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* Este Trabajo ha sido realizado dentro del marco del Proyecto Fondecyt N° 1130406 titulado
“La criminalidad organizada: examen desde una perspectiva jurídica y política” que el autor
dirije como investigador responsable.
Fecha de recepción: 6 de marzo de 2014
Fecha de aceptación: 11 de agosto de 2014.
** Doctor en Derecho. Profesor Titular de Derecho Penal y Director del Centro de Estudios de
Derecho Penal de la Universidad de Talca (Chile). Correo electrónico: rcarnevali@utalca.cl
1 Silva Sánchez, Jesús M. (2011). La expansión del Derecho penal. Aspectos de la Política
Criminal en las sociedades postindustriales. Montevideo: B de F, p. 106. Cabe señalar que la
denominación criminalidad organizada y crimen organizado expresan el mismo fenómeno.
En todo caso, la segunda noción es más bien propia del mundo anglosajón, organized crime.
Así lo deja claro, Zúniga Rodríguez, Laura (2006). “Criminalidad organizada, Derecho
penal y sociedad. Apuntes para el análisis”. En Sanz Mulas, Nieves (coord.). El desafío de la
Criminalidad Organizada. Granada: Comares, p. 39.
2 Ziffer, Patricia (2008). “El delito de asociación ilícita frente al “Derecho penal de la ex-
pansión”. En Cancio Meliá, Manuel/Pozuelo Pérez, Laura (coord.). Política criminal en
vanguardia. Cizur Menor: Thomson Civitas, p. 495.
3 Así ya lo afirma, Moccia, Sergio (2003). El Derecho penal entre ser y valor. Traducción de
Bonnano, Antonio. Montevideo: B de F, pp. 261 y ss.
4 Como lo resalta, Ziffer, (2008) 500.
5 Señala Sánchez García de la Paz, Isabel (2001). “Función político-criminal del delito de
asociación para delinquir: desde el derecho penal político hasta la lucha contra el crimen
organizado”. En Arroyo Zapatero, Luis/Berdugo Gómez de la Torre, Ignacio (dir.).
Homenaje al Dr. Marino Barbero Santos. In Memoriam. Vol II. Cuenca: Ediciones de la
Universidad de Castilla-La Mancha/Ediciones Universidad de Salamanca, p. 649, que los
siglos XVIII y XIX se caracterizan por su fuerte convulsión política y de agitaciones socia-
les, de manera que a través de estas figuras penales se perseguían también a los adversarios
políticos. Téngase presente, que el Código penal español de 1848 castigaba a las sociedades
secretas, comprendiéndolas dentro del título de los delitos contra la seguridad interior del
Estado. Militello, Vincenzo (2004). “La pertenencia a una organización criminal como
tipo penal modelo europeo”. Persona y Derecho. N° 51, p. 287 hace presente que el origen
de estas figuras de remonta a la antigua association des malfaiteurs francesa.
6 Carrara, Francesco (1985). Programa de Derecho criminal. Parte General. vol. IV. Traduc-
ción de Ortega Torres, José y Guerrero, Jorge. Bogotá: Temis, § 1574, p. 352.
7 Como señalo en Carnevali, Raúl (2005) “Las políticas de orientación a la víctima exami-
nadas a la luz del Derecho penal”. Revista de Derecho de la Pontificia Universidad Católica de
Valparaíso, XXVI, Semestre I, p. 38, el que se esté frente a un delito supone necesariamente
una referencia a terceros, más allá de la víctima. El delito no es un conflicto de estructura dual,
como sí lo son los conflictos propios del Derecho Civil. Las normas penales se dirigen a
buscar un restablecimiento de la paz quebrantada por la comisión de un delito, por tanto,
se pone de manifiesto que se trata de conflictos que tienen una trascendencia general y no
disputas que solo interesan esencialmente a dos sujetos. Es esta la razón y no otra, por lo
que se ha decidido enmarcar el conflicto dentro de la esfera del Derecho Penal.
8 Molinario, Alfredo (1949). El bien jurídico garantizado con la incriminación de los delitos
contra el orden público o la paz pública. Montevideo: Impresora uruguaya, p. 30, cita al ju-
rista italiano Puccioni quien al comentar los delitos contra el orden público en el Código
toscano señala lo siguiente: “La rúbrica de este título tiene algo de genérico e indefinido que
parece no convenir a una especie de familia o clase de delincuencias, puesto que contiene
todas las que la ciencia ha adoptado y las que la humana maldad puede producir. Cualquier
delito, en efecto, ofende al orden público ya directamente, porque aflige el cuerpo social o la
majestad de las leyes creadas para la pública tutela o indirectamente, porque los daños que
ocasiona influyen en todos por la alarma que producen y porque, a través del perjuicio que
experimenta la víctima, suscitan un temor que compromete la seguridad común”.
9 Dando argumentos sobre la legitimidad, Sánchez García de la paz, Isabel (2008). “Pro-
blemas de legitimidad de una respuesta excepcional frente a las organizaciones criminales”.
En Cancio Meliá, Manuel/Pozuelo Pérez, Laura (coord). Política criminal en vanguardia.
Cizur Menor: Thomson Civitas, pp. 453 y ss. Respecto al caso norteamericano, Abadinsky,
Howard (2013). Organized Crime. 10° ed. Belmont: Wadsworth, pp. 1 y ss.; Albanese, Jay
S. (2011). Organized Crime in our times. 3° ed. Burlington: Elsevier, pp. 181 y ss.
10 Lampe, Ernst-Joachim (2003). “Injusto del sistema y sistema de injusto”. Traducción de Gó-
mez-Jara, Carlos. En Lampe, Ernst-Joachim. La dogmática jurídico-penal entre la ontología
social y el funcionalismo. Lima: Grijley, p. 104 y ss. Sobre esta distinción, Mañalich, Juan
Pablo (2011). “Organización delictiva. Bases para su elaboración dogmática en el derecho
penal chileno”. Revista Chilena de Derecho. Vol. 38 N° 2, pp. 279 y ss.
11 Laudati, Antonio (2003). “Criminalità organizzata e riciclaggio”. En Patalano, Vincenzo
(editor), Nuove strategie per la lotta al crimine organizzato transnazionale. Turín: Giappichel-
li, p. 217: “El crimen organizado constituye un peligro para las democracias modernas por
la extraordinaria capacidad de acumular enormes riquezas y de contaminar y condicionar las
instituciones”; Sánchez García de la Paz (2008) 456.
12 En dicha región se aprecia una permanente inestabilidad política, constantes casos de co-
rrupción donde se ven involucrados, incluso, altos representantes del gobierno. Todo ello
genera una pérdida de confianza por parte de la ciudadanía hacia las autoridades, pues en no
pocos casos no son sancionados, percibiéndose una especie de cultura de la impunidad. Pues
bien, si a la debilidad del Estado de Derecho se le agrega la perenne desigualdad social im-
perante, el escaso respeto por los derechos humanos, los espacios que se le ofrecen a grupos
criminales organizados son enormes. Y es que las posibilidades de ser perseguidos y sancio-
nados son mínimas, más aún si existe una suerte de connivencia entre estos grupos y la au-
toridad pública. Sobre el punto, Solís, Luis Guillermo/Rojas Aravena, Francisco (editores)
(2008). Crimen organizado en América Latina y el Caribe, Santiago: Catalonia; Zúñiga Ro-
dríguez, Laura (2009). Criminalidad organizada y sistema de derecho penal. Contribución a
la determinación del injusto penal de organización criminal. Granada: Comares, pp. 110-114.
los dineros que provienen del tráfico de drogas13. Ello afecta gravemente
las reglas del mercado y de la competencia.
Si bien existe un parecer mayoritario por entender la necesidad de
disponer de normas específicas que recojan la especial gravedad de la
criminalidad organizada, también es posible encontrar discursos que
apuntan a los peligros que representan ciertas manifestaciones más bien
propias de un Derecho penal de corte autoritario14. Precisamente, una de
estas expresiones estaría representada por los llamados delitos asociativos.
Entre los autores que exponen esta línea se halla Ferrajoli, para quien
es suficiente abordar este fenómeno a través de los delitos-objeto de la
asociación15. En este sentido expresa: “En el primer aspecto, toda pena-
lización a título de delito «político» termina en la tutela excesivamente
anticipada de figuras de peligro abstracto o presunto en contradicción con
el principio de lesividad o, incluso, como ocurre en los delitos asociativos,
en una duplicación de la responsabilidad penal ya afirmada en los delitos
comunes, como la tenencia de armas, los actos de violencia consumados
o intentados o el concurso en su comisión o preparación”16. Empero, tal
como en su momento Marinucci y Dolcini señalaron, no son poco los
casos en que la organización ni siquiera requiere cometer delitos, pues
13 Entre otros, Fernández Cruz, José Ángel (2002). “La ‘empresa criminal’: Los ‘delitos de
comercio’ ilícito como factor de aparición del fenómeno del ‘blanqueo de capitales’”. Revista
de Estudios Criminológicos y Penitenciarios, 5, p. 90; Szczaranski, Clara (2000). “El Consejo
de Defensa del Estado y el control de la criminalidad organizada y del lavado de dinero”.
En Politoff, Sergio/ Matus, Jean Pierre (coord.). Gran criminalidad organizada y tráfico
ilícito de estupefacientes. Santiago: ConoSur, pp. 48-52. Castaldo, Andrea/Naddeo, Marco
(2010). Il denaro sporco. Prevenzione e repressione nella lotta al riciclaggio, Padua: Cedam;
Zúñiga (2009) 128.
14 En esta línea, Moccia, Sergio (1999). “Prospettive non ‘emergenziali’ di controllo dei fatti
di criminalità organizzata. Aspetti dommatici e di politica criminale”. En Moccia, Sergio
(ed.), Criminalità organizzata e risposte ordinamentali, Nápoles: Edizioni Scientifiche Italia-
ne, pp. 149 y ss.
15 Ferrajoli, Luigi (1995). Derecho y razón. Teoría del garantismo penal. Traducción de Andrés
Ibáñez, Perfecto et al., Madrid: Trotta, pp. 832 y ss.
16 Ferrajoli (1995) 832. En p. 833: “La misma argumentación vale también, evidentemente,
para las demás figuras de delitos y de delincuentes especiales, igualmente reconducibles a
fenomenologías criminales globales –el bandidaje, la mafia, la camorra– y, por lo demás, ni
siquiera caracterizadas por una especificidad en abstracto de los bienes jurídicos protegidos.
También la expulsión del derecho penal de tales tipologías de autor responde a una
garantía de seguridad contra las perversiones sustancialistas e inquisitivas, además de a una
elemental exigencia de igualdad. Se trata, en efecto, de figuras informadas por el paradigma
constitutivo y, por tanto, contrarias al carácter exclusivamente regulativo que deben tener
las normas penales. Naturalmente, también en estos casos la naturaleza mafiosa o camorrista
de un delito puede considerarse como un rasgo particularmente grave en el momento de la
comprensión y la valoración equitativa del hecho. Pero ni siquiera en estos casos se justifican
figuras de delito especial, como lo es típicamente, en nuestro ordenamiento, la asociación
de tipo mafioso prevista por el art. 416 bis del código penal en lugar de la normal avocación
para delinquir. También la mafia, como el terrorismo, debe y puede ser afrontada con los
medios penales ordinarios”.
20 El texto del Código penal de la Toscana, se puede conocer en Carrara (1985) vol. X, 205 y
ss.
21 Carrara (1985) vol. VI, § 2094, 116. También se refería a las comunidades religiosas que
se reunían para exponer sus propuestas religiosas.
22 Carrara (1985) vol. VI, § 2094, 116; Jiménez de Asúa, Luis (1970). Tratado de Derecho
penal. Tomo VII. Buenos Aires: Losada, pp. 370-371.
23 Cancio Meliá (2008) p. 394. Interesante resulta conocer la historia de la mafia italiana
y cómo se encuentra enraizada en la cultura de ciertas zonas del sur italiano. Al respecto,
Romano, Salvatore (1966). Storia della mafia. Verona: Mondadori; Block, Antón (1974).
The Mafia of a Sicilian Village 1860-1960, Oxford: Basil Blackwell. Sobre el desarrollo de la
camorra napolitana, Di Fiore, Gigi (2005). La camorra e le sue storie. Turín: Utet; Rovito,
Pier Luigi (1999). “Mentalità emergenziale e crimine organizzato: profili storici”. En Moc-
cia, Sergio (ed.). Criminalità organizzata e risposte ordinamentali. Nápoles: Edizioni Scien-
tifiche Italiane, p. 11 y ss. Sobre la expansión del crimen organizado en los Estados Unidos,
Marine, Frank (2006). “The effects of organized crime on legitimate businesses”. Journal of
Financial Crime. Vol. 13 N° 2, pp. 215 y ss. En pp. 226 y ss. se refiere al caso ruso tras el
colapso de la Unión Soviética; Abadinsky, (2013) 19 y s.
24 Carnevali, Raúl (2010). “La criminalidad organizada. Una aproximación al derecho penal
italiano, en particular la responsabilidad de las personas jurídicas y la confiscación”. Ius et
Praxis, año 16, N° 2, p. 275; Villacampa Estiarte, Carolina (2012). “Trata de seres huma-
nos y delincuencia organizada”. In dret. N° 1, p. 9; Callegari, André Luis (2010). “Crimen
organizado: concepto y posibilidad de tipificación delante del concepto de la expansión del
derecho penal”. Revista Derecho penal y criminología. Vol. XXXI, N° 91, p. 27; Gilligan,
George (2007). “Business, risk and organized crime”. Journal of Financial Crime. Vol. 14 N°
2, p. 109; Shelley, Louise (1995). “Transnational organized crime: an imminent threat to
the nation-state?”. Journal of International Affairs. Vol. 48, N° 2, pp. 2 y ss. (fuente: vlex).
25 El artículo 570 bis del Código penal español agrava las penas cuando se trata de organiza-
ciones criminales que se valen de medios tecnológicos que facilitan la comisión de los deli-
tos. Al respecto, Callegari (2010) 27; Laudati (2003) 219; Di Nicola, Andrea (2002).
“La criminalitá economica organizzata: implicazioni di politica penale”. Rivista Trimestrale
di Diritto Penale dell’Economia, p. 279.
26 Castaldo, Andrea (2005). “La naturaleza económica de la criminalidad organizada”. En
Yacobucci, Guillermo (coord.). El crimen organizado. Desafíos y perspectivas en el marco de
la globalización. Buenos Aires: Abaco de Roberto Depalma, pp. 271 y ss.; Silva Sánchez,
Jesús M. (2011) 85; Zúñiga (2009) 128.
27 Es lo que sucede en Michoacán donde grupos de autodefensa se enfrentan al Cartel de los
Caballeros Templarios. El Mercurio, 14 de enero de 2014, p. A4.
28 Di Nicola (2002) 276.
29 Debe tenerse presente que diversos instrumentos internacionales disponen el comiso como
una instrumento eficaz para enfrentar la criminalidad organizada. Es el caso, de la Conven-
ción OCDE sobre la lucha a la corrupción de los funcionarios públicos extranjeros en las opera-
ciones económicas internacionales de 1997 en su art. 3 se establece que: “3. Cada Parte tomará
las medidas necesarias para que el instrumento y el producto del cohecho de un servidor
público extranjero o activos de un valor equivalente al de ese producto puedan ser objeto de
embargo y decomiso o sean aplicables sanciones monetarias de efectos comparables”. En el
caso de la Convención de Palermo, dispone el comiso en los art. 12, 13 y 14. En la esfera de la
Unión Europea se puede citar la Decisión Marco 2005/212/JAI que se refiere al decomiso de
los productos, instrumentos y bienes relacionados con el delito, resaltando en: “7. La moti-
vación principal de la delincuencia organizada es la obtención de beneficios económicos. Por
consiguiente, todo intento de prevenir y combatir esta delincuencia debe centrarse, para ser
eficaz, en el seguimiento, el embargo preventivo, la incautación y el decomiso de los produc-
tos del delito. No basta simplemente con garantizar el reconocimiento mutuo dentro de la
Unión Europea de medidas legales temporales como el embargo preventivo y la incautación;
el control efectivo de la delincuencia económica también exige el reconocimiento mutuo de
las resoluciones de decomiso de los productos del delito”. Al respecto, Carnevali (2010)
307 y ss.; Mangione, Angelo (2008). “ “Law & Economics” e diritto penale: paradigma a
confronto nell’analisi delle politiche di contrasto alla criminalità organizzata”. En Maugeri,
Anna Maria (ed.), Le sanzioni patrimoniali come moderno strumento di lotta contro il crimime:
reciproco riconoscimento e prospettive di armonizzazione. Milán: Giuffrè, pp. 147 y ss.
30 Ferrajoli, Luigi (2009). “Criminalidad y globalización”. En Carbonell, Miguel/ Vás-
quez, Rodolfo (Comp.), Globalización y Derecho. Quito: Ministerio de Justicia y Derechos
Humanos, pp. 147 y ss.
31 Ferrajoli (2009) 148.
32 Ferrajoli (2009) 148, destaca que en la criminalidad organizada se presenta una estratifica-
ción de clase, dado que la pequeña criminalidad es, a su vez, explotada por la gran crimina-
lidad compuesta por grupos dirigentes.
33 Ferrajoli (2009) 149.
45 En otro trabajo examiné con mayor detalle los presupuestos que caracterizan a una organi-
zación criminal, Carnevali (2010) 282 y ss.
46 Villegas Díaz, Myrna (2006). “Los delitos de terrorismo en el Anteproyecto de Código
Penal”. Política Criminal, N° 2, A3, pp. 18 y ss.
47 Abadinsky (2013) 16; Hardouin, Patrick (2009). “Bank governance and public-private
partnership in preventing and confronting organized crime, corruption and terrorism finan-
cing”. Journal of financial crime. Vol. 16 N° 3, p. 206.
48 Perri, Frank S./Brody, Richard G. (2011). “The dark triad: organized crime, terror and
fraud”. Journal of Money Laundering Control. Vol 14, N° 1, p. 44.
54 Carnevali (2010) 314 y ss.; Fornari, Luigi (1997). Criminalità del profitto e tecniche san-
zionatorie. Confisca e sanzione pecuniarie nel diritto penale “moderno”. Padua: Cedam, pp. 63
y ss.; Alfonso, Robert (2005). “I problemi e le prospettive del sequestro e della confisca dei
patrimoni mafiosi”, En Parano, Carola/Centonze, Alessandro (ed.). L’attività di contrasto
alla criminalità organizzata. Milán: Giuffrè, pp. 234 y ss.
55 Con detalle, Artaza Varela, Osvaldo (2013). La empresa como sujeto de imputación de res-
ponsabilidad penal. Fundamentos y límites. Madrid: Marcial Pons.
56 Como apunta, Sotomayor Acosta, Juan Oberto (2010). “Criminalidad organizada y cri-
minalidad económica: los riesgos de un modelo diferenciado de Derecho penal”. Revista de
Estudios de la Justicia. N° 12, p. 231, realizar una distinción entre criminalidad organizada
y criminalidad económica es una tarea compleja. En este mismo sentido, Foffani, Luigi
(2001). “Criminalidad organizada y criminalidad económica”. Revista penal, N° 7, p. 56, al
señalar que se produce una osmosis sustancial entre estos dos fenómenos, pues la crimina-
lidad organizada es por naturaleza económica y la criminalidad económica es cada vez más
organizada. Es así, que en la literatura criminológica norteamericana para refererirse a la
criminalidad organizada se habla de “enterprise crime”.
57 Zúñiga Rodríguez, Laura (2011). “Autoría y participación en el ámbito de la criminalidad
organizada a la luz del Derecho comparado y del Derecho internacional”. En Montoya,
Yvan. Críticas al funcionalismo normativista y otros temas actuales del Derecho penal. Lima:
Palestra editores, p. 73.
58 Guzmán Dalbora, José Luis (2009). “Objeto jurídico y accidentes del delito de asociacio-
nes ilícitas”. En Guzmán Dalbora, José Luis. Estudios y defensas penales, 3ª ed. Santiago:
Editorial LexisNexis, p. 156 y ss.; Grisolía, Francisco (2004). “El delito de asociación
ilícita”. Revista Chilena de Derecho. Vol 31, N°1, p. 79, afirma que además del orden y la
seguridad públicos se ve afectado el derecho constitucional de asociación por su ejercicio
abusivo; Pastor Muñoz, Nuria (2005). Los delitos de posesión y los delitos de estatus: una
aproximación político-criminal y dogmática. Barcelona: Atelier, p. 66, señala que en estos de-
litos la falta de peligrosidad objetiva se suple con la manifestación de la peligrosidad subjeti-
va , que es un comportamiento perturbador para la sociedad por cuanto lesiona la seguridad
normativa, que es un elemento que pertenece al núcleo de la sociedad; Zúñiga Rodríguez
(2009) 268 afirma que la lesividad del injusto de la organización criminal está dada por la
lesión de la seguridad colectiva, caracterizada como situación de peligro hipotético para los
bienes jurídicos del programa criminal; Lampe (2003) 129; para Faraldo Cavana, (2012)
236 lo que se protege es un bien jurídico colectivo, la seguridad ciudadana, entendida en
su sentido material y objetivo de prevención de la comisión de delitos y faltas. Ya Carrara
(1985) Vol. VIII, § 3039, p. 144, destacaba que: “Las asociaciones constituidas con el fin de
cometer delitos, son y deben ser castigadas en todo gobierno como delito autónomo, a causa
del peligro social que resulta del solo hecho de formarse”. (Cursiva en el original).
59 Sobre el punto, Medina Schulz, Gonzalo (2013). “El injusto de la asociación ilícita como
problema de la estructura de afectación del bien jurídico”. En VVAA. La ciencia penal en
la Universidad de Chile. Libro homenaje a los profesores del Departamento de Ciencias Penales
de la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile, Santiago: Facultad de Derecho de la
Universidad de Chile, p. 492; Ziffer, Patricia (2005). El delito de asociación ilícita. Buenos
Aires: Ad-Hoc, p. 39.
60 Es la posición de García-Pablos de Molina (1977). Las asociaciones ilícitas en el Código
penal. Barcelona: Bosch, pp. 142 y ss.
tado es tan difuso y poroso como lo puede ser el de orden público. Ade-
más, tiende a confundir o identificar el bien jurídico penalmente protegi-
do con el sujeto pasivo del delito, que vendría a ser el propio Estado, con
lo cual podría tratarse, incluso, de un concepto peligroso por su eminente
sostén autoritario61.
Cancio Meliá plantea, particularmente respecto de las organizaciones
terroristas y de otras de similar entidad en cuanto a su poder, que lo que
cimenta su punición es la arrogación de estas del monopolio estatal de la
violencia en cuanto se trata de organizaciones que cuestionan las normas
del Estado62. Afirma Cancio que la dimensión específica del injusto de
asociación de la asociación criminal está dada por la pretensión de ocupar
un lugar (ilegítimo) en la vida pública. Asimismo, resalta este autor. “Por
lo tanto, se trata de una arrogación de organización no solo en el sentido de
que se arroga una organización ajena, sino, además, que es una organización
delictiva quien se la arroga: la organización delictiva se arroga el ejercicio de
derechos pertenecientes al ámbito de soberanía del Estado. Solo si se vincula
de este modo la emergencia de la organización con el incremento fáctico de la
peligrosidad que esta supone, se percibe con claridad el específico significado
de la actuación colectiva de las organizaciones criminales: pone en cuestión el
monopolio de la violencia que corresponde al Estado”63.
Según mi parecer, lo expuesto por Cancio no supondría un cam-
bio mayor a lo ya afirmado anteriormente, pues se presentan las mismas
dificultades para lograr asir un concepto claro acerca de lo protegido.
En todo caso, sí estimo que se exponen buenos argumentos para poder
explicar el alcance de aquellas organizaciones con particular capacidad
lesiva, donde puede cuestionarse el monopolio de la violencia que le co-
rresponde al Estado. Con todo, cabe preguntarse qué sucede con aquellas
asociaciones que son inidóneas para poner en riesgo el monopolio estatal.
Como, por lo demás, acontece con buena parte de las asociaciones, y que,
incluso, se puede desprender de algunas hipótesis del artículo 292 del Có-
digo penal chileno. En todo caso, el propio Cancio ha destacado qué or-
ganizaciones deberían comprenderse en el ámbito típico, pues no pueden
ser asociaciones criminales cualquier agrupación que persiga la comisión
de delitos. Es imperioso que dispongan de algún grado de fortaleza, en
cuanto a su estructura interna, como para poder desafiar al Estado64.
65 Así, Silva Sánchez, Jesús María (2008). “La ‘intervención a través de la organización’. ¿Una
forma moderna de participación en el delito?”. En Cancio Meliá, Manuel/ Silva Sánchez,
Jesús María, Delitos de organización. Montevideo: B de F, pp. 87 y ss., quien señala que las
primeras tesis en este sentido fueron expuestas por Hans Joachim Rudolphi en el Libro Ho-
menaje a H.J. Bruns de 1978. También, Cancio Meliá (2008) 398; Sánchez García de
la Paz (2008) 674.
66 Silva Sánchez (2008) 98; Mañalich (2011) 291.
67 Si se atiende a la regulación de la asociación ilícita en el Código penal chileno, en donde
se determina su penalidad conforme a los delitos que se pretenden cometer a través de la
asociación –ya sean crímenes o simples delitos–, parece discutible aceptar sin más el carácter
autónomo de la figura en comento. Así lo expone, Medina Schulz (2013). 483. Para Silva
Sánchez (2008) 116, no resulta admisible la tipificación genérica de un delito de pertenen-
cia a una organización criminal en que se haga abstracción de la gravedad de los delitos-fin.
68 Silva Sánchez (2008) 100.
tituye una categoría complementaria del “dominio de organización”, propio de los “aparatos
organizados de poder”, entre los que se cuentan las organizaciones criminales”.
76 Silva Sánchez (2008) 101 (n. 169).
77 La Convención de Palermo, entiende por delito grave: “Art. 2 b) Por “delito grave” se enten-
derá la conducta que constituya un delito punible con una privación de libertad máxima de
al menos cuatro años o con una pena más grave”. Sánchez García de la Paz (2001) 676 y
ss.; Carnevali (2010) 285.
78 Cavaliere Antonio (2003). “Tipicità ed offesa nei reati associativi”. En Patalano, Vin-
cenzo (ed.). Nuove strategie per la lotta al crimine organizzato transnazionale. Turín: Giappi-
chelli, p. 86; Aleo, Salvatore (2005). “Associazione, organizzazione, concorso esterno”. En
Parano, Carola/Centonze, Alessandro (ed.). L’attività di contrasto alla criminalità organiz-
zata. Milán: Giuffrè, p. 180; Faraldo Cavana (2012) 236.
80 Grisolía (2004) 81; Etcheberry, Alfredo (1998). Derecho penal. IV Tomo. 3ª ed. Santia-
go: Editorial Jurídica de Chile, p. 317.
81 Ver “Anteproyecto de Código Penal Chileno de 2005, elaborado por la Comisión Foro Pe-
nal” (2006). Política Criminal, Nº 1, D1 (http://www.politicacriminal.cl/n_01/pdf_01/d_1.
pdf ) (consultado el 26 de febrero de 2014),
82 Entre otros, Corcoy Bidasolo, Mirentxu/ Mir Puig, Santiago (dir.) (2011). Comentarios
al Código penal. Reforma LO 5/2010. Valencia: Tirant lo Blanch, p. 1113 y ss.; Vives An-
tón, Tomás et al. (2010). Derecho penal. Parte Especial. 3° ed. Valencia: Tirant lo Blanch,
p. 772 y ss.; García Albero, Ramón (2011). “De las organizaciones y grupos criminales”.
En Quintero Olivares, Gonzalo. Comentarios a la Parte Especial del Derecho penal. 9ª ed.
Cizur Menor: Aranzadi, pp. 2218 y ss.
83 Al respecto, González Rus, Juan José (2013). “Aproximación político-criminal a la regu-
lación de la criminalidad organizada después de la reforma de 2010”. En González Rus,
Juan José (dir). La criminalidad organizada. Valencia: Tirant lo Blanch, pp. 100 y ss., quien
destaca las incoherencias del modelo y la “triple vía” de punición; Faraldo Cavana (2012)
104; Villacampa Estiarte (2012) 23.
84 Entre otros, Laufhütte, Heinrich Wilhelm/Rissing-van Saan, Ruth/Tiedemann, Klaus
(ed.) (2009). Strafgesetzbuch: Leipziger Kommentar. Grosskommentar. Vol. 5. 12ª ed., Berlín:
Gruyter Recht, pp. 306 y ss.; Schönke, Adolf/Schröder, Horst (2006). Strafgesetzbuch:
kommentar. 27ª ed. Munich: Beck, pp. 1276 y ss.
pos armados. Esta última no supone que se está frente a una estructura
organizada, propia de una asociación.
Empero, como consecuencia de las normativas europeas los Estados
de dicho continente han ido modificado sus regulaciones, ya sea incorpo-
rado nuevas figuras o modificado las existentes. Supra se expuso lo suce-
dido en España. En el caso alemán, tratándose de § 129 se incorporó en
2005 un párrafo en que se precisa un aumento de las penas cuando el ob-
jetivo de la organización son determinados delitos –indicados en el § 100
c 2. del Código procesal penal–. Entre las figuras indicadas están: la pues-
ta en peligro del Estado democrático de Derecho; falsificación de dinero;
delitos contra la libertad sexual; producción, distribución de material
pornográfico infantil, y delitos contra la libertad personal, comprendien-
do la trata de personas.
Por último, se puede citar el delito de organizaciones criminales y
terroristas en el extranjero, incorporado al Código penal en 2002. Apunta
fundamentalmente a establecer reglas de persecución, sobre todo a la au-
torización del Ministerio de Justicia.
El caso italiano es particularmente interesante, pues junto con el de-
lito de asociación para delinquir dispuesto en el artículo 416 del Código
penal, contempla el delito de asociación de tipo mafioso en el artículo
416 bis –incorporado en 1982–85. Ambos establecidos dentro del título
de los delitos contra el orden público. Es claro que esta última disposi-
ción obedece a las particularidades propias de la sociedad italiana, pero se
destaca por ser una de las primeras normas relativas a un tipo de organi-
zación criminal especialmente peligrosa, como es la mafia. Ahora bien, es
cierto que existen componentes culturales que inciden en el desarrollo de
estos grupos organizados, como son el sentido de pertenencia a una de-
terminada organización. Al respecto, basta tener en cuenta que el propio
Código Penal italiano, en su artículo 416 bis, se refiere a la omertá, como
una particularidad muy propia de las sociedades mafiosas, que consiste en
un suerte de solidaridad, interna y externa. Lo indicado precedentemente,
también pone en evidencia que no es posible generalizar determinadas
propuestas legislativas traspasándolas, así sin más, a otras realidades na-
cionales. Lo dispuesto en la citada norma italiana expresa una manifes-
tación de las asociaciones criminales de dicha nación, que no necesaria-
mente se reflejan en otras culturas, como lo es hablar del método mafioso
expresado en el artículo 416 bis86.
85 Así, Marinucci, Giorgio/Dolcini, Emilio (dir.) (2006). Codice Penale commentato. 2ª ed.
Milán: Ipsoa, pp. 3039 y ss.; Moccia, Sergio (ed.) (1999). Criminalità organizzata e risposte
ordinamentali. Nápoles: Edizioni Scientifiche Italiane; Giostra, Glauco/Insolera, Gaetano
(ed) (1995). Lotta alla criminalità organizzata: gli strumenti normativi. Milán: Giuffrè.
86 Para Moccia (2003) 256, el artículo 416 bis es excesivamente descriptivo, casuístico, en que
se mezclan elementos normativos, naturalistas, sociológicos, menoscabando el mandato de
determinación.
atendiendo la pena dispuesta para los delitos que son objeto de la organi-
zación87.
87 Larguier, Jean/Conte, Philippe/Larguier, Anne-Marie (2005). Droit pénal spécial. 13ª ed.
París: Dallos, pp. 366 y ss.
88 Sobre esta materia, Politoff, Sergio/Matus, Jean Pierre/Ramírez, María Cecilia (2004).
Lecciones de Derecho Penal chileno. Parte General. 2ª ed. Santiago: Editorial Jurídica de Chi-
le, pp. 191 y ss.
89 Considerando que nuestra legislación no señala el número de personas, hay sentencias que
afirman que son suficiente dos. Al respecto, Gajardo Orellana, Tania (2010). “Elemento
del tipo de asociación ilícita del artículo 292 del Código penal. Propuesta, análisis doctrinal
y jurisprudencial”. Revista Jurídica del Ministerio Público, N° 45, p. 231-232. Por estimar
que se debe exigir al menos tres personas, Grisolía (2004) 80.
BIBLIOGRAFÍA