Síndrome de Alienación Parental
Síndrome de Alienación Parental
Síndrome de Alienación Parental
Sumario: I. Introducción, II. Contenido, 1. Tenencia, 1.1. Concepto, 1.2. El
principio del interés superior del niño en los procesos de
tenencia, 2. El síndrome de alienación parental, 2.1. Concepto, 2.2. Elementos
para la determinación y síntomas primarios, 2.3. Supuestos de inexistencia, 3. El
rol fundamental del juez en el descubrimiento del síndrome de alienación
parental, III. Conclusiones, IV. Referencias bibliográficas.
I. Introducción
II. Contenido
1. Tenencia
1.1. Concepto
Así, el juez deberá tener en cuenta los criterios establecidos en los artículos
81 y siguientes del citado cuerpo legal. Es decir, los referentes al tiempo de
convivencia, a las necesidades del menor de edad según su edad y, en
cualquiera de los supuestos, a quien mejor garantice el derecho de su hijo a
mantener contacto con su progenitor no conviviente. De esta forma el
menor de edad convivirá con uno de sus padres, titular de la tenencia
exclusiva, mientras que el otro, no conviviente, será beneficiado con el
establecimiento de un régimen de visitas. Se produce así el siguiente
escenario: la presencia de una separación de hecho (no convivencia), la
inexistencia de acuerdo entre los progenitores o la existencia de un
convenio perjudicial para el hijo.
El artículo 3.1 de la Convención sobre los Derechos del Niño prescribe que
«en todas las medidas concernientes a los niños que tomen las
instituciones públicas o privadas de bienes sociales, los tribunales, las
autoridades administrativas o los órganos legislativos, una consideración
primordial a que se entenderá será el interés superior del niño». En lo que
respecta a nuestra legislación nacional, el artículo IX del Código de los
Niños y Adolescentes establece que «en toda medida concerniente al niño y
al adolescente que adopte el Estado a través de los Poderes Ejecutivo,
Legislativo y Judicial, del Ministerio Público, los Gobiernos Regionales,
Gobiernos Locales y sus demás instituciones, así como en la acción de la
sociedad, se considerará el Principio del Interés del Niño y Adolescente, a
la madre y al anciano en situación de abandono».
El juez, como representante del Poder Judicial y, por ende, del Estado,
deberá evaluar el otorgamiento de la tenencia exclusiva atendiendo al
principio del interés superior del niño; lo que implica que será concedida al
progenitor que salvaguarde, en mejor medida, los derechos de su hijo a la
comunicación y a mantener contacto con su progenitor no conviviente. Ello
se desprende del artículo 81 del Código de Niños y Adolescentes, el cual
prescribe que el juez de familia deberá resolver el proceso de tenencia
«salvaguardando en todo el momento el interés superior del niño, niña o
adolescente».
2.1. Concepto
b) La falta de ambivalencia
Este síntoma «tiene la función de proteger al padre que adoctrina por medio
de la negación de sus propias expresiones, de su propia influencia por parte
del hijo adoctrinado y “mostrar” que las genera independientemente»[10].
Es decir, los hijos programados no pueden detallar las razones por las que
no desean ver al progenitor alienado, repitiendo, la mayoría de las veces, las
mismas frases denigrantes.
g) Apoyo reflexivo al progenitor alienador en el conflicto parental
No toda crítica hacia uno de los padres implica que el menor de edad sea
alienado; en efecto, estos son libres de opinar, por lo que expresar algo que
ellos han visto o sentido, a pesar de que pueda denigrar a uno de sus
progenitores, no implica que exista alienación.
La Convención sobre los Derechos del Niño en su artículo 9.3 establece que
«los Estados Partes respetarán el derecho del niño que esté separado de
uno o ambos padres a mantener relaciones personales y contacto directo
con ambos padres de modo regular, salvo si ello es contrario al interés
superior del niño». Por su parte, el último párrafo del artículo 84 del Código
de los Niños y Adolescentes establece que «el juez priorizará el
otorgamiento de la tenencia o custodia a quien mejor garantice el
derecho del niño, niña o adolescente a mantener contacto con el otro
progenitor». Estos textos normativos obligan al juez a realizar un examen
exhaustivo de los diversos medios probatorios, ya sean de parte o de oficio,
ofrecidos y actuados a lo largo del desarrollo del proceso de tenencia, con la
finalidad de determinar cuál de los progenitores salvaguardará el derecho de
comunicación de su hijo.
La pericia psicológica, el informe del asistente social y la entrevista del juez
con el niño, niña o adolescente tienen una importancia esencial a fin de
comprobar la existencia, total o parcial, de los ocho síntomas primarios
del síndrome de alienación parental. Por otro lado, si bien es cierto que la
opinión de los menores de edad, reconocida en el Código de los Niños y
Adolescentes y en la Convención sobre los Derechos del Niño, posee
relevancia al momento de ser otorgada la tenencia exclusiva, el juez no debe
de perder de vista que muchas veces esta se verá trastocada. Así, en
la Casación 2067-2010 se estableció que no debe ser tomada en cuenta la
declaración del niño cuando se encuentra influenciada por la alienación
parental.
III. Conclusiones
[8] Ib., p. 118.
[9] Ib., p. 120.
[10] Ib., p. 127.
[11] Ib., p. 130.
[12] Ib., p. 132.
[13] Ib., p. 133.
Casación N° 3767-2015- Tenencia/ Cusco La Sala Civil Transitoria de la Corte Suprema nos
proporciona una interesante resolución, que se inscribe en la casuística sobre el Síndrome de
Alienación parental11. El resumen de la aludida resolución casatoria establece que no puede
concederse una tenencia compartida a favor de ambos padres si la colaboración y coordinación
constante que se necesita de parte de ambos no es posible debido a los indicios de alienación
parental; puesto que la conducta negativa o confrontacional de uno ellos pondría en mayor riesgo
la integridad emocional y física del niño, niña y adolescente. Los hechos del presente caso
corresponden a la madre de un niño de tres años quien demanda la tenencia y custodia del
menor, debido a que el padre del niño se lo había arrebatado, llevándoselo sin su consentimiento
a otra ciudad, de forma tal que no le permitía tener ningún contacto con él. El demandado, padre
del menor, al absolver el traslado y contestar la demanda señaló que decidió llevarse al niño
debido al aparente estado de abandono en que lo tenía su progenitora, que ponía en riesgo su
integridad física, máxime si ella venía siendo víctima de violencia familiar por su ex pareja. Ambas
instancias ampararon la demanda (tenencia exclusiva) y dispusieron la entrega inmediata del niño
a la madre. Tomaron en cuenta los informes psicológicos y sociales que determinaban que el
actual ambiente donde vivía el niño no era adecuado para el desarrollo de su personalidad, pues
su padre se mostraba inestable emocionalmente y presentaba conductas inapropiadas y venía
manipulándolo para contrariar a su progenitora, lo que ponía en evidencia el Síndrome de
Alienación Parental. El padre recurre en casación, y los magistrados de la Corte Suprema
declararon fundadoen parte el recurso solo para establecer que la entrega del niño, en caso de
tenencia monoparental (exclusiva), debe ser progresiva con ayuda del equipo multidisciplinario a
fin de no le producir ningún daño o trastorno al menor. Por otro lado, precisaron que no sólo
existe un sistema monoparental de tenencia sino uno de tenencia compartida, el mismo que no
podía ser concedido cuando existan indicios de alienación parental que impidan la convivencia con
ambos padres, por cuanto la conducta negativa y confrontacional de uno de ellos impide la
colaboración de ambos, poniendo en riesgo la integridad emocional y física de los hijos. Como
balance debe afirmarse que la revisión y análisis de los casos judiciales y de la jurisprudencia
nacional demuestran que existen suficiente evidencia de que tal fenómeno o patología existe en
una manifestación concreta. Estos casos acontecen en las familias desintegradas, con padres
separados, y que al no ponerse de acuerdo en cuanto al ejercicio de la tenencia de los hijos se ve
envuelta en sendos procesos judiciales de tenencia, reconocimiento de tenencia, régimen de
visitas y otras acciones concomitantes. En todos los casos, la evidencia del SAP no lo encontramos
sólo en una construcción argumentativa sino mediante pericias psicológicas realizadas en niños o
niñas. Por lo tanto podemos afirmar que existe evidencia científica de su existencia y que no se
trata solamente de una elucubración teórica. Son casos de naturaleza civil, que se ventilan en
Juzgados Especializados de Familia, que en algunos casos llegan hasta la Corte Suprema mediante
el recurso de casación. La resolución final, en cada caso, no solamente se pronuncia por la
estimación o desestimación de la pretensión, sino que además pone en evidencia la afectación o
vulneración de derechos de los niños y niñas. Sin embargo, en ningún caso tal situación ha
permitido que el caso se derive a la instancia penal para los efectos de la sanción. Lo curioso es
que quien vulnera derechos de los hijos menores de edad, es el propio progenitor que detenta la
tenencia.
La Constitución Política del Estado Dada la naturaleza y finalidad de la Carta Política, no es posible
encontrar en ella una legislación específica, sin embargo, nos permite sí identificar los derechos
materia de afectación por el Síndrome de Alienación Parental. Al efecto es importante centrar la
atención en la norma contenida en el Artículo 1°, donde la persona humana asume un digno
protagonismo. La dignidad es una condición o una cualidad de todo ser humano, es intrínseca a su
ser espiritual. Desde su concepción la persona exige protección, y los otros son responsables ante
ella, deben acogerla, promoverla y protegerla. Esto es imperativo en todas las etapas de su
desarrollo, y con mayor énfasis en aquellas de mayor demanda, como la niñez, la adolescencia y la
adultez mayor; así como en aquella que se determina por su condición de evidente vulnerabilidad.
Tal exigencia se hace específica en el caso de los hijos menores de edad, los cuales necesitan –
para su desarrollo integral- vinculaciones socio afectivas fundamentales, como es el necesario y
constante contacto con sus progenitores, con su familia. Esto surge precisamente de la patria
potestad que como conjunto de derechos y deberes que corresponde a los padres sobre la
persona y el patrimonio de cada uno de sus hijos no emancipados (Vásquez, 1982, pág. 9).
Garantizar esa vinculación conlleva sin duda alguna al respeto irrestricto de su dignidad. Así lo ha
entendido el Tribunal Constitucional al reconocer el derecho del niño a tener una familia, así el
aludido tribunal sostiene que el derecho del niño a tener una familia, es un derecho constitucional
implícito y que encuentra sustento en el principio-derecho de dignidad de la persona humana y en
los derechos a la vida, a la identidad, a la integridad personal, al libre desarrollo de la personalidad
y al bienestar reconocidos en los artículos 1º y 2º, inciso 1) de la Constitución. (Cfr. STC 1817-2009-
HC/ TC, fundamentos 14-15). (Jurisprudencia del Tribunal Constitucional, 2017). Tal elucubración
jurídica no deja duda que el mejor escenario para el desarrollo integral de un menor de edad es sin
duda su propia familia. Tal norma se complementa a su vez con la contenida en el Artículo 2 de la
propia Constitución, que consagra el derecho a la identidad de toda persona y al libre desarrollo
de la personalidad. De igual forma el principio de protección de la familia contenido en el artículo
4.3 Ahora bien, la aludida protección no solamente alude en abstracto a la familia, como
institución, sino también a sus integrantes: padres e hijos. Del principio, se desprende además el
derecho a la vida de familia, que implica –por ciertoel derecho a preservar y desarrollar relaciones
familiares. Del derecho a la vida familiar fluye a su vez, el derecho de los hijos a tener vinculación o
contacto con sus progenitores. Pues si bien el estado ideal de la vida familiar es que los hijos vivan
con ambos progenitores, en el caso que los progenitores se encuentren separados, corresponde
en tal circunstancias que los hijos puedan tener contacto con cada uno de ellos, articulando para
ello las instituciones de la tenencia compartida, y del régimen de visitas. En la misma línea
encontramos el mandato de que la comunidad y el Estado protegen especialmente al niño, al
adolescente (…), por ser etapas del desarrollo humano que ubican a la persona en un estado de
evidente vulnerabilidad. La Constitución por ello postula y ordena su protección. De ello se infiere
que toda conducta, actividad o decisión que directa o indirectamente afecte los derechos de la
niñez y adolescencia que agravien su dignidad, su identidad, su libre desarrollo, a vivir en un medio
familiar, no solamente debe ser observado, reprochado y sancionado, sino que se debe articular
un conjunto de medidas que prevengan dichaafectación. Tanto más que esta afectación provenga
de los progenitores, pues su responsabilidad les impone que ellos deben realizar todo lo
conducente para lograr el desenvolvimiento físico e intelectual de quien está sujeto a la patria
potestad y, en caso de abandono, o descuido, el Estado podrá hacer cesar dicha patria potestad”
((Varsi, 2012, pág. 297) En tal circunstancia, el Síndrome de Alienación Parental, que entre sus
efectos genera una obstaculización de las relaciones parentales, configura un fenómeno que debe
ser proscrito por incidir negativamente en el derecho a la vida familiar. Así, las restricciones al
establecimiento armónico, continuo y solidario de las relaciones familiares vulneran el derecho a
la familia, y afecta la plena satisfacción de los derechos de la niñez, que es la esencia del principio
del interés superior del niño. Concluyendo en esta parte se puede afirmar que la Constitución
Política del Estado contiene normas importantes que protegen a la persona humana, a la familia y
a la niñez, y que estas establecen un marco jurídico suficiente para prevenir y amparar toda
situación de riesgo o de afectación de los derechos de los hijos menores de edad, en los cuales el
Síndrome de Alienación Parental puede presentarse como una situación perniciosa.
El Código de los Niños y Adolescentes Del análisis del Código de los Niños y Adolescentes no se
aprecia un tratamiento o regulación del Síndrome de Alienación Parental, sin embargo de manera
indirecta se puede inferir una regulación parcial y colateral, pues al consagrar una diversidad de
derechos, niega al Síndrome de Alienación Parental como fuente generador de agravios a tales
derechos de los niños, niñas y adolescentes. Así, se tiene que la norma contenida en el artículo 844
regula la facultad del juez para que en el caso de no existir acuerdo sobre la tenencia, en
cualquiera de sus modalidades, este resuelva teniendo en cuenta lo siguiente:
conductas tendientes a aislar al otro progenitor y obstaculizar su relación con el hijo o hija menor
de edad. En esa línea, el artículo 4 del referido Código consagra el derecho de todo niño, niña y
adolescente a su integridad personal. El niño y el adolescente tienen derecho a que se respete su
integridad moral, psíquica y física y a su libre desarrollo y bienestar. No podrán ser sometidos a
tortura, ni a trato cruel o degradante.
El Síndrome de Alienación Parental afecta la libertad del menor, pues no le permite determinar sus
decisiones sin intervención e influencia del progenitor alienante. Si bien es cierto, las decisiones de
un menor de edad deben ser orientadas, y en ocasiones conducidas por su responsable legal,
cuando se le construye una realidad distinta fruto de la injerencia en la percepción que tiene el
menor sobre el o la progenitora que no ejerce la tenencia, a quien se le presenta como
defectuosa, mala o perversa, que no quiere al hijo, que prioriza otros asuntos antes que al propio
hijo, etc., y tal campaña de desprestigio surte sus efectos cuando el menor decide no relacionarse
con ese progenitor, cuando decide apartarse. También se ve afectado el derecho a la identidad,
consagrado en el artículo 5 del Código. Este implica forjar la identidad en el menor, y esa identidad
se puede construir dinámicamente en las relaciones, comunicaciones y contacto del menor con el
progenitor que no ejerce la tenencia. Es decir, el menor al tomar contacto con el progenitor que
no ejerce la tenencia, vía régimen de visitas, va paulatinamente incorporando elementos como
hábitos, costumbres, valores, percepciones que son ofrecidas o sugeridas por los padres, y esa
incorporación va construyendo la identidad del menor. Si se obstaculiza la comunicación entre
este menor y el progenitor que no ejerce la tenencia evidentemente se afecta el derecho a la
identidad del menor, pues la figura (paterna o materna) no estará presente en su desarrollo
psicosomático, y esa ausencia puede influir negativamente en su desarrollo integral. El Código de
los Niños y Adolescentes también consagra el derecho de un menor de edad a vivir en familia, así
la norma contenida en el artículo 85 , y ello implica que aunque la familia se encuentre
desintegrada, ello no debe ser una limitante para establecer lazos familiares continuos, pues ello
favorece la formación integral del niño.