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Síndrome de Alienación Parental

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síndrome de alienación parental

Sumario: I. Introducción, II. Contenido, 1. Tenencia, 1.1. Concepto, 1.2. El
principio del interés superior del niño en los procesos de
tenencia, 2. El síndrome de alienación parental, 2.1. Concepto, 2.2. Elementos
para la determinación y síntomas primarios, 2.3. Supuestos de inexistencia, 3. El
rol fundamental del juez en el descubrimiento del síndrome de alienación
parental, III. Conclusiones, IV. Referencias bibliográficas.

I. Introducción

Luego de una ruptura, los problemas de la expareja conflictiva terminan


perjudicando de manera irremediable a su prole, convirtiéndose estos en
armas de una «guerra» donde ninguno de los «combatientes» termina en
realidad ganando. En este proceso, donde los progenitores se disputan la
tenencia exclusiva de sus hijos, se da el llamado síndrome de alienación
parental.

El síndrome de alienación parental es una patología vincular ligada a los


procesos de tenencia exclusiva. Su identificación servirá como un criterio
que deberá tener en cuenta el juez al momento de resolver la controversia.
En lo posible, el juzgador evitará otorgar la tenencia exclusiva al progenitor
que pueda causar un daño en las esferas personal, familiar y social de su
hijo.

II. Contenido

1. Tenencia

1.1. Concepto

La tenencia «es una institución, un elemento componente de la patria


potestad que implica aquel derecho-deber que recae generalmente en uno o
ambos padres, de que el menor de edad permanezca físicamente bajo su
custodia, su tutela y su protección»[1].

El escenario normal es que ambos progenitores la ejerzan, ya que a los dos


corresponden las atribuciones que les confiere la patria potestad. Pero en
determinadas circunstancias ello no es así, lo que implica judicializar su
determinación. De este modo se generan los procesos de tenencia, que se
suelen originar cuando los progenitores han dado por concluida su relación
de convivencia, por lo que ellos o el juez tendrán que decidir quién ejercerá
la tenencia exclusiva y quién el régimen de visitas.

Nuestra legislación promueve la existencia de un acuerdo entre los


progenitores. No obstante, según lo prescrito en el artículo 81 del Código de
los Niños y Adolescentes, si no se puede llegar a un acuerdo o si el acuerdo
adoptado es perjudicial para el niño, niña o adolescente, la facultad para
resolver la pretensión de tenencia exclusiva recaerá en el juez de familia.

Así, el juez deberá tener en cuenta los criterios establecidos en los artículos
81 y siguientes del citado cuerpo legal. Es decir, los referentes al tiempo de
convivencia, a las necesidades del menor de edad según su edad y, en
cualquiera de los supuestos, a quien mejor garantice el derecho de su hijo a
mantener contacto con su progenitor no conviviente. De esta forma el
menor de edad convivirá con uno de sus padres, titular de la tenencia
exclusiva, mientras que el otro, no conviviente, será beneficiado con el
establecimiento de un régimen de visitas. Se produce así el siguiente
escenario: la presencia de una separación de hecho (no convivencia), la
inexistencia de acuerdo entre los progenitores o la existencia de un
convenio perjudicial para el hijo.

Lastimosamente, en este proceso «ya sea porque corresponde a la realidad


o por estrategia, la posición de cada padre no solo se sustenta en la propia
idoneidad para hacerse cargo de la crianza del hijo, sino en la nocividad de
la conducta de la contraparte»[2]. Esta campaña de denigración, de un
progenitor respecto del otro, produce en el hijo una serie de trastornos
psicológicos, los cuales pasan a formar parte de los síntomas
característicos del síndrome de alienación parental.
1.2. El principio del interés superior del niño en los procesos de tenencia

El artículo 3.1 de la Convención sobre los Derechos del Niño prescribe que
«en todas las medidas concernientes a los niños que tomen las
instituciones públicas o privadas de bienes sociales, los tribunales, las
autoridades administrativas o los órganos legislativos, una consideración
primordial a que se entenderá será el interés superior del niño». En lo que
respecta a nuestra legislación nacional, el artículo IX del Código de los
Niños y Adolescentes establece que «en toda medida concerniente al niño y
al adolescente que adopte el Estado a través de los Poderes Ejecutivo,
Legislativo y Judicial, del Ministerio Público, los Gobiernos Regionales,
Gobiernos Locales y sus demás instituciones, así como en la acción de la
sociedad, se considerará el Principio del Interés del Niño y Adolescente, a
la madre y al anciano en situación de abandono».

Se considera que el interés del menor de edad «tiene un valor jurídico


eminentemente instrumental en la decisión acerca de un derecho aislado o
en conflicto con otros derechos: lo importante y en verdad discutido es
siempre el derecho o derechos en juego, en cuya solución el criterio
determinante es precisamente el del interés del menor»[3]. El principio del
interés superior del niño se constituye como la directriz de todas las
decisiones políticas, sociales y judiciales que se adopten con relación a
los niños, niñas o adolescentes; por ende, el juez se encuentra en la
obligación de tramitar con mayor cautela los procesos en los que están
involucrados sus derechos. En ese sentido, la identificación de todo hecho o
conducta que pueda afectarlos deberá ser prioritaria. De la misma opinión
es Cillero Bruñol, quien sostiene que el interés superior del niño constituye
«un principio que obliga a diversas autoridades e, incluso, instituciones
privadas a estimar tal interés como una consideración primordial para el
ejercicio de sus atribuciones […], los niños tienen derecho a que antes de
tomar una medida respecto de ellos se adopten aquellas que promuevan y
protejan sus derechos y no las que los conculquen»[4].

El juez, como representante del Poder Judicial y, por ende, del Estado,
deberá evaluar el otorgamiento de la tenencia exclusiva atendiendo al
principio del interés superior del niño; lo que implica que será concedida al
progenitor que salvaguarde, en mejor medida, los derechos de su hijo a la
comunicación y a mantener contacto con su progenitor no conviviente. Ello
se desprende del artículo 81 del Código de Niños y Adolescentes, el cual
prescribe que el juez de familia deberá resolver el proceso de tenencia
«salvaguardando en todo el momento el interés superior del niño, niña o
adolescente».

2. El síndrome de alienación parental

2.1. Concepto

En 1985, el psiquiatra estadounidense Richard Gardner, quien había


participado como perito en numerosos juicios de tenencia, creó la teoría
del síndrome de alienación parental para referirse a lo que describe como
un desorden psicológico en el cual un niño, de forma permanente, denigra e
injuria a uno de sus progenitores. Bien lo definen Bouza y Pedrosa cuando
refieren que el síndrome «se define por el hecho que un padre ejercer la
tenencia y obstruye o impide el vínculo del hijo con el otro padre y construye
una relación abusiva en la cual, paradójicamente, la víctima infantil es el
verdugo»[5].

Por su lado, Aguilar Cuenca considera que la referida dolencia es un


«trastorno caracterizado por el conjunto de síntomas que resultan del
proceso por el cual un progenitor transforma la conciencia de sus hijos,
mediante distintas estrategias, con objeto de impedir, obstaculizar o destruir
sus vínculos con el otro progenitor, hasta hacerla contradictoria con lo que
debería esperarse de su condición»[6]. Así, existirá un progenitor alienante o
programador (ejerce la tenencia de su hijo), un hijo alienado o programado
(principal víctima del proceso de alienación causado por el progenitor con
quien convive) y un progenitor no conviviente o alienado (es el que recibe
los ataques constantes del hijo alienado).

2.2. Elementos para la determinación y síntomas primarios

Richard Gardner consideró que se podía identificar la existencia del


síndrome de alienación parental cuando se evidenciaban, de forma total o
parcial, ocho comportamientos o síntomas observables:
a) La campaña de denigración

Implica que el progenitor alienante de manera reiterada transmita al hijo


alienado conceptos falsos y negativos sobre su progenitor no conviviente.

La campaña de denigración se da «cuando el impedimento estuvo instalado


por periodos extensos de tiempo porque el lapso de separación es el
ingrediente indispensable que otorga la suficiente motivación, dado las
emociones de abandono y el dolo que significan, para originar el rencor del
niño hacia el padre no conviviente»[7].

El progenitor alienante se aprovecha de la desinformación de su hijo


respecto de la verdadera situación familiar que está viviendo, generándole el
sentimiento de no ser querido como antes; por lo que el menor de edad
piensa que no tiene valor para el progenitor alienado.

b) La falta de ambivalencia

Este síntoma consiste en que el niño ve, por el proceso de distorsión de la


realidad vía inducción, que uno de los padres es totalmente «bueno y
perfecto», es decir el padre conviviente. Mientras que el otro padre es
percibido como totalmente «malo»[8].

El hijo alienado no puede evaluar de manera realista la conducta de ambos


progenitores; debido a que si llega a aceptar que su progenitor no
conviviente también puede ser «bueno», sentiría que está traicionando a su
progenitor alienante.

c) Racionalizaciones frívolas, débiles o absurdas para el desprecio hacia el


progenitor

«El niño da motivos absurdos para la denigración pero con la condición


necesaria de que el padre conviviente confirme estas racionalizaciones
como válidas»[9].
El menor de edad no puede sustentar adecuadamente su conducta de
desprecio. De esa forma, todo lo que piensa y expresa es una reproducción
fidedigna de los calificativos denigrantes que, previamente, ha elaborado el
progenitor alienante.

d) El fenómeno del pensador independiente

Este síntoma «tiene la función de proteger al padre que adoctrina por medio
de la negación de sus propias expresiones, de su propia influencia por parte
del hijo adoctrinado y “mostrar” que las genera independientemente»[10].

El progenitor programador trata de demostrar que no ha influenciado en la


forma como piensa su hijo; por lo que a lo largo del proceso de tenencia
tratará de acreditar ello. Así, procederá a ofrecer diversos medios
probatorios que, a su criterio, justifican la conducta del menor alienado.

e) Ausencia de culpa o aun crueldad o explotación del progenitor alienado

«El niño no expresa culpa, ni muestra miedo de insultar al padre no


conviviente. Pueden expresar que este fue malo con ellos, o inclusive que
les pegaba, pero contradictoriamente insultarlo abiertamente sin recelo ni
temor alguno»[11].

Asimismo, los hijos alienados se sienten seguros de sus alegaciones,


debido a que poseen el respaldo de su progenitor alienante, quien en vez de
corregirlos, lo que hace es «premiar» dicha conducta.

f) La presencia de escenarios imprecisos, borrosos

Se refiere «a que los dicho del niño son inconsistentes en cuanto a


precisiones de contenido de lugar y espacio»[12].

Es decir, los hijos programados no pueden detallar las razones por las que
no desean ver al progenitor alienado, repitiendo, la mayoría de las veces, las
mismas frases denigrantes.
g) Apoyo reflexivo al progenitor alienador en el conflicto parental

Dentro del desarrollo del proceso de tenencia, el hijo alienado es quien


apoya, en mayor medida, al progenitor alienante; generando con sus
declaraciones que muchos de los terceros intervinientes (psicólogos,
asistentes sociales y testigos) consideren que lo correcto es evitar todo tipo
de contacto con el progenitor no conviviente; en el sentido de que al
«obligar» al niño, niña o adolescente a verlo, se estaría atentando contra su
voluntad.

h) Despliegue de animosidad en contra de los amigos o familia extensa del


progenitor alejado

Este síntoma se presenta cuando «la hostilidad desplegada al padre


impedido se extiende a los familiares de esa línea filiatoria. El mecanismo
explicativo es la inducción de estereotipos como técnicas sugestivas»[13].

Es decir, el hijo alienado tampoco desea mantener contacto con la familia ni


con los amigos de su progenitor no conviviente.

2.3. Supuestos de inexistencia

a) Críticas que no implican una activa campaña de descrédito y que no


suponen el impedimento de visita

No toda crítica hacia uno de los padres implica que el menor de edad sea
alienado; en efecto, estos son libres de opinar, por lo que expresar algo que
ellos han visto o sentido, a pesar de que pueda denigrar a uno de sus
progenitores, no implica que exista alienación.

b) Cuando las conductas del progenitor alienante no afectan al menor

El principal rasgo del síndrome de alienación parental es que el hijo alienado


sea el que inicie una campaña de descrédito contra el progenitor no
conviviente; en tal sentido, si el progenitor alienante no logra ello, no podrán
existir los síntomas característicos del referido síndrome.
No obstante, esta conducta maliciosa deberá ser evaluada por el juez al
momento de resolver la controversia.

c) Si existe un abuso de cualquier tipo que justifique el rechazo del menor


de edad

Uno de los elementos del síndrome de alienación parental es que el hijo


alienado no explique adecuadamente las razones por las cuales no desea
ver a su progenitor no conviviente; en consecuencia, si puede hacerlo, es
decir, si existen motivos que justifiquen el rechazo, claramente no se le
considerará como alienado.

d) Las resistencias temporarias para ver al progenitor no conviviente

En las relaciones entre padres e hijos es normal que existan conflictos,


desencadenando que los últimos no deseen ver a los primeros; no obstante,
esta situación solo será transitoria, por lo que no podría ser considerada
como un indicio para determinar la existencia de uno de los síntomas
observables de la alienación parental.

3. El rol fundamental del juez en el descubrimiento del síndrome de alienación


parental

La Convención sobre los Derechos del Niño en su artículo 9.3 establece que
«los Estados Partes respetarán el derecho del niño que esté separado de
uno o ambos padres a mantener relaciones personales y contacto directo
con ambos padres de modo regular, salvo si ello es contrario al interés
superior del niño». Por su parte, el último párrafo del artículo 84 del Código
de los Niños y Adolescentes establece que «el juez priorizará el
otorgamiento de la tenencia o custodia a quien mejor garantice el
derecho del niño, niña o adolescente a mantener contacto con el otro
progenitor». Estos textos normativos obligan al juez a realizar un examen
exhaustivo de los diversos medios probatorios, ya sean de parte o de oficio,
ofrecidos y actuados a lo largo del desarrollo del proceso de tenencia, con la
finalidad de determinar cuál de los progenitores salvaguardará el derecho de
comunicación de su hijo.
La pericia psicológica, el informe del asistente social y la entrevista del juez
con el niño, niña o adolescente tienen una importancia esencial a fin de
comprobar la existencia, total o parcial, de los ocho síntomas primarios
del síndrome de alienación parental. Por otro lado, si bien es cierto que la
opinión de los menores de edad, reconocida en el Código de los Niños y
Adolescentes y en la Convención sobre los Derechos del Niño, posee
relevancia al momento de ser otorgada la tenencia exclusiva, el juez no debe
de perder de vista que muchas veces esta se verá trastocada. Así, en
la Casación 2067-2010 se estableció que no debe ser tomada en cuenta la
declaración del niño cuando se encuentra influenciada por la alienación
parental.

Un último punto que se debe evaluar es que, a pesar de que en la gran


mayoría de los casos la madre es la alienante, como bien lo detalla
la Casación 5138-2010, Lima, esto no implica que los padres no puedan
también serlo. Un claro ejemplo se dio mediante la Casación 370-2013, Ica,
que determinó que el padre fue quien vulneró el derecho de su hijo a
mantener contacto con su madre. Finalmente, recordemos que será el
Estado, a través de los jueces, el único ente capaz de evitar y mitigar los
perjuicios ocasionados por el síndrome de alienación parental. Por ello, solo
una decisión justa podrá defender el futuro de los niños, niñas y
adolescentes.

III. Conclusiones

• El síndrome de alienación parental es una patología psicológica que se


encuentra estrechamente ligada a los procesos de tenencia. Es importante
que el juez conozca todos los síntomas observables que la configuran, a fin
de salvaguardar los derechos y el normal desarrollo del niño, niña o
adolescente cuya tenencia se encuentra en litigio.

• El síndrome de alienación parental implica un perjuicio para el menor de


edad. Produce, asimismo, el quebrantamiento de la unión familiar. En
consecuencia, la actitud del progenitor alienante no solo destruye a su hijo,
pues también se dirige a dañar a su expareja y a la familia de este.
• La labor de los psicólogos y asistentes sociales se vuelve crucial al
momento comprobar la existencia del síndrome de alienación parental. Por
ello, el juez deberá involucrarse en el trabajo que realicen, con la finalidad de
lograr una solución que se ajuste más a las necesidades del menor de edad
y al respeto de sus derechos, todo en aras de salvaguardar el interés
superior del niño.

IV. Referencias bibliográficas

 AGUILAR CUENCA, José. «El uso de los hijos en los procesos de


separación: el síndrome de alienación parental». Revista de Familia, N°
29, sec. Estudios doctrinales. Valladolid: Lex Nova, 2005.
 CANALES TORRES, Claudia. «Criterios sobre los supuestos de tenencia
definitiva, tenencia provisional y variación de la tenencia». En: Patria
potestad, tenencia y alimentos. Lima: Gaceta Jurídica, 2014.
 CILLERO BRUÑOL, Miguel. «El interés superior del niño en el marco de la
convención internacional sobre los derechos del niño». En: Justicia y
derechos del niño. Santiago de Chile: Unicef, Número 1, 1999.
 GUTIÉRREZ DE LA CRUZ, Judyth y Alfredo CUIPA PINEDO. «¿En interés
superior de quién? La alienación parental como riesgo en los procesos
de tenencia». En: Patria potestad, tenencia  y alimentos. Lima: Gaceta
Jurídica, 2014.
 RIVERO HERNÁNDEZ, Francisco. El interés del menor. Madrid: Dykinson,
2000.
 PEDROSA, Delia y José BOUZA. (SAP) Síndrome de Alienación Parental:
Proceso de obstrucción del vínculo entre los hijos y uno de sus
progenitores. Buenos Aires: García Alonso, 2008.

[1] CANALES TORRES, Claudia. «Criterios sobre los supuestos de tenencia


definitiva, tenencia provisional y variación de la tenencia». En: Patria
potestad, tenencia y alimentos. Lima: Gaceta Jurídica, 2014,  p. 101.

[2] GUTIÉRREZ DE LA CRUZ, Judyth y CUIPA PINEDO, Alfredo. «¿En interés


superior de quién? La alienación parental como riesgo en los procesos de
tenencia». En: Patria potestad, tenencia y alimentos. Lima: Gaceta Jurídica,
2014, p. 155.

[3] RIVERO HERNÁNDEZ, Francisco. El interés del menor. Madrid: Dykinson,


2000, p. 91.

[4] CILLERO BRUÑOL, Miguel. «El interés superior del niño en el marco de la


convención internacional sobre los derechos del niño».  En: Justicia y
derechos del niño. Santiago de Chile: Unicef – Número 1, 1999, p. 54.

[5] PEDROSA, Delia y José BOUZA. (SAP) Síndrome de Alienación Parental:


Proceso de obstrucción del vínculo entre los hijos y uno de sus progenitores.
Buenos Aires: García Alonso, 2008, p. 95.

[6] AGUILAR CUENCA, José. «El uso de los hijos en los procesos de


separación: el síndrome de alienación parental». Revista de Familia, N° 29,
sec. Estudios doctrinales. Valladolid: Lex Nova, 2005, p. 72.

[7] PEDROSA, Delia y José BOUZA. (SAP) Síndrome de Alienación


Parental, op. cit., p. 100.

[8] Ib., p. 118.

[9] Ib., p. 120.

[10] Ib., p. 127.

[11] Ib., p. 130.

[12] Ib., p. 132.

[13] Ib., p. 133.

Publicada el: 21 May de 2017 @ 13:28

 identificar 12 criterios DE ALIENACION PARENTAL a saber:


1. Campaña de injurias y desaprobación.
2. Explicaciones triviales para justificar la campaña de desacreditación.
3. Ausencia de ambivalencia en su odio al progenitor alienado.
4. Extensión del odio al entorno del progenitor alienado.
5. Ausencia de sentimientos de culpa.

Casación N° 3767-2015- Tenencia/ Cusco La Sala Civil Transitoria de la Corte Suprema nos
proporciona una interesante resolución, que se inscribe en la casuística sobre el Síndrome de
Alienación parental11. El resumen de la aludida resolución casatoria establece que no puede
concederse una tenencia compartida a favor de ambos padres si la colaboración y coordinación
constante que se necesita de parte de ambos no es posible debido a los indicios de alienación
parental; puesto que la conducta negativa o confrontacional de uno ellos pondría en mayor riesgo
la integridad emocional y física del niño, niña y adolescente. Los hechos del presente caso
corresponden a la madre de un niño de tres años quien demanda la tenencia y custodia del
menor, debido a que el padre del niño se lo había arrebatado, llevándoselo sin su consentimiento
a otra ciudad, de forma tal que no le permitía tener ningún contacto con él. El demandado, padre
del menor, al absolver el traslado y contestar la demanda señaló que decidió llevarse al niño
debido al aparente estado de abandono en que lo tenía su progenitora, que ponía en riesgo su
integridad física, máxime si ella venía siendo víctima de violencia familiar por su ex pareja. Ambas
instancias ampararon la demanda (tenencia exclusiva) y dispusieron la entrega inmediata del niño
a la madre. Tomaron en cuenta los informes psicológicos y sociales que determinaban que el
actual ambiente donde vivía el niño no era adecuado para el desarrollo de su personalidad, pues
su padre se mostraba inestable emocionalmente y  presentaba conductas inapropiadas y venía
manipulándolo para contrariar a su progenitora, lo que ponía en evidencia el Síndrome de
Alienación Parental. El padre recurre en casación, y los magistrados de la Corte Suprema
declararon fundadoen parte el recurso solo para establecer que la entrega del niño, en caso de
tenencia monoparental (exclusiva), debe ser progresiva con ayuda del equipo multidisciplinario a
fin de no le producir ningún daño o trastorno al menor. Por otro lado, precisaron que no sólo
existe un sistema monoparental de tenencia sino uno de tenencia compartida, el mismo que no
podía ser concedido cuando existan indicios de alienación parental que impidan la convivencia con
ambos padres, por cuanto la conducta negativa y confrontacional de uno de ellos impide la
colaboración de ambos, poniendo en riesgo la integridad emocional y física de los hijos. Como
balance debe afirmarse que la revisión y análisis de los casos judiciales y de la jurisprudencia
nacional demuestran que existen suficiente evidencia de que tal fenómeno o patología existe en
una manifestación concreta. Estos casos acontecen en las familias desintegradas, con padres
separados, y que al no ponerse de acuerdo en cuanto al ejercicio de la tenencia de los hijos se ve
envuelta en sendos procesos judiciales de tenencia, reconocimiento de tenencia, régimen de
visitas y otras acciones concomitantes. En todos los casos, la evidencia del SAP no lo encontramos
sólo en una construcción argumentativa sino mediante pericias psicológicas realizadas en niños o
niñas. Por lo tanto podemos afirmar que existe evidencia científica de su existencia y que no se
trata solamente de una elucubración teórica. Son casos de naturaleza civil, que se ventilan en
Juzgados Especializados de Familia, que en algunos casos llegan hasta la Corte Suprema mediante
el recurso de casación. La resolución final, en cada caso, no solamente se pronuncia por la
estimación o desestimación de la pretensión, sino que además pone en evidencia la afectación o
vulneración de derechos de los niños y niñas. Sin embargo, en ningún caso tal situación ha
permitido que el caso se derive a la instancia penal para los efectos de la sanción. Lo curioso es
que quien vulnera derechos de los hijos menores de edad, es el propio progenitor que detenta la
tenencia.

Casación N° 5008-2013-Régimen de visitas/Lima Se trata de la sentencia del seis de agosto de dos


mil catorce, expedida por la Sala Civil Transitoria de la Corte Suprema de Justicia de la
República10. La presente resolución también resulta útil para analizar el fenómeno de la
alienación parental, de su análisis se tiene Liliana Paola Tenorio Gallardo interpone demanda de
Variación de Régimen de Visitas establecido para su menor hijo de iniciales J.P.D.T. (10 años de
edad). La sentencia de primera instancia declaró infundada la demanda interpuesta, señalando
que de la evaluación psicológica el menor muestra rechazo y la resistencia que muestra por
establecer contacto con su padre sin la presencia de la madre, resulta incompatible con su edad,
advirtiéndose más bien que corresponde a la influencia de las actitudes maternas pues esta última
no muestra una conducta que favorezca a la relación paterno filial y ello se traduce en el
incumplimiento del régimen de visitas. La Sala Superior mediante sentencia de vista de fecha
dieciocho de noviembre de dos mil trece, confirma la sentencia que declara infundada la demanda
pues considera la necesidad del menor, dada su edad, de mantener una relación paterno filial que
asegure su desarrollo, así como el deseo del demandado de mantener contacto directo con el
niño; considerando además que las condiciones en las que se pretende modificar el régimen de
visitas no contribuiría a la formación psicoemocional del menor, por cuanto de ellas se advierte la
permanente intervención de la madre o su entorno familiar, impidiendo con ello una
comunicación entre el padre y el hijo. Interesante sentencia que pone en evidencia la
instrumentalización del régimen de visitas a los hijos menores de edad para los efectos de lograr
una represalia contra la ex pareja, tal conducta conlleva la alienación del hijo, basada en una
campaña constante para poner al hijo en contra del padre y de la nueva familia de este. Buena
decisión judicial además que dispone el cumplimiento del régimen de visitas para no cortar la
relación paterno filial.

La Constitución Política del Estado Dada la naturaleza y finalidad de la Carta Política, no es posible
encontrar en ella una legislación específica, sin embargo, nos permite sí identificar los derechos
materia de afectación por el Síndrome de Alienación Parental. Al efecto es importante centrar la
atención en la norma contenida en el Artículo 1°, donde la persona humana asume un digno
protagonismo. La dignidad es una condición o una cualidad de todo ser humano, es intrínseca a su
ser espiritual. Desde su concepción la persona exige protección, y los otros son responsables ante
ella, deben acogerla, promoverla y protegerla. Esto es imperativo en todas las etapas de su
desarrollo, y con mayor énfasis en aquellas de mayor demanda, como la niñez, la adolescencia y la
adultez mayor; así como en aquella que se determina por su condición de evidente vulnerabilidad.
Tal exigencia se hace específica en el caso de los hijos menores de edad, los cuales necesitan –
para su desarrollo integral- vinculaciones socio afectivas fundamentales, como es el necesario y
constante contacto con sus progenitores, con su familia. Esto surge precisamente de la patria
potestad que como conjunto de derechos y deberes que corresponde a los padres sobre la
persona y el patrimonio de cada uno de sus hijos no emancipados (Vásquez, 1982, pág. 9).
Garantizar esa vinculación conlleva sin duda alguna al respeto irrestricto de su dignidad. Así lo ha
entendido el Tribunal Constitucional al reconocer el derecho del niño a tener una familia, así el
aludido tribunal sostiene que el derecho del niño a tener una familia, es un derecho constitucional
implícito y que encuentra sustento en el principio-derecho de dignidad de la persona humana y en
los derechos a la vida, a la identidad, a la integridad personal, al libre desarrollo de la personalidad
y al bienestar reconocidos en los artículos 1º y 2º, inciso 1) de la Constitución. (Cfr. STC 1817-2009-
HC/ TC, fundamentos 14-15). (Jurisprudencia del Tribunal Constitucional, 2017). Tal elucubración
jurídica no deja duda que el mejor escenario para el desarrollo integral de un menor de edad es sin
duda su propia familia. Tal norma se complementa a su vez con la contenida en el Artículo 2 de la
propia Constitución, que consagra el derecho a la identidad de toda persona y al libre desarrollo
de la personalidad. De igual forma el principio de protección de la familia contenido en el artículo
4.3 Ahora bien, la aludida protección no solamente alude en abstracto a la familia, como
institución, sino también a sus integrantes: padres e hijos. Del principio, se desprende además el
derecho a la vida de familia, que implica –por ciertoel derecho a preservar y desarrollar relaciones
familiares. Del derecho a la vida familiar fluye a su vez, el derecho de los hijos a tener vinculación o
contacto con sus progenitores. Pues si bien el estado ideal de la vida familiar es que los hijos vivan
con ambos progenitores, en el caso que los progenitores se encuentren separados, corresponde
en tal circunstancias que los hijos puedan tener contacto con cada uno de ellos, articulando para
ello las instituciones de la tenencia compartida, y del régimen de visitas. En la misma línea
encontramos el mandato de que la comunidad y el Estado protegen especialmente al niño, al
adolescente (…), por ser etapas del desarrollo humano que ubican a la persona en un estado de
evidente vulnerabilidad. La Constitución por ello postula y ordena su protección. De ello se infiere
que toda conducta, actividad o decisión que directa o indirectamente afecte los derechos de la
niñez y adolescencia que agravien su dignidad, su identidad, su libre desarrollo, a vivir en un medio
familiar, no solamente debe ser observado, reprochado y sancionado, sino que se debe articular
un conjunto de medidas que prevengan dichaafectación. Tanto más que esta afectación provenga
de los progenitores, pues su responsabilidad les impone que ellos deben realizar todo lo
conducente para lograr el desenvolvimiento físico e intelectual de quien está sujeto a la patria
potestad y, en caso de abandono, o descuido, el Estado podrá hacer cesar dicha patria potestad”
((Varsi, 2012, pág. 297) En tal circunstancia, el Síndrome de Alienación Parental, que entre sus
efectos genera una obstaculización de las relaciones parentales, configura un fenómeno que debe
ser proscrito por incidir negativamente en el derecho a la vida familiar. Así, las restricciones al
establecimiento armónico, continuo y solidario de las relaciones familiares vulneran el derecho a
la familia, y afecta la plena satisfacción de los derechos de la niñez, que es la esencia del principio
del interés superior del niño. Concluyendo en esta parte se puede afirmar que la Constitución
Política del Estado contiene normas importantes que protegen a la persona humana, a la familia y
a la niñez, y que estas establecen un marco jurídico suficiente para prevenir y amparar toda
situación de riesgo o de afectación de los derechos de los hijos menores de edad, en los cuales el
Síndrome de Alienación Parental puede presentarse como una situación perniciosa.

El Código de los Niños y Adolescentes Del análisis del Código de los Niños y Adolescentes no se
aprecia un tratamiento o regulación del Síndrome de Alienación Parental, sin embargo de manera
indirecta se puede inferir una regulación parcial y colateral, pues al consagrar una diversidad de
derechos, niega al Síndrome de Alienación Parental como fuente generador de agravios a tales
derechos de los niños, niñas y adolescentes. Así, se tiene que la norma contenida en el artículo 844
regula la facultad del juez para que en el caso de no existir acuerdo sobre la tenencia, en
cualquiera de sus modalidades, este resuelva teniendo en cuenta lo siguiente:

conductas tendientes a aislar al otro progenitor y obstaculizar su relación con el hijo o hija menor
de edad. En esa línea, el artículo 4 del referido Código consagra el derecho de todo niño, niña y
adolescente a su integridad personal. El niño y el adolescente tienen derecho a que se respete su
integridad moral, psíquica y física y a su libre desarrollo y bienestar. No podrán ser sometidos a
tortura, ni a trato cruel o degradante.
El Síndrome de Alienación Parental afecta la libertad del menor, pues no le permite determinar sus
decisiones sin intervención e influencia del progenitor alienante. Si bien es cierto, las decisiones de
un menor de edad deben ser orientadas, y en ocasiones conducidas por su responsable legal,
cuando se le construye una realidad distinta fruto de la injerencia en la percepción que tiene el
menor sobre el o la progenitora que no ejerce la tenencia, a quien se le presenta como
defectuosa, mala o perversa, que no quiere al hijo, que prioriza otros asuntos antes que al propio
hijo, etc., y tal campaña de desprestigio surte sus efectos cuando el menor decide no relacionarse
con ese progenitor, cuando decide apartarse. También se ve afectado el derecho a la identidad,
consagrado en el artículo 5 del Código. Este implica forjar la identidad en el menor, y esa identidad
se puede construir dinámicamente en las relaciones, comunicaciones y contacto del menor con el
progenitor que no ejerce la tenencia. Es decir, el menor al tomar contacto con el progenitor que
no ejerce la tenencia, vía régimen de visitas, va paulatinamente incorporando elementos como
hábitos, costumbres, valores, percepciones que son ofrecidas o sugeridas por los padres, y esa
incorporación va construyendo la identidad del menor. Si se obstaculiza la comunicación entre
este menor y el progenitor que no ejerce la tenencia evidentemente se afecta el derecho a la
identidad del menor, pues la figura (paterna o materna) no estará presente en su desarrollo
psicosomático, y esa ausencia puede influir negativamente en su desarrollo integral. El Código de
los Niños y Adolescentes también consagra el derecho de un menor de edad a vivir en familia, así
la norma contenida en el artículo 85 , y ello implica que aunque la familia se encuentre
desintegrada, ello no debe ser una limitante para establecer lazos familiares continuos, pues ello
favorece la formación integral del niño.

CONCLUSIONES El Síndrome de Alienación Parental constituye una patología o fenómeno de


dimensión psíquica que se caracteriza por la acción de uno de los progenitores que detenta la
tenencia del hijo menor de edad y que se traduce en una campaña sostenida basada en
desinformación o información a menudo falsa sobre el pensar y actuar del progenitor que no vive
con el hijo, con el propósito de buscar que el niño o niña alienada internalice tales calificativos y
calidades de su otro progenitor, provocando en el hijo alienado animadversión y nulo deseo de
verlo, de dialogar e interactuar con él. El Síndrome de Alienación Parental, por los efectos que
genera, afecta los derechos de los niños y niñas pues al obstaculizar la comunicación y relación
entre estos y el progenitor que no ejerce la tenencia, se genera la afectación a los derechos al
respeto de su dignidad, a su integridad moral y psíquica, a su identidad, a su libre desarrollo y
bienestar, a ser protegido por la comunidad y el estado, y a realizar vida familiar, tal como se
comprueba de los casos judiciales analizados mediante jurisprudencia en procesos de tenencia y
régimen de visitas. No existe en nuestra legislación nacional normas específicas que prevengan y
sancionen los actos de alienación parental, la jurisprudencia no integra dicho vacío, sin embargo se
aprecia de la norma contenida en el artículo 85 del Código de los Niños y Adolescentes una suerte
de sanción civil al progenitor que no garantice la comunicación entre el hijo y el progenitor que no
va a detentar la tenencia. Y en cuanto a las normas punitivas, en los casos de alienación parental
se puede acudir a la figura penal de la violencia contra la mujer o los integrantes del grupo
familiar, en su versión de violencia psíquica para que se dicte a favor del menor alienado medidas
de protección, medidas cautelares y en contra del progenitor agresor una sanción penal. Por lo
tanto, no resulta imprescindible una legislación específica para sancionar los casos de alienación
parental, tanto más que en la comunidad científica no existe consenso sobre la naturaleza
patológica del referido síndrome.

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