Reflejos
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Reflejos
El tono muscular es definido como “un estado de tensión permanente de los músculos, de origen
esencialmente reflejo, variable, cuya misión fundamental tiende al ajuste de las posturas locales y de
la actividad general. Esta tensión de los músculos tiene que ser optima, dado que la función de tono
muscular es permitir el movimiento y la adecuación postural, esta no puede ser ni muy aumentada,
ni muy disminuida para que el movimiento y la postura puedan ocurrir. Si bien existe un grado de
variabilidad dependiendo de la situación en la que se encuentre el individuo. Es decir, el tono
muscular presenta variantes fisiológicas notorias: con el sueño disminuye al máximo, con el llanto se
exalta.
Cabe rescatar de esta definición que el tono, si bien se expresa en los músculos, es una actividad
regida por el sistema nervioso central. Esto significa que cualquier alteración del tono (por ejemplo,
un bebe que no puede agarrar en una edad determinada) indica necesariamente alguna anomalía a
nivel central. Por eso resultan fundamentales evaluar la calidad del tono muscular que es un
indicador de cómo funciona el sistema nervioso central, a través de las propiedades del tono.
La valoración precisa del tono muscular requiere el apoyo de datos objetivos a los cuales referirse.
Para lograr información confiable hay que recoger metódicamente los hallazgos aportados por una
cuidadosa semiología y discriminar paso a paso cada una de las propiedades del tono muscular.
Después de detallado trabajo analítico, la síntesis conceptuará la verdadera calidad tónica del niño
examinado. Y es importante conocer dicha calidad desde las primeras etapas de la vida porque, la
cualidad de la función muscular parece jugar un rol vital no solamente en el estado neurológico
actual del lactante sino también en la futura integridad de toda la función neurológica.
El estudio semiológico del tono comienza con la inspección del niño desnudo, que informa a su vez,
sobre su estado de nutrición y el volumen de sus músculos.
Normalmente hay concordancia entre las tres propiedades del tono muscular: los lactantes con
masas musculares consistentes —pequeñas o voluminosas— presentan elevada resistencia a la
movilización pasiva, escaso balanceo y extensibilidad limitada. Características inversas se asocian
con los lactantes de músculos poco consistentes.
El tono muscular evoluciona en el decurso de los meses manteniendo cierto paralelismo entre sus
varias propiedades, particularmente entre la pasividad y la extensibilidad. La consistencia es más
independiente ya que pueden modificarla por separado factores nutricionales y metabólicos.
La idea de tono muscular es fundamental para entender los reflejos, ya que, si existe alguna
anomalía en el tono muscular, estos reflejos no se van a dar dentro de lo esperado, sino que van a
ver anomalías. Esto es así porque si el tono muscular es el medio de la motricidad y los reflejos es el
tipo de motricidad que tienen los recién nacidos, si hay alguna cuestión en el tono, se verá afectada
el desarrollo de estos reflejos.
→ Reflejos:
La actividad motriz en el recién nacido son acciones reflejas. Los reflejos son reacciones automáticas
desencadenadas por estímulos que impresionan diversos receptores. Tienden a favorecer la
adecuación del individuo al ambiente. Enraizados en la filogenia, provienen de un pasado biológico
remoto, y acompañan al ser humano durante la primera edad, algunos durante toda la vida.
A medida que avanza la maduración del sistema nervioso, los estímulos que desencadenan reflejos
van provocando respuestas menos automáticas, en las que comienza a vislumbrarse el sello del
componente cortical: a la sombra de los reflejos arcaicos, íntimamente amalgamada con ellos,
utilizando los elementos que proveen sus esquemas de acción y nutriéndose de la experiencia
adquirida al ejercitarlos, se desarrolla la actividad psicomotriz voluntaria.
(En otras palabras, las reacciones automáticas en la medida en que se van ejercitando van
corticalizándose y se inhibe la respuesta automática dando lugar a la conducta voluntaria) En este
sentido, decimos que son evolutivos porque estos automatismos evolucionan hasta que llegan a ser
una función importante para la vida.
Los reflejos constituyen un todo armónico, están íntimamente imbricados entre sí, interrelacionados
unos con otros. Sus respuestas dependen de las necesidades fisiológicas del momento en que se los
solicita, del estado emocional del niño, y por cierto también de las características del contexto
ambiental.
Los reflejos aparecen algunos desde la edad gestacional, otros al momento del nacimiento y otros
aparecen a lo largo del primer año de vida y aquí hay que estar muy atentos porque si no aparecen
significa que algo no anda bien.
Reflejos arcaicos:
REFLEJO DE MORO: Es una reacción corporal masiva, subsiguiente al sobresalto determinado por
varios estímulos que tienen en común la particularidad de inducir una brusca extensión de la cabeza
que altera su relación con el tronco. Consiste en la extensión, abducción y elevación de ambos
miembros superiores, seguida del retorno a la habitual actitud flexora en aducción. El conjunto ha
sido descrito como “reflejo de brazos en cruz”. Para estudiarla es conveniente que los lactantes
estén desnudos y sobre una mesa de examen poco acolchada. Los niños particularmente excitables,
de tono muscular elevado, suelen brindar respuestas mucho más vivas que los niños apacibles.
Varias maniobras semiológicas permiten explorar este reflejo. Si, suspendido el lactante
horizontalmente dorso abajo y bien alineado, con una de las manos de la médico ubicada bajo su
tronco y otra bajo su cabeza, se retira es t a última provocando la caída de la cabeza, la respuesta es
inmediata (fig. 10). También es franca y pronta la reacción que se logra si, estando el niño apoyado
de decúbito dorsal, se lo toma por los muslos y, en movimiento suave pero rápido, se le eleva la
pelvis de manera que altere la relación del tronco con la cabeza. La respuesta es la misma cuando el
examinador golpea con sus manos a ambos lados del niño la camilla sobre la que yace en decúbito
dorsal: en es- te caso es el propio lactante quien dirige la cabeza hacia atrás en un movimiento como
de defensa o de huida. El reflejo de Moro se manifiesta de igual manera en ambos lados del cuerpo,
y toda asimetría reiterada debe ser considerada anormal e investigarse su causa.
El reflejo existe en el feto desde edades muy tempranas: Gesell y Peiper citan observaciones en fetos
de ocho y media y de nueve semanas respectivamente; Bollea, en fetos de 19 cincuenta y cinco
milímetros. Es visible en el prematuro desde el sexto mes, y todos los autores concuerdan en que
siempre está presente en el recién nacido normal.
Este reflejo es fiel, brinda la mejor información del estado del niño y, adelantándose al balance
neurológico efectuado con examen sistemático, permite entrever un pronóstico. Mantiene su
intensidad hasta fines del segundo mes de vida, presentándose a veces en forma espontánea; luego
se atenúa paulatinamente para desaparecer entre fines del tercer mes y comienzos del sexto,
aunque pueden encontrarse normalmente formas incompletas aún en el octavo mes. Nuestra
experiencia indica el curso del cuarto mes como la edad habitual de su extinción.
Es de señalar que el niño no es indiferente 20 al sobresalto que desencadena el reflejo de Moro, sino
que suele reaccionar como ante una verdadera agresión a su cuerpo, generalmente con agitación y
llanto o, al menos, con una expresión semejante a la de un niño mayor asustado. Esta expresión, que
parece trasuntar viva ansiedad ante un cambio postural brusco ejemplifica muy bien lo
amalgamados que están en el niño pequeño lo corporal y lo anímico. La inseguridad corporal se
expresa a través de la expresión asustada y llanto franco, y la respuesta es tanto más intensa y
masiva cuanto más pequeño es el lactante.
REFLEJO DE OJOS DE MUÑECA JAPONESA: El lactante del primer mes de vida realiza muy pocos
movimientos activos con sus ojos: lentos desplazamientos hacia la luz suave o brusca oclusión de los
párpados cuando es intensa; en ambos casos, se trata de respuestas reflejas, defensiva ésta, de
orientación la primera.
Durante el reposo vigil, las pupilas ocupan el centro o de las aberturas palpebrales; si entonces con
una mano se imprime a la cabeza del niño un movimiento de rotación, los globos oculares no la
acompañan y parecen desplazarse en sentido inverso: las pupilas quedan descentradas con respecto
a las aberturas de los párpados, persisten así por breves instantes y luego, lentamente, recuperan su
ubicación habitual. El reflejo de ojos de muñeca obedece a mecanismos propioceptivos de origen
presumiblemente laberínticos; André-Thomas, que dedica amenas páginas a la observación de los
reflejos oculares del recién nacido y lactante pequeño encuentra rápida atenuación de este reflejo a
partir del décimo día de vida en los nacidos en término.
Es progresivamente inhibido y pronto reemplazado por el reflejo de fijación ocular que marca, en
torno al mes de edad, el término de la etapa motriz en el desarrollo de la visión, para dar paso a la
etapa sensorial. En adelante sólo es posible percibir el movimiento de los globos oculares en sentido
inverso al de la rotación pasiva de la cabeza cuando el niño mayor, manteniendo los ojos cerrados,
impide su fijación.
REFLEJO DE LANDAU: El reflejo descrito por Landau resulta de una compleja interacción de
reacciones laberínticas y tónico-cervicales. Para observarlo, debe mantenerse al niño en suspensión
horizontal, dorso arriba, posición en la que la cabeza se eleva espontáneamente en dorsiflexión
impulsada por reflejos de enderezamiento cefálico de origen laberíntico. Tal actitud determina que
el tronco y los cuatro miembros se extiendan “dando al eje del cuerpo la disposición de un arco
tenso cóncavo hacia arriba”, según dicen Gareiso y Escardó. Si entonces se flexiona pasivamente la
cabeza, el niño seguidamente flexiona el tronco y los miembros
En el recién nacido, el reflejo tónico cervical asimétrico resulta de la tendencia a mantener la cabeza
rotada hacia uno u otro lado, actitud que se constata tanto en decúbito dorsal como ventral.
La respuesta a motriz que cierra el arco reflejo de termina la extensión de los miembros hacia los
cuales se orienta la cara, miembros mandibulares, y la flexión de los opuestos, miembros nucales.
No siempre se observa el reflejo tónico cervical completo: a menudo sólo queda rotada la cabeza,
mientras los miembros se mantienen simétricamente en flexión. Pero aún en tales casos, suele
vislumbrarse que el miembro superior mandibular tiende a la extensión. En decúbito ventral el
reflejo tónico cervical se expresa con actitud inversa de los miembros: flexionados los faciales,
extendidos los nucales.
Si estando el niño en decúbito o dorsal, no muestra el reflejo tónico cervical en forma espontánea
después de un lapso prudente de observación, puede provocárselo intensificando suavemente la
rotación de la cabeza hacia uno y otro lado; las respuestas espontáneas y las así obtenidas son de
similar significado clínico. La persistencia de la actitud de esgrimista, rígida y estereotipada, aún a la
edad en que su presencia es fisiológica, sugiere patología, generalmente lesión cerebral; por lo
contrario, su ausencia se observa en alteraciones congénitas del sistema nervioso, como en gran
parte de los lactan tes afectados de Síndrome de Down.
Para el pediatra es particularmente interesante el análisis del papel de este reflejo en la maduración
del niño. Él bebe de los primeros meses permanece gran parte del tiempo en su cuna donde, en
estado de vigilia, generalmente es mantenido en decúbito dorsal. Durante el primer mes de vida sólo
tiene sensaciones visuales de luminosidad y movimiento, pero a medida que madura la mácula y se
afianza la fijación ocular, va percibiendo, en forma indiscriminada, cuanto le rodea.
La actitud rotada de la cabeza le permitirá ver los barrotes de su cuna, las paredes de la habitación, o
el cúmulo de muebles y personas del ambiente donde se encuentra. De entre esos objetos, irá
percibiendo en forma diferenciada aquellos que actúen como estímulos específicos. El rostro de la
madre será prontamente reconocido. Otro objeto factible de ser percibido distintamente es su
propia mano. En efecto, gracias al reflejo tónico cervical, la mano, como un objeto móvil, cruza
frecuentemente su campo de visión. La reiteración del estímulo visual hará que el niño fije su
atención en ella hasta serle familiar.
Con el transcurso de las semanas va atenuándose el predominio del tono flexor y la mano, al abrirse,
se torna más amplia. Es, así, más visible, y esas sensaciones visuales se entrelazan con las
sensaciones propioceptivas que resultan del estiramiento de sus músculos y ligamentos: de los del
plano flexor cuando se abre; de los del plano extensor al cerrarse. Y a las sensaciones visuales y
kinestésicas se suman las que proporciona el tacto.
REFLEJOS DE CONEXIÓN ENTRE LAS MANOS Y LA BOCA: El reflejo mano-boca consiste en la rotación
de la cabeza hacia la línea media acompañada de abertura de la boca, como respuesta a la presión
ejercida por los pulgares del observador sobre las palmas de las manos del lactante.
Es una de las llamadas reacciones arcaicas y, como todas ellas, primer molde de futuras actividades
superiores. Presupone la existencia de conexiones sensorio-motrices entre las manos y la boca, es
decir que, biológicamente, estaría estructurado el esquema que permitirá más tarde la coordinación
voluntaria entre ambas. Investigaciones muestran que, en el feto humano, desde las diez semanas,
el núcleo del trigémino, que se extiende en su parte caudal hasta la columna cervical, recibe
aferencias exteroceptivas de amplias áreas sensitivas cutáneas, especialmente de la zona buco-facial
y de las manos. El reflejo, vivo en los recién nacidos y prematuros, se atenúa progresivamente en el
curso del tercer mes para desaparecer en el cuarto. Precisamente a esa edad queda establecida la
coordinación sensorio-motriz entre las manos, la vista y la boca: es sabido que los niños, desde los
tres a cinco meses, llevan a la boca cuanto objeto asen con sus manos en función de lograr un mejor
conocimiento de su superficie, consistencia, textura, etc., a través del tacto oral, que enriquece y
complementa los datos recibidos a través de la vista y del tacto manual
Reflejos Superficiales
Reflejo de incurvación del tronco: Una de las reacciones defensivas más primitivas es el reflejo de
incurvación del tronco. Para obtenerlo, el niño puede estar tanto en decúbito ventral sobre la mesa
de examen, como suspendido en el aire, dorso arriba, sostenido a plena mano por el observador. Si
en esas condiciones se excita la piel de una zona costo lumbar un poco por encima de la cresta ilíaca,
la columna se incurva hacia ese lado, como si tendiera a abarcar en su concavidad al agente
estimulante. Además, hay movimientos le ves, per o visibles, de rotación del tronco y elevación de la
pelvis del lado estimulado (fig. 25). Numerosos pliegues cutáneos perpendiculares al eje del cuerpo
favorecen la visualización de la respuesta. Cuando la técnica elegida fue la de suspensión horizontal
del lactante, la mano que 53 sirve de apoyo siente la contracción de las masas musculares de la
región lumbar. El reflejo de incurvación del tronco está presente desde el nacimiento aún en
prematuros, se atenúa rápidamente en las semanas siguientes y se borra en el curso del segundo
mes. Tan temprana desaparición confiere particular valor a su persistencia en niños mayores de tres
meses.
La planta del pie del lactante es una zona particularmente rica en receptores sensitivos de donde
parten vías de diferente significado fisiológico; por eso hay muchas formas de estimularla, pero
todas las respuestas tienen en común el ser reflejos de defensa, fisiológicos sólo durante la primera
edad, que se borran en el curso de la maduración integrándose al resto de la actividad neuro motriz
del individuo. Tales reflejos plantares proporcionan datos valiosos para el estudio de la maduración
del lactante.
Reflejo superficiales. Reflejo de búsqueda: Los llamados reflejos orales constituyen en conjunto una
compleja sinergia, una concatenación de reflejos que persiguen como fin común posibilitar el acto
alimentario. Comprende los reflejos de búsqueda, succión y deglución.
Dada su cualidad de reflejos superficiales nos referimos aquí a los de búsqueda, que consisten en la
orientación selectiva de los labios y la cabeza hacia el sitio donde se aplica una suave estimulación
peribucal.
Puesto que el hambre facilita el logro de respuestas positivas, el niño no debe estar saciado en el
momento de la prueba. El pequeño lactante reposará en decúbito dorsal, posición en la que
generalmente la cabeza permanece vuelta hacia uno de los lados. El estímulo simulará el excitante
natural, el pezón. La tetina o el chupete, y aún el dedo del examinador cumplen bien tal cometido;
no así objetos rígidos que al actuar como agentes nociceptivos generan a veces reacciones
defensivas.
Conviene excitar primero los labios introduciendo el objeto estímulo en la boca del niño hasta
desencadenar su succión; se lo desliza luego lentamente hacia una de las comisuras labiales y sin
perder contacto con la superficie cutánea, se lo corre hasta la mejilla correspondiente (fig. 21). Se
observa entonces un desplazamiento de la comisura bucal hacia ese lado seguida de rotación
cefálica que facilita la aproximación al objeto y su posterior prensión (fig.22).
Los reflejos orales están presentes desde el nacimiento, aún en niños de pretérmino; durante el
primer y segundo día de vida, la búsqueda puede ser incierta y la succión débil, pero esas
características no se aceptan como normales pasado el período perinatal. La práctica del reflejo a
través de la alimentación al pecho o con mamadera, lo facilita y afianza.
Paulatinamente el niño aprende a utilizar ambos labios, su boca, la lengua, no sólo para alimentarse,
sino también para emitir sonidos, con los que se entretiene primero pero que, más tarde, le servirán
de medio de comunicación. A través de las reacciones circulares primarias va pasando de lo reflejo a
lo preconsciente: lo voluntario llegara después.
El reflejo cutáneo de búsqueda se borra en forma temprana, probablemente en el curso del segundo
mes de vida. Diament señala que faltan en la bibliografía estudios sistemáticos que fijen el momento
de su desaparición. Sin duda cuenta en ello la dificultad para discriminar entre actividad refleja y
actividad voluntaria: siendo la búsqueda, como la succión, fundamental para la vida, no cesa en
ningún momento, y el comienzo de su ejercitación como acto voluntario está íntimamente
imbricado con el agotamiento paulatino del reflejo primario. Según Diament, para la succión esta
superposición de niveles se produce entre los cinco y los siete meses, edad en que se establece
plenamente la succión voluntaria.