28 de Abril 1
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28 de Abril 1
Desde que irrumpió como crisis mundial a principios de 2020, la pandemia de COVID-
19 ha tenido profundas repercusiones en todo el planeta. La pandemia ha incidido en
casi todos los aspectos del mundo del trabajo, desde el riesgo de transmisión del virus
en los lugares de trabajo hasta los riesgos relacionados con la SST que han surgido
como consecuencia de las medidas para mitigar la propagación del virus. La
reorientación hacia nuevas modalidades de trabajo, como la generalización del
teletrabajo, ha ofrecido muchas oportunidades a los trabajadores, pero también ha
planteado riesgos potenciales para la SST, en particular riesgos psicosociales y
violencia.
Las personas resilientes tienen estrategias para mantener la salud mental en buenas
condiciones. Son menos susceptibles de derrumbarse ante las hostilidades laborales y el
estrés, dos factores que se encuentran en el origen de gran parte de las bajas por depresión.
Este es uno de los motivos por los que un trabajador resiliente es más productivo. Otra
razón es su capacidad de reaccionar de una manera eficiente ante cambios e imprevistos. Sin
embargo, la resiliencia no es una cuestión meramente personal. Si se quiere contar con una
plantilla resiliente, hay que favorecer un ambiente de apoyo a los trabajadores.
Cómo se forja la resiliencia
El análisis sobre esta cualidad humana es relativamente reciente. La pionera en introducir el
término fue Emmy Werner. Esta investigadora estudió durante treinta años a niños huérfanos
que vivían en condiciones extremas de pobreza en Hawai. Muchos presentaban, como se
esperaba, patologías físicas, psicológicas y sociales. Sin embargo, otros lograron
desarrollarse de manera sana. A estos se les definió como resilientes.
La palabra resiliencia viene del latín resalire, es decir, ‘volver a saltar’. Alude también a la
cualidad de los materiales que pueden recuperar su estado inicial después de haber sido
sometidos a una deformación, en lugar de romperse. Esto constituye una metáfora de la
persona que, pese a haberse desarrollado en un ambiente hostil, consigue salir airosa e
incluso reforzada.
Así lo expuso Cyrulnik, neurólogo y psiquiatra que continuó los estudios de Werner y amplió el
campo de estudio. La imagen que da título a una de sus obras más leídas es la de los patitos
feos. Estos consiguen finalmente convertirse en cisnes, pero los traumas sufridos hacen que
se genere una brecha en su personalidad que los obliga a estar continuamente
metamorfoseándose.
Algunos autores señalan que el carácter resiliente es algo innato y otros afirman que está
íntimamente relacionado con el entorno en el que se ha desarrollado la persona y los apoyos
que ha tenido. En lo que parece que la mayoría están de acuerdo es en que la resiliencia se
puede estudiar y enseñar.
Ser resiliente en el trabajo
Llevado al ámbito laboral, en el campo de la psicología de las organizaciones se destacan
cualidades que se pueden trabajar para fomentar una actitud resiliente:
Por todo ello, ser una persona resiliente no es tanto una moda como una verdadera
necesidad de sobrevivencia.
Las experiencias negativas tienden a ser consideradas como más importantes para el
cerebro
Más allá, Hanson afirma que las personas que parecen “naturalmente felices” son
aquellas que, sin saberlo, han estado programando sus cerebros para darle importancia
a los pequeños placeres de su vida.
La mayoría de las personas, con el tiempo, tendemos a acumular una larga lista de
malas experiencias fáciles de recordar, que parecen vívidas y
significativas, mientras que tendemos a olvidar las buenas experiencias.
Por ejemplo, Hanson cita estudios que indican que las buenas relaciones requieren
al menos una proporción de interacciones positivas de 5 a 1 entre interacciones
positivas y negativas.
La flexibilidad del cerebro permite que sea capaz de reprogramarse y ejercitarse para la
lograr lo que queremos. ¿Puedes leer lo que dice la imagen?
1. Medita
Altos empresarios y personas de mentalidad millonaria han encontrado en la
meditación un ejercicio ideal para reencontrarse con su centro todos los días.
En un lugar tranquilo, sin interrupciones, por 15 minutos puedes conectarte (de
manera dirigida o no) con tus emociones y sentimientos más profundos.
A veces, tenemos lo que se llama “resistencia subconsciente”. Que no es más que esa
“intuición” que nos advierte que algo no está bien a pesar de que creamos que es lo
correcto. Es esa vocecita, que nos dice que NO, mientras que nuestra cotidianidad nos
obliga a hacer las mismas cosas todos los días, estar con la misma pareja hacer lo que
siempre hemos hecho.
Esto, aunque no terminamos de asumir decisiones porque nos parecen incómodas
o porque no queremos salir de nuestra zona de confort.
Ser resiliente también requiere saber escuchar esa voz subconsciente, asumir
las decisiones que no queremos tomar y tener un poco más de coherencia con nuestro ser
más interno.
Ejercicio sencillo:
Simplemente siéntate por un tiempo determinado según tu disponibilidad y trata
de escuchar a tu subconsciente. Es un ejercicio muy parecido a la meditación.
Acepta tus resistencias y asume las incoherencias de tu propia vida. Ser resiliente
también requiere de esto.
Como ejercicio, pocas cosas funcionarán mejor que sincerarte. Escribir cuáles son estos
miedos. Cuando aprendes a escucharlos, inevitablemente pierden poder y puedes
definir estrategias que te ayudarán a maniobrar en la vida.
4. Repite lo que crees en tu subconsciente
Las afirmaciones resultan. Claro, debes acompañarlas con acciones concretas.
Pero si debes crear frases de automotivación que, por la repetición, puedan ir goteando
hacia una reprogramación de tu mente subconsciente.
Quienes han experimentado cambios reales en sus vidas a través de estos
sencillísimos ejercicios, realmente se sorprenden de lo que logran.
Es la hora del aprendizaje colectivo, de poner en práctica todos los preceptos que
abarcan desde los Derechos Humanos, hasta los Objetivos de Desarrollo
Sostenible
Es propicio rescatar la frase de Paulo Freire: “No hay nadie que lo sepa todo, ni
nadie que no sepa nada”.
Todos somos parte de un entorno que hoy más que nunca necesita de cada uno
de nosotros para recuperarse y fortalecerse, basado en unos valores que nos
permitirán mejorar como sociedad: La Solidaridad es hoy la base sobre la que
debemos reconstruir. Hay una frase muy cliché que dice que las crisis son
oportunidades, y en este caso el COVID-19 nos brinda la oportunidad de rescatar
cosas muy importantes para todas las personas, empresas y sociedad en su
conjunto.
Es la hora del aprendizaje colectivo, de poner en práctica todos los preceptos que
abarcan desde los Derechos Humanos, hasta los Objetivos de Desarrollo
Sostenible. Nos sobran diagnósticos y estamos cargados de buenas intenciones,
tenemos pendiente ahora la materialización de esas buenas intenciones. El virus
nos ha enseñado que, aun guardando distancias físicas, debemos estar
conscientes de nuestro impacto sobre el otro.
En esta fase no está permitida la indiferencia, ni el individualismo, ni el egoísmo,
mucho menos la avaricia. Quizás muchos nos hemos equivocado en el pasado y
nos engolosinamos con el éxito o la satisfacción de intereses personales que nos
cegaron ante las necesidades del entorno. Hoy la realidad es otra y si queremos
tener un futuro, un mercado, una comunidad donde desarrollarnos y convivir en
armonía, debemos mirar a los lados y poner a la orden de la comunidad, la
sociedad y el entorno nuestra experiencia y nuestra solidaridad.
Esta situación es inédita y la fase de recuperación global, nacional y personal lo
será de igual manera. Por eso, la creatividad entendida como la capacidad de
buscar soluciones y aproximaciones diferentes a los retos planteados, es
fundamental. Esta crisis nos impulsa a un reseteo mental para reinventarnos como
sociedad.
La participación ciudadana, la rendición de cuentas, el aprendizaje derivado de los
errores, la aceptación de las diferencias, el respeto y la transparencia son solo el
inicio de la lista de conductas que debemos rescatar en la fase de recuperación
social y económica que se nos presenta como el gran reto.
En estos tiempos donde la realidad supera con creces la ficción, nos podemos
permitir ser irreverentes y cometer la osadía de cuestionar preceptos como el que
llevó a Maslow a coronar su famosa pirámide, porque en este momento la
autorrealización no debería ser la meta última de nuestra especie, la capacidad
para coexistir quizás deba ser la nueva cúspide.
COVID-19 nos demostró lo vulnerables que somos, lo poco preparados que
estamos y lo mucho que nos necesitamos en un mundo globalizado. Diseñemos
de manera innovadora y desde los valores esenciales, acciones que nos permitan
cerrar brechas y crecer juntos, rescatando lo mejor de cada uno.
Fuente: Artículo original de Paulina Rodríguez y Lucía Freites para La Estrella de
Panamá
Paulina Rodríguez
Partner de Komunika Latam
prodriguez@komunikalatam.com
Linkedin: Paulina Rodriguez
Lucía Freites
Gerentes de Asuntos Corporativos de Banesco Panamá
Linkedin: Lucía Freites