “Bastaría una palabra cordial, un gesto afectuoso, e
inmediatamente algo se despertaría: una señal de atención y de cortesía
puede ser una ráfaga de aire fresco en lo cerrado de una existencia, oprimida
por la tristeza y por el desaliento” (11 febrero 1981).
Ser amable es hacer presente a Dios en medio nuestro: “Si nos amamos
unos a otros, Dios vive en nosotros, y su amor a llegado a nosotros a la
perfección”. ¡Qué bien lo pasamos cuando tratamos amablemente a los
demás! Constatamos que el ambiente cambia, dan ganas de quedarse más
rato compartiendo, surgen iniciativas en bien de los demás. Todo se hace “de
buena gana” cuando se pide con amabilidad.
Por el contrario, quien vive imponiéndose, tratando con aspereza y desprecio
a los demás se hace simplemente insoportable. La vida social se ve
quebrantada cuando olvidamos el mandato de Jesús dado en la Ultima Cena:
“Amaos los unos a los otros como Yo os he amado”, es decir procurando
practicar con frecuencia y naturalidad las distintas obras de misericordia a
que nos invita nuestra Iglesia Católica: visitando a los enfermos, escuchando
con tiempo a nuestros abuelos, corrigiendo caritativamente a quien no se
porta bien, consolando a quien está afligido y angustiado porque la vida se le
hace difícil.
Madre nuestra, dame una voluntad fuerte y sincera.
Dame un corazón grande donde quepan todos.
Dame unos ojos limpios y un corazón nobles para mirar y acoger.
¡Ayúdame a eliminar la crítica de mi vida y alejarme del egoísmo!
¡Ayúdame, Madre de la amabilidad, a ser siempre generoso con el que lo
necesita! ¡Madre amable, ruega por nosotros! Y haznos como tú. Amén.
Fuentes: http://ourladyofmercyofclareport.blogspot.mx
http://www.mariologia.org

Equipo Fatimazo por la Paz

No. 10 Serie Letanías Lauretanas

Madre del Buen Consejo

Algunas personas se extrañan de esta advocación que la letanía da a la


Virgen cuando la llama la Madre del buen consejo. Sin embargo, entre las
Misas de la Virgen una que se titula así: María Virgen, Madre del Buen
Consejo. Al analizar esa Misa tan bella nos encontramos con que este título
está lleno de una riqueza evangélica muy grande.
Llamamos a la santísima Virgen Madre del Buen Consejo sin temor a
equivocarnos por varias razones:

1. Porque es la Madre de Jesucristo, que, muchos siglos antes de venir al


mundo, era anunciado por el profeta Isaías como Consejero admirable.

2. Porque toda su vida la pasó bajo la guía del Espíritu Santo, que es
Espíritu de consejo, el cual la envolvió en el momento de la Encarnación del
Hijo de Dios y la tuvo siempre bajo su sombra.

3. Porque se adhirió íntimamente al Consejo eterno de Dios de recapitular,


de encerrar, en Cristo todas las cosas.

4. Porque se vio colmada como nadie de los dones del Espíritu Santo,
entre los cuales sobresale de manera muy singular el don de sabiduría,
por el cual la Virgen conoce, gusta y sabe comunicar el querer de Dios.

5. Teniendo en cuenta la Palabra de Dios, no es extraño que la Liturgia de la


Iglesia, en sus oraciones oficiales, con las cuales expresa la doctrina en que
todos los fieles creemos porque nos guía el Espíritu Santo, se le dirijan a la
Virgen las palabras que encontramos en Prov.8,14:

Míos son el consejo y la sabiduría, mía es la prudencia, mía la fortaleza.

Por otra parte, María no se queda para sí estos dones. Los ha recibido de
Dios, y Ella los comunica a sus hijos y discípulos, utilizándolos siempre para
nuestro bien.

Un ejemplo claro lo encontramos en el Evangelio sobre las Boda de Caná. El


don de consejo de María resplandece en esta ocasión de una manera
excepcional.

María ve el apuro de los novios, que van a quedar mal delante de los
invitados. ¿Cómo es posible que falte el vino en la fiesta?… María, mujer
observadora a la que no se le escapa un detalle, y con un corazón tan bello,
se da cuenta de la situación. No le ordena a Jesús, pues no se puede meter
en sus asuntos, pero nada le impide introducirse con delicadeza en el
Corazón de su Hijo: ¿Te has dado cuenta de que no tienen vino?…

Para Jesús, la petición de su madre es irresistible. ¿Qué remedio le queda


sino hacer caso a su Madre?… Y María, intuyendo la victoria, les aconseja
a los sirvientes: Haced lo que Él os diga. ¿El resultado? Lo conocemos
muy bien.

Aunque no fuera más que por este hecho del Evangelio, llamaríamos a María,
con razón sobrada, Madre del Buen Consejo: nos ha enseñado a acudir
allí donde está todo el remedio para todos nuestros males y en todos
nuestros apuros: ¡en Jesucristo!
Y nos enseña además lo que debemos hacer para cumplir la voluntad de
Dios y practicar el Evangelio en toda su integridad: ¡Que lean todos —nos
dice María— y que todos hagan lo que Jesús dice!

Con gran dulzura y a la vez firmeza, nos dice la Virgen María quién es el
Mediador: ¡Jesús! Pero con igual dulzura y firmeza, nos dice: ¿quieren ir
fácilmente a Jesús? ¡Vengan a mí, que no se van a equivocar!…

Cuando le llegue a Jesús su Hora, tendrá a María al pie de la cruz y nos la


dará por Madre. Quien la acoge como Juan y se la queda consigo, está
aconsejado por la Mujer más intuitiva, la Madre más querida y la
Intercesora más eficiente.

Nos lo puede contar un gran experimentado, San Maximiliano Kolbe, santo y


mártir amantísimo de María.

Recién llegado a Japón, empieza su obra de El Legionario y de la Ciudad de


la Inmaculada. Para la revista y todas las demás publicaciones son
necesarias mil cosas: máquinas, obreros, préstamos, deudas… Y aquello se
convierte en una locura. El único tranquilo, el Padre Kolbe, el que ha creado
todo aquel lío. Los Superiores se preocupan: -Padre Kolbe, ¿se da cuenta en
qué problema se mete? ¿quién arregla esto, quién sale fiador de todo?…

El Padre Kolbe dice su parecer. Después, se calla. Según su costumbre,


agarra el rosario, lo esconde bajo las mangas de su hábito, y reza a la Virgen:
-Madre, Tú te encargas de iluminarlos. Yo no digo una palabra más.

Y no la dijo, pero todo salió bien, porque calladamente, sin decir una palabra,
la mejor consultora que existe, la Madre del Buen Consejo, iba guiando la
discusión, que, como todas las demás del Padre Kolbe, acababa
resolviéndose de la manera mejor. La Ciudad de la Inmaculada salió
triunfante de todo…

REFLEXION: Nosotros nos encontramos muchas veces en situaciones


difíciles y en problemas que no sabemos resolver. Problemas familiares,
problemas personales, problemas del alma… Y nos preocupan, pero, ¿nos
acordamos en esos momentos difíciles de que nuestra Madre, la Madre que
Jesús nos dio, es la Madre del Buen Consejo? ¿Alguno se ha equivocado al
seguir su consejo? ¿No será que acertamos siempre, y siempre con la mejor
solución? Un consejo que María nos insinúa en lo más íntimo del alma,
cuando acudimos a Ella con la oración confiada jamás fallará.

Referencia:

Devocionario.com

Del libro Explicación de la letanía, del padre Francisco Javier Dornn

Servicio Católico Hispánico

Catholic.net
Mariela Gastelum Treviño de Loret de Mola

No. 12 de la Serie Letanías Lauretanas

MADRE DEL CREADOR

María en el plan de la CREACIÓN y de la RESTAURACIÓN:


Ella es la Madre de Cristo, el Verbo del Padre hecho carne.

Cristo es el centro de la creación: “por medio de El fueron hechas todas


las cosas y sin El no se hizo nada de cuanto existe” (Jn. 1.3). Al ser un
solo Dios en 3 personas distintas, lo que se atribuye a Dios Padre se puede
atribuir también a Dios Hijo, así, habiendo sido hecho de María Santísima
Aquél por el que han sido hechas todas las cosas, puede decirse que toda
cosa fue hecha por Ella, porque engendró al HACEDOR … al CREADOR.
Por esto María tomó parte, EN CIERTO MODO, en la obra de la Creación.

Pero la restauración, la renovación de todas las cosas, según enseñan


los Santos Padres, es una segunda creación y ésta fue realizada por medio
de Jesucristo. En esta segunda creación, en esta Redención del género
humano, el centro es también Cristo, de manera que el Verbo Divino es
doblemente CREADOR. También María Santísima tomó parte activa en esta
restauración que se realizó con su consentimiento.

El “HAGAMOS” del génesis produjo de la nada todas las cosas, el “HÁGASE


en mí según tu palabra” pronunciado por María cooperó a restaurar todas las
cosas en Cristo y a devolverles su primitiva perfección.
Sin el “HAGAMOS” Divino, todo habría permanecido en la nada; sin el
“HÁGASE” de María, todo habría permanecido en una condición, bajo
muchos aspectos, peor que la nada.
El primer “HAGAMOS” levantó a la criatura humana hasta la semejanza con
Dios; el segundo “HÁGASE” levantándola aún más alto, la unió -en Cristo-
personalmente a Dios.
El “HAGAMOS” Divino es, por consiguiente, omnipotente y creador por
naturaleza; el “HÁGASE” de Ella es omnipotente, restaurador y creador por
gracia.

De esta manera María Santísima tomó parte en la creación … ¡MADRE DEL


CREADOR!.

Autora: Marisol Solís de Gamboa

Equipo Fatimazo por la Paz

(Tomado de “meditaciones sobre las letanías lauretanas”, mercaba.com)

No. 13 de la Serie Letanías Lauretanas


MARIA, MADRE DEL SALVADOR

María es la persona que más puede dar testimonio de Cristo. Dios eligió a
María para ser la Madre de Jesús, el Salvador del mundo.

Por su PUREZA y SENCILLEZ María fue escogida por Dios para ser la
Madre de su amado Hijo Jesucristo. María acogió con HUMILDE LIBERTAD
la invitación de Dios y pronunció su “Si” a la encarnación del Hijo de Dios.

La Virgen María en un acto de OBEDIENCIA a Dios dice: “He aquí la esclava


del Señor” y con inmensa FE termina diciendo: “Hágase en mí según su
Palabra”. María aceptó colaborar con Dios y su cuerpo empezó a ser como
un templo porque dentro estaba su Hijo, que también era el Hijo de Dios.

María al saber que su prima Isabel esperaba un hijo, viaja de Galilea a Judea
lo que supone SACRIFICIO y ENTREGA GENEROSA para ayudar a quien
necesita. Isabel felicitó a María porque Dios la había elegido para ser la
madre de Jesús y porque había creído en lo que la había dicho el Señor.
María, con alegría, le dijo que en ella se habían cumplido todas las maravillas
que Dios hace con los que son pobres y humildes de corazón.

La Iglesia no sólo llama a María Madre de Dios, sino también Madre del
Salvador. En las letanías lauretanas, después de las invocaciones de Santa
Madre de Dios y Madre del Creador, se lee: Madre del Salvador, ruega por
nosotros.

No existe una dualidad que disminuiría la unidad de la Mariología en la que


dominan dos principios distintos: Madre de Dios y Madre del Salvador,
asociada a su obra redentora. La unidad de la Mariología se mantiene porque
María es Madre de Dios Redentor o Salvador.
María llegó a ser la Madre del Salvador por su consentimiento y por todas
las virtudes que mencionamos arriba. Con toda seguridad, María no ignoraba
las profecías mesiánicas y en particular las de Isaías, que anunciaban
claramente los sufrimientos redentores del Salvador prometido. Pronunciando
su Fiat el día de la Anunciación, aceptó generosamente desde ese momento
todos los dolores que les ocasionaría, a Ella y a su Hijo, la obra de la
redención.

María se convirtió, pues, voluntariamente, en la Madre del Salvador como tal,


comprendiendo siempre que el Hijo de Dios se hacía hombre por nuestra
salvación, como dirá el Credo.Desde entonces se unió a Él como sólo una
Madre y una Madre santísima puede hacerlo, con una perfecta conformidad
de voluntad y de amor por Dios y por las almas.

En Ella toma una forma especial el precepto supremo: Amarás al Señor tu


Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas, con todo tu
espíritu y al prójimo como a ti mismo (Deum 6, 5; Lc 10, 27). Nada más
sencillo, más profundo y más grande.

La Madre del Salvador comprendía cada vez mejor cómo debía cumplir su
obra redentora. Le bastó con acordarse de las profecías mesiánicas bien
conocidas por todos. Isaías había anunciado las humillaciones y los
sufrimientos de Mesías, que los soportaría para expiar nuestras faltas, que
sería la inocencia misma y que conquistaría las multitudes por medio de su
muerte generosamente ofrecida. David, en el salmo 22: Dios mío Dios mío,
¿por qué me has abandonado? María conocía, evidentemente, lo anterior y lo
meditaba en su corazón.

María se convierte, al dar su consentimiento el día de la Anunciación, en la


Madre del Salvador. De este consentimiento: hágase en mí según tu
palabra, depende todo lo que sigue en la vida de la Santísima Virgen, como
toda la vida de Jesús depende del consentimiento que dio al entrar en este
mundo cuando dijo: No quisiste sacrificio ni ofrenda, sino que me diste un
cuerpo… Heme aquí que vengo, Oh Dios, para hacer tu voluntad (Heb 10, 6,
7).

REFLEXION: Pidamos a nuestra madre santísima, Madre del Salvador y


madre nuestra, que nos alcance la gracia de imitarla en las mismas virtudes
por las cuales Ella fue elegida Madre del Salvador: obediencia, pureza,
humildad, entrega generosa, sacrificio, sencillez, fe. Con toda seguridad
esta buena y santa madre no nos lo negará si lo pedimos con sincero
corazón, con el fin de rendir mayor honor y gloria a Dios con nuestras vidas.

Ave María Purísima, sin pecado concebida. Dios les bendiga.

Referencia:

Devocionario.com

Del libro Explicación de la letanía, del padre Francisco Javier Dornn

Servicio Católico Hispánico

Catholic.net

Mariela Gastelum Treviño de Loret de Mola

No. 14 de la Serie Letanías Lauretanas

Virgen prudentísima.

La Prudencia es la virtud que nos dispone a elegir nuestro verdadero bien y a


elegir los medios correctos para alcanzarlo. Para llegar a obtener esta virtud
debemos pedir a Dios que nos ilumine lo que debemos hacer, decir y evitar,
así como consultar a los que saben más que nosotros para no actuar nunca
de forma precipitada, sin antes pensar y consultar. Sin duda, la mejor
intercesora para alcanzarnos esta virtud es la santísima Virgen María.

¿Quién podrá concebir la sabia prudencia que María conservó en el momento


en que el enviado del Padre eterno se presentó delante de ella? Cuando la
llamó llena de gracia y bendita entre las mujeres, ella se turbó, y no
comprendió como semejante elogio podía serle dirigido: a la vista del grado
de elevación al que se le destinaba, se humilló delante de Dios y se creyó
dichosa de merecer la calidad de esclava. Luego, recibiendo la confirmación
del ángel, no dudó que todo lo que se le acababa de anunciar ocurriría; y lo
creyó sin buscar comprenderlo. Ella no pidió un signo, no dudó como
Zacarías. Ninguna objeción al Ángel, ninguna pregunta y ninguna curiosidad
propia del alma débil. María no dijo más que las palabras absolutamente
necesarias, unas para destacar el voto de virginidad que había hecho, las
otras para destacar su obediencia a la voluntad del Señor. Tal fue la
prudencia sublime de María que debemos admirar siempre, ya que es
imposible alabarla tan dignamente como merece.

En las Sagradas Escrituras encontramos que Salomón dice “el que modera
sus labios es prudentísimo”, y esto es exactamente lo que hizo la santísima
Virgen a lo largo de su vida terrena, Ella siempre moderó sus labios, tanto,
que solo se encuentran escasas referencias en la Santa Biblia de sus
palabras: cuando habló al Arcángel San Gabriel, cuando habló a santa Isabel,
cuando encontró al Niño Jesús en el Templo, y en las Bodas de Caná; todas
sus palabras contenían muy grande edificación y singular prudencia. Y, entre
las vírgenes prudentes, sin duda, María con toda justicia es la primera
entre ellas, porque absteniéndose de todo pecado conservó
enteramente el aceite de la Gracia.

ANÉCDOTA:

El bienaventurado Simón Stock pedía a menudo a la Santísima Virgen que la


enseñara una forma en que pudiera honrarla. Un día que estaba en oración
delante de la imagen de la Santa Madre de Dios, se le apareció llevando en
sus manos un escapulario, que le dio, agregando que era el medio que ella
deseaba que utilizara para servir a su gloria, y que lo mirara como un signo
de salvación, de suerte que cualquiera que lo llevara santamente hasta la
muerte, no caería en las penas del infierno. Los Soberanos Pontífices, que
expidieron bulas y concedieron indulgencias a favor de esta devoción, incluso
los reyes como San Luís, se apresuraron a entrar en la Asociación del
Escapulario. Pero nada sirvió más para difundir esta santa devoción que los
prodigios que el cielo operó a favor del Escapulario. Uno de los más
señalados, fue el que ocurrió en el sitio de Montpellier:

Un soldado que llevaba consigo esta prenda de devoción a María, recibió una
herida de mosquete cuando se lanzaba al asalto; pero la bala, después de
haber atravesado su uniforme, se detuvo frente al escapulario sin hacerle
ningún mal. Luís XIII, que se encontraba en el sitio, fue testigo de este
prodigio de protección. En consecuencia, se apresuró a tomar este santo
hábito cuyo efecto sorprendente acababa de ver.
Imitemos la prudencia de la Santísima Virgen, llevemos su escapulario,
porque María nos protege contra el peligro, especialmente a la hora de la
muerte.

Oración: Oh prudentísima Virgen María, te ruego me alcances de la


Sabiduría Encarnada, tu Hijo Santísimo, la gracia de ser prudente en mis
palabras, en mis acciones y en la salud de mi cuerpo, de tal suerte que
siempre recoja el aceite de buenas obras con las cinco vírgenes prudentes, y
así, sea admitido en la casa del Esposo Celestial. Virgen Prudentísima,
Ruega por nosotros

Extractos de:

Devocionario.com

Del libro Explicación de la letanía, del padre Francisco Javier Dornn

Servicio Católico Hispánico

Catholic.net

Mariela Gastelum Treviño de Loret de Mola

No. 16 de la Serie Letanías Lauretanas.

MADRE ADMIRABLE
Las letanías han sido y siempre serán una hermosísima forma de alabanza
y de súplica a María, piropos de amor y de ternura. Se remontan a los
primeros siglos de la humanidad, pero siempre son vigentes ya que son un
gozo y una alegría el recitarlas para nuestra Madre que, de entre muchas
otras cualidades, hoy nos referiremos a su SER ADMIRABLE.
Una persona o cosa es admirable o digna de admiración, dice el Cardenal
Newman, cuando es perfecta, extraordinaria, por esto impresiona los
sentidos, la imaginación y el pensamiento.
María es verdaderamente admirable, porque es extraordinaria y no
hay nadie que reúna como Ella semejante grandeza de privilegios y de
virtud, por estas dos razones: sus privilegios y sus virtudes, María Santísima
es invocada con el título de Madre Admirable.
Dice el Padre Mariano De Blas, L.C. con justa razón que de María nunca
se dirá todo. No se puede, siempre hay algo más que decir de hermoso, de
dulce, de grande. Las letanías son un amable intento de decir todas las
grandezas de María, pero se quedan cortas.
Ella es admirable por sus privilegios: gentileza de Dios para Su Flor,
admirable por su sencillez, con una mano toca a Dios Omnipotente y
con otra a sus niños de la Tierra. “He aquí la Esclava del Señor”, sirve en
los atrios del Señor, dicen que sus manos son las más bellas, y que las usa
solamente para servir, para hacer el bien… admirable como el paisaje que se
mira y se vuelve a mirar y nunca se quiere dejar de contemplar, porque
infunde alegría, ternura, admiración.
Oh Madre admirable, maravillosa, eres demasiado grande para cualquier
adjetivo, Santa y hermosa, quiero mirarme en tus ojos purísimos, océano
de amor y pureza, para que por contagio algo de ti se pase a mí. Eres un
paisaje que han admirado millones de seres y seguirán admirándote sin
cansarse jamás, criatura celestial que todos se enamoran de ti de tanto
admirarte.

Marisol Espejo Peniche de Peón

Equipo Fatimazo por la Paz

No. 17 de la Serie Letanías Lauretanas.


VIRGEN VENERABLE

La veneración es aquel honor y reverencia que se le da a una persona en


testimonio de su excelencia, de su virtud sobrenatural, de su santidad y
consiste en una gran consideración de nuestra mente hacia la persona
dotada de estas cualidades en un correspondiente afecto del corazón, estima
y aprecio.

Por consiguiente la santidad es objeto de veneración. Si queremos conocer


por que merece María el título de Venerable hemos de considerar la
grandeza de su santidad.

Muchos cristianos confunden la perfección cristiana o la santidad con los


medios para obtenerla; otros hacen consistir la santidad en las penitencias
exteriores; otros en largas oraciones; otros en despojarse de toda cosa por
amor al prójimo y así por el estilo. Estas y semejantes prácticas son medios
muy útiles para llegar a la santidad; serán, con la gracia Divina, principio y
señal, fruto y efecto de la santidad, pero no son la santidad esencial. De
hecho ha habido santos que no lo dieron todo a los pobres, que no
practicaron penitencias extraordinarias, que no hicieron largas oraciones. La
santidad es la perfección en el amor.

La esencia de la perfección evangélica consiste en la unión con Dios. Dios es


santo por naturaleza; nosotros cuando estamos unidos a El, somos santos
por gracia. La unión con Dios es efecto de la caridad, cuando el cristiano
observa y vive perfectamente el precepto básico de la ley evangélica: “Ama al
Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas”
y el segundo: “Ama al prójimo como a ti mismo” (cfr. Marcos 12.28-34) (cfr.
Mateo 22.37-40), está viviendo la santidad.

La medida de la santidad de María es su ardiente Caridad de Madre de


Dios.
Para conocer lo digna que es de VENERACIÓN, sería necesario profundizar
en los abismos inaccesibles de su corazón y medir su amor y esto solo Dios
puede hacerlo.

La gracia de Dios es la que nos hace santos, es por eso que la plenitud de la
gracia confiere la plenitud de la santidad. La gracia, semilla y fruto de la
santidad, hace que Dios esté en nosotros y nosotros en Dios.

María fue declarada y proclamada solemnemente de parte de Dios, por


medio del Arcángel Gabriel: LLENA DE GRACIA Y POSEEDORA DEL
SEÑOR.

¡Cuán SANTA y VENERABLE ERES, OH MADRE!.

Extractado por LRN Equipo Fatimazo por La Paz de: Redacción Mercaba |
Fuente: www.mercaba.org

http://www.mercaba.org/FICHAS/Devociones/letanias_lauretanas.htm

Basadas en algunas “MEDITACIONES SOBRE LAS LETANÍAS DE LA


SANTÍSIMA VIRGEN PARA EL MES DE MAYO” del Cardenal Newman y
extractos del libro“LETANÍAS DE LA SANTÍSIMA VIRGEN” del Pbro. Ángel
Cavatoni Según se indica en el sitio.

No. 18 de la Serie Letanías Lauretanas

Virgen Digna de Alabanza.

¿Por qué decimos que la Virgen María es digna de alabanza? Su dignidad


viene de Dios quien la eligió para una misión extraordinaria. Ella con su Sí
aceptó ser la Madre De Dios hecho hombre. Eso llevó a elevar una alabanza
única y especial: “Bendita eres entre todas las mujeres”.
Como no alabar a María llena de gracia, a María que creyó, a María decidida,
a María caritativa, a María humilde, a María serena, a María amorosa, a
María fuerte, a María madre de Dios y por gracia de su Hijo: madre de todos
los hombres.

Y como Buena Madre está al pendiente de sus hijos, sus problemas, sus
indecisiones y los peligros que le acechan siempre dispuesta al consejo, la
guía y la defensa. Y también está presente para compartir las alegrías y
conducirnos con pasos seguros en el día a día. Ella está ahí, junto a nosotros
siempre intercesora, orientadora y madre. Una madre que nos enseña con su
ejemplo el camino perfecto hacia Dios al que adoramos. Nosotros no
podemos hacer menos que respetar y alabar su entrega y su ser.

Por eso, “La Iglesia en su Liturgia, ha coronado a María con las fiestas en su
honor introducidas en el año eclesiástico, los oficios, los himnos, las Letanías,
las procesiones, la solemne coronación de sus imágenes, etc., que
manifiestan el amor de la Iglesia hacia su Madre Celestial.

Para Ella, el genio de los grandes Doctores de la Iglesia, la pluma de los


Teólogos, la palabra enamorada de los oradores sagrados y la oración
confiada de todos los que la aman.” (Mercaba.org).

Alabemos a Nuestra Madre con fuerza, con orgullo y con todo nuestro amor
por que es digna por el poder que le dio Nuestro Dios a quien amamos por
encima de todas las cosas.

Autor: LRN Equipo Fatimazo.

No. 19 de la Serie Letanías Lauretanas


Virgen poderosa

A la más poderosa de las Reinas, Dios no le niega nada. Se le llama la


omnipotencia suplicante. Semper vivens ad interpellandum pro filiis suis:
Que vive siempre para interceder por sus hijos.

“No tienen vino”, dijo en una boda. Y qué vino más exquisito se bebió en
Caná.

Ella es la mujer que con verdad puede decir: hizo en mi favor grandes
cosas el que es todopoderoso, y en Él lo puedo todo. Es la mujer ante
cuyo poder se admira el cielo, se pasma la tierra, y tiembla el infierno.

¿En qué consiste el poder de María? ¿Es acaso porque con su FIAT hizo
bajar a Dios del cielo? ¿Será acaso por haber cargado en su virginal vientre
al HOMBRE-DIOS? Si, lo anterior es correcto, pero además María Santísima
es la mujer fuerte de la que habla Salomón, la que tiene la virtud y el poder.
Por tanto, María como Reina poderosísima del cielo, por justo derecho tiene
en su mano el cetro con el cual, en compañía de Cristo su Hijo, gobierna al
mundo.

María Santísima también es poderosa porque cargó en sus brazos al que


carga a la tierra y abrazó al Dios inmenso y omnipotente. María tuvo en sus
brazos al brazo de Dios, que no es otra cosa que la virtud de Dios, y por eso
no debe sorprendernos que sea tan poderosa.

Ahora preguntémosnos, ¿Será posible que nuestra Madre María Santísima


con todo el poder de Dios en sus santas manos deje a sus hijos
desprotegidos en la tierra? ¡¡De ninguna manera!!

Esta madre amorosa del cielo, siguiendo la voluntad de Dios, nos da un arma
poderosísima para enfrentar y vencer a todos los enemigos de este mundo
que buscan apartarnos del camino al cielo, ya sean vicios, placeres
desordenados, malos pensamientos, malas compañías, hasta al mismo
demonio. Esa arma poderosa es el Rosario. El rosario podría parecer una
oración frágil y propia de abuelitas, pero Dios ha querido que sirva para
detener los cañones y las bombas con que sus hijos son atacados todos los
días.

Cuentan los antiguos que cuando Santo Domingo de Guzmán empezaba a


desanimarse al ver que en los sitios donde predicaba la gente no se convertía
y la herejía no se alejaba, le pidió a Nuestra Señora le iluminara algún
remedio para conseguir la salvación de aquellas personas y que Ella le dijo
en una visión:

“Estos terrenos no producirán frutos de conversión sino reciben abundante


lluvia de oración”.

Desde entonces el santo se dedicó a hacer rezar a las gentes el Padre


Nuestro y el Ave María y a recomendarles que pensaran en los misterios de
la Vida, Pasión y Muerte de Jesús. Muy pronto las conversiones fueron muy
numerosas y las gentes de aquellas regiones volvieron a la verdadera
religión.

Hoy por hoy, después de la Santa Misa, el Rosario es quizás la devoción más
practicada por los fieles. Muchísimas personas han experimentado y siguen
experimentando día a día los extraordinarios favores divinos que consiguen
con esta santa devoción.

¡Cuántas personas han logrado verse libres de pecados y de malas


costumbres al dedicarse a rezar con devoción el santo Rosario! ¡Cuántos hay
que desde que están rezando el Rosario a la Virgen María han notado como
su vida ha mejorado notoriamente en virtudes y en buenas obras! Son
muchísimos los que por haber rezado con fe su Rosario lograron obtener una
buena y santa muerte y ahora gozan para siempre en el cielo.
La tierna Virgencita es el terror del infierno entero. Por eso los devotos
de María no tienen nada que temer, y con el rosario en la mano y en el
corazón triunfaremos junto con el Inmaculado Corazón de María.

Virgen poderosa , ruega por nosotros.

Autora: Mariela Gastelum de Loret de Mola

Referencias:

* Devocionario.com

* Del libro Explicación de la letanía, del padre Francisco Javier Dornn

* Servicio Católico Hispánico

* Catholic.net

No. 20 de la Serie Letanías Lauretanas

VIRGEN CLEMENTE

La clemencia según Santo Tomás de Aquino es aquella virtud que templa el


rigor de la justicia con la misericordia; que concede y obtiene el perdón o la
disminución del castigo merecido. Comparte con la mansedumbre el
cometido de poner un justo y racional freno a los ímpetus de la ira y si la
mansedumbre frena el afecto interno, que es la raíz o el principio, la
clemencia modera el afecto exterior.

Esta hermosa y amable virtud, prosigue Santo Tomás, nace del amor. Quien
ama a una persona no quiere que ésta sea castigada.
De esto se sigue que cuando el perdón total o la disminución de la pena son
compatibles con el verdadero bien, entonces la amorosa clemencia perdona o
pide el perdón.

La clemencia, resplandece en María Santísima más que en cualquier otra


persona. Ella se ocupa y se preocupa de impetrar el perdón para los
pecadores. Por eso la Iglesia la honra con el título de Virgen Clemente.

Nuestra Madre Santísima nos ama porque ama a Dios. El amor de Dios y
el amor del prójimo son dos amores inseparables y nadie nos ama como
Ella.

No se puede medir el amor Infinito del Corazón de Jesús, aquel Corazón


inflamado con las llamas del Amor Divino y que fue atravesado por la
lanza. Ningún otro corazón está tan cerca del amor de Jesús, como el de su
Madre. Ninguno alcanza tan encendida caridad. Ella nos ama en Cristo, ama
en nosotros la Sangre del Hijo derramada en el Calvario y aplicada en los
Sacramentos. Ella más que nadie conoce en Dios el altísimo valor de un
alma.

No hay otro amor más hermoso y más fuerte que el de María porque
brota de la purísima fuente del amor de Dios.

Por dos títulos María es nuestra Madre:

• Ante todo porque ES LA MADRE DE JESUCRISTO.

• Porque Ella nos engendró al pie de la Cruz sobre el Calvario, allí fuimos
confiados a Ella como hijos en la persona de Juan.

Los dolores que no tuvo en el divino parto natural, debió sufrirlos en el parto
espiritual cuando fue constituida Madre de todos nosotros.
De la misma forma que Dios adornó a María con la santidad más eminente,
así la dotó de un corazón, en profundidad y en extensión, el más amante de
todos los corazones; con el que nos ama a todos, justos y pecadores,
aquellos que aunque estén en pecado buscan salir de él y se proponen
dejarlo. Ella escucha sus súplicas y los reconcilia con Dios y lo hace como
una madre que tiene más cuidado de un hijo enfermo que de un hijo sano …
como deja el buen pastor las noventa y nueve ovejas para ocuparse de
aquella que huyó del redil.

Virgen Clemente, ruega por nosotros tus hijos pecadores, ahora y en la


hora de nuestra muerte, amén!

Autora: Marisol Solís Trejo de Gamboa

Equipo Fatimazo por la Paz

Referencias:

Www. Mercaba. Org “Meditaciones sobre las letanías de la Santísima Virgen


para el mes de mayo” del Cardenal Newman y extractos del libro “las letanías
de la Santísima Virgen” del Pbro Ángel Cavatoni

No. 21 de la Serie Letanías Lauretanas

Virgen Fiel

Sin duda, hemos escuchado mucho sobre la crisis de fidelidad y sobre lo que
es la verdadera fidelidad, la que se espera de un cristiano. Pero la pregunta
es, si estas explicaciones nos han alcanzado íntimamente, si nos han llegado
al corazón.

Lo que nos falta, tal vez, es una síntesis vital y vívida de lo que hemos
escuchado. Lo que nos falta es un modelo, un ejemplo de fidelidad que
nos arrastre.
Así queremos también nosotros experimentar y palpar la fidelidad en una
persona concreta. Y esta persona, modelo de la fidelidad humana, es María:
la Virgen fiel.

Fidelidad y amor siempre van juntos, se corresponden. Porque el amor es


el alma de la fidelidad. Fidelidad sin amor es terquedad. Y el amor que no es
fiel, no es un amor auténtico, ya que no es duradero.

¿Cuál es el primer amor de María? Desde luego su amor a Dios, el


Evangelio de la Anunciación nos hace ver la hora que cambia la vida de
María, y que cambia la historia del mundo. Dios le pide ser Madre de su Hijo.
Y en este momento nace su primer amor, el gran amor de toda su vida: el
amor a su Hijo Jesucristo. Decidida y alegremente acepta su nueva misión,
diciendo su: “Fiat, Hágase en mí según tu palabra”.

Sabe que su FIAT no es el “Sí” de una hora, sino el sí de toda una vida.
De ahora en adelante, todo su amor, su entrega y su fidelidad dedicará a su
Hijo. Y empieza una inseparable biunidad entre María y su Hijo. Ella está con
Él, como compañera y colaboradora, en los grandes momentos de la historia
de salvación, desde la Encarnación hasta su Asunción.

El don de su primer amor tiene que probarse en la vida. No es un don


acabado, es un don que María tiene que ir conquistando cada vez más
perfectamente. Porque la verdadera fidelidad es la fidelidad probada y
acrisolada, la que perdura las tormentas de la vida.

Y la fidelidad a su primer amor sufre ya muy pronto duras pruebas. En primer


lugar su situación difícil frente a su prometido José, a quien no puede explicar
lo que le ha pasado. Después el nacimiento de su Hijo en la soledad y en la
miseria.
Y como primer resultado del nacimiento del Salvador, la matanza de los
inocentes. Y María tiene que huir de noche con su familia a tierras extrañas y
vivir allá como refugiados.

Y así siguen las pruebas y exigencias de Dios durante más de treinta años. Y
siempre de nuevo, Ella repite, sin comprenderlo del todo, el Sí de la primera
hora, el Sí de su vocación y de su fidelidad.

Y entonces llega la hora del Calvario. Ella está allí al pie de la cruz, casi sola.
Los demás han desaparecido, como suele suceder en la hora de prueba. Y
en este momento oscuro María da su último y definitivo FIAT. Y es éste el
que cuenta verdaderamente. Ella, en el Calvario, es Madre de
verdad, porque se es verdaderamente Madre sólo cuando se da todo. Y
María entrega lo único que tiene: su Hijo Jesús.

Y este momento de entrega total, el Señor crucificado la elige, para


entregarnos a su Madre. Aquella única inocente, a la que no cargaba sus
pecados , a nosotros, como sus nuevos Hijos. Y desde entonces estamos
incluidos en su primer amor. Y como antes se ha dado enteramente a su
Hijo Jesús, así entrega en adelante todo su amor y su fidelidad a sus hijos en
la gran familia de la Iglesia.

La fidelidad a la persona de Cristo tiende necesariamente a la fidelidad a la


Iglesia, la comunidad, la familia de Cristo.

Después de la Ascensión del Señor, María empieza a actuar como Madre de


la Iglesia primitiva. Reúne a los apóstoles y primeros cristianos en el
Cenáculo e implora con ellos el Espíritu Santo.

Su misión de madre de la Iglesia se hace más actual aún después de su


Asunción. Ahora puede cumplirla en toda su universalidad y profundidad:
Puede ser plenamente Madre para todos los suyos y darles a cada uno el
amor, la ayuda y la protección que necesitan.

Durante toda su historia, la Iglesia ha experimentado este amor extraordinario


y esta fidelidad ilimitada de María. Por eso le tiene tanta confianza, respeto y
cariño a su Madre.

Autora: Rebeca Medina Lago de B.

Referencia bibliográfica:

Padre Nicolás Schwizer (Suiza-Paraguay) el 26/enero/2018


en Espiritualidad, María |

No. 22 de la Serie Letanías Lauretanas


ESPEJO DE JUSTICIA
Hemos de considerar, en primer lugar, lo que debemos entender por JUSTICIA, porque esta
palabra tal como se emplea en el lenguaje de la Iglesia, no tiene el sentido que el lenguaje ordinario
le atribuye.
Por justicia no debemos entender aquí la virtud de la lealtad, de la equidad (dar a cada uno lo que
merece), de la rectitud en la conducta sino más bien la justicia o perfección moral, en cuanto
abarca, a la vez, todas las virtudes y significa un estado del alma virtuoso y perfecto, de tal
manera que el sentido de la palabra JUSTICIA es casi equivalente al sentido de la palabra
SANTIDAD.
Por esto, al ser llamada María “espejo de justicia”, lo hemos de entender en el sentido de que es
espejo de santidad, de perfección y de bondad sobrenatural.
¿Qué se entiende al compararla con un espejo? Un espejo es una superficie que refleja algo, como
el agua inmóvil, el acero pulido, la luna…
Ella refleja a nuestro Señor, que es la Santidad Infinita, por lo cual es llamada Espejo de la
Santidad, o como se dice en las Letanías ESPEJO DE JUSTICIA.
María llegó a reflejar la santidad de Jesús viviendo con El.
¡Cuán semejantes llegan a ser los que se aman y viven juntos! Cuando reina el amor entre esposos,
entre padres e hijos, entre hermanos, amigos, con el tiempo se produce un maravilloso parecido
que llega a manifestarse en la expresión de los rasgos de la voz, en el lenguaje y algunas veces
hasta en carácter, opiniones, gustos. Esto también sucede, sin duda, en el estado invisible de las
almas, en las cuales, para bien o para mal, se realiza esta transformación y semejanza.
Hemos de considerar ahora que María amaba a su Divino Hijo con un amor indecible y que lo tuvo
consigo durante treinta años. Si estuvo llena de gracia antes de haberlo concebido en su seno,
debió alcanzar una santidad incomprensiblemente mayor después de haber vivido tan íntimamente
con El durante aquellos treinta años. Santidad que reflejaba los Atributos de Dios con una plenitud
de perfección, de la cual ningún santo puede darnos una idea.
Ella es el ESPEJO DE LA DIVINA PERFECCIÓN.
Marisol Solis, equipo Fatimazo por la paz.

Referencias:

“MEDITACIONES SOBRE LAS LETANÍAS DE


LA SANTÍSIMA VIRGEN PARA EL MES DE MAYO”
del Cardenal Newman

Extractos del libro

“LETANÍAS DE LA SANTÍSIMA VIRGEN”


del Pbro. Ángel Cavatoni

No. 23 de la Serie Letanías Lauretanas


TRONO DE SABIDURÍA
La palabra sabiduría tiene en la Sagrada Escritura varios significados:
1-puede referirse a la Sabiduría como persona, que es el Verbo Divino, Jesucristo, verdadero Dios y
verdadero Hombre, la Sabiduría encarnada;
2-la sabiduría como cualidad de los seres humanos,
3-la sabiduría, como Don del Espíritu Santo.
Bajo estos tres significados la Virgen María es llamada y es verdaderamente Trono o Sede de
la Sabiduría.
-María Santísima, Trono de la Sabiduría personal-
Jesucristo posee el conocimiento de todo el ser Perfectísimo e Infinito que es el Padre, siendo Uno
con Él.
El Verbo Divino del Padre se encarnó en el seno purísimo de María, así vino al ser Madre de Dios,
Madre del Verbo, Madre de Cristo Hombre, Madre de la Sabiduría.
Por eso, principalmente se le invoca como Trono de la Sabiduría porque puso el Verbo su sede en
las Purísimas entrañas de Ella.El se hizo para Sí, en el seno Virginal, una morada muy digna y
escogida, habitó en Ella, y después de nacer fue llevado en sus brazos durante sus primeros años y
estuvo sentado sobre sus rodillas. Siendo realmente también, por decirlo así, el Trono humano de
Aquel que reina en el Cielo.
-María Santísima, Sede de la virtud de la sabiduría.-
La cualidad de la sabiduría reside en el entendimiento del ser humano y nos permite el
conocimiento de las cosas naturales y sobrenaturales y sus causas, se eleva al conocimiento y
contemplación de la Causa primera e increada, es decir, Dios; ve y contempla a Dios en todas las
cosas de la naturaleza, todo lo refiere a Dios; de todo lo creado toma base para admirar, bendecir y
amar a Dios, último término al cual están dirigidas todas las cosas.
Y es así como esta sabiduría del entendimiento pasa al corazón y lo ensancha y lo consuela y le
infunde un gozo, un sabor y un fervor únicos.
Por encima de todos los santos, María poseyó en grado perfecto la virtud de la sabiduría, más aún,
Ella es la Sede de la sabiduría.
Fue dotada por Dios de un entendimiento naturalmente perfecto, ejercitado y enriquecido por la
continua y altísima contemplación y por el conocimiento de la Escritura.
María, después de Jesucristo, tuvo el corazón mejor dispuesto para la gratitud, para la admiración,
para el amor: disposición acrecentada hasta el máximo por la fiel correspondencia a la obra de la
gracia que la llevó al más perfecto conocimiento de Dios posible a una mente creada.
-María, Sede del don de sabiduría-
Hay una sabiduría que no se adquiere con los recursos humanos, sino que es un don sobrenatural
infundido por el Espíritu Santo.
Este don, como enseña Santo Tomás de Aquino, es distinto en su naturaleza de la cualidad de la
sabiduría.
Este don consiste en un profundo conocimiento de Dios y de sus altísimos misterios,
conocimientoencaminado no tanto a satisfacer la inteligencia que contempla, sino a alimentar
y atraer la voluntad con la fuerza del amor. El alma en la que se ha desarrollado este don se
sumerge y se abisma enteramente en Dios, en sus perfecciones infinitas y en sus misterios, y allí se
goza de tal manera que todo lo que no es de Dios o no conduce a Dios se le hace pesado y
enojoso, le resulta insípido.
En los treinta años que vivió en íntima unión con la Sabiduría Encarnada, cuántas veces recibiría
María en el secreto de la casa de Nazaret los vívidos rayos de la sabiduría eterna en los que Ella
recogía hechos y misterios; palabras y recuerdos en el santuario de su corazón y los conservaba.
Era el tesoro de las diversas riquezas que, pasando por su alma de Madre, se convertían y se
convierten ahora en leche de vida, de sabiduría y de gracia para sus hijos. Ella más que ninguna
criatura angélica o humana, penetró en los profundos misterios de la Divinidad, rozando, por decirlo
así, los confines de lo infinito.
María llevó en su seno a la Sabiduría Increada pero su mente y su corazón fueron más
anchos y capaces que su mismo seno, dice San Buenaventura. Con toda razón, la Iglesia la
invoca Trono de la Sabiduría.
Marisol Solis, equipo Fatimazo por la paz.

Referencias:

“MEDITACIONES SOBRE LAS LETANÍAS DE


LA SANTÍSIMA VIRGEN PARA EL MES DE MAYO”
del Cardenal Newman

Extractos del libro

“LETANÍAS DE LA SANTÍSIMA VIRGEN”


del Pbro. Ángel Cavatoni

No. 24 de la Serie Letanías Lauretanas

MARIA, CAUSA DE NUESTRA ALEGRIA

Por: Ivette Laviada

¿Alguna vez hemos reflexionado en aquello que es causa de nuestra alegría?


La alegría es uno de los efectos o frutos de la felicidad, es una emoción que a
menudo invade nuestro interior transformando nuestra apariencia, lenguaje,
decisiones y actos y que puede ser percibida en toda persona.

Se tienen diversas fuentes de alegría y estas van desde las más simples
hasta las más complejas, las que calan profundo en el alma o aquellas que
son efímeras; tenemos también a las personas que procuran estar alegres de
muy diversas formas, por lo tanto hay cosas y personas que causan este
sentimiento.

Cuando hablamos de cosas, tenemos por un lado a quienes se alegran con la


justa apreciación de los bienes terrenales conquistados a partir del trabajo y
el esfuerzo.

Hay personas que se deleitan y alegran solamente con los bienes materiales,
con los honores, con las riquezas, las comodidades o un mundo de
frivolidades que van marcando un camino insaciable en medio de la
acumulación; quienes en estas acciones van radicando su alegría,
encontrarán que muchas veces es momentánea e incluso frívola pues tarde o
temprano se darán cuenta que se necesita mucho más.

En otros casos -que podemos encontrar penosos- vemos que hay quienes
encuentran alegría en la práctica del pecado, cuando para un auténtico
cristiano esta sería razón suficiente para entristecerse;dicha alegría no sólo
resulta como en el caso anterior efímera o momentánea sino incluso sería
falsa.

La frivolidad de estas dos formas de alegría radica en que satisface a los


sentidos, pero el alma queda vacía; y cuando de pecado se trata de más está
decir la forma en que el alma no sólo se vacía sino se mata.
Cuando somos conscientes de esto, las personas debemos fundar nuestras
fuentes de felicidad en la persona que puede garantizar que a pesar de todo y
en medio de las adversidades la alegría se puede experimentar.

¿Quién es capaz de llenar el alma de felicidad? Dios en primer lugar.

Y Dios ama al que da con alegría (2ª. Corintios 9, 7)

Por ello Jesús fue y es causa fundamental y primera de nuestra alegría,


María es causa secundaria y el instrumento para experimentarla ya que
gracias a su sí en la Encarnación del Verbo, Jesús se hizo presente.

Esta es la verdadera alegría y la podemos llamar alegría Cristiana que es


muy distinta de la otra porque incluso para muchos es un misterio que a
pesar de las sombras de lo que acontece en nuestras vidas, de las lágrimas
que derramamos en medio de las tribulaciones, sí es posible experimentar
una alegría verdadera, tranquila, veraz y duradera.

María es causa de nuestra alegría, porque nos dio a Jesús. Con Él y a


través de Ella es posible nuestra amistad con Dios, gozar de la tranquilidad
de conciencia, apreciar la paciencia en las adversidades, advertir la
esperanza en los bienes eternos como fuentes inagotables de indecible y
sólida alegría.

María es causa de nuestra alegría porque Jesús habita en las


profundidades de su alma y porque se identifica con el amor de
Jesucristo.

María es causa de nuestra alegría porque de su mano no hay fuerza humana


o de acontecimientos que pueda arrebatarnos este sentimiento y cuando no
se puede estar siempre alegre, sí se puede estar siempre en paz y ello es
una alegría implícita para el alma.
Equipo Fatimazo por la Paz

No. 25 de la Serie Letanías Lauretanas

VASO ESPIRITUAL

“¿No dispone el alfarero de su barro y hace con el mismo barro una vasija
preciosa o una para el menaje? (Carta a los Romanos 9, 21)”

En María, Dios decidió hacer la mejor vasija para recibir a Jesús. Desde su
concepción, sin pecado concebida, fue elegida y preparada para recibir los
dones y gracias indispensables para ser la madre de Dios. Los dones y
gracias de que la proveyó, sus sentimientos, inteligencia y religiosidad la
hacen llena de espiritualidad. Aquella espiritualidad en la que Dios depositaría
a su Hijo. Así pues María es el vaso espiritual, el vaso perfecto que tuvo en
sus entrañas al hijo de Dios y que luego en sus brazos y bajo su cuidado
aprendería a ser hombre, el mejor hombre de todos, el que vino a salvarnos.

Veo a María con el Niño en sus brazos. Veo a Jesús protegido en los brazos
de su Madre. Y veo en ambos una ternura de amor y perfección sin igual.
Esos brazos en los que Dios depositó en María a su único Hijo , su Bien
Amado tenían que ser los mejores. Esa mujer bella, pura, decidida, llena de
gracia, llena de Dios y digna de esa responsabilidad es la mejor madre. Y tan
grande es su capacidad de dar y amar que Jesús sabiéndolo da cabida en su
Inmaculado Corazón para todos nosotros: “He aquí a tu Madre”.

Yo, imperfecto vaso de barro, quiero ser como María y recibir y acoger en mi
a Jesús. Amar y dar como ella. Tener un alma limpia, pura y en gracia que
me haga ser vaso digno de recibir a Jesús en mi.

Leidy Rosado Novelo. Equipo Fatimazo por La Paz.


No. 26 de la Serie Letanías Lauretanas

VASO HONORABLE

En las Sagradas Escrituras se reconoce a María como Vaso Admirable obra


del Altísimo. Se llama vaso a María Santísima por ser tálamo del Hijo de
Dios, albergue especial del Espíritu Santo, y triclinio de la Santa
Trinidad. De ahí lo que se dice “El que me creó reposó en mi tienda”.

Si el ostensorio, que sirve para exponer la Hostia consagrada es un vaso tan


honorable que no está permitido tocarlo sino a los sacerdotes y a las
personas consagradas a Dios, ¿María no es, con mayor razón, un vaso de
mayor honor, ya que el Verbo divino se encarnó en su seno, y quiso habitar
en él nueve meses?

El Santo Sepulcro, en donde solo por tres días estuvo encerrado el Cuerpo
de Jesús, es glorioso y venerado y visitado por muchísimos fieles. Ahora
bien, ¡¡cuánto mayor honor y veneración se debe a María, de cuyo cuerpo
tomó vida el Divino Hijo!!

Santo Tomás de Aquino dice que en la Sagrada Escritura los hombres son
comparados a los vasos, o se llaman vasos por cuatro razones:

1– Por cómo fue hecho; por la materia y por la forma que el artífice le da; y
que es tanto hermoso, cuanto más preciosa es la materia de la que está
hecho.

Por eso decimos en las Letanías que María es un “Vaso de Espiritual y Vaso
Honorable”, por ser tan pura, tan bella y tan hermosa de alma; la criatura más
hermosa, después de Jesús. Dios se esmeró en ella porque iba a ser la
Madre de su Hijo encarnado. Y puso todo su saber, todo su amor, todo su
arte al hacerla.

2– Por lo que contiene. El vaso es más estimable si está destinado a


contener lo mejor.

Y ninguna criatura, es más apreciable que María, porque está llena de gracia
(Llena eres de gracia, la dirá el ángel) desde el primer momento de su
concepción; llena de Dios. Y tanto más estuvo llena de Dios, cuanto más
vacía estuvo de sí misma.

3- Por el uso que se da. La importancia y valor del vaso, se estima,


además, por el uso al que se destina.

María fue destinada a lo más grande que podría aspirar una criatura: su
Maternidad Divina. Por eso, Dios la dotó de todos los privilegios posibles. Y
no se quedó corto.

4– Por el fruto. El fruto suyo fue Jesucristo (Dice el Evangelio: “Por sus
frutos lo conoceréis”).

Pero Ella tuvo que consentir libremente: “Hágase en mí según tu palabra”. El


Fruto de este Vaso es Jesucristo, y todo lo que nos vino con Él: el Reino de
Dios aquí en la tierra y el Reino de Dios en el cielo.

María es Vaso digno de ser honrado por todos. A María no se le puede


faltar al respeto, es una ingratitud y una grosería sin nombre. Cierto es que
Jesús mismo siempre le ha dado gran honor, unido al más tierno amor, a su
Santísima Madre. Pues si el mismo Dios le honra, tanto más debemos
nosotros, miserables hombres, rendirle grande y perpetuo honor y veneración
a la Madre de Dios.
REFLEXION: Oremos por la conversión de los que, con la Biblia en la mano,
predican que María no es la Madre de Dios. Al llegar al cielo, Ella les va a
abrir la puerta. Antes que nada, tendrán que pedir atentas disculpas. Y al
presentarse ante Dios las disculpas deben ser muy serias, porque, aunque de
buena fe, toda su vida dijeron que la Madre de Dios no era su Madre. Eso es
muy fuerte.

Vaso Honorable, ruega por nosotros.

Extractos de:

Devocionario.com

Del libro Explicación de la letanía, del padre Francisco Javier Dornn

Servicio Católico Hispánico

Catholic.net

Mariela Gastelum Treviño de Loret de Mola

No. 27 de la Serie Letanías Lauretanas.

VASO INSIGNE DE DEVOCIÓN

María Santísima es un vaso sagrado, como una patena que ha encerrado al


Verbo en sus entrañas; es un cáliz precioso, porque encerró en sus venas la
sangre de Jesús, la que se derramaría en Getsemaní, en la flagelación y en
el Calvario.

Vaso digno de ser honrado por todos: a la Virgen María no se le puede


faltar al respeto, es una ingratitud y una grosería sin nombre.
Los que, con la Biblia en la mano, predican que María no es la Madre de
Dios… al llegar al cielo, les va a abrir María la puerta. Antes que nada
tendrán que pedir atentas disculpas. Y al presentarse ante Dios las disculpas
deben ser muy serias, porque, aunque de buena fe, toda la vida dijeron que la
Madre de Dios no era su Madre.
Eso es muy fuerte.

Cuando hablamos de devoción a la Santísima Virgen, nos referimos a un


sentimiento de profundo respeto y admiración inspirado por la dignidad, la
virtud y los méritos de la Madre de Dios.
Por eso los que sinceramente tienen una gran devoción a María están en el
justo y recto camino. Dios los bendice y los premia. Amar y bendecir a su
Madre, es amarlo y bendecirlo a Él mismo. Si Él dijo: “Todo lo que hacéis a
uno de mis hermanos más pequeños me lo hacéis a Mí”, ¿qué decir cuando
se lo hacen a su misma Madre? Se lo hacen a Él en persona.
No tengan miedo, por tanto, los que aman a María, Madre de Dios. Sepan
que cuentan con Su bendición.
Vaso insigne de devoción, es decir que merece nuestra devoción, amor y
cariño como nadie.
Pues si el mismo Dios le honra, tanto más debemos nosotros rendirle grande
y perpetuo honor y veneración a la Madre de Dios.

Marisol Solis, equipo Fatimazo por La Paz.

Extractos de:
Devocionario.com
Del libro Explicación de la letanía, del padre Francisco Javier Dornn
Servicio Católico Hispánico.

No. 28 de la Serie Letanías Lauretanas

ROSA MÍSTICA
La rosa es símbolo y figura de la Virgen María.

La rosa es, más que todo, por su delicado perfume, la reina de las flores, el
ornato de nuestros jardines, el principal decoro de la primavera.

María es la Reina de los Santos y, después de Jesucristo, el ornato principal


del jardín místico de Dios que es la Iglesia, más aún, después de Dios, Ella
es el esplendor y el ornato del cielo.

María es también la ROSA Mística porque es la rosa de Jericó; las rosas de


Jericó tenían la primacía sobre las demás por su magnificencia, por su rara
forma y por su olor exquisito; y los rosales crecían a manera de árboles.

La rosa nace, crece, abre sus hermosas hojas, esparce su suave fragancia
entre las espinas; éstas la rodean y la envuelven por todas partes.

María nació, creció, llegó a su singular perfección entre muy punzantes


espinas. Las adversidades, los más grandes dolores, la pobreza, los peligros,
las persecuciones, la elevaron a una sublime santidad.

En Nazaret y en Belén, en Judea, en Egipto, en Jerusalén y en la cima del


Calvario, María Santísima sufrió los más atroces tormentos.

Rosa MÍSTICA. Mística, Misticismo, los dos términos derivan del griego
Mysticós, que se refiere al misterio o secreto.

En sus distintos grados, que van del recogimiento interior hasta la unión
perfecta del alma con Dios, la vida MÍSTICA se resume en UN INTENSO Y
FERVOROSO ACTO DE AMOR.

María Santísima vivió y experimentó en su propio ser el GRANDIOSO … EL


INSONDABLE MISTERIO de la ENCARNACIÓN DEL DIVINO VERBO en su
Purísimo Seno; ¡en qué estado de MÍSTICA contemplación viviría Ella esos
nueve meses! Y después, el resto de su vida.
¡A qué estado espiritual llegaría su alma Inmaculada, que estaba colmada,
plena de gracia! PRESERVADA del pecado; no purificada del pecado corno
todos los demás santos. Ella vivió un continuo e inagotable acto de Amor de
Dios.

¡Que unión con Dios tan perfecta, indisoluble, singular. ÚNICA


INCOMPARABLE y MISTERIOSA es la de la Excelsa ROSA MÍSTICA!

REFLEXIONES. Basadas en algunas “MEDITACIONES SOBRE LAS


LETANÍAS DE LA SANTÍSIMA VIRGEN PARA EL MES DE MAYO” del
Cardenal Newman. y. Extractos del libro : REFLEXIONES Basadas en
algunas“MEDITACIONES SOBRE LAS LETANÍAS DE LA SANTÍSIMA
VIRGEN PARA EL MES DE MAYO” del Cardenal Newman y Extractos del
libro “LETANÍAS DE LA SANTÍSIMA VIRGEN” del Pbro. Ángel Cavatoni

Por María Cristina García de Zambrano

Equipo Fatimazo

No. 29 de la Serie Letanías Lauretanas

MARÍA, TORRE DE DAVID

Como recordaremos las Letanías Lauretanas son aplicadas a nuestra Santa


Madre María Santísima de un modo figurado, con el fin de exaltar sus
virtudes y prerrogativas siendo un modo de oración utilizado desde hace
muchos siglos atrás y que las que hoy conocemos deben su nombre al
Santuario de Loreto, en Italia.

La principal característica de estas oraciones alegóricas son su función


intercesora en donde le suplicamos a María alcanzar a Jesús por su
mediación.
La interpretación que se hace de Ella como Torre de David, procede del
Cantar de los Cantares, en este libro de forma poética se compara el cuello
de esta Mujer sublime a esta torre fortísima y la Santa Iglesia toma esta
Invocación a María, como escudo y defensa de toda alma que a Ella recurre.

Para entender su significado debemos saber en dónde está y que representa


para Israel la famosa Torre de David.

Esta Torre era una construcción fuerte y muy hermosa que sobresalía sobre
la cumbre de un monte entre dos vertientes profundas, formada por gruesos
bloques cuadrados unidos con hierro y plomo fue construida por el Rey David
siglos antes de Cristo para defensa de la ciudad de Jerusalén.

Del mismo modo se ha querido resaltar la figura de María, quién ha sido


elevada hacia el cielo como Reina, está en la cumbre de toda belleza y
perfección para la defensa de la Santa Iglesia de Dios.

La elevación y la defensa son dos puntos que no debemos perder de vista en


María, cuando metafóricamente se le llama Torre de David.

Una torre cuanto más se eleva del piso mayor radio de observación tendrá
con lo cual se facilita el acecho de los enemigos; María nos ofrece este
atributo, con su elevación a los Cielos e implorando su intercesión nos
concederá un conocimiento de nuestros adversarios, pues le permitimos
vernos desde arriba si nos esforzamos en penetrar lo más íntimo de su
Corazón, con ello las verdades de la Fe reciben mayor luz, podremos tener
más clara la conciencia de nuestros deberes y descubriremos mas fácilmente
nuestros defectos para enmendarlos.

Una torre como obra de defensa, tiene que ser fuerte y resistente; María nos
concede esta fortaleza como refugio de la Iglesia militante, pues su
Corazón conoce los peligros y las debilidades de sus hijos.
Ella es nuestro escudo y nos invita a imitarla en esta gran virtud de la
Fortaleza que nos hace vencer por amor a Dios las dificultades que nos
acechan.

La fortaleza cristiana nos vigoriza y nos permite rechazar el mal optando por
la recta razón, también nos ayuda para soportar y tolerar con paciencia
aquello que sobrevenga en los problemas.

La invocación a María como Torre de David hace alusión a su belleza


espiritual, a su firmeza en la fe y a su dignidad de Madre de Jesús.

María como Torre de David es nuestro edificio, pero espiritual, el más elevado
por la bondad de sus virtudes y por sus méritos preciosos.

Recitar la Letanía es primero dar gloria a Dios que tanto ensalzó a su


Madre, es alabarla y admirarla, pedirle su protección y reconocer sus
virtudes.

Es pedirle a Dios y a Ella gracia y protección para lograr aquello que con
nuestras fuerzas resultaría imposible.

María, Torre de David. ¡Ruega por Nosotros!

—-

Por: Ivette Laviada

Equipo Fatimazo por la paz.

No. 30 de la Serie Letanías Lauretanas

MARÍA, TORRE DE MARFIL

Esta letanía que hace referencia mediante un símbolo a Nuestra Madre nos
toma de la mano para expresar varias cualidades. En este análisis vamos a
auxiliarnos de San Luis María Grignon de Monfort en su Tratado de la
Verdadera Devoción a la Santísima Virgen. Preparación del Reinado de
Jesucristo.

Una torre cuenta entre sus características con la grandeza y fortaleza. Una
estructura admirable y refugio seguro que se construye para resguardar
algo valioso.

Todo esto es María: grande , “… Por su grandeza excepcional María es la


excelente obra maestra del Altísimo …”, “…porque Ella es la obra maestra
de las manos de Dios tanto en el orden de la gracia como en el de la gloria.”,
“… la altura de sus méritos, elevados por Ella hasta el trono de la divinidad,
es inaccesible…”; admirable, “…todo pregona y exalta a la admirable
María.”; refugio, “María es tan caritativa que no rechaza ninguno de los que
imploran su intercesión, por más pecador que sea, pues -como dicen los
santos- jamás se ha oído decir que alguien haya acudido confiada y
perseverantemente a Ella y haya sido rechazado. Ella es tan poderosa que
sus peticiones jamás han sido desoídas. Bástale presentarse ante su Hijo con
alguna súplica para que Él la acepte y reciba y se deje siempre vencer
amorosamente …”; y seguridad, “Ella es el sublime y divino mundo de Dios,
lleno de bellezas y tesoros inefables. Es la magnificencia del Altísimo, quien
ocultó allí, como en su seno, a su Unigénito, y con Él lo más excelente y
precioso.”, “… ni quiso venir al mundo a la edad de varón perfecto,
independiente de los demás, sino como niño pequeño y débil, necesitado de
los cuidados y asistencia de su santísima Madre”. Todo eso es María.

El otro símbolo, el marfil , es uno de los objetos más bellos de la naturaleza.


Es símbolo de belleza, pureza, limpieza y generosidad. Objeto codiciado
de una blancura dulce, apacible y amorosa.
Todo esto es María. Su alma es limpia, hermosa, apacible y pura, “… No
es el sol, que con la viveza de sus rayos podría deslumbrarnos a causa de
nuestra debilidad. Es hermosa y apacible como la luna (Cant 6,10), que
recibe la luz del sol para acomodarla a la debilidad de nuestra vista.”, es
dulce, amorosa y generosa, “La Santísima Virgen es Madre de dulzura y
misericordia, y jamás se deja vencer en amor y generosidad.”, Todo eso es
María.

¿Qué nos significa a nosotros este cúmulo de cualidades? ¿Qué hace con las
obras que le ofrecemos y entregamos en devoción? “Esta bondadosa señora
las purifica, embellece, presenta a Jesucristo y hace que su Hijo las acepte.”,
“Las purifica de toda mancha de egoísmo y del apego aun imperceptible que
se desliza insensiblemente en las mejores acciones. Tan pronto como llegan
a sus manos purísimas y fecundas, esas manos -jamás estériles ni ociosas y
que purifican todo cuanto tocan- limpian en lo que le ofrecemos todo lo que
tenga de impuro o imperfecto.”, “Las embellece, adornándolas con sus
méritos y virtudes. “

Y las entrega en nuestro nombre a Dios. Para que sean más fácilmente
aceptadas por que El no rechaza a su Madre. “Ella es el camino más fácil a
Dios”. “Esta devoción es camino fácil, corto, perfecto y seguro para llegar a la
unión con Nuestro Señor, en la cual consiste la perfección cristiana.” Hay
otros caminos, “Pero por el camino de María se avanza más suave y
tranquilamente.” Todo eso hace María por nosotros. Con sus cualidades:
fuerte y tierna, admirable y pura, refugio y dulzura, segura y apacible, “…
te apoya con su poder, te ilumina con su luz, te inflama con su amor…”

Así es Maria, Torre de Marfil.

Por Leidy del Carmen Rosado Novelo

Equipo Fatimazo por la Paz


No. 31 Serie Letanías Lauretanas

CASA DE ORO

Estas palabras evocan un mineral precioso, el rey de los metales, el oro. Si


una casa se construye completamente de oro, su valor es incalculable. Con
este simbolismo se quiere decir que María vale más que el oro, vale tanto
que no tiene precio. Dios valora tanto a María que la ha hecho su Madre. Y
nos valora tanto a nosotros que la ha hecho nuestra Madre. Aquí podemos
comprender el amor de Dios por nosotros. La Casa de Oro se llama María
de Nazareth y Ella es nuestra Madre.

Se le llama Casa de Oro para indicar la Virtud; llamar a nuestra Señora Casa
de Oro significa que Ella es la casa en la que habitaron todas las virtudes. Lo
cual no debe de extrañarnos, pues María es la Llena de Gracia, enriquecida
por Dios con singulares y extraordinarios privilegios, que ni los santos ni los
ángeles jamás han tenido.

Llamar a María Casa de Oro es una comparación que está muy por debajo de
la dignidad y de las virtudes de la Madre de Dios, sin embargo, no deja de
tener el mérito de la justicia: ¿no se puede llamar Casa de oro a María, cuyo
seno fue el tabernáculo del Hijo de Dios vivo? ¿Aquella que es la obra
maestra de la Omnipotencia? Siendo el oro es el símbolo de la pureza,
cualidad del que es puro, aquel o aquello que está libre y exento de toda
mezcla de otra cosa que no sea suya, que no incluye ninguna condición,
excepción o restricción ni plazo, y que está exento de imperfecciones. Lo que
es puro es lo que está en su estado original sin contaminación ni deterioro.
Por tanto, María que es por siempre pura y está exenta de pecado, ¿no
merece el título de Casa de oro?

¿De qué partes consta esta Casa de Oro? El techo en esta casa es la
Caridad; los cimientos la Humildad; los cuatro muros son las 4 virtudes
cardinales: Prudencia, Justicia, Fortaleza y Templanza; además de esto, la
Fe de María es la puerta por la cual se llega a Dios; en lugar de ventanas
encontramos la Esperanza y la Confianza en Dios, porque así como por las
ventanas entra la luz del sol, así por la Esperanza entra la Luz de la Gracia al
alma.

Imaginemos el palacio de Salomón, revestido de oro por todas partes, por el


cual se representa a María Santísima, muy propiamente y con verdad, pues
de Ella está escrito “La gloria del Señor había llenado la Casa de Dios”. María
es aquella admirable casa que el mismo Cristo eligió para habitar en ella,
según las palabras “Aquí habitaré, pues la elegí”.

Consideremos a la Santísima Virgen como un Templo que se preparó para


recibir a Dios vivo, el mismo Dios que había llenado la casa de Jehová en la
época del rey Salomón. Ella, también, fue pensada y formada para honrar a
su Señor, para ser una vivienda apta para la Deidad Eterna. El templo
original fue cubierto de oro por todas partes. El oro es un metal que se pule. A
través del privilegio de la Inmaculada Concepción, con los primeros frutos del
Sacrificio de nuestro Señor en el Calvario, María se mantuvo libre de la
mancha del pecado original, pulida en la forma más sublime, porque no fue
limpiada de la inmundicia del pecado original, siendo en realidad
preservada de contraer cualquier mancha en su alma perfecta. Por lo
tanto, se convirtió en una digna morada para la Sabiduría Eterna.

En verdad, el gran templo construido por Salomón, incluso en su alcance y


majestad, no era más que una pálida prefiguración de María, la verdadera
Casa de Oro. Ese templo contenía muchos objetos hermosos: el oráculo
cubierto de oro, el altar cubierto de cedro y dorado, los dos querubines de
madera de olivo, el Arca del Pacto, etc. El historiador Flavio Josefo relata que
el templo contenía, entre otras cosas, veinte mil tablas de oro, cien mil copas
de oro, ochenta mil platos de oro y veinte mil incensarios de oro, más una
cantidad comparable de los objetos fabricados con plata. En este sentido, el
templo fue realmente un almacén de cosas preciosas, un depositario de todo
lo que estaba destinado a ser agradable a Dios.

La Santísima Virgen supera al templo de Salomón como depositaria de los


más grandes y valiosos tesoros, de las cosas más preciadas, de todo lo que
es agradable a Dios. Ella es la Llena de Gracia, y en su alma blanquísima
y perfecta encontramos que todo brilla con Pureza, Caridad, Fe, y un
amor ardiente por Jesús Cristo.

Casa de Oro, ruega por nosotros.

Autora: Mariela Gastelum de Loret de Mola

Referencias:

* Devocionario.com

* Del libro Explicación de la letanía, del padre Francisco Javier Dornn

* Servicio Católico Hispánico

* Catholic.net

No. 32 de la Serie Letanías Lauretanas

Arca de la Alianza

Esta es una de las letanías que tiene un significado muy especial, pues con
mucha razón se llama a la Santísima Virgen María , Arca de la Alianza
porque en Nuestra Señora se hallan de modo admirable las más bellas
cualidades y afectos de aquella Arca, la cual fue para el antiguo pueblo de
Israel el monumento más respetable por los judíos, fue construida siguiendo
las precisas instrucciones de Dios a los pies del monte Sinaí, fue elaborada
con madera preciosa de Acacia, que era incorruptible, la madera, simboliza
el cuerpo incorruptible de María, libre de toda corrupción y mancha, Ella
fue asunta al cielo en cuerpo y alma, con gran acompañamiento de todos
los àngeles.

Aquella Arca interior y exteriormente estaba cubierta de Oro, oro purísimo


que simbolizaba a María, llena de todas las virtudes, especialmente de el
amor a Dios y a la humanidad, amor que poseía desde el primer instante de
su vida, y sobre la parte superior del Arca había una corona de Oro y dos
querubines,

El Arca representa la Alianza entre Dios y el pueblo judío, ésta estaba


situada en el Sancto Santorum o lugar más Sagrado del Tabernáculo o
Templo Santo en Jerusalén, es ahí donde está la esencia de la fe judaica, en
su interior se guardaban tres los elementos Sagrados, el Báculo de
Moisés, un pedazo de Mana y las tablas de los 10 mandamientos.

A María se le llama Arca de la Alianza porque ella misma es el Arca de la


Alianza, en ella tenemos el báculo, porque es ella quien nos ayuda a pisar
con firmeza a lo largo de nuestra vida, Dios le confirió a María el poder de
conceder Gracias, cuando tenemos devoción a ella y caminamos de la
mano de María a través del Santo Rosario, nos lleva a conocer y amar
más a su Divino Hijo, Jesús, el rezar las tres aves marias antes de dormir,
la dedicación a ella en todo momento, nos hace ir por sendas seguras, nos
hace sentir su protección de Madre. Así comenzamos a conocer más a
Jesús, porque Él, es quien nos abre el camino para ir al cielo, Él es el
báculo de nuestra vida, María es el báculo de Jesús y cuando Él está en
nuestra vida, vemos el camino a seguir, en esa búsqueda del cielo, como
Moisés que abrió el camino, para ir a la tierra prometida, ante las aguas del
mar. Bueno es esto lo que la Virgen nos quiere mostrar, pisar fuerte con
Jesús, por eso cuando uno conoce más a la Virgen, más se enamora de
Jesús, ella es el medio más seguro, más fácil más corto y el más
perfecto camino hacia la santidad, es ella quien nos concede aquellas
Gracias que cada uno necesitamos para seguir creciendo en nuestra fe.

También en María y el Arca tenemos el pedacito de Maná, el alimento


milagroso, alimento celestial, dotado de todo sabor, esto nos recuerda la
dulzura y la incomparable bondad de la Madre de Dios tanto para los justos
como para los pecadores, sí, ella nos presenta al verdadero Pan del cielo,
a Nuestro Señor Jesucristo porque María es una mujer Eucarística y nos
enseña a amarlo ahí, por ella siempre llegamos a Jesús, entonces cuando
uno más devoción tiene a la Virgen, más cercanía tenemos a la
Eucaristía, a Jesús, recordemos que ella , en los mensajes que nos ha dado
en sus apariciones, siempre nos invita al Sacramento de la Comunión, a
visitar a su Hijo en el Santísimo, ella siempre nos llevará a Jesús, a Jesús
Eucaristía para que nos alimentemos, porque así como el Maná
alimentaba a la comunidad judaica en ese camino largo a la tierra prometida,
así María nos invita a enamorarnos más de Jesús, para tener fuerzas para
caminar, como aquel Maná los saciaba y les daba también fuerza para
caminar, así la Eucaristía nos llena la vida y nos sacia y nos da fuerza
para seguir caminando y creciendo en la fe.

Y por último vemos los Diez Mandamientos, las tablas de la antigua Ley,
monumento de la sabiduría de Dios, que fueron conservadas en el Arca, en
María figura también la Sabiduría, ya que ella es profunda conocedora y
perfecta ejecutora de la Ley Divina, el legislador de la nueva Alianza,
Jesucristo, quiso permanecer durante nueve meses, en el casto seno de
María, y si el Arca traía a los israelitas los recuerdos de la alianza que Dios
había celebrado con ellos, María nos recuerda también la nueva Alianza,
que el Hijo De Dios, nos hizo contraer con el Padre, tomando en el seno
de María la vida que entregó generosa y amorosamente por cada uno de
nosotros para rescatarnos del pecado.

Ésta MÍSTICA ARCA fue preparada para ser Sede de la Sabiduría Increada,
el tabernáculo de Aquel que por su ENCARNACIÓN es LA ALIANZA
SUBLIME, ENTRE DIOS y el ser humano de la ALIANZA ESPECIALÍSIMA,
entre el Amor Infinito y Eterno de Dios y la humanidad pecadora y
redimida por el Verbo Divino de Encarnación Redentora.

El Seno Purísimo de María como ARCA DE LA ALIANZA, por su


trascendental palabra “HÁGASE EN MI” nos dio a Jesucristo que es el
CAMINO, LA VERDAD Y LA VIDA.

Autora: Clarita Silva Santacruz de Servín.

Equipo Fatimazo por la Paz

No. 33 de la Serie Letanías Lauretanas.

María, Puerta del Cielo

Es la perfecta mediadora, el puente tendido entre el Cielo y la Tierra,


entre los hombres pecadores y el Dios misericordioso.

Quien ama a María, quien le tiene gran devoción, tiene la puerta abierta
para entrar al Paraíso.
Virgen María en verdad tú eres la puerta escogida por Dios para que su Hijo
viniera al mundo, gestado en tus entrañas como verdadero hombre.

Dios ha querido que tú fueras la mediación necesaria para que el Verbo


tomara carne.

Tú, por dar a luz a tu Hijo, eres la puerta y la casa de Dios.

La Iglesia te invoca como Mediadora de todas las gracias, la mejor


intercesora. Si Jesús dijo “nadie va al Padre, sino por mí”, de alguna forma
nadie podría llegar a Cristo sino por ti.

El Concilio Vaticano II llegó a afirmar: “Con su amor materno cuida de los


hermanos de su Hijo, que peregrinan y se debaten entre peligros y
angustias y luchan contra el pecado hasta que sean llevados a la patria
feliz. Por eso, la Bienaventurada Virgen en la Iglesia es invocada con los
títulos de Abogada, Auxiliadora, Socorro, Mediadora.” (LG 62)

San Anselmo escribe de Dios en uno de sus sermones: “Valiéndose de


María, se hizo Dios un Hijo, no distinto, sino el mismo, para que
realmente fuese uno y mismo el Hijo de Dios y de María.Todo lo que
nace criatura de Dios, y Dios nace de María. Dios creó todas las cosas, y
María engendró a Dios.Dios, que hizo todas las cosas, se hizo a sí
mismo mediante María; y, de este modo, volvió a hacer todo lo que
había hecho.El que pudo hacer todas las cosas de la nada no quiso
rehacer sin María lo que había sido manchado.”

En la letanía lauretana se te llama “Puerta del Cielo” pero no solo eres la


puerta de la última morada de quienes peregrinamos por este valle, a veces
tan a oscuras, sino que ya eres puerta de gracia, puerta de misericordia.

La fe de los sencillos te ha invocado con nombres muy entrañables y se sabe


acoger a tu mediación, para acceder al trono de gracia.
Tú eres, María, la Puerta Santa por la que entrar en el recinto sagrado de la
gracia y de la misericordia, por la que entrar a tu propio Hijo.

María es nuestra Madre, la Reina y Señora de cielos y tierra, en cuyas manos


han sido «puestas las llaves del Cielo».

Porque María es en verdad la Puerta del Cielo, pues así está establecido en
los designios de Dios:
Que nadie irá a al Padre si no es a través del Hijo, y nadie irá a al Hijo si
no es a través de María, porque, si el Señor tomó como via para venir al
mundo a María, el retorno de los hombres a Jesús se hará tambien por
María quien es Madre de las divinas gracias, Tabernáculo de Dios y
Puerta del Cielo.

Autora: María Fernanda Sánchez de Bastarrachea


Equipo Fatimazo por La Paz

No. 34 de la Serie Letanías Lauretanas

Estrella de la mañana

La Iglesia va recogiendo en las letanías las más preciadas flores del


pensamiento de la naturaleza y del simbolismo para coronar a La Santísima
Virgen, su madre y Reina. Le muestra su amor combinando figuras y
símbolos que expresan: dignidad, amor, elevación, esplendor y hermosura
singular. Todo apropiado a la dulce Reina del cielo. Toda aspiración del alma,
todo sentimiento, todo afecto del corazón, encuentra su eco en las letanías.
En esta invocación la iglesia toma por símbolo la estrella. María no es una
estrella común, es la estrella de la mañana, el astro más brillante del cielo
después del sol. Es llamada así como figura expresiva y noble que por su
excelsa dignidad de Madre de Dios es el astro más brillante del cielo,
después del Divino Sol de justicia: Jesucristo . La estrella de la mañana
anuncia el fin de la noche y la luz de la aurora, el principio del día. De la
misma manera la Virgen María anunció al nacer el fin de la noche y de las
tinieblas, en las que los hombres de tantos siglos yacían sepultados.
Ella es la bellísima aurora que anuncia un día todavía más hermoso,en que el
Sol Divino Jesucristo ha de iluminar al mundo ,disipando la ignorancia y el
error y ,con aquel calor sobrenatural del fuego que trajo sobre la tierra , ha de
encender el corazón de los hombres y hacer germinar y crecer virtudes
fecundas en frutos yen la más eminente santidad. María precedió al Sol
Divino y le preparó en sí misma la morada y Ella fué, como astro menor, fiel
seguidora de su Divino Hijo que es el sol y centro de gravitación del mundo
de las almas. Lo siguió personalmente en Egipto, en Jerusalén, en Judea, en
el Calvario ; lo siguió en la Pasión y en los dolores de la Cruz, lo siguió y lo
sigue en el triunfo y en la gloria, en el amor a Dios. Nosotros debemos seguir
al Señor imitando a María en cuanto nos es posible. Ella nos ofrece en sí
misma el más perfecto modelo.
Antiguamente, en el mar, los navegantes se orientaban por la estrella de la
mañana para llegar al puerto al que se dirigían…a su destino. Para nosotros
que navegamos en el mar de la vida, María debe ser siempre la guía que
nos conduzca al puerto seguro: ¡ el Corazón de su Divino Hijo!, para
alcanzar la felicidad eterna.
Que la guía de nuestra vida sea LA ESTRELLA DE LA MAÑANA…. La
Inmaculada y Amorosa Madre María Santísima.

Autora: Marisol Espejo de Peón

No. 35 de la Serie Letanías Lauretanas

María salud de los enfermos


El pecado original introdujo en el mundo la enfermedad y la muerte. La Santa
Iglesia nos propone una Doctora poderosa sabia y amorosa : La Santísima
Virgen María: Salud de los Enfermos, que nos ayuda y conforta.
Ella intercede por nosotros para adquirir la salud del alma y nos ayuda a
apartarnos del mal que la destruye.
San Bernardo dejó hermosos pensamientos sobre Nuestra Madre para
alcanzar la salud del alma:
– Si se levantan los vientos de las tentaciones, si tropiezas en las
tribulaciones ,llama a María .
– Si se agita la soberbia,la ambición o la incomprensión, mira a María .
– Si la ira, o el egoísmo violentan tu alma, invoca a María.
– En el peligro, angustia o ansiedad, piensa en María.
– Si te turba la enormidad de tus faltas, la fealdad de tu conciencia y te
sumerges en la tristeza, llama a María.
– No la apartes a Ella de tu corazón y no te saldrás del camino.Si la sigues no
desesperarás, si le ruegas no te perderás, si en ella piensas, si no te sueltas
de Su mano, no caerás, nada tendrás que temer.

Si en todo momento de la vida necesitamos la ayuda de Dios y la protección


de María, esta necesidad se hace más urgente en la enfermedad. Una madre
vela a su hijo enfermo sin mostrar cansancio; ruega y se sacrifica para curar a
su hijo; la mueve el amor que Dios puso en el corazón de las madres y que
es un pálido reflejo del amor maternal de María, amor vigilante y solícito
cuando sus hijos están afligidos por la enfermedad.
El Evangelio nos dice que muchos enfermos fueron curados por Jesucristo. Él
le ha cedido en el cielo a Su Santísima Madre esta virtud, este dominio sobre
la naturaleza doliente.
Aún en el caso de que la curación llegue con lento proceso natural, sin
formas prodigiosas, ¿quién puede medir los cuidados de esta Madre
incomparable? Ella ilumina a los médicos, infunde fortaleza a los enfermos,
alcanza eficacia a las medicinas. Ella hace sentir al enfermo la función
benéfica del dolor que lo hace semejante a su divino hijo crucificado. Si el
enfermo está en pecado, Ella intercede motivando al arrepentimiento y, si los
designios de El Señor señalan la muerte, entonces el amor de nuestra Tierna
Madre inspira al enfermo el deseo de la presencia del Sacerdote. Es Ella la
que alcanza en el corazón de quien está próximo a morir el perfecto dolor de
los pecados, el valor de confesarlos sinceramente, el anhelo de recibir el
Santísimo Sacramento y la resignación a la Voluntad Divina ofreciendo su
dolor.
Las conversiones obtenidas en el lecho de muerte manifiestan la bondad
inagotable y la poderosa intercesión de María Amadísima Madre.
Pidamos a María Santísima Salud de los Enfermos: nos asista en todas las
enfermedades, que el nombre de SU DIVINO HIJO, el de Ella y el de Su
esposo San José estén en nuestra mente y podamos pronunciarlo en el
momento supremo.
Asi sea.

Autora: Marisol Espejo de Peón

No. 36 de la Serie Letanías Lauretanas

María, Refugio de los pecadores

Este piadoso oficio de María Santísima no se debe entender como contrario a


la justicia Divina sino que, más bien, Ella cumple de esta manera la amorosa
voluntad de Dios, que constituye a nuestra Señora como un refugio para que
por su medio brille Su Infinita Misericordia que quiere la conversión de los
pecadores.
Cuando entendemos claramente que si recorremos el camino de nuestra vida
de la mano de la Santísima Virgen María; Ella nos preparará para una
verdadera conversión del corazón.

Y, aunque ya sabemos que el verdadero mediador ante Dios es Jesucristo,


en María, refugio de los pecadores, tenemos por el regalo que nos hizo Cristo
de entregárnosla como Madre, una medianera entre el hombre y Jesús.

Jesucristo es nuestro MEDIADOR ante el Padre. Nos dice San Juan: “Os
escribo esto para que no pequéis y, si alguien peca, tenemos a UNO que
ABOGUE ante el Padre: a Jesucristo” (1a. Jn. 2:1).

La Virgen es, sin duda amparo y refugio de los pecadores, a la que nos
dirigimos para que nos proteja, para que nos salve de las tentaciones,
para que nos asista en los momentos de debilidad, para que interceda
ante Jesús, para que atienda nuestras súplicas, para que nos ayude a
ser fieles siempre al Señor.

A través de ella regresar a Cristo es siempre más sencillo y más rápido.

María, refugio de los pecadores; lo rezamos de corrido en el Santo Rosario


sin darnos cuenta que a través de la maternidad de María quiso Dios
engendrar a su Hijo para liberar al mundo del pecado. Y Ella, inmaculada por
gracia de Dios, se consagró al Padre, dio el «fiat» más generoso de la historia
y pasó a convertirse en la esclava del Señor. Y, tan fiel fue a Cristo, que
caminó junto a Él el camino de la Pasión, se mantuvo firme al pie de la Cruz y
padeció con Él.

María, refugio de los pecadores: yo siento así a la Madre, siempre tan cerca
nuestro en el momento de la confesión. Siempre tan presente en este
hermoso sacramento que nos reconcilia con Dios, predisponiendo nuestra
alma para recibir con generosa bondad la misericordia divina.
Antes de confesarme le pido al Espíritu Santo que me ilumine en la verdad de
mi vida y a María para que me ayude a ser sincero ante el sacerdote y que
interceda para que me inunde de las infinitas gracias.

Siento así a la Virgen muy unida a mí, arropado por su gracia de Madre de
Dios. ¿O acaso Ella no buscó denodadamente a su Hijo durante el tiempo de
la presentación de Jesús en el templo de Jerusalén? Del mismo modo que
san José y María encontraron a Jesús, María sale a mi encuentro y se
alegra de mi reconciliación con el Señor, me fortalece en mi debilidad y
me orienta para tratar de no volver a pecar.

María, refugio de los pecadores. En su regazo me refugio yo con el anhelo de


no pecar más y sentirme así también más cerca del Señor.

María, Refugio de los pecadores, ¡intercede por mí que soy un pecador!


¡Conviértete, María, en mi cobijo para que me preserves en todas mis luchas
cotidianas, antes todos los peligros y todas las dificultades!

¡María, Refugio de los pecadores, Tú eres la mediadora ante Tu Hijo; Tú


nunca rechazas a nadie; tú nos alientas diariamente para hacer siempre el
bien. Dame Señora la fortaleza para no apartarme nunca de Tu Hijo
Jesucristo.

¡Ayúdame, María, siempre a hacer una confesión sincera y tener un firme


arrepentimiento de mis pecados!

¡Pongo en Ti, María, toda mi confianza para que me ayudes a rectificar mis
pecados y mis ligerezas para así poder abrazar a Jesús!

¡Ayúdame, María, a despegarme de mis egoísmos, de mi soberbia, de mis


juicios hacia los demás, de mi falta de caridad, de mi poco desprendimiento,
de mis faltas de amor, de mi poca entrega, de mis muchos rencores, de mis
pensamientos negativos…!
¡Y no permitas, Señora mía, que de mi corazón se alejen ni el temor ni el
amor a Jesús que tantas gracias y bendiciones me ofrece!

Dos gracias principales son necesarias a un pecador para alcanzar la


futura felicidad: La conversión o el perdón de los pecados y la
perseverancia en el bien. Ambas gracias podemos alcanzarlas. María
Refugio de los Pecadores, ruega por nosotros.

Referencias:

http://es.catholic.net/op/articulos/60940/cat/1050/historia-y-explicacion-de-la-
letania-lauretana.html

http://www.mercaba.org/FICHAS/Devociones/letanias_lauretanas.htm

Autora: María Fernanda Sánchez Santoyo

Equipo Fatimazo por La Paz

No. 37 de la Serie Letanías Lauretanas

Consuelo de los Afligidos

Jesús nos enseña a amar el sufrimiento como camino de santidad. Y nos deja
a María Santísima en estos momentos de nuestro peregrinar en el destierro
hasta la casa del Padre, como consuelo de los tristes y afligidos. Ella es la
Madre del pronto Socorro.

Y María se nos presenta como consuelo como en las bodas de Caná, “donde
María estuvo presente con una mediación que la consagró para siempre
como mediadora de la gracia y consuelo de los afligidos”. Al ordenar a los
sirvientes aquel “Haced lo que Él os diga” que transformó el agua en vino,
María “les propone lo que, en el fondo, ha sido su vida entera, algo que no le
es extraño, ni prestado ni aprendido, la entraña de su actitud de confianza
ante Dios, lo que ella desde siempre ha vivido”.

Ella corre a ayudar a quién se lo solicita porque vemos el rostro de su


amado Jesús en cada hijo que sufre bajo el peso de su cruz. Ella sabe de
dolor, pues una espada le atravesó el alma.

Ella supo desde que su hijito era bebé que iban a sufrir mucho El y Ella, y con
paciencia, con sencillez, con generosidad y con confianza en Dios aceptó que
su amado Hijo tuviera que padecer para redimirnos a todos.

Ella lejos de desanimarlo o evitarle el dolor, lo preparó, lo acompañó en


persona o desde la oración y con dulzura recogió y besó su cuerpo muerto
para envolverlo como alguna vez lo envolvió en pañales y para después de
tanto dolor, sostener a los discípulos que temerosos vagaban sin rumbo, o se
escondían por miedo a los judíos.

Ella rogaba al Padre por ellos porque veía que no eran fuertes, que estaban
en una oscuridad total. Era el momento más triste de la historia del mundo.
Ella se podía haber encerrado en su dolor, pero estaba allí con ellos saliendo
a su encuentro para confortarlos.

María no se instalaba ni en el gozo de la Anunciación sino que corría a asistir


a su parienta anciana, ni se instalaba en su dolor, sino que sostenía a otros
que verla así de fuerte les animaba a no enloquecer del todo por la vergüenza
de haber huido y mantenerse lo más posible en la esperanza.

Pidamos a María que nos de esa generosidad de corazón para ofrecer un


corazón que “ame hasta que duela”

La verdadera solidaridad significa ayudar a encontrar el sentido del


sufrimiento.
Si Dios puede curarme, debe tener un motivo para no hacerlo. Un motivo, es
decir ¡un sentido!, y el sentido consuela.

Jesús llama bienaventurados a los tristes, «porque serán consolados».

Cristo no sólo nos redimió con el sufrimiento, sino que el mismo sufrimiento
quedó redimido.

. De María se nos dice varias veces en el Evangelio que guardaba todo en


su corazón.

Es de suponer que una pregunta fuera ésta “Por qué tanto dolor”. A nivel
humano no encontramos explicación, pero eso no quiere decir que no lo
tenga.

María fue preservada del pecado, pero no del sufrimiento.

Al contemplar a la Virgen Dolorosa penetramos más íntimamente en el


misterio de Cristo y de su dolor salvífico.

María sabe lo que es sufrir, estuvo al pie de la cruz (Jn.19,25) en el


Calvario.

Su corazón sensible ante el dolor ajeno y su gran pesar por las grandes
injusticias, ingratitudes y tormentos por los que estaba pasando su Hijo, le
preparaban para doctorarla en la difícil asignatura del dolor salvífico es
decir, hacia el significado cristiano del sufrimiento, pues, lo que para algunos
puede ser obstáculo de su felicidad o motivo para alejarse de Dios, para un
creyente no puede ser una maldición, ya que Jesús proclamó
bienaventurados los que lloran (Mt.5,5).
Madre tus gestos consoladores para los que tienen necesidad, como fueron
tu ayuda a Isabel o tu intervención en Caná, no los hiciste sin saber lo que
duelen la soledad, el vacío, la muerte, sino desde la compasión.

Tú palabra, tu presencia, tu silencio, se convierten en gestos cercanos,


compañeros, que alivian, porque proceden de quien ha experimentado en su
vida la prueba y el límite, y sin embargo, no ha perecido en la desesperanza.

Tu angustia, la espada de dolor en tu alma, la contemplación de tu Hijo en la


Cruz, te han hecho experta en compasión, maestra espiritual para
acompañar a quienes están tristes, a quienes se sienten solos,
incomprendidos y angustiados.

Nuestras limitaciones humanas no nos permiten desentrañar el sentido pleno


del dolor, nunca podremos comprender el alcance del mismo, pero hemos de
reconocer que algún sentido y grande tiene que tener, cuando Cristo lo
asumió y con él nos redimió.

Como decía San Pablo “todo coopera para el bien de los que aman a Dios”
(Romanos 8; 28

No podemos tildar de castigo al dolor y al sufrimiento, pues, a todos los que


ama Dios no los excluye de este círculo, tenemos el ejemplo claro de María.

Ella la amada y la preferida de Dios pasó por el dolor, la amargura y el


sufrimiento.

Su actitud nos sirve para consolarnos en las penas, sostener nuestro ánimo
y alimentar la esperanza de que nuestro sufrimiento puede tener un buen
fruto, cuando como Ella lo asumimos y ofrecemos al Señor.

¡Cómo ayuda saberse acompañados de tu consuelo en la hora de la prueba!


Referencias:

http://es.catholic.net/op/articulos/68538/cat/1134/maria-consuelo-de-los-
afligidos.html#modal

https://www.revistaecclesia.com/29-de-mayo-maria-consuelo-de-los-afligidos-
por-angel-moreno-de-buenafuente/

Compilación: Rebeca Medina Lago

Equipo Fatimazo

No. 38 Serie Letanías Lauretanas

Auxilio de los cristianos

El corazón de María es tan grande que contiene a toda la humanidad. Dios la


creó para que fuera Su madre y madre de todos, la dotó de esta universalidad
de afectos para que los afligidos, los enfermos, los pecadores, que recurren a
Ella, experimenten esta singular bondad suya. En la Iglesia se centra la obra
santificadora de Cristo y aunque Ella es la amada Esposa de Jesús, quiso
que tuviera la apariencia de debilidad. En realidad posee la fuerza que Dios le
prometió: la asistencia perenne del Espíritu Santo y así se apoya segura y
confiada en las palabras de su Fundador: “He aquí que estaré con vosotros
hasta el fin de los siglos”.
San Juan en el Apocalipsis la describe como la ciudad santa, la nueva
Jerusalén y así, la nueva Jerusalén (la Iglesia), tiene en María Santísima a su
poderosa defensora contra los enemigos de todos los tiempos. Estos
enemigos son de dos clases: internos y externos.
Los internos son aquellos que atentan a la verdad que la Iglesia nos enseña,
que pretenden introducir en ella el error, son los mismos cristianos que se
oponen a lo que propone la Iglesia Católica.
Los enemigos externos son los que no perteneciendo a la Iglesia Católica, la
atacan y pretenden destruir la Fé de sus miembros que son el Cuerpo Místico
de Cristo.
Así, sobre el glorioso título de Auxilio de los Cristianos, debemos sacar dos
enseñanzas para normar nuestra vida cristiana: — ante todo un filial amor a
la Santa Iglesia y a su Cabeza visible: El Romano Pontífice. Y saber que: en
el amor de todos los católicos, que se centra en el Papa, en la asistencia
perenne de Jesucristo y en la poderosa protección de María, tenemos una
fuerza superior que nos consuela y alienta. Y otra enseñanza, más necesaria
hoy que nunca, surge de la Maternidad Universal y Auxiliadora de María y el
deber que tenemos de extender la caridad cristiana con la que nos debemos
amar unos a otros, como Dios nos ama, sin distinción alguna, sin olvidar que
es contrario a la caridad, levantar barreras de división, de odio, de
incomprensión, etc.
¡Oh Madre Santísima que en tus entrañas maternales acoges a toda la
humanidad y que a todos socorres en sus necesidades, alcánzanos de tu
Divino Hijo esta universal caridad así como la fidelidad a la Iglesia Católica,
fundada con la sangre de Jesucristo, que es también tu sangre!
¡ Auxilio de los cristianos, ruega por nosotros!

Fuente: extractos libro: Cardenal Newman y Pbro. Angel Cavatoni

Autora: Marisol Espejo de Peón

Equipo Fatimazo por la paz

No. 39 de la Serie Letanías Lauretanas

MARÍA, REINA DE LOS ANGELES


Con esta letanía iniciamos la última parte de ellas, que reúne y exalta las
excelsas grandezas de María celebrando su soberana realeza en el cielo y en
la tierra.

Esta realeza tiene su sólido fundamento en las singulares relaciones que


tiene con las tres personas divinas.

María Santísima -como ha señalado Pio XII- está misteriosamente


emparentada, en virtud de la unión hipostática, con la Santísima Trinidad, con
Aquél que sólo es por esencia la Majestad Infinita, Rey de reyes y Señor de
señores, como Hija primogénita del Padre, Madre tiernísima del Verbo,
Esposa predilecta del Espíritu Santo.

A la diestra del Rey, el Salmista vio a una Reina, vestida con manto de oro,
gozosa del poder que Dios le ha otorgado, de poder conceder a quien la
invoca toda clase de gracias y bendiciones.

Ella es Reina no solo de los hombres, sino también de los ángeles, que son
servidores y mensajeros de Dios, espíritus puros, que superan en perfección
a todas las criaturas visibles.

¡Qué honor tener dominio sobre estos espíritus tan nobles, ser Reina de
súbditos tan numerosos y potentes! Y esta autoridad y poder corresponde a
María Reina de los ángeles, porque les aventaja en dignidad, es más excelsa
que todos ellos.

La raíz de su excelsa dignidad, de su autoridad y de sus privilegios se debe a


que es Madre del Verbo Divino, Rey universal.
Ella pudo decir con el Padre Eterno: “Tu eres mi Hijo, yo te he engendrado
hoy” (Salmo 2:7)

¡Madre querida, Reina de los Ángeles, alcánzanos la gracia de saber ser


amigos de los santos ángeles, tenerlos presentes, respetarlos, amarlos
y agradecer siempre su ayuda y compañía al buen Dios que por medio
de ellos extiende su Providencia sobre cada uno de sus hijos!

Elaborado por Marisol Solís,

Equipo fatimazo por la paz.

Tomado del libro de mariología ¨Hijo, he aquí a tu Madre¨, del pbro. Carlos
Spahn.

Meditaciones sobre las letanías de la Santísima Virgen, mercaba.org

REINA DE LOS PATRIARCAS

Patriarca es una palabra griega que significa padre o jefe.

Con el nombre de patriarcas se honra a algunos santos del Antiguo


Testamento, elegidos por Dios como guardianes y depositarios de la fe
en el futuro Mesías. Esta fe, avivada por las frecuentes revelaciones de
Dios, fue transmitida por los Patriarcas a sus descendientes como un faro de
luz en medio de las tinieblas de la ignorancia y del pecado.

También en los siglos cristianos se da por analogía el nombre de Patriarca


a los santos Fundadores de las más famosas Ordenes Religiosas,
puesto que también ellos engendraron espiritualmente a la vida de la
perfección evangélica a muchas almas.

Los Patriarcas fueron figuras de Jesucristo, y por ende, representaron


también a María, copia fiel de su Hijo...

Simbolizada en Noé, único padre salvado del diluvio y destinado a repoblar


el mundo; María, única preservada del naufragio universal de la culpa,
toda santa, renovó moralmente al género humano y contribuyó a reparar
los daños causados por el primer pecado.

Abraham, padre de los creyentes, dispuesto a sacrificar a su unigénito, fue


una pálida figura de María Santísima dotada de la más viva Fe y de la
más perfecta obediencia. Madre amorosa que sacrificó a su unigénito Hijo
para la redención del género humano en el Altar de la Cruz.

Moisés, quien hablaba con Dios como con un amigo, es comparado a María
Santísima, no solo amiga, sino también Madre de Dios, que vivió con Él
con aquella confidente autoridad que nacía de su ser de Madre.

La mujer fuerte de la Sagrada Escritura, (Proverbios) es una imagen de


María Santísima, tabernáculo viviente de Dios.

Y hablando del glorioso Patriarca San José, esposo purísimo de la Virgen


Inmaculada, aunque él no cooperó a la generación del Verbo encarnado, sí
contribuyó principalmente a cuidar y alimentar al Dios - Hombre, y fue testigo
continuo de las acciones de Jesús y de María; atento escucha de sus
palabras, compartió con Ellos durante muchos años los gozos y las
penas, las esperanzas y el amor a Dios y a los hombres.

San José es la sombra y el reflejo del Eterno Padre, él ocupa en la tierra


su lugar y Cristo reconoce los derechos paternos de José.
El Papa Pío IX, para poner su persona y la de todos los fieles bajo la
protección de San José, por Decreto del 8 de Diciembre de 1870, lo nombró
solemnemente Patrono de la Iglesia Universal.

¡Madre Santísima, Reina de los Patriarcas, ruega por nosotros!

Referencia:

Meditaciones sobre las Letanías para el mes de mayo. Cardenal Newman.

Letanía de la Santísima Virgen. Pbro. Ángel Cavatoni

Compilación: Cristina García

Equipo Fatimazo por la paz

No.41 de la Serie Letanías Lauretanas

María, Reina de los Profetas

El principal sentido que la Sagrada Escritura da al nombre de Profeta, es el


de persona enviada por Dios, la cual, por ilustración divina, conoce con la
máxima certeza y por divina inspiración predice cosas o sucesos futuros, que
no se pueden conocer por ningún medio humano. Solo Dios es el autor de las
profecías.

María es llamada Reina de los Profetas por dos razones:

-Porque Ella fue mostrada por Dios a los Profetas de la antigua Ley, y ellos
la preanunciaron con palabras, figuras y símbolos.

-Porque Ella misma, dotada del espíritu de profecía, conoció y predijo


muchas cosas futuras.
El objeto central y primario de las antiguas profecías es el Redentor
prometido: Jesucristo.

Todo está predicho por los Profetas: el linaje, la familia de la cual surgirá la
estrella de Jacob; la raíz de Jesé, de la cual brotará la flor; el tiempo, el lugar
y las circunstancias del nacimiento prodigioso; la muerte con las
humillaciones, dolores y crueldades; la resurrección, la ascensión, el reino de
la Iglesia.

Pero no se podía anunciar al Sol, el Hijo del Altísimo, sin señalar a la gran
Señora que le había de engendrar en su Seno Purísimo.

Todas las profecías que hablan expresamente de Jesucristo hablan,


implícitamente de la Virgen y Madre: pero son muchas las que tratan
expresamente de Ella. Recordemos algunas de las principales:

-El primer profeta de María fue Dios mismo. Cuando se cometió el primer
pecado, el pecado original, Dios promete un divino Reparador que ha de
nacer de una mujer.

-Los Padres, unánimemente, y a ellos hacen eco todos los expositores, ven
expresada en la Mujer a María y en su Fruto, a su Único Hijo: Jesús.

-En el Salmo 44, el Rey Profeta canta a la Virgen María que es Ella el objeto
de las complacencias del Rey, la Virgen admirable. En este Salmo mesiánico
está delineada la excelsa Madre del Redentor.

Isaías, el Profeta evangelista, vio, el singular privilegio de María de juntar a un


tiempo la divina maternidad con la más pura virginidad: “la Virgen concebirá
y dará a luz un Hijo, y su nombre será Emmanuel, esto es, Dios con
nosotros”.
La Encarnación del Verbo es el fundamento de la fe cristiana. De la
misma manera que quiso Dios, después de la Encarnación de su Hijo,
multiplicar las pruebas de este misterio, así, antes del nacimiento prometido y
esperado con creciente deseo, quiso multiplicar las predicciones para
disponer a la humanidad al asentimiento de la fe.

La Iglesia invoca a María como Reina de los Profetas no sólo porque Ella fue
objeto de sus profecías, sino porque poseyó este don, en la forma más
excelsa.

A Ella le fueron mostradas todas las profecías y su cumplimiento; le fue


revelada la economía de la Encarnación, de la Redención, de la obra divina
de Cristo; aquello que los Profetas conocieron en fragmentos, María lo
conoció enteramente.

Si una sola hora de la presencia de Cristo encerrado en el seno materno


bastó para ungir al Bautista, ¿no habrá bastado el curso de nueve meses y
una vida de treinta y tres años, para hacer de María una singular Profetisa y
la Reina de los Profetas?

Después del glorioso mensaje del Arcángel Gabriel, después del saludo de
Isabel, que la llama bendita entre todas las mujeres, porque el fruto bendito
de su vientre la había ensalzado tan extraordinariamente, María Santísima
responde entonando el cántico del MAGNIFICAT, en el cual, teniendo
presente su indignidad (respecto de Dios), proclama su altísima dignidad y su
futura gloria y todo lo atribuye a la bondad y al poder de Dios. En este himno
inmortal la Santísima Virgen se eleva a la cumbre de lo creado y con
inspiración profética canta la gloria de Dios y su propia grandeza.

¡Oh Virgen Madre de Dios! REINA DE LOS PROFETAS, alcánzanos la


gracia de vivir la verdadera HUMILDAD, que es la base de todas las
virtudes.
Fuente: mercaba.org

No. 42 de la Serie Letanías Lauretanas

REINA DE LOS APÓSTOLES

María es la reina de los Apóstoles, porque Ella fue escogida por Dios para ser
Madre de Nuestro Señor Jesucristo y darlo al mundo. También fue hecha
Madre nuestra y de los apóstoles por nuestro Salvador al pie de la Cruz.

Los Apóstoles fueron llamados a seguir a Jesús y vivieron con El tres años,
pero María, desde el instante de la Encarnación del Verbo hasta la Ascensión
de Cristo, vivió en íntima unión con su Divino Hijo, los Apóstoles fueron
elegidos para predicar al mundo la divina palabra; María fue escogida para
traer a la tierra la Palabra substancial, personal, el Verbo de Dios.

El título de reina de los apóstoles conviene tanto a María. Que si los


apóstoles instruyeron a los pueblos de toda la tierra, ellos lo fueron por María;
porque según san Bernardo, los apóstoles recurrieron a ella en sus dudas y
cuando querían estar seguros de las intenciones de Jesucristo sobre algún
punto de su creencia.

Como no iba a ser ella, la reina de apóstoles, si es ahí, en el Cenáculo,


cuando María los reúne, los prepara, los anima y los llena de valor para salir
a predicar todo aquello que su Amado Hijo les había enseñado y llenos de la
Gracia del Espíritu Santo, éstos doce discípulos salieron de ahí, con ésta
gran Misión, ser mensajeros de la Buena Nueva a todo el
mundo. Ellos debían dar testimonio de todo lo que Él les compartió, como
sus discípulos. Ella fue enriquecida con mayor abundancia de los carismas
del apostolado en el día de Pentecostés.

No hay otra razón que explique la permanencia de María en la tierra, aún


después de la Ascensión de Jesús a los cielos, sino la gran necesidad que de
María tenía la Iglesia naciente. Esta Iglesia no era más que la continuación, la
prolongación, de la personalidad de Cristo y de su cuerpo místico. La
Providencia, obraba de manera conveniente a sus designios confiando a los
cuidados de María la Iglesia recientemente constituida, de la misma manera
que le había confiado anteriormente el cuidado del pequeño Jesús.

María fue a maestra de los apóstoles y los primeros cristianos porque ella
admirablemente edificó a los fieles con la santidad de su ejemplo, con la
suavidad de su consuelo, con la eficacia sus oraciones, con sabiduría y el
amor para asistirlos ante cualquier duda, es así como María, da al mundo,
por segunda vez, a Jesús, mediante los apóstoles, sin ellos la obra de
nuestro salvador quedaría incompleta…. y ¿quiénes son los apóstoles de
estos tiempos?

Veamos, el significado tan importante de estas dos palabras DISCÍPULO-


APÓSTOL, son dos acciones que están íntimamente relacionadas entre
sí, no puede ir una sin la otra jamás, es un deber de todo cristiano
hacerlo así.

La palabra Griega Apóstol, significa enviado, los judíos solían decir que el
enviado de un hombre es como si fuera el mismo, por eso el apóstol o
enviado tiene especialmente la función de hacer presente a quien lo envía.

Ahora bien, la palabra Discípulo viene del latín “discípulus” que sirve para
referirse a alguien que sigue una doctrina, para que exista un discípulo es
necesario que exista un maestro.

Por lo tanto quien es discípulo de Jesús, de sus enseñanzas, de su


evangelio, debe ser un buen apóstol de su palabra e ir a compartir con todos
nuestros hermanos aquello que aprendió, y que alguien también le
transmitió cada día cuando rezamos en el Padre Nuestro, decimos: danos
hoy nuestro Pan de cada día, ese Pan que alimenta nuestras almas, ese Pan
de Vida Eterna, ese Pan que nos hace amar y perdonar a cada hermano,
cómo lograrlo, pidiendo la maternal intercesión de nuestra Madre del Cielo,
de Nuestra Reina de los Apóstoles, sin ella no podemos ni debemos
caminar. Hagámosla reina de nuestro corazón para que sea ella quien nos
lleve a Jesús y dirija cada uno de nuestros pasos aquí, para así poder ser
muy buenos apóstoles de su amor.

Maria, Reina de los Apostoles, ¡ruega por nosotros, que recurrimos a


vos!

CLARITA SILVA DE SERVIN

Equipo Fatimazo por La Paz

No. 43 de la Serie Letanías Lauretanas

Fuentes:

Meditaciones sobre las Letanías para el mes de mayo. Cardenal Newman.

Catholic.net

Aciprensa.com

Mariologia.org
Search

 ABOUT US
 SUPPORT
 PRESS
 API
 JOBS
 PRIVACY
 TERMS
 DIRECTORY
 PROFILES
 HASHTAGS

 LANGUAGE
© 2019 INSTAGRAM

PreviousNext

fatimazoporlapaz
•Following
105 likes

 fatimazoporlapaz
.
.

✳ ️REINA DE LOS MARTIRES


No. 44 de la Serie Letanías Lauretanas
Equipo Fatimazo por La Paz
.
El valor del martirio ha sido subrayado por Jesús al dirigirse a Pedro: “En verdad, en verdad te digo: cuando
eras joven, tú mismo te ceñías, e ibas adonde querías; pero cuando llegues a viejo, extenderás tus manos y otro
te ceñirá y te llevará adonde tú no quieras”
.
Y el evangelista agrega: “Con esto indicaba la clase de muerte con que iba a glorificar a Dios”
.
El anuncio hecho a Pedro nos hace comprender la importancia del martirio como don supremo que asocia al
apóstol al destino de su Maestro
.
Para cumplir adecuadamente su misión como pastor, Pedro estaba llamado a compartir el sacrificio de su
propia vida: “El buen pastor da su vida por las ovejas”
.
Por voluntad de Cristo, el apóstol Juan no moriría de muerte violenta, el destino dispuesto para Juan nos
demuestra que no todos los apóstoles han acabado sus vidas con el martirio
.
El dolor de María fue el de su corazón maternal. Ella vivió el martirio, no en su cuerpo sino en su corazón
.
María es reina de los mártires, porque en ella el martirio ha encontrado una expresión nueva, el compromiso en
un dolor que toca el fondo del alma en unión con el dolor de Cristo crucificado
.
Ese dolor es ofrecido perfectamente, con una generosidad sin reservas
.
En María, la participación en el sacrificio redentor está signada por un clima de serenidad y mansedumbre,
como conviene a un corazón de madre
.
En el sufrimiento de la cruz, el corazón de la madre de Jesús permaneció colmado de compasión y perdón
.
La participación en la ofrenda del Salvador ha sido para María una participación en la bondad del corazón
apacible y humilde de Cristo
.
En el Calvario, María ofreció un testimonio superior de caridad, que corresponde al significado fundamental
del martirio

REINA DE LOS CONFESORES

Una y otra vez hemos repetido en nuestras alabanzas del Santo Rosario,
que María es la Reina de los Confesores, pero sabemos quienes son los
confesores, ¿porqué llamamos la María así ? En el lenguaje litúrgico de la
Iglesia, se llaman Confesores a todos los Santos que no fueron mártires.

Confesores, son todos los cristianos que profesan públicamente la Fe en


Jesucristo y por ella están prontos a dar la vida. Confiesan la Fe por su
testimonio de vida cristiana.
Mártires son aquellas personas que padecen la muerte, por amor de
Jesucristo y en defensa de la fe y de la religión, ganan el cielo por defender
la Fe y la religión

Confesor es, según San Gerónimo, el que confiesa su fe en Cristo, con


la boca y la comprueba con obras, según ésta regla, consideramos
en María Santísima la fe y las buenas obras, ninguno de los santos puede
comparársele, aun entre los Apóstoles, nadie fue tan constante como
Nuestra Señora en la FE, Ella siguió a su amado Hijo, no sólo en medio de
los oprobios y tormentos de su Pasión, sino que subió generosamente al
Calvario con Él, para verlo consumar el sacrificio de nuestra redención. Los
apóstoles habían reconocido a Jesucristo como Hijo del Dios vivo, pero en el
tiempo de la Pasión, infieles a la confesión de su fe, la disimularon y
escaparon. No ocurrió así con María, que siempre constante y fiel, lo
reconoció como su Dios en todo el curso de su Pasión y sobre la Cruz. Los
grandes del Nuevo Testamento son los que entran en esta lista envidiable:
apóstoles, mártires, confesores, vírgenes… de TODOS es la Reina, la que
los supera a todos, la que les ha dado la fortaleza en sus batallas, la que les
ha guiado hasta el cielo y hasta la santidad. Reina de muchos, Reina de los
mejores, porque eres la Mejor de todos. Reina de los santos. Podría ser reina
de ti y de mí, si llegamos a ser tales. Hay que ganarlo con esfuerzo y
constancia. La posibilidad está abierta, mientras dura la vida. Todos los
santos han amado de manera particular a su Reina. Y Dios los premia de
manera muy especial en el cielo, por haber honrado tan hermosamente a su
Joya.
¡Oh! María, Madre Mía, Reina de mi Corazón, ayúdame a siempre estar
dispuesto a confesar mi Fe, a trabajar por ella y a compartirla con quienes me
encuentre mi camino.
María, Madre Mía, Reina de los Confesores, Rogad por nosotros que
recurrimos a Vos.

Fuentes:

Letanías del Rosario meditadas, Padre Mariano de Blas L.C.,Mariologia.org,

Explicación de la Letanía, Padre Francisco Javier Dornn, Puebla


1834Aciprensa, sitio Web

Clarita Silva de Servin

Equipo Fatimazo por La Paz

No. 45 Serie Letanías Lauretanas

También podría gustarte