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Unidad 3.1 - El Temprano Desarollo Mesoamericano. Desde El Per+¡odo Precl+ísico Hasta La Aparici+ N Del Estado Azteca

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Unidad 3.1 - El temprano desarrollo Mesoamericano.

Desde el período Preclásico


hasta la aparición del Estado Azteca

El pasado indígena (1996)


López Austin A. y López Lujan L.

La presencia de cerámica es uno de los indicadores de la vida sedentaria, al igual que la alfarería, ya que los
habitantes prescinden de artefactos que serían inutilizables en una vida nómada. A su vez, la invención de la
cerámica implicó un fuerte avance tecnológico. La aparición de la cerámica en Mesoamérica data del 2400 al
2300 AC. Aquí, podemos iniciar los límites del primer período histórico de la región mesoamericana, que
refleja el surgimiento de nuevas formas de organización social. Este período, el Preclásico, se ubica –
aproximadamente, ya que de una región a otra varía- entre el 2500 AC y el 200 AC. Lo que determina el inicio
del período es la generalización del sedentarismo agrícola, que incrementará el número de las comunidades y
las concentrará en caseríos y aldeas.
Período Periodización temporal Ciudades-Asentamientos
ejemplo

Preclásico temprano (aldeas 2000 AC - 1200 AC


sedentarias igualitarias)

Preclásico medio (jerarquización 1200 AC -400 AC Inicios de Monte Albán. Cultura


interna, centros de poder olmeca.
político con aldeas alrededor,
incremento de las fuerzas
productivas agrícolas)

Preclásico tardío (diferenciación 400 AC – 200 DC Olmecas, Monte Albán,


y jerarquización regional. Cuicuilco, inicios de
Escritura, calendario y Teotihuacán
monumentalismo
arquitectónico)

Clásico temprano 200 DC - 600 DC Teotihuacán

Clásico tardío 600 DC - 900 DC Caída de Teotihuacán

Postclásico 900 DC - h/ la conquista


española

El Periodo Preclásico
El período Preclásico puede dividirse en tres grandes momentos. El período Preclásico Temprano (2500 a
1500), época en la que existieron comunidades tribales igualitarias, donde junto a campos de cultivo se
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erigieron pequeñas aldeas. Se destaca la homogeneidad del grupo y la ausencia de una división de clases. Las
actividades comunitarias giran en torno al cultivo con lluvias estacionales, ríos cercanos o suelos humedecidos.
Es decir, no hay sistemas de irrigación. Cada comunidad tendía hacia la autarquía. En el Preclásico medio (1200
a 400), se producen cambios considerables en la agricultura, con nuevos sistemas productivos: terrazas,
represas, canales y otros sistemas de control de agua. El desarrollo de las fuerzas productivas que permite la
especialización y división del trabajo también da apertura al intercambio de materias primas, dando forma a la
unidad cultural mesoamericana. Bajo estas condiciones, se produce por primera vez el apartamiento de un grupo
de individuos de la esfera de la producción. Es decir, aparece la diferenciación social. Arqueológicamente, esto
es evidente en las lujosas tumbas de los olmecas y la importancia que adquieren los bienes de prestigio. Sin
embargo, son varis las hipótesis y ninguna logra ser completamente fehaciente a la hora de explicar el
surgimiento de la diferenciación social. Cada una atribuye el origen del mismo a distintos fenómenos: el acceso
diferencial a los recursos, el desarrollo tecnológico, el conocimiento del funcionamiento de la naturaleza, el
control del intercambio regional y la redistribución de los bienes de prestigio. Es difícil otorgar unilateralmente
a una causa este fenómeno, pero la mayor parte de las hipótesis comparten la idea de una creciente
diferenciación social de grupos, normalmente en la forma de linajes o grupos de parentesco. Un proceso
paralelo al de la estratificación en clases es el del surgimiento del calendario y la escritura, entendidos como
herramientas políticas y de control ideológico. A saber, en regiones específicas de Mesoamérica surgen centros
poblacionales con arquitectura monumental con inscripciones escritas. Por último, el tercer período es el
Preclásico Tardío, que comienza con el ocaso del mundo olmeca (400 AC a 200 DC). En este período surgen
enormes centros de poder rodeados por aldeas satélites, ante la ausencia de una unidad política hegemónica.
Estos nuevos centros se distinguen por un tipo arquitectónico de plazas, plataformas y templos monumentales,
donde el gigantismo fue el sello epocal. El comercio pasa a tener una importancia central. A saber, Teotihuacán
se fundó en una encrucijada de rutas de intercambio y cercano a minas de obsidiana. También durante este
período proliferó la escultura religiosa y se desarrolla la escritura, la cual es difícil asignarle el origen a una
etnia. En la segunda mitad del período aparece la ‘cuenta larga’ que es un sistema de cómputo calendárico que
fija en el tiempo acontecimientos míticos y reales a partir de una fecha-mito.

El centro en el Preclásico

El centro es el área Mesoamericana más conocida por la calidad y cantidad de fuentes documentales e
investigaciones arqueológicas. El territorio está compuesto por cuatro unidades arqueológicas: El valle de
Morelos al sur, el Valle de Puebla-Tlaxcala al oriente, la Cuenca de México al centro y el Valle de Toluca al
occidente. De todas estas regiones, el Valle de Morelos es el único de tierras calientes. El resto, se encuentra
rodeado de montañas y a más de 2000 msnm. Estas son extensiones grandes de tierras fértiles que contaron con
importantes sistemas fluviales y lacustres. Esta región desempeño un papel protagónico en la zona
mesoamericana por su posición central, su extensión y la riqueza y diversidad de sus ecosistemas. Como región,
tiene su propia cronología, que puede dividirse en Temprano (2500 a 1500), caracterizado por las aldeas
agrarias; el Medio (1250m a 600 AC), en el cual surgen numerosos centros regionales y el Tardío (600 AC a
150 DC), que se inicia con la transformación de estos centros en capitales protourbanas y finaliza con el
nacimiento de una ciudad de poder suprarregional: Teotihuacán.

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Respecto al período Preclásico Temprano, las sociedades tendían a ser igualitarias, con una economía
plenamente agrícola. No existió un notorio aumento demográfico. Parece que la norma era el asentamiento
cerca de las riberas fluviales y lacustres y en el somonte. Los cambios sustanciales tuvieron lugar a partir del
período Preclásico Medio, es decir, a partir de 1250 AC. Se da un aumento poblacional y se desarrollan técnicas
que incrementan la productividad agrícola., aunque la mayor parte de la misma depende de lluvias estacionales.
Sin embargo, aparecen centros regionales con aldeas satélites, es decir, la conformación de estructuras políticas
y administrativas complejas que se fueron integrando a un sistema de intercambio mesoamericano más regional.
En esta subetapa ocurre por primera vez la existencia de un grupo social alejado de la producción, gracias a la
desigual distribución de prestigio, poder bienes y servicio. Estamos hablando de una clase dominante,
evidenciado sobre todo en la existencia de tumbas suntuosas con objetos suntuarios (símbolos de un arte
generalizado denominado olmeca), lo que refleja dos cosas: un nivel de diferenciación social y la existencia de
una interrelación mesoamericana. La existencia de este tipo de interrelación necesita de gobernantes que
organizaran la producción especializada, el intercambio y la redistribución, lo que da cuenta de una
organización social mucho más compleja y estratificada. Por último, el Preclásico Tardío se inicia con la
desaparición de lo olmeca, en el 600 AC. Esta etapa se caracteriza por la transformación de algunos centros
regionales en capitales protourbanas que son imanes poblacionales. Cuicuilco es un ejempló. Si para el 300 AC
la Cuenca tenía 80 mil habitantes, 10 mil ocupaban Cuicuilco. Sin embargo, la ciudad hegemónica es
Teotihuacán, que alcanzaba 40 mil habitantes. Tras la caída de Cuicuilco, en la última etapa del período,

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Teotihuacán se erige como el poder absoluto de la región, llevando su influencia más allá de los límites
regionales.

Oaxaca en el Preclásico

Oaxaca representa la secuencia más clara del Preclásico. En el S. V AC (400 AC), varias aldeas, entre ellas,
Monte Albán, fueron el preludio del urbanismo mesoamericano. Esta región se caracteriza por ser de clima
semiárido, templado y de gran potencial agrícola. El valle de Oaxaca tuvo una transformación firme y
continuidad de sociedades aldeanas igualitarias hacia las urbanas jerárquicas. Los límites del Preclásico
temprano se fijan en el 1900 y el 1150 AC. A partir del 1150 se desarrolla el Preclásico Medio, con un
sorprendente aumento de población, la multiplicación de los asentamientos y el desarrollo de la diferenciación
social. En los primeros tres siglos de este subperíodo encontramos asentamientos como San José Mogote, con
700 habitantes. A partir del S. IX (1000 AC), hicieron aparición una serie de técnicas de riego que
incrementaron la producción agrícola, habilitando a la de las aldeas. En el Preclásico tardío (500 AC-250 DC)
aparece un nuevo centro de poder que domina toda la región, Monte Albán. Su surgimiento no deja de ser
polémico: su fundación en la cima de un cerro deshabitado y un difícil acceso de aprovisionamiento de agua.
Autores como Blanton indican que es posible que esta ciudad haya sido fundada por una confederación de
comunidades (tres), ubicada en un territorio neutral y estratégico.

El Occidente en el Preclásico

A diferencia del resto de las demás áreas mesoamericanas, el Occidente no forma una unidad cultural clara. Las
sociedades como Michoacán, Guanajuato y Guerrero acrecieron de una historia común. La información anterior
al 250 DC es muy pobre. Quizá el único denominador común sea el arraigo a la vida aldeana y la lenta
evolución hacia formas de organización social complejas. Más al sur, en el Estado de Guerrero, los olmecas
tuvieron una notable presencia entre el 1400 y el 600 AC.

El Sureste en el Preclásico

Uno de los rasgos más marcados de la región es la diversidad geográfica. Los principales focos de desarrollo se
dieron en cuatro contextos ecológicos distintos: las planicies costeras de Chiapas y Guatemala, las tierras altas
guatemaltecas, la región selvática del Petén y las llanuras de la Península de Yucatán. Lógicamente, el acceso a
documentos y fuentes arqueológicas en zonas selváticas es muy dificultoso por su complicada conservación. En
el Preclásico Temprano (ubicado en esta región del 1800 al 1325 AC), habitaron en las planicies costeras
pueblos aldeanos dedicados a la agricultura, pesca, caza y alfarería, que alcanzaron grandes alturas técnicas y
artísticas. Estas sociedades tuvieron una fuerte influencia olmeca, aunque se deduce que eran unidades políticas
independientes. Un complejo como la Tradición de las Tierras Bajas Mayas comenzó a integrarse a partir del
1200 AC. Para el 600 AC, estos mayas comenzaron a expandirse por todo el Petén. En el Preclásico Tardío (400
AC) se iniciaron cambios trascendentales. Uno de los cambios, que finaliza en el 250 DC, es el clima de
violencia y competencia generalizada entre los principales centros de poder. Otro elemento que caracteriza este
período, son las obras de arquitectura enormes, con programas constructivos impresionantes, que implicaron el
movimiento de miles de hombres.

El Golfo en el Preclásico

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El clima es tropical y de lluvias torrenciales. Hacia 2250, grupos humanos muy cercanos al asentamiento de La
Venta, se ubicaron y asentaron. Su primera cerámica se produjo entre el 1750 y el 1400. El Preclásico Medio se
identifica con la historia olmeca que va desde el 1150 al 400 AC. Aún se debate el origen de la civilización
olmeca. Lo que sí se ha corroborado es la existencia de una estratificación social, gracias a las representaciones
escultóricas que reafirman la posición y el lujo de la élite. A su vez, junto a las imágenes de los gobernantes
aparecen seres sobrenaturales. Mediante el arte se particulariza un panteón complejo de figuras fantásticas que
conjugan rasgos humanos y animales. Los olmecas se caracterizaron por una división territorial cuatripartita.
San Lorenzo fue el centro olmeca de mayor importancia, entre el 1150 y el 900 AC. Este centro se caracterizó
por tener monumentos esculpidos de escalas enormes. Durante su esplendor, otros sitios como La Venta y Tres
Zapotes tuvieron también una gran actividad constructiva. A su vez, comparten criterios arquitectónicos como
la orientación de los edificios, altares, conductos subterráneos de agua, ofrendas, etc. San Lorenzo declina para
el 900 AC. En cambio, La Venta alcanza su esplendor a partir de allí y en los cuatro siglos restantes. La Venta
estuvo conformada por varias plazas y una extensa población. Tres Zapotes, en cambio, fue construido sobre las
colinas de una cuenca pantanosa, con más de 50 edificios.

En conclusión, si tuviera que clasificarse el Preclásico de manera sintética, podría definirse de la siguiente
manera. El primer momento, fundacional de Mesoamérica, puede ser definido como un universo de agrícolas
muy semejantes y homogéneas, vinculadas por el intercambio y fuertemente homogéneas, muy sencillas en
términos de organización social. El segundo período complejiza esta imagen: nacen centros de poder político,
económico y religioso, rodeados de aldeas. Las técnicas de intensificación agrícola se desarrollan, permitiendo
una división interna de las sociedades, y consiguientemente, una jerarquización entre las mismas aldeas. El
tercer y último momento será el de la diferenciación regional más marcada, el desarrollo de la escritura y el
calendario y la aparición del monumentalismo arquitectónico. Bajo esta periodización, es indudable que el
Período Preclásico Medio (1200 a 400 AC, aproximadamente) es el de la maduración. Logran romperse las
barreras de la diversidad geográfica para dar lugar al dinamismo globalizador olmeca. Sin embargo, el concepto
acerca de qué es ‘lo olmeca’ es difícil de definir. Bajo este término se han definido muchos fenómenos: un
pueblo de la región del Golfo, un estilo artístico y una cultura panmesoamericana. El estilo normalmente
atribuido a este pueblo trasciende en mucho los límites de dicha región. ¿Quiénes fueron los creadores del estilo
olmeca? La respuesta tradicional es a los habitantes de la costa del Golfo que irradiaron su cultura sobre otros
pueblos. La idea de influencia o irradiación cultural ya de por sí es problemática, dado que da por sentado la
existencia de culturas activas sobre poblaciones maleables y menos desarrolladas. Mas el término “influencia”
(como exportación cultural de un grupo, y apropiación de otro) puede englobar diversos fenómenos y darse de
distintas maneras: conquistas, expansión comercial, colonización, difusión de una doctrina religiosa. En la
actualidad se maneja la hipótesis de que los pueblos olmecas del Golfo expandieron una red de intercambios
con etnias muy lejanas, las cuales sus elites apuntaban a hacerse con los bienes de prestigio olmecas –valuados
en un alto estatus- para mayor legitimidad local. Es complejo verificarlo arquitectónicamente. Lo que sí se
puede aseverar, en cambio, es que las sociedades del Golfo –olmecas- fueron las más desarrolladas del
Preclásico Medio. Durante esta etapa proliferaron en Mesoamérica cacicazgos de distintos niveles de desarrollo,
aunque todos con un alto grado de centralización política, jerarquización social interna y una especialización
técnica y artística acompañada de un ceremonialismo complejo y compartido.

El Clásico Mesoamericano

El término clásico suele utilizarse para designar una época de gran esplendor artístico, urbano, arquitectónico.
Es decir, en general de las grandes sociedades. El inicio de este período en Mesoamérica puede fecharse a partir
del 200 DC, pero es importante realizar una salvedad: los procesos que desembocaron en este fenómeno de
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esplendor (la concentración demográfica, la división del trabajo, la especialización y producción de bienes
orientados al intercambio regional e interregional, la profundización y complejización de la jerarquización
social, la aparición del calendario y la escritura, la aparición de regímenes de linaje, etc.) datan del 400 AC. Por
eso, se lo define a este período de fines del Preclásico como Protoclásico. El clásico fue la cima de este proceso.
El cambio central es la aparición de la polarización ciudad/campo. Las capitales llegaron a niveles tan altos de
población que fueron incapaces de producir sus propios alimentos. El campo fue la fuentes de sustento material
y la ciudad el lugar de decisiones políticas, concentradora y redistribuidora de la riqueza y centro principal de la
actividad religiosa.. Esto fue posible, lógicamente, gracias a las condiciones materiales propicias para tal
transformación, en tal caso, referidas a las fuerzas productivas: manufactura especializada y en gran escala de
bienes destinados al intercambio, integración de sistemas productivos regionales, solidez en el intercambio
regional, control de redes de intercambio y existencia de complejos aparatos administrativos y burocráticos.
Lógicamente, en una región donde el intercambio es tan importante, llevaron ventaja los centros urbanos
situados en zonas nodales, que controlaban regiones de abundantes recursos naturales estratégicos. Un ejemplo
claro de esto es Teotihuacán, ubicada estratégicamente entre rutas de intercambio y de minas de obsidiana. Se
sabe poco, sin embargo, de las técnicas agrícolas que permitieron este nivel de complejidad social, al igual que
los aspectos de carácter social, político y cultural. Si ya es difícil penetrar en las unidades sociales mayas,
comprender su funcionamiento, sus cuerpos de gobiernos y las relaciones entre las ciudades, puede adelantarse
lo complejo que sería en ciudades como Teotihuacán, que ni siquiera contaban con una escritura como la maya.
A priori, lo que se puede definir es una bifurcación cultural que remite a dos grupos distintos de prácticas y
concepciones sociales y políticas del período Clásico. Estas dos vertientes de diferencian en gran parte por su
nivel de complejidad: si la primera recurrió a la simbolización de ideas o conceptos, la segunda simbolizó
expresiones verbales; si la primera el símbolo representa la idea, la segunda representaba la palabra (símbolo
verbal o logograma de carácter semántico o fonético). Como puede esperarse, la segunda vertiente dio un gran
salto durante el período Clásico, el cual se destaca por los avances mayas en la escritura y el cómputo del
tiempo. La causa de estas diferencias sociales puede encontrarse en las diferencias sociales y políticas de cada
unidad. Es interesante pensar como el pueblo más poderoso del Clásico, el teotihuacano, no utilizara escritura,
numeración o calendarios semejantes a los mayas. Dado el fluido intercambio entre estos y los mayas, las
autoras deducen que la carencia de estos sistemas en la Cuenca de México se debió a que simplemente la
estructuras sociales y de gobierno no los necesitaban. Otra diferencia data de las condiciones bélicas. Si bien
ninguno de los dos eran grupos pacíficos, en la cuenca mesoamericana se logró cierta unidad política y cultural
que permitía momentos de paz mancomunada. En cambio, en la zona maya se revela una tensión bélica casi
endémica. A nivel general, el comercio mesoamericano de larga distancia fue un factor cohesivo más
importante durante el clásico. La eficacia comercial fue posible por la existencia de una red de circulación muy
organizada, promovida y dirigida por los teotihuacanos. Por eso, tras su caída, la red se fragmentó. El rostros
más ostentoso en términos de urbanismo es de Teotihuacán, si bien en todas las áreas de Mesoamérica todas las
ciudades se construyen siguiendo modelos cósmicos y religiosos. El urbanismo en todos los casos es cuidadoso,
desarrollado y determinado muy puntillosamente siguiendo estos criterios. Se encuentran centros
arquitectónicos masivos, extensas zonas residenciales y grandes estructuras de depósito y abastecimiento de
agua. Las ciudades fueron los centros de producción de bienes de prestigio y bienes utilitarios. La religión, a su
vez, tiene una importancia especial durante el clásico, pues adquiere muchas características que perduraran
incluso tras la conquista. Una parte importante del panteón religioso queda cristalizado en ésta época. Es
verosímil que desde inicios del Clásico el clero monopolizara todos los conocimientos sociales (matemática,
astrología, historia, arte, naturaleza). La extensión cronológica tradicional marca del 200 DC al 650/900 DC,
según la región. Las diferencias temporales de inicio en cada región las marcan los procesos de mayor o menor
anticipación de la vida urbana. Las diferencias de finalización, se corresponden con las caídas de las grandes
capitales, por explicaciones aún no encontradas. Entre todas las capitales clásicas ninguna tuvo las dimensiones
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físicas, urbanísticas y políticas de Teotihuacán, a pesar de la existencia de grandes unidades como las del Valle
de Oaxaca, con Monte Albán a la cabeza. La mayor diferencia es con el Occidente, alejado de todo proceso de
urbanización. En el norte, en cambio, el Clásico abarca casi la totalidad de su existencia. El área del golfo, por
su parte, tuvo muy estrechas relaciones con el resto de Mesoamérica, sobre todo con Teotihuacán. Por último, el
Sureste fue durante el Clásico testigo del surgimiento de múltiples ciudades-estado, cuna del mayor esplendor
artístico de Mesoamérica.

El Centro en el Clásico

Teotihuacán fue la ciudad más grande y poderosa de la región. Sin embargo, su poderío se remonta siglos antes
del período clásico. En el Período Preclásico Tardío dos ciudades controlaban la Cuenca de México: Cuicuilco
y Teotihuacán. Tras la caída de esta última, entre el 300 y el 100 AC, Teotihuacán se erigió como el centro
hegemónico. Rico en tierras aluviales y flujos de agua, a su potencial agrícola se le suma el recurso mineral de
la obsidiana. A su vez, contaba con dos ventajas más: su posición privilegiada como lugar de paso de la ruta
comercial más directa entre el Golfo y la Cuenca, y la presencia de numerosas cuevas sacralizadas que
convirtieron la zona en un prestigioso Santuario. Si bien se divide en varias fases, la fase Xolalpan (400-650
DC) fue la de mayor esplendor (posiblemente 200 mil habitantes). La última fase del clásico teotihuacano la
población decreció y existen indicios de que la capital fue saqueada y quemada. Varios autores se preguntan
por las dinámicas agrícolas que permitieron la existencia y mantención de esta enorme ciudad con tal cantidad
de habitantes. Autores como Sanders han propuesto que las dos terceras partes de la ciudad cultivaban las tierras
de las inmediaciones. Sin embargo, las autoras sostienen que además del aspecto agrícola, el auge económico se
debió también al carácter artesanal de la ciudad. Esta urbe dependió de buena manera de la exportación de
manufacturas, y en primer término de la obsidiana. La alfarería, a su vez, no fue menos importante. Hacia el 600
DC, Teotihuacán mantenía una asombrosa regularidad, con una arquitectura programada y delimitada
puntillosamente según criterios cosmológicos. A esto se le suma programas arquitectónicos enormes, como la
Pirámide de la Luna y la Pirámide del Sol, o el Templo de Quetzalcóatl. Por otro lado, se sabe que Teotihuacán
fue una ciudad pluriétnica, dividida en conjuntos habitacionales divididos por criterios étnicos, lingüísticos y
culturales, o, en materia económica según sus especialidades. En este contexto, cabe preguntarse qué etnia
dominaba la ciudad, ya que existían varias habitándola: otomíes, nahuas, totonacos, mazatecos. Sin embargo, no
se ha descubierto que grupo mantenía la hegemonía para sí. Otro problema es la definición del tipo de
organización política que permitía aglutinar tamaña heterogeneidad de componentes sociales. Esta
heterogeneidad da entender que Teotihuacán no erigió su poderío sobre la tradicional estructura de parentesco.
Puede ser que encima de todos los linajes se colocara una elite gobernante, que pudo ser un linaje en particular
que se imponga sobre los demás, o una asociación colegiada compuesta por los miembros de cada uno de estos
linajes. Este tipo de estructura (carente de una representación individualizada de los gobernantes) explicaría el
hecho de la falta de necesidad de un sistema de escritura, matemático y calendárico.

Es poco lo que se sabe sobre el resto de las sociedades del valle contemporáneas a Teotihuacán, ya que la
mayoría se vio limitada a un desarrollo autónomo tras la hegemonía e influencia ejercida por estos. La
imposición teotihuacana es notoria sobre todo en el norte y oeste del valle. En el noroeste de la Cuenca,
florecieron por ejemplo Chingú y Villagrán, poblaciones que formaron parte de la esfera de Teotihuacán.

Oaxaca en el Clásico

Si bien Monte Albán alcanzó el rango de ciudad en el Preclásico Tardío, tuvieron que pasar varios siglos para
que el urbanismo se extendiera en casi toda Oaxaca, en la cual se propagaron capitales que concentraban
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grandes poblaciones estratificadas, con asentamientos, edificios, templos, palacios, juegos de pelota, etc. Eran
verdaderas ciudades que centralizaban el poder político y religioso, y tenían un manejo de la escritura
desarrollado. El período de urbanismo generalizado y máximo esplendor se enmarca entre el 250 y el 800/900
DC. Las zonas mejor conocidas arqueológicamente son Mixteca Alta y el Valle de Oaxaca. El escenario de
máximo urbanismo en el área fue el de Valle de Oaxaca, que la ubicaba al segundo o tercer nivel dentro de la
jerarquía regional, debajo de Monte Albán. Esta última era una comarca agrícola, rica en agua, sal, arcilla y
pedernal. Sin embargo, una particularidad es que careció de avenidas y caminos que organizaran el espacio
urbano. La mayor prueba del poderío de estas ciudades son la riqueza y monumentalidad de sus templos y
palacios, además de las plazas, donde se podían congregar cerca de 15 mil personas. Monte Albán estaba
dividida en 15 barrios, correspondientes a linajes o tal vez a determinadas actividades económicas
especializadas. Si bien es cierto que las casas variaban en tamaño y calidad, todas seguían una estructura básica.
El 98% de la población de Monte Albán vivía en casas pequeñas o medianas. El restante, se alojó en residencias
de grandes proporciones, lo que se cree que fue la nobleza local junto a su servidumbre. En esta ciudad también
encontramos tumbas espectaculares, donde observamos que los bienes que se dejaban reflejaban las diferencias
sociales. También es Monte Albán sede de glifos tallados y templos de sistema de escritura zapoteca muy
avanzados, basados en un sistema logográfico con funciones gramaticales básicas. Por último, si bien se
considera que hubo una importante influencia de parte de Teotihuacán, investigadores sostienen que las
diferencias entre estas ciudades son marcadas, por lo que se le anota un mayor nivel de autonomía a Monte
Albán de la que se creía. Durante el 800/900 transcurrió la etapa de máximo esplendor, con una caída de
intercambios con la ya disuelta Teotihuacán, que duraría hasta la disolución del poder centralizado a fines del
800/900.

El Occidente en el Clásico

En el Occidente se mantuvieron las formas de organización clasificadas como ‘señoríos’ donde la complejidad
social aumento pero no al grado que haga nítida una división entre el Preclásico y el Clásico. Las relaciones con
el resto de Mesoamérica fueron muy escasas. La excepción fue Guerrero, sede de una influencia artística
marcada del Centro de México. Una segunda tradición ubica a las culturas del Bajío, ubicadas en Guanajuato y
Michoacán, los cuales contaban con columnas, terrazas, plataformas y edificios. Sin embargo, se han hecho
excavaciones e investigaciones que demuestran en ciertos asentamientos, como Jalisco, que existió un orden
político más desarrollado que el atribuido, a partir del descubrimiento de poblaciones de diversas dimensiones y
funciones, en torno de centros provistos de grandes construcciones públicas

El Norte en el Clásico

A comienzos del siglo existió en el norte un crecimiento sobre una franja dominada durante milenios por
cazadores-recolectores. Los investigadores siguen buscando los orígenes de estos agricultores sedentarios. Sin
embargo, se inclinan por la opción de diversas oleadas de inmigrantes. Para el I DC ya se puede hablar de un
área con gran dinamismo que se mantendrá hasta el S. X. La forma de esta área era semejante a una U, que
puede dividirse en tres grandes zonas. La franja central, bautizada como Tunal Grande, que contaba con una
veintena de sitios importantes con su auge entre el 600 y el 900 DC. La segunda zona es la oriental y se
subdivide en Tamaulipas, y en la región de Río Verde. La rama occidental es la más conocida, debido al
desarrollo de la cultura Chalchihuites. Para los comienzos del milenio, la mayoría de los habitantes de la región
vivían en pequeñas comunidades agrícolas: las aldeas se reducían a simples agregaciones. En cambio, entre el
300 y el 500 se gestaron cambios significativos en las sociedades aldeanas de Chalchihuites. Se encuentran los
primeros cultivos intensivos, terrazas irrigadas, lo que dio lugar a una explosión demográfica y un incremento
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de la complejidad social. Se transforma el modelo de asentamiento regional, y se multiplica. Estos cambios
preludian el momento de mayor esplendor entre el 500 y el 900, donde la elite tal vez disfrutó de la tributación,
la producción especializada de bienes orientados y la exportación y el control comercial. Gran parte de la mano
de obra aldeana fue concentrada para obras públicas de gran escala. Un rasgo distintivo de esta cultura es la
poca frecuencia de edificaciones destinadas al culto, lo cual puede deberse a que los gobernantes se legitimaban
el poder más por funciones militares. La decadencia de esta cultura se fecha en el S. IX (800).

El Golfo en el Clásico

Esta región mantuvo intensas conexiones con el resto de Mesoamérica, prioritariamente con Teotihuacán,
exportadora de bienes y vía de paso comercial. Sin embargo, las influencias del Centro de México se dieron
sobre sociedades de profunda raigambre cultural, por lo que mantuvieron cierta idiosincrasia local. Un caso
excepcional es Cerro de las Mesas, por sus profundos rasgos teotihuacanos. Los sitios clásicos más importantes
se dividen en dos zonas: al sur, Veracruz Central, y al norte, la Huasteca. Con excepción a El Tajín y
Matacapán, las principales poblaciones de Veracruz Central no sufren un cambio cualitativo del Preclásico al
Clásico. El clásico en esta región se distingue por la elaboración de objetos de gran calidad artística, ligado al
culto religioso. En el extremo norte, en las tierras de selva tropical se ubican El Tajín y Santa Luisa, que
lograron una extraordinaria actividad constructiva. El Tajín fue desde sus inicios heredera cultural de los
pueblos que habitaron la región en el Preclásico. La relación con Teotihuacán fue intensa. Hacia el 600, El Tajín
se consolidó como centro hegemónico de la región centro y norte de Veracruz.

El Sureste en el Clásico

Esta región fue marcadamente maya. Englobó a todos los pueblos de dicha tradición, y fueron pocos los pueblos
que no formaron parte de ella lingüística y culturalmente. El área se divide en tres partes de caracteres
geográficos y culturales distintos: la zona sur, que incluye a Chiapas, Guatemala, El Salvador, Honduras,
Nicaragua y Costa Rica. Allí, convivieron pueblos mayas y no mayas. La zona central, que va del Golfo de
México al caribe, cuyo centro es el Petén, región de mayor florecimiento. Al oeste, se encuentra la cuenca del
Usumacinta. El clásico maya quedó establecido con exactitud, pues hay registro calendárico en su cuenta larga
en los monumentos de piedra. El Clásico inició en el 292 y finalizó en el 909, dividido en Temprano y Tardío,
con un hiato cronológico en el medio. La fase Clásica Temprana se caracteriza por la influencia teotihuacana y
el impulso de los elementos culturales mayas. El Clásico Tardío, sin tanto ascendente del Centro mexicano, fue
una época de aumento demográfico, grandes concentraciones urbanas y el máximo florecimiento económico,
político y cultural. El fin del Clásico se establece a partir del colapso de numerosas capitales mayas. Durante el
Clásico Temprano la influencia de Teotihuacán es innegable: la zona sur de este período está marcada por la
hegemonía de Kaminaljuyú, que siguió los patrones arquitectónicos de Teotihuacán. Algunos arqueólogos
suponen que fue conquistada y convertida en enclave de esta. También es evidente el influjo en la zona central,
más precisamente en Tikal. Durante el Clásico Temprano, la arquitectura y cerámica de la zona norte siguen los
lineamientos de la central.

El Clásico Tardío fue definido como la época de florecimiento del área sureste. Sin embargo, no se ha
encontrado un auge similar en las tres zonas. En el sur, al decrecer la influencia teotihuacana se dio un clímax
demográfico en lo que va del 800 al 900. La costa del pacífico de Guatemala estuvo dominada por otra cultura
diferente a la maya: los pipiles, hablantes nahuas. En la zona central, Copán parece no haber sufrido
transformaciones del Clásico Temprano al tardío. En contraste, algunos sitios del Petén sufrieron la destrucción
sistemática de monumentos públicos, lo que da lugar a inferir guerras internas. Luego de un período de
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inestabilidad, se reinicia el auge cultural y el crecimiento poblacional. Al cabo de tres siglos, se produjo el
colapso. Uno de los problemas más complejos que encaran los investigadores es cómo explicar la subsistencia
de una población tan numerosa en un ambiente de selva lluviosa. Se infiere la existencia de redes de canales de
agua, pero a la larga esta explotación produjo la degradación de los suelos. Además, el conocimiento del
funcionamiento de la sociedad es limitada. Se infiere que en Clásico Tardío se dividían en nobles y plebeyos,
aunque se desconoce la dinámica interna y todas las categorías intermedias y particulares que podían existir. De
lo que sí estamos seguros es de la muy marcada diferenciación social que existió, en los distintos niveles de
bienestar y riqueza estudiados en las unidades habitacionales de Tikal. En la zona central, el poder político
estaba diseminado en una serie de ciudades que sujetaban a poblaciones menores a su entorno y mantenían
relaciones de alianza y guerra entre sí.

El clásico y lo teotihuacano

Claramente en este período histórico se acentúan las diferencias regionales gestadas en el Preclásico Tardío. No
obstante la existencia de centros hegemónicos, se siguió manteniendo la unidad cultural cohesionando las
diferentes unidades políticas. Esto fue posible gracias a la existencia de una fuerza que tendía hacia la cohesión,
con su carácter protagónico, tal como lo fue la olmeca en su momento. Para este período, lo ocupa Teotihuacán.
Esta le imprimió su sello de manera específica en cada lugar y momento. Sin embargo, los proceso de
penetración teotihuacana tienen un patrón común marcado: el interés mercantil. Esta unidad política ejerce el
dominio no mediante la sujeción militar, sino en la inclusión de sus contemporáneos en un vasto sistema de
intercambio. Teotihuacán produce y exporta manufacturas de obsidiana verde y cerámica a muy lejanas
regiones. Esta penetración incidió en la producción especializada de cada pueblo implicado en este sistema, y,
por lo tanto, en su vida cultural y política. Más allá de este patrón común, la presencia teotihuacana no fue igual
en todo el territorio. Al parecer, cada ciudad fue relativamente autónoma en lo que a subsistencia se trata. Pero,
la presencia teotihuacana es visible a través de colonias, enclaves, puertos de intercambio y capitales incluidas
en el sistema de intercambio o simplemente aliadas. Esto no quiere decir que Teotihuacán carezca de una fuerza
militar. Claramente, para proteger el libre tránsito de las mercancías se requieren un ejército, sin embargo no
hay que confundirlo con la dinámica expansionista de los estados que se basaban en la conquista y el tributo
para ello. En cambio, Teotihuacán contaba con un ejército, pero rara vez cumplía funciones más allá de la
protección de las rutas de intercambio. En el área Norte se estimaba la existencia de enclaves con especialistas y
gobernadores de Teotihuacán, aunque la evidencia arqueológica no apoya esta propuesta. La arquitectura de los
centros rectores y aldeas es claramente local, al igual que las costumbres funerarias. Las zonas central y oriental
tiene presencia de materiales teotihuacanos, pero no es fiable una sujeción directa. Para esta región, se estima
que pudo pertenecer a la esfera económica dirigida por Teotihuacán, pero no una presencia directa. En cambio,
la influencia en el Occidente fue mayor. Allí, los teotihuacanos se interesaron particularmente en lugares
específicos por la existencia de piedras semipreciosas. En el Golfo, el influjo más importante es Matacapán. El
asentamiento ocupa una región estratégica por su fertilidad y abundancia de recursos minerales. A su vez, la
cerámica foránea en Teotihuacán de mayor cantidad parece provenir de Matacapán, lo que identifica a este sitio
como garante un importante estatus dentro de la estructura teotihuacana, por un lado, y nos permite inferir que
el mismo fue un verdadero enclave de Teotihuacán. Los vestigios de la vida cotidiana de los habitantes de
Matacapán muestran muchas similitudes con los de la población capitalina de la Cuenca de México. Una de las
relaciones más ricas de los teotihuacanos fue con Monte Albán, de carácter pacífico a través del intercambio y
la diplomacia (enlaces matrimoniales). En Teotihuacán existió al menos un barrio de población zapoteca
(Monte Albán), que conservó su cultura. Por último, no hay duda que las relaciones más intensas fueron con el
área Sureste, del cual se diferencian dos focos: uno en los altos de Guatemala, Kaminaljuyú y otro en el Petén,
por Tikal. Kaminaljuyú fue un centro de intercambio con importante impronta teotihuacana. Las autoras indican
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que no fue un enclave teotihuacano, sino un puerto de intercambio cuya elite se inclinó por la cultura
teotihuacana para legitimarse en el poder. De Tikal se sabe poco.

Formaciones regionales de Mesoamérica: los altiplanos del Centro, Occidente, Oriente y Sur, con sus
costas
Linda Manzanilla

El surgimiento de una serie de centros regionales tras la época olmeca (Clásico Temprano), es una de las
características del Preclásico Tardío en el altiplano central mexicano. En la Cuenca de México se dio una fuerte
influencia y diálogo entre el mundo olmeca y los grupos locales, con una consiguiente especialización de la
producción. De un mundo sedentario distribuido homogéneamente en torno a los lagos, se pasó a un patrón de
nucleación de la población alrededor de centros importantes como Cuicuilco y Teotihuacán. En suma, se puede
definir al ingreso del Período Clásico como un etapa de una nueva forma de vida denominada urbana. Esta se
lleva a cabo en grandes asentamientos con centros cívicos y ceremoniales cuidadosamente planificados y
orientados. En los centros urbanos se obtienen servicios y producciones especializadas, como artesanías, lo que
marca la polarización ciudad/campo. Estos primeros centros urbanos se caracterizan por una fuerte
estratificación social, basada tanto en el acceso a bienes como en el oficio. Para el centro de México, la elite es
ocupada por el sacerdocio, mientras en el valle de Oaxaca o los centros mayas es representada por el gobernante
y su familia. El sacerdocio, en el centro, organiza tanto el culto como la producción y distribución de bienes.
También, el intercambio a larga distancia. La arquitectura está dominada por estructuras religiosas con rasgos
estilísticos regionales. También, durante el Clásico aparecen artesanías especializadas controladas por el Estado,
con los talleres de especialistas a su cargo, lo que sugiere una compleja división del trabajo. Es indudable que el
mundo mesoamericano Clásico estuvo en estrecho contacto a través de centros ceremoniales, probablemente. Es
decir, que es un período marcado por la interrelación de grupos étnicos distintos, con la existencia de grandes
capitales de unidades macrorregionales.

Teotihuacán

El primer centro urbano de Teotihuacán se fundó en el sector noroeste del Valle, para el 150 AC. Al final del
siglo se construyen las pirámides del Sol y la Luna. También, la calle de los Muertos, el eje principal de la
ciudad. En los años 200/400 DC, la ciudad de Teotihuacán adquiere su forma característica de ciudad, con
centros administrativos y ceremoniales, plazas, complejos residenciales compartidos por varias familias. Estos
complejos estaban excluidos de la vida urbana por murallas. Existieron barrios de artesanos, talleres de
ceramistas y dos sector donde habitaban oaxaqueños, por un lado, y comerciantes, por el otro. Las manufacturas
teotihuacanas gozaron de alto prestigio en toda Mesoamérica. Para el caso del arte, la figura sobresaliente de los
murales teotihuacanos es el sacerdote. Esto se explica porque su figura era central: el sacerdote, además del
culto, coordinaba circuitos económicos de alimentos y materias primas y su redistribución. Respecto a la
organización política, se tienen dos hipótesis: un gobernante o dos de carácter secular o; que los sacerdotes
encabezaban el sistema. Teotihuacán concentró del 50 al 60% de la población de la cuenca, para la cual dos
tercios de la población se dedicaron al cultivo, en pos de alimentar al tercio fuera de la producción. Su presencia
originó una ruralización del resto de la Cuenca de México. Respecto a la colonización, se ha pensado un modelo
de tres tipos de relaciones: 1) colonias teotihuacanas como Matacapán o Kaminaljuyú (discutido); 2) alianzas
políticas intensas como con Monte Albán y Tikal; 3) relaciones de intercambio como con la costa del golfo. Sin
embargo, arqueológicamente es complicado definir los tipos de relación con otras comunidades. La caída de
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Teotihuacán data de alrededor del 750 DC, por los siguientes factores entrelazados: 1) incursiones de grupos
cazadores recolectores del norte del Valle; 2) un proceso de deforestación y deterioro generalizado de las tierras
de producción por el crecimiento de la ciudad; 3) el cierre de rutas de acceso a la ciudad –y por lo tanto, de
control del intercambio- por grupos habitantes de valles contiguos.

Monte Albán

Uno de los prerrequisitos para el surgimiento de Monte Albán fue la existencia de una organización centralizada
como San José Mogote, un centro redistributivo de productos precedentes de comunidades interdependientes.
Monte Albán está situado estratégicamente en la confluencia de los tres ramales del Valle de Oaxaca. La
existencia de un cerro alto, que puede fortificarse y servir como puesto de vigía justifica este control de las
rutas. Se piensa que Monte Albán fue fundado en el 500 AC, como un centro de coordinación interregional.
Hay evidencias de un estrecho contacto con Teotihuacán. De hecho, en esta última ciudad existió un barrio
zapoteca. En un momento, Monte Albán nucleó a 25 mil personas. Del 500 al 200 AC concentró la mitad de la
población del valle en terrazas habitacionales. Durante las fases finales (400-600 DC) la capital contó con 30
mil personas, tras el movimiento demográfico por la caída de Teotihuacán. Respecto a la división del trabajo,
parece que la mayor parte de sus barrios estuvo asociada a la producción artesanal. Durante las fases finales, se
observa un interés de establecer genealogías reales y un sistema regional más centralizado. El mundo zapoteca
se aisla del exterior y la Mixteca se separa de la tradición del valle de Oaxaca. La pérdida de la autoridad central
de Monte Albán original un patrón de centros políticos independientes y competitivos. Se ha atribuido a su
caída el hecho de que sin la presencia de Teotihuacán no tenía sentido mantener una población tan grande en
una cima improductiva. Respecto a cuestiones religiosas, el ritual funerario fue importante en todo el Valle de
Oaxaca. Se observa una escritura jeroglífica zapoteca característica. Hacia el 700 DC ya no hay construcción
pública en el sitio y el número de habitantes cae fuertemente. Durante el Clásico ningún centro dominó el área
de la Mixteca (al norte de Monte Albán), pero sus centros urbanos tenían patrones particulares, que denotan una
etapa de conflicto: construcciones defensivas, asentamientos en cimas de los cerros, espacios muy amplios entre
una unidad y otra. Es un paisaje más bien fragmentado de unidades políticas pequeñas, donde no existió un
centro aglutinador. Simultáneo a la caída de Monte Albán, numerosos asentamientos mixtecos son
abandonados. Surge una nueva organización política: ciudades estados capitales de ‘señoríos’ independientes.
Cada una funcionaba como sede de un linaje gobernante con su propio centro religioso y mercado. Además, a
partir del 700 DC se confirma una distinción de clases institucionalizada, dado que se trasmitían por herencia. A
partir del 900 DC hay una declinación de los centros mixtecos. Con la caída de Tula, resurge el poderío mixteca
en la región.

El Clásico Tardío y la caída de Teotihuacán

Después de la destrucción y saqueo de Teotihuacán se dieron fuertes y muy grandes movimientos demográficos.
Esto provocó un reacomodo en la geografía política de toda Mesoamérica. La balcanización del territorio en
reinos independientes, la lucha por la hegemonía, los movimientos migratorios y el surgimiento de una instancia
secular separada de la religiosa son características de este período. Tras la ausencia de un centro hegemónico,
surgen una serie de unidades políticas independientes. Una de ellas es Xochicalco, ubicado en el Estado de
Morelos, construida a finales del Clásico. Sus principales edificios atestiguan una transformación de la
arquitectura teotihuacana. La presencia de elementos mayas, zapotecas, nahuas, y mixtecas en la representación
calendárica indica que participó de un momento de intensos intercambios interregionales. La ocupación inicial
se ubica entre el 250 y el 600 DC, pero su esplendor es durante el 600 y el 900 DC. Se comprende a esa ciudad
como un centro religioso y astronómico, con población predominantemente nahua, aunque multiétnico.
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Xochicalco fue, probablemente, la cabeza de un estado secundario y a la vez fue competidor de Teotihuacán por
el control de las rutas de intercambio. Otra unidad fue el Tajín, originado a fines de la época teotihuacana pero
con esplendor en el Clásico Tardío. Durante el Postclásico, fuentes indican que fue invadido por toltecas y
abandonada. Una unidad importante fue Tula, situada en un valle del Estado de Hidalgo. La primera fase de
ocupación se dio entre el 700 y el 800 DC. Se afirma la existencia de estrechos contactos con grupos
teotihuacanos. Durante 800-900 DC se dio la primera ocupación sustancial de Tula. El final de esta fase
preludia la transformación a un Estado poderoso. Se lo ha definido como un imperio dividido cuatripartitamente
(en cuatro provincias exteriores, y cuatro interiores, siendo Tula la ciudad ubicada en el centro) y pluriétnico. La
fase Tollan (950-1200) es la de máximo esplendor. Tula es reconocida por la riqueza de sus palacios, la destreza
de sus artesanos, y sus conocimientos generalizados, además de su devoción a dioses como Quetzalcóatl. En su
fase de esplendor la ciudad tuvo áreas de culto, administración, intercambio, reunión, residencia y producción y
circulación. Existieron varios tipos de unidades residenciales (palacios, residencias de elite, conjuntos
residenciales), y tuvo un barrio huaxteca. Si bien no contó con la planificación urbana de Teotihuacán, conservó
la característica de ser el único asentamiento urbano rodeado de un mundo rural. Respecto a sus dinámicas
sociales, se ha establecido la existencia de tres unidades sociales: una familia nuclear, una familia ‘extensa’ y el
‘barrio’. La caída se atribuye a una migración de colhuas que vivían al Oeste.

En suma, las características del Occidente de México durante el período Clásico y Postclásico temprano son: 1)
la existencia de regiones estilísticas diversas que podrían tener un origen común; 2) la inexistencia de centros
urbanos grandes como en el Altiplano Central o en el Valle de Oaxaca, sino más bien un conjunto de pequeñas
unidades políticas muy fragmentadas; 3) la inexistencia de estados territoriales; 4) la presencia de tumbas de
tiro; 5) industria cerámica destacada. Para finalizar, es importante recalcar las diferencias entre el Clásico y el
Postclásico Temprano.

La organización que predominó durante el Clásico en el Altiplano central de México fue la que giraba en torno
a la institución del templo, como eje tanto religioso como económico. Esta organización centralizó excedentes y
articuló distintos circuitos redistributivos, estableció colonias de abastecimiento de recursos y redes de
aprovisionamiento de bienes suntuarios. Otra característica fue la existencia de grandes capitales
macrorregionales que controlaban el flujo de intercambio y las vías correspondientes. En cambio, el Período
Postclásico temprano estuvo marcado por la competencia entre pequeños centros políticos tras la caída de este
tipo de organización basada en unidades macrorregionales y fuertemente ligadas al templo. En esta etapa, se
transformaron los valores sobre los cuales erigir la legitimidad institucional e ideológica de una sociedad. Es la
aparición de la conquista territorial y el estado expansionista, el cual estaría centrado ahora en la institución del
palacio, que permitía la capitalización de tierras y bienes procedentes del tributo. Aparece también la figura del
comerciante como relativamente autónomo.

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