Simone de Beauvoir - El Pensamiento Político de La Derecha
Simone de Beauvoir - El Pensamiento Político de La Derecha
Simone de Beauvoir - El Pensamiento Político de La Derecha
Simone de Beauvoir
EL PENSAMIENTO POLÍTICO
DE LA DERECHA
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EL PENSAMIENTO POLÍTICO DE LA DERECHA
Libro 236
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Colección
SOCIALISMO y LIBERTAD
Libro 1 LA REVOLUCIÓN ALEMANA
Víctor Serge - Karl Liebknecht - Rosa Luxemburgo
Libro 2 DIALÉCTICA DE LO CONCRETO
Karel Kosik
Libro 3 LAS IZQUIERDAS EN EL PROCESO POLÍTICO ARGENTINO
Silvio Frondizi
Libro 4 INTRODUCCIÓN A LA FILOSOFÍA DE LA PRAXIS
Antonio Gramsci
Libro 5 MAO Tse-tung
José Aricó
Libro 6 VENCEREMOS
Ernesto Guevara
Libro 7 DE LO ABSTRACTO A LO CONCRETO - DIALÉCTICA DE LO IDEAL
Edwald Ilienkov
Libro 8 LA DIALÉCTICA COMO ARMA, MÉTODO, CONCEPCIÓN y ARTE
Iñaki Gil de San Vicente
Libro 9 GUEVARISMO: UN MARXISMO BOLIVARIANO
Néstor Kohan
Libro 10 AMÉRICA NUESTRA. AMÉRICA MADRE
Julio Antonio Mella
Libro 11 FLN. Dos meses con los patriotas de Vietnam del sur
Madeleine Riffaud
Libro 12 MARX y ENGELS. Nueve conferencias en la Academia Socialista
David Riazánov
Libro 13 ANARQUISMO y COMUNISMO
Evgeni Preobrazhenski
Libro 14 REFORMA o REVOLUCIÓN - LA CRISIS DE LA SOCIALDEMOCRACIA
Rosa Luxemburgo
Libro 15 ÉTICA y REVOLUCIÓN
Herbert Marcuse
Libro 16 EDUCACIÓN y LUCHA DE CLASES
Aníbal Ponce
Libro 17 LA MONTAÑA ES ALGO MÁS QUE UNA INMENSA ESTEPA VERDE
Omar Cabezas
Libro 18 LA REVOLUCIÓN EN FRANCIA. Breve historia del movimiento obrero en Francia
1789-1848. Selección de textos de Alberto J. Plá
Libro 19 MARX y ENGELS
Karl Marx y Friedrich Engels. Selección de textos
Libro 20 CLASES y PUEBLOS. Sobre el sujeto revolucionario
Iñaki Gil de San Vicente
Libro 21 LA FILOSOFÍA BURGUESA POSTCLÁSICA
Rubén Zardoya
Libro 22 DIALÉCTICA Y CONCIENCIA DE CLASE
György Lukács
Libro 23 EL MATERIALISMO HISTÓRICO ALEMÁN
Franz Mehring
Libro 24 DIALÉCTICA PARA LA INDEPENDENCIA
Ruy Mauro Marini
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Libro 226 LOS QUE LUCHAN Y LOS QUE LLORAN. El Fidel Castro que yo ví
Jorge Ricardo Masetti
Libro 227 DE CADENAS Y DE HOMBRES
Robert Linhart
Libro 228 ESPAÑA, APARTA DE MÍ ESTE CÁLIZ
César Vallejo
Libro 229 LECCIONES DE HISTORIA. Documentos del MIR - 1965-1974
Miguel y Edgardo Enríquez - Bautista Van Schowen - Ruy Mauro Marini y Otros
Libro 230 DIALÉCTICA Y CONOCIMIENTO
Jindřich Zelený
Libro 231 LA IZQUIERDA BOLCHEVIQUE - (1922-1924)
Izquierda Bolchevique
Libro 232 LA RELIGIÓN DEL CAPITAL
Paul Lafargue
Libro 233 LA NUEVA ECONOMÍA
Evgeni Preobrazhenski
Libro 234 EL OTRO SADE. DEMOCRACIA DIRECTA Y CRÍTICA INTEGRAL DE LA
MODERNIDAD (Los escritos políticos de D. A. F. de Sade. Un comentario)
Jorge Veraza Urtuzuástegui
Libro 235 EL IMPERIALISMO ES UNA JAULA
Ulrike Meinhof
Libro 236 EL PENSAMIENTO POLÍTICO DE LA DERECHA
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PRÓLOGO
SITUACIÓN ACTUAL DEL PENSAMIENTO BURGUÉS
EL ANTICOMUNISTA
LA TEORÍA DE LA “ÉLITE”
LA HISTORIA
MISIÓN DE LA “ÉLITE”
EL PENSAMIENTO
LA MORAL
EL ARTE
VALOR Y PRIVILEGIO
LA VIDA DE LOS ELEGIDOS
CONCLUSIÓN
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PRÓLOGO
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En la forma que asume hoy este “pequeño miedo del siglo XX”,
denunciado por Emmanuel Mounier, empezó a difundirse desde las
postrimerías de la primera guerra mundial. Entonces, el optimismo de
la burguesía se sintió seriamente quebrantado. En el siglo anterior, la
burguesía creía en el desarrollo armonioso del capitalismo, en la
continuidad del progreso, en su propia perennidad. Cuando se sentía
dispuesta a la justificación, podía invocar en su provecho el interés
general: el avance de las ciencias, de las técnicas; a partir de las
industrias fundadas sobre el capital aseguraba a la humanidad futura
la abundancia y la felicidad. Sobre todo, confiaba en el porvenir, se
sentía fuerte. No ignoraba la “amenaza obrera”, pero poseía, contra
ella, toda clase de armas. “A la fuerza de las guarniciones podemos
agregar la omnipotencia de las esperanzas religiosas”, escribía
Chateaubriand, contento de su astucia.
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EL ANTICOMUNISTA
“Todos los problemas son cuestiones de opinión”, afirma Brice Parain.
Es lo que postulan todos los sistemas anticomunistas. A través de
diferencias secundarias, es notable su convergencia en este punto.
Dicho está. Pero, ¿por qué esa política? Aquí Monnerot pide prestada
su respuesta a Burnham, quien aprendió de los “maquiavelistas”, y
enseñó luego a los admirados pensadores de derecha, esta verdad
profunda: jefes, estados, partidos, no persiguen nunca, en el poder,
otra cosa que al poder. Si un hombre de acción expone una finalidad
objetiva, como el bien común o la libertad, es sólo para mistificar a su
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“No hay socialismo sin una religión cualquiera”, escribe de Man. “El
impulso psíquico hacia el socialismo tiene su causa más allá de toda
realidad en el mundo”.
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El comunismo:
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LA TEORÍA DE LA “ELITE”
Lo más curioso, en los textos anticomunistas que acabamos de
examinar, es la idea del hombre que todos ellos, unánimemente, nos
proponen. Proletario o intelectual, está radicalmente alejado de la
realidad: su conciencia sufre pasivamente las ideas, imágenes, estados
afectivos que en ella se inscriben por azar; ora los producen factores
exteriores, por un juego puramente mecánico, ora los crea el sujeto
mismo, presa de los delirios de la imaginación. A pesar de los
refinamientos que le ofrecen la sociología y el psicoanálisis, esta
filosofía no hace más que perpetuar el viejo idealismo psicofisiológico
al que ya había ajustado las cuentas Henri Bergson. “La percepción es
una alucinación verdadera”: esta gente se limita a adaptar al gusto del
día la vieja frase de Taine.
Tampoco esa moral sería nueva: adopta los lugares comunes del viejo
pesimismo cristiano y del escepticismo naturalista. Monnerot, por
ejemplo, explicando cómo los comunistas “se apoderan” de los
intelectuales de izquierda, se parece a esas madres y esposas, fuertes
en su agria prudencia, que acusan a sus hijos, o a su marido, de haber
“mordido el anzuelo” que les tiende “una zorra”. Este mundo es un
mundo de pillos y de tontos, presa de agitaciones desprovistas de fines
y de sentido. El hombre es un animal maléfico y estúpido. Esta es la
filosofía de los pensadores de derecha.
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Por largo tiempo, la religión hizo las veces de ideología entre los
privilegiados. Pervertido por el pecado original, ciego, culpable, el
hombre se nos presenta, a la luz del cristianismo, como un antivalor.
No hay para él más que una salvación: someterse a las voluntades
divinas. Y éstas se manifiestan a través del mundo tal como es.
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una cuestión de raza. Sólo la existencia de los grandes –los nobles, los
héroes– tiene una significación. Los otros hombres constituyen la
masa: “La arena de la humanidad: todos muy iguales, muy pequeños,
muy redonditos”. Nietzsche declara:
“No creo que la masa merezca atención sino desde tres puntos
de vista... como copia difusa de los hombres grandes... como
resistencia que encuentran los grandes... como instrumento de
los grandes. Por lo demás, que el diablo y las estadísticas se los
lleven”.
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LA HISTORIA
La derecha afirma que la Historia se les escapa a los hombres en
general y a las masas en particular: para establecer esta tesis, las
autoridades que se citan con más complacencia son las de Burnham,
Spengler, Toynbee. No es cuestión de examinar aquí el detalle de sus
sistemas, pero trataremos de exponerlos en su esencia.
Por una parte, los individuos que conducen el mundo no tienen ningún
fin objetivo: quieren el poder por el poder. Por otra parte, ninguna
evolución social podría mejorar la suerte del hombre: pretender
librarlo de la necesidad es una mistificación más, puesto que se trata,
por definición, de un "animal que desea". Tal doctrina no es
exactamente catastrófica: no habla de decadencia ni de Apocalipsis.
Burnham prevé una evolución racional del capitalismo. Al régimen que
concede a los poseedores el lugar privilegiado debe suceder “la era
directorial”, que subordinará el capital a la tecnocracia. Pero, en
cambio, niega todo sentido a la historia, que parece ser calamitosa-
mente imbécil. Las minorías se disputan absurdamente un poder que
no usarán para nada; los hombres jamás ganan nada.
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Pero una vez, con fingida inocencia, se plantea la pregunta: “¿No será
deseable un imperio mundial comunista?”. Su respuesta es embarazosa.
“Una economía comunista no acrecentaría el bienestar material de la
mayoría de la humanidad”. Pero dos páginas más adelante concede
que: “Más de la mitad de los habitantes de la tierra están ya en el nivel
más bajo posible, su condición material no podría empeorar más aún,
podría mejorar”. Más de la mitad, ¿no es mayoría? A menos que un
Elegido valga por dos o por diez habitantes ordinarios de la tierra...
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Esas formas son las culturas, todas las cuales presentan entre sí
analogías fundadas en “el insondable misterio de las fluctuaciones
cósmicas”, pero se desarrollan por separado, de una manera
discontinua: una tras otra, crecen hasta el momento en que, habiendo
realizado su destino, es decir, una civilización, declinan una tras otra.
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MISIÓN DE LA “ÉLITE”
Sin embargo, si una moral de la ataraxia está al servicio del egoísmo
individual del burgués, su egoísmo de clase sigue siendo combativo: al
condenar a la historia, quiere valorizar, sin embargo, el momento de la
historia que hace de él un privilegiado. Después de reducir al hombre a
la nada, la élite se salva divinizándose; aquí procede del mismo modo.
Existen, dice, Formas, Ideas, Valores que trascienden la historia y
exigen ser defendidos.
Para exaltar los valores y, las verdades eternas, ya se ha visto que los
más maquiavelistas de nuestros pensadores, como Burnham y, Aron,
se descubrían oportunamente un alma de platónicos.
Hay una tesis común a todos los sistemas que hemos examinado, y
que ayuda considerablemente al burgués a reivindicar como deber la
defensa de sus intereses: el pluralismo. Es el pluralismo lo que funda el
pesimismo histórico, pero también lo que permite erigir sobre ese
pesimismo una ideología de combate. Toda la derecha pensante decidió
considerar al pluralismo como una verdad convenida definitivamente.
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Spengler declara con más lógica: “No hay verdades eternas. El único
criterio de una doctrina es su necesidad para la vida”. Efectivamente,
un pensamiento pluralista no podría anexarse, sin contradicción, la
eternidad; pero el pluralismo nos ofreció el medio de esquivar la
dificultad que suscita: bastará con sustituir el ideal de universalidad
por el de reconocimiento de una multiplicidad de verdades. Debemos
confiarnos en aquella que nos es impuesta por una necesidad vital.
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EL PENSAMIENTO
“El sentido común es la cosa del mundo mejor distribuida.” La derecha
no podría admitir una afirmación tan groseramente democrática. Lo
que comparte el conjunto de las “bestias humanas” es únicamente su
animalidad. Lejos de constituir un fondo común a través del cual todos
los hombres pueden reconocerse, el pensamiento es para los
burgueses una facultad distinguida, y que distingue.
Hemos visto que los teóricos burgueses profesan un subjetivismo
psicofisiológico: las ideas reflejan no el objeto pensado, sino la
mentalidad del sujeto pensante. Esta mentalidad es un complejo harto
misterioso que depende parcialmente de factores exteriores, pero que
expresa ante todo una determinada esencia: hay un alma negra, un
carácter judío, una sabiduría amarilla, una sensibilidad femenina, un
sentido común campesino, etc. La naturaleza de su esencia define la
región del ser que es accesible a cada cual. Por lo tanto, esta filosofía
subjetivista es también antiintelectualista: no es una filosofía de la
conciencia, sino del ser.
El conocimiento (o co-nacimiento, según la expresión de Claudel), es
comunión; no depende del entendimiento ni de la razón. El hombre de
derecha desprecia, como “primario”, el saber sistematizado, que se
comunica metódicamente y puede abrevarse en los libros; sólo le
merece crédito la experiencia vivida, que une singularmente a un
sujeto y un objeto que participan de una misma sustancia. Entre los
individuos conscientes existe, pues, una jerarquía: los que poseen más
“nobleza vital”, más “riqueza sustancial”, realizan la más perfecta
comunión con el ser. La masa, privada de sustancia, está condenada a
un sopor animal, entrecortado de alucinaciones y delirios. Los
individuos arraigados en una forma sustancial –es decir, los que
aceptan el orden burgués– tienen todos alguna cosa valiosa que
revelar; en su sitio, dentro de sus límites, captan verdades que se le
escapan al teórico racionalista. La mujer, que echa sangre y que
alumbra, tendrá de las cosas de la vida un “instinto” más profundo que
el biólogo. El labrador tiene de la tierra una intuición más justa que un
agrónomo diplomado. El colonizador escucha con ironía las teorías del
etnógrafo: azotando un negro es como se aprende realmente a
conocerlo. Spengler explica que esta forma concreta, la raza, no se
deja aprehender por el sabio que analiza y pesa, sino que se revela al
hombre de raza:
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Spengler escribe:
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Una vez más, una de las ventajas del pluralismo es que infiltra en el
universo ciertas discontinuidades que favorecen las intervenciones
interesadas del sujeto pensante.
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“Los hijos de los ricos tienen siempre unos I.Q. superiores a los
hijos de pobres. Como los conocimientos y las aptitudes que se
consignan en los I.Q. son conocimientos y aptitudes de ricos, lo
contrario sería sorprendente. ¡Hasta la normalidad norte-
americana es una normalidad para ricos!”
Suele ocurrir que ciertas Ideas brillen con implacable pureza sin que la
burguesía descubra en ellas ninguna encarnación que le concierna; por
ejemplo, hoy se proclama a menudo que la Mujer se pierde, que está
perdida.
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LA MORAL
Antes de la última guerra, la moral de derecha era fogosamente
heroica. Spengler, después de Nietzsche, se forma una idea arrogante
del héroe: “Sólo el héroe, el hombre del destino, está, en definitiva en
el mundo real.” Es él quien hace la Historia, él actúa, él guerrea.
Spengler toma a su cargo el elogio que Nietzsche hiciera de la vida del
guerrero y de la muerte militar.
Aclara:
“El desquite sobre una época que pretende contar sólo para
las masas... es que algunas individualidades sigan siendo
inexpugnables como fortalezas. Nada puede contra ellas. Aquí
un inglés, allá un alemán, y algunos otros hombres dispersos,
ellos solos habrán dominado el debate. Todo el resto son
pavadas" (Braspart, 1948, en La Table Ronde, a propósito de
Jünger).
“el único compromiso que vale: el que uno adopta con uno
mismo, consigo sólo, el lúcido cumplimiento de sí mismo y de su
destino solitario, irreemplazable”.
Etcétera.
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er libre, ser uno mismo, es una sola cosa: distinguirse aún, distinguirse
siempre.
“La única libertad que cuenta para mí, dirá todo verdadero
europeo, es la de realizarme, de buscar, de encontrar, de creer
en mi verdad. No habrá nunca, pues, una libertad real, sino en la
necesidad, el derecho y la pasión de diferenciarme de mi
vecino.”
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EL ARTE
Un héroe de Drieu, admirando las manos de una bellísima mujer,
declara:
“¡Que los dioses, el día del Juicio Final, hagan empinarse a las
formas que fueron, cuando vivas, el pueblo de las estatuas! No
es el mundo que crearon lo que dará testimonio de su presencia:
¡es el de las estatuas!”
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Son los intereses del Arte lo que ponderan con más satisfacción los
defensores de Occidente: los otros valores eternos son equívocos,
inaprehensibles. El Arte posee una irrefutable realidad. El hombre de
izquierda la reconoce tanto como el conservador; pero justamente por
esa misma razón se pregunta estupefacto con qué derecho, en las
revistas, congresos y festivales que multiplica desde hace unos años, la
burguesía confunde la causa del Arte con su propia causa.
Una vez más: ¿con qué derecho? Nos explicamos que los últimos
paganos hayan defendido con desesperación, contra la barbarie
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“Yo soy poeta, incluso no soy más que eso, y necesito amar y
vivir toda la diversidad del mundo, y todos sus pretendidos
contrarios, porque son la materia de mi poesía, que moriría de
inanición, se pudriría, en un universo en el que sólo reinasen lo
verdadero y lo justo, como nosotros mismos moriríamos de sed
si sólo bebiéramos agua químicamente pura”.
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Añade:
Del mismo modo, el encaje hecho a máquina, copia tan exacta del
encaje a mano que imita hasta sus defectos, no posee valor alguno,
porque se lo produce en masa y es accesible a las masas: ningún valor
económico ni estético, lo uno y lo otro se dan juntos. A pesar de las
apariencias, la idea de calidad encierra también un principio de
exclusión: se puede afirmar que en una humanidad masificada, el Arte
y los valores estéticos estarían ausentes, porque sólo se define válido
lo que se rehúsa a las masas.
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VALOR Y PRIVILEGIO
Así justifica la élite el orden que la favorece. Los hombres no cuentan:
sólo cuenta la realidad sobrehumana que encarna exclusivamente en
las sociedades jerarquizadas. La élite participa de esa realidad en el
grado más eminente; y el individuo, si quiere alcanzar una verdad,
realizarse como persona, manifestar la belleza, no tiene otra opción
que aceptar la jerarquía. Entonces los Selectos lo reconocen como su
semejante, y le conceden la famosa “igualdad en la diferencia”.
“Los valores de deleite, como los objetos o las relaciones que los
representan, no deben, pues, ser repartidos entre los hombres
según la justicia, sino en tal forma que los hombres puedan
pretenderlos en proporción de su valor de vida. Y toda ‘justa’
distribución de los valores de deleite, realizada o latente,
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Piovene concluye:
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Todo está bien si tenemos un alma tan grande que soporte la miseria
ajena y nuestros propios privilegios. La comparación de Montherlant
sugiere discretamente que el destino de los hombres imite los grandes
ciclos naturales: mañana, el desocupado será a su vez millonario, y
Montherlant bajará a las minas a extraer carbón. Y si la rueda no gira
tan rápido, muchos sabios nos predican la equivalencia de todo y
nada: la ausencia de Dios equivale a su presencia, la nada de la
conciencia nos remite a la plenitud del Ser, la miseria del hombre
constituye su grandeza, y por el desamparo se llega a la riqueza
verdadera.
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“Me dirá usted que ninguna causa vale que se muera por ella. Es
muy probable. Pero no sufrimos o morimos por esa causa, sino
por la idea que ese sufrimiento y esa muerte nos dan de
nosotros mismos... Es preciso ser absurdo, mi amigo, pero no
ser incauto. No haya piedad con los incautos”.
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Pero aún es preciso que escribir no constituya una acción: nada inspira
tanto horror a la derecha de hoy como la literatura “comprometida”.
También en esa materia las cosas cambiaron desde 1944.
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CONCLUSIÓN
Si nos dejamos arrastrar al terreno en que pretende situarse el
pensamiento burgués, lo veremos como un tejido de contradicciones.
Realista, duro, pesimista, cínico, es también espiritualista, místico,
apaciblemente optimista. Es una filosofía de la inmanencia y una
religión de lo Trascendente. Sustancialista y pluralista, adhiere sin
embargo a un idealismo monista. Por momentos pretende ser
sintética; y en el acto postula el atomismo.
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