Amós-Abdías, Jonás
Amós-Abdías, Jonás
Amós-Abdías, Jonás
Hebreos 1:1
Dios, habiendo hablado hace mucho tiempo, en muchas
ocasiones y de muchas maneras a los padres por los profetas,
LIBRO AMÓS
1. Amós. - Escrito probablemente entre el 760 y el 753 a.C. Es uno de los primeros libros proféticos. El
autor profetiza que Dios ama la misericordia y no solamente los sacrificios formales. Amós nació a
unas 12 millas al sur de Jerusalén, pero sus profecías fueron dirigidas al reino del norte (Israel). Él
enseño que la futura grandeza de Israel no se aseguraría por medio del poder y la riqueza, sino por la
justicia y el juicio.
2. Pastor y profeta. - Amós es un pastor y recolector de fruta de la aldea judía de Tecoa, en el límite del
desierto de Judá, cuando Dios lo llama, aunque carece de educación o de un trasfondo sacerdotal. La
misión de Amós estaba dirigida a su vecino del norte, Israel. Sus mensajes de impedir la condenación
y cautividad para la nación por sus pecados fueron impopulares y desatendidos en gran manera,
porque desde los días de Salomón no había habido tiempos tan prósperos para Israel. El ministerio de
Amós tiene lugar durante el reinado de Jeroboam II sobre Israel, y Uzías reinaba sobre Judá.
Fue profeta en Israel, el reino del norte, durante el reinado de Jeroboam II (783 a.C - 743 a. C.).
Escribió el libro de la Biblia que lleva su nombre. Se le considera uno de los Doce Profetas a quienes
se denomina "profetas menores" por la brevedad de sus libros.
Amós, con la rudeza y estilo directo de un pastor e inspirado por la fidelidad a Yahveh, condenó la
corrupción de las élites, la injusticia social y el ritualismo ajeno al compromiso de vida, anunciando el
fin de Israel. Acusado por el sacerdote Amasías de conspirar contra el rey (Amos 7:10-11), fue
expulsado del templo de Betel (Amos 7:12-13). Según el apócrifo “Vida de los Profetas” fue herido en
la cabeza por un hijo de Amasías, a consecuencia de lo cual murió al llegar a su tierra.
3. Objetivo de Amós.- Enseñar que Yahvéh es el Dios del Universo, y que lo que los hombres llaman
"Derecho Natural" no es otra cosa que el imperio del orden moral del que Dios es guardián y Señor. Su
poder es ilimitado, y su albedrío sobre la naturaleza y los hombres es infinito. Amenaza y castiga por
doquier por violar el orden moral antedicho, pero podría perdonarlos si se reforman. En caso de
persistir en el error, destruirá a todos los malvados en un cataclismo que Amós llama "El día de
Yahvéh".
El libro de Amós es un mensaje de terror, amenaza y castigo, pero también de perdón, redención y
amor. El único medio de salvación es la conversión a la fe verdadera. Si Oseas es el profeta del amor,
Amós es el de la justicia, terrible e inexorable, de Dios.
4. El libro y su mensaje
Aborda el libro de Amós (=Am) con el anuncio del castigo que van a sufrir las naciones y ciudades
vecinas a Israel a causa de la crueldad de su conducta en la guerra. Damasco, Bet-edén, Gaza, Asdod
y otros lugares son mencionados en una serie de oráculos que preceden al de la condenación a que
también Judá e Israel se han hecho acreedoras (1.3–2.16); pues no por ser ellas el pueblo escogido,
dejará Dios impunes los pecados que cometieron. Muy al contrario, precisamente a causa de su
elección es mayor el compromiso contraído por Israel y mayor su responsabilidad ante los ojos de Dios.
En consecuencia, más severa será la sanción que merezca su conducta (3.1–2).
El mensaje medular de Amós representa así una dura crítica contra la sociedad israelita de la época.
Fustiga el profeta la injusticia social reinante, el enriquecimiento de muchos a costa de los débiles,
explotados sin compasión (3.10; 5.11; 8.4–6); el soborno y la prevaricación de jueces y tribunales
(5.12); la opresión, la violencia y hasta la esclavitud a que los más pobres son sometidos (2.6; 8.6). El
profeta proclama que el Señor no permanecerá indiferente ante tales pecados, sino que castigará a
quienes los cometen (2.13–16; 4.2–3; 5.18–20; 8.3); por eso urge a todo Israel: «¡Prepárate para venir
al encuentro de tu Dios!» (4.12).
La última parte del libro (7.1–9.10) contiene una serie de visiones que profetizan la imposibilidad de
escapar al juicio de Dios, al castigo inminente que ha de sobrevenir a pesar de las insistentes súplicas
de Amós (7.2, 5). Pero si bien tal juicio y tal castigo son ineludibles, también es cierto que Dios no
quiere destruir a Israel, sino reconstruirlo y restaurarlo, para que siga siendo, ya en libertad, el pueblo
de su elección (9.11–15).
6. Aplicación Práctica: Algunas veces pensamos que somos un “solo un”. Somos solo un vendedor, un
granjero o un ama de casa. Amós sería considerado un “solo un”. Él no era ni profeta, ni sacerdote, ni
el hijo de alguien. Él solo era un pastor, un pequeño comerciante en Judá. ¿Quién lo iba a escuchar?
Pero en lugar de poner excusas, Amós obedeció y se convirtió en la poderosa voz de Dios para el
cambio.
Dios ha usado a los “solo un”, tales como pastores, carpinteros, y pescadores a través de la Biblia.
Cualquier cosa que seas en esta vida, Dios puede utilizarte. Amós no era mucho. Él era un “solo un”.
“Solo un” siervo de Dios. Es bueno ser un “solo un” de Dios.
LIBRO ABDÍAS
1. Abdías. - Abdías verso 1 identifica al autor del Libro de Abdías como el Profeta Abdías. El Libro de
Abdías fue escrito probablemente entre el 848 y el 840 a.C. Aun cuando la investigación histórica no ha
logrado aportar datos fehacientes acerca de la persona y las actividades del profeta Abdías, sí que da
como probable que este libro, el más breve del AT, fuera redactado en Judá
2. Propósito de la Escritura: Abdías, el libro más corto en el Antiguo Testamento, solo tiene 21 versículos.
Abdías es un profeta de Dios que usa esta oportunidad para condenar a Edom por los pecados contra
Dios e Israel. Los edomitas son descendientes de Esaú y los israelitas son descendientes de su hermano
gemelo, Jacob. Una pelea entre los hermanos ha afectado a sus descendientes por más de 1,000 años.
La división causó que los edomitas prohibieran a Israel cruzar por sus tierras durante el éxodo israelita
de Egipto. Los pecados de soberbia de Edom ameritan ahora una fuerte sentencia de juicio por parte del
Señor.
3. El libro y su mensaje. - La profecía de Abdías (=Abd) es una apasionada diatriba contra Edom, un
anuncio del juicio y del castigo que habían de caer sobre aquel pueblo a causa de la violencia con que
se volvió contra su «hermano Jacob» (v.1), contra la nación israelita. Porque Edom, que primeramente
se había unido con otros pueblos a Israel en alianza bélica contra Babilonia, después, traicionando el
acuerdo, cuando el ejército de Nabucodonosor sitió a Jerusalén se pasó al bando de los vencedores, para
entrar a saquear la ciudad y repartir con ellos tierras y botín (v. 11–14).
Estos hechos reavivaron la enemistad que ya de antiguo enfrentaba a los descendientes de Esaú con los
de Jacob, o sea, a Edom con Israel (Gn 25.30; 32.28; cf. 25.23); enemistad que se manifiesta
especialmente en algunos textos pertenecientes a los períodos exílico y postexílico (cf. Sal 137.7; Is 34;
Lam 4.21; Ez 25.12–14; 35).
En la primera sección del escrito (1–14), el pensamiento de Abdías corre parejo con el de ciertos
versículos del capítulo 49 de Jeremías: cf. Abd 1b-4 y Jer 49.14–16; Abd 5 y Jer 49.9; Abd 6 y Jer
49.10a. Luego, en la segunda parte (v. 15–18), el texto se orienta en sentido escatológico. El profeta
contempla entonces la proximidad del «día de Jehová», el día del juicio que ha de llegar a todas las
naciones, el día en que el Señor les dará el pago que hayan merecido sus malas acciones (v. 15–16).
Israel, en cambio, será restaurado; los que antes fueron cautivos y oprimidos, poseerán la tierra y
formarán parte del «reino de Jehová» (v. 19–21).
El versículo 21 del Libro de Abdías contiene una referencia profética de Cristo y Su Iglesia. “Y subirán
salvadores al monte de Sion para juzgar al monte de Esaú; y el reino será de Jehová”. Estos “salvadores”
(también llamados “libertadores” en muchas versiones) son los apóstoles de Cristo, ministros de la
Palabra, y especialmente los predicadores del Evangelio en estos últimos días. Ellos son llamados
“salvadores”, no porque ellos obtengan nuestra salvación, sino porque ellos predican la salvación a
través del Evangelio de Cristo y nos muestran el camino para obtener esa salvación. Ellos, y la Palabra
predicada por ellos, son los medios por los que “las buenas nuevas” de salvación son llevadas a todos
los hombres, mientras que Cristo es el Único Salvador, quien vino para comprar esa salvación y siendo
Él el autor de ella. La presencia de los salvadores y liberadores del Evangelio será más y más evidente
mientras más se acerca el final de los tiempos.
4. Esquema del contenido:
5. Aplicación Práctica: Dios será el vencedor a favor nuestro, si permanecemos fieles a Él. Contrariamente
a Edom, debemos estar dispuestos a ayudar a los demás en tiempos de necesidad. El orgullo es pecado.
No tenemos nada de qué sentirnos orgullosos, excepto de Jesucristo, y de lo que Él ha hecho por
nosotros.
LIBRO DE JONAS
1. Jonás. - Jonás 1:1 identifica específicamente al Profeta Jonás como el autor del Libro de Jonás.
El Libro de Jonás fue escrito probablemente entre el 793 y el 758 a.C. La mención de Amitai, el padre
de Jonás, es la única noticia que el libro de Jonás facilita para la identificación personal del profeta. Es
la misma información que se halla en 2 R 14.23–25, donde se añade que Jonás vivió en tiempos de
Jeroboam II, rey de Israel (783–743 a.C.).
2. Propósito de la Escritura. - Desobediencia y avivamiento son los temas clave en este libro. La
experiencia de Jonás en el vientre de la ballena, le da la oportunidad única de buscar una liberación
única, mientras él se arrepiente durante este retiro igualmente único. Su desobediencia inicial conduce
no solo a su avivamiento personal, sino también al de los ninivitas. Muchos clasifican el avivamiento
que Jonás trajo a Nínive como uno de los mayores esfuerzos evangelísticos de todos los tiempos.
3. El profeta y el mensaje. - Se trata de la peripecia protagonizada por el propio profeta, un hombre que,
en contra de sus deseos, es enviado por Dios a cumplir fuera de Israel, en Nínive, la lejana capital del
imperio asirio, el arduo cometido de anunciar a sus habitantes que en el término de cuarenta días la
ciudad sería destruida
La narración propone a Nínive como paradigma del pecado. A los ojos de Dios, la maldad ha crecido allí,
hasta el punto de que su inminente castigo ya ha sido decretado. La gravedad del asunto convierte en
sumamente delicada la misión del profeta. Este, consciente del problema, busca en la huida la manera
de zafarse de su responsabilidad, y en vez de emprender hacia oriente el camino que conducía por tierra
a la capital de Asiria, se embarca en una nave rumbo a Tarsis, hacia occidente, para escapar «de la
presencia de Jehová».
Desde la perspectiva de su negativa a cumplir el mandato divino, Jonás puede ser comparado a otros
profetas del AT que igualmente se resistieron a aceptar la misión que Dios les encomendaba. Moisés,
Elías, Jeremías y otros, apelando a posibles razones de incompetencia, debilidad o temor, trataron, lo
mismo que Jonás, de evitar la responsabilidad que Dios cargaba sobre sus hombros.
Pero probablemente fue Jonás el profeta que con mayor tenacidad mantuvo su resistencia. Y cuando se
vio forzado a ir a Nínive y comunicar el mensaje de que era portador, lo hizo con enojo, llegando al
extremo de lamentar amargamente la salvación de la ciudad a la cual había él anunciado la inminencia
del desastre. Le dolió que los ninivitas se convirtieran de su mala conducta, y que Dios se volviera atrás
«del mal que había anunciado hacerles, y no lo hizo». Porque Jonás, que no había tenido miedo de
confesar su nacionalidad y su fe, e incluso que no había dudado en ofrecer su vida para que otros se
salvaran, temía en cambio la pérdida de su prestigio de profeta, temía quedar mal ante los ojos de los
demás. Y prefería la muerte a seguir viviendo tras lo que él consideraba el fracaso de su misión.
Por otra parte, en la figura de Jonás se descubre al israelita estrecho de miras, para quien la salvación
es un privilegio otorgado por Dios en forma exclusiva al pueblo judío. Pero precisamente el desarrollo
del relato conduce a la conclusión opuesta de que Dios no hace diferencias entre un ser humano y otro.
Esta es la actitud que el profeta no entiende en Jehová, en «su Dios», al que él oraba «desde el vientre
del pez». Sin embargo, en esa su incapacidad de comprender el valor universal del amor de Dios radica
la extraordinaria fuerza dramática del libro. Todos, se trate de judíos o de gentiles, son objeto por igual
de la misericordia de Dios; y todo pecador que se arrepiente y cambia de conducta tiene la puerta abierta
a su perdón.
Este libro tiene un notable valor simbólico, recogido por el NT en las palabras de Jesús acerca de la
«señal de Jonás». Al pedirle algunos escribas y fariseos que hiciera una señal milagrosa, Jesús,
relacionando su propia muerte con la historia del profeta, les responde que ya no habrá otra señal que
la de Jonás (Mt 12.40).
5. Aplicación Práctica. - No podemos escondernos de Dios. Lo que Él desea es llevar a cabo a través de
nosotros lo que debe suceder, a pesar de todas nuestras objeciones y dilaciones. Efesios 2:10 nos
recuerda que Él tiene planes para nosotros, y se encargará de que nos ajustemos a ellos. ¡Sería mucho
más fácil si nosotros, a diferencia de Jonás, nos sometiéramos a Él sin tardanza!
El amor de Dios se manifiesta a sí mismo en Su accesibilidad para todos, a pesar de nuestra reputación,
nacionalidad, o raza. La gratuita oferta del Evangelio es para toda la gente en todos los tiempos. Nuestra
tarea como cristianos es ser los medios por los que Dios le diga al mundo sobre la oferta, y regocijarnos
en la salvación de otros. Esta es una experiencia que Dios quiere que compartamos con Él, no siendo
celosos o resentidos de aquellos que vienen a Cristo en “conversiones de último minuto” o quienes vienen
a Él a través de circunstancias diferentes a las nuestras.