Location via proxy:   [ UP ]  
[Report a bug]   [Manage cookies]                

Cultura Desigualdades

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 504

Cultura y desigualdades

Rutas teórico-metodológicas
Cultura y desigualdades: rutas teórico-metodológicas / Yeisa
Sarduy Herrera... [et al.]; compilación de Yeisa Sarduy Herrera;
Rodrigo Espina Prieto; prólogo de María del Carmen Zabala
Argüelles. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires: CLACSO;
UNICEF La Habana: Instituto Cubano de Investigación Cultural
Juan Marinello - ICIC, 2022.
Libro digital, PDF
Archivo Digital: descarga y online
ISBN 978-987-813-316-4
1. Desigualdad Social. 2. Jóvenes. 3. Cuba. I. Sarduy Herrera, Yeisa,
comp. II. Espina Prieto, Rodrigo, comp. III. Zabala Argüelles,
María del Carmen, prolog.
CDD 305.5

Edición y corrección: Ana Isabel Peñate Leiva y Yeisa Sarduy Herrera


Diseño de tapa: Dominique Cortondo Arias
Diseño del interior y maquetado: Eleonora Silva
Cultura y desigualdades
Rutas teórico-metodológicas

Yeisa Sarduy Herrera


Rodrigo Espina Prieto
(comps.)
CLACSOSecretaría
CLACSO Secretaría Ejecutiva
Ejecutiva
Karina Batthyány - Directora Ejecutiva
Karina Batthyány - Secretaria Ejecutiva
María Fernanda
Nicolás Pampín
Arata - Director - Directora
de Formación de Publicaciones
y Producción Editorial
EquipoEditorial
Equipo Editorial
Lucas Sablich - Coordinador Editorial
María Fernanda Pampín - Directora Adjunta de Publicaciones
Solange
Lucas Victory
Sablich y Marcela
- Coordinador Alemandi - Gestión Editorial
Editorial
María Leguizamón - Gestión Editorial
Nicolás Sticotti - Fondo Editorial

LIBRERÍA LATINOAMERICANA Y CARIBEÑA DE CIENCIAS SOCIALES


CONOCIMIENTO ABIERTO, CONOCIMIENTO LIBRE

Los libros de CLACSO pueden descargarse libremente en formato digital o adquirirse en versión impresa
desde cualquier lugar del mundo ingresando a www.clacso.org.ar/libreria-latinoamericana

Volveremos y seremos millones (Buenos Aires: CLACSO, noviembre de 2020).


Cultura y desigualdades. Rutas teórico-metodológicas. (Buenos Aires: CLACSO; UNICEF
ISBN 978-987-XXXXXXX
Argentina;
© La Habana: Instituto
Consejo Latinoamericano de Ciencias Cubano
Socialesde Investigación
| Queda Cultural
hecho el depósito queJuan Marinello
establece - ICIC, 2022).
la Ley 11723.
ISBN
El 978-987-813-316-4
contenido de este libro expresa la posición de los autores y autoras y no necesariamente la de los centros e instituciones
que componen la red internacional de CLACSO, su Comité Directivo o su Secretaría Ejecutiva.

No
CCseBY-NC-ND
permite la reproducción
4.0 total o parcial de este libro, ni su almacenamiento en un sistema informático, ni su transmisión
en cualquier forma o por cualquier medio electrónico, mecánico, fotocopia u otros métodos, sin el permiso previo del editor.
La
©responsabilidad por las opiniones expresadas
Consejo Latinoamericano de Ciencias en los libros, artículos,
Sociales | Queda estudios
hecho y otras colaboraciones
el depósito que incumbe exclusiva-
establece
mente
la Leya 11723.
los autores firmantes, y su publicación no necesariamente refleja los puntos de vista de la Secretaría Ejecutiva de
CLACSO.
La responsabilidad por las opiniones expresadas en los libros, artículos, estudios y otras
CLACSO
colaboraciones incumbe exclusivamente a los autores firmantes, y su publicación no
Consejo Latinoamericano
necesariamente de puntos
refleja los Cienciasde
Sociales
vista de- Conselho Latino-americano
la Secretaría Ejecutiva de de Ciências Sociais
CLACSO.
Estados Unidos 1168 | C1023AAB Ciudad de Buenos Aires | Argentina
Tel [54 11] 4304 9145 | Fax [54 11] 4305 0875 | <clacso@clacsoinst.edu.ar> | <www.clacso.org>
CLACSO. Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales - Conselho Latino-americano
de Ciências Sociais
Estados Unidos 1168 | C1023AAB Ciudad de Buenos Aires | Argentina
Tel [54 11] 4304 9145 | Fax [54 11] 4305 0875 | <clacso@clacsoinst.edu.ar> |
<www.clacso.org>
Índice

Prólogo.......................................................................................................................................11
María del Carmen Zabala Argüelles

Presentación. (Re)pensar el nexo cultura-desigualdades


desde perspectivas teórico-metodológicas. Consideraciones
necesarias para las agendas investigativas latinoamericanas........................... 19
Yeisa Sarduy Herrera y Rodrigo Espina Prieto

Capítulo I. Aportes teórico-metodológicos para abordar


las desigualdades sociales
Aproximaciones metodológicas para
el estudio de las desigualdades sociales......................................................................29
María del Carmen Zabala Argüelles, Vilma E. Hidalgo
López-Chávez, Geydis Elena Fundora Nevot, Danay Díaz Pérez, Ana Isabel Peñate Leiva,
Reynaldo Jiménez Guethón, Ileana Núñez Morales y Daliana Ramos Ojeda

La desigual incidencia de la COVID-19 en Cuba.


Reflexiones teórico- metodológicas............................................................................... 61
Luisa Íñiguez Rojas y Clarisbel Gómez Vasallo

Capítulo II. Clases, estructuras y vulnerabilidades sociales:


debate impostergable
La pandemia COVID-19 enmarcada
en la estructura social latinoamericana......................................................................87
Eduardo Chávez Molina
Transición socioestructural y emergencia de capas medias en Cuba..........105
Mayra Espina Prieto

Vulnerabilidad en Cuba. Desafíos y aprendizajes en COVID-19


y reforma económica........................................................................................................127
Dayma Echevarría León y Mayra Tejuca Martínez

Ordenamiento Monetario y pandemia por COVID-19.


Aproximación a sus impactos en la capital cubana con enfoque
de desigualdad social......................................................................................................... 157
Elizabeth de la Caridad Hechavarría Silegas y Ángela Isabel Peña Farias

Identidad social e ingresos económicos. Un estudio...........................................183


Carolina Álvarez Díaz, Leyanis Angélica Plasencia Verdecia
y Daybell Pañellas Álvarez

Capítulo III. Juventudes en el lente


Juventudes en tiempos de pandemia.
Desigualdades, resistencias y adultocentrismo.....................................................201
Pablo Vommaro

Desigualdades sociales en las juventudes cubanas hoy.....................................235


María Isabel Domínguez García

Desigualdades, identidades culturales y juventudes.


Conexiones teóricas y expresiones
en adolescentes y jóvenes de La Habana.................................................................. 247
Elaine Morales Chuco y Beatriz Drake Tapia

Percepción de adolescentes y jóvenes cubanos sobre


desigualdades sociales en tiempos de COVID-19.................................................. 267
Ana Isabel Peñate Leiva, Danay Díaz Pérez,
Giselle Armas Pedraza, Sofía Porro Mendoza y Marta Rosa Muñoz Campos
Capítulo IV. Empleo, jóvenes y ruralidad:
realidades y brechas
Transformaciones productivas para el mercado global de alimentos.
Reproducción de desigualdades generacionales
de los trabajadores............................................................................................................ 283
Juan Romero Cabrera

Jóvenes y Plan SAN. Una lectura desde la interseccionalidad..........................311


Yansa Terry Araujo y Yenisei Bombino Companioni

Juventudes cubanas y el mundo del trabajo.


Reflexiones desde la política de empleo....................................................................323
Idania Rego Espinosa

Capítulo V. Dimensiones jurídica,


cultural y racial de las desigualdades
Las desigualdades sociales desde la co-creación del dato..................................339
Raül Ruiz Soler

Migración de retorno de Estados Unidos a México


de la generación 1.5. Perspectivas desde los estudios de
movimientos sociales y de performance cultural.................................................353
Arturo Montoya Hernández

Bijin-ga: cuerpo, cultura y sociedad japonesas de 1603 a 1868........................ 369


Yeni Yeisi Adán Castaños

Desigualdades raciales en telenovelas cubanas.


Análisis desde la representación de las mujeres negras y mulatas.............. 379
Leidys Raisa Castro silva

Capítulo VI. Reflexiones en torno al eje de la educación.


¿Qué nos falta aún por hacer?
Desigualdad social y educativa en tiempos de pandemia
en América Latina.............................................................................................................. 401
Yuri Jiménez Nájera
Coordenadas teóricas para pensar los procesos de
racialización escolar en claves de desigualdades..................................................431
Yoannia Pulgarón Garzón

Educación en Cuba: ¿movilidad o reproducción social?.....................................461


Yisel Rivero Báxter

Sobre las autoras y autores............................................................................................ 483


Sobre las autoras y autores
Prólogo
María del Carmen Zabala Argüelles

Existe amplio consenso en torno a la relevancia y actualidad del es-


tudio de las desigualdades. El panorama resultante de numerosos
informes e investigaciones es el de un mundo cada vez más desigual
en múltiples ámbitos de la vida: distribución de la riqueza, acceso a
las oportunidades humanas, y una creciente población empobrecida
y excluida.
Las sociedades de la región de América Latina y el Caribe se ca-
racterizan por la condición estructural e histórica de la desigualdad,
acopladas con una cultura del privilegio que naturaliza las desigual-
dades, la discriminación y la exclusión social. Resultante de ello es
la configuración de una matriz de desigualdad social, en la cual se
entrecruzan desigualdades de clase con las de género, étnico-racia-
les, territoriales, etarias y otras, las que se manifiestan en ámbitos
diversos –salud, educación, trabajo, protección social– 1.
Como parte de ese contexto regional, Cuba ha apostado por un
modelo de desarrollo alternativo en el cual los principios de equidad
y justicia social son preeminentes. Sin embargo, el incremento soste-
nido de las desigualdades sociales y la persistencia de situaciones de

1
Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL)/Fondo de Población
de las Naciones Unidas (UNFPA), “Afrodescendientes y la matriz de la desigualdad
social en América Latina: retos para la inclusión”, Documentos de Proyectos (LC/
PUB.2020/14), Santiago, 2020.

11
María del Carmen Zabala Argüelles

pobreza, desventajas y vulnerabilidades, constituye un reto extraor-


dinario para la sociedad en su conjunto y para el diseño e implemen-
tación de las políticas económicas y sociales.
Afrontar estas desigualdades y trazar vías hacia un mundo justo
han sido definidos como uno de los mayores desafíos de las ciencias
sociales2 Ello requiere la producción de conocimientos de significa-
ción social y científica, a partir de una investigación social rigurosa,
en las que la reflexión sobre los aspectos teóricos y metodológicos
y el análisis crítico de las realidades son esenciales. En ese empeño
resulta meritoria la contribución del Instituto Cubano de Investiga-
ción Cultural Juan Marinello, que desde 2015 ha organizado varias
ediciones del Taller Internacional Cultura y desigualdades. Aspectos
teórico-metodológicos para el estudio de las desigualdades sociales, cuyo
programa ha incluido conferencias, ponencias, paneles y presenta-
ciones de libros vinculados a este tema. Resultado de ese quehacer
es el texto: Cultura y desigualdades. Rutas teórico-metodologicas, com-
pilado por Yeisa Sarduy Herrera y Rodrigo Espina Prieto, investiga-
dores de esa institución, que aglutina los trabajos presentados en la
sexta edición de este evento.
Desde la misma presentación del volumen (Re)pensar el nexo cul-
tura-desigualdades desde perspectivas teórico-metodológicas. Considera-
ciones necesarias para las agendas investigativas latinoamericanas, de
la autoría de Yeisa Sarduy y Rodrigo Espina, se definen los propósi-
tos de la obra: profundizar en los nexos cultura y desigualdades, en
cuanto a la relevancia de la perspectiva cultural en el análisis de las
desigualdades –y a su posible transformación– y contribuir al alcan-
ce de una mayor notabilidad de las investigaciones sobre este tema, a
partir de la reflexividad en torno a las perspectivas y enfoques teóri-
co-metodológicos de los estudios.
Los capítulos del libro tributan a la intención declarada. El pri-
mero está dedicado a los aportes teórico-metodológicos para abor-
dar las desigualdades sociales e incluye dos trabajos que presentan

2
Informe Mundial sobre Ciencias Sociales (UNESCO, 2016).

12
Prólogo

aproximaciones metodológicas para su estudio. Enfoques de inves-


tigación en el campo de las desigualdades sociales y las políticas de
equidad, sus bases epistemológicas, aciertos, desafíos metodológicos
y algunos de los resultados alcanzados; e instrumentos teórico-me-
todológicos afines a las epistemologías de la complejidad para la
explicación y comprensión del heterogéneo comportamiento de la
epidemia de COVID-19 en Cuba. En los restantes, dedicados a la pro-
fundización en temáticas diversas, pueden también realizarse lectu-
ras transversales sobre las cuestiones teórico-metodológicas.
El segundo capítulo analiza problemáticas relativas a las clases,
estructura social y vulnerabilidades sociales, sus vínculos con las
desigualdades, su comportamiento en la región latinoamericana y
en Cuba, bajo los efectos de la pandemia COVID-19 y otras coyuntu-
ras específicas. Se muestran matrices de desigualdad en las que las
diferencias de clase se articulan con otras desigualdades, configu-
rando vulnerabilidades y desventajas múltiples. En el marco de la
matriz de desigualdad de la región latinoamericana, se analizan pro-
blemáticas actuales del contexto cubano, como la reestratificación
social –en particular, la emergencia de capas medias y de identida-
des sociales vinculadas a la tenencia de alto capital económico–, y
los efectos del ordenamiento monetario en la vulnerabilidad social.
Tercer capítulo del libro está dedicado al análisis de desigualda-
des sociales en las juventudes latinoamericanas y cubanas en las
últimas décadas, en relación con los procesos económicos, sociales,
políticos y culturales de la región y el país, en el que se incorporan
análisis desde la perspectiva de las identidades culturales, generacio-
nales y las percepciones de los jóvenes como actores sociales. En vín-
culo con lo anterior, las problemáticas inherentes al empleo juvenil
y la ruralidad son examinadas en un apartado en el que se coloca el
lente en las desigualdades generacionales en estas esferas, entrecru-
zadas con otras existentes –género, generación, territorio, color de la
piel, capital social, cultural y económico, oportunidades de acceso a
diferentes espacios económicos–, en el contexto de las transforma-
ciones productivas y en la política de empleo.
13
María del Carmen Zabala Argüelles

Trabajos aparentemente desconectados han sido agrupados en el


capítulo dedicado a las dimensiones jurídica, cultural y racial de las
desigualdades. Sin embargo, su lectura atenta permite comprender
los similares sustratos que “justifican” las desigualdades en el acceso
a la justicia de personas en contextos transfronterizos, víctimas de
trabajo forzado y trata; las dificultades para el reconocimiento de los
derechos de migrantes de retorno; representaciones simbólicas del
cuerpo femenino; así como estereotipos raciales en las propuestas
televisivas que ponen de manifiesto múltiples formas de violencia
simbólica hacia las mujeres no blancas.
El último capítulo aborda las desigualdades en el ámbito educati-
vo. Se destacan indicadores de desigualdad socioeducativa en la re-
gión, procesos de racialización escolar en sus nexos con el acceso y
el aprovechamiento de oportunidades educativas, reproducción de
desigualdades educativas a partir de las dimensiones género, color
de la piel y clase social, que limitan las posibilidades de movilidad.
Autores y autoras de diversos centros de investigación, univer-
sidades e instituciones cubanas, junto a varios colegas de América
Latina y el Caribe han contribuido a este volumen; desde diversos
referentes disciplinares, entre los que destacan la Sociología, Psi-
cología y Antropología, se capta la multidimensionalidad de estos
fenómenos y se confirma la necesidad de aproximaciones interdis-
ciplinares para su estudio.
Para la valoración de los aportes de este libro, en términos de un
conocimiento pertinente, resultan útiles los principios definidos
por Edgar Morin: el contexto, lo global, lo multidimensional y lo
complejo.3 Los referentes contextuales dotan de sentido y permiten
comprender los fenómenos aquí examinados; la mayor parte de los
trabajos tienen como contexto a la Cuba actual –el país, varias de sus
provincias y las zonas rurales–; asimismo la región latinoamericana
México, Uruguay y contextos transfronterizos (México-americanos)

3
Los siete saberes necesarios para la educación del futuro Edgar Morin. UNESCO,
1999, París.

14
Prólogo

y, además, un acercamiento a la sociedad japonesa. Cada una de las


temáticas abordadas son examinadas de forma global, atendiendo a
sus elementos específicos y a sus relaciones con el todo. Se destaca
el carácter multidimensional de las desigualdades sociales –no solo
la distribución de riquezas y recursos, sino también, las diferencias
en cuanto al disfrute y ejercicio de derechos, poder, participación
y acceso a las oportunidades humanas– y la apertura a análisis so-
bre desigualdades culturales, educativas, económicas, en el empleo,
de acceso a información y otros recursos, que se manifiestan se-
gún la condición de género, edad, color de la piel, clase, territorio y
otras dimensiones. Los trabajos develan la configuración compleja
e interseccional de las desigualdades, en la que se interconectan y
entrecruzan múltiples procesos, relaciones, condicionantes y mani-
festaciones; que aparecen coherentemente fundamentados en pers-
pectivas epistemológicas que conjugan visiones interdisciplinarias,
epistemologías de la complejidad, pluralismo metodológico, enfoque
interseccional, perspectivas afrofeministas y decoloniales, reflexivi-
dad, conocimiento situado, entre otras.
La intención de reflexionar sobre los aspectos teóricos y metodo-
lógicos para el estudio de las desigualdades sociales es el eje rector
del libro; propósito ineludible para el alcance de mayor rigor en la
producción científica y que reconoce la importancia de la teoría –pa-
radigmas, teorías generales y sustantivas– en la investigación social,
sus nexos con la metodología, en particular la discusión de los funda-
mentos epistemológicos del conocimiento.4 Respecto a los referentes
teóricos se aprecia su riqueza, diversidad y el análisis de conceptos
sustantivos para el tema –equidad, derechos, estructura social, re-es-
tratificación social, políticas sociales–, procesos o espacios en que
se concretan –ruralidad, vulnerabilidad social, inclusión/exclusión

4
Véase: Sautu, Ruth et al. (2005): Manual de metodología. Construcción del marco
teórico, formulación de los objetivos y elección de la metodología. CLACSO, Colección
Campus Virtual, Buenos Aires, Argentina, 2005.

15
María del Carmen Zabala Argüelles

social, identidades sociales, racialización–, y grupos de población se-


gún género, edad, generación, raza y clase social.
Con relación a las metodologías, el abanico presentado es tam-
bién amplio. Son utilizadas metodologías cuantitativas, como las
encuestas nacionales de hogares, métodos para la medición de po-
breza, análisis de indicadores de desigualdad social y educativa, los
que permiten describir y comparar las desigualdades en contextos
nacionales y regionales; asimismo, encuestas y cuestionarios estruc-
turados aplicados a grupos específicos. Las metodologías cualitativas
empleadas utilizadas –entrevistas, grupos focales, método etnográfi-
co, metodología colaborativa, entre otras–, aportan al estudio de las
desigualdades la perspectiva de los actores sociales implicados. Se
destaca también, una orientación multimetódica, que incluye, ade-
más de los anteriores: sistematización, enfoque interseccional, diálo-
go de saberes, análisis configuracional y multiescalar, metodología
de escenarios, recopilación y análisis documental.
La pandemia de COVID-19 constituye un emergente temático
del volumen; los nexos entre ambos fenómenos han sido puestos de
relieve en documentos e informes recientes. OXFAM ha definido al
SARS-CoV-2 como virus de las desigualdades. El Consejo Latinoame-
ricano de Ciencias Sociales [CLACSO] ha calificado la pandemia como
racializada y feminizada. La Comisión Económica para América La-
tina y el Caribe [CEPAL], ha alertado sobre el aumento de la pobreza
y su especial incidencia en grupos vulnerables, situación que refleja
la matriz de la desigualdad social en la región.5 Como reflejo de ello,
casi un tercio del total de los trabajos presentados la incluyen, ya sea
como condición que refuerza la desigualdad social y educativa pre-
existente –en la región latinoamericana y en la sociedad cubana–; o
como objeto de análisis en sí misma: análisis de las percepciones de
adolescentes y jóvenes sobre desigualdades sociales en el marco de la

5
Véase: Informe de OXFAM (enero de 2021), El desafío social en tiempos del COVID-19.
Informe Especial COVID 19 No. 3. 12 de mayo de 2020 (CEPAL) y los Boletines de los
Grupos de Trabajo de CLACSO durante 2020-21.

16
Prólogo

COVID-19 y de los procesos que diferencian la difusión e incidencia


de la enfermedad, según características de los territorios.
Estos breves apuntes pueden resultar suficientes para motivar el
interés por la lectura de este libro, que será de especial utilidad para
investigadores/as sobre el tema de las desigualdades, estudiantes,
directivos/as, gestores/as de programas y proyectos de desarrollo,
representantes de organizaciones sociales, comunicadores y otras
personas interesadas o sensibles al tema. Y tal vez lo más importan-
te, esperamos que su lectura responsable contribuya a la problema-
tización en torno a estos fenómenos y a la concientización, con el
consecuente compromiso social y político.

Dra. María del Carmen Zabala Argüelles


FLACSO Cuba / Universidad de La Habana
2022

Bibliografía

Comisión Económica para América Latina y el Caribe [CEPAL]-


Fondo de Población de las Naciones Unidas [UNFPA] (2020). Afro-
descendientes y la matriz de la desigualdad social en América
Latina: retos para la inclusión. Documentos de Proyectos (LC/
PUB.2020/14).

Morin, Edgar. (1999). Los siete saberes necesarios para la educación


del futuro. París: UNESCO.

Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Cien-


cia y la Cultura [UNESCO] (2016). Informe Mundial sobre Cien-
cias Sociales. https://es.unesco.org

17
María del Carmen Zabala Argüelles

OXFAM. (2021). El desafío social en tiempos de COVID-19. [infor-


me especial]. https://www.oxfam.org

Sautu, Ruth et al. (2005): Manual de metodología. Construcción del


marco teórico, formulación de los objetivos y elección de la metodolo-
gía. Buenos Aires: CLACSO, Colección Campus Virtual.

18
Presentación
(Re)pensar el nexo cultura-desigualdades
desde perspectivas teórico-metodológicas
Consideraciones necesarias para las agendas
investigativas latinoamericanas

Yeisa Sarduy Herrera y Rodrigo Espina Prieto

Mucha gente pequeña, en lugares pequeños, haciendo cosas pe-


queñas, puede cambiar el mundo.

(Eduardo Galeano)

Abordar el tema de las desigualdades como problema acuciante


en las sociedades actuales constituye un área investigativa de gran
connotación en las agendas de las Ciencias Sociales. Entendido el
fenómeno como proceso relacional y reconociendo el énfasis de su
carácter multidimensional, las visiones y enfoques analíticos de-
mandan de mayor complejidad y reflexividad para dar cuenta de los
procesos de producción y reproducción que se hacen notables.
Asumir la reflexividad como actividad fundamental durante
todo el proceso investigativo sobre las desigualdades, conlleva situar
los análisis en miradas holísticas y más integradoras, lo cual permite
identificar y/o reforzar los entrecruzamientos con adscripciones o
condiciones que reflejan, cada vez más, las tramas que se configuran
19
Yeisa Sarduy Herrera y Rodrigo Espina Prieto

en las sociedades contemporáneas. De esta manera, son intrínsecos


los ejes cultura y desigualdades, en el entendido de que la primera
ha devenido como óptica de análisis capaz de comprender actitudes,
comportamientos y relaciones asimétricas en las realidades sociales.
Remarca la naturaleza cultural de los procesos sociales y de trans-
formación, concebido como uno de los aspectos más renovadores
(Linares, 2014) y reconoce el carácter constitutivo y constituyente,
ubicando a la cultura como dimensión que permite mostrar solucio-
nes y contribuciones desde la diversidad y la heterogeneidad social
que, en ocasiones, ha quedado subyacente en la formulación de po-
líticas sociales.
Así, trascender la concepción de cultura asociada a la visión hu-
manista y las bellas artes para entenderla desde la visión socio-an-
tropológica, resulta esencial como herramienta analítica en el
estudio de las desigualdades y discriminaciones múltiples, en tanto
constituye una mirada inusitada y esclarecedora, a la vez que aporta
soluciones a las desigualdades sociales en su carácter integrador y
de atención a las diferencias. Esta perspectiva es resultante del pro-
ceso de renovación teórica al interior de las Ciencias Sociales, lo cual
ofrece encuadres conceptuales y metodológicos para redimensionar
la cultura en nexo con procesos como la exclusión, la pobreza y las
desigualdades. En tal sentido, la investigadora cubana Cecilia Lina-
res refiere,

[…] saberes, memorias colectivas, tradiciones y competencias en toda


su diversidad […] dejan de verse como impedimento para trocarse en
oportunidades, en recursos de incalculable valor para la innovación
y generación de alternativas originales. Ello, sin obviar la carga de
experiencias y vivencias conformada por una larga historia de in-
justicia, pobreza, subordinación, desigualdad […], las cuales tam-
bién matizarán sus prácticas, modos de percepción e interacción,
tanto al interior como hacia fuera; condiciones de deterioro en que
se encuentran algunos grupos sociales para la comprensión, repro-
ducción y transformación real y simbólica, de sus condiciones de

20
(Re)pensar el nexo cultura-desigualdades desde perspectivas teórico-metodológicas

existencia, las dificultades que afronta para poder aprovechar los


recursos y oportunidades, participar y ejercer su rol […] (2014, p. 18).

Sin dudas, la cultura se erige en estrecho vínculo con la estructura


social y, si bien puede explicarse a través de esta, actúa al unísono
como una fuerza más en la reproducción de esa estructura. De ahí
que, al enfocarse las investigaciones en el tema en cuestión, las cla-
ves teórico-metodológicas en su abordaje deban tener una coheren-
cia lógica-teórica, pero también poseer una sensatez práctica (Sautu,
2019, p. 1).
Se aprecia pues, que la dimensión cultural tiene una indisoluble
conexión con otras dimensiones analíticas, lo que trae consigo repen-
sarlas en función de un acercamiento a la desigualdad experiencial
(Saraví, 2020). Esto trae consigo una mirada metodológica más cua-
litativa a la conceptualización del fenómeno y, en congruencia, una
reevaluación de las políticas sociales para revertir las desigualdades.
En este camino, son esenciales los supuestos de Charles Tilly
(2000), quien reivindica la arista sociocultural en el estudio del fe-
nómeno. Sin soslayar la desigualdad categorial, reconoce cómo la
vida cotidiana demuestra procesos de inequidades que tienen su
base en lo cultural. La refocalización de la noción de la desigualdad
experiencial a la que alude el investigador Gonzálo Saraví (2020) son
vitales en la contemporaneidad, en tanto remarca la inteligibilidad
de la experiencia cotidiana de la desigualdad más allá de su enfoque
económico, para comprender […] los procesos de límites y clasifica-
ción de los procesos simbólicos inherente al sistema de relaciones
sociales […]” (2020, p. 14). Ello, se visibiliza en los comportamientos,
emociones, juicios y prácticas sociales y culturales que marcan las
pautas de interacción y sociabilidad cotidiana.
Se hace visible así, “la emergencia de la vida cotidiana como ám-
bito de estudio, del énfasis en la diversidad y la diferencia […], de la
refundación del sujeto en su condición de agencia, de actor social”
(Espina, 2010, pp. 28-29), enfoque clave para (re)pensar las desigual-
dades. En esta lógica, las agendas investigativas deben tener como

21
Yeisa Sarduy Herrera y Rodrigo Espina Prieto

derroteros (re)hacer teorías que engloben al fenómeno en un sentido


más holístico. Ello implica –en el plano epistemológico– un posicio-
namiento más crítico y comprometido con la transformación social,
en aras de ganar en más integración del conocimiento científico.
En cuanto al estudio del fenómeno de las desigualdades, Améri-
ca Latina y el Caribe [ALC] aparece como la región más desigual del
orbe. Si bien este flagelo constituye un fenómeno de larga data, se
agravan y advierten nuevas desigualdades, exclusiones e inequida-
des que, en estos dos años de COVID-19, se han acentuado notable-
mente (CEPAL, 2020, 2021). Así, herencias de tiempos remotos y los
contrastes sociales salen al paso en disímiles dimensiones de la vida
socio-cultural como reflejo de las condiciones estructurales inequi-
tativas. “Se asoman y reafirman los rostros de la desigualdad: el des-
empleo, la precarización del trabajo, las diferencias de inserción de
los países en las redes globales, las disparidades en la distribución de
la riqueza, etcétera” (Reygadas, 2008, p. 99).
La pluralidad y heterogeneidad que caracteriza al territorio lati-
noamericano y caribeño, visible en su marcado acervo cultural, no
solo esbozan una lectura crítica a la luz de las desigualdades (pre)
existentes, sino que ilustran también, categorías como: identidades,
raza, etnias e hibridación –por solo citar algunas– que se tornan
cruciales para enriquecer y profundizar los estudios sobre las des-
igualdades. Coherentemente, urge fomentar miradas inter y trans-
disciplinares al calor de paradigmas de las Ciencias Sociales, que
permitan recurrir a herramientas para expandir los análisis y la crí-
tica de dicho fenómeno.
Con estas nociones como acicate,1 en el año 2015 el Instituto Cu-
bano de Investigación Cultural Juan Marinello convocó a la prime-
ra edición del Taller Internacional Cultura y desigualdades. Aspectos
teórico-metodológicos para el estudio de las desigualdades sociales. Bajo

1
En el transcurso de estos seis certámenes, se ha contado con la presencia de in-
vestigadores e investigadoras procedentes de Argentina, Brasil, Colombia, Costa Rica,
Cuba, Ecuador, España, El Salvador, Estados Unidos, Gran Bretaña, Holanda, Japón y
México.

22
(Re)pensar el nexo cultura-desigualdades desde perspectivas teórico-metodológicas

la pretensión de aunar conocimientos científicos y mostrar el perti-


nente intercambio académico transdisciplinar e interinstitucional,
desde itinerarios investigativos se comparten no solo resultados de
pesquisas, sino que se ahondan, además, en las fortalezas y los desa-
fíos que trae consigo enfocar las investigaciones sobre desigualdades
a partir de rutas teórico-metodológicas más críticas y reflexivas.
¿Qué herramientas teórico-epistemológicas resultan más necesa-
rias para analizar las desigualdades en las sociedades actuales? ¿Cómo
lograr una mayor y eficaz articulación entre los saberes académicos
y el campo de las políticas para diseñar e implementar acciones y es-
trategias que aminoren las brechas de equidad? Desde la asunción de
derroteros metodológicos atemperados a estos tiempos, ¿cómo conti-
nuar logrando una ética investigativa? son interrogantes guías de cada
espacio de encuentro que, de manera ininterrumpida y readaptando
las modalidades de participación –de sus dos últimas ediciones– a
consecuencia de la situación higiénico-sanitaria mundial causada por
la pandemia, llegó a su sexto certamen en el año 2022.
De este último encuentro, nace el libro que hoy se pone a disposi-
ción de la comunidad científica. El texto engloba artículos académi-
cos de cientistas sociales de Cuba y América Latina que se acercan
al tópico de las desigualdades desde diversas dimensiones y hacen
énfasis en derroteros teórico- metodológicos apropiados, en aras de
presentar logros y retos que entrañan para el ámbito de las Ciencias
Sociales, la reflexión desde esta arista.
Si bien se aprecian disímiles posicionamientos en los escritos
compilados, hay un denominador común y punto de partida: expo-
ner nuevas sensibilidades, ópticas analíticas y nuevos sentidos de
urgencia (Gootenberg, 2004, p. 10) acerca del problema. Las miradas
aguzadas y comprometidas de cada autor y autora ponen de relie-
ve desafíos para las agendas investigativas de Cuba y ALC, visibles
en los impactos de la pandemia en los procesos de desigualdad, así
como en la configuración del sistema mundo que permiten su repro-
ducción y causa nefastas consecuencias en todos los ámbitos de la
vida cotidiana.
23
Yeisa Sarduy Herrera y Rodrigo Espina Prieto

Con el sentido autocrítico de que cada espacio de diálogo e inter-


cambio conforma una amalgama de visiones, enfoques y aristas, lo
cual supone una constante búsqueda y genera interrogantes “otras”,
se prepara el séptimo taller. Contar con este compendio es incentivo
para continuar el quehacer científico, al tiempo que constituye una
fuente de aprendizaje en el examen crítico de las realidades sociales
de Cuba y América Latina y el Caribe.
Como colofón de estas reflexiones, llegue la gratitud al Institu-
to Cubano de Investigación Cultural [ICIC] por abrir cada diciembre
sus puertas para este espacio, al Fondo de las Naciones Unidas para
la Infancia [UNICEF] como co-auspiciador del evento, en especial a
la Dra. María Julia Moreno; al Consejo Latinoamericano de Ciencias
Sociales [CLACSO] por ofrecer su sello editorial y apoyo para que esta
publicación vea la luz. A la Dra. María del Carmen Zabala Argüelles y
a la Dra. Ana Isabel Peñate Leiva, de la Facultad Latinoamericana de
Ciencias Sociales, Programa FLACSO-Cuba, por la ayuda incondicio-
nal. En especial, un agradecimiento a las autoras y autores, artífices
de esta travesía colmada de empeño, entrega y responsabilidad.

Bibliografía

Comisión Económica para América Latina y el Caribe [CEPAL].


(2020). América Latina y el Caribe ante la pandemia del COVID-19:
efectos económicos y sociales. Informe Especial COVID-19, 1. San-
tiago: CEPAL.

CEPAL. (2021). Estudio Económico de América Latina y el Caribe


2021: dinámica laboral y políticas de empleo para una recuperación
sostenible e inclusiva más allá de la crisis del COVID-19. Santiago:
CEPAL. www.cepal.org/es/publicaciones/

24
(Re)pensar el nexo cultura-desigualdades desde perspectivas teórico-metodológicas

Espina, Mayra. (2010). Desarrollo, desigualdad y políticas sociales.


Acercamientos desde una perspectiva compleja. La Habana: Publica-
ciones Acuario.

Gootenberg, Paul. (2004). Desigualdades persistentes en Amé-


rica Latina: historia y cultura. Alteridades, vol. 14, 28, jul.- dic.,
9-19. UAM Unidad Iztapalapa. http://www.redalyc.org/articulo.
ca?id=74702802

Linares, Cecilia. (2014). Cultura y participación desde el desarro-


llo humano: instancias de innovación y ejes de cambio. En Pedro
Emilio Moras y Yisel Rivero (coords.), Participación cultural de la
adolescencia en Cuba. Expresiones y claves para su comprensión (pp.
13- 35). La Habana: Instituto Cubano de Investigación Cultural
Juan Marinello/ UNICEF.

Reygadas, Luis. (2008). La apropiación. Destejiendo las redes de la


desigualdad. Barcelona: Anthropos/UAM.

Saraví, Gonzalo. (2020). La desigualdad social en América


Latina. Explicaciones estructurales y experiencias cotidia-
nas. Encartes, 2 (4), 70-87. https://encartesantropologicos.mx/
desigualdad-social-experiencias-cotidianas/

Sautu, Ruth. (2019). Estrategias teórico-metodológicas en el diseño


de la investigación en Ciencias Sociales. Buenos Aires: Editorial
Lumiere.

Tilly, Charles. (2000). La desigualdad persistente. Buenos Aires:


Manantial.

25
Capítulo I.
Aportes teórico-metodológicos para
abordar las desigualdades sociales
Aproximaciones metodológicas para
el estudio de las desigualdades sociales
María del Carmen Zabala Argüelles, Vilma E. Hidalgo
López-Chávez, Geydis Elena Fundora Nevot, Danay Díaz Pérez,
Ana Isabel Peñate Leiva, Reynaldo Jiménez Guethón,
Ileana Núñez Morales y Daliana Ramos Ojeda

Introducción

El área de Desigualdades Sociales y Políticas de Equidad, perteneciente


a FLACSO-Cuba, tiene el propósito de estimular y profundizar en los
estudios que abordan estos temas desde una perspectiva interdisci-
plinaria. Dentro de los objetivos que persigue se encuentran: sistema-
tizar referentes teórico-metodológicos y resultados de investigación
sobre desigualdades y políticas sociales; diagnosticar la situación de
equidad en diferentes grupos sociales y territorios; monitorear los
impactos de las transformaciones socioeconómicas; incidir en la for-
mación de actores y decisores sociales en torno a la equidad y las
desigualdades sociales; y proponer acciones, programas y políticas
para promover la equidad social.
La producción teórica, epistemológica y metodológica que realiza
el colectivo de investigación ha sido objeto de actualización sistemá-
tica y permanente. Un importante antecedente sobre estos temas se
29
Zabala, Hidalgo, Fundora, Díaz, Peñate, Jiménez, Núñez y Ramos

ubica en el artículo, Referentes teóricos para el estudio de las desigual-


dades sociales en Cuba: Reflexiones para su pertinencia (Zabala, et al.,
2018), donde se abordan discusiones teóricas y líneas conceptuales
que fundamentan el trabajo del área. En el mismo, se reconoce que la
complejidad y diversidad de temas que gravitan alrededor del estudio
de las desigualdades sociales y las políticas, demanda de la incorpo-
ración de enfoques innovadores y atemperados al contexto históri-
co del desarrollo social de Cuba y América Latina. En este marco, se
necesita enfatizar en la integración inter y transdisciplinarias, que
permita capturar el carácter multidimensional de las desigualdades
sociales, la diversidad de ámbitos y escalas que intervienen en su (re)
producción, así como su expresión sobre las relaciones sociales, en
las que intervienen el género, la generación, lo étnico-racial, la clase,
la orientación sexual, la condición de discapacidad, entre otros ejes.
En el orden metodológico, la construcción colectiva del área en
torno a la pertinencia, aplicación y análisis de enfoques diversos, ha
acumulado un conjunto de principios que en la actualidad se conso-
lidan como marcos transversales a los procesos de investigación que
se desarrollan. El propósito de este artículo es –justamente– dialogar
sobre los referentes metodológicos que sustentan los resultados a los
que se han arribado en los últimos años. El mismo tiene la intención
de presentar una lectura crítica y problematizadora, donde se abor-
den los principales desafíos que implica el estudio de las desigualda-
des y las políticas sociales, atendiendo a la diversidad de temas que
necesariamente deben articularse a esta mirada. Cada una de estas
reflexiones ha sido presentada en las ediciones del Taller sobre Cultu-
ra y Desigualdad. Aspectos teóricos y metodológicos para el estudio de las
desigualdades sociales, convocados por el Instituto Cubano de Inves-
tigación Cultual Juan Marinello y en los que se ha participado desde
sus inicios.
A partir de esta lógica, el artículo se ha estructurado en base a
los nodos epistemológicos y metodológicos que organizan y ofre-
cen coherencia a las investigaciones del área de Desigualdades So-
ciales y Políticas de Equidad. Se abordará la pertinencia del uso de la
30
Aproximaciones metodológicas para el estudio de las desigualdades sociales

sistematización, del enfoque interseccional, del diálogo de saberes,


el conocimiento situado, la multiescalaridad y de la metodología de
escenarios para el análisis del comportamiento de las desigualdades
y su uso como herramienta en la construcción de políticas para su
atención. Se incluyen, además, problematizaciones respecto al lugar
de la subjetividad y de la metodología cualitativa y mixtas para con-
trarrestar los enfoques positivistas y economicistas que tradicional-
mente se han privilegiado en estos estudios.

Propuesta de referentes metodológicos para el estudio


de las Desigualdades y las Políticas Sociales

Como fue declarado previamente, la intención de este acápite es


ofrecer una lectura problematizadora sobre los marcos referenciales
y operativos que articulan de manera sinérgica la teoría, la metodo-
logía y la práctica que desarrolla el área de Desigualdades Sociales y
Políticas de Equidad. Estos son transversales al estudio de los diversos
temas que se trabajan relativos a las desigualdades sociales, equidad,
pobreza, exclusión, vulnerabilidad y políticas sociales. Para el análi-
sis de cada uno de los ejes que a continuación se exponen, se tendrá
en cuenta las bases epistemológicas que los sustentan, los aciertos y
desafíos metodológicos que implican, así como algunos de los resul-
tados alcanzados en los procesos de investigación que se han llevado
a cabo.

Sistematización

La perspectiva de la sistematización de experiencias surge como


corriente crítica del pensamiento social latinoamericano. Propone
un modelo de investigación cualitativa que conduce a la producción
de conocimiento sobre el desarrollo de determinados procesos, su
interpretación crítica y la recuperación de buenas prácticas y lec-
ciones aprendidas (Jara, 2012). Es por ello que pueden encontrarse
31
Zabala, Hidalgo, Fundora, Díaz, Peñate, Jiménez, Núñez y Ramos

en este enfoque, tanto componentes epistémicos, como técnicas de


investigación y prácticas emancipatorias de saberes y concepciones
contrahegemónicas.
La sistematización, como método o enfoque de investigación para
el estudio de las desigualdades sociales, contribuye a la conceptuali-
zación y análisis del fenómeno a partir de la interpretación y recupe-
ración de experiencias y prácticas propias de un contexto particular.
Esta ha sido definida como “un proceso permanente y acumulativo
de producción del conocimiento, a partir de las experiencias de in-
tervención en una realidad social” (Acosta, 2005, p. 9). En este sen-
tido, se asume como propuesta investigativa entendida como una
modalidad de conocimiento de carácter colectivo, que se constru-
ye teniendo en cuenta prácticas de intervención y acción social. La
práctica de la sistematización, además de fomentar el aprendizaje y
la producción de conocimiento, facilita la incorporación de estos a
los procesos de transformación social y contribuye a una mayor co-
municación y divulgación de los aprendizajes en redes académicas
y sociales.
El área de Desigualdades Sociales y Políticas de Equidad, ha fomen-
tado investigaciones desde este enfoque, que permiten rescatar los
principales resultados de la producción científica en Cuba sobre las
desigualdades sociales. Tal es el caso de la colección Tensión y compli-
cidad entre desigualdades y políticas sociales. Análisis interseccional del
contexto cubano 2008-2018.1 Esta recoge aportes de diferentes referen-
tes disciplinares e institucionales, lo que favorece un acercamiento
al problema atendiendo a una perspectiva inter y transdisciplinaria.
En los 14 estudios que la integran, se analizan las principales des-
igualdades sociales identificadas en la sociedad cubana en diferentes
grupos sociales (género, color de la piel, etarios, socioclasista, disca-
pacidad, territorio, ruralidad) y ámbitos (económico, vivienda/hábi-
tat, participación social y cultural); las intersecciones entre ellas, así

1
La Colección Tensión y Complicidad entre desigualdades y políticas sociales, fue reco-
nocida como Premio Nacional de la Academia de Ciencias de Cuba, en 2021.

32
Aproximaciones metodológicas para el estudio de las desigualdades sociales

como los fenómenos de pobreza, vulnerabilidad y marginación y los


efectos de las políticas públicas (Colectivo de autores, 2020).
Para ello se sistematizaron 366 estudios sobre desigualdades
sociales, así como informaciones estadísticas, documentos progra-
máticos e informes, entre otros. Las investigaciones abordadas co-
rresponden a diferentes universidades y centros de investigación
del país, así como a ámbitos de estudio con diferentes territorios y
escalas. Se asumió la concepción de sistematización propuesta por
Jara (2018), en la que esta se entiende como un proceso de aprendi-
zaje crítico y de construcción colectiva del conocimiento, por lo que
para su desarrollo se llevaron a cabo diferentes talleres de discusión
colectiva de resultados.

El enfoque interseccional

La perspectiva interseccional ha confirmado su relevancia para el


análisis de las desigualdades y para la intervención práctica sobre
las realidades que las generan.2 Ha sido definida como un sistema
complejo de estructuras de opresión múltiples y simultáneas, que
derivan del entrecruzamiento de categorías de diferencia como
sexo, raza y clase social, las que conforman diversas identidades se-
gún la pertenencia a ellas y dan lugar a marcadas discriminaciones
(Crenshaw, 1989). Su desarrollo se ha nutrido de perspectivas varia-
das: teorías críticas feministas, pensamiento decolonial, afroepiste-
mologías, conocimiento situado, entre otras.
Entre sus aportes teóricos se destacan: la conformación de ma-
trices de dominación configuradas de manera particular en cada
contexto histórico específico (Hill, 1990, 2000), singularidad de las
experiencias individuales resultantes de la conjunción de diferentes
tipos de identidad y opresión (Brah y Phoenix, 2004), determinación

2
Sus orígenes y antecedentes se sitúan en las luchas antiesclavistas y feministas del
siglo XIX en Estados Unidos, el activismo social y político posterior y el feminismo
negro; la autoría del concepto se adjudica a la jurista Kimberlée Crenshaw (1989).

33
Zabala, Hidalgo, Fundora, Díaz, Peñate, Jiménez, Núñez y Ramos

de sistemas de poder globales –racismo, patriarcado, opresión de cla-


se y otros–, que producen y reproducen formas de dominación (Lu-
gones, 2008; Curiel, 2007; Viveros, 2016). Para la investigación social
en particular, es reconocida como una perspectiva teórica y metodo-
lógica que indaga en la percepción cruzada o imbricada de las rela-
ciones de poder (Viveros, 2016) y ofrece un enfoque disruptivo para
el análisis de las desigualdades en niveles y ámbitos específicos, que
trasciende paradigmas unidimensionales o aditivos e incorpora una
visión compleja y multidimensional de estos fenómenos, su deter-
minación histórica, contextualización, y el vínculo con experiencias
singulares de dominación y opresión. Esa mirada ha sido nombrada
como “sensibilidad epistémica interseccional” y sirve como referen-
te para una crítica implícita de la hegemonía (Roth, 2022).
No obstante su reconocimiento como referente teórico, la cons-
trucción de metodologías específicas para el análisis de las interco-
nexiones entre los diferentes ejes de opresión, es aún limitada, lo
que la sitúa como una perspectiva abierta a las características de
los contextos y del objeto de estudio (Almeida, 2018), así como de si-
tuaciones históricas concretas (Viveros, 2009). En esa misma línea,
Roth (2022) considera que la interseccionalidad no ofrece un método
concreto, sino una metodología, una perspectiva o un marco para el
estudio de contextos.
Entre los aportes metodológicos más reconocidos, Zapata, Cuen-
ca y Puga (2014), destacan el modelo de McCall,3quien examina las
principales aproximaciones utilizadas desde la perspectiva intersec-
cional, según la forma como comprenden y usan las categorías socia-
les de análisis para explorar la complejidad de la interseccionalidad
en la vida social: Complejidad Anticategorial - Deconstrucción de Cate-
gorías, Complejidad Intercategorial - Comparación entre grupos sociales
definidos por diferentes categorías y Complejidad Intracategorial -Es-
tudio de caso Particular. A partir de ello, ha desarrollado un método

Véase: McCall, Leslie. (2005). The Complexity of Intersectionality. Signs: Journal of


3

Women in Culture and Society, 30(3), 1771–1800. doi:10.1086/426800

34
Aproximaciones metodológicas para el estudio de las desigualdades sociales

cuantitativo de medición desde la perspectiva interseccional. Estas


autoras han elaborado una metodología para el diseño y aplicación
de indicadores de inclusión social y equidad en instituciones de edu-
cación superior de América Latina,4 una guía construida desde un
enfoque interseccional, que constituye una robusta herramienta
metodológica para el análisis de desigualdades sociales en ámbitos
educativos.
A partir de estos referentes teóricos, considerados pertinentes
para el análisis de las desigualdades y políticas sociales, el colecti-
vo de investigación consideró incorporar el análisis interseccional
como parte de la sistematización de estudios realizados en el con-
texto cubano en el decenio 2008-2018, mencionada anteriormente.
El objetivo fue analizar: los entrecruzamientos entre diversos ejes de
diferencia en contextos específicos y sus interacciones en disímiles
niveles, que producen múltiples formas de inequidades; la identifi-
cación de grupos sociales en los cuales se concentran desventajas y
discriminaciones; la incidencia de las políticas y programas sociales
en la situación actual de equidad; y la propuesta de enfoques integra-
dos e intersectoriales que actúen sobre las desigualdades múltiples
(Colectivo de autores, 2020).
La aplicación de esta perspectiva supuso dificultades metodológi-
cas de diverso orden: las múltiples dimensiones consideradas: políti-
cas (participación social y políticas sociales), económicas (empleo e
ingresos), sociales (educación, salud, vivienda, hábitat, consumo cul-
tural, ruralidad), subjetivas, simbólicas, identitarias; la relatividad de
la relevancia de cada categoría de diferencia –género, color de la piel,
clase, edad, territorio, discapacidad–, según los ámbitos y contex-
tos; la combinación de análisis intercategoriales e intracategoriales,
entre otras. Como resultado de discusiones colectivas fue diseñado
un procedimiento metodológico que incluye diferentes pasos: (1) en

4
Esta metodología es parte del Proyecto Medidas para la Inclusión Social y Equidad
en instituciones de educación superior en América Latina – MISEAL (Zapata, Cuenca
y Puga, 2014).

35
Zabala, Hidalgo, Fundora, Díaz, Peñate, Jiménez, Núñez y Ramos

cada una de las dimensiones se realizó el análisis interseccional de


los entrecruzamientos entre ellas; (2) talleres de discusión colectiva
de estos resultados, (3) elaboración de una matriz general contentiva
de los estudios sistematizados, en cada uno de los cuales se analiza-
ron siete categorías de diferencia y perfiles de ventaja y desventaja;
(4) eliminación de las repeticiones de estudios consultados, ajustán-
dose la cifra a 366 trabajos; (5) identificación en cada celda de los
grupos sociales, ejes de diferencia, desigualdades y desventajas pre-
sentes; (6) integración de los resultados (Colectivo de autores, 2020).
El análisis realizado destaca la relevancia de las intersecciones
entre género, color de la piel, clase, edad y territorio en la configura-
ción de las desigualdades sociales; otras dimensiones –discapacidad,
condición migratoria, orientación sexual, capital cultural familiar,
situación familiar y conyugal, etcétera– acentúan las desventajas
presentes a partir de estos entrecruzamientos. El examen de los per-
files de ventajas y desventajas permitió identificar aquellos grupos
en los que existen más obstáculos para el aprovechamiento de la es-
tructura de oportunidades: mujeres negras y mulatas, mujeres mi-
grantes y mujeres rurales (Zabala, 2020).

Metodología de escenarios

Las desigualdades también pueden abordarse desde estudios pros-


pectivos y análisis de escenarios. Estos se caracterizan por la anti-
cipación de visiones y tendencias a largo plazo y la construcción
de futuros. El desarrollo de este método ha estado estrechamente
asociado a la planeación estratégica en el ámbito empresarial. Sin
embargo, también se ha demostrado su pertinencia para el análi-
sis de políticas públicas y la elaboración de propuestas alternativas
(Fundora et al., 2021a). Una experiencia fue desarrollada por el área
en colaboración con miembros de la Red de Políticas Sociales de la
Universidad de La Habana y expertos de diferentes instituciones,
quienes implementaron una metodología para el pronóstico de bre-
chas en tres escenarios.
36
Aproximaciones metodológicas para el estudio de las desigualdades sociales

El diseño contempló los siguientes pasos: 1) construcción de una


base analítica de desigualdades y políticas públicas; 2) análisis inter-
seccional de desigualdades y la influencia de las políticas públicas
en dicha situación; 3) selección del grupo de personas expertas; 4) di-
seño y validación de un instrumento para la consulta a expertos; 5)
identificación y jerarquización de las dimensiones que influyen en
las brechas de equidad; 6) análisis del posible comportamiento de las
variables y de su relación con la situación y oportunidades estraté-
gicas de los actores en diferentes escenarios; 7) elaboración de tres
tipos de escenarios; 8) talleres de expertos para análisis prospecti-
vo de las situaciones de vulnerabilidad; 9) talleres de expertos para
debatir y concertar los resultados colectivos; así como actualizar el
escenario tendencial según su reconfiguración; 10) diseño de un ins-
trumento participativo para el análisis de la estructura de oportuni-
dades y su aprovechamiento; 11) talleres con mujeres representativas
de los grupos en situación de vulnerabilidad; 12) análisis triangulado
de la información; 13) determinación de las tendencias (Fundora, et
al., 2021b).
En aras de seleccionar los eventos de políticas con mayor repercu-
sión en las desigualdades, se aplicó a las personas expertas un instru-
mento de focalización de 10 tipos de factores (por orden de prioridad)
con más impacto en tres grupos: mujeres rurales, mujeres negras y
mujeres migrantes en situación de vulnerabilidad. Esta selección
constituyó la base para construir tres escenarios diferenciados en
los pasos venideros.
Posteriormente, se realizó un grupo de discusión para la selec-
ción y síntesis de las dimensiones de la equidad a tener en cuenta: 1)
desigualdades en el acceso al trabajo remunerado en diferentes espa-
cios socioeconómicos; 2) desigualdades en condiciones de trabajo; 3)
desigualdades en el trabajo de cuidados; 4) desigualdades de ingre-
sos; 5) desigualdades patrimoniales; 6) desigualdades en el bienestar;
7) desigualdades en el uso de los servicios de salud; 8) desigualdades
en la vivienda y el hábitat; 9) desigualdades de capital cultural; 10)
desigualdades en el manejo de redes sociales oportunas (virtuales y
37
Zabala, Hidalgo, Fundora, Díaz, Peñate, Jiménez, Núñez y Ramos

físicas); 11) desigualdades de acceso a puestos de dirección; 12) des-


igualdades por reproducción de estereotipos sexistas, racistas, etc.;
13) desigualdades asociadas a las percepciones sobre pobreza, vulne-
rabilidad y marginación.
Con los 10 eventos seleccionados por los experto/as, se elaboraron
tres tipos de escenarios hasta 2030: tendencial o probable, optimista
y pesimista. Se diseñó otro instrumento para pronosticar tendencias
en los 13 grupos de desigualdades. Se pusieron en discusión seis tipos
de pronósticos para las brechas: 1) Se mantendrían igual, 2) Se pro-
fundizarían, 3) Disminuirían, 4) Se eliminarían, 5) Aparecerían nue-
vas desigualdades, 6) Se reconfigurarían. Se realizaron tres talleres,
según los grupos en situación de vulnerabilidad que fueron prioriza-
dos tras el análisis interseccional. Una vez procesados los resultados
de los instrumentos, se organizaron otros talleres en modalidad vir-
tual, en función de debatir los resultados colectivos; actualizar el es-
cenario tendencial y los pronósticos asociados a dicha actualización;
así como elaborar propuestas de políticas.
Tomando en consideración las bases teóricas del enfoque AVEO,5
se crearon tres instrumentos para el análisis participativo con per-
sonas de los grupos priorizados, acerca de la estructura de opor-
tunidades y los activos y pasivos que influyen en su uso. El primer
instrumento se previó para analizar la capacidad de aprovechamien-
to de políticas económicas, laborales, agrícolas, de cuidado y de segu-
ridad social; el segundo para identificar el uso de políticas de vivienda
y hábitat; y el tercero para las políticas educativas y culturales.
Dada la pertinencia de la transdisciplinariedad en las investiga-
ciones sobre desigualdades, se organizaron tres talleres con mujeres
representativas de los grupos en situación de vulnerabilidad, para
analizar los efectos de las políticas públicas, pasadas y presentes,
en su movilidad social o en la reproducción de las desventajas; así

5
Enfoque desarrollado por el intelectual Rubén Katzman, que devela las vulnerabili-
dades de los hogares (V), según el acceso y uso de la estructura de oportunidades (EO)
a partir de los activos (A) que disponen (Ver Katzman, 2018).

38
Aproximaciones metodológicas para el estudio de las desigualdades sociales

como sus prospecciones sobre el escenario tendencial. Con un aná-


lisis triangulado de estas diferentes narrativas, se determinó que las
tendencias en las desigualdades cambian según los escenarios de
políticas, donde las brechas se amplían, tanto en contextos de foca-
lización muy segmentada, como en presencia de servicios sociales
universales que no tienen en cuenta las diferencias.
Como se pudo constatar, es una metodología compleja; pero muy
sólida, que le confiere valor al criterio de expertos y al diálogo con
los saberes de quienes protagonizan los procesos, en este caso, las
mujeres rurales, negras y migrantes. La aplicación innovadora del
enfoque interseccional a la metodología prospectiva fue acerta-
da, principalmente en la selección de tipos de vulnerabilidades; así
como en la profundización del análisis de experto/as. Ello posibili-
tó captar formas heterogéneas de producción y reproducción de las
desigualdades, y hacer propuestas de políticas más consistentes con
los principios de equidad y justicia

Diálogo de saberes, transdisciplina y políticas sociales

En el estudio de las desigualdades y las propuestas a las políticas


sociales para reducirlas, es fundamental el diálogo interdisciplinar.
Parker (2014) asevera que se reconocen los aportes que pueden hacer
las universidades y centros de investigación en términos de innova-
ción, transferencia de conocimiento, búsqueda de soluciones efica-
ces y eficientes en el ámbito de la política social. No obstante, uno de
los desafíos actuales en la ciencia es la integración de conocimientos
para que esta tenga capacidad explicativa, interpretativa y transfor-
madora de las realidades y problemas que, según Morin (1999), son
cada vez más poli-disciplinarios, transversales, multidimensionales,
transnacionales, globales y planetarios. Ello significa transgredir la
compartimentación y fragmentación disciplinar con visiones multi-
disciplinares, interdisciplinares, transdisciplinares y un pensamien-
to complejo (Díaz et. al, 2020).
Para Zabala:
39
Zabala, Hidalgo, Fundora, Díaz, Peñate, Jiménez, Núñez y Ramos

uno de los retos más difíciles es el alcance de un diálogo constructivo


entre la academia y las políticas, que tienda puentes permanentes
entre ambas, con el interés mayor del bienestar de la población. Este
diálogo no puede ser concebido al margen del necesario y aún no lo-
grado diálogo de saberes entre diferentes disciplinas, con otras formas
de conocimiento –popular, arte, religión, creencias–, culturas diversas
y actores disímiles; siempre con la aspiración de que tal intercambio
esté caracterizado por la horizontalidad participativa, ciudadanía acti-
va, simetría, reconocimiento, apertura y respeto (2021a, p. 7).

Desde el área de Desigualdades Sociales y Políticas de Equidad, se han


gestado espacios que persiguen superar esos retos y estimular inter-
cambios y propuestas entre académicos, decisores de políticas y ac-
tivistas sociales, de los que son ejemplo los Seminarios Permanentes
de Política Social (SPS), la Red de Políticas Sociales y el Grupo de
Trabajo del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales ¿Qué de-
sarrollo? Diálogo academia y política.

Seminario Permanente de Política Social

Surgido en 2015, es coordinado por el área de Desigualdades y Políticas


de Equidad en coauspicio con la Fundación Friedrich Ebert. Apuesta
por consolidar los vínculos entre la producción de conocimien-
tos y la toma de decisiones; para ello se enfoca en la actualización
teórico-metodológica de las políticas sociales, el incremento de la
producción científica sobre el tema, el fortalecimiento de los nexos
investigación-políticas mediante la concreción de recomendaciones
específicas derivadas de los resultados de investigación, y la amplia-
ción de los espacios sistemáticos de diálogo, consulta y producción
conjunta entre académicos y decisores (Díaz, et al., 2020). Para con-
cretar sus propósitos, cada año convoca a tres intercambios; en cada
uno de ellos las sesiones se organizan en: mesa de expertos, confe-
rencia pública y sesión con estudiantes y egresados de la Maestría

40
Aproximaciones metodológicas para el estudio de las desigualdades sociales

en Desarrollo Social.6 Entre sus principales contribuciones concep-


tuales, metodológicas y/o acciones concretas se destacan: análisis de
temas de política social de relevancia y actualidad; consolidación de
espacios de diálogo en torno a las políticas sociales; impactos favora-
bles en los procesos de docencia; investigación, diseño y gestión de
políticas (Zabala y Fundora, 2021).

Red de Políticas Sociales

Es un espacio que desde 2018 fomenta el diálogo inter y transdisci-


plinar entre científicos sociales de diversas disciplinas y áreas de la
Universidad de La Habana (UH), centros de estudios e investigación
afines y redes profesionales,7 para contribuir a la participación de
la UH en el diseño, implementación, seguimiento y evaluación de
políticas sociales mediante la investigación, innovación y forma-
ción de capacidades en actores de diferentes escalas territoriales y
sectores, acorde a los enfoques más contemporáneos y pertinentes
sobre el tema. En los talleres realizados por la red se han debatido
temas de alta sensibilidad y trascendencia, entre los que se hallan:
debates teóricos en torno a políticas sociales, análisis de los resul-
tados de investigación para derivar de ellos propuestas de políticas,
diseño de proyectos de investigación interinstitucionales e inter-
disciplinarios sobre políticas sociales, participación en asesorías y

6
Algunos de los temas abordados han sido: políticas sociales y desigualdades patri-
moniales, marco analítico para entender las desigualdades en América Latina y retos
de la política social; vulnerabilidad social; políticas para la igualdad de género; acto-
res locales; políticas de juventud; escenarios de políticas y grupos vulnerables, entre
otros.
7
La Red de Políticas Sociales cuenta con integrantes de las Facultades de
Comunicación, Derecho, Economía, Geografía, Psicología, Latinoamericana de
Ciencias Sociales, Departamento de Sociología; Centro de Estudios Demográficos,
Centro de Estudios de la Economía Cubana, Centro de Estudios de la Administración
Pública; Centro de Investigaciones Psicológicas y Sociológicas, Centro de Estudios
Sobre la Juventud, Centro Nacional de Educación Sexual (CENESEX), Cátedra del
Adulto Mayor, así como de las Redes de Estudios del Trabajo, de Investigadores sobre
Juventud, de Administración Pública y de Estudios de Población.

41
Zabala, Hidalgo, Fundora, Díaz, Peñate, Jiménez, Núñez y Ramos

consultorías en macroprogramas, programas y proyectos guberna-


mentales para el enfrentamiento de las vulnerabilidades, inequi-
dades y desigualdades sociales. Se reconoce como red asociada al
Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO) desde 2019.

Grupo de Trabajo ¿Qué desarrollo? Diálogo academia y política

Constituido en 2019, con el propósito contribuir a promover políti-


cas de desarrollo sustentables en términos económicos, sociales y
ambientales, articular la investigación social y las políticas públicas,
aportar a los debates públicos sobre estos temas, y formar agentes
diversos. En cuanto a la promoción de la responsabilidad pública y
acciones de intervención, se estimula y fomenta el diálogo de sabe-
res y la cooperación entre investigadores y responsables de políticas
públicas a diferentes niveles (local, nacional y regional); alianzas y
articulaciones para la incidencia social y política, el incremento de la
capacidad propositiva de las Ciencias Sociales; así como el apoyo a la
creación de plataformas de diálogo entre diferentes actores. Se sus-
tenta en principios medulares, a saber: participación de los sujetos
desde diferentes roles, diálogos de saberes desde la horizontalidad
y el respeto; reconocimiento de la ciencia para impulsar procesos
emancipatorios; aportes a las políticas sociales; interdependencia
entre las políticas sociales y el desarrollo, diálogos intersectoriales y
comunicación adecuada de los resultados (Zabala, 2021b).

Integración y sinergia multiescalar

La integración de la mirada multiescalar y multinivel es relativa-


mente reciente en América Latina y el Caribe, de comienzos de 2010.
La Comisión Económica para América Latina y el Caribe [CEPA] y
el Instituto Latinoamericano de Planificación Económica y Social
[ILPES] han contribuido a esta temática con algunos aportes desde
la investigación, la capacitación y la asistencia técnica. Se ha plan-
teado la introducción de la multiescalaridad en la comprensión del
42
Aproximaciones metodológicas para el estudio de las desigualdades sociales

desarrollo territorial y de sus políticas, para la búsqueda de una


visión más amplia que reconozca la complejidad del problema y la
necesidad de considerar simultáneamente las múltiples relaciones
y desempeño de las escalas geográficas (Cuervo y Délano, 2019). Se
hace necesaria la planificación multiescalar desde todos los nive-
les de gobierno y desde distintas, pero a la vez, complementarias
perspectivas.
Núñez (2018), sostiene que es necesario defender la idea del pro-
ceso de desarrollo como una articulación inteligente entre lo na-
cional, lo territorial y lo local, con las atribuciones y competencias
debidamente delimitadas por la ley. Esa mirada sistémica permite
defender la autonomía relativa de lo municipal y, a la vez, tomar dis-
tancia de un concepto de municipio que lo conciba como autónomo
y autosostenible.
El desarrollo local visto de forma multidimensional plantea ne-
cesariamente una mirada integral que va más allá de la división del
territorio por decisiones políticas administrativa y comprende el
desarrollo como todo un proceso que moviliza y potencia las capa-
cidades endógenas existentes. Por lo antes expuesto, es necesario
abordar el desarrollo local con vistas a superar o minimizar las des-
igualdades sociales e incluir a los sectores más necesitados que están
excluidos.
Guzón et al. definen al desarrollo como:

un proceso esencialmente endógeno, participativo, innovador, y de


articulación de intereses entre actores, territorios y escalas (munici-
pal, provincial y sectorial o nacional). Se sustenta en el liderazgo de
los gobiernos municipales y provinciales para la gestión de sus estra-
tegias de desarrollo dirigidas desde la gestión del conocimiento, la
innovación y el fomento de proyectos que generen transformaciones
económico-productivas, socioculturales, ambientales e instituciona-
les, con el objetivo de elevar la calidad de vida de la población” (Gu-
zón et al., 2020, p. 9).

43
Zabala, Hidalgo, Fundora, Díaz, Peñate, Jiménez, Núñez y Ramos

Por otra parte, Zabala (2018), considera que es necesaria una visión
del desarrollo local donde predomine su integralidad, y es justamen-
te desde ella que las cuestiones relativas a la equidad, como la reduc-
ción de los desequilibrios territoriales y de las inequidades sociales, el
acceso al bienestar, la calidad de vida y el desarrollo de las capacida-
des humanas resultan relevantes. La autora recalca que esa visión in-
tegral y sistémica lograda, deberá hacer frente a muchos obstáculos
como la persistencia de una cultura vertical que entorpece los inci-
pientes procesos de descentralización; el predominio de un enfoque
sectorial sobre el territorial integral; el limitado aprovechamiento de
los potenciales locales; la débil articulación de actores; insuficiencias
en la preparación de los actores locales y en el desarrollo de capa-
cidades institucionales; concepción deficitaria de las estrategias de
desarrollo y de los mecanismos de gestión, seguimiento y evaluación
de procesos. En particular, en lo relativo a la equidad social, según ha
sido constatado en la práctica e investigación social, las percepcio-
nes de los actores del gobierno local sobre las desigualdades sociales
existentes en sus localidades son limitadas y fragmentadas.
Según Guzón y Olivera (2021), el desarrollo local en el contexto
cubano hoy en día evidencia con mayor claridad un contenido y al-
cance coherentemente más definidos, aunque aún prevalecen inter-
pretaciones diversas. Los autores sostienen que la Constitución de la
República de Cuba (2019) reconoce la autonomía municipal y coloca
esta escala en el centro de las transformaciones; también de las ex-
pectativas. Políticas, programas y planes nacionales, en particular la
política de impulso al desarrollo local, aprobada en julio de 2021, y el
Decreto 33 que la implanta, se han encargado de situar sobre la mesa,
desde diferentes aristas, la necesidad de movilizar los potenciales en-
dógenos de todo tipo, para satisfacer las demandas de la sociedad lo-
cal, y contribuir de manera eficiente y efectiva al desarrollo del país.
Es necesario tomar en cuenta que el enfoque de desarrollo local
permite entenderlo como proceso de construcción y de aprendiza-
je donde el tiempo, la historia y el espacio condicionan las activida-
des que llevan a cabo los agentes políticos, económicos y sociales.
44
Aproximaciones metodológicas para el estudio de las desigualdades sociales

Considerar lo local como unidad de análisis significa una aproxima-


ción a los objetivos de desarrollo que se deben resolver a ese nivel.
Los resultados de investigación del área de Desigualdades Sociales
y Políticas de Equidad han incorporado el análisis multiescalar, don-
de se apuesta por una mirada del desarrollo local desde las relacio-
nes intra e inter espaciales (con sinergias multiescalares) para la
gestión política. Desde esta perspectiva, se reconoce el espacio local
no como sustituto, sino como complemento de políticas universales
de alcance nacional.8
Para la comprensión de estos supuestos, en lo metodológico se
apuesta por la apropiación del enfoque configurativo, colocando el
análisis en la política como resultado de los cambios acontecidos en
el contexto nacional y local cubano, con énfasis en los sujetos que la
producen (Fundora, 2019). Se han explicado los procesos configura-
tivos de políticas locales de equidad en el contexto de actualización
del Modelo Económico cubano, arrojando algunos de los siguientes
resultados: (1) mayor reconocimiento de los actores supramunicipa-
les sobre el escenario micro y sus actores como componentes legí-
timos de intervención en situaciones de desventaja; (2) en la escala
micro comienzan a desplegarse iniciativas locales que enriquecen
los repertorios tradicionales de intervención de la desigualdad, lo
que demuestra que en esta escala, los actores se están formando
una autopercepción como agentes de trasformación; (3) los estilos
de intervención a escala local varían en relación al área o territo-
rio de análisis; sin embargo, tienen en común la preponderancia
de concepciones de las políticas de identidad para la atención a las
desigualdades por color de la piel (trabajo con patrimonio cultural y
religioso); (4) las oportunidades macro para el desarrollo de políticas

8
Con estas premisas, el área coordinó el proyecto Gestión innovadora del desarrollo lo-
cal para el fortalecimiento de la equidad social, asociado al programa Nacional Desarrollo
Local en Cuba, con resultados relevantes en cuanto a la evaluación de los enfoques de
equidad en diferentes territorios, el diseño de herramientas metodológicas para la
gestión y evaluación del desarrollo local, la capacitación de actores, la elaboración de
propuestas para la reducción de inequidades y vulnerabilidades y la difusión de las
experiencias de innovación.

45
Zabala, Hidalgo, Fundora, Díaz, Peñate, Jiménez, Núñez y Ramos

locales de equidad no son aprovechadas con la misma intensidad por


los territorios analizados. Existen contextos reproductivos y coyun-
turas más oportunas para la innovación, pues como todo proceso de
reforma, la apuesta por la descentralización en el caso cubano, sigue
una lógica contradictora, con avances y retrocesos (Fundora, 2019).

Conocimiento situado

Desde los constructos teóricos elaborados por el área, la gestión de


las políticas para el fomento de la equidad debe basarse en la parti-
cipación social. El espacio local y comunitario es escenario por ex-
celencia para la integración, inclusión social y empoderamiento, a
través de un proceso participativo complejo, que trascienda el marco
de la información, movilización, ejecución y consulta, e incluya la
gestión, la toma de decisiones y la evaluación colectiva de los proce-
sos de transformación social (Zabala e Hidalgo, 2018).
La Investigación-Acción-Participación se asume como metodo-
logía pertinente para el logro de estos fines, cuyo objetivo se debe a
promover cambios por medio de la construcción colectiva y el for-
talecimiento de las potencialidades de los grupos para realizar aná-
lisis críticos, y cogestionar los procesos de transformación. Dentro
de los disímiles modelos que pueden asumirse en esta corriente, la
Educación Popular, desarrollada por Paulo Freire (1997), ha sido un
referente teórico y operativo, en tanto permite producir cocimientos
situados al contexto social de actuación de los actores de transfor-
mación, donde el saber popular, el compromiso militante, y la ética
emancipatoria cobran valor (Colectivo de autores, 2017).
El término conocimiento situado, desde los aportes del pensamien-
to feminista, se asume como crítica a las prácticas androcéntricas he-
gemónicas en la construcción de la ciencia en apariencia objetivista
y neutral. En esta línea son fundamentales los aportes de Donna Ha-
raway (1989), quien aboga por la construcción del conocimiento que
reconozca la parcialidad, las diferencias y que dé cuenta de la des-
igualdad en la distribución de poder, basado en una epistemología
46
Aproximaciones metodológicas para el estudio de las desigualdades sociales

feminista. Desde esta categoría se alude al conocimiento derivado de


una localización (contexto), de las particularidades del sujeto y de
la manera en que se sintetizan el género, la clase, la etnia a su expe-
riencia histórica-cultural. Con ello, no solo se realza el valor del co-
nocimiento construido por la pluralidad de sujetos que producen la
cultura, también se rescata el género como elemento diferenciador,
dotado de significación e identidad (Castañeda, 2012). Desde la pers-
pectiva de Haraway (1989), el conocimiento situado integra concep-
tos cognitivos y contextuales en el proceso de producción científica,
donde lo interdisciplinario se vuelve una condición indispensable.
La transversalidad del conocimiento situado ha colocado como
relevantes el análisis de la relación entre las dimensiones de equi-
dad, participación y desarrollo local-comunitario. Los resultados al-
canzados al respecto demuestran que: (1) la inclusión de la equidad
y la justicia social ha de ser el eje vertebral más importante de los
procesos transformadores locales, a través de la participación; (2)
en el diseño e implementación de las políticas de desarrollo local es
necesario un “carácter integral, enfocado en varias dimensiones de
la desigualdad y sus intersecciones” (Fundora, 2020, p. 9); (3) los es-
tudios hacen uso de la perspectiva metodológica mixta enfocada a
las metodologías participativas; y (4) se realizan diálogos frecuentes
entre academia y decisores que ponen en la mira de atención los pro-
cesos equidad-inequidades en la Cuba actual, de lo cual se derivan
propuestas de políticas.
Como parte del proyecto Gestión innovadora del desarrollo local
para el fortalecimiento de la equidad social,9 el colectivo ha desarrolla-
do espacios formativos y de investigación que propician la reflexión
crítica de la práctica social, la construcción colectiva, el diálogo de
saberes, iniciativas de concertación de agendas y espacios cogestión.
La participación multiactoral, basada en el conocimiento situado al

9
Estos resultados pueden verse en Zabala, María del Carmen y Fundora, Geydis
(comps). Desarrollo local y equidad en Cuba. Tomo I y II. La Habana: Editorial Ciencias
Sociales.

47
Zabala, Hidalgo, Fundora, Díaz, Peñate, Jiménez, Núñez y Ramos

contexto, legitima el valor del saber popular y la experiencia cotidia-


na como herramientas de transformación e incidencia en el estudio
y atención de las desigualdades.
Otro de los resultados desarrollado desde el conocimiento situa-
do es la Guía metodológica sobre seguimiento y evaluación de Proyectos
de desarrollo local y comunitario con enfoque de equidad (Colectivo de
autores, 2017). En este documento se ponen a disposición indicado-
res de análisis, instrumentos y técnicas que priorizan herramientas
de diagnóstico y evaluación participativas, donde todos los grupos
interesados (incluyendo beneficiarios) forman parte del proceso. La
guía contiene aspectos metodológicos básicos entre los que se desta-
can la observación, análisis de documentos, diseño de procesos for-
mativos, acciones demostrativas, grupos focales y talleres de trabajo
desde la Investigación-Acción-Participativa.
En todos los procesos desarrollados, la construcción de conoci-
mientos y la transformación social se han sostenido en los cono-
cimientos ligados a sus contextos y a la subjetividad de los actores
sociales implicados –pobladores, líderes comunitarios, gestores de
proyectos, investigadores locales, entre otros–, considerando, ade-
más, sus visiones desde la condición de género, racial, clasista y eta-
ria, lo que aporta una perspectiva empática, comprometida y crítica
sobre su realidad.

Reflexividad, Subjetividad e Intersubjetividad

El interés por la subjetividad ha ganado en relevancia en los estudios


sobre desigualdades. La inclusión de esta dimensión ha permitido
captar procesos complejos, difíciles de estudiar desde paradigmas
positivistas. Se pueden mencionar abordajes sobre las percepciones,
creencias y representaciones sociales de la pobreza, estudios sobre
identidades de grupos en desventaja, formas de participación social,
bienestar subjetivo, estrategias de vida, análisis de procesos de estig-
matización, discriminación e inferiorización, en los que intervienen

48
Aproximaciones metodológicas para el estudio de las desigualdades sociales

ejes relativos al género, la generación, lo étnico-racial, la orientación


sexual, entre otros (Zabala, 2009).
Las bases epistemológicas sustentadas en estudios sobre subjeti-
vidad tienen en común el énfasis en la comprensión de las complejas
relaciones existentes en la realidad, profundizando en los sentidos y
significados que elaboran individuos o grupos durante las interac-
ciones que se producen entre ellos y componentes del tejido social.
Aunque no existe una definición unívoca en el orden teórico, la sub-
jetividad puede definirse como:

una construcción sociopsicológica que se erige como producto de


una permanente interpenetración de lo individual, lo grupal y lo so-
cial y que se proyecta en contextos sociales específicos como las nor-
mas de actuar, de pensar y de sentir desde las cuales se organizan y
se hacen tangibles las individualidades que acompañan el recorrido
de lo humano en el seno de su mayor y más compleja construcción:
la sociedad (Fuentes, 1999, p. 281).

Este marco referencial responde a la psicología de orientación mar-


xista que adquiere relevancia en la construcción teórica y metodoló-
gica que realiza el área de Desigualdades Sociales y Políticas de Equidad.
Sobre ellos se inscriben un conjunto de principios dentro de los que
destacan: (1) el reconocimiento de las condiciones histórico-cultura-
les del desarrollo humano; (2) la relación dialéctica individuo-gru-
po-sociedad, donde el sujeto produce y a su vez es producto de su
complejo contexto de pertenencia; (3) el carácter activo del sujeto en
el proceso de reproducción social (Hidalgo, 2022). Desde estos prin-
cipios se fundamenta el interés de captar las conexiones, dinámicas
y multi determinaciones entre lo micro y lo macro, lo individual y lo
social, a través de la vivencia de sujetos y colectivos pertenecientes a
contextos particulares.
Además de la influencia del enfoque psicosocial, se asumen las
contribuciones constructivistas y estructuralistas devenidas de la so-
ciología de Pierre Bourdieu (1990). Las dimensiones habitus y campos
se reconocen como relevantes para el análisis de las desigualdades.

49
Zabala, Hidalgo, Fundora, Díaz, Peñate, Jiménez, Núñez y Ramos

El habitus se constituye como una categoría subjetiva, pues bajo la


forma de esquemas mentales es la interiorización de sistemas de
relaciones históricas y objetivas entre posiciones que se anclan a
ciertas formas de poder. Esta categoría responde a estructuraciones
sociales a las que el sujeto se integra por medio de la socialización
y en tanto construyen distancias sociales y simbólicas entre grupos
sociales, tienen la capacidad de generar desigualdades.
En base a estos referentes se han desarrollado, por el colectivo,
diversos estudios que analizan la subjetividad en contextos de des-
igualdad, en escenarios de toma de decisión de la política social a
diferentes niveles local y nacional, así como la reproducción de es-
tereotipos sexistas y racistas en las relaciones cotidianas (Fundora,
2019; Colectivo de autores, 2020). Estas investigaciones priorizan me-
todologías cualitativas, cuya legitimidad para operar desde la lógica
de la dialéctica y dinámica de la subjetividad en contextos naturales
ha sido ampliamente reconocida (Hernández, Fernández-Collado,
Baptista, 2010). Las aproximaciones desde estas perspectivas son
hermenéuticas; a través de la interpretación se analizan relatos, dis-
cursos, imágenes (fotos, dibujos) o cualquier otro material que sea
susceptible a mostrar los sentidos, significados y contenidos simbó-
licos atribuidos a la realidad, atendiendo a dos niveles de análisis: el
explícito (manifiesto) y el latente.
Las ventajas de la metodología cualitativa para el estudio de las
desigualdades sociales identifican la posibilidad de construir diseños
contextualizados para explicar procesos, sinergias intersistémicas y
su expresión en la subjetividad social. Además, aportan una visión
holística que permite elaborar configuraciones complejas mediante
la articulación de múltiples categorías en relación, incluyendo la di-
mensión sociocultural de las desigualdades y particularmente de la
pobreza como expresión más extrema del fenómeno.
Resultados de investigación desarrolladas por el grupo de trabajo
desde esta perspectiva, han develado la heterogeneidad de configu-
raciones psicosociales y económicas de hogares y familias a través
de las siguientes temáticas: pobreza y exclusión social en familias y
50
Aproximaciones metodológicas para el estudio de las desigualdades sociales

mujeres jefas de hogar (Zabala, 1999, 2009); subjetividad en familias


de alto capital cultural y bajo capital económico; características psi-
cosociales en familias que viven en escenarios de ruralidad (Hidal-
go, 2016, 2021). Estos estudios arrojan luces sobre la complejidad de
categorías que inciden en el reforzamiento de las desigualdades y la
diversidad de expresiones que tiene el fenómeno, en relación al con-
texto rural o urbano, la inserción socioclasista, el género, la edad, el
color de la piel, la estructura y composición familiar, etapas del ciclo
vital, jefatura de hogar, capitales económicos, culturales y sociales
de las familias, entre otras.
La relación entre dimensiones macrosociales, familiares e indi-
viduales en contextos de desigualdad, perfilan configuraciones sub-
jetivas diversas que tienen en común: bajos niveles de aspiraciones,
estrategias de vida inmediatas centradas en la supervivencia y en la
reproducción del cuidado de niños y adultos mayores, estas últimas
realizadas por figuras femeninas, insatisfacciones acumuladas con
sus condiciones de vida y sentimientos de frustración que tramitan a
través de proyectos migratorios. Dentro de estos perfiles, las familias
que viven en las condiciones de mayor precariedad perciben conduc-
tas estigmatizantes por parte de organizaciones e instituciones so-
ciales que limitan su participación social. En contextos de ruralidad,
por ejemplo, se develaron profundas insatisfacciones y sentidos des-
valorizantes del lugar donde viven por el déficit de servicios básicos
que han fracturado las relaciones de las familias con instituciones
sociales. Ello se traduce en sentimientos de aislamiento, exclusión,
resignación y posiciones pasivas que laceran la capacidad transfor-
madora de las familias.

Enfoques mixtos

Combinar diferentes metodologías desde un enfoque mixto de in-


vestigación, se erige como requisito indispensable y transversal a
los estudios sobre desigualdades y políticas sociales que desarrolla el
área. La articulación de ambos diseños (cuantitativos y cualitativos),
51
Zabala, Hidalgo, Fundora, Díaz, Peñate, Jiménez, Núñez y Ramos

aporta una perspectiva más amplia y compleja del fenómeno, en tan-


to se apoya en las ventajas de cada una para complementar sus defi-
ciencias (Colectivo de autores, 2017).
En términos generales, la metodología cuantitativa utiliza proce-
dimientos estandarizados y mediciones precisas para arribar a gene-
ralizaciones. Estos diseños han sido paradigmáticos en los estudios
sobre desigualdades sociales, los que apuestan por una comprensión
de las bases estructurales y económicas que las condicionan. En
muchos casos, se basan en la construcción de indicadores o índices
sintéticos que permiten calcular y estimar el alcance de su compor-
tamiento a través métodos valiosos como lo son: el coeficiente Gini y
la curva de Lorenz, el método del ingreso o línea de pobreza, el méto-
do de necesidades básicas insatisfechas, entre muchos otros.
Resulta imposible desestimar el valor de los diseños cuantitati-
vos y sus ventajas, tanto para el estudio de las desigualdades y temas
afines, como para el diseño y evaluación de políticas de equidad. Sin
embargo, entre sus limitaciones se identifican tendencias a simplifi-
car problemáticas sociales en aras de arribar a mediciones más pre-
cisas y exactas, así como la sobre generalización de resultados que,
en ocasiones, invisibilizan la heterogeneidad inherente a la realidad.
Estas desventajas se pueden contrarrestar con la combinación de
información y métodos cualitativos que, como se ha explicado pre-
viamente, se adentran en interpretaciones holísticas y procesuales.
Los diseños mixtos, basados en la integración sistemática de mé-
todos cuantitativos y cualitativos, exponen una panorámica comple-
ta de la diversidad de condiciones y causas que influyen sobre las
desigualdades sociales. La combinación de metodologías contribuye,
sin lugar a dudas, a lograr conocimientos más integrales, donde se
develen varias perspectivas del problema en términos de frecuen-
cia, amplitud, magnitud y generalización (cuantitativo); así como
profundidad, complejidad y comprensión (cualitativo) (Hernández
y Fernández Collado, 2010). La triangulación de métodos, fuentes y
técnicas de recogida de información se constituye como uno de los

52
Aproximaciones metodológicas para el estudio de las desigualdades sociales

pilares metodológicos que ofrecen confiabilidad, consistencia lógica


y rigor interpretativo de los resultados obtenidos.
Con este método el área de investigación ha construido y actua-
lizado enfoques teórico-epistemológicos para mejorar procesos de
gobernanza local con enfoque de equidad, ha logrado transitar hacia
perspectivas multidimensionales, interseccionales e interdiscipli-
narias y ha facilitado información rigurosa que apoya procesos de
toma de decisión en el ámbito de las políticas sociales y locales para
la atención a las desigualdades y a la pobreza.

Conclusiones

Los resultados alcanzados en los últimos siete años por este grupo
de investigación en el estudio de las desigualdades sociales, parten
de disímiles referentes teóricos y metodológicos a nivel internacio-
nal atemperados a la realidad cubana. Algunos de los abordados en
este artículo han sido la sistematización, el enfoque interseccional,
el diálogo de saberes, el conocimiento situado, la multiescalaridad y
la metodología de escenarios para el análisis del comportamiento de
las desigualdades y su uso como herramienta en la construcción de
políticas para su atención, el lugar de la subjetividad y la metodolo-
gía cualitativa y mixtas.
Cada una de estas perspectivas aporta herramientas para el aná-
lisis de las desigualdades en el contexto cubano, las cuales se han in-
crementado en las últimas décadas y adquieren un matiz particular
en diferentes ámbitos y grupos sociales por los efectos de la pande-
mia de la COVID-19. No obstante, se considera no son las únicas y
tampoco constituyen un sistema rígido de metodologías y saberes.
Los procedimientos que se han expuesto se encuentran en constante
proceso de construcción, donde afloran incertidumbres, limitacio-
nes y logros, que se resuelven por medio de la problematización y el
análisis crítico.

53
Zabala, Hidalgo, Fundora, Díaz, Peñate, Jiménez, Núñez y Ramos

El estudio de las desigualdades a partir de estos referentes teóri-


cos-metodológicos, también constituyen un importante aporte para
el diseño de políticas sociales que contribuyan a reducir las brechas
de equidad y faciliten un mayor acceso a la estructura de oportuni-
dades. Es por ello que el diálogo ciencia-política, academia-gobierno,
constituye una aspiración permanente del área Desigualdades So-
ciales y Políticas de Equidad y se ha concretado en espacios como el
Seminario Permanente de Política Social, la Red de Políticas Sociales y el
Grupo de Trabajo ¿Qué desarrollo? Diálogo academia y política.

Bibliografía

Acosta, Luis Alejandro. (2005). Guía práctica para la sistematización


de proyectos y programas de cooperación técnica. Oficina Regional
de la FAO para América Latina y el Caribe. https://www.fao.org/
publications/card/es/c/f9877224-dc5b-5f15-bc84-68bdf0b7b8af/

Almeida, Yulexis. (2018). Un análisis de las oportunidades de acceso


a la educación superior cubana desde una perspectiva interseccional.
[Tesis de doctorado]. Universidad de La Habana.

Brah, Avtar y Phoenix, Ann. (2004). Ain’t I a Woman? Revisiting


intersectionality. Journal of International Women’s Studies, 5 (3), pp.
75–86. https://vc.bridgew.edu/jiws/vol5/iss3/8/

Bourdieu, Pierre. (1990). Sociología y cultura. México DF: Editorial


Grijalbo.

Castañeda, Martha Patricia. (2012). Etnografía Feminista. En Co-


lectivo de autores. (eds), Investigación feminista: epistemología, me-
todología y representaciones sociales. Colección Debate y Reflexión.

54
Aproximaciones metodológicas para el estudio de las desigualdades sociales

Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Hu-


manidades Universidad Nacional Autónoma de México.

Crenshaw, Kimberle (1989). Demarginalizing the Intersection of


Race and Sex: A Black Feminist Critique of Antidiscrimination
Doctrine, Feminist Theory and Antiracist Politics. University of
Chicago Legal Forum. pp. 139-67. https://chicagounbound.uchica-
go.edu/cgi/viewcontent.cgi?article=1052&context=uclf

Colectivo de autores. (2017). Guía metodológica sobre Seguimiento y


evaluación de Proyectos de desarrollo Local y comunitario con Enfo-
que de equidad. La Habana: Editorial Universitaria.

Colectivo de autores. (2020). Colección Tensión y complicidad entre


desigualdades y políticas sociales. Análisis del contexto cubano 2008-
2018. La Habana: Publicaciones Acuario. https://www.clacso.org.
ar/libreria-latinoamericana

Cuervo, Luis Mauricio y Délano, María del Pilar. (2019). Planifica-


ción multiescalar: ordenamiento, prospectiva territorial y lideraz-
gos públicos. Serie Seminarios y Conferencias. Comisión Económica
para América Latina y el Caribe, (93), III, 169-183. https://reposito-
rio.cepal.org/bitstream/handle/11362/44875/1/S1900726_es.pdf

Curiel, Ochy. (2007). La crítica postcolonial desde las prácticas


políticas del feminismo antirracista. Revista Nómadas (26), 92-101.
https://www.redalyc.org/pdf/1051/105115241010.pdf

Díaz, Danay, et. al. (2020). El diálogo entre academia y política


para un desarrollo sostenible y equitativo.  Controversias y Con-
currencias Latinoamericanas,  11(20), 291-306. https://ojs.sociolo-
gia-alas.org/index.php/CyC/article/view/157

Esguerra, Camila y Bello, Jeisson. (2014). Interseccionalidad y po-


líticas públicas LGBTI en Colombia: usos y desplazamientos de

55
Zabala, Hidalgo, Fundora, Díaz, Peñate, Jiménez, Núñez y Ramos

una noción crítica. Revista de Estudios Sociales, (49), 19-32. https://


www.redalyc.org/pdf/815/81530871003.pdf

Freire, Paulo. (1997). Pedagogía de la autonomía. Saberes necesarios


a práctica educativa. São Paulo: Editora Paz e Terra.

Fuentes, Mara (1995). Sujeto y realidad social: una aproximación


sociopsicológica. Revista Cubana de Psicología. 12 (1-2). http://pep-
sic.bvsalud.org/pdf/rcp/v12n1-2/12.pdf

Fundora, Geydis. (2019). Configuración de Políticas locales de equi-


dad en la actualización del modelo de desarrollo cubano. [Tesis de
doctorado]. Universidad de La Habana.

Fundora, Geydis. (2020). Políticas de promoción de equidad y justi-


cia social. La Habana: Publicaciones Acuario.

Fundora, Geydis et al. (2021a). ¿Eliminación, disminución o am-


pliación de brechas de equidad? Propuesta metodológica para el
análisis prospectivo de desigualdades en diferentes escenarios
de políticas. Revista Estudios del Desarrollo Social: Cuba y Amé-
rica Latina, 9(3), 55-72. http://biblioteca.clacso.edu.ar/clacso/
gt/20211005123344/Metodologia-escenarios.pdf

Fundora, Geydis et al. (2021b). Vulnerabilidades en la vivienda y el


hábitat de mujeres negras de Cuba. Análisis prospectivos en tres esce-
narios de políticas públicas. La Habana: FES-FLACSO-Cuba-Univer-
sidad de La Habana. http://library.fes.de/pdf-files/bueros/fescari-
be/18200.pdf

Guzón, Ada, et. al. (2020). Cataurito de herramientas para el desar-


rollo local. La Habana: CEDEL.

Guzón, Ada y Olivera, Joaquín. (2021). Diversas miradas al Desar-


rollo Local en Cuba. La Habana: Editorial Academia.

56
Aproximaciones metodológicas para el estudio de las desigualdades sociales

Haraway, Donna (1989). Animal sociology and a natural economy…


y Primate visions: Gender, race, and nature in the world of modern
science. Nueva York: Routledge.

Hernández, Roberto; Fernández-Collado, Carlos y Baptista, Ma-


ría del Pilar. (2010). Metodología de la investigación. Sexta Edición.
México D. F: Megraw-Hill Interamericana.

Hidalgo, Vilma. (2016). Subjetividad familiar en familias de alto


capital cultural y bajo capital económico. Revista Estudios del De-
sarrollo Social: Cuba y América Latina, 4(4), 257-270. http://www.
revflacso.uh.cu/index.php/EDS/article/view/161

Hidalgo, Vilma. (2021). Caracterización sociopsicológica de familias


en contextos de ruralidad en Cuba. [Tesis de doctorado]. Universi-
dad de La Habana.

Hill, Patricia. (1990/2000). Black feminist thought. Knowledge, cons-


ciousness, and the politics of empowerment. New York and London:
Routledge.

Jara, Oscar. (2012). Sistematización de experiencias, investigación


y evaluación: aproximaciones desde tres ángulos. Revista Inter-
nacional sobre Investigación en Educación Global y para el Desar-
rollo, (1), 56-70. http://educacionglobalresearch.net/wp-content/
uploads/02A-Jara-Castellano.pdf

Jara, Oscar. (2018). Sistematización de experiencias de estrategias


campesinas e indígenas en América Latina frente al modelo hege-
mónico de industrias extractivas -Bolivia, Perú, Colombia, Ecuador,
Honduras, Guatemala- (2007-2008). Bogotá: Centro Internacional
de Educación y Desarrollo Humano – CINDE.

Jiménez, Reynaldo; Peñate, Ana I., Romero, María I. y Munster,


Blanca. (2021). Escenarios de políticas y desigualdades sociales:
vivienda, hábitat y salud en mujeres rurales en Cuba. La Habana:

57
Zabala, Hidalgo, Fundora, Díaz, Peñate, Jiménez, Núñez y Ramos

FES-FLACSO Cuba-Universidad de La Habana. http://library.fes.


de/pdf-files/bueros/fescaribe/18390.pdf

Katzman, Rubén. (2018). Enfoque AVEO. [conferencia] Seminario


Permanente de políticas sociales de FLACSO-Cuba. La Habana, Cuba.

Lugones, María. (2008). Colonialidad y género. Tabula Rasa, Re-


vista de Humanidades, (9), 73-101. https://www.revistatabularasa.
org/numero-9/05lugones.pdf

McCall, Leslie. (2005). The Complexity of Intersectionality. Signs:


Journal of Women in Culture and Society, 30(3), 1771–1800. https://
www.journals.uchicago.edu/doi/abs/10.1086/426800

Morin, Edgar. (1999). Siete saberes necesarios para la educación del


futuro. París: UNESCO.

Núñez, Ileana y Álvarez, Jagger. (2021). Escenarios de políticas y


desigualdades de mujeres negras: subjetividad y capital cultural. La
Habana: FES-FLACSO Cuba-Universidad de La Habana. http://li-
brary.fes.de/pdf-files/bueros/fescaribe/18414.pdf

Núñez, Jorge. (2018). Prólogo. En Zabala, María del Carmen y Fun-


dora, Geydis (comps.), Desarrollo local y equidad en Cuba. Tomo I.
La Habana: Editorial Ciencias Sociales.

Parker, Cristian. (2014). El mundo académico y las políticas pú-


blicas frente a la urgencia del desarrollo sustentable en América
Latina y el Caribe. POLIS Revista Latinoamericana, 13 (39), 175-201.
http://journals.openedition.org/polis/10469

Ramos, Daliana, et al. (2021). Escenarios de políticas y desigualdades


económicas en mujeres rurales en Cuba. La Habana: FES-FLACSO
Cuba-Universidad de La Habana. http://library.fes.de/pdf-files/
bueros/fescaribe/18199.pdf

58
Aproximaciones metodológicas para el estudio de las desigualdades sociales

Roth, Julia. (2022). Interseccionalidades y desigualdades entrelaza-


das: hacia una sensibilización epistémica. [conferencia inaugural]
I Seminario Internacional Interseccionalidad, Equidad y Políticas
Sociales.

Viveros, Mara. (2016). La interseccionalidad: una aproximación


situada a la dominación. Debate Feminista, 52, pp. 1-17. https://
www.sciencedirect.com/science/article/pii/S0188947816300603

Viveros, Mara. (2009). La sexualización de la raza y la racializa-


ción de la sexualidad en el contexto latinoamericano actual. Re-
vista Latinoamericana Estudios de Familia (1), 63-81. http://revlati-
nofamilia.ucaldas.edu.co/downloads/Rlef1_4.pdf

Zapata, Martha; Cuenca, Andrea y Puga, Ismael. (2014). Guía desde


un enfoque interseccional. Metodología para el Diseño y Aplicación de
Indicadores de Inclusión Social y Equidad en Instituciones de Educa-
ción Superior de América Latina. Proyecto Medidas para la Inclu-
sión Social y Equidad en Instituciones de Educación Superior en
América Latina – MISEAL.

Zabala, María del Carmen. (1999). Aproximación al estudio de la


relación entre familia y pobreza en Cuba. [Tesis de doctorado]. Uni-
versidad de la Habana.

Zabala, María del Carmen. (2009). Jefatura femenina de hogar, po-


breza urbana y exclusión social: Una perspectiva desde la subjetivi-
dad en el contexto cubano. Buenos Aires: Consejo Latinoamericano
de Ciencias Sociales – CLACSO.

Zabala, María del Carmen. (2018). Equidad social y desarrollo


local. Articulaciones teóricas y prácticas. En Zabala, María del
Carmen y Fundora, Geydis. (comps.), Desarrollo local y equidad en
Cuba. Tomo I. La Habana: Editorial Ciencias Sociales.

59
Zabala, Hidalgo, Fundora, Díaz, Peñate, Jiménez, Núñez y Ramos

Zabala, María del Carmen, et al. (2018). Referentes teóricos para el


estudio de las desigualdades sociales en Cuba: reflexiones sobre
su pertinencia. Revista Estudios del Desarrollo Social: Cuba y Amé-
rica Latina, 6(1), 86-118. http://www.revflacso.uh.cu/index.php/
EDS/article/view/254/7

Zabala, María del Carmen e Hidalgo, Vilma. (2018). Metodología


para el seguimiento y evaluación de proyectos de desarrollo lo-
cal y comunitario con enfoque de equidad. En Zabala, María del
Carmen y Fundora, Geydis. (comps.), Desarrollo local y equidad en
Cuba. Tomo II. La Habana: Editorial Ciencias Sociales.

Zabala, María del Carmen. (2020). Análisis interseccional de las


desigualdades en Cuba 2008-2018. En Colectivo de autores. Colec-
ción Tensión y complicidad entre desigualdades y políticas sociales.
Análisis del contexto cubano 2008-2018. La Habana: Publicaciones
Acuario.

Zabala, María del Carmen y Fundora, Geydis. (2021). Sistematiza-


ción evaluativa Seminario Permanente de Políticas Sociales. La Ha-
bana: FLACSO-Cuba.

Zabala, María del Carmen et al. (2021). Escenarios de políticas y de-


sigualdades económicas en mujeres negras. La Habana: FES-FLAC-
SO Cuba-Universidad de La Habana.

Zabala, María del Carmen. (2021a). Presentación del Grupo de


Trabajo ¿Qué desarrollo? Diálogo academia y política. En Zabala,
María del Carmen y Palma, Irene. (coords.), Boletín del Grupo de
Trabajo ¿Qué desarrollo? Diálogo academia y política. CLACSO, (1),
5-13. https://www.clacso.org.boletines

Zabala, María del Carmen. (2021b). Diálogos en tiempos de pan-


demia. En Zabala, María del Carmen y Palma, Irene. (coords.),
Boletín del Grupo de Trabajo ¿Qué desarrollo? Diálogo academia y
política. CLACSO, (1), 63-84. https://www.clacso.org.˃boletines

60
La desigual incidencia
de la COVID-19 en Cuba
Reflexiones teórico- metodológicas

Luisa Íñiguez Rojas y Clarisbel Gómez Vasallo

Motivos de inicio

Las Ciencias Sociales cubanas se han acercado a la epidemia como fe-


nómeno social. Con más frecuencia se han concentrado en describir
procesos de gestión de este acontecimiento, así como en constatar –y
ayudar a mitigar– efectos e impactos. Evidencia de ello se recoge en
varios libros1 y decenas de artículos en revistas de ciencias sociales,
de ciencias de la salud y en sitios web de instituciones nacionales e
internacionales y personales.
Entre las varias perspectivas disciplinarias e interdisciplinarias
realizadas, se considera de utilidad desarrollar otros esfuerzos in-
vestigativos para avanzar en las comprensión y explicación de las

1
Demografía y COVID-19: diferenciales sociales y epidemiológicos de una pandemia
(2020), Ciencias e innovación. Desafíos a la multidisciplinariedad ante la COVID-19.
Gestión del conocimiento y alianzas estratégicas en la Universidad de la Habana
(2020), Apuntes sobre economía cubana y COVID-19 (2020) y Género, cuidados y
COVID-19 en Cuba (2020). Durante el pasado año, vieron la luz: Efectos del coronavi-
rus. Acercamientos plurales desde la sociología. (2021), Enfrentando la COVID-19 en
el Caribe: Experiencias en República Dominicana y Cuba (2021), Cuba. Subjetividades
en Pandemia (2021), entre otros. Además, han sido publicados decenas de artículos en
revistas de Ciencias Sociales.

61
Luisa Íñiguez Rojas y Clarisbel Gómez Vasallo

distinciones de la epidemia al interior del país. Una de las más men-


cionadas es la notable desigualdad socio espacial de la incidencia de
la COVID-19 en el contexto nacional, lo cual permitiría identificar
cómo se conformaron los contextos sociales que facilitaron o limi-
taron la transmisión de la enfermedad, su posible relación con los
efectos negativos de su evolución, así como sus huellas diferentes en
los territorios. Por otra parte, permitiría conocer cuán diferente son
las sociedades locales ante situaciones de emergencia.
Una aproximación a la comprensión de la desigual evolución
de la COVID-19 en Cuba, partiría de la llegada del exterior a deter-
minados lugares de nuestro territorio de personas portadoras del
SARS-CoV-2, patógeno causante de la enfermedad, considerados “im-
portados”, a partir de los cuales comienza la difusión de los conta-
gios, y se incrementan los portadores. Es probable en ambos casos
la mayoría asintomática, iniciando cadenas de contagios que dieron
lugar a los llamados “casos autóctonos” y a las cadenas epidemiológi-
cas que de ellos resultan. La detección de la circulación del patógeno
por el territorio nacional, y de sus variantes en uno u otro espacio
geográfico en el tiempo, escapa a las posibilidades explicativas de las
ciencias sociales, y es objetivo de la vigilancia genómica, lo cual no
significa que se desconsidere.
A partir de la presencia del virus en un territorio, se conforma-
rían entrelazamientos sociales plurales de los cuales derivarían tra-
mas en que se tejieron, y aún se tejen, en el espacio y en el tiempo los
contextos de evolución de la epidemia. De lo anterior ha emergido la
preocupación en torno a cómo los lugares, sus marcos estructurales,
sus procesos organizacionales y sus dinámicas, han modelado el cur-
so de la epidemia, acompañado de características neuropsicológicas,
socioculturales y de las variantes genómicas del SARS-CoV-2.
La presente reflexión intenta llamar la atención sobre instru-
mentos teórico-metodológicos hallados en la caja de herramientas
de epistemologías de la complejidad, que permiten un acercamien-
to a las vías para la comprensión y explicación de la heterogénea
intensidad de la epidemia al interior de nuestro país. El propósito
62
La desigual incidencia de la COVID-19 en Cuba

fundamental es argumentar su utilidad para avanzar en la explica-


ción del curso de la epidemia de COVID-19 en Cuba. A su vez, las ideas
que se comparten invitan –a partir de aproximaciones empíricas
realizadas– a dar pasos hacia la deconstrucción de maneras de hacer
que con frecuencia reducen y parcelan la comprensión de este tipo
de fenómenos.

Justificación de las herramientas teóricas

Se parte, por tanto, de entender que la epidemia de COVID-19 cons-


tituye un objeto de investigación complejo, que impone la necesidad
de escudriñarle desde la difícil perspectiva transdisciplinar y se ancla
en el método dialéctico, entendido no como una lista de principios
reguladores. Se trata, de ensayar el diálogo de saberes que no se en-
cuentran en “una disciplina”, y que se entretejen desde lógicas dife-
rentes a las tradicionales del quehacer científico, en la aproximación
a la complejidad del proceso epidémico que se ha vivido. Ello deberá
aportar indicios sobre las maneras en que racionalidades hegemóni-
cas y no hegemónicas se entrelazan horizontal y verticalmente.
Explicaciones alternativas a condicionantes de su evolución pue-
de dejarnos comprender las tramas en que estas se entretejen, lo cual
justifica la necesidad del pensamiento complejo. Así, se acepta

que el análisis fraccionado del objeto de estudio, se basa en la diná-


mica de interacciones complejas que se dan en el contexto, donde
lo social está continuamente mediando, articulando los procesos y
debatiéndose entre emergencias (desde abajo) y constreñimientos
(desde arriba) (Ramis, Andalia y Sotolongo, 2009, p. 75).

No obstante, esas interdependencias en la práctica, no anula el he-


cho de que, aunque encadenamientos infinitos se producen, la inten-
sidad entre estos varía (Levins, 2015).
Por otra parte, en el camino hacia la construcción de un pensa-
miento o acción transdisciplinar la fragmentación en la búsqueda de
63
Luisa Íñiguez Rojas y Clarisbel Gómez Vasallo

comprensión es loable, si desde esas partes, se propusiera una apro-


ximación a sus interdependencias. En ese camino, se debe entender
que “las propiedades de las partes no tienen una existencia enajena-
da previa, sino que se adquieren al ser partes de un todo en particu-
lar” (Levins y Lewontin, 2015, p. 273). Es necesario una aproximación
desde la dialéctica.
Se propone la crítica, como premisa que remite a la duda cons-
tante, la desconfianza de toda certeza, y a la auto vigilancia epis-
temológica. La articulación de la crítica como instrumento de
deconstrucción-reconstrucción que hace visible lo invisible y cons-
ciente lo inconsciente (Fromm, 1964). Como principio del pensamien-
to complejo se asume, además, la incertidumbre como constante y
como única certeza la imposibilidad de atrapar la totalidad (Morin,
1977).
Punto de partida debe ser, también, la escala como categoría epis-
temológica y ontológica, lo cual implica un compromiso de conte-
nido, deja ver o impide ver particularidades que muchas veces son
útiles, para comprender problemas sociales. Desde algunos marcos
disciplinares no siempre se intenta mirar desde arriba. Nos mante-
nemos como una hormiga a los pies de una montaña (Levins, 2015).
Por el quehacer dialéctico entre teoría-empíria, categorías con-
ceptuales como espacio-tiempo y configuración social han devenido
centrales. La utilización operativa de las mismas comenzó como
ensayo y se ha ido confirmando de manera progresiva. Su eficacia
metodológica para el análisis de este tipo de acontecimiento ha sido
constatada, también, por otras investigaciones en nuestra región
(Hernández et al., 2021).
Integrando miradas de autores foráneos desde diversas discipli-
nas, se ha entendido el espacio geográfico como una configuración
de configuraciones, en el que “fijos” y “flujos” se entretejen, con una
dada estructura y en permanente dinámica. Se han asumido concep-
tos básicos de su teoría, su propuesta del concepto de tiempo espa-
cial, el espacio como herencia, como acumulación de tiempos, por

64
La desigual incidencia de la COVID-19 en Cuba

ello inseparables. El espacio geográfico comprendido desde su totali-


dad, su unicidad y sus escalas (Santos, 1988, 1990, 1996).
Las configuraciones entendidas como entramado, tejen en el
mundo de la vida y la muerte, todo el conjunto de relaciones de la
realidad. En el sentido eliasiano, la categoría de configuración per-
mite trascender la dicotomía entre lo individual y lo colectivo, entre
individuo y sociedad (Elías, 1990). No hay un nivel individual separa-
do de un nivel colectivo, el hombre nunca es resultado de sí mismo
solamente. La distinción metodológica entre “mundo de la vida” y
nivel macro social, ha sido perjudicial para poder entender la com-
plejidad de la realidad.
En este marco, se ha asumido que las desigualdades son inhe-
rentes a lo humano, contemplándole en su doble dimensión social y
biológica (Maturana, 1996). Se distinguen, por tanto, las desigualda-
des que, según juicios de valor, ante esta “operación ética”, resultan
injustas, en el ámbito social reducibles o eliminable y se consideran
inequidades (Íñiguez, 1999).
Acompaña la ruta de análisis, la mirada que desde la psicología
económica ha argumentado formas en que el pensamiento cotidia-
no es la mayor parte del tiempo irracional. Disímiles sesgos impo-
nen límites temporales a la racionalidad humana (Eagleman, 2011;
Kahneman, 2012). Desde esta visión, algunas hipótesis se pueden
construir en torno a razones explicativas sobre por qué personas con
comprobados conocimientos sobre los riesgos asociados a la enfer-
medad de COVID-19 se han contagiado. Ello invita a repensar inter-
pretaciones hegemónicas sobre la “percepción del riesgo” (Martínez,
2017; Román, 2021).
Las premisas teóricas expuestas sugieren la necesidad de apro-
ximarnos a la comprensión de los componentes y procesos que di-
ferencian la difusión y la incidencia de la COVID-19, según la trama
contextual en que se construyen. En situaciones polares, estarían
aquellos lugares, ciudades, o varias de sus manzanas, pueblos, po-
blados o caseríos rurales donde ocurrieron brotes o eventos recono-
cidos como los de mayor número de casos (alrededor de 10) o donde
65
Luisa Íñiguez Rojas y Clarisbel Gómez Vasallo

en algunos de estos períodos no se notificaron personas portadoras


del virus.

Rutas metodológicas en la construcción de contextos

La estrategia metodológica ha emergido de manera progresiva, ante


incertidumbres epistemológicas que han acompañado la irrupción
de la epidemia en nuestro país. Se parte, de la detección de casos de
COVID-19 en provincias y municipios del territorio nacional, según
la base de datos elaborada por el Sistema de Vigilancia en Salud del
Ministerio de Salud Pública, lo cual permite conocer la propagación
de detección de casos por territorios. Algunos de estos se han locali-
zado estos por asentamientos, y se han incluido informaciones epi-
demiológicas que acompañan a las bases de datos.
De forma paralela se han realizado acercamientos empíricos
a contextos locales, mediante contenidos publicados en diferentes
sitios de prensa digital y de artículos científicos y reflexiones de in-
telectuales que han indagado en particularidades de la epidemia en
algunos asentamientos. Estos han buscado comprender maneras
en las qué condiciones socio espaciales de las poblaciones permiten
construir explicaciones de la heterogeneidad de la epidemia en nues-
tro país, aunque no se pueden establecer patrones que permanezcan
en el tiempo.
En la difusión de la epidemia participan los contextos territoria-
les caracterizados por el tamaño poblacional de los asentamientos,
la tipología de estos (urbano, rurales concentrados o dispersos), indi-
cadores socio demográficos y funciones económicas, e interacciones
sociales asociadas a la conectividad, entre otros. Participan diferen-
cias y/o cambios en procesos subjetivos como la percepción de riesgo
de enfermar o representaciones construidas en torno a la responsa-
bilidad individual y de los otros, o sobre las fortalezas del sistema de
salud, acompañado de confianza o no en la gestión del gobierno.

66
La desigual incidencia de la COVID-19 en Cuba

Por último, la amplitud de la difusión en el espacio y el tiempo,


está condicionada a la eficacia o las fallas en la vigilancia epidemio-
lógica, el cumplimiento o incumplimiento de medidas establecidas
para evitar el contagio, y de la adecuada implementación de protoco-
los médicos de actuación. Acercamientos que han intentado avanzar
en la correlación de algunas de estas variables, no han hallado una
correlación directa entre las variables que han intentado relacionar
con la detección de casos, aunque mediaciones son visualizadas (Be-
nítez, Oliveros y Bourzac, 2020; Molina, Vázquez y Dujarric, 2020;
Harriete et al., 2021), aflorando de dichas conclusiones acercamien-
tos de mayor complejidad.
Otra posible manera de intentar explicar y comprender lo acon-
tecido es tratar de constatar cómo se interrelacionan configuracio-
nes y reconfiguraciones espaciales en el tiempo, que favorecen o,
por el contrario, representan barreras a la difusión. Configuraciones
espaciales en el tiempo, pueden haber protegido asentamientos con
similares contextos que resultan de la ruralidad, las limitaciones
de conectividad, no siempre asociadas a la condición rural, como la
proximidad a centros regionales de concentración de infraestruc-
turas de servicios u otros. Entre estas, se entrelazarían la situación
geográfica, la estructura de su sistema de asentamientos, funciones
productivas, cansancio o fatiga pandémica más intensa para aque-
llos que han experimentado varios brotes epidémicos.
Desde las Ciencias Sociales, de forma convencional, es posible
identificar al menos tres grandes ejes de la desigual evolución es-
pacial y temporal de la COVID-19 al interior del país: la movilidad
de la población, las respuestas desde el gobierno y las instituciones
tanto para controlar la progresión de la epidemia, como para aliviar
sus impactos negativos, y las respuestas de la población. Cada uno
de estos ejes, contienen otros múltiples componentes y procesos que
no solo se articulan en su interior, sino que se entrelazan unos con
otros, y en determinados momentos, algunos de ellos toman mayor
protagonismo, o viceversa, sin excluirse.

67
Luisa Íñiguez Rojas y Clarisbel Gómez Vasallo

La causa más reiterada de la propagación del virus y de la difusión


de la epidemia ha sido la movilidad de la población En la difusión y
dispersión participan de forma decisiva las interacciones sociales
físicas, lo cual no necesariamente tiene una relación directa con la
movilidad. Es evidente que la obtención de información sistemáti-
ca sobre estas situaciones cambiantes y condicionantes del control
de los contagios, se convertía en un reto, no menor que los rastreos
diarios de personas con síntomas, contactos de confirmados o sospe-
chosos, hasta por la falta en algún momento de recursos humanos
para tales tareas. Pero, tal vez el desafío más importante, es el de di-
mensionar, vigilar, controlar, las interacciones sociales que promue-
ven la ocurrencia de brotes epidémicos, más difícil aún, en el caso de
instituciones semicerradas o cerradas, de actividades recreativas o
festivas organizadas en viviendas u otros centros que desatienden
medidas de distanciamiento físico e incluso, cuando ocurren en la
vivienda contagios de convivientes, otros familiares, vecinos u otros.
Por otra parte, como se constata en la base de datos y en los par-
tes diarios de confirmaciones de casos, para un número no pequeño
de personas, la investigación epidemiológica de campo, no permite
identificar las fuentes de contagio, hecho que se repite en colegas,
amigos y otros contagiados según comunicación personal.
Las respuestas institucionales orientaron muy temprano las
medidas “universales” de protección de los contagios ampliamente
divulgadas: portar el nasobuco, mantener el distanciamiento físico,
lavarse las manos con frecuencia, y quedarse en casa. Integrado a
ello, se implementaron en los territorios del país rigurosas formas
organizativas para el control de la transmisión, con participación ac-
tiva de las ciencias, propuestas o aprobadas por un Grupo Temporal
de Trabajo creado al efecto, que variaban según la situación epide-
miológica, similar a las establecidas para facilitar el consumo de bie-
nes y servicios de personas y territorios, en particular cuando eran
declarados en “cuarentena” sanitaria con la participación de múlti-
ples sectores de los gobiernos. Las restricciones de movilidad fueron
más o menos rigurosas según criterios debidamente establecidos
68
La desigual incidencia de la COVID-19 en Cuba

que decidían apertura o cierre de cuarentenas, así como limitación


de circulación de las personas en determinados horarios, junto a nu-
merosas medidas encaminadas a mantener el distanciamiento físico
debido.
Pero, se sabe, no son de estricto y permanente cumplimiento,
aún en personas responsables y conscientes del riesgo, e incluso
tiene cierta relación con las modificaciones progresivas que experi-
mentan los lugares según la evolución de la epidemia. Situaciones
diversas pueden introducir sesgos en la racionalidad humana. Se es-
perarían conductas y comportamientos ambivalentes, más cuidado
o indiferencia, cambiantes en el tiempo, según intensidad de la inci-
dencia en los lugares, e incluso durante el día, asociado a los cotidia-
nos reconstruidos. Comportamientos disímiles son resultado de la
toma de decisiones automáticas durante el fluir temporal cotidiano.
Ello –que es una característica intrínseca de lo humano (Kahneman,
2012) – media procesos de contagio de enfermedades como la causa-
da por el SARS-CoV-2, en especial en sus variantes más contagiosas.
Así, las reconfiguraciones del cotidiano variaron para cada espa-
cio en el tiempo, no solo en relación a la confirmación de personas
contagiadas, y las variaciones en las medidas de restricción de movi-
lidad, como por múltiples situaciones tales como: reubicaciones la-
borales, teletrabajo o por el contrario, la permanencia en las mismas
ocupaciones y hasta por las diferentes composiciones familiares
(Molina, 2022).

Algunos pasos, y más interrogantes. Dos intentos

Para intentar penetrar en los pasos que articularían los acercamien-


tos teóricos y metodológicos expuestos, en lo que podría parecerse a
“casos de estudio”, las autoras se aventuran a iniciar la exploración
de la COVID-19 en dos municipios del país. La selección se fundamen-
ta en argumentos diferentes, como será comentado, y de seguro los
166 municipios restantes, algunos de ellos ya en estudio, aportarán
69
Luisa Íñiguez Rojas y Clarisbel Gómez Vasallo

nuevos argumentos para la comprensión y explicación de las des-


igualdades socio espaciales del curso de la epidemia en Cuba.

El caso Bauta

Motivan las siguientes el evento epidemiológico ocurrido en el muni-


cipio Bauta de la provincia de Artemisa, en el occidente del país, rela-
tado desde la complejidad por el Dr. Carlos Delgado, quien vivió este
acontecimiento ocurrido durante varias semanas mantuvo parte del
pueblo en cuarentena y cerrada sus vías de acceso (Delgado, 2020).
El 22 de julio, casi en las vísperas de la aprobación de la fase 1 de
recuperación hacia la “nueva normalidad” se abría un evento gene-
rado por una fiesta religiosa realizada en la vivienda del primer caso
(caso índice). Diferentes medios calificaban este hecho: “Lo que su-
cedió en Bauta es el resultado de la indisciplina popular y puede re-
plicarse en cualquier lugar del país” (Urias y Galleti, 2020). El evento
es resultado de la violación de las normas de distanciamiento social,
afectó a dos consejos populares, estaban aisladas decenas de miles de
personas y ya se había confirmado unas 100 personas (Puig, 2020).
El 28 de julio del 2020, en un artículo del periódico Trabajadores
se publicaba:

La indisciplina cometida en el municipio de Bauta, de la provincia


Artemisa, fue resaltada este martes por el doctor Francisco Durán
García, Director Nacional de Epidemiología del Ministerio de Salud
Pública, como fuente de la mayor parte de los contagios con SARS-
Cov-2 en las últimas jornadas (Rodríguez, 2020, párrafo 1).

Delgado (2020), en un primer momento, refiere que el brote se expli-


caría por la indisciplina cometida al organizar una fiesta religiosa, y
si bien acepta que ello – y el exceso de confianza– fueron causas, in-
vita a “escarbar” más. Otra explicación sencilla, acrecienta el autor,
sería considerar que los brotes o rebrotes en uno u otro contexto es
típico, propio de pandemias y epidemias, lo cual es claro. Considera,
además, que se trata de un poblado pequeño, con elevada densidad

70
La desigual incidencia de la COVID-19 en Cuba

de población, y con comunicación tradicional intensa con la ciudad


de La Habana, por razones laborales y de procura de servicios, y con
comunicación frecuente con poblados y caseríos próximos.
Según las bases de datos consultadas, Bauta, antes de este evento,
había aportado el mayor número de casos y la mayor tasa de inciden-
cia de la provincia.
Delgado aporta informaciones sobre la evolución histórica y el
cotidiano de este asentamiento, cabecera del municipio homónimo,
lo cual contextualiza la comprensión de la ocurrencia del brote y su
propagación. Una de sus conclusiones en acápite titulado “Mixtura
cubana”, es que

La mezcla de indiferencia, descuido e irresponsabilidad en la que in-


currieron varias personas, animadas por sentimientos religiosos, de
confraternidad, o simple relajamiento tras varios meses de mucha
tensión por la pandemia produjo un resultado negativo que no se
explica solo por la conducta individual de cada uno de ellos. (2020,
párrafo 15).

El brote del poblado de Bauta se produjo cuando desde hacía siete


semanas no se notificaban casos en ese municipio, pasando el terri-
torio a la fase 1 de la desescalada. Se acumulaban desde el inicio de
las confirmaciones poco más de 30 casos. Se registraban casos en
aproximadamente 10 de los 168 municipios del país, concentrados
en la provincia La Habana, y Bauta tenía alrededor de la mitad de
los casos totales detectados en el país. ¿Forma parte este hecho de la
explicación del brote?
La “motivación o la necesidad” de organizar y participar de la
fiesta se contrapuso al miedo al contagio, a la percepción de riesgo,
a la debida disciplina, que pueden haber tenido o no y perdido los
participantes. ¿Tendría relación con la evolución de menos de cuatro
meses de la epidemia en el país y el exitoso control logrado hasta ese
momento?
Como bien dice Delgado, la fiesta y los otros sucesos que exten-
dieron los contagios, representa, además, “el quiebre identitario que

71
Luisa Íñiguez Rojas y Clarisbel Gómez Vasallo

permite la omisión del otro y frena la construcción de un nosotros


más colaborativo” (Delgado, 2020, párrafo 15) que, aunque negativo,
es completamente humano y probable de ser transformado.
Otras preguntas denotan fallas en la vigilancia y control. Uria
(2020) considera que un toque de tambor llamó a muchos y se pre-
gunta: ¿Allí se había expulsado la cordura? ¿Dónde estaban los veci-
nos que no advirtieron un posible foco de contagio? ¿No escucharon
los factores del barrio el sonido de los tambores? ¿Por qué no llamar
al MININT2para denunciar esta actividad, si la propia población acu-
de a los números disponibles en busca de oficiales que organicen las
colas? (Uria, 2020).
Algunos asistentes a la fiesta habían ido a la capital, a otros mu-
nicipios, a asentamientos vecinos, a actividades recreativas, por lo
que no se aislaron a tiempo. ¿La demora en presentar síntomas del
“caso índice” condicionó la dispersión de los contagios? ¿Cómo llegó
el SARS-CoV-2 a Bauta? El municipio tuvo, antes de este evento, casos
asociados a brotes en municipios vecinos, y continuó con confirma-
ciones en siguientes semanas tanto en la ciudad de Bauta, como en
otros de sus poblados como Bentré y Playa Baracoa. En el año 2021
fue señalado, en ocasiones, con la peor situación epidemiológica, y
una tasa de incidencia superior a la media provincial, y experimen-
tó cierres de fronteras, limitaciones de movimiento y propuestas de
cuarentena en poblados.
Otros brotes epidémicos iniciados por actividades festivas y re-
uniones para actividades de recreación, han sido informados en el
curso de la epidemia, incluso en momentos de elevación de casos en
el país, distribuidos en varios asentamientos de varias provincias.
También otros municipios se han destacado por mantener confir-
maciones en prácticamente todos los largos meses de evolución de
la epidemia. Acorde al marco teórico y metodológico expuesto nos
preguntaríamos: ¿Cómo explicar en el tiempo, los procesos que

2
Ministerio del Interior.

72
La desigual incidencia de la COVID-19 en Cuba

facilitaban la transmisión en estos municipios? ¿Por qué se configu-


raban y reconfiguraban los contextos que facilitaban la transmisión?

El caso Yateras

Un segundo intento, está motivado por el hecho de que al cierre del


año 2020, 47 municipios no habían registrado casos de COVID-19
o solo un caso, el 55% de ellos distribuidos en las cinco provincias
orientales. Uno de estos municipios es Yateras, de la provincia de
Guantánamo, localizada en el extremo oriental del país, el último en
confirmar casos, después de 386 días de que se reportara el primer
caso en Cuba.
Este municipio es el más montañoso del país, y el décimo con me-
nor población (menos de 20 000 habitantes). Es el municipio menos
envejecido del territorio nacional, y el tercero más rural (83.34 % de
su población total). Su población se distribuye en valles intra monta-
nos de afluentes del río Toa y en laderas del macizo Nipe-Sagua-Ba-
racoa, que por su morfología se considera el más intrincado de Cuba.
Según el último Censo de Población y Viviendas (2012), contaba con
43 asentamientos concentrados, poblados, y caseríos rurales, un vo-
lumen de población dispersa que superaba las 1000 personas y un
solo asentamiento urbano (Palenque).
Su base productiva tradicional es la cafetalera y de cultivos me-
nores, donde se localiza la mayoría de la población y alrededor de
la cual, se ha configurado su identidad comunitaria. La producción
agrícola permite la provisión de fuentes de alimentación a sus po-
bladores y el abastecimiento de productos del agro al municipio de
Guantánamo3 (2021). Aunque tiene fronteras con tres municipios de
su provincia de pertenencia y con un municipio de la provincia de
Holguín, la conectividad entre ellos es muy limitada, tanto por el es-
tado de los pocos viales que los relacionan, como por el acceso a trans-
porte público. Se exceptúa el municipio y la ciudad de Guantánamo

3
Consúltese: www.yateras.gob.cu

73
Luisa Íñiguez Rojas y Clarisbel Gómez Vasallo

con los que mantiene intensas interrelaciones, así como con en otros
vecinos en sus partes llanas.
De lo anterior se desprendería que condiciones económicas, so-
ciales y culturales, parecerían diseñar impactos menos intensos,
ante la necesidad de limitar la movilidad y las interrelaciones de sus
poblaciones. Esas mismas condiciones significaban una protección
ante el contagio del virus.
Para los asentamientos que integran al municipio se establecie-
ron las mismas medidas de protección y protocolos sanitarios que
para el resto del país, lo que no significa que se descuenten particu-
laridades de su implementación en el tiempo, según capacidades y
recursos del sistema de salud y otros sectores en la organización de
las respuestas institucionales. De esta forma, mediaría en estos pro-
cesos las variadas configuraciones subjetivas de actores institucio-
nales y de la población (Cena y Dettano, 2020).
Es comprensible que la valoración de estos componentes reque-
riría de investigaciones cualitativas in situ, no obstante, algunos
acercamientos son posibles desde otros materiales, como fue an-
tes planteado. En entrevista al Director de Salud del territorio, este
expresa: “hemos respetado todas las indicaciones que se han dado
respecto a las fases y las etapas [….] pero tenemos que trabajar el
municipio, blindarlo como si estuviese en transmisión autóctona
limitada” (Harriette, 2021a). La preparación profesional del doctor –
graduado de la maestría de epidemiología del Instituto de Medicina
Tropical Pedro Kourí [IPK]– pudo haber mediado en la implementa-
ción de las estrategias diseñadas a nivel nacional.
De manera similar, otras especificidades pueden ser tomadas en
cuenta, como la larga experiencia de gestión gubernamental de de-
legados de circunscripción, como el de la comunidad “La Felicidad”,
próximo a la entrada al territorio. El mismo asume esa responsa-
bilidad desde 1976 (Alcolea, 2021), lo cual pudo mediar en el eficaz
control de frontera de la principal carretera de acceso al municipio.
También, la amplia y constante comunicación sobre los riesgos de la
enfermedad, medidas de prevención y actualización de la situación
74
La desigual incidencia de la COVID-19 en Cuba

epidemiológica en municipios cercanos y el resto del país a través de


distintos medios, según lo narrado por crónicas periodísticas (Lla-
mos, 2021).
Otras particularidades pueden haber colaborado con las respues-
tas organizadas en el territorio, como los recursos humanos disponi-
bles para la atención en las áreas de salud del municipio. Este cuenta
con alto índice de médicos y personal de enfermería por habitantes
que le permite tener cubiertos sus 30 consultorios con su Equipo de
Médico y Enfermera de la Familia, por lo que lograron pesquisar dia-
riamente a 7000 personas, con el apoyo de estudiantes de Ciencias
Médicas (Harriete, 2021b).
Según reportes de la prensa y entrevistas a actores instituciona-
les se desarrolló, durante este período en el territorio, una labor in-
tersectorial eficaz en la que se integraron todas las organizaciones
políticas y de masas. Entre estas, los núcleos del Partido Comunista
de Cuba (PCC), la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC) y la Federación
de Mujeres Cubanas (FMC).
Según artículo de Harriete et al. (2021), sobre el perfil epidemio-
lógico del municipio y la vulnerabilidad a padecer la COVID-19 se
considera que la mayor proporción de pobladores del municipio es
vulnerable a la COVID-19 y se concluye que los resultados del estudio
indican que:

Las particularidades sociodemográficas de la población yaterana no


determinan el panorama epidemiológico de la COVID-19 en el perio-
do entre el 11 de marzo de 2020 al 19 de febrero de 2021 (fecha de
elaboración final del artículo), y que en este influyeron los siguien-
tes aspectos para abordar la vulnerabilidad de los pobladores: la im-
plicación responsable de la población y los líderes gubernamentales
y de salud en su conjunto, la realización de acciones centradas en
las particularidades de cada familia, individuo y asentamiento po-
blacional y la reorientación estricta de los servicios médicos para
apoyar y facilitar el despliegue de las acciones promotoras de salud,
preventivas, diagnósticas y terapéuticas de la COVID-19 desde el ni-
vel primario de atención a la salud (p. 10).

75
Luisa Íñiguez Rojas y Clarisbel Gómez Vasallo

En los imaginarios sociales, afloraron significaciones asociadas a


capacidades de las autoridades y los pobladores. Crónicas periodís-
ticas de este período refieren criterios de otros actores del sistema
de salud que expresan: “viajeros aquí no entran sin que lo sepamos”
(granma.cu, 2021). En la propia crónica desde la población se expo-
nen: “Muy sencillo, se cumple la frase porque los guapos son de Yate-
ras”. La misma, aparece en otros espacios digitales en la voz de otros
pobladores: “los guapos de Yateras no creen en pandemias”4 (2021).
Esta idea debe relacionarse con las dificultades que representan
las características geográficas antes apuntadas de relativo aislamien-
to y efectos del paso de eventos meteorológicos extremos. Con toda
probabilidad pudieran también relacionarse con el largo proceso de
construcción de la identidad de la comunidad, como aquellas asocia-
das a los procesos migratorios de colonos franceses provenientes de
Haití y las contradicciones que, del modelo esclavista desarrollado,
se expresaron en el crecimiento y sostenimiento de palenques, que
luego tuvieron activa participación en las luchas independentistas
del siglo XIX, entre otras.
A lo anterior se unen particularidades de convivencia comunal
que pueden modelar el pensamiento cotidiano. En crónicas sobre las
especificidades de la ausencia de epidemia en sus asentamientos e
incluso, en reportajes sobre otros acontecimientos durante estos dos
años como la construcción de una obra hidráulica que beneficiará a
los pobladores de “La Felicidad”, se socializa la idea de que los yatera-
nos son muy unidos y solidarios, “como una gran familia”5 (Samón,
2021). Esta especificidad del carácter social, tal vez esté modelado por
las frecuentes adversidades enfrentadas ante las lluvias intensas que
caracterizan este territorio. Procesos de este tipo han sido estudiados
en otros contextos durante la evolución de otras epidemias como la
causada por brotes del SARS en el 2003, en la ciudad de Hong Kong
(Baehr, 2005).

4
Consúltese: www.cubadebate.cu y www.granma.cu
5
Ídem.

76
La desigual incidencia de la COVID-19 en Cuba

La movilización emocional ante momentos de amenazas para la


vida, y de discursos comunicacionales que ponen énfasis en que “esta
es una batalla de todos”, pueden cohesionar y propiciar sentimientos
de unidad comunitaria. Estos pueden haber mediado en conductas
de cuidado y autocuidado de la salud. En comunidades específicas
se puede generar “energía emocional” colectiva durante proceso
epidémicos y de crisis, fortaleciéndose la integración simbólica e in-
cidiendo en la percepción del riesgo y en conductas que favorecen
el control de la propagación (Baehr, 2005). No obstante, procesos de
desarticulación también pueden emerger de estas situaciones.
La comprensión de la subjetividad debe ir más allá de los co-
nocimientos que se puedan brindar y obtener o tener sobre proce-
dimientos, vulnerabilidades y riesgos. Procesos automáticos del
pensamiento, emociones y conocimientos se entrelazan, llegando
incluso a expresar contradicciones o paradojas como el hecho de que
procesos de control social puedan propiciar cohesión simbólica. Los
espacios geográficos, sus historias y emergencias, pueden modelar la
subjetividad a partir de vivencias y experiencias cotidianas.
En opinión de Rodríguez (2022), en artículo titulado “La asom-
brosa historia de Yateras, el único municipio cubano sin COVID-19”,
se considera que la ausencia de confirmaciones durante más de un
año, se explica por el rigor que ha sido clave para el éxito (Rodríguez,
2022). Menos de un mes después comenzarían en este territorio la
detección de personas contagiadas, y a final del 2021 se acumulaban
poco más de 1000 contagiados. Surge entonces una gran interrogan-
te: ¿Qué componentes y procesos decidieron el cambio de los con-
textos de protección, de control de la difusión, de los contagios? Con
toda probabilidad solo tendrían respuestas desde la complejidad.
La ruta analítica expuesta, aunque con más interrogantes que
certezas, permite una aproximación a acontecimientos y praxis que
acompañan la evolución de la epidemia. No obstante, profundizar en
ello, avanzar en el pensamiento complejo, en el análisis de objetos
complejos, requiere continuar en la búsqueda de otras herramientas

77
Luisa Íñiguez Rojas y Clarisbel Gómez Vasallo

metodológicas que permitan un mayor acercamiento a especificida-


des de los contextos locales.

Conclusiones para un comienzo

Primeras aproximaciones han permitido asomarnos a comprender


razones por las que diversos espacios geográficos han presentado de-
terminadas particularidades epidemiológicas. Se requiere avanzar
en la comprensión histórico-dialéctica de la reconfiguración cons-
tante de espacios en los que componentes y procesos químico-físi-
cos-biológicos-psicológicos-ántropo-sociales se integran.
La desigual incidencia de la COVID-19 en territorios cubanos y la
duración temporal de acontecimientos asociados a este proceso, re-
miten a tratar de explicar nexos entre generalidades y particularida-
des de diferentes escalas espaciales y temporales. La comprensión de
la ruptura de regularidades en los procesos de difusión e incidencia
pudiera producirse a partir de sistematizar explicaciones asentadas
en la perspectiva de la complejidad, consciente de la imposibilidad
de obtener respuestas concluyentes, donde hasta el azar pudiera ser
valorado.
Las escalas pueden esclarecer o alejar la realidad, introduciendo
sesgos que irán reduciéndose en la medida en que la mirada puede
acercarse a espacios subnacionales y locales, donde, no obstante, re-
cae también la escala nacional. Se debe mantener, en este sentido, la
alerta epistemológica en el análisis de los contextos en que desigual-
dades, a diversas escalas, se producen, reproducen, profundizan,
aminoran o enmascaran el curso de la incidencia de la enfermedad.
Acercamientos a datos estadísticos sobre difusión e incidencia de
la COVID-19 en diferentes espacios del territorio nacional y a praxis
sociales que le han acompañado, han impulsado el intentar replan-
tear lógicas analíticas con las que abordamos la realidad. Aunque
dentro del pensamiento científico cubano se ha avanzado en la de-
construcción teórico-epistemológica del positivismo, es necesario
78
La desigual incidencia de la COVID-19 en Cuba

continuar trabajando en el tránsito que impone dicha deconstruc-


ción hacia lógicas que guíen otras maneras de hacer. Se han fusiona-
do categorías conceptuales y procedimientos, pero dicha integración
sigue descansando –esencialmente– en lógicas erigidas sobre hábitos
de investigación que aún limitan la aprehensión de la complejidad.
Las cambiantes situaciones epidemiológicas en el espacio y en el
tiempo de evolución de la epidemia, pueden a su vez propiciar cam-
bios –temporales o permanentes, aún por estudiar– sobre socieda-
des locales y en las vidas de su población. Las consecuencias de estos
cambios, pueden manifestarse mediante la profundización o emer-
gencia de nuevas desigualdades. Pasados dos años de la irrupción y
diseminación del SARS-CoV-2 existen evidencias, antes no valora-
das, de pasos en el camino de la interdisciplinariedad a la transdisci-
plinariedad. No obstante, mucho queda por hacer.
Dentro de los múltiples temas e interrogantes abiertos a las Cien-
cias Sociales se han enunciado algunas vinculados a la desigual
expresión socio espacial de impactos y consecuencias de los aconte-
cimientos vividos en tiempos de COVID-19. En paralelo se imponen
otras interrogantes, aún más difíciles de responder asociados a los
tiempos post pandemia.
Para contestarlas, es preciso aunar esfuerzos, explorar antiguas
y nuevas rutas epistemológicas, des-aprender maneras de hacer y
re-aprehender otras. Como ejercicio crítico la pretensión ha sido solo
“hacer consciente” algunas pautas de análisis que pueden estar “su-
mergidas”. Se está consciente que los contenidos expuestos son solo
aproximaciones a un camino posible que ya se transita.

79
Luisa Íñiguez Rojas y Clarisbel Gómez Vasallo

Bibliografía

Alcolea, Rodny. (11 de octubre del 2021). Tony Lara: 45 años repre-
sentando a los electores de Felicidad de Yateras. Solvisión. http://
solvision.cu/tony-45-anos-representando-a-los-electores-de-feli-
cidad-de-yateras-video/

Baehr, Peter. (2005). Social extremy, communities of fate, and the


sociology of SARS. European Journal of Sociology. 46, (2), 179-211.
http://researchgate.net/publication/231906948_Social-extre-
my-communities_of_fate_and_the_sociology_of_SARS

Benítez, Iliana; Oliveros Eloy Rafael y Bourzac, Lisset. (2020).


Los indicadores demográficos y la incidencia de la COVID-19 en
Cuba. En CEDEM. Demografía y COVID-19. Diferenciales sociales y
epidemiológicos de una pandemia. (pp. 30- 45). La Habana: Editorial
CEDEM.

Cabrera, Isacc Irán, Toledo Miguel Ángel y Pérez, Addys (2021).


Entre el rebrote y la nueva normalidad: una mirada psicosocial
a la COVID-19. Revista Alternativas Cubanas en Psicología. 9 (25),
22-41. http://www.acupsi.org/articulo/318/entre-el-rebrote-y-la-
nueva-normalidad-una-mirada-psicosocial-a-la-covid-19-en-cu-
ba.html

Cena, Rebeca y Dettano, Andrea. (2020). Políticas sociales y emo-


ciones en el marco del COVID-19: sobre viejos “nuevos” debates
e intersticios. Cuaderno de pensamiento crítico latinoamericano.
(80) CLACSO. http://clacso.org/politicas-sociales-y-emociones-so-
bre-nuevos-viejos-debates-e-intersticios/

Delgado, Carlos. (29 de julio del 2020). Bauta en cuarentena. Pen-


samiento filosófico. https://carlosjdelgado.org/cuba-covid-19/
bauta-en-cuarentena/

80
La desigual incidencia de la COVID-19 en Cuba

Eagleman, David. (2011). Incógnito. Barcelona: Ediciones


Anagrama.

Elías, Norbert. (1990). La sociedad de los individuos. Barcelona: Edi-


ciones Península.

Fromm, Erich. (1964 [1955]). Psiconálisis de la sociedad contemporá-


nea. México. D.F: Editorial Fondo de la Cultura Económica.

Gobierno de Yateras (25 de noviembre del 2020). Yateras en


la producción de alimentos. http//yateras.gob.cu/es/n1/6992/
yateras-en-la-produccion-de-alimentos

Harriete, Faustino et al. (2021). Perfil epidemiológico de la CO-


VID-19 en municipio Yateras, Guantánamo. Revista de Informa-
ción Científica. 100, (2), 1-11. http://wwwrevinfcientifica.sld.cu/
index.php/ric/article/view/3410/4631

Harriete, Faustino (9 de marzo del 2021a). La asombrosa historia


de Yateras, el único municipio cubano sin COVID-19. Entrevista-
do por: Arleen Rodríguez. Cubadebate. http://cubadebate.cu/espe-
ciales/2021/2021/03/09/la-asombrosa-historia-de-yateras-el-uni-
co-municipio-sin-covid-19-podcast/

Harriete, Faustino (29 de enero del 2021b). Yateras, único mu-


nicipio de Cuba sin casos de coronavirus. Entrevista Noticiero
Nacional de Televisión. Canal Caribe [Video]. https://youtu.be/
SjbomWKfArY

Hernández, Mario et al. (2021). La pandemia de la enfermedad


por coronavirus (COVID-19) desde una perspectiva crítica his-
tórico-territorial. En Carolina Tetelboin, Daysi Iturrieta y Clara
Schor-Landman. (coords.), América Latina, sociedad, política y sa-
lud en tiempos de pandemia. Ciudad Autónoma de Buenos Aires:
CLACSO.

81
Luisa Íñiguez Rojas y Clarisbel Gómez Vasallo

Iñiguez, Luisa y Ravenet, Mariana. (1999). Desigualdades espacia-


les del bienestar en Cuba. Aproximación a los efectos de los nue-
vos procesos en las realidades sociales. PNCT. La Sociedad cubana:
sus retos y perspectivas ante el siglo XXI. La Habana: CITMA.

Kahnema, Daniel. (2012). Pensar rápido, pensar despacio. Barcelo-


na: Editorial Debate.

Levins, Richard. (2015). Una pierna adentro, una pierna afuera. Mé-
xico D.F. Editorial C3. Copit-arives.

Levins, Richard y Lewontis, Richard. (2015). El biólogo dialéctico.


Buenos Aires: Ediciones RyR.

Llamos, José. (10 de marzo del 2021). Con “altares anti-COVID-19”


Yateras salva y se salva. Periódico Granma. http//granma.cu/cu-
ba-covid-19/2021-03-107con-altares-anti-covid-19-yateras-salva-y-
se-salva-10-03-202ppp1-00-03

Martínez, Silvia. (2017). Uso y abuso de la percepción de riesgo.


Revista Cubana de Salud Pública. 43 (3), 1-7. http://www.ewvistasa-
ludpublica.sld.cu/index/php/spu/article/view/947/883

Maturana, Humberto. (1996). El sentido de lo humano. Santiago de


Chile: Dolmes Ediciones, S.A.

Molina, Matilde; Vázquez, Maydée y Dujarric, Gabriela. (2020).


Familia y COVID-19. En CEDEM. Demografía y COVID-19. Diferen-
ciales sociales y epidemiológicos de una pandemia. pp. 15- 30. La Ha-
bana: Editorial CEDEM.

Morin, Edgard. (1977). El método. Tomo I. Multidiversidad Mun-


do Real Edgard Morin. http://www.edgarmorin.org/index.php/
descarga-el-metodo-I-edgar-morin-html

Puig, Yaima. (22 de julio del 2020). Decretan cuarentena en una zona
céntrica del municipio Bauta, en Artemisa. Cubadebate. http://google.

82
La desigual incidencia de la COVID-19 en Cuba

com/amp/www.cubadebate/noticias/2020/07/22/decretan-cua-
rentena-en-una-zona-centrica-del-municipio-bauta-en-artemisa-/
amp/

Ramis, Rina; Andalia, Milagros y Sotolongo, Pedro Luis.


(2009). Aportes del pensamiento y las ciencias de la Comple-
jidad al estudio de los determinantes de la salud. Revista Cuba-
na de Salud Pública. 35(4), 65-77. http://scielo.sld.cu/scielo.
php?script-S0864-3466200900040008

Rodríguez, Arleen. (9 de marzo del 2021). La asombrosa historia


de Yateras, el único municipio cubano sin COVID-19. Cubadebate.
http://cubadebate.cu/especiales/2021/2021/03/09/la-asombro-
sa-historia-de-yateras-el-unico-municipio-sin-covid-19-podcast/

Rodríguez, Francisco. (28 de julio del 2020). Continúa de-


tección de casos de COVID-19 en Bauta. Periódico Trabajado-
res. http://google.com/amp/www.trabajadores.cu/20200728/
cuba-frente-a-la-covid-19-12/amp/

Román, Jorge Juan. (2021). El reto del riesgo. Aspectos psicológi-


cos de la percepción del riesgo. En Daybell Pañellas e Isacc Irán
Cabrera. (coords.), Cuba. Subjetividades en Pandemia. (pp.19-28).La
Habana: Editorial Acuario.

Samón, Yohannia, (2021). Ejecutan importante obra hidráulica


en el montañoso municipio Yateras. Agua y Saneamiento. http://
ays.hidro.cu/es/contenido/ejecutan-importante-obra-hidráuli-
ca-en-el-montañoso-municipio-yateras

Santos, Milton, (1988). Espacõ e Metodo. São Paulo: Editorial Nobel.

Santos, Milton, (1990). Por una nueva Geografía. Madrid: Editorial


Espasa Calpe.

Santos, Milton, (2000). La naturaleza del espacio. Barcelona: Edi-


torial Ariel.

83
Luisa Íñiguez Rojas y Clarisbel Gómez Vasallo

Uria, Sailys y Galleti, Danay. (1 de agosto del 2020). Bau-


ta: el resultado de la indisciplina. Periódico Juventud Re-
belde. https://www.juventudrebelde.cu/cuba/2020-08-01/
bauta-el-resultado-de-la-indisciplina

Uria, Sailys. (11 de marzo del 2021). Cuarentena en Bauta: En la


confianza está…la COVID-19. Periódico El Artemiseño. http://arte-
misadiario.cu/2020/07/en-la-confianza-esta-la-covid-19-cuaren-
tena-en-bauta/?fbclid=IwAR0PKdx69hnjJS1mT2p9l_jtMtOZRz-
cu8iF5z76hbLYUjoF0qlykyBN-540

84
Capítulo II.
Clases, estructuras y vulnerabilidades
sociales: debate impostergable
La pandemia COVID-19 enmarcada
en la estructura social latinoamericana
Eduardo Chávez Molina

Introducción

Las condiciones estructurales nos muestran la firmeza y la regulari-


dad de ciertos elementos de la economía y la vida socio-política lati-
noamericana que la da una identidad determinada. En razón a ello,
los impactos económicos, las situaciones climáticas y ambientales,
las transformaciones de origen endógeno o exógeno impactan de
acuerdo a esa matriz particular de la región.
Es por ello que la matriz particular de la desigualdad social, en
la cual se organiza una mirada sobre la estructura social latinoame-
ricana, tiene los límites propios de sus condiciones económicas, del
nivel de divergencias productivas, del nivel de presión de las clases
ocupacionales organizadas en torno a la actividad y su nivel de or-
ganicidad, y la institucionalización de los conflictos vinculado a la
fortaleza estatal para procesarlos.
En estos tiempos de pandemia, (auto)enclaustramientos y dis-
tancias obligadas o precautorias, aunque ya parecen del pasado; nos
permiten, en algunos casos, observar las condiciones diversas que

87
Eduardo Chávez Molina

generan los efectos del COVID-19 en la estructura social, ya que sus


implicaciones son diversas de acuerdo a la posición de clase de di-
versas poblaciones en la región, y de acuerdo al territorio de nuestra
heterogénea Latinoamérica.
Bajo esa matriz que parece perdurable, se explican las singulari-
dades de Latinoamérica y el Caribe, donde la mayor peligrosidad de
la pandemia recae en aquellos segmentos sociales que muestran ma-
yores debilidades ocupacionales en términos de protección laboral
y peores condiciones de vida. Aunque la muerte por la COVID afecta
principalmente a la población adulta mayor, los niveles de contagio
son ascendentes en las poblaciones más jóvenes, y ello incide –prin-
cipalmente– en hombres y mujeres del continente, que deben traba-
jar en condiciones precarias, poco seguras, pauperizadas, en muchos
casos dependientes del movimiento de personas, y que, además, ha-
bitan en viviendas más pequeñas, en muchos casos hacinadas, y en
hábitat más insalubres y peligrosos.
Las dificultades se expresan en datos recientes; la región ha au-
mentado sus indicadores de pobreza y desocupación y, en el mismo
período, incrementado sus valores de desigualdad social, expresada
en medidas resúmenes de ingresos, además de las proyecciones ne-
gativas de sus [PBI] producto interno bruto, por lo que se registran
caídas históricas en casi todos los países.
Pero también es cierto que la desigualdad social latinoamericana
presenta diferencias cualitativas, no solo numéricas, donde la distri-
bución de ingresos está supeditada a las condiciones de la hetero-
geneidad estructural y la capacidad de presión de las y los actores
involucrados en cada clase ocupacional.
Además se genera un movimiento continuo de procesos de cam-
bios en las protecciones laborales, modificaciones tecnológicas, lo-
gísticas, organizacionales, transformaciones de las contrataciones
que impactan sobre la precarización y pauperización laboral, pero
también su contracara: la organización sindical y su potencial ca-
pacidad de poner límites a la desprotección laboral al amparo de la
institucionalidad estatal.
88
La pandemia COVID-19 enmarcada en la estructura social latinoamericana

Dicha situación puede apreciarse con creces cuando vemos la


distribución de ingresos por clases ocupacionales en los países de
Latinoamérica; algunos presentan mejor distribución en relación a
otros, y –generalmente– donde la heterogeneidad estructural es me-
nos pronunciada en términos relativos en otros países, por ejemplo,
la mejor distribución de los países del Río de la Plata, en relación a
los países andinos o centroamericanos.
A continuación, veremos cómo se arma la justificación de la hi-
pótesis principal del artículo: a mayor heterogeneidad estructural,
mayor desigualdad social, a mayor igualdad mayor proceso organi-
zativo de las clases subalternas, expresada de asalariados y asalaria-
das del sector servicios primero, industrial después.
El proceso de incompletitud de los ingresos, observado esencial-
mente en el sector informal (lo vamos a enfocar principalmente en
aquellos trabajadores en establecimientos de baja productividad y
cuenta propias, no calificados, sin protección de la seguridad social),
conlleva a la producción de bienes y servicios, en muchos casos, sin
certificaciones, de baja calidad, y tareas limitadas en la complejidad.
Ello se articula con el sector formal, en franco proceso de pauperi-
zación en determinados momentos coyunturales, en un proceso
orgánico de vinculación de formales/informales junto con bienes y
servicios.
Ese proceso de “amalgamiento” permite, por un lado, la perdu-
ración de las actividades informales, como su vez permiten ser ac-
ciones económicas de refugio con entradas y salidas relativamente
fáciles ante las crisis, pero también ante los cambios tecnológicos
que impactan principalmente sobre saberes no estructurados en los
ámbitos laborales.
Esta situación paradojal, se da en los ámbitos urbanos y rurales
con la misma fuerza; en el campo por la mecanización y complejidad
de los cultivos, principalmente de exportación, y en las ciudades, el
hiato entre actividades calificadas y no calificadas, articuladas en es-
tablecimientos de alta o baja productividad.

89
Eduardo Chávez Molina

La aparición de empleos recubiertos bajo la figura de autono-


mía laboral o colaborativos, dados antes de la pandemia, producto
de la “uberización” de prácticas laborales, es una continuidad sobre
aquellas actividades desprotegidas e informales, pero que ahora se
enmarcan en un proceso de mayor organización y de cobertura em-
presarial, aunque la misma despoje cualquier acto contractual con
las y los trabajadores. Es aquí una particularidad distinta a otras re-
giones del planeta, las actividades ligadas a los llamados empleos de
plataforma, su pasaje a este tipo de actividades tiende a “formalizar
precariamente”, ya que eran actividades que se realizaban bajo el
formato más crudo de la informalidad, y muchas de ellas, en prácti-
cas “cara a cara”, que ahora se desenvuelven colectivamente.

La comparación de datos cuantitativos

Una forma de observación es a través de la composición de la es-


tructura social de la región según las ocupaciones de las personas,
que se expresan en las clases socio-ocupacionales, y que ha dado
tanto que hablar en el mundo académico, a través de los trabajos de
Erickson, Goldthorpe, Portocarrero, Erick Olin Whrigth, entre otros;
y en América Latina los trabajos contemporáneos de Solís, Boado,
Espinoza, Barozet, y Méndez, Chávez, Cobos, por nombrar algunos
(Marqués y Chávez, 2019, p. 229).
En América Latina la información es heterogénea, dispersa e
irregular en términos temporales, a diferencia de lo que ocurre en
otras regiones, como la Unión Europea principalmente, donde la ho-
mogeneidad de la información estadística que relevan, permite las
comparaciones sin mayores dificultades, y hace de ello un proceso
de comparación plausible.
Por lo cual, lo que veremos a continuación hace referencia a un
esfuerzo estadístico mayor, que es la armonización de un conjunto
de bases de datos de diversos países latinoamericanos, que revelan

90
La pandemia COVID-19 enmarcada en la estructura social latinoamericana

fuertes heterogeneidades, entre los países de Centro América, Caribe


y México; los países andinos y, por otro lado, el Cono Sur más Brasil.
Para ello se ha recurrido a un elemento principal de combinación
comparativa, que es la articulación de los esquemas, a través de la
homologación de los códigos ocupacionales, en muchos casos diver-
sos, para poder realizar una correspondencia de las ocupaciones, y
concluir en un esquema de clases comprable. Para América Latina se
han seleccionado solo aquellos países en los cuales es posible utilizar
el Código Internacional Uniforme de Ocupaciones de la Organiza-
ción Internacional del Trabajo [OIT] 2018: México, Nicaragua, El Sal-
vador, Guatemala, Perú, Ecuador, Colombia, Argentina, Brasil, Chile
y Uruguay. Se han utilizado para ello las encuestas de hogares.

El análisis comparativo

Tomando en cuenta la génesis del análisis comparativo, que por


cierto está presente en cualquier mirada humana, nos dirigirá ne-
cesariamente a la lectura sobre la capacidad en las Ciencias Sociales
de sistematizar herramientas de observación que den cuenta, de for-
ma eficaz, de aquellos elementos disímiles o similares que permiten
apreciar cuán parecido se es o no.
La observación sobre los acontecimientos sociales, interrelacio-
na técnicas de investigación, mediciones y teoría, o viceversa, que
implica problemas para la sociología en general. Como bien lo ha
planteado Cicourel:

Es importante preguntarnos si las pretensiones de conocimiento se


basan en métodos que se corresponden con las teorías y los datos
recogidos o si las técnicas de investigación y escalas de medida en
que se basan estas pretensiones tienen poco más que una relación de
metáfora con dichos datos y teorías (2011, p. 52).

91
Eduardo Chávez Molina

Es por ello el peligro de hasta qué punto la observación no pueda


transformarse solo en retórica.1
Es allí que nuestro trabajo se inscribe en ámbitos que aparecen
como tan distantes para ser comparables, pero con la generación
armonizada de variables que permitan que las medidas puedan ser
utilizadas en estos registros tan distintos como pueden ser Argenti-
na y España, pero que pondrían ser otros países en la comparación.
Como así se han utilizado un sinfín de sistemas axiomáticos compa-
rables entre países, como el CASMIN, o los indicadores de IDH. Pero
la comparación no está hecha necesariamente para que la medida
nos diga posiciones ordinales o intervalares, sino más bien, que la
puesta en hipótesis empírica de la heterogeneidad estructural pueda
ser observada.

Los estudios comparativos internacionales de estratificación social


y movilidad de clase

Los mismos se basan en esquemas de clase concebidos para países


industrializados. Uno de estos esquemas, el esquema EGP desarro-
llado por Erikson, Goldthorpe y Portocarrero, se ha convertido en un
estándar en el campo (Chávez, 2021, p. 193). El uso de este esquema en
otras regiones del mundo, incluida América Latina, ha sido crucial
para el análisis comparativo. Sin embargo, este esquema puede no

1
Plantea Cicourel, tomando de Herbert Hosrchberg dichas ideas: es necesario en-
tender el tipo de observación que se está poniendo en juego: cifrados y descifrados.
“Cifrado es un sistema axiomático formalizado, abstracto que solo comprende en
términos lógicos como o, y, no, y símbolos seleccionados arbitrariamente como $,
%. Estos sistemas son útiles porque permiten deducciones y pruebas en operaciones
claras, guardando de los errores que acompañan con frecuencia al empleo de tér-
minos descriptivos. Los sistemas matemáticos, cuando son cifrados, se componen de
meros símbolos, verdades lógicas o tautologías” (Cicourel, 2011, p. 52). En tanto que
un sistema axiomático descifrado comprende términos descriptivos, además de ló-
gicos. Reemplazar los símbolos y verdades lógicas de un sistema axiomático cifrado,
abstracto, como alude Cicourel, por términos descriptivos y enunciados empíricos
conduce a un sistema descifrado. Véase: Cicourel, A.V. (2011). Método y medida en
Sociología, vol. 7, CIS.

92
La pandemia COVID-19 enmarcada en la estructura social latinoamericana

reflejar heterogeneidades en las relaciones laborales predominan-


tes en los países en desarrollo, donde las ocupaciones asalariadas y
por cuenta propia están segmentadas en sectores de alta y baja pro-
ductividad, con condiciones de trabajo y remuneración desiguales.
Proponemos una adaptación del esquema EGP para tener en cuenta
dicha heterogeneidad. Basados en esta adaptación, sometido a diver-
sas pruebas de coherencia y homologación empírica en un trabajo
anterior, utilizamos datos de encuestas nacionales de hogares tanto
de Argentina como España, caracterizamos sus estructuras de clase
y analizamos la asociación entre la pertenencia de clase y las condi-
ciones laborales. Nuestros resultados indican que esta versión mo-
dificada del esquema de clase EGP mejora las caracterizaciones de
las estructuras de clase, así como nuestra comprensión de los funda-
mentos estructurales de la pobreza y la desigualdad de ingresos en
América Latina.
Esta adaptación intenta resolver las deficiencias de la aplicación
de este esquema a condiciones de alta heterogeneidad estructural
en los mercados laborales, como las observadas históricamente en
América Latina. Ello, convierte a esta característica en un compo-
nente de observación de los procesos distributivos.
El otro camino conceptual a resolver es la problemática de la
comparación, tomando en cuenta la explicación de Sartori, hacer
una comparación es confrontar una cosa con otra. Es un acto que
realizamos en nuestra vida cotidiana, pues constituye un ejercicio
básico de la actividad cognoscitiva. Hacerlo entre fenómenos socia-
les y casos específicos como los países, nos permite interpretarlos,
comprenderlos y explicarlos a partir de distinciones y similitudes.
Sin embargo, según este autor, la principal razón por la que es útil la
comparación es para ejercer un control sobre las generalizaciones
que establecemos. Comparar nos posibilita ejercer un control (verifi-
cación o falsación, propio de la ciencia, y el formato hipotético) sobre
la regularidad que se ha establecido, evaluando si la generalización
se corresponde con los casos sobre los que se ha aplicado: controlar
comparando.
93
Eduardo Chávez Molina

De allí nos surge la pregunta que debemos hacernos: ¿es respecto


a qué propiedades y/o qué hechos sociales son comparables o no en-
tre sí? En este sentido, comparar implica analizar similitudes y dife-
rencias en los límites, puesto que los fenómenos deben contar, tanto
con características en común, como con aspectos radicalmente dife-
rentes. La comparación debe realizarse en los límites de similitud y
diferencia, como es posible ante situaciones tan heterogéneas como
es la realidad latinoamericana, más allá de que la literatura regional
lo agrega como un todo homogéneo.

La situación previa a la pandemia

Hay que partir de un registro comparativo y estadístico, que nos


permita delinear qué se ha modificado y por qué tal movimiento,
en un marco estructural, en el cual se desenvuelven las relaciones
capital-trabajo.
En ese sentido, la primera observación empírica, (tabla 1), vemos
con un mayor nivel de desagregación (aunque no completa por la ex-
tensión del artículo), algunas particularidades, una mayor presencia
de la clase I y II de Servicios en Argentina, Chile y Uruguay (empresa-
rios, directivos del sector público y privado, gerentes, profesionales
de alta calificación, principalmente) y también, en los mismos paí-
ses, una mayor presencia de actividades administrativas y comercia-
les rutinarias.
Las y los trabajadores independientes, aparecen con mayor
fuerza en Ecuador, El Salvador, Nicaragua y Guatemala; como así
también, los pequeños propietarios agrícolas, categoría socio-ocupa-
cional donde encontramos pequeños aparceros, las unidades deriva-
das de unidades familiares y los pequeños predios organizados por
comunidades indígenas.
Los asalariados manuales calificados tienen mayor presencia en
Chile, Argentina, Guatemala y México; en tanto que los trabajado-
res manuales no calificados, de ámbitos urbanos principalmente,
94
La pandemia COVID-19 enmarcada en la estructura social latinoamericana

presentan una mayor proporción en Argentina, Brasil, Chile, México


y Uruguay; caracterizados, además, por bajos ingresos y más altos
niveles de desprotección laboral.

Tabla 1. Clases ocupacionales según esquema adaptado Solís, Chávez


Molina, Cobos para países seleccionados de América Latina.2

Guatemala
El Salvador

Nicaragua
Argentina

Uruguay
Ecuador
Esquema SCHC

México
Brasil

Chile

Perú
I+II. Clase de servicios 24,6 18,8 23,9 18,7 17,3 15,8 19,2 12,6 15,6 20,7
IIIa+b. No manual de rutina 18,3 15,1 16,5 6,9 11,4 6,9 13,5 8,7 11,1 17,8
IVa+b. Independientes no agrícolas 15,5 19,6 12,6 21,9 20,9 16,8 17,0 29,3 30,4 18,2
IVc. Pequeños propietarios agrícolas 0,5 6,8 1,7 7,6 5,8 11,3 2,8 10,7 10,5 2,5
V+VI. Manuales calificados y semi
17,2 14,6 18,5 12,4 16,4 18,3 17,9 11,0 8,6 15,0
calificados
VIIa. Trabajadores manuales de baja
23,2 19,5 20,2 17,8 18,7 12,1 22,4 14,0 13,8 21,8
calificación
VIIb. Asalariados agrícolas 0,6 5,5 6,7 14,8 9,5 18,8 7,2 13,7 9,9 4,1

Fuente: Elaboración propia en base a encuestas de hogares en países seleccionados y


datos homologables

Las condiciones de desprotección laboral en Latinoamérica, y


Argentina en particular, es una constante, que está más allá incluso,

2
I+II. Clase de servicios: incluye a I.a. Patrones y grandes directivos, I.b. Profesionales
asalariados y pequeños patrones, I.c. Profesionales por cuenta propia, II. Supervisores
IIIa+b. No manual de rutina: incluye a IIIa. Trabajadores no manuales de rutina,
IIIb+. Trabajadores en ventas de grandes comercios; y IIIb-. Trabajadores en ventas
de pequeños comercios.
IVa+b.Independientes no agrícolas: incluye a IVa. Pequeños patrones; IVb+.
Trabajadores independientes calificados; IVb-. Trabajadores independientes no cali-
ficados (sin agrícolas)
IVc. Trabajadores independientes agrícolas y IVc: Pequeños propietarios agrícolas
V+VI. Manuales calificados y semi calificados: incluye a V+VI+. Trabajadores manua-
les calificados en grandes establecimientos; y V+VI-. Trabajadores manuales califica-
dos en pequeños establecimientos
VIIa. Trabajadores manuales de baja calificación: incluye a VIIa+. Trabajadores ma-
nuales no calificados en grandes establecimientos; y VIIa+. Trabajadores manuales
no calificados en pequeños establecimientos
VIIb. Trabajadores asalariados agrícolas.

95
Eduardo Chávez Molina

de las leyes regulatorias y las políticas destinadas al sector. Está en


la propia arena del capitalismo, y su carácter periférico, en el cual se
desenvuelven las actividades económico –productivos y que desde
mediados de la década de los cincuenta”, a través de autores como
Prebish y Pinto se le ha llamado la “heterogeneidad estructural”,
cuya reactualización teórica, ha surgido en el presente siglo, de la
mano de Salvia, Chena, Cimoli y Chávez Molina, entre otros.
Hay dos ideas que serían interesante señalar, el carácter estruc-
tural de la heterogeneidad productiva, y el carácter sistémico de la
baja productividad, expresada en la informalidad, que, además, se
caracteriza por la ausencia de regulaciones estatales. Veamos estos
puntos con atención, tomando en cuenta la alta desigualdad distri-
butiva del ingreso y la riqueza en América Latina (mayor propensión
en América Central y el Caribe, junto a los países andinos, y Brasil, y
en menor propensión los países del cono sur a excepción de Chile).
Lo que aparece: actividades de baja productividad y bajos niveles de
ingresos de quienes participan allí en relación a aquellos que tienen
mayor productividad y sus ingresos son mayores junto a las protec-
ciones laborales.
La heterogeneidad estructural se entiende como:

La coexistencia de sectores, ramas o actividades donde la producti-


vidad del trabajo es alta o normal [es decir, similar a la que alcanzan
las economías de los países centrales], junto con otras en que la pro-
ductividad es mucho más baja [respecto a las registradas en las eco-
nomías centrales] (Chena, 2010 p. 99).

Para la tradición de autores estructuralistas pareciera ser que la in-


adecuación tecnológica –producto de rol subordinado–, el consumo
suntuario, la inserción internacional –extractiva de materias primas
renovables y no renovables principalmente– y la falta de un tejido
productivo desarrollado suficientemente son la causa de las restric-
ciones de ahorro y divisas que sufren las economías de la región.
Esto deriva, primero, en una acumulación insuficiente de capital y,
luego, en una conformación estructural heterogénea. En este marco,

96
La pandemia COVID-19 enmarcada en la estructura social latinoamericana

la concentración del ingreso es una consecuencia de la heterogenei-


dad estructural y de las cuasi rentas que obtienen los sectores mo-
dernos mediante el sistema de precios relativos (CEPAL, 2010, p. 94).
En tanto para las corrientes neo-estructuralistas no todos los sec-
tores tienen la misma capacidad para inducir aumentos de produc-
ción y promover la expansión de otros, al generar empleos de alta
productividad se debe colocar, entonces, en el plano de la inadecua-
da composición sectorial de la producción de la periferia, respecto a
las tendencias tecnológicas mundiales y a la demanda global. En una
concepción shumpeteriana de la dinámica económica, “el cambio
tecnológico explica el cambio estructural con la aparición de nue-
vos productos y sectores” (CEPAL, 2010, p .96). Las economías que son
capaces de absorber los nuevos paradigmas y trayectorias tecnológi-
cas, modifican la composición sectorial de su industria y difunden el
cambio tecnológico al resto de la economía. Aquellos países que no
asimilen estos nuevos paradigmas tecnológicos sufrirán de hetero-
geneidad estructural, bajos salarios y un crecimiento restringido por
la balanza de pagos.
Es por ello que, conceptualmente, se entiende la heterogeneidad
estructural bajo un aspecto relacional, en base a los diferenciales en
la productividad aparente del trabajo entre sectores o ramas de ac-
tividad y entre tamaños de compañías. Por otra parte, hay un fuerte
vínculo entre productividad e ingresos, con lo cual una elevada hete-
rogeneidad estructural está acompañada siempre por una desigual
distribución del ingreso.
Como se sabe, la productividad del trabajo se calcula al conside-
rar el valor agregado por cada trabajador ocupado. En otras palabras,
se calcula utilizando el valor que tiene la canasta de bienes produci-
dos por cada trabajador (precio por cantidad) menos sus respectivos
costos de producción directos, en otras palabras, el producto se mide
sobre la base del producto bruto real generado en el sector (PBO) y el
trabajo según las horas laboradas en él (CEPAL, 2010, p.96).
Como se aprecia en el gráfico 1, la inclusión de países euro-
peos, es para ilustrar la capacidad explicativa de la heterogeneidad
97
Eduardo Chávez Molina

estructural, y para ello la información que presentamos se sitúa en


países seleccionados de América Latina, su nivel de productividad,
comparada por el tamaño de establecimiento y en relación a las uni-
dades económicas de 100 ocupados. Allí apreciamos rápidamente
diferentes características, países donde las brechas son menores por
tamaño de establecimiento, como Francia y Alemania y, además, la
desigualdad medida a través de Gini es más bajo que España e Ita-
lia, mayor heterogeneidad y relativa mayor desigualdad. En Améri-
ca Latina, para países seleccionados, Argentina presenta el doble de
heterogeneidad que España, por ejemplo, pero su brecha es mucho
menor que Brasil, Chile, Perú y más parecido a México. Si se observa,
además, que las distancias con las unidades más pequeñas –hasta 5
ocupados– lugar, además, donde se encuentra la mayor cantidad de
trabajadores y trabajadores en situación de pobreza en América La-
tina, las brechas de productividad son muy elevadas en relación a
Europa.
Más allá de la simplificación, en el sentido que hay ramas y sec-
tores de tamaños menores con altísima productividad, podemos
apreciar claras diferencias entre los países de América Latina, y su
relación con los países europeos, mostrando claramente brechas ele-
vadas comparativamente.
Ahora, si a esos datos le agregamos la desigualdad relativa obser-
vada con el coeficiente de Gini, nos muestra una alta simetría en paí-
ses con brechas elevadas y altos niveles de desigualdad distributiva,
en relación a quienes muestran menores brechas y un coeficiente de
Gini reducido.

98
La pandemia COVID-19 enmarcada en la estructura social latinoamericana

Gráfico 1. Nivel de productividad por tamaño de empresas, y coeficiente


Gini Relativo por país seleccionado

Fuente: CEPAL (2011) y Banco Mundial (2021).

Como se puede deducir, bajo las condiciones de la heterogeneidad


estructural, se estructuran las ocupaciones y los resultados distribu-
tivos. Obviamente, primero configurado a partir de dicho entramado
endógeno, pero que, a partir de un factor exógeno como la pandemia,
vamos a ver que tiende a expresar con mayor fuerza las condiciones
de la heterogeneidad.
Por otro lado, está el papel de las regulaciones del Estado, más
ligado a la forma de intervención estatal, de cuyas raíces históri-
cas debe combinar la asalarización, como forma moderna de in-
teracción capital/trabajo, y por otro lado, una serie de actividades
fragmentadas en forma sectorial, urbano-rural cuya característica
principal, la incompletitud del ingreso, en términos de dar cuenta de
satisfacciones plenas en nuestras sociedades actuales. Ligado a ello,
los procesos de emancipación femenina se encuentran limitadas por
situaciones de exclusión y unida en muchos casos a actividades de

99
Eduardo Chávez Molina

baja o nula productividad, o tareas del cuidado hogareñas desprote-


gidas y de baja calificación, y que sufren principalmente las mujeres
jóvenes.
En tanto en el análisis comparativo, lo que nos permite observar
las diferencias y similitudes entre los países de América Latina son
los esquemas de clases ocupacionales, modificadas en relación a los
clásicos esquemas europeos, que no captan adecuadamente la he-
terogeneidad estructural, y también la dificultad para observar las
descalificaciones del sector servicios y del sector industrial, en deter-
minadas ramas de la economía. Esta acción comparativa realizada
nos permite apreciar, por un lado, las distancias de ingresos medido
en USD PPA de las diferentes clases ocupacionales con respecto a la
clase directiva, y luego las comparaciones distributivas endógenas
de las clases ocupacionales por país. Por otro lado, las deferencias
de ingresos PPA de las clases directivas captadas en las encuestas de
hogares, que aunque presentan serias dificultades por la forma de
captar la información de ingresos, nos presenta datos valiosos para
comparar.
Así es como vemos el caso de las distancias de ingresos de Argen-
tina y Uruguay, ya que entre clases es menor que el resto de los países
analizados, parten del coeficiente 0.30 y donde la mayoría de las cla-
ses ocupacionales se centran entre esos valores y 0.60, a diferencia
de Brasil, Chile, México, entre otros, cuyas distancias son mayores
con respecto a los ingresos de las clases directivas, donde, además, se
aprecia mayores desigualdades distributivas.
Respecto a los datos del gráfico 2, se observan ciertas paradojas.
Los países que presentan menores distancias distributivas relativas,
muestran diferencias significativas de los ingresos medidos en dóla-
res PPA, es el caso de Uruguay en relación a Argentina; por otro lado,
entre los países que presentan mayores distancias distributivas, se
destacan los altos ingresos de las clases directivas de Chile y Brasil
y los menores ingresos de México. Los países andinos y de América
Central, tienden a tener valores parecidos, tanto en las distancias dis-
tributivas como en las medianas de ingresos de sus clases directivas.
100
La pandemia COVID-19 enmarcada en la estructura social latinoamericana

Gráfico 2. Distancias de las clases socio-ocupacionales en relación a las


clases directivas (Clase I) según mediana de ingresos, países seleccionados
de América Latina

Fuente: Elaboración propia según bases de datos de hogares de los países


seleccionados, posibles de comparación.

Conclusiones

Sin lugar a dudas, lo que agrava es lo que ya existía frágilmente. En


América Latina es relevante la proporción de trabajadores asalaria-
dos manuales, los de servicios de rutinas y, especialmente, los em-
pleados de comercio. También es característica de nuestra región
la expansión del trabajo por cuenta propia. Este rasgo, además, ha
sido vinculado a la heterogeneidad estructural, ya que representa, en
muchos casos, una actividad de refugio para los trabajadores que no
encuentran cabida en el sector formal.
Eso conforma un mapa excepcional de la estructura socio-la-
boral donde, además, tiene un rol no menor en ciertas regiones las
actividades rurales, no solo las dedicadas a la producción de bienes

101
Eduardo Chávez Molina

exportables, y los ligados al mercado interno, sino que también a


economías de subsistencia.
Asimismo, se completa un cuadro heterogéneo de acuerdo al tipo
de inserción ocupacional de trabajadoras y trabajadores, tomando
en cuenta dos factores: el nivel de productividad de la unidad econó-
mica y la capacidad de presión cuando las pujas distributivas se insti-
tucionalizan, principalmente por la capacidad organizativa sindical.
A pesar que los datos que presentamos muestran un esquema gene-
ral de clases en América Latina, y con mayor o menor plausibilidad
pueden emularse en aquellos países cuyos datos no son comparables
con los presentados, podemos apreciar algunas características pro-
pias de la región: las y los trabajadores de establecimientos de más
de 10 ocupados, presentan mejores salarios, y mayor protección la-
boral, por la existencia de contratos laborales, que aquellos trabaja-
dores de menos de 10 ocupados, tanto en el sector industrial, como
de servicios. En el primer grupo es donde se encuentra la mayor can-
tidad de trabajadores calificados, profesionales, y así también, una
mayor sindicalización, en relación a aquellas y aquellos trabajadores
en establecimientos económicos de menor productividad.
Y en la actual coyuntura, producto de las medidas paliativas para
morigerar el efecto dañino de la COVID-19, principalmente ante las
masivas campañas de vacunación, la/os ocupados en establecimien-
tos de baja productividad, ya sea en su forma de patrones, cuentapro-
pistas o asalariados, presentan mayores dificultades de seguridad en
sus ingresos en este periodo de pandemia.
Por lo cual se da un proceso continuo de ocupaciones con bajo
niveles productividad, dificultad de acceso a instancias de moderni-
zación económica y tecnológica y que se ven más afectados a dife-
rentes situaciones, como las pujas distributivas y factores exógenos
como la pandemia, el cambio climático y los trastornos ambientales
derivados; epicentro de situaciones de marginalidad y pobreza, que
caracterizan nuestra región.

102
La pandemia COVID-19 enmarcada en la estructura social latinoamericana

Bibliografía

Comisión Económica para América Latina y el Caribe [CEPAL]


(2010). La hora de la igualdad, heterogeneidad estructural y brechas
de productividad: de la fragmentación a la convergencia. Capítulo 3.
Santiago de Chile: CEPAL.

Chávez, Eduardo. (2021). La desigualdad continua y los efectos


de la COVID-19 en la estructura social. La perspectiva de la he-
terogeneidad estructural en Latinoamérica. En Jaime Minguijón
y David Pac (comps.), Incertidumbres en tiempos de Pandemia. (pp.
193- 203). Zaragoza: Editorial Delta.

Chena, Pablo Ignacio. (2010). La heterogeneidad estructural vista


desde tres teorías alternativas: el caso de Argentina. Revista Co-
mercio Exterior. 60, (2), 99-115. Ciudad de México: Bancomext.

Erickson, Robert; Goldthorpe, John y Portocarrero, Lucienne.


(1979). Intergenerational Class Mobility in Three Western Euro-
pean Societies. British Journal of Sociology, 30 (4), 415-441.

Espinoza, Vicente; Barozet, Emmanuelle y Méndez, María Luisa.


(2013). Estratificación y movilidad social bajo un modelo neolibe-
ral: El caso de Chile. Laboratorio. Revista de Estudios sobre Cambio
Estructural y Desigualdad Social, (25), 169-192.

Lustig, Nora, Neidhöfer, Guido y Tommasi, Mariano. (2020). Im-


pactos distributivos de corto y largo plazo de COVID-19 en América
Latina. Universidad de Tulane: Departamento de Economía.

Marqués, Idelfonso y Chávez, Eduardo. (2019). Relevancia de la


heterogeneidad socioeconómica: Estudio comparativo entre
América Latina y Europa basado en la adaptación del Esquema
EGP. Papers. Revista de Sociologia, 104(2), 225-245.

103
Eduardo Chávez Molina

Mathias, Gilberto y Salama, Pierre. (1986). El estado sobredesar-


rollado: De las metrópolis al tercer mundo. México: Editorial Era.

Olin, Erik. (1997). Class counts: Comparative studies in class analysis.


Cambridge University Press.

Pinto, Aníbal. (1969). Diagnóstico, estructura y esquemas de


desarrollo en América Latina. Escuela Latinoamericana de
Sociología-FLACSO.

Prebisch, Raúl. (1983). Cinco etapas de mi pensamiento sobre el


desarrollo. El trimestre económico, 50(2), 1077-1096.

Salvia, Agustín. (2016). Heterogeneidad estructural y margina-


lidad económica en un contexto de políticas heterodoxas. En
Eduardo Chávez y Agustín Salvia. (coords.), Claves sobre la margi-
nalidad económica y la movilidad social. Segregación urbana y cam-
bios macroeconómicos. (pp. 19- 40). Ciudad Autónoma de Buenos
Aires: Editorial Biblos.

Sartori, Giovanni. (1994). Comparación y método comparativo.


En Leonardo Morlino y Giovanni Sartori. (comps.), La compara-
ción en las ciencias sociales (pp. 29-50). Editorial Alianza.

Solís, Patricio y Boado, Marcelo. (2016). ¿Y sin embargo se mueve?


Estratificación y movilidad intergeneracional de clase en América
Latina. México: El Colegio de México/ Centro de Estudios Espino-
sa Yglesias.

Solís, Patricio; Chávez Molina, Eduardo y Cobos, Daniel. (2019).


Estructura de clases, heterogeneidad del mercado laboral y con-
diciones de vida en América Latina. Revista de investigación lati-
noamericana, 54(4), 854-876.

104
Transición socioestructural y emergencia
de capas medias en Cuba1
Mayra Espina Prieto

Condiciones de aplicabilidad científica del enfoque


de formaciones medias en la estratificación social

Como preámbulo resulta vital aludir al enfoque que se menciona


en el título que constituye la introducción de estas páginas. Si bien
el mismo ha ido ampliando su presencia en la sociología de las des-
igualdades en América Latina para investigar diversos casos de cam-
bio socioestructural y movilidad social pos neoliberales, lo cierto es
que esta aproximación suele suscitar numerosas críticas, al atribuír-
sele inconsistencia y poca densidad teórica en términos de análisis
de economía política.2

1
Este texto es una versión ampliada y actualizada de un artículo publicado en la re-
vista Nueva Sociedad. Ver: Espina, Mayra. (2020). Reforma y emergencia de capas me-
dias en Cuba. En Nueva Sociedad, No. 285, enero-febrero. Incorpora, también, avances
del proyecto “Pandemia 2020-2021: cambios en la estructura y la movilidad social en
Cuba, que la autora desarrolla junto a los colegas Dayma Echevarría y Gabriel Vignoli.
2
Un análisis sobre estos usos puede encontrarse en: Toyos, Fernando. (2015). Las capas
medias y los procesos políticos post-neoliberales: los casos de Argentina y Venezuela.
Acta Académica XI Jornadas de Sociología. Facultad de Ciencias Sociales, Universidad
de Buenos Aires, Buenos Aires. https://www.aacademica.org/000-061/349

105
Mayra Espina Prieto

El historiador Ezequiel Adamovsky (2013), considera que “clase


media” es una categoría residual, cuyo contenido se delimita más a
partir de los bordes de otras clases sociales bien definidas, y mucho
menos por la propia unidad y consistencia del conjunto de personas
que agrupa. En su criterio, los trabajos que se ocupan de la clase reco-
nocen la dificultad de definirla a partir de parámetros objetivos, pero
pasan rápidamente a ofrecer una definición operativa, que permite
presentar descubrimientos empíricos sobre las características de la
clase. En este entramado metodológico ad hoc la existencia misma de
la clase media aparece como un dato obvio que no requiere demos-
traciones (Adamovsky, 2013).
Las críticas recurrentes al uso de “clase media” se concentran en:
uso sobreideologizado del concepto para legitimar o desacreditar
actuaciones políticas; intercambiabilidad de términos como equiva-
lentes o sinónimos (capas, clases y sectores medios), lo que debilita
el alcance conceptual; adjudicación –a priori– de condición de clase
a ubicaciones socioestructurales medias que forman un conjunto
muy heterogéneo sin comprobación, investigación mediante, de su
real calidad clasista; descripción de rasgos de existencia similares,
para probar homogeneidad grupal sin comprobación comparada
con los rasgos de otras agrupaciones sociales; identificación de sec-
tores medios con “justo medio”, esto es, considerar, también a priori,
que ejercen un balance positivo entre extremos de la estructura so-
cial y que su expansión representa mejoras de equidad, inclusión y
democratización.
Sin embargo, es posible identificar condiciones metodológicas
para su aplicabilidad científica:3

a) claridad de los conceptos a utilizar;


b) entender los procesos y condiciones en las cuales emergen
sectores medios y la diversidad de estos;

3
Identificadas a partir de Adamovsky, (2013) y Jorrat, (2014).

106
Transición socioestructural y emergencia de capas medias en Cuba

c) comprobar sus posibles rasgos similares de “existencia”, dis-


tintos al de otras agrupaciones, a partir de una metodología
comparada;
d) no adjudicar condición de identidad o actoral homogénea, in-
firiéndola como derivado causal del hecho de compartir algu-
nos rasgos de existencia similares;
e) evaluar el proceso de su constitución en términos de avance o
retroceso de equidad e inclusión, sin otorgar un valor positivo
a priori.

A partir de estas recomendaciones y teniendo como trasfondo la


teoría clasista, intentamos aquí analizar el proceso de formación en
Cuba de una franja socioestructural media, adscribiendo al concepto
de capa: segmento social configurado a partir de uno o dos rasgos de
la ubicación socioestructural compartidos (ingresos, ocupación, por
ejemplo) de los cuales se derivan algunas otras semejanzas en tér-
minos de performance social, pero que provienen, o a la vez forman
parte, de clases sociales diversas.
Así, las capas medias, en plural, son sectores sociales caracteriza-
dos por: la posesión de activos significativos que posibilitan la gene-
ración de ingresos estables superiores al nivel promedio (n veces por
encima de la canasta básica, según el contexto) y/o el acceso a bienes
y servicios. Estos rasgos permiten incrementar el consumo, diver-
sificar y mejorar satisfactores de necesidades básicas y no básicas
y tomar previsiones (ahorros, adquisición de propiedades y bienes)
para mitigar posibles riesgos futuros. Se deriva de esto una mayor
independencia para la satisfacción de las necesidades y el acceso al
bienestar con relación a las prestaciones públicas y la posibilidad de
autonomía de elección de satisfactores.
El interés de ver el caso cubano bajo esta óptica resulta de la nece-
sidad de encontrar claves de análisis de los cambios socioestructura-
les que han ido modificando, bajo el efecto de crisis y reformas, una
estructura clásica del socialismo, basada en la centralidad del Estado

107
Mayra Espina Prieto

como empleador y proveedor de bienes y servicios, hacia formacio-


nes sociales heterogéneas, donde se verifican ensanchamiento de las
diferencias de ingresos y del acceso a bienestar, diversificación de la
calidad y cantidad del consumo de bienes, persistencia de brechas
de equidad, entre otras tendencias de cambio. Este enfoque ha sido
aplicado anteriormente a Cuba en dos variantes: como indicador de
incremento de desigualdades, aludiendo a formaciones intermedias
de diferentes clases y capas sociales en relación con ingreso y acce-
so al consumo, y como emergencia de clases medias, en referencia a
la formación de un pequeño empresariado nacional (Espina, 2008;
Feinberg, 2016).
Con justeza puede afirmarse que las investigaciones aludidas no
han completado una caracterización integrada, multidimensional y
comparada de los procesos que generan estas formaciones sociales
y no rebasan una apreciación empírica obvia de ensanchamiento de
desigualdades de ingresos.
Diversos obstáculos, intra y extracientíficos, han impedido una
investigación como esa: modelos teóricos de análisis socioestructu-
ral incompletos, ausencia de estadísticas públicas sobre ingresos,
consumo y condiciones de vida, restricción de recursos financieros
y de respaldo político a las instituciones académicas públicas para
estudios in situ de escala macro sobre temas de desigualdad y otros
afines. De tal forma, la mayor parte de las evidencias se construyen
a partir de data proxy, estudios cualitativos y de casos, limitando sus
alcances e inferencias para la sociedad en su conjunto.
El análisis que este texto presenta, sin poder salvar completamen-
te los obstáculos señalados, intenta reunir argumentos en torno a
la hipótesis de que en la sociedad cubana, bajo el efecto de crisis y
reformas, aparecen tendencias de transición socioestructural hacia
un “socialismo de capas medias”, que ha ido alterando la tradicional
estructura social del socialismo, basada en la centralidad del Estado
como empleador y proveedor de bienes y servicios, hacia formacio-
nes sociales heterogéneas, con ensanchamiento de las diferencias de

108
Transición socioestructural y emergencia de capas medias en Cuba

ingresos y del acceso a bienestar. Ello supone oportunidades y barre-


ras para la inclusión que exigen cambios de política social.
La intención es solo sugerir una agenda investigativa y alentar
su abordaje desde “condiciones de aplicabilidad científica” de este
enfoque.

Contexto cubano: reestratificación social y expansión


de capas medias

La revolución cubana impulsó un proceso de “desestratificación so-


cial”, ubicado entre 1959 y la segunda mitad de los años 80, entre cu-
yas evidencias más fuertes destacan la eliminación de la propiedad
privada capitalista sobre los medios de producción y la formación de
un sector de propiedad estatal que, hacia 1988, agrupaba alrededor
del 96% de todo el empleo nacional; disminución de la pequeña pro-
piedad y la producción familiar mercantil urbana y rural; disminu-
ción sostenida de la desigualdad de ingresos y la pobreza (0,24 y 6,6%
respectivamente para 1984) (Zimbalist y Brundenius, 1989). Todo ello
sostenido en potentes políticas sociales universales en salud, educa-
ción, trabajo, entre otras.4
La década de los noventa abre con una crisis asociada a la desa-
parición de la Unión Soviética y el campo socialista, con lo que Cuba
queda descolgada de sus vínculos de mercado internacional, y una
agudización de las medidas de bloqueo norteamericano.5 De inme-
diato, las políticas sociales, aunque permanecen en sus esencias
universalistas hasta hoy, perdieron capacidad de inclusión y am-
paro, por falta de recursos y sostenibilidad económica, y porque su

4
Un análisis de los cambios socioestructurales más significativos en esta etapa pue-
de consultarse en Espina, Mayra (2008a). Políticas de atención a la pobreza y la des-
igualdad. Examinando el rol del Estado en la experiencia cubana. Buenos Aires: Colección
CLACSO-CROP.
5
Un análisis detallado de la crisis puede verse en Carranza, Julio. (1995). La crisis: un
diagnóstico. Los retos de la economía cubana. En Bert Hoffmann. (ed.). Cuba: apertura
y reforma económica. Perfil de un debate. Caracas: Nueva Sociedad.

109
Mayra Espina Prieto

preferencia casi absoluta por mecanismos de universalidad, ajenos a


instrumentos complementarios focalizadores, lastraron su alcance
para atender diversidades y vulnerabilidades particulares.6
Para gestionar esta crisis se introdujeron algunas novedades para
la tradición del socialismo cubano: incentivos para la atracción de
capital extranjero y formación de empresas mixtas, especialmente
en el sector turístico, ampliación del pequeño sector privado urbano
(el llamado trabajador por cuenta propia), entrega en usufructo de tie-
rras estatales cultivables y autorización del envío de remesas desde
el exterior. Crisis y estrategia de manejo movieron de inmediato los
indicadores de inclusión: investigaciones dan cuenta de un sector de
pobreza urbana que alcanza cotas del 20% y un incremento del índi-
ce Gini hasta 0,38 hacia inicios del siglo XXI (Ferriol, 2013).
Como efecto de estas corrientes de cambio se produce el ensan-
chamiento de brechas de equidad históricas, pero atenuadas du-
rante el período de expansión de la equidad, evidenciándose claros
perdedores de la crisis: se agudizan diferencias en acceso a ingre-
sos, servicios y bienes que afectan –preferentemente– a población
no blanca, mujeres, personas de la tercera edad y con un marcado
patrón de selectividad territorial. Estos grupos aparecen sobrerre-
presentados en los sectores pobres y subrepresentados en las nuevas
oportunidades más ventajosas para la obtención de ingresos (trabajo
por cuenta propia, empresas mixtas, sectores turísticos, campesinos
e usufructuarios de tierras de alta productividad y acceso a merca-
dos) (Espina, 2008a; Zabala, 2010). Se acentúa, también, un proceso
de migración campo-ciudad y desde territorios deprimidos hacia
grandes ciudades y territorios con mayores oportunidades económi-
cas, que se refleja en la regeneración de asentamientos informales y
la precariedad urbana (Fresneda y Peña, 2013; Rodríguez, 2011).
Las medidas de gestión de la crisis, que prefiguraron una refor-
ma al patrón de relaciones sociales aplicado en Cuba, no pudieron

6
Referencias a logros y debilidades de la política social cubana pueden encontrar en
Espina, Mayra. Ob. cit.

110
Transición socioestructural y emergencia de capas medias en Cuba

desplegar todo su potencial y se ralentizaron hacia inicios de los


2000, toda vez que, en opinión de la autora, cierto remonte de la cri-
sis y oportunidades económicas para el país surgidas en la región
con los gobiernos de corte progresista y antineoliberal, crearon un
escenario favorable para el regreso al modelo centralista y estatalis-
ta sobreideologizado.
Aproximadamente hacia el año 2008, debido a la perseverancia
de las dificultades económicas, se retoman las intenciones de cam-
bio y se inicia la implementación del denominado, por la dirección
política del país, “proceso de actualización del modelo económico y
social”. Este, técnicamente puede definirse como una reforma econó-
mica enfocada a mejorar el manejo de la crisis interna continuada,
que nace en los años noventa y contiene períodos de mejoría y agudi-
zación hasta hoy; a la vez que propone rescatar una vía de desarrollo
y sustentabilidad económica para el proyecto social del socialismo7.
Del conjunto de cambios que emergen de la reforma interesa,
aquí comentar aquellos de vínculo directo con la configuración de
capas medias:

Transformación del modelo económico.8 Este cambio, centro de la re-


forma, puede considerarse base del resto de las mudanzas sociales y
económicas en curso, e incluye, entre otros, dos elementos clave para
el tema que nos atañe:

a) Reconfiguración de la estructura de propiedad: apertura a sujetos


económicos no estatales como las cooperativas y trabajadores

7
Para el análisis de la reforma se han utilizado los documentos del Partido
Comunista de Cuba: Lineamientos de la Política Económica y Social del Partido y la
Revolución. La Habana, 2011; Actualización de los Lineamientos de la Política Económica y
Social del Partido y la Revolución para el período 2016-2021. (2016). Conceptualización del
Modelo Económico y Social Cubano del Desarrollo Socialista. (2017) y la Constitución de la
República de Cuba. (2019).
8
Sobre la transformación del modelo ver Torres, Ricardo. (2017). La transforma-
ción del modelo económico cubano: Un balance y las nuevas propuestas. En Ricardo
Torres y Dayma Echevarría (comps.) Miradas a la economía cubana. Un acercamiento a
la «actualización» seis años después. La Habana: Ruth Casa Editorial.

111
Mayra Espina Prieto

por cuenta propia en sectores seleccionados y a la participa-


ción de capital foráneo. El rediseño del sistema de propiedad
supone una modificación relativamente drástica con relación
a las formas de configuración de grupos sociales “legítima”
para el socialismo y la aceptación de una variante de socialis-
mo multiactoral;
b) Cambio en la estructura del consumo: ello se produce a favor del
consumo privado y su acceso a través del mercado y la dismi-
nución de gratuidades y subsidios estatales universales, con la
intención de elevar el peso de los incentivos hacia el trabajo y
la productividad.

Incremento de las desigualdades de ingresos. La diversificación de las


fuentes de empleo e ingresos y la entrada de las remesas, han despla-
zado al salario del empleo estatal como fuente principal de medios
económicos y reducido su capacidad de cobertura del consumo fa-
miliar. Los ingresos medios de los llamados “agentes del sector no
estatal”, ocupados en el sector no estatal urbano (tanto empleadores
propietarios, como empleados asalariados y autoempleados), per-
sonas que reciben remesas, campesinos individuales, productores
usufructuarios de tierras y cooperativistas agropecuarios y no agro-
pecuarios y vinculados a actividades informales, suelen ser superio-
res a los de la mayor parte de los trabajadores estatales, a excepción,
dentro de estos últimos, de una franja de gerentes, directivos, espe-
cialistas y empleados del sector turístico y vinculados a la empresa
extranjera y mixta y al mercado internacional. En esta franja, la
combinación de ingresos formales y otras ventajas materiales (pro-
pinas, ingresos indirectos, oportunidades de ascenso profesional y
consumo material) los equipara al sector no estatal.
La participación de los salarios en el total de ingresos familiares
disminuye de 56% a 46% entre los años 1990 y el 2016. El sector no es-
tatal, 10% de la población, captura el 30% del total de ingresos de los
hogares. Dentro de esto, los cuentapropistas constituyen el 4% de la
112
Transición socioestructural y emergencia de capas medias en Cuba

población y perciben el 12% del total de ingresos. En el otro extremo,


los beneficiarios del sistema de seguridad social, quienes concentran
el 13% de los ingresos de la población (Galtés, 2017).
Como reflejo de estos procesos, el coeficiente Gini pasó de 0,38 a
0,40 desde la década de los noventa hasta la actualidad (Rodríguez,
2016). Estudios de caso han encontrado emprendedores, entre los
propietarios de paladares, arrendatarios y transportistas, que pue-
den obtener ingresos de hasta 20 mil CUC mensuales (Pañellas,
2016). Las remesas, cuyo promedio anual (considerando el período
2005-2020) se estima en 2 mil millones de dólares, llegan al 65% de la
población, fundamentalmente familias urbanas y con preponderan-
cia de personas blancas (Vidal, 2022; Mesa-Lago, 2016).

Cambio en el régimen de bienestar. La estrategia de reforma declara


oficialmente que su modelo social es el “socialismo próspero y sos-
tenible” y define como derechos fundamentales trabajo, salud, edu-
cación, seguridad ciudadana, información, comunicación social,
descanso, cultura, deporte, sistema de seguridad y asistencia sociales
y vivienda decorosa, y enfatiza en “apoyo social a quien realmente lo
necesita”, abriendo la posibilidad de un giro desde políticas univer-
sales de cobertura total hacia mecanismos de focalización hacia las
desventajas. El acceso a la “prosperidad socialista” está muy media-
do por el nivel de ingresos, pues la reforma produce progresivamente
un cambio en las relaciones Estado - mercado - sociedad, que des-
emboca en el paso de un régimen de bienestar estadocéntrico hacia
otro familiarista, con fuerte peso del mercado en la satisfacción de
necesidades básicas, y gestionado a partir del criterio de equidad so-
cial con abandono paulatino de criterios distributivos igualitaristas.
De tal manera, los ingresos individuales han ganado peso en el ac-
ceso al bienestar frente a la disminución drástica de la distribución
subsidiada de la canasta básica (que sigue siendo universal, pero in-
suficiente para cubrir necesidades). Como paliativo, se introducen
programas sociales con criterios de atención prioritaria a grupos
vulnerables (Peña, 2017).
113
Mayra Espina Prieto

Cambios en la percepción del bienestar. Una pequeña indagación cua-


litativa ha preguntado a personas de diferentes estratos económicos
urbanos su modelo de bienestar material (qué necesitan o desean
para considerar que “viven bien”). El modelo mínimo, en el que con-
fluyen todos los estratos, pero que es el máximo promedio para los
grupos de menores ingresos, incluye un set de electrodomésticos
(refrigerador, tv pantalla plana, laptop o tablet, celular), medio de
transporte (motorina), casa en buen estado, mejor propia, y comida
abundante.
Pero también está presente una aspiración de bienestar mayor
que contempla, como sus satisfactores icónicos, la casa confortable
y en buen lugar, ocio y vacaciones de calidad (en Varadero y en el
extranjero), cuidados profesionales para ancianos y niños (casas de
abuelos, guarderías privadas), viajes de trabajo y placer, automóvil,
acceso a alimentos de calidad y diversos (pescados, mariscos, aceitu-
nas, aceites de oliva, productos dietéticos).9 Estas aspiraciones ya se
satisfacen, íntegra o parcialmente, en algunos grupos entrevistados,
especialmente en dueños de pequeños negocios, empleados del sec-
tor internacional, artistas, entre otros.
Al llevar esos deseos y necesidades a su equivalente en términos
del dinero que se necesitaría para satisfacerlos, se obtiene que el más
modesto de esos modelos de bienestar requiere alrededor de 300
USD mensuales por persona, o 30 mil CUP, a una tasa de cambio del
mercado informal de 1 a 100.Se trata de un cálculo grueso, sin basa-
mento de representatividad estadística y no consideró el tamaño del
núcleo ni personas con necesidades especiales.10 Se requiere profun-

9
Informaciones de un estudio cualitativo a escala local, implementado por la autora
y que indaga sobre modelos de bienestar para diversos grupos sociales (sujetos de
grupos en desventaja y de aquellos que han rebasado los ingresos medios en dife-
rentes estratos socioestructurales). Se realizó a través de muestras de confianza en 5
municipios del país: La Habana Vieja, El Cerro, Viñales, Santa Clara y Camagüey.
10
No ha sido posible obtener datos sobre los ingresos reales de los diferentes grupos
sociales. A modo de ejemplo, nótese que el salario medio mensual de los trabajado-
res estatales, para 2021, fue de 3.830 CUP. Véase: ONEI. Salario medio en cifras. La
Habana, 2022.

114
Transición socioestructural y emergencia de capas medias en Cuba

dizar en diferentes grupos y territorios, pero ya arroja pistas sobre la


presencia de un modelo de bienestar de capas medias urbanas, sobre
la distancia entre la realidad y los deseos y la consecuente brecha de
insatisfacción presente en el país.

Nuevas identidades emergentes. Estudios sobre las subjetividades de


grupos sociales en formación encuentran que el cuentapropismo re-
fiere a “un grupo que denota y connota”. Los sujetos se auto recono-
cen como cuentapropistas principalmente a partir de no trabajar
para el Estado, la posibilidad de satisfacer necesidades, mejor cali-
dad de vida y solvencia económica”. La pertenencia al grupo genera
evaluaciones positivas como: optimismo, satisfacción, realización,
felicidad, aprecio. Negativamente evalúan la presencia de estrés y
alta carga de trabajo. Son claras aspiraciones de mejoría: comprar
automóvil, ampliar el negocio (Pañellas, 2015).
También se devela una tendencia de naturalización de las des-
igualdades y de aceptación de que algunos grupos están condenados
a la desventaja y no es posible hacer mucho más. En sentido positivo
se identifica la presencia, en grupos de jóvenes (profesionales y del
pequeño sector privado), de demandas de mayor participación en la
toma de decisiones y de espacios de autonomía para desarrollar pro-
yectos de beneficio comunitario, para el ejercicio de la economía so-
cial y solidaria y prácticas empresariales de responsabilidad social.
Una investigación de corrientes de movilidad entre los años no-
venta y primera década de los dos mil encontró que personas que ha-
bían ascendido en términos de ingresos, consumo y condiciones de
trabajo y de vida adjudicaban sus avances al esfuerzo personal y el
sacrificio, pero también consideraban como una pérdida de la socie-
dad cubana el aumento de las desigualdades sociales y de la pobreza
y deseaban contribuir a paliarlas (Espina y Togores, 2013).
Los seis procesos anteriores indican que fluyen corrientes de mo-
vilidad social ascendente, asociadas a la reforma económica en cur-
so y su antecesora de “los años noventa”, que generan capas medias,
caracterizadas por ingresos altos (para la media nacional) estables,
115
Mayra Espina Prieto

autonomía para satisfacer necesidades básicas con relación a las po-


líticas públicas, consumo superior, satisfactores de mayor calidad,
aspiraciones que rebasan necesidades básicas y sectores de ocupa-
ción específicos.
En estas capas se incluyen franjas de la pequeña burguesía urba-
na (grupos de propietarios de micro, pequeños y medianos negocios
privados, en régimen de economía de mercado, que emplean fuerza
de trabajo adicional (familiar o no) y son ellos mismos trabajadores
de sus negocios; autoempleados (propietarios de medios de produc-
ción, se emplean a sí mismos y, eventualmente, fuerza familiar);
trabajadores de la empresa mixta y extranjera; cooperativas no agro-
pecuarias; campesinos privados y cooperativos; usufructuarios de
tierras; especialistas, funcionarios, intelectuales, deportistas y artis-
tas independientes vinculados a circuitos internacionales; asociados
a la economía informal y el mercado negro; segmentos de ingresos
no provenientes del trabajo (rentistas, beneficiarios de remesas). Este
segmento poblacional, no calculado aún, podría estar en alrededor
del 23% de la población11.
Un estudio por hacer es el efecto de la acción combinada de la
crisis de la COVID-19, el ahondamiento de la crisis económica del
país y las mayores medidas de bloqueo de la administración Trump,
apenas hoy levemente mitigadas por Biden, sobre la reproducción y
perseverancia de las capas medias. Estas circunstancias generaron el
cierre o disminución de una buena parte de las actividades económi-
cas y fuentes que permiten la formación de capas medias en el caso
cubano: sector turístico, gastronomía, remesas, viajes para compras

11
Porciento estimado solo con fines ilustrativos, calculado a partir de informaciones
no oficiales (que aparecen en medios de prensa nacionales, sin referencia a documen-
tación estadística o estudios cualitativos) disímiles y que incluye, por ejemplo: cuen-
tapropistas en actividades altamente lucrativas, turistas nacionales, personas que
reciben remesas y las han utilizado para montar pequeños negocios /este es un dato
de Mesa-Lago. Ob. Cit), cooperativistas agropecuarios que producen productos de alta
demanda, cooperativistas no agropecuarios en el sector de los servicios gastronómi-
cos y la construcción, deportistas contratados en el extranjero, artistas vinculados a
circuitos internacionales.

116
Transición socioestructural y emergencia de capas medias en Cuba

en el extranjero, entre otras, de lo cual puede inferirse una disminu-


ción de estas capas.
Sin embargo, no es posible establecer una relación lineal, pues al
mismo tiempo que esto ocurría, se puso de manifiesto una alta ca-
pacidad de innovación y resiliencia, especialmente en los grupos de
trabajadores por cuenta propia y pequeños propietarios, que genera-
ron nuevos servicios y producciones, incursionaron en el mundo de
las inversiones y transacciones en criptomonedas y aprovecharon la
aprobación de la ley de micro, pequeñas y medianas empresas [MI-
PYMES] para expandirse.12

Transición socioestructural y retos para la modernización


de la política social

Más allá de la constatación empírica de la existencia de esta corrien-


te de movilidad social, definir un proceso de transición socioestruc-
tural hacia un “socialismo de capas medias” supone un debate sobre
si tal tipo de sociedad es posible y si esa condición es legítimamente
socialista, a diferencia de la sociedad obrerista. Una discusión simi-
lar trascurrió en “los años noventa” y varios analistas consideraron
la posibilidad de que el cuentapropismo y los grupos de trabajadores
vinculados a la economía mixta y el sector extranjero, se converti-
rían en sujetos restauradores del capitalismo.13

12
Según el Ministerio de Economía y Planificación, en mayo de 2022 se habían aproba-
do 3.173 MIPYMES privadas y 50 cooperativas no agropecuarias. Veáse: CUBADEBATE
http://www.cubadebate.cu/especial/20/22/04/05/
13
Para ahondar en este análisis ver, por ejemplo: Carmelo Mesa-Lago. Evaluación y
perspectivas de la reforma económica cubana; Bert Hoffmann. ¿El fin de las „medidas
a medias“? Una ojeada a los últimos acontecimientos de la economía cubana hasta
principios de 1995; Gillian Gunn (1995) ¿Infiltración o ancla de salvación del socia-
lismo? Consecuencias sociales de la creciente inversión extranjera en Cuba. En Bert
Hoffman Editor Cuba: apertura y reforma económica: perfil de un debate. Caracas: Nueva
Sociedad.

117
Mayra Espina Prieto

En su cuerda hipotética, este ensayo considera que, si bien los


nuevos agentes económicos emergentes en la reforma cubana tienen
potenciales de cambio contradictorios y diversos, cuyo rumbo final
no es definible ahora, el potencial de modernización socialista es sig-
nificativo y su activación y despliegue máximo dependerá, en medi-
da relevante, de las políticas y de las relaciones Estado-sociedad.
A modo de propuestas de líneas de investigación, puede encon-
trarse potencial modernizador socialista de las capas medias (vs.
restaurador capitalista) asociado, al menos, a cinco elementos vincu-
lados a su configuración:

a) Heterogeneidad socioestructural alta. Se trata de un conjunto


de capas disímiles (por origen, vínculo con la propiedad so-
bre medios de producción y el trabajo directo, fuente de in-
gresos) no de una clase, cuya diversidad de intereses hace que
no se convierta fácilmente en un actor denso, con demandas
integradas que deriven en presión política. Lo cual puede su-
ponerse que dependerá, en buena medida, de dos elementos
interconectados: la ventana de aceptación desde el poder polí-
tico: qué diálogo es capaz de establecer con grupos específicos
de la franja, con cuáles crear alianzas, qué demandas consi-
dera que está en capacidad de satisfacer; la posibilidad de que
estos grupos se sientan representados y con posibilidades de
mantener el bienestar alcanzado, dentro de reglas legítimas y
transparentes en un socialismo próspero.
b) Políticas sociales como factor de movilidad ascendente. El acceso
a la situación de medianía depende en mucho de las políticas
sociales de inclusión social, que subsidian u ofrecen gratui-
tamente salud, educación, seguridad social y acceso a bienes
culturales. De manera que se trata de grupos sociales, espe-
cialmente favorecidos por el modelo socialista de redistribu-
ción, que complementa sus ingresos y los dota de activos para
la movilidad ascendente.

118
Transición socioestructural y emergencia de capas medias en Cuba

c) Presencia de sujetos colectivos. La franja de capas medias incluye


sujetos como las cooperativas agropecuarias y no agropecua-
rias, así como un incipiente sector de (MIPYMES) con enfoque
de economía social o responsabilidad social, actores con inte-
reses prosocialistas.
d) Posible ampliación de grupos vinculados a propiedad estatal. En
el nuevo modelo económico de la reforma, si es exitoso, supo-
ne que arriben a esta franja grupos de obreros, especialistas,
funcionarios, directivos, de la empresa estatal y mixta, lo que
fortalecerá dentro de ella sectores cuya ubicación depende del
vínculo estatal.
e) Predominio cualitativo de la propiedad social. Dichas capas no se
configuran en un vacío, sino en un contexto de predominio de
la propiedad estatal que conserva la hegemonía en la econo-
mía nacional. Cierto que este es un factor controversial, pues
en la experiencia socialista cubana, la propiedad estatal no ha
sido eficiente y se le cuestiona su real condición de propiedad
social y escenario emancipador, debido a la reproducción de
mecanismos de enajenación, por tres vías: salarización como
fórmula fundamental de retribución, fallas de participación
real de los trabajadores en las decisiones laborales y produc-
tivas, ingresos con baja capacidad para asegurar bienestar y
autonomía a los trabajadores y su familia.14 La reforma actual,
al menos en teoría, declara el propósito de perfeccionar la pro-
piedad social a través de la autonomía de la empresa estatal y
la participación ciudadana en la toma de decisiones económi-
cas y una reforma salarial.15 Este sería un factor crítico para el

14
Para ahondar en las críticas al espacio laboral estatal en Cuba, véase José Luis
Martín. (2019). El trabajo en Cuba de 2018 a 2019. El tránsito posible y el necesa-
rio. Dossier La letra de Temas. ¿Cómo viene el 2019?, 23-02-2019. www.temas.cult.cu/
catalejo
15
Ver el artículo 20 del Título II Fundamentos Económicos de la nueva Constitución
cubana, que refrenda la participación de los trabajadores en los procesos de planifica-
ción, regulación, gestión y control de la economía.

119
Mayra Espina Prieto

despliegue del potencial modernizador y de inclusión social


de las capas medias.

Esta nueva configuración socioestructural tiene un doble valor: en


clave positiva supone una mejoría en términos económicos de una
franja socioestructural ya de cierta magnitud, en condición de auto-
nomía relativa o menor dependencia de las políticas públicas, para
tomar decisiones sobre la satisfacción de sus necesidades y estrate-
gias de vida. En la otra cara de la moneda, la movilidad social que
conduce a estos segmentos sociales es muy selectiva con un marcado
patrón de éxito: hombres adultos maduros, personas blancas, educa-
ción superior, capital social que facilite acceso a sectores económi-
cos emergentes de propiedad pública o mixta, activos propios para
colocarse en el mercado (casa, automóvil, remesas, ahorros), ubica-
ción territorial en espacios de economía emergente. Estos recursos
están inequitativamente distribuidos en la sociedad cubana con lo
cual se consolidan barreras de movilidad (Espina y Togores, 2013).

Conclusiones: ¿Cómo enfrentar este reto de selectividad


y ensanchamiento de desigualdades?

A juicio de la autora se requiere acelerar y profundizar el proceso


de modernización de la política social ya en curso, desplazándola
radicalmente hacia el universalismo crítico sensible a la diversidad,
pasar a una política social de interrupción de condiciones de partida
desventajosas, cuya lógica y herramientas suelen ser diferentes a las
que usualmente ha implementado el socialismo cubano.16

La socióloga y profesora de FLACSO, Geydis Fundora, argumenta la pertinencia


16

de introducir en las políticas sociales cubanas el “universalismo crítico”, entendido


como enfoque de políticas que parte de la necesidad de un horizonte de integración
general, de acceso de la población total a derechos y beneficios, a la vez que reclama el
reconocimiento de la diversidad, especialmente para asumir que condiciones de par-
tida diferentes requieren acciones también diferentes para superar brechas de equi-
dad. Veáse Fundora, Geydis. (2018). Configuración de políticas locales de promoción de

120
Transición socioestructural y emergencia de capas medias en Cuba

Una lectura práctica de esta propuesta significa un rediseño de la


política social que, conservando su sello universal, introduzca con
mayor énfasis y extensión, herramientas de focalización y atención
directa a las desventajas, concentrar los alcances de mecanismos
universales en bienes esenciales que anclan la igualdad (por ejemplo:
educación, salud, seguridad social) y liberar recursos para la aten-
ción prioritaria de grupos vulnerables, para fortalecer políticas so-
ciales afirmativas, que mejoren las posibilidades de incorporación a
corrientes de movilidad social ascendente de grupos en desventaja.
La presencia dentro de segmentos de las capas medias de la igual-
dad como valor social y de reclamos para economía social y solidaria
y prácticas empresariales de responsabilidad social indica, también,
que existe un potencial de solidaridad y ciudadanía activa (que no
tiene espacio jurídico claro en el país), aún muy desaprovechado y
que puede constituir un factor de desarrollo a escala local de fuerte
impacto.
No hay recetas, y la autora no cree tenerlas. Solo comparte algu-
nas inspiraciones posibles. Por ejemplo, la propuesta de CEPAL de
enfatizar desde tres áreas de políticas “pilares del desarrollo”:

a) Política fiscal de alto impacto redistributivo/fiscalidad proac-


tiva, reformas fiscales progresivas, fiscalidad tributaria de gas-
to público socialmente sostenible.
b) Políticas económicas/impulso a sectores y actividades inten-
sivas en conocimiento, de demanda creciente, al tiempo que
generan más y mejor empleo; apoyo a MIPYMES, incluyendo
cierre de brechas en innovación e infraestructura.

equidad en la actualización del modelo de desarrollo cubano. [Tesis doctoral]. La Habana.


Para observar avances en esta dirección de la gestión de políticas sociales en Cuba,
ver, por ejemplo: Espina, M. et al. (2021). Enfoque integral afirmativo en políticas pú-
blicas. Desafíos y propuestas para la superación de brechas de equidad racializadas
en Cuba. Estudios del Desarrollo Social: Cuba y América Latina, 9 (2). www.revflacso.
uh.cu

121
Mayra Espina Prieto

c) Políticas sociales “bisagra”/empleo productivo, protección so-


cial, educación y desarrollo de capacidades, atención a la in-
fancia, acceso de la mujer al trabajo, creación de sistemas de
cuidado.

Finalmente, junto a ello:

a) Crear incentivos para la economía social y solidaria y el coo-


perativismo y para que este sector en expansión introduzca
prácticas de inclusión, favoreciendo el empleo de jóvenes, mu-
jeres y grupos vulnerables, para calidad e innovación,
b) Propiciar encadenamientos público–privado y acceso al sec-
tor externo.
c) Implementar una política de créditos y fondos de fomentos
para (MIPYMES) y cooperativas de responsabilidad social.
d) Ampliar el espacio local y municipalización efectiva para las
políticas sociales que propicien acciones de equidad de base
micro comunitaria, como servicios inclusivos afirmativos y
de búsqueda del beneficiario, mecanismos de equidad finan-
ciera y finanzas inclusivas y solidarias (créditos, subsidios,
proyectos micro), otros incentivos y apoyos sensibles a las
desventajas para (MYPIMES), cooperativas y acceso a empleo
ventajoso (como opciones de capacitación y formación que
priorizan grupos vulnerables).
e) Fortalecer el potencial de la democratización y la participa-
ción ciudadana local directa, para mejorar la identificación
de demandas de grupos vulnerables y la diversidad de nece-
sidades y soluciones, implementar presupuestos participati-
vos, consultas públicas, referendos y espacios deliberativos
locales.

122
Transición socioestructural y emergencia de capas medias en Cuba

Bibliografía

Adamovsky, Ezequiel. (2013). Clase media: reflexiones sobre los


(malos) usos académicos de una categoría. Nueva Sociedad, (247).

Carranza, Julio. (1995). La crisis: un diagnóstico. Los retos de la


economía cubana. En Bert Hoffmann. (ed.), Cuba: apertura y refor-
ma económica. Perfil de un debate. Caracas: Nueva Sociedad.

Constitución de la República de Cuba. (2019). La Habana: Editora


Política. (Cuba).

Espina, Mayra. (2008a). Viejas y nuevas desigualdades en Cuba.


Ambivalencias y perspectivas de la reestratificación social. Nueva
Sociedad, (216). Buenos Aires.

Espina, Mayra. (2008b). Políticas de atención a la pobreza y la de-


sigualdad. Examinando el rol del Estado en la experiencia cubana.
Buenos Aires: Colección CLACSO-CROP.

Espina, Mayra et al. (2021). Enfoque integral afirmativo en políti-


cas públicas. Desafíos y propuestas para la superación de brechas
de equidad racializadas en Cuba. Revista Estudios del Desarrollo
Social: Cuba y América Latina, 9 (2). 1- 23. www.revflacso.uh.cu

Espina, Mayra y Togores, Viviana. (2013). Cambio socioestructu-


ral y rutas de movilidad en Cuba actual. Patrones, perfiles y sub-
jetividades. En Jorge Domínguez et al. (coords.). Desarrollo econó-
mico y social en Cuba. Reformas emprendidas y desafíos en el siglo
XXI. México: Fondo de Cultura Económica.

Feinberg, Richard. (2016). Open for Business. Building the Cuban


Economy. Washington D.C.: Brookings Institution Press.

Ferriol, Ángela. (2013). Ingresos y desigualdad en la sociedad cuba-


na actual. En Manuel Menéndez. (comp.), Los cambios en la estruc-
tura socioclasista en Cuba. (pp. 15- 25). La Habana: Ciencias Sociales.

123
Mayra Espina Prieto

Fresneda, Edel y Peña, Ángela. (2013). Clase social y territorio en


Cuba: miradas a los procesos de desigualdad socioclasista y es-
pacial en la periferia habanera. Cadernos do Ceam. Panorama da
realidade cubana. (5), Brasilia.

Fundora, Geydis. (2018). Configuración de políticas locales de promo-


ción de equidad en la actualización del modelo de desarrollo cubano.
[Tesis de doctorado]. Universidad de La Habana.

Galtés, Indira. (2017). Desigualdad de ingresos en Cuba: ¿qué papel


juegan los salarios? En Ricardo Torres y Dayma Echevarría (comps.),
Miradas a la economía cubana. Un acercamiento a la «actualización»
seis años después. (pp. 23- 35).La Habana: Ruth Casa Editorial.

Martín, José Luis. (23 de febrero de 2019). El trabajo en Cuba de


2018 a 2019. El tránsito posible y el necesario. Dossier La letra de
Temas. ¿Cómo viene el 2019? www.temas.cult.cu/catalejo

Mesa-Lago, Carmelo. (2016). Cuba: voces de cambio. Cuba Posible,


La Habana.

Pañellas, Daybell (2015). Reconfiguración de relaciones sociales:


pistas desde cuentapropistas capitalinos. En Omar Pérez y Ricar-
do Torres (comps.), Miradas a la economía cubana: análisis del sec-
tor no estatal. La Habana: Editorial Caminos.

Pañellas, Daybell. (2016). Grupos de altos ingresos: dinámicas


subjetivas. [Ponencia]. Seminario Anual del Centro de Estudios de la
Economía Cubana. La Habana, Cuba.

Partido Comunista de Cuba [PCC]. Actualización de los Linea-


mientos de la Política Económica y Social del Partido y la Revolu-
ción para el período 2016-2021. 2016. (Cuba).

PCC. Conceptualización del Modelo Económico y Social Cubano


del Desarrollo Socialista. 2017. (Cuba).

124
Transición socioestructural y emergencia de capas medias en Cuba

PCC. Lineamientos de la Política Económica y Social del Partido y


la Revolución. 2011. (Cuba).

Peña, Ángela. (2017). Regímenes de bienestar en Cuba. Notas para


una discusión. En María del Carmen Zabala (comp.), Debates ac-
tuales sobre política social. Cuba en el contexto de América Latina y el
Caribe. FLACSO-Cuba/Fundación Friedrich Ebert.

Rodríguez, José Luis. (2016). Las transformaciones económicas


recientes en Cuba. [ponencia]. Evento Ciencias Sociales, Feria Inter-
nacional del Libro. La Habana, Cuba.

Rodríguez, Pablo. (2011). Los marginales de las Alturas del Mirador.


Un estudio de caso. La Habana: Fundación Fernando Ortiz.

Torres, Ricardo. (2017). La transformación del modelo económico


cubano: Un balance y las nuevas propuestas. En Ricardo Torres
y Dayma Echevarría (comps.), Miradas a la economía cubana. Un
acercamiento a la «actualización» seis años después. (pp. 23- 34). La
Habana: Ruth Casa Editorial.

Toyos, Fernando. (2015). Las capas medias y los procesos políticos


post-neoliberales: los casos de Argentina y Venezuela. [ponencia].
Acta Académica XI Jornadas de Sociología. Facultad de Ciencias So-
ciales, Universidad de Buenos Aires. Buenos Aires. https://www.
aacademica.org/000-061/349

Vidal, Pável (2022). El impacto económico de las sanciones esta-


dounidenses a Cuba, 1994-2020. [documento de trabajo]. Real Ins-
tituto Elcano.

Zabala, María del Carmen. (2010). Familia y pobreza en Cuba. Estu-


dio de casos. La Habana: Acuario.

Zimbalist, Andrew y Brundenius, Claes. (1989). Crecimiento con


equidad en una perspectiva comparada. Cuadernos de Nuestra
América, (1), La Habana.

125
Vulnerabilidad en Cuba
Desafíos y aprendizajes en COVID-19
y reforma económica

Dayma Echevarría León y Mayra Tejuca Martínez

Introducción: ¿qué entender por vulnerabilidad en Cuba?

En el contexto de la pandemia de la COVID-19 se ha hecho cada vez


más familiar la utilización del término “vulnerables”, fundamen-
talmente para referirse a personas o grupos con mayor riesgo de
contagiarse con el virus. Al mismo tiempo, la difusión a través de di-
ferentes medios de la implementación de la Tarea Ordenamiento, ha
contribuido a transmitir aún más este concepto con otro enfoque,
más vinculado con la necesidad de proteger a las personas vulnera-
bles ante los efectos de las medidas relacionadas con esta reforma
económica. En este trabajo nos interesa abordar los efectos espera-
dos, de corto y mediano plazo, de la Tarea Ordenamiento en la vul-
nerabilidad social, asumida como una de las nociones que limita
–como causa o como consecuencia– el principio de equidad y justicia
social que defiende el proyecto socialista cubano.
Un análisis del origen del término “vulnerabilidad” lo sitúa
como proveniente de la palabra latina vulnus (herida), que implica

127
Dayma Echevarría León y Mayra Tejuca Martínez

la capacidad de sufrir, inherente a la corporalidad humana (Roque,


2019), por lo cual se podría entender que todas las personas somos
vulnerables de algún modo.
La vulnerabilidad social, tiene diferentes acepciones en las Cien-
cias Sociales. Algunas priorizan la comprensión de su origen (inhe-
rente, situacional, patogénica), otras sus estados o grados (potencial
o real). A esto se le añade las capacidades, entendidas como la liber-
tad personal (oportunidades y posibilidades que están realmente al
alcance) para hacerse cargo de las condiciones vulnerantes (Macken-
zie, 2013).
Bajo este enfoque, las personas en posición de poder, quienes con-
trolan los recursos y las decisiones políticas, son las responsables por
reducir las condiciones de vulnerabilidad y tienen el compromiso de
extender las garantías de bienestar para las futuras generaciones
(Goodin, 1985). Tienen la obligación de reconocer las necesidades es-
pecíficas de quienes viven en estas condiciones, ofrecer un cuidado
adecuado para romper las condicionantes que vulneran, minimizar
los riesgos del daño infligido y, paralelamente, fortalecer la autono-
mía y la promoción de capacidades de tales sujetos (Roque, 2019).
El Estado cubano ha mostrado el compromiso contra la desigual-
dad social injusta desde los inicios del proceso revolucionario, lo que
se implementó a través de un conjunto de políticas sociales y econó-
micas de ampliación del acceso a bienes que empoderan (educación,
salud, empleo remunerado, entre otros), con énfasis en mujeres y
otros grupos sociales que se encontraban en desventaja. Las políticas
universales y la ampliación de derechos ciudadanos han sido pilares
de esta intensión que toma como principio la igualdad en todos los
órdenes. Sin embargo, persisten brechas de equidad en la sociedad,
las cuales se hicieron más visibles luego de la crisis de la década de
los años noventa.
Una revisión de la estrategia país y su enfoque hacia el tratamien-
to de la vulnerabilidad social se puede realizar a través de una lectura
crítica de los informes centrales, discursos inaugurales o de clausu-
ra, las tesis y resoluciones o los lineamientos económicos y sociales
128
Vulnerabilidad en Cuba

de los Congresos del Partido Comunista de Cuba. Se observa en ellos


un compromiso con la igualdad entre todas las personas, que se ma-
terializa en políticas de ampliación de oportunidades y promoción
de acceso a diferentes espacios reconocidos socialmente. Se hace no-
tar la intencionalidad hacia la incorporación de las mujeres a la vida
económica del país y a la promoción del campesinado como agente
de desarrollo. Las desigualdades son percibidas como “vestigios” de
épocas precedentes.
No es hasta la década de los años noventa que se comienza a mos-
trar, de manera explícita en estos documentos, la necesidad de man-
tener la protección a grupos de personas que podrían estar afectados
por diferentes condiciones (Castro, 1991).
Según Ferriol, Ramos y Añé, 2004 y Espina y Martín, 1996, las re-
formas estructurales promovidas en la década del noventa, aumen-
taron la brecha entre los grupos en condiciones de vulnerabilidad y
aquellos en una situación ventajosa. Se hizo evidente entonces un
acceso diferenciado a la estructura de oportunidades para alcanzar
determinados niveles de bienestar y un proceso más claro de hetero-
genización social.
Si bien han existido diferentes acepciones para referirse a es-
tos grupos –población en riesgo, grupos vulnerables, pobreza– hay
una identificación creciente, tanto desde la investigación social
como desde la política, de la existencia de grupos de personas que
enfrentan mayores limitaciones para aprovechar la estructura de
oportunidades que generan las políticas universales y otras que se
implementaron como respuesta a los diferentes procesos de reajuste
económico (Zabala, 2020; PCC, 2017).
Desde la academia se pueden encontrar diferentes análisis sobre
las causas que condicionan la vulnerabilidad social. En uno de los
trabajos revisados, se conceptualiza a la población en riesgo como
“aquella parte de la población en peligro de no poder cubrir algu-
na necesidad básica, y que por ello debe ser monitoreada y atendi-
da por la política social” (Ferriol, Carriazo, Echavarría y Quintana,
1997, p.19). Una sistematización más reciente de investigaciones que
129
Dayma Echevarría León y Mayra Tejuca Martínez

abordan esta problemática encontró que la vulnerabilidad social se


aborda desde diferentes aristas: asociada a la condición de morbi-
lidad, a la condición y posición de género, a la condición etaria, al
color de la piel, a la discapacidad, a la condición económica, a la vi-
vienda, el hábitat y el contexto territorial, al capital cultural, a los
procesos de violencia, marginación, discriminación, inferiorización
y a la participación política (Colectivo de autores, 2020a).
En los documentos programáticos del proceso de actualización
del modelo económico y social, la condición que puede convertir a
una persona o grupo de personas en vulnerables se aborda desde
ejes como: la alimentación (Partido Comunista de Cuba [PCC], 2011,
2017), “la salud, la higiene y demás condiciones básicas de vida” (PCC,
2017, p. 49), ante los efectos del cambio climático (PCC, 2017, p. 20).
En el documento que sintetiza la Estrategia Económico-Social para
el impulso de la economía y el enfrentamiento a la crisis mundial
provocada por la COVID-19, se hace mayor énfasis en la protección
a grupos vulnerables, y aunque no se explicita de manera directa,
la vulnerabilidad por carencia o insuficiencia de recursos económi-
cos, así como la vulnerabilidad por condición de salud aparece con
mayor fuerza (Ministerio de Economía y Planificación [MEP], 2020).
Una definición más operativa del concepto de grupos en situa-
ción de vulnerabilidad, se puede encontrar en el Manual de Proce-
dimiento para el Trabajo de Prevención, Asistencia y Trabajo Social,
del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social (Castañeda, 2018, p. 33).
Esta clasificación considera como vulnerables a:

a) Población menor de 18 años con problemáticas sociales (vícti-


mas de maltrato infantil, desatención familiar, que no tienen
cubiertas necesidades básicas, desvinculados del Sistema de
Educación, con condiciones materiales precarias, confluencia
de múltiples problemáticas),
b) Población joven y adulta sin vínculo laboral o estudiantil
formalizado, sancionados sin internamiento, egresados de

130
Vulnerabilidad en Cuba

establecimientos penitenciarios, consumo de bebidas alcohó-


licas y drogas.
c) Adultos mayores con problemáticas sociales, que viven com-
pletamente solos y necesitan de cuidados por falta de validis-
mo físico y mental; con necesidades insatisfechas materiales
(vestuario, calzado y alimentación) y de servicios, asistencia
social, ayudas técnicas o apoyo emocional, víctimas de mal-
trato físico y/o psicológico, carentes de protección y apoyo fa-
miliar, con hábitos inadecuados de consumo de alcohol, que
deambulan por las calles sin atención de sus familiares.
d) Personas con discapacidad que necesitan una atención social
por algún tipo de discapacidad (física motora, auditiva, visual,
intelectual o mental, sordoceguera, mixtas y postradas), con
enfermedades de baja prevalencia, con necesidades materia-
les básicas sin cubrir y con necesidades de atención especiali-
zada de asistencia social, salud y/o ayudas técnicas.
e) Familias y otros grupos en situación de vulnerabilidad o
riesgo social y principales problemáticas comunitarias: con
problemas en la educación de sus hijos, con personas depen-
dientes que no reciben la protección y el apoyo requerido, con
manifestaciones que reflejan alteraciones en la conducta so-
cial, con necesidades básicas insatisfechas, en las que se iden-
tifiquen irrespeto de los derechos individuales.

Como puede observarse, esta definición tiene en cuenta un grupo


diverso de condicionantes sociales y su entrecruzamiento para con-
siderar a personas/grupos como vulnerables. Esta clasificación de-
viene de los resultados del trabajo social que se desarrolló en Cuba en
la etapa conocida como Batalla de Ideas, donde se realizaron impor-
tantes levantamientos de grupos poblacionales que habían quedado
al margen de las reformas de “los años noventa”. En esta etapa ocu-
rrió un reconocimiento público de la contradicción entre los propó-
sitos de justicia social del proyecto revolucionario y la reproducción

131
Dayma Echevarría León y Mayra Tejuca Martínez

de desigualdades en el contexto de la crisis. Se jerarquizó la agenda


social y se promovieron transformaciones orientadas a la supera-
ción de desigualdades.1
Al llegar a finales de la segunda década del siglo XXI resulta aún
complicado identificar con precisión la magnitud y características
de la población vulnerable en Cuba. De manera reciente, dentro de la
propuesta de política para atender la vulnerabilidad social, se plan-
teó la siguiente definición:

Por situación de vulnerabilidad se define aquella que limita o dificul-


ta la capacidad de una persona, hogar-familia, grupo o comunidad
para:

a) anticipar, lidiar, resistir y recuperarse del efecto de una amenaza


(natural, económica, social, de salud),

b) aprovechar las oportunidades disponibles en cada territorio y dis-


tintos ámbitos socioeconómicos (empleo o autoempleo, educación,
capacitación, salud, créditos y subsidios, servicios, cultura entre
otros) y en redes de relaciones, para garantizar su subsistencia, ca-
lidad de vida, bienestar o impedir su deterioro (Colectivo de autores,
2020b).

De esta forma, se tienen en cuenta tanto las condiciones vulnerantes


externas como las capacidades para aprovechar, de manera efectiva,
las oportunidades que se crean. Como se observa, es este un fenóme-
no complejo y multicausal, que hace notar el riesgo de quedar o caer
en situaciones de pobreza y exclusión.

1
Entre 2000-2003 ocurrió un levantamiento de información acerca de determinadas
problemáticas: jóvenes desvinculados del estudio y del trabajo, menores residentes en
barrios marginales de la capital, niños y niñas con bajo peso / baja talla, jubilados y
pensionados de más bajos ingresos económicos, personas con discapacidades, entre
otras situaciones que reclamaban de atención (Gómez-Cabeza, 2015, pp. 49-55) (Cobas,
2010).

132
Vulnerabilidad en Cuba

¿Quiénes son las personas que viven en situaciones


de vulnerabilidad en Cuba?

Resulta difícil valorar de manera adecuada la magnitud de las per-


sonas que viven situaciones de vulnerabilidad en Cuba, no solo por
la complejidad del término, sino por la escasez de datos que les iden-
tifiquen. Una de las vías posibles para su identificación puede ser la
asistencia social e indicadores relacionados.
La asistencia social en Cuba hoy, protege a núcleos y personas en
condiciones de vulnerabilidad con prestaciones económica y de ser-
vicios, así como otros apoyos específicos. Entre ellas se encuentran:
prestaciones monetarias temporales, prestaciones equivalentes al
salario para madres de hijos con discapacidad severa, servicio de
asistencia social a domicilio para el cuidado de personas mayores
y/o con discapacidad, pago del consumo eléctrico a pacientes cróni-
cos, subsidios para el pago de los servicios de alimentación, cuidado
en hogar de ancianos, así como para pagos parciales o totales de re-
cursos a familias con situaciones sociales críticas. En la actualidad,
se encuentra en proceso de aprobación una política de atención a
situaciones de vulnerabilidad que amplia esta concepción.
Un análisis de los principales indicadores de asistencia social, pu-
blicados en el Anuario Estadístico de Cuba, muestra su evolución en
los últimos 15 años.

133
Dayma Echevarría León y Mayra Tejuca Martínez

Gráfico 1. Principales indicadores del sistema de la asistencia social.


(Panel A) Gastos en Millones de Pesos (MP), beneficiarios (total de personas
protegidas) y núcleos protegidos. En el inserto Gastos como porcentajes del
PIB. (Panel B) Beneficiarios de los diferentes programas de la asistencia
social

Fuente: Elaborado por las autoras a partir de datos de los Anuarios Estadísticos de
Cuba de varios años (ONEI, 2011, 2016, 2020).

Como se observa en el gráfico anterior, luego de una etapa de am-


plia cobertura en gastos y servicios de asistencia social a inicios de

134
Vulnerabilidad en Cuba

la década de los dos mil, que tuvo su máxima expresión hacia los úl-
timos años del decenio, ocurrió una fuerte contracción de los indica-
dores de este sistema de atención. Alrededor del año 2014, los gastos
totales y la cantidad de adultos mayores beneficiarios de la asisten-
cia social comienzan a recuperarse ligeramente. En cualquier caso,
los indicadores del sistema de asistencia social en su conjunto se han
mantenido con relativa estabilidad, por debajo de lo alcanzado a ini-
cios de siglo, pero por encima del período de mayor contracción.
A partir del año 2010 se produjo una reducción significativa de
los gastos por la asistencia social como porcentaje del Producto In-
terno Bruto [PIB], el cual, como media, se ha mantenido alrededor
del 0,35% desde 2011, lo que contrasta con los valores alcanzados a
finales de los años 2000 de alrededor del 1,06%, es decir, tres veces
mayor (ver gráfico inserto en el panel A).
Si se contrasta esta cobertura con los grupos poblaciones refe-
rentes, se puede afirmar que en el año 2020 es relativamente baja la
proporción de personas que vive en situaciones de vulnerabilidad:
los beneficiarios de la asistencia social representaban el 2,7% de la
población cubana en edad laboral de ese año, los núcleos protegi-
dos por la asistencia social representaban el 3,15% de las unidades
de alojamiento censadas en el 2012.2 Asimismo, los adultos mayores
beneficiarios de la asistencia social en 2020 representaban el 3,7%
de la población de 65 años y más y las personas con discapacidad
beneficiarias de la asistencia social representaban el 6,19% de las per-
sonas con discapacidad censadas en el 2012. Con excepción de este
último indicador, en 2020 se ha ampliado el porcentaje de las perso-
nas beneficiarias de la asistencia social respecto al 2019 en todos los
indicadores antes mencionados.3

2
Último dato disponible. Se asume para este trabajo que las Unidades de alojamien-
to identificadas por el Censo constituyen un indicador proxy de los núcleos.
3
En 2019 los beneficiarios de la asistencia social representaban el 1,6% de la pobla-
ción cubana de ese año, los núcleos protegidos por la asistencia social representaban
el 2,9% de las unidades de alojamiento censadas en el año 2012. Los adultos mayores
beneficiarios de la asistencia social en el 2019 representaban el 2,4% de la población

135
Dayma Echevarría León y Mayra Tejuca Martínez

Otro de los indicadores que da cuenta del peso de la población


en condiciones de vulnerabilidad lo constituye el índice de pobreza
multidimensional, que para 2017 afectó alrededor de 50 mil perso-
nas (MEP-PNUD, 2021). El índice de pobreza multidimensional repre-
senta el porcentaje de población con privaciones de determinados
bienes y servicios. Para Cuba se tuvo en cuenta la tenencia de activos,
el tipo de combustible para cocinar, el acceso a saneamiento ade-
cuado, el acceso a agua potable, la nutrición, las condiciones de vida
(paredes, piso, techo de la vivienda), años de educación, asistencia
escolar, acceso a electricidad y mortalidad infantil. Los porcentajes
en cada uno de estos indicadores representa la población que tiene
privación –no tiene/ no accede– a esos bienes y servicios.
Los rubros que alcanzaron peores indicadores, expresados en
porcentaje de población con privaciones, fueron la tenencia de ac-
tivos (9,43%), el tipo de combustible para cocinar (3,5%) y el acceso
a saneamiento adecuado (3,12%). Aunque tienen valores muy bajos,
indican componentes claves de vulnerabilidad que deben ser tenidos
en cuenta.
Si bien se puede afirmar que la proporción de personas que vive
en situación de vulnerabilidad social en Cuba es relativamente baja,
un país que abraza un proyecto de sociedad con equidad y justicia
social tiene entre sus principios el compromiso por proveer mecanis-
mos que permitan salir de esa condición a quienes estén y evitar que
se amplíe ese grupo. Por ello, cualquier reforma económica que se
lleve a cabo debe darle seguimiento a sus efectos sobre estos grupos.
La Tarea Ordenamiento, en un contexto de pandemia, sin lugar a du-
das trae nuevos desafíos en el abordaje del tema.

de 65 años y más y las personas con discapacidad beneficiarias de la asistencia social


representaban el 6,4% de las personas con discapacidad censadas en 2012.

136
Vulnerabilidad en Cuba

El tratamiento a la vulnerabilidad en la Tarea Ordenamiento

En este contexto, el 10 de diciembre de 2020 se anuncia el inicio de la


Tarea Ordenamiento partir del 1ro de enero de 2021. Como se ha rei-
terado, este proceso incluye la unificación monetaria y cambiaria, la
corrección de precios relativos en el segmento de las personas jurídi-
cas, la eliminación de subsidios excesivos y gratuidades indebidas y la
transformación en la distribución de los ingresos de la población, en
lo referido a salarios, pensiones y prestaciones de la asistencia social.
De particular impacto sobre las personas en situación de vulne-
rabilidad resulta la eliminación de subsidios excesivos y gratuidades
indebidas, en tanto, entre las aristas de la vulnerabilidad se encuen-
tran, entre otras, la condición etaria, la discapacidad y la condición
económica, todas ellas o sus combinaciones contempladas entre los
beneficiarios potenciales de la asistencia social cubana.
Como parte del proceso se modificaron las cuantías de las presta-
ciones que se otorgan tanto a los núcleos donde no existen ingresos
como a aquellos donde existen ingresos, pero los per cápita son infe-
riores a la cuantía que corresponde (Feitó-Cabrera, 2020).
Se ha reconocido que antes de la Tarea Ordenamiento, quienes
recibían asistencia de la seguridad social, recibían prestaciones mo-
netarias inferiores a la canasta básica (Trabajadores, 2020). Según
datos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe [CE-
PAL], en 2018 (último año registrado por ese organismo), las transfe-
rencias monetarias del régimen de asistencia social cubano tenían
un mínimo de 217 CUP y no superaban los 260 CUP (CEPAL, 2020).
Sin embargo, la llegada de la pandemia COVID-19 y las medidas
adoptadas por el sistema de seguridad social pusieron en evidencia
la existencia de un número importante de personas viviendo en con-
diciones de vulnerabilidad, que hasta ese momento no eran atendi-
das por la asistencia social.4

4
El 23 de junio de 2020, el MTSS publicó en su cuenta de twitter que hasta la fecha
los trabajadores sociales habían evaluado más de 649 mil núcleos familiares, de los

137
Dayma Echevarría León y Mayra Tejuca Martínez

Por otro lado, ante la posible aparición de nuevos grupos vulne-


rables como resultado de la implementación de la Tarea Ordena-
miento, el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, como estructura
gubernamental que atiende la prevención, asistencia y el trabajo so-
cial, ha actuado en varias direcciones.
Se aprobó como prestación mínima para núcleos de una persona
la cifra de 1.260 pesos, el 60% del salario mínimo del país. Los núcleos
compuestos por un número mayor de personas recibirán un monto
de 800 pesos por cada persona adicional, equivalente al costo de la
alimentación.
Las Direcciones de Trabajo a nivel municipal se han ocupado de
la identificación anticipada de posibles personas vulnerables por ra-
zones económicas en la nueva coyuntura, así como de la actualiza-
ción de la situación de los que desde antes eran sujetos de la atención
del sistema de atención social establecido en los territorios (Delgado,
2020).
Por otro lado, se produjeron modificaciones importantes en el Re-
glamento de la Ley de Seguridad Social (Decreto-25/2020). En cuanto
a la Asistencia Social se cambiaron los procedimientos en términos
de tiempos y niveles de aprobación, con el propósito de lograr in-
mediatez en el otorgamiento de las diferentes alternativas de pro-
tección que contempla el sistema, ya sean prestaciones monetarias,
servicios sociales comunitarios o servicios sociales institucionales.
A este punto resulta importante analizar en qué medida el con-
cepto de vulnerabilidad se ve reflejado en la legislación cubana
normativa de la asistencia social, entendido en un sentido amplio,
que incluye no solo los condicionantes económico y de salud, sino
también condicionantes sociales. La reforma general de salarios,
pensiones y prestaciones de la asistencia social se asienta en los con-
ceptos recogidos en la Ley 105 de Seguridad Social (Ley-105/2008) en

que más de 306 mil eran adultos mayores que vivían solos y 125 mil personas con
discapacidad (ACN, 2020).

138
Vulnerabilidad en Cuba

un nuevo contexto, el que impone la implementación de la Tarea


Ordenamiento.
En lo relativo al régimen de asistencia social, la Ley 105 en el artí-
culo 4 de las generalidades plantea que el régimen de asistencia so-
cial protege a cualquier persona no apta para trabajar que carezca de
familiares en condiciones de prestarle ayuda. Luego, en el artículo
105, se especifica que protege a los ancianos sin recursos ni amparo,
a cualquier persona no apta para trabajar que carezca de familiares
en condiciones de prestarle ayuda, u otros que así lo requieran. Más
adelante, en el artículo 108, donde se detallan los protegidos por el
régimen de asistencia social cubano, se incluyen familias o perso-
nas que, debido a múltiples causas, presentan insuficiencia o caren-
cia total de ingresos. Por otra parte, en el artículo 111 se declara que
los servicios sociales responden a programas y acciones dirigidos a
adultos mayores, personas con discapacidad o enfermedades cróni-
cas, embarazadas, niños, egresados de establecimientos penitencia-
rios y otros grupos poblacionales.
En estos artículos la necesidad de asistencia social se identifica
mayoritariamente con el déficit de ingresos, es decir con motivos
económicos y con situaciones de salud y –en menor medida– con
asuntos sociales donde solo se mencionan los egresados de esta-
blecimientos penitenciarios. De hecho, aunque se atienden otras
situaciones, son cuatro los programas que conforman el sistema de
asistencia social cubano: Adultos mayores, Personas con discapaci-
dad, Madres de hijos con discapacidad severa y el Servicio de asisten-
te social a domicilio.
La pandemia COVID-19 ha puesto en evidencia, como nunca an-
tes, la necesidad de que la política social cubana amplíe los progra-
mas de protección social no contributiva con una mirada más amplia
que le permita llegar a un grupo de personas y familias vulnerables
que, hasta el momento, han quedado excluidos de la asistencia social
(Mora y Colina, 2020). En esta ampliación deberán considerarse pro-
gramas que atiendan fenómenos sociales como los tipificados en el
Manual de Procedimiento para el Trabajo de Prevención, Asistencia
139
Dayma Echevarría León y Mayra Tejuca Martínez

y Trabajo Social, del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social antes


expuestos.
Un número importante de posibles beneficiarios de los progra-
mas de asistencia social existentes han sido detectados durante la
pandemia y seguramente aumentarán con la implementación de
la Tarea Ordenamiento, los que no gozan de los beneficios de esos
programas de manera permanente y deberían ser incluidos. En este
sentido, llama la atención la reducción de la cobertura social que se
produjo entre los años 2009 y 2010, que se comentaba con anterio-
ridad. Tal contracción obedeció a un proceso de saneamiento fiscal5
llevado a cabo por esos años, luego de una etapa de amplia cobertura
en gastos y servicios de asistencia social.
En las nuevas circunstancias, y aun cuando la eliminación de
subsidios y gratuidades indebidas parece necesaria, se hace impres-
cindible el incremento de los beneficiarios de la asistencia social
motivado por el incremento de las desigualdades sociales que se ha
constatado en los últimos tiempos y por el envejecimiento de la es-
tructura demográfica de la población cubana.
Para lograr una atención social más amplia no siempre se re-
quiere un financiamiento adicional, tal es el caso de la atención a
una parte importante de los adultos mayores que viven solos,6 que
son autosuficientes económicamente, pero necesitan atención y
acompañamiento. Lo mismo ocurre con aquellas familias que pre-
sentan algunas de las situaciones sociales que se describieron con
anterioridad.
Retomando el tema de las prestaciones monetarias de la asisten-
cia social, es cierto que la prestación mínima se ha incrementado 5,8
veces; sin embargo, habría que considerar que el punto de partida
para quienes recibían asistencia social antes de la Tarea Ordena-
miento era muy bajo.

5
De esta forma se le llamó al proceso de verificación de la pertinencia de la asistencia
social para personas y núcleos familiares lo que redujo el acceso y la cobertura de la
asistencia social.
6
En 2019, el 17,4 % de los adultos mayores viven solos (MEP-PNUD, 2021).

140
Vulnerabilidad en Cuba

Un estudio basado en datos de 2016, estimó los gastos básicos7 de


hogares urbanos compuestos por tres personas8 utilizando dos alter-
nativas de gastos en alimentos.9 A partir de estos gastos se calculó el
per cápita mensual. Para la variante más exigente el gasto per cápita
resultó de entre 699 CUP y 748 CUP, mientras que para la otra opción
osciló entre 550 CUP y 604 CUP (Anaya y García, 2018). Alrededor de
estas mismas cifras se encontraba la publicada por Pérez en 2016.
Según este autor, algunos estudios indicaban que para la fecha se
necesitaban en torno a 850 CUP mensuales per cápita para cubrirlas
necesidades básicas (Pérez, 2016).
También es importante que el incremento nominal de las pres-
taciones se traduzca en un incremento real del poder adquisitivo, lo
que se afecta por la magnitud del incremento de los precios que se ha
constatado a partir de la implementación de la Tarea Ordenamiento,
por lo que el cálculo del precio actual de la canasta de bienes y ser-
vicios de referencia en 1528 CUP no resulta coherente con los datos
citados anteriormente.
En el marco de la Tarea Ordenamiento, el Sistema de Atención a
la Familia [SAF], uno de los servicios sociales comunitarios de la asis-
tencia social, ha recibido particular atención. En este caso se trata
de unidades gastronómicas que se subordinan al comercio interior
y que prestan un servicio dirigido a un grupo de personas que tiene
limitaciones para elaborar alimentos de manera independiente, de-
bido a la edad, discapacidad u otras situaciones, por lo que se hace
necesario complementar su alimentación. La dispersión de normas

7
Entre los gastos básicos se consideraron alimentación, ropa, calzado, productos de
higiene y aseo, medicamentos, y servicios de energía eléctrica, transporte, agua y gas.
8
Promedio de personas por hogares cubanos según el censo de población y vivien-
das del 2012.
9
La primera alternativa estimó el gasto en alimentos a partir del consumo calórico
y proteico promedio de la población cubana en el 2016 y la segunda tomó como base
el consumo de alimentos equivalente al requerimiento calórico y proteico establecido
por el Instituto de Nutrición e Higiene de los Alimentos para la población cubana. Los
consumos calórico y proteico resultantes fueron de 3 524 kcal y 82 gramos de proteína
y de 2 400 kcal y 72 gramos en la primera y segunda variantes, respectivamente.

141
Dayma Echevarría León y Mayra Tejuca Martínez

técnicas utilizadas en la elaboración de alimentos, las diferencias


de precios y el incremento del costo de los insumos fundamentales
hicieron imprescindible aprobar nuevas regulaciones para el desa-
rrollo de esta actividad en el contexto de la Tarea Ordenamiento. Del
análisis de la nueva resolución que norma el funcionamiento de los
SAF resulta evidente la intención de lograr un mayor control de la
actividad, que redunde en un mejor servicio a la población a la que
está dirigido (Resolución-142/2020).10
Sin embargo, a partir del incremento desmedido de los precios de
las comidas que se ofertan en esos centros, que tuvo lugar en los pri-
meros días de enero de 2021, ocurrió una reducción considerable de
las personas que asisten a esas entidades, lo que originó una investi-
gación sobre el origen de tal comportamiento. El estudio, llevado a
cabo en los 15 municipios de la capital del país, arrojó insuficiencias
relacionadas con la baja calidad en la elaboración de los alimentos,
inadecuado gramaje de las raciones y altos precios, fijados tras el or-
denamiento monetario (Douglas, 2021).También se detectaron pro-
blemas en cuanto a las condiciones físicas de los establecimientos y
los recursos de que disponen para la elaboración de los alimentos, así
como la falta de vocación de servicio público de quienes administran
esos espacios y el desvío de recursos. Además, se constató la lejanía
relativa de algunas de estas unidades gastronómicas, lo que dificulta
el acceso a personas con enfermedades o edades muy avanzadas.
La citada investigación reveló un nivel de satisfacción de solo el
25% de los beneficiarios del servicio, que solo el 42% de los benefi-
ciados acude todos los días a esos establecimientos y que el 31% de
los inscriptos no lo había hecho nunca. Estas instalaciones fueron

Se ha concebido un conjunto de registros de información como el que incluye a


10

todos los censados, el de censados por modalidad de servicio y el de asistencia diaria.


Los SAF deben llevar también un control del menú semanal que contempla la infor-
mación diaria sobre platos, calorías, contenido de las raciones y precios, todos ellos
documentos sensibles a revisión. Adicionalmente, la resolución normativa contiene
menús de referencia con las cantidades a servir de cada alimento y las calorías co-
rrespondientes y da indicaciones para la elaboración de los menús según un grupo de
principios.

142
Vulnerabilidad en Cuba

concebidas originalmente como espacios de socialización, donde se


promovía que los beneficiados efectuaran la alimentación en la pro-
pia unidad, con la intención de contribuir a propiciar la actividad
social y con ello mejorar la su calidad de vida, con una garantía de
atención social por parte de personal especializado.
Los SAF son unidades gastronómicas, por lo tanto, son las direc-
ciones de comercio de los territorios las que controlan su correcto
funcionamiento. Por otro lado, los Consejos de Administración Mu-
nicipales aprueban la relación de las personas con derecho a reci-
bir sus beneficios y, adicionalmente, se supone que funcionen bajo
la observancia de trabajadores sociales que atienden cada consejo
popular. La dispersión de factores participantes y responsables del
funcionamiento de este servicio, eminentemente social, puede ser la
base de sus insuficiencias. Resulta evidente la necesidad de una re-
forma estructural del sistema en su conjunto con vistas a garantizar
su sostenibilidad y encargo social.
El tema de los precios requiere una atención especial. Con precios
que oscilan entre 8 y 13 pesos por comida (Feitó, 2021), el gasto diario
pudiera alcanzar como mínimo alrededor de 16 pesos, sin contar el
desayuno. Esto implica un costo mínimo mensual de 480 pesos, una
cifra alta para una parte de los beneficiarios si se tiene en cuenta que
ha sido calculada asumiendo el mínimo de consumo diario por este
concepto y dado el costo del resto de los servicios básicos que es ne-
cesario pagar mensualmente, así como de otras actividades consus-
tanciales a una existencia plena.

Vulnerabilidades: efectos inmediatos que están ocurriendo


o que son previsibles en el corto plazo

Como se ha comentado hasta el momento, el tratamiento a las vul-


nerabilidades sociales ha adquirido mayor visibilidad en los últimos
tiempos y el contexto COVID-19 ha puesto en la agenda pública el
tema. La Tarea Ordenamiento, además, en su misión de focalizar
143
Dayma Echevarría León y Mayra Tejuca Martínez

subsidios y gratuidades tiene en la mira una adecuada identificación


de personas y familias en estas condiciones. Sin embargo, producto
de las medidas asociadas a la contención de la pandemia y a la propia
Tarea Ordenamiento, podría preverse que se incrementen las perso-
nas en esta condición, relacionada –principalmente– con vulnerabi-
lidades en el acceso a los alimentos y por insolvencia económica.
Se dificulta el acceso a los alimentos, tanto por la disminución
de su oferta como por la incapacidad para acceder a ellos –inestabi-
lidad de los suministros e insolvencia económica–. Desde la oferta
de alimentos se puede decir que, si bien se ha visto restringida en la
etapa de la pandemia, esta situación viene a agravar los complicados
desempeños previos que tenía el país en este ámbito.11
Podría esperarse una reducción de la capacidad de compra y con
ello el acceso a los alimentos puede tener expresiones diferentes se-
gún mujeres y hombres y según la etapa del curso de vida en que se
encuentre. A su vez, se pueden analizar, al menos, dos aristas: el alza
de precio e inestabilidad del suministro de los alimentos y la dismi-
nución de los ingresos.
Aunque no se encuentran cifras oficiales aún, los precios de los
alimentos de la dieta básica cubana se han incrementado exponen-
cialmente en el último año, más allá de que la Tarea Ordenamien-
to estableció diversas normas que regulan su precio en el mercado
formal. Sin embargo, no existen ofertas suficientes, en cantidad y
diversidad, de estos productos formalmente por lo que se han “su-
mergido” en el mercado informal. Por solo citar algunos ejemplos,
el arroz superó más de 10 veces su costo (pasó de costar 4 CUP en el

Entre las condiciones principales que han incidido en la baja disponibilidad de ali-
11

mentos se encuentra el recrudecimiento del bloqueo norteamericano, las complejas


condiciones que ha traído la sequía, la reducción significativa de las inversiones do-
mésticas y de las inversiones extranjeras. También, al ser un país importador de ali-
mentos para garantizar la dieta básica –se estima que los alimentos representativos
de la canasta del consumidor cubano, indican que, por su valor, los productos impor-
tados representan aproximadamente entre el 65-69% de la disponibilidad total– verá
reducida sus posibilidades de adquirir los productos en el mercado mundial por la
crisis global y por el aumento de los precios y de las tasas de crédito comercial.

144
Vulnerabilidad en Cuba

mercado regulado estatal a 50 CUP en el mercado informal, aunque


su precio topado es de 7-10 CUP), y los frijoles pasaron de costar 10
CUP por libra en el mercado agropecuario y 15 CUP en el mercado
formal a costar 60 CUP en el mercado informal. Otro aumento signi-
ficativo lo tuvo la carne de cerdo: por ejemplo, en La Habana, pasó de
45 CUP por libra –en el mercado agropecuario– a costar 250 CUP en
el mercado informal, aunque su precio topado es de 45 CUP.
Estas alzas se relacionan, en primer lugar, con problemas en la
producción de estos renglones alimentarios, previos a la pandemia
y a la Tarea Ordenamiento, que se han agravado ante las medidas
de restricción del transporte y aislamiento social, así como por la
unificación monetaria y el incremento de los costos de producción.
Su efecto se hace evidente en la estructura de gastos de las familias
cubanas.
En la estructura estimada para los gastos de un hogar cubano ur-
bano en 2016, el gasto en alimentos constituía el principal destino:
entre el 54-42% de los gastos en dependencia de la variante de consu-
mo calórico utilizada para su estimación (Anaya y García, 2018). Otro
estudio desarrollado en un consejo popular de La Habana, también
mostró que la alimentación constituía el principal destino de los gas-
tos familiares (Echevarría, Tejuca y Pañellas, 2019).
Si bien se ha mantenido la oferta de productos para el consumo
normado y se han tomado medidas para incorporar productos con
venta controlada por la libreta,12 aún resulta insuficiente para com-
pletar los requerimientos alimenticios, aunque representa un aporte
significativo para muchas familias.13 La canasta básica en torno a la
cual se calculó el salario y la pensión mínima y los incrementos

12
Entre ellos la venta de módulos de aseo y de alimentos para grupos vulnerables
como personas mayores y niños y niñas menores de 12 años.
13
Un estudio publicado en 2012 mostraba que “la distribución normada contribuye
aproximadamente con el 36% de las calorías diarias consumidas y ello alcanza a cu-
brir alrededor de unos 12 días mensuales, de acuerdo con el consumo total de calorías
reportado. La proteína total obtenida por la vía de la libreta cubre apenas unos 10
días al mes; y en cuanto a las grasas, estas cubren aproximadamente unos 9 días”
(González, Robaina y García, 2012, p.19).

145
Dayma Echevarría León y Mayra Tejuca Martínez

salariales no se logra cubrir con los productos normados, aque-


llos que permanecen controlados o con tope de precios mantienen
una oferta reducida. Adicionalmente, han aumentado los precios
de los servicios de energía eléctrica, agua, gas, transporte y de los
medicamentos.
Por otra parte, a pesar del incremento del salario medio nominal
mensual, ha ocurrido una disminución de los ingresos familiares.
No se cuenta con cifras públicas que muestren la disminución de
los ingresos en los hogares, sin embargo, existen diferentes procesos
ocurridos en el contexto de la pandemia que permiten suponer este
comportamiento. Entre ellos la condición de interrupción laboral, la
frágil protección de quienes trabajan en el sector no estatal, la inesta-
bilidad de ingresos del sector informal y la contracción esperada de
quienes trabajen en el sector estatal empresarial. A continuación, se
explica cada una de estas condiciones:

• La declaración de interrupción laboral

A inicios de junio de 2020 existían 142.510 trabajadores interruptos,


quienes recibieron el primer mes el 100% de su salario, y después el
60% del mismo. Las causas que motivaron esta interrupción laboral
se relacionan con: la paralización total o parcial de algunos centros
de trabajo, la necesidad de madres de hijos e hijas en edad escolar de
cuidarlos ante el cierre de escuelas, la medida de protección a traba-
jadores mayores de 60 años y otros con problemas de salud. En los
casos de paralización de centros de trabajo estatales, se ha tratado de
reubicar a los trabajadores en otros empleos. De ellos, el 10% ha sido
reubicado en su cargo y el 19% en otras labores. Para el grupo que no
aceptó la reubicación que se le propuso, se le suspende el pago del
60% del salario, aunque al reanudarse las labores se puede incorpo-
rar a su puesto de trabajo (Silva, 2020).
Es de esperar que la mayoría de las personas que hayan sido de-
claradas interruptas sean mujeres pues constituyen las protegidas
las madres al cuidado de niños, insertadas en el empleo formal,
146
Vulnerabilidad en Cuba

quienes tienen que acogerse a esta medida por el cierre de las escue-
las. También es de esperar que la mayoría de las personas declaradas
interruptas por motivos de salud sean mujeres ya que ellas padecen
en mayor medida de enfermedades que, de infectarse con COVID-19,
pueden empeorar la evolución14.
La disminución significativa de los ingresos de estas personas o
la falta de ellos, afectará su capacidad de compra, especialmente lue-
go de un año sin que se logre estabilizar la economía ni la situación
epidemiológica.

• La fragilidad de la protección de las personas contratadas en el sector


no estatal

Si bien se estipuló un grupo de medidas de protección para el sec-


tor de trabajo por cuenta propia, no resulta suficiente para cubrir
los ingresos de las personas contratadas ni de los pequeños nego-
cios. Se orientó que los dueños de los negocios pagaran el salario a
sus trabajadores según las horas trabajadas en el último mes y que
debían cubrir el 60% de los salarios en el mes siguiente, siempre y
cuando éste no fuera inferior al salario mínimo15. Sin embargo, no
todos los negocios privados cuentan con los fondos necesarios para
honrar esta disposición16. La situación de paralización de actividades
se extiende por un año para algunas relacionadas con el turismo y la

14
Según datos del Anuario de Salud 2019, las mujeres tienen una tasa de prevalencia
de hipertensión arterial, asma bronquial y diabetes mellitus superior a la de los hom-
bres (ver Cuadro 77). (Ministerio de Salud Pública [MINSAP], 2019).
15
El nivel del salario mínimo establecido en la Resolución 25/2019 del MTSS es 400
CUP para quienes trabajan más de 44 horas semanales y 364 para quienes lo hace
hasta 40 horas.
16
Al cierre del mes de abril del 2020 existen 222.723 TCP [trabajadores por cuenta
propia] con suspensión temporal de la licencia lo que representa el 35% de los 632.950
TCP. Los que más se han acogido a esta medida son los contratados, los transportis-
tas de carga y pasajeros, los arrendadores de vivienda, los vinculados a los servicios
gastronómicos en cafetería y los servicios de belleza (Colectivo de redacción, 2020).
Como se puede observar, son las mujeres las que probablemente se encuentren más
afectadas en el cierre de sus contratos en las actividades para ejercer el trabajo por
cuenta propia.

147
Dayma Echevarría León y Mayra Tejuca Martínez

restauración, por lo que es de esperar que las personas contratadas


en el sector no estatal no hayan logrado mantener sus ocupaciones.
La Tarea Ordenamiento también tiene efectos sobre los costos de
producción del sector no estatal que, probablemente, conduzcan a
empleadores privados a atenuar sus gastos. Aunque la flexibilización
de trabajo por cuenta propia podría constituirse en una oportunidad
para quienes están en este sector, aún el contexto pandémico y pos
pandémico limita la ampliación efectiva de este actor.
Probablemente, en el corto plazo, algunas familias tengan que
pedir ayuda a los fondos de Asistencia Social para compensar sus
ingresos. En abril del 2021, se encontraban protegidos por la asisten-
cia social 145.600 núcleos familiares (Redacción de corresponsales,
2021).

• La inestabilidad de ingresos del trabajo informal

Si bien no se cuenta con cifras que muestren el peso exacto de la ocu-


pación en el trabajo informal, es de esperar que esta sea una cifra
creciente, ya que la tasa de actividad económica ha presentado una
tendencia a la disminución desde 2009 y hasta 2020, donde se obser-
va cierta recuperación. Este comportamiento ha sido peor para las
mujeres quienes de cada 100 en edad laboral y aptas para trabajar
en 2020, solo estaban ocupadas o buscando empleo el 54,9%. Aunque
existe una gran heterogeneidad entre las personas que realizan este
tipo de trabajo17, aún en un marco de políticas universales y gratui-

17
La heterogeneidad en el trabajo informal se relaciona con que, si realizan la acti-
vidad para sí mismos o para otros, el grado de formalización de la relación cuando
trabajan para otras personas, la estabilidad del trabajo, los ingresos que obtienen,
entre otros elementos. En ese amplio diapasón se encuentran desde personas que tra-
bajan brindando servicios o productos, con ingresos estables, pero sin la licencia para
ejercer el trabajo por cuenta propia; también personas que trabajan bajo contratos
verbales, en pequeñas y medianas empresas privadas, con ingresos medios y altos,
estudiantes y trabajadores formalizados que realizan trabajos no formalizados en la
búsqueda de complemento a sus ingresos, entre otros tipos. En el otro extremo están
aquellas personas que viven de lo que (re)venden en el día y se sitúan con frecuen-
cia en condiciones de pobreza y precariedad. Figuras como las personas que traen

148
Vulnerabilidad en Cuba

tas de acceso a salud y educación, enfrentan la falta de derechos la-


borales que ampara el trabajo formal, en términos de estabilidad de
los contratos, regularidad y acuerdo sobre los ingresos, garantía de
acceso a la seguridad social en caso de enfermedad o por licencia de
maternidad o para cuidar a otros.
En un contexto como el impuesto por la pandemia, su cobertura
de garantías se encuentra particularmente afectada, desamparada
de un ingreso mínimo estable y garantía de contrato. En una situa-
ción sostenida de paralización de actividades, las reservas que algu-
nas personas pudieron tener, probablemente ya se terminaron o se
encuentren tocando fondo. Mayores tensiones deben enfrentar las
personas que son, además, jefas de hogar, donde las mujeres tienen
un peso importante18. Esta situación puede ser peor para mujeres ru-
rales, quienes presentan tasas de actividad económica inferior, in-
cluso, a las mujeres urbanas.
La Tarea Ordenamiento impulsa una reforma de los ingresos
asociados al trabajo, sin embargo, no siempre existen incentivos
adecuados a la formalización: una oferta diversa de empleos acor-
de a las calificaciones e intereses de quienes solicitan, posibilidades
de superación, de participación en la toma de decisiones, entre otros
elementos.

• La disminución de las remesas

Si bien las medidas de recrudecimiento del bloqueo de la admi-


nistración norteamericana estaban afectando el envío de reme-
sas al país, se puede esperar que la actual crisis sanitaria afecte la

mercancía del exterior para revender al detalle o de forma mayorista a otro grupo de
empleadas informales, bici taxistas, carretilleros, camareros y auxiliares de limpieza
y cocina en restaurantes y bares, ayudantes y estibadores en agromercados, trabaja-
dores temporales agrícolas, personal doméstico ocasional o estable, hasta revende-
doras de productos escasos –que siempre hay– como cloro, café, cigarros, tabacos,
forman parte de este diverso grupo.
18
Según la proyección de hogares: las mujeres en el 2020 podrían representar el
48,4% de los jefes de hogar. (Centro de Estudios de Población y Desarrollo, 2016).

149
Dayma Echevarría León y Mayra Tejuca Martínez

disponibilidad de recursos de personas emigradas para enviar a las


familias cubanas19. Estudios realizados en Cuba sobre el uso de las
remesas muestran que mujeres y hombres las reciben y utilizan de
manera diferente, ellas en montos más pequeños pero estables que
utilizan para cubrir necesidades básicas, ellos en montos mayores
pero espaciados, generalmente las utilizan para invertir (Delgado,
2014, 2017).
El incremento de los precios y la inestabilidad de los alimentos,
así como la disminución de los ingresos perjudica por igual a todas
las personas, sin embargo, para las mujeres tendrá costos adicio-
nales. Como administradoras del hogar deberán aplicar diversas
estrategias: comprar menos alimentos y destinar mayor tiempo y
esfuerzo a encontrar las mejores ofertas calidad/ precio, recompo-
ner la dieta diaria a partir de consumir alimentos menos nutritivos
o reducir el número de comidas al día, priorizar la alimentación de
algunos miembros de la familia como ancianos y niños. También
es probable que vendan bienes personales y artículos de poco uso,
o ganado menor que tenían como ahorro con algún fin específico.
En general, aquejará, en mayor medida, sus hábitos alimentarios ya
dañados con las esperadas consecuencias sobre la salud, así como
perjudicará su autonomía económica.
Las personas mayores que se encuentren viviendo solas y no
cuenten con una red familiar o comunitaria de apoyo, a pesar de las
acciones promovidas desde el Estado para acercarles los alimentos
a través de mensajeros o trabajadores sociales, enfrentarán mayo-
res obstáculos para adquirir los alimentos, dada su inestabilidad,
el alza de los precios y los ingresos insuficientes. Según la Encues-
ta Nacional sobre Envejecimiento Poblacional, una de cada cuatro

La CEPAL, en su Boletín No. 5. sobre informe especial COVID-19, notifica una re-
19

ducción del flujo de remesas hacia las principales economías receptoras de la re-
gión que, en el acumulado hasta mayo, alcanza en promedio un 7% con respecto al
mismo período de 2019, con peores comportamientos para algunos países (CEPAL,
2020). Aunque no se conozcan las cifras exactas, entre ellos puede estar Cuba, por la
combinación de la crisis sanitaria y el recrudecimiento de las medidas del bloqueo
norteamericano.

150
Vulnerabilidad en Cuba

mujeres de 50 a 59 años y casi una de cada cinco mujeres con 60 años


y más no recibe ingresos mensuales (ONEI-CEPDE-CITED, 2019). En
general, para el grupo de 60 años y más, nueve de cada diez hombres
cuenta con ingresos propios (salario, jubilación, rentas, ahorros),
mientras que solo poco más de 6 de cada 10 mujeres tiene autonomía
económica. El resto de las personas no cuenta con ningún tipo de in-
greso o depende de ayudas monetarias transferidas por otras perso-
nas (ONEI-CEPDE-CITED, 2019). Según esta encuesta, el 13,5% de las
personas fuera de la edad laboral permanece trabajando de manera
remunerada, con mayor presencia de hombres, y las “razones econó-
micas” es la segunda causa, después de “sentirse útil y capaz”, para
mantener tal decisión.
Por otra parte, es de esperar que las juventudes enfrenten mayo-
res dificultades para encontrar empleo o reinsertarse en el que te-
nían antes de la pandemia, especialmente por el recorte esperado del
sector privado, más dinámico dentro del país, así como por la dismi-
nución del empleo de sectores vinculados al turismo.

Reflexiones finales

El manejo de la vulnerabilidad social debe ser objeto prioritario de


las políticas en el socialismo cubano, como ha demostrado su abor-
daje a lo largo de la etapa revolucionaria, con mayor énfasis en los
últimos 30 años. La pandemia de la COVID-19 ha posicionado en la
agenda pública nacional e internacional la vulnerabilidad social,
primero como tema de vulnerabilidad en salud, pero también al
mostrar, de manera descarnada, los condicionamientos sociales de
los contagios y sus tratamientos, y de manera más reciente, del acce-
so a las vacunas. Este es un tema que requiere un análisis sistemático
tanto desde la academia como desde el monitoreo y evaluación de las
políticas.
La reforma económica más reciente, Tarea Ordenamiento, aña-
de tensiones en este ámbito, ya que, por un lado, una parte de los
151
Dayma Echevarría León y Mayra Tejuca Martínez

supuestos sobre los que se diseñó el proceso no ocurrieron y, por


otro, aún no están creadas todas las condiciones para identificar de
manera precisa las múltiples caras de la vulnerabilidad. En estas
condiciones, es de esperar un incremento de las personas que viven
en situaciones de vulnerabilidad, para lo que se requiere un enfoque
multidimensional, multicausal y multiescala, que permita mitigar
y/o transformar las situaciones que generan o profundizan situacio-
nes de vulnerabilidad precedente a la pandemia.
En el caso cubano, la reforma económica más reciente, añade
tensiones en este ámbito pues sus ejes de transformación apuestan
por una atención focalizada a las vulnerabilidades, las cuales se es-
pera se incrementen por la inflación, el aumento de precios y la sali-
da de la cobertura estatal de bienes y servicios. En este sentido, aún
no están creadas todas las condiciones para identificar, de manera
precisa, las múltiples caras de la vulnerabilidad, tarea compleja que
requiere personal especializado y un repertorio de recursos para su
manejo. Es de esperar que, con la crisis mantenida y la lenta recu-
peración de la situación epidemiológica, esta realidad continúe sin
mejoras evidentes.
La reciente aprobación del Programa para la atención a las perso-
nas en situación de vulnerabilidad como un programa de gobierno, así
como la conjugación con el Programa de Adelanto de la Mujer y el de
Lucha contra el racismo y la discriminación racial, constituyen pasos
importantes en este proceso. La participación popular y el tejido ba-
rrial resultan claves en el abordaje de este tema, el cual deberá cons-
tituir una prioridad en el camino al desarrollo cubano.
Una correcta identificación de la población que vive en condicio-
nes de vulnerabilidad y sus causas, unido a la participación de estas
personas junto con la sociedad civil y el gobierno en su transforma-
ción continúa como principal reto de la etapa actual.

152
Vulnerabilidad en Cuba

Bibliografía

Anaya, Betsy y García, Anicia. (2018). Gastos básicos de las fami-


lias cubanas urbanas dependientes de salarios y pensiones: diná-
mica reciente. En Betsy Anaya e Ileana Díaz. (comps.), Economía
Cubana: entre cambios y desafíos (pp. 65-88). La Habana: Casa Ruth
Editorial.

Castañeda, Ana Violeta. (2018). ¿Quién cuida en la ciudad? Opor-


tunidades y Propuestas en los municipios de Boyeros y Guanaba-
coa (La Habana). Santiago de Chile: CEPAL-PNUD.

Castro, Fidel. (1991). Discurso pronunciado en la Inauguración del


IV Congreso del Partido Comunista de Cuba. Santiago de Cuba: PCC.

Centro de Estudios de la Mujer [CEM] y Centro de Estudios de


Población y Desarrollo [CEPDE]. (2018). Encuesta Nacional sobre
Igualdad de Género. [informe de resultados]. La Habana: Editorial
de la Mujer.

Cobas, Marcia. (2010). La investigación-acción en la atención de las


personas con discapacidad en las Repúblicas de Cuba y Bolivariana
de Venezuela. [Tesis de doctorado]. La Habana: Escuela Nacional
de Salud Pública.

Colectivo de autores. (2020a). Propuesta de Política para atender las


situaciones de vulnerabilidad social. La Habana: MTSS.

Colectivo de autores. (2020b). Sistematización sobre investigacio-


nes y proyectos que aborden las situaciones de vulnerabilidad.
Documento elaborado por el Grupo para la propuesta de Política de
Atención a las Vulnerabilidades Sociales. La Habana: MTSS.

Delgado, Denisse. (2014). Dinámica familiar, trabajo por cuenta


propia y remesas. Estudio de casos en familias del barrio capitalino El
Vedado, Cuba. La Habana: CIPS.

153
Dayma Echevarría León y Mayra Tejuca Martínez

Delgado, Denisse. (2017). Efectos del uso diferenciado de las reme-


sas en la desigualdad social. Un estudio en la capital cubana. En
Colectivo de Autores. Nuevas diferencias: desigualdades persistentes
en América Latina y el Caribe (pp.187-234). Buenos Aires: CLACSO.

Echevarría, Dayma; Tejuca, Mayra y Pañellas, Daybell (2019). Bre-


chas de Equidad, Consejo Popular Príncipe. [informe de resultados].
La Habana: Universidad de La Habana.

Espina, Mayra y Martin, Lucy. (1996). Impactos socio estructurales


del reajuste económico. La Habana: Centro de Investigaciones Sico-
lógicas y Sociológicas.

Ferriol, Ángela; Carriazo Moreno, G.; U-Echavarría, Omar y Quin-


tana, D. (1997). Efectos de políticas macroeconómicas y sociales sobre
los niveles de pobreza: El caso de Cuba en los años noventa. La Haba-
na: INIE.

Ferriol, Ángela; Ramos, Maribel y Añé, Lí. (2004). Reforma econó-


mica y población en riesgo. La Habana: INIE/CEPDE/ONE.

Gobierno de Cuba (2019). Cuba: Informa Nacional Voluntario sobre


el cumplimiento de la Agenda 2030 sobre los Objetivos de Desarrollo
Sostenible. La Habana.

Gómez-Cabeza, Enrique. (2015). Fundamentos para una praxis pro-


fesional de trabajo social en Cuba. [Tesis de doctorado]. Universidad
de Camagüey/CIPS.

Goodin, Robert. (1985). Protecting the vulnerable: A reanalysis of our


social responsibilities. Chicago: University of Chicago Press.

Mackenzie, Catriona. (2013). The importance of relational auto-


nomy and capabilities for an ethics on vulnerability. En Catriona
Mackenzie, Wendy Rogers y Susan Dodds (comps.) Vulnerability.
New essays in ethics and feminist philosophy (pp. 41-49). New York:
Oxford University.

154
Vulnerabilidad en Cuba

Martínez, Ania. (2018). Innovar redes de difusión de innovación para


la productividad agropecuaria del municipio Camajuaní. [Tesis de
doctorado]. Universidad de La Habana.

Ministerio de Economía y Planificación (MEP). (2020). Cuba y su


desafío económico y social. Síntesis de la Estrategia Económico-Social
para el impulso de la economía y el enfrentamiento a la crisis mun-
dial provocada por la COVID-19. La Habana: MEP.

Ministerio de Economía y Planificación [MEP] y Programa de las


Naciones Unidas para el Desarrollo [PNUD]. (2021). Informe Na-
cional Voluntario Cuba 2021. La Habana: MEP-PNUD.

Oficina Nacional de Estadísticas e Información [ONEI]. (2011).


Anuario Estadístico de Cuba, 2010. La Habana: ONEI.

Oficina Nacional de Estadísticas e Información [ONEI]. (2016).


Anuario Estadístico de Cuba, 2015. La Habana: ONEI.

ONEI. (2020). Anuario Estadístico de Cuba 2019. La Habana: ONEI.

ONEI, Centro de Estudios de Población y Desarrollo [CEPDE] y


Centro de Investigaciones sobre Longevidad, Envejecimiento y
Salud [CITED]. (2019). Encuesta Nacional de Envejecimiento de la
Población, 2017. La Habana: ONEI.

ONU MUJERES. (2020). Prevención de la violencia contra las mu-


jeres y las niñas en América Latina y el Caribe. Santiago de Chile:
ONUMUJERES.

Partido Comunista de Cuba [PCC]. (2011). Lineamientos de la Políti-


ca Económica y Social del Partido y la Revolución. La Habana: PCC.

PCC. (2017). Conceptualización del Modelo Económico y Social Cuba-


no del Desarrollo Socialista. La Habana: PCC.

155
Dayma Echevarría León y Mayra Tejuca Martínez

PCC. (2017). Documentos del 7mo Congreso del Partido aprobados por
el Pleno del Comité Central el 18 de mayo del 2017 y respaldados por la
Asamblea Nacional del Poder Popular el 1 de junio del 2017, Primera
y Segunda Parte. La Habana: UEB Gráfica Empresa de Periódicos.

Redacción de corresponsales (6 de abril de 2021). Prevenir, aten-


der y transformar vulnerabilidades, desafíos de la asistencia
social en Cuba. Granma. https://www.granma.cu/cuba/2022-
04-06/prevenir-atender-y-transformar-vulnerabilidades-desa-
fios-de-la-asistencia-social-en-cuba-06-04-2022-13-04-04

Roque, A. (2019). Vulnerabilidad social de las personas con sexualida-


des y géneros no heteronormativos: perspectiva bioética en la atención
de salud. [Tesis de maestría]. Universidad de La Habana.

Silva, Yenia. (2 de junio de 2020). Cuba mantiene las medidas de


protección laboral y salarial ante la COVID-19. Granma. www.
granma.cu/cuba-covid-19/2020-06-02/

Zabala, María del Carmen. (2020). Pobreza, vulnerabilidad y mar-


ginación: Análisis interseccional del contexto cubano 2008-2018. La
Habana: CLACSO.

156
Ordenamiento Monetario
y pandemia por COVID-19
Aproximación a sus impactos en la capital cubana
con enfoque de desigualdad social

Elizabeth de la Caridad Hechavarría Silegas y


Ángela Isabel Peña Farias

Introducción

La desigualdad social, califica el estado de las relaciones sociales


y el resultado final de los procesos de distribución que ocurren en
una sociedad. Supone una apropiación diferencial y jerarquizada
de ventajas, oportunidades y espacios que, de alguna manera, con
mayor o menor intensidad, según sea el caso, condicionan la vida de
las personas. Los modelos de comprensión de la desigualdad social
propuestos por las Ciencias Sociales han estado caracterizados por
la diversidad paradigmática y por la oposición de diversas visiones
causales construidas desde diferentes matrices teóricas.
El análisis de la desigualdad no debe desligarse del conjunto de
las particularidades y significados que se construyen en cada socie-
dad, donde intervienen factores económicos, culturales, sociales, po-
líticos, estatales, de mercado, simbólicos, entre otros. Es por esto que
cuando en diciembre de 2019 comenzó el brote de una enfermedad
causada por el coronavirus SarsCov-2, en Wuhan, China, y semanas

157
Elizabeth de la Caridad Hechavarría Silegas y Ángela Isabel Peña Farias

después la Organización Mundial de la Salud [OMS] declarara la


existencia de una pandemia por la enfermedad COVID-19, era lógico
esperar que países, grupos sociales e individuos en situación de vul-
nerabilidad social tuvieran muchos menos recursos con los cuales
hacer frente a lo que se avecinaba. A las crisis económicas sucesivas
que había experimentado el sistema global, se le impuso una nueva
coyuntura de desequilibro y desajuste que no dejaría un rincón del
planeta sin impactar de algún modo. Cuba entonces, se vio especial-
mente afectada dada su posición desventajosa en este sistema.
La pandemia, por un lado, ha repercutido y dejado grandes conse-
cuencias a escala internacional (como la suspensión de actividades
de producción, mayores tasas de desempleo, recesión en las esferas
de educación, comercio, transporte y turismo, manufactura, etcé-
tera). Por otro, ha sacado a relucir aún más las desigualdades y ha
acentuado la diferenciación entre los estratos sociales en los que se
sitúan los sujetos (Costafreda, 2020).
Obviamente, nuestro país no ha quedado fuera de la repercusión
que a nivel económico y social ha traído la COVID-19, donde toda la
estructura socio-ocupacional ha recibido el efecto del nuevo esce-
nario. Muchos trabajadores quedaron interruptos, se evidenció la
pérdida de fuentes de empleo por parte de los trabajadores contra-
tados en el sector no estatal e informales, se redujo – en alguna me-
dida– el flujo de entradas de remesas al país debido a la situación
internacional y al bloqueo económico y financiero por parte de la
administración estadounidense, crecimiento del sector informal, di-
ferenciación en el acceso a bienes y servicios por parte de las perso-
nas, entre otras consecuencias.
Aparejado a este contexto, en enero de 2021 se inició oficialmente
en el país, un proceso esperado por toda la población cubana que se
venía anunciando desde finales de 2019. Dicho proceso se orientó a
responder a líneas estratégicas planteadas en los lineamientos eco-
nómicos y sociales de los congresos del Partido Comunista de Cuba
[PCC], aprobados en sus congresos 6to, 7mo y 8vo entre los años 2011 y
2021. Pero su implementación en el escenario pandémico, impactaría
158
Ordenamiento Monetario y pandemia por COVID-19

de manera directa al interior de la estructura socioclasista, reestruc-


turando y desplazando ciertos indicadores estratificantes, donde los
ingresos de base de los sujetos, sus estrategias de sobrevivencia, sus
redes de relaciones, etc., marcarían elementos fundamentales para
hacer frente a la imbricación de ambos procesos en nuestro país
(Peña, 2021). Dentro de las medidas más conocidas de este proceso
de ordenamiento monetario se encuentran la unificación monetaria
y cambiaria, los cambios en las escalas de salarios, entre otras medi-
das, que han complejizado la situación del país (Cubadebate, 2021).
Tomando en cuenta la complejidad de este contexto de integra-
ción entre los efectos del ordenamiento monetario, y los efectos
socioeconómicos de la pandemia, la presente reflexión busca apro-
ximarse al impacto de dicho solapamiento en sujetos pertenecientes
a diferentes estratos sociales, durante el período de marzo de 2020
hasta agosto de 2021 en la provincia La Habana. La idea de base es
explorar cómo se expresan las desigualdades sociales en el diálogo
que con tales procesos establecen los sujetos, a partir de considerar
las condiciones estructurales (materiales y económicas) de sus posi-
ciones sociales.
Para esta reflexión se ha desarrollado una investigación empírica,
de corte fundamentalmente cuantitativo, consistente en la aplica-
ción de cuestionarios a personas en diferentes posiciones o estratos
sociales.1Dichos estratos fueron construidos de acuerdo a variables
estratificadoras como ingresos, situación ocupacional, condiciones
de vida, entre otras. El análisis de los datos se orientó a la compara-
ción de los impactos referidos tomando como eje de la comparación
a estos estratos tipos que reflejaron posiciones sociales bajas, medias
y altas en la sociedad cubana actual, específicamente en el contexto
habanero.

1
La investigación a la que se hace referencia es la tesis de grado para la obten-
ción del título de licenciada en Sociología, de título: Pandemia por COVID-19, Tarea
Ordenamiento y Desigualdad Social. Aproximaciones a los impactos socioeconómicos en es-
tratos sociales tipos en La Habana. Autora: Elizabeth de la Caridad Hechavarria Silegas,
Tutora: Dra. Ángela Isabel Peña Farías.

159
Elizabeth de la Caridad Hechavarría Silegas y Ángela Isabel Peña Farias

El presente artículo se estructura en dos partes principales, una


primera en la que se plantea la estrategia metodológica, sus funda-
mentos teóricos y contextuales, y una segunda en la que se exponen
y discuten los resultados principales de la investigación que intere-
san someter a debate en esta oportunidad.

Apuntes analíticos y metodológicos para el estudio

Partiendo de qué entender por desigualdades sociales, a grandes ras-


gos podemos acordar que, al referirnos a este proceso, hacemos alu-
sión al estado de las relaciones sociales y resultado de los procesos
de distribución que ocurren en una sociedad (distribución de bienes,
riqueza, oportunidades, poder, participación, prestigio, aceptación y
consideración social). La desigualdad social supone que existe una
apropiación diferencial de ventajas y desventajas, de acceso al bien-
estar material, espiritual y una operación cultural de interiorización
o anormalización de determinados grupos sociales por otros. La des-
igualdad se refiere a fallas de equidad en la distribución de oportu-
nidades y en los resultados obtenidos en el acceso al bienestar que
afectan a determinados grupos sociales (González, 2013).
En este caso, la aproximación empírica a este fenómeno se ha
propuesto desde la construcción de estratos sociales, que pueden ser
considerados típicos, y que marcan el lugar que ocupa cada indivi-
duo en la estructura social, tanto en términos de su posición en el
sistema de relaciones productivas como reproductivas, el que deter-
mina y a su vez, está determinado, por la asignación desigual de re-
cursos socialmente valorados, tales como: la propiedad, el ingreso, la
ocupación, el acceso a una educación de calidad, etcétera.
La estratificación social define la existencia de desigualdades
sociales naturalizadas a lo interno de la sociedad en cuanto implica
la asignación de individuos a grupos con características determina-
das y semejantes, produciendo así una jerarquización social en las

160
Ordenamiento Monetario y pandemia por COVID-19

esferas económicas, sociales y políticas (Marinho y Quiroz, 2018;


Sémbler, 2006).
La asignación desigual de recursos socialmente valorados consti-
tuye las condiciones de vida de los sujetos, donde estas condiciones
de vida se van a corresponder con la posición estructural que deten-
ten dichos sujetos en la sociedad. Por lo cual, el estrato social (posi-
ción estructural) y las condiciones de vida (circunstancias de vida
que se corresponden a dicha posición estructural) son mutuamente
constituyentes.
En la operacionalización de los estratos sociales típicos se tuvie-
ron en cuenta variables como los ingresos familiares y situación
financiera, el consumo de bienes y servicios, la relación con el mer-
cado de trabajo, el nivel educativo, las condiciones del hábitat y el
avituallamiento del hogar, entre las principales. Como resultado del
análisis de investigaciones previas, se identificó un rango típico pro-
bable de comportamiento de estas variables en posiciones bajas, me-
dias y altas de la estructura social cubana.
Debido al proceso de ordenamiento monetario y cambiario que
atraviesa nuestro país en la actualidad, la conformación de los estra-
tos se refiere a un estimado siguiendo la lógica del gobierno, a par-
tir de la cual, se calculó una nueva canasta básica y salario mínimo,
mientras los ingresos monetarios están definidos según las nuevas
escalas salariales.
A partir de este análisis y revisión se consideraron los tres estra-
tos de la siguiente manera:

Estrato I: conformado por la clase social baja, sus aspiraciones en


cuanto a bienestar y calidad de vida les suponen mucho más esfuer-
zo que al resto de las otras clases sociales, ya que deben velar prime-
ro por la satisfacción de sus necesidades básicas, que de otro modo
no se encuentran cubiertas. Sujetos que pueden estar atravesando
situaciones de vulnerabilidad marcada por los ingresos y variables
como:

161
Elizabeth de la Caridad Hechavarría Silegas y Ángela Isabel Peña Farias

– Tamaño del hogar: compuesto por 6 o más personas.


– Ingresos familiares: obtienen bajos ingresos, adecuados al sa-
lario mínimo de 2100 CUP2, y/o por debajo del mismo. Ade-
más, no poseen ningún tipo de remesa en moneda extranjera
(MLC) y llegan a necesitar, en algunos casos, ayuda económica
por parte del Estado.
– Consumo: basado en el acceso a los productos de la canasta
básica/normada y el pago de los servicios del hogar (teléfo-
no, electricidad, agua, gas) (consumo limitado de bienes y
servicios como aseo, vestuario, mobiliarios del hogar, ali-
mentación, etc.). Los productos que adquieren son predomi-
nantemente del mercado formal estatal, presentan apoyo de
familiares y amigos, y el acceso al mercado informal.
– Relación con el mercado de trabajo: empleo en el sector estatal
presupuestado con escalas salariales bajas, trabajo doméstico
no retribuido, pensionados, operarios, desempleados y perso-
nas que, al carecer de estudios o fuentes de ingresos forma-
les, desarrollan actividades económicas informales de baja
remuneración.
– Tenencia de ahorros: no tenencia de ahorros monetarios en las
instituciones bancarias, ni por otros mecanismos personales.
– Nivel educativo: bajos niveles educativos fundamentalmente
Secundaria Básica, Obreros Calificados y Técnicos Medios.
– Territorio de residencia: se localizan en barrios periféricos de
la provincia La Habana.
– Condiciones del hábitat: malas condiciones constructivas de
la vivienda y habitabilidad en sentido general.
– Equipamiento del hogar: familias que tienen un acceso li-
mitado a los equipos electrodomésticos, sus bienes son

2
Se refiere al peso cubano.

162
Ordenamiento Monetario y pandemia por COVID-19

generalmente básicos, como un televisor, un refrigerador y un


radio.

Estrato II: quedó compuesto por sujetos de situación material de cla-


ses medias, que se definen como posiciones intermedias en la estruc-
tura socioclasista, estas suelen ser un conglomerado entre las clases
altas o pudientes y las pobres o desfavorecidas. No son un estrato
uniforme, sino que puede dividirse, a su vez, en clase media alta, me-
dia y media baja, las cuales reflejan las posibles diferencias respecto
a sí mismas. A pesar de esta heterogeneidad, se asumió como repre-
sentación típica de los sectores medios a individuos que presentan
atributos como:

– Tamaño del hogar: compuesto entre 2 y 6 personas.


– Ingresos familiares: tienen ingresos medio que oscilan entre
4.410 CUP y 9.510 CUP.
Pueden tener acceso a MLC y reciben alguna remesa, aunque
sea mínima.
– Consumo: su consumo no solo es sostenido por la canasta bá-
sica, se sustenta por el acceso a una gama de productos (dígase
alimentos, artículos de primera necesidad, etc.) que se encuen-
tran en las diferentes cadenas de tiendas de la ciudad. Así mis-
mo, visitan restaurantes, servicios recreativos y turísticos de
manera eventual a nivel nacional.
– Relación con el mercado de trabajo: empleo en el sector estatal
empresarial de escala salarial media, en el sector estatal pre-
supuestado de escala salarial media y en el sector no estatal-
trabajo por cuenta propia de ingresos medios que pueden ser
contratistas o no (en algunos casos ejercidos paralelamente).
– Tenencia de ahorros: presentan pequeñas y medianas can-
tidades de ahorros (dígase en CUP o MLC), ya sea en las

163
Elizabeth de la Caridad Hechavarría Silegas y Ángela Isabel Peña Farias

instituciones bancarias o por mecanismos personales. Mani-


fiestan inestabilidad en sus ahorros, no suelen tener cuantas a
plazo fijo.
– Nivel Educativo: predominio de las calificaciones de nivel me-
dio superior, técnicos medios superior y nivel superior.
– Territorio de residencia y habitabilidad: barrios no periféri-
cos, pero que tampoco se ubican en espacios céntricos urba-
nos. Las condiciones de vivienda y habitabilidad son regulares
o buenas.
– Condiciones del hábitat: las condiciones de vivienda y habita-
bilidad son regulares o buenas.
– Equipamiento del hogar: familias que suelen tener microwa-
ve, pueden tener más de un televisor, un refrigerador, tienen
teléfono fijo, teléfonos celulares, poseen batidora y otros insu-
mos electrodomésticos.

Estrato III: quedó integrado por la clase alta socioeconómica que son
el conjunto de sujetos que ocupan posiciones altas en la pirámide
socioclasista de la provincia La Habana. Se diferencian del resto de
las clases sociales por determinadas condiciones de vida, intereses,
estrategias y prácticas sociales, dadas por un conjunto de elementos
distintivos como son:

– Tamaño del hogar: compuesto por 4 personas o menos.


– Ingresos familiares: obtienen ingresos iguales y superiores a
9.510 CUP (la superioridad de los 9.510 CUP puede ser hasta 10
veces más). Tienen acceso a MLC y poseen elevadas cuantías
en remesas.
– Consumo: sostienen su consumo en el acceso a diversas gamas
de cadenas de tiendas, incluidas las tiendas en MLC. También
del acceso a productos de primera necesidad y otros (prendas

164
Ordenamiento Monetario y pandemia por COVID-19

de vestir, equipos electrónicos, etc.) del comercio informal/


formal de productos importados desde el exterior. Consumo
de bienes culturales entre los que se encuentran salidas a ba-
res, discotecas, restaurantes y hoteles de manera eventual.
Además, realizan viajes turísticos y recreativos, tanto nacio-
nales como internacionales.
– Relación con el mercado de trabajo: empleo en el sector estatal
presupuestado con escala salarial alta, en el sector estatal no
presupuestado con escala salarial alta, en empresas mixtas y
contratistas del sector cuentapropista (estas dos últimas va-
riantes con mayor representación).
– Tenencia de ahorros: altas cuantías de ahorros (dígase en CUP
o MLC) en las instituciones bancarias u otros mecanismos per-
sonales. Presentan estabilidad financiera y cuentas a plazo
fijo.
– Nivel educativo: predominio de la enseñanza superior.
– Territorio de residencia: y habitabilidad: barrio céntrico, con
buenas condiciones de infraestructura, espacio físico en situa-
ción ventajosa con respecto a la comercialización y suminis-
tros de productos.
– Condiciones del hábitat: vivienda en muy buenas condiciones
de infraestructura.
– Equipamiento del hogar: familias que poseen microwave, más
de un televisor, refrigerador, teléfono fijo, teléfonos celulares,
laptops, consolas o aire acondicionado, calentador de agua,
entro otros insumos electrodomésticos.

Para la construcción de la muestra se escogió un procedimiento no


aleatorio, ni representativo estadísticamente, sino intencional y ana-
líticamente significativo. La proporcionalidad metodológica entre
los estratos de la muestra está inspirada y con base en la literatura
165
Elizabeth de la Caridad Hechavarría Silegas y Ángela Isabel Peña Farias

sobre este tema, donde los índices, indicadores y mecanismos meto-


dológicos de diferentes formas analíticas que se utilizan en el mundo
para analizar la desigualdad social, abordan la proporcionalidad de
un 10% más rico, un 40% más pobre y un 50% medio; como lo ma-
neja, por ejemplo, el índice de Palma, el cual consiste en la relación
entre los ingresos del 10% de la población con más ingresos y el 40%
de la población con menos ingresos. Esta base como elemento prin-
cipal permitió crear una proporción más o menos aceptable y lógica
sobre la muestra.
En el siguiente apartado, se exponen por cada uno de estos estra-
tos cuáles han sido los impactos que las personas en estas posicio-
nes más identifican y sus perspectivas acerca del actual escenario de
transformaciones en el país, tanto a nivel macro como a nivel micro
social.

COVID-19, Tarea Ordenamiento y experiencias


acerca de su impacto combinado en el contexto habanero.
Puntos para un debate

Los fenómenos que tanto la COVID-19 y todos sus procesos asocia-


dos, como la Tarea Ordenamiento, han introducido o consolidado
en la sociedad habanera de los últimos meses, han sido asimilados
por las personas de la muestra, creando matrices de opinión sobre
los actuales cambios. Acerca de estas matrices, estaremos debatien-
do en las próximas páginas como vía de respuesta a la pregunta de
cómo sujetos que representan diferentes estratos sociales, durante
el período de marzo de 2020 hasta agosto de 2021, en la provincia La
Habana, han percibido el impacto combinado del escenario pandé-
mico y la implementación de la Tarea Ordenamiento.
Para esto, hemos dividido el análisis según cada uno de los estra-
tos conformados, apuntando a las diferentes variables de opinión de-
finidas para este estudio. Entiéndase situación general del bienestar
(visto aquí solo por la posibilidad de realizar actividades recreativas
166
Ordenamiento Monetario y pandemia por COVID-19

y disponer de tiempo de ocio, y percepciones de calidad de vida de-


bido a las limitaciones de movimiento, aislamiento social, etc. que
trajo la pandemia), roles de las redes de apoyo ante la solución de los
problemas de la vida cotidiana, desafíos del nuevo contexto, entre
otras.

Impacto socioeconómico. Estrato alto

La muestra de los sujetos pertenecientes al estrato alto en este es-


tudio, contaba con ingresos (entendido como bien económico y fi-
nanciero), relativamente estables. La totalidad de los sujetos de este
estrato declararon poseer ahorros en instituciones bancarias o por
mecanismos personales, donde, además, todos cuentan con un res-
paldo en CUP, USD y MLC. Esta condición en sus ingresos refleja y
atraviesa su calidad de vida y hábitos cotidianos.
En este sentido, se tomaron algunas prácticas cotidianas para ver
el comportamiento en cada estrato. Es válido aclarar que no se se-
leccionaron como salir a comer a restaurantes, ir a bares, viajar (ya
fuese dentro o fuera de Cuba), ir a parques, museos, teatros, exposi-
ciones, etc., por todas las limitaciones y restricciones que ocasionó la
llegada de la pandemia a nuestro país.
Las prácticas que se eligieron eran de realización en el hogar
como: hacer ejercicios, y/o actividades de relajación como yoga, en-
tre otras similares; consumir nuevos alimentos o los mismos en ma-
yores cantidades; usar redes sociales e internet con fines recreativos;
leer libros, escuchar música y/o ver TV; utilizar la computadora con
fines recreativos y/o laborales; compartir con familiares y amigos
en reuniones o festividades; estudios u otras prácticas; el cuidado
de los hijos y/o adultos mayores; actividades domésticas en el hogar,
etcétera.
Una de las prácticas que sobresalió en este estrato fue la relacio-
nada con la conectividad y el acceso a internet, pues 9 de los 10 su-
jetos pertenecientes a este estrato declararon haber incrementado
la frecuencia del uso de las redes sociales a través de internet con
167
Elizabeth de la Caridad Hechavarría Silegas y Ángela Isabel Peña Farias

fines recreativos y comerciales; 5 sujetos señalaron haber elevado,


también, el uso de computadoras con fines laborales, uno declaró
que durante este periodo comenzó a hacerlo y, además, aumentó la
frecuencia. Cinco de los sujetos señalaron un creciente uso de redes
sociales y de internet con fines laborales. En este aspecto es válido se-
ñalar que la cantidad de dispositivos electrónicos en posesión de este
estrato es significativa, ya que todos poseen computadoras de mesa
(la cantidad oscila entre 1 y 3 computadoras de mesa), laptop (entre 1
y 3) y tabletas (entre 1 y 2).
La conectividad y acceso a internet, como parte de la informati-
zación de la sociedad, es uno de los procesos en el cual el país se ha
enfocado durante los últimos años, sin embargo, es uno de los ele-
mentos que señala niveles de desigualdad, puesto que su manejo y
empleo se diferencia de un estrato a otro. En este sentido, y a pesar
de su crecimiento, continúa presentando un costo elevado para un
sector importante de la población, que no puede acceder a él ni con la
misma intensidad, ni con la misma frecuencia.
Las dificultades económicas se reflejan principalmente en la cali-
dad de vida de las personas. Los datos recogidos referidos a este estra-
to señalan que 9 de los 10 sujetos que componían la muestra, sienten
que su calidad de vida se ha visto disminuida, marcando como prin-
cipal elemento: la escasez de los productos por la cual transita el país.
“Pues como a todas las familias cubanas fuera de su posición social
creo que se han visto muy afectadas sus economías y pues la mía
tanto en lo personal como familiar no ha sido la excepción. Los pre-
cios han subido en exceso, para conseguir comida se hace muy difí-
cil fuera de los costos que también son elevadísimos. Ya ni siquiera
podemos hablar de lujos u ocios de la familia. Pues ahora creo que la
mayoría de los cubanos están en la lucha del pago de electricidad y
en busca de comida. Sin hablar de los cambios monetarios y el pro-
blema tan grave de la inflación.” (mujer blanca, 28 años, profesional,
sector mixto, estrato III).
Cabe notar, en este estrato que, a pesar de señalar que su calidad
de vida se ha visto disminuida, también señalan que su situación
168
Ordenamiento Monetario y pandemia por COVID-19

familiar no ha cambiado, lo cual, refuerza la posición social del


mismo.
En cuanto al bienestar que debía traer consigo el ordenamiento
monetario señalaron lo siguiente:

Gráfico 1. Transformaciones actuales importantes para el bienestar

Fuente: Elaboración propia a partir de los datos del cuestionario aplicado.

La que más significación obtuvo fue la que le concede mayor autono-


mía al sector estatal, en este sentido, el total de la muestra señaló esta
medida con carácter positivo. La unificación monetaria y cambiaria
la señalaron de importante 7 sujetos, de los cuales, 5 la calificaron
con carácter negativo; 2 la ven como positiva y 3 no responden. En
lo referente a las nuevas regulaciones al trabajo por cuenta propia,
7 sujetos las ven como positivas y 2 no responden. Seis sujetos de la
muestra, consideraron positiva la eliminación de gratuidades y sub-
sidios, 3 no respondieron y uno no sabe. En lo referido a la modifi-
cación de los ingresos personales 6 sujetos la consideran positiva y
4 no responden. Por su parte, 5 sujetos califican la modificación de
precios estatales positiva, 4 lo califican de negativo y una persona
no responde. La transformación de contrapartida sobre la modifica-
ción de los precios no estatales mostró que, 9 sujetos señalaron este
aspecto como negativo y uno no respondió. En la temática sobre las

169
Elizabeth de la Caridad Hechavarría Silegas y Ángela Isabel Peña Farias

posibilidades para las pequeñas y medianas empresas, 6 personas lo


consideraron positivo y 4 no respondieron.
Las redes de apoyo en este estrato y como se observan en el gráfi-
co 2 se concentran –fundamentalmente– en la familia, los amigos, el
mercado informal y los ingresos que se reciben desde el exterior. En
menor orden, el mercado formal, los vecinos y las políticas sociales;
esta última solo mencionada por una persona y que hace referencia
a los productos normados. “Las estrategias han sido pues a través de
los ingresos salariales y remesas desde familia del exterior” (Mujer
blanca, 28 años, profesional, sector mixto, estrato III).

Gráfico 2. Redes de apoyo

Fuente: Elaboración propia a partir de los datos del cuestionario aplicado.

El actual contexto ha supuesto que las personas se replanteen sus


estrategias, necesidades y que cambien sus propias estructuras de
vivencias y sobrevivencias. Por lo cual, se estableció una pregunta
que mostrara los desafíos que el nuevo contexto (tanto de COVID-19,
como de ordenamiento) les había impuesto a los sujetos y a sus fami-
lias. En lo que respecta a este estrato, sobresale, fundamentalmen-
te, lo referido a mantener la salud mental y estabilidad emocional,
garantizar los productos de primera necesidad, debido a su escasez
y precios, y garantizar el esparcimiento y la recreación, según su or-
den de importancia.

170
Ordenamiento Monetario y pandemia por COVID-19

Gráfico 3. Desafíos del nuevo contexto

Fuente: Elaboración propia a partir de los datos del cuestionario aplicado.

Impacto socioeconómico. Estrato bajo

El estrato bajo es aquel donde se concentran los mayores índices de


vulnerabilidad y desigualdad social. Lograr mantenerse y mante-
ner a sus familias durante este tiempo de COVID-19 y ordenamiento
monetario, ha sido todo un reto para ellos, en cuanto: estrategias a
seguir, acceso a bienes y servicios. Los ingresos, como variable que
influye en el estilo y calidad de vida de las personas, se han visto re-
flejados en el alza significativa de los precios en bienes y productos
imprescindibles para la vida.
El esquema de las rutinas y el estilo de vida de las personas se vie-
ron sujetos a fuertes cambios debido, principalmente, al aislamiento
social y las restricciones de movimiento. En este estrato, donde mu-
chas personas tienen una economía de supervivencia, se han puesto
en shock los mecanismos de solventar la familia, lo cual ha acrecen-
tado otros fenómenos, como los coleros, revendedores y el mercado
informal, fundamentalmente, dentro de la comunidad y barrios de
residencia.
Las personas pertenecientes al estrato bajo, según algunas de las
prácticas habituales que delimitamos, señalan como significantes: el

171
Elizabeth de la Caridad Hechavarría Silegas y Ángela Isabel Peña Farias

aumento de la frecuencia en el cuidado de los hijos y/o adultos ma-


yores con un 55% de representatividad. La otra variable de gran im-
pacto es la referida a las actividades domésticas en el hogar. En este
sentido, el 80% (16) de la muestra reaccionó a esta variable, donde 14
sujetos señalaron haber aumentado la frecuencia, y 2 comenzaron a
hacerla. Cabe notar que, todas las que señalaron estas opciones son
mujeres, lo que muestra su representación en el cuidado de adultos
mayores e infantes.
En lo referido al uso de internet, se aprecia el acceso limitado de
los dispositivos y recursos tecnológicos que permiten la conectividad
e incluso, la poca representatividad de estos recursos que impacta en
el sector ocupacional, por lo que la modalidad de teletrabajo y tra-
bajo a distancia en los trabajadores que pertenecen a este estrato se
hace muy compleja. En este caso, solo 3 personas declararon haberse
acogido a la modalidad de teletrabajo y trabajo a distancia con igua-
les condiciones de horario y salario.
Respecto a la calidad de vida, la realidad de este estrato se tor-
na más compleja, y así lo demuestran las aseveraciones de los infor-
mantes: “Debido a la inflación y subida de precios, el salario mínimo
que es el que yo gano, me deja por debajo de mis posibilidades rea-
les. A pesar de ganar más dinero, tengo menos poder adquisitivo” “la
escasez de alimentos y medicamentos, desabastecimiento, descon-
tento e insatisfacción en la población (…)” (Mujer mestiza, 59 años,
pedagogía nivel medio, recepcionista-sector estatal presupuestado,
trabajadora informal, estrato I).
Las valoraciones sobre las recientes transformaciones son varia-
das y heterogéneas, y el impacto que ellas suponen para garantizar el
bienestar varía de individuo en individuo y de grupo social en grupo
social. En este estrato, las transformaciones de mayor impacto son: 1)
modificación de los ingresos personales; 2) modificación de precios
en el mercado no estatal (formal e informal); 3) modificación de los
precios estatales; 4) unificación monetaria y cambiaria.

172
Ordenamiento Monetario y pandemia por COVID-19

Gráfico 4. Transformaciones actuales importantes para el bienestar

Fuente: Elaboración propia a partir de los datos del cuestionario aplicado.

En el primer caso, esta elección representa el 90% (18) de la muestra,


donde 14 sujetos afirman esta medida como positiva, 3 como nega-
tiva y uno afirma no saber si clasificarla en negativa o positiva. En
el segundo caso, también es representativa esta tendencia, pues 18
sujetos la consideran negativa y solo una persona la considera po-
sitiva. En el tercero, también es mayoritaria la valoración negativa,
al considerarla de esta manera el 80%. En el caso de la cuarta y últi-
ma opción, el 60% (12) señaló la medida en negativo. En resumen, la
mayor parte de los encuestados tienen una apreciación negativa de
este proceso. Incluso, uno de los sujetos encuestados señaló, como
opinión al final del cuestionario, que debido a la situación de la pan-
demia, él “no consideraba que este fuera el mejor momento para la
realización de la tarea ordenamiento” (Hombre negro, 69 años, jubi-
lado- recontratado, sector estatal presupuestado, estrato I).
Las percepciones de las transformaciones mencionadas en el
párrafo anterior, se reflejan en la situación económica de las per-
sonas. En este sentido, las opiniones de este estrato se concentran
en que: un 80% (16) de la muestra señaló que los ingresos familiares
no permiten adquirir los bienes que se necesitan debido a la esca-
sez de productos que hay; un 75% (15), advierte que los ingresos fa-
miliares no alcanzan para adquirir los productos que necesitamos

173
Elizabeth de la Caridad Hechavarría Silegas y Ángela Isabel Peña Farias

por el aumento de los precios; y un 55% (11) apunta que su situación


económica familiar no ha cambiado mucho. También cabe señalar
que tres de los encuestados en este estrato (una madre soltera con
dos hijos, un anciano de la tercera edad y otra joven madre soltera),
hicieron notar que durante este periodo ha empeorado su situación
económica familiar, por los altos costos que han alcanzado todos los
productos, hacia los cuales se les dificulta su acceso.
La tenencia de una red de apoyo que brinde soporte a la resolu-
ción de problemas cotidianos es fundamental para cada sujeto. En
este estrato las redes se enmarcan como se muestra a continuación:

Gráfico 5. Redes de apoyo

Fuente: Elaboración propia a partir de los datos del cuestionario aplicado.

El 55% (11) en cada caso reconoce como red de apoyo a los familiares
y al mercado informal; el 40% (8) a los amigos; el 30% (6) al mercado
formal; el 25% (5) a las políticas sociales (en este caso hacen alusión
a la libreta de abastecimiento, los productos normados y las dona-
ciones); y el 20% (4) a los vecinos. Una de las entrevistadas expuso
que sus redes de apoyo consisten en “ventas informales además de
mi trabajo formal, y pedir dinero prestado a familiares” (Mujer mes-
tiza, 59 años, pedagogía nivel medio, recepcionista-sector estatal
174
Ordenamiento Monetario y pandemia por COVID-19

presupuestado, trabajadora informal, estrato I). Es válido notar que


del total de la muestra del estrato bajo, ninguno refiere recibir ingre-
sos del exterior.
La importancia del mercado informal en este estrato tiene una
doble mirada. Por un lado, porque promueven la comercialización
de productos en el entorno de la comunidad, o sea, son los vende-
dores a altos costos de determinados bienes (aseo y alimentos prin-
cipalmente); y, por otro lado, aparte de comercializarlos también lo
compran y lo consumen de otros vendedores y también a elevados
precios, lo cual crea un comercio circular al interior de las comuni-
dades; donde inclusive, compran a los revendedores y luego vuelven
a vender. La misma entrevistada de la cita anterior, declaró que su
estrategia para la satisfacción de sus necesidades básicas y no bási-
cas consistió en “la reventa de productos” y que “he tenido que ven-
der productos míos y de otros proveedores, también le he tenido que
comprar a otros comerciantes informales.” (Mujer mestiza, 59 años,
pedagogía nivel medio, recepcionista-sector estatal presupuestado,
trabajadora informal, estrato I).
Los desafíos que denota la actual situación higiénico-epidemio-
lógica, económica y social a este estrato, definen su posición y sus
condiciones de vida en la estructura social. Todos, establecidos de an-
temano, tuvieron incidencia en este estrato, donde de los 12 desafíos,
el 90% (18) señaló de 1 a 9 opciones, por lo que aportan y significan
para un buen desarrollo social, por lo cual el orden de importancia
en que los situaron no es relevante en este caso. Cada uno de ellos
impacta directamente en sus condiciones de vida y en su bienestar,
los mismos serán enunciados de manera descendente de acuerdo a
su incidencia de respuestas.

175
Elizabeth de la Caridad Hechavarría Silegas y Ángela Isabel Peña Farias

Gráfico 6. Desafíos del nuevo contexto

Fuente: Elaboración propia a partir de los datos del cuestionario aplicado.

El desafío de mayor incidencia representando al 95% (19) de la mues-


tra, se orientó a garantizar los productos de primera necesidad de-
bido a su escasez y precios; el 90% (18) se representó en la escasez de
medicamentos y/o sus precios; el 75% (15) se dirigió a garantizar la
estabilidad y suficiencia de los ingresos familiares; el 60% (12) señaló
que garantizar los ingresos necesarios por la vía del empleo; el 55%
(11) en cada caso se colocó a: garantizar los recursos necesarios para
el cuidado de personas dependientes como infantes, estudiantes,
adultos mayores, personas en condición de discapacidad, etc., repa-
ración y/o reconstrucción de su vivienda y mantener la salud mental
y la estabilidad emocional; el 35% (7) se sitúo a garantizar el espar-
cimiento y la recreación; el 30% (6) en la adquisición de una nueva
vivienda mejor adaptada a las necesidades familiares; el 25% (5) al
acceso y/o abastecimiento del agua potable y, por último el 15% (3)
como desafío que impone este nuevo contexto presentó, mantener o
fomentar los lazos de cooperación con amigos, parientes y/o vecinos.

176
Ordenamiento Monetario y pandemia por COVID-19

Impacto socioeconómico. Estrato medio

El estrato medio dentro de la estructura socioclasista es el más diver-


so y heterogéneo. Este elemento se presenta en la variedad y en la in-
tensidad de respuestas al preguntarle a los sujetos sobre las opciones
que han implicado cambios en su estilo de vida durante este periodo
de COVID-19, donde más de la mitad de la muestra posee representa-
tividad en la mayoría de las respuestas.
Las actividades que revelaron un valor significativo por haber au-
mentado la frecuencia de realización se concentran en: 1) un 66% (20)
usar redes sociales a través de internet con fines recreativos o comercia-
les; 2) el 43% (13) en usar las redes sociales a través de internet con fines
laborales; 3) el 63% (19) en leer libros, escuchar música y/o ver TV; 4) el
53% (16) en utilizar la computadora con fines laborales; 5) el 30% (9) se re-
firió a nuevos conocimientos y aprendizajes como: hobbies, nuevos es-
tudios, etc.; 6) el 46% (14) en el cuidado de los hijos y/o adultos mayores;
7) el 60% (18) en actividades domésticas en el hogar; 8) el 26% (8) en uti-
lizar la computadora con fines recreativos y el 20% (6) aumentó la rea-
lización de actividades remuneradas en cualquier sector o modalidad.
Las redes o grupos de apoyo que han servido de auxilio a este gru-
po se componen de:

Gráfico 7. Redes de apoyo

Fuente: Elaboración propia a partir de los datos del cuestionario aplicado.

177
Elizabeth de la Caridad Hechavarría Silegas y Ángela Isabel Peña Farias

El apoyo familiar presenta un 90% (27) de representatividad y es la


red de apoyo de mayor nivel de prioridad (prioridad 1) con un valor
de 66% (20); el 60% (18) en segundo lugar, sitúa a los amigos, el 43%
(13) está representado por el mercado informal, el 40% (12) se define
en el mercado formal, el 26% (8) está situado en los ingresos prove-
nientes del exterior; el 23% (7) lo representa la ayuda de los vecinos;
por último, el 6% (2) se refleja en la práctica de las políticas sociales.
En este último caso, las personas señalan los productos normados en
la libreta de abastecimientos y las donaciones.
La implementación de dicha tarea, con sus transformaciones,
condiciona el bienestar. Las valoraciones de las personas sobre los
elementos que les garantizan su bienestar contemplaron las siguien-
tes opiniones:

Gráfico 8. Transformaciones importantes para el bienestar

Fuente: Elaboración propia a partir de los datos del cuestionario aplicado.

En el caso de las transformaciones con una visión positiva se en-


cuentran: mayor autonomía de la empresa estatal con el 60% (18) de
representatividad; modificación de los ingresos personales con el
66% (20); regulaciones al trabajo por cuenta propia, con un valor de
50% (15) de la muestra; posibilidades para las pequeñas y medianas

178
Ordenamiento Monetario y pandemia por COVID-19

empresas con un valor del 43% (13) y la unificación monetaria y cam-


biaria con un 33% (10) de representación en la muestra.
En el caso de las transformaciones negativas se agrupan especí-
ficamente en dos: la modificación de los precios estatales, con una
opinión del 53% (16) de la muestra, y la modificación de precios en
el mercado no estatal (formal o informal), donde un 76% (23) de la
muestra expresa su efecto negativo.
Lo expresado anteriormente ha tenido un impacto en la situación
económica concreta de cada persona y familia debido a que: “La ac-
tual situación epidemiológica y el reordenamiento monetario, ha
afectado algunas de las esferas económicas y sociales de mi familia,
ya que, ha dificultado la adquisición de productos básicos para la
manutención familiar y ha irrumpido completamente contra las ini-
ciativas y encuentros familiares que en tiempos anteriores sucedían
[…] para mí, la COVID-19 ha traído estragos gigantes a la economía,
mayormente reflejados en la escasez de alimentos a precios módicos
por el Estado, lo cual ha traído como resultado serios daños sociales,
[…] ya que la corrupción y el acaparamiento aumentó notablemente
durante la etapa pandémica por la que atraviesa el país”. (Hombre
mestizo, 28 años, profesional-sector estatal empresarial, estrato II).
Este impacto se refleja en nuestro estudio teniendo en cuenta los
siguientes datos recolectados: el 53% (16) expresa que los ingresos fa-
miliares no permiten adquirir lo que necesitamos por la escasez de
productos; el 43% (13) de las opiniones en cada caso contraponen en
paralelo uno de los principales fenómenos que la economía del país.
Por un lado, la afirmación de los sujetos de que el aumento de sala-
rios los ha beneficiado mejorando las condiciones económicas de su
familia, y por otro lado, que los ingresos familiares no alcanzan para
adquirir los productos que se necesitan por el aumento de precios.
Es una realidad que el valor de los salarios creció exponencialmen-
te pero, al mismo tiempo, se dispararon los precios de los productos
ofertados en el mercado estatal, no estatal o informal, lo que trae con-
sigo una inflación de los precios, acrecentada por la disminución de
la oferta y el aumento de la demanda en todos los tipos de productos
179
Elizabeth de la Caridad Hechavarría Silegas y Ángela Isabel Peña Farias

en sentido general, lo que a su vez, también ocasiona, una pérdida


del valor real del salario, o sea, tienes más dinero, pero logras acceder
por la subida de los precios a menos productos. Por último, el 30% (9)
de los encuestados, señaló que su situación económica familiar no
había cambiado mucho.
Los desafíos que este contexto impone a las familias son comple-
jos y variados. Las matrices de opinión sobre los mismos se encuen-
tran dispersos como se muestra a continuación:

Gráfico 9. Desafíos del nuevo contexto

Fuente: Elaboración propia a partir de los datos del cuestionario aplicado.

El 83% (25) de la muestra expone como principal desafío garantizar


los productos de primera necesidad debido a su escasez y precios;
el 76% (23), en cada caso, señala garantizar los ingresos necesarios
por la vía del empleo y garantizar la estabilidad y suficiencia de los
ingresos familiares; el 70% (21) mantener la salud mental y la estabi-
lidad emocional; el 66% (20) garantizar los recursos necesarios para
el cuidado de personas dependientes: infantes, adultos mayores,
estudiantes, en condición de discapacidad, etc.; el 60% (18), en cada
180
Ordenamiento Monetario y pandemia por COVID-19

caso, asume la escasez de medicamentos y/o sus precios y, garanti-


zar el esparcimiento y la recreación; el 53% (16) mantener o fomentar
los lazos de cooperación con amigos, parientes y vecinos; el 50% (15)
reparación y/o construcción de la vivienda; el 20% (6) adquisición de
una nueva vivienda mejor adaptada a las necesidades familiares y
16% (5) afirman el acceso y/o abastecimiento del agua potable.

A modo de conclusiones

Como se ha podido apreciar, las condiciones desde las que las personas
han dialogado con los cambios en curso no solo marcan diferencias aso-
ciadas a poderes adquisitivos y posiciones diferenciadas en la sociedad.
Ha quedado establecido con esta aproximación preliminar, que la im-
plementación de la Tarea Ordenamiento, en el contexto pandémico que
ha caracterizado al mundo y al país en los últimos dos años, ha venido a
profundizar y a hacer más evidentes procesos de desigualdad que ya es-
taban cristalizados en la sociedad cubana, y habanera, contemporánea.
Se ha podido apreciar que aquellos sectores sociales, cuyos ingre-
sos se encuentran en un rango superior según su cuantía y composi-
ción, se hallan en mejores condiciones de enfrentarse a los impactos
limitantes de la COVID-19, en detrimento de aquellos en posiciones
más desventajosas. En dicho escenario, la Tarea Ordenamiento, aun-
que se pretendió con un impulso equiparador, no ha logrado revertir
este proceso jerarquizante, sino que ha contribuido a su sosteni-
miento. Este fenómeno adquiere no solo una realidad material, sino
que se expresa también, en el imaginario que, sobre esta realidad,
construyen las personas, incluso en su definición acerca de los de-
safíos a los que se enfrenta la nación en estos términos. Es por esto
que, al cerrar esta breve aproximación al problema, sugerimos conti-
nuar tomando el pulso al contexto; debido, sobre todo, al imperativo
humano y político que entraña e impulsar la toma de decisiones en
pos de compensar estas desigualdades y avanzar en el camino de un
horizonte de bienestar con equidad y justicia social para todos.

181
Elizabeth de la Caridad Hechavarría Silegas y Ángela Isabel Peña Farias

Bibliografía

Costafreda, Andrea. (2020). Llueve sobre mojado en América Latina:


El impacto social de la pandemia en una región atravesada por las
desigualdades. Pensamiento Latinoamericano.

Cubadebate (1 de marzo de 2021). Encuesta: ¿Cómo ha vivido estos


dos meses de ordenamiento monetario? http://www.cubadebate.
cu/noticias/2021/1/03/encuesta-como-ha-vivido-estos-dos-me-
ses-de-ordenamiento-monetario/

González, Lídice. (2013). Apropiación de la Política Cultural según


la estructura de desigualdades. [Tesis de diploma]. Universidad de
La Habana.

Hechavarría, Elizabeth de la Caridad. (2021). Pandemia por Co-


vid-19, Tarea Ordenamiento y Desigualdad. Aproximaciones a los
impactos socioeconómicos en estratos sociales tipos en La Habana.
[Tesis de diploma]. Universidad de La Habana.

Marinho, María Luisa y Quiroz, Verónica. (2018). Estratificación


social: una propuesta metodológica multidimensional para la subre-
gión norte de América Latina y el Caribe. Santiago de Chile: CEPAL.

Peña, Ángela. (2021). Bienestar en tiempos de pandemia. Miradas


a partir de la Tarea Ordenamiento. En Daybell Pañellas e Isaac
Cabrera (coords.), Cuba. Subjetividades en pandemia (pp. 75-94). La
Habana: Publicaciones Acuario.

Sémbler, Camilo. (2006). Estratificación social y clases sociales: una


revisión analítica de los sectores medios. Santiago de Chile: Nacio-
nes Unidas.

182
Identidad social e ingresos económicos
Un estudio

Carolina Álvarez Díaz, Leyanis Angélica Plasencia Verdecia


y Daybell Pañellas Álvarez

Breve introducción

Hoy día, Cuba presenta un escenario social cuya complejidad se ha


agudizado ante el impacto de la COVID-19, el reordenamiento eco-
nómico y el recrudecimiento del bloqueo por parte de los Estados
Unidos (EE.UU). La creciente desigualdad social que se aprecia intro-
duce desafíos en las relaciones intra e intergrupales y resulta perti-
nente cuestionarse cómo es elaborada desde los grupos sociales.
Los resultados que aquí se comparten sintéticamente, correspon-
den a dos tesis de diploma defendidas en el año 2021 en la Facultad de
Psicología de la Universidad de La Habana, cuyo objetivo fue caracte-
rizar la identidad social de un grupo de altos ingresos económicos en
la sociedad cubana. Ambas tomaron como referencia la Teoría de las
Identidades Sociales (TIS) y estudios precedentes en el país, en torno
a las desigualdades sociales. Una, enfatizó en las relaciones con la
vida cotidiana, en tanto la otra, en los proyectos futuros.
El diseño metodológico fue cuantitativo, de alcance descripti-
vo-correlacional. Como instrumento se aplicó un cuestionario de
identidades sociales a 110 sujetos, en el período de marzo a mayo del

183
Carolina Álvarez Díaz, Leyanis Angélica Plasencia Verdecia y Daybell Pañellas Álvarez

año 2021. La información se procesó con el Statistical Packet for So-


cial Sciences (SPSS).
El estudio de un grupo de altos ingresos económicos en un con-
texto de creciente heterogeneidad y desigualdad social, la descrip-
ción de las dinámicas que lo caracterizan y el diálogo críticamente
con investigaciones precedentes, sirve de insumo para el futuro dise-
ño de estrategias dirigidas al fortalecimiento de la equidad.

Acerca de la teoría de las Identidades Sociales

La identidad social se define como: “aquella parte del autoconcepto


del individuo que deriva del conocimiento de su pertenencia a un
grupo(s) social(es) junto con el significado valorativo y emocional
asociado a dicha pertenencia” (Tajfel, 1984, p. 264). Dicho de otro
modo: “Son ciertas consecuencias de la pertenencia a un grupo”
(Tajfel, 1984, p. 292).
El enfoque de la Identidad Social con el que se trabaja, constitu-
ye el núcleo central de la Teoría de las Identidades Sociales (TIS), la
cual emerge del Paradigma de la Cognición Social y cuyas raíces se
remontan al trabajo llevado a cabo por Henry Tajfel en la década del
50, en el área de la percepción categorial (Scandroglio, López y San
José, 2008).
Los presupuestos básicos de la TIS se originaron a partir de los
resultados de los primeros estudios de Tajfel sobre acentuación per-
ceptiva de la categorización en el año 1959, los aspectos cognitivos
del prejuicio en el año 1969, los procesos de comparación social y las
relaciones intergrupales en el año 1984. Además, en mayor medida,
fruto de las experiencias junto a sus colaboradores de Bristol, en el
paradigma experimental del grupo mínimo.
Tras la muerte de Tajfel, uno de sus colaboradores más cercano,
John C. Turner, desarrolló, junto a importantes psicólogos socia-
les, la Teoría de la Auto Categorización del yo (TAC), la cual nació
con vocación para ser aplicada a todos los fenómenos grupales
184
Identidad social e ingresos económicos

(intra-intergrupales). La misma complementó los postulados de la TIS


focalizando en las bases cognitivas de los procesos de categorización.
El proceso de categorización fue enunciado por Tajfel como:

[…] un sistema de orientación que ayuda a crear el puesto del indivi-


duo en la sociedad. Un proceso de unificación de objetos y aconteci-
mientos sociales en grupos que resultan equivalentes con respecto
a las acciones, intenciones y sistema de creencias de un individuo
(1984, p. 293).

Otro aporte importante de la TAC, es la concepción del prototipo.


Se define como: “una representación subjetiva de los atributos de-
finitorios (creencias, actitudes, conductas, etc.) que son activamen-
te construidas y dependientes del contexto” (Hogg, 1996, citado en
Scandroglio et al., 2008, p.82). Los prototipos son elaborados por los
propios miembros del grupo a partir de la información relevante
accesible para caracterizar miembros ejemplares o representativos
(Hogg, Hardie y Reynolds, 1995) y representan el valor central del
grupo, su posición normativa –la de mayor influencia–.
La unión de la TIS y la TAC fue considerada, desde sus inicios,
uno de los marcos teóricos más influyentes dentro de la Psicología
Social (Canto y Moral, 2005). Actualmente, en el siglo XXI, ambas
teorías han seguido teniendo influencia creciente en diversas áreas
del conocimiento y la actividad. Por ejemplo: las ciencias de la orga-
nización y la gestión, el estudio del lenguaje, la comunicación y el
comportamiento de salud. Además, han tenido un impacto signifi-
cativo en la manera en que se concibe la relación entre las actitudes
de las personas y su comportamiento (Pañellas y Gamoneda, 2020).

Desigualdades sociales y económicas. Abordaje metodológico

La creciente desigualdad social y el complejo período de estratifica-


ción social que se evidencia en el país, tienen en su base la crisis de
los años noventa y las medidas para su enfrentamiento. Sus efectos
185
Carolina Álvarez Díaz, Leyanis Angélica Plasencia Verdecia y Daybell Pañellas Álvarez

hicieron visibles un escenario de expansión de las desigualdades en


los ámbitos más diversos.
Las distancias sociales que antes parecían mínimas se han pro-
pagado a tal magnitud que han cobrado particular importancia para
las Ciencias Sociales en los últimos años. La desigualdad social abor-
dada desde las identidades sociales, se explora con mayor frecuencia
en investigaciones de Latinoamérica, según un estudio bibliométrico
de Gamoneda (2020). Instituciones como el Centro de Investigacio-
nes Psicológicas y Sociológicas (CIPS), en Cuba, han dedicado una se-
rie de estudios al tema de la estructura socioclasista y la desigualdad.
Asimismo, de manera reciente, la Facultad Latinoamericana de Cien-
cias Sociales (FLACSO-Programa Cuba) diseñó un proyecto denomi-
nado Gestión innovadora del desarrollo local para el fortalecimiento de
la equidad social, que expone el estado del arte de las investigaciones
sobre desigualdad en el contexto cubano 2000-2018, considerando
sus ejes temáticos. En la dimensión económica de las desigualdades,
destacan las investigaciones de María del Carmen Zabala y Ángela
Peña sobre la reproducción de la pobreza y las familias en esta condi-
ción (Zabala, 2009, 2010; Peña, 2013).
A partir de estos precedentes y considerando el actual contexto
de creciente heterogeneidad, proponemos un acercamiento a las des-
igualdades desde las identidades sociales y sus categorías, teniendo
en cuenta lo que estas representan en la vida de los grupos sociales,
de los sujetos en sí y expresadas a través de un grupo que se autocate-
goriza como de alto capital económico. Ello es crucial, pues este es el
polo de la desigualdad abordado con menor frecuencia.

Síntesis de Resultados

A continuación, se describen las características de la muestra de es-


tudio, así como la exposición y discusión de los principales resulta-
dos obtenidos.

186
Identidad social e ingresos económicos

La muestra de la investigación estuvo compuesta por 110 sujetos.


Se caracteriza por ser mayormente femenina (67,3%), blanca (87,3%),
universitaria (73,6%), adulta media (61,8%) y residente en la capital
(91,8%). Está conformada, en mayor medida, por trabajadores del
Estado (20,6%), trabajadores por cuenta propia, entre empleados y
empleadores, (30,1%) y estudiantes (27%).
En cuanto a los ingresos mensuales aproximados, se refirieron
con mayor frecuencia los rangos inferiores correspondientes a 1000-
2.100 CUP (26,4%) y 2.100 CUP (22,7%). El rango mayor de ingresos,
que corresponde a más de 10.000 CUP, es señalado por un 12,7 % del
total de la población en estudio.
El hecho de que los rangos de ingresos reconocidos con mayor
frecuencia sean los inferiores podría llamar la atención en una in-
vestigación que caracteriza, especialmente, a individuos de altos
ingresos económicos. Sin embargo, esta declaración de ingresos no
se corresponde con los comportamientos, valoraciones, consumo y
motivaciones que los sujetos apuntan como parte de su vida cotidia-
na y sus ventajas: “Tengo una buena alimentación, buenas comodi-
dades para garantizar el estudio y la superación; no tengo que estar
preocupado por la subsistencia o necesidad de dinero como los de
la clase baja; puedo ayudar a mi familia; tengo respaldo financiero”
(encuestado).
Se pone de manifiesto cómo el ingreso continúa siendo un tema
álgido y controversial, que genera incomodidad. Con lo cual, los in-
dividuos suelen ser cautelosos en su declaración, aunque posterior-
mente hagan referencia a un nivel de vida en el que resulta absurdo
y poco verídico el rango señalado. Además, permanece la concepción
errónea que equipara salario = ingreso y que excluye otras vías de
entrada económica.
En cuanto a las fuentes de ayuda económica, casi la mitad de los
sujetos de la muestra declaró no recibir algún tipo de ayuda econó-
mica (47,9 %). De aquellos que reciben alguna ayuda, el mayor por-
centaje proviene de familiares en el exterior (42,8%) y de familiares

187
Carolina Álvarez Díaz, Leyanis Angélica Plasencia Verdecia y Daybell Pañellas Álvarez

en Cuba (26,9%). En este grupo de individuos se encuentran con ma-


yor frecuencia los estudiantes (76,4%).
Un primer acercamiento al modo en que se conciben dinámicas
sociales en el país, es la identificación de grupos sociales en la Cuba
de 2021. Ante tal cuestionamiento refieren, en primer lugar, el crite-
rio referido a las clases sociales de pertenencia (28,8%), identificando
una clase alta, clase media y una clase baja. Algunos ejemplos son: el
grupo élite y el grupo asalariado; la clase media, la clase pobre y la clase
rica o acomodada; ricos, clase media y baja, pobres, obreros, clase media,
pequeña burguesía.
El segundo criterio que emergió con mayor frecuencia fue el
ingreso económico (28.1%), referido a un alto, medio y bajo poder
adquisitivo. Es interesante destacar, que al hablar del ingreso econó-
mico no solo se hace referencia a la cantidad del ingreso, sino tam-
bién a su cualidad; lo cual es una característica que emerge en este
estudio, condicionado por un contexto en el que aparece la moneda
extranjera como una alternativa para la adquisición de bienes y la
satisfacción de necesidades. En este sentido, los sujetos hacen refe-
rencia a: “los que poseen MLC y pueden conseguir en una tienda casi
todo lo que desean y los que no; los que tienen USD y los que no”
(encuestados).
La emergencia de esta cualidad refuerza la idea de que la catego-
rización no puede ser entendida al margen de un contexto social, en
tanto las percepciones acerca de las categorizaciones sociales pue-
den cambiar si las formas de organización social lo hacen (Turner,
1999).
En tercer lugar, aparece el criterio sociocupacional (22,6%), que
incluye aquellos que estructuran la sociedad cubana según la vin-
culación laboral (20%), las relaciones de producción (40%) y el tipo
de propiedad (40%): criterio dentro del cual se hace alusión, cada vez
con más frecuencia, a un nuevo término “los emprendedores”.
Aparecen con menor frecuencia, y sin diferenciación al interior,
el grupo de los delincuentes (4,1%) y marginales (4,1%). Si bien este
no es un resultado nuevo con respecto a investigaciones precedentes
188
Identidad social e ingresos económicos

(Pañellas, 2012; Dujárric y Vázquez, 2015), destaca una característica


importante: se identifican dentro de estos grupos a personas catalo-
gadas como “revendedores” y “coleros”, categorías emergentes en la
sociedad cubana durante el periodo de reordenamiento económico.
Emergen criterios con bajos porcientos como son las creencias
religiosas (2,7%); las identidades juveniles (2,1); el nivel de instrucción
(2,1); el criterio generacional (2,1%) y la afiliación política (1,4%). Por
último, aparece el grupo vulnerables (0,7%), que se relaciona con un
contexto pandémico y se identifican dentro de este grupo a aquellas
personas con factores de riesgo, propensas a contraer la COVID-19 y
transitar hacia formas graves de la enfermedad.
En cualquier caso, resulta relevante que la mayoría de la muestra
tiende a estructurar la sociedad cubana atendiendo a diversos crite-
rios, lo cual da cuenta de que existe una percepción de la estructura
social diversa y heterogénea. Así mismo, es valioso señalar que las
clases sociales y el ingreso económico son los criterios identificados
con mayor frecuencia, convirtiéndose en los ejes estructurantes de
la desigualdad a nivel subjetivo. A la vez que se naturaliza la existen-
cia de desigualdades.
Con respecto a los componentes identitarios, como eje de conti-
nuidad en relación con investigaciones precedentes (Pañellas, 2012;
Dujárric y Vázquez, 2015; De Armas y Pañellas, 2016; De los Santos,
2019), se ratifica la existencia de una identidad social vinculada a la
tenencia de alto capital económico. La pertenencia es significativa
para sus miembros y se traduce –básicamente– en satisfacción de ne-
cesidades (24%), mejor calidad de vida (20,2%) y comodidades (13,3%).
De manera general, la pertenencia al grupo es valorada positi-
vamente por sus miembros y despierta sentimientos y emociones
agradables (64,7%) como la tranquilidad (35,4%), la felicidad (13,9%),
la satisfacción (12,7%) y la seguridad (12,7%), asociadas a las condi-
ciones materiales y la estabilidad económica que le proporciona la
pertenencia al grupo de altos ingresos. Por su parte, las emociones
negativas identificadas más frecuentes son la insatisfacción (22,7%)
relacionada con inconformidad; ansiedad (18,1%) y preocupación
189
Carolina Álvarez Díaz, Leyanis Angélica Plasencia Verdecia y Daybell Pañellas Álvarez

(13,6%) referidas a la tensión generada por la posibilidad de perder su


posición económica.
Continúa existiendo resistencia a identificarse como de altos in-
gresos (Dujárric y Vázquez, 2015) desde la dimensión consciente ar-
gumental. Solo un 7,3% se autocategoriza como tal. Esta actitud tiene
sus condicionantes en estigmatizaciones que permanecen en nues-
tra sociedad.
Por una parte, los individuos de este grupo se reconocen víctimas
de cuchicheos, prejuicios, rechazo y envidia por su estilo de vida y
consumo. Las ideas siguientes, lo manifiestan: Los típicos comentarios
de los del llamado tercer grupo (grupo de bajos ingresos económicos):
claro porque ustedes los ricos[…]; las personas piensan que tienes un
mundo de privilegios; recibes críticas de la clase más baja; te juzgan
sin conocerte, eres bueno cuando das, pero malo cuando no puedes;
todos quieren cobrarte más caro; no puedes aspirar a un crecimiento
sin ser mal visto; puede que luego empieces a ver a la gente de una
forma diferente y te vuelvas una persona ambiciosa.
Sin embargo, esta estigmatización percibida no proviene única-
mente de individuos aislados con los que interactúan cotidianamen-
te sino, también, de posiciones oficiales. Aun cuando no es lo mismo
“concentrar la propiedad” que “acumular riquezas”, las personas
suelen superponer ambos términos y en este sentido, se perciben
ciertos discursos oficiales como estigmatizantes: “La concentración
de la propiedad es el gran enemigo al que debemos enfrentar” (Cas-
tro, 2018, p. 19).

Cuba impedirá la concentración de la propiedad y la riqueza en


actores no estatales o personas naturales al establecer ser socio de
solo una micro, pequeña y mediana empresa. Es así precisamente
para evitar la concentración de la propiedad y la riqueza, elementos
que no son coherentes con nuestro diseño de socialismo (Odriozola,
2021, p. 10).

Con respecto a la percepción de ventajas y desventajas asociadas a


la pertenencia, destaca la delimitación de una mayor cantidad de

190
Identidad social e ingresos económicos

ventajas. De hecho, un 36,8% de la muestra refiere que no existen


desventajas.
Las principales ventajas se relacionan con el nivel de vida (27,3%),
la satisfacción de necesidades (19,5%) y la ausencia de preocupacio-
nes (15,6%). Esta última obedece, fundamentalmente, a preocupa-
ciones de índole económica. Emerge también como ventaja para el
grupo, tener mayores oportunidades (10,2%) entendidas como la po-
sibilidad, superior a otros grupos, de superación, gestión y acceso a
recursos: “Simplemente resolver algún problema un poquito más fá-
cil y rápido que los del grupo de bajo nivel económico; tener un poco
de más facilidades de acceso a comprar comida y otras cosas; mayor
posibilidad de gestión y emprendimiento” (encuestado).
En el caso de las desventajas percibidas, son frecuentes las res-
puestas relacionadas con la insaciabilidad (15,7%): “siempre es nece-
sario más dinero; no puedes darte algunos lujos; no tienes acceso aún
a muchas cosas que quisieras” (encuestados). Los sujetos no se con-
forman con satisfacer sus necesidades básicas, aunque lo valoren
como una ventaja primordial, sino que sus motivaciones trascienden
el orden de lo necesario para vivir y se relacionan con aspiraciones
mayores de riqueza, lujo, consumo, superación y poder. Este resul-
tado apoya las investigaciones de Jetten (2019), aportando evidencias
acerca de la relación que existe entre la pertenencia al grupo de altos
ingresos y un mayor deseo de riqueza y status.
En cuanto a la caracterización del prototipo grupal, este fue des-
crito por los sujetos, con mayor frecuencia, según rasgos espirituales
(41,7%). Se evidencian rasgos positivos (53,4%) relacionados –esen-
cialmente– con actitudes hacia la actividad laboral: trabajador, in-
teligente, emprendedor, tenaz, capaz, eficiente, habilidoso, exitoso y
rasgos negativos vinculados a características personológicas: egoís-
ta, ambicioso, egocéntrico, competitivo y arrogante.
Se distingue por determinados comportamientos (17,4%) como
la realización de inversiones, viajes costosos, asistencia a lugares lu-
josos, relaciones con individuos de igual nivel económico y poder;
rasgos estéticos (4,9%) como la elegancia, la utilización de prendas
191
Carolina Álvarez Díaz, Leyanis Angélica Plasencia Verdecia y Daybell Pañellas Álvarez

y ropa de marca, y tenencia de bienes (10,6%) como una casa grande


con lujos, transporte privado, joyas y negocios propios.
Esta figura se concreta en personas con vínculo cercano (30,1%):
mi jefe, mi vecino, mi papá, mi padrastro, amigos de mi facultad; se-
gún los roles que desempeña (40,9%): artistas y deportistas, dueños
de empresas y negocios exitosos, diplomáticos, funcionarios de co-
mercio exterior, guajiros con dinero, dirigentes políticos; o persona-
lidades públicas (22,6%), generalmente de nacionalidad extranjera:
Donald Trump, Elon Musk, Oprah Winfrey, Robert Kiyosaki, Celine Dion,
Bill Gates, Mark Zuckerberg, Leonel Messi y Michel Mirabal. Se visualiza
una figura masculina, blanca, adulta que se desempeña en sectores
privados. O sea, un empresario exitoso, emprendedor e inteligente.
Aunque se entrevé la presencia de mujeres, personas de raza negra y
mestiza, así como adultos mayores en las identificaciones que hacen
de personalidades públicas o personas cercanas en este sector, esta
no suele ser la regularidad ni la referencia.
Emerge la figura del dirigente político y sus familias como ejem-
plares típicos de alto capital económico. Se identifica con expresio-
nes peyorativas en algunos casos, lo que indica cierta hostilidad y
reservas hacia este grupo ocupacional: los dirigentes corruptos, los
niños de mamá y papá. Esto representa una alerta, porque nos habla
de que existe una representación en el imaginario de una clase alta
política empoderada y con dinero.
Con respecto a las percepciones sobre la vida cotidiana, la mejor
está asociada con la cercanía y los vínculos familiares (12,4%), la co-
rrespondencia entre trabajo y solvencia económica (10,4%), la viven-
cia de estados emocionales positivos (10,4%) y el nivel de vida alto
(8,5%). En cambio, la peor vida cotidiana está relacionada con difi-
cultades económicas (17,3%), ausencia de metas y propósitos (10,2%),
vivencia de estados emocionales negativos (10,2%) y la falta de co-
rrespondencia entre el trabajo y la solvencia económica (7,9%).
Resulta relevante destacar la importancia que los sujetos otorgan
al trabajo, en su percepción de la vida cotidiana. El trabajo, señalado
por un 28,1% de los sujetos, es considerado el principal vehículo no
192
Identidad social e ingresos económicos

solo para la satisfacción de necesidades, sino también, para la rea-


lización personal y la garantía del nivel de vida al que aspiran: co-
modidades, facilidades y tiempos de esparcimiento y ocio junto a la
familia y amigos. Se le otorga visibilidad y valor al trabajo como la
vía central más eficaz, placentera y reconocida para alcanzar estos
fines. En investigaciones anteriores (Dujárric y Vázquez, 2015; De Ar-
mas, 2016; Luya, 2016) se hacía igualmente referencia a la solvencia
económica, las necesidades satisfechas y el nivel de vida. Sin embar-
go, en esta ocasión la categoría trabajo enlaza a estos conceptos. Es
decir: “es a través del trabajo que deseo ser y tener” (encuestado).
La mayor parte de la muestra se encuentra satisfecha con su po-
sición en la vida cotidiana. Esa satisfacción (74,5%) se relaciona con
objetivos alcanzados fruto del esfuerzo personal y estados emocio-
nales positivos, los cuales son resultado –en gran medida– del nivel
de vida y la solvencia económica. La insatisfacción (24,5%) se adjudi-
ca, generalmente, a tener aspiraciones personales mayores. La moti-
vación por el progreso, la superación, por aumentar sus bienes y por
ascender en la escala social, emerge nuevamente como una caracte-
rística que transversaliza la configuración identitaria del grupo.
En relación con este rasgo, se visualizan deseos de movilidad as-
cendente (54,6%) en más de la mitad de la muestra, con el objetivo
de ampliar sus beneficios y privilegios como grupo: tener más co-
modidades (26,6%), ganar más dinero (25,3%), viajar más (16,9%). Los
principales obstáculos para la movilidad responden a cuestiones ex-
ternas (29%) que aparecen asociados a la crisis económica, a la crisis
sanitaria, políticas externas y obstáculos internos (20%) vinculados
a insuficiente desarrollo personal y recursos individuales. Estos re-
sultados exponen cómo se comienza a situar la responsabilidad indi-
vidual de su prosperidad y su futuro en el propio sujeto; y no tanto,
dependiente de condiciones externas o de cuestiones que se espera
sean garantizadas o provistas por otras instancias como el Estado
(Pañellas, 2012; Dujárric y Vázquez, 2015).
De manera general, se constata cómo la percepción y la satisfac-
ción con la vida cotidiana, los juicios, estilos de vida e, incluso, las
193
Carolina Álvarez Díaz, Leyanis Angélica Plasencia Verdecia y Daybell Pañellas Álvarez

relaciones interpersonales están condicionados por el ingreso eco-


nómico. De hecho, las mejores relaciones entre los grupos son visua-
lizadas a nivel intragrupal (30,5%), específicamente, lo interno del
grupo de alto capital y de medio (36,4%) porque poseen igual nivel
económico (54,5%). Por su parte, los peores vínculos se visualizan a
lo interno del grupo de altos ingresos (55,5%). Las principales razones
son: porque existe competencia entre ellos (84%), algunos son elitis-
tas y egocéntricos (72%) y porque algunos se sienten privilegiados en
la sociedad (60%).
También se observa una alta frecuencia en el par bajos/altos in-
gresos (80,9%) dentro de las relaciones intergrupales. En este caso,
los argumentos más frecuentes son: algunos se sienten privilegiados
en la sociedad (70,6%), poseen diferente nivel económico (64,7%), al-
gunos son elitistas y egocéntricos (64,7%) y existe diferencia de inte-
reses (52,9%).
Los hallazgos obtenidos coinciden con investigaciones anteriores
(Pañellas, 2020). El nivel económico continúa como un homogenei-
zador de estilos de vida, consumo y relaciones interpersonales.
Con relación a los proyectos futuros, existen altas motivaciones
en los sujetos de la muestra, resultado que constituye una ruptura
con respecto a las investigaciones precedentes (Dujárric y Vázquez,
2015; Pañellas y Arango, 2021). El 69,1% de los sujetos desarrolla tres
proyectos de vida, solo el 2,7% no enuncia proyecto alguno.
El área personal es la más frecuente en la proyección (41,8%) y está
asociada a elevar la posición económica y emigrar para contribuir a
su realización personal. Le sigue el área profesional (40,7%) centrada
–principalmente– en la superación profesional y el emprendimiento
de nuevas empresas y negocios particulares también conocidos aho-
ra como micro-pequeñas y medianas empresas [MIPYMES].
En lo referente a los obstáculos, el 70,2% se identifica como exter-
nos, entre los que prevalecen: la inestabilidad económica del país, la
pandemia, la burocracia y los bajos salarios. Los obstáculos internos
(17,6%) son: la gestión del tiempo, responsabilidades individuales y

194
Identidad social e ingresos económicos

falta de voluntad. En un 5,3% se enuncian obstáculos mixtos y solo el


6,9% refiere que no existen obstáculos para sus proyectos.
Las estrategias planteadas para la consecución de los proyectos
son adecuadas (99,3%), se ajustan a dichos contenidos y son realis-
tas. Esto se evidencia en el discurso de los sujetos: “Desempeñar mi
carrera profesional, cursar grados de superación, sentirme feliz en
mi puesto de trabajo. Lograr que mi compañía sea una MIPYME,
estar al tanto de las reformas que están haciéndose y ser proactiva
(encuestados).
En general, los proyectos están bien estructurados, acordes en
el tiempo y movilizan a gran parte de los sujetos, aspecto relevante
para el futuro que se está construyendo, aunque se debe prestar aten-
ción al aumento que tiene la emigración en la escala motivacional de
los sujetos, que dejaría escapar las potencialidades de un sector que
apuesta por la prosperidad, sobre todo, en materia económica.
A partir de los resultados mostrados, queda confirmado que el
grupo de pertenencia, según el ingreso económico, resulta una va-
riable significativa para todos los aspectos tratados en la investiga-
ción; desde los componentes identitarios, hasta la concepción sobre
la vida cotidiana, la proyección futura y las relaciones grupales que
establecen. Independientemente de las regularidades y tendencias
mostradas se ha percibido que la configuración de ciertas variables
sociodemográficas como el sexo y la ocupación, marcan heteroge-
neidades a lo interno del grupo de altos ingresos.

Conclusiones

Se constata, una vez más, la presencia de una identidad social relati-


va a la pertenencia de los sujetos al grupo de altos ingresos económi-
cos. Se consolidan tendencias comprobadas, ya desde hace siete años
(Dujárric y Vázquez, 2015) la resistencia al reconocimiento como gru-
po de altos ingresos desde la dimensión consciente, la percepción de
una figura masculina, adulta, blanca, como ejemplar típico de alto
195
Carolina Álvarez Díaz, Leyanis Angélica Plasencia Verdecia y Daybell Pañellas Álvarez

capital, la identificación de dirigentes políticos como parte del gru-


po; la homofilia en las relaciones intergrupales.
Por otra parte, se introducen nuevas cualidades diferenciado-
ras que constituyen focos de análisis: la desigualdad producida por
el MLC en la economía nacional, la emergencia de nuevos actores
sociales durante este período pandémico, el papel del trabajo, y con
ello, las políticas laborales y salariales; los condicionantes de proyec-
ciones futuras más amplias y estructuradas y, por último, las motiva-
ciones y aspiraciones de riqueza y status por parte de los miembros
del grupo, cualidad que transversaliza su configuración identitaria.
La lectura de estos resultados confirma la naturalización de las
desigualdades sociales, la heterogeneidad intergrupal e intragrupal,
la necesidad de intencionar políticas públicas encaminadas a fo-
mentar la equidad, pues esta no emergerá de manera espontánea. Es
un proceso de construcción conjunta, multiactoral y, desde miradas
científicas, demanda la trans y multidisciplinariedad.

Bibliografía

De Armas, Frank. (2016). Domésticas: Mirada exogrupal a la iden-


tidad social de cuentapropistas de altos ingresos. [Tesis de diploma].
Universidad de La Habana.

Dujárric, Gabriela y Vázquez, Maydée. (2015). Identidad social de


un grupo de altos ingresos económicos. [Tesis de diploma]. Universi-
dad de la Habana.

Hogg, Michael; Hardie, Elizabeth y Reynolds, Katherine. (1995).


Prototypical similarity, selfcategorization, an depersonalized

196
Identidad social e ingresos económicos

attraction: A perspective on group cohesiveness. European Journal


of Social Psychology, 25 (2), 159-177. https://psycnet.apa.org

Jetten, Jolanda; Wang, Zhechen y Steffens, Niklas K. (2019). The


more you have, the more you want? Higher social class predicts
a greater desire for wealth and status. European Journal of Social
Psychology,50 (1). Brisbane. doi:10.1002/ejsp.2620

Luya, Lesyany. (2016). Identidad social en cuentapropistas con altos


ingresos. Distinción entre sus roles. [Tesis de diploma]. Universidad
de La Habana.

Odriozola, Johana. (31 de agosto de 2021). Cuba impedirá concen-


tración de riquezas y propiedad en mipymes. https://www.pren-
sa-latina.cu

Pañellas, Daybell y Arango, Laura. (2021). COVID-19: Dos caras de


una moneda. Temas, 102- 103, 62-69. www.temas.cu

Pañellas, Daybell. (2012). Grupos e identidades en la estructura


social cubana. [Tesis de doctorado]. Universidad de la Habana.

Pañellas, Daybell. (2020). Grupos e identidades sociales en cambio.


[informe]. Universidad de la Habana, Facultad de Psicología.

Pañellas, Daybell y Gamoneda, Lorena. (2020). Identidades So-


ciales. Estudio Bibliométrico con Web of Science. Revista Estudios
del Desarrollo Social: Cuba y América Latina. 10 (1), 10- 23. www.
revflacso.uh.cu

Scandroglio, Bárbara; López, Jorge y San José, María del Carmen.


(2008). La Teoría de la Identidad Social: una síntesis crítica de sus
fundamentos, evidencias y controversias. Psicothema, 20 (1), 80-
89. www.psicothema.com

Tajfel, Henry. (1984). Grupos humanos y categorías sociales. Estudios


de Psicología Social. Barcelona: Herder.

197
Carolina Álvarez Díaz, Leyanis Angélica Plasencia Verdecia y Daybell Pañellas Álvarez

Turner, John. (1999). Social Identity Salience and the Emergence


of Stereotype. Personality and Social Psychology Bulletin, 11- 46.
Lawrence Earlbaum Associate Publisher.

Zabala, María del Carmen. (2010). Familia y pobreza en Cuba. Estu-


dio de casos. La Habana: Acuario.

198
Capítulo III.
Juventudes en el lente
Juventudes en tiempos de pandemia
Desigualdades, resistencias y adultocentrismo1

Pablo Vommaro

Acercándonos al problema

Si pensamos Argentina y América Latina en la última década desde


los mundos juveniles, podemos desatacar dos procesos. Por un lado,
la ampliación de derechos y el reconocimiento de diversidades, pro-
ducidos –sobre todo– desde las políticas públicas. Por el otro, el cre-
cimiento de las desigualdades sociales en su multidimensionalidad
(Reygadas, 2008; Saraví, 2015), proceso en el cual es especialmente
importante la dimensión generacional.
Ambos procesos pueden analizarse en forma de tendencias con-
trapuestas o ambivalentes (Kessler, 2014). Por ejemplo, las juventu-
des actuales están cada vez más educadas y son más participativas,
a la vez que aumentan las desigualdades educativas y el desconoci-
miento o la represión de las formas de activismo juvenil (Vommaro,
2019; Rodríguez, 2012). Asimismo, ganan espacios en el mercado

1
Este artículo actualiza y condensa el trabajo publicado en Vommaro, Pablo. (2022).
Experiencias juveniles en tiempos de pandemia ¿Cómo habitan la pandemia las juventudes
y qué cambió en su vida cotidiana? Buenos Aires: Grupo Editor Universitario y lo arti-
cula con lo presentado en el VI Taller Cultura y desigualdades sociales, realizado en
diciembre de 2021 con la organización del Instituto Cubano de Investigación Cultural
Juan Marinello.

201
Pablo Vommaro

laboral, pero sus condiciones de trabajo están más degradadas y


precarizadas (Vommaro, 2019). Según diversos informes, situaciones
como el desempleo o la pobreza se duplican o triplican en este seg-
mento social, que no solo atraviesa desigualdades socio-económicas,
sino también étnico-raciales, sexuales y de género, territoriales, cul-
turales, educativas, laborales, vinculadas con la movilidad humana,
políticas y religiosas, entre otras.2
Por otra parte, para comprender estos procesos desde la perspecti-
va generacional, es importante considerar el protagonismo que han
cobrado las juventudes en las dinámicas sociales y políticas de Amé-
rica Latina en los últimos años, lo que hizo más visible el despliegue
de las propuestas y las movilizaciones de diversos colectivos juveni-
les. Esta acción contenciosa, con marcas generacionales, contribuyó
al mencionado proceso de ampliación de derechos y consideración
de las diversidades que vivió la región en las primeras décadas del
siglo XXI. Muchas políticas públicas de este tipo fueron expresión de
conquistas ganadas en la movilización y la acción colectiva juvenil.
Del mismo modo, gran parte de los colectivos juveniles más activos
en la última década, desplegaron propuestas que buscaban producir
igualdades desde el reconocimiento de las diversidades. Una igual-
dad no concebida como proceso homogeneizante o unívoco, sino
producida desde la diferencia y la pluralidad.
En este marco, la pandemia de COVID-19 produjo una crisis ge-
neralizada que actúa como visibilizadora e intensificadora de diná-
micas sociales preexistentes. Es decir, que la pandemia se genera y
propaga en un mundo con determinadas dinámicas y lógicas sociales
que deja en evidencia, acelera, amplifica y profundiza. En este artícu-
lo nos enfocaremos en las dinámicas de producción y reproducción
de las desigualdades sociales desde el punto de vista generacional,
procurando aportar a una cartografía posible de las experiencias ju-
veniles en tiempos de pandemia.

2
Ver, por ejemplo, CEPAL (2012, 2013, 2014). Panorama Social de América Latina. www.
cepal.org

202
Juventudes en tiempos de pandemia

Así, analizaremos las desigualdades sociales multidimensionales


abordadas desde un enfoque interseccional, que incluye las dimen-
siones generacional y territorial, cruzadas con otras como la de gé-
nero, la laboral y la educativa. Nos acercaremos a la situación de las
juventudes de las principales ciudades de América Latina, a partir de
algunos resultados de investigación disponibles. Nos basaremos en
el enfoque generacional como abordaje interpretativo de los proce-
sos de producción y reproducción de las desigualdades, siguiendo lo
que planteamos en trabajos anteriores (Vommaro, 2104, 2015, 2017,
2019, 2020, 2020a y 2022) y lo que proponen autores como Mann-
heim (1993 [1928]) y Lewkowicz (2004a y 2004b).
A partir de las experiencias analizadas, se buscará identificar ten-
dencias regionales para desentrañar las dinámicas de persistencia
y emergencia de las desigualdades generacionales territorialmen-
te configuradas en tiempos de pandemia. El objetivo es realizar un
aporte a la comprensión de las actuales cartografías de las desigual-
dades sociales que atraviesan a las juventudes latinoamericanas,
considerando las diversidades juveniles como configuradoras de po-
tencias hacia la producción de igualdad.

Juventudes desde la perspectiva generacional:


entre las desigualdades y las diversidades

Como ya mencionamos en este artículo y hemos desarrollado en


otros trabajos (Vommaro, 2015, 2017 y 2022), las desigualdades como
condición y las diversidades como marca generacional son rasgos
constitutivos de las juventudes latinoamericanas contemporáneas.
Proponemos que las diversidades no sean abordadas desde la
fragmentación o la vulnerabilidad, como un rasgo a homogeneizar o
unificar; sino consideradas como condición del presente, que puede
leerse como fortaleza y potencia. Uno de los desafíos que se presenta
y subyace en el propósito de este artículo puede enunciarse de esta

203
Pablo Vommaro

manera: ¿cómo abordar las diversidades pensando en los procesos


de generación de igualdad, en contrarrestar las desigualdades?
Al encarar estos problemas desde una perspectiva generacional,
encontramos un dilema que se vincula con la pregunta: ¿cómo pen-
samos la tensión diferencia/desigualdad? O expresado desde térmi-
nos propositivos, ¿cómo articulamos la construcción de la igualdad
desde las diversidades?
Hace ya algún tiempo una mujer de 24 años me dijo durante una
entrevista: “en este colectivo trabajamos para que la diferencia no se
convierta en desigualdad”.3 En el mismo sentido iba una de las frases
que encontré en un folleto de uno de los colectivos del movimiento
#YoSoy132 de México, que decía: “somos iguales porque somos dis-
tintos”.4 Estos dos enunciados pueden resumir los problemas que
aquí abordamos, a la vez que abren interrogantes que nos ayudan a
avanzar en nuestros análisis.
En efecto, al analizar las formas de asociación juveniles en la ac-
tualidad, se presenta el desafío de cómo pensar la igualdad desde las
diversidades, de qué manera concebir una igualdad que no homo-
genice, que no sea unívoca, ni totalizadora, que asuma la diferencia,
pero que, a la vez, no la consagre como desigualdad. Asumir la dife-
rencia de modo de permitir la construcción de igualdades.
Desde nuestra perspectiva, el desafío es cómo asumir las dife-
rencias como condición del presente, como rasgo generacional, no
como fragmentación o vulnerabilidad. Es decir, concebir la igualdad
en tanto lo común, como lo que nos une, lo que nos permite construir
otros “modos de estar juntos” (Martín Barbero, 2002, p. 10). Enuncia-
do en forma de interrogante, ¿es posible pensar un estar juntos, un
común, una igualdad desde la diferencia, desde las diversidades?
Autores como Boaventura de Sousa Santos (2010) proponen la
noción de pluriversidad para intentar articular la diversidad y la

3
Entrevista realizada en septiembre de 2010 en un barrio del Sur del Gran Buenos
Aires (Argentina).
4
Frase tomada de un folleto impreso en noviembre de 2015, que, a su vez, retoma una
de las consignas acuñadas por el zapatismo luego de 1994.

204
Juventudes en tiempos de pandemia

universalidad, la diferencia y lo común, superando la concepción de


lo universal como lo unívoco u homogeneizante, como la anulación
de la diferencia.
En cuanto al abordaje de las desigualdades sociales, proponemos
una mirada multidimensional y situada (Vommaro, 2017b, 2017c;
Reygadas, 2008). Dentro de esta concepción múltiple y pluralmente
configurada, en este artículo enfocaremos en las intersecciones gene-
racionales de los dispositivos sociales de producción y reproducción
de las desigualdades, sin desconocer otras dimensiones como el gé-
nero, las migraciones, las cuestiones étnicas, culturales, educativas,
laborales, territoriales. De este modo ha sido trabajado por diversos
autores en la actualidad (Reygadas, 2004; Kessler, 2014; Pérez -Sainz,
2014; Dubet, 2015; Therborn, 2015; Saraví, 2015; Cháves, Fuentes y Ve-
cino, 2016). No podríamos hablar de una desigualdad unidireccional
o unidimensional, solamente socioeconómica, por ingresos, renta o
una vinculada sólo con posiciones de clase.
A nivel estructural podemos distinguir posiciones de clase que
signan las desigualdades, las estructuran y, de cierta forma, las de-
terminan. Pero, sin dudas, también hoy es necesario ampliar la pers-
pectiva y asumir su multidimensionalidad (Reygadas, 2004, 2008;
Dubet, 2015).
Es indudable también, que en los últimos años se ha instalado
este problema en la agenda pública, tanto a nivel mediático, como
político y académico. Y a partir de esta emergencia de las desigual-
dades como problema público, como causa pública y causa militante
(Vázquez, 2013), resulta interesante hacer un ejercicio para pensar
dos cuestiones. Por un lado, cómo se construye un problema social y
cómo ingresa en la agenda pública, tanto en la de los medios, como
en la de la investigación y en la de las políticas. Por el otro, cómo ese
tema de agenda pública se convierte en causa militante de colecti-
vos, movimientos y organizaciones juveniles.5 Es decir, indagar en

5
Para ampliar estos análisis se puede consultar a autores como Bourdieu (1990,
2007) o Lenoir (1979, 2000), quien en parte sigue y profundiza sus propuestas.

205
Pablo Vommaro

las maneras en las que colectivos juveniles asumen las desigualda-


des como causa política o militante y producen prácticas para con-
trarrestarlas que, en muchos casos, constituyen propuestas hacia la
igualdad en la diversidad.
Antes de avanzar en las propuestas de los colectivos juveniles,
retomamos algunos análisis como los que proponen Gentili (2015) o
Dubet (2015) para pensar en los dispositivos de producción pública
de los pares conceptuales desigualdad/pobreza y desigualdad/ex-
clusión. Según estos autores, mientras la noción de pobreza es más
estática, binaria y fija, la de desigualdad permite un abordaje más
dinámico y relacional porque siempre está hablando de un vínculo
con otro. La desigualdad no es un estado fijo, es una relación entre,
al menos, dos partes. Enfocar la mirada en ese entre produce análisis
con consecuencias en la acción política y en los discursos públicos
(Gentili, 2015). Algo similar sucede con el par desigualdad/exclusión.
Y en parte por esto es que en los últimos años se han debilitado los
enfoques basados en el paradigma inclusión/exclusión, que predo-
minó en décadas pasadas para guiar tanto estudios sociales, como
políticas públicas.
El avance del paradigma de las desigualdades sociales generó,
a su vez, estudios que interpretaron los actuales procesos sociales
vinculados a estas dinámicas a partir de las nociones de “inclusión
excluyente” o “exclusión incluyente”. Así caracterizan autores como
Ezcurra (2011) las ambivalencias y paradojas sociales de los procesos
de ampliación de derechos e inclusión, impulsados a partir de pro-
gramas estatales en las últimas décadas, pero que, sin embargo, no
lograron disminuir desigualdades. En algunos casos, incluso las pro-
fundizaron o no pudieron contrarrestar la delimitación de circuitos
desiguales y diferenciados. Tanto en las cuestiones de ampliación
de las matrículas o la cobertura educativa, como en los programas
de las llamadas transferencias condicionadas,6 estos análisis permi-

6
Nos referimos a los programas de transferencias condicionadas (PTC, según
CEPAL) o los programas de transferencias monetarias condicionadas (PTMC, según

206
Juventudes en tiempos de pandemia

ten identificar tendencias contrapuestas y procesos discontinuos,


sinuosos, muchas veces opacos. Políticas públicas de países como
Argentina, Brasil, Ecuador o Bolivia, fueron estudiadas desde estas
perspectivas, que no profundizaremos aquí, pero que consideramos
fructíferas y productivas.
Recapitulando, proponemos pensar las desigualdades como diná-
micas, situadas, relacionales, multidimensionales e intersecciona-
les, como expresión de procesos sociohistóricos que se configuran
en una espacialidad, no autocentradas o autodefinidas (Vommaro,
2017b).
Para ampliar en este enfoque podemos retomar las propuestas de
Dubet (2015), quien plantea que existen tres tipos de desigualdades:
por acceso (a un bien, a un servicio, a la salud, al ocio, a la recrea-
ción); por oportunidades (relacionadas con el punto de partida de
un individuo o grupo); por posiciones (que serían más estructurales,
porque se vinculan –justamente– con la situación socioeconómica
de los individuos y los grupos sociales).
Desde los enfoques estructuralistas y materialistas podríamos
pensar que las desigualdades de posiciones son las más significativas.
Sin embargo, a partir de las investigaciones realizadas proponemos
incorporar las dimensiones múltiples que surgen dese el enfoque de
las oportunidades. Podríamos, con Dubet, pensar la intersección en-
tre estos tres tipos para construir, si acordamos que las desigualda-
des son multidimensionales, un abordaje complejo que dé cuenta de
esta multidimensionalidad.
Varios autores latinoamericanos como Kessler (2014), Reygadas
(2004), Gentili (2015) y Pérez -Sainz (2014), plantean que las des-
igualdades se presentan en la región como paradojas o tendencias
contrapuestas. Es decir, al pensarlas de modo relacional, proponen

el BID-BM), que adoptaron formas singulares en cada uno de los países mencionados.
Entre los principales en cada caso, destacamos la Asignación Universal por Hijo, crea-
do en 2009 en la Argentina; el Bono Juancito Pinto, implementado en 2006 en Bolivia;
la Bolsa Familia, impulsada desde 2003 en Brasil y el Bono de Desarrollo Humano, que
se aplica desde 2003 en Ecuador.

207
Pablo Vommaro

abordarlas también en sus ambivalencias y tensiones. Ellos mues-


tran, en coincidencia con cifras de la Comisión Económica para
América Latina y el Caribe [CEPAL] (2012) o el BID-Banco Mundial
[BM] (2013), que en América Latina se produjo, en las últimas déca-
das, un fuerte crecimiento económico con diversidades o desigualda-
des entre los diferentes países, y al interior de estos.
En efecto, las mejoras en muchos de los indicadores sociales ocu-
rridas en las últimas décadas (aunque desaceleradas en los últimos
cinco años y, de manera más marcada, durante los años de pande-
mia), no ha sido igualmente beneficioso para todos los países y gru-
pos sociales. En muchos aspectos, América Latina sigue mostrando
desigualdades sociales que no tienen que ver exclusivamente con los
niveles de ingreso y que afectan a poblaciones en condiciones parti-
cularmente críticas, destacándose la situación de las mujeres –que
mejoran sus niveles de vida, pero en menor medida que los varones–,
los jóvenes –que lo hacen menos que los adultos– y los diversos gru-
pos étnicos (indígenas y afrodescendientes o negros, en particular)
que, aunque tienen mejores condiciones relativas que antes, mues-
tran indicadores considerablemente más bajos que los de la pobla-
ción blanca y mestiza (Vommaro, 2017a).
Aquí nos interesa estudiar especialmente la situación de los jó-
venes, que son uno de los grupos sociales más expuestos a las des-
igualdades según estudios propios (Vommaro, 2017b, 2017c y 2017d)
y de Gonzalo Saraví (2015), entre otros, que se apoyan en datos pro-
ducidos por organismos como CEPAL (2012, 2016). Los estudios refe-
ridos revelan un conjunto complejo y preocupante de paradojas y
contrastes que aquí presentaremos en parte, junto con un profundo
malestar y descontento social, que se expresan en las irrupciones de
movimientos juveniles que hasta no hace mucho tiempo permane-
cían poco visibles en el espacio público y que en los últimos años han
ocupado calles y plazas en lucha por diversos temas, no siempre con-
siderados específicamente juveniles como, por ejemplo, educación
pública, gratuita, democrática y de calidad; violencia institucional,
estatal y para estatal; precarización laboral; géneros, diversidades y
208
Juventudes en tiempos de pandemia

sexualidades; disputas por el espacio urbano; estructura fiscal; sis-


tema de pensiones; relación con el ambiente y la naturaleza; entre
otros.
Así, se configura una coyuntura en la cual, a pesar de las mejo-
ras descritas, de la baja de los índices de pobreza y de los avances en
otros indicadores, las desigualdades sociales permanecen. Por ejem-
plo, como dijimos, si bien la posición social relativa de las mujeres
es mejor que la de hace cincuenta años, las desigualdades de géne-
ro persisten. Es decir, no alcanza solo con la mejora de los índices,
sino que muchas veces es necesario cambiar el enfoque para expli-
car el proceso por el cual, aunque varios indicadores han mejorado,
las desigualdades sociales continúan y en algunos casos, incluso, se
profundizan.
Algo similar sucede con los jóvenes, que han aumentado su pre-
sencia social y su posición en el sistema educativo, en la fuerza de
trabajo, en los espacios de participación. Sin embargo, las desigual-
dades generacionales son de las más agudas y persistentes en la re-
gión (CEPAL, 2014, 2016).
Queda claro que solo desde los enfoques basados en la inclusión
y el combate a la pobreza, no alcanza para comprenderlas ni para
contrarrestarlas. Ante estas limitaciones conceptuales y políticas y
considerando las evidencias empíricas expuestas, hace falta comple-
jizar los enfoques y abordar las desigualdades desde sus paradojas,
desde sus tendencias contrapuestas y ambivalentes (Reygadas, 2004;
Kessler, 2014).
Para continuar esta perspectiva, los autores citados contribuyen
a pensar en los mecanismos de producción y reproducción social de
las desigualdades, en los mecanismos de perpetuación de éstas. Más
que abordar los emergentes visibles en indicadores y datos, es ne-
cesario poner el foco en las formas de producción y reproducción
social (Reygadas, 2004) y en los diversos modos en que las personas
experimentan las desigualdades, en este caso desde la configuración
generacional (Dubet, 2015; Chaves, Fuentes y Vecino, 2016). Las des-
igualdades generacionales constituyen las condiciones en las que
209
Pablo Vommaro

muchas y muchos jóvenes despliegan sus vidas cotidianas y el modo


en el que las experimentan y construyen sus experiencias configura
sus prácticas de adaptación y resistencia (Vommaro, 2017c; Cháves,
Fuentes y Vecino, 2016).

Entre las persistencias y las emergencias de las desigualdades


en pandemia

Las cifras disponibles muestran que América Latina es el subconti-


nente más desigual del mundo. Si tomamos el índice de Gini (que,
aunque tiene muchas limitaciones porque solo mide ingresos y dis-
tribución de renta, es reconocido por diferentes organismos inter-
nacionales), vemos que en el período 2003-2015 hubo una mejora
relativa general, que se produjo en algunos países más que en otros7.
Esta mejora, como dijimos, no revierte las desigualdades. Inclusive,
se agudizan si realizamos algunos cruces como el generacional.
Entre los jóvenes los índices sociales empeoran. Por ejemplo, el
desempleo juvenil es el doble o el triple que el general, la pobreza
juvenil duplica en muchos casos la general, en salud y en vivienda se
produce una situación similar. Una vez más vemos que las desigual-
dades son mucho más profundas entre los jóvenes que en otros gru-
pos sociales. Y más marcadas aún entre las mujeres jóvenes, entre
las mujeres jóvenes rurales o entre las mujeres jóvenes afros, indí-
genas o habitantes de barrios periféricos y populares de las grandes
ciudades.
El enfoque interseccional que se acuñó en las teorías feministas
como derivación de los estudios sobre las identidades sociales puede
ser útil para estos análisis. En efecto, las desigualdades se producen
también de manera interseccional e integran y cruzan dimensiones

7
Para ampliar, consultar los Panoramas sociales producidos por CEPAL en 2014 y
2015.

210
Juventudes en tiempos de pandemia

como el género, la generación, el territorio, la clase, la educación, el


trabajo, la etnia o raza.8
Los dos problemas planteados –los modos de producción y repro-
ducción social y las distintas formas de experimentar las desigualda-
des– se han abordado muchas veces desde la capacidad individual de
superación de determinadas situaciones o la igualdad de oportuni-
dades desde una mirada individual. Nuestra perspectiva es relacio-
nal, holística, colectiva; considera las estructuras sociales y parte de
la multidimensionalidad, las tendencias contrapuestas, las parado-
jas y las ambivalencias que signan las desigualdades sociales.
Siguiendo con nuestro enfoque multidimensional e interseccio-
nal, si abordamos la situación y las experiencias de las mujeres jó-
venes, el panorama empeora relativamente. Como dijimos, no solo
los jóvenes son los más afectados del subcontinente más desigual del
mundo, sino que las mujeres son las más desiguales entre los más
olvidados de la región. Así, podríamos decir que las desigualdades
en América Latina son generales, pero, sobre todo, femeninas y
jóvenes.9
A partir de estas multiplicidades, la noción de “experiencias de la
desigualdad” que propone Dubet (2015) sostiene que no solo hay que
pensar en las dimensiones relacional y estructural, sino también en
la subjetiva; en los modos en que los individuos experimentan las
desigualdades, en las maneras en las que los acontecimientos incor-
poran la desigualdad a una experiencia de vida, a una subjetividad
y a una construcción de individuación y subjetivación social. En un
trabajo más reciente, Jelin, Motta y Costa (2020) actualizaron y en-
riquecieron este enfoque centrado en las dimensiones subjetivas y
los imaginarios colectivos acerca de las dinámicas de las desigual-
dades. Se producen así subjetividades juveniles configuradas en la

8
Para ampliar acerca de las perspectivas interseccionales, consultar autoras como
Kimberlé Williams Crenshaw (2000), Leslie Mc Call (2005) o Ángela Davis (1981).
9
Algo similar podríamos plantear con las violencias y las inseguridades, aunque esto
quedará para artículos posteriores.

211
Pablo Vommaro

desigualdad que producen prácticas, lenguajes y modos de vínculo


social entre pares y a nivel intergeneracional.
Como dijimos, la pandemia de COVID-19 puso en evidencia, ace-
leró, amplificó, intensificó y profundizó dinámicas sociales preexis-
tentes, entre las que se destaca la de las desigualdades sociales. Por
eso, podemos hablar de desigualdades persistentes (que anteceden a
la pandemia) y desigualdades emergentes (que se configuran a partir
de la pandemia), lo cual es especialmente significativo si nos enfoca-
mos en las desigualdades generacionales.
En este artículo abordaremos las desigualdades generacionales
en tiempos de pandemia a partir de tres dimensiones: territorial,
educativa y laboral.
En un reciente trabajo, Benza y Kessler (2021) realizan un balance
socio-político y económico del paradójico proceso de mejora de indi-
cadores y crecimiento de las desigualdades sucedido en las últimas
décadas en América Latina y sostienen que esta profundización au-
mentará con la pandemia. Las sociedades latinoamericanas más des-
iguales que se están configurando en la pandemia y se cristalizarán
en la pospandemia, impondrán nuevos desafíos para las políticas pú-
blicas, así como malestares y conflictos sociales emergentes.
En efecto, la mayoría de las juventudes experimentaron la degra-
dación y precarización de sus condiciones de vida durante la pande-
mia. Esta situación se agravó entre los jóvenes de sectores populares,
que ya venían habitando las experiencias de desigualdad antes de
2020. Algunos datos lo muestran.
Según cifras del INDEC de la Argentina,10 en 2020 la pobreza al-
canzó al 49,6% de las personas de entre 15 y 29 años (mientras la po-
breza en la franja de 30 a 64 años se ubicó en el 37,4%) y casi dos de
cada diez jóvenes estaban desempleados (19,3%).11. Estas situaciones

10
Datos tomados de Mahmud (2021) y del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos
de la Argentina [INDEC] (2020).
11
Para el año 2019, las estadísticas del INDEC mostraban que las personas de entre 15
y 29 años consideradas pobres eran el 42,5%, cifra que bajaba al 30,5% para el grupo
de entre 30 y 64 años (INDEC, 2019).

212
Juventudes en tiempos de pandemia

de deterioro de las condiciones y las experiencias de vida juveniles


durante la pandemia se ratifican con los estudios que se presentan
en Vommaro (2022), que muestran lo sucedido en las provincias ar-
gentinas de Córdoba y de Tierra del Fuego, por ejemplo.
En el mismo sentido, un informe de la Organización Internacio-
nal del Trabajo [OIT] (2020) realizado con más de 12.000 jóvenes de 112
países, concluye que uno de cada seis jóvenes (el 17%) que trabajaba
antes del inicio de la pandemia dejó de hacerlo totalmente, en especial
los trabajadores de entre 18 y 24 años y los trabajadores ocupados en
la prestación de apoyo administrativo, servicios, ventas y artesanías.
Las horas de trabajo de los jóvenes empleados disminuyeron casi una
cuarta parte un promedio de dos horas al día y cuatro de cada diez
jóvenes (el 42%) indicaron una reducción de sus ingresos. Las desigual-
dades se agudizan y entraman ya, que, según la OIT, los jóvenes que
viven en países de ingresos más bajos son los más expuestos a las re-
ducciones de las horas de trabajo y a la consiguiente contracción de
los ingresos. La ocupación se consideró el principal determinante de la
manera en que la crisis ha afectado diferencialmente a las mujeres y a
los hombres jóvenes. Las mujeres jóvenes indicaron mayores pérdidas
de productividad en comparación con sus homólogos masculinos. El
mismo estudio de la OIT muestra que el 17% de los jóvenes probable-
mente sufran ansiedad y depresión durante y luego de la pandemia.
El bienestar mental es menor entre las mujeres jóvenes en general y
los varones jóvenes de entre 18 y 24 años. Los jóvenes cuya educación
o trabajo se interrumpió o cesó totalmente, tienen casi dos veces más
probabilidades de sufrir ansiedad o depresión que los que continua-
ron trabajando o aquellos cuya educación siguió su curso (OIT, 2020).

Experiencias territoriales desiguales en tiempos


de pandemia

A partir de las medidas de confinamiento, aislamiento o cuarentena


adoptadas en todos los países latinoamericanos y caribeños ante la
213
Pablo Vommaro

pandemia de COVID-19, lo que ocurría en el espacio público pasó a su-


ceder adentro de los hogares. Esto intensificó el proceso por el cual el
espacio privado o íntimo de la casa en los barrios populares se torna
público al ser apropiado y resignificado por la comunidad. Esto suce-
de en ciertas viviendas de referentes de los barrios que reconvierten
su casa en sede para la organización territorial y comunitaria.
En tiempos de pandemia, esta retracción de la vida social al espa-
cio doméstico refuerza el lugar del hacinamiento y las condiciones
habitacionales precarias en tanto configuradores de desigualdades
que se expresan en diversas dimensiones, como la posibilidad de rea-
lizar las tareas escolares y seguir la dinámica de la educación virtual
o poder cumplir con el teletrabajo.
Por otra parte, la restricción en el uso y apropiación del espacio
público refuerza los procesos de segregación espacial y territorial
que caracterizan a la mayoría de las grandes ciudades en la actuali-
dad, con expresiones diferentes. Estos procesos de segregación son
vividos especialmente por las y los jóvenes que ven restringida (aun
antes de la pandemia) su posibilidad de transitar libremente por di-
versas zonas o sectores de la ciudad. La separación simbólica y geo-
gráfica entre los barrios produce fronteras invisibles que son muy
difíciles de flanquear, sobre todo para las y los jóvenes de los barrios
populares. Estas fronteras y separaciones tejen redes de desigualdad
(Reygadas, 2004) generacionalmente experienciadas y configuradas,
que se han profundizado en la pandemia.
El cierre del espacio público o el mayor control sobre su uso re-
dujo, también, las posibilidades de encuentro para las y los jóvenes
en general; pero en especial para los de los barrios populares, que
perdieron la equina, el parque o la plaza como lugares de socializa-
ción y de encuentro para compartir entre pares. Según testimonios
de diversos jóvenes y relevamientos realizados por diferentes insti-
tuciones (por ejemplo, la Fundación SES, la Facultad de Psicología de
la Universidad de Buenos Aires y la Sociedad Argentina de Pediatría,
las tres de Argentina), este carácter socializador, de contención y

214
Juventudes en tiempos de pandemia

pertenencia del espacio público no puede ser reemplazado totalmen-


te de manera virtual.
La segregación que viven las y los jóvenes de los barrios populares
coexiste con una segunda dinámica: la estigmatización. El disposi-
tivo estigmatizante produce “identidades sociales desacreditadas”
(Goffman, citado en Valenzuela, 2015, p. 167) que niegan, invisibili-
zan o criminalizan formas de ser, estar y presentarse como jóvenes
ante otros. Asimismo, el estigma se aleja del reconocimiento de los
diversos modos de vida juveniles y deposita en una de esas formas
el conjunto de los males sociales, etiquetando negativamente a un
grupo de jóvenes como responsables de un determinado problema
social (la inseguridad, el contagio por coronavirus) y descalificando,
anulando o persiguiendo sus prácticas y cuerpos. Son conocidas, por
ejemplo, las agresiones que recibieron jóvenes que viven en favelas
y jóvenes negros en Brasil al transitar por barrios residenciales de
grandes ciudades, por considerarlos fuentes de contagio y disemina-
ción de la pandemia.
La segregación espacial y la estigmatización subjetiva constitu-
yen dos de los principales rasgos de las desigualdades generaciona-
les que se expresan y producen en el territorio. Ambas dimensiones
confluyen en los hechos de hostigamiento policial y violencia insti-
tucional contra las juventudes, que han aumentado en los últimos
meses en diversos países de América Latina y el Caribe. Persecucio-
nes, criminalización, detenciones arbitrarias, acoso, vejaciones, tor-
turas y casos de desaparición y asesinato de jóvenes crecieron con la
pandemia, sobre todo, en los barrios populares (aunque también en
zonas rurales), y de la mano de las mayores atribuciones que las fuer-
zas de seguridad tienen con el objetivo de controlar el cumplimiento
de las medidas de aislamiento y confinamiento.
Según un estudio realizado por la Universidad Nacional Gene-
ral Sarmiento (Argentina) entre abril y mayo de 2020, un 40% de
los habitantes de barrios populares entiende que no crecieron los
conflictos, pero tampoco hubo mayor presencia policial con el aisla-
miento, mientras que un 20% refirió un aumento del hostigamiento
215
Pablo Vommaro

de distinta intensidad por parte de las fuerzas de seguridad (Informe


UNGS, 2020).
Por otra parte, la crisis producida por la pandemia parece ser
también una coyuntura que favorece el fortalecimiento organizacio-
nal de los barrios populares. Referentes de distintos municipios del
Gran Buenos Aires informan que desde que se decretó la cuarentena
(en realidad, el Aislamiento Social, Preventivo y Obligatorio, ASPO),
hubo una notable reactivación de las organizaciones barriales y co-
munitarias (clubes, sociedades de fomento, mutuales, comedores,
merenderos, centros culturales) y un mayor compromiso y apoyo
solidario de vecinas y vecinos (Informe UNGS, 2020).
Este fortalecimiento del entramado organizativo territorial y co-
munitario en los barrios populares (protagonizado sobre todo por
mujeres y jóvenes), brinda respuesta alternativa a preguntas repe-
tidas: ¿es posible mantener un aislamiento social obligatorio con
economías informalizadas en un 40 o 50%? ¿el aislamiento o cuaren-
tena se cumple en los barrios populares? ¿la llamada a quedarse en
casa esconde un privilegio de clase?
Sin dudas, estos son interrogantes que se responderán en la
práctica, con la experiencia, pero pareciera que esto es posible con
la ampliación de las políticas sociales de apoyo y contención a las
personas que trabajan en la llamada economía informal, en la eco-
nomía popular o social y a los habitantes de los barrios populares.
Quizá sea el momento de pensar en un ingreso mínimo universal o
ingreso ciudadano básico, por ejemplo, como han propuesto los im-
pulsores de la Tasa Tobin y Asociación por la Tasación de las Tran-
sacciones financieras y por la Acción Ciudadana [ATTAC] desde hace
algunas décadas.
Asimismo, quisiera discutir la creencia que sostiene que el aisla-
miento es algo para los sectores medios o medios altos y que en los
barrios populares no se cumplen las medidas de prevención porque
la pobreza genera caos o anomia.
En principio, acaso no sea ocioso apuntar que se hizo más que evi-
dente la resistencia creciente de la población con mayores ingresos
216
Juventudes en tiempos de pandemia

a cumplir el aislamiento. En contraste, mi experiencia con las pobla-


ciones de los barrios populares me permite afirmar que los barrios,
las comunidades y los territorios despliegan estrategias de cuidado
de otras maneras, con otras modalidades. Así, es muy alejado de la
realidad pensar que el aislamiento y la prevención ante la pandemia
son solo para clases medias o medias altas.
Claro que el hacinamiento dificulta la distancia social, por su-
puesto que los trabajadores informales y precarizados necesitan
ingresos día a día. Pero no se puede subestimar la persistencia y la
potencia de la organización social comunitaria, también para ase-
gurar la prevención, si es necesario, mediante el aislamiento o la dis-
tancia. Los habitantes de los barrios populares lo cumplen creando
otras maneras de cuidado y prevención. Por ejemplo, implementan-
do el distanciamiento y estrategias de salud comunitaria en espacios
comunes como escuelas, clubes o comedores. También cuidando co-
lectivamente los tránsitos dentro del barrio y preservando comuni-
tariamente a las poblaciones de riesgo. Asimismo, en muchos casos
son los referentes sociales de los barrios populares los que realizan
los rastreos de los casos y los contactos estrechos, con una capilari-
dad y capacidad de gestión que pocas veces el Estado logra.

Juventudes que trabajan:


entre la precarización y el desempleo

Las tramas e intersecciones de las desigualdades que experimentan


las y los jóvenes de los barrios populares de las grandes ciudades de
América Latina incluyen al trabajo y las relaciones laborales.
Ante el aislamiento, el teletrabajo aparece como solución tanto
para mantener las actividades en un escenario de reclusión, como
para asegurar cierta productividad mínima a las empresas. ¿Pero
todos los trabajadores pueden teletrabajar? Es evidente que no, y
esto depende tanto del tipo de actividad, como de las condiciones de
trabajo y de hábitat que estos trabajadores tengan. Así las cosas, el
217
Pablo Vommaro

teletrabajo se presenta como elemento que puede aumentar la pre-


carización y las desigualdades sociales y laborales, fragilizando aún
más las posibilidades laborales de las y los jóvenes de los barrios
populares.
Las desigualdades se refuerzan y reproducen en la situación de
los trabajadores precarios (reparto a domicilio, supermercados, eco-
nomías de plataforma), que suelen emplear a jóvenes y que son los
que muchas veces continúan trabajando sin posibilidad de cuidado
o protección adecuados. Estos empleos han crecido, a la vez que au-
mentó la precarización laboral. De esta manera, en la pandemia y
luego de ella, se podría producir una paradoja: que disminuya el des-
empleo juvenil (que actualmente es entre 2,5 y 3 veces mayor que el
desempleo general), pero que estos empleos sean cada vez más preca-
rios, con menos derechos y condiciones laborales degradadas.
Esto se muestra en un reciente estudio realizado por el Ministerio
de Trabajo de la Provincia de Buenos Aires (Argentina) sobre el tra-
bajo en las plataformas digitales de reparto, coincidente con datos
de la OIT (2020a). De acuerdo a estos datos, casi dos tercios de los
trabajadores de este tipo de actividades (62%) tiene menos de 30 años
y que, en promedio, trabajan 9 horas por día arriba de la moto o la
bicicleta. Además, el 70% trabaja de lunes a lunes (sin días estable-
cidos de descanso) y el 97% no tiene cobertura alguna de salud ni de
riesgos del trabajo.
Hablar de desigualdad laboral podría ser redundante en el capi-
talismo. Sin embargo, Harvey (2020) nos muestra una “nueva clase
trabajadora” (el precariado del que hablan Standing, Bauman o Mez-
zadra) que lleva la peor parte de la crisis, tanto por ser la fuerza labo-
ral que soporta mayor riesgo de exposición al virus en su trabajo o
porque puede ser despedida sin compensación, debido al repliegue
económico y la inestabilidad de sus derechos. Ante el teletrabajo,
¿quién puede trabajar en casa y quién no? ¿quién puede permitirse
aislarse o ponerse en cuarentena (con o sin percibir salario) en caso
de contacto o contagio? Con esto se agudizan las desigualdades mul-
tidimensionales, interseccionadas con género, territorio, clase, raza/
218
Juventudes en tiempos de pandemia

etnia y generación. Por eso, Harvey llama a esta pandemia una “pan-
demia de clase, género y raza”. Según nuestro análisis, podríamos
agregar “generacional” también.
Ante esta situación, ¿cómo hacer que no se precarice más la vida
de la mayoría de las juventudes? ¿cómo evitar que las políticas im-
plementadas ante la pandemia no sean un motor que acelere los
procesos de producción y reproducción de las desigualdades sociales
multidimensionales? Se abren dilemas y encrucijadas cuya resolu-
ción dependerá de disputas sociales y políticas, muchas de las cuales
las juventudes ya están dando.
En este punto, Judith Butler (2020) plantea que esta pandemia
muestra la velocidad con la cual la desigualdad radical y la explota-
ción capitalista encuentran formas de reproducirse y fortalecerse.
La autora señala, también, que esta profundización de las desigual-
dades se expresará en las disputas por la vacuna o los remedios que
aplaquen el virus. En un mundo desigual, donde la competencia, la
mercantilización, el racismo, la xenofobia, la segregación y la estig-
matización dominan, la distribución de vacunas y medicinas seguirá
estas lógicas dominantes. Los barrios populares podrían ser despla-
zados de estos derechos a la salud y la vida. Se llegaría así, cierre
de fronteras, segregación y control reforzado de la circulación me-
diante, a la exacerbación de lo que ya discutieron Foucault y Deleu-
ze como la dinámica de las sociedades de control y de dominación
biopolítica: las políticas del hacer vivir y dejar morir.

Revisitando las desigualdades educativas en tiempos


de pandemia

Pensamos que es importante incluir en este trabajo un breve análisis


acerca de las desigualdades educativas, que se han profundizado y
ampliado con la virtualización de la educación en todos sus niveles.
Un aspecto de estas desigualdades puede derivarse de las ge-
neracionales, ya que no todos los estudiantes tienen las mismas
219
Pablo Vommaro

condiciones y posibilidades de asumir las tareas escolares en el ho-


gar. Desiguales son las condiciones habitacionales, las posibilidades
de los padres de acompañar los ejercicios, los recursos tecnológi-
cos, la conectividad, el acceso a dispositivos y a otros materiales, los
envíos por parte de las escuelas. Así, las desigualdades educativas
refuerzan las generacionales y nos muestran como hay diversas ex-
periencias generacionales simultáneas configuradas por situaciones
de clase, territorio y género, entre otras.
Por otra parte, no todas las escuelas y universidades tienen los
mismos recursos tecnológicos y el acceso a plataformas digitales
con el adecuado apoyo; esto refuerza desigualdades que se expresan
en sus estudiantes y docentes y en sus entornos; por ejemplo, entre
escuelas estatales y privadas o particulares. Recientemente Pedro
Núñez profundizó en las experiencias y tendencias de las desigual-
dades educativas que se visibilizan y profundizan en tiempos de vir-
tualidad. Este autor enfatiza que la menor cantidad de días de clases
impacta desigualmente en las personas de acuerdo a diversas dimen-
siones como el establecimiento donde estudien, su entorno social y
sus condiciones culturales o económicas. Asimismo, critica cierta
fruición social y gubernamental por no “perder clases” o “recupe-
rar” los días de modos no siempre pensados, situados y significativos
(Núñez, 2020).
Algunos datos fundamentan las desigualdades educativas con la
virtualidad. Por ejemplo, según un estudio del BID, en América La-
tina solo 4 de cada 10 hogares tiene conexión a la banda ancha y el
72% de las y los jóvenes y niños (5 a 17 años) no tienen computador
o teléfono para acceder a las modalidades educativas digitales. En
el mismo sentido, según el Observatorio de la Deuda Social Argen-
tina (abril 2020), casi la mitad de los niños y adolescentes del país
no tienen computadora ni acceso a banda ancha para hacer sus ta-
reas: un 48,7% no tiene PC y un 47,1% no cuenta con wifi en su hogar.
Esta proporción se eleva a siete de cada 10 en el estrato social más
bajo. Por otra parte, de cada 10 jóvenes, dos viven hacinados y una
proporción similar comparte cama o colchón para dormir, haciendo
220
Juventudes en tiempos de pandemia

sumamente dificultosa la posibilidad de contar con un espacio ade-


cuado para realizar las actividades escolares o teletrabajar.
Según la misma fuente, el 80% de estos jóvenes cuenta con celular
con acceso a Internet, pero en un 60% de los casos, ese teléfono per-
tenece a un adulto, que también lo necesita y, por ende, se lo puede
prestar solo un rato. Además, la mayor parte de las tareas escolares
están pensadas para ser realizadas por computadora y tener com-
putadora propia en ciertos barrios populares es algo excepcional.
Siguiendo con datos de la Argentina, entre quienes reciben la Asig-
nación Universal por Hijo (AUH), la brecha se profundiza aún más:
el 28% no tiene Internet y el 53% estudia sin computadora (UNICEF,
2020).
Las desigualdades educativas son también experimentadas por
las y los docentes, que se exponen a exigencias mayores y a un gasto
de recursos propios que casi nunca es reconocido o recompensado.

Expandiendo las escuchas hacia y desde las juventudes

A partir de lo que aquí analizamos, las realidades de las juventudes


de la Argentina y de América Latina están signadas por desigualda-
des sociales multidimensionales e interseccionales que se han visibi-
lizado y profundizado con la pandemia.
Estas desigualdades se refuerzan a partir de las dinámicas adulto-
céntricas que organizan las relaciones intergeneracionales en las so-
ciedades contemporáneas. En efecto, el adultocentrismo es definido
por Claudio Duarte Quapper como un sistema de dominio que per-
mite el control y la subordinación de las personas jóvenes por parte
de las generaciones adultas (Duarte, 2002). Esto se expresa en que
las juventudes son habladas y producidas por el mundo adulto, pero
muy poco escuchadas y reconocidas como productoras.
En pandemia, esto se expresó en una falta de escucha, reconoci-
miento, consideración y visibilización de las voces de los jóvenes en
la discusión pública que se evidencia en al menos dos dimensiones.
221
Pablo Vommaro

Una, la escasa convocatoria a los estudiantes (sobre todo de nivel


secundario y universitario) para la toma de decisiones en las cues-
tiones referidas a la educación y las dinámicas virtuales, presencia-
les o híbridas. Dos, responsabilizar o culpabilizar a las juventudes
como causantes de los rebrotes de contagios en diferentes países y
momentos.
Al respecto, un informe del Fondo de las Naciones Unidas para la
Infancia [UNICEF] muestra que los jóvenes “expresan disgusto y el
malestar por ser considerados como responsables del abandono de
los cuidados y propagadores de los contagios”, al tiempo que “sien-
ten que no son escuchados, que no tienen ni voz ni voto y reclaman
mayor participación y protagonismo en los protocolos de cuidados
escolares” (UNICEF, 2021, p. 22). El mismo estudio interpreta que “la
estigmatización, junto a la percepción de no ser tenidos en cuenta
como sujetos con capacidad de agencia para transformar y colabo-
rar a mejorar las condiciones de vida y de su entorno, constituyen
elementos que promueven identidades desacreditadas que no favo-
recen la construcción de ciudadanía” (UNICEF, 2021, p. 22).
En el mismo sentido, pensamos que en la pandemia los jóvenes
encararon la virtualización de la educación como pudieron, la ma-
yoría vieron precarizadas sus vidas y sus condiciones laborales, mu-
chos de los que habitan los barrios populares fueron criminalizados
y perseguidos por las fuerzas de seguridad. Muchas otras juventudes
también protagonizaron las estrategias comunitarias y populares de
cuidado y protección. Pero estas realidades diversas y desiguales se
invisibilizan, enfocando solo en las juventudes de sectores medios y
medios altos urbanos que se aglomeraron en playas, ríos y lugares de
veraneo o que concurren a fiestas no autorizadas.
Ante estas dinámicas sociales adultocéntricas de desconsidera-
ción y negación de la escucha hacia las voces juveniles, la alternati-
va podría ser convocar a las juventudes, escucharlas, reconocerlas,
dialogar. Prevenir y prever, más que actuar, luego de que los posibles
descuidos se produjeron. Esta dimensión de interlocución y argu-
mentación es fundamental, porque la evidencia muestra que solo
222
Juventudes en tiempos de pandemia

apelar a una responsabilidad con el prójimo y con las personas ma-


yores desde un discurso adultocéntrico no genera los efectos busca-
dos entre los jóvenes.
La dimensión afectiva, vincular, de sociabilidad y encuentro es
poco considerada en los debates públicos acerca de las juventudes
en tiempos de pandemia. Fue subvalorada en los primeros meses de
confinamiento y lo sigue siendo. En este sentido, la pandemia mos-
tró una ambivalencia. Potenció las relaciones y comunicaciones a
través de los espacios digitales (principalmente habitados por jóve-
nes). Al mismo tiempo, esta expansión del mundo digital mostró la
necesidad de los encuentros presenciales. Lo virtual no es suficiente
si de emociones y sociabilidad juveniles se trata. El encuentro corpo-
ral, cercano, sigue siendo fundamental, potente y valorado por los
jóvenes.
Una vez más, la mirada generacional está ausente a la hora de
pensar cómo posibilitar espacios de encuentro presencial entre las
juventudes, sea en el espacio escolar, en ámbitos de ocio y tiempo
libre o en el espacio público. La prohibición, la punición y las restric-
ciones (necesarias para mitigar la pandemia) prevalecen, sin pensar
en alternativas que las complementen. Si hay cosas prohibidas, ¿qué
es lo que se habilita? ¿Cuál es la posibilidad, lo que se ofrece como
opción, lo que sí se puede hacer?
Asumiendo que la prevención es fundamental en este momento
y quizá en los años por venir, pareciera que la responsabilidad y la
solidaridad sociales, junto a políticas públicas (no solo estatales) in-
tegrales, situadas, territorializadas, singulares y efectivas, son un ca-
mino posible de cambio de lógica y construcción de alternativas. Me
refiero a otras políticas públicas para contrarrestar los dispositivos
sociales de producción y reproducción de las desigualdades sociales
multidimensionales y avanzar hacia la producción de una igualdad
diversa, que reconozca y se configure a partir de la diferencia.
Políticas hacia la igualdad que se sustenten en la escucha, el reco-
nocimiento y la visibilización de las diversidades juveniles y en los
diferentes modos de vida de los jóvenes (sobre todo los que habitan
223
Pablo Vommaro

los barrios populares) para contrarrestar estigmas y segregaciones.


Claro está que estas juventudes también resisten, disputan sentidos,
despliegan prácticas alternativas cada día y reafirman sus modos de
ser y producirse en forma cotidiana.
Como señaló un reciente documento elaborado por el Grupo de
Estudios de Políticas y Juventudes del Instituto de Investigaciones
Gino Germani de la Universidad de Buenos Aires [GEPoJu, 2021], es
preciso implementar políticas públicas de prevención y promoción
más eficaces, integrales, transversales, situadas y singularizadas, que
incluyan las voces juveniles con un mensaje que focalice en las me-
didas necesarias para el cuidado y las alternativas permitidas ante
las restricciones y no tanto en el castigo y la culpa. Es con y desde las
juventudes –y no en su contra– que podremos afrontar más afectiva-
mente la actual coyuntura pandémica y proyectar un mundo mejor
en la pospandemia.
Para concluir este artículo, proponemos aproximarnos a algu-
nas cuestiones en torno a los procesos de formulación, implemen-
tación y evaluación de políticas públicas de juventudes, abordados
desde la perspectiva generacional y con el objetivo de contrarrestar
desigualdades.
En primer lugar, pensar estas políticas públicas con perspectiva
generacional. Esto se logra superando las concepciones políticas
adultocéntricas, desnaturalizando la noción de que la política pú-
blica para jóvenes debe estar formulada por adultos, y pensando en
aquellos como protagonistas, no solo como sujetos de derechos, sino
como productores y actores de sus propias políticas.
En segundo término, es necesario superar la visión estadocén-
trica e ir hacia el reconocimiento de las ampliaciones de lo público,
incorporar lo público-comunitario, lo público-social, lo público no
estatal (Virno, 2005). Estas perspectivas permitirían aprovechar las
capacidades juveniles existentes en el territorio y contrarrestarían
la fragmentación y superposición, tan frecuentes en las políticas
vigentes.

224
Juventudes en tiempos de pandemia

Como tercer punto, es necesario pensar lo generacional desde


una dimensión transversal, no solamente a los jóvenes como parti-
cipantes de las políticas públicas de juventudes, sino en el conjunto
de la legislación y de las políticas públicas; que estas últimas sean in-
tegrales, multidimensionales, y conciban a los jóvenes como sujetos
activos generadores de políticas, productores y protagonistas de las
mismas.
Por último, pensamos en políticas públicas de juventudes que
contrarresten las desigualdades en uno de los grupos más desiguales
–y también más diversos– del subcontinente más desigual, es nece-
sario generar igualdad reconociendo la diferencia. Construir un co-
mún como una forma de estar juntos con otras lógicas, sin negar las
diferencias o buscar homogeneizarlas. Concebir la diversidad como
potencia y no como vulnerabilidad o fragmentación.
Parece que la igualdad –entramada al reconocimiento de las di-
versidades– está ocupando un lugar creciente en la discusión pú-
blica. Asumamos el desafío que se nos plantea, seamos capaces de
ensanchar y densificar estos debates e imaginémoslos como el punto
de partida para los tiempos que vienen.

Bibliografía

Badiou, Alain. (2000). Movimiento social y representación política.


Buenos Aires, Instituto de Estudios y Formación de la CTA.

Benza, Gabriela y Kessler, Gabriel. (2021) La ¿nueva? Estructura so-


cial de América Latina. Buenos Aires, Siglo XXI.

225
Pablo Vommaro

Banco Interamericano de Desarrollo-Banco Mundial (2013) La


movilidad económica y el crecimiento de la clase media en América
Latina. Banco Mundial, Washington.

De Sousa Santos, Boaventura. (2010). Descolonizar el saber, rein-


ventar el poder. Trilce, Montevideo.

Bourdieu, Pierre. (2007). Espíritus de Estado. Génesis y estructura


del campo burocrático. Razones prácticas. Sobre la teoría de la ac-
ción. Barcelona: Anagrama.

Bourdieu, Pierre. (1990). La «juventud» no es más que una pala-


bra. Sociología y cultura. México: Grijalbo.

Butler, Judith. (2020). Capitalism has its limits. Londres: Verso. ht-
tps://www.versobooks.com/blogs/4603-capitalism-has-its-limits

Comisión Económica para América Latina y el Caribe [CEPAL].


(2012). Balance preliminar de la economía en América Latina y el
Caribe 2012. Santiago de Chile.

CEPAL. (2013). Panorama Social de América Latina. CEPAL, Santia-


go de Chile.

CEPAL. (2014). Panorama Social de América Latina. CEPAL, Santia-


go de Chile.

CEPAL. (2015). Jóvenes que no estudian ni están empleados en Améri-


ca Latina y el Caribe. CEPAL, Santiago de Chile. http://www.cepal.
org/es/infografias/jovenes-que-no-estudian-ni-estan-emplea-
dos-en-america-latina-y-el-caribe

CEPAL. (2016). Panorama Social de América Latina. CEPAL, Santia-


go de Chile.

CEPAL. (2019). Panorama Social de América Latina. CEPAL, Santia-


go de Chile.

226
Juventudes en tiempos de pandemia

Cháves, Mariana; Fuentes, Sebastián y Vecino, Luisa. (2016) Ex-


periencias juveniles de la desigualdad. Fronteras y merecimientos en
sectores populares, medios altos y altos. Buenos Aires: Grupo Editor
Universitario.

Chaves, Mariana y Segura, Ramiro. (eds.), (2015). Hacerse un lugar:


circuitos y trayectorias juveniles en ámbitos urbanos. Buenos Aires:
Biblos.

Crenshaw, Kimberlé. (2000). Gender-related aspects of race dis-


crimination. United Nations Expert Meeting: Gender and Racial
Discrimination. Croacia: Zagreb.

Davis, Ángela. (1981). Women, Race and Class. Nueva York: Vintage.

Duarte Claudio. (2002). Mundos jóvenes, mundos adultos: lo ge-


neracional y la reconstrucción de los puentes rotos en el liceo.
Una mirada desde la convivencia escolar, en Última Década, (16),
CIPDA, Viña del Mar, 99-118.

Dubet, François. (2015). ¿Por qué preferimos la desigualdad? (aun-


que digamos lo contrario). Buenos Aires: Siglo XXI.

Ezcurra, Ana María. (2011). Igualdad en Educación Superior: un de-


safío mundial. Buenos Aires: UNGS/IEC/CONADU.

Facultad de Psicología de la UBA. (2020). Salud Mental en Cuaren-


tena. Relevamiento del impacto psicológico a los 7-11 y 50-55 días de
cuarentena en población argentina. Buenos Aires.

Fundación SES. (2020). Encuesta Sumar nos suma. Buenos Aires:


SES.

Gentili, Pablo. (2015) América Latina, entre la desigualdad y la espe-


ranza. Crónicas sobre educación, infancia y discriminación. Buenos
Aires: Siglo XXI.

227
Pablo Vommaro

GEPoJu. (8 de enero de 2021). Ante la responsabilización de les


jóvenes por la nueva ola de contagios, comunicado del GEPoJu
(IIGG-UBA). https://www.facebook.com/gepojuiigg/

Harvey, David. (22 de marzo de 2020). Política anticapitalista en


tiempos de COVID-19. en Sin permiso https://www.sinpermiso.
info/textos/politica-anticapitalista-en-tiempos-de-covid-19.

Instituto Nacional de Estadísticas y Censos [INDEC] (2015) Encues-


ta Nacional de Jóvenes. Principales resultados. Ministerio de Econo-
mía: Buenos Aires, septiembre de 2015.

INDEC. (2019). Condiciones de vida. Ministerio de Economía: Bue-


nos Aires, 4(4), segundo semestre de 2019.

INDEC. (2020). Condiciones de vida. Ministerio de Economía: Bue-


nos Aires, 5(4), segundo semestre de 2020.

Jelin, Elizabeth, Motta, Renata y Costa, Sergio. (2020). Repensar las


desigualdades. Cómo se producen y entrelazan las asimetrías globales
y qué hace la gente con eso. Buenos Aires, Siglo XXI.

Kessler, Gabriel. (2014). Controversias sobre la desigualdad: Argenti-


na, 2003-2013. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.

Larrondo, Marina y Mayer, Liliana. (2018). Ciudadanías juveniles y


educación. Las otras desigualdades. Buenos Aires: Grupo Editor
Universitario.

Lenoir, Remi. (1979). L’invention du «troisièmeâge». Actes de la re-


cherche en sciences sociales. 26-27, 57-82.

Lenoir, Remi. (2000) Savoirs et sciences d’État: généalogie et dé-


mographie. Actes de la recherche en sciences sociales, (133) .pp. 96-97.

Lewkowicz, Ignacio. (2004a). Pensar sin estado. La subjetividad en


la era de la fluidez. Buenos Aires: Paidós.

228
Juventudes en tiempos de pandemia

Lewkowicz, Ignacio. (2004b). (7 de abril de 2004). La generación


perdida. El Signo. www.elsigma.com.

Mahmud, Gisela. (9 de julio de 2021). El trap y el freestyle: el grito


de la juventud que la política no escucha. La Vanguardia. http://
www.lavanguardiadigital.com.ar/index.php/2021/07/09/el-trap-
y-el-freestyle-el-grito-de-la-juventud-que-la-politica-no-escucha/

Mannheim, Karl 1993 (1928). El problema de las generaciones. Re-


vista Española de investigación sociológica. (62). pp. 193-242.

Mc Call, Leslie. (2005). The Complexity of Intersectionality. Signs.


30 (3), 1771-1800.

Martín Barbero, Jesús. (2002) La globalización en clave cultural:


una mirada latinoamericana. Globalisme et pluralisme, Colloque
international. Montreal, abril. http://www.er.uqam.ca/nobel/gri-
cis/actes/bogues/Barbero.pdf

Núñez, Pedro. (14 de abril de 2020). Desigualdades educa-


tivas en tiempos de coronavirus, en La Vanguardia, http://
www.lavanguardiadigital.com.ar/index.php/2020/04/14/
desigualdades-educativas-en-tiempos-de-coronavirus/

Núñez, Pedro y Litichever, Lucía. (2015) Radiografías de la expe-


riencia escolar. Buenos Aires: Grupo Editor Universitario.

Observatorio de la Deuda Social de la Argentina (2020). La pobre-


za más allá de los ingresos. Nuevo informe sobre pobreza Multidimen-
sional 2010-2019. Introducción de datos fundados en un Enfoque de
derechos. Buenos Aires, Pontificia Universidad Católica Argenti-
na. http://wadmin.uca.edu.ar/public/ckeditor/Observatorio%20
Deuda%20Social/Documentos/2020/2020-OBSERVATORIO-DO-
CUMENTO-TRABAJO-NUEVO-INFORME-PM-ENFOQUE-DERE-
CHOS.pdf

229
Pablo Vommaro

Organización Internacional del Trabajo [OIT]. (11 de agosto de


2020). Los jóvenes y la pandemia de la COVID-19: efectos en los em-
pleos, la educación, los derechos y el bienestar mental. https://www.
ilo.org/wcmsp5/groups/public/---ed_emp/documents/publica-
tion/wcms_753059.pdf

OIT. (2020a). El trabajo en las plataformas digitales de reparto en Ar-


gentina: análisis y recomendaciones de política. Buenos Aires: OIT.

Pérez Sainz, Juan Pablo. (2014) Mercados y bárbaros. La persisten-


cia de las desigualdades de excedente en América Latina. Costa Rica:
FLACSO.

Reygadas, Luis. (2004). Las redes de la desigualdad: un enfoque mul-


tidimensional. México: UAM.

Reygadas, Luis. (2008). La apropiación. Destejiendo las redes de la


desigualdad. Barcelona y México: Antropos.

Rodríguez, Ernesto. (2012). Movimientos juveniles en América La-


tina: entre la tradición y la innovación. Montevideo: CELAJU/
UNESCO.

Saraví, Gonzalo. (2015).  Juventudes  fragmentadas. Socialización,


clase y cultura en la construcción de la desigualdad. México: FLAC-
SO México/ CIESAS.

Segura, Ramiro. (2015). Vivir afuera. Antropología de la experiencia


urbana. Buenos Aires: UNSAM.

Sennett, Ramiro. (1978). El declive del hombre público. Barcelona:


Península.

Sociedad Argentina de Pediatría. (2020). El estado emocional de


las/os niñas/os y adolescentes a más de un mes del aislamiento social,
preventivo y obligatorio. Buenos Aires.

230
Juventudes en tiempos de pandemia

Tapia, Luis. (2012). Universidad pública, posgrado y renovación


del Conocimiento y las sociedades. En Pablo Gentili y Fernanda
Saforcada. (coords), Ciencias Sociales, producción de conocimiento y
formación de posgrado. Debates y perspectivas críticas. Buenos Aires:
CLACSO.

Therborn, Goran. (2015). Los campos de exterminio de la desigual-


dad. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.

Fondo de Naciones Unidas para la Infancia [UNICEF]. (2020).


Efectos del COVID-19 sobre la desigualdad y la pobreza infantil en
Argentina. Buenos Aires: UNICEF.

UNICEF. (2021). Salud mental en tiempos de coronavirus. Buenos


Aires: UNICEF.

Universidad de General Sarmiento [UNGS] (2020). El Conurbano


en cuarentena I y II. Los Polvorines.

Valenzuela, José Manuel. (coord.) (2015) El sistema es antinosotros.


Culturas, movimientos y resistencias juveniles. México: UNAM/
COLEF/GEDISA.

Vázquez, Melina. (2013). En torno a la construcción de la juven-


tud como causa pública durante el kirchnerismo: principios de
adhesión, participación y reconocimiento. Revista Argentina de
Estudios de Juventud, 1 (7), 1-25.

Virno, Paolo. (2005). Ocurrencia y acción innovadora. Por una lógica


del cambio. Buenos Aires: Ed. Tinta Limón.

Vommaro, Pablo. (2014). Juventudes, formas de participación po-


lítica y generaciones: acercamientos teóricos y debates actuales.
En Sara Victoria Alvarado y Pablo Vommaro (eds.), En busca de las
condiciones juveniles latinoamericanas. México, Colombia: COLE-
F/-CINDE Manizales/CLACSO.

231
Pablo Vommaro

Vommaro, Pablo. (2014a). La disputa por lo público en América


Latina. Las juventudes en las protestas y en la construcción de lo
común. Revista Nueva Sociedad, (251), 55-69.

Vommaro, Pablo. (2015). Juventudes y políticas en la Argentina y en


América Latina. Tendencias, conflictos y desafíos. Buenos Aires: Gru-
po Editor Universitario.

Vommaro, Pablo (2017). Territorios y resistencias: configuracio-


nes generacionales y procesos de politización en Argentina con
perspectiva latinoamericana. Iztapalapa. Revista de Ciencias So-
ciales y Humanidades, 101-133. México: UAM-I.

Vommaro, Pablo. (2017a). Hacia los enfoques generacionales e


intergeneracionales: tensiones y perspectivas en las políticas pú-
blicas de juventud en América Latina. Revista Latinoamericana de
Estudios de Familia, (8), 121-137. Universidad de Caldas, Manizales.

Vommaro, Pablo. (2017b). Juventudes latinoamericanas: diversi-


dades y desigualdades. Revista Temas. (87-88), 4- 11.

Vommaro, Pablo. (2017c). Juventud y desigualdades en América La-


tina y el Caribe. Buenos Aires: CLACSO.

Vommaro, Pablo. (2017d). Juventudes latinoamericanas: vidas


desplegadas entre las diversidades y las desigualdades.  Revista
Argentina de Estudios de Juventud, (11). https://perio.unlp.edu.ar/
ojs/index.php/revistadejuventud/article/view/4505

Vommaro, Pablo. (2019). Desigualdades, derechos y participación


juvenil en América Latina: acercamientos desde los procesos ge-
neracionales. Revista Direito e Praxis, 10, (2), 1192- 1213. Programa
de Postgrado en Derecho de la Universidad del Estado de Río de
Janeiro.

Vommaro, Pablo. (20 de marzo de 2020). Las dimensiones socia-


les, políticas y económicas de la pandemia, Observatorio Pensar la

232
Juventudes en tiempos de pandemia

pandemia. CLACSO. https://www.clacso.org/las-dimensiones-so-


ciales-politicas-y-economicas-de-la-pandemia/.

Vommaro, Pablo. (2020a). Juventudes, barrios populares y des-


igualdades en tiempos de pandemia. En Manuel Dammert, Luis.
Bonilla y Pablo Vommaro. (coords.), Múltiples miradas para reno-
var una agenda urbana en crisis. Buenos Aires: CLACSO.

Vommaro, Pablo. (2022). Experiencias juveniles en tiempos de pan-


demia. ¿Cómo habitan la pandemia las juventudes y qué cambió en
su vida cotidiana? Buenos Aires: Grupo.

233
Desigualdades sociales
en las juventudes cubanas hoy
María Isabel Domínguez García

Introducción: Desigualdad, exclusión, vulnerabilidad

Aunque las desigualdades sociales no son un fenómeno nuevo, se


han ido instalando en los últimos años en el debate público, en la
academia, en organismos internacionales y en la retórica de muchos
gobiernos. La constatación de que a pesar de que se haya logrado en
varios países y en determinados períodos, una reducción de la po-
breza y un mejoramiento de indicadores sociales, como el acceso a la
educación o a la salud, las desigualdades no solo persisten, sino que
se incrementan.
Y es que las desigualdades sociales son multidimensionales. El
contexto macro-meso-micro social marca unos componentes estruc-
turales: condiciones socioeconómicas, estructura de clases, de géne-
ro, etno-raciales, territoriales, en el marco de instituciones y redes
como la familia, la escuela, la comunidad, el grupo de pares y, al pro-
pio tiempo, unos componentes subjetivos: identidades, relaciones
intergeneracionales, interraciales, de género, junto a unas prácticas
culturales, políticas, religiosas, etc., que conforman un marco de re-
laciones donde se produce y se reproducen las desigualdades.

235
María Isabel Domínguez García

El análisis de las desigualdades ha estado antecedido o acompa-


ñado de otros enfoques conceptuales como el de exclusión social, que
según algunos autores daba la posibilidad de ese enfoque multidi-
mensional, a la vez que dinámico, que habla de una inclusión exclu-
yente (Subirats, Gomá y Brugué, 2005), al tiempo que las condiciones
de su reproducción, han sido abordadas desde la noción de vulnera-
bilidad. Esta categoría ha sido definida por diferentes autores como
un estadío intermedio en el continuo entre inclusión y exclusión y
reconocen que va más allá de los aspectos económicos para incluir
otros elementos de orden social, político y cultural (Pizarro, 2001; Fil-
gueiras, 2001; Comisión Económica para América Latina y el Caribe
[CEPAL], 2002).
Para entender el proceso de legitimación y reproducción de las
desigualdades y la capacidad o no para reducirlas de las políticas pú-
blicas, resulta interesante el enfoque del sociólogo francés François
Dubet (2012) sobre la diferencia entre igualdad de oportunidades
e igualdad de posiciones. Él señala que el modelo de justicia social
asentado en la igualdad de oportunidades plantea la posibilidad
para todos de ocupar cualquier posición en función de un principio
meritocrático, pero ello no logra reducir las desigualdades sociales,
no dice cuáles son intolerables y sustituye el conservadurismo de los
puestos por los rigores del mérito, por lo que conduce a cada indivi-
duo a competir por hacer valer su mérito para optimizar sus oportu-
nidades. A los que fracasan se les tiende a culpar porque no supieron
aprovechar aquellas que les fueron otorgadas (Dubet, 2012).
El enfoque de la igualdad de posiciones “invita a reducir las des-
igualdades de ingresos, de condiciones de vida, de acceso a servicios,
de seguridad, etcétera, que están asociadas a las posiciones sociales
ocupadas por individuos muy distintos en varios aspectos: nivel
de calificación, sexo, edad, talento” (Dubet, 2012, p.43). Se orienta a
garantizar “seguridad social contra los imprevistos de la vida y los
riesgos de la economía, gracias a la redistribución de las riquezas”
(Dubet, 2012, p. 44).

236
Desigualdades sociales en las juventudes cubanas hoy

América Latina y el Caribe: la región más desigual

Se ha convertido prácticamente en una consigna repetir que


América Latina y el Caribe es la región más desigual del planeta. El
informe elaborado por OXFAM (2015), Privilegios que niegan derechos.
Desigualdad extrema y secuestro de la democracia en América Latina
y el Caribe, reveló que una persona de un hogar multimillonario en
América Latina ingresaba 1.154 veces lo que una persona de un hogar
del 20% más pobre. Mientras, una persona de un hogar del 10% más
pobre tendría que trabajar varias vidas para ganar lo que gana una
persona de un hogar multimillonario de su país.
Esa desigualdad afecta más a mujeres, jóvenes, grupos racializa-
dos, territorios rurales, personas discapacitadas, migrantes, diver-
sidades sexuales, y se agrava cuando esas distintas condiciones se
intersectan, de ahí que la interseccionalidad sea la perspectiva me-
todológica que contribuye a visibilizar la multidimensión de las des-
igualdades, que tienen en su base relaciones de poder asimétricas:
entre ricos y pobres, entre adultos y jóvenes, entre hombres y muje-
res, entre personas blancas y no blancas, entre nativos y migrantes,
entre heterosexuales y LGTBIQ+, entre culturas, religiones y visiones
políticas diferentes.
La combinación de asimetrías de poder tiene particular expre-
sión en las personas jóvenes, porque en ellas se producen y reprodu-
cen generacionalmente las desigualdades sociales. Su persistencia
afecta el ejercicio de los derechos de las juventudes y pone en peligro
sus perspectivas de inclusión social con repercusiones presentes y
futuras.
Entre los efectos disruptivos más comunes que generan las des-
igualdades sociales en los grupos juveniles está la deserción escolar,
la falta de vinculación a actividades formales de estudio o trabajo,
la sobreexplotación laboral en empleos precarios y temporales, el
insuficiente acceso a servicios públicos de salud, la segregación te-
rritorial según su pertenencia clasista y etno-racial, el embarazo

237
María Isabel Domínguez García

adolescente, la violencia basada en género, la falta de espacios para


la participación social y política, la migración, el delito, la droga, la
criminalización, judicialización y estigmatización. En última instan-
cia, la vulneración de sus derechos básicos.
Ya antes de la pandemia, los problemas estructurales, las des-
igualdades económicas y sociales y la falta de condiciones reales
para lograr inclusión social con equidad, por la carencia de políticas
públicas integrales, condicionaban la vulnerabilidad de una buena
parte de las generaciones jóvenes en América Latina y el Caribe. En
ese contexto, las condiciones generadas por la propia enfermedad
de la COVID-19 y el confinamiento, han tenido consecuencias en el
ámbito sanitario, educativo y laboral para las y los jóvenes y con ello
se han agravado sus ya precarias condiciones.
La pandemia evidenció la necesidad de repensar el rol del Estado
para minimizar las brechas de desigualdades sociales y establecer
políticas públicas que incluyan acciones específicamente dirigidas a
las juventudes en su diversidad. Pero, si bien el Estado debe garanti-
zar políticas públicas estables, que cuenten con recursos y respaldo
institucional, en un marco social más amplio de reducción de des-
igualdades y respeto a los derechos para lograr la inclusión de las
juventudes, ello no es suficiente si las políticas son construidas desde
el mundo adulto y no involucra la participación de las propias perso-
nas jóvenes para tener en cuenta sus intereses e identidades, en sus
contextos locales, comunitarios.
Lograr cambios sociales que garanticen equidad y justicia social
es un proceso complejo que no puede hacerse sin cambios estructu-
rales profundos que garanticen una redistribución de los ingresos
bajo esos principios, pero que, al propio tiempo, pongan en el centro
de atención el valor de la persona humana como sujeto de derecho
en todas sus dimensiones. Eso es lo que puede hacer efectiva la igual-
dad de oportunidades para garantizar igualdad de posiciones, de no
ser así, las oportunidades siempre serán aprovechadas por aquellos
situados en posiciones más ventajosas.

238
Desigualdades sociales en las juventudes cubanas hoy

Cuba: desigualdades sociales en las juventudes

Esos cambios sociales han sido el propósito del proyecto de la


Revolución Cubana desde sus inicios, al cambiar las matrices socioe-
conómicas portadoras de relaciones de explotación y abrir espacios
para garantizar equidad y justicia social. La transformación de la
producción y ampliación de las posibilidades de empleo; conversión
de gran parte de la población rural en urbana; incremento del nivel
de escolaridad y crecimiento del sector de técnicos y profesionales;
políticas universales de salud y seguridad social, entre otros factores,
cristalizaron la integración social de amplios sectores de la pobla-
ción y abrieron amplios espacios para las generaciones jóvenes.
Sin embargo, la práctica ha mostrado el desafío de cómo lograr
transformaciones en las tradicionales matrices desiguales en las
relaciones generacionales, de sexo-género, raciales, territoriales, ca-
pacidad-discapacidad, entre las más comunes, de manera que, ante
situaciones de crisis, las desigualdades se hacen más visibles y se
reproducen.
La crisis de la década de los años noventa ralentizó las corrientes
de integración que se encaminaban a eliminar las condiciones de ex-
clusión más tradicionales (económica, residencial, de género, racial);
se produjo un proceso de movilidad social descendente en la esfera
del empleo y los ingresos y, con ello, de exclusión de muchos de los
que habían logrado insertarse en las diferentes esferas, con las pecu-
liaridades que ello ha tenido en Cuba, donde son procesos de exclu-
sión parcial por la garantía de acceso a servicios básicos gratuitos.
La estrategia de recuperación para salir de la crisis económica,
con la apertura al turismo internacional, las empresas mixtas, la
ampliación del trabajo por cuenta propia, la circulación primero del
dólar y luego del peso convertible, la entrada de remesas del exterior,
entre otros factores, abrieron o profundizaron brechas de desigual-
dades sociales y promovieron el paulatino cambio en la escala de va-
lores predominante.

239
María Isabel Domínguez García

La socialización, considerada uno de los eslabones básicos de la


integración social, se vio afectada con impactos sobre sus canales
tradicionales: la familia, la escuela y el trabajo. La familia continúa
enfrentando el problema de la vivienda y las dificultades para satis-
facer las necesidades básicas de sus miembros; la educación sufrió
un proceso de deterioro y de diferenciación territorial y social, ha
restringido su influencia educativa y dejó de funcionar como pasa-
porte al empleo; los ingresos por el trabajo perdieron su condición
de satisfacer las necesidades básicas y se incrementó el papel de la
economía informal como fuente de ingresos. Paralelamente, se in-
crementaron las migraciones internas y externas para mejorar las
condiciones de vida.
Esos efectos negativos y los impactos sociales sobre los grupos
que habían quedado en situación de mayor desventaja, se trataron
de atenuar con la implementación de los “nuevos programas socia-
les” en la primera década del siglo XXI, sobre todo, para abrir nuevos
espacios a la inclusión social de las juventudes, a la vez que se preten-
dían fortalecer los valores ideo-políticos del socialismo y la identidad
cultural. Pero con estos programas no se impulsaron transformacio-
nes estructurales más profundas que garantizaran un cambio en las
matrices económicas, permitieran la liberación de las fuerzas pro-
ductivas, redujera la dependencia del exterior, al menos para el logro
de la soberanía alimentaria, diera respuesta de forma sostenida a la
satisfacción de las necesidades de la vida cotidiana de la población y
permitiera la autorreproducción ampliada del sistema.
Ese fue el propósito del proceso de Actualización del modelo
que se inició con la formulación, discusión y aprobación de los Li-
neamientos de la política económica y social (Partido Comunista de
Cuba [PCC], 2011), pero, una gran parte de las transformaciones pro-
puestas tardaron en implementarse o no han tenido el suficiente im-
pacto en el crecimiento económico como se reconoció en el Informe
Central al VIII Congreso del Partido Comunista de Cuba cuando se
señaló:

240
Desigualdades sociales en las juventudes cubanas hoy

Persisten efectos negativos asociados al exceso de burocracia, defi-


ciente control de los recursos, causa y condición por excelencia del
dañino fenómeno de la corrupción y otras ilegalidades que limitan el
incremento de la productividad y la eficiencia. No han dejado de es-
tar presentes problemas estructurales del modelo económico que no
proporciona suficientes incentivos para el trabajo y la innovación.
Para transformar de manera irreversible este escenario, se impone
imprimir mayor dinamismo al proceso de actualización del modelo
económico y social […] (PCC, 2018).

Estos procesos han dado lugar a un incremento de las desigualda-


des que se expresan en un sinnúmero de direcciones, todas las cuales
constituyen tendencias de desintegración social: la no continuidad
de estudios, la desvinculación laboral, el crecimiento de la pobreza
en las zonas periurbanas, el éxodo del campo a la ciudad, el surgi-
miento o ampliación de barrios insalubres, el aumento de la violen-
cia, y oleadas migratorias hacia el exterior del país.
Esos fenómenos tienen también una dimensión espiritual y éti-
ca. La incertidumbre ante el futuro que ha prevalecido a lo largo de
años de crisis ha potenciado actitudes presentistas y hedonistas, el
crecimiento del individualismo, la competencia y el culto al consu-
mo como estrategias incluso inconscientes, lo cual podría debilitar
el entramado social y con él la solidaridad social y el logro de metas
colectivas a largo plazo.
Al propio tiempo, la homogeneidad de las políticas sociales que
no tomaron suficientemente en cuenta las desventajas de los dife-
rentes grupos, tanto las históricamente acumuladas como las que
se fueron creando en las nuevas condiciones, socavó procesos de
integración ya logrados o limitaron su continuidad. La persistencia
de la situación crítica y las deformaciones que han acompañado la
implementación de algunas de las políticas, han debilitado la autoes-
tima de algunos individuos y grupos con lo que se resiente la propia
identidad nacional.
En el caso de las juventudes, hay segmentos en los que es posible
hablar de una exclusión no tradicional, porque se trata de jóvenes
241
María Isabel Domínguez García

con altos niveles educacionales, desvinculados de actividades de es-


tudio y trabajo o insertados en empleos cuyos ingresos no les garan-
tizan la emancipación familiar.
A todo lo anterior habría que añadir el hecho de que las dinámi-
cas económicas a lo largo de un extenso período (pirámide inverti-
da, trabajo informal, remesas), han potenciado económicamente a
grupos sociales con bajos niveles de integración social respecto de
las estructuras laborales productivas del país y respecto de lo más
genuino de la cultura cubana. El éxito de estrategias alternativas
(que en ocasiones transgreden normas morales y hasta jurídicas), les
confiere cierto status social a sus practicantes y legitima normas de
comportamiento que dañan la cohesión del conjunto. Eso les posibi-
lita ocupar algunos de los espacios públicos y comenzar a imponer
sus comportamientos.
El debilitamiento de la integración social implica –necesaria-
mente– el fortalecimiento de ciertos nudos de conflictividad, entre
los que se destacan:

– Percepción de diferencias de clases resultantes de las desigual-


dades socioeconómicas.
– Fortalecimiento de la cultura patriarcal, incluido el creci-
miento de la violencia basada en género.
– Incremento de prejuicios raciales.
– Incremento de tensiones generacionales.
– Crecimiento de cierta orientación antiinstitucional.

Resulta significativa la interacción de factores estructurales en la


conformación de una mayor vulnerabilidad a la desintegración y el
peso que adquieren los elementos territoriales, de género y raciales.
Ello es expresión de una integración social insuficientemente conso-
lidada, que hace que para aquellos grupos en los que dicha integra-
ción estaba en proceso, el cambio en las condiciones socioeconómicas
que la sustentaban, ha podido provocar cierta reversibilidad.

242
Desigualdades sociales en las juventudes cubanas hoy

El agravamiento de las condiciones económicas en el último pe-


ríodo por la combinación que ha significado el recrudecimiento del
bloqueo en la administración Trump y la pandemia de la COVID-19,
que ha generado un fuerte desabastecimiento de productos básicos,
unido a los efectos del reordenamiento monetario con el aumento de
los precios y la inflación, ha agravado las desigualdades económicas
y sociales, las han hecho visibles y han mostrado las condiciones de
vulnerabilidad en la que viven sectores de la población.
Ello tiene particular expresión en el ámbito de las generaciones.
El cambio generacional de la sociedad cubana guarda relación con
procesos de naturaleza clasista, ideológica y cultural. Para el año
2020 un tercio de la población había nacido después de 1990 y en
esa fecha, más de la mitad apenas se encontraba en la infancia, de
manera que no conocieron la etapa anterior al Período Especial1.
Mientras, solo una décima parte había vivido la etapa del triunfo
de la Revolución con edad suficiente para haber tenido alguna par-
ticipación en ella o recordarla de manera directa (las personas que
al triunfo tenían al menos diez años o más) (Domínguez, 2016). Ello
tiene implicaciones a partir de las vivencias directas en las aspira-
ciones y proyectos de vida y su realización, en los significados que
atribuyen a la historia, en las maneras de entender la Revolución,
sus logros e insuficiencias, las percepciones acerca de los derechos,
aquellos que se han debido conquistar o les han sido dados desde la
cuna y, como resultante, el modelo de país que se desea y el compro-
miso que se asume o no con ese modelo.
A ese panorama se ha sumado la entrada y ampliación del acceso
y uso de las TIC, con su impacto en la conformación de valores y as-
piraciones, en la creación y transformación de universos simbólicos

1
El llamado Período Especial correspondió a la etapa aguda de crisis económica re-
sultante de la desaparición de la Unión Soviética y el bloque socialista de los países
de Europa Oriental, con quienes Cuba tenía sus principales vínculos económicos y
comerciales y que fue aprovechado para un recrudecimiento del bloqueo económico
de Estados Unidos contra la Isla. Ello produjo en solo tres años (1989-1992) el total
derrumbe de la economía nacional con una reducción de las exportaciones en más de
la mitad y de las importaciones en las tres cuartas partes.

243
María Isabel Domínguez García

que propician un cambio cultural y, que el contexto de la pandemia


de la COVID-19, al fortalecer las interacciones sociales en la virtua-
lidad, hizo patente las desigualdades en el acceso a las tecnologías
entre grupos juveniles, a la vez que se ha convertido en un escenario
de información y socialización privilegiado, cuyo uso refuerza esas
diversidades.
Hoy, la población cubana en general, y en particular sus juven-
tudes, es más diversa y desigual que décadas atrás y ello también se
expresa en sus escalas de valores y en sus proyectos de país.

Interrogante a modo de cierre:


¿Cómo evitar que las desigualdades se reproduzcan
y se entronicen en las juventudes cubanas?

La cuestión medular es cómo fortalecer los procesos de integración


social de las y los jóvenes, lo que a su vez es una condición imprescin-
dible para cualquier proceso de desarrollo.
La política social debe contener un fuerte balance entre las po-
sibilidades de inclusión social desde el punto de vista económico,
con atención a las desigualdades sociales, pero no desde prácticas
asistencialistas, sino con énfasis en los procesos de participación
efectiva de todos los grupos e individuos en el funcionamiento de la
vida social. Con ello se eliminarían, las condiciones que reproducen
desigualdades socioeconómicas y aquellas por concepto de género,
generaciones, color de la piel, ubicación territorial, orientación se-
xual, discapacidades y otras, y construir una comunidad de valores
que se apoye en la diversidad de los grupos y la respete. Porque la
idea de reducir –y erradicar– las desigualdades, no debe llevar a la
falacia de no reconocer la diversidad y confundir la igualdad con ho-
mogeneidad. Ello lastraría el rico proceso de diferenciación que está
en la base de las relaciones sociales e impediría reconocer las poten-
cialidades de transformación y auto-transformación que albergan

244
Desigualdades sociales en las juventudes cubanas hoy

los grupos y que constituyen un elemento esencial de la condición


juvenil.
La participación está en las bases mismas del socialismo, un sis-
tema cuya esencia – más allá de deformaciones en sus aplicaciones
prácticas– radica en su amplio carácter inclusivo y participativo,
como elemento consustancial a su funcionamiento.
Se hace necesario contrarrestar el incremento del individualismo
que provoca un resquebrajamiento de solidaridades básicas, porque
las soluciones de salida que las personas visualizan como más rápi-
das y efectivas son individuales y competitivas. Ello implica brindar
alternativas de mejoramiento de las condiciones de vida en las que
se potencien valores claves como la solidaridad y el colectivismo.
En momentos en que las condiciones económicas permitieron
efectos redistributivos elevados, aunque la participación fuera me-
nor, sus impactos pudieron ser menos visibles. Pero en circunstan-
cias como las actuales, en que el proyecto social de la Revolución se
ve obligado a redefinir qué es lo esencial y posible en términos de
justicia social y aceptar desigualdades indeseadas en etapas prece-
dentes, necesariamente hay que ampliar las condiciones para elevar
los niveles de participación, que garanticen integración social a to-
dos los grupos, brinden posibilidades reales de formar parte de las
decisiones y así fortalecer el consenso y la cohesión.

Bibliografía

Comisión Económica para América Latina y el Caribe [CEPAL].


(2002). Vulnerabilidad sociodemográfica: viejos y nuevos riesgos para
comunidades, hogares y personas. Publicación CEPAL, Santiago de
Chile: CEPAL. LC/R.2086.

245
María Isabel Domínguez García

Domínguez, María Isabel. (2016). Cuba 1990–2015: Las juventudes


en los cambios de escenarios. En Gabriela Pulido, Mario Ayala y
Alberto Consuegra (eds.), Mirando a Cuba hoy. Reformas y confi-
guraciones en una nueva etapa, (pp. 107-128.) Buenos Aires: Imago
Mundi.

Dubet, Francois. (2012). Los límites de la igualdad de oportunida-


des. Revista Nueva Sociedad (Buenos Aires) (239), 42-50.

Filgueira, Carlos. (2001). La actualidad de viejas temáticas: sobre los


estudios de clases, estratificación y movilidad social en América Lati-
na. Santiago de Chile: CEPAL.

OXFAM. (2015). Privilegios que niegan derechos. Desigualdad extre-


ma y secuestro de la democracia en América Latina y el Caribe. Reino
Unido: OXFAM Internacional.

Partido Comunista de Cuba [PCC] (2011). Lineamientos de la políti-


ca económica y social del Partido y la Revolución. La Habana: Edito-
ra Política.

PCC (2018). Informe Central al 8vo Congreso del Partido Comunis-


ta de Cuba. https://www.parlamentocubano.gob.cu/index.php/
informe-central-al-8vo-congreso-del-partido-comunista-de-cu-
ba-pdf/

Pizarro, Roberto. (2001). La vulnerabilidad social y sus desafíos:


una mirada desde América Latina. Serie Estudios estadísticos y
prospectivos, (6). Santiago de Chile: CEPAL.

Subirats, Joan; Gomá, Ricard y Brugué, Joaquín. (coords.), (2005).


Análisis de los factores de exclusión social. Documento de trabajo.
Fundación BBVA (4). http://www.fbbva.es/TLFU/dat/DT_2005_04.
pdf

246
Desigualdades,
identidades culturales y juventudes
Conexiones teóricas y expresiones
en adolescentes y jóvenes de La Habana

Elaine Morales Chuco y Beatriz Drake Tapia

Introducción

El estudio de las desigualdades ha calado en las proyecciones de las


Ciencias Sociales en Cuba. Más allá de la pertenencia a la región más
desigual del mundo y de su expresión en grupos específicos, como
revelan estudios de la Comisión Económica para América Latina y
el Caribe ([CEPAL], 2016) y de esta con la Organización de Estados
Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura (CEPAL
y OEI, 2020), las asimetrías y brechas de distinto tipo se han reve-
lado en el cuadro socioestructural de la sociedad cubana (Espina y
Echevarría, 2018) y recaban profundos análisis teóricos y empíricos
acorde a su complejidad (Zabala, et al., 2018).
Si bien se reconocen las bases de equidad y justicia social distin-
tivas del socialismo cubano, también se nota la agudización y la in-
terseccionalidad de las desigualdades (FLACSO-Cuba, 2020). De tal
modo, resulta pertinente reflexionar acerca de las manifestaciones

247
Elaine Morales Chuco y Beatriz Drake Tapia

al interior del grupo de jóvenes, evidenciar sus peculiaridades y


avanzar en el cierre de las brechas.
El presente artículo recupera algunos elementos clave de dos
proyectos de investigación del Instituto Cubano de Investigación
Cultural (ICIC) “Juan Marinello”: Identidades en las juventudes. Con-
tinuidades, rupturas y emergencias de lo cultural1 (2020) e Identidades
culturales en jóvenes de La Habana. Valoración de las contribuciones de
proyectos socioculturales comunitarios (en ejecución).2Ambos, dirigi-
dos a comprender y contextualizar las identidades de adolescentes
y jóvenes residentes en La Habana, a partir de lo cual lograron ca-
racterizar estas construcciones de la subjetividad desde de la pers-
pectiva generacional, con énfasis en las configuraciones culturales
y territoriales.
Dadas las imbricaciones de la subjetividad en los procesos gene-
radores de inequidades, en los contenidos identitarios están inscritas
exclusiones y desigualdades, percibidas con nitidez por adolescentes
y jóvenes (Morales, 2021a, 2021c), las cuales se hallan en plena dispu-
ta con el entramado de oportunidades de las políticas de juventud
(Domínguez, et al., 2018).
Las reflexiones producidas en este texto, tienen sus antecedentes
en exámenes más generales realizados en torno a las exclusiones e
identidades y su manifestación en el grupo poblacional conformado
por jóvenes (Morales, 2021b, 2021c).
Este análisis se sustenta en la articulación de los enfoques rela-
tivos a las desigualdades (Barbieri, 2015, 2020; Viveros, 2016; Pérez,
2014; Dubet, 2012; Reygadas, 2004), las juventudes (Domínguez, 2019;

1
Proyecto inscrito en Programa Nacional de Ciencia Tecnología e Innovación
Identidad Cultural Cubana y Latinoamericana. Vías para su fortalecimiento ante las
transformaciones económicas y sociales del mundo contemporáneo (2017-2020). Autoras:
Dra. C. Elaine Morales Chuco; MSc. Naisvel González Herrera y Lic. Isys Pelier Alvarez.
2
Proyecto inscrito en Programa Sectorial de Ciencia Tecnología e Innovación
Identidad Cultural Cubana, Latinoamericana y Caribeña. Su fortalecimiento ante las
transformaciones económicas y sociales del mundo contemporáneo (2020-2023). Autoras:
Dra.C. Elaine Morales Chuco; MSc. Beatriz Drake Tapia; MSc. Naisvel González
Herrera y Lic. Isys Pelier Alvarez.

248
Desigualdades, identidades culturales y juventudes

Morales, 2017a; 2017b; Urteaga, 2010; Vommaro, 2016; Duarte, 2000)


y las identidades en jóvenes (Martín Barbero, Feixa y Figueras, 2017;
Valenzuela, 2015; Marcial y Vizcarra, 2014).
Desde el punto de vista metodológico, las investigaciones privi-
legian la mixtura metodológica, mediante el empleo de técnicas que
revelaron generalidades y peculiaridades. Las metodologías propi-
ciaron la participación de adolescentes y jóvenes en la producción de
información valiosa sobre sí mismas y su entorno.
El artículo expone las asimetrías notadas en las identidades ge-
neracionales y culturales. En estas construcciones de la subjetividad
aparecen –de manera explícita– los contrastes al interior del grupo
de jóvenes, asociados a la situación económica, el color de la piel, el
territorio de residencia y al acceso a bienes y servicios denominados
culturales.

Las desigualdades e identidades.


Breves referencias a sus conexiones

Dentro del abanico de desigualdades se reconocen las culturales, que


de acuerdo con Nicolás Barbieri (2020), son igualmente multidimen-
sionales y multifactoriales y existen en cada una de las tres dimen-
siones clave de los derechos culturales: i) participación, que incluye
tanto la asistencia a actividades culturales, como la práctica expresiva,
creativa, formativa y asociativa; ii) producción, referido al ámbito pro-
fesional, incluyendo condiciones de ocupación en el mercado laboral; iii)
posibilidad de ejercer o influir en la toma de decisión, respecto a las políti-
cas públicas de cultura.
Barbieri las explica a partir de la conjunción de diversos factores,
resumidos en: a) las diferencias –origen, géneros, etnia, diversidad
funcional y territorios, entre otras – en tanto generan condiciones
de vida que influyen en el ejercicio de los derechos culturales; b) los
recursos, que pueden ser económicos y simbólicos, y entre ellos se
destacan la renta, el nivel educativo formal, el tiempo disponible y la
249
Elaine Morales Chuco y Beatriz Drake Tapia

capacidad cognitiva y la familiaridad previa con el capital artístico y,


c) la conexión, que se refiere al apoyo e interacción social, la movili-
dad y proximidad, el acceso a redes de información y conocimientos,
así como la conectividad digital.
En estrecha conexión con lo planteado por otros autores (García,
2020; Palacios, 2017; Pitts y Watt, 2001), Barbieri enlaza el análisis de
las desigualdades culturales, con los derechos y las políticas en esta
área. Al respecto, señala que estas últimas deben dejar atrás el para-
digma del acceso –democratización de la cultura– pues no garantiza
la apropiación social, ni la agencia; promueve el paso a la democra-
cia cultural e insta a concebir la diversidad de necesidades y ampli-
tud de derechos culturales.
En otra arista de las desigualdades, la CEPAL (2016) define tres
aspectos importantes al considerar a la edad como su eje estructu-
rante. El primero corresponde a las desigualdades entre personas
situadas en diferentes etapas de la vida, en especial en cuanto a la
realización de los derechos –ingresos y trabajo, protección social y
cuidados, educación, salud y nutrición y participación–. Este ele-
mento produce brechas intergeneracionales que pueden agravarse
por otras desigualdades, por ejemplo, aquellas vinculadas al géne-
ro o a la pertenencia étnico-racial. El segundo remite a los cambios
que se han producido en los sesgos etarios del bienestar y el goce de
derechos desde una mirada intertemporal; las transformaciones
demográficas, socioculturales, tecnológicas, y el funcionamiento de
los mercados laborales, unidas a las desigualdades de género y las
carencias de los sistemas de protección social, entre otros elemen-
tos, han contribuido a modificar las brechas intergeneracionales
del bienestar. El tercero guarda relación con la acumulación en el
tiempo de desventajas y privaciones, o de ventajas y privilegios, y la
consecuente reproducción intrageneracional de las desigualdades, a
partir de procesos incrementales a lo largo del ciclo de vida; así se en-
cadenan vulneraciones de derechos en círculos viciosos, acentuando
las desigualdades existentes o precediendo a otras.

250
Desigualdades, identidades culturales y juventudes

Los estudios de la CEPAL y la OEI señalan que la juventud es la


etapa crítica en la cual las desigualdades sociales pueden ensanchar-
se o reducirse; y alertan que, sin la intervención de políticas públicas,
las trayectorias desiguales y las vulneraciones de derechos pueden
llegar a consolidarse. Por ello, subrayan la necesidad de visibilizar a
las personas jóvenes no como el objeto de las políticas, sino en condi-
ción de sujetos de derechos y agentes de desarrollo y cambio produc-
tivo (CEPAL, 2016, 2019; CEPAL, OEI, 2020).
Asimismo, investigaciones sobre juventudes definen que la di-
mensión generacional da cuenta de la perpetuación, amortiguación
o agudización de los problemas sociales. Las conciben como diferen-
cias entre pares categoriales que, en determinado momento, se con-
sideran ilegítimas. Apuntan, además, que no todos los niños, niñas y
jóvenes tienen el mismo punto de partida; tales lugares condiciona-
dos por eventos previos, son fruto de la política pública, y afectan po-
sitiva o negativamente sus trayectorias vitales. Sustentan el carácter
interconectado y multidimensional de las desigualdades y proponen
centrar los análisis en los diferentes modos de experienciar las infan-
cias y las juventudes (Mayer, Domínguez y Lerchundi, 2020; Mayer,
2016; Vommaro, 2016).
Para revelar las desigualdades en los textos de las identidades se
parte de una construcción teórico-metodológica que incluye defini-
ciones, dimensiones e indicadores (Morales, 2019). En tal platafor-
ma se definió a la identidad cultural [IC] como la construcción de la
subjetividad de un sujeto individual o grupal, que define su origen y
actualidad, al tiempo que proyecta sus características esenciales y es-
tables, sustentadas en la cohesión en torno al universo de elementos
objetivos y subjetivos de una cultura reconocida; compartida –con
relativa independencia del lugar de nacimiento o residencia– por
participar de modo consciente en su producción; y cuyos significa-
dos le permiten reconocerse y establecer a su interior tendencias
de continuidad, ruptura y emergencia, así como concientizar dife-
rencias y semejanzas con otros grupos significativos en un contexto
determinado.
251
Elaine Morales Chuco y Beatriz Drake Tapia

Tal definición se operacionaliza en el estudio con personas jóve-


nes como la producción de la subjetividad compartida generacional-
mente, situada en determinado contexto socioeconómico y político,
que da cuenta, por una parte, de la calidad de los vínculos especí-
ficos con bienes y servicios artísticos reconocidos como cubanos y,
por otra, de los nexos con costumbres, tradiciones, rituales, formas
comunicativas y pensamientos propios de los jóvenes en su vida co-
tidiana, todo lo cual se expresa de manera más o menos homogénea
en particularidades de la subjetividad y en la conducta. La interre-
lación de tales contenidos le permiten reconocerse culturalmente
y diferenciarse significativamente de otras generaciones y cohor-
tes etarias, en cuanto a los aspectos objetivos y subjetivos que les
distinguen.
La identidad cultural fue analizada a partir de varias dimensio-
nes, las cuales tuvieron diferente nivel de elaboración y complejidad.
En un grado más general se consideran las siguientes: contextual,
ideológica y axiológica; ellas constituyen la órbita exterior y dan
cuenta del entramado de procesos y fenómenos socioeconómicos,
de la articulación de influencias de los medios de comunicación, las
tecnologías y las industrias culturales. También, de la concatenación
de valores que condicionan la evolución de los contenidos de la mis-
midad y la otredad, sus fronteras, así como los procesos de identifica-
ción, homogeneización y diferenciación.
Para revelar las particularidades de ese tejido exterior se emplea-
ron varios indicadores: percepciones sociales acerca del acceso a la
estructura de oportunidades, de las ventajas y desventajas genera-
cionales; el acceso y el uso de los medios de comunicación, las tec-
nologías y la producción cultural. A ello se añaden, las orientaciones
valorativas y las normas sociales.
En tanto, para indagar en el contenido mismo de las identidades
se trabajó desde tres dimensiones: cognitiva, afectiva y conductual.
La primera fue explorada mediante indicadores que dieron cuenta
de la producción de cogniciones sobre sí y sobre otros significati-
vos, que incluyen elementos objetivos y subjetivos distintivos de la
252
Desigualdades, identidades culturales y juventudes

mismidad, procesos de identificación y homogeneización, así como


las fronteras y la diferenciación con respecto a la otredad. Se agrupa-
ron en tres subdimensiones: comunicativa, valorativa y asociativa,
las que permitieron mostrar las formas comunicativas verbales y
no verbales; las prioridades en la vida cotidiana, gustos, condiciones
deseadas para la felicidad y estrategias de solución de conflictos en
la vida cotidiana; y los objetos significativos, figuras representativas,
prácticas culturales y tradiciones o costumbres. De igual modo, se
contemplan elementos afectivos y conductuales.
Se asumen, por tanto, tres perspectivas en el orden metodológi-
co para estudiar las identidades culturales en jóvenes: i) desde sus
vínculos con las elaboraciones artísticas y literarias, los bienes y
servicios culturales, en calidad de productor, consumidor o gestor;
ii) mediante la participación con disímiles grados de implicación, en
procesos socioculturales desde diferente nivel territorial, para resig-
nificar tradiciones, costumbres y estrategias de la vida cotidiana y,
iii) a partir de la comunidad de aspiraciones, planes, proyectos, per-
cepciones, trayectorias y narraciones que sobre sí mismos, elaboran
los jóvenes para distinguirse de otros, y que revelan su condición
generacional en una determinado contexto cultural. Estas facetas
pueden analizarse por separado o enfatizando su interdependencia.
Las investigaciones empíricas que sirven de referencia a este artículo
ponen en acento en esta última alternativa.
De este modo, los datos pueden dar cuenta de los contenidos de
las identidades y revelar el contexto de su construcción y, en conse-
cuencia, de sus variaciones e interrelaciones. Ello implica la muta-
ción en los contenidos identitarios al constituirse otra generación de
adolescentes y jóvenes, que construye su identidad cultural en un es-
cenario diferente al que enmarcó a la anterior. Las transformaciones
económicas, políticas y tecnológicas, se expresan en los contenidos
definitorios de estas y otras identidades (supraidentidades o subi-
dentidades) como pueden ser las territoriales, de género, orientación
sexual, etc. En función de ese acontecer, se expresan continuidades
o rupturas, y al propio tiempo, se avizoran nuevos contenidos, no
253
Elaine Morales Chuco y Beatriz Drake Tapia

alcanzan a expresarse con plenitud, pero pugnan por establecerse


como diferencias sustanciales con lo que le antecedió.

Las desigualdades en el contexto y configuración


de las identidades culturales en jóvenes

Estudios realizados con anterioridad (Massón, 2017; Morales, 2021),


apuntan el predominio en la sociedad cubana del enfoque de demo-
cratización de la cultura en las políticas culturales, por lo cual pre-
valece la visión desde la disponibilidad y acceso a las instituciones
culturales estatales. No obstante, se avanza hacia el posicionamiento
de la democracia cultural, en calidad de enfoque director del queha-
cer en esta área. De tal manera, los derechos en la temática se visuali-
zan –fundamentalmente– a manera de demanda de acceso universal
e incluso, gratuito o subsidiado a un conjunto de bienes y servicios.
En los estudios realizados (Morales, 2020; Morales y González,
2021a; Morales, Sarduy, Hernández y Díaz, 2020), los contenidos de
las identidades remiten a desigualdades en las tres dimensiones de
los derechos culturales propuestas por Barbieri (2020), con acento en
las asimetrías en cuanto al acceso a bienes y servicios.
En la dimensión participación la presencia de las desigualdades
es florida.3 Las prácticas culturales, objetos y personas significativas
denotan el impacto diferenciado de las condiciones económicas na-
cionales y de los avances tecnológicos digitales en el país.
Las prácticas recreativas develan el interés grupal por el disfrute
de opciones gastronómicas, artísticas o vinculadas a la naturaleza;
aquí se inscribe la preferencia por centros nocturnos, bares y disco-
tecas –estatales o privadas–. Sin embargo, la frecuencia de acceso a
tales espacios no se corresponde con las necesidades y aspiraciones
de adolescentes y jóvenes, y está signado por las limitaciones de la

3
En el examen de la participación se toman también como referencia las elaboracio-
nes del ICIC. Véase: Linares, Rivero y Moras, 2008.

254
Desigualdades, identidades culturales y juventudes

situación económica familiar –cuando hay dinero, cuando no hay di-


nero lo que queda es el muro del malecón–. Este elemento en particular
constituye una desventaja sentida y develadas reiteradamente por
las juventudes desde los años noventa del pasado siglo. Si bien han
cambiado las instalaciones objeto de atención, la demanda en cuan-
to al acceso se remonta a las transformaciones económicas realiza-
das en tal período, que segmentó el acceso a bienes y servicios. En
correspondencia con los planteamientos de la CEPAL y la OEI (2020),
la edad estructura la percepción de la desigualdad en cuanto a la pro-
gramación de opciones recreativas.
Adolescentes y jóvenes perciben y cuestionan las posibilidades de
otros para disfrutar de las instalaciones que le son esquivas a sus gru-
pos; aluden explícitamente a los contrastes en cuanto a los recursos
–ingresos, lugar de residencia y redes de apoyo– que condicionan el
derecho al acceso.
Sustentan su displacer, además, en la legitimidad que les otorga
la ubicación de las instalaciones en sus lugares de residencia, de lo
cual infieren el incumplimiento del compromiso social de las entida-
des con los territorios que le acogen. Se revela el entrecruzamiento
con contenidos de la identidad territorial y la reorientación de las
demandas hacia el desarrollo cultural comunitario.
En otros casos se añade como una limitación importante, la le-
janía con respecto a los centros culturales. Se trata de diferencias
asociadas a la relación centro-periferia en términos geográficos y
simbólicos, pues devela dificultades con la organización de la movi-
lidad urbana y, al propio tiempo, la concentración de instituciones
en determinados lugares de la ciudad. En tal caso, a partir de las dife-
rencias entre los territorios, se han generado inequidades en el ám-
bito cultural.
Tales insatisfacciones las enfrentan de diversas maneras, en al-
gunos casos reordenan o constriñen el consumo en esta esfera; en
otros, reubican los encuentros y reemplazan los espacios por otros
que requieran menos presupuesto. De cualquier manera, ponderan
la interacción con las amistades y mantienen la inclinación por el
255
Elaine Morales Chuco y Beatriz Drake Tapia

ámbito público en un diseño cercano a la intención inicial. Se trata


de una reducción de la participación, inducida por las desventajas
socioeconómicas de los grupos de pertenencia, sean amistades, ba-
rrio o familia.
Para ahondar en la expresión de las desigualdades en la dimen-
sión participación de los derechos culturales, vale hacer referencia a
las prácticas culinarias y alimentarias, pues en ellas se nota el impac-
to de las desventajas económicas; en especial en la irregularidad en
el consumo de alimentos con la calidad, cantidad y variedad reque-
rida para satisfacer el esquema alimentario tradicional. Al indagar
en la ingesta de alimentos se obtuvieron respuestas del tipo: lo que
se pueda; lo que venga;4 nada saludables, ya que no tienen posibilidades
para comer frutas y vegetales. La permanencia en el tiempo de limita-
ciones referidas a la alimentación, incide en la modificación de pa-
trones alimentarios y de la noción de bienestar en este renglón por
parte de la población joven. Los resultados reportan la preferencia
por la comida chatarra o las pizzas y espaguetis en detrimento de la
comida tradicional cubana, que constituye elemento medular de la
identidad.
Dentro de esta dimensión de los derechos culturales, la conexión
resulta esencial en la visibilidad de las desigualdades. Estas se apre-
cian –sobre todo– al indagar en la comunidad de prioridades y condi-
ciones para alcanzar la felicidad. Aquí emergen, tanto las conexiones
digitales, como las cualidades de la interacción social. Con respecto
a las primeras, aflora el interés de los jóvenes por el acceso a equipos
con óptimas prestaciones, la necesidad de conexión a Internet y la
activa participación en la red social Facebook, con el fin de satisfacer
necesidades de interacción, reconocimiento y aprobación social; sin
embargo, una parte de los y las adolescentes y jóvenes tienen limi-
taciones para alcanzar la conectividad deseada, por lo cual aspiran

4
Alude a la distribución normada de alimentos, que conforman la canasta básica
que llega a todas las familias cubanas.

256
Desigualdades, identidades culturales y juventudes

a contar con las mejores marcas de teléfono; el último móvil; o buena


tecnología.
Asimismo, la aceptación, interacción y la movilidad social, tam-
bién aparecen afectadas por las carencias materiales. En aras de
obtener la aceptación grupal, una parte de los y las adolescentes
asumen como estrategias la ostentación de prendas costosas, que
otorgan exclusividad y denotan solvencia económica. Así se nota en
las siguientes locuciones que recogen sus prioridades: Hacer dinero;
dinero y ropa; el dinero y las prendas; tener dinero para ir de fiestas, tener
mucha ropa, un buen teléfono; cosas materiales, vestir la ropa de la marca
del momento.
Otras aspiraciones denotan mayor profundidad en el análisis:
Tener buen salario; una situación económica mejor; tener las condicio-
nes básicas favorables; tener todo lo que nos hace falta y no pasar tanto
trabajo para todo. En cualquier caso, es posible apreciar el estado de
insatisfacción económica, que si bien impacta de modo más directo
en la participación cultural, deja su huella también en el resto de las
dimensiones de los derechos culturales.
Con respecto a la dimensión de los derechos relativa a la produc-
ción5 cultural, se constató la construcción de desigualdades susten-
tadas en las peculiaridades en cuanto a la creación y expresión de
formas verbales y no verbales de comunicación. En tal sentido, se
atribuyen al grupo modos de comunicarse que proyectan una estéti-
ca diversa –tatuajes, símbolos religiosos, piercing–. Adolescentes y jó-
venes perciben como atributos comunes el uso de un lenguaje verbal
pobre y soez, reforzado en lo extraverbal, con ademanes corporales
que traducen códigos distintos al dominio comunicativo de las per-
sonas de más edad. Estos rasgos son señalizados de manera negativa
por el grupo adulto y se esgrimen como argumentos para devaluar a
la actual población de jóvenes con respecto a la precedente. Apuntan
que tales maneras tienden al desenfado y vulgaridad, desplazan a un

5
A diferencia de Nicolás Barbieri, se intenta ver la producción más allá del ámbito
profesional.

257
Elaine Morales Chuco y Beatriz Drake Tapia

segundo plano las maneras más comedidas, respetuosas y aceptadas


socialmente, y constituyen expresiones de subculturas generaciona-
les. De modo especial, las descalificaciones recaen en quienes siguen
el estilo repart –los reparteros– lo que propicia la construcción de un
marco de desigualdad intra e intergeneracional.
Las innovaciones juveniles acentúan el empleo del cuerpo, de la
ciudad y de otros medios poco empleados por generaciones anterio-
res (Mayer, Duhalde, Arroyo y Silva, 2020); la novedad y transgresión
de sus códigos aún no les vale reconocimiento y aceptación entre co-
etáneos y adultos.
También en el orden de la producción de formas comunicativas,
se inscriben las peculiaridades del vestuario. En esta área las distin-
ciones juveniles están signadas por el poder adquisitivo, a tenor del
cual una parte del sector juvenil, en especial personas negras y mes-
tizas y con baja escolaridad, se ve impedido de seguir las normas del
estilo informal marcado por la moda y los modelos foráneos. Aquí,
adolescentes y jóvenes reconocen las diferencias de posibilidades,
para adquirir vestuario y calzado respaldados por la moda elegante
y bonita europea o por marcas deportivas (Fila, Adidas, Nike). En las
situaciones más precarias plantean: Lo que se puede comprar […]; Al-
gunos se visten bien y otros mal depende de la economía de las personas.
La alusión a la segmentación en esta área, reafirma la importante
mediación de los recursos materiales en la construcción de las iden-
tidades culturales.
Por último, la posibilidad de decidir o ejercer influencia en la
elaboración de las políticas públicas de la cultura resulta reducida.
Esta alternativa aún está invisibilizada para la mayoría de la pobla-
ción joven. Se trata de la insuficiente formación y motivación para
desarrollar la condición de agencia por parte de las personas más
jóvenes. Al propio tiempo, el acercamiento a las imágenes adultas re-
porta la existencia de posturas adultocéntricas, que descalifican a las
personas más jóvenes y las conciben incapaces de desempeñar roles
protagónicos y decisorios de modo efectivo.

258
Desigualdades, identidades culturales y juventudes

Conclusiones

Las distintas formas y rasgos de las identidades culturales consta-


tadas en adolescentes y jóvenes, permiten develar las desigualdades
existentes y percibidas por este grupo etario. Los contenidos iden-
titarios relativos a las cogniciones en torno a los campos: comuni-
cativo, valorativo y asociativo, acogen asimetrías que recorren las
diferentes dimensiones de los derechos culturales y muestran la in-
terrelación de las diferencias, los recursos y las conexiones:

1. Las identidades culturales y generacionales revelan las dimen-


siones participación y producción de los derechos culturales
con mayor nitidez; en tanto la posibilidad de decisión está
menos definida como ámbito de inequidad, lo cual enmascara
sus complejos contenidos y la asimetría de poder asociada a
las posturas adultocéntricas. Ello supone desafíos metodológi-
cos para el tema.
2. La dimensión participación de los derechos culturales es
acertada para develar las desigualdades desde las identidades
culturales. Se reafirma así la pertinencia de la noción de par-
ticipación en tanto eje analítico articulador de los nexos entre
los procesos culturales, las exclusiones-inclusiones, desigual-
dades y equidades. Las desigualdades económicas y territoria-
les resultan las más visibilizadas en el entorno generacional;
su impacto descuella en las limitaciones de ingresos para ac-
ceder a bienes y servicios culturales y a soportes apropiados
para aprovechar las tecnologías de la información y las comu-
nicaciones, en particular a aquellos que definen estilos de so-
ciabilidad y recreación urbana.
3. La dimensión producción sobrepasa los marcos profesiona-
les y muestra las apropiaciones juveniles del cuerpo, los es-
pacios y las interacciones. Sus rasgos fundamentales están
asociados a las desigualdades económicas y generacionales

259
Elaine Morales Chuco y Beatriz Drake Tapia

que evidencian diferencias devenidas estigmas y fuentes de


desigualdades.
4. Las construcciones identitarias de adolescentes y jóvenes po-
nen de manifiesto el impacto de las desigualdades económicas
y territoriales, pues transversalizan las apropiaciones cultura-
les. Su incidencia resulta en pérdida de contenidos pondera-
dos por generaciones anteriores y en innovaciones atribuidas
a las urgencias materiales, lo cual apunta a discontinuidades
en lo identitario, en cuanto a prioridades, aspiraciones, patro-
nes de consumo y estrategias de satisfacción de las necesida-
des de acceso a bienes y servicios culturales.

Recomendaciones

Finalmente, es válido plantear que la complejidad del nexo estudia-


do insta, primero, a perfeccionar la concepción teórico-metodológi-
ca y ampliar las indagaciones. Asimismo, se avista la necesidad de
promover debates sobre el tema que involucren a distintos actores
de la problemática, de modo que se incorpore una visión más demo-
crática e inclusiva de derechos culturales, que permita visibilizar y
reducir las brechas existentes.

Bibliografía

Barbieri, Nicolás. (2015). Derechos culturales: ¿qué son, cómo se


han desarrollado en Cataluña y qué tipo de políticas requieren?
En Ramón Castells, Estado de la Cultura y de las Artes. 03_2015.
Repensando las políticas culturales. Retos y reflexiones (pp. 17-25).

260
Desigualdades, identidades culturales y juventudes

Barcelona: Generalitat de Catalunya; Consell Nacional de la Cul-


tura i de les Arts.

Barbieri, Nicolás. (2020). Es la desigualdad, también en la Cultura.


Cultura y ciudadanía. Ministerio de Cultura y Deporte.

Comisión Económica para América Latina y el Caribe [CEPAL].


(2016). La matriz de la desigualdad social en América Latina. Santia-
go de Chile: CEPAL.

Comisión Económica para América Latina y el Caribe [CEPAL],


Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la
Ciencia y la Cultura [OEI]. (2020). Educación, juventud y trabajo.
Habilidades y competencias necesarias en un contexto cambiante.
Naciones Unidas.

Domínguez, María Isabel. (2019). Las juventudes y las genera-


ciones en la perspectiva de la sociedad cubana al año 2030. En
Ricardo Torres y Dayma Echevarría (eds.), Miradas a la economía
cubana. Un plan de desarrollo hasta 2030 (pp. 151-161). Centro de
Estudios de la Economía Cubana/ Ruth Casa Editorial.

Domínguez, María Isabel et al. (2018). Las juventudes cubanas en


el contexto de la actualización del modelo económico y social.
En Melina Vázquez, Camila Ospina y María Isabel Domínguez.
(eds.), Juventudes e infancias en el escenario latinoamericano y cari-
beño (pp. 269-298). Buenos Aires: CLACSO/ CINDE/ Universidad
de Manizales.

Duarte, Klaudio. (2000). ¿Juventud o juventudes? Acerca de cómo


mirar y remirar a las juventudes de nuestro continente. Última
Década, (13), 59-77. Viña del Mar: CIDPA.

Dubet, François. (2012). Los límites de la igualdad de oportunida-


des. Nueva Sociedad, (239), 42-50.

261
Elaine Morales Chuco y Beatriz Drake Tapia

Espina, Mayra y Echevarría, Dayma. (2018). Reforma y equidad


social en Cuba: apuntes sobre la política social y el cuadro so-
cioestructural de la actualización. En Betsy Anaya e Ileana Díaz
(eds.), Economía cubana: Entre cambios y desafíos (pp.89-123). CEEC/
FES.

Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales [FLACSO]-Cuba


(2020). Colección Tensión y complicidad entre desigualdad y políti-
cas sociales. Análisis interseccional del contexto cubano 2008-2018.
FLACSO-Cuba/ Publicaciones Acuario.

García, Iván. (2020). La cultura, su acción y su gestión, desde la


educación social. RES, Revista de Educación Social (31), 11-27.

Linares, Cecilia; Rivero, Yisel y Moras, Pedro Emilio. (2008). Parti-


cipación y consumo cultural en Cuba. Instituto Cubano de Investi-
gación Cultural “Juan Marinello”.

Marcial, Rogelio y Vizcarra, Manuel. (2014). Porque así soy yo. Iden-
tidades, violencias y alternativas sociales entre jóvenes pertenencien-
tes a barrios o pandillas en colonias conflictivas de Zapopan. Guada-
lajara, Jalisco: Ayuntamiento de Zapopan, El Colegio de Jalisco/
CONFIN.

Martín Barbero, Jesús; Feixa, Carles y Figueras, Manuel. (eds.)


(2017). Jóvenes entre el Palimpesto y el Hipertexto. Barcelona: Edi-
ciones NED.

Massón, Caridad. (ed.). (2017). Cultura: Debate y reflexión. Anuario


Instituto Cubano de Investigación Cultural Juan Marinello. Instituto
Cubano de Investigación Cultural “Juan Marinello”.

Mayer, Liliana; Domínguez, María Isabel y Lerchundi, Mariana


(eds.) (2020). Las desigualdades en clave generacional. Las juventudes
y las infancias en el escenario latinoamericano y caribeño. Buenos

262
Desigualdades, identidades culturales y juventudes

Aires: CLACSO. Colección Grupos de Trabajo. GT Infancias y


Juventudes.

Mayer, Liliana; Duhalde, Juan Pablo, Arroyo, Adriana., y Silva,


María Jesús. (2020). Ciudades x jóvenes. Aportes para las nuevas
agendas urbanas desde las juventudes latinoamericanas. CLACSO/
TECHO/ CINDE/ Innovation for Change.

Morales, Elaine. (ed.) (2017a). Identidad, cultura y juventud. La


Habana: Instituto Cubano de Investigación Cultural “Juan
Marinello”.

Morales, Elaine. (2017b). Marginación y juventud en Cuba. Análisis


desde la psicología social. La Habana: Editorial Ciencias Sociales.

Morales, Elaine. (2019). Identidades, culturas y juventudes. Nocio-


nes en diálogo. [informe de investigación]. La Habana: ICIC Juan
Marinello.

Morales, Elaine. (2020). Identidades y desigualdades en jóvenes


de la capital cubana. En Manuel Martínez, Yadira Victoria Gar-
cía, y Aída Torres (eds.), Identidad Cultural: Retos y desafíos. Progra-
ma Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación: La Identidad
Cultural Cubana y Latinoamericana. Su fortalecimiento ante las
transformaciones económicas y sociales del mundo contemporá-
neo (pp. 186-203). Villa Clara: Editorial Feijó/ UCLV.

Morales, Elaine. (2021). Jóvenes e instituciones culturales. Proble-


matizaciones y retos. PERFILES de la Cultura Cubana, (27), 186-206.

Morales, Elaine. (2021a). Identidades y percepciones de exclusión


en jóvenes. De lo particular y lo general en la juventud cubana.
En Yoannia Pulgarón y Ana Peñate (eds.), Identidades juveniles en
Cuba. Claves para un diálogo (pp. 201-227). Centro de Estudios So-
bre la Juventud/ Publicaciones Acuario/ Centro Félix Varela.

263
Elaine Morales Chuco y Beatriz Drake Tapia

Morales, Elaine. (2021b). Exclusión social. Referentes teóricos y


ejes analíticos desde el enfoque psicosocial. Revista de Estudios del
Desarrollo Social de FLACSO, 9 (3), 38-53. www.revflacso.uh.cu

Morales, Elaine. (2021c). Significados y percepciones sociales de


exclusión social en adolescentes de La Habana. Novedades en po-
blación, 17 (34), 354-383.

Morales, Elaine y González, Naisvel. (2021a). Trazos culturales y


generacionales. Estudio de la identidad cultural en jóvenes de La
Habana. Diversidades. IV Bienal Latinoamericana y caribeña en
primera infancia, niñez y juventud: desigualdades, diversidades
y desplazamientos, pp. 204-215. CLACSO.

Morales, Elaine; Sarduy, Yeisa; Hernández, Ana y Díaz, Carolina.


(2020). Identidades en adolescentes y jóvenes en la capital cuba-
na. Explorando el impacto de las desigualdades. En Liliana Ma-
yer, María Isabel Domínguez y Mariana Lerchundi (eds.), Las de-
sigualdades en clave generacional. Las juventudes y las infancias en
el escenario latinoamericano y caribeño (pp.121-148). Buenos Aires:
CLACSO. Colección Grupos de Trabajo. GT Infancias y Juventudes.

Palacios, Daniel. (2017). Desarrollo cultural local y desarrollo cul-


tural comunitario. Deslinde conceptual para una gestión partici-
pativa. Culturas. Revista de Gestión Cultural, 4(1), 1-14.

Pérez, Juan Pablo. (2014). Mercados y bárbaros. La persistencia de las


desigualdades de excedente en América Latina. FLACSO.

Pitts, Graham y Watt, David. (2001). The imaginary conference.


Artwork magazine (50), 7-14.

Reygadas, Luis (2004). Las redes de la desigualdad: un enfoque


multidimensional. Política y Cultura, 22. 7-25.

Urteaga, Maritza. (2010). Género, clase y etnia. Los modos de ser


joven. En Rossana. Reguillo (ed.), Los jóvenes en México (pp.15-51).

264
Desigualdades, identidades culturales y juventudes

México: Fondo de Cultura Económica/ Consejo Nacional para la


Cultura y las Artes.

Valenzuela, José Manuel. (2015). Remolinos de viento: juvenicidio


e identidades desacreditadas. En José Manuel Valenzuela (ed.),
Juvenicicdio. Ayotzinapa y las vidas precarias en América Latina y
España. Barcelona: Ediciones Nuevos Emprendimientos editoria-
les (NED).

Viveros, Mara. (2016). La interseccionalidad. Una aproximación


situada a la dominación. Debate Feminista (52), 1-17.

Vommaro, Pablo. (2016). Juventudes latinoamericanas: diversida-


des y desigualdades. TEMAS, (87-88), 4-11.

Zabala, María del Carmen et al. (2018). Referentes teóricos para el


estudio de las desigualdades sociales en Cuba: reflexiones sobre
su pertinencia. Revista Estudios del Desarrollo Social: Cuba y Améri-
ca Latina, 6 (1), 86-118. www.revflacso.uh.cu

265
Percepción de adolescentes
y jóvenes cubanos sobre desigualdades
sociales en tiempos de COVID-19
Ana Isabel Peñate Leiva, Danay Díaz Pérez,
Giselle Armas Pedraza, Sofía Porro Mendoza
y Marta Rosa Muñoz Campos

Introducción

El final del año 2019 supuso para el mundo comenzar a convivir con
el hasta entonces desconocido virus del SARS CoV-2 y la enferme-
dad por él generada, tal vez sin aquilatar en ese instante las conse-
cuencias a corto, mediano y largo plazo, que traería la COVID-19 en
aspectos esenciales para los seres humanos. El principal valor, la
vida, se colocó en abierto y franco peligro. La novedad del virus, las
prioridades otorgadas por los gobiernos para su enfrentamiento, así
como las insuficiencias en los sistemas de salud, fueron algunas de
las causales que incidieron en una rápida propagación del mismo,
vigente hasta hoy.
Sin embargo, la COVID-19 no solo ha significado una crisis sanita-
ria; lo económico, lo político y lo social se han resentido con creces.
La población mundial ha sufrido afectaciones en todos los ámbitos
de su cotidianidad; unos grupos se han visto mucho más vulnerados
que otros, las condiciones de base con que contaban al inicio de la

267
Peñate Leiva, Díaz Pérez, Armas Pedraza, Porro Mendoza y Muñoz Campos

pandemia, sin dudas han influido en sus capacidades para hacerle


frente, así como las respuestas gubernamentales en este sentido. Di-
mensiones como la etaria, el color de la piel, el género, la clase social,
los recursos económicos, entre otras, han supuesto una profundiza-
ción de las desigualdades sociales.
Las diferentes ciencias han tenido el reto de ponerse al servicio
del nuevo escenario para contribuir, en alguna medida, a revertir la
situación. Pronósticos, acciones de prevención, de enfrentamiento y
propuestas a los gobiernos han estado en su marco de acción. Por
supuesto, el compromiso de las agendas de políticas públicas con sus
poblaciones, han signado las soluciones a las necesidades de los di-
ferentes grupos poblacionales. En este contexto, ¿qué ha pasado con
los adolescentes y jóvenes latinoamericanos y caribeños?
En busca de una aproximación lo más fiel posible a sus realida-
des, la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO),
sede Brasil, la Universidad Federal de Piauí y el Instituto de Salud de
São Paulo diseñan el proyecto: Trayectorias/prácticas juveniles en tiem-
pos de pandemia COVID-19, e invitan a otras unidades académicas de
FLACSO en Argentina, Chile, Cuba, Ecuador y México, a que formen
parte del mismo, confiriéndole carácter regional a la propuesta. Es
así que FLACSO-Programa Cuba se suma a la experiencia, a partir de
conformar un equipo de investigación para llevarla adelante.
El presente artículo, devela algunos resultados acerca de las per-
cepciones de la población juvenil cubana respecto a las desigualda-
des sociales vivenciadas durante la pandemia de COVID-19, a partir
de las entrevistas y grupos focales llevados a cabo entre los meses de
julio y octubre de 2020, y enero y febrero de 2021 respectivamente.1

1
Fueron entrevistados 153 sujetos entre 15 y 29 años de las provincias de Pinar del
Río, La Habana, Cienfuegos, Villa Clara, Granma y Holguín. Fueron realizados, ade-
más, 5 grupos focales. Amabas técnica de recogida de información se llevaron a cabo
por la plataforma WhatsApp.

268
Percepción de adolescentes y jóvenes cubanos sobre desigualdades sociales en tiempos de COVID-19

Desigualdades sociales en contexto de pandemia

Según la antropóloga mexicana Natalia Mendoza:

[…] una pandemia no es un desastre natural, sino social. Cada socie-


dad crea y confronta sus virus de manera distinta y cada epidemia
expone los conflictos de su época. La crisis del coronavirus es el ca-
talizador de procesos sociales que llevaban tiempo gestándose (Men-
doza, 2020, s/p).

En este sentido, es válido referir que Cuba, no obstante promover un


sistema de desarrollo social justo y equitativo, se encuentra sumida
en una profunda crisis económica y financiera de larga data, agrava-
da por el bloqueo norteamericano, y experimenta un incremento de
la heterogeneidad social en su estructura poblacional. Ello ha influi-
do en las formas y posibilidades de vivenciar los crudos efectos de la
pandemia, que inciden en las diferentes esferas de la vida cotidiana e
impone a los sujetos –desde lo individual– y al Estado y sus estructu-
ras –como garante principal de los derechos de sus conciudadanos–
buscar alternativas para gestionarlos.
Es un hecho que la convivencia ha estado a prueba en estos tiem-
pos de pandemia. Las dinámicas familiares han sufrido cambios,
ajustes y desajustes que mucho tienen que ver con los recursos
personológicos y económicos que poseen las personas para que la
armonía al interior de este ámbito no se rompa. La etapa de confina-
miento ha exigido que adolescentes y jóvenes readecuen sus trayec-
torias y busquen alternativas que les permitan continuar, aunque de
otra manera, con su cotidianidad.
Acerca de la percepción de adolescentes y jóvenes sobre las des-
igualdades sociales en este período de pandemia, un poco más de la
mitad de los sujetos entrevistados (92 de 153) reconoce que la actual
situación las ha hecho mucho más visibles, puesto que estas ya exis-
tían en la sociedad cubana.

269
Peñate Leiva, Díaz Pérez, Armas Pedraza, Porro Mendoza y Muñoz Campos

Desde el punto de vista académico, que constituye mi realidad inme-


diata, denotaron grandes desigualdades. En particular, con el acceso
al internet y entornos virtuales dirigidos a la continuidad de nuestra
formación. Muchos compañeros, carentes de un dispositivo móvil
con conectividad, o con una economía insuficiente para costear los
precios de los servicios antes listados, se enfrentaron a muchas ta-
reas con dificultad adicional. Sugiero que tomemos conciencia, se ha
abogado por la informatización de la sociedad y debe existir, en con-
secuencia, algún nivel de compromiso para alcanzar dicho estatus,
empezando por establecer la equidad en el acceso a la red de redes
(estudiante universitario, M, entre 20-24 años, La Habana).

También desde las dinámicas grupales se emiten opiniones al


respecto:

Sí se han manifestado profundas diferencias sociales, nada que no


se haya dicho antes pero ahora se ha recrudecido, porque solo han
podido acceder a los productos las personas que tienen mayores in-
gresos, y los que no, han tenido que sufrir persiguiendo los alimentos
(estudiante universitaria, F, 21 años, La Habana, GF2).

En lo que a educación se refiere, vale considerar que el tránsito de


forma abrupta de la modalidad presencial y semipresencial a la mo-
dalidad a distancia ha dejado al descubierto barreras de diverso tipo.
Por ejemplo, tecnológicas, entendidas como: estudiantes y docentes
que pertenecen a entornos desfavorecidos que no cuentan con ac-
ceso y conectividad a internet, o el servicio es limitado en el hogar
con un alto costo para la familia; estudiantes sin disponibilidad de
ordenadores y dispositivos electrónicos propios en sus hogares, per-
tenecientes a grupos vulnerables y estudiantes con acceso desigual
a plataformas tecnológicas desde los hogares. También se aprecian
brechas pedagógicas referidas a la insuficiente preparación de es-
tudiantes y docentes en el uso de dispositivos electrónicos y herra-
mientas informáticas (Rodríguez, 2021).

2
Grupo Focal.

270
Percepción de adolescentes y jóvenes cubanos sobre desigualdades sociales en tiempos de COVID-19

Las desigualdades económicas puntean dentro de las identifi-


cadas, y se asocian –fundamentalmente– con las dificultades en la
adquisición de productos básicos para la alimentación y el aseo. Se
reconoce un abastecimiento desigual en los establecimientos comer-
ciales cuyos productos se venden en moneda nacional [CUP] y en pe-
sos cubanos convertibles [CUC]3, respecto a aquellos que operan en
moneda libremente convertible [MLC] y en la modalidad de compra/
venta on- line, a través de la plataforma TuEnvío; además, de que no
es la mayoría de la población la que cuenta con este tipo de recursos.
La apertura de tiendas en MLC ha sido una de las acciones adop-
tadas por el gobierno cubano para la recaudación de divisas, ante la
crisis económica provocada por la pandemia y el recrudecimiento
del bloqueo económico por la administración norteamericana. No
obstante haberse declarado que tendría un carácter temporal, que
aún hoy no ha dejado de ser, resultó una medida bastante impopu-
lar, que ha ampliado las brechas de acceso a productos de primera
necesidad. Unido a ello, se refiere la existencia de un sector de la po-
blación que ha encontrado en las colas, un modus operandi para lu-
crar con las necesidades de la población a partir de la venta de turnos
y reventa de productos a altos precios.

Siguen los revendedores aprovechándose de las carencias de las per-


sonas y ponen altos precios a los productos que venden, y no siempre
se puede acceder a ellos (estudiante universitaria, F, 20-24 años, La
Habana).

Las personas que tienen familia en otros países han salido mejor que
las personas que no tienen a nadie que les ayude económicamente
(estudiante universitaria, F, 15-19 años, Cienfuegos).

No se ha tenido un manejo de forma pareja de la situación, variando


incluso, dentro de la misma provincia la distribución de los recursos
a la población (estudiante universitario, M, 25-29 años, Villa Clara).

3
El peso cubano convertible (CUC) fue una de las dos monedas oficiales de Cuba, con-
juntamente con el peso cubano, y comenzó a circular desde 1994, hasta junio de 2021.
En el momento de la recogida de la información, aún circulaba en el país el CUC.

271
Peñate Leiva, Díaz Pérez, Armas Pedraza, Porro Mendoza y Muñoz Campos

Sí se han generado desigualdades y cambios en la estructura social


cubana a partir de la pandemia. Un ejemplo de ello puede ser el des-
empleo o la disminución paulatina de salarios en algunos sectores
que afectan la economía familiar. Mayor acceso a productos de pri-
mera necesidad de personas que lucran ilegalmente con estos y, so-
bre todo, la apertura de tiendas en MLC (estudiante universitaria, F,
20-24 años, Villa Clara).

Entre las desigualdades que he podido notar está la económica. Hay


quien ha podido hacer compras online y pedidos a domicilio y hay
otras personas que ni siquiera yendo temprano a una cola, porque
es la única manera de conseguir lo que necesitan, pueden obtenerlo.
La sociedad con esta pandemia se ha fragmentado aún más y hoy es
totalmente visible quienes se aprovechan de las necesidades de otros
para lucrar con eso (estudia-trabaja, F, 20-24 años, La Habana).

Dentro de las propias desigualdades económicas, los jóvenes sitúan


otras relacionadas, concretamente, con el ámbito laboral. Perciben
diferencias entre el tratamiento que se le ha dado a los trabajado-
res del sector estatal de la economía con respecto a los trabajadores
del sector no estatal, estos últimos con menos garantías laborales.
Incluso, al interior de un mimo sector, emergieron diferencias que
marcaron a los jóvenes trabajadores y a sus familias.
Algunos resultaron interruptos, ello implica el cobro del primer
mes del 100% del salario y a partir de ahí, el 60%. Por tanto, sus eco-
nomías se han visto resentidas y otros planes se han afectado, por
ejemplo, ahorrar dinero, no poder invertir más allá que en artículos
para la alimentación y el aseo. Hubo quien perdió opciones de traba-
jo y de superación profesional. La posibilidad de seguir trabajando o
no, la distinguen como una desigualdad social.

Una de estas desigualdades, que sí me es cercana, es con relación al


sector cuentapropista que, aunque se tomaron varias medidas a su
favor no se tiene en cuenta la profunda brecha económica que le su-
cede a la COVID. Un ejemplo de ello es que, durante este período, en
los hogares de cuentapropistas no hay ingresos de ningún tipo y que

272
Percepción de adolescentes y jóvenes cubanos sobre desigualdades sociales en tiempos de COVID-19

de igual forma, tendrán una deuda cuando sean capaces de volver a


abrir los negocios, si es que son capaces de abrir (estudiante univer-
sitaria, F, entre 20 y 24 años, La Habana).

Hay otras condiciones como la etaria, la de salud o el género, que


también han influido en las maneras diferentes de vivir la pandemia
respecto al acceso de productos esenciales para la sobrevivencia.

Todas las personas no han pasado esto de la misma forma. Por ejem-
plo, los ancianos que no pueden salir, no pueden hacer las colas para
alimentos y medicamentos, eso les dificulta la vida. Las madres solas
con hijos pequeños, a veces no tienen con quien dejarlos para salir en
la búsqueda de los productos que necesitan (estudiante FOC4, F, entre
20 y 24 años, La Habana).

Se percibe una división sexual del trabajo que reproduce roles y es-
tereotipos de género; las mujeres son quienes mayormente refieren
empleo de su tiempo en actividades hogareñas y cuidado de otras
personas.

En este período las actividades que más he realizado son: trabajo pre-
sencial con la frecuencia antes descrita y en la casa en la modalidad
de a distancia; interacción con las redes sociales y páginas de com-
pras online; visualización de novelas y series; preparación individual
en idioma; labores de la casa (trabajadora estatal, F, 25-29 años, La
Habana).

[…] mi mamá se cree que yo fui la que parí y tengo que cuidar todos
los días a mi hermana (estudiante nivel medio superior, F, 15-19 años,
de Granma).

Otras desigualdades identificadas se relacionan con el estado cons-


tructivo y/o de hacinamiento de la vivienda y las condiciones para
quedarse en casa; desigual acceso a la información virtual, familias
que no tienen todas las condiciones para que sus hijos accedan a las
teleclases o al repasador virtual; personas que pueden disfrutar de

4
Facultad Obrero Campesina.

273
Peñate Leiva, Díaz Pérez, Armas Pedraza, Porro Mendoza y Muñoz Campos

hoteles en Varadero y otras que no, personas con privilegios para dis-
frutar de la playa y publicarlo en sus redes sociales cuando aún La
Habana no estaba en Fase 1; y los cayos, destinados solo para turistas
extranjeros. Además de las desigualdades territoriales, donde se en-
cuentran en mayor desventaja quienes viven en barrios periféricos.

Desigualdades sociales detectadas desde el activismo juvenil

Los grupos focales realizados, permitieron develar también – desde


la participación y el activismo juvenil– las desigualdades sociales
existentes. “El voluntariado y activismo juvenil en las comunidades
posibilitó adentrarse en las problemáticas sentidas de sus poblado-
res, profundizadas en el período de la pandemia” (Peñate, et al., 2021,
p. 23).
Coinciden algunas de las desigualdades declaradas en las entre-
vistas, y se reconocen otras, a saber:

– Desigualdad etaria: las personas ancianas que viven solas y con


pocos recursos económicos, el hacinamiento, la atención a la
infancia, no en todos los hogares se vivenciaron estrategias de
cuidado, alimentación sana y estudio.
– Desigualdad territorial/regional: diferencia en el acceso y abas-
tecimiento de productos en las provincias del interior del país.
– Desigualdad de género: las mujeres recargadas del trabajo do-
méstico y de cuidado, se refuerza la tarea del hombre como
proveedor. Aumento de la violencia.
– Desigualdad racial: Se identifica a la población negra como la
más vulnerable.

274
Percepción de adolescentes y jóvenes cubanos sobre desigualdades sociales en tiempos de COVID-19

– Desigualdad en el acceso a los recursos: Diferencia notable en los


abastecimientos entre las tiendas en CUC5 y las de MLC.
– Desigualdad económica y de clase.

Ante este escenario, el sujeto juvenil desarrolló distintas estrategias


para mitigar las desigualdades identificadas. Es así que aparecen ini-
ciativas institucionales como el Grupo de Superación Integral de la
CUJAE6 donde

Uno de los propósitos, desde nuestro campo de acción ingenieril, es


contribuir con espíritu transformador a la construcción socialista,
siempre desde una mirada crítica y constructiva, además de todas
las otras tareas que realizamos (estudiante universitario, M, 19 años,
La Habana, GF).

Dentro de las experiencias espontáneas, varios grupos de volunta-


rios realizaron un informe titulado Análisis a la atención de personas
en condiciones de vulnerabilidad a partir de la experiencia como vo-
luntarios (Voluntarios, 2021), en donde visibilizaron los principales
problemas observados en la atención a personas vulnerables y en el
Sistema de Atención a la Familia (SAF) y –sobre todo– desarrollaron
propuestas de líneas de trabajo para consolidar un mejor funciona-
miento del sistema de atención a personas vulnerables.7
Con respecto a los problemas identificados en la atención a per-
sonas vulnerables destacan los límites de la estructura institucional
diseñada para la atención de los mismos:

5
En el momento que se realiza la recogida de información, aún el CUC (peso cubano
convertible), circulaba en el país.
6
Instituto Superior Politécnico José Antonio Echeverría.
7
Informe compilado por 36 voluntarios que desde marzo de 2021 laboran en el H.
Uppman (Cerro), SAF del Consejo Palatino (Cerro), SAF de la Esquina de Tejas (Cerro),
SAF Los Ángeles (Playa), Pío Pío (Playa), SAF Santa Teresa (Plaza de la Revolución),
y los Consejos Populares Miramar (Playa), Palatino (Cerro), Pilar-Atarés (Cerro) y el
Latino (Cerro).

275
Peñate Leiva, Díaz Pérez, Armas Pedraza, Porro Mendoza y Muñoz Campos

1) La burocracia en los mecanismos para resolver problemas a


las personas vulnerables.
2) Las ineficiencias en el trabajo que realizan los trabajadores so-
ciales, tanto en la detección de núcleos familiares y personas
en condiciones de vulnerabilidad, como en la falta de prepara-
ción y gestión para la solución de problemas básicos y urgen-
tes de las mismas personas vulnerables.
3) Falta de control de las autoridades locales sobre los procesos
que afectan a las personas vulnerables.
4) No correspondencia entre la infraestructura con la que se
cuenta para la atención de personas vulnerables y la pobla-
ción vulnerable existente en el territorio.
5) Inexistencia de servicios de mensajería previstos para suplir
las necesidades de personas en situaciones de inmovilidad o
con dificultades de movilidad.
6) No se aprovecha uno de los beneficios que ofrece la Seguridad
Social, por el que se le paga un salario a la persona que se ocu-
pe de atender todas las necesidades de una persona vulnera-
ble, por falta de conocimiento y asesoramiento.
7) Solo en algunas tiendas se tiene previsto dar un trato diferen-
ciado a las personas vulnerables y está organizada su forma
de comprar.
8) Falta de conocimiento y control por parte de los farmacéuti-
cos sobre lo que necesita cada una de las personas vulnerables
que compran en su farmacia, lo cual provoca que –en ocasio-
nes– se acaben los medicamentos para enfermedades cróni-
cas normados por tarjetón.
9) Carencia de mecanismos para la detección y atención oportu-
na de personas en estados emocionales desfavorables, como
estrés y depresiones.

276
Percepción de adolescentes y jóvenes cubanos sobre desigualdades sociales en tiempos de COVID-19

10) Deficiente servicio de los Sistemas de Atención a la Familia


(SAF) (Voluntarios, 2021, citado por Peñate, et al., 2021, pp.
24-25).

La participación activa de los jóvenes permitió que en el proceso de


apropiación de la realidad pudiesen discernir aquellas conductas,
valores y prácticas sociales que son consideradas positivas y negati-
vas, tanto para el sujeto como para la colectividad.
El enfrentamiento a la enfermedad contribuyó a desarrollar ac-
titudes prosociales y que fueron asociadas al crecimiento del sujeto
que ejercía estas prácticas como el desarrollo de la empatía, la re-
siliencia y la solidaridad. De ahí que se movilizaran hacia los más
necesitados que en algunos casos lo articulan con la defensa del pro-
yecto socialista desde la juventud.
También consideran como positivo el involucramiento con los
problemas de la comunidad, así como poder “ayudar” desde sus prác-
ticas a minimizar esas dificultades. Ello hacía que esta labor fuese
agradecida y re-conocida en el espacio comunitario. Sobre ello un
estudiante de medicina expresa:

[…] la sonrisa de un abuelo al escuchar sus historias o al ayudarlos


con alguna tarea, el agradecimiento de una embarazada por no tener
que caminar hasta el consultorio para recoger una orden de análisis
y con la satisfacción de hacer cada día algo bueno (estudiante univer-
sitario, M, 20 años, La Habana, GF).

Concluyendo

Las investigaciones en Cuba muestran una profundización en las


brechas de equidad en las últimas décadas. La crisis provocada
por la COVID-19 ha profundizado desigualdades sociales y ha de-
velado otras nuevas que exigen una mayor focalización de las po-
líticas sociales. Algunas de las que perciben adolescentes y jóvenes

277
Peñate Leiva, Díaz Pérez, Armas Pedraza, Porro Mendoza y Muñoz Campos

entrevistados son desigualdades de acceso a productos de primera


necesidad, desigualdades económicas, etarias, de género, territoria-
les y tecnológicas.

Bibliografía

Arias, Magda Luisa. (2020). Perspectiva estratégica en la gestión


de la Covid-19 en Cuba. Pensar la pandemia. Observatorio Social del
Coronavirus. www.clacso.org

Da Silva, Ana Paula et al. (2020). Trajetórias/práticas juvenis em


tempos de pandemia da COVID-19. [projeto de pesquisa]. Faculdade
Latinoamericana de Ciências Sociais (FLACSO-Brasil), Universi-
dade Federal do Piauí, Instituto de Saúde da Secretaria de Saúde
do Estado de São Paulo.

Mendoza, Natalia. (1ro de mayo de 2020). La pandemia como len-


te. Nexos. https://www.nexos.com.mx

Peñate, Ana Isabel et al., (2021). Trayectorias/prácticas juveniles


en tiempos de pandemia de COVID-19. [informe de investigación].
FLACSO-Cuba. Universidad de La Habana.

Peñate, Ana Isabel et al. (2021). Cuba: participación social y prác-


ticas juveniles en tiempos de COVID-19. Estudios del Desarrollo So-
cial: Cuba y América Latina. 9(1), 94-109. www.revflacso.uh.cu

Rodríguez, Yomé Marjories. (2021). La educación a distancia: una


necesidad en tiempos de COVID-19. [ponencia]. Congreso Interna-
cional Pedagogía 2021. La Habana.

278
Percepción de adolescentes y jóvenes cubanos sobre desigualdades sociales en tiempos de COVID-19

Universidad Nacional Autónoma de México; Secretaría de De-


sarrollo Institucional y Seminario de Investigación en Juventud
(2020- 2021). Percepciones y experiencias juveniles en tiempos de pan-
demia COVID-19 y cuarentena en México. [proyecto de investiga-
ción], México.

279
Capítulo IV.
Empleo, jóvenes y ruralidad:
realidades y brechas
Transformaciones productivas
para el mercado global de alimentos
Reproducción de desigualdades generacionales
de los trabajadores

Juan Romero Cabrera

Introducción

Uruguay forma parte de las transformaciones que se observan en


la reconfiguración del espacio social rural latinoamericano en las
últimas tres décadas. Entiéndase: consolidación del proceso de
transición demográfica, lo que impacta en la estructura y configu-
ración de la familia rural, proceso de urbanización de medianos y
pequeños centros urbanos, desarrollo de modelo tecnológico inten-
sivo –revolución verde, biotecnología, bioinformática– , transforma-
ción de la estructura del mercado laboral y procesos de emigración
campo-ciudad.
Transformaciones que, en el continente latinoamericano – ma-
yoritariamente– han respondido, por un lado, a la emergencia de un
nuevo modelo de desarrollo, el cual se ha caracterizado por la libe-
ralización de los mercados (la menor intervención del Estado y su
respectiva reestructuración) y políticas de ajuste estructural aplica-
das al medio rural. Por el otro, el desarrollo de corporaciones agro-
alimentarias a escala global, factores estos que, han incidido en la

283
Juan Romero Cabrera

reconfiguración de la sociedad rural latinoamericana, expresada en


las tendencias señaladas.
El presente artículo tiene como objetivo analizar –de forma com-
parativa– en los últimos diez años, las principales características del
mercado de empleo rural, las condiciones sociales de los asalaria-
dos rurales por medio de las categorías de Rubén Kaztman y cuatro
dimensiones del empleo decente: contexto socioeconómico, opor-
tunidad de empleo, seguridad social e ingresos monetarios;1 dicho
análisis se realiza de forma transversal desde el enfoque de genera-
ciones. Estas condiciones se generan en un marco de debate acerca
de las transformaciones productivo-tecnológicas del proceso capita-
lista agraria y su impacto en los territorios rurales, de los cuales, el
mercado de trabajo es uno de sus indicadores.

Transformaciones productivas y sociales


en el territorio rural uruguayo

En los últimos 25 años, aproximadamente, se intensificaron los cam-


bios socioespaciales y político-institucionales del capitalismo en su
fase post-fordista, o sea, los efectos más generales de la reestructu-
ración de los procesos productivos que no solamente se globalizan,
sino que recomponen e impactan determinados espacios sociales.
En este sentido, el concepto de territorio emerge como un proce-
so vinculado a la globalización por medio del cual es definido como
una unidad espacial integrado por un tejido social con identidad
particular, que tiene como sustento material una determinada base
productiva de recursos naturales, articulada con otras formas de
producción y coordinada por instituciones y formas de organización
que operan en el mismo.

Instituto Nacional de Estadísticas – Chile. La medición del empleo decente en Chile.


1

Mayo de 2017.

284
Transformaciones productivas para el mercado global de alimentos

El territorio rural de Uruguay no escapa de las tendencias globa-


les en materia de transformaciones productivas y sociales, el creci-
miento a nivel internacional de los precios de las materias primas, a
raíz de la demanda de energía y alimentos (Rubio, 2008), produce un
ciclo de expansión productiva y alza de los precios que transforma al
sector agropecuario nacional. Un indicador claro de estos cambios
es la evolución del precio de la tierra en el país que en esos años au-
menta casi ocho veces su valor, con precios record, alcanzando en
los casos de las tierras más fértiles precios similares a los de la región
fronteriza.
Este nuevo contexto como se ha mencionado en Alberto Riella y
Juan Romero (2014) está signado por cuatro factores que conjugados
entre sí componen el escenario socio económico actual sobre el cual
debe analizarse la estructura agraria contemporánea nacional. Ellos
son las alteraciones en el uso del suelo, los cambios legales para la
tenencia de la tierra, la extranjerización y el dinamismo del mercado
de tierras.
El primer factor está vinculado a los cambios producidos en el
uso del suelo en el país en los últimos 10 años. Se desarrollan en este
período dos tipos fundamentales de producciones caracterizadas
por la dinámica que representan tanto en lo productivo, tecnológico
como su impacto en la estructura agraria; la producción de granos y
la forestación.
En materia de agricultura la producción de la soja estuvo al fren-
te de la expansión del área productiva, pasando de 10.000 has en la
zafra 2000 a 859.000 has. en la zafra 2010. Otro indicador a tener en
cuenta, refiere al incremento en las exportaciones de dicho grano ya
que en el año 2001, era de 1,6 millones de U$S y en 2010, pasa a 705
millones de U$S, transformándose en el principal rubro agrícola de
exportación del país según el Ministerio de Ganadería, Agricultura
y Pesca – Dirección de Estadísticas Agropecuarias. [MGAP - DIEA,
2012].
Esto fue acompañado, también, por un cambio en el paquete tec-
nológico, introduciendo la siembra directa y la utilización variedades
285
Juan Romero Cabrera

transgénicas. Dicha expansión está muy focalizada especialmente


en el litoral donde aparece una fuerte presencia de inversión extran-
jera, principalmente de origen argentino. El proceso se dio mediante
un fuerte aumento de los rendimientos por hectárea y con una fuer-
te concentración de la producción que llevó a que las chacras mayo-
res a 1000 hectáreas pasaran de representar un 20% a mediados de
la década a un 50% en 2010 (Gonsalves, 2010). Se advierte la misma
tendencia en el acopio y distribución del grano donde se concentra
en 5 firmas exportadoras el 77 % del volumen comercializado.
Además, otros sectores agrícolas han mostrado un gran dinamis-
mo en la última década, como: el trigo, el arroz, la cebada y el girasol,
lo que ha llevado conjuntamente con la soja a que el área agrícola
total del país de 400.000 has. en el año 2000 pasara a 1.200.000 en el
año 2011 (Anuario MGAP; 2012).
El otro sector que presentó expansión fue la producción forestal,
a partir de una legislación que fomentó su desarrollo en el país en
los años noventa y la instalación de una planta procesadora de pas-
ta de celulosa en 2005, impulsó un aumento de la superficie dedica-
da a este rubro de casi un millón y medio de hectáreas en 2012. Este
crecimiento se dio en base a empresas transnacionales que se trans-
forman en grandes propietarios de tierra, llevando la concentración
de la propiedad de la tierra a niveles impensados para la escala uru-
guaya. Las tres principales empresas forestales tienen en conjunto
más de medio millón de hectáreas de posesión directa (Uruguay XXI,
2013).
La dinámica que imprimen estos dos rubros y la presión que ejer-
cen sobre la tierra por las sobre ganancias de este período, llevan a la
reestructuración del resto de los sectores productivos agropecuarios
del país. La forestación comienza a competir por la tierra con la ga-
nadería extensiva y, la agricultura con la lechería, lo que produce un
fuerte crecimiento de los precios de los campos.
Pero como la suba de precios internacionales de los alimentos,
también impulsó una fuerte inversión tecnológica y de gestión de la
ganadería y la lechería, estos aumentaron su eficiencia elevando la
286
Transformaciones productivas para el mercado global de alimentos

productividad y generando –aún más presiones– en el mercado de


tierras y un fuerte proceso de concentración de la producción en to-
dos los rubros dinámicos. Esto quedó evidenciado con los resultados
del último censo agropecuario, donde se produce un nuevo descenso
en el número de pequeños productores llegando a su mínimo históri-
co aún por debajo de lo que representaban en 1908.
En este sentido, la lechería redujo su área en 15,0%, pasando de 1
millón en 2000 a 850 mil hás en el 2011, al tiempo que el número de
productores se reduce un 23,0%, pero su producción aumenta apro-
ximadamente un 55,0%. En la ganadería, también, se produce una
fuerte intensificación de la producción por hectárea, el nivel de ex-
tracción del ganado sobre el rodeo pasa de un promedio de 10,0% del
período 1974 - 1990, posteriormente, a un promedio de 15,0% duran-
te los años 1990 - 2000, para un 19,6% al inicio de la década del dos
mil a un 20,3%, en 2011- 2012; década que se caracteriza por sostener
este coeficiente de extracción en forma constante y no coyuntural
como se observaba en las anteriores –muchas veces– por situaciones
de liquidación de stock (Murguía, 2006). Ello es producto de nuevas
tecnologías de cría y engorde del ganado, así como la aparición de
la alimentación a corral y una fuerte articulación vertical con los
frigoríficos, que pasan a ser propiedad de capitales brasileños y que
tienden a tener producción propia comprando establecimientos ga-
naderos de gran porte.
Un segundo factor son las modificaciones legales que se introdu-
jeron a finales de “los noventa”, que permitieron la compra de tierras
por parte de las Sociedades Anónimas. Esta medida, que buscaba
fomentar la inversión en un sector deprimido, resultó un incentivo
muy importante en el ciclo económico de crecimiento, lo cual cambia
–radicalmente– las características de la tenencia, ya que las personas
físicas, propietarios tradicionales de los establecimientos perdieron
importancia relativa frente a los inversores nacionales; pero, fun-
damentalmente, extranjeros que mediante esta nueva forma jurí-
dica de tenencia ingresaron masivamente al mercado de tierras del
país. El último censo, indica que 43% de la superficie productiva de
287
Juan Romero Cabrera

Uruguay está en manos de las sociedades referidas, lo que señala la


profundidad de las transformaciones en el sistema de tenencia de la
tierra y la complejidad para el análisis de la estructura agraria con-
temporánea del país.
El tercer factor asociado a estos cambios es la extranjerización de
la propiedad de la tierra por diferentes vías. La presencia de empre-
sas trasnacionales europeas y chilenas comprando grandes superfi-
cies de tierra para la forestación, la inversión brasileña en el arroz, la
industria cárnica y en los campos ganaderos, así como la presencia
directa de empresas e inversionistas argentinos en la soja, marcan
los principales rasgos del fenómeno. También, es de destacar la apa-
rición de inversiones directas en grandes establecimientos en el sec-
tor y en otros rubros como: la lechería y la fruticultura, entre otros,
donde existe una presencia importante de capitales europeos.
El cuarto –combina los anteriores– y es el comportamiento del
mercado de tierras en el país. Movido por las dinámicas que ya se
han comentado, ha tenido un ascenso vertiginoso en el número de
transacciones y cantidad de hectáreas involucradas en estos últimos
años. Entre los años 2000 y 2011, comercializó casi el 41% del total
de la superficie agraria del país. En ese período, el número de opera-
ciones compra-venta llegaron a 25.000, significando la comercializa-
ción de 6.780,000, según la Dirección de Estadísticas Agropecuarias
[DIEA] (2012).
Si se analiza las ventas por escala de superficie, se aprecia que las
hectáreas correspondientes al estrato de productores familiares son
las que tienen mayores niveles de transacciones, lo que indicaría que
este dinamismo en la compra de tierras tiende a afectar a los predios
menores y fomenta el aumento promedio del tamaño de estos. Una
característica de estas compra-ventas es que, la mayoría absoluta
(54%) del total de las hectáreas vendidas en ese período, han sido ad-
quiridas por Sociedades Anónimas.
Esta presión sobre la tierra se observa, además, en el mercado de
arrendamientos. En el tiempo analizado, la superficie arrendada va
creciendo anualmente. En el censo de 2011, se registraron bajo esta
288
Transformaciones productivas para el mercado global de alimentos

forma de tenencia 2.500,000 de hectáreas, de las cuales 900.000 se


habían arrendado ese mismo año. Ello muestra, igualmente, la pro-
fundidad de las transformaciones productivas y el dinamismo de
los sectores agroexportadores, la fuerte presión que ejercen estos
agentes económicos sobre la estructura agraria actual (MGAP, DIEA,
2012).
El corolario de todos los factores aludidos ha sido el aumento del
precio de la tierra que, a inicios del año 2000 tenía un valor de precio
promedio por hectárea vendida de U$S448 y en 2011 pasó a un valor
promedio de U$S3.196. En las regiones con mayor aptitud agrícola el
precio promedio superó los U$S5000 a fines del período.
Los precios de los arriendos también mostraron un aumen-
to importante en el período. Alcanzaron de U$S28 promedio en el
año base, un monto de U$S152 la hectárea, en 2011 y, en los predios
agrícolas, el precio de arriendo promedio se ubicó por encima de los
U$S300 para dicho año. Vale acotar que el acceso a la tierra, la de-
mocratización de la estructura agraria y los intentos por reducir su
grado de concentración se han visto detenidos por las dificultades y
por el papel de los actores que actúan en ella.
Los impactos territoriales han sido muy heterogéneos, dando lu-
gar a una nueva regionalización de las áreas rurales. Esto plantea la
necesidad de pensar lo rural como un espacio articulado e integrado
de forma diferencial, en el que se intercalan actividades económicas
primarias, secundarias y terciarias; coordinadas por instituciones y
formas de organización que operan en el mismo. Por otro lado, se ob-
servan cambios generados por las dinámicas laborales en los grupos
etarios que integran el mercado laboral –en especial en los jóvenes–
quienes pasan a integrarlo de manera precaria e informal, aunque
en porcentajes menores que en el resto del continente.
En las últimas dos décadas, se ha consolidado el proceso de mo-
dernización agraria, en el cual las relaciones sociales capitalistas y
de contratación salarial pasan a ser predominantes. En la última dé-
cada, en particular, debido a factores de la demanda mundial hay un
crecimiento de trabajadores asalariados para luego estabilizarse. En
289
Juan Romero Cabrera

tal proceso, se configura una forma de explotación secundaria en la


que, la racionalidad del “intercambio de equivalencia” deja de apli-
carse o solo se realiza de manera limitada (Dörre, 2013a, citado en
Cerda, 2016), utilizándose formas simbólicas y la fuerza política para
devaluar el trabajo de ciertos grupos sociales o para excluir a otros.
De esta forma, se generan condiciones precarias de empleo en el
sector agroexportador, lo que implica la instalación de diferencias y
jerarquizaciones en base a la segmentación y categorización de los
trabajadores y las trabajadoras, en este caso por la edad. Lo anterior,
trae consigo una lógica de devaluación del otro que, a su vez, legitima
la distribución diferenciada de protecciones, así como el acceso dife-
renciado a derechos (Cerda, 2016).
En definitiva, esta última década, ha marcado un quiebre en el
proceso de estancamiento dinámico que caracterizaba a la estruc-
tura agraria nacional desde mediados de los años setenta. Dicha
alteración ha profundizado las relaciones sociales de producción
capitalista en la sociedad rural uruguaya de inicios del siglo XXI.
Proceso que no es lineal, dado que conviven formas de producir
precapitalista y capitalista, esta última, intensificando tecnología,
consolidando y – generando– una base social concentrada de propie-
tarios de los medios de producción.

La Ruralidad en América Latina: enfoque según generaciones

La construcción social de la juventud como concepto de análisis


de los fenómenos en las sociedades rurales latinoamericanas, está
asociado a la internacionalización del proceso de modernización
agrario en el continente. Fue promovida y llevada adelante tras la
Segunda Guerra Mundial, en el cual los y las jóvenes rurales son per-
cibidos como agentes de desarrollo.
Actualmente, la juventud es una construcción socio-cultural
relativa al tiempo y al espacio, que se presenta como una fase de la
vida comprendida entre la infancia y la vida adulta (Feixa, 2004). La
290
Transformaciones productivas para el mercado global de alimentos

noción de juventud corresponde a la toma de conciencia social de


la existencia de ciertas características particulares que diferencian a
las personas jóvenes, en relación con los niños y niñas, así como los
adultos. De esta manera, entonces, la existencia de dicha categoría
está relacionada al reconocimiento social de una edad específica del
ciclo de vida de los sujetos y a la proposición de una serie de insti-
tuciones y prácticas normativas de los comportamientos juveniles.
También, como una serie de imágenes culturales que imponen de-
terminadas expectativas acerca de los comportamientos juveniles
(Bevilaqua, 2010).
En el caso del estudio de la juventud rural implica considerar las
especificidades de las relaciones de dependencia con la vida y el tra-
bajo –dimensión fundamental en dichas relaciones– en los espacios
agrarios; como, también, las redes económicas, políticas y culturales
en las que las personas jóvenes y sus familias se encuentran integra-
das. Hay condiciones estructurales para que esto ocurra, como: la
distribución asimétrica del gasto público al interior de las socieda-
des, que hace que las oportunidades de educación, empleo y salud
sean desiguales entre jóvenes de distintos territorios. Pero, en la na-
turaleza heterogénea de la juventud, entran en juego otros factores
como: la subjetividad, el sustrato étnico-cultural, el género, la pertenen-
cia a un estrato socioeconómico dado y el contexto histórico generacional
e intergeneracional de cada joven. Así, por ejemplo: ser joven, y – ser
un joven del medio rural– es una condición particular que no viven
igual jóvenes de dicho espacio, inclusive, de un mismo país (Romero,
2004).
Por otra parte, al tener en cuenta la dimensión ocupacional, se
considera que la juventud rural es una construcción conceptual de la
sociedad industrial, no relacionada a una cuestión biológica o vital
sino a un constructo socio-cultural, el que se comenzó a configurar
a finales del siglo XIX y se terminó de consolidar a inicios del XX en
las sociedades industrializadas. De esta manera, la juventud se plan-
tea como un problema social para dichas sociedades en las cuales la
industrialización generó nuevas realidades sociales y actores entre
291
Juan Romero Cabrera

los cuales los/as jóvenes se presentan como estratégicos para la re-


producción social de dicha configuración societal.
En definitiva, la juventud de un territorio, un país o una región,
se compone de sectores y grupos heterogéneos, con condiciones de
vida desiguales y con diversas formas de apropiación del medio na-
tural, cultural y social entre los jóvenes y con otras generaciones. Es
decir, se presentan inequidades intergeneracionales en el desarrollo
humano y social inclusive en países más igualitarios como Uruguay,
por lo cual se hace necesario no solo hacer evidente las mismas sino
conocer al respecto de su dinámica.

Indicadores de contexto en los últimos diez años

Escasos son los estudios que abordan cómo los cambios señalados
han generado o no, dinámicas laborales diferenciales en los grupos
etarios y sociales que integran el mercado laboral como un todo.
Ante ello, en la información que sigue en la (tabla 1) se plantean las
que se consideran tendencias principales del trabajo rural uruguayo,
procurando situar sus características e impactos en las condiciones
de los asalariados rurales.
Al observar la trayectoria en estas últimas cuatro décadas
(1975-2013), en la (tabla 1), se presenta la evolución de los ocupados
en el sector agropecuario2 y la importancia del sector con relación al
total de ocupados en el país. En términos generales, se muestra que
el volumen más alto de ocupados en el territorio se registra en el año
2010 y, el más bajo, corresponde al año 1996, –179.833 y 147.515, res-
pectivamente–. Se observa el aumento que se produjo en el período
1996 - 2010, aproximadamente en 30.000 los ocupados en el sector
(Ion, 2015).

2
En los datos presentados se considera a la totalidad de los ocupados de la Rama
1 “Agricultura, silvicultura y pesca” (INE), independientemente de la categoría de la
ocupación y tipo de tarea que realicen.

292
Transformaciones productivas para el mercado global de alimentos

Tabla 1.Evolución del número de ocupados en el sector agropecuario y %


en relación al total de ocupados en el país. Años 2006, 2010 y 2016
% Ocupados en el
Ocupados en el sector Variación de Variación de
Año sector agropecuario/
agropecuario ocupados en miles ocupados en %
total del país
2006
(Base 151.044 10,8 0 0
100)
2010 179.833 11,6 28.789 19,0
2016 138.338 8,4 -12.706 -8,5

Fuente: OMT – MTSS 2011, 2012, 2013, en base a ECH 2006, 2010, 2011, 2012, 2013 INE.
Ion, L. “Los trabajadores rurales asalariados del sector agropecuario en Uruguay”,
ponencia presenta en jornadas Asalariados Rurales y Agricultura Familiar,
organizadas por la Unidad para el Cambio Rural – UCAR – del Ministerio de
Agricultura, Ganadería y Pesca de Argentina y el Programa FIDAMERCOSUR –
CLAEH, 13 y 14 de octubre de 2015, Buenos Aires Argentina, 2015.

Cuando se considera los datos aportados por la Encuesta Continua


de Hogares (ECH) en el período analizado, el porcentaje de ocupados
en el sector agropecuario mantuvo una tendencia creciente entre
2006-2010. Se registra un aumento acumulado de aproximadamente
29.000 en estos cuatro años y una retracción significativa en el año
2016 cuando dejaron de estar vinculadas con el sector, aproximada-
mente, 13.000 personas.
Durante el período comprendido entre 2006-2016, los ocupados
en el sector agropecuario con respecto al total de dicha categoría en
el país, oscilaron entre el 10,8%, el 11,6% y el 8,4%. Se observa una dis-
minución en 2016, con relación al año base de 2010, en referencia al
total del país. En valores absolutos, la disminución de los empleados
en el sector agropecuario, estuvo comprendida en 13.000 ocupados
menos, al analizar el año 2018 con respecto al año 2010.

293
Juan Romero Cabrera

Tabla 2. Tasa de empleo País y Ruralidad por Edad ( 2006 - 2010 - 2016)

Año 14 a 24 años (%) 25 años y más (%) Tasa General (%)


2006 34,9 59,3 54,1
2010 38,6 63,9 58,4
2016 33,8 62,6 56,9
Año Ruralidad Tasa General (%)
2006 47,8 58,0 56,5
2010 41,1 63,1 58,6
2016 35,1 61,0 55,7

Fuente: Elaboración propia, en base a ECH 2006, 2010, y 2016, INE.

En la (tabla 2) se valúa la evolución de la tasa de empleo en el período


analizado en dos espacios sociales: a nivel nacional y en lo rural3.
Entre 2006 - 2016, a nivel nacional para los jóvenes –en función de
los criterios del trabajo de Araya y Lado (2016) – el promedio geomé-
trico de la tasa de empleo fue de 35,7% y, para los mayores de 25 años,
un 61,9%. Es constante que para estos últimos, las tasas de empleo
han estado por encima del parámetro nacional, mientras que para
los jóvenes la situación sucede de manera inversa.
Al considerar la misma evolución en la ruralidad, se aprecia que
entre los jóvenes el promedio geométrico es de 41,0% referido a la
tasa de empleo. Esta es mayor con relación a sus pares a nivel na-
cional, pero continua siendo menor con la tasa general de empleo
rural y con los mayores de 25 años, quienes presentan un promedio
geométrico de 60,6%, mayor a la tasa general de empleo en el área
rural y un poco menor a sus pares, a nivel nacional.
En definitiva, los jóvenes presentan –a nivel nacional– tasas de
empleo menores con relación a los mayores de 25 años en el perío-
do 2006-2016, pero los jóvenes rurales presentan tasas mayores de

3
Se define por rural (no es objetivo del trabajo su tratamiento) aquellas poblaciones
que desarrollan sus actividades sociales, económicas, culturales y de esparcimiento
en localidades menores a los 5.000 habitantes (Riella y Mascheroni, 2010; Piñeiro y
Cardeillac, 2014).

294
Transformaciones productivas para el mercado global de alimentos

empleo en relación a los jóvenes a nivel nacional pero menores con


respecto a los mayores de 25 años y a la tasa general de empleo rural.
En definitiva, los jóvenes rurales están más ocupados pero no tanto
como los mayores de 25 años.

Tabla 3. Tasa de Desempleo País y Ruralidad por Edad


( 2006 - 2010 - 2016)

Año 14 a 24 años (%) 25 años y más (%) Tasa General (%)


2006 27,9 7,3 10,8
2010 20,6 4,5 7,2
2016 11,0 2,8 7,8
Año Ruralidad Tasa General (%)
2006 7,8 3,2 4,2
2010 6,7 2,1 3,0
2016 7,5 2,3 3,5

Fuente: Elaboración propia, en base a ECH 2006, 2010, y 2016, INE.

En este cuadro se analiza la situación del desempleo en el período ya


aludido. Los jóvenes, prácticamente, duplican la tasa de desempleo
con relación a la tasa general y cuadriplican con respecto a los ma-
yores de 25 años desempleados. Presentan un promedio geométrico
de 17,9% sin estar empleados, mientras que los mayores de 25 años,
4,5%. En resumen, durante el período analizado, la tasa de desem-
pleo se comportó generacionalmente desigual, más allá del espacio
social, dado que los jóvenes presentaron mayores tasas de desem-
pleo, tanto a nivel nacional como rural con relación a los adultos.

295
Juan Romero Cabrera

Tabla 4. Condiciones de trabajo País y Ruralidad por Edad


(2006 - 2010 - 2016)
14 a 24 años 14 a 24 años 25 años y 25 años y Tasa General
(%) (%) más (%) más (%) Tasa General
(%) – Aporta
Año (%) – Cobra
Aporta caja Cobra Aporta caja Cobra Caja
Aguinaldo
jubilaciones aguinaldo jubilaciones aguinaldo Jubilaciones

2006 42,0% 55,0% 66,0% 74,0% 62,5 69,5


2010 56,0% 60,0% 71,0% 61,0% 69,0 61,0
2016 65,0% 66,0% 76,0% 64,0% 74,3 64,4
Ruralidad Tasa General
Tasa General
(%) – Aporta
Año Aporta caja Cobra Aporta caja Cobra (%) – Cobra
Caja
jubilaciones aguinaldo jubilaciones aguinaldo Aguinaldo
Jubilaciones
2006 43,0% 55,0% 69,0% 74,0% 64,5 69,4
2010 45,0% 47,0% 67,’% 47,0% 64,0 47,0
2016 52,0% 52,0% 67,0% 49,0% 65,0 49,0

Fuente: Elaboración propia, en base a ECH 2006, 2010, y 2016, INE.

La (tabla 4) presenta información sobre algunas dimensiones del tra-


bajo decente. En este caso, se hace énfasis sobre la formalidad del tra-
bajo, considerando –si por la ocupación desarrollada– el trabajador
aporta a la caja de jubilaciones (cualquiera sea ella) y/o recibe el pago
de aguinaldo por dicha actividad.
A nivel país, se aprecia un aumento en: a) aporte a caja de jubila-
ciones y b) disminución en el pago de aguinaldo de los asalariados
en general. Al analizar por generaciones, el aumento de aporte en el
primer indicador es mayor en términos proporcionales a favor de los
jóvenes, pero dado que tienen tasas de aporte de inicio diferentes, las
desigualdades generacionales en dicho aspecto de la formalidad se
mantienen.
En el pago de aguinaldo, los jóvenes aumentan su tasa, mientras
que disminuye entre la población adulta. Al observar la ruralidad, la
tendencia en los beneficios sociales por trabajar formalmente se pre-
senta en sintonía con la nacional, pero con características diferentes.
El crecimiento en el aporte a caja de jubilaciones es mucho menor,

296
Transformaciones productivas para el mercado global de alimentos

mientras que la disminución en el pago de aguinaldo es elevada con


relación a este. Desde el enfoque generacional, se presentan situacio-
nes diferenciales: aumento en el aporte de caja de jubilaciones de los
asalariados jóvenes, pero disminución en los adultos y decrecimien-
to en el pago de aguinaldo en ambas generaciones. En definitiva, en
la ruralidad, las tendencias generales de formalidad en las condicio-
nes de trabajo se alinean con las nacionales, pero con expresiones
diferenciadas en los grupos generacionales de trabajadores. En cohe-
rencia, las mejoras y precariedades de las condiciones de trabajo, no
serían para todos por igual ni en el mismo espacio social del mismo.
La información que se comparte a continuación, da cuenta de la
evolución del salario por hora de los ocupados, según edades en el
país y la ruralidad, como parte del análisis de las condiciones de tra-
bajo de los asalariados en este espacio.

Tabla 5. Evolución Salario por Hora de los Ocupados según Edades


y Ruralidad (2006 - 2010 - 2016)

Evolución Salario por Hora de los Ocupados4 Mediana Ingreso/Hora


Año
14 a 24 años (%) 25 años y más (%) en el País

2006 USD 12,3 USD 20,3 USD 20


2010 USD 8,7 USD 14,4 USD 13,3
2016 USD 13,1 USD 19,5 USD 18,4
Año Ruralidad Tasa General (%)
2006 USD 12,0 USD 14,6 USD 14,5
2010 USD 7,6 USD 11,1 USD 10,6
2016 USD 12,1 USD 16,1 USD 15,3

Fuente: Elaboración propia, en base a ECH 2006, 2010, y 2016, INE y BCU por
cotización del cambio.

4
Se tomó como referencia la mediana de la cotización del dólar estadounidense con
relación al peso uruguayo en los años analizados, según Banco Central del Uruguay
(BCU). Para el año 2016, el promedio mensual del dólar estadounidense fue de $U
30,28, para el año 2010 fue de $U 20,06 y para el año 2006, de $U 24,04.

297
Juan Romero Cabrera

Se observa una disminución de la mediana del ingreso/hora en el


período 2006 - 2016. Este comportamiento es diferencial por genera-
ciones, dado que los mayores de 25 años tienden a ganar por encima
del comportamiento nacional, así como con relación a los jóvenes
asalariados. En la ruralidad, esta tendencia se específica, es decir, los
mayores de 25 años ganan, durante el período, más que la mediana
ingreso/hora de la ruralidad y que los menores de 25 años; pero en
un contexto dónde en la ruralidad se tiende a ganar menos con res-
pecto a la mediana ingreso/hora nacional, especialmente, los asala-
riados jóvenes son los que menos ganan entre los que ganan menos.
Para seguir en la misma línea de análisis de ingreso/hora, en la
tabla siguiente se considera su evolución en los trabajadores no ca-
lificados. Es decir, qué comportamiento ha presentado la mediana
ingreso/hora para trabajadores, desarrollando la misma ocupación
pero en generaciones diferentes.

Tabla 6. Evolución Salario por Hora de los Ocupados como Trabajadores


no calificados según Edades y Ruralidad (2006 - 2010 - 2016)

Evolución Salario por Hora de los Ocupados como


Trabajadores no calificados.5 Mediana Ingreso/Hora
Año
en el País
14 a 24 años (%) 25 años y más (%)
2006 USD 10,1 USD 15,5 USD 15,3
2010 USD 7,9 USD 10,0 USD 9,7
2016 USD 11,7 USD 14,5 USD 13,8
Año Ruralidad Tasa General (%)
2006 USD 9,9 USD 15,4 USD 15,2
2010 USD 7,5 USD 9,7 USD 9,2
2016 USD 11,7 USD 13,6 USD 13,2

Fuente: Elaboración propia, en base a ECH 2006, 2010, y 2016, INE y BCU por
cotización del cambio.

5
Se tomó como referencia la mediana de la cotización del dólar estadounidense con
relación al peso uruguayo en los años analizados, según Banco Central del Uruguay
(BCU).

298
Transformaciones productivas para el mercado global de alimentos

Para este caso, se consideró a los asalariados en la misma ocu-


pación, trabajador no calificado según definición de la Encuesta
Continua de Hogares [ECH]. Se aprecia que el comportamiento del
ingreso por hora de trabajo entre los ocupados como trabajadores no
calificados en el período analizado ha tendido a la baja en un 9%, el
comportamiento en tal sentido en la ruralidad es muy similar al del
país. Nuevamente se aprecian diferencias intergeneracionales, dado
que los asalariados mayores de 25 años tienden a ganar más que sus
pares menores de 25 años, ahora, dichas desigualdades tienden a ser
mayores en la ruralidad aunque las mismas se han reducido en ma-
yor grado en la ruralidad con respecto al país.
También, se pretende analizar las condiciones sociales desarro-
lladas durante el período de tiempo planteado y, aproximarnos, al
impacto de las condiciones de trabajo que se han generado por las
transformaciones productivas señaladas en estas generaciones de
asalariados rurales. El análisis en las condiciones sociales de los asa-
lariados para conocer el peso de la pobreza, desde la mirada genera-
cional permitirá distinguir las diferentes condiciones estructurales
de dichos trabajadores rurales. Para ello, se consideró el enfoque de
las necesidades básicas insatisfechas, la cual evalúa los bienes y ser-
vicios que disponen los hogares, en este caso de los asalariados rura-
les. Para esto se selecciona un conjunto de necesidades consideradas
básicas y se determina un umbral mínimo de satisfacción para cada
dimensión; en este caso, las NBI consideradas fueron: acceso a los
servicios de educación, calidad de la vivienda, hacinamiento, acceso
a agua, disponibilidad y tipo de servicio sanitario y tenencia de refri-
gerador (Riella, y Mascheroni, 2011)
Considerar este enfoque metodológico para conocer la incidencia
de la pobreza en las condiciones sociales de los asalariados rurales,
implica descubrir la tendencia estructural de las carencias, lo cual
no sería posible de ser detectado por la mejora circunstancial de los
ingresos y, que en ciertos casos, dependen más de políticas públicas
como por ejemplo: la educación, la vivienda o acceso a la educación
(Vigorito, 2005, citado en Riella y Mascheroni, 2011).
299
Juan Romero Cabrera

Por otro lado, la pobreza analizada desde la línea de pobreza, im-


plica considerar para su medición el método del ingreso, para lo cual
como señala el Instituto Nacional de Estadística:

[…] es necesario definir una Canasta Básica de Alimentos per cápi-


ta [CBA] y una Canasta Básica Total per cápita [CBT] con las cuales
se definan los umbrales, Línea de Indigencia (LI) y Línea de Pobreza
[LP]. Si el ingreso per cápita del hogar se encuentra por debajo de la
LI o la LP el hogar se define como indigente o pobre respectivamente
(INE, 2006, p.11).

Ante ello, el análisis a continuación, considera ambos métodos de


medición de la pobreza –directo: NBI e indirecto: línea de la pobre-
za– en forma conjunta también conocido como análisis integrado
de la pobreza (Katzman, 1989) y así, obtener una nueva medición
con mayor nivel de exhaustividad. Esto genera cuatro categorías,
a saber:

a) Pobreza crónica: comprende aquellos hogares que tienen ingre-


sos (o consumo) bajo la línea de pobreza y una o más necesida-
des básicas insatisfechas. Este grupo conforma el núcleo más
crítico de pobreza, se trata de hogares que viven en condicio-
nes prolongadas de privación y que, además, de no poder ad-
quirir, rutinariamente, los mínimos bienes y servicios, no han
logrado obtener una vivienda adecuada ni asegurar a todos
sus miembros el acceso a la educación, a los servicios de salud
y a oportunidades de empleo;
b) Pobreza reciente: incluye a los hogares pobres por ingresos (o
consumo) pero con necesidades básicas satisfechas. Se trata
de una situación que sugiere que el déficit de ingreso no ha
sido permanente o lo suficientemente prolongado como para
afectar la satisfacción de las necesidades de un hogar –que
cambia más lentamente que el ingreso– tales como la desnu-
trición crónica o las carencias habitacionales. Es decir, indi-
ca un descenso reciente del nivel de vida de los hogares. Son

300
Transformaciones productivas para el mercado global de alimentos

hogares que están en riesgo de caer en la pobreza crónica, si


las oportunidades de trabajo no les permiten recuperar su ca-
pacidad adquisitiva;
c) Pobreza inercial: se refiere a hogares con necesidades básicas
insatisfechas e ingresos (o consumo) sobre la línea de pobre-
za. Es una situación que sugiere un proceso de ascenso econó-
mico de los hogares, porque la insatisfacción de necesidades
revelaría que fueron pobres en el pasado pero que no han lo-
grado todavía eliminar sus carencias acumuladas en las nece-
sidades básicas y por último,
d) Integración social: se trata de la población que no es pobre por
ninguno de los dos criterios; es decir, tiene ingresos por en-
cima de la línea de pobreza y sus necesidades básicas están
satisfechas (SIISE, 2013).

Se comenzará el análisis con los asalariados rurales. En la (tabla 7)


se observa un descenso tanto en los indicadores de línea de pobreza
como de Necesidades Básicas Insatisfechas en el período analizado.
Por otro lado, en este proceso los asalariados rurales integrados so-
cialmente aumentan un 15%; en situación de pobreza inercial au-
mentan un 12% (no pobres por Línea de Pobreza pero con alguna
NBI); en pobreza reciente disminución del 5,0% y una disminución
de 21,0%, en la situación de pobreza estructural.

301
Juan Romero Cabrera

Tabla 7. Asalariados rurales situación de NBI * Línea de Pobreza


(2006 - 2010 - 2016)

2006
NBI Índice y NBS Total
Pobre No Pobre
5,9% 18,3%
NBS 24,2%
POBREZA RECIENTE INTEGRADO
24,2% 51,6%
NBI 75,8%
POBREZA ESTRUCTURAL POBREZA INERCIAL
100,0%
Total 30,0% (6087) 70,0% (14131)
(n= 20218)
2010
NBI Índice y NBS Total
Pobre No Pobre
0,4% 18,2%
NBS 18,7%
POBREZA RECIENTE INTEGRADO
8,0% 73,3%
NBI 81,3%
POBREZA ESTRUCTURAL POBREZA INERCIAL
100,0%
Total 8,0% (431) 92,0% (4673)
(n= 5104)
2016
NBI Índice y NBS Total
Pobre No Pobre
1,5% 24,0%
NBS 25,5,0%
POBREZA RECIENTE INTEGRADO
5,1% 69,4%
NBI 74,5,0%
POBREZA ESTRUCTURAL POBREZA INERCIAL

100,0%
Total 6,6% (128) 93,4% (1830)
(n= 1932)

Fuente: elaboración propia en base a Encuesta Continua de Hogares - INE (ECH)


2006, 2010 y 2016.

Se aprecia un impacto mayor en el aumento de ingresos de los asala-


riados rurales, lo cual transforma con mayor celeridad la situación
de pobreza reciente; en menor grado, transformaciones estructura-
les de asalariados que cambian su condición de pobres inerciales,

302
Transformaciones productivas para el mercado global de alimentos

pero que mejoran sus niveles de ingreso o consumo. Se consolida un


grupo que no disminuye –serían aquellos asalariados en condición
de pobreza crónica o estructural –.
En resumen, el proceso de transformaciones productivas y socia-
les acontecidas en los últimos años en la sociedad rural uruguaya, ha
significado cambios en las condiciones de pobreza reciente e inercial
de los asalariados, especialmente, la primera condición con un des-
censo significativo. Por un lado, se entiende que las nuevas condi-
ciones institucionales de negociación tripartita de los salarios han
posibilitado generar un ámbito específico para lo rural, mejorando
las condiciones de ingreso sumado a la coyuntura favorable de pre-
cios internacionales de los rubros agroexportadores y a la mayor sin-
dicalización de los trabajadores. Por otro lado, se plantea el desafío
a las políticas públicas del núcleo duro de la pobreza rural integrado
también por aquellos asalariados en condiciones de pobreza crónica
o estructural.
La información que se comparte a continuación, presenta a los
asalariados rurales de acuerdo a su situación de Necesidades Bási-
cas Insatisfechas [NBI] y línea de pobreza de acuerdo a los grupos
de edades, entre los años 2006 y 2015. Es decir, se considerará como
variable de control a la generación teniendo en cuenta como jóve-
nes aquellos entre 14 y 30 años como indica la normativa uruguaya y
adultos a los mayores de 30 años para observar si existe algún cam-
bio o no ante la presencia de tal variable.
Para el año 2006, se aprecia en la tabla 8. la situación de los asala-
riados. Se parte de situaciones de desigualdad diferentes entre adul-
tos y jóvenes – estos en peores condiciones en 2006, tanto por Línea
de Pobreza (LP) como por NBI –.

303
Juan Romero Cabrera

Tabla 8. Asalariados rurales con NBI * Línea de Pobreza


según Grupos de Edad (2006)

NBI Índice y Jóvenes (14 - 30 años)


Total
NBS Pobre No Pobre
2,3% 6,1%
NBS 8,4%
POBREZA RECIENTE INTEGRADO
38,4% 53,3%
NBI 91,7%
POBREZA ESTRUCTURAL POBREZA INERCIAL
Total 40,7% (3469) 59,3% (2499) 100,0% (n= 5968)

NBI Índice y Adultos(>30 años)


Total
NBS Pobre No Pobre
7,6% 24,1%
NBS 31,8%
POBREZA RECIENTE INTEGRADO
17,4% 50,8%
NBI 68,2%
POBREZA ESTRUCTURAL POBREZA INERCIAL
Total 25,1% (3438) 74,9% (10266) 100,0% (n= 13704)

Fuente: elaboración propia en base a Encuesta Nacional Ampliada de Hogares - INE


(ECH) 2006.

En el año 2016, la situación mejora para ambos grupos, pero, en ma-


yor medida, para los jóvenes en ambos indicadores. Estos reducen
37 puntos porcentuales la pobreza según LP y, aumentan 24 puntos
porcentuales, los jóvenes con NBS. Los adultos, también mejoran en
ambos indicadores, pero en menores proporciones. En definitiva, el
énfasis en las mejoras de las condiciones sociales estaría entre los
jóvenes asalariados.

304
Transformaciones productivas para el mercado global de alimentos

Tabla 9. Asalariados rurales con NBI * Línea de Pobreza


según Grupos de Edad (2016)

Jóvenes (14 – 30 años)


NBI Índice y NBS Total
Pobre No Pobre
2,0% 27,2%
NBS 29,7%
POBREZA RECIENTE INTEGRADO
5,7% 64,6%
NBI 70,3%
POBREZA ESTRUCTURAL POBREZA INERCIAL
Total 7,7% (50) 92,3% (596) 100,0% (n= 646)
Adultos(>30 años)
NBI Índice y NBS Total
Pobre No Pobre
1,2% 22,2%
NBS 23,4%
POBREZA RECIENTE INTEGRADO
4,8% 71,8%
NBI 76,6%
POBREZA ESTRUCTURAL POBREZA INERCIAL
Total 6,1% (78) 93,9% (1208) 100,0% (n= 1286)

Fuente: elaboración propia en base a Encuesta Continua de Hogares - INE (ECH) 2016.

En resumen, las condiciones sociales de origen en el estudio presen-


tan mejores porcentajes entre los adultos tanto por Línea de Pobreza
y NBI, con relación a los jóvenes asalariados. Al finalizar el período
de análisis, se presentan mejoras en dichas condiciones para ambos
grupos sociales y especialmente para los jóvenes asalariados.
Estas mejoras en los indicadores sociales convergen con las me-
joras observadas en las condiciones laborales entre las generaciones
de asalariados a nivel país, pero no ocurre lo mismo en la ruralidad.
Por otra parte, las diferencias de desigualdad social y laboral entre
adultos y jóvenes tienden a reducirse en el período analizado, pero se
mantienen y siguen siendo los jóvenes quienes participan en mayor
grado de la pobreza y condiciones laborales no decentes, y nueva-
mente en la ruralidad se profundizan.

305
Juan Romero Cabrera

Conclusiones

Las transformaciones productivas ocurridas en la última década


como parte de la reestructuración de la organización capitalista para
la producción agropecuaria, sumado a la coyuntura de altos precios
por la demanda de alimentos en el mercado global significaron cam-
bios en la organización socioproductiva, en las relaciones sociales de
sus actores y en la reconfiguración espacial. En definitiva se conso-
lidaron las relaciones sociales capitalistas y de asalarización de la
mano de obra.
Durante la primera mitad de la década, el crecimiento de asala-
riados rurales llegó a ser constante, demanda de fuerza de trabajo,
dadas las transformaciones en curso, donde se caracteriza la misma
por: baja calidad de empleo y diversificación de la estructura de ocu-
paciones. Dicha transformación se relaciona con los cambios pro-
ductivos productiva de los territorios, colocando, de esta manera a
los mismos en condiciones de relacionarse con el mercado global.
En el análisis de indicadores sociales estructurales de los asa-
lariados rurales, se advierten mejoras globales, pero no homogé-
neas. En primer lugar, porque los asalariados, según sean jóvenes
o adultos, parten de situaciones de desigualdad social diferentes,
resultando ser los jóvenes los más desiguales. Lo anteriormente se-
ñalado, estaría indicando una apropiación generacional diferencial
en la construcción del bienestar al interior de los asalariados. Esta
situación estaría apuntando formas diferentes de la precarización
laboral, característica del nuevo modelo productivo global al cual se
encuentra integrada la agroexportación uruguaya y en la cual, las
desigualdades de generación permanecen en conjunto con otras va-
riables) como ejes estructurantes de la matriz de desigualdad social
de la ruralidad del país.
Como señalan los autores Lima y Carneiro (2016): “Asalariamiento
formal no significa trabajo no precario, puesto que se desconsideran
las condiciones efectivas de trabajo, las jornadas, la intensificación y

306
Transformaciones productivas para el mercado global de alimentos

las formas de pago. Así, la vinculación a derechos sociales no carac-


teriza la inexistencia de la precarización” (pp.91) y, en el caso urugua-
yo (uno de los países más igualitarios del continente), la misma se
vuelve difusa, transversalmente, por la edad.
Finalmente, la apropiación de riqueza estaría relacionada a la ca-
lidad del empleo que desarrolla el asalariado, en el caso de los y las
jóvenes, sería por empleos de baja calidad – en su mayoría, el primer
empleo– de bajas remuneraciones en relación con sus pares adultos.
Se suma la condición de género, los varones tienden a percibir mayo-
res ingresos con relación a las mujeres en el mismo empleo, los años
de educación es otra variable que discrimina la capacidad de ingreso
salarial para algunos jóvenes, implica disminuir la brecha salarial;
pero –si ingresa a temprana edad a trabajar– no podrá continuar
con los estudios y profundizará dicha asimetría salarial. Finalmente,
puede decirse que estos empleos estarían siendo demandados para
períodos cortos e intensos de trabajo y constituirían ocupaciones in-
termitentes que inhiben proyectos de vida a largo plazo.
Tener presente en el análisis del desarrollo rural, la dimensión
generacional, posibilitaría apreciar la dinámica de quienes llevan
adelante los procesos socioproductivos y el resultado de sus bene-
ficios en los territorios rurales. Además, se enriquece el mismo, al
considerar esa condición como parte del proceso generador de des-
igualdades sociales. Tal enfoque es transversal a la situación en la
estructura productiva, como se abordó, pero sensible a dichas condi-
ciones –dado que–, a pesar de estar en situaciones de desigualdad so-
cial desfavorables los asalariados, al “abrir” el foco de análisis acerca
de las mismas, se observa que no se desarrollan para todos de mane-
ra igualitaria.

307
Juan Romero Cabrera

Bibliografía

Araya, Federico y Lado, Leticia. (2016) Evolución del Trabajo De-


cente en Uruguay en la última década. Estudios sobre trabajo y se-
guridad social, (1). Ministerio de trabajo y seguridad social, Mon-
tevideo, Uruguay.

Bevilaqua, Joel. (2010). Juventud rural: una invención del capita-


lismo industrial. [ponencia] VIII Congreso ALASRU. Recife, Brasil.

Cerda, Claudia. (27- 30 de mayo de 2016). Precariedad laboral en


el sector agroexportador: una propuesta conceptual. [ponencia] L
Congress of the Latin American Studies Association, New York, New
York.

Durston, John. (1998) Juventud y Desarrollo Rural: marco concep-


tual y contextual. Serie Políticas Sociales (28), 25- 35.

Feixa, Carles. (2004), A construção histórica da juventude. En Au-


gusto Caccia-Bava, Carles Feixa y Yanko Gonzáles (eds.), Jovens na
América Latina (pp. 257- 327). São Paulo: Escrituras.

Gonsalves, Gabriel. (2010) La problemática de la tierra en Uruguay.


Un recurso estratégico que merece de estrategias nacionales y regio-
nales. Montevideo: Mimeo, CADESYC.

Instituto Nacional de Estadísticas – Chile (2017). La medición del


empleo decente en Chile.

Katzman, Rubén. (1989) The Heterogeneity of Poverty. The Case of


Montevideo. Santiago de Chile. CEPAL Review, ( 37).

Lima, Jacob y Carneiro, Angela. (2016). La sociología del trabajo


en un contexto de transformaciones: una revisión de la produc-
ción brasileña de las últimas décadas. En Enrique De la Garza
Toledo (ed.), Los estudios laborales en América Latina: orígenes,

308
Transformaciones productivas para el mercado global de alimentos

desarrollo y perspectivas. México: Anthropos – Universidad Autó-


noma Metropolitana.

Mardsen, Terry. (1993) Constructing the Countryside. Oxford: Wes-


tview Press.

Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca [MGAP]. (2012)


Anuario Estadístico. Montevideo.

Piñeiro, Diego y Cardeillac, Joquín. (2014). Población rural en Uru-


guay: aportes para un debate necesario respecto de su re-concep-
tualización y medición. Revista de Ciencias Sociales, 27 (34), 53-70.

Riella, Alberto y Romero, Juan. (2014) Continuidades y Ruptu-


ras en la Estructura Agraria en el Uruguay del Siglo XXI. Revista
Pampa. (10), 159-171.

Riella, Alberto y Mascheroni, Paola. (25- 27 de agosto de 2010).


Rediscutiendo el concepto de ruralidad: población, ingresos y
hogares agrodependientes en Uruguay. [ponencia] 8.ª Bienal del
Coloquio de Transformaciones Territoriales, Buenos Aires: AUGM,
Argentina.

Riella, Alberto y Mascheroni, Paola. (2011) Desigualdades sociales


y territorios rurales en Uruguay. Revista Pampa. (7), 39-64.

Sistema Integrado de Indicadores Sociales del Ecuador [SII-


SE] (2013). Información general, número de miembros del hogar
y sección 1, 2 y 13. http://www.siise.gob.ec/siiseweb/siiseweb.
html?sistema=1#

309
Jóvenes y Plan SAN
Una lectura desde la interseccionalidad

Yansa Terry Araujo y Yenisei Bombino Companioni

A modo de introducción

Con el Plan de Soberanía Alimentaria y Educación Nutricional (el


denominado [Plan SAN]) se ha diseñado un andamiaje para la cons-
trucción de sistemas alimentarios locales soberanos y sostenibles en
Cuba. En su implementación, su escenario son los municipios y uno
de sus motores fundamentales, son los jóvenes rurales. Debido a que
tiene una mirada de la juventud como propulsora de esta propuesta
es que sus directrices están orientadas desde un enfoque de género y
generacional (Ministerio de la Agricultura [MINAG], 2020).
En los primeros años de Revolución, las pesquisas sobre juven-
tud rural reconocen una etapa de incentivos para la juventud y una
apreciación positiva de las políticas, debido al impacto que estas ten-
drían en los y las jóvenes en los próximos años. A partir de la década
de los noventa y hasta el presente, si bien los estudios rurales han
dado cuenta del deterioro relativamente sostenido de los niveles de
vida de la población rural (López, Herrera y Agüero, 2017) (Bombino,
2014)1, han estado planteado a su vez los desafíos para el rejuveneci-

1
La crisis en el espacio rural se ha reflejado en el deterioro de los ingresos, de
las posibilidades de acceso a empleos no estatales y mejor remunerados, de las

311
Yansa Terry Araujo y Yenisei Bombino Companioni

miento y la dinamización de la fuerza de trabajo en el sector agrope-


cuario2. De esta manera, el Plan SAN enfrenta un conjunto de retos
para lograr el compromiso de la población joven, los cuales no nece-
sariamente han sido tratados en su totalidad por las investigaciones.
Para explicitar estos retos, el artículo que se presenta a continuación,
realiza un estado del arte de las investigaciones sobre juventud rural
y expone problemas de gran impacto para el sector y para este seg-
mento poblacional en particular; además, da pistas para la adopción
de estrategias de retención y motivación de los y las jóvenes en las co-
munidades rurales y, en el sector agropecuario, que son vitales para
propiciar el éxito del Plan SAN.

Desarrollo de las principales ideas

Tras aplicar el análisis documental a una treintena de textos rea-


lizados y publicados entre los años 2011-2021 en el país, las inves-
tigaciones sobre juventud y ruralidad exhiben un conjunto de
problemáticas que explican el éxodo juvenil de los asentamientos ru-
rales y sus bajos niveles de vinculación en las labores agrícolas. Con
una capacidad importante para exponer los desafíos que enfrenta la
necesaria participación de los y las jóvenes rurales en sus territorios,
los principales ejes de análisis en los estudios se concentran en las
áreas de:

– mercado de trabajo, empleo e inserción laboral;


– participación e integración,

infraestructuras sociales y los servicios, del aparato institucional en el país (Galtés,


2016; López, Herrera y Agüero, 2018; Bombino, 2014).
2
Estos cambios son resultado de importantes procesos demográficos asociados al
envejecimiento de la estructura poblacional, el incremento de la emigración rural-ur-
bano con énfasis en las mujeres lo cual reduce las probabilidades de estimular el
reemplazo poblacional en los territorios rurales, y la reducción de la tasa global de
fecundidad en estos espacios.

312
Jóvenes y Plan SAN

– educación y formación,
– cultura e identidad,
– género,
– impacto de la política agraria en las vidas de esos jóvenes.

En el discurso se reconoce la voluntad política de garantizar el desa-


rrollo integral de los jóvenes rurales, aun pese a las limitaciones que
enfrenta un país subdesarrollado y bloqueado como Cuba. Enfocar
este debate desde una perspectiva interseccional inserta, sin em-
bargo, un matiz crítico en las investigaciones en la medida que ex-
hibe distintas expresiones de desigualdades sociales basadas en las
dimensiones de género, generacional, territorio, oportunidades de
acceso y uso al capital social, cultural y económico. Para la imple-
mentación del Plan SAN, estas desigualdades sociales imponen un
conjunto de desafíos estructurales, que entre las personas jóvenes se
traduce en la no realización de sus proyectos de vida en el espacio
rural.
Así como las políticas ofrecen un colchón de oportunidades para
fomentar la recampesinización de la juventud rural y su rescate
como mano de obra en dichos territorios, muestran logros muy mo-
derados. Con el proceso de reestructuración de la economía cubana,
si la creación de “nuevas opciones ocupacionales”3 (Bombino, 2015,
p.17) es un incentivo para los y las jóvenes, en los espacios rurales
se han constatado pocas posibilidades de diversificación del trabajo
no agropecuario y de acceder a fuentes de empleo no estatales. En
tanto no se definen posibilidades para el pluriempleo o el traslado
a otro sector, se deja entrever entonces una oferta baja de empleos
que pudieran resultar más atractivos para los jóvenes rurales y cier-
ta desilusión e incertidumbre frente al proceso de inserción laboral
(Bombino, 2014).

3
Aquí estaríamos considerando las posibilidades de crear microempresas privadas,
desarrollar el trabajo por cuenta propia, efectuar el arrendamiento de locales, inser-
tarse en cooperativas agrarias y no agropecuarias y acceder a tierras en usufructo.

313
Yansa Terry Araujo y Yenisei Bombino Companioni

En un contexto que concede mayor responsabilidad a la familia


en la creación de espacios laborales para la inserción de las nuevas
generaciones, estudios como el de Bombino (2018) refiere, además,
un disfrute de los beneficios de las políticas – diferenciadamente– a
partir de sus condiciones de partida. Así como el sector agropecuario
constituye, entonces, el “eje fundamental de desarrollo y principal
generador de empleo” (Bombino, 2018, p.189), en varias publicacio-
nes científicas se reconoce que los jóvenes más vulnerables en el
mercado laboral rural son quienes no poseen capital económico, ex-
periencia laboral previa en el sector y capital social; aquellos cuyas
familias no tienen origen campesino, son disfuncionales o están in-
volucradas en una economía informal (López, Herrera y Contreras,
2018; Leyva, 2017; Bombino, 2014; Ortega, 2013, 2015).
Los estudios que han tratado las temáticas de empleo e inserción la-
boral, también se han planteado en la actualidad beneficios propios
de la política agraria que pueden ser explotados por los jóvenes, en
medio de la desautomatización de las cargas tributarias, la revalori-
zación actual de los precios y las aperturas en el sistema de créditos
bancarios4. La realidad ha mostrado a través de las investigaciones
que, teniendo como barreras naturales los factores tiempo de trabajo
y experiencia acumulada, los jóvenes (pese a todo su protagonismo)
han sido menos favorecidos con políticas de acceso a financiamien-
tos y créditos. Por otro lado, como tendencia encuentran menos fa-
cilidades para consumar la realización de la propiedad de la tierra y
de los recursos que los empoderan, porque por lo general no son pro-
pietarios de tierras, sino que se han integrado al grupo trabajadores
contratados y de usufructuarios de tierras (Bombino, 2018).

4
El marco legal ha dejado entrever en este sentido, por ejemplo, un régimen imposi-
tivo flexible más adecuado a las condiciones de la tierra en que trabajan los producto-
res y el aumento de los precios de algunos rubros agropecuarios (leche, carne) para así
estimularlos. A partir de ello, si la vinculación al sector ha dotado a los participantes
de ciertos apoyos materiales y financieros, así como las formas productivas ofrecen
per se variados niveles de seguridad y apoyo, pues se minimizan algunas de las incer-
tidumbres en los jóvenes para ejecutar acciones en el sector.

314
Jóvenes y Plan SAN

En los debates concernientes a las temáticas participación e in-


tegración de la juventud, diversos estudios realizados en los últimos
años han tratado la participación de los jóvenes en el trabajo agrope-
cuario, debido a su relevancia en el contexto actual y, con ello, se ha
hecho énfasis en la complejidad de sus trayectorias laborales. Entre
las acciones desarrolladas por el Estado cubano para lograr mayo-
res niveles de integración y participación juvenil en las labores agrí-
colas, una de las oportunidades que brinda la política agraria es la
entrega de tierras en usufructo. Contradictoriamente, es preciso se-
ñalar que distintas investigaciones han referido los bajos niveles de
participación e integración de las nuevas generaciones a las mismas,
al captar sus pocas posibilidades de empoderarse en estos espacios.
En detrimento de la participación e integración de los jóvenes ru-
rales, las indagaciones constatan la presencia de conflictos inter-ge-
neraciones, basados en las relaciones gerontocráticas y androcéntricas
que han estructurado el sector agropecuario (Bombino, 2018, p. 217).
En la medida que diversos autores han expuesto las resistencias de
los trabajadores ya consolidados – por lo regular ubicados en los
estratos más elevados de la estructura organizativa– al recibir pro-
puestas más innovadoras y creativas de las nuevas generaciones,
se deslinda una tensión intergeneracional que sugiere limitaciones
para propiciar el diálogo entre estos actores y la participación ju-
venil en los espacios de toma de decisiones (Hernández y Moreira,
2018; Hernández, Gentile y Herrera, 2021; Arias y Leyva, 2017).
En el tratamiento al tema de la identidad juvenil, distintos investi-
gadores identifican que en el desarraigo y debilitamiento de la cultu-
ra campesina se definen (ahora desde lo cultural) otras trabas para la
inserción, participación y la integración socio-laboral de la juventud
rural (Samper, Jiménez y Díaz, 2019; Elías, 2017; Bombino, 2015), las
cuales, precisamente, demanda el Plan SAN. Si bien la cultura e iden-
tidad campesinas tienen poco reconocimiento social, de conjunto
con la pérdida de valores y tradiciones, cabe hablar de la dispersión
entre los y las jóvenes de estereotipos y prejuicios respecto a sus pro-
pios modos de vida, que determinan la consiguiente subvaloración,
315
Yansa Terry Araujo y Yenisei Bombino Companioni

falta de reconocimiento, de interés y de vocación por el trabajo agrí-


cola (Martín et al., 2010).
Con este problema de fondo, las investigaciones han estado se-
ñalando las dificultades para incorporar en las juventudes rurales
los valores tradicionales y llevarlos a reproducir una identidad cam-
pesina (Álvarez et al., 2010; Ávalos, 2006; Elías, 2017). De hecho, en
el año 2010, sólo un 8% la población residente en el campo estaba
directamente vinculado a la agricultura (Rondón, citado en Álva-
rez et al., 2010). A partir de ello, con la desvalorización del estilo de
vida campesino, los estudios referirán una idea donde la juventud
rural no solo describe a las actividades ligadas al campo como poco
atractivas, sino que llegan a referir, incluso, que poco tributan en la
realización personal y para sus proyecto de vida y de emancipación
(Arias y Leyva, 2017).
Al tomar en cuenta, fundamentalmente, las pocas posibilidades
que ofrece el mercado laboral rural, en disímiles estudios se ha pro-
yectado un debate donde los jóvenes rurales aspiran a realizar pro-
yectos personales en otros sectores, aun cuando implique mudarse a
otros lugares –dentro o fuera del país– (Domínguez y Castilla, 2011;
Rojas 2011; Hernández, Gentile y Herrera, 2021). De esta forma, así
como los proyectos de vida se encuentran distanciados de lo agríco-
la, se potencian los desafíos para lograr el apoyo de los jóvenes de
estos espacios en el cumplimiento de los objetivos del Plan SAN.
Si basados en un análisis interseccional, se adopta, además, un
enfoque de género, cabe señalar que las mujeres tienen una condi-
ción más vulnerable que los hombres en lo que se refiere a relacio-
nes de propiedad; dotación de recursos, posibilidades de acceso al
mercado de trabajo, participación o integración en el sector. En estos
contextos, donde existen pocas posibilidades de acceso al empleo no
estatal, se constatan mayores facilidades para los hombres jóvenes
de ingresar a este tipo de modalidad y diversificar ingresos, confor-
me a las miradas sexistas sobre la productividad de la mujer, aso-
ciadas a un modelo patriarcal (Hidalgo, 2020). Así como el hombre
figura de máximo beneficiario de las políticas agrarias y proveedor
316
Jóvenes y Plan SAN

de ingresos, los estudios han visibilizado menores oportunidades de


desarrollo para la mujer que, por consiguiente, influyen en la reali-
zación de sus proyectos de vida más alejados del espacio rural o del
ámbito laboral (Luis, 2017); ya fuere porque están decidiendo migrar
a los espacios urbanos o suelen estar más propensas a contraer matri-
monio – tener hijos –, encargarse de las tareas del hogar.
Desde esta misma perspectiva, los trabajos de Bombino (2014,
2018) y de Leyva (2017) señalan, por ejemplo, las limitaciones de la
política de entrega de tierras en usufructo para constituirse como
una oportunidad para las mujeres; si bien, por lo general, no tienen
capital financiero suficiente para la inversión inicial, ni posibilida-
des de aprovechar –adecuadamente– la Resolución Ministerial sobre
la entrega de tierras ociosas en usufructo a las personas que se licen-
cian del Servicio Militar Activo, debido a que ellas solo, excepcional-
mente, se insertan en el mismo.

Conclusiones y recomendaciones

A modo de conclusiones, es preciso acotar que los estudios sobre ju-


ventud rural en Cuba están asociados, por una parte, a las políticas
socioeconómicas y sectoriales que se implementan, reconociendo
el acceso a recursos que los empoderan. Sin embargo, están atra-
vesados por desigualdades generacionales y sociales, así como por
factores de tipo ideológico-cultural que construyen la identidad en-
dogrupal. Si bien las políticas públicas instalan oportunidades para
fomentar la recampesinización de la juventud rural en Cuba y su res-
cate como mano de obra en dichos territorios; las limitaciones para
cristalizar ciertos logros están demandando –más que nunca– de
una revolución más que política, cultural, en aras de consumar los
objetivos del Plan SAN.
Debido a lo urgente de visibilizar la integración de la juventud ru-
ral en estos territorios, es preciso concretar algunas de las recomen-
daciones que fueron encontradas en las investigaciones consultadas.
317
Yansa Terry Araujo y Yenisei Bombino Companioni

Al tomar en consideración, las áreas de estudio trabajadas y los pro-


blemas encontrados a su interior, las recomendaciones, fundamen-
talmente, están abogando por:

– Implementar las políticas públicas que incentiven la parti-


cipación estable de este segmento poblacional en el ámbito
rural.
– Fomentar el desarrollo de estudios sistemáticos sobre juven-
tud rural.
– Intencionar el desarrollo de acciones afirmativas con enfoque
de género y generacional.
– Estimular el acercamiento del modelo cooperativo a la
juventud.
– Incentivar la incorporación de jóvenes al trabajo agropecua-
rio y facilitar su participación protagónica en los órdenes po-
lítico, económico y social; contando con la actuación de las
instituciones socializadoras (escuela, familia, medios de co-
municación, etcétera).
– Implementar una estrategia para la revitalización de las tradi-
ciones campesinas, el fortalecimiento del sentido de pertenen-
cia de las nuevas generaciones hacia sus lugares de residencia
y el interés por las labores agrícolas, a través de la articulación
de los actores.
– Diseñar un plan de formación-educación de la juventud rural
y urbana enfocando los valores del trabajo agrícola, las tradi-
ciones y valores campesinos.
– Diseñar una estrategia de comunicación social orientada a
visualizar y empoderar a la población de jóvenes rurales.

318
Jóvenes y Plan SAN

Bibliografía

Álvarez, Mavis et al. (2010). Cultura agraria, política y sociedad.


Temas (61), 80-95.

Arias, María y Leyva, Arisbel. (2017) Los estudios rurales en Cuba.


Reflexiones sobre la estructura social y los cambios en la agenda
de investigación. Universidad de La Habana (283), 243-258.

Ávalos, Oscar y Pérez, Niurka. (2008). Inserción juvenil en Uni-


dades Básicas de Producción Cooperativa. Estudio de caso en el
municipio de Güines, provincia de La Habana. Revista Estudio (6),
44-55.

Bombino, Yenisei. (2015). Oportunidades y desafíos del proceso


de actualización para la inserción laboral de la juventud rural en
Cuba. En Mayra Espina y Dayma Echevarría (coords.), Cuba: los
correlatos socioculturales del cambio económico (pp.148-163). La Ha-
bana: Editorial Ciencias Sociales/ Ruth Casa Editorial.

Bombino, Yenisei. (2018). Educación superior y transformaciones


agrarias: diálogo de las políticas con las desigualdades sociales
en el espacio rural. En Arisbel Leyva, Dayma Echevarría y Rubén
Villegas. (coords), Cuba Rural: Transformaciones Agrarias, Dinámi-
cas Sociales e Innovación Local. (pp.189-219). La Habana: Editorial
Ciencias Sociales.

Bombino, Yenisei. (2019). Oportunidades y retos de las coopera-


tivas agropecuarias para la inserción laboral de las juventudes
rurales: propuestas a las políticas públicas. En José Luis Martín
y Mirlena Rojas (coords.), Hablemos del trabajo en Cuba. El deba-
te necesario y futuro a construir. (pp. 50-60). La Habana: Editorial
Acuario.

Bombino, Yenisei. (2021). Juventudes rurales: acercamiento des-


de el imaginario juvenil urbanocéntrico, las estadísticas y las

319
Yansa Terry Araujo y Yenisei Bombino Companioni

investigaciones. En Yoannia Pulgarón y Ana Peñate (coords.),


Identidades juveniles en Cuba. Claves para un diálogo (pp. 63-87). La
Habana: Editorial Acuario.

Domínguez, María Isabel. (2010). Oportunidades y retos para la


integración social de la adolescencia y la juventud en Cuba hoy.
En María Isabel Domínguez (comp.), Niñez, adolescencia y juven-
tud en Cuba. Aportes para una comprensión social de su diversidad
(pp. 99- 112). La Habana: CIPS-UNICEF.

Domínguez, María Isabel y Castilla, Claudia. (2011). Prácticas par-


ticipativas en grupos juveniles de Ciudad de la Habana. Revista
Latinoamericana de Ciencias Sociales, Niñez y Juventud, 1(9), 141-160.

Elías, Arianna. (2017). Juventudes rurales en la Cuba contemporá-


nea. Revista Estudios Latinoamericanos (39), 99-116.

Elías, Arianna. (2017a). Representación social en torno a la juven-


tud rural: un estudio de caso en Cuba y México. México: CONACYT/
CLACSO.

González, María; Vento, Raymundo y Rodríguez, Lázaro. (2018).


Las cooperativas agropecuarias, opción para lograr la integra-
ción de la juventud rural al desarrollo territorial. Revista Coope-
rativismo y Desarrollo. Pp. 41-52. http://coodes.upr.edu.cu/index.
php/coodes/article/view/187

Hernández, Arianna; Gentile, Alessandro y Herrera, Idalberto.


(2021). Participación juvenil para el desarrollo rural: análisis de
un caso cubano en cooperativas agrarias. REVESCO. Revista de Es-
tudios Cooperativos, 137, 1-12.

Hernández, Arianna y Moreira, Idalety (2018). Participación so-


cial de la juventud rural villaclareña en cooperativas agropecua-
rias: estudio de caso. Revista Uisrael, 5(2), 39-49.

320
Jóvenes y Plan SAN

Hidalgo, Vilma (2020). Desigualdades, ruralidad e interseccionali-


dad: análisis del contexto cubano 2008-2018. La Habana: Publica-
ciones Acuario/ FLACSO-Cuba.

Kessler, Gabriel. (2005). Estado del arte de la investigación sobre


juventud rural en América Latina. docs.google.com/viewer?a=
v&q=cache:sOUDVbfNySoJ:www. minagri.gob.ar/SAGPyA/po-
gramas/ Prodernoa/04/3Dinformes/02

Leyva, Arisbel. (2017). Cooperativas agropecuarias en Cuba. Diná-


micas socioestructurales entre dos siglos. En Arisbel Leyva, Day-
ma Echevarría y Rubén Villegas (coords.), Cuba rural: transforma-
ciones agrarias, dinámicas sociales e innovación local (pp.135-138). La
Habana: Editorial de Ciencias Sociales.

López, Yannet; Herrera, Yisel y Agüero, Fernando. (2017). Despla-


zamientos ocupacionales de jóvenes del sector agroproductivo
montañoso en Cienfuegos. En Arisbel Leyva, Dayma Echevarría
y Rubén Villegas (coords.),. Cuba rural: transformaciones agrarias,
dinámicas sociales e innovación local (pp.220-261). La Habana: Edi-
torial de Ciencias Sociales.

Luis, María Josefa. (2017). Proyectos de vida y política de empleo.


Los jóvenes en el proyecto socioeconómico cubano. En Osnaide
Izquierdo y H.J. Burchardt (comps), Trabajo decente y Sociedad.
Cuba bajo la óptica de los estudios sociolaborales (pp.187-216). La Ha-
bana: Universidad de La Habana.

Ministerio de la Agricultura [MINAG]. (2020). Guía para la implan-


tación del Plan de Soberanía Alimentaria y Educación Nutricional de
Cuba en los municipios. La Habana: FAO.

Ortega, Daylin. (2015). El trabajo de los jóvenes agricultores: re-


flexiones desde la investigación social. Revista Estudio (18), 64-77.

321
Yansa Terry Araujo y Yenisei Bombino Companioni

Samper, Indira; Jiménez, Reynaldo y Díaz, Nayibis. (2019). Impac-


to de las políticas de usufructo agrario en la juventud rural de
Santa Cruz del Norte. Observatorio de la Economía Latinoameri-
cana. https://www.eumed.net/rev/oel/2019/03/politicas-usufruc-
to-agrario.html

322
Juventudes cubanas
y el mundo del trabajo
Reflexiones desde la política de empleo

Idania Rego Espinosa

Desde hace algo más de una década, la sociedad cubana está inmersa
en un proceso de transformación de su modelo económico y social,
en el cual el mundo del empleo ha sido uno de los que más cambios
ha experimentado, lo cual ha impactado en las juventudes. Este ar-
tículo reflexiona sobre el lugar dado a la población joven en la polí-
tica de empleo implementada en espacios socio-laborales privados
y estatales, enfocado en derechos, deberes y garantías, e identifica
algunos retos que ello plantea a la sociedad actual.
Se trabajó con información secundaria para caracterizar la polí-
tica pública implementada, para lo cual se privilegió el análisis en el
período comprendido entre 2011 - 2020, a partir de informes oficia-
les, resultados de investigaciones, documentos normativos, resolu-
ciones, fuentes estadísticas, etcétera. Esa información se relacionó
con otras de carácter primario, recopiladas mediante entrevistas a
expertos y a informantes clave, el análisis de anuncios de búsqueda
y ofertas de trabajo en el sitio digital Revolico, así como cuestiona-
rios aplicados en la provincia de Holguín a trabajadores estatales y
privados de diversas generaciones. Si bien, inicialmente, se diseñó
realizar trabajo de campo en tres provincias – Holguín, Cienfuegos y

323
Idania Rego Espinosa

La Habana– una por cada región del país, la llegada de la pandemia


limitó esos propósitos.
Este trabajo forma parte de un proyecto más amplio del Grupo
de Estudios sobre Juventudes del CIPS, acerca de los efectos de los
cambios del contexto económico y social cubano sobre la (re)pro-
ducción de desigualdades y la construcción de ciudadanías en las
juventudes. El objetivo de este último es: formular propuestas que
contribuyan a transformar los efectos no deseados de los cambios
vivenciados en el contexto económico y social cubano sobre esa (re)
producción de desigualdades y la construcción de ciudadanías en
las juventudes.

Juventudes y empleo: puntos de partida

El empleo es uno de los ámbitos por excelencia donde se materializa


la inclusión social. En particular, para las juventudes, significa un
importante momento de su socialización, la asunción de un nuevo
rol que contribuye a la construcción de esas identidades múltiples
que portan los sujetos individuales y colectivos. Es considerado, tam-
bién, como condición de ciudadanía, entendida esta como participa-
ción no solo en el poder político, sino en el ejercicio de otros derechos
civiles y sociales para contribuir a la vida pública de la comunidad a
la que se pertenece.
Precisamente, el paradigma de juventud ciudadana está basado
en el enfoque de derechos, se identifica a las y los jóvenes como acto-
res estratégicos del desarrollo desde sus condiciones de existencia,

[…] permite reconocer su valor como sector flexible y abierto a los


cambios, expresión clave de la sociedad y la cultura global, con capa-
cidades y derechos para intervenir protagónicamente en su presen-
te, construir democrática y participativamente su calidad de vida y
aportar al desarrollo colectivo(Krauskopf, 1998, p. 123).

324
Juventudes cubanas y el mundo del trabajo

Al mismo tiempo, las juventudes deben ser entendidas como genera-


ciones, que se distinguen

[…] por su socialización en un momento común de su evolución de


la sociedad, lo que condiciona prácticas sociales si no relativamente
comunes, al menos interconectadas, en etapas claves de formación
de la personalidad, que dan lugar a rasgos estructurales y subjeti-
vos específicos, que las dotan de una fisonomía propia (Domínguez y
Castilla, 2010, p. 3).

En esas experiencias vitales compartidas, hay que tener en cuenta


elementos económicos, territoriales, socio-estructurales, de género,
culturales; que median en la construcción de lo juvenil y permiten
“[…] comprender los procesos de subjetivación generacionales como
emergentes de los procesos históricos antes que como una caracte-
rística inherente a la condición juvenil” (Vommaro, 2014, p. 20). Todo
ello sin desconocer que, uno de los rasgos distintivos de los jóvenes
actuales es su heterogeneidad, por lo que es necesario hablar de ju-
ventudes más que de juventud.
En la inserción juvenil en el ámbito laboral, un papel importante
lo desempeñan las políticas de empleo, en tanto políticas públicas
que deben tener entre sus propósitos: la disminución de las desigual-
dades sociales, la equidad de género, la no discriminación, la supera-
ción y la capacitación profesional. Igualmente, que eliminen trabas
para el acceso al empleo, vinculen mejor a los trabajadores con las
oportunidades disponibles, entre otras importantes metas.
Por ello, el tratamiento de las desigualdades sociales emerge con
fuerza en su vínculo con las políticas sociales. En América Latina,
se identifican como ejes estructurantes de desigualdades: el nivel so-
cioeconómico, el género, la raza y etnia, la edad y el territorio, por-
que “[…] tienen un peso constitutivo determinante en el proceso de
producción y reproducción de las relaciones sociales, de las relacio-
nes de poder y de la experiencia de las personas, como también en
la magnitud y reproducción de las desigualdades” (Abramo, 2019, p.
108).

325
Idania Rego Espinosa

Una interesante mirada la ofrece el enfoque multidimensional


sobre las desigualdades (Reygadas, 2004). Reconocerlas como un fe-
nómeno complejo a analizar en sus aspectos económicos, políticos,
culturales, en interconexión con el género, la clase social, la gene-
ración a la que se pertenece, el color de la piel, el territorio donde
se habita; entre otros diversos elementos, implica su atención en los
niveles micro, meso y macro-social. Además, deben ser tenidos en
cuenta por las políticas públicas en la búsqueda de la igualdad.

Política de empleo y juventudes: entre el deseo y la realidad

Al analizar el ámbito del empleo en Cuba, autores diversos coinciden


que desde el año 2011, las principales transformaciones han sido el
reordenamiento institucional, en busca de reducir el aparato esta-
tal con la reunificación de ministerios; el proceso de disponibilidad
laboral para reordenar y reducir el número de empleados en el sec-
tor estatal, a partir de la idoneidad demostrada, los cuales pasarían
a insertarse en espacios no estatales; así como la ampliación del tra-
bajo en el sector no estatal, que ha profundizado el cambio en la es-
tructura del empleo. Las nuevas formas de gestión no estatal, tales
como: el trabajo por cuenta propia, la entrega de tierras en usufruc-
to y la creación de cooperativas no agropecuarias son opciones de
nuevas fuentes de empleo para la población, especialmente, para las
juventudes.
Si bien no se dispone de estadísticas que permitan visualizar el
peso del segmento juvenil dentro del trabajo privado, algunos inves-
tigadores aseguraban que tres de cada diez trabajadores por cuen-
ta propia son jóvenes. La mayoría pertenece al sexo masculino, hay
mayor presencia del segmento comprendido entre 25 a 29 años y, en
la categoría de contratados, se agrupa algo más del 34%, con mayor
peso de las mujeres (Luis, 2015).
Los derechos, deberes y garantías laborales, están recogidos en di-
versos documentos normativos. En primer lugar, en la Ley 116 Código
326
Juventudes cubanas y el mundo del trabajo

de Trabajo, donde se establecen las garantías jurídicas de los dere-


chos y deberes de trabajadores y empleadores. El derecho de trabajo
validado en el Código de Trabajo se rige por un conjunto de principios
fundamentales, ellos son:

a) Trabajo es derecho y deber social, los ingresos del trabajo son


vía fundamental para contribuir al desarrollo del país y a sa-
tisfacer necesidades personales y familiares.
b) Igualdad en el trabajo, sin discriminación por color de la piel,
género, creencias religiosas, orientación sexual, origen te-
rritorial, discapacidad u otra distinción lesiva a la dignidad
humana.
c) Igualdad en el salario, debe regir principio de distribución
socialista.
d) Prohibición del trabajo infantil y protección especial a jóve-
nes entre 15 y 18 años que se incorporen al trabajo.
e) Derecho a la capacitación y superación.
f) Derechos al descanso diario, semanal y vacaciones anuales
pagadas.
g) Seguridad y salud en el trabajo.
h) Derecho del trabajador y su familia a ser protegidos por la se-
guridad social.
i) Derechos de trabajo y de seguridad social a la trabajadora
para proteger su maternidad.
j) Derecho de los trabajadores a asociarse voluntariamente y
constituir organizaciones sindicales.
k) Derecho de los trabajadores para promover acciones para el
reconocimiento y cumplimiento de los derechos de trabajo y
seguridad social (Ley 116, 2014).

327
Idania Rego Espinosa

Los mismos, se van materializando a través de derechos específicos,


en cuanto al contrato de trabajo, régimen de trabajo - descanso, el
salario, la seguridad y salud en el trabajo, así como la disciplina de
trabajo (Ley 116, 2014).
Los jóvenes, al igual que los demás trabajadores, gozan de ese con-
junto de derechos, deberes y garantías y, otros específicos. Se prohíbe
el trabajo infantil, se brinda protección especial a los que tienen en-
tre 15 y 18 años que se incorporan al trabajo, para preservar su salud
y su desarrollo integral sin importar el espacio en el que se inserten.
Adicionalmente, reciben un tratamiento diferenciado:

– quienes deben cumplir o ya cumplieron con el Servicio Militar


Activo [SMA], es decir, por la condición de estar vinculados a
actividades de la defensa, lo cual beneficia fundamentalmente
a los hombres;
– quienes se gradúan del Curso Regular Diurno de nivel supe-
rior, de Enseñanza Técnico Profesional [ETP] o de centros de
enseñanza especializados, para el cumplimiento del servicio
social, es decir, para quienes hacen una transición lineal exi-
tosa entre el mundo estudiantil y el del trabajo, si bien esto se
ha visto afectado desde hace años para los que no son gradua-
dos universitarios.

Ello significó una ruptura en las políticas de empleo tradicionales, al


quitar responsabilidad al Estado en la búsqueda de empleo y deposi-
tar en muchos graduados de ETP y en sus familias la tarea de buscar
empleo acorde a su calificación, al tiempo que la preparación previs-
ta en el puesto de trabajo durante dos años con la supervisión de un
tutor, como parte del proceso de formación, no se cumple.

– Las jóvenes que deciden ejercer la maternidad.

En el caso de los procesos de disponibilidad laboral, los jóvenes –con


excepción de los que están cumpliendo el servicio social– se encuen-
tran en desventaja, no explícitamente por su edad, pero sí por el

328
Juventudes cubanas y el mundo del trabajo

tiempo de trabajo acumulado. Se requiere tener al menos 10 años de


servicio para disfrutar de más de un mes de garantía salarial.
Los derechos van acompañados de deberes para los actores de la
relación de trabajo. Si bien, la norma para el empleador estatal es
amplia, en cuanto al respeto de los derechos de los trabajadores, tan-
to de manera individual como colectiva, al empleador privado se le
demanda el cumplimiento de formas mínimas, lo que pone en des-
ventaja a los trabajadores contratados.
Tanto informantes clave como expertos entrevistados, coinciden
en que la política mantiene sus principios fundamentales y, que los
principales cambios han sido en el contexto, con el paso a un modelo
multiactoral de la economía. Los expertos reflexionaron, además, en
que esto ha puesto en tensión los principios de la política, pues aten-
ta contra su universalidad, limita su efectividad para regular el pro-
ceso de acceso y desempeño del empleo y, cambia las reglas del juego
al reconocer que empleadores naturales privados pueden contratar
fuerza de trabajo, con lo cual se reconoce la explotación del trabajo.
Algunos expertos consideran que, el lugar de los jóvenes en la po-
lítica no está bien identificado, en particular para su promoción y
desarrollo. Para otros, sí lo está, pero pensado desde la lógica funcio-
nal donde el Estado es el principal empleador – con estrategias im-
plementadas, en ocasiones, poco sistémicas y, por tanto, ineficaces–;
además de, falta de coincidencia entre las expectativas juveniles y las
características del actual mercado de trabajo.
Al preguntarle si conocían sus derechos como trabajadores, de los
205 trabajadores encuestados, el 70,7% declaró que sí; el 13,2% dijo
que no y el 16,1% no respondió. La proporción de quienes respondie-
ron afirmativamente fue similar entre trabajadores estatales y pri-
vados. Los jóvenes destacan entre quienes no conocen sus derechos.
Al indagar sobre sus principales deberes como trabajadores, los
elementos más reiterados fueron – en orden descendente–:

329
Idania Rego Espinosa

Trabajadores estatales TPCP [Trabajadores por cuenta propia]


Buena asistencia y puntualidad Brindar buena atención al cliente
Cumplir el plan de trabajo Cumplir el horario de trabajo
Tener buena disciplina laboral Poseer determinadas cualidades y valores ( ser
honesto, honrado y leal)

Al analizar los anuncios de ofertas de trabajo, se evidencia que de las


266 referencias a cualidades exigidas para obtenerlo, el 98,5% pro-
vienen de empleadores del espacio privado que, a su vez, son el 95,1%
de quienes requieren que los aspirantes tengan buena presencia y
aspecto y, el 100%, de los que refieren otros elementos vinculados a la
apariencia personal.
A partir de los requisitos demandados, se puede dibujar un perfil
del empleado ideal para el sector privado, que –sea hombre o mujer–:
debe tener buen porte y aspecto, ser delgado, que no ingiera bebidas
alcohólicas ni tenga tatuajes, sea responsable, serio; tenga disposi-
ción ante el trabajo, posea destreza y profesionalidad, buen trato
con el público, buena expresión oral y capacidad para trabajar bajo
presión. De ellas, se espera, además, que sean: elegantes, aseadas, no
fumen, sean fuertes y posean buena educación formal; mientras que
del sexo masculino se quiere que también sean altos.
En correspondencia, en los 686 anuncios de personas que bus-
caban empleo hay 59 referencias sobre apariencia personal, sobre
todo, a la buena presencia y aspecto (44), al tiempo que se describen
como responsables (104), serios (79), con deseos de trabajar (52) o ser
trabajador (37) y realizar el trabajo con calidad (30), entre otras cuali-
dades. Las mujeres enfatizan en que aprenden rápido, tienen buena
educación formal y buen “porte y aspecto”, los hombres en su profe-
sionalidad. Ello indica que hay comprensión y aceptación de lo que
se espera de las personas que aspiran a insertarse en el espacio priva-
do, si se tiene en cuenta que solo cuatro personas declararon buscar
trabajo en el estatal y una, en el cooperativo, en comparación con las
135 que arguyeron que les interesaba trabajar para particulares.

330
Juventudes cubanas y el mundo del trabajo

En 428 anuncios de ofertas de trabajo (78,8%), se explicitan otros


requisitos a cumplir. Algunos puntos a precisar son:

– Si bien la edad solo aparece en 70 anuncios, cuando lo hace


se insiste más en personas jóvenes –en especial para labores
de comercio y gastronomía y actividades artísticas– que en
adultas, más asociadas a labores domésticas y de cuidado. Del
total, 67 de esos anuncios proceden del espacio privado.
– De los 78 que especifican sexo – todos de empleadores priva-
dos –, el 89,7% menciona mujeres, en particular: para servicios
de cuidados, actividades artísticas, tareas domésticas y labo-
res de comercio y gastronomía, por lo que se tiende a reprodu-
cir estereotipos que encasillan a las mujeres en ciertos tipos de
trabajos, identificados como tradicionalmente femeninos.
– 67 anuncios especifican lugares de residencia para optar por
el empleo, lo hacen mayormente en puestos dirigidos a perso-
nas adultas y mujeres.
– Solo 41 precisan que las personas tengan disponibilidad hora-
ria, se hace con mayor insistencia en puestos de trabajo para
mujeres, en labores domésticas, de cuidado, en tareas de orga-
nización, promoción y aseguramiento de eventos y procesos, y
para los transportistas.
– De los 5 que declaran que no se tenga hijos o hijos pequeños
como requisito a cumplir, 4 coinciden con trabajos para los
que se buscan mujeres.

Solamente, una oferta de trabajo privado hizo alusión a que la perso-


na debía ser blanca (además, de ser educada, inteligente, disciplina-
da y tener buena presencia), mientras cinco que buscaban emplearse
mencionaron su color de piel, en todos los casos mujeres jóvenes.
De ellas, tres blancas y dos mestizas. Pudiera interpretarse que este
no es un requisito importante para los empleadores, sin embargo, el
reconocimiento por actores diversos de la existencia en la sociedad

331
Idania Rego Espinosa

cubana de discriminación por color de la piel – investigaciones que


alertan sobre posibles brechas de acceso al trabajo en el sector priva-
do para personas no blancas (Pañellas, Torralbas y Caballero, 2015;
Echevarría, Esquenazi y Rosales, 2019) – y las solicitudes de cuando
se envíe el currículum se adjunte una foto de la persona que opta por
la plaza; hace pensar que para algunos empleadores es un requeri-
miento no explicitado, al considerar que no es políticamente correc-
to, además, de ilegal.
Precisamente, el color de la piel fue una de las desigualdades
que los expertos entrevistados consideran se está reproduciendo en
cuanto al acceso al empleo –en particular, en el espacio privado– con
desventaja para personas negras. Otras desigualdades identificadas,
algunas coincidentes con las evidencias aportadas por el análisis de
las ofertas de empleo, fueron:

a) Por género: segregación ocupacional por sexo, acentuada por


demandas de productividad, disponibilidad de tiempo y de
fuerza, retroceso de la presencia de mujeres en trabajos no
tradicionales.
b) Generacional: favorable a jóvenes para ser contratados en el es-
pacio privado, en el que se demanda de adultos cuando poseen
habilidades específicas.
c) Inserción en redes sociales: las personas que cuentan con redes
sociales no de sobrevivencia, sino de vínculos de desarrollo,
están en mejores condiciones de acceder a trabajo con mayor
remuneración.
d) Por espacios económicos: en el estatal, mayor protección laboral
pero insuficiente remuneración, en el privado relativamente
mejor remunerado, pero menos protecciones y garantías. Las
desigualdades en los ingresos se reflejan en el consumo, con
acceso diferenciado a bienes y servicios.

332
Juventudes cubanas y el mundo del trabajo

Reflexiones finales

Sin lugar a dudas, el trabajo continúa siendo central en el ideal de


sociedad que se desea. La política de empleo mantiene sus princi-
pios fundamentales, pero la realidad de los cambios contextuales –a
partir de la diversificación de los actores económicos, la legalización
y legitimación de la propiedad privada y las modificaciones en las
formas de gestión de la propiedad–, la ha sobrepasado y tensiona su
materialización, en tanto fue concebida para un escenario donde el
Estado constituía el principal empleador.
En esta política, además, de los derechos comunes a los trabaja-
dores, existen disposiciones diseñadas especialmente para los y las
jóvenes, pero los mecanismos implementados han sufrido desgaste.
Esto se evidencia en la calidad de esos empleos, la falta de coinciden-
cia entre intereses juveniles y los trabajos ofertados, así como en el
mayor interés por insertarse en el espacio privado.
Las diferencias entre lo previsto para el espacio estatal y el priva-
do, con mayores exigencias y regulaciones para el empleador estatal,
los vacíos normativos e insuficientes mecanismos de control efecti-
vos, esbozan limitaciones de la política de empleo para acompañar
e incluso, adelantarse, a las demandas de la realidad. La ausencia de
mecanismos y de medidas afirmativas que promuevan estrategias de
equidad, deja abierto el camino para la reproducción e incremento
de viejas desigualdades por color de la piel, género, generación, in-
serción en redes sociales y espacios económicos, que son necesarias
visualizar no solo a nivel individual sino familiar y territorial.
Algunas de las demandas de los empleadores privados para se-
leccionar trabajadores, guardan poca relación con los requisitos
propios de los puestos de trabajo y las competencias para cumpli-
mentarlos. Se refieren a la apariencia personal, con patrones dis-
criminatorios, para quienes no se ajusten al ideal requerido, lo cual
comienza a naturalizarse acríticamente por personas que compiten
en ese espacio.

333
Idania Rego Espinosa

Entre los retos que todo ello plantea a la sociedad cubana, destaca
que la política pública universal debe combinarse con otras focaliza-
das que permitan a las juventudes superar las barreras de acceso a
los medios productivos, atendiendo a la heterogeneidad juvenil y a
los diferentes puntos de partida de los grupos juveniles para inser-
tarse y aprovechar las oportunidades que existen.
Asimismo, es necesario potenciar el diálogo social sobre la nego-
ciación de las condiciones de empleo, derechos y garantías laborales
en el sector privado, visto en dos direcciones: por un lado, porque no
basta con que desde la legislación se reconozcan derechos mínimos
si estos no se cumplen y, por otro, habría que volver a lo legislado
para modificarlo, en función de fortalecer derechos y deberes desde
su concepción. Al mismo tiempo, deben buscarse mecanismos fun-
cionales que permitan verificar su cumplimiento.
Mientras van ganando terreno los pequeños y medianos nego-
cios particulares, no son para nada despreciables las resignificacio-
nes que, desde la psicología de la vida cotidiana, se producen en la
subjetividad individual y colectiva, en cuanto a las aspiraciones y
proyectos de vida, en especial, de las más jóvenes generaciones. Aquí,
en el campo de la subjetividad radica, sin lugar a dudas, otro de los
retos a atender desde el presente para la sociedad.

Bibliografía

Abramo, Laís. (2019). La matriz de la desigualdad en América La-


tina. Avances y desafíos de cara al futuro. En Daniel Filmus y Lu-
cila Rosso (comps.), Las sendas abiertas de América Latina. Aprendi-
zajes y desafíos para una nueva agenda de transformaciones. Buenos
Aires: CLACSO. http://biblioteca.clacso.edu.ar/clacso/se/

334
Juventudes cubanas y el mundo del trabajo

Domínguez, María Isabel y Castilla, Claudia. (21- 24 de abril de


2010). Prácticas participativas y subjetividades en grupos juveniles
de Ciudad de la Habana [ponencia] V Encuentro Internacional del
GT de CLACSO “Juventud y nuevas prácticas políticas en América La-
tina”. CLACSO.

Echevarría, Dayma, Esquenazi, Arelys y Rosales, Susset. (2019)


Trabajo y empleo en Cuba: algunas propuestas desde la equidad.
En José Luis Martín y Mirlena Rojas (coords.), Hablemos del traba-
jo en Cuba. El debate necesario y el futuro a construir (pp. 69- 83). La
Habana: Ediciones Acuario.

Krauskopf, Dina. (1998). Dimensiones críticas en la participación


social de las juventudes. Participación y Desarrollo Social en la
Adolescencia. San José: Fondo de Población de Naciones Unidas).
http://bibliotecavirtual.clacso.org.ar/

Ley 116 Código de Trabajo 2014. Gaceta Oficial 29 Extraordinaria.


17 de junio de 2014. http://www.gacetaoficial.cu

Luis, María Josefa. (2015) Las transformaciones laborales reali-


zadas en Cuba entre los años 2010 y 2014, su repercusión en los
jóvenes. Estudio (18), 42- 52.

Pañellas, Daybel, Torralbas, Jorge Enrique y Caballero, Claudia


María. (2015). Timbiriches y otros negocios: Cuentapropismo e
Inequidades Sociales en la capital cubana. En María del Carmen
Zabala et al. (comps.), Retos para la equidad social en el proceso de
actualización del modelo económico cubano (pp.215-242). La Haba-
na: Ciencias Sociales.

Reygadas, Luis. (2004) Las redes de la desigualdad: un enfoque


multidimensional. Política y Cultura (22), http://www.scielo.org.
mx/pdf/polcul/n22/n22a02.pdf

335
Idania Rego Espinosa

Vommaro, Pablo. (2014) Juventudes, políticas y generaciones en


América Latina: acercamientos teórico conceptuales para su
abordaje. En Sara Victoria Alvarado y Pablo Vommaro (comps.),
En busca de las condiciones juveniles latinoamericanas (pp. 11- 36)
Buenos Aires: CLACSO / Tijuana: El Colef/ Manizales: Universi-
dad de Manizales/; Sabaneta: Cinde.

336
Capítulo V.
Dimensiones jurídica,
cultural y racial de las desigualdades
Las desigualdades sociales
desde la co-creación del dato
Raül Ruiz Soler

Fuera de la ley, hay todavía mucho Derecho (no sólo al revés, como
se señala en las dictaduras). Si así lo ven juntos antropólogos y
juristas, la colaboración está asegurada.

Terradas (2012)

Introducción

El eje rector de este texto parte del núcleo duro cultura-desigualdad


del VI Taller Internacional Cultura y Desigualdades y tiene como meta,
indagar en las desigualdades sociales desde una perspectiva antro-
pológica y un acercamiento cualitativo guiado por una metodología
colaborativa en términos de co-creación. Para esto, se presentan al-
gunos casos investigativos en curso, que buscan recabar testimonios
para la defensa jurídica sobre sucesos de violación de derechos huma-
nos. De esta índole, es a través de las narrativas sobre las experiencias
cotidianas, que nos interesa analizar las distintas desigualdades so-
ciales y las diversas formas de creación de conocimiento que surgen,

339
Raül Ruiz Soler

tanto a lo largo del proceso violento vivido por los actores como en el
proceso co-creativo del dato exegético. Para una mejor comprensión,
se comparte una reflexión sobre el quehacer antropológico y el tra-
bajo de campo, que permite presentar el apartado metodológico que
se ha utilizado para llevar a cabo la presente investigación. Cierran,
algunas notas a modo de conclusión reflexiva.

Contexto de la investigación

Las desigualdades sociales se pueden entender como formas de vio-


lencias1basadas en pedagogías de la crueldad (Segato, 2016). Están
instauradas en las epistemes estructurales que dan sustento a ciertas
actuaciones raciales por parte de las instituciones2, jerarquías artifi-
ciales que se transmiten de maneras subjetivadas a las distintas ca-
pas de la población. Tal vez, parte de ello, se debe a que una cultura es
creadora –y es creada– por desigualdades endogámicas (de género,
generación, de roles, etcétera), en su propio proceso constitutivo his-
tórico, tanto de ordenamiento como de fronteras sociocultural, para
con la diferenciación del otro cultural, tal y como proponía Barth
(1976).
Pero, como característica del contexto del capitalismo tardío, el
problema de las diferencias radica en su transición hacia encapsu-
lamientos raciales asimétricos. Se pasa de un proceso constructivo
de otredades culturales como diferenciadoras de lo identitario a

1
Se introduce el plural porque analizamos aquí las violencias en términos de
Galtung (2016). Esto es, observar las violencias en tres niveles: cultural, estructural
y directa; multicapa que hace notar en otros términos Žižek (2009). Para ahondar en
la violencia cultural, indáguese en Olmos (2013) y para entenderla como proceso, ver
Ferrándiz y Feixa (2004).
2
“El lector ya conoce las consecuencias de tipo social y político que han podido ser
derivadas de estos principios básicos del racismo: desde el genocidio nacista hasta la
persecución de los indocumentados mexicanos en la frontera norte, pasando por los
skinheads en Alemania e Inglaterra” (Stavenhagen, 1992, p. 7).

340
Las desigualdades sociales desde la co-creación del dato

reconstrucciones culturales3 centradas en las desigualdades jerar-


quizantes, o lo que es más grave aún, a una cultura hegemónica crea-
dora y sustentada en la desigualdad.
En lo que sigue, notarán los lectores que voy a ser bastante discre-
to –más bien genérico– con la información sobre nombres, contextos
y datos de los colaboradores de este estudio, pues los juicios y de-
mandas de las que emana la siguiente reflexión, están en activo, bajo
secreto de sumario y no es posible develar información clave, para
no poner en peligro a las víctimas4 demandantes. Además, para no
romper los marcos jurídicos y éticos de confidencialidad en los que
se encuadra el presente proceso de investigación. En suma, se trata
de procesos de indagación multidisciplinarias sobre trabajo forzado
y trata5 de personas en contextos transfronterizos (México-america-
nos) con la finalidad de crear datos y archivo para la defensa jurídica.
Se aborda la presente pesquisa como análisis de y desde la prác-
tica. Por ello, no se pretende aquí, presentar ni debatir problemas
teóricos sobre los métodos colaborativos o aplicados. Eso sí, como
desarrollaremos más adelante, creemos en posicionamientos don-
de cada proceso de investigación cualitativo requiere de formas de

3
Como bien argumentan Fitoussi y Rosanvallon: “Se generan restructuraciones cul-
turales que enfrentan la obsolescencia del sistema neoliberal en tiempos del capi-
talismo tardío, frente un desgaste acelerado de los gobiernos. Ya nos avisaban que
la cuestión de la desigualdad es un elemento característico de la época” (Fitoussi y
Rosanvallon, 1997, p.45).
4
Estamos de acuerdo con Gatti cuando piensa a la víctima como: “Figura complicada
de definir para un científico social, pues cada una es única (el dolor no se compara,
decimos) aunque a veces trabajen como conjunto, pues componen actores colectivos
(asociaciones, grupos de intereses, manifestaciones…) [ …] pero no como los otros. Es
un sujeto que sufre, un individuo concreto que padece, un humano en posición de
despojo y es también – el sociólogo que soy no puede dejar de verlo– una construcción
histórica y colectiva (Gatti, 2018, p. 284).
5
En referencia a la trata, para el territorio estadounidense, encontramos tres marcos
legales para con el delito de la trata: 1) Del convenio de 1930 se deriva la definición
de TP de la Organización Internacional del trabajo; 2) La Ley de protección contra
la violencia y las víctimas de trata de 2000; 3) el Protocolo de la ONU para Prevenir,
Reprimir y Sancionar la trata de personas (2007). En estos marcos hay similitud en
sus definiciones, por lo contrario, hay diferencias en características nucleares para
esta investigación como la movilidad o la nacionalidad.

341
Raül Ruiz Soler

co-creación de prácticas otras (Leyva, 2021), de una teoría inductiva


flexible cercanas a la fundamentada (Strauss y Corbin, 2002), mirada
a la realidad social que demanda de innovación ad hocal problema de
estudio y, que por ello, huye de metodologías algorítmicas o preesta-
blecidas que tienden a la inmovilidad.
En tal sentido, lo que sigue constituye notas de un avance de in-
vestigación que, recolecta experiencias de vida en el trabajo forzado
y la trata de personas, interseccionado con el proceso de búsqueda
de justicia y de defensa jurídico-legal. Como veremos, la decisión
del proceder metodológico se enfrentaba a distintas metas: a) crear
una red de colaboradores que sufrieron el mismo contexto de violación
de DDHH [Derechos Humanos] sin visibilizarlos ni ponerlos en peligro;
b) (de)construir el grupo a través de la triangulación del dato cualitativo
para visibilizar posibles victimarios dentro de la red y c) entrevistar a los
colaboradores a profundidad, no solo para recabar testimonios para la
defensa jurídica –declaraciones juradas–, sino en aras de triangular
datos cualitativos que vertieran luz a todo el proceso.

Metodología: creando/pensando la red desde co-creación


y la reflexión

Teniendo en mente las tres metas anteriores, se propuso el desarro-


llo de una metodología-colaborativa- de investigación que pivotara
en ciertos puntos:

i) el método etnográfico de Agar (1992),


ii) las técnicas de snowball y la entrevista y,
iii) la co-creación del dato entendida como la revisión y la re-
edición de los guiones prestablecidos a través de la acción
y las narrativas de los actores implicados, así como la bús-
queda de colaboradores. Todo ello, dotando de agencia a los
demandantes.

342
Las desigualdades sociales desde la co-creación del dato

Así, para pensar la secuencia investigativa se tomó como guía la pro-


puesta antropológica del método etnográfico de Michael Agar (1992),
argumentado en Hacia un Lenguaje Etnográfico. Se tomaron como
ejes lo que refiere a sus conceptos claves para dar cuenta del com-
portamiento, tanto del etnógrafo como de la etnografía: la quiebra,6
el esquema corregible7 y la resolución. La finalidad de la propuesta
sería que, los esquemas que la y el etnólogo (a) lleve implícitos por
su formación/trayectoria académica, se irían trasformando para
ajustarse a los nuevos hechos –quiebras– que se encuentran por el
camino de la investigación, tanto de otra cultura diferente como a
grupos pertenecientes a clases, razas o géneros diversos de la propia
sociedad.
Para ese autor, un strips, pueden ser actos sociales, entrevistas
informales conducidas por el etnógrafo, entrevistas estructuradas;
experimentos desarrollados en el trabajo de campo; documentos de
algún tipo; “cualquier fenómeno delimitado contra el cual el etnó-
grafo ponga a prueba su comprensión del grupo” (Agar, 1992, p.131).
Por último, la resolución consiste en acomodar los esquemas a los
strips, es decir, tratar de amoldar los esquemas, para dar cuenta de
las quiebras que acontecen en la investigación.
En segundo lugar, centrado en una mirada antropológica, desde
un inicio –y desde el aporte antropológico por parte del investiga-
dor–, se buscaba la co-reflexión a través de la co-labor para respon-
der a la pregunta: ¿qué esperan y saben los que demandan sobre la
demanda? Centrada y construida la investigación desde paradigmas
jurídicos con base al derecho hegemónico, los abogados propusieron
dar información del caso a los afectados y ampliar la red de infor-
mantes. En efecto, la primera propuesta de los juristas no atendía – en

6
En palabras del autor: “Una quiebra es una falta de concordancia entre el encuentro
de uno con una tradición y las expectativas contenidas en los esquemas mediante los
cuales uno organiza la propia experiencia. Uno modifica entonces los esquemas, o
construye otros nuevos, e intenta otra vez. Basado en ese nuevo intento se realizan
modificaciones adicionales, y el proceso continúa iterativamente hasta que la quiebra
no es más un problema” (Agar, 1992, p.124).
7
Agar toma prestada la noción de Hirsh (1976) de esquema corregible.

343
Raül Ruiz Soler

términos de co-labor– a dicha pregunta. Para modificar el esquema,


fue necesario ir co-creando un protocolo de entrada8, herramienta
que se leía –a todos por igual– durante los contactos telefónicos para
que generara procesos de encuentro o de intercambio de lo vivido. El
rol como investigador consistía precisamente en eso: generar articu-
laciones de co-labor, al filo de la normativa propuesta, en busca de
articular dato etnográfico para (re)construir la realidad sociocultu-
ral durante los procesos de violencia vividos por los actores.
Lo anterior, se trabajó a través del snowball. De forma general, la
técnica se utiliza para realizar muestreos representativos – o no –
de poblaciones que son difíciles de contactar. Después de un análisis
del caso, entre abogados y antropólogo, las determinantes de elec-
ción del procedimiento fueron dos. Por un lado, por la dificultad de
contacto por causas geográficas, por estar los autores localizados en
enclaves transnacionales diversos –lo que en la literatura se cono-
ce como hard-to-reach populations9–. Por el otro, por ser grupos que
no quieren ser contactados, ya sea por miedo a represalias y violen-
cias por parte de los demandados, o por su ilegalidad migratoria en
los territorios que habitan –usualmente nombrados como hidden
populations–.
Definitivamente, desde la co-creación del dato, se buscaba escu-
char e interpelar las experiencias de vida en los procesos de violencia
para descubrir las fronteras, tensiones y desigualdades que producía
el mero acercamiento a los actores. Por ello, a través de enfrentar los
strips (datos de los informantes), la co-labor de detectar a posibles
víctimas y victimarios, también, cambió de esquema. No sería solo
tarea pericial del investigador, sino que los actores se convirtieron

8
El protocolo, es un guión preestablecido que sirve como guía a la hora de contactar
a los afectados. Los textos fueron co-creados a través de una triple hélice. Esto es: entre
el investigador, los abogados y –con datos recolectados– mediante entrevistas a varios
actores claves que representan las demandas y se encuentran bajo protección jurídica
por parte de los abogados.
9
Shaghaghi, A, Bhopal, R. y Sheikh, A (2011). Approaches to recruiting ‘Hard-to-reach’
populations into research: a review of the literature. Health promotion perspectives.
http://journals.tbzmed.ac.ir/HPP/Manuscript/HPP-1-86.pdf

344
Las desigualdades sociales desde la co-creación del dato

en voceros, en investigadores para co-crear la red de personas afec-


tadas. La intención del cambio buscaba el contacto a nivel de iguales
mediante acercamientos dialógicos entre actores que habían vivido
las mismas violencias encarnadas, pero, evidentemente, en distintos
grados.
Como resultado preliminar, las formas asimétricas y controver-
tidas de acercamiento de las primeras etapas de la investigación, se
modificaron casi por completo. Se empezaba con un proceso de code-
cisiones personales de los actores, se les daba información, responsa-
bilidad y confianza en su participación al proceso y se les intentaba
otorgar lo que, a menudo, se les niega desde un acercamiento positi-
vista a los sujetos en estudio: agencia.

El rol de las experiencias subjetivas y los testimonios


para el dato

Pero, ¿qué incertidumbres, límites y posibilidades se abren cuando


se generan cambios metodológicos durante los procesos de investi-
gación? Admitamos, por el momento, que los cambios produjeron
una conexión de y entre la red de personas por otros medios, para
los mismos fines, creando dato nuevo para nutrir la triangulación
(Denzin, 1970; Flick 2007)10. Bastará aquí, como muestra, la rectifica-
ción de cómo se realizaban los contactos telefónicos y su proceden-
cia numérica. Después de varios diálogos con los actores implicados
se empezó a observar el rol de las ladas y, a considerar, esta hipótesis:
si las llamadas procedían desde cierta lada, había una amplia posibi-
lidad que los miembros del grupo no respondieran a las mismas por

Denzin establece cuatro tipos básicos de triangulación: (1) de datos, (2) de investi-
10

gadores, (3) teórica y (4) metodológica (p.301). En términos de Flick (2007), la trian-
gulación es una: “combinación de métodos, grupos de estudio, entornos locales y
temporales y perspectiva teóricas diferentes para ocuparse de un fenómeno” (p. 243).
Nos alienamos con parte de estas dos posturas, en cuanto es el propio proceso investi-
gativo, su flexibilidad y cambios, lo que acaban validando las técnicas e instrumentos
que se aplican para la co-creación del dato.

345
Raül Ruiz Soler

miedo a violencias y represalias, lo que crea, de este modo, desigual-


dad en la participación y violencia por parte del equipo investiga-
ción. Así sucedió mientras avanzaban las interacciones.
En consecuencia, apreciamos que, conversaciones espontáneas
que no seguían un esquema preestablecido de entrevistas, aportaron
nuevos strips que forzaron el cambio en el esquema. En el protocolo
de contacto articulado de antemano, se modificaban las ladas de sali-
da dependiendo de a quién se pretendía contactar.
Antes de dar paso a las reflexiones de investigación, examinamos
otras estrategias de método aplicados en la pesquisa. Un proceso
como el presente, donde la co-creación tiene que hacer emerger las
desigualdades y violencias vividas sin crear o perpetuar desigual-
dades socioculturales necesita tener en el centro la reflexibilidad11.
Cambiar las herramientas metodológicas heredadas de recolección
de datos, las cuales se encaminan a una forma extractiva del mis-
mo, por un método dialógico que descentre a los expertos y coloque
como iguales tanto la participación de los involucrados como el dato
que generan. Es decir, si ponemos como ejemplo la técnica de la en-
trevista, mutó de lo unidireccional (investigador-entrevistado o emi-
sor-receptor) a lo multidireccional, a lo dialéctico en vista de darle
profundidad a la co-creación.
Merece la pena subrayar, de lo expuesto más arriba, que con ello
intentábamos disminuir la asimetría a la hora de los acercamientos
con los actores y, nutrimos a su vez, nuestros guiones pre-estableci-
dos de saberes situados en términos de (Haraway, 1995); testimonios
articulados y narrados en una pretensión de verdad que más tarde
sonco-creados por los juristas, los cuales van analizando, filtrando y
textualizado desde el conocimiento jurista situado que será narrado
como defensa en la arena máxima del Derecho positivo, esto es, en
la corte.

La reflexividad, según Parker (2004, p. 25), es: “una manera de atender a la localiza-
11

ción institucional de los aspectos históricos y personales en la relación investigativa”.


Para ahondar más en el concepto, véase: Guber (2001).

346
Las desigualdades sociales desde la co-creación del dato

Reflexiones a compartir

Nos aliniamos con París en cuanto: “Existe una gran coincidencia


entre los procesos de explotación, de dominación y de opresión ét-
nico-racial.” (2002, p. 290). Una investigación tan amplia como la
presente, resumida en unas notas, sobre parte de las quiebras y los
esquemas corregibles del proceso metodológico, siempre deja zo-
nas oscuras o partes que profundizar. Escuchar esos relatos de los
actores participantes en las demandas es, en sí mismo, una manera
de apoyarlos y al co-crear el dato, no solo les ofrecemos la oportuni-
dad de hacerse oír, sino que podemos observar las desigualdades, en
cuanto a las distintas formas en que la cultura jurídica nos moldea.
Como se dijo al principio, este artículo ha sido una pausa en una
investigación aún en curso, unas anotaciones sobre el camino reco-
rrido y la escritura de unas observaciones para lo que falta. De las
meditaciones antropológicas, hasta el momento, pensamos que la
primera ruptura con las epistemologías rígidas que ha producido el
proyecto es que, no se pretende “ganar la confianza” de los sujetos
en estudio para extraer el dato y producir conocimiento científico,
sino que el proceso se invierte. Las víctimas son las primeras que
contactan, buscan acompañamiento experto en su búsqueda de jus-
ticia. Inmediatamente, se articulan y co-crean, tanto los protocolos
de contacto como la misma red (snowball). Se le pregunta al actor si
quiere participar –explicándole sus beneficios y sus incertidumbres–
en entrevistas, donde compartirá sus experiencias de vida dentro del
proceso de violación de DDHH, con la finalidad de búsqueda de jus-
ticia social, por su beneficio directo, bien que en estos procesos de
demanda es generalizable al del propio grupo de compañeros.
De este modo, surge un giro epistémico importante: la apreciada
actividad posmoderna académica de la devolución del dato se me-
tamorfea aquí –si el juicio acaba en buen puerto–, al devenir el dato
de facto en praxis; esto es, se hace realidad una reparación del daño
económico, se implementa la justicia social y el caso sale a la luz

347
Raül Ruiz Soler

ciudadana. Así, los actores transitan de lo privado, en cuanto las vio-


laciones sufridas a lo público, es decir, al acceso y el reconocimiento
socio-legal de las violencias sufridas por los actores.
Articular una metodología centrada en la co-creación ha hecho
aflorar la desemancipación jurídica, entendida como las diversas
desigualdades que sufren los actores sociales que participan de la de-
manda. Por ejemplo, vemos que, los tempos del juicio no son los tiem-
pos de las personas damnificadas y, tampoco, el de sus demandas. Si
le sumamos a ello el tiempo –necesario para lo etnográfico– parece
una ecuación inconmensurable para las tres partes. Solamente, se
trasciende lo anterior cuando se alinean las miradas, cuando se tiene
claro que los mecanismos propuestos para la co-creación y defensa
caminan hacia una lógica judicial (la demanda y el juicio), en bien de
las partes, pero que está muy lejos de articular todas las demandas de
los actores o buscar la verdad antropológica.
Igualmente, se explicitan las desiguales de acceso a la justicia. Los
actores sufren una suerte de aculturación judicial inducida12, puesto
que al aceptar participar en las demandas se adentran en un campo
hegemónico de poder desconocido. Se hunden en una lógica jurídi-
co-céntrica, inconmensurable, muy alejada de la realidad social de
sus contextos cotidianos.
Como hemos observado, al interior de la red de actores se crean
vínculos, conformados estos por experiencias semejantes de vida
que articulan, tal y como proponía Anderson (1993), comunidades
imaginadas. De esta índole, pensamos que las semejanzas que se te-
jen a la luz de la identidad del grupo violentado son: redes especí-
ficas de migración y enganche laboral; el miedo a la represalia y la

Se hace una reformulación aquí, de la concepción aculturación inducida que Manuel


12

Gamio (1918) utiliza para prestar el rol del mestizaje, el indigenismo, el integracionis-
mo y la construcción de la nación mexicana. Lo que se trata de expresar aquí, recu-
perando ese proceso de asimilación, es cómo los actores sociales que conforman las
demandas se hunden en una surte de aculturación jurídica forzada, para compren-
der los procesos de demanda, las posibilidades y fronteras de participar de ellas. Para
indagar más, véase el libro: Forjando patria o Luis Villoro. Los grandes momentos del
indigenismo en México. (1979).

348
Las desigualdades sociales desde la co-creación del dato

detención migratoria; la búsqueda de justicia; asentamiento nóma-


da o la inclusión cultural. Lo anterior actúa como dispositivo bipolar;
es decir, por un lado, alienta a los afectados a participar, pero por el
otro, actúa en su contrario como herramienta de dispersión y auto-
protección del grupo, lo cual dificulta el ser localizado.

Notas finales

Sucintamente, es válido recordar que, a partir del núcleo duro cul-


tura-desigualdad del VI Taller Internacional Cultura y Desigualdades,
este artículo abrió con la interrogante: ¿cómo analizamos desde la
antropología esta tensión cultura-desigualdad, sus cambios, impli-
caciones epistemológicas, socioculturales y políticas; desde una
metodología que tenga en cuenta la co-creación? Además de lo ar-
gumentado más arriba –sale a la luz– como la desemancipación ju-
rídica se legitima deconstruyendo las conexiones entre las distintas
capas de la población para poder acceder a la justicia. Por ello, en el
presente texto, colocamos como eje central el valor de los resultados de
la investigación vs el valor aceptable de riesgos. Creemos que, continuar
desenmascarando las desigualdades, desde la antropología jurídica
aplicada, nos ayudará, por un lado, a indagar en los circuitos y estruc-
turas por donde se movilizan los afectados y, por el otro, visibilizar
las estructuras de posibilidades e (in)acción a los que pueden acceder
–y/o crear– los individuos, tanto en el proceso de trata de personas
como en vistas a sus reivindicaciones y demandas de justicia.
Por ello, los procesos de co-creación del dato –etnográfico– que
aquí se comparten, van conectados de manera personal –dentro de
las múltiples reflexividades– a las experiencias de vida que compar-
ten los actores demandantes. Lo anterior, deriva de la conexión con
los procesos existenciales otros, puesto que crean lazos y relaciones
de empatía durante todos los procesos de escucha y narración, cono-
cimientos que dicotómicamente –e inevitablemente– articulan co-
nexiones, tanto de empatía como de fricción. De esta manera, tal vez,
349
Raül Ruiz Soler

una etnografía rigurosa tiende a bascular hacia formas compartidas


de experimentar, pensar y observar una realidad concreta, en el en-
tendido que, se trata de una experiencia dialógica, llena de matices
y percepciones, las cuales se ponen a prueba sobre la marcha en los
momentos de la co-creación del dato, reflejados en todos los procesos
que se han expuesto en el desarrollo de estas páginas.

Bibliografía

Agar, Michael. (1991) Hacia un lenguaje etnográfico. En Carlos


Reynoso (comp.), El surgimiento de la Antropología Postmoderna
(pp.117-140) Barcelona. Gedisa.

Anderson, Benedict. (1993). Comunidades imaginadas. México: F. C.

Arendt, Hannah. (2006). Sobre la violencia. En Guillermo Solana


(trad.), (pp. 9-78). Madrid: Alianza Editorial.

Barth, Fredrick. (1976). Los grupos étnicos y sus fronteras. México:


Fondo de Cultura Económica.

Guerrero, Alicia. (2014). Antropología y Racismo en Méxi-


co.  Desacatos. Revista De Ciencias Sociales, (4), 53-79. https://doi.
org/10.29340/4.1234

Douzet, María Teresa. (2007). La tradición en la hermenéutica de


Hans Georg Gadamer. CUHSO Cultura - Hombre - Sociedad, 13(1),
73-88. doi:http://dx.doi.org/10.7770/cuhso-V13N1-art254.

Denzing, Norman. (1970). The Research Act: A Theoretical Introduc-


tion to Sociological Methods. New Yersey: Transaction Publishers.

350
Las desigualdades sociales desde la co-creación del dato

Denzing, Norman. (1975). The Research Act. Chicago: Aldine.

Ferrándiz, Francisco y Feixa, Carles. (2004). Una mirada antro-


pológica sobre las violencias. Alteridades, 14(27),159-174. https://
www.redalyc.org/articulo.oa?id=74702710

Flick, Uwe. (2007). Introducción a la investigación cualitativa. Ma-


drid: Morata.

Flick, Uwe. (2014). La gestión de la calidad en la investigación cuali-


tativa. Madrid: Morata

Fitoussi, Jean-Paul y Rosanvallon, Pierre. (1997). La Nueva Era de


las Desigualdades. Buenos Aires: Manantial.

Galtung, Johan. (2016). La violencia: cultural, estructural y direc-


ta. Cuadernos de estrategia, (183),147-168.

Guber, Rosana. (2005). El salvaje metropolitano. Reconstrucción del


conocimiento social en el trabajo de campo. Buenos Aires: Paidós.

Guber, Rosana. (2011). La etnografía. Método, campo y reflexividad.


Buenos Aires: Siglo XXI.

Haraway, Donna. ( 1995). Ciencia, cyborgs y mujeres. Madrid:


Cátedra.

Jones, Gared y Rodgers, Dennis. (2019). Ethnographies and/of vio-


lence. Ethnography, 20(3) 297-319.

Leyva, Xochitl. (2021). Aportes desde los márgenes a la co-creación


de prácticas otras de conocimientos. Antropologías del sur, 8(16),
115- 131. https://dx.doi.org/10.25074/rantros.v8i16.2195

Olmos, Miguel. (2013). Despojo y violencias en los pueblos indígenas


del noroeste de México. Fronteras Culturales, Alteridad y Violencia.
Tijuana: COLEF.

351
Raül Ruiz Soler

París, María Dolores (2002). Estudios sobre el racismo en Améri-


ca Latina. Política y Cultura, (17), 289- 310. UAM

Parker, Ian. (2004). Qualitative Psychology: Introducing Radical Re-


search. Buckingham: Open University Press

Rosaldo, Rossana. (2000). Cultura y verdad: Nueva propuesta de


análisis social. México D.F.: Grijalbo.

San Román, Teresa. (2009). Sobre la investigación etnográfica. Re-


vista de Antropología Social, (18), 235-260. https://revistas.ucm.es/
index.php/RASO/article/view/RASO0909110235A

Scheper-Hughes, Nancy. (1997). La muerte sin llanto: Violencia y


vida cotidiana en Brasil. Barcelona: Ariel.

Stavenhagen, Rodolfo. (1992). Antropología y racismo: un deba-


te inconcluso. Antropológicas, (4), 5-8. https://biblat.unam.mx/es/
revista/antropologicas-instituto-de-investigaciones-antropologi-
cas-unam

Strauss, Anselm y Corbin, Juliet. (2002). Bases de la investigación


cualitativa: Técnicas y procedimientos para desarrollar la teoría fun-
damentada. Medellín: Editorial de la Universidad de Antioquia.

Terradas, Ignasi. (2012). Antropología jurídica: en torno al replan-


teamiento de Louis Assier-Andrieu. Áreas. Revista Internacional
de Ciencias Sociales, (19), 51–65. https://revistas.um.es/areas/
article/view/144771

Zižek, Slaboj. (2009). Sobre la Violencia: Seis Reflexiones Marginales.


Buenos Aires: Pairós.

352
Migración de retorno de Estados Unidos
a México de la generación 1.5
Perspectivas desde los estudios de movimientos
sociales y de performance cultural

Arturo Montoya Hernández

Introducción

El presente artículo tiene el objetivo de revisar algunas herramien-


tas conceptuales y metodológicas para la investigación de las or-
ganizaciones creadas por migrantes de retorno de la generación 1.5
de Estados Unidos a México, las cuales trabajan parar mejorar las
condiciones de (re)incorporación de otros migrantes en igual situa-
ción y, defender sus derechos sociales, culturales y políticos, tanto en
México como en Estados Unidos. La presentación consta de tres par-
tes. Primero, se revisará la conceptualización sobre el retorno en los
estudios de migración y sobre la generación 1.5 de migrantes. En un
segundo momento, se mostrarán elementos para definir a las orga-
nizaciones formadas por migrantes de retorno y el trabajo que estas
realizan. Por último, se expondrán las herramientas conceptuales -
metodológicas aportadas por los estudios de los movimientos socia-
les y de performance cultural que permiten explorar las prácticas de
estas organizaciones.

353
Arturo Montoya Hernández

Conceptualización de la migración de retorno


y la generación 1.5

La definición de retorno en los estudios de migración tomó relevan-


cia a partir de la década del ochenta del siglo XX, para estudiar el
impacto de los flujos migratorios en los países de origen y destino.
Asimismo, su importancia en la discusión sobre políticas públicas
se relaciona con la producción de instrumentos políticos internacio-
nales, dirigidos a la gobernanza y control de las migraciones. Esto
implica un énfasis en la mirada de las sociedades receptoras de mi-
grantes –quienes proyectaron con los países emisores– estrategias
para organizar un pretendido retorno voluntario. Sin embargo, la
idea de dicho retorno, muchas veces se instrumenta a partir de polí-
ticas coercitivas y restrictivas que fuerzan a los migrantes a regresar
a sus países de origen, o a un tercer país designado para mediar el
retorno. Estos programas de retorno voluntario asistido, son – por
tanto– resultado de una producción teórica y política desde arriba,
que atiende a la perspectiva gerencial de los Estados receptores de
migrantes, sin considerar las necesidades específicas de estas perso-
nas, ni el contexto en sus lugares de origen (Cassarino, 2014).
De acuerdo con ese autor, una respuesta a esta situación se en-
cuentra en la conceptualización de la preparación del retorno, la cual
permite estudiar los aspectos tangibles e intangibles que repercuten
en la experiencia de los migrantes y proyectar las complejidades de
su reintegración en la sociedad de origen. Este concepto se suma a
las variables tradicionales en el estudio del retorno que consideran:
1) el contexto en su país de origen; 2) la duración de su estancia en el
exterior y el tipo de migración y 3) los factores o condiciones, tanto
de su país de origen como de destino, que motivan el regreso. En con-
secuencia, se toman en cuenta las habilidades de los migrantes para
reunir recursos tangibles –como ahorros o bienes inmuebles y recur-
sos intangibles como contactos, relaciones, redes de apoyo, habilida-
des y saberes sobre el contexto en el país de origen– que coadyuven a

354
Migración de retorno de Estados Unidos a México de la generación 1.5

su integración. De este modo, en dependencia de la capacidad de mo-


vilizar recursos, se consideran tres tipos de migrantes de retorno: a)
aquellos con un alto nivel de preparación, b) quienes poseen un bajo
nivel de preparación y c) quienes se encuentran sin preparación.
Un aspecto importante de la conceptualización de la preparación
del retorno (Cassarino, 2004), es que esta se encuentra anclada en
la perspectiva teórica de las redes sociales, para la cual los migran-
tes son actores que participan en la conformación y mantenimiento
colectivo de dichas redes, en tanto ejercicio asociativo basados en
intereses comunes y expresado en organizaciones e instituciones.
Esto, marca la diferencia con la perspectiva transnacional, donde las
relaciones y tránsito continuo entre lugar de origen y destino, se ba-
san en atributos étnicos, nacionales o en el parentesco, que permiten
procesos de intercambio y movilidad constante. Así, complejiza la
perspectiva estructuralista que se centran en constatar la sociedad
de origen y la sociedad de destino para, evaluar el impacto que las
habilidades y el capital financiero de los migrantes de retorno ten-
drán, sobre las relaciones de poder, las tradiciones y los valores de
sus lugares de origen. Además, se contrasta con las perspectivas neo-
clásicas y de la nueva economía laboral, las cuales consideran que el
retorno se deriva de un mero cálculo de intereses, costos y beneficios.
Al respecto del proceso migratorio de retorno de Estados Unidos
a México, este se inscribe en una nueva etapa migratoria, derivada
del reforzamiento de la frontera México-Estados Unidos y del endu-
recimiento de políticas restrictivas vinculadas a la deportación y al
retorno forzado, así como de la crisis económica y laboral del año
2008. De esta manera, se ha pasado de una migración circular y de
renovación continua de cohortes generacionales migrantes (Jiménez
y Fitzgerald, 2007) a dos procesos paralelos: uno, de extensión de la
permanencia en Estados Unidos y otro, de retorno. De acuerdo con Rive-
ra (2015), la migración de retorno implica procesos de negociación y
readaptación –personal, familiar y social–, las cuales influyen sobre
la inserción social y la reinserción laboral. De igual modo, mencio-
na que, en el caso mexicano, la localidad de retorno no suele ser la
355
Arturo Montoya Hernández

comunidad de origen, consecuencia de los procesos de migración


interna y desarrollo económico diferenciado que, distribuyen de
manera asimétrica las oportunidades de reinserción entre espacios
rurales y urbanos. Este proceso, en conjunto con el nivel de prepara-
ción para el retorno y las expectativas de los migrantes –definidas
en términos de su historia de vida y de sus trayectorias migratorias–
inciden en la decisión de asentarse o de iniciar una (re)emigración.
En el caso de la generación 1.5 de migrantes es definida por Rum-
baut (2004), en términos de una cohorte generacional, que se ubica
entre la primera generación –la cual inicia de manera voluntaria el
proceso migratorio personal o familiar hacia Estados Unidos– y la se-
gunda generación –conformada por los hijos de migrantes, quienes
obtienen la nacionalidad norteamericana por nacimiento–. De este
modo, en el caso de estudio en cuestión, la generación 1.5 se confor-
ma por personas nacidas en México que llegaron a Estados Unidos
durante la niñez, convirtiéndose en el lugar en el cual adquirieron
distintos aprendizajes y arraigos culturales, lingüísticos, educativos
y sociales; pero que no poseen la nacionalidad norteamericana. En
muchos casos, esta situación entrama el riesgo perenne de deporta-
ción y limita el acceso a servicios sociales, oportunidades laborales
formales y educación superior; situación que se hace más dramática
cuando, los jóvenes descubren su condición migratoria al ingresar
a la educación media superior, momento en el que contrastan sus
oportunidades de incorporación social con la del resto de compañe-
ros y, a través de sus padres, obtienen información sobre su situación
(Hirai y Sandoval, 2016).

Organizaciones migrantes y sus prácticas

En Estados Unidos, los jóvenes pertenecientes a la generación 1.5


han participado en diversas movilizaciones para defender los dere-
chos de las personas migrantes, posicionarse contra la separación
familiar entramada por la deportación y, en favor de una reforma
356
Migración de retorno de Estados Unidos a México de la generación 1.5

migratoria integral, que permita regularizar su estatus. Ello, tiene


su cimento en procesos de reivindicación como: la lucha por los de-
rechos civiles, el movimiento chicano, los movimientos obreros y
campesinos y el movimiento santuario en defensa de los refugiados
políticos (Zepeda-Millán, 2017). El año 2006, también representa un
hito, por las movilizaciones nacionales de diversas asociaciones mi-
grantes, grupos de activistas, iglesias, organizaciones laborales y co-
munidades, que veían amenazada su vida cotidiana y su identidad,
ante las restricciones y criminalización derivada de iniciativas como
la H.R. 4437 que pretendían limitar el acceso a servicios sociales a la
población migrante, con independencia de su situación migratoria y
perseguir, penalmente, a particulares o entidades que les brindaran
apoyo.
Otro aspecto importante en la conformación del activismo –en
favor de los migrantes de la generación 1.5– es el movimiento DREA-
Mer, basado en la propuesta Development, Relief and Education for
Aliens Minors Act [DREAM Act] de 2001. Esta busca regularizar el es-
tatus migratorio de aquellos menores llegados en la infancia. Ante
los diversos intentos infructuosos de pasar la ley mediante cabildeo,
trabajo legislativo y activista, que hoy día sigue en un proceso de dis-
puta, el gobierno de Barack Obama promulgó en 2012 la acción eje-
cutiva Deferred Action for Childhood Arrivals [DACA], que permite
impedir – temporalmente– los procesos de deportación contra los
jóvenes que arribaron en la infancia, aceptados en el programa, brin-
dándoles acceso a ciertos derechos y prestaciones como: los apoyos
para la educación de las personas pertenecientes a minorías étnicas,
el pago de cuotas universitarios nacionales, seguridad social, permi-
so de trabajo y carnet de conducir. A pesar de estas ventajas, (ACA)
continúa siendo una acción incompleta, pues restringe el acceso
a quienes no cumplen con todos los requisitos, requiere una reno-
vación continuamente y no asegura la futura regularización de la
situación migratoria de los beneficiarios (Chávez, Lavariega y Miche-
lson, 2016).

357
Arturo Montoya Hernández

El movimiento DREAMer se encuentra constituido por diversas


organizaciones –que incluyen a estudiantes universitarios, defen-
sores de los derechos civiles y de las diversidades migrantes–. No
obstante, más allá del paraguas pragmático del concepto, que ha re-
cibido atención pública y una nueva mirada desde el Estado mexi-
cano hacia los jóvenes migrantes mexicanos de la generación 1.5
(Délano, 2020), existen otros grupos y personas de esta generación
que participan en la defensa de los derechos de los migrantes, tanto
en Estados Unidos como en México. De acuerdo con Ortiz (2019), la
participación política de los migrantes de retorno depende de su gra-
do de preparación y de los capitales sociales, culturales y políticos
acumulados. De este modo, plantea una tipología en la que distin-
gue el tipo de participación política que cada experiencia permite:
1) cuando el retorno es ampliamente planeado y se dispone de redes
familiares y sociales bien establecidas –tanto en México como Esta-
dos Unidos– la actividad suele estar dirigida al empoderamiento de
los Dreamers y otras personas de la generación 1.5 en ambos países; 2)
cuando el retorno es medianamente planeado y se cuenta con redes
sociales fuertes en Estados Unidos y menos establecidas en México,
la actividad se dirige –principalmente– a la asistencia y ayuda de
otras personas deportadas y retornadas; 3) cuando el retorno se hace
sin planeación, como consecuencia de una deportación y las redes
existen –solamente– en Estados Unidos, pero se cuenta con capital
cultural y experiencia de participación política, enfocándose el tra-
bajo en la transformación de políticas públicas en ambos países.
La participación en torno al activismo político migrante y la
construcción de redes de asistencia, implica la participación de los
migrantes en organizaciones y asociaciones de distintas caracterís-
ticas, donde se reúnen con colaboradores y aliados con experiencias
académicas, artísticas y activistas, que atienden los tres tipos de
objetivos. En ellas se incorporan, tanto la experiencia en las organi-
zaciones sociales en Estados Unidos como los esquemas de acción,
los saberes y las perspectivas críticas aprendidas en organizacio-
nes estudiantiles y centros sociales – algunas de estas perspectivas
358
Migración de retorno de Estados Unidos a México de la generación 1.5

incluyen: el antirracismo, el feminismo y el antinativismo, que bus-


ca la incorporación de las minorías a la sociedad norteamericana–.
Asimismo, suele reivindicarse una identidad bicultural que recono-
ce la mezcla de experiencias provenientes de la herencia mexicana y
estadounidense, desde la que se negocian los lugares de arraigo y los
significados compartidos. Este trabajo de asistencia y reivindicación
sociocultural es importante, debido a que, en los casos más extremos,
el retorno puede vivirse como un exilio (Kanstroom, 2012), en el cual
se estigmatiza a las personas regresadas y deportadas. También, en
procesos medianamente planeados, la experiencia puede entramar
una ciudadanía extrañada (Khosravi, 2018) en la que las diferencias
culturales y el poco conocimiento de los sistemas administrativos y
de gobierno en México, se vuelven un obstáculo para la reinserción
social, laboral y política de quienes vuelven.
En este sentido, el trabajo de organizaciones y colectivos forma-
dos por migrantes de retorno de la generación 1.5 y de primera gene-
ración –como Otros Dreams en Acción, Deportados Unidos en la Lucha y
New Comienzos–, se enfoca en la acción política contra las leyes de de-
portación que separan a familias y comunidades, la asistencia en las
necesidades básicas tras el retorno, la capacitación para el trabajo,
la inserción laboral; la propuesta de políticas públicas de inclusión
e incorporación para los migrantes de retorno y tránsito en México,
el acceso a la educación, la revalidación de estudios para la niñez re-
tornada y las actividades socioculturales que cambien la percepción
y el encuadre mediático de las migraciones y los migrantes en Méxi-
co. Un ejemplo, de las redes que las organizaciones construyeron, a
través de estas actividades, fue el festival Florecer Aquí y Allá, llevado
a cabo de manera simultánea en El Salvador, Guatemala, Honduras,
México y Estados Unidos –el 6 de julio de 2019– en el cual se realiza-
ron: conciertos, slams de poesía, presentaciones de libros, talleres y
se elaboró en cada lugar, la representación de una flor-mandala, en
la que se difundían los objetivos del evento: no encarcelar migran-
tes, mantener familias unidas, comunidades diversas, seguridad e
inclusión, educación y trabajo, personas no papeles (Otros Dreams
359
Arturo Montoya Hernández

en Acción [ODA], 2019). Estas disímiles actividades conformaron un


repertorio de acción de las organizaciones, al tiempo que conectan lo
social, lo económico, lo político y lo cultural.

Herramientas conceptuales y metodológicas de los estudios


de movimientos sociales y de performance cultural

Entre las herramientas teóricas y metodológicas que pueden permi-


tirnos estudiar a las organizaciones de migrantes de la generación 1.5
–sus prácticas y repertorios de acción– se encuentran aquellas prove-
nientes de los estudios de movimientos sociales y de performance cul-
tural. Con relación a los primeros, una definición de trabajo inicial
para caracterizar a los movimientos sociales, versa en la propuesta
que los considera como una forma de acción colectiva llevada a cabo
por grupos, organizaciones e individuos, a través de campañas y
repertorios de acción, así como de la configuración de identidades
colectivas. Siguiendo a Tilly (2006) las campañas pueden ser enten-
didas como eventos públicos, organizados y sostenidos en el tiempo,
dirigidos a la modificación de programas públicos, al reconocimien-
to de un grupo, o a su posicionamiento dentro del campo de acción
política. Asimismo, para Alberto Melucci (1999), se entiende a las
identidades colectivas como una producción procesual, interactiva
y colectiva, a partir de la cual varios individuos o grupos, configuran
una definición de sí mismos en un espacio social, dan sentido a sus
acciones y eligen repertorios de acción que resultan efectivos en el
campo de oportunidades en el que participan.
En términos analíticos, considerar a las organizaciones como
parte de un movimiento social vinculado a la asistencia y defensa
de los derechos de los migrantes en México y Estados Unidos, per-
mite atender tres dimensiones: primera: los grupos, organizaciones e
individuos que hacen las campañas; segunda: la de los eventos concretos
que forman parte de los repertorios de acción y tercera: las ideas que uni-
fican a los grupos y guían sus actividades. Si bien el objetivo de cada
360
Migración de retorno de Estados Unidos a México de la generación 1.5

investigación definirá cuál de estas dimensiones tendrá mayor rele-


vancia en la práctica, las tres deben tomarse en consideración para
tener una visión general de las características de los movimientos
sociales estudiados. Las dimensiones conforman tres esferas que
constituyen la organización y la práctica de los movimientos socia-
les (Johnston, 2014). La primera es la esfera estructural, compuesta por
las redes que ponen en relación a las organizaciones, los grupos y
los participantes y que define, tanto la estructura de oportunidades
como los recursos que el movimiento puede movilizar. Le sigue la
esfera ideacional-interpretativa, en la que se define la identidad colec-
tiva, los marcos interpretativos y de acción, los valores, los intereses,
las motivaciones y la ideología del movimiento. Por último, está la
esfera performativa, en la que se encuentran los repertorios del mo-
vimiento social y las prácticas simbólicas con que influyen en la
realidad
Respecto al performance cultural, vale decir que se encuentra defi-
nido desde la perspectiva de la sociología cultural (Alexander y Smi-
th, 2000), para la cual los fenómenos sociales se estudian a partir del
análisis de los procesos individuales y colectivos de producción de
sentido. En consecuencia, la acción colectiva de los actores sociales
es entendida como la materialización de emociones, códigos y narra-
tivas que dotan de eficacia simbólica a los significados y representa-
ciones colectivas que organizan la realidad social (Alexander y Mast,
2011).
En tal sentido, el performance cultural (Alexander, 2011) puede
definirse como un proceso social desplegado a través de acciones,
gestos, palabras y artefactos culturales, con los que los actores (in-
dividuales o colectivos) comunican su situación social. Los elemen-
tos que lo componen son: el sistema de representaciones colectivas
–símbolos de fondo y guiones en primer plano–, los actores, la au-
diencia, la puesta en escena y los poderes sociales, simbólicos e inter-
pretativos que participan en la construcción del sentido. Su relación
con la antropología y los estudios del performance (Schechner 1988;
Turner, 1988) permite evaluar la efectividad del mismo, en términos
361
Arturo Montoya Hernández

de su capacidad para fusionar los elementos que lo componen y, lo-


grar una comunicación simbólica efectiva, que repercuta en la arti-
culación de lo social, lo político y lo cultural.
Referente al nivel metodológico, las investigaciones sobre movi-
mientos sociales suelen tener aproximaciones pluralistas (Della Por-
ta, 2014), que permiten abordar los diversos aspectos que componen
cada una de sus esferas, entre las cuales pueden llevarse a cabo pro-
cesos de triangulación. Con relación a la esfera estructural, algunas de
las categorías clave son: los regímenes políticos (Tilly, 2006), las es-
tructuras de oportunidades políticas (McAdam, 1999), las estructuras
de movilización (McCarthy, 1999) y las estructuras de organización
(Kriesi ,1999); para su abordaje pueden emplearse revisiones históri-
cas, consultar documentos producidos por las organizaciones, reali-
zar encuestas o llevar a cabo entrevistas a profundidad con actores
clave. La esfera ideacional interpretativa puede estudiarse a través de
los procesos de constitución de la identidad colectiva (Melucci, 1999),
de construcción de procesos enmarcadores (Gamson y Meyer, 1999)
y de la producción de artefactos culturales (Johnston y Clandermans,
1995) y narrativas (Jacobs, 2002). En este proceso, también, pueden
llevarse a cabo entrevistas o historias de vida, observación partici-
pante, análisis de los procesos enmarcadores, así como implementar
métodos narrativos y análisis semióticos de los artefactos.
Para la investigación de la esfera performativa, puede implemen-
tarse la observación participante (Balsiger y Lambelet, 2014) que
aporta información sobre las formas elementales del comporta-
miento colectivo, las interacciones cotidianas, el desarrollo práctico
de las organizaciones, la diversidad en su interior y los procesos de
definición de marcos de interpretación y acción, así como conocer
sus repertorios de acción. De igual manera, puede efectuarse el análi-
sis de círculos de performance propuesto por Valentine y Matsumoto
(2001), el cual distingue seis esferas principales –análogas a la pro-
puesta teórica de Alexander (2011) –: (1) la posición reflexiva del in-
vestigador, (2) el contexto cultural, (3) el lugar del performance, (4) la
audiencia, (5) los actores principales y (6) el performance. Después de
362
Migración de retorno de Estados Unidos a México de la generación 1.5

describirlas a detalle, el modelo cierra con reflexiones que vuelven a


la posición del investigador, tras su recorrido crítico-descriptivo por
las esferas del performance, para organizar una evaluación general
sobre el evento. Transversal a estas propuestas, se encuentran las he-
rramientas digitales (Mosca, 2014) que pueden emplearse en la inves-
tigación del ensamblaje onlife en la vida cotidiana (Bárcenas y Preza,
2019), y que requiere consideraciones éticas particulares (Buchanan
y Zimmer, 2021), al momento de recuperar la información que las
organizaciones y colectivos producen y comparten en redes sociales
digitales y entornos multimedia.

Conclusiones

Como se ha revisado en este texto, las herramientas teórico- meto-


dológicas que aportan los estudios de los movimientos sociales y de
performance cultural, pueden resultar útiles para la investigación de
las organizaciones formadas por migrantes de retorno de la genera-
ción 1.5. Esto implica, una atención a las dimensiones estructurales y
organizativas, a los aspectos ideacionales-interpretativos, así como
a las prácticas y acciones, que aportan diversas posibilidades analí-
ticas. En este sentido, se considera a los migrantes de retorno como
actores sociales, que participan en diversos tipos de redes, las cuales
les permiten reunir capitales y recursos, con los que retroalimentan
su experiencia migratoria y prepararan el regreso. Esto último, es
importante en un entorno internacional donde la gobernanza de las
migraciones, suele construir políticas públicas y discursos teóricos
desde arriba –que no consideran las necesidades particulares de los
migrantes– e implementan un discurso de retorno voluntario dirigi-
do a la gestión de los flujos migratorios.
En contraste, desde las iniciativas de las organizaciones, colabora-
dores y aliados, son los migrantes quienes –a través de asociaciones y
prácticas dirigidas a la asistencia y defensa de sus derechos– aportan
soluciones y circuitos de acompañamiento para otras personas en
363
Arturo Montoya Hernández

situaciones y experiencias similares. Finalmente, este proceso puede


verse como la conformación de un movimiento social a favor de los
migrantes, que busca impulsar leyes para su (re)incorporación a la
sociedad de destino y origen, políticas públicas de acompañamiento,
así como encuadres mediáticos favorables a las diversidades migran-
tes, tanto en México como en Estados Unidos.

Bibliografía

Alexander, Jeffrey C. (2011). Social performance between ritual


and strategy. En Jeffrey C. Alexander, Performance and power (pp.
25-81). Cambridge y Malden: Polity Press.

Alexander, Jeffrey C. y Mast, Jason. (2011). The cultural pragma-


tics of symbolic action. En Jeffrey C. Alexander, Performance and
power (pp. 7-24). Cambridge y Malden: Polity Press.

Alexander, Jeffrey C. y Smith, Philip. (2000). ¿Sociología cultural


o sociología de la cultura? Hacia un programa fuerte para la se-
gunda tentativa de la sociología. En Jeffrey C. Alexander, Sociolo-
gía cultural. Formas de clasificación en las sociedades complejas (pp.
31-54). Barcelona: Anthropos/Facultad Latinoamericana de Cien-
cias Sociales [FLACSO].

Balsiger, Philip y Lambelet, Alexandre. (2014). Participant obser-


vation. En Donatella della Porta (ed.), Methodological practices in
social movement research (pp. 144-172). Oxford: Oxford University
Press.

Bárcenas, Karina y Preza, Nohemí. (2019). Desafíos de la etnogra-


fía digital en el trabajo de campo onlife. Virtualis, 10(18), 131-151.

364
Migración de retorno de Estados Unidos a México de la generación 1.5

https://www.revistavirtualis.mx/index.php/virtualis/article/
view/287

Bervig, Kristin y Matsumoto, Gordon. (2001). Cultural perfor-


mance analysys spheres: An Integrathed Ethnographic Metodo-
logy. Field Methods, 13(1), 68-87.

Buchanan, Elizabeth A. y Zimmer, Michael. (12 de enero de 2021).


Internet research ethics. Stanford encyclopedia of philosophy. ht-
tps://plato.stanford.edu/entries/ethics-internet-research/

Cassarino, Jean-Paul. (2004). Theorising return migration: the


conceptual approach to return migrants revisited. International
Journal on Multicultural Societies, 6(2), 253-279.

Cassarino, Jean-Pierre. (2014). A case for return preparedness. En


Graziano Batisttella (ed.), Global and asian perspectives on interna-
tional migration (pp. 153-165). Cham: Springer.

Chávez, Maria; Lavariega Monforti, Jessica L. y R. Michelson, Me-


lissa. (2016). Living the dream. New immigration policies and the li-
ves of undocumented latino youth. Nueva York: Routledge.

Délano, Alejandra. (2016). De aquí y de allá: diásporas, inclusión y


derechos sociales más allá de las fronteras. Ciudad de México: El Co-
legio de México.

Della Porta, Donatella. (2014). Social movement studies and me-


thodological pluralism: an introduction. En Donatella della Porta
(ed.), Methodological practices in social movement research (pp. 1-20).
Oxford: Oxford University Press.

Gamson, William A. y Meyer, David S. (1999). Marcos interpre-


tativos de la oportunidad política. En Dough McAdam, Jhon D.
McCarty y Mayer N. Zald (eds.), Movimientos sociales: perspectivas
comparadas (pp. 389-412). Madrid: Istmo.

365
Arturo Montoya Hernández

Jacobs, Ronald. (2002). The narrative integration of personal and


collective identity in social movements. En Melanie C. Green, Je-
ffrey J. Strange y Timothy, C. Brook (eds.), Narrative impact. Social
and cognitive foundations (pp. 205-228). Mahaw: Lawrence Eri-
baum Associates.

Jiménez, Telmo. (2015). Jóvenes ayuujk y el retorno a la comunidad.


Prácticas sociales de migrantes de retorno. Ciudad de México: Insti-
tuto Mexicano de la Juventud/ Secretaría del Desarrollo Social.

Johnston, Hank. (2014). What is a social movement?. Cambridge y


Malden: Polity Press.

Johnston, Hank y Klandermans, Bert. (1995). The culture analysys


of social movements. En Hank Johnston y Bert Klandermans
(eds.), Social movements and culture (pp. 3-24). Minneapolis: Uni-
versity of Minnesota Press.

Kanstroom, Daniel. (2012). Aftermath. Deportation law and the new


american diaspora. Oxford: Oxford University Press.

Khosravi, Shahram. (2018). Introduction. En Shahram Khosravi


(ed.), After deportation. ethnographic perspectives (pp. 1-14). Mel-
bourne: Palgrave Macmillan.

Kriesi, Hans Peter. (1999). La estructura organizacional de los


nuevos movimientos sociales en su contexto político. En Dough
McAdam, Jon D. McCarthy y Mayer N. Zald (eds.), Movimientos so-
ciales: perspectivas comparadas (pp. 221-261). Madrid: Istmo.

McAdam, Dough. (1999). Orígenes terminológicos, problemas ac-


tuales, futuras líneas de investigación.” En Dough McAdam, John
D. McCarthy y Mayer N. Zald (eds.), Movimientos sociales: perspecti-
vas comparadas (pp. 49-70). Madrid: Istmo.

McCarhty, John D. (1999). Adoptar, adaptar e inventar límites y


oportunidades. En Dough McAdam, John D. McCarthy y Mayer N.

366
Migración de retorno de Estados Unidos a México de la generación 1.5

Zald (eds.), Movimientos sociales: perspectivas comparadas (pp. 205-


220). Madrid: Istmo.

Melucci, Alberto. (1999). Acción colectiva, vida cotidiana y democra-


cia. Ciudad de México: El Colegio de México [COLMEX]/Centro de
Estudios Sociológicos.

Mosca, Lorenzo. (2014). Methodological practices in social mo-


vement online research. En Donatella della Porta (ed.), Methodo-
logical practices in social movement research (pp. 398-417). Oxford:
Oxford University Press.

Ortiz, Lucia. (2019). Integración social y participación política. El


caso de los migrantes de la generación 1.5 retornados a México.
En María Dolores París Pombo, Alfredo Hualde Alfaro y Ofelia
Woo Morales (coords.), Experiencias de retorno de migrantes mexi-
canos en contextos urbanos (pp. 261-289). Tijuana: El Colegio de la
Frontera Norte.

Otros Dreams en Acción [ODA] (8 de diciembre de 2019). Página


principal. Florecer Aquí y Allá. http://floreceraquiyalla.mx/

Rivera, Liliana. (2015). Narrativas de retorno y movilidad. Entre


prácticas de involucramiento y espacilaidades múltiples en la
ciudad. Estudios políticos, (47), 243-264.

Rumbaut, Rubén (2004). Ages, life dtages, and generational co-


horts: decomposing the immigrant first and second generation
in the United States. The International Migration Review, 38(3),
1160-1205.

Schechner, Richard. (1988). Performance studies: the broad spec-


trum approach. TDR: The Drama Review, 32(3), 4-6.

Tilly, Richard. (2006). Regimes and repertoires. Chicago: University


of Chicago Press.

367
Arturo Montoya Hernández

Turner, Victor. (1988). The anthropology of performance. Nueva


York: Performing Arts Journal Publications.

Zepeda-Millán, Chris. (2017). Latino mass mobilization. Immigra-


tion, racialization, and activism. Cambridge: Cambridge Universi-
ty Press.

368
Bijin-ga: cuerpo, cultura y sociedad
japonesas de 1603 a 1868
Yeni Yeisi Adán Castaños

Introducción

El arte –sin duda alguna– se ha convertido en una de las herramien-


tas más eficaces para ejercer la crítica social, en el momento de refle-
jar las sociedades pasadas y actuales, con sus respectivos fenómenos
y conflictos. Asimismo, ha asumido un rol protagónico a la hora de
contar/ comunicar, mostrar experiencias, entender al otro y romper
silencios y esquemas.
Es, precisamente, a través del cuerpo humano, que ha encontrado
uno de sus mejores aliados para exponer, porque –de una forma u
otra– todo deja su huella en aquel, dado que permite reconocer la
condición existencial de la vida cultural. Mediante el cuerpo, el su-
jeto se encuentra inmerso en el mundo y sometido a sus leyes y con-
dicionamientos. Es, además, según Mari Luz Esteban (2004), el lugar
de la vivencia, el deseo, la reflexión, la resistencia, la contestación y
el cambio social en diferentes encrucijadas –económicas, políticas,
sexuales, estéticas e intelectuales–; como bien puede apreciarse en

369
Yeni Yeisi Adán Castaños

las imágenes que lo han intentado reducir, culturalmente, en todas


las sociedades humanas.
Asimismo, es válido tener en cuenta, que cada sociedad esboza en
el interior de su visión del mundo, un saber singular sobre el cuer-
po: sus constituyentes, usos, etcétera (Le Breton, 1995, p.7). Todas ri-
tualizan las manifestaciones corporales y simbolizan lo íntimo y lo
ínfimo, sin dejar nada de lado; pues la manera de recibir los datos
físicos, cinéticos o sensoriales no son – ni serán– los mismos (Le Bre-
ton, 1995, p.132).
Es por ello, que la representación de la imagen del cuerpo, no será
más que la idea que tiene o se hace el sujeto de este, sea suyo o no. Es
decir, la manera en que se le aparece –más o menos conscientemen-
te– mediante el contexto social y cultural de su historia (Le Breton,
1995, p.146), desde la formulación de un juicio que es consecuencia de
las circunstancias en las que establece su relación con el mundo. De
esta forma, se justifica la pertinencia del presente artículo. El mismo,
se adentra en los saberes en torno al cuerpo femenino y su relación
con el arte en una sociedad y cultura específicas: la japonesa, en el
período Edo.

Algunas consideraciones sobre el Japón del período Edo


o Tokugawa. Nociones de desigualdades de género a debate

La representación del cuerpo femenino va a responder a determina-


dos códigos instituidos durante el período Edo (1603-1868)1 –etapa de
aislacionismo2–, en el que ocurre la transformación del sistema feu-
dal al sistema pre-capitalista y quedan definidos los rasgos principa-
les y modernos de la sociedad japonesa. Es decir, su modo de pensar,
su escala de valores, su conducta social y sus instituciones públicas,

1
Dentro de la historia de Japón, el período de Edo ocupa un lugar importante, debido
a los numerosos aportes que en materia de cultura fueron realizados.
2
Japón no estará influido por Occidente, aunque no se absolutizará.

370
Bijin-ga: cuerpo, cultura y sociedad japonesas de 1603 a 1868

–independientemente– de observarse la segmentación del tejido so-


cial. Sin embargo, todo ello traerá consigo, un Japón lleno de contra-
tes: por un lado, la rigidez del gobierno y por el otro, las libertades
que ofrecían los barrios como el de Yoshiwara3, lo que le otorga a la
ciudad, un papel fundamental.

Bijin-ga o género bijin

Es en este escenario, que nace la xilografía, grabado ukiyo-e o estam-


pas del mundo flotante4 –expresión artística urbana– que comenzó
a retratar la vida cotidiana y en la que se dieron, distintas transicio-
nes artísticas, las cuales repercuten en la evolución del arte japonés5.
Uno de los temas principales y más populares es el Bijin-ga o género
bijin6 –imágenes o escenas de hermosas mujeres japonesas–.
El reflejo de la belleza femenina en dicho género pictórico, puede
ser analizado desde diferentes perspectivas, pues al ser la belleza una
de las dimensiones antropológicas del cuerpo – la que a su vez puede
complementarse con otras como: el rostro, las miradas y el vestua-
rio–, permite comprender la lógica que opera al interior de las ideas
de consumo y beldad física en esta sociedad.
De esta forma, la imagen femenina plasmada actúa, además,
como un instrumento que fija los gustos estéticos del momento –la-
bios rojos, lo sutil que es sensual, dientes negros, la juventud, una
nariz larga y delgada, boca pequeña, cabello negro, piel blanca

3
Barrio de placer de Edo, al que se le puede considerar como un centro cultural, que
proveía al cliente de toda clase de servicios y fantasías.
4
Tuvo gran influencia en la pintura europea y universal, pues junto con el descu-
brimiento de la fotografía, puede ser considerada como uno de los factores que más
impulsó el arte moderno hacia el Impresionismo y otros movimientos. Conociéndose
como el fenómeno del japonismo.
5
Época Tokugawa: La creación de la estampa japonesa.
6
Entre algunos autores existe una problemática, en torno a la aplicación y utiliza-
ción –o no– del término bijin-ga en el período Edo. Momentáneamente, el estudio no
pretende adscribirse a ninguna tendencia, aun así, se empleará dicho vocablo como
concepto.

371
Yeni Yeisi Adán Castaños

delicada7, ojos pequeños, pero bien abiertos–. Es así, como se eviden-


cia que empieza a ganar terreno, la cultura de la piel y el uso de los
cosméticos8, en sentido general, el culto a la belleza. Aunque es vá-
lido agregar que, hubo una tendencia a idealizar o caricaturizar los
cánones de hermosura implantados.
En cuanto al vestuario, la moda en el vestir y los peinados, en
numerosas ocasiones viene dictada por las cortesanas. Aunque prin-
cipios del período Tokugawa, la mayoría de las personas, vestía de
manera sencilla –la mujer común consolida el hakama y el kosode
de manga corta–. El kimono se diversifica de distintas maneras al
aparecer materiales de tintura atractiva y los patrones de buen gusto
que, aún, se pueden ver en los actuales. Las texturas, estampados de
la tela y longitud de las mangas, cambian según la edad o la ocasión
–algodón para la vida diaria, seda para las ceremonias o las fechas
especiales–. El obi gana protagonismo, convertido en una compleja y
lujosa pieza con multitud de accesorios y formas de nudo9, el cual se
hace –generalmente– más ancho y más decorativo.
De la misma manera que el vestuario se convierte en un indicador
de la posición social, también, lo hará el peinado. Su variedad suele
ir siempre acompañada de una mayor o menor cantidad adornos en
dependencia del status. Por consiguiente, se comparte el criterio de
la investigadora Pilar Cabañas (1996):

[…] mediante la representación de la mujer en las estampas japonesas


se puede observar la evolución de la sociedad, sus cambios estéticos,
las modas, las innovaciones e influencias llegadas, los patrones de

7
Aparece un manual sobre belleza, aunque no muy saludable, titulado Miyako
Fuzoku kewaiden (Un manual de cosméticos en la capital), que se publica en 1813. El
trabajo presenta una gama de técnicas para hacer que la piel sea bella: limpieza, pa-
quetes faciales hechos de una forma mineral natural y tratamientos a base de hierbas
para el acné.
8
Por una parte, se mantenían las prácticas tradicionales de ennegrecerse la dentadu-
ra y afeitarse las cejas, mientras que las geishas comenzaron a utilizar el maquillaje
de pasta blanco hecho a partir de polvo de arroz; y el color rojo (carmesí) para pintarse
los labios.
9
Hubo una diversificación en cuanto a la manera de hacer los nudos.

372
Bijin-ga: cuerpo, cultura y sociedad japonesas de 1603 a 1868

conducta de los ciudadanos, la vida diaria en la ciudad, sus costum-


bres más arraigadas y sus diversiones (p.25).

No obstante, a través de ella, también, es posible apreciar las des-


igualdades sociales; pues –indirectamente– reflejan la existencia de
dinámicas de dominación de género encubiertas. Permiten percibir
a la mujer japonesa en diversas situaciones que son indicadores de
su posición social: madres, realización de labores del hogar, jugan-
do, conversando, escribiendo o leyendo; roles desempeñados de una
manera dual. Es decir, desde la misma división que existía dentro del
propio género, articulado a interpretaciones realizadas a las dimen-
siones antropológicas del cuerpo –ya estudiadas–.

Situación de la mujer japonesa del período Edo

Varias de las fuentes consultadas, amplían el espectro de las mujeres


que fueron representadas: cortesanas, geishas, aristócratas, nobles,
burguesas, profesionales. Parten del hecho de que estamos en pre-
sencia de una sociedad de consumo –en su etapa inicial– vinculada
a la burguesía (el consumo es entendido como un ejercicio de poder
de una clase específica), donde los llamados barrios de placer, van
a ofrecer una serie de libertades10. La lógica que opera dentro de las
ideas del consumo y la belleza es indirecta a la representación masi-
va de la mujer corriente, la cual estará sujeta a una férrea subordina-
ción al hombre, determinada por el pensamiento neoconfucianista
de la época.
El neoconfucianismo establecía tres caminos de obediencia ciega
y perpetua: 1) a su padre, si era soltera; 2) a su marido, si era casada
y 3) a sus hijos varones, si había enviudado. Si bien estudios recien-
tes han revelado que el fenómeno era mucho más complejo, pues
en dependencia, sus vidas podían variar en función del estamen-
to, la edad, el lugar y el momento en que vivieron, así como de sus

10
El consumo de bienes y servicios relacionados al entretenimiento invitaban al gas-
to y a la despreocupación.

373
Yeni Yeisi Adán Castaños

circunstancias particulares; como afirma la investigadora Elena Bar-


lés Báguena. Por ejemplo, se conoce que en los finales de este período,
algunas féminas empezaron a desempeñarse como maestras –sobre
todo– aquellas que enviudaban, así como damas refinadas que no
conseguían casarse.
Al respecto, comenta Cabañas (1996), frente a este mundo de vida
cotidiana y sumisión de la mujer corriente, se eleva el brillo de la
mujer de los barrios placer, la cual se fue convirtiendo en puro objeto
de consumo del público masculino, pero desde diferentes aspectos.
Serán, entonces, las cautivadoras cortesanas y geishas, quienes encon-
trarán en los artistas (Harunobu, Isoda Koryûsai, Kitao Shigemasa,
Torii Kiyonaga, Kitagawa Utamaro (Fig. 1), Keisai Eisen, entre otros)
a sus más devotos admiradores, convirtiéndose en sus musas de ins-
piración por excelencia; debido a la tendencia en hacerse privados los
temas de diversión (Fig. 2).
El deseo de idealizar la belleza y refinarla, llevará la atención ha-
cia nuevas figuras: las oiran y tayūu (cortesanas de alto rango, íconos
de la belleza del momento) (Almazán, Tomás, 2014). Precisamente,
dicha clase estará determinada –no solo– por esa dimensión antro-
pológica, sino, también, por la educación en las artes y la cultura. En
este sentido, serán las tayūu, las cortesanas del daimyo11. No obstante,
dicha jerarquía cambiará con los años, la cual se verá afectada por la
aparición de las geishas, quienes impondrán un nuevo tipo de mujer
que no se dedicará a los favores sexuales.
Así, el cuerpo expuesto de este último grupo de féminas en el
género pictórico estudiado, será retratado, realizando actividades
vinculadas a la sabiduría, las artes y la cultura. Los hombres encon-
trarán en las geishas, la compañía espiritual que no tenían en sus
casas, debido a la situación de la mujer común. Desde el punto de
vista de la representación, son plasmadas las diferencias que indican
cuándo estamos en presencia de las oiran, tayūu, geishas y la mujer
común. Ellas son: sencillos escotes, la utilizaciónde la koppori geta

11
Señor feudal perteneciente a la clase samuráis.

374
Bijin-ga: cuerpo, cultura y sociedad japonesas de 1603 a 1868

–sandalias–, los labios semi o pintados en su totalidad, el obi inverti-


do, entre otros elementos.

Reflexiones finales

La representación –en su mayoría– de imágenes corpóreas de geishas


y cortesanas, de forma recatada y cuidadosa, en sobrevaloración de
mujeres comunes, realizada por los artistas, consolida la posición so-
cial de este sector en particular, ovacionado por la naturaleza cons-
ciente de su ascendencia erótica sobre el sexo masculino. Ratifica,
también, la categoría de mujer/objeto deseable –sobre todo– cuando
se entiende que estamos en presencia de una sociedad de consumo,
en su etapa inicial. En este caso, su objetivo es satisfacer necesida-
des espirituales, artificiales, de consumo, de las estampas, del arte
y –por tanto– de la belleza; de forma más específica, la belleza hu-
mana, como dimensión antropológica del cuerpo. Al mismo tiempo,
dicha exposición mayoritaria, desafía el rol histórico de la mujer. Por
otro lado, y en menor medida, la representación de la mujer común,
responde a la fuerte rigidez y restricción que sufre y justifica su lugar
como hija, hermana, esposa y madre de familia dentro de la sociedad
japonesa.
Para concluir, vale decir que la idea de resaltar la belleza, puede
ser una justificación de gran peso o, uno de los propósitos de la crea-
ción del bijin-ga, en tanto obra pictórica, al menos de forma directa.
De manera indirecta, se observa pues, la existencia de desigualdades
sociales –en este caso de género–, al unísono, que diferencias al inte-
rior del propio grupo femenino.

375
Yeni Yeisi Adán Castaños

Bibliografía

Almazán, David. (2014). El grabado japonés ukiyo-e del período


Edo (1615-1868) en la Colección de Arte Oriental de Federico To-
rralba del Museo de Zaragoza: el género bijinga. Zaragoza: Revista
Artigrama, (29), 493-511.

Barlés Elena. (2020). Mujeres, sociedad y arte en el Japón de la


era Edo (1603-1868). Una sucinta aproximación. En Elena Barlés
(ed.), Las mujeres y el universo de las artes. Diputación de Zaragoza,
Institución “Fernando el Católico”.

Browne, Rodrigo. (2006). Cuerpo anormal-cuerpo proscrito: ge-


nealogía contra la dignidad del poder. Revista Internacional de cul-
turas y Literaturas, (4), 15-29. https://doi.org/10.12795/RICL.2006.
i04.02

Cabañas, Pilar. (1996). La imagen de la mujer en el grabado japo-


nés. Revista de Estudios Asiáticos, (2), 137-151.

Calvo, Patricia. (2016). Cultura y feminidad en Japón. Una perspecti-


va de género a través de las obras de Yasunari Kawabata. Valencia:
Universitat de Jaume I.

Diez, David. (15 al 31 de octubre de 2018).El grabado bijin-ga o es-


tampa de mujeres: De Harunobu a Chikanobu. [ ponencia] X Con-
greso virtual sobre Historia de las Mujeres. 179-187. Servicio de
Publicaciones Universidad Complutense de Madrid. Instituto
Complutense de Asia.

Esteban, Mari Luz. (2004). Antropología del cuerpo. Género, itinera-


rios corporales, identidad y cambio. Barcelona: Ediciones Bellaterra.

García, Amaury. (2005). Cultura popular y grabado en Japón: siglos


XVII a XIX. México: El Colegio de México.

376
Bijin-ga: cuerpo, cultura y sociedad japonesas de 1603 a 1868

Higueras, Georgina. (2009). La revolución silenciosa de la mujer


japonesa. Política Exterior, 23(131), 127- 136. https://dialnet.unirio-
ja.es

Le Breton, David. (1995). Antropología del Cuerpo y Modernidad.


Buenos Aires: Nueva Visión.

Sachetti, Elena. (2009). Arte y Antropología: Reflexiones en torno


a una aproximación. La representación del cuerpo como un lugar
de encuentro. Centro de Estudios Andaluces, 4 (1), 1-19.

377
Desigualdades raciales
en telenovelas cubanas
Análisis desde la representación
de las mujeres negras y mulatas

Leidys Raisa Castro silva

¿Por qué no puedo ser protagonista en una telenovela de una


historia de amor?
¿Por qué se erotiza mi cuerpo y se minimiza mi intelecto?
¿Por qué tengo que ser vulgar, chusma y fea?
¿Por qué mi cabello es estigmatizado y devaluado?
¿Por qué y mil veces por qué? […]1

Introducción

Los medios masivos de comunicación tienen una influencia impor-


tante en la conformación de imaginarios y prácticas sociales, no
en vano han sido catalogados como cuarto poder. Dicho poder me-
diático “puede contribuir a reforzar viejos patrones hegemónicos

Narrativa cimarrona resultante de la I edición del Curso Internacional de posgrado


1

Mujeres afros en América Latina y el caribe: Brasil, Colombia y Cuba, abril de 2021.

379
Leidys Raisa Castro silva

dominantes o ayudar a asumir nuevas conductas liberadoras y


verdaderamente participativas de los miembros de la sociedad […]”
(Cruz, 2012, p. 193).
Dentro de aquellos, la televisión constituye un medio cuya per-
meabilidad sobre ideas y comportamientos resulta incuestionable
–aun cuando nos encontramos insertados en una revolución digital
que ha desplazado, considerablemente, los medios tradicionales de
comunicación–. Sin embargo, el tratamiento que, desde espacios te-
levisivos como las telenovelas, se realiza sobre determinados grupos
y problemáticas sociales, puede tributar a reproducir determinadas
ideas sobre grupos sociales –históricamente desfavorecidos– desde
diferentes frentes discursivos.
Es pertinente señalar, también, que a nivel social, racismo y se-
xismo están articulados de modo que, los rasgos biológicos como el
color de la piel y el sexo constituyen la base para la construcción de
sistemas de dominación que establecen mandatos sociales y repre-
sentaciones; de acuerdo a los marcos de pertenencia de diferentes
grupos sociales. De modo complementario, la permanencia de pre-
juicios, estereotipos y estigmas –apuntalados en estos criterios fisio-
lógicos– han sido el sustrato fundamental para el sostenimiento de
un orden social asimétrico y jerárquico (Almeida, 2010, p. 1), en el que
resaltan las mujeres no blancas, violentadas por diversos regímenes
opresores.
En esta zona, resulta de importancia científica y de actualidad so-
ciológica conocer cómo son tratadas las mujeres negras y mulatas
en las historias construidas por productos culturales como las tele-
novelas; a sabiendas que aquellas constituyen un grupo heterogéneo
que –no obstante– ha transitado por procesos de racialización comu-
nes, convirtiendo a estas mujeres en objeto de satisfacción para la
mirada blanca y patriarcal. De ahí que, desde los imaginarios cul-
turales, las mujeres no blancas de sociedades poscoloniales como la
cubana, han sido representadas desde estereotipos y signos negati-
vos que enfatizan en determinadas cualidades propias de saberes en-
gendrados por la ideología colonialista y esclavista. Este aspecto es
380
Desigualdades raciales en telenovelas cubanas

comprendido por la afrofeminista cubana Rosa Campoalegre (2018)


de la siguiente manera:

El sistema moderno colonial de género revela los nexos entre género


y “raza”, como múltiples opresiones, que reproducen a escala global,
un racismo estructural de larga data, capaz de atravesar las políticas
públicas fijando las huellas de la esclavitud como procesos de subal-
ternalización racializada, naturalizada y sostenida, no solo de deter-
minados grupos, sino de las estructuras sociales (p.23).

Dicha colonialidad del género emplea diferentes mecanismos para


fijar su huella en los imaginaros y las instituciones sociales y, así,
perpetuar exclusiones y desigualdades, donde sin dudas, los drama-
tizados tienen una importante cuota de responsabilidad. La feminis-
ta afronorteamericana Bell Hooks ([1992] 2003) resulta una teórica
imprescindible para comprender cómo desde la industria cultural se
reproduce el imaginario dominante. En palabras de la autora:

Del mismo modo que las representaciones decimonónicas de los


cuerpos femeninos negros eran construidas para subrayar que esos
cuerpos eran sacrificables, las imágenes contemporáneas dan un
mensaje similar. La sexualidad femenina negra ha sido representa-
da en la iconografía racista/sexista como más libre y liberada (…), el
cuerpo femenino negro recibe atención sólo cuando es sinónimo de
accesibilidad, cuando presenta desviaciones sexuales (pp. 33-35).

En esta misma línea epistémica, se encuentra la afrofeminista cu-


bana Inés María Martiatu (2004), quien dicta sus consideraciones
sobre las representaciones que –desde el imaginario social cuba-
no–, circulan acerca de las mujeres no blancas. La intelectual señala
que, la imagen de las afrocubanas responde a construcciones que
las centran en la violencia, el escándalo, la vulgaridad, el desorden
y la promiscuidad sexual, como principales atributos. De acuerdo
con Martiatu (2004), a partir del rumor, de los chistes malintencio-
nados, de las letras de ciertas canciones populares, de los medios de
difusión masivas se ha construido todo un cuerpo conceptual que

381
Leidys Raisa Castro silva

denigra a estas mujeres; también, […] han sido demonizadas como


delincuentes y protagonistas de un relato sexualizado que se centra
en su cuerpo y que la han hecho propensa a todas las formas de do-
minación sexual, clasista y paternalista (p. 55).
El presente texto reflexiona en la manera que las telenovelas cu-
banas más recientes y –algunas distantes, pero, cuya influencia ha
sido notoria– representan a las mujeres negras y mulatas, emplean-
do para ello un conjunto de estereotipos propios de la colonialidad
del género. ¿Cómo son representadas las mujeres negras y mulatas
en las telenovelas cubanas, desde una mirada racial y de género?
¿Qué estereotipos racistas y sexistas reproducen estos espacios te-
levisivos? ¿Cómo contribuyen las telenovelas cubanas a la reproduc-
ción de desigualdades simbólicas? son algunas de las interrogantes,
a las que trata de responder el artículo. De ahí que, el trabajo se posi-
ciona desde una perspectiva afrofeminista y decolonial, para analizar
los roles que ocupan estas mujeres dentro de los dramatizados este-
lares de la televisión cubana.

Algunas aproximaciones a las telenovelas en Cuba desde


un análisis racial y de género

Diversas fuentes especializadas identifican a Cuba como la cuna de las


telenovelas, título asignado por la resonancia internacional que obtu-
vo el país con las radionovelas, las que constituyen los antecedentes
inmediatos de las telenovelas.2 Con la inauguración de la televisión
en el año 1950, el género novela llega al medio televisivo nacional.
Desde entonces, las telenovelas comienzan a tener un fuerte impacto

2
La radionovela El derecho de nacer, de Félix B. Caignet, constituyó un clásico en la
historia de producción del género y fue un éxito no solo en Cuba, sino que llegó al pú-
blico internacional en diversos idiomas y manifestaciones. Esta, estuvo muy centrada
en la temática racial y, por el éxito que alcanzó, se puede afirmar que contribuyó a
reforzar representaciones y estereotipos acerca de las relaciones raciales dentro del
contexto cubano republicano.

382
Desigualdades raciales en telenovelas cubanas

en la construcción de imaginarios sobre determinados aspectos de la


realidad social, donde sin dudas, se encontraban aspectos referidos
a la racialidad. En sentido general, los medios de comunicación en la
República funcionaban como un inestimable recurso de penetración
ideológica, al tiempo que, afianzaban la estructura socioclasista en
el país. Eran, además, un instrumento para mantener el statu quo –al
unísono– que diluía toda alternativa de cambio en los valores y cáno-
nes sociales imperantes (Márquez, 2006, p. 42).
El historiador cubano René Villaboy (2012), al examinar los me-
dios de la época republicana, da cuenta de cómo la televisión y sus
anuncios publicitarios tienen un rol crucial la legitimación de una
determinada estructura socioclasista y un imaginario consumista
en el que, las personas no blancas, tenían funciones bien definidas
que reforzaban su condición de marginados de un orden social ex-
cluyente (p. 116). De modo tal que los medios, además, de tener una
función fuertemente de mercado, operaban como instrumento psi-
cosocial para “imponer actitudes y roles dentro del entramado so-
cial” (p. 128).
A partir del triunfo de la Revolución Cubana, se da una ruptura en
el escenario mediático del país, de manera que, el contenido mediáti-
co se ajustó a la realidad de transformaciones socioeconómicas y po-
líticas que se estaban vivenciando. Se incluyen en la programación
televisiva adaptaciones de grandes obras de la literatura universal
y “se crea el espacio Horizontes, cuyo diseño reflejaba una ruptura
con las telenovelas comerciales” (Márquez, 2006, p. 42). Las nuevas
historias proyectadas en el espacio novelas fueron –por un lado–
adaptaciones de la literatura universal y –por el otro–, temáticas con
un marcado matiz político e ideológico. Dentro de estas últimas, se
destaca la obra de la escritora cubana Maité Vera –a quien tuve el
placer de entrevistar– y quien me comentó que las historias escritas
por ella, para este espacio, tenían presente una perspectiva racial.
De tal manera, entre sus protagonistas siempre figuraban hombres
y mujeres negras, quienes desempeñaban funciones de relevancia
dentro de la sociedad cubana del momento.
383
Leidys Raisa Castro silva

Por otra parte, es preciso añadir, que la puesta en la pantalla chica


de La esclava Isaura –primera telenovela extranjera, de origen brasi-
leño–, expuesta en la televisión cubana, marcó una nueva etapa en
la historia de estos dramatizados estelares. Esta, aunque no fuera de
producción cubana, caló hondamente en el imaginario social cuba-
no, al punto que décadas más tarde se sigue recordando por buena
parte de la teleaudiencia nacional. Del dramatizado en cuestión,
resulta importante mencionar, que abordó las relaciones raciales
dentro de la sociedad esclavista brasileña, empleando para ello un
conjunto de simbolismos que remiten a la relación asimétrica y des-
igual entre blancos y no blancos. Las producciones nacionales que
dieron continuidad a esta propuesta dramatizada, mantuvieron en
su formato diferentes mecanismos –como los propios estereotipos–
para así acoplarse a los públicos.3
Las palabras citadas –a continuación– dan cuenta del influjo que
tuvieron las producciones foráneas en las producciones dramatiza-
das cubanas:

[…] cuando ya empezaron a llegar las novelas –las telenovelas de afue-


ra-, un poco yo creo que eso nos afectó en el estilo, en las formas de
hacer las cosas y nos perdimos un poco, creo que estamos un poco
perdidos en el sentido de los temas. La telenovela, en mi modo de
pensar, tiene que ser también ese tipo de novela que trate las cosas
cotidianas, no es el noticiero nacional, […], entonces un poco como
que hemos perdido lo que es el sentido amoroso, lo que es la novela
esa con grandes amores, con cosas que siguen existiendo en la vida,
y vamos a ver si nos encontramos (Vera, M., comunicación personal,
11 de marzo de 2014).

En otro orden de ideas, vale destacar que, desde documentos estra-


tégicos de la nación cubana como la Constitución de la República
(1976, actualizada en 2019) y la Política de Programación del Instituto

3
Hay que tener presente que dentro de los elementos identificables y rígidamente
marcados en las telenovelas se localizan los estereotipos sociales (Barbero, 1987; Dos
Santos, 2011).

384
Desigualdades raciales en telenovelas cubanas

Cubano de la Radio y la Televisión [ICRT] (1998), existe un pronun-


ciamiento hacia el papel formador e incluyente que corresponde a
los medios nacionales. Estos tienen una función educativa, alejados
de intereses comerciales y hegemónicos, garantes de la cultura e
identidad nacional, el entretenimiento sano y el tratamiento equi-
tativo y justo de la diversidad cultural cubana. De ahí, que ambos
textos normativos guardan relación, en cuanto al respeto de todos
los grupos poblacionales, al margen de sus pertenencias sociales.
Específicamente, los lineamientos del ICRT abogan por una progra-
mación portadora de los valores políticos, ideológicos, sociales, éticos
y estéticos, de nuestra sociedad socialista (Política de Programación
del ICRT, 1998, p. 3).
Al margen de estos preceptos, las telenovelas cubanas, en su in-
tención de impactar en la teleaudiencia nacional, han incorporado
señas y códigos propios de las creaciones culturales occidentaliza-
das, donde lo blanco se erige como paradigma humano. La influen-
cia de patrones eurocéntricos –que privilegian a ciertos grupos por
encima de otros– enfatiza en la belleza blanca e invisibiliza grupos,
cuyas características se distancian de las enaltecidas por la estética
dominante y han entrado en los cursos y discursos de los dramatiza-
dos producidos en Cuba. En efecto, estos rasgos eurocéntricos han
sido introducidos en la conformación de los personajes y las histo-
rias dramáticas, marcadas por rígidos estereotipos que reproducen
y perpetúan la mirada estigmatizada que, sobre la población negra
cubana, existe en el presente.4
Nuestra parrilla televisiva –por largos años– ha reflejado teleno-
velas actuales y de época, primando actualmente las primeras.5 En
ambos grupos de dramatizados, los roles asignados a las mujeres no

4
Un conjunto de investigaciones (Morales, 2001; Almeida, 2009; Castro, 2014) dan
cuenta de las representaciones sociales sobre las personas negras, donde prima una
visión negativa y estereotipada en cuanto a sus cualidades, potencialidades y roles
sociales.
5
Los dramatizados seriados que aluden a una zona de nuestra historia, además, de
requerir mayores recursos económicos para la recreación de los ambientes, la esce-
nografía, el vestuario, etcétera, son menos aceptados por el público; –al menos en

385
Leidys Raisa Castro silva

blancas ha sido como tendencia, estereotipado. Por ejemplo, entre


las telenovelas de época de mayor relevancia en Cuba, identificadas
por la autora, sobresalen: Sol de batey, El eco de las piedras y Las huér-
fanas de la Obrapía, las cuales recrean nuestro pasado colonial, las
relaciones asimétricas entre amos y amas, y esclavizados y esclavi-
zadas, en los diferentes espacios sociales de la época (la casona, las
plantaciones y el espacio urbano).
Es lógico que las producciones audiovisuales que aluden a la épo-
ca de la esclavitud contengan historias, donde los sectores negros y
mulatos se ubiquen en posiciones asimétricas y desiguales respec-
to a la población blanca acomodada, ya que el período histórico lo
testimonia de este modo. Lo que no es lógico, es que este sea el ros-
tro más visible y explotado por los dramatizados seriados, donde
se recrean pocos contenidos que transcienden la ideología puesta
en circulación por el pensamiento colonial. Telenovelas como las
mencionadas, mantienen una mirada tradicional hacia la sociedad
esclavista –donde las personas negras no tenían otra alternativa que
servir dócilmente a sus amos blancos–, sin mostrar el variado matiz6
que experimentaron las personas no blancas en la sociedad colonial
cubana. Las historias dramáticas de estas mujeres– frecuentemente–
hacen referencia a las mismas, de manera victimizada, demonizada
o lujuriosa; el componente mítico de las religiones de origen africa-
no –empleadas con fines turbios por parte de sus practicantes– el
silenciamiento de otras historias de vida –igualmente auténticas–,

las últimas décadas– donde prima el gusto por propuestas frescas que exploren las
principales problemáticas que vivencia la población cubana.
6
Destacadas investigadoras de las Ciencias Sociales cubanas (Martiatu, (s/f.); Barcia,
(2011); Montejo, (1994); Hierrezuelo, (2011); Castañeda, (2011); Hevia, (2011; 2016);
Rubiera, (2016); Meriño, y Perera, (2016), entre otros estudios, –no menos importan-
tes– han trazado el camino para desmitificar los discursos dominantes, que sobre las
mujeres no blancas, circulan en diferentes espacios. Basadas en el registro documen-
tal de la época, las autoras han dado cuenta de la importante contribución de muchas
mujeres negras y mulatas al desarrollo cultural y material de la nación. Para más de-
talles sobre estas investigaciones, veáse: Rubiera y Martiatu (2011) y Rubiera y Hevia
(2016).

386
Desigualdades raciales en telenovelas cubanas

para mostrar, etcétera, constituyen signos relevantes en estas pro-


ducciones televisivas.
Otro grupo de telenovelas referidas al contexto neocolonial cuba-
no, que tuvieron una importancia mediática incuestionable, fueron:
Tierra brava y Al compás del son. La primera, refleja el poderío de un
terrateniente blanco e inicia la trama a partir de los lazos amorosos
de este personaje con una mujer mestiza, en calidad de concubina.
Además, la servidumbre doméstica es encarnada por mujeres no
blancas. Mientras, que en la segunda propuesta dramática, aparece
una joven negra (Alelí) que escapa a las características atribuidas a
las mujeres negras, continúa, sin embargo, desenvolviéndose en una
relación de servidumbre a la familia blanca. Al margen de haber sido
criada con la señorita blanca de la casa, se mantiene una marcada
diferencia entre ambas, tanto por su estatus social como por su per-
tenencia racial. Se muestra el solar y la rumba, representados –ma-
yoritariamente– por personas negras y mestizas. Esta novela rompe
con diferentes estereotipos, pues plantea los conflictos de las relacio-
nes de pareja interraciales, donde la joven blanca de clase alta sacri-
fica su posición económica, a partir del amor que experimenta por
un joven mestizo, quien pertenecía a los sectores pobres de aquella
sociedad (Castro, 2014, p. 108).
En ambas producciones, las personas negras y mestizas se en-
cuentran en un status inferior con respecto a los personajes inter-
pretados por personas blancas. Los signos visuales que denotan
poder económico, social e intelectual no forman parte del universo
simbólico de la afrodescendencia, de tal modo, queda reflejada –fun-
damentalmente–, a partir de rasgos de pintoresquismo, marginali-
dad, desventajas materiales y empobrecimiento. La investigación
Las relaciones raciales en las telenovelas cubanas: una mirada desde las
representaciones sociales de un grupo de jóvenes en la Universidad de La
Habana –realizada en el año 2014 por la autora del presente artícu-
lo– aborda los saberes y las actitudes compartidas por un grupo de

387
Leidys Raisa Castro silva

jóvenes universitarios y universitarias, en torno a los modos en que


son reflejadas las personas negras en estos programas (Castro, 2014).7
Como resultado de este estudio –y desde la visión de especialis-
tas en el tema– es notable el hecho que en las telenovelas cubanas,
los personajes interpretados por personas no blancas son ubicados
en posición de subalternidad, con una connotación negativa y este-
reotipada. Su protagonismo es limitado, desempeñando, fundamen-
talmente, roles secundarios o de poca relevancia dentro de la trama
(Castro, 2014, p. 76). En sintonía con estos criterios, el académico cu-
bano Esteban Morales (2007), plantea que: “las novelas cubanas de
la televisión, en que los negros y mestizos aparezcan en posiciones
protagónicas, son prácticamente inexistentes […] (p. 26).
Los argumentos anteriores, son remarcados por la socióloga y
afrofeminista cubana Yulexis Almeida Junco, quien manifiesta que,
como generalidad, los personajes asignados a las personas negras
son: estereotipados, subalternos, representan roles negativos, están
inmersos en un mundo de marginalidad, vulnerabilidad social y, eso,
no es privativo de la población negra. Señala, además, que muy poco
se divulga de otras formas en la que vive la población negra, porque
si en Cuba no podemos hablar de que existen barrios que son de un
solo color de la piel, entonces, ¿por qué se muestran espacios tele-
visivos donde las personas negras están segregadas, ya sea por los
espacios o por las funciones que desempeñan? (Torres, 2016).
Ahora bien, ¿Qué papel desempeñan los directivos del ICRT en
la fiscalización de las historias y los personajes que forma parte de
las telenovelas cubanas? En una entrevista realizada al entonces

7
En líneas generales, entre los principales resultados derivados de este ejercicio in-
vestigativo se encuentra que las telenovelas cubanas se caracteriza por: escasa par-
ticipación de personas negras; los comportamientos sociales negativos que les son
asignados; las relaciones asimétricas entre las personas blancas y las negras en las
telenovelas; la ubicación de las personas negras en posiciones de inferioridad en con-
traste con los niveles de superioridad socioeconómica e intelectual de los personajes
interpretados por personas blancas; las personas negras como tendientes a delinquir
y alejados de los valores socialmente aceptados; el hombre negro como delincuente y
en profesiones que adolecen de nivel cultural y la mujer negra como objeto sexual.

388
Desigualdades raciales en telenovelas cubanas

Director del Departamento de Dramatizados del ICRT, en el año


2014, el especialista justifica los sistemáticos tropiezos y desaciertos
en las propuestas dramatizadas, en cuanto a la asunción seria de los
lineamientos del ICRT; incluso ofrece un discurso totalmente sesga-
do por sus prejuicios y estereotipos raciales y de género. Las palabras
citadas a continuación son ilustrativas:

[…] hay escritores nuestros que no manejan la cultura negra, que no


manejan las religiones negras, entonces tú les pones una camisa de
fuerza cuando le dices: ¿por qué no piensas más en lo folclórico tam-
bién? La cultura negra es más dada a la naturaleza porque le viene
de sus ancestros africanos. Yo veo más natural que una muchacha
de raza negra emplee una frase vulgar […] que una blanca, porque
en la negra viene de su raza, de su historia, a lo mejor ha oído hablar
de eso, y la otra no porque no ha tenido ese contacto […] Los actores
negros no abundan mucho tampoco” (Rodríguez, R., comunicación
personal, 5 de febrero de 2014).

Luego de citar estos argumentos de un responsable en la puesta en


funcionamiento de la Política de Programación del ICRT, ¿qué espe-
rar de las telenovelas cubanas? ¿Cómo lograr un adecuado balance
en cuanto a protagonismo, espacios ocupados y funciones desem-
peñadas por los personajes? Sin dudas, estas creaciones culturales
están condicionadas por la visión que tienen escritores, guionistas,
productores y directores, sobre los diferentes aspectos de la realidad
social, lo cual –eventualmente– reflejarán en el producto final.

Vuelve a mirar y Tú: propuestas dramatizadas


para un análisis en perspectiva racial y de género

Las más recientes producciones dramatizadas exhibidas en la pan-


talla chica, constituyen propuestas que no abandonan la mirada es-
tereotipada sobre los personajes interpretados por mujeres negras

389
Leidys Raisa Castro silva

y mulatas. Tanto Vuelve a mirar8 como Tú9 –penúltima y última te-


lenovela circuladas en la TVC [Televisión Cubana], respectivamen-
te– abordan temas actuales de la sociedad. En ambas propuestas se
observa la presencia de mujeres negras y mulatas, con roles sociales
que, en muchas ocasiones, son una caricatura del colonialismo, en
otros, al tratar de engalanar las historias, reproducen estereotipos
sexistas. En los menores casos, dan en el blanco, pues el tema está en
ir más allá de mostrar verosimilitud con la realidad, sino en no caer
en signos denigrantes que perpetúan imaginarios tradicionales.
En Vuelve a mirar, una de las protagonistas es Yoandra, una mujer
mulata, prostituta que vive en una cuartería junto a su hija adoles-
cente. Yoandra se enamora de un joven blanco10, quien se empeña
en hacerla cambiar para convertirla en una mujer desinteresada,
que prefiera el amor por encima de las bondades materiales obteni-
das de su intercambio sexual. Esta historia –desde el punto de vista
del amor ideal– sería hermosa y moralmente correcta, ya que al fi-
nal vence el amor por sobre chantajes, silencios y violencias físicas
y simbólicas. Sin embargo, la ideología blancocéntrica, racializada
acecha a la protagonista de principio a fin: la mulata jinetera, la rela-
ción interracial donde el hombre blanco goza de mejor estatus social
que la mujer no blanca, el hogar monoparental, constituyen aspec-
tos básicos dentro de esta relación de amor.
Desde esta misma representación de la lujuria encarnada en el
cuerpo afrodescendiente, se encuentra Gretel –otra mujer mulata,

8
Telenovela transmitida en 2021 que enfatiza en los conflictos pertenecientes a la
ancianidad. La telenovela muestra un desbalance de personajes por color de piel, de
manera que predominan las personas blancas, en segundo lugar las mestizas; las per-
sonas negras tienen un margen estrecho de protagonismo.
9
Telenovela trasmitida en los primeros meses de 2022, centrada en las discapacida-
des auditivas de niños y niñas, así como en la salud mental de adultos. Existe un des-
balance racial, y los personajes en desventaja son interpretados fundamentalmente
por personas no blancas.
10
El muchacho estudia el último año de la carrera de Derecho en la Universidad de
la Habana. Vive en el seno de una familia instruida y acomodada (casa grande, carro,
padres y abuelos intelectuales, visten bien, frecuentan espacios recreativos que de-
mandan capital económico, etcétera).

390
Desigualdades raciales en telenovelas cubanas

prostituta y enredadora de problemas– quien es capaz de “aguantar


como una yegua” –según sus propias palabras– para mantener con-
tento a su proxeneta, hombre mestizo por quien siente un amor no
correspondido. Igualmente, se destaca con cierto protagonismo Rita,
quien es una mujer negra, de mediana edad y enfermera de profe-
sión en un hospital. Ella junto a su hijo, conforman un hogar mono-
parental, por causa de viudez. El conflicto que plantea su personaje
ha intencionado su condicion de mujer “quita-maridos”, pues su his-
toria irrumpe a partir de las relaciones extramaritales que sostiene
Rita, con un hombre blanco casado. Inicialmente, ella es reducida a
la condición de amante y perdición para este hombre, quien la valo-
ra únicamente como objeto de placer.
La disponibilidad del cuerpo femenino afrodescendiente, promo-
vida por los medios de comunicación, de la que nos habla la feminis-
ta negra Bell Hooks, puede identificarse en las descripciones de estos
personajes femeninos no blancos. Mientras, los signos de lujuria de
la mujer mulata –con la belleza y la sexualidad como principales
atributos– son encarnados por los personajes de Yoandra y Gretel,
el posicionamiento de las telenovelas cubanas mantiene conexiones
con las herencias coloniales. De igual modo, como hemos apreciado,
las mujeres negras y mulatas se insertan en relaciones íntimas con
hombres blancos, donde ellas se encuentran en un rol subordinado.
Sobre este aspecto, la afrofeminsita cubana Daisy Rubiera subraya
que: “no siempre en la telenovela, la relación de pareja interracial
está bien representada” (Rubiera, D., comunicación personal, marzo
del 2014). De manera análoga, un asesor de telenovelas de la TVC sos-
tiene: “Las relaciones de pareja interraciales continúan presentán-
dose con una carga de estigmas sociales, lo que refleja los prejuicios
que mantienen los creadores” (Rodríguez, I., comunicación personal,
febrero de 2014).
Por su parte, en la telenovela Tú se identifican tres personajes im-
portantes interpretados por mujeres que merecen un análisis crítico.
En primer lugar, se destaca Yanara, quien es una joven negra, actriz
e inmigrante, quien llega a la capital esperanzada en desarrollarse
391
Leidys Raisa Castro silva

en su profesión artística. La joven se encuentra inmersa en una red


amorosa, pues tras ella hay tres hombres –dos blancos y uno mesti-
zo– que se disputan su amor. Es importante señalar, que este perso-
naje fue víctima de bullying11 en las redes sociales, por parte de un
público que descalifica la belleza afrodescendiente. Recordemos que
el canon estético está basado en una tipología blanca, por lo que las
características fenotípicas de las mujeres negras son enfrentadas
con este modelo y, por consiguiente, continuamente devaluadas y
nombradas con una carga simbólica peyorativa. En tal sentido, cuan-
do se habla de mujeres como objeto de belleza, el foco tiende a estar
en mujeres blancas (Almeida 2009, p. 135). Por tanto, las ofensas reci-
bidas por esta actriz, hablan de los profundos cánones preestableci-
dos y los prejuicios enquistados en nuestra sociedad, donde la beldad
responde a una construcción eurocentrista y colonialista, que cance-
la otros rostros –otras apariencias– en especial, si provienen de una
epidermis negra.
Otros dos personajes interpretados por mujeres negras son:
Fredesminda y Xiomara. Ambas están ubicadas en una posición
de desventaja social respecto a los personajes blancos. Mientras, la
primera, es trabajadora de limpieza en una institución hospitalaria,
rodeada por compañeros blancos –los doctores y la amiga enferme-
ra–; la otra realiza, diferentes actividades de servicio en la casa de
un matrimonio de personas blancas. Además, es víctima de violencia
de género por parte de su esposo, quien es alcohólico, ex-convicto e
incurre en actividades delictivas. Vale destacar que, en mi opinión, el
final amoroso otorgado a Xiomara –desde una perspectiva racial– es
emergente. Igualmente, es interesante porque esta mujer es salvada
por un príncipe afrodescendiente, con las implicaciones sexistas que
implica este descenlace. El personaje logra rehacer su vida al lado de
un hombre negro, quien le brinda seguridad y la acepta junto a sus

Yessica Borroto –la actriz que interpreta a Yanara– ha sido objeto de ataques racis-
11

tas y sexistas. Otro calificativo no cabe ante publicaciones que pretenden descalificar
y denigrar al personaje y a la persona, uno inseparable de otro cuando de ofender se
trata (De la Hoz, 2022, p. 6).

392
Desigualdades raciales en telenovelas cubanas

dos hijos, ello, se distancia de la mirada estereotipada que prima en


las telenovelas cubanas donde las mujeres negras –por tendencia–
son rescatadas por hombres blancos.
Vale acotar que, las telenovelas en su reto de atrapar la realidad
social y de llevar a la audiencia mensajes inteligibles, se valen de una
serie de estereotipos que laceran a unos grupos y privilegian a otros,
lo cual muestra una realidad deformada, asimétrica y desigual. De
ahí, que estas propuestas reflejen a las personas no blancas de ma-
nera inadecuada, donde las mujeres negras y mulatas son objeto de
múltiples formas de violencia simbólica. Estas representaciones se
corresponden con algunos de los análisis realizados por el acadé-
mico Carlos Uxó (2011), donde subraya que son notables la “invisi-
bilización reiterada y la recurrencia de estructuras de alterización,
características ambas que contribuyen a la perpetuación de la po-
sición subalterna de la mujer afrocubana y a enquistar un racismo”
(pp. 135-136), que persiste en la Cuba del siglo XXI.

Conclusiones

Las creaciones artísticas cubanas –y dentro de ellas las telenovelas–


representan una zona legitimadora y reproductora de sentidos, sabe-
res e imaginarios propios de la colonialidad del género y de estéticas
dominantes. Las mismas, tienen un peso importante en la confor-
mación de los imaginarios sociales, por tanto, son vehículos comu-
nicativos que producen y reproducen valores, saberes y estereotipos
sobre los diferentes fenómenos y procesos sociales, que tributan a
una mirada desigual de las relaciones raciales.
Continuar analizando las representaciones que –desde los me-
dios– se les asignan a las mujeres negras y mulatas, resulta pertinen-
te para sociedades poscoloniales y, tradicionalmente falocéntricas,
como la cubana, donde el género y la raza alcanzan una connota-
ción importante a nivel social y simbólico. Asimismo, tiene cohe-
rencia con el Decenio Internacional de los pueblos Afrodescendientes
393
Leidys Raisa Castro silva

(2015-2024): Justicia, reconocimiento y desarrollo, que coloca en el cen-


tro de sus metas a las mujeres afrodescendientes, racializadas por
la colonialidad del saber, del poder y de género, quienes, además,
forman parte de la matriz de desigualdad de América Latina y el Ca-
ribe (Comisión Económica para América Latina y el Caribe [CEPAL],
2020).
Es válido señalar, que las desigualdades simbólicas tienen –igual-
mente– un efecto estratificador a nivel social. Por tanto, resulta
importante la puesta en funcionamiento de la Política de Programa-
ción del ICRT y de una verdadera política cultural que se pronun-
cie, fiscalice y sancione las prácticas colonialistas, que perviven y se
oxigenan en telenovelas y demás medios nacionales. De tal manera,
los creadores de estos espacios tienen un peso extraordinario en la
perpetuidad de estereotipos en las relaciones raciales. Así, el mayor
reto que tienen las telenovelas cubanas es realizar una propuesta
creativa que muestre la cotidianidad de los cubanos y las cubanas, al
tiempo que rompa con los diferentes estereotipos racistas que –hasta
el momento– han permanecido en este género televisivo.
Por ende, para subvertir el tratamiento estereotipado con que son
reflejadas las mujeres negras y mulatas en estos dramatizados, es
preciso modificar subjetividades y prejuicios de los propios creado-
res y directivos, pero, también, urge contar con una política eficien-
te que penalice productos comunicativos alejados de los principios
humanistas, inclusivos y de justicia social. El entrecruzamiento de
la perspectiva racial y de género en el análisis de la representación
de las mujeres no blancas en las telenovelas cubanas “devela la per-
sistencia de la mercantilización de la imagen de las mujeres negras
como objetos sexuales, por ausencia de políticas culturales que re-
gulen estas expresiones de identificación e interpelación” (Fundora,
2020, p. 156).
Desde una mirada afrofeminista y decolonial, se plantea la nece-
sidad de eliminar esquemas desde el arte, donde las propias teleno-
velas cubanas tengan como cometido, trabajar –seriamente– en una
representación más digna y desestereotipada de las mujeres negras
394
Desigualdades raciales en telenovelas cubanas

y mulatas. Se debe mostrar todo el abanico de situaciones que viven-


cian estas féminas dentro del escenario actual cubano para, así, de-
construir procesos hegemónicos e inequidades racializadas (Espina
et. al, 2021). Al menos, tenemos un paso de avance para minimizar
dichas inequidades y desigualdades sociales, contamos con la volun-
tad política –manifestada en los Programa Nacional contra el Racis-
mo y la Discriminación Racial (2019) y el Programa para el Adelanto
de las Mujeres (2020) –, cuya combinación puede ser asertiva en la
solución de las problemáticas objetivas y simbólicas, que afectan a
las afrodescendientes cubanas.
Además, en una sociedad que enarbola principios de justicia e in-
clusión social, las producciones artísticas devienen en un territorio
de utilidad sociológica para reflejar y reconfigurar las subjetividades
y los imaginarios sociales. A partir de la crítica y el enjuiciamien-
to a posturas racistas y sexistas, así como desde la construcción de
historias dramatizadas que ilustren una sociedad dinámica –con
problemáticas diversas, equitativas– y desde la descolonización de
la mirada, se puede tributar a mostrar a las mujeres negras y mula-
tas desde otras perspectivas, desde sus capacidades, potencialidades
y logros reales.

Bibliografía

Almeida, Yulexis. (2009). Género y racialidad: Un estudio de repre-


sentaciones sociales en el barrio “La Timba” [Tesis de maestría]. Uni-
versidad de La Habana.

Almeida, Yulexis. (2010). Cuba, entre cambios y contradiccio-


nes: las relaciones raciales desde una perspectiva de género. En
Magela Romero y Dayma Echeverría (comps.), Convergencias en

395
Leidys Raisa Castro silva

género. Apuntes desde la Sociología (pp. 1-28). La Habana: Ruth Casa


Editorial.

Martín-Barbero, Jesús. (1987). La telenovela en Colombia: televisión,


melodrama y vida cotidiana. Diálogos de la Comunicación.

Campoalegre, Rosa. (2018). Mujeres negras: resignificado la ex-


periencia cubana. En Campoalegre, Rosa (ed.), Afrodescendencias:
Voces en resistencia (pp. 213-227). Santiago de Chile: CLACSO.

Cruz, Margarita. (2012). Los Medios Masivos de Comunicación


y su papel en la construcción y deconstrucción de identidades:
apuntes críticos para una reflexión inconclusa. Reflexiones, 8-9.

Castro, Leidys Raisa. (2014). Las relaciones raciales en las telenovelas


cubanas: una mirada desde las representaciones sociales de un grupo
de jóvenes en la Universidad de La Habana [Tesis de diploma]. Uni-
versidad de La Habana.

Comisión Económica para América Latina y el Caribe [CEPAL] y


Fondo de Población de las Naciones Unidas [UNFPA] (2020). Afro-
descendientes y la matriz de la desigualdad social en América La-
tina. Retos para la inclusión. Santiago de Chile: Naciones Unidas.

Constitución de la República de Cuba (2019). La Habana: Editora


Política.

De la Hoz, Pedro. (29 de marzo de 2022). Discursos en las redes


sociales o el racismo corriente. Granma. http://www.granma.cu

Dos Santos, Jessica. (2011). Análisis de las telenovelas nacionales


como elemento influyente en los estereotipos de belleza que po-
see la mujer caraqueña [Tesis de diploma]. Universidad Central
de Venezuela.

Espina, Mayra, et al. (2021). Enfoque integral afirmativo en políti-


cas públicas. Desafíos y propuestas para la superación de brechas

396
Desigualdades raciales en telenovelas cubanas

de equidad racializadas en Cuba. Revista Estudios del Desarrollo


Social: Cuba y América Latina, 9(2), 270-291. http://www.revflacso.
uh.cu

Fundora, Geydi Elena. (2020). Políticas sociales y sus efectos en las


desigualdades. Análisis del contexto 2008-2018. La Habana: FLAC-
SO-Cuba; Publicaciones Acuario.

Hooks, Bell. ([1992] 2003). Vendiendo bollitos calientes. Represen-


taciones de la sexualidad femenina negra. Criterios, (34), cuarta
época, 29-49.

Martiatu, Inés María. (2004). Chivo que rompe tambó, santería,


género y raza. En María Antonia (ed.), Una pasión compartida: Ma-
ría Antonia. La Habana: Editorial Letras Cubanas.

Márquez, Vanessa. (2006). La telenovela. Un estudio desde la repre-


sentación social en trabajadoras y amas de casa [Tesis de diploma].
Universidad de La Habana.

Morales, Esteban. (2007). Desafíos de la problemática racial en


Cuba. La Habana: Fundación Fernando Ortiz

Política de Programación del ICRT (1998). Ciudad de La Habana,


Cuba.

Rubiera, Daisy y Martiatu, Inés (comps.), (2011). Afrocubanas. His-


toria, pensamiento y prácticas culturales. La Habana: Editorial de
Ciencias Sociales.

Rubiera, Daisy y Hevia, Oilda. (comps.) (2016). Emergiendo del si-


lencio. Mujeres negras en la historia de Cuba. La Habana: Editorial
de Ciencias Sociales.

Torres, Lisandra. (2016). La construcción de las historias de vida


de los personajes negros y mestizos en los Teleplays nacionales

397
Leidys Raisa Castro silva

transmitidos por la Televisión Cubana [Tesis de maestría]. Universi-


dad de la Habana.

Uxó, Carlos. (2011). Negras y mulatas en el siglo XXI: una visión


racializada del género en novelas cubanas. Revista Brasileira do
Caribe, XII (23), 117-140. http://academia.edu/426

Villaboy, René. (2012). Otra cara del racismo: publicidad comer-


cial y consumo cultural en la Cuba republicana. Revista Universi-
dad de La Habana, (273).

398
Capítulo VI.
Reflexiones en torno al eje de la educación.
¿Qué nos falta aún por hacer?
Desigualdad social y educativa en tiempos
de pandemia en América Latina
Yuri Jiménez Nájera

“La desigualdad mata”, afirmó y demostró el reconocido sociólogo


sueco, Göran Therborn, en su memorable libro Los campos de exter-
minio de la desigualdad (2016). Sentencia que, lamentablemente, se ha
visto confirmada en América Latina y el Caribe [ALC] –la región más
desigual del mundo de acuerdo con algunos indicadores– durante la
crisis sanitaria generada por la pandemia de COVID-19.
En el transcurso de la pandemia y la crisis sanitaria en la región
(2020-2021), como parte de una crisis multisistémica o multidimen-
sional –sanitaria, económica, social, cultural, educativa y, en algu-
nos países, ideológico-política– se ha constatado que la desigualdad
social mata a las y los más desiguales. Si bien es cierto que ALC
representaba a fines del año 2021, solo el 8,4% (654 millones) de la
población mundial, en lo que respecta al total de defunciones por
COVID-19 informadas en el mundo; esta cifra representaba el 28,8%
– 1.562,845 hasta el 31 de diciembre de 2021– de ese total. Es decir, un
20% más de pérdidas humanas en el plano internacional, a causa de
la desigualdad histórica-estructural imperante en la región (Comi-
sión Económica para América Latina y el Caribe [CEPAL], 2022).
En este contexto tan desigual y deplorable, en el presente texto
hacemos un recuento de algunos de los principales indicadores de

401
Yuri Jiménez Nájera

la desigualdad social y educativa reinante en ALC, así como de las


consecuencias de la confluencia de dicha desigualdad estructural y
de la crisis multidimensional acrecentada en estos dos años de pan-
demia en toda la región. El propósito: conocer y valorar su magnitud
y especificidades.
Situación social desigual y compleja –construida socio-históri-
camente– en la que participan diversas fuerzas (agentes) sociales
mediante su acción (prácticas y estrategias colectivas/individuales).
Fuerzas, a su vez, determinadas por las estructuras sociales previa-
mente existentes – producidas, reproducidas y/o transformadas por
agentes específicos–.1

Los indicadores de la desigualdad social

Por razones históricas y estructurales, ALC es una de las regiones más


desiguales en el mundo. Si se consideran los índices de desigualdad
establecidos, tenemos que, en 2019 era la región más inequitativa del
orbe en términos de la distribución de ingresos – desigualdad de re-
cursos– medida por el índice de desigualdad de Atkinson2, con un
34.9%, seguido por África Subsahariana con un 27.6%, Asia Oriental
y el Pacífico con un 26.2%, y muy lejos de Europa y Asia Central con
un 17.2% (PNUD, 2020,p. 395).
Considerando el índice de Gini3, ALC es la segunda región más de-
sigual del planeta, solo por debajo de África Subsahariana (PNUD,

1
La perspectiva teórico-metodológica desde la cual partimos para el análisis de la
realidad social es el llamado constructivismo social (Giménez, 2005a; 2005b) (Corcuff,
1995; 2013), en el que confluyen autores como: Pierre Bourdieu, Norbert Elias, Anthony
Giddens, Peter Berger y Thomas Luckman, entre otros.
2
Desigualdad en los ingresos: desigualdad en la distribución de los ingresos, basada
en datos procedentes de encuestas de hogares, calculados mediante el índice de des-
igualdad de Atkinson (PNUD, 2020, p. 396).
3
Coeficiente de Gini: mide la desviación de la distribución de los ingresos entre los
individuos u hogares de un determinado país, con respecto a una distribución de per-
fecta igualdad. El valor 0 corresponde a la igualdad absoluta y el valor 100, a la des-
igualdad absoluta (PNUD, 2020, p. 396).

402
Desigualdad social y educativa en tiempos de pandemia en América Latina

2021). A pesar de que Latinoamérica y el Caribe pasó de un índice de


Gini del 0.535 en 2002 a uno de 0.462 en el año 2019, con los extremos
entre Brasil –con 0.538– y Uruguay –0.392– (0.378 en la Venezuela
de 2014) (Tabla 1), de acuerdo con la CEPAL [Comisión Económica
para América Latina y el Caribe].4 Algunos pronósticos señalan que
la pandemia por COVID-19 incrementará los niveles de desigualdad
en la región y en todo el orbe.

Tabla 1. Índice de concentración de Gini


Índice de concentración de Gini
País 2014-2019
América Latina (promedio simple) 0.462
Bolivia (Estado Plurinacional de) 0.430
Brasil 0.538
Chile 0.454
Colombia 0.529
Costa Rica 0.495
Ecuador 0.456
El Salvador 0.406
Guatemala 0.535
Honduras 0.494
México 0.475
Nicaragua 0.495
Panamá 0.506
Paraguay 0.473
Perú 0.429
República Dominicana 0.432
Uruguay 0.392
Venezuela (República Bolivariana de) 0.378
Fuente:
Fuente: https://statitics.cepal.org/portal/cepalstat/dashboard
https://statistics.cepal.org/portal/cepalstat/dashboard.html?

En contraste, respecto a la desigualdad de recursos medida por la


distribución de la riqueza, América Latina sin el Caribe, es la región
con un menor nivel de desigualdad – 0.799 conforme al índice de
Gini– en el mundo. ALC, en su conjunto, tiene un índice superior (con

4
Situándose en los extremos a Brasil con 0.538 y a Uruguay con 0.392. Fuente: ht-
tps://statistics.cepal.org/portal/cepalstat/dashboard.html?theme=1&lang=es

403
Yuri Jiménez Nájera

un índice de 0.813) y el resto de las regiones tienen índices más al-


tos de desigualdad, destacando el caso de Asia Pacífico con el índice
más alto: 0.904 (tabla 2) (Alarco y Castillo, 2020). Tal y como puede
apreciarse, después de siglos de explotación y apropiación capitalis-
ta-colonialista-imperialista, la acumulación de la riqueza –del capi-
tal– ha tendido, históricamente, a concentrarse más y más en pocas
manos, en prácticamente, todo el planeta –en el mundo, el índice de
desigualdad de la riqueza pasó de 0.799 en 2010 a 0.857 en 2016– (ta-
bla 2), como previó Marx desde el siglo XIX.

Tabla 2. Concentración de la riqueza en principales regiones del mundo


2010-2016 ( Gini)

Fuente: Alarco y Castillo, 2020. https://probdes.iiec.unam.mx/index.php/pde/article/


view/69684/61575#content/figure_reference_10

En términos comparativos, la desigualdad de la distribución de la ri-


queza se puede apreciar, también, a la luz de la acumulación desme-
dida de la misma por parte de las élites económicas. Si observamos
la acumulación de la riqueza lograda por el 10% de la población más
adinerada de cada sociedad (tabla 3), la cual se ha apropiado hasta
ahora (2015-2016) del 72% del total en América Latina, se aprecia que
la cifra es similar a la de las élites de Europa y China (71.1% y 73.2%,

404
Desigualdad social y educativa en tiempos de pandemia en América Latina

respectivamente), y menor a la de otras regiones como: Asia Pacífico,


África, la India o América del Norte (86.3%, 82.6%, 80.7% y 76%, res-
pectivamente). En otros términos, en función de la acumulación y
concentración de la riqueza en esta era capitalista-neoliberal, ALC se
encuentra entre las regiones con no tan altas tasas de desigualdad,
como resultado de nuestras propias historias, llenas de luchas por
una mayor igualdad social.
En países específicos de ALC, los niveles de concentración de la
riqueza –resultado de procesos históricos de apropiación y acumula-
ción originaria–, son muy altos, como se puede apreciar en la (tabla
3). El 10% de la población –el decil superior– acumulaba en 2016, en-
tre el 74% (Brasil) y el 64% (Colombia) de la riqueza total nacional. El
5% de la población más enriquecida de cada país se había apropiado
en ese propio año, de entre el 65% (Brasil) y el 52% (Colombia) y, el 1%
más rico, poseía entre el 48% (Brasil) y el 33% (Colombia).

Tabla 3. Riqueza del decil y percentil más rico en economías y regiones


predeterminadas 2015 -2016 (%)
R iqueza del decil y percentil más rico en economías y
regiones predeterminadas 2015- 2016 ( % )
2015 2016
País
10% 5% 1% 10% 5% 1%
Brasil 75.4 66.1 48 74.2 65.2 47.9
Chile 70.3 61.1 43.2 71.4 61.8 43.5
Colombia 66.8 54.8 34 63.9 52.3 32.6
México 66 55.2 36 67.1 56.8 38.2
Región
África 78.6 68.4 47.2 82.6 72.8 51.3
Asia Pacífico 84.7 70.8 41.2 86.3 71.1 40.4
China 65.7 56.4 39.4 73.2 63.2 43.8
Europa 70 55.8 32.2 71.1 56.7 32.7
India 76.3 68.6 53 80.7 73.4 58.4
América Latina 72 61.8 42.7 71.2 61 42
América del Norte 74.3 61.8 36.7 76 64.8 41
Fuente: (Alarco y Castillo, 2020)
Fuente:
https://w w wAlarco y Castillo,
.probdes.iiec.unam.mx 2020.
/index https://probdes.iiec.unam.mx/index.php/pde/article/
.php/pde/article/v iew /69684/61575
view/69684/61575#content/figure_reference_10
#content/figure_reference_10

405
Yuri Jiménez Nájera

En relación con la proporción del ingreso total –en manos del 10%
más rico– ALC se mantiene como la región con mayor desigual-
dad en 2019 (37,8%), seguida por África Subsahariana (33,9%), Asia
Meridional (30,9), Asia Oriental y el Pacífico (29,5%), Europa y Asia
Central (27,2%), y Estados Árabes (26,6%). En cuanto a la propor-
ción del ingreso total, en manos del 40% más pobre (2019), ALC
se mantiene como la zona más desigual (con 12,9%), seguida por
África Subsahariana (15,4%), Asia Oriental y el Pacífico (17,3%), Asia
Meridional (19,2%), Europa y Asia Central (19,7%), Estados Árabes
(20,7%) (PNUD, 2020, pp. 392-396).
Respecto a la proporción –razón– entre el quintil poblacional
superior y el inferior, como otra técnica de medición de la desigual-
dad, comúnmente utilizada; los extremos en ALC se ubican entre
Colombia (19.7), Brasil (18.7), Guatemala (18) y Honduras (18.6), por
un lado, y Uruguay (7.5), Argentina (8.4) y Venezuela (8) en el otro
extremo. Esto denota la heterogeneidad propia de la región, pro-
ducto de las historias locales, agrupándose el resto de países en el
rango 9.3-16 (tabla 4).

En cuanto a la magnitud de la desigualdad vital –como consecuencia


de la desigualdad en el acceso a los recursos–, medida por el grado de
disparidad en la distribución de la esperanza de vida5, Latinoamérica
y el Caribe se ubican en la cuarta posición mundial (con 11,6% en pro-
medio), por debajo de África Subsahariana (29,7%), Asia Meridional
(20,2%) y los Estados Árabes (15,0%). Pero, por encima de Asia Orien-
tal y el Pacífico (9,9%) y, Europa y Asia Central (9,7%) (tabla 5) (PNUD,
2020, pp. 392-396)

5
Desigualdad en la esperanza de vida: desigualdad en la distribución de la esperanza
de vida, basada en datos de tablas de mortalidad calculadas mediante el índice de
desigualdad de Atkinson (PNUD, 2020,p. 395).

406
Desigualdad social y educativa en tiempos de pandemia en América Latina

Tabla 4. Relación del ingreso medio per cápita del hogar: quintil 5/ quintil 1
Relación del ingreso medio per cápita del hogar: quintil 5 / quintil 1
Razón
Área
País 2014-2019 Quintil 5 /
geográfica
Quintil 1
América Latina (promedio simple) 2019 Nacional 12.9
América Latina (promedio simple) 2019 Rural 11.3
América Latina (promedio simple) 2019 Urbana 11.0
Argentina 2019 Urbana 8.4
Bolivia (Estado Plurinacional de) 2019 Nacional 11.2
Brasil 2019 Nacional 18.7
Chile 2017 Nacional 10.5
Colombia 2019 Nacional 19.7
Costa Rica 2019 Nacional 14.7
Ecuador 2019 Nacional 11.3
El Salvador 2019 Nacional 8.5
Guatemala 2014 Nacional 18.0
Honduras 2019 Nacional 18.6
México 2018 Nacional 12.8
Nicaragua 2014 Nacional 15.2
Panamá 2019 Nacional 16.0
Paraguay 2019 Nacional 12.7
Perú 2019 Nacional 10.9
República Dominicana 2019 Nacional 9.3
Uruguay 2019 Nacional 7.5
Venezuela (República Bolivariana de) 2014 Nacional 8.0
Fuente: CEPAL: https://statistics.cepal.org/portal/cepalstat/dashboard.html?lang=es
Fuente: CEPAL. https://statistics.cepal.org/portal/cepalstat/dashboard.html?lang=es

407
Yuri Jiménez Nájera

Tabla 5. Esperanza de vida al nacer (años) y Desigualdad en la esperanza


de vida (%)
Esperanza de vida al nacer (años) y Desigualdad en la
esperanza de vida (%)
2019 2019
(1) (2)
Desarrollo Humano .. ..
Desarrollo humano muy alto 79,6 5.2
Alto desarrollo humano 75,3 10.1
Desarrollo humano medio 69,3 20.8
Bajo desarrollo humano 61,4 30.8
Países en desarrollo 71,3 16.7
Regiones .. ..
Estados árabes 72,1 15
Asia oriental y el Pacífico 75,4 9.9
Europa y Asia Central 74,4 9.7
Latinoamerica y el Caribe 75,6 11.6
Asia del Sur 69,9 20.2
Africa Sub-sahariana 61,5 29.7
Países menos desarrollados 65,3 26.4
Pequeños Estados insulares en desarrollo 72,0 16.7
OCED* 80,4 5.5
Mundo 72,8 14.7
1. Esperanza de v ida. Definición: Número de años que un recién nacido
podría esperar v iv ir en una sociedad determinada.
2. Desigualdad en la esperanza de v ida (%). Definición: Desigualdad en la
distribución de la duración esperada de la v ida basada en utilizando el índice
de desigualdad de Atkinson.
* Organización para la Cooperación Económica y el Desarrollo.
Fuente: UNDESA (2019a). Perspectiv as de la población mundial: rev isión de

Fuente: 1. Nuev a (2019a).


2019. RevUNDESA York. https://population.un.org/w
Perspectivas de lapp/. Consultadomundial:
población el 30 revisión de 2019.
de abril de 2020. PNUD Centro de datos de desarrollo humano:
Revista 1. Nueva York. https://population.un.org/wpp/
http://hdr.undp.org/en/data

En lo que se refiere a los años de esperanza de vida al nacer en


los países latinoamericanos, el promedio regional de 75,6 años
(2019) colocan a estas naciones por encima del promedio mundial
(72,8 años) y en una de las mejores posiciones en el mundo, solo
por debajo de los países de la Organización para la Cooperación
Económica y el Desarrollo [OCED] (80,4 años) (tabla 5). En términos
comparativos (con base en cálculos de la CEPAL para 2020-2025),

408
Desigualdad social y educativa en tiempos de pandemia en América Latina

Chile, Costa Rica, Islas Vírgenes y Puerto Rico tienen una esperanza
de vida de 80 o más años, colocándose en el otro extremo: Haití,
con 65 años, en tanto que –en el rango de 70,3-74,9– se ubicaban 11
países: Bolivia, El Salvador, Paraguay, Venezuela, etcétera y –en el
rango 75-79,6– 15 países en total: Argentina, Brasil, Cuba, Colombia,
México, etcétera. Asimismo, se cumple la regla universal de una
mayor longevidad de las mujeres respecto a los hombres, en gene-
ral, y –en cada país– con una diferencia promedio de 6,3 años, colo-
cándose en los extremos: El Salvador, con 9, 2 años de diferencia y
Barbados, con 2,5 años (tabla 6).
Por lo que se refiere al Coeficiente de desigualdad humana cons-
truido por el PNUD [Programa de las Naciones Unidas para el Desa-
rrollo] y medido por el Índice de Desarrollo Humano [IDH], en el que
se promedian las desigualdades en esperanza de vida, educación e
ingresos, ALC se ubica en un nivel intermedio en el mundo. Subdi-
vidido en regiones y grados de desarrollo: en el período 2010-2019,
ALC transitó de un IDH de 24,7 a uno de 21,5 (tabla 7), como resultado
de las políticas emprendidas por los gobiernos progresistas en la re-
gión (CEPAL, 2021, 2022), situándose en uno de los extremos a Euro-
pa y Asia Central, que pasaron en el mismo período de 16,1 a 11,7, y a
los países de la OCED, que transitaron de 12,1 a 11,8 y, en el extremo
opuesto, a África Subsahariana que pasó en el período de 34,7 a 30,5
(tabla 7).

409
Yuri Jiménez Nájera

Tabla 6. Esperanza de vida al nacer, según sexo


Esperanza de vida al nacer, según sexo
2020-2025 Ambos sexos Hombres Mujeres
América Latina 76.1 72.9 79.2
América Latina y el Caribe 76.1 72.9 79.2
Argentina 77.2 73.8 80.4
Bahamas 74.3 72.0 76.5
Barbados 79.6 78.4 80.9
Belice 75.1 72.1 78.3
Bolivia (Estado Plurinacional de) 72.3 69.5 75.4
Brasil 76.6 73.0 80.1
El Caribe 73.4 70.8 75.9
Chile 80.7 78.5 82.8
Colombia 77.9 75.2 80.5
Costa Rica 80.9 78.5 83.4
Cuba 79.2 77.3 81.1
Ecuador 77.7 75.1 80.5
El Salvador 74.1 69.3 78.5
Guatemala 75.0 72.1 77.9
Guyana 70.3 67.2 73.5
Haití 65.0 62.8 67.2
Honduras 75.9 73.6 78.1
Islas Vírgenes de los Estados Unidos 81.2 78.6 83.5
Jamaica 74.9 73.2 76.6
México 75.4 72.6 78.2
Nicaragua 75.2 71.8 78.7
Panamá 79.1 76.1 82.2
Paraguay 74.6 72.6 76.8
Perú 77.4 74.9 80.2
Puerto Rico 80.7 77.3 83.9
República Dominicana 74.6 71.6 77.9
San Vicente y las Granadinas 73.0 70.7 75.6
Santa Lucía 76.7 75.3 78.1
Suriname 72.1 68.9 75.6
Trinidad y Tabago 73.9 71.2 76.7
Uruguay 78.4 74.8 81.9
Venezuela (República Bolivariana de) 72.3 68.6 76.3
Fuente: CEPAL
Fuente: CEPAL. https://statitics.cepal.org/portal/cepalstat/dashboard.
https://statistics.cepal.org/portal/cepalstat/dashboard.html?theme=1&lang=es
html?theme=1&lang=es
(elaboración nuestra) (elaboración del autor).

410
Desigualdad social y educativa en tiempos de pandemia en América Latina

Tabla 7. Coeficiente de desigualdad humana

Coeficiente de desigualdad humana


Definición: Desigualdad promedio en tres dimensiones básicas del desarrollo humano.
2010 2011 2012 2013 2014 2015 2016 2017 2018 2019
Desarrollo humano .. .. .. .. .. .. .. .. ..
Desarrollo humano muy alto 11,6 11,8 11,3 12,1 11,8 11,1 11,5 10,8 10,5 10,7
Alto desarrollo humano 22,2 21,8 21,7 21,0 20,7 20,5 19,5 16,8 17,5 17,6
Desarrollo humano medio 28,6 27,5 28,1 27,5 27,4 26,7 26,7 25,7 20,0 25,9
Bajo desarrollo humano 35,4 34,7 35,3 33,5 32,9 32,0 31 31,1 30,9 31,3
Países en desarrollo 26,1 25,4 25,7 25,7 25,6 25,1 24,5 21,9 20,2 22,3
Regiones .. .. .. .. .. .. .. .. ..
Estados árabes 26,5 25,3 24,6 24,3 24,7 27,1 25,7 24,8 24,2 24,3
Asia oriental y el Pacífico 21,7 21,1 21,1 19,5 19,1 19,0 18,6 15,4 16,3 16,5
Europa y Asia Central 16,1 15,2 15,5 13,3 12,9 12,6 11,8 11,6 11,5 11,7
Latinoamerica y el caribe 24,7 25,3 25,0 23,9 23,2 22,9 21,7 21,3 21,8 21,5
Asia del Sur 28,8 27,6 28,3 28,0 28,0 27,1 27,5 25,6 19,0 25,4
Africa Sub-sahariana 34,7 34,3 34,9 33,6 33,2 32,1 30,6 30,8 30,4 30,5
Países menos desarrollados 33,0 32,3 32,4 31 30,8 29,8 28,9 28,2 28,4 28,4
Pequeños Estados insulares en desarrollo 28,7 27,5 28,3 24,4 24,3 24,1 23,7 23,1 23,6 24,2
OCED* 12,1 12,8 12,3 13,0 12,9 12,2 12,6 11,7 11,5 11,8
Mundo 23,4 22,9 23,2 22,9 22,8 22,2 21,9 20,0 18,5 20,2
* Organización para la Cooperación Económica y el Desarrollo.
Fuente: PNUD. Centro de datos de desarrollo humano http://hdr.undp.org/en/data. Calculado como la media aritmética de los
Fuente:
v alores de PNUD. Centro
desigualdad de datos
en la esperanza de desarrollo
de v ida, humano.
desigualdad en la educación yhttp://hdr.undp.org/en/data
desigualdad en los ingresos utilizando la
metodología de la Nota técnica 2 (disponible en http://hdr.undp.org/sites/default/files/hdr2020_technical_notes .pdf).

Con respecto a los niveles de pobreza, ALC se encuentra entre las re-
giones con más bajos niveles de pobreza multidimensional –salud
+ educación + nivel de vida–, al estar el 7,2% de su población en esa
situación en 2019 -según el PNUD-, solo por encima de Europa y Asia
Central (con el 1%), Asia Oriental y el Pacífico (5.4%) y – muy por de-
bajo– de África Subsahariana (55%), Asia Meridional (26.2%) y los
Estados Árabes (15.8%) (tabla 8.). En contraste, si se toma en cuenta el
porcentaje de la población por debajo de la línea de pobreza en cuan-
to a ingresos, ALC se ubica en los niveles más altos de pobreza con un
34.8%, muy cerca de África Subsahariana –la región planetaria con
mayor pobreza (41.1%)– y lejos de las otras regiones: Asia Oriental y el
Pacífico (4.3%), Europa y Asia Central (11.6%), Asia Meridional (22.9%)

411
Yuri Jiménez Nájera

e, incluso, los Estados Árabes (26.1%) (tabla 8.) En cambio, respecto


a la proporción de la población por debajo de la línea de pobreza
internacional de $ 1,90 dólares al día – en términos de paridad de
poder adquisitivo [PPA] –, ALC se encuentra entre las regiones con
más bajos niveles de pobreza (3.9%), solo por encima de Asia Oriental
y el Pacífico (1.2%), así como de Europa y Asia Central (0.8%) y, muy
por debajo, de África Subsahariana (43.6%) y Asia Meridional (18.4%)
(tabla 8).

Tabla 8. Población en pobreza (mediciones diversas)

Fuente: http://hdr.undp.org/en/data

412
Desigualdad social y educativa en tiempos de pandemia en América Latina

Finalmente, en relación con el Índice de Desarrollo Humano


[IDH] –una propuesta cuantitativa de Naciones Unidas para la medi-
ción estadística del nivel de bienestar en las distintas sociedades, a la
luz del promedio de: años de longevidad, años promedio y esperados
de escolaridad, e ingreso per cápita–, con un IDH de 0.766 en el año
2019, ALC se ubicaba en un nivel de desarrollo alto. Posicionada en
el grupo de países colocados en el segundo nivel de bienestar, dentro
de una escala de cuatro niveles –IDH muy alto, alto, medio y bajo–6,
se ubicaba solo debajo del promedio de Europa y Asia Central (IDH:
0.791) y, por encima, del promedio de las regiones clasificadas con
menores niveles de bienestar: Asia del Sur (IDH: 0.641), África Sub-sa-
hariana (IDH: 0.547), Estados árabes (IDH: 0.705) y Asia oriental y el
Pacífico (IDH: 0.747) (tabla 9).

6
Escala del Índice de Desarrollo Humano (IDH) en 2019, conforme a la clasificación
del PNUD:
1. Desarrollo humano muy alto: IDH +0.898. Ejs. Noruega, Irlanda, Alemania,
Suecia, Finlandia, Chile, Argentina, Uruguay, Costa Rica, Panamá, etc.
2. Alto desarrollo humano: IDH +0.753. Ejs. Cuba, Irán, México, Ucrania, Colombia,
Brasil, China, Sri Lanka, Perú, Tailandia, Armenia, etc.
3. Desarrollo humano medio: IDH +0.631. Ejs. Marruecos, Guyana, Iraq, El Salvador,
Cabo Verde, Guatemala, Nicaragua, Namibia, India, Honduras, etc.
4. Bajo desarrollo humano: IDH +0.513. Ejs. Afganistán, Haití, Sudán, Gambia,
Etiopía, Sudán del Sur, Chad, República Centroafricana, Níger, etc.
Fuente: PNUD. Centro de datos de desarrollo humano. http://hdr.undp.org/en/
indicators/137506#

413
Tabla 9. Índice de desarrollo humano (IDH)

414
Yuri Jiménez Nájera

Fuente: PNUD. Centro de datos de desarrollo humano. http://hdr.undp.org


Desigualdad social y educativa en tiempos de pandemia en América Latina

Los indicadores de la desigualdad socioeducativa

En lo que respecta a los niveles de desigualdad en educación,


América Latina y el Caribe en 2019 mantenía un 18% de desigualdad
en la distribución de años de escolaridad (tabla 10). Se colocó por
debajo del promedio mundial (22.1%) y de otras regiones con una
mayor desigualdad socioeducativa como: Asia del Sur (37.5%), África
Subsahariana (34.1%), Estados Árabes (32.5%) o Países menos desa-
rrollados (36%), y, por encima de Europa y Asia Central (8.2%) o del
promedio de los países de la OCDE (7.6%), regiones con menor in-
equidad educacional.

Tabla 10. Desigualdad en educación (%)

Desigualdad en educación (%)


Definición: Desigualdad en la distribución de los años de escolaridad con base en datos de encuestas de hogares estimados mediante el índice de desigualdad de Atkinson.
2010 2011 2012 2013 2014 2015 2016 2017 2018 2019
Desarrollo humano .. .. .. .. .. .. .. .. ..
Desarrollo humano muy alto 8 8 8.2 8.2 7.7 7,6 8.4 7.1 7.1 6.4
Alto desarrollo humano 22,2 22,2 22,1 21,9 20,8 19,8 18,6 14,2 14,8 14,5
Desarrollo humano medio 38,8 39,1 39,9 38,9 38,7 36,9 36,9 36,5 19,9 37,1
Bajo desarrollo humano 38,1 38,1 37,9 38,6 38,7 37,7 37,6 37,4 37,4 37,9
Países en desarrollo 30,2 30,3 30,6 32,7 32,4 31 30,5 25,3 19,8 25,5
Regiones .. .. .. .. .. .. .. .. ..
Estados árabes 41,8 40,5 39,5 38,0 38,9 37,1 32,8 32,5 32,5 32,5
Asia oriental y el Pacífico 22,1 22,0 21,9 19,7 18,4 18,3 18,9 13,1 13,5 13,4
Europa y Asia Central 12,8 12,9 13,0 8,6 7,9 7,9 7.4 7.2 8.3 8.2
Latinoamerica y el caribe 22,6 23,2 23,0 22,2 21,0 19,7 18,4 18,4 19,7 18
Asia del Sur 41,3 40,9 42,1 41,6 41,5 39,5 39,7 37,8 18,4 37,5
Africa Sub-sahariana 34,3 35,6 35,3 35,7 35,3 34,0 34,1 33,8 34,0 34,1
Países menos desarrollados 37,1 36,8 36,2 35,6 36,4 35,4 35,5 36,2 36,3 36,0
Pequeños Estados insulares en desarrollo 27,6 29,6 30,1 22,0 21,1 20,5 19,9 19,6 19,7 22,0
Organización para la Cooperación Económica y el Desarrollo 8.4 9 9,6 10,2 9.5 9.5 10 8.3 8.2 7,6
Mundo 26,2 26,3 27,0 27,2 26,9 25,9 25,7 22,3 17,4 22,1
Fuente: PNUD. Centro de datos de desarrollo humano http://hdr.undp.org/en/indicators/101606

Fuente: PNUD. Centro de datos de desarrollo humano. http://hdrp.undp.org

Los niveles de desigualdad en el acceso a la educación en ALC la


ubican en una posición intermedia a nivel mundial, respecto a los
Índices de IDH, al colocarse entre los dos extremos: países clasifica-
dos con un IDH muy alto (6.4) o alto (14.5) y países con un IDH medio
(37.1) y bajo (37.9) (tabla 10).

415
Yuri Jiménez Nájera

En relación con los niveles de alfabetización poblacional, ALC se


encuentra entre las tres regiones con más altas tasas de alfabetiza-
ción – % de adultos de 15 o más años–, con una tasa de 93.7% (tabla
11). Esta es inferior a las tasas de Europa y Asia Central (98.5%) y Asia
Oriental y el Pacífico (95.8%) y, por encima, de África Subsahariana
(65.3%), Asia Meridional o del Sur (72.9%) y los Estados Árabes (79.4%).

Tabla 11. Tasa de alfabetización, adultos (% de 15 años o más)

Fuente: PNUD. Centro de datos de desarrollo humano. http://hdr.undp.org

Para el caso específico de los países de ALC, a la luz de los últimos da-
tos disponibles de la CEPAL sobre las tasas de alfabetización – tasa de
alfabetización de las personas de 15 años y más de edad, la cifra es de
94.5% en 2020– , estas se distribuyen entre dos extremos: 99%-99.8%

416
Tasa de alfabetización de las personas de 15 años y
Desigualdad social y educativa en tiempos
más dede pandemia
edad. en América Latina
Ambos sexos
Región/País 1970-2020 %
América Latina y el Caribe 2020 94.5
en los casos de Cuba (99.8%), Barbados
Anguila
(99.6%), Argentina 1994
(99%),
95.4
Antigua y Barbuda (99%) –tasas equivalentes
Antigua y Barbuda a las de los 2015 países99.0
con
más altos niveles de desarrollo– y,Argentina
en el otro extremo (61.7%-89.1%); 2018 99.0
Aruba 2018 97.8
Haití (61.7%), Belice (76.9%), Guatemala (80.8%), Nicaragua (82.6%),
Barbados 2014 99.6
Guyana (85%), Honduras (88.5%),BeliceJamaica (88.1%) y El2000Salvador 76.9
(89.1%); ubicándose el resto de países
Bolivia en medio,
(Estado ende)el rango
Plurinacional 2015 de tasas
92.5

comprendidas entre 92.4% y 98.9%Brasil


(tabla 12). 2018 93.2
Chile 2017 96.4
Colombia 2020 95.6
Tabla 12. Tasa de alfabetización de lasCosta
personas
Rica de 15 años y más
2018de edad.
97.9

Ambos sexos Cuba 2012 99.8


Ecuador 2020 93.6
Tasa de alfabetización de las personas de 15 años y ElTasa
Salvador
de alfabetización de las personas2019 89.1
de 15 años y
más de edad. Ambos sexos Granada más de edad. Ambos sexos 2014 98.6
Región/País 1970-2020 % Guadalupe Región/País 1970-2020
2014 %
96.0
América Latina y el Caribe 2020 94.5 América
GuatemalaLatina y el Caribe 2020
2018 94.5
80.8
Anguila 1994 95.4 Anguila
Guyana 1994
2009 95.4
85.0
Antigua y Barbuda 2015 99.0 Antigua
Haití y Barbuda 2015
2016 99.0
61.7
Argentina 2018 99.0 Argentina
Honduras 2018
2019 99.0
88.5
Aruba 2018 97.8 Aruba
Islas Caimán 2018
2007 97.8
98.9
Barbados 2014 99.6 Barbados
Jamaica 2014 99.6
88.1
Belice 2000 76.9 Belice
Martinica 2000
2014 76.9
96.9
Bolivia (Estado Plurinacional de) 2015 92.5 Bolivia
México(Estado Plurinacional de) 2015
2020 92.5
95.2
Brasil 2018 93.2 Brasil
Nicaragua 2018
2015 93.2
82.6
Chile 2017 96.4 Chile
Panamá 2017
2019 96.4
95.7
Colombia 2020 95.6 Colombia
Paraguay 2020 95.6
94.5
Costa Rica 2018 97.9 Costa
Perú Rica 2018
2020 97.9
94.5
Cuba 2012 99.8 Cuba
Puerto Rico 2012
2017 99.8
92.4
Ecuador 2020 93.6 Ecuador
República Dominicana 2020
2016 93.6
93.8
El Salvador 2019 89.1 El
SanSalvador
Vicente y las Granadinas 2019
1970 89.1
95.6
Granada 2014 98.6 Granada
Suriname 2014
2018 98.6
94.4
Guadalupe 2014 96.0 Guadalupe
Trinidad y Tabago 2014
2010 96.0
98.7
Guatemala 2018 80.8 Guatemala
Uruguay 2018
2019 80.8
98.8
Guyana 2009 85.0 Guyana
Venezuela (República Bolivariana de) 2009
2016 85.0
97.1
Haití 2016 61.7 Haití Fuente: 2016 61.7
Fuente: https://stattistics.cepal.org/portalstat/dashboard.html
https://statistics.cepal.org/portal/cepalstat/dashboard.html?theme=1&l
Honduras 2019 88.5 Honduras 2019 88.5
ang=es
Islas Caimán 2007 98.9 Islas Caimán 2007 98.9
Respecto
Jamaica al índice de educación,
2014 88.1 medido
Jamaica por el promedio 2014
de años88.1de
Martinica 2014 96.9 Martinica 2014 96.9
escolaridad –de adultos– y años esperados de escolaridad – de ni-
México 2020 95.2 México 2020 95.2
ños–,
Nicaragua la región se encuentra,
2015 históricamente,
82.6 Nicaragua en la segunda posición
2015 82.6
Panamá 2019 95.7 Panamá 2019 95.7
Paraguay 2020 94.5 Paraguay 2020 94.5
417
Perú 2020 94.5 Perú 2020 94.5
Puerto Rico 2017 92.4 Puerto Rico 2017 92.4
República Dominicana 2016 93.8 República Dominicana 2016 93.8
San Vicente y las Granadinas 1970 95.6 San Vicente y las Granadinas 1970 95.6
Yuri Jiménez Nájera

internacional (0.485, en 1990 y 0.697, en 2019). Solamente, por debajo


de Europa y Asia Central (0.557, en 1990 y 0.753, en 2019, respectiva-
mente) y –por encima– de las demás regiones (Gráfica 1).

Gráfica 1. Índice de educación (promedio de años de escolaridad de


adultos y años de escolaridad esperados de niños)

Fuente: Elaboración propia a partir de los datos consultados.

En cuanto a otros indicadores relativos a la desigualdad socioeduca-


tiva, de acuerdo con el PNUD, América Latina y el Caribe se sitúa en
posiciones diversas en el orbe: intermedias y relativamente altas, en
algunos casos (tabla 13):

1. Años de escolaridad en promedio (de personas de 25 años o


más): en 2019, se ubica en una posición relativamente alta (8.7
años), solo por debajo de Europa y Asia Central (10.4) y, por en-
cima, de las demás regiones.

418
Desigualdad social y educativa en tiempos de pandemia en América Latina

2. Años esperados de escolaridad: se coloca en una posición alta


(14.6 años), al lado de Europa y Asia Central (14.7 años) y supe-
rior al resto.
3. Tasa bruta de matriculación en educación superior7 o terciaria:
ALC se ubica en un lugar intermedio (con 52%), muy por deba-
jo de los países centrales o con alto desarrollo (72% en el caso
de la OCED y 77% para los países con alto IDH) y por encima
de regiones como: África Subsahariana (9%) o Asia del Sur
(26%).
4. Tasa de supervivencia en educación secundaria: Con 82% se si-
túa en una posición baja en términos comparativos, solo seis
puntos porcentuales sobre África Subsahariana (con 76%) y,
por debajo de las demás regiones, como: Europa y Asia Central
(97%) o Asia Oriental y el Pacífico, y Asia del Sur – ambas con
94% en promedio–.
5. Población con educación secundaria: Está en una posición inter-
media-alta, con 60.3% de acceso al nivel educativo de la pobla-
ción de 25 años o más – en cualquiera de sus grados–, frente al
83.7% para el caso de Europa y Asia Central, en un extremo, y
al 32.8% en el caso de África Subsahariana.
6. Proporción alumnos-maestra y maestro en la escuela primaria:
Se sitúa en una posición ventajosa al promediar 21 alumnos
por maestro, seis alumnos más que los países de la OCED (15),
cuatro más que Europa y Asia Central (17) y, tres más que Asia
Oriental y el Pacífico (18). Asimismo, con un menor número
de alumnos por profesor respecto a las demás regiones, lo que
destaca el caso de África Subsahariana, con 40 alumnos por
docente.

7
La tasa bruta de matrícula se refiere al porcentaje de la matrícula inscrita en edu-
cación superior, respecto a la población en edad escolar que asiste al mismo nivel
educativo.

419
Yuri Jiménez Nájera

Tabla 13. Indicadores de la desigualdad socioeducativa en el mundo


Indicadores de la desigualdad socioeducativa en el mundo
(1) (2) (3) (4) (5) (6)
Años medios Años Tasa bruta de Tasa de Población con Proporción
de escolaridad esperados de matriculación, supervivencia al menos algo alumno-
(años) escolaridad terciario (% de hasta el último de educación maestro,
(años) la población grado de secundaria (% escuela
en edad educación de 25 años o primaria
escolar secundaria más) (alumnos por
terciaria) inferior maestro)
general (% )
2019 2019 2014-2019 /a 2008-2018 /a 2019 2010-2019 /a
Desarrollo humano .. .. .. ..
Desarrollo humano muy alto 12,2 16,3 77 87.4 14
Alto desarrollo humano 8.4 14 46 91 72 19
Desarrollo humano medio 6.3 11,5 24 93 39.5 32
Bajo desarrollo humano 4.9 9.4 8 74 22.7 42
Países en desarrollo 7.5 12,2 33 90 57.6 25
Regiones .. .. .. .. ..
Estados árabes 7.3 12,1 38 88 52.5 22
Asia oriental y el Pacífico 8.1 13,6 44 94 72.4 18
Europa y Asia Central 10,4 14,7 97 83.7 17
Latinoamerica y el caribe 8,7 14,6 52 82 60.3 21
Asia del Sur 6.5 11,7 26 94 41.4 33
Africa Sub-sahariana 5.8 10.1 9 76 32,8 40
Países menos desarrollados 4.9 9,9 11 80 28,4 38
Pequeños Estados insulares en desarrollo 8,7 12,3 59,5 19
OCED* 12,0 16,3 72 85,4 15
Mundo 8.5 12,7 39 91 64,5 24
1. Definición: Número promedio de años de educación recibidos por personas de 25 años o más, conv ertidos a partir de los niv eles de logro educativ o
utilizando las duraciones oficiales de cada niv el.
2. Definición: Número de años de escolaridad que un niño en edad de ingresar a la escuela puede esperar recibir si los patrones predominantes de tasas de
inscripción específicas por edad persisten a lo largo de la v ida del niño.
3. Definición: Matrícula total en un determinado niv el de educación (preprimaria, primaria, secundaria o terciaria), independientemente de la edad, ex presada
como porcentaje de la población oficial en edad escolar para el mismo niv el de educación.
4. Definición: Porcentaje de una cohorte de estudiantes matriculados en el primer grado de una educación secundaria inferior general en un año escolar
determinado que se espera que alcancen el último grado, independientemente de la repetición.
5. Definición: Porcentaje de la población de 25 años o más que ha alcanzado (pero no necesariamente completado) un niv el de educación secundaria.
6. Definición: Número medio de alumnos por profesor en educación primaria.
* Organización para la Cooperación Económica y el Desarrollo. a: Los datos se refieren al año más reciente disponible durante el período especificado.
Fuente: PNUD. Centro de datos de desarrollo humano http://hdr.undp.org/en/data
Fuente: PNUD: Centro de datos de desarrollo humano. http://hdrp.undp.org/en/data

Para el caso de los años promedio de estudio de la población de 25


a 59 años de edad en los distintos países de ALC, de acuerdo con la
CEPAL, tenemos que el promedio regional era de 9.7 años, situándo-
se en uno de los extremos a Chile (12 años) y Panamá (11.2 años). En
el otro, se encuentran: Guatemala (5.4 años), Nicaragua (7.3 años) y
Honduras (7.4 años), permaneciendo en medio dos grupos: 7 países
con un promedio de 10 años de escolaridad (10-10.6 años) y 5 países
con 9 años en promedio (tabla 14).

420
Desigualdad social y educativa en tiempos de pandemia en América Latina

Tabla 14. Promedio de años de estudio de la población


de 25 a 29 años de edad

Promedio de años de estudio de la población de


25 a 59 años de edad*
Región/País Año Años**
América Latina (promedio simple) 2019 9.7
Bolivia (Estado Plurinacional de) 2019 10.3
Brasil 2019 10.4
Chile 2017 12.0
Colombia 2019 9.7
Costa Rica 2019 9.3
Ecuador 2019 9.9
El Salvador 2019 8.3
Guatemala 2014 5.4
Honduras 2019 7.4
México 2018 9.9
Nicaragua 2014 7.3
Panamá 2019 11.2
Paraguay 2019 10.0
Perú 2019 10.6
República Dominicana 2019 10.0
Uruguay 2019 10.3
Venezuela (República Bolivariana de) 2014 10.2
*Ambos sex os. **Años de estudio.
Fuente: CEPAL:
Fuente: CEPAL. https://statitics.cepal.org/portal/cepalstats/dasboard.html
https://statistics.cepal.org/portal/cepalstat/dashboard.html?them
e=1&lang=es
En cuanto a la tasa bruta de matrícula de nivel terciario o superior en
los países del continente – de conformidad con datos de la CEPAL–,
nos encontramos con un promedio regional de 54.1%, en 2020, distri-
buyéndose de la siguiente manera (tabla 15):

1. En cuanto a los extremos: Haití se encuentra en la posición


más baja, con 1.1% (dato de 1986), seguido de Anguila (4.6%)

421
Yuri Jiménez Nájera

(2008), San Martín (5.9%) y Dominica (7.2%) (1993), haciendo


un total de 4 naciones.
2. En el otro, con las posiciones más altas, se encuentran 5 países:
Granada (104.6%), Uruguay (102.6%), Puerto Rico (97.5%), Ar-
gentina (95.4%) y Chile (93.1%).
3. En las posiciones intermedias, en el rango 10-29.9%, se en-
cuentran 19 países: Belice (25.6%), El Salvador (29.4%), Guate-
mala (22.1%), Honduras (25.5%), Nicaragua (17.4%), etcétera.
4. En el rango de 30% a 49.9%, se encuentran 5 países: Cuba,
Ecuador, México, Panamá y Paraguay.
5. En el rango de 50% a 69.9%, se encuentran 5 países: Barbados,
Brasil, Colombia, Costa Rica y República Dominicana.
6. En el rango de 70% a 89.9%, se encuentran solo 3 países: Perú,
Venezuela y Saint Kitts y Nevis.

La tabla 15, nos muestra el grado de heterogeneidad y desigualdad en


el acceso a la educación superior en la región; con una mayor con-
centración en países colocados en los estratos de acceso más bajos,
pues 28 naciones se encuentran por debajo del 47.9% y, solo 13, por
encima del 50% –algunos de ellos con una gran población, como
Brasil, Colombia y Argentina–.

422
Desigualdad social y educativa en tiempos de pandemia en América Latina

Tabla 15. Tasa bruta de matrícula de nivel terciario

Tasa bruta de matrícula de nivel terciario

Región/Pais Año %
América Latina y el Caribe 2020 54.1
Anguila 2008 4.6
Antigua y Barbuda 2012 24.8
Argentina 2019 95.4
Aruba 2016 15.6
Bahamas 1995 15.1
Barbados 2011 65.4
Belice 2020 25.6
Brasil 2019 55.1
Chile 2019 93.1
Colombia 2019 55.0
Costa Rica 2019 57.7
Cuba 2020 46.7
Curaçao 2013 21.4
Dominica 1993 7.2
Ecuador 2019 47.9
El Salvador 2018 29.4
Granada 2018 104.6
Guatemala 2019 22.1
Guyana 2012 11.6
Haití 1986 1.1
Honduras 2019 25.5
Islas Caimán 2015 25.9
Islas Turcas y Caicos 2015 11.5
Islas Vírgenes Británicas 2019 24.8
Jamaica 2015 27.1
México 2019 42.8
Montserrat 2010 17.1
Nicaragua 2002 17.4
Panamá 2016 47.8
Paraguay 2010 34.6
Perú 2017 70.7
Puerto Rico 2016 97.5
República Dominicana 2017 59.9
Saint Kitts y Nevis 2015 86.7
San Martín (parte de los Países Bajos) 2015 5.9
San Vicente y las Granadinas 2015 23.7
Santa Lucía 2020 16.4
Suriname 2002 12.6
Trinidad y Tabago 2004 12.0
Uruguay 2019 102.6
Venezuela (República Bolivariana de) 2009 79.3
Fuente: CEPAL:
Fuente: CEPAL. https://statitics.cepal.org/portal/cepalstats/dashboard.html
https://statistics.cepal.org/portal/cepalstat/dashboard.html?the
me=1&lang=es

423
Yuri Jiménez Nájera

En relación con los niveles de desigualdad estratificados respecto al


acceso a la escuela, de los jóvenes de 20-24 años, por quintiles de in-
greso per cápita, el promedio en ALC era de solo 32.7% en el período
2014-2019. Y, solo 20%, para el quintil 1 –el más pobre–, 26% para el
quintil 2, frente al 50% para el quintil 5 –el más rico–, en tanto la
situación regional por país era, por demás, heterogénea y dispar, si
se considera una selección de países representativos del conjunto
(tabla 16):

1. El caso de Guatemala (2014) y Honduras (2019) en la región


centroamericana, denota un acceso – sumamente– restringi-
do a la educación de las y los jóvenes de 20-24 años, con 12% y
19.5% de acceso en promedio, respectivamente.
2. En el otro extremo, nos encontramos con los casos de: Bolivia,
Chile, Venezuela, con 46.9% (2019), 43.4% (2017) y 38.8% (2014),
respectivamente; seguidos por Perú (2019) con 37.3% y Uru-
guay con 33.1%, todos en Suramérica y colocados por encima
del promedio latinoamericano (32.7%).
3. Finalmente, tenemos los casos de México y Brasil, el prime-
ro con un 28.6% de acceso en promedio y, el segundo, con un
26.9%. Ambos, por debajo del promedio latinoamericano, a pe-
sar de su nivel de desarrollo económico, lo cual muestra con
ello su gran desigualdad educativa al interior, con grandes si-
militudes entre los quintiles correspondientes.

424
Desigualdad social y educativa en tiempos de pandemia en América Latina

Tabla 16. Asistencia escolar por quintiles de ingreso per cápita del hogar,
de 20- 24 años

Asistencia escolar por quintiles de ingreso per cápita del hogar, de 20-24 años

América Latina Bolivia Brasil Honduras Guatemala


2019 2019 2019 2019 2014
Quintil 1 19.6 Quintil 1 23.8 Quintil 1 15.4 Quintil 1 4.6 Quintil 1 4.3
Quintil 2 25.9 Quintil 2 42.4 Quintil 2 19.1 Quintil 2 8.7 Quintil 2 7.2
Quintil 3 30.6 Quintil 3 46.3 Quintil 3 25.1 Quintil 3 16.4 Quintil 3 6.9
Quintil 4 35.7 Quintil 4 51.2 Quintil 4 31.3 Quintil 4 19.6 Quintil 4 9.7
Quintil 5 50.0 Quintil 5 61.4 Quintil 5 51.4 Quintil 5 41.2 Quintil 5 26.7
Total quintiles 32.7 Total quintiles 46.9 Total quintiles 26.9 Total quintiles 19.5 Total quintiles 12.0

México Perú Uruguay Venezuela Chile


2018 2019 2019 2014 2017
Quintil 1 11.4 Quintil 1 23.6 Quintil 1 13.9 Quintil 1 31.4 Quintil 1 38.3
Quintil 2 19.8 Quintil 2 29.2 Quintil 2 22.1 Quintil 2 34.4 Quintil 2 40.7
Quintil 3 26.4 Quintil 3 33.0 Quintil 3 33.6 Quintil 3 39.4 Quintil 3 40.1
Quintil 4 32.1 Quintil 4 40.7 Quintil 4 46.0 Quintil 4 41.0 Quintil 4 44.3
Quintil 5 47.9 Quintil 5 53.5 Quintil 5 61.0 Quintil 5 46.9 Quintil 5 57.6
Total quintiles 28.6 Total quintiles 37.3 Total quintiles 33.1 Total quintiles 38.8 Total quintiles 43.4
Fuente: CEPAL

Fuente: CEPAL.

Un indicador relevante, en estos tiempos de pandemia, es el acceso


a Internet y a sus servicios digitales en cada país latinoamericano y
caribeño – en el marco del derecho humano a la información, a la
cultura y al conocimiento científico y tecnológico–. De acuerdo a los
datos disponibles, se muestra una enorme disparidad al respecto –en
función de múltiples factores–, al darse porcentajes muy distintos en
el acceso a internet de escuelas primarias, oscilando entre un 5%, en
el caso de Paraguay y, un 100%, en los casos de Uruguay, Dominica, y
algunas Islas del Caribe; con un abanico intermedio de tasas de acce-
so muy amplio entre el 8% y el 90% (tabla 17).

425
Yuri Jiménez Nájera

Tabla 17. Porcentaje de escuelas primarias con acceso a internet

Porcentaje de escuelas primarias con


acceso a internet
2010-2019
Antigua y Barbuda 90
Argentina 40
Bolivia (Estado Plurinacional de) 8
Brasil 62
Colombia 43
Costa Rica 59
Cuba 13
Dominica 100
República Dominicana 23
Ecuador 39
El Salvador 23
Granada 72
Guatemala 9
Honduras 16
Jamaica 84
México 39
Paraguay 5
Peru 41
Saint Kitts and Nevis 100
Saint Lucia 100
Saint Vincent and the Grenadines 100
Uruguay 100
Fuente: Instituto de Estadística de la UNESCO

Fuente: Instituto de Estadística de la UNESCO.

Pandemia, desigualdad y crisis

En este contexto de grandes desigualdades, de acuerdo con la CEPAL,


el impacto de la pandemia ha sido multidimensional y desigual en
la región, combinándose varias crisis: sanitaria, económica, social y
educativa. Estas han profundizado las brechas de desigualdad pre-
viamente existentes (CEPAL, 13-15 octubre de 2021) (Bárcena, 2021)
(CEPAL, 2021, 2022):

426
Desigualdad social y educativa en tiempos de pandemia en América Latina

• Como resultado de la pandemia, la mitad de las niñas, niños y


adolescentes viven en pobreza en América Latina –47, 2% en
2019 y 51,3% en 2020, equivalente a 91 millones de personas–.
Lo que esboza un retroceso de 12 años en pobreza, y 20 años en
pobreza extrema en la región.
• En materia de empleo, la desocupación aumentó a 11% –afec-
tando sobre todo a las personas jóvenes y a los trabajadores
informales– y disminuyó la participación laboral de las mu-
jeres (con un retraso en 18 años). Asimismo, más de un 30%
de las mujeres pobres no participa en el mercado laboral por
razones familiares y por la sobrecarga de trabajo de cuidados.
• El impacto de la crisis sanitaria en la población infantil y
en la juventud ha sido multidimensional y desigual. Más de
600.000 niñas, niños y adolescentes han perdido a sus cuida-
dores y el 99%, de las y los estudiantes de la región estuvieron
un año académico sin clases presenciales – 167 millones de es-
tudiantes afectados–.
• 3,1 millones de jóvenes, niñas y niños podrían haber abando-
nado la educación en la región por la crisis – desde el nivel
preprimario hasta el superior– y, más de 300.000 niñas, niños
y adolescentes, podrían haberse vistos obligados a trabajar.
Igualmente, la salud mental de esta población se ha visto afec-
tada por el confinamiento, la interrupción de las clases y el
cierre de los centros educativos. También, se prevé un aumen-
to de la doble carga de malnutrición – desnutrición y sobre-
peso– en la infancia. Además de lo anterior, la salud física de
niñas y niños fue impactada por la interrupción de los servi-
cios de salud frente a la pandemia.
• Si ya en el año 2019 en la región, la diferencia en la conclusión
de la educación secundaria entre los estudiantes provenientes
del quintil más rico y del quintil más pobre era de 46 puntos
porcentuales, se estima que la probabilidad de completar la

427
Yuri Jiménez Nájera

secundaria caerá del 56% al 42% en la región, como producto


de la crisis multidimensional acrecentada por la pandemia de
COVID-19. Asimismo, si en 2019, los niveles de conclusión en
la educación superior eran casi nulos – entre 2% y 4%– en la
población de jóvenes (entre 25 y 29 años) de menores ingresos,
es de esperar que en la pandemia y pospandemia, los resulta-
dos no mejoren en la región.
• Si bien en 2019, el 66,7% de los habitantes de la región tenían
conexión a Internet, 33% de las niñas, niños, adolescentes y
jóvenes (entre 5 y 20 años) de 10 países de la región, vivían en
hogares sin acceso a Internet en este año, lo cual los habría
excluido de la educación virtual. Asimismo, la conectividad
era muy desigual entre los países de la región y por nivel so-
cioeconómico (2019): en promedio, 53% de personas de 5 a 20
años del primer quintil de menores ingresos, tenía acceso a In-
ternet en el hogar, comparado con 93% de personas del quintil
5 de más altos ingresos, –con Paraguay, en un extremo, con 2%
de acceso en el quintil 1 y 71% en el quintil 5 y, Costa Rica, en el
otro extremo, con 90% de acceso en el primer quintil y 100%
en el quintil 5–.

Bibliografía

Alarco, Germán y Castillo, César. (2020). Concentración de la


riqueza en América Latina en el siglo XXI. Problemas Del Desar-
rollo. Revista Latinoamericana De Economía, 51(203). https://doi.
org/10.22201/iiec.20078951e.2020.203.69534

428
Desigualdad social y educativa en tiempos de pandemia en América Latina

Bárcena, Alicia. (13 de octubre de 2021). Educación en América


Latina y el Caribe: la crisis prolongada como una oportunidad
de reestructuración Primer Seminario Regional de Desarrollo
Social. CEPAL. https://www.cepal.org/es/comunicados/la-pande-
mia-abre-oportunidad-reestructurar-sistemas-educativos-la-re-
gion-enfrentar

Comisión Económica para América Latina y el Caribe [CEPAL]


(13-15 octubre de 2021). La pandemia abre una oportunidad para
reestructurar sistemas educativos de la región y enfrentar la
“crisis silenciosa” que vive el sector: CEPAL. https://www.cepal.
org/es/comunicados/la-pandemia-abre-oportunidad-reestructu-
rar-sistemas-educativos-la-region-enfrentar

CEPAL. (2021). Panorama Social de América Latina, 2020 (LC/


PUB.2021/2-P/Rev.1), Santiago de Chile.

CEPAL. (2022). Panorama Social de América Latina, 2021 (LC/


PUB.2021/17-P), Santiago de Chile.

Corcuff, Philippe. (2013). Las nuevas sociologías. Principales corrien-


tes y debates, 1980-2010. México: Siglo XXI.

Corcuff, Philippe. (1995). Les nouvelles sociologies. Constructions de


la réalité sociale. Paris: NATHAN.

Giménez, Gilberto. (2005a). Introducción a la sociología de Bour-


dieu. En Isabel Jiménez (coord.), Ensayos sobre Pierre Bourdieu y su
obra. (pp. 5- 10). México: CESU/UNAM-Plaza y Valdés.

Giménez, Gilberto. (2005b). Teoría y análisis de la cultura. México:


CONACULTA/ICOCULT.

Organización Mundial de la Salud [OMS] (30 de enero de 2020). El


Director General declaró el brote del nuevo coronavirus como una
emergencia de salud pública de interés internacional (PHEIC, por
sus siglas en inglés), el nivel más alto de alarma de la OMS. https://

429
Yuri Jiménez Nájera

www.who.int/emergencies/diseases/novel-coronavirus-2019/
interactive-timeline

Organización Panamericana de la Salud [OPS] y Organización


Mundial de la Salud [OMS] (23 de diciembre de 2021). Actua-
lización Epidemiológica Coronavirus (COVID-19) y Actualiza-
ción epidemiológica: Enfermedad por Coronavirus (COVID-19).
Washington.

OPS/OMS (11 de diciembre de 2020). Actualización Epidemioló-


gica: Enfermedad por coronavirus (COVID-19). https://iris.paho.
org/handle/10665.2/53175

OPS/OMS (27 de enero de 2020). Actualización Epidemioló-


gica: Nuevo coronavirus (nCoV). https://www.paho.org/es/
documentos/actualizacion-epidemiologica-nuevo-coronavi-
rus-ncov-27-enero-2020

Programa de las Naciones Unidas para el desarrollo [PNUD].


(2020). Informe sobre Desarrollo Humano 2020. La próxima fron-
tera El desarrollo humano y el Antropoceno. Nueva York, Estados
Unidos.

PNUD. (2021). Informe regional de desarrollo humano 2021. Atrapa-


dos: alta desigualdad y bajo crecimiento en América Latina y el Cari-
be. Nueva York, Estados Unidos.

Therborn, Göran. (2016). Los campos de exterminio de la desigual-


dad. México: Fondo de Cultura Económica.

430
Coordenadas teóricas para pensar
los procesos de racialización escolar
en claves de desigualdades
Yoannia Pulgarón Garzón

[…] Como fenómeno de naturaleza ideológica, los racismos no


surgen por generación espontánea, por tanto, […] es preciso ser
enseñado y aprendido, y para ello la educación juega un papel
relevante. Allí en donde la educación se manifieste, en todos los
espacios y momentos en que ella ocurra, las ideas de corte racista
pueden ser enseñadas y a la vez aprendidas; es decir, que circulan
en los salones de clase y en los recesos, en los materiales didácticos,
en los pizarrones negros y las pantallas electrónicas. Estas ideas
penetran también en los auditorios, los pasillos y los cubículos de
las instituciones públicas de educación superior, incluyendo las
que forman profesionales de la educación.

(Van Dijk, 2007, p. 4)

Introducción

El artículo comparte un análisis teórico conceptual sobre los proce-


sos de racialización que operan en la escuela y la manera como estos

431
Yoannia Pulgarón Garzón

describen desigualdades, ya sea en función de los accesos educativos


como para el aprovechamiento de las oportunidades escolares. La
mirada al tema es resultado de una revisión teórica realizada que da
sustento a una investigación doctoral sobre los procesos de raciali-
zación en el ámbito escolar, experimentados por adolescentes cuba-
nos. La propuesta se estructura desde la perspectiva de la Sociología
de la Educación y asume enfoques interseccionales para el abordaje
de la categoría en cuestión.
Pensar los procesos educativos en clave de desigualdades raciales
o por color de la piel, conecta con los necesarios debates decolonia-
les en torno a la raza y los racismos. En ese sentido, el acercamiento
al tema parte por revelar esas nociones básicas de configuración y
reconfiguración de desigualdades raciales que se reproducen en los
ámbitos educativos y que, sustentan prácticas desintegradoras y ex-
cluyentes, para determinados grupos racializados.
Estudios realizados en los últimos veinte años en Cuba, han
puesto en evidencia conexiones entre las desigualdades raciales y
aspectos vinculados con la educación o las políticas educativas (Ávi-
la, 2006, 2013; Almeyda, 2016; Tejuca et. al, 2017; Pons, 2021). Desde
aristas sociológicas y psicológicas se han analizado condicionantes
sociales y estructurales que derivan en dificultades para el acceso
a la Educación Superior, o la permanencia en las universidades, las
trayectorias educativas, etcétera.
Cuestiones que visibilizan aristas articuladas con procesos de di-
ferenciación social e inequidades en función del color de la piel, el
género, los accesos económicos y los territorios. En sentido general,
estas investigaciones alertan sobre la necesidad de pensar de forma
crítica el tema. Llaman la atención a que, cada vez más, sean explo-
radas las tendencias que configuran tempranamente patrones de
éxitos de la vida estudiantil, muchos definidos desde la enseñanza
secundaria y –probablemente– antes, en el nivel primario (Tejuca et
al., 2017).
También, desde el Centro de Estudios Sobre la Juventud [CESJ] se
ha problematizado la cuestión racial en diálogo con la educación, en
432
Coordenadas teóricas para pensar los procesos de racialización escolar en claves de desigualdades

aristas que van desde la continuidad de estudios, los accesos educati-


vos hasta la percepción de rechazo por causas como el color de la piel
(Estévez y Abadie, 2014, 2015; CESJ/Oficina Nacional de Estadística e
Información [ONEI], 2011; CESJ, 2019, respectivamente). Sobre estas
últimas, un estudio reciente reconoció que adolescentes y jóvenes
cubanos suelen identificar la cuestión racial como la cuarta razón
de rechazo en sus relaciones sociales, entre las que ocurren, ocasio-
nalmente, o como experiencia casual (CESJ, 2019). Realidades que se
convierten en alertas importantes cuando estas manifestaciones ne-
gativas se reproducen en espacios institucionales como los centros
educativos y laborales. La importancia de su análisis estriba en que,
aunque los números no sean estadísticamente significativos, sí apor-
tan de manera cualitativa, en función de cuestionar aquello que des-
de la institucionalidad no se hace para combatir tales experiencias
desintegradoras.
Los análisis que se proponen desde estas páginas, parten de enfo-
ques en torno a las concepciones de raza y racismos. Seguidamente,
se analizan los presupuestos teóricos producidos acerca del racismo
y la educación, desde el cual se abordan referentes claves para la
comprensión de los procesos de desigualdad que operan en el ámbito
escolar. Y, en el cierre del texto, se realiza una aproximación a teorías
sustantivas e investigaciones que permiten analizar los procesos de
racialización escolar en claves de desigualdad. Estos antecedentes
dialogan –indistintamente– con las diferentes maneras en las que
los privilegios y las desigualdades por color de la piel, afectan a gru-
pos y personas racializadas en el marco de los espacios educativos.

Concepciones en torno a la raza y los racismos

Las miradas en torno a la discriminación por color de la piel, los


prejuicios raciales y las diferentes formas de racismo que operan en
nuestras sociedades; resultan de aquellos llamados temas complejos,
pero necesarios. Su complejidad se expresa en las maneras, matices,
433
Yoannia Pulgarón Garzón

mecanismos, ideologías y condicionamientos sociales que resultan


necesarios desmontar para visibilizar las relaciones de causalidad y
sus efectos concretos en la vida de grupos humanos e individuos. La
pertinencia de estudiarlos posibilita que, tras su identificación, po-
damos actuar en consecuencia contra sus manifestaciones y trans-
formar los mecanismos que los reproducen y naturalizan.
Las problematizaciones en torno a la racialización se inscriben
en el corpus epistémico que aborda la concepción colonial de la raza
y su significación social. En las lecturas realizadas emerge –como eje
común– el carácter contradictorio de la raza. Por una parte, su proba-
da inexistencia científica y, por otra, su naturalizada capacidad para
organizar y definir las relaciones sociales, así como los lugares de los
sujetos en estas. Pero, ¿a qué se debe esta aparente contradicción?
Aníbal Quijano, un referente obligado sobre el tema en Latinoa-
mérica y el mundo, aportó una de las claves que resultan esenciales
para comprender la raza y el racismo, según los códigos con los que
los leemos hoy. En su extensa obra, Quijano (2000, 2007, 2017) reco-
noce que:

La idea de raza es, con toda seguridad, el más eficaz instrumento de


dominación social inventado en los últimos 500 años. Producida en
el mero comienzo de la formación de América y del capitalismo, en
el tránsito del siglo XV al XVI […]. [La idea de raza] fue impuesta como
criterio básico de clasificación social universal de la población del
mundo, según ella, fueron distribuidas las principales nuevas identi-
dades sociales y geoculturales. De una parte: “Indio”, “Negro”, “Asiá-
tico” (antes “Amarillos” y “Aceitunados”), “Blanco” y “Mestizo”. De la
otra: “América”, “Europa”, “África”, “Asia” y “Oceanía” (Quijano, 2017,
p. 17).

El autor hace referencia a la raza como idea, por tanto, esta se en-
cuentra anclada en la subjetividad, aunque la trasciende. Es produ-
cida por los sujetos, no es dada per se, sino en función de relaciones
sociales, mayormente, sustentadas en lógicas de poder y dominación.
En este caso, a partir de la racionalidad hegemónica eurocéntrica,

434
Coordenadas teóricas para pensar los procesos de racialización escolar en claves de desigualdades

que se estructuró en el período de colonización europea y a lo que


Quijano definió como colonialidad del poder, del ser y del saber
(Quijano, 2000, 2017).
La raza es asumida como sinónimo de la colonialidad y funcio-
na como epicentro de la colonialidad del poder (Quijano, 1999, 2017;
Segato, 2017), en tanto, ideología que naturalizó la explotación y el
saqueo colonial europeo, así como las relaciones desiguales por co-
lor de la piel, que perviven hasta hoy. Fue así como nuestras naciones
fueron saqueadas, bajo la racionalidad hegemónica de Occidente.
Los pueblos originarios del continente y sus culturas fueron cosifi-
cados y considerados incivilizados, atrasados, inferiores. Lo mismo
sucedió con la población negra traída o arrebatada de África –como
mano de obra esclavizada– ocupando el lugar más bajo en la estruc-
tura social, pese a sostener las bases económicas del colonialismo.
Pero, ¿cómo entendemos hoy la raza? ¿realmente existe, es co-
rrecto hablar de ella? ¿qué realidades se esconden tras esta categoría
y cuánto impacta aún en la vida de las personas racializadas?
Precisamente, como defendiera José Martí en su histórico ensayo
Nuestra América, “no hay odio de razas, porque no hay razas” (1991,
p. 22). Desde la ciencia fue demostrada la invalidez científica de este
término para clasificar a la especie humana. No existe una raza su-
perior a la otra, porque todos formamos parte de la raza humana.
Teorías más recientes vinculadas con el genoma humano han nega-
do las diferencias biológicas y sobre todo las desigualdades que la
ideología en torno a la categoría, legitimaba, en función de grupos
humanos más capaces, más dotados y, por ende, con el poder de so-
juzgar y decidir por la vida de los otros.
En ese sentido, se habla de la invención de la raza para remarcar
su carácter construido socialmente, así como para revelar sus efec-
tos y el rol que ocupa en la estructuración de relaciones sociales, pese
a su inexistencia científica. Guimarães (1999) entiende la raza:

[…] como construcciones sociales eficaces para mantener y repro-


ducir diferencias y privilegios. En otras palabras, aunque las razas

435
Yoannia Pulgarón Garzón

no existen en un sentido estrictamente científico, por cuanto no son


una realidad del mundo físico, sí existen en el mundo social, como
producto de formas de clasificación y de identificación que orientan
las acciones de los seres humanos (Guimarães, 1999, citado en Ran-
gel, 2004, p. 32).

El intelectual cubano Fernando Martínez Heredia reflexionó sobre el


tema planteando que:

Las razas son construcciones sociales que identifican o marcan a


grupos humanos respecto a otros grupos, en dependencia de relacio-
nes que sostienen entre sí; construcciones elaboradas en un medio
específico, históricamente determinable, en íntimos nexos con las
relaciones sociales, las clases sociales y las acumulaciones culturales
de la sociedad de que se trate. Eso son las razas, y no lo que parecen
ser: clasificaciones de los grupos humanos y pretensiones de que sus
miembros pueden ser valorados a partir de ciertos rasgos congénitos
que portan, de manera que unos resulten rebajados o elevados frente
a los otros, por causas naturales e irremediables […] las ideas que se
tienen sobre las razas son las que les dan significado al color de la
piel, los tipos de facciones y de cabellos y otros rasgos marcantes; no
son estos los que tienen un significado por sí […] (Martínez, 2005, pp.
323-324).

La idea de su inexistencia científica resulta, muchas veces, inoperan-


te en la práctica cotidiana de los sujetos, en tanto es construida, re-
producida y leída desde los cuerpos, mediante relaciones desiguales
de poder –criterios de superioridad/inferioridad racial–. Esta catego-
ría funciona en los imaginarios y en las experiencias cotidianas de
las personas como marcas fenotípicas, por el color de la piel, la for-
ma de la nariz, el cabello, etcétera. Se trasladan así, las construccio-
nes culturales en torno a la inferioridad/superioridad asignada por
la idea de raza, a lo fenotípico, a los signos de la biología, los cuales
resultan entes organizadores de la vida social.
En tal sentido, la raza tiene la capacidad de organizar y ubicar,
desigualmente, a las personas en función del color de la piel. Pero,

436
Coordenadas teóricas para pensar los procesos de racialización escolar en claves de desigualdades

lo que nos llama la atención Segato (2017), es que la raza no está en


el cuerpo, sino en la relación de poder (relación colonial) que estruc-
tura y legitima esas diferencias, que hacen que determinadas ca-
racterísticas fenotípicas, –así como las cualidades y carácter de las
personas que las portan– se asuman naturalmente como superiores o
mejores, en detrimento de otras.
Estas ideas resultan centrales para la comprensión de las identi-
dades raciales y el racismo desde una sensibilidad local e histórica
(Segato, 2007). La propia autora reconoce que la raza es leída desde
el cuerpo, como marcas de la historia de racialización y despojo de
los vencidos en el proceso de colonización de nuestras sociedades.
Razón por la cual, se naturaliza la relación colonial leída en los cuer-
pos biologizados como inferiores, racializados y expropiados de va-
lor y humanidad. Esto es fundamental para interpretar los códigos e
imaginarios racistas que se estructuran en los diferentes contextos
sociales. De esa manera, es posible aprehender cómo se entiende la
raza en Cuba hoy, y cómo se estructuró esa diferenciación entre cuer-
pos blancos, negros y mestizos/mulatos.
En el caso cubano1 –similar a la construcción y experiencia ra-
cial del continente latinoamericano– el pasado colonial trajo con la
hegemonía europea blanca la construcción de una racionalidad o
episteme colonial; desde la cual fue negada, tanto la población ori-
ginaria precolombina (prácticamente exterminada durante la etapa
de conquista y colonización) como la africana esclavizada. Estos gru-
pos poblacionales fueron inferiorizados, junto a sus valores cultura-
les, en una concepción de nación en la que el aporte europeo –como
ideal de civilización– se estructuró como el modelo exitoso y único
(los vencedores), en relación al salvaje, bárbaro e incivilizado de la
población no blanca (los vencidos). Estas bases históricas, locales y

1
Cuba, hoy a partir de sus logros en materia de equidad y justicia social, la defensa
y respeto de los derechos de todos sus ciudadanos y su condena a todo tipo de dis-
criminación, incluida la de orden racial; no puede asumirse como una nación en la
que el racismo se manifiesta de forma sistémica. Por tanto, es reconocida su voluntad
antirracista, aunque si, en su interior se aprecian estructuras sociales racializadas.

437
Yoannia Pulgarón Garzón

contextualizadas, marcaron la racionalidad construida en torno a la


raza y el racismo en el país, como marcas históricas en los cuerpos
racializados (Segato, 2007).

El llamado blanco se identificó siempre con la riqueza, el control de


la economía, el privilegio, la cultura dominante, el poder. El negro,
por su parte se identifica siempre con la pobreza, el desamparo, las
culturas sojuzgadas y discriminadas, la ausencia de poder. Lastres
que no han sido superados y que, todo parece indicar, determinadas
fuerzas dentro de nuestro ambiente social pretenden perpetuar (Mo-
rales, 2002, p. 56).

En ese sentido, en el país se articularon la idea de raza y clase como


ejes de estructuración de las desigualdades. Para Morales (2002):

[…] la raza o el color de la piel son un fuerte fundamento histórico


de las diferencias socioeconómicas en Cuba. Raza o color de la piel,
estructura de clase y género, se dan de la mano en la historia de la
nación cubana (p.55).

De ahí la trascendencia de mirar hacia los procesos históricos de con-


formación de estructuras racializadas en el país y los vínculos entre
raza- clase. Donde negros y mestizos/mulatos pobres se consolida-
ron como tipologías o grupos vulnerables de población, en función
de la convergencia entre pobreza, marginalidad, desprotección, falta
de derechos, de poder y oportunidades (Morales, 2002; Zabala, 2008).
En el tratamiento a los temas asociados al racismo, se establecen
las conexiones que se producen entre sus expresiones, formas de
operar y consecuencias. Para Campoalegre (2017), el racismo resulta
una opresión basada en la supuesta existencia de razas y la inferio-
ridad de unas sobre otras, sobre la base del modelo hegemónico de
blanquitud y la visión subalterna de la negritud y otras poblaciones
no “blancas” (p. 27).
Para la intelectual cubana Zuleica Romay, la mirada hacia los ra-
cismos que perviven en nuestras sociedades actualmente, tienen un
doble componente, anclado “en aquel racismo absorbido sutilmente

438
Coordenadas teóricas para pensar los procesos de racialización escolar en claves de desigualdades

a través de prácticas culturales diversas y por el otro, el discurso ofi-


cial de igualdad racial proclamado por los gobiernos y Estados” (Ro-
may, 2014, p. 58). Estas ideas enfatizan en los desencuentros entre el
discurso oficial de igualdad frente a la ley, y aquel deber ser aprehen-
dido/legitimado en las diferentes etapas de socialización como indi-
viduos dentro de contextos sociales racializados. A lo que la autora
llama, apropiación sutil de estas prácticas de racismo (Romay, 2014),
algo que asumimos como natural, algo dado e inamovible, construc-
ciones coloniales que deben ser siempre interpeladas y analizadas
desde la crítica, para desmontarlas y combatirlas.
Desde esa lógica “el racismo se convierte en un principio organi-
zativo de las relaciones sociales” (Bonilla-Silva, 2011, p. 687); en tanto
niega posibilidades, o excluye a las personas negras y mestizas de las
mismas oportunidades de las personas blancas, desde formas suti-
les hasta otras más declaradas y manifiestas. A estas últimas, Segato
(2017) las reconoce como racismo de convicción, a través del cual se
afirma que “la gente negra es mejor dotada para los deportes o la mú-
sica popular que para las actividades que necesitan de pensamiento
abstracto” (Segato, 2017, p. 47).
O desde formas más sutiles y silenciosas, pero igual de efectivas,
aquellas que la propia autora identifica como racismo de costumbre,
naturalizado, culturalmente establecido, que no llega a ser recono-
cido como atribución explícita de valor diferenciado a personas de
grupos raciales y étnicos; pero que funciona a partir de su invisibi-
lidad, de no reconocer ni tan siquiera que existen o tienen oportu-
nidades. Según Segato (2017), esta modalidad de racismo es la que
más víctimas cobra en la convivencia diaria y, en especial, en la vida
escolar. Razón por la cual, la tomamos como referencia para el aná-
lisis de cómo operan algunos procesos de racialización y prácticas
racializadas en el espacio escolar.

439
Yoannia Pulgarón Garzón

Racismo y educación. Miradas a los procesos de racialización


en el contexto escolar

Hablar de la articulación que existe entre la educación –la escuela,


los sistemas y procesos educativos– y el racismo deviene cuestión
esencial, para el debate propuesto, dado al carácter aprendido de las
prácticas racistas. Además, como ideología y sistema de opresión el
racismo se ancla en aparatos y esquemas culturales –prejuicios, este-
reotipos– que también, funcionan en el ámbito educativo e impactan
en las experiencias escolares de los sujetos racializados. En no pocas
oportunidades y contextos sociales, la escuela se convierte en cóm-
plice de tales experiencias negativas cuando no se articulan acciones
para visibilizar las problemáticas discriminatorias. En este caso, nos
aproximaremos a cómo desde diferentes teorías e investigaciones se
reconstruyen miradas en torno a los procesos de racialización que
ocurren en el ámbito escolar.
Las conexiones entre el racismo y la educación han sido aborda-
das desde varias áreas del conocimiento vinculadas al tema: Sociolo-
gía, Psicología, Pedagogía y Antropología. En unas, se ha colocado la
mirada en los procesos escolares como reproductores de prácticas y
actitudes racistas, en otras, se ha analizado la influencia de estas ex-
periencias escolares en la trayectoria de vida de los educandos. Igual-
mente, se han teorizado sobre la preparación que brinda la escuela
para la posterior inserción laboral, y cómo –desde ella– se estructu-
ran diferencias y desigualdades en función del color de la piel o el
grupo étnico de pertenencia. También, ya en etapas más recientes, se
han introducido miradas relacionadas con la idea de cómo construir
una educación liberadora y antirracista.
Para los clásicos de la Sociología, y sociólogos de la Educación,
la escuela y el sistema educativo fueron analizados como una enti-
dad de dominación. En tanto, desde ellas, se forman ideologías, con-
ciencias y se ejerce autoridad. Para Emile Durkheim, la escuela tenía
como función primigenia –en la teoría positivista– la edificación del

440
Coordenadas teóricas para pensar los procesos de racialización escolar en claves de desigualdades

sujeto disciplinado, sometido a normas, hábitos y deberes que, au-


tónoma y mecánicamente, desencadenan y encauzan toda posible
manifestación de la conducta individual. “Ello es posible porque en
la escuela se ha interiorizado conductualmente la autoridad, en vir-
tud de la acción envolvente que esta institución total ha ejercido y
cuya huella más perenne ha sido la conciencia individual” (Ortega,
1999, p. 57).
Sobre el tema reflexionó, además, Max Weber (1974), al reconocer
“[…] la suerte de dominación que se ejerce en la escuela, mediante
la cual se imponen las formas de lenguaje oral y escrito que valen
como ortodoxas” (p. 75). También, desde una concepción análoga a
la iglesia, analizó la estructura del escenario escolar y a su sistema
de funciones, concibiéndola como uno de los aparatos coactivos de
dominación. Desde una concepción sistémica sobre la escuela, re-
conoció “sus funciones para la imposición de la legitimidad de una
cultura, de inculcación sistemática de la misma, de legitimación del
orden social, y […], de reproducción del sistema de relaciones de do-
minación” (Lerena, 1999, p. 76).
De ahí la trascendencia de la educación para la reproducción de
los sistemas sociales, en tanto “moldea” a los sujetos como actores
sociales. No en balde, la institución escolar, constituía al decir de Al-
thusser (1988), uno de los aparatos ideológicos del Estado2, ya que en
sus predios “se dictan las normas y valores sociales. Se aprenden- en-
señan reglas de convivencia, las normas de la moral, de la conciencia
cívica y profesional […] reglas del orden establecido por la domina-
ción de clase” (p. 135).
Por ello, mirar la escuela es también, una forma de mirar a las
sociedades que ella define. En ese sentido, cuando se habla de entor-
nos sociales en los que el racismo sistémico marca las experiencias
de sus ciudadanos, sin dudas, la educación y los procesos educativos

2
Los aparatos ideológicos del Estado se presentan bajo la forma de instituciones dis-
tintas y especializadas: sistemas religiosos, escolar, familiar , jurídico, político, sindi-
cal , información y cultural

441
Yoannia Pulgarón Garzón

en los que ese sistema social se estructura también, se sustenta desde


bases racistas y de inferioridad racial.
Otro de los aportes centrales al tema fueron los de los llamados
teóricos de la reproducción dentro de la sociología de la Educación –
Bourdieu, Bernstein–. Quienes tienen el mérito de haber problemati-
zado la escuela y sus procesos internos como entes de reproducción
de desigualdades económicas, de clase, raza y sexo. Para Enguita
(1999), además, de producir efectos en los alumnos mismos, el sis-
tema escolar contribuye a que ocupen luego una u otra posición en
la desigual estructura económica y social: desempeña, por tanto, el
papel de un mecanismo de distribución o de asignación. En este sen-
tido, además de otros, la escuela contribuye a la generación o a la
perpetuación de las desigualdades sociales (Enguita, 1999).
Los teóricos de la reproducción cultural aseguran que las escue-
las refuerzan la división del trabajo en la sociedad manteniendo las
desigualdades. Según este argumento:

[…] las escuelas no median ni pretenden cambiar las estructuras de la


sociedad ni las características de los individuos que ocupan posicio-
nes de riqueza, estatus y poder. Las escuelas son estáticas porque son
un microcosmos de la sociedad, antes que un agente de cambio como
mantienen algunos teóricos (Kelly y Nihlen, 1999, p.203).

Esta fue una de las principales críticas a su trabajo, en función de


que no siempre en sus postulados abordaron las herramientas para
el cambio. O simplemente, enunciaban las deficiencias del sistema
pero no las brechas que contribuirían a desmontar sus lógicas. No
obstante, resultan esenciales las miradas en torno a los conceptos
de Bourdieu sobre habitus y campo, así como la violencia simbóli-
ca que ocurre en la escuela y el currículo. Todos permiten distinguir
aquellos mecanismos sutiles y otros declarados con los que opera y
excluye, la escuela.
En el caso de la teoría sobre el habitus y el campo, coloca al prime-
ro como un grupo de disposiciones aprendidas que les permiten al
sujeto funcionar socialmente. Lo etiende como una estructura social

442
Coordenadas teóricas para pensar los procesos de racialización escolar en claves de desigualdades

internalizada que refleja las divisiones objetivas en la estructura de


clases –como los grupos de edad, los géneros, grupos raciales y las
clases sociales– (Ávila, 2005). En ese sentido marca, preestablece,
condiciona la manera cómo actúan y piensan los sujetos aunque no
les determinan. Dicho habitus opera, dialécticamente, se expresa en
función de un campo. En este caso, podemos hablar del campo edu-
cativo, en el cual se estructuran tipos de relaciones y prácticas cultu-
rales únicas, complejas, sustentadas por el habitus.
Dentro de ellas, las vinculadas con la actividad pedagógica resul-
tan una de las que para Bourdieu –mayormente– expresara la violen-
cia simbólica con la que opera la escuela. Precisamente, para el autor
dicha violencia se establece en función de la arbitrariedad pedagógi-
ca, o sea:

La acción pedagógica, que favorece los intereses de las clases do-


minantes, es un mecanismo de dominación y violencia simbólica,
impone un arbitrario cultural que favorece los intereses de dichas
clases. El sistema educativo tiene la tarea de inculcar un arbitrario
cultural (el currículum), definido por los grupos dominantes de la so-
ciedad y que opera a través de la también arbitraria autoridad peda-
gógica, que se impone mediante la acción educativa (pedagogía), que
funciona mediante la violencia simbólica (Ávila, 2005, p.163).

En palabras más claras, el sistema educativo, inculca, transmite y


conserva la cultura de las clases dominantes, lo cual contribuye así,
a la reproducción de la estructura social y sus relaciones de clase y,
enmascara esta función social, creando la imagen o ilusión de auto-
nomía y neutralidad, quedando así legitimado. La escuela sanciona y
legitima un sistema de hábitos y prácticas sociales impuesto por una
determinada clase, pues el sistema de enseñanza presenta dichos va-
lores y normas culturales de clase como si fueran universales. Y los
agentes educativos contribuyen con esto, independientemente, de
sus intenciones e ideologías particulares.
Desde esa lógica, para muchas sociedades resulta normal que
la escuela no enseñe, sancione, desconozca o subvalore desde sus

443
Yoannia Pulgarón Garzón

propuestas educativas la igualdad racial, el respeto a las identidades


y culturas no hegemónicas o que justamente justifique la inferiori-
dad racial. Todo lo cual es legitimado en prácticas escolares (como
los currículos, la docencia y las relaciones de poder de los docentes
frente a grupos sociales en situación de vulnerabilidad –pobres, per-
sonas racializadas, migrantes, mujeres, etcétera–), quienes encuen-
tran más dificultades para el logro del éxito en el sistema escolar.
Otra de las formas de interpretación de la violencia simbólica que
opera en la escuela la explica Bourdieu, desde principios similares
a los aportados por Bernstein, en función de los códigos vinculados
con el lenguaje y el capital cultural con que funciona la institución
educativa y que, favorecen a aquellas clases dominantes. En ese sen-
tido, se condena al fracaso a los grupos que están más alejados de
estas lógicas. En la teoría de Bourdieu, se habla del capital cultural,
que luego, se trasforma en capital académico, en cuanto es el habitus
que se reproduce en la escuela. Frente a esta realidad, la competen-
cia académica entre grupos sociales en situación de vulnerabilidad y
aquellos que detentan la hegemonía de los privilegios, se estructura
de forma desigual. Por su parte, Bernstein, hace alusión a los códigos
comunicativos excluyentes, distinguiendo entre el código restringi-
do y el código elaborado.
Los presupuestos teóricos sobre la arbitrariedad pedagógica y la
violencia simbólica, permiten comprender fenómenos contemporá-
neos como los vivenciados por estudiantes cotistas3 cuando logran
“acceder” a las universidades en el contexto latinoamericano. Expe-
riencias, que están atravesadas por la aplicación o focalización de
políticas y/o medidas, dirigidas a favorecer a determinadas personas
o grupos en situación de vulnerabilidad,

3
Estudiantes que acceden mediante a sistemas de becas, resultado de políticas
afirmativas o medidas para favorecer el acceso de personas y grupos en desventajas
social, mayormente integrados por poblaciones no blancas y con escasos recursos
económicos.

444
Coordenadas teóricas para pensar los procesos de racialización escolar en claves de desigualdades

[…] con el fin de eliminar o reducir las desigualdades de tipo social,


cultural o económico que los afectan, o para lograr que los miem-
bros de un grupo subrepresentado, usualmente un grupo que ha sido
discriminado, tengan una mayor representación (Ocoró, 2017, p. 82).

Precisamente, pese a su considerable significación como resultado


de la lucha del movimiento negro en países como Brasil y Colombia,
uno de los cuestionamientos realizados al sistema de cuotas y cupos
estriba en que no siempre está pensado para que el estudiante cotis-
ta egrese de los predios universitarios. Tampoco, en muchos casos,
se piensa en función de la calidad de dicho proceso, pues el mismo
estudiante –víctima de un sistema de exclusión– trae consigo trayec-
torias educativas desiguales e ineficientes. Muy a tono con lo antes
mencionado, este debe competir en el “combate académico” con los
mismos parámetros (armas) y exigencias de otros estudiantes con
historias de vidas, capitales culturales y simbólicos más favorables.
De esa manera, la vida – o el sistema escolar– le pasa factura y con-
duce a la deserción escolar, o impide la continuidad de los estudios;
mientras que en caso de graduación, emergen dificultades para el ac-
ceso al mercado laboral.
Aunque estas teorías no podemos ponerlas en práctica de manera
lineal para comprender la praxis educativa cubana actual, si colo-
can algunos tips en función de las relaciones arbitrarias y –no siem-
pre– homogéneas que se estructuran al interior de las instituciones
educativas y las relaciones que derivan. La mirada hacia las desigual-
dades reproducidas desde la escuela proporciona luces necesarias
para la explicación de procesos de diferenciación raciales y de géne-
ro, que se están reconfigurando en el acceso a la Educación Superior
en el contexto cubano actual. Investigaciones sobre el tema, de los
últimos veinte años, dan cuenta de que quienes –mayormente– están
accediendo hoy a los predios universitarios, son las mujeres y per-
sonas blancas (Ávila, 2006, 2013; Almeyda, 2016, Tejuca et al., 2017;
Pons, 2021).

445
Yoannia Pulgarón Garzón

Y, aunque sea otro el nivel de enseñanza propuesto para el estu-


dio , seguimos el criterio defendido por Tejuca et al. (2017), donde re-
4

conoce que el patrón de diferenciación socioclasista y el interés por


el acceso a la Educación Superior en el país se estructura, tempra-
namente, en la vida estudiantil, en la enseñanza secundaria y –pro-
bablemente– antes, en el nivel primario. Modelo que se manifiesta,
entre otras características de su alumnado, en una mayor presencia
de estudiantes de piel blanca (Tejuca et al., 2017).
Vemos entonces, cómo un proceso educativo vinculado con la
continuidad de estudios y el acceso a la Educación Superior se en-
cuentra racializado. En ese sentido, explorar desde las edades de la
adolescencia cómo son percibidos estos intereses y cómo pueden es-
tar condicionados por las variables: color de la piel, el género, el terri-
torio y, sobre todo, por un contexto de vulnerabilidad social, deriva
en un potencial resultado de la investigación doctoral proyectada.
En relación al acceso universitario, existe una diferenciación
marcada por color de la piel que no es atribuible solo a criterios de
minoría o mayoría estadística a nivel poblacional. Subyacen otros
elementos que entroncan con las trayectorias educativas, las posibi-
lidades de aprovechamiento de las oportunidades sociales brindadas
por el país, el capital cultural –que refería Bourdieu– y las maneras
como este se estructura en la actualidad para los cubanos y las cu-
banas, así como la concepción de los privilegios y estereotipos ra-
cializados que también denoten tales procesos. Todos y cada uno de
ellos, merecen y deben ser, consecuentemente, analizados desde la
investigación.
En otro orden de ideas, para el análisis relacional sobre la educa-
ción y el racismo propuesto, resulta clave la mirada hacia el currícu-
lo como forma de legitimación de la norma escolar (y la del sistema
imperante). Destaca dentro de la nueva Sociología de la Educación,
la desarrollada como sociología del currículum, a partir de los años

4
La investigación doctoral ´propine analizar los procesos de racialización que ocu-
rren en escuelas secundarias.

446
Coordenadas teóricas para pensar los procesos de racialización escolar en claves de desigualdades

ochenta en Estados Unidos. En ella, sobresale la obra del autor Mi-


chael Apple (1979), quien se empeñó en identificar los procesos de
selección del conocimiento escolar, centrándose en el análisis de las
pautas de discriminación en los libros de texto, su distorsión de la
realidad y sus importantes omisiones en pos de legitimar el orden
social (Caram et al., 2021).
Apple realizó un análisis sobre el currículum en sus tres niveles:
el currículum explícito u oficial, el currículo oculto y el currículo en uso.
Enunció, también, las tensiones y contradicciones generadas en el
ámbito educativo desde las dinámicas de clase, raza y género. Situa-
ción que estuvo originada por la llegada de minorías étnicas, lo cual
se convirtió en un desafío para los procesos de integración educativa
de estos sujetos en las instituciones norteamericanas. Además, la mi-
rada al currículo sirvió de antecedente para la atención crítica hacia
los procesos de escolarización de las niñas, uno de los logros del mo-
vimiento feminista (Caram et al., 2021)
Sobre el tratamiento del currículo para revelar procesos de raciali-
zación escolar son varios los acercamientos que llaman la atención,
en la necesidad de visibilizar desde esta estructura académica las
experiencias de vida, culturas e identidades de grupos subalternos
–subalternizados–5. Al igual que las preocupaciones sociológicas en
torno a las omisiones de género en los programas educativos y ses-
gos sexistas en los libros de texto, se ha enfocado la mirada crítica a
las ausencias del tema racial en las aulas y los sistemas educativos.
Cuestión, que parte por la invisibilidad desde los currículos y las pro-
pias materias escolares, de un tratamiento contrahegemónico sobre
las historias del continente africano y sus aportes, en la cultura e his-
toria de nuestros pueblos e identidades como latinoamericanos. En
tal sentido, son muchos teóricos e investigadores que reclaman el jus-
to lugar de las poblaciones no blancas –indígenas, negras y de otros
orígenes– en las historias de nuestros pueblos, lo cual coadyuvaría a

5
Colocados por la historia y la racionalidad hegemónica en condición de inferioridad.

447
Yoannia Pulgarón Garzón

sacudir las bases ideológicas de la hegemonía del privilegio que fun-


ciona en estos espacios.
Los abordajes particularizados a los diferentes contextos y rea-
lidades sobre el tema del currículo interpelan cada vez más a la po-
lítica educativa y la manera como se invisibiliza el racismo en sus
predios. Dialogamos sobre el tema desde las experiencias educativas
en Brasil y Cuba, respectivamente:

Las cuestiones como la discriminación de los negros en los libros di-


dácticos, la necesidad de insertar la temática racial y de la Historia
de África en los currículos, el silencio como ritual que favorece la
discriminación racial en la escuela, las luchas y las resistencias ne-
gras, la escuela como reproductora del racismo, las luchas del Movi-
miento negro en favor de la educación comienzan, de a poco a ganar
espacios en la investigación educacional en el país; resultando en
cuestionamientos a la política educativa. Desencadenando un proce-
so de presión al Ministerio de Educación (Gomes, 2011, pp. 112- 113).6

En el caso cubano, Esteban Morales (2012), apunta de una manera


crítica cómo impacta la ausencia del tema racial dentro de los pro-
gramas escolares curriculares en la naturalización de las desigualda-
des por color de la piel. Plantea que:

[…] el tema racial no se aborda en la escuela. Y ello tiende a generar


una profunda y peligrosa dicotomía entre educación escolar y reali-
dad social. No preparamos a nuestros jóvenes para enfrentar lo que
después encuentran en la calle. Aquello que no entra en la escuela no
pasa a la cultura, y esa es una falla importante de nuestra educación

6
La cita original fue traducida por la autora y es la siguiente:
As
questões como a discriminação do negro nos livros didáticos, a necessidade de in-
serção da temática racial e da História da África nos currículos, o silêncio como ri-
tual a favor da discriminação racial na escola, as lutas e a resistência negras, a escola
como instituição reprodutora do racismo, as lutas do Movimento Negro em prol da
educação começam, aos poucos, a ganhar espaço na pesquisa educacional do país,
resultando em questionamentos à política educacional. Desencadeia-se um proceso
de pressão ao Ministério da Educação, aos gestores dos sistemas de ensino e às escolas
públicas sobre o seu papel na superação do racismo na escola e na sociedade (Gomes,
2011, pp. 112- 113).

448
Coordenadas teóricas para pensar los procesos de racialización escolar en claves de desigualdades

respecto a un tema de vital importancia […] Nuestros planes y pro-


gramas de estudio evidencian todavía la presencia de un occidenta-
lismo a ultranza, con ausencia casi total de las culturas africanas y
asiática […]. Nuestra educación no podría ser calificada como racista,
por tanto todas las personas, independientemente de su clase de pro-
cedencia o color de la piel, tienen acceso a ella, en igualdad de condi-
ciones y tratamiento […]. Niños o jóvenes cubanos, blancos, negros y
mestizos no se sientan en las aulas a recibir una enseñanza que por
igual los asuma como parte de una sociedad uniétnica y multirracial
(Morales, 2012, p. 62).

Sabemos que, en el caso cubano, son muchas las cuestiones aún pen-
dientes pese al carácter inclusivo, universal, gratuito y de calidad de
nuestro sistema educativo. El propio Programa Gubernamental para
la lucha contra el Racismo y la Discriminación racial7 reconoce las vul-
nerabilidades y dificultades que aún perviven en el sector. Es sabida
la constante preocupación por indicadores de rendimiento académi-
co, disciplina, así como valores compartidos de responsabilidad, jus-
ticia social, antimperialismo, solidaridad, estandartes de la política
educativa en el país. Pero, el tratamiento a la cuestión de las relacio-
nes étnico-raciales constituye, al decir de Pons (2019), una de las ma-
yores inconsistencias que persisten en el modelo educativo cubano.
Y todo ello, si no se articula y se toma en consideración, vale de
muy poco cualquier proyecto gubernamental de lucha antirracial
que no cambie las concepciones desde el aula, diríamos, una de las
raíces del problema. Es a lo que nos llama Pons, “la necesidad de (des)
educar los patrones, estereotipos y prejuicios racistas internalizados
en el imaginario social cubanos como cepos psicológicos” (2019, p. 2).

7
Programa de gobierno aprobado en noviembre de 2019, por el Consejo de Ministros.
Tiene la finalidad de combatir y eliminar definitivamente los vestigios de racismo,
prejuicios raciales y discriminación racial que subsisten […] La comisión guberna-
mental que dirige el programa está encabezada por el Presidente de la República,
Miguel Díaz- Canel Bermúdez, y a ella tributan 18 organismos estatales e igual núme-
ro de organizaciones de la sociedad civil ( De la Hoz, 2020).

449
Yoannia Pulgarón Garzón

Lastres que solo pueden erradicarse desde una concepción antirra-


cista de la educación cubana.

Procesos de racialización en el ámbito escolar.


Una mirada desde las investigaciones

Desde el contexto latinoamericano existen varios antecedentes,


que colocan como eje central, el análisis de la escuela, los sistemas
y procesos educativos como espacios de formación de saberes, aun-
que –también– abordan de manera crítica las ausencias que sobre la
problemática racial se sostiene desde los predios escolares, mediante
exclusiones y silencios. Cuestiones que, acentúan las descalificacio-
nes, las construcciones racializadas y estereotipadas en torno a las
identidades, los cuerpos negros y mestizos/mulatos. Varias investi-
gaciones sobre la temática, elaboradas en Colombia y Brasil, reflejan
las complejidades que se estructuran desde el ámbito escolar y que,
colocan en perspectiva crítica, la vivencia de procesos de descalifica-
ción racial y racismo en las trayectorias escolares (Quintero, 2017).
Para Quintero (2017), el racismo operante en la escuela, también
cimentado en procesos de racialización, se basa en la constitución de
una diferencia radical, con las personas racializadas, configurándo-
se en un tipo de relación social de poder difícil de cuestionar, sobre
todo, por aquellos que tienen la posición dominante en la sociedad.
Es decir, aquellos que no son marcados racialmente. Para el autor,
estas ideas son vitales para distinguir cómo desde edades tempranas
de la vida –con la entrada al ámbito escolar–n iños, niñas y adoles-
centes pueden experimentar experiencias de racismo.

[…] los procesos de racialización se originan muy temprano en la pri-


mera infancia, […] mostrando –específicamente– que las categorías
raciales hacen parte de los marcos cotidianos de interacción de los
niños y niñas, coadyuvando a la creación de una identidad entre un
“yo/nosotros” y un “él/ellos” racializados (Quintero, 2017, p.123).

450
Coordenadas teóricas para pensar los procesos de racialización escolar en claves de desigualdades

El análisis del autor, no solo problematiza la mirada paternalista


sostenida frente a la niñez –relacionada con la falsa incapacidad de
esta para pensar y narrar experiencias de racismo, por el hecho de
ser solo depositaria y no un agente activo en este proceso–; sino que
por el contrario, coloca las vivencias de discriminación racial sufri-
das en las etapas educativas, como realidades importantes para las
identidades y las experiencias sociales posteriores de los infantes ra-
cializados. El autor reconoce que, quizá, no con los mismos códigos
y formas de interpretación del racismo, en estas primeras etapas de
la vida, también se dialoga con estereotipos racializados y formas de
inferiorización racial.
Otro valioso acercamiento al tema propuesto, desde Colombia,
describe las diferentes construcciones en torno a las relaciones ét-
nico-raciales que tienen los infantes según las edades, sobre todo en
función de cómo logran representárselas. En estas priman, mayor-
mente las características físicas como el color de la piel y el cabello
y, en la medida que van avanzando las edades, estas construcciones
racializadas se van complejizando, dado los procesos de socializa-
ción y aprendizaje en torno a los esquemas sobre la raza, que se van
aprendiendo.
Es así, como entran en juego –en etapas más avanzadas de la in-
fancia y en la adolescencia– elementos subjetivos que remarcan la
condición de inferioridad/ superioridad racial. Podríamos decir, que
es más frecuente la clasificación racial construida desde los estereo-
tipos y prejuicios, así como los preconceptos heredados en los que
han sido socializados, en etapas precedentes.
Ellos devienen las formas más naturalizadas de reproducir el ra-
cismo al interior de nuestras escuelas y se sustentan en representa-
ciones sociales descolocadas, falsas, pero funcionales. Estos pueden
estructurarse en forma de bromas, chistes, descalificaciones, recha-
zos o intolerancias por las identidades raciales diferentes. En estas
relaciones desiguales pueden intervenir los diferentes actores que
participan del sistema educativo, pues como bien reconoce Puertas
(2010), es un fenómeno que no solo se establece en las relaciones
451
Yoannia Pulgarón Garzón

entre estudiantes, también se configura en la existencia de estereoti-


pos en las y los docentes, la cual muchas veces es generalizada, muy
naturalizada y resistente al cambio (Puertas, 2010).
Desde los roles docentes se reproducen estigmas que pueden ex-
presarse de disímiles maneras. Uno de ellos, lo reveló Segato (2017),
cuando se prejuzgan actitudes y habilidades en función del color
de piel o grupo étnico de pertenencia. Para Valoyes (2015), la condi-
ción racista de la escuela se puede reflejar en estereotipos sobre la
performatividad de los estudiantes negros en el área de matemáti-
cas – las ciencias exactas en general–. Desde ese estudio, se confirma
la existencia de una jerarquía racial, en función de las habilidades
matemáticas, en la cual los estudiantes negros se ubican en la parte
inferior ya que no cuentan con las disposiciones para aprender, exi-
tosamente, esta disciplina.
En entrevistas realizadas a docentes colombianos, se reconocen
posturas prejuiciosas frente al rendimiento escolar de estudiantes
racializados, lo cual se traduce en prácticas de enseñanza diferencia-
das, centradas en el aprendizaje de procedimientos de rutina, en la
memorización y en la solución de tareas de baja demanda cognitiva.
Mientras que, se utilizan prácticas más complejas para enseñar ál-
gebra a los estudiantes ricos y mestizos, posicionados como más há-
biles y capaces para el aprendizaje de esta disciplina (Valoyes, 2015).
Esta realidad excluyente y prejuiciosa, de reproducir los privile-
gios, en función de negar las capacidades individuales y favorecer
a otros, resulta una flagrante violación a un derecho tan elemental
como el de una educación de calidad para todas las personas. Y, sobre
todo, las lecturas que se hacen sobre el tema van en función de sig-
nificar las futuras consecuencias negativas de esta racialización de
prácticas escolares para los más afectados. Desde la Sociología de la
Educación es lo que se denomina la profecía que se cumple a sí misma
o efecto Pigmalión, la cual se pone en evidencia en aquellos contextos
escolares en los que se reproducen estigmas y estereotipos discri-
minatorios; lo cual incide en la trayectoria educativa de los alum-
nos (Caram et.al 2021). Es decir, si el profesor, tiene determinadas
452
Coordenadas teóricas para pensar los procesos de racialización escolar en claves de desigualdades

expectativas sobre un alumno y ello incide en su comportamiento


hacia él, en sus desempeños escolares, por tanto, los resultados van a
coincidir con el criterio inicial del docente y refuerza que su criterio
sobre el estudiante era correcto (Caram et al., 2021, p. 168).
Pero, sin dudas, esta realidad incide en el plano social y psicológi-
co del estudiante racializado y, sobretodo, cuando esta influencia ne-
gativa se convierte en una presión con la cual también debe convivir.
Esta idea problematiza la condición naturalizada de tales prejuicios
en el escenario escolar, cuando al romper con los moldes impuestos,
–sobradamente– irreales e injustos, este estudiante debe demostrar,
todo el tiempo, que es diferente a la norma socialmente impuesta.
De alguna manera, estas situaciones, lejos de ser positivas porque
demuestran con hechos que no existe tal condición de inferioridad
por el color de la piel, se convierten en otra de las violencias múlti-
ples con las que opera el racismo. Cuestiones que son, frecuentemen-
te, narradas como experiencias educativas, laborales y de vida por
personas no blancas, mostrando estos conflictos.
No siempre se trata de saber o poder lidiar con el prejuicio, sino
transformarlo en una imagen que no es la esperada. Por tanto, este se
convierte en un escenario de lucha y de violencia multidimensional
para el estudiante que la recibe, porque, siempre, debe esforzarse el
doble, pues sobre sus hombros recae el peso de aquellos que esperan
que falle. O sea, que si realmente eres de bajo rendimiento, responde
a lo que otros esperan que seas o hagas por tu condición racializa-
da y, si por el contrario, sobresales como lo opuesto a lo esperado,
se convierte en una batalla más a enfrentar en el cotidiano escolar.
Estas cuestiones latentes, subjetivas marcan también, efectivos pro-
cesos de racialización escolar.
Otra idea que complementa las consecuencias de los procesos de
racialización y las relaciones negativas con la escuela, tiene que ver
con el desinterés por los estudios, las dificultades de aprendizaje y el
aumento en los índices de abandono escolar (Santos y Miglio, 2016).
Todo lo cual refuerza que, de manera estadística, se sostengan indi-
cadores menos favorables de continuidad, permanencia y egreso de
453
Yoannia Pulgarón Garzón

los espacios escolares de aquellos grupos racializados, empobreci-


dos, como expresión de las desigualdades múltiples que son reprodu-
cidas en nuestras realidades.
Es en ese sentido, donde se cosifica el racismo sistémico en es-
cenarios escolares, mediante varios de los complejos procesos des-
critos hasta aquí. Y, es cuando la relación colonial de la raza, en
articulación con otros ejes estructuradores de desigualdad – sexo/
género, territorios la clase social– se convierten en hechos factuales
de exclusión. Reproducidos desde las estadísticas, las estructuras y
los procesos sociales.

Ideas finales

La mirada hacia los procesos de racialización en Cuba permite


pensar en un campo aun poco explotado desde la Sociología de la
Educación. Todo lo cual refuerza la pertinencia de abordajes integra-
les e interseccionales que tributen, tanto al campo académico como
al de las políticas públicas. Resulta necesario, visibilizar la forma
como este tema se reproduce en el país –que sin dudas– asume parti-
cularidades respecto a la región. Reconociendo en primer orden, to-
das las conquistas que en materia de igualdad de derechos y política
social la Revolución Cubana contribuyó a transformar en el sentido
de dignificar a las poblaciones que –históricamente– fueron las más
desfavorecidas, empobrecidas y excluidas socialmente: personas ne-
gras y mestizas.
Sin embargo, tampoco podemos negar lo que falta, así como que
deben revisarse procesos. No por casualidad fue necesario poner en
práctica un Programa Nacional para la Eliminación de la Discrimi-
nación Racial y el Racismo, el cual sin dudas, tiene en la educación
y los procesos formadores, muchos ejes de articulación en pos de la
transformación.
Resulta crucial comprender los procesos de racialización que
puedan estarse reproduciendo, acríticamente, desde los ámbitos
454
Coordenadas teóricas para pensar los procesos de racialización escolar en claves de desigualdades

educativos, al ser espacios en los que se aprende constantemente. De


ahí que, el reto estriba en demostrar cómo lo aprendido – desde la
manera como se realiza– coadyuva, también, a naturalizar la con-
cepción colonial de la raza y sus formas de operar desde el cotidiano.
Y es en esa lógica, en la que se estructura la importancia de un tema
como este, por la posibilidad de que, mediante el encargo social de la
escuela y los procesos educativos, se transformen realidades.
Diríamos que la escuela en relación a la problemática racial, pue-
de ser parte del problema, pero sin dudas contribuye en gran medida
a su solución, a cambiar aquellas racionalidades colonizadoras en
las que hemos sido socializados y que, a la larga, no siempre contri-
buyen a formar ciudadanos críticos y antirracistas. No es la escuela
cubana un espacio donde se legitime el racismo per se ni las conduc-
tas racistas. Asumirlo de esa manera, sería negar el carácter huma-
nista y emancipador de la Revolución, así como la misión encargada
a la escuela por el Estado socialista cubano para la formación de
ciudadanos de bien8. Sin embargo, con ello no podemos negar que
como parte de los retrocesos que ha tenido la problemática racial en
el país, todos y cada uno de los procesos sociales deban mirarse críti-
camente, constituyéndose la educación, en uno de ellos.

Bibliografía

Almeyda, Annia. (2016) Programa de orientación profesional para la


elección profesional responsable. [Tesis de doctorado]. Universidad
de La Habana.

8
Según la Constitución de la República de Cuba: la enseñanza es función del Estado,
es laica y se basa en los aportes de la ciencia y en los valores de la sociedad (artículo
32 b). La educación promueve el conocimiento de la historia de la nación y desarrolla
una alta formación de valores éticos, morales cívicos y patrióticos (artículo 32 c).

455
Yoannia Pulgarón Garzón

Althusser, Louis. (1988). Ideología y aparatos ideológicos del Estado.


Freud y Lacan. Buenos Aires: Nueva Visión.

Apple, Michael. (1986) Ideología y currículo. Madrid: Akal

Ávila, Mercedes. (2005). Socialización, Educación y Reproducción


Cultural: Bourdieu y Bernstein. Revista Interuniversitaria de For-
mación del Profesorado, 19(1), (2005), 159-174.

Ávila, Niuva. (2006). Familia, racialidad y acceso a la Educación Su-


perior en Cuba. Un estudio de caso. [Tesis de diploma]. Universidad
de La Habana.

Ávila, Niuva. (2013). Un estudio sociodemográfico del acceso a la Edu-


cación Superior en Cuba. El papel de la familia en un contexto de po-
líticas públicas de amplio acceso. La Habana: CEDEM.

Bonilla-Silva, Eduardo. (2011) ¿Qué es el racismo? Hacia una in-


terpretación estructural. Debates sobre ciudadanía y políticas ra-
ciales en las Américas Negras. Universidad Nacional de Colombia y
Universidad del Valle, editores.

Campoalegre, Rosa. (2017) Más allá del decenio de los pueblos


afrodescendientes. En Rosa Campoalegre y Karina Bidaseca
(eds.), Más allá del decenio de los pueblos afrodescendientes. Buenos
Aires: CLACSO.

Caram-León, Tania et al. (2021). Equidad social y currículo oculto:


hacia nuevas prácticas docentes. Santiago (154).

CESJ (2019) Caracterización de la juventud cubana. [ informe de


resultados, sin publicar]. La Habana: Centro de Estudios Sobre
Juventud.

Centro de Estudios sobre Juventud [CESJ]- Oficina Nacional de


Estadística e Información [ONEI] (2011) IV Encuesta Nacional de
Juventud. La Habana: Centro de Estudios Sobre Juventud.

456
Coordenadas teóricas para pensar los procesos de racialización escolar en claves de desigualdades

Constitución de la República de Cuba (2019). La Habana: Editora


Política

De la Hoz, Pedro. (5 de febrero de 2020). Contra el racismo y la dis-


criminación, un año después. Periódico Granma. www.granma.cu

Enguita, Mariano. (1999). (ed.). Sociología de la educación. Barcelo-


na: Editorial Ariel, S. A.

Estévez, Keyla y Abadie, Lisette. (2014). Continuidad de estudios.


Realidades y desafíos en Cuba. Revista sobre Juventud. ESTUDIO,
(16), 4-14.

Estévez, Keyla y Abadie, Lisette. (2015). Repercusión de las modifi-


caciones educacionales en adolescentes y jóvenes cubanos (2010-
2014). ESTUDIO (17), 4-15

Gomes, Nilma Lino. (2011). Diversidade étnico-racial, inclusão e


equidade na educação brasileira: desafios, políticas e práticas.
RBPAE, 27(1), 109-121.

Guimarães, Antonio Sérgio. (1999) Raça e os estudos de relações


raciais no Brasil. Novos Estudos, (54), 12- 16.

Kelly, Gail y Nihlen, Ann. (1999). La enseñanza y la reproducción


del patriarcado: cargas de trabajo desiguales, recompensas des-
iguales. En Mariano Enguita (ed.), Sociología de la educación (pp.
203-220) Barcelona: Editorial Ariel.

Lerena, Carlos. (1999) Educación y cultura en Max Weber. En Ma-


riano Enguita (ed.), Sociología de la educación (pp. 72- 82). Barcelo-
na: Editorial Ariel.

Martí, José (1991) Nuestra América. En Obras Completas, 6. La Ha-


bana: Editorial de Ciencias Sociales

457
Yoannia Pulgarón Garzón

Martínez, Fernando. (2005) La cuestión racial en Cuba y este nú-


mero de Caminos. En C. Nora (comp.), Trabajo comunitario: selec-
ción de lecturas (pp. 323-330) La Habana: Editorial Caminos.

Martínez, Fernando (11 de febrero de 2011). Fernando Martínez He-


redia responde al cuestionario de la Comisión Aponte de la UNEAC
sobre racismo. http://www.lajiribilla.cu/2011/n529_06/529_09.
html

Morales, Esteban. (2002) Un modelo para el análisis de la proble-


mática racial cubana contemporánea. Catauro. Revista Cubana de
Antropología, 4(6).

Morales, Esteban. (2012) La problemática racial en Cuba. Algunos de


sus desafíos. La Habana: Editorial José Martí.

Ocoró, Anny. (2017) Educación Superior y afrodescendientes. Un


análisis de los cupos especiales en la Universidad del Valle. La
manzana de la discordia, 12(2), 79-92.

Ortega, Félix. (1999). La educación como forma de dominación:


una interpretación dela sociología de la educación durkheimia-
na. En Mariano Enguita (ed.), Sociología de la educación (pp. 50-62).
Barcelona: Editorial Ariel.

Pons, Maikel (21 de junio de 2019) Relaciones étnico/raciales en


Cuba: razones para una (in)constancia educativa. Sin permiso. ht-
tps://medium.com/la-tiza/relaciones-étnico-raciales-en-cuba-ra-
zones-para-una-in-constanciaeducativa-

Pons, Maikel. (2021) Cubanas/os negras/os en su laberinto educativo:


un análisis pedagógico-critico de ausencias/emergencias. [Tesis de
doctorado]. Facultad de Educación da UFMG, Belo Horizonte.

Puertas, Maira. (2010) Del color de la piel al racismo. Prácticas y


representaciones sobre las personas afrodescendientes en el contexto

458
Coordenadas teóricas para pensar los procesos de racialización escolar en claves de desigualdades

escolar bogotano. Un estudio de caso. [Tesis de maestría]. Universi-


dad Nacional de Colombia, Bogotá.

Quijano, Aníbal. (2000) Colonialidad del poder, eurocentrismo y


América Latina. En: Edgardo Lander (comp.), La colonialidad del
saber: eurocentrismo y ciencias sociales. Perspectivas Latinoamerica-
nas. Buenos Aires: Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales.

Quijano, Aníbal. (2007) Colonialidad del poder y clasificación


social. En Santiago Castro- Gómez y Ramón Grosfoguel (eds.), El
giro decolonial. Reflexiones para una diversidad epistémica más allá
del capitalismo global. Bogotá: IESCO/ Instituto Pensar / Siglo del
Hombre Editores.

Quijano, Aníbal. (2017) ¡Qué tal raza! En Rosa Campoalegre y Ka-


rina Bidaseca (comp.), Más allá del decenio de los pueblos afrodes-
cendientes. Buenos Aires: CLACSO.

Quintero, Oscar (2017). Aprendiendo la “R”: racialización y racis-


mo prosaico en escuelas bogotanas. Revista Antropologías del Sur,
4(8), pp.105 – 125.

Rangel, Marta. (2004) Género, etnicidad, pobreza y mercado de


trabajo en Bolivia, Ecuador, Guatemala y Perú. En M.E. Valenzue-
la y M. Rangel (eds.), Desigualdades entrecruzadas: Pobreza, género,
raza y etnia en América Latina. Santiago de Chile: Oficina Interna-
cional del Trabajo.

Romay, Zuleica. (2014) Elogio de la altea o las paradojas de la raciali-


dad. La Habana: Fondo Editorial Casa de las Américas.

Santos, Mirianne y Miglio, Ilka. (2016). Educação e relações ét-


nico-raciais: problematizações sobre a infância escolarizada. [po-
nencia] Encuentro internacional de Formación de Profesores y Fórum
Permanente de Innovación Educacional. Brasil. https://eventos.set.
edu.br/enfope/article/view/2347

459
Yoannia Pulgarón Garzón

Segato, Rita. (2007) Raza es signo. En Rita Segato. La nación y sus


otros: raza, etnicidad y diversidad religiosa en tiempos de Políticas de
la Identidad. Buenos Aires: Prometeo, Libros

Segato, Rita. (2017) Racismo, discriminación y acciones afirmati-


vas: herramientas conceptuales. En: Rosa Campoalegre y Karina
Bidaseca (eds.), Más allá del decenio de los pueblos afrodescendientes
(pp.43-63) Buenos Aires: CLACSO.

Tejuca, Mayra, et. al. (2017) Análisis del acceso a la educación su-
perior cubana de los estudiantes de preuniversitario en el curso
2014-2015. Revista Cubana de Educación Superior (1), 166-188.

Valoyes, Luz Edith. (2015). Los negros no son buenos para las ma-
temáticas: Ideologías raciales y prácticas de enseñanza de las ma-
temáticas en Colombia. Revista CS (16), 169-206.

Weber, Max. (1974). Economía y sociedad, vol. I, México: Fondo de


Cultura Económica.

Zabala, María del Carmen. (2008) Análisis de la dimensión racial


en los procesos de reproducción de la pobreza: el rol de las polí-
ticas sociales para favorecer la equidad social en Cuba. Pobreza,
exclusión social y discriminación étnico-racial en América Latina y
el Caribe. Bogotá: Siglo del Hombre/CLACSO. <http://biblioteca-
virtual.clacso.org.ar/clacso/clacso- crop/20120611035414/20zaba.
pdf

460
Educación en Cuba:
¿movilidad o reproducción social?
Yisel Rivero Báxter

Introducción

Muchas teorías han presentado la escuela como un dispositivo efec-


tivo para la movilidad social, lo cual no siempre se cumple. En es-
tos casos, se les atribuyen cierta “culpa”, dada su falta de previsión
para “autocapitalizarse” o “señalarse” –convenientemente– y se deja
fuera en el análisis la incidencia de la procedencia de clase, el en-
torno privado y menos aún el carácter “reproductor” de la escuela
(Hernández, Beltrán y Marrero, 2009).
En realidad, la escuela premia como capacidad intelectual lo que
es resultado de asimétricas condiciones sociales de partida (Bour-
dieu y Passeron, 1970). El universo cultural de la misma, las actitudes
que promueve y el tipo de persona que forma se corresponde con el
universo cultural de los grupos sociales dominantes (Feito, 2003). De
manera que, los que pertenezcan al mismo tendrán mayores posi-
bilidades de éxito escolar, en detrimento de aquellos que estén más
alejados. Estos presupuestos se corresponden con la situación cuba-
na. El artículo sintetiza algunas investigaciones que reflejan la re-
producción de desigualdades educativas a partir de las tres fracturas
esenciales de toda sociedad: género, raza y clase social; que en el caso

461
Yisel Rivero Báxter

cubano se redefinen en ocupación para explorar las clases sociales y


el color de la piel para la raza/etnia. Aunque muchos de los estudios
son capitalinos y –en ese sentido– esta síntesis es inconclusa, cons-
tituye un intento necesario para empezar a organizar la producción
cubana en estos temas y estimular a su reflexión.

Incidencia de la clase social

Contestando la pregunta que inspira este artículo, en Cuba la escue-


la ha cumplido ambas funciones (movilidad-reproducción), pero
han tenido peso diferente según el momento histórico. Al atender a
las desigualdades por clase social, desde el triunfo de la Revolución
Cubana y hasta los años noventa, se mostró una tendencia a la movi-
lidad, pero posterior a esa fecha empieza a visibilizarse una tenden-
cia reproductora, que ya venía dando indicios en los años ochenta,
con énfasis en hijos de padres profesionales.
La tendencia a la Movilidad social (1960-1990) se constata en que:
el 89% de los profesionales de la generación de los años sesenta, pro-
cedían de familias de trabajadores manuales – obreros y campesi-
nos– (Domínguez, Ferrer y Valdés, 1990).
A principios de los años ochenta, amplios contingentes de jóvenes
elevaron sus condiciones de vida y niveles de realización personal.
Época de máxima expresión de masificación educativa, en corres-
pondencia con una mayor demanda de enseñanza media y superior,
por el arribo masivo a la etapa juvenil de las cohortes de la explosión
demográfica de los años sesenta (Domínguez, 2018).
En cuanto al sesgo reproductor (1990-nuestros días):

La contracción económica de los años noventa afectó la inversión en


la educación superior y la garantía de un empleo a cada egresado;
además de que el crecimiento de graduaciones universitarias supuso
un desbalance entre oferta de egresados y demandas de la economía
(Domínguez, 2018, p. 161).

462
Educación en Cuba: ¿movilidad o reproducción social?

La inclusión en el curso 1988-1989 de pruebas de acceso a la educa-


ción superior influyó en el predominio de estudiantes cuyos padres
eran universitarios y, en contraposición, disminuyeron las posibi-
lidades de movilidad social para hijos de obreros y campesinos en
comparación con décadas anteriores (Domínguez y Díaz, 1996).
Igualmente, aumenta la concentración en universidades e IPVCES1
de estudiantes de familias profesionales y con buenas condiciones
de vida (Domínguez, Cristóbal, y Domínguez, 2000).
Los blancos e hijos de profesionales se destacan en aprobar los
exámenes de ingreso, acceder a la universidad y en carreras de alto
rendimiento intelectual (Espina, Martín y Núñez, 2003). Mayor pro-
porción en la universidad de hijos de padres universitarios, profe-
sional o dirigente. Además, de una disminución de la tasa bruta de
escolarización2, cuyo máximo histórico del 66,2 % en el curso 2007-
2008 disminuyó de forma continua al 15,5 % en el curso 2014-2015. Lo
que significaba que la Educación Superior cubana se acercaba a ser
de élite3. (Tejuca et al., 2017).
Los análisis de investigaciones arrojan las siguientes cuestiones,
importantes en este acápite:

a) Se constatan, dentro de los estudios de pobreza –a partir del


año 2000–, los siguientes indicadores educativos de esa po-
blación: niveles inferiores al superior, años de escolarización
menor que el promedio nacional y mayor abandono o inte-
rrupción de estudios (Zabala, 2010; Díaz, Guasch, y Vigaud,
1990; Espina, 2008).

1
Institutos Preuniversitarios Vocacionales de Ciencias Exactas. En estas institucio-
nes se refuerzan las ciencias exactas y sus alumnos tienen una mejor preparación
para los exámenes de ingreso a la universidad. De hecho, en ellas se concentra el acce-
so al nivel superior.
2
La tasa bruta de escolarización expresa en por ciento la relación entre la matrícula
total de estudiantes de la Educación Superior y la población cubana en el intervalo de
edades de 18 a 24 años.
3
Los autores aclaran que esta condición se alcanza cuando la tasa bruta de matrícula
o escolarización es inferior al 15 % (Trow, 2007; Rama, 2009).

463
Yisel Rivero Báxter

b) Los alumnos en situación de desventaja social ingresan con


menos preparación; avanzan menos en el estudio; se les exige
más y ocupan una posición desfavorable en su grupo (Instituto
Central de Ciencias Pedagógicas [ICCP]: 1996-1999; 2000-2002).
c) Los niños en contextos de pobreza tienen escaso interés por
el estudio, no se les dedica tiempo a la realización de tareas y
tienen dificultades en el aprendizaje (Padrón, 2009).
d) Algunas dinámicas desfavorables en familias pobres se de-
tectaron en cuanto a su rol educativo: carencia de protección
paterna a menores, dificultades en la comunicación, organi-
zación y control en la vida familiar; así como precariedad psi-
cológica (baja autoestima, autonomía y autodeterminación;
escasos proyectos, intenciones y aspiraciones hacia metas es-
tablecidas). A lo anterior se suman: vínculos escuela-familia
inestables y frágiles; poca preocupación por la situación esco-
lar de los hijos, inasistencia a reuniones de padres y rechazo
por parte de la escuela (Zabala, 2010).

Los resultados anteriores revelan que, igual que en otros contextos,


en Cuba no todos los grupos sociales tienen las mismas probabilida-
des de alcanzar la movilidad social a través de la escuela.

Género: particularidad en Cuba

En cuanto al género, no se evidencia una posición de desventaja en el


contexto cubano. Por el contrario, el acceso a la educación superior
es favorable a la mujer, aunque en la elección profesional se mues-
tran diferencias. El tema más recurrente ha sido el sexismo en el
campo educativo, desenmascarado a través de análisis minuciosos
a textos escolares, relación docente-alumno, el lenguaje utilizado en

464
Educación en Cuba: ¿movilidad o reproducción social?

la socialización escolar, entre otros aspectos del currículo oculto4, tal


como se expone a continuación:

– Generización de la orientación profesional: las Ciencias “Exactas”


y los estudios técnicos son representados como masculinos;
mientras que las Ciencias Sociales y Humanísticas femeninas
(Pardini, 2012).
– Reproducción de la cultura e ideología patriarcal en los textos
escolares:
• Desigual representación de los sexos en los personajes. Los
masculinos aparecen con más frecuencia en las láminas,
ejerciendo mayor cantidad de veces los roles protagónicos
y los femeninos menos, con limitadas posibilidades de ac-
ción, en oficios y actividades circunscritas principalmente
al ámbito familiar (Moro, 2008).
• Láminas grandes que brindan información que reproduce ca-
racterísticas físicas, cualidades y roles de género tradicionales
y estereotipados (Rodríguez, 2008).
• Los hombres ejercen roles relacionado con el poder y el
ámbito público, en detrimento de las mujeres relegadas a
lo afectivo y más cercano del ámbito privado (Bombino,
2005)
– Lenguaje sexista del docente con mayor referencia a la reali-
dad masculina, que cambia su forma cuando interactúa con
las muchachas hacia un mayor uso de adjetivos y diminutivos.

4
Este es una noción deudora, en gran medida, de la obra de Jackson Life in
Classrooms (1968). Se refiera a los dispositivos subyacentes, supuestos e inapreciables,
como las costumbres o formas de organización del tiempo y espacio, que operan en
la vida cotidiana de la escuela. Gracias a estos se adquieren conocimientos, destrezas
y actitudes, que no aparecen explícitamente en los contenidos curriculares. Es decir,
que dicho curriculum oculto, inculca normas, conductas, valores de puntualidad, au-
toridad, limpieza, docilidad, conformidad, entre otros de una forma más efectiva que
si estuvieran pautadas en el curriculum oficial.

465
Yisel Rivero Báxter

Además de murales, cuyas imágenes, responsabilidades y le-


mas reflejan estereotipos de género y fuertes elementos dis-
criminatorios en relación con el femenino (Romero, 2008;
Rodríguez, 2018).
– Estereotipos sexistas en las actividades vinculadas al juego y
al deporte. Se reproducen patrones conductuales relativos a la
masculinidad y la feminidad, que conllevan a una menor in-
cursión de las mujeres en determinadas modalidades deporti-
vas (Escalona, 2012).

Todo lo anterior revela mecanismos sofisticados e invisibles que re-


producen –a pesar de las conquistas sociales alcanzadas y su paulati-
na modificación– la injusta cultura patriarcal en la educación.

¿Por qué considerar el color de piel?

Desde los primeros años de la Revolución primó una visión optimis-


ta con respecto a las relaciones interraciales, a partir de las medidas
tomadas para erradicar la segregación racial. Hasta los años ochenta
del siglo XX, la ciencia no presenta bibliografía sobre las relaciones
interraciales ni sobre otro tema similar. Para Ávila (2011), no se consi-
deró que las personas no blancas partían de condiciones menos favo-
rables y llegaban a esa nueva posición de igualdad, con una historia
de marginalidad, discriminación, atraso cultural. Estas circunstan-
cias reforzaban su condición desigual con respecto a la población
blanca y obstaculizaba el aprovechamiento de las oportunidades so-
ciales generadas –en especial– las educativas.
En el contexto cubano, la norma ha sido abordar la cuestión de la
raza en lugar de etnia. Ávila y Díaz (2016) explican que en el país no
se distinguen grupos étnicos importantes y la investigación social ha
optado por utilizar la variable raza, dado la existencia de una pobla-
ción diferenciada –fundamentalmente– por el rasgo de color de la
piel. Esta ha sido la dimensión, básicamente, usada para acercarse
466
Educación en Cuba: ¿movilidad o reproducción social?

a estas cuestiones. Siempre es una percepción, por eso se habla de


color de la piel y no de raza, porque varía mucho según el contexto y
quién evalúa o se autoevalúa (Domínguez, 2018).
En los estudios cubanos, centrados en rasgos de brechas por color
de la piel en la educación, predominan los que se vinculan al nivel
superior y a las universidades habaneras. En ese sentido se destacan
los siguientes rasgos:

a) Las mayores distancias se dan entre mujeres blancas y hom-


bres negros, quienes están menos representados en el acceso
a la educación superior, tienen un insuficiente equipamien-
to doméstico y no cuentan con ingresos en “divisa” (Almeida,
2018).
b) El incremento significativo de estudiantes negros y mestizos
logrado por la universidad en los municipios se vio reducido
una vez que se hicieron obligatorias las pruebas de ingreso
para todo tipo de curso universitario (Almeida, 2018).
c) En el Curso Regular Diurno se creó un sobre acceso significati-
vo de blancos a expensas de negros y mestizos (Almeida, 2018).

Algunas de las evidencias anteriores pudieran explicarse a partir de


variadas dimensiones detectadas por la investigación social:

i. Las familias negras o mestizas se caracterizaban por condi-


ciones de vida “críticas”, bajo nivel de escolaridad, limitación
económica para facilitar ayuda escolar – pago de profesores
particulares–, poca participación en la vida estudiantil del
joven y desconocimiento de las etapas del ingreso a la Edu-
cación Superior. Por el contrario, las familias blancas tenían
mejores condiciones de vida, alto nivel de escolaridad, posi-
bilidades económicas para financiar apoyo escolar y amplio
conocimiento sobre el procedimiento para acceder a la educa-
ción superior (Ávila, 2006).

467
Yisel Rivero Báxter

ii. Las condiciones de vida e ingresos indican desventaja para


familias negras y mestizas con respecto a las blancas, las cua-
les predominan en los deciles de mayores ingresos (Morales,
2002; Ferriol, 2005; Zabala, 1996; Espina y Rodríguez, 2003; Ca-
tasús y Proveyer, 19995).
iii. Las personas negras y mestizas acceden menos a sectores
emergentes de la economía, reciben menos remesas desde el
exterior, recurren más al trabajo después de la jornada labo-
ral y su presencia disminuye en la proporción de dirigentes en
la medida que se incrementa la jerarquía en los niveles de di-
rección (Morales, 2010; Espina y Rodríguez, 2003; Domínguez,
1997; Aja, 2001)6.

Todos estos elementos sostienen la pertinencia de pensar las des-


igualdades educativas desde el rasgo color de la piel y, a partir de ahí,
configurar y poner en práctica políticas de discriminación positiva
que favorezcan el ideal de equidad para esos sectores.

Las desigualdades educativas se interconectan

La correlación entre reproducción educativa y las desigualdades


sociales en Cuba, también, ha sido visible en aquellos estudios7 que
han combinado varias variables a la vez. Investigaciones recientes,
enmarcadas en el contexto de actualización del modelo económico y
social cubano8, confirman las diferencias presentes en las matrículas

5
Citado por Almeida (2018).
6
Idem.
7
Estos estudios se han realizado desde diversos espacios académicos como son la
Universidad de La Habana (UH), el Centro de Estudios Demográficos (CEDEM), el
Centro de Estudios para el Perfeccionamiento de la Educación Superior (CEPES), el
Centro de Estudios Sobre la Juventud y el Centro de Investigaciones Psicológicas y
sociológicas (CIPS).
8
Ávila, 2013, 2016; Puebla, 2014; Tejuca et al, 2015; Echeverría, Tejuca, 2015; Tejuca et
al, 2017; Domínguez, 2016; Gómez et al, 2017; Almeida, 2018; Pardini, 2018.

468
Educación en Cuba: ¿movilidad o reproducción social?

de la universidad según el género, el color de la piel, el acceso a la


escolaridad y la ocupación de los progenitores. Tal como se expone:

i. Se produce una reproducción de desigualdades por razón de


género, color de la piel, origen social y capital socioeconómico
y cultural en el acceso a la educación superior. Estas brechas,
generalmente, no se expresan de forma aislada porque se agu-
dizan en la medida que los estudiantes pertenecen a más de
un grupo (Pardini, 2018).
ii. Se han comprobado diferencias de acuerdo al género, color
de la piel, territorio, nivel de la madre y sector de la econo-
mía donde esta se emplea. Se evidenciaron mayores posibili-
dades para las féminas, las personas de color de piel blanca,
los que proceden de la enseñanza preuniversitaria, los hijos
de madres universitarias y trabajadoras en el sector estatal
tradicional (Ávila, 2006, 2011; Puebla, 2014; Tejuca et al., 2015;
Echeverría y Tejuca, 2015; Gómez, et al., 2017).
iii. En los informes sobre la composición social del nuevo ingreso
se identifica como perfil sociodemográfico del estudiantado:
predominio de estudiantes blancos, fundamentalmente mu-
jeres, descendientes de familias profesionales y dirigentes
pertenecientes a la población de mayor nivel socioeconómico.
Este patrón se ha mantenido desde finales de los años ochenta
hasta la actualidad, a pesar de los ajustes de política social rea-
lizados para subvertirlo y resalta los sujetos en mejores condi-
ciones para acceder, permanecer y culminar con éxito estos
estudios (Martin y Leal, 2006; Tejuca, et al., 2015; Informes del
Centro de Estudios para la Educación superior [CEPES], 2013-
2014, 2014-2015, 2015-2016, 2016-2017, citados por Almeida,
2018).
iv. En el tránsito hacia los niveles de enseñanza post-obligatorio
las condiciones de partida son asimétricas según: territorio de
procedencia, color de la piel, nivel escolar de los progenitores

469
Yisel Rivero Báxter

y origen social de los/las jóvenes que egresan de la secundaria


básica. Estas circunstancias devienen obstáculos para unos
grupos con respecto a otros, limitan el aprovechamiento por
estos de oportunidades en el ámbito de la educación y dificul-
tan la equidad de resultados (Centro de Investigaciones Psico-
lógicas y Sociológicas [CIPS], 2017).

Los estudios referenciados permiten entrever la naturaleza repro-


ductiva de nuestro sistema educativo, en la medida que refuerza las
desigualdades sociales que tienen lugar por color de la piel, género,
origen social y condiciones socioeconómicas y culturales. A pesar de
las bondades del sistema como son su acceso equitativo, gratuidad y
ayudas, es posible reconstruir la trayectoria del fenómeno a partir de
ejes específicos:

a) Se agudizan en los años noventa, a partir de la crisis económi-


ca y las pruebas de ingreso a la Educación Superior [ES].
b) Se adelantan en los años dos mil, a niveles previos a la ES –9º al
10º–. Los alumnos de alto rendimiento son, fundamentalmen-
te, blancos, hijos de profesionales y se ubican en los Institutos
Pre-Universitarios Vocacionales de Ciencias Exactas [IPVCE];
mientras que los de bajo, destacan por pieles negra o mestiza;
de familias desfavorecidas y/o disfuncionales y se ubican en
la Enseñanza Técnica Profesional [ETP].

Hacia la subversión de la desigualdad

La desigualdad educativa en Cuba se visibiliza en el perfil sociode-


mográfico del estudiantado de la ES. No obstante, desde sus primeras
evidencias hasta la actualidad han generado diversas estrategias pú-
blicas para subvertirlas.

470
Educación en Cuba: ¿movilidad o reproducción social?

Así, hacia el año 2000, entre las políticas sociales implementa-


das destaca el programa de la Batalla de ideas9 y con él, la Munici-
palización de la Universidad, donde se crearon Sedes Universitarias
Municipales [SUM]). La intención fue diversificar el estudiantado
universitario, en términos de extracción social y color de la piel.
Se facilitó el acceso a carreras universitarias de jóvenes graduados
de programas de inserción social. Estos alumnos no tenían que
hacer pruebas de ingreso ni se consideraban sus resultados acadé-
micos anteriores, lo que supuso una gran incorporación de jóve-
nes provenientes de sectores sociales menos favorecidos cultural y
económicamente.
Este proceso duró casi una década y, desde el curso 2009-2010,
se comenzó a implementar la reducción de Sedes Universitarias
Municipales, asumiendo la nueva denominación de Centro Univer-
sitarios Municipales [CUM]. También, se instauraron los exámenes
de ingreso para todos los tipos de curso en la enseñanza superior.
Esto produjo la contracción de la matrícula, sin que se lograra cortar
la tendencia a la autorreproducción de profesionales, dirigentes y
sectores de población blanca con condiciones socioeconómicas fa-
vorables. Almeida (2018), señaló la disminución drástica de la Tasa
Bruta de Escolarización Terciaria desde el año 2010 hasta el 2018, en
36 puntos porcentuales. Entiende que:

[…] el requisito de los exámenes de ingreso para todas las modalida-


des fortaleció la universidad como un espacio en el que se vigorizan
posiciones y condiciones sociales de privilegio en detrimento de jó-
venes pertenecientes a familias negras y mestizas con menor capital
cultural y económico (Domínguez, 1997; Martín y Leal, 2006, Ávila,
2013; Gutiérrez y García, 2015, citado por Almeida, 2018, p. 68).

Otro momento importante fue en el año 2006, cuando se perfeccionó


la educación a distancia. Se duplicaron las plazas disponibles para

9
Etapa signada por potenciar el desarrollo humano y entre sus objetivos fundamen-
tales concibió la formación integral de la población (Puebla, 2014).

471
Yisel Rivero Báxter

los Cursos por Encuentro y se trasladó al 1er año de la carrera la eva-


luación de las competencias mínimas contenidas en los exámenes
de ingresos. De manera que, los alumnos entraban sin hacer dichos
exámenes y en el transcurso de un año, lo realizaban.
Más recientemente, en 2018, se estableció la Educación Superior
no Universitaria o de ciclo corto. Se trata de cursos de formación de
2 y 3 años de duración, que otorgan nivel medio superior y prepara
para ocupaciones específicas del mundo laboral.
De modo general, Peña (2016) destaca que el caso cubano –poten-
cialmente– está en mejores condiciones sociopolíticas para trascen-
der la reproducción de la desigualdad social, a través de la institución
educativa –por su carácter incluyente, universal y gratuito–. No obs-
tante, es preciso mantener acciones de esta naturaleza para lograr
una verdadera educación basada en los preceptos de la equidad.
A pesar de las conquistas en tema de seguridad y protección a la
infancia en Cuba, Padrón (2009), alerta la insuficiente capacidad de
la política social para atender las diversidades y la desventaja social.
Junto con otros autores cubanos, reclama la pertinencia de focalizar
acciones. Entiende que nuestro proyecto debía pensar en alternati-
vas ajustadas al momento histórico, que amplíen las posibilidades de
movilidad de los grupos en desventaja, a partir de la integración del
saber científico con el popular, campesino, urbano e infantil.
En la misma línea, Martín (2011) entiende que las brechas de equi-
dad no deben verse como herencia del capitalismo ni enfrentarse a
partir de superar viejas mentalidades, sino del conocimiento y mo-
dificación de los mecanismos que las reproducen. Considera que
hay escasos diagnósticos de la heterogenización y la desigualdad,
además, de propuestas generales de políticas de manejo de la equi-
dad. Es preciso realizar estudios que evalúen desempeños grupales y
territoriales – diversidades locales– que permitan mediciones y valo-
raciones del real avance de la equidad y acciones a escala territorial.
Espina Prieto (2010), concibe que la persistencia de las brechas de
equidad y la dificultad de remover los mecanismos reproductores de
la pobreza no solo se deben a carencia de recursos, sino a fallas en el
472
Educación en Cuba: ¿movilidad o reproducción social?

modelo y en la aplicación de la política social. Entre estas sistemati-


za: absolutización del estatalismo, excesivo centralismo y tecnoburocrati-
zación en la formulación de las estrategias de desarrollo. Esto disminuye
la posibilidad de participación en la toma de decisiones de los acto-
res locales, la consideración de la diversidad territorial y grupal de
las necesidades y sus satisfactores.

Conclusiones

Con este artículo se ha mostrado la incidencia de la institución esco-


lar en procesos de reproducción social, que precisan ser comprendi-
dos en toda su complejidad. La intención ha sido ilustrar la presencia
de ese fenómeno histórico y –sistemáticamente– reconocido y re-
flexionado por las Ciencias de la Educación en otros contextos, pero
que en Cuba aún no se visualiza en toda su dimensión.
En este recorrido, los indicadores de análisis privilegiados han
sido: el acceso a la educación superior, la transición de la educación
secundaria al preuniversitario, prácticas áulicas y algunas de las
causas de esta situación desde la familia – modelos educativos, con-
diciones de vida y capital cultural–.
Estos abordajes aún no agotan todo el espectro de datos que la in-
vestigación ha generado, en Cuba y en el mundo, relacionado con la
desigualdad educativa. Ni tampoco se vislumbra un modelo de aná-
lisis integrador de las dimensiones que abarca tan complejo fenóme-
no. Sin el ánimo de brindar fórmulas acabadas, creemos pertinente
atender a los siguientes aspectos para lograr revertir este carácter
reproductor de la escuela cubana:

– Comprender que no se deben asumir las brechas como una


herencia del capitalismo, sino como un fenómeno complejo
inherente a la propia dinámica de los procesos educativos.
– Conocer y modificar los mecanismos que las reproducen.

473
Yisel Rivero Báxter

– Superar el excesivo centralismo y la tecnoburocratización que


aún prevalece en el diseño y aplicación de la política educativa
a nivel institucional.
– Focalizar en la población en desventaja social, que ya está
identificada como propensa al fracaso escolar y establecer es-
trategias para mejorar su desempeño educativo.
– Reubicar los indicadores de evaluación sobre la equidad
educativa. Incluir también los de resultados y no solo los de
acceso.
– Potenciar acciones educativas extraescolares (instituciones y
proyectos culturales locales) encaminadas a enriquecer el ca-
pital cultural de esa población propensa al fracaso escolar.
– Actualizar la formación docente hacia campos no disciplina-
res, que incluyan las teorías culturales contemporáneas, el
conocimiento de la infancia, adolescencia y juventud en un
contexto digital, el peso de su subjetividad en la reproducción
de estereotipos, entre otras cuestiones que se entrecruzan en
la realidad educativa.

El estudio crítico de los efectos de la educación sobre aspectos de la vida


social contribuye a sustituir el optimismo ingenuo que se ha creado
alrededor de esta, por uno razonado, crítico y capaz de captar la com-
plejidad de las relaciones que mantiene el sistema escolar con otros
factores sociales determinantes del desarrollo social (Tenti, 2010).
Este texto constituye, así, un modesto aporte al ejercicio de pensar
nuestros desafíos educativos, en sintonía con un modelo de desarro-
llo auténtico y específico, comprometido con la construcción de una
sociedad igualitaria, justa y potenciadora del desarrollo humano.

474
Educación en Cuba: ¿movilidad o reproducción social?

Bibliografía

Aja, Antonio. (2001). La emigración cubana: un resumen del siglo


XX. Revista Temas, (36).

Almeida, Yulexis. (2018). Un análisis de las oportunidades de acceso


a la educación superior cubana desde una perspectiva interseccional.
[Tesis de doctorado]. Universidad de La Habana.

Ávila, Niuva. (2006) Familia, racialidad y acceso a la Educación Su-


perior en Cuba. Un estudio de caso, Universidad de La Habana. [Tesis
de diploma]. Universidad de La Habana.

Ávila, Niuva. (2011). Un estudio sociodemográfico del acceso a la Edu-


cación Superior en Cuba. El papel de la familia en un contexto de po-
líticas educativas de amplio acceso. [Tesis de maestría]. Universidad
de La Habana.

Ávila, Niuva y Díaz, Danay. (2016). Etnia y raza: variables claves


para entender la educación. En Yisel Rivero, Geraldine Ezquerra
y Bárbara Mellado (ed.), La educación del siglo XXI desde una pers-
pectiva social. Aportes del pensamiento sociológico contemporáneo
y cubano (pp.146-185), La Habana: Editorial Universitaria Félix
Varela.

Ávila, Niuva. (2013). Un estudio sociodemográfico del acceso a la


educación superior en Cuba. El papel de la familia en un contexto
de políticas educativas de amplio acceso. [informe de investiga-
ción]. CEDEM.

Bombino, Yenisei. (2005). El sexismo. Modelos masculino y fe-


menino en el libro de texto de Español-Literatura 9no grado. En
Colectivo de autores. Selección de lecturas de Sociología y Política
Social de Género. La Habana: Editorial Universitaria Félix Varela.

475
Yisel Rivero Báxter

Bourdieu, Pierre y Passeronm, James. (1970). La Reproducción. Bar-


celona: Editorial Laia.

Catasús, Silvia y Proveyer, Clotilde. (1999). Género y jefatura del


núcleo familiar en Cuba hoy: consideraciones sociológicas y de-
mográficas. En CEDEM e Instituto Iberoamericano de Estudios
sobre Familia [IIEF], Diversidad y complejidad familiar en Cuba. La
Habana: CEDEM/ Instituto Iberoamericano de Estudios sobre Fa-
milia (IIEF).

Centro de Investigaciones Psicológicas y Sociológicas [CIPS]


(2017). Política social y equidad a escala local comunitaria en el
contexto de la actualización: un estudio de caso en cuatro comu-
nidades de Marianao. [ informe de investigación]. La Habana:
CIPS.

Díaz, Beatriz, Guasch, Iván y Vigaud, Bárbara. (1990). Caracteriza-


ción del niño en riesgo por condiciones socioeconómicas y fami-
liares adversas. Acción preventiva intraescolar y comunitaria. La
Habana: MINED.

Domínguez, María Isabel y Díaz, Mareléen (1996). Reproducción


social y acceso a la educación superior. Situación en los 90. [in-
forme de investigación]. La Habana: CIPS.

Domínguez, María Isabel. (2018). Juventud cubana: procesos edu-


cativos e integración social. En Yisel Rivero (ed.), Miradas socioló-
gicas a la educación en Cuba (pp. 161-179), La Habana: ICIC “Juan
Marinello”.

Domínguez, María Isabel; Ferrer, M.E. y Valdés, M.V. (1990). Carac-


terísticas generacionales de los estudiantes y los desvinculados
del estudio y el trabajo. [informe de investigación]. La Habana.

476
Educación en Cuba: ¿movilidad o reproducción social?

Domínguez, María Isabel. (1997). La juventud en el contexto de la


estructura social cubana. Datos y Reflexiones. Papers. Revista de
Sociología (52), 67-81.

Domínguez, María Isabel, Cristóbal, Desirée y Domínguez, Deisy.


(2000). La integración y desintegración social de la juventud cu-
bana a finales de siglo. Procesos objetivos y subjetividad juvenil.
[informe de investigación]. La Habana.

Echevarría, Dayma y Tejuca, Mayra. (2015). Educación y empleo en


Cuba 2000-2014: entre ajustes y desajustes. La Habana: Ruth Casa
Editorial/ Editorial de Ciencias Sociales.

Escalona, Vivian. (2012). Influencia socializadora de la escuela en


la participación de niñas y niños en las prácticas deportivas escola-
res. [Tesis de maestría]. Universidad de La Habana, Cátedra de la
Mujer.

Espina, Mayra Paula. (2008). Políticas de Atención a la Pobreza y la


Desigualdad. Examinando el Rol del Estado en la Experiencia Cuba-
na. Buenos Aires: Colección CLACSO-CROP.

Espina, Mayra Paula. (2010). Desarrollo, Desigualdad y políticas


sociales. acercamiento desde una perspectiva compleja. La Habana:
Publicaciones Acuario/ Centro Félix Varela.

Espina, Rodrigo y Rodríguez, Pablo (2003). Raza y desigualdad en


la Cuba actual. [informe de investigación]. La Habana.

Espina, Mayra, Martín, Lucy y Núñez, Lily (2003). Transición,


igualdad y estructura socioclasista en Cuba a inicios del siglo
XXI. En M. Menéndez (ed), Los cambios en la estructura socioclasis-
ta en Cuba. La Habana: Editorial de Ciencias Sociales.

Espina, Rodrigo. ( 1 de julio de 2011). Color de la piel y educación


en la Cuba actual. La Jiribilla. Revista cultural cubana. http://www.
lajiribilla.co.cu/2011/n529_06/529_12.html

477
Yisel Rivero Báxter

Farell, J. (2016). Igualdad en la educación: seis décadas de juris-


prudencia comparada vistas desde un nuevo milenio. En R.
F Arnove, C. A Torres y S Franz eds.), Educación Comparada. La
Dialéctica de lo Global y lo Local (pp. 235-269), Valencia: TIRANT
HUMANIDADES.

Feito, Rafael. (2003). Sistema de enseñanza y estratificación so-


cial. En Francisco Fernández (ed.), Sociología de la Educación. Ma-
drid: Pearson Educación, s.a.

Ferriol, Ángela (2005). Política Social: el mundo contemporáneo y las


experiencias. Uruguay: Tradinico.

Gómez, Enrique et al. (2017). Política social y equidad a escala lo-


cal-comunitaria en el contexto de actualización del modelo eco-
nómico y social cubano. [informe de investigación]. La Habana.

Gómez, Carisbel. (2005). Conocimientos, relaciones interraciales


y Revolución. Una mirada desde la Sociología. [Tesis de diploma].
Facultad de Filosofía-Historia y Sociología, Universidad de La
Habana.

Hernández, Francisco, Beltrán Joaquín y Marrero, Adriana.


(2009). Teorías sobre Sociedad y Educación. Valencia: Tirant lo
Blanch.

Instituto Central de Ciencias Pedagógicas [ICCP] (1996 – 1999) Me-


nores que viven en situaciones de desventaja social. [informe de
investigación]. La Habana.

ICCP. (2000 –2002) Estudio integral de la Habana Vieja. [informe


de Investigación]. La Habana.

López, Juan y Arias, Graciela. (eds.) (1997) Estudio del Niño Cubano.
La Habana: ICCP/MINSAP.

478
Educación en Cuba: ¿movilidad o reproducción social?

Martin, Elvira y Leal, Miguel. (2006). El acceso a la educación su-


perior. ¿Cómo lograr la equidad? Avances y perspectivas de la inves-
tigación universitaria, pp.1-16.

Martín, Lucy. (2011) Las desigualdades en la sociedad cubana en


diálogo con la equidad. En Yuliet Cruz (ed.), Cuadernos del CIPS.
Experiencias de investigación social en Cuba. (pp. 35- 46). La Habana:
publicaciones Acuario/ Centro Félix Varela.

Morales, Esteban. (2002). Un modelo para el análisis de la proble-


mática racial cubana contemporánea. Catauro. Revista Cubana de
Antropología (6), 52-93.

Morales, Esteban. (2010). La problemática racial en Cuba. Algunos


desafíos. La Habana: Editorial José Martí.

Obiol Sandra (2012). El cambio familiar y el proceso educativo. En


José Beltrán y Fransesc Hernández (Ed.) Sociología de la educación,
Madrid: McGraw-Hill/INTERAMERICANA DE ESPAÑA S.L.

Padrón, Silvia. (2009). Una aproximación a la pobreza infantil


desde el consumo cultural, la voz y el trazo de los niños. En Clau-
dia Castilla, Celia Rodríguez y Yuliet Cruz (eds.), Cuadernos del
CIPS. Experiencias de investigación social en Cuba. (pp. La Habana:
publicaciones Acuario/. Centro Félix Varela.

Pardini, Succel. (2012). Género y Orientación Profesional. Un estudio


de caso con estudiantes universitarios. [Tesis de diploma]. Universi-
dad de La Habana.

Pardini, Succel. (2018). Acceso a la educación superior en el contexto


cubano actual. Un estudio de caso sobre las condiciones de partida de
estudiantes universitarios. [Tesis de maestría]. Universidad de La
Habana.

Peña, Ángela. (2016). Clases sociales y educación. En Yisel Rive-


ro, Geraldine Ezquerra y Mellado, B. (eds.), La educación del siglo

479
Yisel Rivero Báxter

XXI desde una perspectiva social. Aportes del pensamiento sociológico


contemporáneo y cubano (pp.86-118), La Habana: Editorial Univer-
sitaria Félix Varela.

Puebla, Y. (2014). Características del nuevo ingreso a la educación


superior en Cuba. Apuntes para su historia. La Habana: CEPES.
Documento en versión digital.

Rama, Claudio. (2009). La tendencia a la masificación de la co-


bertura de la educación superior en América Latina. Revista Ibe-
roamericana de Educación, (50), 173-195, <http://www.rieoei.org/
rie50a09.pdf>

Rodríguez, Daymí. (2008). ¿Sexismo en las láminas de un libro de


texto de primer grado? La Habana: Editorial de la mujer.

Rodriguez Daymí. (2016).¿Juventud cubana sexista? Sistematiza-


ción de experiencias investigativas. En Yisel Rivero (ed.), Miradas
sociológicas de la Educación en Cuba (pp.130- 140). La Habana: Insti-
tuto Cubano de Investigación Cultural “Juan Marinello”.

Rodríguez, Arasay (2018). Estereotipos de género y su transmisión


en el contexto escolar: propuesta de capacitación dirigida al personal
docente de la escuela primaria interna “Estado de Cambodia”. [ Tesis
de maestría]. Universidad de Ciencias Médicas de La Habana y
Centro Nacional de Educación Sexual.

Tejuca, Mayra, Gutiérrez, Oscar y García, Iván. (2015). El acceso a


la educación superior cubana en el curso 2013-2014: una mirada
a la composición social territorial. Revista Cubana de Educación
Superior, (3), 42-61.

Tejuca, Mayra et al. (2017) Análisis del acceso a la educación su-


perior cubana de los estudiantes de preuniversitario en el curso
2014-2015. Revista Cubana Educación Superior. (1), 165-186.

480
Educación en Cuba: ¿movilidad o reproducción social?

Tenti, Emilio. (2010). Sociología de la educación. Aportes para el de-


sarrollo curricular. Buenos Aires: Ministerio de Educación de la
Nación, Instituto Nacional de Formación Docente.

Trow, Martin. (2007): Reflections on the Transition from Elite to


Mass to Universal Access: Forms and Phases of Higher Education
in Modern Societies since WWII. International Handbook of Hi-
gher Education, (pp. 243- 280). Amsterdam: Springer Netherlands.

Zabala, María del Carmen. (1996). Familia y pobreza en Cuba. [Tesis


de maestría]. FLACSO- Cuba.

Zabala, María del Carmen. (2010). Familia y Pobreza en Cuba. Es-


tudio de Casos. La Habana: Publicaciones Acuario, Centro Félix
Varela.

481
Sobre las autoras y autores

María del Carmen Zabala Argüelles  Licenciada en Psicología por


la Universidad de La Habana (UH, 1979), Máster en Desarrollo Social
(FLACSO-Programa Cuba, 1996) y Doctora en Ciencias Psicológicas
(UH, 1999). Profesora Titular y Consultante de la UH e investigado-
ra del Programa Cuba, de la Facultad Latinoamericana de Ciencias
Sociales (FLACSO). Coordinadora del grupo de investigación
Desigualades Sociales y Políticas de Equidad, del Comité Académico
de la Maestría Desarrollo Social, de la Red de Políticas Sociales de la
UH y del Grupo de Trabajo ¿Qué desarrollo? Diálogo academia y po-
lítica, del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO).
Es Académica Titular de la Academia de Ciencias de Cuba. Entre sus
últimas publicaciones se encuentran: Diálogos en tiempos de pan-
demia (2021) y Escenarios de políticas y desigualdades económicas
en mujeres negras (2021). Correo electrónico: mzabala@flacso.uh.cu
ORCID: 0000-0002-4012-8864

Yeisa Sarduy Herrera  Licenciada en Sociología (2008), Máster


en Desarrollo Social por la Facultad Latinoamericana de Ciencias
Sociales (FLACSO) sede Cuba, Universidad de La Habana (2014).
Investigadora Agregada del Instituto Cubano de Investigación
Cultural (ICIC) Juan Marinello. Profesionalmente se ha centrado en

483
Sobre las autoras y autores

las áreas de pesquisas: culturas juveniles, infancias, consumo cul-


tural, desarrollo y desigualdades sociales. Becaria del Programa de
Estudios sobre la pobreza y las desigualdades de CLACSO (2015). Se
ha desempeñado como tutora y cotutora de talleres de tesis y tra-
bajos de pregrado correspondientes a la especialidad de Sociología.
Ha participado en tribunales evaluadores como oponente en el
Departamento de Sociología de la Universidad de La Habana y en
el Instituto Cubano de Antropología. Miembro del equipo coordi-
nador del Taller Internacional Cultura y desigualdades. Aspectos
teórico-metodológicos para el estudio de las desigualdades sociales.
Entre sus más recientes publicaciones se encuentran: Voces juve-
niles al habla: identidad barrial, agentes mediadores y desigualdad
territorial a debate (2020); Identidades en adolescentes y jóvenes
de la capital cubana. Explorando el impacto de las desigualdades
(2021) y Educación en derechos humanos: una alternativa de apren-
dizaje en la prevención de la violencia escolar (2022)), ambas en ca-
lidad de coautora. Correo electrónico: yeibetty@gmail.com ORCID:
0000-0001-9815-8559

Rodrigo Espina Prieto  Licenciado en Filología, Universidad de


La Habana (1988), Máster en Antropología (2005). Investigador
Agregado (1966). Vicedirector de Investigaciones del Instituto
Cubano de Investigación Cultural “Juan Marinello” (2013). Ha in-
vestigado las temáticas de las relaciones raciales, las desigualdades
en la escuela, los juegos y los juguetes desde la perspectiva antro-
pológica y la historia de la antropología cubana. Dirigió el proyecto
Relaciones raciales y etnicidad en Cuba, que alcanzó categoría de
Destacado del CITMA en dos ocasiones (1997 y 2003) y Premio Anual
de la Academia de Ciencias de Cuba (2011). Su trabajo Los juegos in-
fantiles desde la perspectiva antropológica, también fue destacado
del CITMA (1997). Entre sus últimas publicaciones se encuentran
Raza y desigualdad en la Cuba actual (2015), en calidad de coautor;
Las migraciones internas como estrategias de sobrevivencia (2017) y
Juegos y juguetes. Una mirada interdisciplinar (2018) y Para el debate
484
Sobre las autoras y autores

continuo (prólogo) (2019). Correo electrónico: respina@cubarte.cult.


cu ORCID: 0000-0001-5264-0067

Vilma E. Hidalgo López- Chávez  Licenciada en Psicología (UH,


2011); Máster en Psicología Clínica y de la Salud (UH, 2015) y Doctora
en Ciencias Psicológicas (UH, 2021). Profesora Auxiliar e investiga-
dora de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO-
Programa Cuba) y miembro del área de Desigualdades Sociales y
Políticas de Equidad. Es integrante de la Red de Políticas Sociales de
la Universidad de La Habana y del Grupo de Trabajo CLACSO ¿Qué
desarrollo? Diálogo academia y política. Se especializa en familias,
desigualdades sociales, ruralidad e interseccionalidad. Entre sus
últimas publicaciones destacan: Desigualdades, ruralidad e inter-
seccionalidad (2021) y Familia, trabajo y ruralidad en el contexto
cubano (2021). Correo electrónico: vilmaflacso@gmail.com ORCID:
0000-0002-5596-4187

Geydis Elena Fundora Nevot  Licenciada en Sociología (2008)


por la Universidad de La Habana, UH); graduada de la Maestría en
Desarrollo Social (2012) por la Facultad Latinoamericana de Ciencias
Sociales (FLACSO- Programa Cuba) y de la Maestría Ejecutiva en
Políticas y Prácticas de Desarrollo (2016) por el IHEID. Doctora en
Ciencias Sociológicas (2018), por la UH. Profesora Titular e investi-
gadora en FLACSO-Programa Cuba y la Universidad de La Habana,
miembro del grupo de investigación Desigualdades sociales y políticas
de equidad. Se especializa en Políticas sociales inclusivas, Desarrollo
local, Interseccionalidad y Teorías contrahegemónicas del desarro-
llo. Miembro de la Red de Políticas Sociales de la UH, de la Red de
Estudios sobre Desigualdad Social y Movilidad en América Latina
(DEMOSAL), y del Consejo Técnico Asesor del Ministerio de Trabajo
y Seguridad Social. Pertenece al Grupo de Trabajo ¿Qué desarro-
llo? Diálogo academia y política, del Consejo Latinoamericano
de Ciencias Sociales (CLACSO). Entre sus últimas publicaciones
se encuentran: Políticas públicas en tiempos de pandemia: voces

485
Sobre las autoras y autores

ciudadanas en torno a la vulnerabilidad y sus formas de atención


(2021) y ¿Eliminación, disminución o ampliación de brechas de
equidad? Propuesta metodológica para el análisis prospectivo de
desigualdades en diferentes escenarios de políticas (2021). Correo
electrónico: geydis@flacso.uh.cu ORCID: 0000-0001-8450-9936

Danay Díaz Pérez  Licenciada en Sociología (2009), Máster en


Sociología (2014) por la Universidad de La Habana, Máster en Estudios
Sociales de la Ciencia, la Tecnología y la Innovación (2021) por la
Universidad de Oviedo, España, y Aspirante a Doctora en Ciencias
Sociológicas por la Universidad de La Habana. Profesora Auxiliar
de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO-
Programa Cuba) de la Universidad de La Habana, miembro del grupo
de investigación Desigualdades sociales y políticas de equidad, de la Red
de Políticas Sociales de la Universidad de La Habana, del Grupo de
Trabajo CLACSO ¿Qué desarrollo? Diálogo academia-política y del
equipo de investigación de FLACSO-Programa Cuba que participa en
el proyecto regional: Trayectorias/prácticas juveniles en tiempo de
pandemia COVID-19, liderado por FLACSO-Brasil. Autora de más de
50 artículos científicos sobre desigualdades sociales, infancia, género
y discapacidad; entre los que destacan: Desigualdades, discapacidad
e interseccionalidad. Análisis del contexto cubano 2008-2018 (2020);
La dimensión etaria en el análisis de las desigualdades sociales: la
infancia en el lente (2021) y Análisis de la situación de discapacidad
en Cuba. Contextos que limitan en tiempos de Covid-19 (2021). Correo
electrónico: danay.diaz84@gmail.com ORCID: 0000-0002-9988-4314

Ana Isabel Peñate Leiva  Investigadora y Profesora Titular. Doctora


en Ciencias de la Educación. Máster en Sexualidad y Licenciada en
Historia. Diplomada en Pedagogía Universitaria y en Desarrollo
Humano Local, Género, Infancia, Salud y Población. Labora
en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO-
Programa Cuba), de la Universidad de La Habana (UH), en el área
de Desigualdades Sociales y Políticas de Equidad. Coordina el equipo

486
Sobre las autoras y autores

de investigación de FLACSO-Programa Cuba que participa en el pro-


yecto regional: Trayectorias/prácticas juveniles en tiempo de pan-
demia COVID-19, liderado por FLACSO-Brasil. Pertenece a la Red de
Políticas Sociales de la UH; la Red Nacional de Investigadores sobre
Juventud y la Red Desigualdad y Movilidad Social en América Latina
(DEMOSAL), así como a los Grupos de Trabajo de CLACSO: Juventudes
e Infancias y ¿Qué desarrollo? Diálogo academia y política. Entre sus
últimas publicaciones se hallan: El derecho a los derechos. Infancias
y adolescencias en Cuba (Coord.) (2021); Estudiantes universitarios
latinoamericanos em tempos de COVID-19: desafiando o presente
(2022) y Educación en Derechos Humanos: una alternativa de apren-
dizaje en la prevención de la violencia escolar. Reflexiones para un
debate (2022), ambas en calidad de coautora. Correo electrónico:
anamaryanabel@gmail.com ORCID: 0000-0001-7498-7379

Reynaldo Jiménez Guethón  Doctor en Ciencias de la Educación


(2006), por la Universidad de La Habana. Máster en Desarrollo
Social (1996), por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales
(FLACSO- Programa Cuba) y en Gestión y Desarrollo de Cooperativas
(2000), por la Universidad de Sherbrooke, Canadá. Profesor Titular
e investigador de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales
(FLACSO-Programa Cuba) de la Universidad de La Habana, miembro
del grupo de investigación Desigualdades sociales y políticas de equidad.
Coordinador Académico del Programa FLACSO-Cuba. Miembro de la
Red de Políticas Sociales de la UH y del Grupo de Trabajo ¿Qué desa-
rrollo? Diálogo academia y política, del Consejo Latinoamericano de
Ciencias Sociales (CLACSO). Entre sus más recientes publicaciones
se hallan Vivienda, hábitat y desigualdades en la Cuba actual (2021) e
Inclusión de los grupos en situación de vulnerabilidad como sujetos
del desarrollo. Propuestas desde la Economía Solidaria (2021), esta
última en calidad de coautor. Correo electrónico: rejigue@flacso.uh.
cu ORCID: 0000-0002-4450-445X

487
Sobre las autoras y autores

Ileana Núñez Morales  Licenciada en Filología (2012); Máster en


Desarrollo Social (2019), ambas titulaciones por la Universidad de La
Habana (UH). Profesora Instructora de la Facultad Latinoamericana
de Ciencias Sociales (FLACSO-Programa Cuba) de la UH y miem-
bro del grupo de investigación Desigualdades Sociales y Políticas de
Equidad. Es miembro de la Red de Políticas Sociales de la UH y del
Grupo de Trabajo ¿Qué desarrollo? Diálogo academia y política, del
Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO). Ha acom-
pañado metodológicamente proyectos de desarrollo en materia de
equidad social y educación. Autora de más de 10 artículos científicos
sobre desigualdades sociales, infancia, color de la piel, políticas so-
ciales y educación, entre los que destacan: Vulnerabilidad social en la
infancia y la adolescencia en Cuba: oportunidades y retos de los espa-
cios educativos y comunitarios para su atención y Enfoque integral
afirmativo en políticas públicas (2020). Desafíos y propuestas para la
superación de brechas de equidad racializada en Cuba (2021). Correo
electrónico: ileana.fng@gmail.com ORCID: 0000-0001-5734-2042

Daliana Ramos Ojeda  Licenciada en Estudios Socioculturales


(2011) por la Universidad de Sancti Spíritus; Máster en Desarrollo
Social (2018) por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales
(FLACSO-Cuba), Universidad de La Habana (UH). Profesora Asistente
de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO-
Programa Cuba) de la UH, miembro del grupo de investigación
Desigualdades Sociales y Políticas de Equidad. Actualmente trabaja en
su tesis de doctorado en Ciencias Sociológicas sobre las estructuras
de oportunidades de los migrantes internos en Cuba. Es miembro de
la Red de Políticas Sociales de la UH y del Grupo de Trabajo ¿Qué de-
sarrollo? Diálogo, academia y política, del Consejo Latinoamericano
de Ciencias Sociales (CLACSO). Autora de artículos sobre vulnerabili-
dad social y migración interna. Entre sus más recientes publicaciones
se hallan: Doblemente violentadas, discriminadas o desfavorecidas:
propuesta para atender mujeres migrantes en situación de vulnera-
bilidad (2021) y Guía metodológica para el seguimiento y evaluación
488
Sobre las autoras y autores

de los procesos de desarrollo territorial con enfoque de equidad: la


dimensión migración (2021). Correo electrónico: dalianar03@gmail.
com ORCID: 0000-0002-4338-1873

Luisa Iñiguez Rojas  Dra. en Geografía. Profesora Emérito,


Consultante y Titular de la Universidad de La Habana. Investigadora
de FLACSO-Cuba. Estudia temas de Territorio, Salud y Bienestar
Humano. Entre sus más recientes publicaciones se encuentran:
Heterogeneidad de contextos territoriales en el Desarrollo Local en
Cuba (2021); COVID-19 en Cuba. Un acercamiento al pensamiento co-
tidiano (2021), ambas en calidad de coautora y El sistema de salud y
la salud pública en Cuba. Avances y tensiones (2021). Correo electró-
nico: luisabiniguez@gmail.com ORCID: 0000-0002-4645-1611

Clarisbel Gómez Vasallo  Msc. en Sociología. Profesora Auxiliar


del Departamento de Sociología de la Universidad de La Habana.
Doctorante. Estudia temas relacionados a Salud, Epistemologías y
Teoría Social. Entre sus últimas publicaciones se hallan: Psicoanálisis
y Sociología. La perspectiva contrahegemónica de Erich Fromm para
el estudio de la Salud Mental (2020); COVID-19 en Cuba. Un acer-
camiento al pensamiento cotidiano (2021), en calidad de coautora
y Sociología y Psiquiatría. Caminos abiertos y apuntes que invitan
al diálogo (2022). Correo electrónico: cgomezvasallo@gmail.com
ORCID: 0000-0002-5065-661X

Eduardo Chávez Molina  Doctor en Ciencias Sociales (Facultad


Latinoamericana de Ciencias Sociales). Magister en Políticas Sociales
(Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales). Lic. en Sociología
(Universidad de Buenos Aires). Profesor, investigador y miembro del
comité académico del Instituto de Investigaciones Gino Germani
(IIGG -Universidad de Buenos Aires). Director del Departamento
de Sociología en la Universidad Nacional de Mar del Plata. Líneas
de investigación: Estructura social y laboral , desigualdad y movi-
lidad social y políticas sociales. Miembro Consejo Académico de la

489
Sobre las autoras y autores

Red Latinoamericana Desigualdad y Movilidad Social (DEMOSAL).


Investigador Principal por el IIGG de la Red INCASI, International
Network for Comparative Analysis of Social Inequalities-Unión
Europea. Entre sus publicaciones más recientes están: La urbe como
objeto de estudio, análisis y registro (2020); Clases sociales y des-
igualdad en la Argentina contemporánea (2011-2019) y Relevancia
de la heterogeneidad socioeconómica. Estudio comparativo entre
América Latina y Europa basado en la adaptación del esquema EGP
(2019), ambas en calidad de coautor. Correo electrónico: echavezmo-
lina@gmail.com ORCID: 0000-0001-8467-0930

Mayra Espina Prieto Doctora en ciencias sociológicas.


Trabaja como Oficial Nacional de Programas en la Oficina de
Cooperación Suiza en La Habana. Profesora adjunta de la Facultad
Latinoamericana de Ciencias Sociales- FLACSO/Cuba y miem-
bro del consejo editorial de la Revista Temas y de Cuban Studies,
Universidad de Harvard. Entre sus ´publicaciones recientes des-
tacan: Reforma y emergencia de capas medias en Cuba (2020); The
emerging socio-structural framework of the ´update´ in Cuba: cha-
llenges to social equity (2020) y Enfoque integral afirmativo en polí-
ticas públicas. Desafíos y propuestas para la superación de brechas
de equidad racializadas en Cuba (2021), estas últimas en calidad de
coautora. Correo electrónico: mayra.espina@eda.admin.ch ORCID:
0000-0001-9872-715X.

Dayma Echevarría León  Profesora Titular y subdirectora del


Centro de Estudios de la Economía Cubana (CEEC), Universidad de
La Habana. Las principales líneas de investigación que trabaja son:
Equidad y desarrollo, Género y Trabajo, así como Ruralidad. Sus tres
más recientes publicaciones son: Cuidando a personas con discapa-
cidad intelectual. ¿Solo responsabilidad de mujeres? (2021); Trabajo
informal en Cuba. Apuntes para su comprensión en un contexto de
cambios y Reformas y Bienestar (2021) y Un análisis de los bienes no

490
Sobre las autoras y autores

monetarios (2022), todas en calidad de coautora. Correo electrónico:


dayma73@gmail.com ORCID: 0000-0003-3948-2118

Mayra Tejuca Martínez  Profesora Titular del Centro de Estudios


de la Economía Cubana (CEEC), de la Universidad de La Habana.
Doctora en Ciencias Biológicas (1996). Estudia las políticas educati-
vas y su impacto sobre la equidad, así como su relación con las políti-
cas de empleo. Entre sus publicaciones más recientes se encuentran:
Desigualdades en el acceso de los territorios a la educación superior
(2020); Universidad y feminización: la experiencia cubana (2020) y
Formación de universitarios y desarrollo local en Cuba (2021). Correo
electrónico: mayra@ceec.uh.cu ORCID: 0000-0002-0147-3737

Elizabeth de la Caridad Hechavarría Silegas  Licenciada en


Sociología, Especialista del Centro de Protección de niños, niñas y
adolescentes (CPNNA). Líneas de investigación: desigualdad social y
protección a la infancia. Correo electrónico: hechavarriasilegaseliza-
beth@gmail.com ORCID: 0000-0002-3109-3372

Ángela Peña Farias  Doctora en Sociología, Profesora Titular,


Universidad de La Habana. Líneas de investigación: Desigualdades
sociales, pobreza, políticas sociales y sistemas de protección social a
personas mayores e infancia. Últimas publicaciones: Percepciones,
actitudes y prácticas en el contexto cubano durante la pande-
mia por Covid-19. Reflexiones desde un enfoque psicosocial (2021);
Comentarios acerca del envejecimiento cubano. Un acercamien-
to a la temática desde el Grupo de Investigaciones sobre Cuidado
a Adultos Mayores (GICAM) (2021) y Trabajo informal y crisis:
Aprendizajes para Cuba (2021), todas en calidad de coautoría. Correo
electrónico: frinxelrtes@gmail.com ORCID: 0000-0002-3921-7130

Carolina Álvarez Díaz  Licenciada en Psicología por la Universidad


de la Habana. Profesora adiestrada de Psicología del Desarrollo en
Edades Tempranas y Preescolares y Psicología de los Grupos. Sus

491
Sobre las autoras y autores

temas de investigación se relacionan con Heterogeneidad Social y


Desarrollo. Sus últimas publicaciones son: Actores sociales con alto
capital económico. Una mirada desde las identidades sociales (2021);
COVID-19: Percepciones de cubanos residentes en el exterior (2021) y
Jóvenes cubanos y COVID- 19. Percepciones en tiempos de aislamien-
to (2020). Correo electrónico: caroalvarez300@gmail.com ORCID:
0000-0002-6597-5488

Leyanis Angélica Plasencia Verdecia  Licenciada en Psicología por


la Universidad de la Habana. Psicóloga social del MININT. Sus temas
de investigación se relacionan con Grupos y Heterogeneidad Social.
Sus últimas publicaciones son: Actores sociales con alto capital eco-
nómico. Una mirada desde las identidades sociales (2021). Correo
electrónico: leyaya99@gmail.com ORCID: 0000-0003-1131-9212

Daybell Pañellas Álvarez  Doctora, Profesora Titular de la Facultad


de Psicología de la Universidad de La Habana. Profesora principal
de Psicología de los Grupos. Jefa de la disciplina Psicología social y
presidenta del Consejo Científico de la Facultad de Psicología. Sus te-
mas de investigación se relacionan con las Identidades Sociales y la
Heterogeneidad social. Sus últimas publicaciones son: Identidades
sociales: Un estudio bibliométrico (2021); Identidad social de Jóvenes
cuentapropistas (2021) y COVID-19: Percepciones de cubanos resi-
dentes en el exterior. Estudios del desarrollo Social (2021). Correo
electrónico: daybel77@psico.uh.cu ORCID: 0000-0003-0060-5571

Pablo Vommaro Posdoctor en Ciencias Sociales, Niñez y


Juventud por la Universidad Católica de San Pablo, Universidad de
Manizales, CINDE, COLEF y CLACSO y doctor en Ciencias Sociales
por la Universidad de Buenos Aires. Investigador Independiente
del CONICET y Profesorde Historia de la Universidad de Buenos
Aires, donde es docente e investigador en las Facultades de Filosofía
y Letras y de Ciencias Sociales. Co-coordinador del Grupo de
Estudios de Políticas y Juventudes (GEPoJu, Instituto Gino Germani,

492
Sobre las autoras y autores

UBA). Director de Investigación de CLACSO e integrante del Grupo


de Trabajo de CLACSO “Juventudes e Infancias”. Director de la
Colección de libros: Las juventudes argentinas hoy” (Grupo Editor
Universitario) con 45 títulos publicados a la fecha. Correo electróni-
co: pvommaro@gmail.com ORCID: 0000-0002-6957-0453

María Isabel Domínguez Doctora en Ciencias Sociológicas


(Ministerio de Educación Superior, Cuba) y Postdoctora en Ciencias
Sociales, Niñez y Juventud por Universidad de Manizales, Colombia,
CLACSO y Red INJU. Investigadora Titular y Coordinadora del
Grupo de Estudios sobre Juventudes del Centro de Investigaciones
Psicológicas y Sociológicas (CIPS), del que fue su Directora entre
2007 y 2014 y actualmente es la Presidenta de su Consejo Científico.
Es Académica De Mérito de la Academia de Ciencias de Cuba. Fue
miembro del Comité Directivo de la Asociación Latinoamericana de
Sociología (ALAS); actualmente es miembro del Comité Directivo del
Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO) y forma par-
te de la coordinación ampliada del Grupo de Trabajo en Infancias y
juventudes de esta organización. Es miembro de consejos científicos,
grupos de expertos y consejos editoriales en Cuba y Latinoamérica.
Autora de numerosas publicaciones en libros y revistas en diversos
países. Ha participado y dirigido numerosos proyectos y programas
de investigación sobre infancias, juventudes y relaciones intergene-
racionales, de los cuales se deriva un amplio conjunto de resultados,
algunos de los cuales han obtenido el Premio Nacional otorgado
por la Academia de Ciencias de Cuba, así como otros premios del
Ministerio de Educación Superior, el Ministerio de Cultura de Cuba
y el Instituto Cubano del Libro. Correo electrónico: midominguez@
ceniai.inf.cu

Elaine Morales Chuco  Doctora en Ciencias Psicológicas, Máster


en Desarrollo Social (FLACSO-Cuba) y Licenciada en Psicología.
Graduada del Postítulo Internacional e Interdisciplinario en
Población y Desarrollo Sustentable (Universidad de Chile, UNFPA)

493
Sobre las autoras y autores

y del Diploma Superior en Juventudes: Desigualdades, Culturas


y Políticas (CLACSO). Investigadora Titular; labora en el Instituto
“Juan Marinello”. Coordina el equipo Identidades y Juventudes y el
Programa Sectorial de Ciencia, Tecnología e Innovación Identidad
Cultural Cubana Latinoamericana y Caribeña. Profesora Titular;
docente de las Universidades de La Habana y de las Artes. Las publi-
caciones del 2021 incluyen: Significados y percepciones sociales de
exclusión social en adolescentes de La Habana y Juventudes cubanas
y exclusiones en tiempos de COVID 19. Actualidades, perspectivas y
desafíos (Autora principal). Es coautora de un Resultado acreditado
con el premio de la Academia de Ciencias de Cuba en 2021. Integra
varias redes, grupos de trabajo y asociaciones científicas nacionales
e internacionales. Correo electrónico: elamorales@cubarte.cult.cu ;
elamorales66@gmail.com ORCID: 0000-0002-1353-4429

Beatriz Drake Tapia  Máster y Doctorante en Ciencias de la


Comunicación. Investigadora Agregada; ICIC “Juan Marinello”.
Integra el Equipo Identidades y juventudes. Profesora de la Facultad de
Comunicación, UH. Investiga temáticas relacionadas con el desarrollo
cultural comunitario, las identidades y los procesos comunicativos en
el espacio local. Entre sus publicaciones más recientes se encuentran
las siguientes: Televisión local y desarrollo cultural en el contexto mu-
nicipal cubano (2019); Televisión local y desarrollo cultural comunita-
rio: De las políticas públicas al espacio local (2019) y Potencialidades y
requisitos para la aplicación de la prospectiva en el sistema de la cultu-
ra cubano (2020), esta última en calidad de coautora. Correo electróni-
co: bety.drake@gmail.com ORCID: 0000-0002-5521-2647

Giselle Armas Pedraza  Licenciada en Filosofía y Máster en


Desarrollo Social. Profesora Asistente de la Facultad Latinoamericana
de Ciencias Sociales (FLACSO-Cuba). Pertenece al área de investiga-
ción Política y Desarrollo. Miembro de la Cátedra Honorífica Ernesto
Che Guevara de la Universidad de La Habana y delegada en la articula-
ción juvenil La Comuna. Participa en el proyecto de Transformación

494
Sobre las autoras y autores

de los Barrios y en el proyecto de investigación regional: Trayectorias/


prácticas juveniles en tiempo de pandemia COVID-19, liderado por
FLACSO Brasil. Últimas publicaciones: Cuba: participación social
y prácticas juveniles en tiempos de COVID-19 (2021), en calidad de
coautora y De vuelta a «El socialismo y el hombre en Cuba»: herra-
mientas teóricas marxistas para el análisis de la realidad contempo-
ránea de Cuba (2020). Correo electrónico: gisearmas.35@gmail.com
ORCID: 0000-0002-7643-9533

Sofía Porro Mendoza  Profesora Titular. Doctora en Educación,


Máster en Desarrollo Social y Licenciada en Educación. Labora en la
Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO-Cuba) de la
Universidad de La Habana. Pertenece al Área de Educación y Cultura.
Participa en el proyecto de investigación regional: Trayectorias/
prácticas juveniles en tiempos de pandemia COVID-19, liderado por
FLACSO Brasil. Sus últimas publicaciones son: Cuba: participación
social y prácticas juveniles en tiempos de COVID-19; Educación y edu-
cación en derechos humanos de infantes y adolescentes e Infancia y
desventaja social en Cuba: Propuesta de programa preventivo edu-
cativo para su inclusión social, todas de 2021. Correo electrónico: po-
rrosofiamagdalena@gmail.com ORCID: 0000-0002-2872-0670

Marta Rosa Muñoz Campos  Directora del Programa FLACSO-


Cuba. Profesora Titular de la Universidad de La Habana. Máster en
Desarrollo Social. Doctora en Ciencias de la Educación. Participa
como experta en proyectos de adaptación al cambio climático, per-
cepción del riesgo por parte de las comunidades y resiliencia del
Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo y el Fondo Verde del
Clima. Integra la Academia Internacional de Ciencias, Tecnología,
Educación y Humanidades (A.I.C.T.E.H.) como Académico de Honor
de la Red Iberoamericana de Medio Ambiente. Miembro del Grupo
de Expertos del Programa Sectorial de Ciencias Tecnologías e
Innovación de Reducción Integrada del Riesgo de Desastres en Cuba;
de la Red Iberoamericana de Medio Ambiente (REIMA) y del Comité

495
Sobre las autoras y autores

Cubano MAB de la UNESCO (El Hombre y la Biosfera). Pertenece


al Grupo Docente y de Comunicación del Centro de Creación de
Capacidades para los Estudios de Peligro, Vulnerabilidad y Riesgo
para el Cambio Climático (PVR). Entre sus últimas publicaciones se
hallan: La Gestión de la Reducción del Riesgo de Desastres con en-
foques de inclusión y género (2021); Dilemas del municipio ( 2021);
La protección e inclusión en la Reducción de Riesgos de Desastres.
Una experiencia desde el contexto cubano (2021). Correo electrónico:
martuly2@gmail.com ORCID: 0000-0001-7020-6635

Juan Romero Cabrera  Doctor, profesor agregado en régimen


de tiempo completo en la Universidad de la República – Centro
Universitario Litoral Norte – Departamento de Ciencias Sociales.
Doctor en Sociología por la Universidad Federal de Rio Grande
del Sur – Brasil, Master en Sociología por la Universidad de San
Pablo, Brasil. Integrantes del Sistema Nacional de Investigación de
la Agencia Nacional de Investigación e Innovación (ANII), nivel I.
Líneas de investigación en curso, mercado de trabajo agrario; asa-
lariados agrarios y generaciones; desigualdades sociales rurales,
generaciones y desarrollo rural. Recientes publicaciones: a) Hogares
del trabajo rural en Uruguay: 10 años construyendo capitalismo
agrario. (2021); ¿Trabajo precario o precario trabajo entre los asala-
riados del agronegocio? Análisis de la estructura productiva agrícola
en Uruguay. (2020) y Trabajo rural entre adultos y jóvenes asalaria-
dos rurales en Uruguay. (2019). Correo electrónico: juanromero69@
gmail.com ORCID: 0000-0001-6030-9489

Yansa Terry Araujo  Licenciada (2016) y Máster (2021) en


Sociología en la Universidad de La Habana. Profesora Instructora del
Departamento de Sociología de la Universidad de La Habana y espe-
cialista del Centro de Estudios sobre la Juventud. Pertenece a diferen-
tes grupos profesionales nacionales. Ha publicado artículos sobre
soberanía alimentaria, relaciones laborales y empresariales, juven-
tud rural y cooperativismo. Dentro de sus últimas publicaciones

496
Sobre las autoras y autores

consta el artículo Maneras alternativas de empoderar juventudes. La


experiencia de los jóvenes en los Mercados Cooperativos del muni-
cipio de Plaza de la Revolución publicado en la Revista Alternativas
de la Universidad de Guayaquil y el artículo Más de una década de
investigación laboral en la carrera de sociología de la Universidad
de La Habana (2000-2018) en la Revista Horizontes y Raíces de la
Universidad de La Habana. Correo electrónico: ynsatrry93@gmail.
com ORCID: 0000-0002-7448-2941

Yenisei Bombino Companioni  Licenciada (1997) y Máster (2006)


en Sociología, Universidad de La Habana. Profesora Auxiliar del
Departamento de Sociología en la Universidad de La Habana e
Investigadora Auxiliar del Centro de Estudios sobre la Juventud.
Pertenece a diferentes grupos profesionales nacionales e interna-
cionales, entre ellos: Red de Investigadores sobre Juventud, Grupo de
Trabajo de CLACSO Estudios críticos del desarrollo rural, Red Nacional
de Estudios del Trabajo. Tiene más de 40 publicaciones (artículos
científicos y libros) relacionados con los temas de género, juventud,
ruralidad y desarrollo agrario. Entre las publicaciones más recientes
(2021) se encuentran: Juventudes rurales: acercamiento desde el ima-
ginario juvenil urbanocéntrico, las estadísticas y las investigaciones;
Escenarios de políticas y desigualdades económicas en mujeres rura-
les en Cuba y Reflexiones sobre el cuidado en zonas rurales: miradas
desde las políticas públicas. Correo electrónico: yeniseibc@gmail.
com ORCID: 0000-0001-7149-0930

Idania Rego Espinosa  Licenciada en Psicología, Universidad de La


Habana. Máster en Estudios Políticos y sociales de la Universidad de
La Habana. Es investigadora del grupo de Estudios sobre Juventudes
del Centro de Investigaciones Psicológicas y sociológicas (CIPS),
Cuba. Los principales temas que ha investigado se relacionan con
participación socio-política, opinión pública, políticas públicas, so-
cialización, juventud, empleo e integración social. Es miembro del
Grupo de Trabajo de CLACSO sobre Infancias y Juventudes, de la

497
Sobre las autoras y autores

Asociación de Estudios Latinoamericanos (LASA) y de su Sección


Cuba. Ha participado en numerosos eventos nacionales e internacio-
nales y es autora y co-autora de varias publicaciones sobre infancias
y juventudes. Correo electrónico: idaniacips@ceniai.inf.cu

Raül Ruiz Soler  Doctorando en Sociedad y Cultura en la Universitat


de Barcelona. Máster en Estudios Culturales por el Colegio de la
Frontera Norte (COLEF), México, y graduado en Antropología Social
y Cultural por la Universitat Autònoma de Barcelona. Especializado
en investigaciones sobre movimientos sociales, las tradiciones y el
patrimonio cultural inmaterial (en Barcelona y México). Es integran-
te del grupo de investigación de Antropología Jurídica del Instituto
Catalán de Antropología (Barcelona). Desplegó investigación con
pueblos indígenas p´urhépecha inmersos en procesos de autogobier-
no tanto en sus comunidades de origen (Michoacán, México) como
con las diásporas asentadas en la frontera México-Estados Unidos
Como investigador asociado trabaja en la co-creación de archivos de
defensa para casos jurídicos transnacionales a través de investiga-
ciones sobre violaciones de derechos humanos -laborales y trata- con
abogados de California; Acompaña procesos de defensa/demanda de
derechos culturales con poblaciones indígenas. Entre sus últimas
publicaciones se encuentran: Donde rayan violencia y filosofía. Una
mirada a la razón instrumental y a las aristas de las violencias (2020)
y Frente al afán de dominio el afán de rebelión: El autogobierno in-
dígena como realidad alternativa (2020). Correo electrónico: raulru-
so@hotmail.com ORCID: 0000-0002-9076-4076

Arturo Montoya Hernández  Licenciado en Filosofía por la


Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y Maestro en
Estudios Culturales por El Colegio de la Frontera Norte (El Colef).
Actualmente es candidato a Doctor en Estudios Culturales por El
Colef y participa en el proyecto Ciudades santuario como fronteras
emergentes. Dinámicas transnacionales y espacios vividos de mexi-
canos indocumentados en Estados Unidos a cargo del Dr. Benajmin

498
Sobre las autoras y autores

Bruce. También colabora como investigador asociado del Centro de


Estudios Genealógicos para la Investigación de la Cultura en México
y América Latina, A.C. Ha sido profesor de asignatura en las licen-
ciaturas de Artes Visuales y Arquitectura de interiores, en la Escuela
Superior de Artes Visuales (ESAV), en Tijuana, Baja California; y ha
facilitado talleres sobre narrativas digitales en El Colef, y para el
Centro Cultural de Chiapas Jaime Sabines, adscrito al Consejo Estatal
para la Cultura y las Artes de Chiapas. Sus temas de investigación
son la migración de retorno, las políticas culturales de las migracio-
nes, los estudios sobre la frontera, el deporte como fenómeno cul-
tural transnacional, los estudios visuales, los estudios culturales, la
estética-política filosófica, los movimientos sociales, los estudios de
performance, el cine y la filosofía del arte. Correo electrónico: tales-
demixcoac@gmail.com ORCID: 0000-0001-5547-0884

Yeni Yeisi Adán Castaños  Licenciada en Historia y Máster en


Estudios Históricos y Antropología Sociocultural Cubana. Trabajó
en La Casa-Museo de Asia de la Oficina del Historiador de la Ciudad
de La Habana y actualmente se desempeña como especialista de la
Subdirección de Investigaciones de la Oficina del Historiador de la
Ciudad de Camagüey. Entre las líneas de investigación que desarro-
lla se encuentran: las migraciones, la industria azucarera en dicha
región histórica y Antropología del cuerpo. Sus últimas tres publi-
caciones son: El tratamiento de la inmigración española en Cuba de
1800 a 1933 desde la biopolítica; El comportamiento de la industria
azucarera en la región histórica del Camagüey de 1837 a 1948 y La
gestión del patrimonio histórico como instrumento de sostenibili-
dad del Centro Histórico de la ciudad de Camagüey. Correo electróni-
co: yeniyeisi93@gmail.com ORCID: 0000-0002-7621-5134.

Leidys Raisa Castro Silva  Licenciada en Sociología por la


Universidad de La Habana. Cursa la maestría en Desarrollo Social por
FLACSO-Cuba. Investigadora del Instituto Cubano de Investigación
Cultural “Juan Marinello”, donde trabaja las temáticas de género,

499
Sobre las autoras y autores

racialidad, artes visuales y feminismos negros decoloniales. Forma


parte del equipo de coordinación de la agrupación afrofeminista cu-
bana “Todas x Todas”. Pertenece al Grupo de Estudios Afrofeministas
de la Cátedra Nelson Mandela. Correo electrónico: leidysraisa@
gmail.com ORCID: 0000-0001-5935-7934

Yuri Jiménez Nájera  Licenciado en Sociología. 1981-1986 (titulado


en 1994). Máster en Ciencias Políticas y Sociales. Doctor en Ciencias
Políticas y Sociales con orientación en Sociología, por la Universidad
Nacional Autónoma de México (generación 2004-2007). Profesor
Titular “C” de tiempo completo definitivo en Universidad Pedagógica
Nacional. Área Académica 2 Diversidad e Interculturalidad. Cuerpo
Académico Sujetos y Procesos Socioeducativos. Asistencia y partici-
pación como ponente en más de cincuenta congresos nacionales
e internacionales. Cuenta con veintidós ponencias y diez artículos
publicados. Entre sus más recientes textos se encuentran: La cons-
trucción social de la UNAM. Poder académico y cambio institucional
(1910-2010), (2014); Introducción a la sociología constructivista y La
exclusión en la educación superior mexicana 1895-2020 (2022), to-
das en calidad de autor. Correo electrónico: yurij@upn.mx ORCID:
0000-0002-4714-5421

Yoannia Pulgarón Garzón  Socióloga e investigadora del Centro de


Estudios Sobre la Juventud, de Cuba. Trabaja los temas relacionados
con los procesos culturales e identitarios de adolescentes y jóvenes.
También estudia las Afrodescendencias, los procesos de racialización
escolar y la racialidad. Ha publicado en varias revistas nacionales y
extranjeras, recientemente coordinó el libro: Identidades juveniles en
Cuba. Claves para un diálogo (2021). Entre sus últimas publicaciones,
se encuentran, Ser joven rasta en Cuba: un camino entre etiquetas e iden-
tidades raciales (2021), La identidad racial y sus conexiones epistémicas
con la raza y el racismo. Propuestas para un debate (2021). Identificaciones
y pertenencias. Revisitando las culturas juveniles en Cuba (2021)

500
Sobre las autoras y autores

Correo electrónico: yoannia.pulgaron@gmail.com ORCID:


0000-0001-6661-613X

Yisel Rivero Baxter  Investigadora y Profesora Titular. Dra por


la Universidad de Valencia, Doctora en Ciencias Sociológicas
(Universidad de la Habana), Máster en Ciencias Sociales (FLACSO-
Argentina) y Licenciada en Sociología. Labora en el Instituto Cubano
de Investigación Cultural “Juan Marinello” y en la Universidad de
la Habana. Las principales líneas de investigación son: educación,
participación y consumo cultural. Forma parte del equipo coordina-
dor del Grupo de Trabajo: Sociología de la Educación y Desarrollo
(Cátedra Unesco-UH), el Observatorio de Participación y Desarrollo
Cultural y la Revista Perfiles de la Cultura Cubana. Entre las publi-
caciones más recientes destacan: La participación educativa (2021);
Estrategia educativa cubana en tiempos de Pandemia COVID-19:
Reconstrucción y perspectivas (2021) y “Sociología de la educación
en Cuba. Apuntes para un estado del arte (2018). Correo electrónico:
yiselrb@yahoo.es ORCID: 0000-0002-4186-2796

501
Cultura y desigualdades
Rutas teórico-metodológicas

La intención de reflexionar sobre los aspectos teóricos


y metodológicos para el estudio de las desigualdades sociales
es el eje rector del libro; propósito ineludible para alcanzar
mayor rigor en la producción científica y que reconoce la
importancia de la teoría en la investigación social y sus nexos
con la metodología, en particular la discusión de los fundamentos
epistemológicos del conocimiento. Se destaca una orientación
multimetódica, que incluye sistematización, enfoque interseccional,
diálogo de saberes, análisis configuracional y multiescalar,
metodología de escenarios, recopilación y análisis documental.
Este texto será de especial utilidad para investigadores/as,
estudiantes, directivos/as, gestores/as de programas y
proyectos de desarrollo, representantes de organizaciones
sociales y otras personas interesadas en el tema.

unicef9
para cada infancia

También podría gustarte