La Socialdemocracia en Europa : Crosland, Anthony
La Socialdemocracia en Europa : Crosland, Anthony
La Socialdemocracia en Europa : Crosland, Anthony
47-57
La socialdemocracia en Europa*
Crosland, Anthony
I. Introducción
II.
Más bien, describe una serie de valores, de aspiraciones y de principios que los
socialistas desean ver en la organización de la sociedad. ¿Cuáles son estos valores?
Creo que esencialmente son éstos:
En segundo lugar, una creencia en la equidad. Por equidad entendemos más que
una sociedad basada en la igualdad de oportunidades, en lo cual las injustas
recompensas serían distribuidas entre los más afortunados en su herencia genética
o su ancestro familiar. También entendemos por equidad algo más que una simple
redistribución del ingreso. Queremos una equidad social más amplia que incluya
aspectos como la distribución de la propiedad, el sistema educativo, las
interrelaciones entre clases sociales, el poder y los privilegios de la industria -
realmente, todo aquello que contempla el viejo sueño socialista de una sociedad sin
clases.
En tercer lugar, un control estricto sobre el medio ambiente, que nos permita lidiar
con los explosivos problemas de la vida urbana para planear el uso de nuestro
territorio de acuerdo con los intereses de la comunidad y disminuir la creciente
divergencia entre el costo social y privado en campos tales como ruido, humo y
toda clase de contaminación ambiental. (Este es también un aspecto de la equidad
social, puesto que por lo regular los ricos pueden comprar privacidad y protección
NUEVA SOCIEDAD NRO. 23 MARZO-ABRIL 1976, PP. 47-57
III.
Deseo decir una palabra sobre Italia, que es, después de Portugal, el país de Europa
Occidental más seriamente amenazado por el comunismo. Es ingenuo creer que los
comunistas italianos sean básicamente diferentes de los comunistas de otros países.
Lo que es diferente es su estrategia, su estilo y tal vez también su "récord" como
administradores extremadamente eficientes en materia de gobiernos locales. Pero
sería un error desastroso para los demócratas en Italia, ya sea de izquierda o de
derecha, creer que el "compromiso histórico" propuesto por los comunistas pueda
en realidad alcanzarse. Es imposible ver a un partido comunista en el poder, en
Italia, que a la larga velara por los principios democráticos. Es imposible imaginar
un dominio comunista en Italia sin el gradual deterioro de las libertades civiles
básicas, tales como la libertad de prensa. Y, ciertamente, no puedo ver que el
Partido Comunista italiano, después de obtener el poder por medios democráticos,
ponga a prueba su fuerza electoral en cualquiera otra elección. Porque una acción
así no solamente contradiría su teoría marxista de la dictadura de l proletariado, si
no que seria sencillamente una estupidez de su parte. Y cualquiera que sean las
cosas que pueda uno y deba decir sobre los comunistas, no es posible llamarlos
estúpidos.
IV.
V.
Entonces: Nuestro lema es "igualdad con libertad". ¿En qué medida, en la práctica,
podemos lograrlo?
Eso fue en 1830. Hoy día, estaríamos menos seguros, pues el credo de le igualdad
genera oposición violenta.
Más adelante me referiré el gasto público. Pero si debemos tomar en serio los
temores acerca del crecimiento del poder del Estado, especialmente debido a la
consigna de algunos socialistas en cuanto al continuo crecimiento de nuevas y
NUEVA SOCIEDAD NRO. 23 MARZO-ABRIL 1976, PP. 47-57
Nadie duda de que debemos equilibrar la necesidad de incentivos con los dictados
de la justicia social. El problema es que carecemos de evidencia acerca del grado de
recompensas diferenciales que la eficiencia demanda. Algunas personas arguyen
que impuestos más elevados sobre las clases altas les hará en realidad trabajar más
en un intento por mantener sus ingresos reales. Ciertamente, las comparaciones
internacionales no muestran una correlación clara entre los índices de rápido
crecimiento, por un lado, y una amplia dispersión del ingreso, por el otro.
Por supuesto, mucho de esta discusión sobre incentivos tiene un evidente prejuicio
de clase. En efecto, no solamente la clase media necesita incentivos. Desde luego, la
clase obrera, cuyo trabajo es intrínsecamente menos satisfactorio, podría necesitar
incentivos materiales mayores. Sir Keith Joseph, un prominente conservador
británico, en uno de sus discursos a favor de mayores diferenciales económicos,
hizo una apasionada petición por mayores recompensas para los empresarios de
clase media, a quienes describió como "la gente que se crea úlceras".
Aparentemente, nadie le había dicho que la incidencia de úlceras entre la clase
media y las clases profesionales era únicamente la mitad de la que prevalecía entre
los trabajadores manuales.
VI.
cifras para demostrar que la desigualdad no ha cambiado, el otro lado prueba que
se ha reducido hasta el punto de que ha desaparecido.
En lo que concierne al ingreso después de los impuestos, el 10% más alto de los
asalariados dominan más o menos el 21,4% del total de ingresos personales,
comparado con el 34,6% inmediatamente antes de la guerra. El mayor cambio
ocurrió entre los años 1939 y 1959, pero la tendencia ha continuado desde entonces
aunque a un ritmo menor. Y, conforme concluye la Comisión Real "Los efectos
combinados del sistema de impuestos y los beneficios directos e individuales en
especie son ... un mayor factor redistributivo".
cerca de nuestra meta que antes. Pero todavía hay un largo camino por recorrer; y
esto será un reto permanente para las generaciones socialistas del futuro.
Pero este surgimiento del gasto público ha requerido, por supuesto, una restricción
en el gasto privado; y los consiguientes aumentos de impuestos sobre la gente
trabajadora sin duda alguna han desalentado expectativas y contribuido a la
inflación.
Vimos claramente que el gasto público puede distribuir bienes de acuerdo con la
necesidad y no con el ingreso. Por ejemplo, un Servicio Nacional de Salud puede
en principio proveer los servicios del mejor cirujano al paciente más necesitado de
sus servicios, en vez del que puede ofrecer los más altos honorarios. Pero
concluimos de esto, equivocadamente, que el gasto público era ipso facto
igualitario, que siempre estaba financiado por los ricos, mientras sus frutos eran
NUEVA SOCIEDAD NRO. 23 MARZO-ABRIL 1976, PP. 47-57
consumidos por los pobres y, por lo tanto, que cuanto más rápido crecía, tanto más
igualitaria era la sociedad que podíamos crear.
Y subestimamos la capacidad de las clases medias para usar sus artes políticas a fin
de adjudicarse una porción del gasto público mayor que la que les corresponde
Demandan más recursos para las escuelas en sus zonas; se quejan si tienen que
esperar por sus operaciones; demandan que el Estado intervenga para subsidiar el
precio de los boletos de ferrocarril de sus hogares al trabajo. Muy a menudo, estas
presiones han tenido éxito y, en consecuencia, la distribución del gasto público se
ha desviado de las áreas de mayor necesidad hacia aquellos que demandan en
forma vociferante.
El logro de mayor igualdad sin una intolerable tensión social y una probable
disminución de la libertad depende en gran medida del crecimiento económico.
Los que están bien han podido aceptar con ecuanimidad razonable una reducción
de su nivel de vida relativo, ya que el crecimiento les ha permitido (casi) mantener
NUEVA SOCIEDAD NRO. 23 MARZO-ABRIL 1976, PP. 47-57
Pero en los albores de la crisis energética, todos los países desarrollados sufrieron
un retroceso en su crecimiento económico. Si hubiera una razón para creer que esto
es permanente y que estamos entrando a una fase de crecimiento cero, los social-
demócratas estaríamos ansiosos y confusos, pues mientras persista la escasez
podemos lograr nuestras metas y cumplir nuestras promesas sin una base de
crecimiento saludable.
Además, no creo apropiado proseguir con este asunto en una conferencia sobre la
Social-Democracia. Porque entre los partidos social-demócratas de Europa, el
Partido Laborista inglés es único en la energía doctrinaria que todavía dedica al
problema de la propiedad pública. En el nuevo y extenso programa del Partido
Social-Demócrata Sueco, precisamente se hacen dos breves menciones de la
extensión de propiedad colectiva. En Alemania, el SPD abandonó la propiedad
pública como una meta mayor en 1959, en el famoso programa "Bad Godesberg"; y
Brandt y Schmidt han resistido con éxito los intentos de algunos miembros jóvenes
del partido para restaurarlo a su antigua prominencia. El Partido Austríaco no hizo
ninguna mención de nacionalización en su programa de 13 puntos para su reciente
campaña electoral. Inclusive Francia, donde los vestigios del marxismo tienen
raíces más profundas, se da más atención a la promoción de la democracia
industrial como un medio para cambiar las relaciones de poder, que a la simple
transferencia de la propiedad.
Hay, por supuesto, una amenaza al crecimiento, para la cual ninguno de nosotros
tiene una respuesta segura: el amenazante aumento del ritmo de la inflación.
Cierto, la inflación rápida no es necesariamente incompatible con el crecimiento
acelerado; Brasil es un país en donde ambos coexisten. Pero, ciertamente, las
medidas conservadoras ortodoxas para combatir la inflación, es decir, las políticas
monetarias restrictivas, reducen el ritmo de crecimiento al crear desempleo y esto
ha ocurrido en casi todo el mundo durante los últimos dos años.
Por esto, mucho de los partidos socialistas europeos, aunque no todos, prefieren la
alternativa de políticas de precios e impuestos, como estamos haciéndolo en Gran
Bretaña ahora. Tales políticas, administradas con la colaboración de los sindicatos,
tienen además la ventaja de transformar las negociaciones de salarios, de una
simple negociación de fuerza a un ejercicio en la determinación social de ingresos
relativos. Este principio constituye la línea central del pensamiento de la Social-
Democracia y, aunque la ejecución de las políticas de ingresos en el pasado lo
hacen a uno cauteloso de afirmar demasiado, creo que nuestra política actual en
Inglaterra ayudará a remediar la inflación y conducirá, a la vez, a una distribución
más equitativa de las remuneraciones.
Actualmente sólo existen tres países con partidos comunistas importantes, y en dos
de ellos hay señales de esperanza. En Francia, las encuestas actuales de opinión
pública indican que Francois Mitterand y el Partido Socialista están en una
proporción de 2 a 1 sobre los comunistas; en Portugal, país que observamos con
tanta ansiedad, los socialistas de Soares salieron en las elecciones a la Asamblea
Constituyente como el partido individual más grande, y en las encuestas recientes
de opinión pública resulta menos de un 10% de los votantes apoyando al Partido
Comunista. Solamente en Italia han conservado los comunistas casi toda su fuerza
de la post-guerra y eso se ha debido en gran parte a otra división desastrosa en el
Partido Socialista Italiano, en julio de 1969.
NUEVA SOCIEDAD NRO. 23 MARZO-ABRIL 1976, PP. 47-57
X. Conclusión
No obstante, cuando miro más allá de la élite descontenta, encuentro una estampa
diferente. Ya sea por observación casual o por encuestas de opinión, no hay
evidencia de que la gente esté menos satisfecha que antes, de que tengan menos
confianza en que la vida de sus hijos será mejor que su propia vida, de que se haya
ahuyentado en general la fe en los partidos democráticos y las instituciones: en
efecto, en lugar de volverse hacia los extremos políticos, en casi todos los países
europeos una mayoría parece inclinarse en forma creciente hacia el centro.
Sin embargo, creo que el pesimismo actual es demasiado exagerado; pero, lo sea o
no, nosotros, los socialistas europeos, todavía tenemos mucho que hacer. Gran
parte de nuestras metas tradicionales - el alivio a la pobreza y la búsqueda de la
igualdad - permanecen para ser realizadas.
En efecto, las contradicciones del capitalismo no son como aquellas que Marx
analizó hace 100 años. Hoy día lo que se requiere es el desarrollo de una
democracia industrial más profunda, un mayor control democrático sobre
nuestras burocracias privadas y públicas y el fomento de un sentido más amplio de
comunidad y espíritu de cooperación, todo ello combinado con la necesidad
siempre presente y perdurable de velar por la defensa de la libertad. Estos son
restos que deben levantar el espíritu de los socialistas para sustentar la siguiente
etapa en el avance de nuestros ideales. El apoyo del pueblo no ha desfallecido; no
fallemos nosotros.