Canibales Devorados Los Gitanos en El Di
Canibales Devorados Los Gitanos en El Di
Canibales Devorados Los Gitanos en El Di
nation”, publicado en María Sierra (Ed): Enemies Within. Cultural Hierarchies and Liberal Political Models
in the Hispanic World, Cambridge Scholars Publisher, 2015, pp. 187-221.
Caníbales devorados:
Los gitanos en el discurso romántico sobre la nación española
People have often asked me, "What good are the Gypsies, anyway?" One might
reply by asking, "What good are the red-birds, or the purple ragweed that
grows along the road- sides?" Apart from their contribution to the world by
just being, and by inspiring writers and artists for hundreds of years, Gypsies
have kept alive and helped perfect to the highest degree the folk arts.
Quien así encaraba la recurrente crítica, propia de la cultura occidental, sobre
la escasa o nula utilidad social de los romaníes era uno de sus estudiosos más
conocidos a comienzos del siglo XX, el estadounidense Irving H. Brown (1888-1949).
En 1922 publicó un libro donde ordenaba los recuerdos de sus viajes tras la pista de
un mito que él mismo contribuyó a crear: el de los gitanos como un pueblo
1
Este trabajo se inscribe en el proyecto HAR2012-32637 “La construcción histórica de la inclusión y la
exclusión políticas: España entre Europa y América Latina (1780-1910), financiado por el Plan Nacional
de I+D.
1
Versión preprint del texto “Cannibals devoured: Gypsies in Romantic discourse on the Spanish
nation”, publicado en María Sierra (Ed): Enemies Within. Cultural Hierarchies and Liberal Political Models
in the Hispanic World, Cambridge Scholars Publisher, 2015, pp. 187-221.
2
Irving Henry Brown, Nights and Days on the Gypsy Trail Through Andalusia And On Other Mediterranean
Shores. With an Account of the Romany Race and Introduction by George E. Woodberry (New York &
London, Harper & Brothers Publisher, 1922), cita p.24. Hay una edición en español, prologada por
Enrique Baltanás, La senda gitana: viaje por Andalucía y otras riberas del Mediterráneo, con una breve
historia de la raza gitana y una introducción de George E. Woodberry, (Sevilla: Centro de Estudios
Andaluces : Renacimiento, 2006).
3
La opinión de Robert Knox puede encontrarse recogida y comentada en el brillante libro de Lou
Charnon Deutsch, The Spanish Gypsy: the History of a European Obsession (University Park:
Pennsylvania State University Press, 2004), p. 122. También se da una interpretación sobre la obra de
Irving Brown que comparto plenamente desde mi propia lectura. Sobre el racismo moderno es
fundamental la obra clásica de George L. Mosse, Toward the Final Solution: A History of European Racism
(New York: Howard Fertig, 1997).
4
Ya desde finales del siglo XVIII, las iniciativas legislativas de Carlos III insistieron en la admisión de
los gitanos en todos los oficios (al servicio, obviamente, de una intención asimiliadora). En el siglo XIX
las instrucciones legales se refieren únicamente a su actividad como chalanes o comerciantes
itinerantes de monturas, procurando la regulación de este tráfico también para los no gitanos: si en
1842 una ley regulaba las condiciones legales que deben cumplir los chalanes gitanos, en 1878 se
extendía su aplicación a cualquiera dedicado a este oficio, gitano o no.
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“En la actualidad los gitanos están sujetos a la ley común; obligados como los
demás españoles a avecindarse y subvenir a las cargas públicas, gozando
también, sin restricción alguna de todos los derechos inherentes de
ciudadanía. Pueden libremente, con sujeción a leyes y reglamentos, dedicarse
a cualquier género de industria, profesión u oficio, y abolida la ley de vagos no
se les puede acusar de otros delitos que los definidos en el código penal”.5
Sin embargo, no es menos cierto que la igualdad de derechos nunca ha sido
real para los gitanos, ni entonces ni ahora. La historia del juego de
integración/marginación que se teje en torno a ellos obliga por tanto a rastrear cómo
se fabrican y operan mecanismos informales de exclusión: junto a las normas
políticas y legales, hay que estudiar un extrañamiento cultural de más complejo
desciframiento.
Esa es la intención de estas páginas, que se proponen analizar una doble
operación cultural de intenciones y efectos políticos. Se trata de una operación
inscrita en el marco de los discursos posibles sobre la identidad nacional española,
cuyo éxito dentro y fuera del país atrapó y consumió a sus teóricamente ciudadanos
gitanos. Este trabajo parte del supuesto de que estudiar los pliegues más antiguos del
estereotipo que hace de lo gitano andaluz la representación y esencia de España
ofrece nueva luz sobre la construcción de identidades y alteridades determinantes en
la definición de modelos (y antimodelos) cívicos aun vigentes.
5
Un recorrido por las leyes en Bernard Leblon, Los gitanos de España: el precio y el valor de la «diferencia»,
(Barcelona: Gedisa, 1987), cita p.76.
6
Como resume Mohamed Belqasmi por lo que se refiere a la identidad gitana, tras un largo
predominio de enfoques primordialistas que pre-suponen una identidad colectiva preexistente, se ha
dado el paso a otros que analizan su construcción socio-histórica. Mohamed Belqasmi, «La
construction d'une ‘question tsigane’: entre categorisation et mobilisation sociales», Migartions Societé
o
26, n. 152 (2014): 49-56. Particularmente, suscribo de forma muy completa el enfoque de Jean
Kommers, «Gypsies», en Imagology: The Cultural Construction and Literary Representation of National
Characters. A Critical Survay, ed. Manfred Beller & Joep Leesen (Amsterdam: Rodopi, 2007), pp. 171-174.
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estudio completo de la violencia contra los gitanos en Ian F. Hancock, The Pariah Syndrome: An Account
of Gypsy Slavery and Persecution, (Ann Arbor: Karoma Pub, 1987).
13
Puede verse sobre ello, Guenter Lewy, The Nazi persecution of the gypsies (Oxford ; New York: Oxford
University Press, 2000).
14
He señalado la carga engañosamente positiva del un término inclusión, que justifica la exclusión en
la operación de trazar fronteras políticas y explicar quiénes son los ciudadanos “naturalmente”
capacitados para gobernar/se y cuáles no lo son (o solo lo serían potencialmente), en María Sierra,
«Enemigos internos: inclusión y exclusión en la cultura política liberal», en Desde la Historia. Homenaje
a Marta Bonaudo. (Buenos Aires: Imago Mundi, 2014), 73-90.
15
Entre la abundante bibliografía sobre este tema, Jean René Aymes, L’Espagne romantique: témoignages
de voyageurs français (A.M. Métailié, 1983); Alberto González Troyano, ed., La imagen de Andalucía en los
viajeros románticos y Homenaje a Gerald Brenan (Málaga: Diputación Provincial de Málaga, 1987). Alberto
Egea Fernández-Montesinos, ed., Dos siglos de imagen de Andalucía (Sevilla: Centro de Estudios
Andaluces, 2006).
5
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musulmán –“moro”- del país. Los gitanos eran entonces aún invisibles, a pesar de que
los turistas ilustrados pasearan por barrios que luego serían la quintaesencia de la
geografía gitana -Triana en Sevilla y el Sacromonte en Granada-, y a pesar de fijarse
en bailes considerados indecentes -como el fandango- que luego se les asignarían
como propios. Fue el siglo XIX, pues, cuando sucesivas generaciones de viajeros
fijaron en sus escritos (cuadernos de viajes, guías, novelas) y en sus imágenes (óleos,
grabados, fotografías) los rasgos de un pueblo que concitó la curiosidad etnográfica y
las ansias modernas de autenticidad de la Europa auto-considerada civilizada.16
[Imagen 2: Gustave Dore, Baile en un patio de Sevilla]
Los datos más imprescindibles del estereotipo gitano, tal y como se construyó
desde Théophile Gautier (1811-1872) o Alexandre Dumas (1802-1870) a Prosper
Mérimée (1803-1870), por el lado francés, hasta George Borrow (1803-1881) o George
Eliot (1819-1880), por el inglés (limitando a pocos nombres bien conocidos un listado
mucho más amplio), son los siguientes. De entrada, se entendía que los gitanos eran
un pueblo arcaico, una raza fósil, que no había evolucionado con el tiempo. Esta
consideración genérica, de la que se hacían derivar las características morales y
culturales que se les atribuyeron, afectaba a todos los grupos romaníes europeos,
aunque para España no pocos observadores afirmaban que el (supuesto) origen
africano de los calé (los gitanos de la península ibérica y sur de Francia) acentuaba su
natural primitivismo17. Esta raza prehistórica, que vivía incluso aun en cuevas como
16
Sigo aquí el trabajo imprescindible de Lou Charnon-Deutsch, The Spanish Gypsy. para sintetizar los
hitos más decisivos de este proceso de invención. Hay otros estudios parciales sobre los estereotipos
gitanos en España, pero este libro sistematiza rigurosamente la información más relevante sobre esta
materia.
17
A pesar de que los estudios (fundamentalmente filológicos) más serios del momento afirmaban el
común origen indio de todos los grupos romaníes esparcidos por Europa, muchos escritores insistían
6
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en vincular a los gitanos españoles con los “moros”, bien como remoto origen bien a manera de
directos descendientes de aquellos musulmanes que habitaron durante siglos en España y fueron
expulsados por los Reyes Católicos.
18
Solo óperas “de gitanos” pueden registrarse al menos 64 en el siglo XIX, que extendieron el
estereotipo romántico por las principales capitales musicales europeas (Londres, París, Viena,
Nápoles, Dresden…), según Charnon-Deutsch, The Spanish Gypsy. Decenas de novelas, dramas,
comedias, cuadros, grabados, etc. se inspiraron en temas gitanos (algunas referencias en Carmen
o
Olivares Marín, «El gitano imaginario y la cristalización del mito», Gazeta de Antropología 25, n. 2, 2009).
Para la representación artística en España puede utilizarse como guía de entrada, Eduardo Quesada
Dorador, Gitanos: pinturas y esculturas españolas, 1870-1940 (Consejería de Educación y Cultura de la
Comunidad de Madrid, 1995); Carmen González González Castro y Eduardo Quesada Dorador,
«Gitanos en el arte español», en Luves de bohemia: artistas, gitanos y la definición del mundo moderno,
Fundación Mapfre (Madrid, 2013), 41-63.
19
Georges Didi-Huberman, L'oeil de l'histoire : Tome 4, Peuples exposés, peuples figurants, Paris, Les
Editions de Minuit, 2012.
20
El cruce de las categorías de género, raza y clase en el contexto del imperialismo occidental, en Anne
McClintock, Imperial Leather: Race, Gender, and Sexuality in the Colonial Contest, Edición: New. (New
York: Routledge, 1995).
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nation”, publicado en María Sierra (Ed): Enemies Within. Cultural Hierarchies and Liberal Political Models
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21
John Carr, Descriptive Travels in the Southern and Eastern Parts of Spain and Balearic Island (London,
1811), cita p.51. George Henry Borrow, The Zincali. An Account of the Gypsies of Spain, (1841), London &
New York, J.M. Dent & Sons- E.P. Dutton & Co. (s.f.), cita p. 56.
Brown, Nights and Days on the Gypsy Trail, cita p.15.
22
Una interpretación del mito en Evlyn Gould, The Fate of Carmen (Baltimore: Johns Hopkins
University Press, 1996).
23
Para la influencia de George Borrow en el impulso de los estudios sobre los gitanos, Wim Willems,
In Search of the True Gypsy: From Enlightenment to Final Solution (Routledge, 1998).
24
Borrow, The Zincali, cita pp. 53-54.
25
Edward W. Said, Orientalism, Vintage Books (New York: Vintage, 1979). Joep Leerssen, "Identity/
Alterity/ Hybridity", en Beller, Manfred y Leerssen, Joep, eds., Imagology: The Cultural Construction and
Literary Representation of National Characters, (Amsterdam; New York, NY: Rodopi, 2007), pp.335-341..
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además, el misterioso origen de los gitanos, como tanto se repetía, colaboró a una
mixtificación en la que el Oriente se imponía como marco de referencias. La
combinación de atracción y rechazo por aquel “otro” exótico lejano se repetía con
este “otro” más cercano, en similar proceso de extrañamiento, y el “conocimiento” de
aquel Oriente ayudaba a explicar a este intruso en Occidente. Así, por ejemplo,
resumía la viajera inglesa Isabella F. Romer la conexión gitano-oriente que
encontraba en Andalucía, con motivo de un baile organizado en su hospedería por
Mateo Jiménez, el famoso guía de Washington Irving:
Colonel H-, who was just ruturned form India overland, was struck with the
similarity existing between these dances and those of the Nautch girls of India
and Persia; and I, for my part, found very little difference between them and
the performances of the dancing girls I had seen in the Harems of Turkey”. 26
Los procedimientos no disimulaban ser coloniales: la observación, aun
admirativa, de los tipos gitanos pasó por múltiples prácticas que creaban
subalternidad. De nuevo, los ejemplos pueden multiplicarse hasta el infinito, si se
realiza una lectura crítica de libros que recogen recuerdos de viajes, memorias y otras
clases de literatura. Pero, quizá, la escena que Dumas registra entre sus apuntes del
viaje español que hizo en 1846, pueda ser un resumen magistral de esta clase de
prácticas. Dumas entró en Granada capitaneando un grupo en el que figuraban su
hijo escritor, Auguste Maquet –conocido en París como “el negro indispensable”- y
varios otros artistas. Un compatriota afincado en España, les sirve de anfitrión y
reúne para ellos en su casa del Arco de los Cuchilleros a gitanos del Sacromonte.
Oigamos a Dumas:
“Desde esa terraza se dominaba la plaza entera, (…) Couturier había hecho
tender algunas telas, que hacían sombra sobre una porción de la terraza y
dejaban la otra parte al sol. Los gitanos, habituados a un calor casi tropical,
debían permanecer al sol; Couturier y su daguerrotipo debían operar en la
sombra. También en la sombra debían estar sentados Giraud, Desbarolles y
Boulanger para dibujar; Maquet y yo para poner al día nuestras notas,
Alexandre para hacer algunos versos en respuesta a otros versos que nos
habían dedicado. Los gitanos [debían estar], agrupados en la parte de la
terraza expuesta al sol, el padre fumando y tocando la guitarra, las hijas
sentadas a sus pies y trenzando sus cabellos, los hijos de pie y acariciando un
perro (…)”.27
El motivo central de la atención de Dumas son las cosas y no las personas,
reducidas estas últimas a soportes sobre los que apreciar la maravilla técnica del
daguerrotipo. “En cinco o seis minutos como máximo, Couturier hizo tres pruebas
maravillosas; hasta los más mínimos detalles de las telas, las rayas de los pantalones,
los flecos de los chales, todo estaba allí, lleno de color y de relieve”: la escena humana
interesa menos que la novedad de un procedimiento de captación de la imagen
revolucionario.
26
Isabella Frances Romer: The Rhone, the Darro and the Guadalquivir, 1843, cita p. 115
27
Alexander Dumas, De Paris à Cadix. Impressions de voyage (1846), Montreal. Le Joyeux Roger, 2006,
citas pp. 236-237.
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28
José F. Colmeiro, «El Oriente comienza en los Pirineos: la construcción orientalista de “Carmen”»,
o
Revista de Occidente, n. 264 (2003): 57-83.
29
Charnon-Deutsch, The Spanish Gypsy., pp.97-98.
30
Para una interpretación de la observación colonial reflejada en esta caricatura del periódico Punch, el
19 de julio de 1851, véase Sadiah Quereshi, Peoples on Parade: Exhibitions, Empire and Antropology in
Ninenteenth (Chicago: Chicago University Press, 2011), pp.235-236. Jeffrey A. Auerbach, The Great
Exhibition of 1851: A Nation on Display (Yale University Press, 1999).
31
Luis Santiago Sazatornil Ruiz y Ana Belén Las Heras Peña, «París y la “españolada”: casticismo y
estereotipos nacionales en las exposiciones universales (1855-1900)», Melanges de la Casa de Velázquez,
o
n. 35 (2005): 265-90.
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Aunque el estereotipo recayera sobre Andalucía más que sobre cualquier otra
región española, alimentando el prejuicio local que diferenciaba el norte laborioso y
el sur festivo, lo cierto es que el conjunto de España quedaba colocado en el
submundo que empezaba al sur de los Pirineos, con todo el exotismo que lo
adornara. Postales, carteles e imágenes de propaganda así lo muestran. Era algo
preciso para el éxito de un discurso –el de las Exposiciones- que explicaba cómo
podían organizarse en un cuadro sinóptico y panorámico las diversas comunidades
nacionales-raciales del mundo, reducidas, obviamente, a una visión estereotipada,
seriada y jerarquizada32 . Como indica Burton Benedit, en relación a pueblos y
espacios extra-europeos, estas Exposiciones suponen un dispositivo colonial dotado
de una compleja capacidad performativa a largo plazo, una idea que me gustaría
rescatar de cara a la segunda maniobra cultural que quiero analizar33 .
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imágenes sobre los gitanos les afectan asignándoles una identidad colectiva
estereotipada.
Mi intención es otra, pues llegados a este punto pretendo sencillamente
abordar el campo cultural del costumbrismo español decimonónico desde la óptica
crítica que interesa a este trabajo, con el objeto de sacar a la luz (política) una
operación artística que entiendo como algo distinto a una reacción españolista en
contra de la invasión de las modas europeas, según se ha explicado desde la historia
de la historia del arte y, más específicamente, de la literatura.35 El costumbrismo no es
tanto, en mi opinión,
una reacción local
contra el
romanticismo
universal como una
de sus
manifestaciones, vía
aprovechamiento
castizo de algunas de
sus imaginaciones. Y
la pintura
costumbrista
española es un buen espacio donde mantener esta hipótesis de trabajo.
En este sentido es muy reveladora la historia de la escuela sevillana de
mediados del siglo XIX, un nutrido grupo de artistas que se extendió a Madrid y
ocupó un lugar destacado en el mercado y las instituciones oficiales de la España
isabelina: Antonio María Esquivel (1806-1857), José Gutiérrez de la Vega (1791-1865),
Manuel Rodríguez de Guzmán (1818-1867) y, sobre todo, las sagas familiares de los
Bécquer (José Domínguez Bécquer, 1805-1841; Joaquín Domínguez Bécquer, 1817-1879;
Valeriano Domínguez Bécquer, 1833-1870) y los Cabral Bejarano (Antonio Cabral
Bejarano, 1788-1861; Manuel Cabral Aguado Bejarano, 1827-1891.)36 Sus escenas de
bailes, tabernas, romerías, ferias y procesiones religiosas, y sus tipos –toreros, gitanas,
bandoleros, mendigos, bailaoras, pillos…- con toda su apariencia de observación
realista de lo cotidiano popular, responden a la mirada exotizadora del viajero
romántico que “descubre” España. [Imagen 4: El puesto de buñuelos, fragmento, c.1854,
Manuel Cabral Aguado Bejarano]
Para empezar, los paisajes y el paisanaje a los que se dedicaron estos pintores
provienen de opciones que antes habían fijado artistas extranjeros, con nombre
propio, los ingleses David Roberts y John Frederick Lewis señaladamente, quienes en
José Gallardo Saborido, Gitana tenías que ser: las Andalucías imaginadas por la coproducciones fílmicas
España-Latinamérica, (Sevilla: Fundación Pública Andaluza Centro de Estudios Andaluces, 2010).
También la literatura del siglo XIX ha sido bien estudiada por Xavier Andreu Miralles, «¡Cosas de
España! Nación liberal y estereotipo romántico a mediados del siglo XIX», Alcores: revista de historia
o
contemporánea, n. 7 (2009): 39-61.
35
Joaquín Marco, «El costumbrismo español como reacción», en La imagen de Andalucía en los viajeros
románticos y Homenaje a Gerald Brenan, 1987, 125-40. Joaquín Alvárez Barrientos y Alberto Romero
Ferrer, Costumbrismo andaluz (Sevilla: Universidad de Sevilla, 1998).
36
Enrique Valdivieso, Pintura sevillana del siglo XIX (Sevilla: El autor, 1981). Enrique Valdivieso, Pintura
romántica sevillana (Madrid: Fundación Endesa, 2011).
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sus visitas a Sevilla y Granada en 1833 fueron decisivos a la hora de fijar “los modelos
prácticamente definitivos de todas las variantes costumbristas”, creando la imagen
mítica de Andalucía que sería publicada en libros y replicada por los artistas locales.
La influencia de Roberts, fue especialmente importante en pintores locales sevillanos
como José María Escacena (1808-1858) y José Domínguez Bécquer, “que copiaron sus
métodos de trabajo”37 . En segundo lugar, fue la demanda de los turistas, que querían
llevarse pequeños cuadros de recuerdo de sus viajes, la que activó una producción en
serie de tipos y escenas populares, que algunos supieron aprovechar especialmente
bien: José Domínguez Bécquer, que tenía un comisionado en Cádiz para la
exportación de este tipo de pinturas a Inglaterra y no daba abasto entre encargos de
cuadros e ilustraciones para libros, se puso de acuerdo con su primo, Joaquín, para
pintar por partes pequeños cuadritos en sus respectivos talleres, que así producían
más rápidamente.38
La labor en este ámbito de Antonio María de Orleans, Duque de Montpensier
(1824-1890), ofrece un caso muy interesante para reflexionar sobre la imbricación del
romanticismo europeo y el costumbrismo español. El hijo de Luis Felipe de Orleans,
rey de Francia, fue educado por Antoine de Latour (1808-1881), un escritor e
hispanista que ayudó a otros románticos franceses a descubrir España. El preceptor,
convertido luego en secretario personal, acompañaría también más tarde al duque
cuando este se trasladó a la tierra de los gitanos tras contraer un estratégico
matrimonio con la infanta española Fernanda Luisa. Instalado en su sevillano palacio
de San Telmo, el cuñado francés de Isabel II no solo conspiró contra la reina sino que
se dedicó con fruición al coleccionismo y el mecenazgo artístico. 39 Su galería
costumbrista fue más que notable, y protegió a un joven pintor francés, Alfred
Dehodencq (1822-1882), que combinó orientalismo con españolismo en sus cuadros.
Dos de ellos, fueron encargos del duque de Montpensier con la intención de recoger
en una pareja de óleos la esencia del país que le acogía: uno presentaba una
procesión religiosa sevillana y otro unos gitanos bailando ante un escenario
mudéjar.40
La mixtificación de lo popular andaluz con lo gitano, y su ascenso a la
categoría de icono nacional español colaboraba así por esta vía a la operación de
reduccionismo cultural que realizaron antes y continuarían desarrollando también
luego los viajeros románticos (y tardo-románticos). Esto tenía lugar, además, en
momento en el que las distintas familias políticas del liberalismo español abordaban,
con todas las dudas y los límites que se quiera, la construcción de relatos nacionales
37
Luis Méndez Rodríguez, La imagen de Andalucía en el arte del siglo XIX (Sevilla: Centro de Estudios
Andaluces, 2008), citas pp. 35-36.
38
Jesús Rubio Jiménez, José María Domínguez Bécquer (Sevilla: Diputación de Sevilla, Servicio de
Archivo y Publicaciones, 2007).
39
La labor coleccionista, en Vicente Lleó Cañal, La Sevilla de los Montpensier, (Sevilla: Focus, 1987). El
contexto político, en María del Carmen Fernández Albéndiz, La corte sevillana de los Montpensier,
(Sevilla: Ayuntamiento de Sevilla, Área de Cultura, 2014).
40
Una cofradía pasando por la calle Génova, 1851; Un baile de gitanos en los jardines del Alcázar, delante del
pabellón de Carlos V, 1851.
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41
La pintura de historia y su relación con el nacionalismo liberal, en Tomás Pérez Vejo, «Pintura de
historia e identidad nacional en España» (Universidad Complutense de Madrid, 1996); María Pilar de
Miguel Egea, «El espíritu liberal y la pintura del siglo XIX en España», en Sagasta y el liberalismo
español, 2000, 149-62; Carlos Reyero, «La ambigüedad de Clío.: Pintura de historia y cambios
o
ideológicos en la España del siglo XIX», Anales del Instituto de Investigaciones Estéticas, n. 87 (2005): 37-
64.
42
Así, Manuel Rodríguez de Guzmán recibiría el encargo de la Corona en 1853 de realizar una gran
Galería de Costumbres española (que solo se inicia, con un cuadro representando la Feria de Sevilla), y
Valeriano Bécquer sería años más tarde pensionado por el Ministerio de Fomento para hacer una
galería similar. Por su parte, José Domínguez Bécquer vio algunos de sus cuadros costumbristas
expuestos en el marco de las exhibiciones internacionales. Méndez Rodríguez, La imagen de Andalucía
en el arte del siglo XIX.
43
Sobre esta segunda generación de pintores costumbristas, Carlos González, Pintores españoles en
París: (1850-1900) (Barcelona: Tusquets, 1989). La sensación de verosimilitud atrapa a muchos
observadores, también historiadores del arte, que creen que en esta pintura de fines del XIX se
representa con más realismo la sociedad retratada, incluidos los gitanos, y se “superan los tópicos
anteriores” (“a través de unas figuras llenas de gracia y vitalidad que se desenvuelven en un espacio
naturalista inundado de luz”, según Luis Méndez Méndez Rodríguez, La imagen de Andalucía en el arte
del siglo XIX. p. 97)
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44
La categoría de imageme como una imagen y todos sus implícitos, un compuesto que implica
contradicciones y polaridades, en Joep Leerssen, «Image», en Imagology: The Cultural Construction and
Literary Representation of National Characters. A Critical Survay (Amsterdam: Rodopi, 2007), 342-344.
45
María Sierra, Genero y emociones en el romanticismo. El teatro de Breton de los Herreros (Zaragoza:
Institución Fernando el Católico, 2013).
46
José Sanz Pérez, El tío Caniyitas o El Mundo nuevo de Cádiz (Cádiz : Imprenta, Librería y Litografía de
la Revista Médica, á cargo de D. Juan de Gaona: [S. n.], 1850).ç
47
Sobre los gitanos en la literatura española del periodo, Romero Tobar, Leonardo, «Los gitanos en la
literatura romántica», en La lira de ébano: escritos sobre el romanticismo español, Thema 56 (Málaga:
15
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Versión preprint del texto “Cannibals devoured: Gypsies in Romantic discourse on the Spanish
nation”, publicado en María Sierra (Ed): Enemies Within. Cultural Hierarchies and Liberal Political Models
in the Hispanic World, Cambridge Scholars Publisher, 2015, pp. 187-221.
49
Las opiniones periodísticas, recogidas en Ruiz Sazatornil y Las Heras Peña, «París y la
“españolada”.», citas pp. 273, 278 y 286.
50
Cándido G. Ortiz de Villajos, Gitanos de Granada (1949), una obra citada y contextualizada en la
tradición de pensamiento nacional sobre los gitanos en Charnon-Deutsch, The Spanish Gypsy., p.208.
51
En el artículo "Patria", publicado por el teniente coronel José Valles en la revista Ejército, nº 37, de
febrero de 1943, los gitanos, como los "buhoneros, vagos, hampones y demás miseria internacional”
carecían de patria, si bien en su caso concreto habría que ”dudar de si serán cuadrúmedos u hombres”,
citado en Juan Carlos Losada Malvárez, La ideología del Ejército franquista, 1939-1959, Madrid, Itsmo,
1990, p. 29. Agradezco a Alberto Carrillo la advertencia de este texto.
52
Jean Kommers, Kinderroof of Zigeunerroof? Zigeunners in kinderboeken (Utrecht: Van Arkel, 1993).
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53
Como indica Kommers, la labor de estudiosos y observadores de variado tipo ha ido generando un
concepto histórico de lo qué es “ser gitano” que modela la realidad sociocultural: los gitanos viven a
través de las imágenes y, en este sentido, las imágenes “crean” gitanos. Kommers, «Gypsies». Son
varios los trabajos que rastrean los modos de operar de aquellos estudiosos que, históricamente, han
buscado a los “auténticos” gitanos, decidiendo quiénes y por qué pueden ser englobados en esta
categoría, proporcionando así base a las políticas de toda clase que se han dirigido y dirigen hacia
ellos. Destaca entre estos el ya mencionado de Willems, In Search of the True Gypsy.
54
Un recurso este último, por cierto, aun útil para algunos romaníes en Estados Unidos, según
documenta en contexto bien distinto Carol Silverman, «“Negotiating ‘Gypsiness’: Strategy in
o
Context”», The Journal of American Folklore 101, n. 401 (1988): 261-75.
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asumidas son espacios fluidos, que deben ser entendidas más bien como
comunidades emocionales compatibles antes que compartimentos etiquetados y
estancos.57
En segundo lugar, desde la perspectiva de la historia de la ciudadanía,
considero que es posible afirmar que a los gitanos se les ha convertido en parte
esencial del cuerpo simbólico de la nación española, en una operación político-
cultural de largo recorrido que, sin embargo, ha provocado el olvido de los cuerpos
reales/no simbólicos y de sus problemas.58 De paso, en este olvido se pierden las
historias de los gitanos que se salen del estereotipo –el que no es nómada, bohemio,
libre, artista, alegal, fuera del orden social…-y que, aún mas que Helios Gómez, no
salen en la foto -no en estas, de más difícil localización, sino en la “foto” imaginada y
repetida por la mirada del otro-. [7/8: Imágenes: Retrato de Helios Gómez ante uno de
sus cuadros/ Retrato de un soldado
gitano en la Guerra Civil española]
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excluyen voluntariamente’, porque ‘no quieren integrarse’, etc.-. Mientras que desde
la Antropología y la Sociología españolas surgieron a partir de la Transición
iniciativas universitarias que se ocuparon de y se siguen preocupando por las
condiciones de vida actuales de muchas comunidades gitanas en España y su
infravaloración política y cívica (son, en este punto, fundamentales los trabajos de
Teresa San Román y su equipo)59, lo cierto es que no hay prácticamente en el mundo
académico español trabajos de Historia sobre este tema.60 Es un vacío que contrasta,
además, con el estado de los estudios romaníes en la historiografía de otros países
europeos.61
En mi opinión, estamos ante un tema que demanda de forma urgente un
programa de investigación sistemática de largo alcance cronológico y, aún más,
espacial. Estudiar la historia de los gitanos en España es hacerlo también en América,
a donde llegaron en un primer momento desde la península ibérica y donde en la
actualidad parte de ellos conforman un particular universo hispano; es, también,
conectar con el pasado de los gitanos europeos, apostando por una historia no
solamente comparada sino incluso auténticamente trasnacional. Ciertamente, el
abordaje de un objeto de estudio tan poliédrico y de tantas implicaciones cívicas debe
realizarse desde la colaboración con múltiples disciplinas, algunas de las cuales
tienen, como acabo de indicar, una mayor tradición en los estudios romaníes. La
Historia puede aportar, no obstante, su peculiar potencial deconstructor. Si hay una
categoría en la cultura occidental que haya sido secularmente alimentada con
imágenes de alteridad, es la de “gitano”. Más que ningún otro estereotipo nacional, el
de este pueblo sin territorio ha sido construido por un caudal tan amplio de
narrativas de ficción, artísticas y científicas que, como afirma Ian Hancock, quizá sea
una misión imposible la de desmontarlo.
Este estereotipo no es cosa del pasado, está aun entre nosotros, infiltrado en el
sentido común de nuestras sociedades y discriminando actualmente a comunidades
enteras en el mismo corazón del “primer mundo”. Aunque sea una tarea trabajosa, la
deconstrucción de estas imágenes que alimentan el prejuicio es, a juicio de quien
59
Pueden verse, como guías de entrada, los trabajos de Teresa San Román, ed., Entre la marginación y el
racismo: reflexiones sobre la vida de los gitanos, Alianza Universidad 471 (Madrid: Alianza, 1986); Teresa
San Román, La diferencia inquietante: viejas y nuevas estrategias culturales de los gitanos, (Madrid: Siglo
Veintiuno de España, 1997).
60
La Edad Moderna se ha beneficiado de algunos estudios, particularmente el pionero de María
Helena Sánchez Ortega, Los gitanos españoles. El periodo borbónico; que no han tenido, sin embargo,
continuidad historiográfica. También, Manuel Martínez Martínez, Los forzados de Marina en el siglo
XVIII. El caso de los gitanos (1700-1765) (Almería: Universidad Almería, 2007). Para la Edad
Contemporánea no hay visiones de conjunto sobre la historia de los gitanos españoles más allá de las
pocas páginas que les dedica Leblon en su trabajo también pionero, que se centra fundamentalmente
en los siglos XV a XVIII. Leblon, Los gitanos de España. En este sentido, el ya varias veces citado trabajo
sobre la construcción histórica de la imagen de los gitanos de Charnon-Deutsch, The Spanish Gypsy. no
tiene parangón en la historiografía española. Recientemente, algunos jóvenes investigadores están
interesándose por la actuación de los gitanos durante la Guerra Civil, como David Martín Sánchez,
«Los gitanos y la guerra civil española», en Congreso La Guerra Civil en España 1936-1939 (publicación
electrónica) (Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales, 2006), 47.
61
Baste como ejemplos, en esta nota que no pretende recoger un estado de la cuestión exhaustivo, los
trabajos de Thomas Acton, Gitanos, (Madrid: Espasa-Calpe, 1983); David Mayall, Gypsy-Travellers in
Nineteenth-Century Society, (Cambridge: Cambridge University Press, 2009); Fraser, Los gitanos; y
Hancock, The Pariah Syndrome.
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escribe estas páginas, una obligación cívica importante para quienes estudiamos la
sociedad desde distintos puntos de vista. La Historia es probablemente la mejor
herramienta para este trabajo de demolición, ya que ofrece la posibilidad de apreciar
cómo han sido construidas culturalmente ciertas realidades sociales y políticas que
no tienen nada de naturales, inevitables ni necesarias. El estudio del pasado está en
este caso especialmente preñado de futuro.
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in the Hispanic World, Cambridge Scholars Publisher, 2015, pp. 187-221.
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