Cuadernillo de Filosofía
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Facultad de Filosofía
Admisión
Asignatura: Filosofía
Docente: ……………..………………..
Estudiante: ……………..………………..
Alto Paraná
Introducción a la filosofía
1. Origen de la filosofía griega
Una tradición que se remonta a los filósofos judaicos de Alejandría (siglo I antes de J.C.)
afirma que la filosofía griega procede de Oriente. Los principales filósofos griegos habrían
tomado de doctrinas hebraicas, egipcias, babilónicas e indias, no sólo sus descubrimientos
científicos sino también sus concepciones filosóficas más personales. Esta opinión se fue
difundiendo cada vez más durante los siglos siguientes; culminó en la opinión del
neopitagórico Numenio, que llegó a llamar a Platón "Moisés en versión ática"; y de él pasó a
los escritores cristianos.
Sin embargo, tal opinión no tiene fundamento alguno en testimonios más antiguos. Es cierto
que se habla de viajes de varios filósofos a Oriente, especialmente a Egipto. A Egipto habría
ido Pitágoras; Demócrito, a Oriente; a Egipto, Platón. Mas el propio Platón (Rep., IV, 435e)
contrapone - el espíritu científico de los griegos al afán de lucro, propio de egipcios y fenicios;
y así excluye del modo más claro la posibilidad de que en las concepciones de esos pueblos se
haya podido o se pueda hallar inspiración para la filosofía. Por otra parte, las indicaciones
cronológicas de que se dispone acerca de las doctrinas filosóficas y religiosas orientales son
tan vagas que ha de considerarse imposible establecer la prioridad cronológica de tales
doctrinas sobre las griegas correspondientes.
Más verosímil parece a primera vista la procedencia oriental de la ciencia griega. Según
Herodoto, la geometría habría nacido en Egipto a causa de la necesidad de medir la tierra y
distribuirla entre sus propietarios después de las periódicas inundaciones del Nilo. Según otras
tradiciones, la astronomía habría surgido entre los babilonios y la aritmética también en
Egipto. Pero los babilonios cultivaban la astronomía como consecuencia de sus creencias
astrológicas, o sea a fin de poder predecir el destino de los hombres; y la geometría y la
aritmética conservaron entre los egipcios su carácter práctico, completamente distinto del
especulativo y científico de que estas doctrinas se revistieron entre los griegos. En realidad,
aquella tradición, tan tardíamente nacida en la historia de la filosofía griega, fue sugerida, en
una edad dominada por el interés religioso, por la creencia de que los pueblos orientales
estaban en posesión de una sabiduría originaria y por el deseo de vincular a tal sabiduría las
principales manifestaciones del pensamiento griego.
La observación decisiva que es preciso hacer a este respecto es que, aunque quedara
demostrada la procedencia oriental de algunas doctrinas de la Grecia antigua, ello no
implicaría todavía el origen de la filosofía griega. La sabiduría oriental es esencialmente
religiosa: es patrimonio de una casta sacerdotal cuya única preocupación es la de defenderla y
transmitirla en toda su pureza. El único fundamento de la sabiduría oriental es la tradición. La
filosofía griega es, por el contrario, investigación. Nace de un acto fundamental de libertad
frente a la tradición, las costumbres y cualquier creencia aceptada como tal. Su fundamento
consiste en que el hombre no posee la sabiduría, sino que debe buscarla: no es sofía sino
filosofía, amor a la sabiduría, indagación directa para rastrear la verdad más allá de las
costumbres, de las tradiciones y de las apariencias. Con esto el problema mismo de la relación
entre la filosofía griega y la cultura oriental pierde todo su significado.
El hecho de que el pueblo griego haya obtenido de los pueblos orientales, con quienes
mantenía relaciones e intercambios comerciales seculares, nociones y descubrimientos que
estos pueblos conservaban en su tradición religiosa o habían hallado impelidos por las
necesidades de la vida, es algo que, aunque se admita a la luz de los pocos e inseguros datos
que poseemos, no arrebata a los griegos el mérito de su originalidad.
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En efecto, la filosofía no es en Grecia, como en Oriente, el patrimonio o el privilegio de una
casta privilegiada. Según los griegos, cualquier hombre puede filosofar porque el hombre es
"animal racional" y su racionabilidad significa la posibilidad de buscar la verdad de forma
autónoma. Las palabras con que comienza la Metafísica de Aristóteles: "Todos los hombres
tienden por naturaleza al saber" expresan bien este concepto, ya que "tienden" quiere decir que
no sólo lo desean, sino que pueden conseguirlo. Además, y como consecuencia de ello, la
filosofía griega es investigación racional, es decir, autónoma, que no se apoya en una verdad
ya manifiesta o revelada sino sólo en la fuerza de la razón, a la que reconoce como su única
guía. Su término polémico es habitualmente la opinión corriente, la tradición, el mito, más allá
de los cuales trata ella de avanzar; y cuando llega a una confirmación de la tradición, esta
confirmación deriva su valor únicamente de la fuerza racional del discurso filosófico.
2. Concepto de filosofía
Estos caracteres son propios de todas las manifestaciones de la filosofía griega y se hallan
comprendidos en la misma etimología de la palabra que significa "amor de la sabiduría". Sin
embargo, esta palabra aparece relativamente tarde. Según una tradición muy conocida,
recogida en las Tusculanas de Cicerón, Pitágoras habría sido el primero en usar la palabra
filosofía en su significado específico. Comparaba la vida a las grandes fiestas de Olimpia
adonde algunos acuden por negocios, otros para participar en las competiciones, otros para
divertirse, y en fin algunos sólo para ver lo que ocurre; estos últimos son los filósofos. Aquí se
subraya la diferencia entre la contemplación desinteresada y el ajetreo de los demás hombres.
La misma duplicidad se encuentra en Aristóteles, para el que la filosofía es, como filosofía
primera, la ciencia del ser en cuanto ser; pero comprende además las otras ciencias teoréticas,
la matemática y la física, y la misma ética. Esta duplicidad de significado revela mejor que
cualquier otra cosa el significado originario y auténtico que los griegos atribuían a la palabra.
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Está ya incluido en su etimología y es el de investigación. Cada ciencia o disciplina humana
no puede ser sino investigación y, como tal, filosofía. Pero, además es filosofía en sentido
eminente y propio la investigación que es consciente de sí misma, la que se plantea el
problema mismo del investigar y así aclara su propio valor respecto a la existencia humana.
Si cualquier ciencia es investigación y como tal filosofía, en sentido propio y técnico la
filosofía es solamente el problema de la investigación y de su valor para el hombre. La
aparente duplicidad que el concepto de filosofía conserva incluso en los pensadores griegos
más rigurosos, como Aristóteles, no lo convierte en equívoco, sino que expresa de la mejor
manera posible el significado originario del término. Por eso, cuando en el período pos
aristotélico se pierde la conciencia de los valores teoréticos, la filosofía conserva todavía su
significado de indagación. Para los estoicos es el esfuerzo hacia la sabiduría; para los
epicúreos es la actividad que proporciona la vida feliz. Todavía se reconoce aquí a la filosofía
como investigación esforzada, fundamental para el hombre.
3. La tendencia filosófica
Recuérdese que, según la definición tradicional, la Filosofía estudia las causas supremas de
todas las cosas, es decir, los fundamentos últimos de la realidad entera. Es, además, un
conocimiento científico, y, por lo tanto, debe contener el rigor característico de la ciencia. En
la Historia de la Filosofía se tendrá oportunidad de captar los diferentes aspectos que ofrecen
esos fundamentos supremos, y también se podrá juzgar la validez y el rigor de los pensadores
expuestos. Pero entender dichas soluciones supone haber captado las cuestiones que avivan el
intelecto y lo mueven en pos de la respuesta. Plantear esos problemas es, pues, la primera
labor en el estudio de la Filosofía y de su Historia.
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ideas. El realismo, por último, sostiene que sí tenemos conocimientos válidos, alcanzados por
los sentidos y la inteligencia, y que alcanzan a la misma realidad, la cual es independiente del
sujeto que conoce.
Éste es el problema central de la Metafísica, y se trata de preguntar acerca del ser, en qué
consiste ser (como verbo). Desde el principio hay que saber distinguir el ser y los seres. Éstos
son las cosas y las personas (cualquier objeto que exista o pueda existir), y en Filosofía se
designan mejor con la palabra ente. En cambio, el ser (en singular) debe ser entendido como
verbo, como acto, y, justamente, la pregunta es: en qué consiste ese acto de ser, qué es ser A
partir de allí, surgen problemas colindantes, como: qué es existir, qué es una esencia, cuál es la
esencia de la realidad. La Metafísica ha sido el centro de las preocupaciones de los filósofos;
pero también ha sido el centro de los ataques contra la Filosofía.
Se trata del problema de la existencia y la esencia de Dios. Todos los filósofos han tratado el
tema. Hasta los ateos han tenido que fundamentar o explicar el motivo de su negativa. Por
ahora, lo importante es darse cuenta de que este problema se estudia en Filosofía,
independientemente de la religión que se profese. Las soluciones que dan los filósofos se
mantienen en el plano de las facultades naturales del hombre, preferentemente en un nivel
racional. La fe y la Revelación se asumen posteriormente, como fundamentos de la Teología.
Últimamente se ha extendido el ateísmo; pero eso no significa que la única respuesta actual a
dicho problema sea la negación de Dios. Hay innumerables sabios de este siglo cuya postura
es perfectamente teísta, por ejemplo: Bergson, Marcel, Husserl, Scheler, Jaspers, etc.
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b) A la Ética le corresponde tratar las cuestiones acerca del bien y del mal. Su
importancia deriva del papel rector que dicha ciencia adquiere en la mente de quien la
escudriña y llega a soluciones fundamentadas. Junto con ese problema se conectan el
de la obligación en armonía con la libertad, el de las categorías de valores, el de las
virtudes, el de la autonomía en correlación con la heteronomía, etc.
a) Universalidad: La filosofía es una ciencia o arte que estudia a todas las artes iniciando
de lo universal o general llegando posteriormente a la inicial, buscando en lo más
posible sus fines más profundos.
b) Profundidad: En la filosofía se estudian puntos específicos hasta el punto más profundo
en que se puede llegar, y la racionalidad es el punto más importante a conseguir.
c) Crítica: La filosofía pone en duda los principios que se le presentan, y los desglosa
para entender todos los puntos en específico llegando al punto más profundo posible.
d) Certidumbre: Se busca la respuesta más lógica y tangible, aun en los temas
relacionados a lo etéreo o metafísico.
e) Fundamenta: La filosofía cubre todos los aspectos y fundamente cada uno de sus pasos
hasta llegar a las causas últimas, siempre guiado por la lógica y sus premisas
f) Universal o totalizadora: La filosofía no es conformista con respuestas parciales o
gregarias, y por ello profundiza lo más posible para tener respuestas completas.
g) Sabiduría: La filosofía tiene profundo interés en que el hombre obtenga la sabiduría
buscada, producto del fin mismo de la propia filosofía.
h) Practica (praxis): La filosofía se aplica a la vida diaria y los problemas diarios, y
enfrenta los prejuicios y conceptos equívocos limpiando el camino llevándonos a
nuevos conceptos que resolverán nuestro círculo.
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f) La Metafísica, es el estudio del ser en cuanto ser. Es, quizá, el estudio más propio y
profundo que ha emprendido la Filosofía. El ser es el constitutivo fundamental de todas
las cosas (entes), lo que les da inteligibilidad y estructura. En el estudio de la
Metafísica es donde adquiere la Filosofía su máximo nivel y valor.
g) La Teodicea o Teología Natural (considerada como una parte de la Metafísica). Es el
estudio acerca de la esencia y la existencia de Dios. Debe distinguirse claramente con
respecto a la religión y a la teología. La primera no es una ciencia sino la institución
que intenta la unión del hombre con Dios. La segunda sí es una ciencia, pero su
fundamento principal está en la revelación y la fe. La Filosofía, en la rama que se llama
Teodicea, intenta la investigación de Dios, pero sin tomar en cuenta (y sin rechazar o
desvalorar) los datos de la revelación, como puede ser la Biblia.
El conocimiento es el proceso mental por el cual se capta la realidad del mundo en la que
intervienen el sujeto cognoscente (el hombre) que va en busca del objeto externo y se produce
el proceso del conocimiento humano y podemos clasificarla en:
a) Conocimiento empírico: espontáneo, simple o común, este tipo de conocimiento no
necesita de ninguna ciencia ni escuela ya que solamente se necesita llegar y manipular
el objeto para conocerla y tener el resultado del qué de las cosas ejemplo la piedra es
dura basta experimentar el objeto y se tiene el resultado inmediato.
b) Conocimiento científico: por el cual se llega a través de un proceso sistemático de
estudio y experimentación para obtener el qué y el porqué de las cosas. El médico tiene
el conocimiento científico para detectar el porqué de las enfermedades y ofrecer una
solución o remedio para el mal.
c) Conocimiento filosófico: es adquirido por la sabiduría y por la cual se llega al
conocimiento de las causas últimas de todas las cosas, así como a sus primeros
principios, el conocimiento filosófico fundamenta su validez en los primeros principios
de validez universal como el de razón suficiente, identidad, contradicción y tercero
excluido, que serán estudiados más adelante.
d) Conocimiento teológico: es adquirido a la luz de la revelación divina. El hombre en la
búsqueda de la solución de los problemas debe recurrir a la razón, pero cuando esta no
responde recurre a la fe y trata de conocer la realidad del mundo a través de la fe,
cuyo único gestor es Dios. Santo Tomás dice: es una negligencia muy grande que el
hombre en la búsqueda de soluciones recurra a la fe, pudiendo recurrir antes a la razón.
14. Principios de la filosofía griega: los mitólogos, los misterios, los siete sabios, los
poetas.
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Los inicios de la filosofía griega se encuentran en la propia Grecia: en los primeros indicios de
que la filosofía como tal (o sea como investigación) se empieza a manifestar en las
cosmologías míticas de los poetas, en las doctrinas de los misterios, en las sentencias de los
Siete Sabios y sobre todo en la reflexión ético política de los poetas. El más antiguo
documento de cosmología mítica entre los griegos es la Teogonía de Hesíodo en la que
ciertamente confluyen antiguas tradiciones. El propio Aristóteles dice que Hesíodo fue
probablemente el primero que buscó el principio de las cosas al decir: "lo primero de todo fue
el caos, después fue la tierra del amplio seno... y el amor que resplandece entre los dioses
inmortales".
Es de naturaleza filosófica este problema acerca del estado originario de que han surgido las
cosas y de la fuerza que las ha producido. Pero, aunque el problema sea filosófico, la respuesta
es mítica. El caos o abismo bostezante, la tierra, el amor, etc., están personificados en
entidades míticas. Después de Hesíodo, el primer poeta cuya cosmología se conoce es
Ferécides de Siro, contemporáneo de Anaximandro, probablemente nacido hacia el año 600-
596 antes de J. C. Dice que antes de cualquier cosa y eternamente existían Zeus, Cronos y
Ctonos. Ctonos era la tierra, Cronos el tiempo, Zeus el cielo. Zeus transformado en Eros, o sea
en amor, procede a la construcción del mundo. En este mito aparece por primera vez la
distinción entre la materia y la fuerza organizadora del mundo. Una ulterior afirmación de la
exigencia filosófica se nota en la religión de los misterios difundidos por Grecia a principios
del siglo VI antes de J.C.
Hay diversas enumeraciones de los mismos entre los escritores antiguos, pero cuatro de ellos,
Tales, Biantes, Pitaco y Solón están comprendidos en todas las listas. Platón, que los enumeró
primero, añade Cleóbulo, Misón y Quilón a esos cuatro (Prot., 343 a). Se les atribuían
agudezas y sentencias morales (Conócete a ti mismo, De nada demasiado, Es difícil ser bueno,
etc.) que pertenecen a la sabiduría práctica popular, pero preludian ya la verdadera y propia
indagación sobre la conducta del hombre.
No es casualidad que el primero de los Siete Sabios, Tales, sea también el primer
representante verdadero y propio de la filosofía griega. Pero el clima en que pudo nacer y
florecer la filosofía griega fue preparado por la poesía. La reflexión moral de los poetas
elaboró en Grecia aquellos conceptos fundamentales que habían de servir a los filósofos para
la interpretación del mundo.
El concepto de una ley que da unidad al mundo humano se encuentra por primera vez en
Homero. La Odisea está totalmente dominada por la fe en una ley de justicia, de la cual los
dioses son custodios y garantes, ley que determina en los acontecimientos humanos un orden
providencial, gracias al que el justo triunfa y el injusto es castigado. En Hesíodo esta ley se
personifica en Dike, hija de Zeus, que está sentada junto a su padre y vela para que sean
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castigados los hombres que comenten injusticias. La infracción a esta ley aparece en el mismo
Hesíodo como arrogancia debida al desenfreno de las pasiones y en general a fuerzas
irracionales: así la califica el propio Hesíodo.
Solón afirma con gran energía la infalibilidad del castigo que aflige a quien infringe la norma
de la justicia, sobre la cual se asienta la vida social: incluso cuando el culpable se sustrae al
castigo, éste recae infaliblemente sobre sus descendientes. El aparente desorden de los
acontecimientos humanos, gracias al cual la Moira o fortuna parece herir también a los
inocentes, se justifica, según Solón, por la necesidad de encerrar dentro de justos límites a los
inmoderados deseos humanos y de alejar al hombre de cualquier exceso. Así que la ley de
justicia es también norma de mesura, y Solón expresa en un fragmento famoso la convicción
moral más arraigada en los griegos: "La cosa más difícil de todas es alcanzar la invisible
medida de la sabiduría, la única que encierra en sí los límites de todas las cosas".
Finalmente, Esquilo es el profeta religioso de esta ley universal de justicia, cuyo triunfo trata
de expresar su tragedia. Así, antes de que la filosofía descubriese y justificase la unidad de la
ley subyacente en la dispersa multiplicidad de los fenómenos naturales, la poesía griega había
descubierto y justificado la unidad de la ley inmanente en los aparentemente desordenados y
mudables acontecimientos de la vida social humana. Como veremos, la especulación de los
primeros físicos no ha hecho más que buscar en el mundo de la naturaleza aquella misma
unidad normativa, que los poetas habían rastreado en el mundo de los hombres.
El caso de la escuela pitagórica, que fue no sólo una escuela filosófica sino también una
asociación religiosa y política, es ciertamente excepcional; y por otra parte este carácter del
pitagorismo fue precisamente más una debilidad que una fuerza. Por el contrario, todas las
grandes personalidades de la filosofía griega son los fundadores de una escuela que es un
centro de investigación; la obra de las personalidades menores viene a sumarse a la doctrina
fundamental y contribuye a formar el patrimonio común de la escuela. Se ha dudado de que
los filósofos de Mileto formasen escuela; a este respecto está el testimonio explícito de
Teofrasto que habla de Anaximandro como "conciudadano y compañero" de Tales. Platón
mismo nos habla de los heraclitanos y de los anaxagorianos; y en el Sofista el forastero eléata
habla de su escuela como todavía existente en Elea.
La academia platónica tuvo después una historia de nueve siglos. Este carácter de la filosofía
griega no es accidental. La investigación filosófica no encerraba, según los griegos, al
individuo en sí mismo; exigía más bien una confluencia de esfuerzos, una comunicación
incesante entre los hombres que hacían de ella fin fundamental de su vida y determinaba así
una solidaridad firme y efectiva entre aquellos que se dedicaban en ella. De aquí procede el
interés constante de los filósofos griegos por la política, o sea por la vida social. La tradición
nos ha transmitido la noticia de este interés incluso respecto a aquellos de cuya vida no nos
proporciona más que escasos datos. Tales, Anaximandro y Pitágoras fueron políticos. Se
cuenta de Parménides que dio leyes a su ciudad y de Zenón que pereció víctima del intento de
librar a sus conciudadanos de un tirano. Empédocles restauró la democracia en Agrigento;
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Arquitas fue jefe de estado y Meliso almirante. La inquietud política ejerció después, como
veremos, una función predominante en la especulación de Platón.
a) Respecto a la filosofía presocrática son preciosos los indicios conservados en las obras
de Platón y de Aristóteles. En particular Aristóteles nos ha legado en el primer libro de
la Metafísica el primer ensayo de historiografía filosófica. Además, son muy
frecuentes en todos sus escritos las referencias a otras doctrinas.
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Opiniones físicas, de quien se ha conservado un capítulo y otros fragmentos en el
Comentario de Simplicio a la Física de Aristóteles. Otras doxografías importantes son:
los Placita philosophorum atribuidos a Plutarco y las Églogas físicas de Juan Estobeo
(siglo V después de J.C.). Probablemente (como ha demostrado Diels) ambos bebían
en una fuente común: los Placita de Aecio derivados indirectamente, es decir, de
segunda mano, de las Opiniones de Teofrasto. Otro doxógrafo es Cicerón, que en sus
obras expone doctrinas de muchos filósofos griegos, aunque todas conocidas de
segunda y tercera mano.
Es una historia de las distintas escuelas filosóficas, según el método de las llamadas
Sucesiones que ya había sido practicado por Soción de Alejandría (siglo II antes de J.C.) y
otros cuyas obras han resultado perdidas. La obra de Diógenes Laercio contiene dos
doxografías distintas: una biográfica y anecdótica y otra expositiva. La parte biográfica es un
conjunto de anécdotas y de noticias acumuladas al azar; mas a pesar de esto contiene
informaciones preciosas.
Por lo que respecta a la cronología, su fundador fue Eratóstenes de Cirene (siglo III antes de
J.C.), pero sus Cronografías fueron suplantadas por la versión en trímetros yámbicos que de
ellas hizo Apolodoro de Atenas (hacia el 140 antes de J.C.) con el título de Crónica. El tiempo
de cada filósofo se indica mediante su acmé o florecimiento, que se hace coincidir
aproximadamente con los 40 años; y las otras fechas se calculan por referencia a esta última.
Finalmente se aprovechan otras indicaciones de las obras de los escritores que han discutido
críticamente las doctrinas de los filósofos griegos. Así Plutarco en su polémica contra el
estoicismo y el epicureísmo nos da una exposición de tales doctrinas. Sexto Empírico apoya su
escepticismo en la crítica de los sistemas dogmáticos. Y los escritores cristianos de los
primeros siglos al combatir la filosofía pagana nos proporcionan otras indicaciones en virtud
de las cuales nos han llegado fragmentos y testimonios preciosos de obras perdidas. Otras
indicaciones se obtienen de los comentarios de Proclo y de Simplicio a Platón y a Aristóteles,
de las Noches áticas de Aulo Gelio (hacia el 1 50 después de J.C.) de Ateneo (hacia el 200
después de J.C.) y de Eliano (hacia el 200 después de J.C.).
Actualmente la palabra mito tiene un sentido peyorativo, es una crítica hacia creencias, relatos
y personajes que en realidad no tienen el valor que se les suele atribuir. Se habla, por ejemplo,
del mito de un artista X, o del mito de la democracia, o del mito del psicoanálisis, etc.
Desmitificar, en este sentido, significa colocar a las cosas en su verdadero lugar y valor. Sin
embargo, cuando nos referimos a los mitos de la antigüedad griega (o de cualquier otra cultura
antigua) los antropólogos y estudiosos del asunto insisten en el enorme valor que tales mitos
representan para la vida, la felicidad, la orientación y la estabilidad emocional de la gente de
aquellos tiempos. Así se refrieren a los mitos propagados por Homero y Hesíodo y a las
grandes mitologías que nos narran episodios de Júpiter, Venus, Cronos y demás dioses.
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El carácter sagrado de la mitología coloca a dichos relatos en un lugar de nivel superior, no
como algo digno de ser desechado o barrido por su bajeza, vulgaridad o mediocridad, sino
todo lo contrario, como símbolos que proporcionan al hombre una respuesta a su eterna
problemática fundamental acerca del origen del mundo, el destino humano y las normas de
conducta. El mito es el digno antecesor de la Filosofía. No tiene la altura de ésta, pero
tampoco es el desecho del pensamiento humano.
La principal diferencia entre el mito y la Filosofía reside en el carácter científico que desde un
principio ha pretendido ostentar la Filosofía. Ciencia, en los términos aristotélicos, se refiere al
sencillo detalle de aludir a las causas, las razones, los fundamentos de lo que se está
afirmando. El mito, en cambio, es un relato que se transmite de boca en boca, es una intuición
y un símbolo que raya en lo sagrado, en la altura intemporal de los mejores valores que el
hombre presume. Pero, aun así, el mito no da razones de sus asertos. Por este motivo la
Filosofía se coloca en un plano superior. La Filosofía, en contraste, es un conocimiento que da
razón de lo que afirma, o por lo menos, eso es lo que pretende desde sus orígenes griegos.
La filosofía presocrática está dominada por el problema cosmológico hasta los sofistas. No
excluye al hombre de sus consideraciones; pero ve en él solamente una parte o un elemento de
la naturaleza y no el centro de un problema específico. Si bien existen notorias diferencias
entre los muchos filósofos y escuelas presocráticas, puede decirse, en términos generales, que
los presocráticos coincidieron en el intento de ofrecer una explicación racional del Universo en
lugar de hacerlo mediante mitos a la manera de los poetas Homero y Hesíodo. Tales
explicaciones se limitaban, frecuentemente, a la postulación de un primer principio, arjé o
elemento de todas las cosas existentes.
Para los presocráticos, los mismos principios que explican la constitución del mundo físico
explican también la del hombre. Les es ajeno el reconocimiento de los caracteres específicos
de la existencia humana y, por eso, les es ajeno el problema de lo que es el hombre en su
subjetividad como principio autónomo de la investigación. Es tarea de la filosofía presocrática
rastrear y reconocer, más allá de las apariencias múltiples y continuamente mudables de la
naturaleza, la unidad que hace de ésta un mundo: la única sustancia que constituye su ser, la
ley única que regula su devenir.
La sustancia es para los presocráticos la materia de que todas las cosas se componen; pero es
también la fuerza que explica su composición, su nacimiento y su muerte, su perpetua
mutación. Es su principio no sólo en el sentido de que explica su origen sino también y sobre
todo en el sentido de que hace inteligible y reunifica aquella multiplicidad y mutabilidad de las
cosas que parece, a primera vista, tan rebelde a cualquier consideración unitaria. De ahí se
desprende el carácter activo y dinámico que la naturaleza, la fysis, tiene para los presocráticos:
no es una sustancia inmóvil, sino la sustancia como principio de acción y de inteligibilidad de
todo lo que es múltiple y deviene.
Para facilitar el aprendizaje de la Filosofía de los griegos, se ha dividido este periodo en tres
etapas: origen, apogeo y decadencia:
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a) En el origen de la Filosofía griega se encuentran los filósofos llamados presocráticos,
desde Tales de Mileto, seguido por Anaximandro y Anaxímenes, hasta Anaxágoras y
Demócrito.
b) El apogeo de la Filosofía griega está determinado por los tres clásicos: Sócrates, Platón
y Aristóteles.
c) La decadencia del pensamiento griego viene en la cuádruple ramificación helenista:
epicureísmo, estoicismo, eclecticismo y escepticismo; hasta lograr, ya en el siglo III d.
J. C., una breve luminaria, en la figura de Plotino.
2. La escuela jónica
Tales de Mileto
Tales responde que ese principio universal está en el agua. El agua es el elemento que
constituye a todas las cosas. Se trata de un primer intento para penetrar en la esencia de las
cosas. Actualmente esa teoría nos puede parecer ridícula; pero el hecho de que la mente
humana se aplique a la solución de un problema fundamental, o mejor, intente fundamentar y
reducir a la unidad la inmensa variedad de las cosas, es ya un paso gigante en la historia del
pensamiento. Es justamente el origen de la Filosofía.
Aristóteles observa que esta creencia es antiquísima; Homero ha cantado a Océano y Tetis
como principios de la generación. Así pues, Aristóteles sólo presenta un argumento como
propio de Tales: el de que la tierra se sostiene sobre el agua: el agua es aquí sustancia en el
más simple de los significados, como lo que está debajo y sostiene. El otro argumento (la
generación de lo húmedo) es aducido solo como probable; quizás es una conjetura de
Aristóteles. Tales creía unida al agua una fuerza activa, vivificante y transformadora: tal vez
en este sentido decía que "todo está lleno de dioses" y que el imán tiene alma porque atrae al
hierro.
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Anaximandro de Mileto
Este principio infinito abraza y gobierna a todas las cosas; por su parte es inmortal e
indestructible y, por lo tanto, divino. No lo concibe como una mezcla de los distintos
elementos en la cual esté cada uno comprendido con sus cualidades peculiares, sino más bien
como materia en que aún no se han diferenciado los elementos y que, así, además de infinita
es indefinida. Estas precisiones constituyen ya un enriquecimiento y un desarrollo de la
cosmología de Tales. En primer lugar, el carácter indeterminado de la sustancia primordial, no
identificada con ninguno de los elementos corpóreos, a la vez que permite comprender mejor
la derivación de éstos como otras tantas especificaciones y determinaciones de aquélla, la
priva de todo carácter de verdadera y propia corporeidad, convirtiéndola en una pura masa
cuantitativa o espacial. Estando de hecho ligada la corporeidad al carácter determinado de los
elementos particulares, el ápeiron no puede distinguirse de ellos sino por estar privado de las
determinaciones que constituyen la corporeidad sensible de los mismos y, así, porque se
reduce al infinito espacial.
Anaxímenes de Mileto
Anaxímenes de Mileto, más joven que Anaximandro y quizá discípulo suyo, floreció hacia el
546-45 y murió hacia el 528-25. Al igual que Tales, reconoce como principio una materia
determinada, que es el aire; pero a esta materia atribuye los caracteres del principio de
Anaximandro: la infinitud y el movimiento perpetuo. También veía en el aire la fuerza que
anima el mundo: "Tal como nuestra alma, que es aire, nos sostiene, así el soplo y el aire
circundan al mundo entero".
El mundo es como un gigantesco animal que respira: y su aliento es su vida y su alma. Del aire
nacen todas las cosas que hay, que fueron y que serán, incluso los dioses y las cosas divinas.
El aire es principio de movimiento y de toda mutación. Anaxímenes llega a decirnos incluso
de qué modo el aire determina la transformación de las cosas: se trata del doble proceso de la
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rarefacción y de la condensación. Al enrarecerse, el aire se vuelve fuego; al condensarse se
hace viento, después nube y, volviéndose a condensar, agua, tierra y luego piedra. También el
calor y el frío se deben al mismo proceso: la condensación produce el frío, la rarefacción, el
calor. Como Anaximandro, Anaxímenes admite el devenir cíclico del mundo; de ahí su
disolución periódica en el principio originario y su periódica regeneración a partir del mismo.
3. Los Pitagóricos
Es el primer filósofo que se otorga tal nombre. No quiere llamarse sabio, sino "amante de la
sabiduría". Cree en la metempsícosis o transmigración de las almas, doctrina importada de
Oriente, que luego es aceptada por el mismo Platón. Matemático y astrónomo, da origen al
famoso teorema geométrico que lleva su nombre, y sostiene la teoría de la "música de las
esferas celestes", según la cual los planetas y estrellas producen sonidos, de acuerdo con sus
respectivas distancias a la Tierra.
En Filosofía, su tesis más importante es la de que la esencia de las cosas está en los números.
Cada número simboliza algo; por ejemplo, el número cuatro es la Justicia; los números pares
son femeninos, y los impares, masculinos. También esta teoría va a influir sobre Platón.
Obsérvese ahora que el principio o esencia de las cosas ya no es un elemento material. Por
primera vez se pretende explicar la materia a partir de algo inmaterial, como es el número.
4. Heráclito de Éfeso
La especulación de los jonios culmina en la doctrina de Heráclito, que por primera vez aborda
el problema mismo de la investigación y del hombre que la emprende. Heráclito de Efeso
perteneció a una familia noble de su ciudad, fue contemporáneo de Parménides y, como él,
floreció hacia el 504-01 antes de J. C. Es autor de una obra en prosa que fue después conocida
con el acostumbrado título Acerca de la naturaleza, constituida por aforismos y sentencias
breves y tajantes, no siempre claras, que le valieron el sobrenombre de "oscuro".
Pero puede decirse que en su doctrina el fuego pierde todo carácter corpóreo: es un principio
activo, inteligente y creador. "Este mundo, que es el mismo para todos, no ha sido creado por
ninguno de los dioses ni de los hombres, sino que fue siempre, es y será fuego eternamente
vivo que se enciende según un orden regular y se apaga según un orden regular". Así que el
cambio es un salir del fuego o un retorno al mismo. "Con el fuego se intercambian todas las
cosas y el fuego se intercambia con todas ellas, así como el oro se intercambia con las
mercancías y las mercancías con el oro".
En las palabras iniciales de su libro, Heráclito se lamentaba de que los hombres, a pesar de
haber escuchado al logos, la voz de la razón, se olvidan de ella tanto en las palabras como en
las obras de modo que no saben lo que hacen despiertos, de la misma manera que no saben lo
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que hacen dormidos. A lo largo de toda la obra se mantenía una polémica contra la sabiduría
aparente de quien sabe muchas cosas, pero no comprende ninguna: a tal sabiduría se opone la
investigación de los filósofos, que se dirige efectivamente a múltiples objetos, pero los reduce
todos a una unidad.
5. La escuela eleática
Por primera vez, con la escuela eleática, la sustancia se convierte por sí misma en principio
metafísico: por primera vez, se la define no como elemento corpóreo o como número, sino
sólo como sustancia, como permanencia y necesidad del ser en cuanto tal. El carácter
normativo que ya revestía la sustancia en la especulación de Anaximandro, que veía en ella
una ley cósmica de justicia, carácter que los pitagóricos habían expresado mediante el
principio de que el número es el modelo de las cosas, se toma como la definición misma de la
sustancia por Parménides y por sus secuaces. Para éstos la sustancia es el ser que es y debe
ser: es el ser en su necesidad normativa, en su unidad e inmutabilidad, que hace de él el único
objeto del pensamiento, el único término de la investigación filosófica.
Jenófanes
El mismo Jenófanes nos dice, en una poesía compuesta a los 92 años, que hacía ya 67 que
recorría de un extremo a otro las tierras de Grecia; y esta vida errante es poco conciliable con
un domicilio estable en Elea, donde habría fundado la escuela. La única prueba de su
permanencia en Elea es una anécdota que cuenta Aristóteles: a los eleatas que le preguntaban
si debían ofrecer sacrificios y lágrimas a Leucotea, Jenófanes habría contestado: "Si la creéis
una diosa, no debéis llorarla; si no la creéis tal, no debéis ofrecerle sacrificios".
El punto de partida de Jenófanes es una resuelta crítica del antropomorfismo religioso, tal
como se revela en las creencias comunes de los griegos y tal como se encuentra también en
Homero y en Hesíodo. "Los hombres, dice, creen que los dioses han tenido nacimiento y
poseen voz y cuerpo semejante al nuestro".
Los poetas han fomentado esta creencia. Homero y Hesíodo han atribuido a los dioses incluso
lo que es objeto de vergüenza y de reprobación entre los hombres: robos, adulterios y engaños
recíprocos. En realidad, no hay más que una divinidad "que no se parece a los hombres ni en el
cuerpo ni en el pensamiento". Esta única divinidad se identifica con el universo, es un dios-
todo y posee el atributo de la eternidad: no nace, no muere y es siempre la misma. En efecto, si
naciese, eso significaría que antes no era; y lo que no es, tampoco puede nacer ni dar
nacimiento a nada.
Parménides
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Nace, aproximadamente en el año 515, en Elea (también al sur de Italia). Conoce a Sócrates e
influye notablemente en el pensamiento de éste, y en el de Platón. Escribe su filosofía en
verso, y su poema se titula Sobre la Naturaleza. Critica a Heráclito y se opone radicalmente a
su tesis sobre el devenir. El movimiento es calificado como una ilusión de los sentidos. El
fundador del eleatismo es Parménides. La grandeza de Parménides se manifiesta ya en la
admiración que suscitó en Platón: éste lo utilizó como personaje principal del diálogo que
señala el punto crítico de su pensamiento y que se intitula como su nombre; y lo designa como
"venerando y a la vez terrible".
Tal es el significado de las famosas afirmaciones de Parménides: "El pensamiento y el ser son
lo mismo". "Lo mismo es el pensar y el objeto del pensamiento: sin el ser en el cual el
pensamiento se expresa, tú no podrías encontrar el pensamiento, puesto que no hay ni habrá
nada fuera del ser". Al ser que es objeto del pensamiento, Parménides atribuye los mismos
caracteres que Jenófanes había dado al dios-todo. Pero estos caracteres los reduce él a una sola
modalidad fundamental, que es la de la necesidad. "El ser es y no puede no ser" es la tesis
principal de Parménides: tesis que expresa lo que es para él el sentido fundamental del ser en
general y que constituye el principio directivo de la investigación racional.
Por primera vez en Parménides, el problema del ser se plantea como problema metafísico
ontológico, es decir, en su máxima generalidad y no sólo como problema físico. La pregunta
"¿qué es el ser? " cuya respuesta ha querido dar Parménides, no es equivalente a la pregunta
"¿qué es la naturaleza?" cuya respuesta habían buscado los filósofos anteriores, incluso el
propio Heráclito.
Zenón de Elea
Discípulo y amigo de Parménides, Zenón de Elea era según Platón, veinticinco años más joven
que él: su nacimiento debe, pues, situarse hacia el 489. Como la mayor parte de los primeros
filósofos, Zenón intervino en la política de su ciudad natal; parece que contribuyó al buen
gobierno de Elea y que murió valientemente en la tortura por haber conspirado contra un
tirano.
El mismo Platón nos expone el carácter y el objetivo de un escrito, que debía ser la obra más
importante de Zenón. El escrito era una "especie de refuerzo" de la argumentación de
Parménides, dirigido contra quienes procuraban ponerla en ridículo aduciendo que, si la
realidad es una, nos encuentra embrollados en muchas y ridículas contradicciones. El escrito
pagaba a los burladores con la misma moneda porque tendía a demostrar que su hipótesis de la
multiplicidad se enredaba, al desarrollarla a fondo, en dificultades todavía mayores.
Los argumentos de Zenón pueden dividirse en dos grupos. El primero va dirigido contra la
multiplicidad y la divisibilidad de las cosas. El segundo, contra el movimiento (no existe el
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movimiento). Si las cosas son muchas, dice Zenón, su número es al mismo tiempo finito e
infinito: finito, porque no pueden ser ni más ni menos que las que son; infinito, porque entre
dos cosas habrá siempre una tercera y, entre ésta y las otras dos, otras más, y así
sucesivamente.
Contra la unidad entendida como elemento real de las cosas, Zenón observa que, si la unidad
posee una magnitud, aunque sea mínima, como en cada cosa se encuentran infinitas unidades,
cada cosa será infinitamente grande; mientras que, si la unidad no tiene magnitud, las cosas
que de ella resulten estarán faltas de magnitud, esto es, serán nulas. El argumento es válido,
evidentemente, contra la realidad de la magnitud. Pero tampoco el espacio es real. Si todo está
en el espacio, el espacio, a su vez, deberá estar en otro espacio y así hasta el infinito: esto es
imposible y precisa convenir que nada está en el espacio.
Empédocles
Empédocles de Agrigento nació hacia el 492 y murió alrededor de los 60 años. Hijo de Metón,
que ocupó un puesto importante en el gobierno democrático de la ciudad, intervino en la vida
política y fue al propio tiempo médico, taumaturgo y hombre de ciencia. Empédocles es
consciente de los límites del conocimiento humano. Los poderes cognoscitivos del hombre son
limitados; el hombre ve sólo una pequeña parte de una "vida que no es vida" (porque se
desvanece pronto) y conoce solo aquello con que casualmente se encuentra. Pero precisamente
por esto no puede renunciar a ninguno de sus poderes cognoscitivos: necesita servirse de todos
los sentidos y también del intelecto, para ver cada cosa en su claridad.
Al igual que Parménides, Empédocles sostiene que el ser no puede nacer ni perecer; pero a
diferencia de Parménides quiere explicar la apariencia del nacimiento y de la muerte y la
explica recurriendo a la mezcla y a la disolución de las cosas mezcladas. El mezclarse de los
elementos que componen las cosas es el nacimiento, su disolverse es la muerte. El ser
inmutable no es, pues, una sustancia única: se compone de elementos, que son cuatro: fuego,
agua, tierra y aire.
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desunirlas. El Amor y la Discordia son dos fuerzas cósmicas, de naturaleza divina, cuya
acción se sucede en el universo determinando, con su alternancia, las fases del ciclo cósmico.
Hay una frase en la que domina completamente el Amor y es el Sfero, en el cual todos los
elementos están perfectamente unificados y ligados en la más completa armonía. Pero en esta
fase no hay sol ni tierra ni mar, porque no hay más que un Todo uniforme, una divinidad que
goza de su soledad.
Anaxágoras de Clazomene
Fue el primero que introdujo la filosofía en Atenas, gobernada entonces por Pericles, cuyo
amigo y maestro fue; pero acusado de impiedad por los enemigos de Pericles y obligado a
regresar a Jonia, se estableció en Lampsaco. Nos quedan algunos fragmentos del primer libro
de su obra Sobre la naturaleza. También Anaxágoras acepta el principio de Parménides de la
sustancial inmutabilidad del ser. ''Respecto al nacer y al perecer, dice, los griegos no tienen
una opinión justa. Nada nace ni perece, antes bien, cada cosa se compone de cosas ya
existentes o se descompone en ellas. Y así deberían llamar más bien reunirse al nacer y
separarse al perecer".
Sostiene que la materia está compuesta por homeomerías o gérmenes (spérmata) y que el
orden de las cosas está impuesto por una Mente, o Nous, tales elementos son partículas
invisibles que llaman semillas. Una consideración fisiológica es base de su doctrina.
Empleamos un alimento simple y de una sola especie, el pan y el agua, y de este alimento se
forman la sangre, la carne, los pelos, los huesos, etc. Es preciso, pues, que en el alimento haya
partículas que engendran todas las partes de nuestro cuerpo, partículas visibles sólo para la
mente. Anaxágoras ha sustituido, así como fundamento de la física la consideración biológica
a la consideración cosmológica.
7. Los atomistas
Los atomistas están de acuerdo con el principio fundamental del eleatismo de que sólo el ser
es; pero intentan llevar este principio a la experiencia sensible y servirse de él para explicar los
fenómenos. Así entienden el ser como lo lleno, el no ser como el vacío y sostienen que lo lleno
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y lo vacío son los principios constitutivos de todas las cosas. Pero lo lleno no es un todo
compacto: está formado por un número infinito de elementos que son invisibles a causa de la
pequeñez de su masa.
Demócrito de Abdera
Fue el mayor naturalista de su tiempo. Era contemporáneo de Platón, quien, sin embargo, no le
nombró nunca. El mismo nos dice que era todavía joven, cuando Anaxágoras era viejo; su
nacimiento se sitúa en el 460-59 a. de J. C. Las numerosas obras que llevan su nombre, y de
las cuales poseemos numerosos fragmentos, La gran ordenación, La pequeña ordenación,
Sobre la inteligencia, Sobre las formas, Sobre la bondad del alma, etc., muy probablemente no
son todas debidas a él; algunas exponen la doctrina general de la escuela.
Si estos elementos fuesen infinitamente divisibles, se disolverán en el vacío; deben ser, pues,
indivisibles, y por esto se les llama átomos. Únicamente los átomos son continuos en su
interior; los demás cuerpos no son continuos, porque resultan del simple contacto de los
átomos y por esto pueden dividirse. La diferencia entre los átomos no es cualitativa, como la
de las semillas de Anaxágoras, sino cuantitativa. Los átomos no difieren entre sí por
naturaleza, sino solamente por su forma y magnitud. Determinan el nacimiento y la muerte de
las cosas mediante la unión y la disgregación; determinan la diversidad y el cambio de las
cosas mediante su orden y su posición. Son, según el ejemplo de Aristóteles, semejantes a las
letras del alfabeto, que difieren entre sí por la forma y dan lugar a palabras y a discursos
diversos al disponerse y combinarse de distintas maneras.
Todas las cualidades de los cuerpos dependen, pues, o de la figura de los átomos o del orden y
de la combinación de los mismos. Por eso no todas las cualidades sensibles son objetivas, ni
pertenecen verdaderamente a las cosas que las provocan en nosotros. Son objetivas las
cualidades propias de los átomos: la forma, la dureza, el número, el movimiento; en cambio, el
frío, el calor, los olores, los colores son únicamente apariencias sensibles, provocadas
ciertamente por especiales figuras o combinaciones de átomos, pero no pertenecientes a los
átomos mismos.
8. Los sofistas
Características generales
Desde la mitad del siglo V hasta fines del IV, Atenas es el centro de la cultura griega. La
victoria contra los persas abre el período más florido de la potencia ateniense. La ordenación
democrática hacía posible la participación de los ciudadanos en la vida política y hacía
preciosas las dotes oratorias que permiten obtener el éxito. Los sofistas vinieron a satisfacer la
necesidad de una cultura adaptada a la educación política de las clases dirigentes. La palabra
sofista no tiene ningún significado filosófico determinado y no indica una escuela.
Originariamente significó solamente sabio y se empleaba para indicar a los Siete Sabios, a
Pitágoras y a cuantos se distinguían en cualquier actividad teorética o práctica. En el período y
en las condiciones que hemos indicado, el término asume un significado específico: eran
sofistas los que hacían profesión de sabiduría y la enseñaban mediante remuneración. El
puesto de la sofística en la historia de la filosofía no presenta por esto ninguna analogía con el
de las escuelas filosóficas anteriores o contemporáneas.
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origen ideal, ya que son los primeros exégetas de las obras de los poetas y vinculan a ellos su
enseñanza.
Los sofistas fueron los primeros que reconocieron claramente el valor formativo del saber y
elaboraron el concepto de cultura, que no es suma de nociones, ni tampoco el solo proceso de
su adquisición, sino formación del hombre en su ser concreto, como miembro de un pueblo o
de un ambiente social. Los sofistas fueron, pues, maestros de cultura. Pero la cultura que
constituía el objeto de su enseñanza era la que resultaba útil a la clase dirigente de las ciudades
en que impartían su magisterio: por eso era pagada. Para que su enseñanza fuese no sólo
permitida, sino buscada y recompensada, los sofistas debían inspirarla en los valores propios
de las comunidades en donde la exponían, eludiendo críticas e investigaciones que chocaran
con tales valores.
Por otro lado, precisamente por esta situación, podían darse cuenta muy bien de la diversidad
o heterogeneidad de tales valores; lo cual quiere también decir de su limitación. Los sofistas
podían ver que, de una ciudad a otra, de un pueblo a otro, muchos de los valores sobre los que
se afianza la vida del hombre, experimentan variaciones radicales y resultan inconmensurables
entre sí. La naturaleza relativista de sus tesis teóricas no es más que la expresión de una
condición fundamental de su enseñanza.
Por otro lado, ellos se consideran "sabios" en el sentido antiguo y tradicional del término: es
decir, en el sentido de hacer a los hombres hábiles en sus tareas, aptos para vivir juntos,
capaces de salir airosos en las competiciones civiles. Verdad es que, en este aspecto, no todos
los sofistas manifiestan, en su personalidad, las mismas características. Protágoras
reivindicaba para los sabios y para los buenos oradores la tarea de guiar y aconsejar lo mejor a
las mismas comunidades humanas.
Otros sofistas ponían su obra expresamente al servicio de los más poderosos o de los más
astutos. En todo caso, el interés de los sofistas se limitaba a la esfera de las actividades
humanas y la misma filosofía era considerada por ellos como un instrumento para moverse
sagazmente en dicha esfera.
En el Georgias platónico, Calicles, discípulo de los sofistas, afirma que la filosofía se estudia
únicamente "para la propia educación" y que por esto es conveniente a la edad juvenil, pero se
vuelve inútil y dañosa cuando se cultiva más allá de este límite, ya que impide al hombre
volverse experto en los negocios públicos y en los privados y en general en todo lo que
concierne a la naturaleza humana. Por este mismo motivo, el objeto de la enseñanza sofística
se limitaba a disciplinas formales, como la retórica o la gramática, o a diversas nociones
brillantes pero carentes de solidez científica, que podían ser de utilidad para la carrera de un
abogado o de un hombre político.
El relativismo de Protágoras
Protágoras de Abdera fue el primero que se llamó sofista y maestro de virtud. Según Platón,
que nos presenta su figura en el diálogo intitulado con su nombre, era mucho más viejo que
Sócrates. Enseñó durante cuarenta años en todas las ciudades de Grecia, yendo de una a otra.
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Estuvo repetidas veces en Atenas: pero al fin, habiendo sido acusado de ateísmo, se vio
obligado a abandonar la ciudad. Murió ahogado a los 70 años, cuando iba a Sicilia. Platón nos
ha dejado, en el diálogo intitulado con su nombre, un retrato vivo, aunque irónico, del sofista;
nos lo presenta como un hombre de mundo lleno de años y de experiencia, grandilocuente,
vanidoso, y en las discusiones más preocupado por obtener a cualquier coste un éxito personal
que por lograr la verdad.
Es famosa la frase de Protágoras: "El hombre es la medida de todas las cosas". Con este lema
se consagra la postura relativista. En efecto, para ésta, todo es relativo al modo de pensar de
cada uno. Cada uno tiene su propia verdad, y bien puede ser diferente a la de los demás. La
frase es halagadora al oído humano. Sin embargo, es necesario esclarecer el aspecto aceptable
y el aspecto falso de dicha tesis.
Es un hecho que cada persona piensa según sus propias cualidades, estructuras mentales,
circunstancias, educación, ambiente, y hasta según su particular estado de ánimo. Ese hecho es
indiscutible, y así la frase de Protágoras sería indiscutible.
Además, hay una idea de mayor altura, que también es verdadera, y que podría ser el
significado de la frase de Protágoras, a saber: cada uno debe actuar según su propia
conciencia. En ese sentido, es perfectamente válido, y hasta necesario, insistir en que es la
propia persona, con su conciencia, quien debe determinar lo que ha de hacer. Es la libertad y la
autonomía lo que es necesario defender. La propia conciencia, en la intimidad de cada uno, es
la que ha de escoger y, por lo tanto, sobrellevar toda la responsabilidad de la elección. Si sólo
esto significara la tesis de Protágoras, no habría que reprocharle nada. Pero el caso es que su
sentido se extiende a otro nivel, que hay que aclarar y rechazar.
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trata de aportaciones complementarias y perfectamente compatibles. Eso no es relativismo, y
la solución está en el esfuerzo de integración (no de oposición) entre tesis diferentes.
Si se trata de integrar estos dos puntos de vista acerca de la tesis de Protágoras, podríamos
concluir que si bien la razón humana es mensurante con respecto a lo que debemos escoger,
también es mensurata (medida, regida) por un nivel objetivo de realidad, al cual debe
someterse el mismo hombre, si de veras quiere conseguir la verdad (adecuación de la mente a
la realidad).
En Ética, lo anterior se expresa diciendo que aun cuando la propia conciencia es la que debe
decidir sobre lo que hay que hacer y elegir, la misma conciencia no está libre de ciertas
normas naturales, a las cuales debe someterse en sus juicios, si quiere ser verdadera, realista, y
efectivamente adecuada al auténtico valor. Como puede notarse, persiste el valor de la
autonomía, pero al mismo tiempo persiste la participación o adecuación a los valores
superiores.
Por último, desde un punto de vista práctico, nótese que un relativista, si de veras toma en
serio su postura, quedaría incapacitado para exigir justicia. Con toda razón, y de acuerdo con
su tesis, en el momento en que quisiera exigirla, le podrían responder que, en todo caso, eso
sería "su verdad", pero la autoridad, o la parte reclamada, piensa otra cosa acerca de la justicia,
y, ante eso, nada podría objetar el que se dice relativista. Y es que el relativismo, en verdad,
mina todo fundamento objetivo acerca de los valores.
La tesis de Calicles
Por su parte, Calicles (o bien Trasímaco, según otras versiones) sostiene que: "La ley es del
más fuerte". Esto quiere decir que la persona con más energía, voz, fuerza física o mental, es
la que, de hecho, ocupa el puesto de autoridad y dicta leyes, ordena, y dirige a la comunidad.
Como comentario crítico podemos decir que, si bien es un hecho que así suele suceder, no es
cierto que por derecho así deba suceder. No es la fuerza la característica específica del
legislador o de la autoridad. Para que un legislador efectivamente cumpla con su cometido, es
necesario que llene estas dos cualidades: que con su inteligencia esté al tanto de las
necesidades reales de la comunidad a su cargo, y que con su voluntad quiera efectivamente la
promoción de ese bien común. Con esas dos cualidades, es posible ejercer el cargo de
legislador y de autoridad. Y en ese caso, la fuerza es un auxiliar, algunas veces muy poderoso,
pero no es lo que hace al legislador como tal.
La tesis de Gorgias
Otro famoso sofista es Gorgias, y su postura puede llamarse nihilismo. Se enuncia en tres
célebres tesis, a saber:
a) Nada existe; Sostenía el primer punto demostrando que no existe ni el ser ni el no ser.
En efecto, el no ser no es, porque si fuese sería a la vez no ser y ser, lo que es
contradictorio. Y el ser, si fuese, debería ser o eterno o engendrado, o eterno y
engendrado a la vez. Pero si fuese eterno sería infinito y si infinito no estaría en ningún
lugar, esto es, no existiría de hecho. Si es engendrado, debe haber nacido o del ser o
del no ser; pero del no ser no nace nada; y si ha nacido del ser ya existía primero, en
consecuencia, no es engendrado. El ser no puede ser, pues, ni eterno ni engendrado; ni
puede ser tampoco eterno y engendrado a la vez, porque las dos cosas se excluyen. Así,
pues, ni el ser ni el no ser existen.
b) Si algo existiera, no lo podríamos conocer; Pero si el ser fuese, no podría ser pensado.
En efecto, las cosas pensadas no existen; de lo contrario existirían todas las cosas
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inverosímiles y absurdas que al hombre se le antoja pensar. Pero si es verdad que lo
que es pensado no existe, será también verdad que lo que existe no es pensado y que,
por tanto, el ser, si existe, es incognoscible.
c) Si algo conociéramos, no lo podríamos expresar; En fin, aunque fuese cognoscible, no
sería comunicable. Nosotros, en efecto, nos expresamos por medio de la palabra, pero
la palabra no es el ser; así pues, comunicando palabras, no comunicamos el ser.
Gorgias llega así a un nihilismo filosófico completo, utilizando las tesis eleáticas acerca del
ser y reduciéndolas al absurdo. Se ha dudado de si este nihilismo representa verdaderamente
las convicciones filosóficas de Gorgias o fue más bien un simple ejercicio.
Sócrates
1. Biografía
El tiempo del nacimiento de Sócrates resulta determinado por la edad que él tenía en la fecha
de su proceso y condena. Por esta fecha (399) tenía 70 años, debió nacer, por tanto, en el 470
a. de J. C. Su padre, Sofronisco, era escultor; su madre, Fenarete, comadrona: él mismo
parangonó después su obra de maestro con el arte de su madre. Completó en Atenas su
educación juvenil, estudió probablemente geometría y astronomía; y, si no fue discípulo de
Anaxágoras (como querría un testimonio antiguo), conoció ciertamente el escrito de este
filósofo, según se desprende del Fedón platónico. Se alejó de Atenas sólo tres veces para
cumplir su deber de soldado y estuvo en las batallas de Potidea, Delios y Anfípolis.
Consagrado a esta tarea, descuidó toda actividad práctica y vivió pobremente con su mujer
Jantipa y sus hijos. Su figura, sin embargo, no posee ninguno de los rasgos convencionales de
que la tradición se ha valido para esbozar el carácter de otros sabios, por ejemplo, de
Anaxágoras o de Demócrito. Su personalidad tenía algo extraño e inquietante, que no
escapaba a quienes se acercaron a él y nos lo han descrito. Su misma apariencia física chocaba
con el ideal helénico del alma sabia en un cuerpo bello y armonioso: parecía un sueño, lo cual
estaba en estridente contraste con su carácter moral y con el dominio de sí mismo que
conservaba en todas las circunstancias.
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El motivo auténtico de la falta de actividad de Sócrates escritor puede verse bosquejado en el
Fedro platónico, en las palabras que el rey egipcio Thamus dirige a Thot, inventor de la
escritura: "Ofreces a los alumnos la apariencia, no la verdad de la sabiduría; puesto que
cuando ellos, gracias a ti, habrán leído tantas cosas sin ninguna enseñanza, se creerán en
posesión de muchos conocimientos, a pesar de permanecer fundamentalmente ignorantes y se
harán insoportables a los demás, porque poseerán no la sabiduría, sino la presunción de la
sabiduría." Para Sócrates, que entiende el filosofar como el examen incesante de sí mismo y de
los demás, ningún escrito puede suscitar y dirigir el filosofar. El escrito puede comunicar una
doctrina, no estimular la investigación. Si Sócrates renunció a escribir, ello fue debido, por
tanto, a su misma actitud filosófica y forma parte esencial de tal actitud.
2. Conócete a ti mismo
Por esto Sócrates adoptó la divisa deifica Conócete a ti mismo e hizo del filosofar un examen
incesante de sí mismo y de los demás: de sí mismo en relación con los demás, de los demás en
relación consigo mismo. La primera condición de este examen es el reconocimiento de la
propia ignorancia. Cuando Sócrates supo la respuesta del oráculo, que le proclamaba el
hombre más sabio de todos, sorprendido se fue a interrogar a los que parecían sabios y se dio
cuenta de que la sabiduría de éstos era nula. Comprendió entonces el significado del oráculo:
ningún hombre sabe nada verdaderamente, pero es sabio únicamente quien sabe que no sabe,
no quien se figura saber e ignora así hasta su misma ignorancia.
Y en realidad sólo quien sabe que no sabe procura saber, mientras quien se cree en posesión de
un saber ficticio no es capaz de investigar, no se preocupa de sí mismo y permanece
irremediablemente alejado de la verdad y de la virtud. Este principio socrático representa la
neta antítesis polémica de la sofística. Contra los sofistas que hacían profesión de sabiduría y
pretendían enseñarla a los demás, Sócrates hace profesión de ignorante. El saber de los sofistas
es un no-saber ficticio privado de verdad, que confiere sólo presunción y jactancia e impide
asumir la actitud sumisa de la investigación, única digna de los hombres.
3. El método socrático
El medio para promover en los demás este reconocimiento de la propia ignorancia, que es
condición de la investigación, es la ironía. La ironía es la interrogación tendente a descubrir al
hombre su ignorancia, abandonándolo a la duda y la inquietud para obligarle a investigar. La
ironía es un medio de descubrir la nulidad del saber ficticio, para poner al desnudo la
ignorancia fundamental que el hombre oculta incluso a sí mismo con los oropeles de un saber
hecho de palabras y de vacío.
La ironía es el arma terrible de Sócrates contra la jactancia del ignorante que no sabe que lo es
y por esto se resiste a examinarse a sí mismo y a reconocer sus propios límites. Tal es la
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sacudida que el torpedo marino comunica a quien le toca y, en efecto, sacude al hombre del
torpor y le comunica la duda que le encamina hacia la búsqueda de sí mismo. Y precisamente
por esto es también una liberación. Sobre este aspecto de la ironía como liberación del saber
ficticio, o sea, de lo que oficial o comúnmente pasa por saber o por ciencia, ha insistido
justamente Kierkegaard en el Concepto de la ironía. Se trata ciertamente de una función
negativa, del aspecto limitante y destructivo de la filosofía socrática, pero precisamente por
ello, de un aspecto que es indisoluble de la filosofía como investigación y que, por lo mismo,
contribuye a hacer de Sócrates el símbolo de la filosofía occidental.
La divinidad que le obliga a hacer de comadrón le prohíbe dar a luz; y no tiene ningún
descubrimiento que enseñar a los demás ni puede hacer más que ayudarles en su parto
intelectual. Los demás, los que se le acercan, parecen, al principio, completamente ignorantes,
pero después su búsqueda se hace fecunda, sin que, sin embargo, aprendan nada de él. Este
arte mayéutica no es en realidad más que el arte de la investigación en común. El hombre no
puede por sí solo llegar a ponerse en claro consigo mismo. La investigación que le concierne
no puede empezar y acabar en el recinto cerrado de su individualidad: por el contrario, sólo
puede ser fruto de un diálogo continuo con los demás, tanto como consigo mismo. En esto
radica verdaderamente su antítesis polémica con la sofística.
4. El concepto y la inducción
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El saber cuya necesidad e interés en los hombres quiere despertar, debe ser una ciencia,
lograda mediante un método riguroso. Y, en efecto, sólo una ciencia de este género, con su
perfecta objetividad, permite a los hombres entenderse y asociarse en la investigación común.
Únicamente como ciencia es posible enseñar la virtud.
Indudablemente los conceptos que Sócrates ha elaborado son todos ellos de carácter ético-
práctico y se refieren al deber ser y no a la realidad de hecho. Pero todo concepto, sea teórico o
práctico, tiene por objeto la esencia de las cosas, su ser y su sustancia permanente. En qué
consista la sustancia o la esencia es un problema posterior que Sócrates dejó como herencia a
sus sucesores y que constituye el tema fundamental de la filosofía de Platón y de Aristóteles.
Pocas tesis pueden sacarse en limpio en el pensamiento socrático. Y no sólo porque es difícil
distinguir la aportación de Platón y lo propio de Sócrates, sino también porque en la
mentalidad socrática todo aparece como en proceso de esclarecimiento. Sin embargo, acerca
de la virtud, destaca la curiosa identificación con la ciencia. La virtud es lo mismo que la
ciencia del bien. Asimismo, el vicioso lo es sólo por ignorancia. Dicho de otra manera, un
conocimiento que no logre ordenar en el propio sujeto los impulsos sensibles, no merece
llamarse ciencia.
Esta doctrina, tomada en todo su rigor, no puede aceptarse, pues continuamente se dan casos
de personas que conocen perfectamente el bien concreto que han de seguir y, sin embargo, no
se determinan a realizarlo; escogen libremente otro camino, cuyo bien no es el que en ese
momento conviene a su naturaleza y circunstancias. Eligen mal, conociendo su propio bien.
Pero además, el hombre, con su libre albedrío, tiene siempre la posibilidad de escoger entre
varios bienes que efectivamente conoce, y no todos ellos son igualmente convenientes a su
naturaleza. Por lo tanto, no basta conocer el bien, para seguirlo; es necesario el uso recto de la
libertad, para que elija el que efectivamente sea honesto para el hombre, en sus circunstancias
concretas.
Tal parece que Sócrates no tomó en cuenta el papel de la libertad. Su tesis envuelve un cierto
determinismo intelectual. Pero hasta los santos se han quejado de la ineficacia de su querer,
frente al bien conocido. ¡Qué más quisiera un intelectual, que su conocimiento fuera suficiente
para alcanzar la virtud! Los hechos, sin embargo, son muy diferentes: hay sabios en Ética y en
Teología moral que no han alcanzado las virtudes; y, por otro lado, también hay grandes
ignorantes en estas ciencias, pero virtuosos en su conducta práctica.
6. La muerte de Sócrates
La influencia de Sócrates se había ya ejercido en Atenas sobre una generación entera, cuando
tres ciudadanos, Melitos, Anitos y Licón, le acusaron de corromper la juventud enseñando
creencias contrarias a la religión del Estado. La acusación tenía escasa consistencia y habría
quedado en nada, si Sócrates hubiese hecho alguna concesión a sus jueces. No quiso hacerla,
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por el contrario. Su defensa consistió en una exaltación de la tarea educativa que había
emprendido respecto a los atenienses. Declaró que en ningún caso habría abandonado esta
tarea, a la cual le requirió una orden divina. Por una pequeña mayoría, Sócrates fue declarado
culpable. Podía entonces marcharse al destierro o proponer una pena adecuada al veredicto.
En vez de esto, aun manifestándose dispuesto a pagar una multa de tres mil dracmas, declaró
orgullosamente que se sentía merecedor de que se le alimentase a expensas públicas en el
Pritaneo, como se hacía con los hombres beneméritos de la ciudad. Se produjo entonces como
consecuencia con mayoría más fuerte la condena a muerte que habían pedido los acusadores.
Entre la condena y la ejecución transcurrieron treinta días, porque una solemnidad sagrada
impedía en aquel período las ejecuciones capitales. Durante este tiempo los amigos
organizaron su fuga y procuraron inducirle a ella; pero Sócrates rehusó. Los motivos de esta
negativa se exponen en el Critón platónico: Sócrates quiere dar con su muerte un testimonio
decisivo a favor de su enseñanza.
Había vivido hasta entonces enseñando la justicia y el respeto a la ley; no podía, con su fuga,
ser injusto hacia las leyes de su ciudad y desmentir así, en el momento decisivo, toda su obra
de maestro. Por otra parte, no temía a la muerte. Aunque no tuviera una absoluta certeza de la
inmortalidad del alma, alimentaba la esperanza de una vida después de la muerte que fuese
para los hombres justos mejor que para los malvados. Contaba setenta años de edad,
consideraba que había cumplido su misión, a la que había permanecido fiel durante toda su
vida y a la que debía todavía dar, con la muerte, la última prueba de fidelidad.
Sus últimas palabras a los discípulos fueron también una incitación a la investigación: "Si os
cuidáis de vosotros mismos, cualquier cosa que hagáis me será grata, a los míos y a vosotros
mismos, aunque ahora no os comprometáis a nada. Pero si, por el contrario, no os preocupáis
de vosotros mismos y no queréis vivir de manera conforme con lo que ahora y antes os he
dicho, hacerme ahora muchas y solemnes promesas no serviría de nada".
Si la Grecia antigua ha sido la cuna de la filosofía porque por primera vez realizó una
investigación libre y autónoma, Sócrates encarna en su persona el espíritu genuino de la
filosofía griega, porque realizó en grado sumo la exigencia de dicha investigación. En el
empeño de una investigación conducida con método riguroso e incesantemente continuada
colocó el valor más alto de la personalidad humana: la virtud y el bien. Tal es, en efecto, el
significado de la identificación entre virtud y ciencia, que tantas veces se ha tomado como
intelectualismo. La ciencia es para Sócrates la investigación ordenadamente conducida, y la
virtud es la forma de vida propiamente humana: su identidad es el significado no sólo de la
obra, sino de la misma personalidad de Sócrates.
Platón
1. Biografía
Platón nació en Atenas el 428 a. de J. C., de familia de antigua nobleza que descendía de
Solón por parte de madre y del rey Codro por parte de padre. Se sabe poco de su educación.
Según Aristóteles, ya desde joven se familiarizó con Cratilo, discípulo de Heráclito, y, por lo
tanto, con la doctrina heraclitea. Según Diógenes Laercio, escribió composiciones éticas,
líricas y trágicas, que después quemó; pero esta noticia, aunque verosímil, no puede darse por
segura.
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A los veinte años empezó su trato con Sócrates y hasta el 399, año de la muerte de éste, se
contó entre sus discípulos. Este año señala también una fecha decisiva en la vida de Platón. La
Cana VII, que, al reconocerse su autenticidad, se ha convertido en el documento fundamental
para la reconstrucción no sólo de la biografía, sino de la personalidad misma de Platón, nos
permite echar una mirada sobre los intereses espirituales que dominaron esta primera parte de
su vida. Cuando joven pensaba dedicarse a la vida política. El régimen de los treinta tiranos,
entre los cuales contaba con parientes Desde aquel momento, Platón no cesó de meditar sobre
el modo cómo sería posible mejorar la condición de la vida política y la entera constitución del
Estado, pero difirió su intervención activa para un momento oportuno. Se dio cuenta entonces
que dicha mejora sólo podría efectuarse mediante la filosofía. "Vi que el género humano no
llegaría nunca a libertarse del mal si, primeramente, no alcanzaban el poder los verdaderos
filósofos, o los rectores del Estado no se convertían por azar divino en verdaderos filósofos".
Pero las esperanzas que Platón concibiera respecto a la obra de aquéllos se disolvieron en la
desilusión: los tiranos hicieron echar de menos, con sus violencias, el antiguo orden de cosas.
Entre otros hechos, mandaron a Sócrates que fuera con otros a casa de un ciudadano para
matarle, y ello para complicar a Sócrates, de grado o por fuerza, en su política. Después de la
caída de los treinta, la restauración de la democracia incitó a Platón a la vida política; pero
entonces aconteció el hecho decisivo que le asqueó para siempre de la política de su tiempo: el
proceso y la condena de Sócrates.
Platón murió en el 347, a los 81 años. Un papiro de Herculano recientemente descubierto nos
ofrece la descripción de las últimas horas del filósofo. La última visita que recibió fue la de un
caldeo. Una mujer tracia estaba tocando y se equivocó en el tiempo: Platón, que ya tenía
fiebre, hizo al huésped una señal con el dedo. El caldeo observo cortésmente que sólo los
griegos entendían de medida y de ritmo. Durante la noche siguiente la fiebre se agravó y tal
vez aquella misma noche murió Platón.
Platón no veía en el discurso escrito más que una ayuda para la memoria; y él mismo nos
atestigua que de la enseñanza de la Academia formaban parte también "doctrinas no escritas.
Ahora bien, entre los discursos escritos, el diálogo es el único que reproduce la forma y la
eficacia del discurso hablado. Este es fiel expresión de la investigación, la cual, según el
concepto socrático, es un examen incesante de sí mismo y de los demás, por lo tanto, un
preguntar y contestar. Platón sostiene que el pensamiento mismo no es más que un discurso
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que el alma hace consigo misma, un diálogo interior en que el alma se pregunta y se contesta a
sí misma.
La expresión verbal o escrita no puede, pues, hacer otra cosa que reproducir la forma necesaria
de la investigación, el diálogo. La misma convicción que ha impedido a Sócrates escribir, ha
impulsado a Platón a adoptar y a mantener la forma dialógica en sus escritos. El diálogo era,
pues, para Platón el único medio para expresar y comunicar a los demás la vida de la
investigación filosófica.
El diálogo reproduce la marcha misma de la investigación que procede lentamente y con fatiga
de etapa en etapa; y sobre todo reproduce su carácter social y de comunidad, por cuya virtud la
investigación asocia y hace solidarios los esfuerzos de los individuos que la cultivan. Así la
forma de la actividad literaria de Platón es un acto de fidelidad al silencio literario de Sócrates;
uno y otro tienen el mismo fundamento: la convicción de que la filosofía no consiste en un
sistema de doctrinas, antes bien es investigación que replantea incesantemente los problemas,
para aclarar con ellos el significado y la realidad de la vida humana.
3. Obras
El diálogo fue creado por el filósofo griego Platón, tiene como objetivo hallar la verdad y un
tema primordialmente filosófico; todos los demás detalles ambientación, etcétera, están
subordinados a esos fines.
Se entiende por diálogo un género literario clásico que fue cultivado en la Grecia antigua,
consta de un corto número de interlocutores, mínimo de dos, máximo de cinco o seis,
raramente más; carece de acción dramática, de argumento y de acotaciones escénicas, ya que
su fin no es contar una historia ni tiene por fin la representación sobre un escenario, sino tratar
de explorar un tema o llegar a alguna conclusión sobre el mismo.
Las obras de Platón están agrupadas por periodos según estudios y generalmente son los más
aceptados por los especialistas:
a) Primer período: Apología, Critón, Laques, Lisis, Cármides, Eutifrón, Hipias Menor y
Mayor, Protágoras, Gorgias, Ion. Este grupo, además de la diferencia de estilos, estaría
dominado por el interés en asuntos morales y la búsqueda socrática de definiciones.
b) Período medio: Menón, Fedón, República, Banquete, Fedro, Eutidemo, Menéxeno,
Crátilo. El interés filosófico de este grupo pasa por las cuestiones metafísicas.
c) Último período: Parménides, Teeteto, Sofista, Político, Timeo, Critias, Filebo, Leyes.
Los cuatro primeros diálogos son críticos respecto de las cuestiones ontológicas y
epistemológicas tratadas en diálogos anteriores.
4. La política
Todos los temas especulativos y los resultados fundamentales de los diálogos precedentes se
encuentran recapitulados en la obra máxima de Platón, la República, "Si los filósofos no
gobiernan la ciudad o si aquellos a quienes ahora llamamos reyes o gobernantes no cultivan de
verdad y seriamente la filosofía, si el poder político y la filosofía no coinciden en las mismas
personas y si la multitud de quienes ahora se aplican exclusivamente a uno u otra no se ve con
el máximo rigor privada de hacerlo, es imposible que cesen los males de la ciudad e incluso
los del género humano”
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El Estado debe estar constituido por tres grupos de ciudadanos con sus respectivas almas:
En el alma individual Platón distingue, al igual que en el Estado, tres partes: la parte racional,
mediante la cual el alma razona y domina los impulsos; la parte concupiscible, que es el
principio de todos los impulsos corporales; y la parte irascible, que es auxiliar del principio
racional y se irrita y lucha por lo que la razón considera justo.
Propia del principio racional será la prudencia, y del principio irascible la fortaleza y
corresponderá a la templanza el acuerdo de las tres partes en dejar el mando al alma racional.
Igualmente en el hombre individual se logrará la justicia cuando cada parte del alma haga
únicamente su propia función. Evidentemente, la realización de la justicia en el individuo y en
el Estado sólo puede proceder paralelamente. El Estado es justo cuando cada individuo atiende
sólo a la tarea que le es propia; y el individuo que atiende sólo a la tarea propia, es él mismo
justo. La justicia no es sólo la unidad del Estado en sí mismo y del individuo en sí mismo; es,
al mismo tiempo, la unidad del individuo y del Estado, y, por tanto, el acuerdo del individuo
con la comunidad.
6. Formas de gobierno
Platón establece las categorías de las diferentes formas de gobierno en un orden de mejor a
peor:
El Estado de que habla Platón es el Estado aristocrático, en el cual el gobierno pertenece a los
mejores. Pero éste no corresponde a ninguna de las formas de gobierno existentes. Otra forma
de gobierno es la Monarquía, con tal que el rey sea el mejor entre los mejores, calificado por el
bien común.
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Estas son todas degeneraciones del hombre justo, que es uno en sí y con la comunidad, porque
es fiel a su tarea.
El hiperuranio, término que Platón utilizo para referirse al mundo de ideas perfectas, el mundo
de la realidad sensible es apariencia, el mundo de las ideas es la única existencia auténtica y
verdadera; es el mundo de las existencias ideales, de las creencias puras sin espacio ni tiempo
de los arquetipos perfectos y paradigmas únicos de la realidad, de las entidades incorpóreas,
absolutas y eternas; el lugar más allá del cielo y por lo tanto del tiempo y el espacio, residencia
imperecedera de la eternidad.
Las ideas son los objetos específicos del conocimiento racional; como objetos del
conocimiento racional, las ideas reciben en Platón el nombre de entes o sustancias y se
distinguen claramente de las cosas sensibles. La filosofía consiste en avanzar más allá de
las apariencias y, ante todo, de las apariencias sensibles.
Las ideas son criterios o principios de juicio de las cosas naturales; en efecto, las ideas
constituyen los criterios para juzgar las cosas sensibles. Por ejemplo, para juzgar si dos cosas
son iguales, nos servimos de la idea de lo igual, que es la igualdad perfecta a la que sólo se
adecuan imperfectamente los iguales sensibles. Para juzgar de lo que es bueno, justo, santo,
bello, el criterio lo obtenemos de las ideas correspondientes, o sea, de los entes a quienes
corresponden estos conceptos.
Las ideas son causas de las cosas naturales. Platón presenta esta doctrina como una
consecuencia inmediata de la teoría de Anaxágoras, que la mente es la causa ordenadora de
todas las cosas. "Si es así, si la inteligencia ordena todas las cosas y cada cosa dispone del
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mejor modo, hallar la causa por la que cada cosa se genera, se destruye o existe, significa
encontrar cuál es para ella el modo mejor de existir, de modificarse o de actuar".
El alma es inmortal, ha nacido muchas veces y ha visto todas las cosas, sea en este mundo, sea
en el Hades o inframundo: no es maravilla, pues, que pueda recordar lo que ya sabía. La
naturaleza es toda en sí congénere: y como el alma lo ha aprendido todo, nada impide que
cuando se acuerda de una sola cosa lo que precisamente es aprender, encuentre por sí misma
todo lo restante, si tiene valor y no se cansa en la investigación; puesto que investigar y
aprender no son más que recordar.
9. El mito de la caverna
Filósofo es aquel que ama el conocimiento en su totalidad y no sólo en alguna de sus partes
singulares. Pero ¿qué es el conocimiento? Platón establece aquí por primera vez
explícitamente el criterio fundamental de la validez del conocer: "Lo que absolutamente es, es
absolutamente cognoscible; lo que no es de ninguna manera, de ninguna manera es
cognoscible". Por esto al ser corresponde la ciencia, que es el conocimiento absolutamente
verdadero; al no-ser, la ignorancia; y al devenir, que se encuentra entre el ser y el no ser,
corresponde la opinión, que se encuentra entre el conocimiento y la ignorancia. Opinión y
ciencia constituyen todo el campo del conocimiento humano. La opinión posee como campo
propio el conocimiento sensible, la ciencia el conocimiento racional.
Ahora bien, la caverna es justamente el mundo sensible; las sombras proyectadas sobre el
fondo son los seres naturales; el fuego es el sol. Nuestro conocimiento de las cosas naturales
es como el de esos esclavos. Si el esclavo que antes se ha liberado vuelve a la caverna, sus
ojos se hallarán ofuscados por la oscuridad y no sabrá discernir las sombras; por esto se verá
burlado y despreciado por sus compañeros, los cuales conferirán los máximos honores a
quienes saben ver las sombras más agudamente. Pero él sabe que la verdadera realidad está
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fuera de la caverna, que el verdadero conocimiento no es el de las sombras y por esto sentirá
compasión por aquellos que se contentan con tal conocimiento y lo tienen por verdadero.
Aristóteles
1. Biografía
Cuando Aristóteles que había nacido en Estagira en el 384 a. C, entró en la escuela de Platón,
contaba sólo 17 años. En esta escuela permaneció veinte años. Esta larga permanencia, tanto
más notable tratándose de un hombre que poseía capacidad especulativa e independencia de
pensamiento excepcionales, hace imposible que se pueda prestar fe a las anécdotas llegadas
hasta nosotros sobre la ingratitud de Aristóteles con respecto a su maestro. Según Diógenes
Laercio, Platón habría dicho: "Aristóteles me ha pateado como los potros a su madre cuando
les ha dado a luz". Pero en realidad, la existencia, hoy demostrada, de un período platónico en
la especulación aristotélica, la elegía del altar destinada a exaltar a Platón y el mismo tono que
Aristóteles emplea al criticarle, demuestran que la actitud de Aristóteles hacia su maestro fue
la de la fidelidad y del respeto, aunque dentro de la más resuelta independencia de crítica
filosófica.
En el año 342 Aristóteles fue llamado por Filipo, rey de Macedonia, a Pella, para hacerse
cargo de la educación de Alejandro. El padre de Aristóteles, Nicómaco, había sido médico de
la corte en Macedonia unos cuarenta años antes; pero tal vez lo que determinó la elección de
Filipo fue la amistad de Aristóteles con Hermías quien estaba en relación con Filipo.
Fundó entonces su escuela, el Liceo, que comprendía, además de un edificio, y del jardín, el
paseo del que tomó el nombre. Lo mismo que la Academia, el Liceo practicaba la comunidad
de vida; pero aquí el orden de las lecciones estaba firmemente establecido. Aristóteles
dedicaba las mañanas a los cursos más difíciles de tema filosófico; por las tardes daba
lecciones de retórica y de dialéctica a un público más vasto.
Cuando en 323 Alejandro murió, la insurrección del partido nacionalista contra los partidarios
del rey puso en peligro a Aristóteles. Para evitar que "los atenienses cometiesen un segundo
crimen contra la filosofía", Aristóteles se alejó de Atenas y huyó a Calcis en Eubea, patria de
su madre, donde poseía una propiedad que de ella había heredado. Aquí se quedó durante los
meses siguientes hasta el día de su muerte. Una enfermedad del estómago, que le afligía, puso
término a su vida a los 63 años, en el 322-21.
2. Obras
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Las obras que han llegado hasta nosotros comprenden solamente los escritos que Aristóteles
compuso para las necesidades de su enseñanza.
Además de estos escritos, que se han llamado acroamáticos, por estar destinados a los oyentes,
o esotéricos, esto es, conteniendo una doctrina secreta, pero que en realidad sólo son los
apuntes de que se servía para su enseñanza, Aristóteles compuso otros escritos siguiendo la
tradición platónica, en forma dialogada, que él mismo llamo exotéricos, esto es, destinados al
público, en los cuales empleaba mitos y otros adornos vivaces y aparecía tan elocuente como
enjuto y severo se muestra en los escritos escolares.
En sus diálogos Aristóteles no sólo adoptó la forma literaria de su maestro, sino también los
temas y alguna vez los títulos de sus obras.
Las obras acroamáticas de Aristóteles, llevadas a Roma por Sila, fueron ordenadas y
publicadas por Andrónico de Rodas hacia la mitad del siglo I antes de J.C. Estas obras
comprenden:
a) Escritos de Lógica, conocidos en conjunto con el nombre de Organon (o instrumentos
de investigación): Categorías (un libro): sobre los predicados fundamentales de las
cosas. Sobre la interpretación (un libro): sobre las proposiciones y el juicio. Analíticos
primeros (dos libros): sobre el razonamiento.
b) La Metafísica (catorce libros). Libro I: Naturaleza de la ciencia. Los cuatro principios
metafísicos. Mirada crítica sobre las doctrinas de sus predecesores (cap. IX: Sobre la
doctrina platónica de las ideas). Libro II: Dificultad de la búsqueda de la verdad.
c) Escritos de Física, Historia Natural, Matemática y Psicología.
d) Escritos de Ética, Política, Economía y Retórica.
La enseñanza fundamental de Platón es, pues, según Aristóteles, la estrecha relación que existe
entre la virtud y la felicidad; y el valor de esta enseñanza consiste en el hecho de que Platón no
se limitó a demostrarla con argumentaciones cerradas, sino que lo incorporó a su vida y vivió
para ello.
Pero según Platón, el hombre puede alcanzar el bien, que es la misma felicidad, sólo mediante
una búsqueda rigurosamente conducida que se dirija hacia la ciencia del ser en sí. Platón no
establecía solamente la identidad entre virtud y felicidad, sino también entre virtud y ciencia.
Por una parte, según Aristóteles, la filosofía se ha convertido en sistema de las ciencias
particulares. Por otra parte, la misma filosofía es una ciencia particular, ciertamente la "reina"
de las demás, pero sin absorberlas ni resolverlas en sí misma. Por esto, mientras para Platón la
investigación filosófica da lugar a sucesivas profundizaciones, al examen de problemas
siempre nuevos que procuran aprehender por todas partes al mundo del ser y del valor, para
Aristóteles se encamina hacia la constitución de una enciclopedia de las ciencias en la cual no
se deja de lado ningún aspecto de la realidad.
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ellas. En estos términos, el problema es propiamente aristotélico y no se encuentra nada
parecido en la obra de Platón. Para éste la filosofía no es más que el filosofar, y el filosofar es
el hombre que procura realizar su verdadera mismidad, ligándose con el ser y con el bien, que
es el principio del ser. No existe en Platón el problema de qué sea la filosofía, sino sólo el
problema de qué es el filósofo, el hombre en su auténtica y lograda realización.
4. La filosofía primera
Estas son tres: la matemática, la física y la filosofía primera, que después de Aristóteles se
llamará metafísica.
La matemática tiene por objeto la cantidad en su doble aspecto de cantidad discreta o numérica
(aritmética) y de cantidad continua de una, dos o tres dimensiones (geometría). La física tiene
por objeto el ser en movimiento, y, en consecuencia, aquellas determinaciones del ser que van
ligadas a la materia, que es condición de movimiento. La filosofía debe constituirse por
analogía con las demás ciencias teoréticas, si quiere asumir como objeto de su consideración
el ser en cuanto ser.
Al igual que la matemática y la física, debe proceder por abstracción. El matemático despoja
las cosas de todas las cualidades sensibles (peso, ligereza, dureza, etc.) y las reduce a la
cantidad discreta o continua; el físico prescinde de todas las determinaciones del ser que no se
reducen al movimiento. Análogamente, el filósofo debe despojar al ser de todas las
determinaciones particulares (cantidad, movimiento, etc.) y considerarlo sólo en cuanto ser.
Además, así como la matemática parte de ciertos principios fundamentales que conciernen al
objeto que le es propio, la cantidad en general (por ejemplo, el axioma: quitando cantidades
iguales a cantidades iguales los restos son iguales), así la filosofía debe partir de un principio
que le sea propio y que concierne al objeto que le es propio, el ser.
5. La sustancia
En consecuencia como lo que explica y justifica el ser de cada cosa. La sustancia es la causa
primera del ser propio de cada realidad determinada. Es lo que hace de un compuesto algo que
no se resuelve en la suma de sus elementos componentes. Del mismo modo que la sílaba ba no
es igual que a la suma de b y a, sino que posee una naturaleza propia que desaparece en cuanto
se resuelve en las letras que la componen, así cualquier realidad posee una naturaleza que no
resulta de la suma de sus elementos componentes y es distinta de cada uno y de todos estos
elementos.
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finalidad y causa eficiente no son más que la sustancia misma de la realidad cuyo por qué se
pregunta.
Estas observaciones son la clave para entender toda la doctrina aristotélica de la sustancia y en
consecuencia, para penetrar en el corazón mismo de la metafísica aristotélica. La expresión
que emplea Aristóteles para definir la sustancia es: lo que el ser es. La sustancia es el ser del
ser: el principio por el cual el ser es necesariamente tal. Pero en tanto que ser del ser, la
sustancia posee una doble función, a la cual corresponde una doble consideración de la misma:
es, por una parte, el ser en que se determina y limita la necesidad del ser, por otra, el ser que es
necesidad determinante y limitadora.
En la Física Aristóteles presenta las causas y variedades del cambio o movimiento, es preciso
adquirir la ciencia de las causas primeras, siendo que decimos que se sabe, cuando creemos
que se conoce la causa primera. Se distinguen cuatro causas:
7. Materia y forma
Todo lo que deviene posee una causa eficiente que es el punto de partida y el principio del
devenir; llega a ser algo (por ejemplo, una esfera o un círculo) que es la forma o punto de
llegada del devenir; y deviene a partir de algo, que no es la simple privación de esta forma,
sino su posibilidad o potencia y se llama materia. El artífice, que construye una esfera de
bronce, del mismo modo que no produce el bronce, tampoco produce la forma de esfera que
infunde al bronce. No hace más que dar a una materia preexistente, el bronce, una forma
preexistente, la esfericidad. Si hubiese de producir también la esfericidad, debería sacarla de
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alguna otra cosa, como saca del bronce la esfera de bronce; esto es, debería haber una materia
de la cual sacar la esfericidad y luego una materia aún de esta materia, y así hasta el infinito.
Es evidente, pues, que la forma o especie que se imprime a la materia, no deviene, antes bien,
lo que deviene es el conjunto de materia y forma que de ésta toma su nombre. La sustancia, en
tanto que materia o en tanto que forma escapa al devenir; al cual, por el contrario, se somete la
sustancia como forma.
8. Potencia y acto
Aristóteles identifica la materia con la potencia, la forma con el acto. La potencia es en general
la posibilidad de producir un cambio o de sufrirlo. Hay la potencia activa, que consiste en la
capacidad de producir un cambio en sí o en otro (como, por ejemplo, en el fuego la potencia
de calentar y en el constructor la de construir); y la potencia pasiva, que consiste en la
capacidad de sufrir un cambio (como, por ejemplo, en la madera la capacidad de arder, en lo
que es frágil la capacidad de romperse). La potencia pasiva es propia de la materia; la potencia
activa es propia del principio de acción o causa eficiente.
El acto es, en cambio, la existencia misma del objeto. Este se halla con respecto a la potencia
"como el construir con respecto al saber construir, el estar despierto al dormir, el mirar al tener
los ojos cerrados, a pesar de poseer la vista, y como el objeto sacado de la materia y elaborado
completamente se halla con respecto a la materia bruta y al objeto no acabado todavía"
El acto es anterior a la potencia. Lo es con respecto al tiempo: ya que es verdad que la semilla
(potencia) es antes que la planta, la capacidad de ver antes que el acto de ver; pero la semilla
no puede proceder más que de una planta y la capacidad de ver no puede ser propia más que
de un ojo que ve. El acto es anterior también por la sustancia, ya que lo que en el devenir es
último, la forma lograda, es sustancialmente anterior: por ejemplo, el adulto es anterior al
muchacho y la planta a la semilla, en cuanto que el uno ha realizado ya la forma que el otro no
posee.
La causa eficiente del devenir debe preceder al devenir mismo y la causa eficiente es acto.
Incluso desde el punto de vista del valor el acto es anterior, ya que la potencia es siempre
posibilidad de dos contrarios; por ejemplo, la potencia de estar sano es también potencia de
estar enfermo; pero el acto de estar sano excluye la enfermedad. El acto es, pues, mejor que la
potencia.
9. El alma
Una parte de la física es la que estudia el alma. El alma pertenece a la física en cuanto es
forma incorporada a la materia; las formas de esta clase son estudiadas precisamente por la
física, mientras las matemáticas estudian las formas abstractas o separadas de la materia. El
alma es una sustancia que informa y vivifica a un determinado cuerpo. Es definida como "el
acto primero de un cuerpo que tiene la vida en potencia". El alma es al cuerpo lo que el acto de
la visión al órgano visual; es la realización final de la capacidad propia de un cuerpo orgánico.
Así como cada instrumento tiene una función propia, que es el acto o actividad del
instrumento (verbigracia, la función del hacha es cortar), así el cuerpo como instrumento tiene
la vida y el pensamiento como función; y el acto de esta función es el alma.
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Aristóteles distingue tres funciones fundamentales del alma:
a) la función vegetativa, es decir la potencia nutritiva y reproductiva, propia de todos los
seres vivientes, empezando por las plantas;
b) la función sensitiva, que comprende la sensibilidad y el movimiento y es propia de los
animales y del hombre;
c) la función intelectiva, propia del hombre.
10. La ética
Cada arte, cada investigación, así como cada acción y cada elección, están hechas con vistas a
un fin que nos parece bueno y deseable: el fin y el bien coinciden. Los fines de las actividades
humanas son múltiples y algunos de ellos son deseados solamente en vista de fines superiores;
por ejemplo, deseamos la riqueza, la buena salud por la satisfacción y los placeres que nos
pueden proporcionar. Pero debe existir un fin supremo, que es deseado por sí mismo, y no
solamente como condición o medio para un fin ulterior. Si los otros fines son bienes, éste es el
bien supremo, del cual dependen todos los otros.
Aristóteles no duda de que este fin sea la felicidad. La búsqueda y la determinación de este fin
es el objeto primero y fundamental de la ciencia política, porque solamente por referencia a él
se puede determinar lo que deben aprender o hacer los hombres en su vida social y personal.
Mas ¿en qué consiste la felicidad para el hombre? Se puede responder a esta pregunta
solamente si se determina cuál es la misión propia del hombre. Cada cual es feliz cumpliendo
bien su misión: el músico cuando toca bien, el constructor cuando construye objetos perfectos.
Más la misión propia del hombre no es la vida vegetativa, que le es común con las plantas, ni
la vida de los sentidos, que le es común con los animales, sino solamente la vida de la razón.
Así el hombre sólo será feliz si vive según la razón; y esta vida es la virtud.
El valor, que es el justo medio entre la cobardía y la temeridad, determina lo que debemos o
no debemos temer. La templanza, que es el justo medio entre la intemperancia y la
insensibilidad, se refiere al uso moderado de los placeres. La liberalidad, justo medio entre la
avaricia y la prodigalidad, concierne el uso prudente de las riquezas. La magnanimidad, que es
el punto medio entre la vanidad y la humildad, concierne a la recta opinión de sí mismo. La
mansedumbre, que es el justo medio entre la irascibilidad y la indolencia, concierne a la ira.
La virtud ética principal es la justicia, a la cual dedica Aristóteles un libro entero de la ética.
En un sentido más general, es decir, como conformidad a las leyes, la justicia no es una virtud
particular, más la virtud íntegra y perfecta. En efecto, el hombre que respeta todas las leyes es
el hombre completamente virtuoso. Pero, además de este sentido general, la justicia tiene un
sentido específico y es entonces o distributiva o conmutativa. La justicia distributiva es la que
determina la distribución de los honores o del dinero o de otros bienes que pueden ser
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divididos entre quienes pertenecen a la misma comunidad. Estos bienes deben ser distribuidos
según los méritos de cada cual.
11. La retórica
Entre las artes necesarias a la vida social está la retórica. La retórica es afín a la dialéctica: al
igual que la dialéctica, no tiene un objeto específico pues concierne a todo tipo y especie de
objeto y sin embargo es propia de todos los hombres porque todos "se ocupan de investigar
sobre cualquier tesis y de defenderla, de defenderse y de acusar''.
La retórica trata de descubrir cuáles son estos medios en torno a cualquier argumento dado: en
este sentido no constituye la técnica propia de un campo específico. El objeto de la retórica es
lo "verosímil", lo que ocurre casi siempre (mientras el objeto de la ciencia es lo necesario que
ocurre siempre: el objeto de la retórica es lo análogo del necesario en las disciplinas cuyo
objeto carece de necesidad.
Como sea que cada discurso se dirige a un auditorio, que es el fin del discurso mismo y el
auditorio puede ser un simple oyente o un juez que debe pronunciarse sobre las cosas pasadas
o futuras, hay tres géneros de retórica: la deliberativa, la judicial y la demostrativa.
La retórica deliberativa se refiere a cosas futuras y debe persuadir o disuadir demostrando que
algo es útil o pernicioso. La retórica judicial se refiere a hechos acaecidos en el pasado y su
objeto es acusar o defender, persuadiendo de que tales hechos son justos o injustos. En fin, la
retórica demostrativa se refiere a cosas presentes y su objeto es alabarlas o condenarlas, como
verdaderas o falsas, buenas o malas.
12. Política
Más que el diseño de lo que debería ser una sociedad perfecta o justa, lo que le interesa a
Aristóteles es determinar las características del espacio social en el que se ha de desarrollar la
vida del hombre. También bosquejará tímidamente su sociedad ideal, en los libros 7 y 8 de la
"Política"; pero al igual que en otros aspectos de su obra se sentirá más atraído por el análisis
de la experiencia, en este caso, el de la experiencia de la vida colectiva o social del hombre.
Aristóteles, como Platón, considera que el fin de la sociedad y del Estado es garantizar el bien
supremo de los hombres, su vida moral e intelectual; la realización de la vida moral tiene lugar
en la sociedad, por lo que el fin de la sociedad, y del Estado por consiguiente, ha de ser
garantizarla. De ahí que tanto uno como otro consideren injusto todo Estado que se olvide de
este fin supremo y que vele más por sus propios intereses que por los de la sociedad en su
conjunto. También la necesidad de que un Estado sea capaz de establecer leyes justas, es decir,
leyes encaminadas a garantizar la consecución de su fin.
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a) La Monarquía, el gobierno del más noble con la aceptación del pueblo y el respeto de
las leyes, se opone a la Tiranía, donde uno se hace con el poder violentamente y
gobierna sin respetar las leyes.
b) La Aristocracia, el gobierno de los mejores y de mejor linaje, se opone a la Oligarquía,
el gobierno de los más ricos.
c) La Democracia el gobierno de todos según las leyes establecidas, se opone a la
Demagogia, el gobierno de todos sin respeto de las leyes, donde prevalece la
demagogia sobre el interés común. La Democracia es considerada por Aristóteles la
mejor forma de gobierno, tomando como referencia la organización social de la
ciudad-estado griega; una sociedad por lo tanto no excesivamente numerosa, con unas
dimensiones relativamente reducidas y con autosuficiencia económica y militar, de
modo que pueda atender a todas las necesidades de los ciudadanos, tanto básicas como
de ocio y educativas.
El helenismo
La doctrina de Aristóteles fue la culminación de la Filosofía en Grecia. Después de él, sólo
encontramos algunas figuras secundarias, que cultivaron temas particulares, preferentemente
el de la Ética. Los romanos tampoco se dedicaron con empeño a las especulaciones filosóficas.
Así pues, la decadencia helénica abarca también a los autores del Imperio romano. Podemos
catalogar esas tenues luces de la cultura filosófica en cuatro tendencias principales: el
estoicismo, el epicureísmo, el escepticismo y el eclecticismo. Como remate de todo este
periodo antiguo, en el siglo III d. J.C. brilló el pensamiento de Plotino.
El objetivo inmediato y urgente es la búsqueda de una orientación moral, a la cual debe estar
subordinada, como a su fin, la orientación teorética. El pensamiento debe servir a la vida, y no
la vida al pensamiento. La filosofía es todavía y siempre investigación. Pero investigación de
orientación moral, de una conducta de vida que ya no tiene su centro y su unidad en la ciencia,
sino que subordina la ciencia así como el medio al fin. Por este camino, la filosofía griega
había de ofrecer aún a la humanidad, enseñanzas vitales; pero ya no podía suscitar de su seno
aquellas grandes figuras que han señalado al hombre las líneas maestras de la especulación.
1. El estoicismo
Se llama así porque se erigió en el pórtico de Atenas (stoá). Su fundador es Zenón de Citio
(342-270 a. J.C.) y tiene representantes romanos de gran renombre, como Séneca y el
emperador Marco Aurelio. También se alistan en sus filas Epicteto y Posidonio.
Los grados más elevados de la vida estoica están sellados por la impasibilidad, que es un
equilibrio y serenidad completos frente a los afectos, las pasiones y las contradicciones de la
vida. El estoico tiene que renunciar a los placeres y soportar los dolores y penalidades propias.
De aquí ha surgido la tan conocida expresión: "Soportó la pena en actitud estoica". Es famosa
la frase de Séneca al respecto: "Si accedes de grado, el destino te llevará; si no, te arrastrará a
la fuerza".
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está un fatalismo que no da lugar a la libertad, y la valoración negativa de las pasiones y los
afectos.
La ética de los estoicos es sustancialmente una teoría del uso práctico de la razón, esto es, del
uso de la razón en orden a establecer la armonía entre la naturaleza y el hombre. Para todos los
estoicos, la naturaleza es el orden racional, perfecto y necesario que es el destino o Dios
mismo. Ahora bien, la acción que, se presenta conforme al orden racional es el deber: la ética
estoica es, pues, fundamentalmente una ética del deber y la noción del deber, como
conformidad o conveniencia de la acción humana al orden racional, viene a ser por primera
vez, en los estoicos, la noción fundamental de la ética.
Existen, pues, además de los bienes (las virtudes), otras cosas que no son bienes, pero que
también son dignas de preferencia y, para indicar el conjunto de los bienes y de estas cosas,
los estoicos emplearon la palabra valor. Valor es, pues, "toda contribución a una vida
conforme a razón" o, en general, lo que es digno de elección". Con esta noción de valor hacía
su ingreso en la ética un concepto que había de tener gran importancia en la historia de esta
disciplina. Forma parte integrante de la ética estoica la negación total del valor de la emoción.
Los estoicos distinguían cuatro emociones fundamentales, a las cuales reducían todas las
demás: dos que tenían origen en los bienes presuntos o supuestos: el deseo de los bienes
futuros y la alegría de los bienes presentes; otras dos que tenían origen en los males supuestos:
el temor de los males futuros y la aflicción de los males presentes.
2. El epicureísmo
Epicuro, hijo de Neocles, nació en enero o febrero del año 341 a. de C., en Samos, donde
transcurrió su juventud. Empezó a interesarse por la filosofía a los catorce años de edad. En
Samos escuchó las lecciones del platónico Pánfilo, y luego del democríteo Nausífones. A los
32 años inició sus actividades como maestro, primero en Mitilene y en Lampsaco, y años más
tarde (307-06) en Atenas, donde permaneció hasta su muerte (271-70).
Epicuro ve en la filosofía el camino para lograr la felicidad, entendida como liberación de las
pasiones. Así, pues, el valor de la filosofía es puramente instrumental: su fin es la felicidad.
Mediante la filosofía, el hombre se libra de todo deseo inquieto y molesto; también se libra de
las opiniones irrazonables y vanas, y de las turbaciones que de ellas proceden.
La felicidad consiste en el placer: "el placer es el principio y el fin de la vida feliz", dice
Epicuro. El placer es, en efecto, el criterio de la elección y de la aversión: se tiende al placer,
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se huye del dolor. Es el único criterio con el cual valoramos todos los bienes. Pero hay dos
clases de placeres: el placer estático, que consiste en la privación del dolor, y el placer en
movimiento, que consiste en el gozo y en la alegría.
El epicureísmo quiere, por tanto, no el abandono al placer, sino el cálculo y la medida de los
placeres. Conviene renunciar a los placeres que originan un dolor mayor y soportar incluso
largamente los dolores que originan un placer mayor. No es verdad que sólo el gozo espiritual
sea un bien, puesto que también la mente se alegra con la esperanza de los placeres sensibles,
en cuyo disfrute la naturaleza humana puede librarse del dolor.
3. El escepticismo
Pirrón, natural de Elis, fundó en su patria una escuela que después de su muerte tuvo poca
duración. Vivió en la pobreza y murió muy viejo, hacia el año 270 a. de C. No dejó escritos.
Conocemos sus doctrinas por la exposición de Diógenes Laercio y por los fragmentos de (ο
versos burlescos) con los cuales su discípulo Timón de Fliunte (329-230 a. de C.
aproximadamente) expuso y defendió su doctrina.
Pirrón dice; Todo lo que se juzga tal, se juzga así "por convención o costumbre", no por
verdad y naturaleza. Ya que para el conocimiento humano las cosas son verdaderamente
inaprensibles y la única posición legítima por parte del hombre es la suspensión de cualquier
juicio sobre su naturaleza: no afirmar de ninguna cosa que sea verdadera o falsa, justa o
injusta; y así en todo lo demás. Esta suspensión lleva a admitir que cualquier cosa es
indiferente para el hombre y evita que se conceda ninguna preferencia a una cosa más que a
otra. De modo que la suspensión del juicio es ya por sí misma ataraxia, ausencia de toda
turbación o pasión. Para ser coherente, Pirrón, que no tenía ninguna confianza en los sentidos,
iba por el mundo sin mirar y sin esquivar nada, topando con carros si los hallaba al paso,
precipicios, perros, etc.
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el escéptico: que podamos alcanzar la verdad. Sin embargo, existen ciertos motivos que
aducen para justificar su postura. Dichos motivos serían: el error en que se cae sin darse
cuenta de ello, sus contradicciones de los filósofos y, sobre todo, el argumento del dialelo.
Según el argumento del dialelo, para aceptar algo habría que demostrarlo previamente. Para
efectuar esa demostración habría que recurrir a verdades anteriores, las cuales, a su vez,
requerirían de una previa demostración, y así sucesivamente, en una cadena sin fin. En
consecuencia, nada se puede demostrar, y, por eso, nada se puede aceptar como verdadero.
4. El eclecticismo
El eclecticismo (del griego eklegein, «escoger»), es una escuela filosófica nacida en Grecia a
partir del siglo II a.C. que se caracteriza por escoger (sin principios determinados)
concepciones filosóficas, puntos de vista, ideas y valoraciones entre las demás escuelas que se
asumen que puedan llegar a ser compatibles de forma coherente, combinándolas y
mezclándolas aunque el resultado pueda ser a menudo contrapuesto sin llegar a formar un todo
orgánico. El eclecticismo es un enfoque conceptual que no se sostiene rígidamente a un
paradigma o un conjunto de supuestos, sino que se basa en múltiples teorías, estilos, ideas para
obtener información complementaria de un tema, o aplica diferentes teorías en casos
particulares.
La palabra eclecticismo puede tomarse en dos sentidos, uno aceptable y el otro inaceptable. El
sentido aceptable del eclecticismo consiste en conservar una postura abierta a todas las
influencias, de tal manera que por principio, se evite la actitud cerrada ante ciertos autores y
corrientes filosóficas. El ecléctico sabe que la verdad puede ser poseída por todo filósofo, y,
por lo tanto, analiza y escoge las tesis que adoptará, entre las de tantos pensadores estudiados.
Por otro lado, el ecléctico puede ser la persona que sin ninguna unidad, estructuración o
espíritu crítico, se dedica a estudiar y a mezclar cuantas corrientes diversas va encontrando en
los libros. Al final se halla en posesión de un cúmulo de teorías, tal vez muy ricas, pero sin
organización ni coherencia interna. Ese tal, sabría más si hubiera estudiado menos. El defecto
del eclecticismo es, pues, la falta de unidad en sus convicciones.
5. El neoplatonismo
Plotino es el más famoso autor neo-platónico (203-270 d.J.C.). Escribió las Enéadas (obra
dividida en seis tratados, de nueve libros cada uno).
Plotino acentúa hasta el extremo la trascendencia de Dios, afirma que Dios es "más allá del
ser" "más allá de la sustancia" "más allá de la mente" de modo que es trascendente con
respecto a todas las cosas, aun produciéndolas y manteniéndolas en el ser él mismo, de esta
manera, la causa del ser queda separada en cierta manera del ser, como lo que es inaprensible e
inexpresable por parte del hombre.
El nombre menos inadecuado para designar a Dios es, según Plotino, el de Uno, y ello tanto
porque Dios es la unidad, es decir, la causa simple y única de todas las cosas, como porque el
nombre de "Uno" se presta a designar lo que es simple y diverso de todas las cosas que vienen
después. No obstante, el propio Plotino advierte que este nombre no contiene más que la
exclusión de lo múltiple y, salvo esta exclusión, no es más adecuado que los demás para
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designar a Dios. Con estas consideraciones, Plotino inicia lo que luego se llamó la teología
negativa, esto es, la determinación de Dios por medio del reconocimiento de la imposibilidad
de predicar o afirmar de él todas y cada una de las determinaciones finitas. Por otra parte, la
definición de Dios como unidad no tiene nada que ver con el monoteísmo.
El principio de todo es lo Uno, especie de Dios del que emanan todas las cosas, pero
completamente trascendente al mundo y al hombre. De él no se puede afirmar nada, es
incognoscible e inexpresable.
Por emanación de lo Uno surgen tres tipos de entes, en sucesivas cascadas de valor inferior.
Tales son la Inteligencia (o Nous), el Alma y la materia. La Inteligencia contiene las Ideas (cfr.
Platón), y de ella surge el Alma. El mundo inteligible está compuesto por esta tríada: lo Uno,
la Inteligencia y el Alma. En un nivel inferior está la materia, último resultado de la
emanación divina y raíz de todos los males.
La primera emanación del Uno es el Intelecto, que es la imagen más próxima a él. El Intelecto
contiene ya la multiplicidad, por cuanto implica distinción entre el sujeto que piensa y el
objeto pensado. Este Intelecto, como el Logos o el Verbo de Filón, es la sede de las ideas
platónicas. Lo identifica Plotino con el Demiurgo de que habla Platón en el Timeo.
Del Intelecto procede la segunda emanación, el Alma del Mundo, que es Verbo y Acto del
Intelecto, como el Intelecto lo es del Uno. El Alma, por un lado, mira al Intelecto del que
procede, y así piensa; por otro, se mira a sí misma y se conserva; por otro aun, mira lo que hay
después de ella y lo ordena, lo gobierna y lo rige. Así el Alma universal tiene una parte
superior que se dirige al Intelecto y una parte inferior que se dirige al cuerpo: con esta
gobierna el universo y es Providencia. Dios, el Intelecto y el Alma del Mundo constituyen el
mundo inteligible.
El hombre debe ascender por esta escala hasta identificarse con Dios. Su vida consistirá, pues,
en el desprendimiento de la materia y en la asimilación del Alma, la Inteligencia y lo Uno, por
la contemplación mística. El éxtasis es la etapa final, en donde el hombre se despersonaliza y
se une completamente con Dios.
El retorno a Dios es un camino que el hombre puede iniciar y recorrer sólo mediante el retorno
a sí mismo. Las etapas del retorno a Dios son las etapas de la interiorización progresiva del
hombre y, ante todo, de su liberación de toda dependencia o relación con la exterioridad
corporal. Por consiguiente, Plotino afirma que el primer deber del hombre es librarse de sus
vinculaciones corporales y purificarse por medio de las virtudes. Las virtudes son caminos de
purificación por ser vías de liberación de la exterioridad. Con la inteligencia y la sabiduría, el
alma del hombre se habitúa a obrar por sí sola, sin la ayuda de los sentidos corporales; con la
templanza se libera de las pasiones; con la fortaleza no teme separarse del cuerpo; con la
justicia procede de tal manera que sólo manden en él la razón y el Intelecto. Sin embargo, la
virtud como purificación constituye solamente una condición liberadora del camino interior
hacia Dios.
Filosofia y cristianismo
El cristianismo apareció en la historia cuando la razón había encontrado, en Grecia, su
expresión sistemática, con la Filosofía de los genios hasta aquí estudiados. La naturaleza
humana había alcanzado una cumbre esplendorosa con el esfuerzo mental de Sócrates, Platón
y Aristóteles. Independientemente de ese desarrollo filosófico, y en un ambiente totalmente
diferente, la Revelación cristiana aportará nuevos datos acerca de Dios, el hombre y su
conducta, inalcanzables con el solo uso natural de las facultades humanas.
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Varios conceptos, como Dios, hombre, conducta humana, sentido social, y otros muchos, van
a ser enriquecidos y afinados por lo que constituye el objeto de la fe cristiana. Además,
aparecen nuevas categorías, como el orden sobrenatural, el pecado, la gracia y la Redención.
En adelante, los filósofos tendrán que pensar a favor o en contra de dichos conceptos así
enriquecidos, y tendrán que tomar postura con respecto a los nuevos conceptos. Tal va a ser la
extensión y la influencia del cristianismo en la Filosofía.
Las nociones cristianas no constituyen propiamente una Filosofía. Ésta nos introduce en el
reino de lo abstracto, de las esencias puras, de las definiciones y de las causas supremas.
Ahora bien, Jesucristo no hizo definiciones, ni explicó por medio de causas; su lenguaje es
metafórico; no es un profesor teórico, sino un Maestro práctico acerca de la vida.
La patrística
Cuando el cristianismo, para defenderse de los ataques polémicos y de las persecuciones, y
asimismo para garantizar su propia unidad contra escisiones y errores, tuvo que poner en claro
sus propios presupuestos teóricos y organizarse como sistema doctrinal, se presentó como
expresión completa y definitiva de la verdad que la filosofía griega había buscado, aunque
sólo la había hallado de una manera parcial e imperfecta.
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Era natural, desde este punto de vista, que se intentase por un lado interpretar el cristianismo
mediante conceptos tomados de la filosofía griega para así enlazarlo con tal filosofía, por otra
parte conducir el significado de la filosofía griega al mismo cristianismo. Este doble intento,
que en realidad es uno solo, constituye la esencia de la elaboración doctrinal de que el
cristianismo fue objeto en los primeros siglos de la era común. En esta misma elaboración los
Padres de la Iglesia, como era inevitable, se ayudaron e inspiraron en las doctrinas de las
grandes escuelas filosóficas paganas, sobre todo, de los estoicos, lanzándose a veces (como
ocurre en Tertuliano) hasta aceptar tesis aparentemente incompatibles con el cristianismo,
como la de la corporeidad de Dios.
Este período de elaboración doctrinal es la patrística. Padres de la Iglesia son los escritores
cristianos de la antigüedad, que han contribuido a la elaboración doctrinal del cristianismo, y
cuya obra ha sido aceptada y hecha propia por la Iglesia. El período de los Padres de la Iglesia
se puede considerar cerrado con la muerte de Juan Damasceno para la Iglesia griega (hacia
754) y con la de Beda el Venerable (735) para la Iglesia latina. Este período puede dividirse en
tres fases. La primera, que llega hasta el año 200, está dedicada a la defensa del cristianismo
contra sus adversarios paganos y gnósticos. La segunda, que va desde el 200 hasta el 450, está
dedicada a la formulación doctrinal de las creencias cristianas. La última, que va desde el 450
hasta el fin de la patrística, se caracteriza por la reelaboración y sistematización de las
doctrinas ya formuladas.
La verdadera actividad cristiana empieza con los Padres Apologetas en el siglo II. Estos
Padres escriben en defensa (apología) del cristianismo contra los ataques y persecuciones que
se le dirigen. En este período los cristianos son hostilizados por los hebreos como extranjeros
y son perseguidos por los paganos". Los escritores paganos emplean la sátira y la burla contra
el cristianismo (Luciano, Celso). Los cristianos son objeto del odio de la plebe pagana y de las
persecuciones sistemáticas del Estado.
De hecho, sólo los cristianos tienen el concepto de Dios que se deriva necesariamente de la
consideración de la naturaleza. Se usan conceptos platónicos en esta demostración. El orden
del mundo, tal como aparece en los cielos y en la tierra, hace pensar que todo se mueve por
necesidad y que Dios es el que lo mueve y lo gobierna todo. Arístides insiste en la
inaccesibilidad e inefabilidad de la esencia divina, para contraponer el monoteísmo riguroso
del cristianismo a las creencias de los bárbaros, que han adorado los elementos materiales, de
los griegos, que han atribuido a sus dioses debilidades y pasiones humanas, y de los judíos,
que aun admitiendo un solo Dios, sirven más bien a los ángeles que a Él. Pero la primera gran
figura de Padre apologista y el verdadero fundador de la patrística es Justino,
2. Justino
Justino nació probablemente en el primer decenio del siglo II en Flavia Neápolis, la antigua
Siquem, ahora Nablus en Palestina. El mismo nos describe su formación espiritual. Hijo de
padres paganos, frecuentó los representantes de las diversas tendencias filosóficas, estoicos,
peripatéticos y pitagóricos, y profesó durante largo tiempo las doctrinas de los platónicos.
La doctrina fundamental de Justino es que el cristianismo es la "única filosofía segura y útil y
que es el resultado último y definitivo a que la razón debe llegar en su investigación. Puesto
que la razón no es otra cosa que el Verbo de Dios, esto es, Cristo, del cual participa todo
género humano. "Nosotros aprendimos, dice, que Cristo es el primogénito de Dios y que es la
razón, de la cual participa todo el linaje humano.
Aquí la doctrina estoica de las razones seminales es empleada para fundamentar la continuidad
del cristianismo con la filosofía griega, para reconocer en los filósofos griegos a los
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anticipadores del cristianismo y para justificar la obra de la razón mediante la identificación de
la misma con Cristo. Esta doctrina permite a Justino la identificación completa entre el
cristianismo y la verdad filosófica. "Todo lo que de verdad se haya dicho pertenece a nosotros
los cristianos; ya que, además de Dios, nosotros adoramos y amamos al Logos del Dios
ingénito e inefable, el cual se hizo hombre por nosotros, para curarnos de nuestras
enfermedades participando de ellas".
3. Tertuliano
Quinto Septimio Florencio Tertuliano nació hacia el año 160 en Cartago, de padres paganos.
Tuvo una educación excelente y ejerció, probablemente en Roma, la profesión de abogado.
Entre 193 y 197 se convirtió al cristianismo y recibió la ordenación sacerdotal. Desarrolló
entonces una intensa actividad polémica en favor de su nueva fe; pero hacia la mitad de su
vida se pasó a la secta de los montañistas y empezó a polemizar contra la Iglesia católica con
violencia poco menor que la usada contra los herejes. Al fin, fundó una secta propia, los
"tertulianistas".
Este hombre que niega el valor de la investigación y pasa la vida buscando algo; este
adversario implacable de todas las sectas que después pasa a una de ellas y acaba por fundar
una propia; este defensor del cristianismo que afirma la corporeidad de Dios y del alma,
perdiendo así la primera conquista no sólo del cristianismo, sino de cualquier religión; este
defensor intransigente del pudor que se entretiene con complacencia en describir el acto carnal
del amor (De anima, 27); este casuista, que defiende con igual violencia polémica la trinidad
de Dios y su atuendo personal, revela en todas sus actitudes una fundamental falta de claridad
y sinceridad consigo mismo.
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4. Clemente de Alejandría
El primer fin de Clemente es elaborar el concepto mismo de una gnosis cristiana. No hay duda
de que el conocimiento es el límite más alto a que el hombre puede llegar. Es el ápice del
hombre: es la sólida y segura demostración de lo que ha sido aceptado por la fe, y frente a él la
fe es sólo el conocimiento abreviado y sumario de las verdades indispensables. Pero, por otra
parte, la fe es condición del conocimiento. Entre fe y conocimiento hay la misma relación que
los estoicos establecían entre prolepsis, esto es, el conocimiento preliminar de los primeros
principios, y la ciencia: como la ciencia supone la prolepsis, así la gnosis supone la fe. La fe es
tan necesaria al conocimiento como los cuatro elementos son necesarios para la vida del
cuerpo.
5. Orígenes
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ingenio". Orígenes distingue aquí las doctrinas esenciales y las doctrinas accesorias del
cristianismo.
Por último conviene recordar que Orígenes es el primero en expresar claramente el principio
en que debían inspirarse las doctrinas políticas del cristianismo en los siglos venideros.
Empleando también aquí un concepto estoico, afirma él que "existen dos leyes fundamentales,
la natural, cuyo autor es Dios, y la escrita que está formulada en los diversos estados. Sobre
esta base, afirma la independencia de los cristianos ante la ley civil: "Cuando la ley escrita no
se opone a la ley de Dios, conviene que los ciudadanos la observen y la antepongan a las leyes
extranjeras; pero cuando la ley de la naturaleza, es decir, la ley de Dios, ordena cosas
contrarias a la ley escrita, la razón te aconseja abandonar de buen grado las leyes escritas y la
voluntad de los legisladores, y obedecer únicamente a la ley de Dios, y regular tu vida según
sus enseñanzas aunque ello cueste trabajo, muerte y deshonra".
San Agustín
San Agustín nació, en el año 354, en Tagaste (hoy Souk-Ahras, Argelia). En su juventud llevó
una vida turbulenta y desordenada. Cultivó los estudios clásicos; posteriormente se hizo
maniqueo (teoría que admite un principio supremo del bien y un principio supremo del mal);
decepcionado, cayó en el escepticismo, para luego profesar el platonismo. Por fin, gracias a la
influencia de Sta. Mónica, su madre, y de San Ambrosio, se convirtió al cristianismo en el año
387. Desde 395, fue obispo de Hipona. Combatió el maniqueísmo, el donatismo (que
pretendía una Iglesia africana, independiente de Roma) y el pelagianismo (que negaba o
limitaba la acción de la gracia), y murió en el año 430, cuando hacía tres meses que los
vándalos sitiaban la ciudad de Hipona.
Sus principales obras son las siguientes: Contra los Académicos (contra el escepticismo); De
libero arbitrio (sobre la libertad y el problema del mal); De beata vita (acerca de la
felicidad); Soliloquios, De vera Religione, De Trinitate; La Ciudad de Dios (primera gran
obra de Filosofía y Teología de la Historia), y las Confesiones, donde relata (hacia el año
400) su vida, con verdadero espíritu de unión con Dios.
La Filosofía de San Agustín es, entre las antiguas, la que mejor se acomoda al espíritu
contemporáneo. Ni el existencialismo, ni el relativismo, ni las incursiones en el fondo del
alma, ni las crisis religiosas son extraños a la vida y a la obra de este sabio platónico-cristiano.
Rechaza el materialismo y el escepticismo y, una vez posesionado de la verdad de Dios y del
cristianismo, lucha denodadamente contra las grandes herejías de su tiempo. Su actividad es
gigantesca y apasionada; él mismo expresó su infatigable lucha con su conocido lema: "Nos
hiciste para Ti, e inquieto está nuestro corazón, hasta que descanse en Ti".
Dentro de ese contexto platónico se entiende que para San Agustín el hombre es, propiamente
hablando, su alma. El cuerpo es el instrumento del alma, y no forma parte esencial del hombre.
El cristianismo estuvo imbuido, así, durante mucho tiempo, de la idea platónica de una
persona puramente espiritual que utiliza un cuerpo material. La idea aristotélica de una sola
substancia, síntesis de cuerpo y alma, tendrá que esperar hasta la escolástica del siglo XIII
para poder sobreponerse.
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A base de finos análisis psicológicos, S. Agustín llega a la conclusión de que el tiempo
humano no debe considerarse como el tiempo físico, en sus tres etapas ordinarias, presente,
pasado y futuro. En el hombre, el tiempo se distiende, para abarcar simultáneamente, aunque
de modo imperfecto, el pasado y el futuro. Mejor dicho, es la misma alma espiritual la que
lleva a cabo esa distensión, y abarca el pasado, por medio de la memoria, y el futuro, por
medio de la esperanza. De este modo, el alma humana se explica como una substancia
espiritual; es substancia porque permanece independiente del tiempo que pasa instante tras
instante, y es espiritual porque sus funciones, como amar, recordar, conocer, etc., están fuera
de la extensión, que es lo propio de la materia. El alma es, pues, una imperfecta imagen de la
eternidad de Dios, en donde no hay ni pasado ni futuro, sino que todo es un presente sin
sucesiones.
El libre albedrío, la voluntad y el amor son temas que ocurren frecuentemente en los escritos
de San Agustín. El hombre goza de libre albedrío, y con su voluntad (iluminada por la luz
divina) puede elegir el camino de las virtudes y de la felicidad) puede elegir el camino de las
virtudes y de la felicidad. "Dilige et quod vis fac" (ama y haz lo que quieras), dice el famoso
aforismo agustiniano, sólo que también, en otro lugar, aconseja: "Ama, pero fíjate bien qué es
lo que merece amarse". El amor es concebido como un peso que nos conduce a nuestro centro
de gravedad.
Acerca del mal, S. Agustín sostiene la teoría, en contra de los maniqueos, de que no hay
ninguna positividad en él. Lo que existe es bueno; el mal, por lo tanto, es una privación, la
ausencia de algo, lo que no existe y debiera existir.
La escolástica
La palabra escolástica designa la filosofía cristiana de la Edad Media. El nombre scholasticus
indicó en los primeros siglos de la Edad Media el maestro de artes liberales, esto es, de las
disciplinas que constituían el trivio (gramática, lógica o dialéctica y retórica) y el cuadrivio
(geometría, aritmética, astronomía y música). Luego se llamó scholasticus también al que
enseñaba filosofía o teología, cuyo título oficial era el de magister y que desarrollaba sus
lecciones primeramente en la escuela monacal o catedral, después en la universidad.
La escolástica no es, como la filosofía griega, una investigación autónoma, que afirme su
propia independencia crítica frente a cualquier tradición. La tradición religiosa es, para ella, el
fundamento y la norma de la investigación. La verdad ha sido revelada al hombre por medio
de las Sagradas Escrituras, a través de las definiciones dogmáticas que la comunidad cristiana
ha puesto como fundamento de su vida histórica, a través de los Padres y doctores inspirados o
iluminados por Dios. Para el hombre, se trata solamente de acercarse a esta verdad, de
comprenderla, en cuanto sea posible, mediante los poderes naturales y con la ayuda de la
gracia y de hacérsela propia para ponerla como fundamento de su propia vida religiosa.
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1. Biografía
Santo Tomás de Aquino nació en el castillo de Roccasecca, el año 1225 (o 1224, según otros
autores); ingresó a la Orden de los dominicos; estudió y enseñó en París y en varias
Universidades europeas murió en 1274.
Representa la cumbre del pensamiento medieval. Su poder sintético y sistemático creó una
obra filosófica y teológica que ha servido de orientación y guía al cristianismo a través de
varios siglos de evolución intelectual. De Aristóteles tomó el vocabulario técnico, y el
realismo; de Platón heredó la intuición de la participación; de la Revelación cristiana tomó el
teocentrismo y el orden sobrenatural. Con dichos elementos, fraguó todo un sistema, cuyas
líneas fundamentales persisten en medio de todas las vicisitudes de la Historia de la Filosofía.
Su obra principal es la Suma Teológica, pero sobresalen también: Suma contra gentiles, De
ente et essentia, Cuestiones disputadas (sobre la verdad), Comentarios a Aristóteles.
Posiblemente, una de las más difíciles síntesis, en la mente humana, es la de razón y fe. Sto.
Tomás la logró, unificando la aportación pagana de Platón y Aristóteles con los datos de la
Revelación sobrenatural, y dio origen a una de las más serias formulaciones de la Teología
cristiana, lo cual no quita la clara distinción del nivel propiamente filosófico de ciertas tesis,
con respecto al nivel teológico o sobrenatural, que impera en toda la obra tomista.
La doctrina de Sto. Tomás ha asentado una serie de verdades perfectamente estables. Lo que, a
mi parecer, proporciona mayor estabilidad a dichas verdades, es el sabio equilibrio logrado
entre dos extremos opuestos. Los errores de otras filosofías han consistido precisamente en la
exageración de algún punto de vista, sin tomar en cuenta suficientemente el elemento opuesto.
Así pues, de un modo dialéctico, superando las antinomias de los contrarios, he aquí la síntesis
que ofrece el sistema tomista:
a) Razón y fe: oda la Filosofía de Sto. Tomás está basada en la razón. El argumento de fe
es propio de la Teología. Pero esto no quita que haya una armonía entre las dos fuentes
y niveles de verdad. La verdad es una, y no Puede contradecirse. El lema en este punto
es: "El intelecto busca la fe, y la fe busca el intelecto". Es decir: el entendimiento sano
busca la complementación en la fe, y ésta busca ser comprendida por el intelecto.
b) Sistema abierto: la Filosofía tomista es ordenada, coherente, abarca gradualmente
todos los aspectos del ser. Es un sistema, una construcción lógica y racional; pero de
tal manera, que no se cierra a las aportaciones de los pensadores modernos. Siempre es
posible aceptar los avances positivos de la investigación filosófica, sin tener que
rechazar el cuerpo central del tomismo.
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c) Esencia y existencia: mientras que las filosofías racionalistas subrayan demasiado la
importancia de la esencia (Platón, Wolff, Husserl), en cambio, el existencialismo
actual rechaza lo anterior, y exagera por el lado de la existencia concreta y humana. En
Sto. Tomás, el ente, definido como una esencia en relación a su existencia, define,
desde el principio, un equilibrio que se ha de prolongar a lo largo de toda su Ontología.
d) Lo estático y lo dinámico. Ni el evolucionismo de Heráclito, o de Bergson, ni el
estatismo de Parménides, o de Spinoza. La teoría del acto y la potencia proporciona un
instrumento intelectual que permite la explicación del devenir, al mismo tiempo que la
de las esencias estables.
e) Inmanencia y trascendencia de Dios: en este asunto se ha exagerado a favor de la
trascendencia (Aristóteles, Plotino, Jaspers), o por el lado de la inmanencia (Spinoza,
Hegel). La teoría de la analogía es el medio adecuado entre los dos extremos.
f) Cuerpo y alma: el tomismo evita la exageración del materialismo, que todo lo quiere
reducir a materia (Marx), y la exageración del espiritualismo, que sólo admite lo
espiritual como verdadero ser (Platón, Leibniz).
g) Conocimiento sensible e intelectual: en cuanto a la validez de los dos tipos de
facultades, también se coloca en una postura equilibrada, que acepta los datos de
ambas. Evita la oposición exagerada, de los antiguos (Parménides y Heráclito) y de los
modernos (los ingleses Locke y Hume, en contra de Spinoza y Leibniz).
h) Persona y sociedad: por último, el equilibrio de Sto. Tomás se manifiesta cuando
acentúa en su justo valor a la persona, como un todo que no se ha de disolver y
enajenar ante el Estado, pues tiene derechos anteriores a los de dicha sociedad, al
mismo tiempo que incorpora a la persona al Estado, de tal manera que la ley y la
autoridad están hechas en función del bien común.
El renacimiento
En primer lugar, muchos de los fenómenos y acontecimientos con que suele caracterizarse el
período renacentista tienen su origen en la última etapa de la Edad Media: en ciertos aspectos
el Renacimiento representa, pues, no una ruptura con la Edad Media, sino una continuación de
un proceso ya iniciado en ésta.
Así, en el terreno político, la creación de los estados nacionales aparece como un resultado de
la desintegración del Imperio acaecida al final de la Edad Medía; en el ámbito de lo
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económico, el individualismo y el crecimiento de la burguesía tienen también su iniciación en
el siglo XIV; por lo que se refiere a la literatura, suele reconocerse que el humanismo tiene sus
predecesores italianos en el siglo XIV, especialmente Petrarca; si en el terreno filosófico el
Renacimiento se caracteriza por el estudio directo y la asimilación de los autores griegos, esta
penetración de la filosofía griega puede retrotraerse razonablemente al siglo XIII,
Una segunda dificultad para la caracterización y análisis del período renacentista proviene que
ciertos acontecimientos importantes producidos en este período no ejercen una influencia real
y notable en la sociedad europea hasta muchos años después de producirse. Un ejemplo típico
es el descubrimiento de América, que tuvo lugar, como es sabido, en 1492, y cuyas
repercusiones no se dejaron sentir hasta bastante tiempo después.
Durante este período se produce, sin duda, una honda transformación en las mentes y en la
sociedad europea. De una parte, no podemos olvidar que las mentes más despiertas de la época
tenían conciencia de que algo había cambiado en la cultura europea: estaban convencidos de
que se había cerrado una época, la Edad Media bárbara e ignorante, a su juicio, y había
comenzado un tiempo nuevo de cultura y mentalidad más elevadas.
Tres son las fuerzas culturales que confluyen en la transformación del pensamiento europeo y
en el advenimiento de la modernidad: el humanismo, la reforma y el desarrollo de la ciencia.
Esta última fue, a largo plazo, la fuerza más poderosa y decisiva de las tres.
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04. El desarrollo de la filosofía y la ciencia en el Renacimiento
Durante este largo periodo de casi tres siglos XV, XVI y XVII el pensamiento europeo se
halla sometido a un hondo proceso de transformación, cuyo resultado es la modernidad.
Los filósofos humanistas, en general, cabe decir que la filosofía renacentista (siglos XV-XVI)
vive de espaldas a la actividad científica de su época. Esto es especialmente notorio en el caso
de los filósofos humanistas. En efecto, éstos se vuelven a los grandes sistemas filosóficos
griegos (platonismo, aristotelismo, estoicismo, epicureísmo), para buscar en ellos la fuente de
inspiración de sus concepciones de la naturaleza y el hombre.
Los filósofos humanistas adoptaron, por lo general, una actitud de menosprecio, cuando no de
abierta hostilidad, hacia la investigación empírica, hacia la experimentación. En este divorcio
existente entre humanismo y ciencia tiene su origen la separación prolongada hasta nuestros
días entre estudios científicos y estudios humanísticos, entre ciencias y letras, juntamente con
la poca razonable inclusión de la filosofía entre estas últimas.
Giordano Bruno, cuya vida transcurre en la segunda mitad del siglo XVI. Bruno que afirmó la
infinitud del universo conoció ciertamente la obra de Copérnico, cuya teoría heliocéntrica
favorecía la idea de que el universo es de dimensiones enormes, frente a las dimensiones
reducidas que concedía al mismo el geocentrismo.
Nicolás de Cusa, el otro filósofo notable de este período en cuyo pensamiento juega un papel
central la idea de Infinitud, nada tiene que ver con la ciencia moderna, a pesar de su afición e
interés por la matemáticas: su vida transcurre en la primera mitad del siglo XV y, por tanto,
muere casi cien años antes de que Copérnico publique su obra.
Francis Bacon es, ciertamente, un hombre preocupado por la ciencia: combate el aristotelismo
de la época en lo que éste tiene de actitud anticientífica y opuesta a la experimentación,
defendiendo la inducción como método científico.
La ciencia moderna que se asienta definitivamente en el siglo XVII y que influye de modo
directo en el surgimiento de la filosofía moderna con Descartes no surgió de la noche a la
mañana, sino que fue, en gran medida, la culminación de un lento proceso inaugurado al final
de la Edad Media, juntamente con las necesidades y exigencias de tipo técnico, cabe señalar
dos factores de tipo filosófico cultural que favorecieron su desarrollo. De una parte, el impulso
dado a la observación y experimentación por los filósofos y científicos nominalistas a partir
del siglo XIV. De otra parte, el descubrimiento genuinamente renacentista de los científicos
griegos, especialmente del pitagorismo y de Arquímedes. La vuelta a los griegos permitió
conocer no solamente las corrientes filosóficas griegas, sino también los textos científicos más
notables de la antigüedad.
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La actitud de los filósofos humanistas es radicalmente antropocéntrica. La vuelta a los
filósofos griegos a la cultura griega, en general está motivada por el deseo de encontrar un
modelo de humanidad distinto del medieval. En el Renacimiento se aspira a un hombre nuevo,
liberado de la incultura y la mediocridad, y de ahí que el humanismo renacentista se
caracterice por:
a) Su insistencia en la educación de las capacidades naturales humanas, en el desarrollo
de la personalidad.
b) La primacía concedida a los valores estéticos.
c) El individualismo frente a la cultura medieval, que era radicalmente teocéntrica es
decir, consideraba a Dios como punto de referencia absoluto de todo lo real y, por
tanto, consideraba al hombre en una referencia esencial a Dios, el Renacimiento es
antropocéntrico, su antropocentrismo es naturalista.
Referido al hombre, el naturalismo puede ser definido como aquella actitud que acentúa los
aspectos naturales de éste, olvidando o minusvalorando la dimensión y destino sobrenaturales,
tan insistentemente afirmados por el cristianismo y por el pensamiento medieval. Esta
tendencia naturalista se observa, en mayor o menor grado, en todas las corrientes filosóficas,
no solamente en el estoicismo, epicureísmo y escepticismo, sino también en el aristotelismo y
el platonismo.
Según los humanistas, el hombre es dueño de su propio destino, él es quien libremente y con
autonomía decide su propia conducta. El hombre puede, pues, obrar bien por sí mismo. Esto
lleva consigo al menos, implícitamente la negación y olvido de dos afirmaciones esenciales al
cristianismo: la necesidad de la gracia y la maldad o estado corrompido de la naturaleza
humana. El humanismo del Renacimiento defendió la tesis de que el hombre es naturalmente
bueno, adoptando una actitud naturalista difícilmente compatible con el cristianismo; la
reforma defendió la tesis de que el hombre es naturalmente malo, exagerando una idea central
de la antropología cristiana.
El racionalismo
Sostiene que la fuente de conocimiento es la razón y rechaza la idea de los sentidos, ya que
nos pueden engañar; defiende las ciencias exactas, en concreto las matemáticas, y dice que
posee contenidos innatos, es decir, ya nacemos con conocimientos, solo tenemos que
acordarnos de ellos. Usa el método deductivo como principal herramienta para llegar al
verdadero conocimiento.
1. Biografía
Descartes ha sido el más famoso genio del siglo XVII. Con él se coloca en la Historia una
primera piedra divisoria, con respecto al pensamiento antiguo y medieval, y por eso se le suele
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llamar el "Padre de la Filosofía moderna", no obstante que antes de él brillaron otros
pensadores también revolucionarios, como, por ejemplo, Nicolás de Cusa (1401-1464) y
Francis Bacon (1561-1626).
Descartes pone especial énfasis en la necesidad de un método racional, que por principio
libere al hombre de la fácil caída en el error. En el Discurso del Método (Segunda parte)
describe sus famosas cuatro reglas metódicas, como sigue:
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persigue una intuición global del asunto tratado, de tal manera que la inteligencia posea
y domine la materia desde el principio hasta el fin, lo cual supone la repetición o
repaso del camino andado. De esta manera, sencilla y coherentemente, Descartes
propone a la inteligencia las cuatro reglas más importantes que hay que tener en cuenta
si se quiere un resultado eficaz en su funcionamiento. Traducido a las necesidades del
estudiante actual, podríamos decir que lo importante es que la mente se percate, por sí
misma, del asunto tratado, que el esfuerzo se divida en partes suficientes como para
simplificar el trabajo, que se reconstruya la totalidad del esfuerzo, y que se revise
globalmente el resultado.
3. La duda metódica
Una vez establecido el método a seguir, Descartes se propone edificar una Filosofía
perfectamente estructurada, al modo de las ciencias matemáticas. Para ello será necesario
partir de una verdad absolutamente indubitable, y de la cual se pueda derivar todo el edificio
filosófico. Para encontrar esa primera verdad, es preciso borrar, con anterioridad, todo
conocimiento que no esté debidamente fundamentado. Por lo tanto, hay que hacer caso omiso,
o mejor, dudar, de todo lo que percibimos por los sentidos, y de todos los conocimientos
científicos.
La duda que propone Descartes tiene como finalidad la fundamentación de la nueva Filosofía
sobre bases indubitables. Por lo tanto, no se trata de una duda escéptica, en donde el fin es
dudar por dudar. Es una duda metódica, puesta solamente como un método o medio, para
llegar a un principio completamente evidente.
Sin embargo, Descartes insiste demasiado en los motivos para dudar, finge la hipótesis del
"genio maligno": Supongamos, dice, que hay un espíritu malévolo que está especialmente
dedicado a inducirnos al error y a la ilusión de la verdad. Y por otro lado, es un hecho que
hemos caído en errores, sin darnos cuenta de ellos. Y por último, ¿cómo podríamos
cercioramos de que lo que sucede ahora no es un sueño?
Si en verdad se toman en serio todos estos argumentos para dudar (podríamos comentar
nosotros), se tendrá que caer en una duda universal y absoluta, en la cual se permanecerá
irremisiblemente, sin posibilidad de salir de ella. Afortunadamente, el mismo Descartes no
toma muy en serio esos argumentos. Él mismo así lo confiesa, y, además, pone ciertos
conocimientos en un nivel excepcional, sobre los cuales no quiere ni fingir la duda, tales como
la moral y la religión.
En estas condiciones, con una cierta ambigüedad respecto a la seriedad de la duda metódica y
universal, Descartes se lanza a la búsqueda de su primer principio. Si dudo (reflexiona así en
la Cuarta parte del Discurso del Método), es que pienso, y si pienso, es que existo. De este
modo llega a lo que le parece su primer principio fundamental: "Pienso, luego existo" (Cogito,
ergo sum).
No es tan original Descartes al enunciar su principio fundamental: "cogito, ergo sum”. Ya San
Agustín había esgrimido un arma semejante, en contra de los escépticos: "Si fallor, sum" (si
me equivoco, existo). Sin embargo, la novedad, en Descartes, consiste en que, por primera
vez, se pretende erigir sobre esta verdad todo el cuerpo de verdades filosóficas. Su principio
funcionará a la manera de los axiomas de las ciencias matemáticas.
El "Cogito" (así se suele llamar al primer principio cartesiano, por brevedad) es, pues, una
intuición fundamental. Todo el mundo podrá dudar sobre lo que quiera, pero no podrá dudar
de su propia existencia. Si duda, es que piensa, y si piensa, es que existe. En este momento se
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aclara que, a pesar de la enunciación del principio a manera de un raciocinio (nótese la
palabra: ergo, por lo tanto), en realidad es una intuición primaria, de orden intelectual, y
completamente evidente. Llena, pues, el requisito exigido en la primera regla metódica de
Descartes, y se puede dar como absolutamente verdadero y cierto.
El empirismo
Es una teoría filosófica que enfatiza el papel de la experiencia, ligada a la percepción
sensorial, en la formación del conocimiento. Para el empirismo más extremo, la experiencia es
la base de todo conocimiento, no sólo en cuanto a su origen sino también en cuanto a su
contenido. Se parte del mundo sensible para formar los conceptos y estos encuentran en lo
sensible su justificación y su limitación.
1. Biografía
Nació en 1632, en Bristol (Inglaterra), y murió en 1704. Sus actividades alcanzaron una
diversidad de campos, tales como la Medicina, el magisterio, la política y la Filosofía.
En Filosofía política, Locke, típico liberal, se opone a Hobbes, defensor del absolutismo
estatal. Locke fue influenciado fuertemente por la obra cartesiana. Sin embargo, no acepta la
teoría de las ideas innatas, contra las cuales tiene serias críticas, como veremos. Únase a esto
la ausencia de una auténtica teoría de la abstracción, que es también herencia cartesiana, y ya
tenemos a Locke plantado en pleno empirismo.
2. El método psicológico
Locke se propone el análisis de nuestras facultades cognoscitivas, para ver hasta dónde es
posible lograr una completa certeza, o sea, cuál es el alcance de nuestros conocimientos.
También Kant, un siglo después, va a intentar una crítica de la razón pura. Sin embargo, es
necesario tener clara la diferencia en los procedimientos respectivos de estos dos autores.
Mientras que Locke se fijará, sobre todo, en el origen psicológico de las ideas, y hará, por lo
tanto, una descripción genética, o análisis de lo que sucede, de hecho, en el momento de
conocer; por su parte, a Kant sólo le interesará el plano de derecho, o lógico, es decir, sólo
hará hincapié en las condiciones que requiere el conocimiento humano para ser válido,
independientemente de la descripción fáctica (de hecho) de ese mismo proceso psicológico de
conocer.
Para Locke, el valor de las ideas depende de su origen; en cambio, para Kant, el valor del
conocimiento depende de que se cumplan las condiciones a priori, que se llegan a esta a
establecer de un modo racional, no empírico. He aquí iniciada, ya desde el procedimiento
metodológico a seguir, la oposición entre empiristas y racionalistas.
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Por principio de cuentas, notemos qué es lo que entiende Locke cuando habla de ideas.
Ciertamente, no es lo mismo que entiende en una Filosofía aristotélico-tomista, con este
término. La palabra "idea" abarca, según Locke, todas las imágenes, fantasías, especies, o
cualquier otra cosa que suceda en la conciencia humana. Queda claro que la palabra idea
designa, ahora, de un modo confuso, tanto el conocimiento sensible como el intelectual, y que
no se establece la diferencia entre esos dos niveles y que, por lo tanto, ya no tiene sentido
hablar de la abstracción tomista, que es "el paso de la imagen a la idea" (suprasensible).
Las ideas, así entendidas por Locke, jamás son innatas. Todo conocimiento proviene de los
sentidos. La mente, al nacer, está completamente vacía de conocimientos. Locke considera que
esto es una tesis básica contra Descartes y el racionalismo. La prueba que aduce es la de que si
hubiera ideas innatas, entonces también serían poseídas por los niños, los locos y los salvajes.
Pero los hechos contradicen tal hipótesis.
Por otro lado, tampoco se podrían admitir ideas innatas virtuales o latentes, pues constituyen
una contradicción en los mismos términos. O es una idea, y entonces es consciente, o es
latente, y entonces no puede ser idea (contenido actual y fáctico acontecido en la mente).
Hay dos clases de ideas: simples y complejas. Las ideas simples son primitivas, y el hombre
las obtiene a partir de la experiencia, que puede ser externa o interna. Las ideas complejas son
construidas a base de las anteriores. Esta construcción de ideas se reduce a tres modos: surgen
por medio de combinación, o yuxtaposición, o aislamiento de un elemento con respecto a otros
(abstracción).
Las ideas simples representan cualidades de los cuerpos, y éstas pueden ser primarias o
secundarias, según que existan efectivamente en los cuerpos o sólo sean modos de reaccionar
del sujeto cognoscente. Entre las principales cualidades primarias, es decir, reales, están la
extensión, la figura, la solidez. Ejemplos de cualidades secundarias, y, por tanto, irreales, son
el color, el olor, el sonido, el sabor.
La idea de substancia es compleja, o sea, elaborada por el espíritu. Surge cuando nos
acostumbramos a pensar que el conjunto de cualidades de un cuerpo descansa en algo que les
da unidad y permanencia, aun cuando no lo captemos sensiblemente. La idea de substancia
como un substrato invisible, está ya a un paso de ser negada (Berkeley), o ser objeto de una
categoría a priori (Kant). Por último, nótese cómo la palabra abstracción ha sufrido también
una grave modificación. La no es iluminación y captación de un dato inteligible y esencial,
sino que ahora queda reducida a una simple separación de datos, para dejar a un lado lo que no
interesa, y quedarse con ciertos elementos que sí importan. A partir de aquí es cómo surge la
creencia empirista de que una idea es sólo un dato común a varios cuerpos, una especie de
máximo común divisor de varias cosas que se parecen.
5. La doctrina política
La base de la teoría del Estado de Locke es el concepto de libertad. El Estado existe para
preservar la libertad del hombre. El hombre es libre y tiene derechos naturales, el Estado es el
garante de esa libertad y esos derechos entre los cuales se encuentra el derecho de propiedad y
el derecho de herencia. El enemigo de Locke en este tipo de ideas es la teoría de Hobbes. El
hombre natural no es un salvaje como lo pinta Hobbes, sino que es una persona con derechos
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naturales que requiere una autoridad superior para que éstos sean respetados. Locke ataca el
pretendido derecho divino del gobierno de los reyes. Ni la política ni la moral están basadas en
revelaciones divinas, sino en los derechos naturales del ser humano.
El origen del Estado reside en un supuesto pacto social no determinado históricamente. Cada
individuo se compromete a respetar a la autoridad de la mayoría. El gobernante es
representante de dicha mayoría y tiene facultades para defender los derechos de todos sus
asociados.
Sobresale también su idea sobre la tolerancia. Ésta queda reflejada en la actitud del gobierno
que permite la publicación y difusión de ideas contrarias a las suyas. Sin embargo, esa
tolerancia tiene límites, y así Locke se declara enemigo de las personas que van contra la ley
natural, contra los ateos y contra los papistas que pretenden imponer a todos su propia
religión.
El idealismo alemán
Es una escuela filosófica que se desarrolló en Alemania a finales del siglo XVIII y comienzos
del siglo XIX. Surgió a partir de la obra de Immanuel Kant en los años 1780 y 1790. En
filosofía, el término idealismo designa las teorías que en oposición al materialismo sostienen
que la realidad extra mental no es cognoscible tal como es en sí misma, y que el objeto del
conocimiento está preformado o construido por la actividad cognoscitiva. Las distintas
variantes de idealismo postulan distintos principios que modelan y conforman nuestra imagen
del mundo de una manera determinada; la entidad en sí de lo real permanece en principio
incognoscible, aunque la reflexión permita aproximarse a un conocimiento más refinado, en
las teorías del idealismo subjetivo o trascendental.
1. Biografía
Immanuel Kant nació en Königsberg (Prusia) en el año 1724, y murió allí mismo, ochenta
años después (1804). Kant es uno de los más importantes filósofos en la historia universal del
pensamiento, comparable a Platón, Aristóteles, Sto. Tomas, y Hegel. Su vida entera austera y
metódica, la consagró a la ciencia y a la Filosofia, a la enseñanza y la reflexión, a la creación y
la publicación de uno de los más originales sistemas filosóficos.
A partir de 1781 publica sus tres obras centrales: Crítica de la razón pura. Crítica de la razón
práctica y Crítica del juicio. La Teoría del Conocimiento, la Ética, la Estética son los
correspondientes temas allí tratados. Tiene otras obras de menor consideración, como son:
Fundamentos de la metafísica de las costumbres, La religión dentro de los límites de la propia
razón, y su tesis de doctorado; De mundi sensibilis atque intelligibilis forma et principio,
conocida también con el nombre de "Disertación de 1770", y famosa porque marca el inicio
del pensamiento crítico original de Kant.
Son perfectamente constatables las influencias que recibió. Del racionalismo, tuvo el influjo,
principalmente, de Leibniz y Wolf. Por parte del empirismo, Hume lo despertó de su “sueño
dogmático” Newton fue el autor científico que le mostró la ciencia fisicomatemática como
modelo de toda ciencia. Las doctrinas de Rousseau acerca de la naturaleza humana, la libertad
y la "voluntad general", lo llevaron a la concepción de su sistema moral. Y por último el rígido
pietismo (religión luterana) que le inculco su familia se deja traslucir también en su Crítica de
la razón práctica. La intención principal de Kant es una fundamentación original y radical de
los conocimientos científicos. Las luchas entre el empirismo y el racionalismo lo llevaron a
una postura que trata de sintetizar lo aceptable de ambos extremos.
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2. La revolución copernicana
Pero sucede que, según Kant, es al revés, o sea, el objeto es el que gira alrededor del sujeto, lo
cual significa que el sujeto es el que impone sus normas al objeto; éste se rige por el sujeto, y
no al revés. De lo cual resulta que el investigador científico no va a preguntar a la Naturaleza
como a un niño de escuela, sino que va a interrogarla como un juez que lleva ya preparado,
con anterioridad (a priori), el cuestionario que va a imponer al objeto.
De aquí surge la famosa teoría de las formas, o categorías a priori, que son estructuras o
moldes mentales y humanos que el sujeto impone, de un modo universal, a la materia que
recibe en el conocimiento. La ciencia, con esto, ya no es una simple copia de la realidad, sino
una estructuración al modo humano, que realiza el hombre, a partir de ciertos datos del objeto.
También en Ética tiene aplicación esta idea central de Kant. No son los bienes y los fines los
que le darán categoría moral a la conducta humana, sino que es la razón (buena voluntad), con
sus leyes universales, la que elevará a un acto al nivel moral.
Con esto queda planteado un problema: ¿Cuáles son las bases o raíces de ese hecho indudable
ya constatado? Dicho de un modo más técnico: ¿Cuáles son las condiciones de posibilidad de
los juicios universales y necesarios que constituyen a la ciencia físico-matemática?
Es como si dijéramos: Ahora es un hecho que llueve; pero ¿cuáles son las condiciones que han
hecho posible esta lluvia? Como se puede observar, el problema de Kant está girando
alrededor del mismo tema tratado por el empirismo y el racionalismo. Ambos quieren dejar
bien claro cuál es el fundamento de nuestros conocimientos válidos; y responden que ese
fundamento está en la experiencia sensible, o en los principios de la razón, respectivamente.
Con esto deciden cuál es el alcance y la limitación de nuestras facultades cognoscitivas, típica
enunciación del problema central de la Teoría del Conocimiento.
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El planteamiento anterior todavía tiene una expresión más técnica, y dice así: ¿Cuáles son las
condiciones de posibilidad de los juicios sintéticos a priori, en la Matemática y en la Física?
Sin embargo, esta fórmula sólo se entenderá una vez que expliquemos, en el número siguiente,
qué son los juicios sintéticos a priori, y por qué tienen tanta importancia en la Filosofía
kantiana.
En el curso de Lógica se explicaran los juicios analíticos y sintéticos, así como los juicios a
priori y a posteriori. En la Introducción de la Crítica de la razón pura, Kant explica su
concepción acerca de esos juicios y sus relaciones.
Juicio analítico es aquél cuyo predicado está contenido en el sujeto. Juicio sintético es aquél
cuyo predicado está fuera del concepto expresado en el sujeto.
Los primeros son juicios explicativos, y los segundos son juicios extensivos. Esto significa
que los juicios analíticos sólo descomponen el contenido del sujeto, pero no añaden nuevos
conocimientos a lo ya sabido al enunciar el sujeto. Por ejemplo: "Todos los cuerpos son
extensos". En cambio, los juicios sintéticos añaden, con el predicado, nuevas nociones a lo ya
sabido en el sujeto. Por esto son llamados extensivos, o progresivos. Por ejemplo: "Todos los
cuerpos son pesados”
Para Kant, la ciencia tiene que estar constituida por juicios sintéticos pues, de otra manera, con
sólo juicios analíticos no habría modo de hacer a progresar, y siempre se estaría girando
alrededor de lo mismo.
Por otra parte, los juicios a priori son independientes de la experiencia (en cuanto a su validez,
aunque no en cuanto a su origen psicológico). Los juicios a posteriori, en cambio, sólo pueden
fundamentarse a base de experiencia sensible.
De nuevo desecha Kant uno de estos dos tipos de juicios. Obviamente, rechaza los juicios a
posteriori. La ciencia debe estar formada por juicios a priori, pues sólo así se garantiza la
universalidad y la necesidad de las afirmaciones científicas. En cambio, la experiencia
sensible, como conjunto de datos caóticos, sin orden ni estructura, sólo nos da lo singular y lo
contingente, y no puede originar la universalidad y la necesidad propia de los juicios
científicos.
Kant ha colado estos tipos de juicios. Ha rechazado los analíticos y los a posteriori. Se ha
quedado con los a priori y los sintéticos. Pero resulta que, ordinariamente, los juicios
analíticos son también a priori, pues bastaría analizar el sujeto para saber, antes de la
comprobación experimental, que el juicio expresa una verdad. Y paralelamente, los juicios
sintéticos, ordinariamente, son a posteriori, esto es, el predicado se añade al sujeto después de
la experiencia sensible.
Desechados los juicios analíticos y los a posteriori, Kant tiene que aceptar un cierto tipo de
juicios: acepta los sintéticos a priori, no importa que los sintéticos, ordinariamente, sean a
posteriori, y que los a priori, ordinariamente, sean analíticos. Este aparente hibridismo, "juicio
sintético a priori", para Kant es el origen del problema filosófico. Puesto que los juicios
científicos tienen que ser sintéticos, para garantizar la progresividad del conocimiento, y, al
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mismo tiempo, deben ser a priori, para garantizar la universalidad y la necesidad del mismo,
el problema consiste, entonces, en descubrir "las condiciones de posibilidad de los juicios
sintéticos a priori".
Dicho en otras palabras: ¿Cómo es posible que haya juicios que al mismo tiempo sean
sintéticos (es decir, el predicado está fuera del sujeto) y a priori (es decir, independientes de la
experiencia)? ¿Cómo se logra una síntesis fuera de la experiencia sensible? ¿Cuál es la
estructura del conocimiento humano que hace posible, por derecho, esa elaboración de juicios
que, siendo a priori, no son analíticos, y que siendo sintéticos, no son a posteriori?
Biografía y obras
Karl Heinrich Marx nació en 1818 en Tréveris (Renania). Su padre era abogado judío que se
había convertido al protestantismo, y Marx se educó en un ambiente liberal y progresista.
Estudió Derecho en Bonn, prosiguiendo esta carrera en Berlín, donde se entusiasmó con el
estudio de la historia y la filosofía. Recibió una gran influencia del filósofo Hegel, aunque más
tarde se convirtió en principal crítico. Marx terminó sus estudios en 1841, con una tesis
doctoral sobre la filosofía de Epicuro.
En Berlín entró en contacto con los llamados “Jóvenes hegelianos”, que habían hecho una
lectura izquierdista de la obra de Hegel, y también se hizo seguidor de Feuerbach.
En 1842 comenzó su colaboración con la revista Gaceta Renana, caracterizada por su espíritu
crítico y combativo. No obstante, el periódico acabó por ser censurado y Marx tuvo que
trasladarse a París.
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En 1843 contrajo matrimonio con una joven perteneciente a la nobleza prusiana, Jenny
von Westphalen, con las que se trasladó a París.
En 1844 entabló de nuevo contacto con Friedrich Engels, a quien había conocido
anteriormente, llegado a París procedente de Inglaterra
En 1845 Marx fue expulsado de Francia y decidió instalarse en Bruselas. Allí publicó junto
con Engels La sagrada familia, obra en la que se muestra crítico con Bruno Bauer. En 1847 se
asoció a la Liga Comunista y publicó La filosofía de la miseria, en la que ataca el socialismo
utópico, defendiendo el socialismo científico. De nuevo en colaboración con Engels, redactó
el Manifiesto comunista, que sería publicado en Londres en 1848, una de sus obras más
importantes.
En esta ciudad se consagrará a la actividad intelectual y terminará la que quizá sea su obra más
importante: El capital. En 1859 vuelve a publicar una obra sobre economía, la Contribución a
la crítica de la economía política, donde está recogida su teoría del valor y explica su
concepción de la historia, el materialismo histórico y su método de estudio de la misma
Materialismo histórico
La teoría marxista de la historia, que tanto éxito tuvo desde la Revolución Rusa de 1917 hasta
la caída del muro de Berlín en 1989, se conoce con el nombre de materialismo histórico. Marx
concibe la historia como un proceso orientado hacia la meta efectiva de la sociedad comunista,
entendida como aquella sociedad en donde estarían superados todos los enfrentamientos entre
clases sociales. De tal manera, que el materialismo histórico es una teoría científica sobre la
formación y desarrollo de la sociedad: todo el desarrollo de la sociedad se explica desde lo
económico, desde la producción de los bienes materiales.
Marx aplicó el método dialéctico tanto a la historia como al ser humano. El hombre se realiza
a través del trabajo: él es la tesis que se afirma frente a la naturaleza, que constituye la
antítesis. Mediante el trabajo se supera esta contradicción, ya que el ser humano transforma y
humaniza la naturaleza, haciéndola suya.
2. Estas contradicciones dan lugar a la revolución. Esta fase se corresponde con la que Hegel
denominaba antítesis
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3. La revolución produce una nueva forma social con distintas relaciones entre clases, entre
las que se producirán más adelante nuevas contradicciones. Esta fase se corresponde con lo
que Hegel denominaba síntesis.
Por fuerzas productivas entiende Marx las materias primas a partir de las que se espera obtener
un producto determinado, la actividad del trabajador y los medios para realizar el trabajo
(útiles, herramientas, máquinas, etc.), que son necesarios para obtener los productos deseados.
Los seres humanos tienen entre sí determinadas relaciones de producción en función si son
propietarios o no de los medios de producción. Marx concluye que aquellos que poseen los
medios de producción viven del trabajo de los no propietarios. Para Marx esta relación de
explotación es la típica de las sociedades clasistas: la sociedad esclavista, la feudal y la
capitalista.
A medida que las fuerzas productivas se van desarrollando, terminan por entrar en
contradicción con las relaciones de producción existentes, convirtiéndose estas en una traba, lo
que provoca una revolución, y se acaban sustituyendo las viejas relaciones de producción por
otras nuevas. Estas contradicciones constituyen el motor de la historia.
Por otro lado, la estructura ideológica se refiere a las ideas, costumbres, representaciones y
comportamientos propios de una sociedad; en definitiva, la cultura, la religión, la filosofía, etc.
Para Marx, el término "ideología" es usado con el significado peyorativo de "falsa
conciencia", que justifica la "legitimidad" del modo de producción del que deriva y cuya
realidad social enmascara, todo aquello para conseguir el statu quo.
66
su dominación. El modo de ser de la estructura económica determina el modo de ser de las
demás esferas de la sociedad, o lo que es lo mismo, el modelo económico de una sociedad
determina todos los demás aspectos de ésta. Más aún, si se modifica la estructura económica
de una sociedad también se modificará la superestructura ideológica.
Se refiere a la filosofía que empezó a desarrollarse desde los 80 hasta nuestros días, se
caracteriza por el nacimiento de nuevos temas, nuevas rutas de pensamiento y nuevas
metodologías y un nuevo análisis crítico en todos los órdenes. Por su extensión, se llama
también con este nombre a la filosofía producida por filósofos que aún están vivos. También
teniendo en cuenta que todos los filósofos nos habían hablado de una filosofía teórica y
conceptual, pero en él se hace que la filosofía se vuelva tanto teórica como práctica con la
aparición del pragmatismo filosófico.
La Filosofía del siglo XX se inicia con la Fenomenología de Husserl, abarca las corrientes del
existencialismo, de la axiología y del positivismo lógico. Finalmente desemboca en las
corrientes del estructuralismo y del postmodernismo.
1. Biografía
Edmundo Husserl nació, en Moravia (entonces Austria), en 1859, de una familia judía, y
murió en 1938. Sus principales obras, publicadas a partir del año 1900, marcan el inicio de un
siglo de franca tendencia fenomenológica, tal como se puede notar en autores como
Heidegger, Scheler, Hartmann, Sartre y Merleau-Ponty. Husserl es, con su Fenomenología
como método, el autor del siglo XX que más ha influido en la orientación de la investigación
filosófica de los autores contemporáneos. Los títulos de sus obras son los siguientes:
Investigaciones lógicas, Ideas (el título completo es: Ideas relativas a una Fenomenología
pura y una Filosofía fenomenológica), Meditaciones cartesianas, La Filosofía como ciencia
estricta.
67
Notaremos la influencia cartesiana desde el momento en que intenta un comienzo absoluto
centrado en el Yo. Él mismo se dice positivista, en cuanto quiere atenerse a los fenómenos;
pero la influencia de Kant se deja translucir desde que procura siempre elevarse hasta el origen
constituyente del conocimiento y de todo objeto de conciencia. Su enemigo es el psicologismo
(tan de moda en su tiempo), que pretendía fundamentar aun la Lógica en los fenómenos
psíquicos, con lo cual se desechaba todo contenido objetivo, y se caía en un claro relativismo e
historicismo.
Erigir de nuevo, y poner en su lugar, las esencias intelectuales, objetivas, e independientes del
tiempo y de las costumbres, es uno de los más atrevidos méritos de Husserl, si se toma en
cuenta la fama del positivismo, que entonces llegaba a su apogeo.
Husserl pretende, igual que Descartes, un comienzo absoluto y definitivo para la Filosofía. No
sin razón, los dos autores mencionados habían cultivado con profundidad las Matemáticas, en
donde el rigor y la certeza son definitivos. Husserl se encara contra veinticinco siglos de
Filosofía, y trata de filosofar por cuenta propia; pero de tal manera, que su pensamiento ya no
sea objeto de posteriores rechazos.
Para esto distingue entre la evidencia asertórica y la evidencia apodíctica. La primera se refiere
a una verdad; pero de tal modo que no es imposible que lo contrario sea verdadero. En
cambio, la evidencia apodíctica es superior, pues no sólo se refiere a algo verdadero, sino a lo
necesario, de tal modo que sería absurdo pensar lo contrario como verdadero. De evidencia
asertórica gozan los hechos que continuamente palpamos. De evidencia apodíctica gozan las
verdades rigurosas, como las de las Matemáticas.
Pues bien, según Husserl, la característica de la ciencia ha de ser una evidencia apodíctica, y
por eso la Filosofía todavía no existe como ciencia, pues continuamente enuncia proposiciones
que carecen de validez para toda con ciencia. Llevar la investigación filosófica al rango de
ciencia estricta, es lo que se propone Husserl al explicar su método fenomenológico.
3. Definición de fenomenología
68
vida cotidiana; pero si se quiere el rigor filosófico, se debe prescindir de ella, y asumir
solamente el dato dentro de lo que presenta evidencia apodíctica. La actitud
fenomenológica no toma postura respecto a la existencia real del objeto intuido. No
que la niegue, sino que es neutra, ni afirma ni niega.
c) El tema de la Fenomenología está en las esencias. No le interesa sino ese centro o
unidad de características que se enlazan necesariamente. Prescinde de lo que es
simplemente fáctico, de lo contingente, de lo singular. Con esto apoya, una vez más, su
deseo de ciencia en sentido estricto.
d) Pero lo más difícil de captar en este objeto de la Fenomenología, es que no tratará de
cualquier tipo de esencias, sino de aquellas que caracterizan a las vivencias. Llama
vivencias a los modos de conciencia necesarios para captar algún objeto.
En síntesis, la Fenomenología consiste en remontarse por intuición hasta las esencias que
posibilitan las captaciones ordinarias. Por lo tanto, hacer Fenomenología del amor, en
auténtico sentido husserliano, no es describir experiencias concretas, realistas, del amor, sino
las vivencias necesarias para experimentar el amor; hacer Fenomenología del valor no es tanto
describir los diversos valores, sino las vivencias necesarias para experimentar el valor, y así
sucesivamente.
Como se puede notar, la tendencia de Husserl enlaza claramente con el propósito kantiano, a
saber, remontarse hasta la región del a priori, de lo universal, de lo necesario, de lo que
condiciona la experiencia a posteriori, singular y contingente.
a) La epojé filosófica consiste en poner entre paréntesis toda teoría filosófica y todo
presupuesto, con el fin de enfocar la atención exclusivamente en los objetos.
No se aprende Filosofía, dice Husserl, estudiando a los filósofos, sino yendo a las cosas
mismas, a los objetos sobre los cuales se va a filosofar. Asimismo, la eliminación de
todo presupuesto y de todo principio lógico, pretende la anulación de tantas
discusiones que desde un principio habría que encarar, como es la que trata la validez
de los primeros principios.
b) La epojé fenomenológica (la más socorrida y llena de equívocos, según comenta
Teodoro Celms) consiste en poner entre paréntesis la existencia o ser real de los
objetos, para tratarlos sólo en cuanto fenómeno, o sea, en cuanto que se me manifiestan
o aparecen. Como puede notarse, esta reducción conduce directamente al idealismo y
además, según Heidegger, elimina el tema central de la Filosofía, que es el ser.
69
c) Por último, la epojé eidética consiste en poner entre paréntesis todo lo accidental,
fáctico y contingente, para enfocar en el fenómeno solamente lo esencial, lo necesario,
lo a priori.
Las tres reducciones constituyen todo un proceso de regreso, desde los objetos comunes y
corrientes, hasta el sujeto trascendental, que posibilita, con sus vivencias, la captación de tales
objetos.
1. Biografía
1. Pensamiento y filosofía
Dios ha muerto, nosotros lo hemos matado. Una de las frases más polémicas de este filósofo
que ha marcado tendencias por más que es continuamente excluido de los círculos académicos
conservadores. Para el filósofo alemán, la muerte de Dios supone el momento en que el
hombre ha alcanzado la madurez necesaria para prescindir de un dios que establezca las pautas
y los límites a la naturaleza humana, o sea, la moral.
Toda fundación de cultura europea se encuentra en el despliegue del nihilismo, la que surge
como destino necesario de este proceso. La visión religiosa del mundo había sufrido ya un
gran número de cambios por perspectivas contrarias, cayendo en el escepticismo filosófico, y
en las teorías científicas evolucionistas y heliocéntricas modernas, lo que no hace más que
confirmar la desvalorización de los valores supremos. A lo ya señalado, hemos de sumar una
creciente presencia de lo democrático, la que se muestra como la afirmación de una
individualidad independiente de Dios y acreedora de la igualdad, de la medianía.
La democracia aparece, a los ojos de Nietzsche, como un momento del despliegue del
nihilismo igualmente negador de la vida que los que la antecedieron. Ambas manifestaciones
del nihilismo se muestran a Nietzsche como negaciones de la vida, al negar u olvidar
70
dimensiones de la misma que, a su parecer, aparecen como constitutivas de ella e inalienables
a lo que él considera vida. Estas dimensiones negadas de la vida se muestran en ámbitos tan
determinantes como el constante darse del devenir y las diferencias entre los hombres.
La frase Dios ha muerto señala el fin de eso que antes aparecía como lo imperante, y por otra,
indica un terreno fértil, un terreno inexplorado, en el cual el propio Nietzsche es un colono. A
partir de la frase Dios ha muerto, Nietzsche se refiere tanto a la ceguera del pasado en tanto
incapacidad de ver esto, como a la asunción de una nueva posibilidad de relacionarse con lo
que es, posibilidad dada por la asunción de dicha muerte. El hombre europeo ha de asumir la
gran e inevitable consecuencia de la muerte en la sociedad occidental de Dios. La
consecuencia de la muerte de Dios es que los valores vigentes en la sociedad occidental se
vienen abajo ellos solos, según el nihilismo, o no se vienen abajo sino que los hombres los
destruimos. Según Nietzsche la superación del nihilismo se producirá cuando el superhombre
imponga unos nuevos valores de acuerdo a la moral de señores, destruyendo los valores de la
moral de esclavos. Resumiendo, destruimos los valores de los hombres para poner en su lugar
los valores del superhombre que ocupará el lugar de Dios.
Martin Heidegger
1. Biografía
Su intención es tratar del ser, en toda su amplitud y en cuanto tal. En ese sentido dice no
pertenecer al grupo de los filósofos existencialistas, cuya sola preocupación es la existencia
humana. Sin embargo, la única parte publicada de Ser y tiempo, es todo un tratado sobre el ser
del hombre. Al leer las obras de Heidegger, pareciera que se trata de un autor ateo, pues Dios
no figura en su Filosofía. Cuando fue preguntado sobre el tema de Dios, contestó que ése no es
problema de su Filosofía, dado el método fenomenológico que ha adoptado. Con todo, en los
últimos tiempos declaró estarse dedicando al estudio de lo sagrado y lo divino.
2. El ser y el ente
Desde un principio, Heidegger trata de colocarse en plano del ser, elevándose por encima del
plano de los entes. No debe confundirse el ser y los entes. Éstos son las cosas, los existentes,
los objetos. En cambio, el ser es lo que le da inteligibilidad y sentido a las cosas. El ser
fundamento de los entes. La diferencia entre el ser y el ente es la tantas veces mencionada en
escritos de Heidegger, diferencia ontológica. Para este autor, el plano o nivel óntico es el que
se refiere a los entes) y el nivel ontológico es el que se refiere al ser.
Heidegger se propone, expresamente, la elucidación del ser, y tacha a los autores llamados
existencialistas, porque se reducen a un plano puramente óntico. Además, Heidegger tacha a
toda la Filosofía anterior a él, por haberse olvidado del ser. Solamente Parménides y Platón
trataron acerca del ser. Pero a partir de Aristóteles, y luego, en la Edad Media, la Filosofía
quedó reducida al plano óntico. El propósito de la Filosofía fue esclarecer qué son los entes,
cuando lo que principalmente interesa es el ser, es decir: "¿por qué hay entes' en lugar de no
haber nada?"
71
En este mismo sentido, Heidegger también se opone a Husserl, dado que la epojé
fenomenológica quiere poner entre paréntesis, o dejar sin consideración, el ser o existencia
real de los objetos. Pero esto es un grave error, desde el punto de vista de Heidegger, pues otra
vez la Filosofía se quedaría en el plano óntico y no alcanzaría el plano ontológico. Tenemos
pues, a un autor que nuevamente quiere empezar desde el principio todo el trabajo de la
Filosofía, y rechaza los veinticinco siglos de investigación filosófica ya realizada.
Sin embargo, con respecto al ser, no es mucho lo que puede decir. El ser, por lo pronto, no es
Dios, ni tampoco es la causa del mundo. El ser, en último término, se puede confundir con la
nada, puesto que no es ningún ente. Además, el ser es finito, según Heidegger. Esto es la
consecuencia que obtiene, a partir de su Ontología, basada en la Antropología.
La doctrina de Heidegger acerca del ser, es de suma importancia para la Metafísica. Marca
nuevamente una preocupación por los problemas del ser, que tan agudamente fueron
planteados desde los griegos, y en la Edad Media (y en esto Heidegger se muestra injusto
contra la obra de Sto. Tomás, cuyo centro es, justamente, el esse, el ser), y que luego fueron
relegados, en función de la Teoría del Conocimiento, que inició su auge a partir de Descartes,
y culminó con Kant. El siglo XX, con la obra de Heidegger, ya no puede tener el mismo sabor
antimetafísico del siglo XIX. Sin embargo, aun en el mismo Heidegger habría que hacer notar
la deficiencia de su concepto de ser, que es finito. En términos tomistas, Heidegger todavía no
ha alcanzado al ser trascendental, y se ha limitado en un plano categorial.
3. El Dasein
Una de las más importantes tesis heideggerianas, acerca del hombre, es la siguiente
proposición: "La esencia del Dasein es la existencia. Por supuesto, no debe interpretarse dicha
tesis como si al hombre le fuera esencial existir, como si el hombre existiera necesariamente.
Significa, más bien, que lo típico del hombre es existir, es estar lanzado hacia algo, es dar
sentido a las cosas con el mismo ser que él lleva consigo. Existencia se escribe, en esa obra:
Ex-sistencia"; lo cual señala más gráficamente el sentido que quiere expresar. Exsistencia es
estar fuera de sí (las mismas raíces de éxtasis), es proyectarse hacia algo.
También se refiere al hombre como "ser-en-el-mundo". Esto significa, no que el hombre está
espacialmente en un cierto lugar de la Tierra, sino que lo típico del hombre es vivir inmerso en
una red de relaciones, hacia las cuales proyecta toda su atención. El mundo es esa red de
relaciones, formada por los objetos que están a la mano; cada uno remite a los demás. Y ese
conjunto de relaciones forma parte integrante del ser de cada hombre. En otras palabras, no se
podría comprender a una persona determinada, sin ese mundo peculiar que lo rodea. En el
mundo nos encontramos arrojados, caídos, lanzados. Esta es la "derelicción", una de las
principales categorías del hombre, y que ha dado lugar a posteriores descripciones sobre el
desamparo y la angustia del hombre.
En su obra, Heidegger explica los existenciales del hombre, o sea, sus características más
importantes, que se podrían reducir a cuatro: cuidado, libertad, trascendencia, y temporalidad.
El hombre es cuidado, o preocupación, es decir, está lanzado hacia las cosas o instrumentos
del mundo. La libertad es el hecho de proyectarse hacia sus propias posibilidades; el
72
existencialismo ha tomado a su cargo la acentuación de esta cualidad humana, tan opuesta al
determinismo derivable de las filosofías racionalistas. La trascendencia es lo mismo que la
libertad, pues el hombre surge por encima de las cosas, se escoge, y se hace su propio ser, en
oposición a los objetos, cuya esencia está hecha y terminada. La temporalidad consiste en que
el hombre no está en el tiempo, sino que es un proceso de temporalización, cuyos éxtasis, o
salidas de sí mismo, originan los tres momentos del tiempo entendido corrientemente.
PAUL SARTRE
AÑOS 40
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En 1957 publica la primera edición de "Cuestión de método" y comienza a trabajar en
la "Crítica de la razón dialéctica"
En 1964 rechaza el Premio Nobel de Literatura, explicando que él tenía por regla
declinar todo reconocimiento.
Muere el 15 de abril en el hospital Broussais.
EXISTENCIALISMO
Movimiento filosófico cuyo postulado fundamental es que, los seres humanos, en forma
individual, crean el significado y la esencia de sus vidas. La corriente, de manera general,
destaca el hecho de la libertad y la temporalidad del hombre, de su existencia en el mundo más
que de su supuesta esencia profunda.
Uno de sus postulados fundamentales es que "la existencia precede su esencia”, es decir, que
no hay una naturaleza humana que determine a los individuos, sino que son sus actos los que
determinan quiénes son, así como el significado de sus vidas. El existencialismo defiende que
el individuo es libre y totalmente responsable de sus actos.
El hombre es el único ser que tiene conciencia "ser-para-sí", los demás seres vivientes
son "ser-en-sí", carecen de conciencia, por lo tanto, viven en sí, su existencia en el
mundo es vacía, sin logro y sin otro fin más que la muerte.
SER-PARA-SÍ
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La ANGUSTIA no es un sentimiento sino un estado general del ser humano (el
hombre no tiene angustia, sino que es angustia), porque se ve forzado a tomar
decisiones sin el respaldo de un ser superior.
Mala fe - Buena fe
Cuando el hombre intenta escapar de su propia construcción, de su propia libertad, llevan una
existencia inauténtica, buscando sentido a sus vidas en la religión o en otros valores, a ésta
conducta de engaño Sartre la conoce como "Mala fe".
Para Sartre no hay ser en potencia, todo lo que existe está en acto. La libertad es la misma
elección que el hombre realiza al existir como una indeterminación, pero que continuamente
se está autodeterminando.
ANTITEISMO
La postura de Sartre frente a Dios no solamente es atea, sino que se constituye como un
antiteísmo.
"Si Dios existe, al menos hay un ser cuya existencia precede a la esencia, un ser que existe
antes de poder ser definido, por ningún concepto, y este ser es el hombre. No hay naturaleza
humana porque no hay Dios que la conciba".
La filosofia posmoderna
Desde hace unos años está muy de moda hablar en términos de “posmodernidad”. No
solamente existe una filosofía posmoderna, sino también una arquitectura, un arte plástico, una
literatura y hasta una religión posmodernas, es decir, una cultura posmoderna. El movimiento
de la Nueva Era que es un primer indicio de un cambio paradigmático. El eclecticismo en
arquitectura y arte en general podría ser otro. Filosóficamente el posmodernismo surgió en los
años 80 como consecuencia del posestructuralismo de Jacques Derrida, Michel Serres y Gilles
Deleuze, pero también como reflexión sobre la desregulación en el modelo económico
neoliberal.
Las características
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sostiene, que todos estos intentos todavía eran una “rebeldía contra la razón por medio
de la razón”.
b) El posmodernismo plantea una pluralidad radical de paradigmas filosóficos y
culturales. Según el “principio de tolerancia”, ningún discurso en el sentido de
paradigma tiene el derecho de concebirse como el “verdadero” y más “adecuado”. El
posmodernismo rechaza tajantemente la existencia de un metadiscurso que podría
fungir como criterio para juzgar los diferentes sub-discursos particulares. El
metadiscurso de la modernidad, la racionalidad ya no sirve como criterio universal de
“verdad”.
c) Esta pluralidad “Doxológica” (de doctrinas) significa que ya no podemos hablar de una
sola verdad, sino de una pluralidad de verdades que ni son compatibles entre sí, ni
deben serlo. La mentalidad posmoderna no busca una posición por encima de la
diferencia, sino es la diferencia que es un signo de la nueva era
d) En el pensamiento filosófico, solo podemos comparar diferentes posturas, pero no
llegar a una discusión “racional” entre ellas, porque esto significaría someterse al
“metadiscurso dominante” de la modernidad. El lema cualquier cosa funciona expresa
este espíritu de permisividad. Todo es permitido, cualquier teoría puede ser lanzada,
siempre que tenga aceptación.
e) El pensamiento posmoderno, rechaza los criterios racionales y éticos para juzgar una
cierta teoría o postura. Más bien introduce el criterio estético como criterio universal,
hablamos entonces de una estatización de toda la cultura, inclusive la filosofía. La era
posmoderna es la era estética, contemplamos imágenes, valores, posturas filosóficas,
hombres y teorías según aspectos estéticos. Lo verdadero y lo bueno se convierten en
“bello”.
f) La alianza con el neoliberalismo y el neoconservadurismo significa una monitorización
todo tiene valor monetario de la vida y el surgimiento de un nuevo Hedonismo (solo
placer). Proyectos utópicos y comunitarios han pasado de moda; ahora empieza a
reinar el individualismo más crudo. Relaciones humanas se realizaran ante todo
mediante el “producto” y la informática.
La filosofía posmoderna es una postura muy tentadora y difícil de refutar. Cada oposición al
paradigma posmoderno es “absorbida” inmediatamente como uno de los muchos “discursos”
diversos, que son equivalentes uno a otro con respecto a su valor epistémico y ético. Cada
defensa de un “discurso magistral” o un “valor universal” es signo de una actitud anticuada
frente a la indiferencia total con respecto a la explicación del mundo. Cada intento de llegar a
un discurso racional común para definir valores humanos o éticos es interpretado como
“fundamentalismo” dogmático moderno, “verdad”, “justicia” y “humanidad” solo se dan en el
plural. La época de las ideologías, inclusive el humanismo y la ilustración ha pasado
definitivamente, ahora rige la totalidad no totalitaria de una pluralidad radical.
1. Biografía
Nació en Versalles en 1924, estudio en la Sorbona y, a finales de los 40, presento su tesis con
el título La indiferencia como noción ética, sobre la ataraxia de Epicuro y la aphatia Estoica.
Fue profesor en el Liceo Constantine, desde una postura marxista, escribió en la revista,
Socialisme ou Barbarie. Además de estudiar a Marx, estudio a Freud y a Lacan. Igualmente se
dedicó mucho a la Estética y a la crítica del arte, sobre todo de pintura. Murió en Paris en
1998.
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historia, de la misma manera criticó la sociedad actual postmoderna por el realismo del dinero,
que se acomoda a todas las tendencias y necesidades, siempre y cuando tengan poder de
compra. Criticó los metadiscursos: el cristiano, el ilustrado, el marxista y el capitalista porque
son incapaces de conducir a la liberación.
2. Obras
Economía libidinal
La condición posmoderna
Lo Inhumano
La diferencia
3. La posmodernidad diferente
4. Inicios fenomenológicos
En el libro, Discurso, (1971) la figura, plantea que junto al discurso siempre hay una figura, un
espacio figurativo. La figura es la fuerza, el poder del deseo que se imprime al discurso. Pero
la figura no se relaciona con el discurso por oposición, sino por diferencia. La obra de arte se
cumple de manera fantasmagórica, en ese sentido es decepción o engaño. En la obra Economía
Libidinal, recupera esa noción de energía o fuerza del discurso. A la noción del sistema opone
la de dispositivo libidinal e incluso se opone al nihilismo y a la crítica y a toda negatividad, en
aras de una filosofía afirmativa, rechaza la dialéctica y toda noción de sujeto.
En la Condición Posmoderna (1979), Lyotard estudia la condición del saber en las sociedades
más desarrolladas. Designa el estado de la cultura después de las transformaciones que han
afectado las condiciones de juego de la ciencia, de la literatura y de las artes a partir del siglo
XIX, Esta condición posmoderna refleja la incredulidad con respecto a los metarrelatos.
El estudio le fue pedido por la universidad de Quebec. Se trata de la era postindustrial que
comenzó en la década del 50, la característica del saber de esta época se produce para ser
vendido, pierde el valor de uso, solo queda el valor de cambio.
77
Ya no se estudia para contemplar, para saber el saber, sino para vender. Ni siquiera es un saber
para las sociedades o para los estados, sino para las grandes empresas y los grandes mercados.
La caída de los grandes relatos repercute en la sociedad rompiendo los vínculos sociales, para
dejar a los individuos como átomos dispersos y en movimiento autónomo, todo se va ahora a
la pragmática del saber narrativo que es el saber de la posmodernidad.
Legitima la ciencia y el derecho por medio de su eficacia, y esta por aquellos, la enseñanza
superior se queda con el único objetivo de contribuir con la alta performatividad del sistema
social. Están en manos de las grandes empresas a las que tienen que fortalecer. También en
parte el Estado. Por eso las instituciones de enseñanza superior estarán supeditadas a los
poderes del estado y de las empresas.
Michel Foucault
1. Biografía
Foucault es conocido principalmente por sus estudios críticos de las instituciones sociales, en
especial la psiquiatría, la medicina, las ciencias humanas, el sistema de prisiones, así como por
su trabajo sobre la historia de la sexualidad humana. Sus análisis sobre el poder y las
relaciones entre poder, conocimiento y discurso han sido ampliamente debatidos, clasificó su
propio pensamiento como una crítica histórica de la modernidad.
Desde su primer libro establece una lucha en contra del racionalismo, debido a él es como el
hombre define su propia naturaleza de tal manera que excluye a los que difieren notablemente
como es el caso de los locos. Su estudio psicológico de lo que se conoce como locura a través
de los siglos lo lleva a la conclusión de que el racionalismo es totalmente arbitrario. De
acuerdo con él, el concepto de naturaleza humana debe esfumarse igual que un rostro humano
dibujado en la arena de la playa y bañado por las olas. Las epistemes, de acuerdo con
Foucault, son "conjuntos de relaciones entre prácticas discursivas comunes a las diversas
ciencias". A partir de ellas surge el modo como se expresa una cultura de acuerdo con su
propia época. Lo mejor que se puede decir del hombre es que no existe un concepto de
hombre.
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Además de la locura y de la naturaleza humana, Foucault estudia con detenimiento el concepto
de poder. El poder es una estructura que manifiesta el modo como el hombre domina a los
demás. Así es como inventa la institución carcelaria, semejantemente a la del manicomio.
Gracias al castigo en la cárcel, el hombre establece su poder y su dominio sobre los demás.
Foucault reincide continuamente en el tema de la sexualidad castigada, como un eco resentido
de su propia homosexualidad.
El modelo arqueológico de Foucault quiere ser algo distinto de la tradicional historia de las
ideas. En efecto, esquematiza nuestro autor, la arqueología no trata de definir los pensamientos
y las representaciones que se ocultan o se manifiestan en los discursos, sino justamente estos
mismos discursos, en cuanto a práctica que obedecen a reglas. Su problema es, en cambio, el
de definir los discursos en su especificidad y enseñar en qué sentido el conjunto de reglas que
ellos ponen en su marcha es irreductible a cualquier otro, a la arqueología, no le interesa el
hecho del sujeto creador, en cuanto razón de ser de una obra y el principio de su unidad.
La arqueología no trata de restituir aquello que se ha podido pensar, querer, ambicionar por
parte de los hombres en el mismo momento en que proferían el discurso. No pretende
esconderse en la ambigua modestia de una lectura que deje volver, en su pureza, la luz lejana y
casi apagada del origen. En cambio, ella no es el retorno al secreto del origen; es la
descripción sistemática de un discurso objeto.
A partir de la primitiva arqueología del saber Foucault llega a una genealogía del poder, o sea
a un análisis genético estructural de los microsistemas de poder presentes en la sociedad
contemporánea. Análisis que tiene como objeto la resistencia ante los mismos; llamamos
genealogía al acoplamiento de las memorias locales, que permite la constitución de un saber
histórico de las luchas y de la utilización de este saber en las tácticas actuales. Este cambio
presenta indudablemente nexos de continuidad con la producción precedente de nuestro autor,
interesada desde siempre en las relaciones entre saber y poder. En efecto, desde la Historia de
la locura en adelante, Foucault ha tratado de mostrar cómo el saber es portador de poder, o sea
de procedimientos de selección y de interdicción, dirigidos a impedir una libre proliferación de
discursos, unos procedimientos en los cuales el manicomio y la clínica son manifestaciones
materiales o consecuencias visibles.
Tanto es así que el trabajo de Foucault ha querido ser un esfuerzo de rehabilitación de los
saberes sometidos, o sea una excavación arqueológica dirigida a desenterrar, los discursos
golpeados por la conjura del silencio. Sin embargo, si a finales de los años sesenta él ha
mostrado considerar determinantes las prácticas del saber, ahora demuestra considerar
determinantes las del poder: Foucault comprende que las prácticas discursivas son en realidad
dependientes de las prácticas no discursivas, o sea que, en última instancia, son las estructuras
políticas las que determinan las reglas según las cuales es posible hablar.
Esto no significa, sin embargo, que nuestro autor intente establecer, entre saber y poder, una
relación de causa efecto. En efecto, desde su punto de vista, saber y poder, más allá de
cualquier dualismo simplista entre prácticas discursivas y no discursivas, aparecen como
formas inseparables que se reproducen recíprocamente, en cuanto el poder se organiza siempre
en un saber y el saber se concretiza siempre en un poder; en realidad tengo la impresión de que
existe, he tratado de explicarlo, una perpetua articulación del poder sobre el saber y del saber
sobre el poder. No hay que contentarse con decir que el poder necesita de este o de aquel
descubrimiento, de esta o de aquella forma de saber, sino que ejercitar el poder crea objetos de
saber, los hace emerger, acumula informaciones, las utiliza. No se puede entender nada del
saber económico si no se sabe cómo se ejerce, en lo cotidiano, el poder, y el poder económico.
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El ejercicio del poder crea perpetuamente saber y, viceversa, el saber trae consigo efectos de
poder.
Foucault ha ido afirmando que el poder no tiene sólo la función negativa de reprimir, sino
también la positiva de producir. Produce antes que reprimir, sobre todo porque aquello que
reprime las personas son ya, en una amplia medida, sus productos. El poder se construye y
funciona a partir de otros poderes, de los efectos de éstos, independientes del proceso
económico. Las relaciones de poder se encuentran estrechamente ligadas a las familiares,
sexuales, productivas; íntimamente enlazadas y desempeñando un papel de condicionante y
condicionado. En el análisis del fenómeno del poder no se debe partir del centro y descender,
sino más bien realizar un análisis ascendente, a partir de los mecanismos infinitesimales, que
poseen su propia historia, técnica y táctica, y observar cómo estos procedimientos han sido
colonizados, utilizados, transformados, doblegados por formas de dominación global y
mecanismos más generales.
El poder del cual habla Foucault es aquella fuerza difusa que está en la base del panoptismo
diario que informa a la sociedad: del manicomio a la escuela, de la oficina a la prisión a cuyos
mecanismos funcionales está dedicado el análisis de vigilar y castigar. En consecuencia,
puntualiza Foucault, con poder no quiero decir "El Poder", como conjunto de instituciones y
de aparatos que garantizan la sumisión de los ciudadanos en un Estado determinado. Con
"poder", no entiendo tampoco un tipo de sometimiento, que en oposición tendría la forma de la
regla. Ni entiendo, en fin, un sistema general de dominio ejercido por un elemento o por un
grupo sobre otro el poder no es una institución, y no es una estructura, no es una cierta
potencia de la cual algunos estarían dotados: es el nombre que se da a una situación estratégica
compleja en una sociedad dotada. En conclusión, el poder se identifica con el trama relacional
y la multiplicidad de las relaciones de fuerza inmanentes a una determinada sociedad: Con el
término poder me parece que se debe entender ante todo la multiplicidad de las relaciones de
fuerza inmanentes en el campo en que se ejercen y constituidas por su organización: el juego
que a través de luchas y choques incesantes las transforma, las refuerza, las invierte; los
apoyos que estas relaciones de fuerza encuentran unas en otras, para formar una cadena o un
sistema, o, al contrario, las diferencias, las contradicciones que las aíslan unas de las otras; las
estrategias, en fin, con las cuales realizan sus efectos, y cuyo diseño general o cuya
cristalización institucional toman forma en los aparatos estatales en la redacción de las leyes,
en las hegemonías sociales.
Modernidad líquida
Zygmunt Bauman, sociólogo, filósofo y ensayista polaco (1925 – 2017). Es conocido por
acuñar el término, y desarrollar el concepto, de la «modernidad líquida».
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La fluidez como una metáfora regente de la etapa actual de la era moderna: los líquidos a
diferencia de los sólidos no conservan fácilmente su forma. No se fijan en el espacio ni se atan
al tempo. En tanto los sólidos tienen una clara dimensión espacial, los fluidos no conservan
una forma durante mucho tiempo y están constantemente dispuestos a cambiarla.
La famosa expresión "derretir los sólidos" acuñada por los autores del Manifiesto
Comunista, se refería al tratamiento con el que el espíritu moderno aludía a una sociedad que
encontraba estancada y resistente a los cambios ambicionados. Los primeros sólidos
que debían disolverse eran las lealtades tradicionales, los derechos y obligaciones
acostumbrados, que obstaculizaban los movimientos y constreñían la iniciativa de
construir un nuevo orden. La disolución de los sólidos condujo a una progresiva
emancipación de la economía de sus tradicionales ataduras políticas, éticas y culturales.
Sedimentó un nuevo orden definido en términos económicos. Ese nuevo orden debía
ser más sólido que los órdenes que reemplazaba.
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