Elementos Del Crimen Organizada
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ABSTRACT Assuming the low communicative capacity of the term organized crime, to
describe a criminal field with accuracy and extending such critique to its most
widespread normative expression: the definition of "organized criminal group"
contained in the United Nations Convention against Transnational Organized Crime,
this article proposes a series of characteristics and elements to provide a more
specific concept to such criminal field.
1. Introducción
Resulta difícil no encontrar razón al profesor Juan Bustos cuando nos alerta que
el Derecho penal latinoamericano ha sido pensado atemporal y aespacialmente.2 En el
caso de nuestro país, tal afirmación no se agota exclusivamente en el proceso de
codificación penal, que devino en la réplica casi idéntica del Código Penal Español de
1848-50,3 sino que también se constata por medio de un fenómeno actual: la sujeción
al curso de lo que se ha denominado proceso de internacionalización del Derecho
penal.
Lo anterior puede ser comprendido como una consecuencia más del proceso de
globalización4. En efecto, bajo la premisa de que la criminalidad es un fenómeno global
que trasciende las fronteras de los Estados e implica la necesidad de cooperación
internacional y de armonización del Derecho Penal, organizaciones supranacionales
como Naciones Unidas y ciertos Estados (“Estados centrales”) han ejercido una
considerable influencia sobre la legislación penal de otros Estados5 (Estados
periféricos y semiperiféricos6); y como es de suponer, la legislación penal ha sido parte
de este efecto de “arrastre internacional” que tiende hacia la uniformización y
estandarización7.
Particulares repercusiones ofrece tal situación para nuestro ámbito geográfico.
Conocida es la preocupación de los Estados Unidos por la expansión hacia su territorio
de las operaciones de organizaciones criminales latinoamericanas así como las
conexiones que éstas mantendrían con organizaciones de tal país, lo que se ha
manifestado en la influencia de tal potencia para que los distintos países del sur
intensifiquen sus medidas represivas (particularmente México y Colombia)8 y
existencia de un enemigo común, útil para desviar la atención acerca de las propias
precariedades del sistema económico y político. Iniciando, la noción de crimen
organizado, una transición que terminaría por su adopción -sin mayores
cuestionamientos- por las Ciencias Penales15.
Como indica LAMPE, el término crimen organizado comenzó a ser usado con
cierta regularidad a partir de 1919, por una institución norteamericana llamada “La
Comisión del Crimen de Chicago” (“The Chicago Crime Comission”), organización cívica
formada principalmente por hombres de negocios, banqueros y abogados, creada con
el fin de promover diversos cambios en el sistema penal de justicia.16 Bajo el empleo
del término crimen organizado, tal comisión no identificaba a organizaciones
criminales, sino más bien relacionaba aquel fenómeno, de forma mucho más amplia,
con una clase criminal que, estimaba, se encontraba compuesta por más de “10.000
profesionales del crimen” (en Chicago) quienes “percibirían el crimen como un
negocio”.17
La necesidad por identificar esta nueva realidad criminal, puede situarse con
exactitud en el contexto de una sociedad norteamericana que transitaba desde la
prosperidad a una gran depresión económica, en la que ciertos grupos, dentro de las
zonas urbanas, asumieron el control de actividades ilegales tales como: la
prostitución, apuestas, distribución de cervezas y licor y las extorsiones, siendo un
hecho preciso el que propiciaría la transición de esta criminalidad grupal hacia el
surgimiento de un fenómeno criminal amenazante y al parecer incontenible: la
prohibición del expendio de bebidas alcohólicas a través de la denominada Volstead
Act.18
dista mucho de la imagen de las “mafias globales” que hoy dominan la comprensión
del crimen organizado.
18 Como indica Richard QUINNEY: «un evento introdujo el cambio más radical en la
29 FINCKENAUER (2005) p. 71
30 LAMPE (2001) p. 107.
31 PAOLI (2002) pp. 55 y ss.
32 FINCKENAUER (2005) pp. 73-74.
33 O´BRIEN y YAD (2008) p. 115.
34 Similar lección debe extraerse respecto a la importancia casi excluyente que suele
Por otro lado, si bien cabe reconocer importancia a los citados paradigmas, por
cuanto abarcaron prácticamente todos los espacios académicos en torno al debate
definitorio del crimen organizado y sin duda siguen siendo empleadas por las agencias
policiales (especialmente el paradigma de la mafia), actualmente no puede sostenerse
que existan dos o más modelos compitiendo sobre cómo debe ser definido el crimen
organizado, sino más bien, existe una asistemática y confusa proliferación de
conceptos,35 prevaleciendo cierta tranquilidad y consenso en recurrir a la amplia
definición presente en la Convención de Palermo.36
Ahora bien, la existencia de una variada e inexacta gama de conceptos de crimen
organizado, no ha impedido que distintas organizaciones inter y supra nacionales y
ciertos estados –estados centrales, naturalmente37- hayan presionado para que los
estados latinoamericanos armonicen sus ordenamientos y adopten medidas
legislativas que busquen prevenir y luchar contra el crimen organizado.
Como ejemplo de la influencia –formal- de estos nuevos agentes dentro de
nuestra realidad jurídico-penal, pueden mencionarse, primeramente, la Organización
de las Naciones Unidas, y su instrumento más conocido en materia de criminalidad
organizada, la “Convención de las Naciones Unidas contra la Delincuencia Organizada
Transnacional”, celebrada en diciembre de 2000, en la ciudad de Palermo38; la Unión
Europea, con la cual Chile habría celebrado un acuerdo de asociación, dentro del cual
destaca en su artículo 47º, una serie de acciones tendientes a la “Cooperación en
materia de drogas y lucha contra el crimen organizado”39; la Organización de los
Estados Americanos, que por intermedio de su “Plan de Acción Hemisférico contra la
Delincuencia Organizada Transnacional”, contaría como objetivo general el promover
la aplicación por parte de los Estados miembros de la Convención de las Naciones
Unidas contra la Delincuencia Organizada Transnacional y sus protocolos, e
nación la más influyente a escala planetaria, VOGEL (2005) pp. 117-118. Profundiza
esto último: «Las influencias se producen en el plano político mediante contactos
informales entre cuerpos de policía, organismos del gobierno y políticos, pero también a
través de presión diplomática abierta, jurídicamente, a través de tratados
internacionales que lleva la letra de los EE.UU., y últimamente por medio de resoluciones
del Consejo de Seguridad impulsadas por los Estados Unidos.»; p. 118.
38 Que habría entrado en vigor en nuestro país a través del Decreto Nº 342, del
emplea tal definición, no parece suficiente como para sentar las bases necesarias para
deslindar, de forma clara, los aspectos organizacionales y funcionales que satisfacen a
una entidad de tal tipo. Debe admitirse que en algo ayuda a concretar tal noción la
definición que hace el literal c) del mismo artículo 2 de la Convención de Palermo. No
obstante, creemos que los tres elementos negativos que aporta tal literal (el no
haberse formado fortuitamente para la comisión del delito, la no asignación de
funciones definidas formalmente a sus miembros, la no exigencia de continuidad de
los miembros) cumplen la función de determinar más bien, que nodebe entenderse
por organización criminal y no lo que sí debe entenderse por tal –que es precisamente
lo que se esperaría. Adicionalmente el único elemento positivo presente en la
definición (existencia de una “estructura desarrollada”) tiene un potencial definitorio
escaso, sumiendo al concepto en una lógica circular.
Así también la alusión al marco temporal de existencia de la organización es
poco clara. ¿Qué debe entenderse por “existir durante cierto tiempo”? Dificultad que es,
en parte, resuelta por la remisión al literal c),el que define lo que se entiende por
“grupo estructurado”, según el cual no sería de tal tipo aquella agrupación que se haya
formado fortuitamente para la comisión inmediata de un delito. No obstante le
reconocemos cierta utilidad a tal fórmula, creemos que puede dar píe a algunas dudas:
¿bastará por ejemplo que la formación del colectivo no sea fortuita, aun cuando lo sea
para la comisión de un delito?, ¿será suficiente que se pretenda la comisión de tres o
incluso dos delitos, aun cuando la formación del grupo sea fortuita?
De igual forma se extraña, en la definición, la referencia a dos elementos
funcionales característicos de toda organización criminal: el empleo de corrupción y
de violencia.
Entendemos que las definiciones contenidas en la Convención de Palermo son
sólo conceptos-marco, pensados para servir de referencia a los países suscriptores, de
forma que éstos puedan armonizar su legislación doméstica y que, en tal calidad, debe
entregar amplias posibilidades para adaptar las fórmulas definitivas a las realidades
nacionales. Sin embargo es relevante remarcar esto último, la necesidad de ajustar las
formas de respuesta que exigen estos fenómenos globales a las realidades nacionales.
Adicionalmente creemos que aun siendo un concepto referencial, la definición de
“grupo delictivo organizado” de la Convención de Palermo puedo haber incorporado
una serie de elementos positivos y negativos que le permitieran poseer una mayor
vocación comunicativa. Así las cosas, ante un concepto que consideramos
insatisfactorio como el anterior y siguiendo la tendencia de algunos autores de
resaltar una serie de características o rasgos particulares de tal tipo de
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entre individuos a través del “modelo de análisis de redes”. En términos simples, una
“red social” consiste en una serie de sujetos (denominados “nodos”) y la relación
existente entre ellos (denominados “lazos”): KATZ et al. (2004) p. 308. A partir del
modelo de red, las organizaciones criminales pasan a ser «[…] una amalgama de
pequeños grupos de estructura débil, sin una dirección única ni una coordinación
interna, y que incluso a veces combaten entre ellos por el control de un territorio o sector
de actividad. Son por lo general de pequeño tamaño y flexibles»: SÁNCHEZ GARCÍA DE PAZ
(2005) p. 60.
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los grupos y negando la existencia de jerarquías internas; sin que con ello se hayan
también matizado las reglas extraordinarias de persecución y juzgamiento.
Como se puede apreciar entre las categorías grupales de red criminaly
organización surgen, diferencias importantes, que es necesario revisar.
En primer lugar, si bien ambas son categorías de grupos o sistemas sociales, la
extensión de lo que se considera grupo a través del modelo de red es más extensa que
aquella que permite el modelo de organización. Así mediante la aplicación del análisis
de redes sociales, se amplía la extensión del concepto de organización criminal a
ámbitos que no serían considerados por el modelo de organización, ya que bastaría
que a un nodo lo una un lazo con otro nodo, sin que prima facie sea relevante la
continuidad, estabilidad o finalidad del lazo. En segundo término, tratándose de las
redes criminales no sería posible hablar necesariamente de la existencia de una
entidad colectiva que trasciende a la existencia individual de sus miembros, ni
tampoco sería dable sostener la existencia de un hecho colectivo, que pudiera ser
atribuido de forma individual a cada uno de los nodos. Lo anterior por que los
vínculos que deben existir entre los sujetos que conforman el sistema no requieren
estar dotados de estabilidad, pudiendo ser de mayor o menor intensidad, lo que en
ningún caso imposibilita la existencia de la red. Así tampoco, no sería necesario, en el
modelo de redes, hablar de un ánimo de pertenencia o una identificación del sujeto
para con el colectivo, puesto que bastaría la vinculación de un nodo con otro, sin
importar la relación de éste o cualquier nodo con el resto de los sujetos. En contraste,
el modelo de organización supone como característica propia la estabilidad o
continuidad en el tiempo de la colectividad, que se ve reconocida, entre otras cosas,
por la existencia de una o más metas realizables en el largo plazo y la
intercambiabilidad de sus miembros.46
Creemos por tanto, que la fórmula red criminal, no debe ser el factor estructural
que caracterice al crimen organizado.
Al acudir a las manifestaciones de la criminalidad organizada más
representativas en nuestra región, se puede establecer que tanto los carteles
colombianos como las organizaciones mexicanas se caracterizaban por formar grupos
de importantes dimensiones, resaltando el nivel de cohesión entre los integrantes, en
los que lejos de reinar una organización anárquica se evidenciaba la existencia de
grupos de control, con mecanismos de sucesión de mando, que permitirían a las
organizaciones diferenciarse de las personas que las integran, subsistiendo incluso
una vez que los individuos en las cúpulas del poder fallecían o eran detenidas por las
autoridades, todo lo cual se aviene de mejor forma con una estructura de tipo
organizativa que de red criminal.47 Asimismo se pueden identificar ciertas prácticas
que permiten sostener la existencia de una identificación de los sujetos para con el
sistema social, entre ellas la existencia invariable de una membrecía exclusiva que
impide que un sujeto pueda integrar dos o más organizaciones de tráfico de droga,
como también una suerte de carrera criminal dentro de las organizaciones de tráfico,
que permite a los sujetos ascender desde los distintos eslabones funcionales a
posiciones de mayores responsabilidades y poder, todo lo cual se condice con modelo
de organización más que de red criminal.48
Así el modelo de red criminal parece no encajar con exactitud si se toman en
cuenta tales rasgos fenomenológicos. Tal modelo ha sido propuesto, en nuestra
región, teniendo como objeto de observación a las nuevas agrupaciones de tráfico
colombianas, surgidas luego de la crisis de los grandes carteles,49 pero no parece
existir aún suficiente evidencia que avale tales pretensiones y menos que lo haga
extensible como modelo predominante.
Por otro lado, aún los partidarios del modelo de red criminal deben reconocer
que, en su momento,la construcción de la categoría del crimen organizado al alero del
modelo de la organización, significó levantar una alarma: el peligro que para nuestras
sociedades representa la existencia de entidades que son caracterizadas de tal forma
que representan una amenaza para el propio Estado, lo que motivó emprender una
lucha a través de herramientas punitivas extraordinarias, lucha desconocedora de las
garantías propias del Derecho penal heredado del Estado moderno. Luego, pasar
desde un modelo estructural de organización (supóngaseinexacto) a un modelo
estructural de tipo red criminal, implica la necesidad de abandonar la categoría de
criminalidad organizada, alo menos en cuanto al adjetivo organizado. Ya que bajo el
modelo de red se desdibujan prácticamente todas las características que son propias
del término organizado.
No pretendemos desconocer la relevancia que el análisis de redes pueda tener
desde el plano investigativo-policial, y quizás también como contexto de imputación;50
pero si adoptamos tal categoría estructural para el ámbito en estudio, nos alejamos de
la noción criminalidad organizada, puesto que una red de sujetos forzosamente puede
47 MEDINA GALLEGOS (2012) p. 142; y ABADINSKY (2010) pp. 165-166. Sobre la situación
en México: GUERRERO (2012) pp. 186 y ss; CORCORAN (2013) pp. 307 y ss.
48 GUERRERO (2012) p. 188.
49 De ese parecer: KENNEY (2007) passim.
50 Sobre tal concepto: MAÑALICH (2011) pp. 283-286.
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lícitas: ORSI (2007) pp. 48 y ss. y SÁNCHEZ GARCÍA DE PAZ (2005) p. 45; donde el principal
foco es la inversión en negocios inmobiliarios.
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54 GUERRERO (2012) pp. 191-192, 197; ORSI (2007) p. 6; CARNEVALI (2010) p. 284;
DREYFUS (2009) p. 180.
55 Víd.: FINCKENAUER (2005) p. 65; similar: HAGAN (2006) p. 135.
56 Por todos: GUERRERO (2012) pp. 204-209.
57 FINCKENAUER (2005) p. 65; y ABADINSKY (2010) p. 67.
58 Respaldando esto señala SÁNCHEZ GARCÍA DE PAZ: “La corrupción aparece en todos los
3.4. Temporalidad.
61 GUERRERO (2012) p. 203; similar: SÁNCHEZ GARCÍA DE PAZ (2005) pp. 66-67,
diferenciando un ámbito de aplicación interno y externo de la violencia.
62 LAMPE et al. (2006) p. 38.
63 GUERRERO (2012) p. 198; ORSI (2007) pp. 48-49.
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La mayoría de los autores identifican tres áreas como los principales objetos del
impacto de la existencia de la criminalidad organizada: elsistema económico y
financiero, elorden público, y el sistema político.64
Dadas ciertas particularidades de las manifestaciones de criminalidad
organizada en nuestra región, entre ellas que la actividad principal consista en el
tráfico de drogas ilícitas, a través del ejercicio de violencia y el empleo de clientelismo
y corrupción, podría pensarse que la principal consecuencia de este fenómeno es la
afectación al régimen político establecido y/o el orden público. Pero esto no parece
del todo claro. Especialmente ciertas investigaciones han demostrado que
precisamente los países en que existen mejores índices institucionales de
gobernabilidad y democracia, son aquellos en que se aprecian menores problemas de
delincuencia organizada y viceversa,65 lo que plantea la interrogante acerca de si el
debilitamiento del sistema político o institucional es una consecuencia del crimen
organizado o si por el contrario el crimen organizado es una consecuencia de tal
debilitamiento político. Atendiendo al estudio de BUSCAGLIA y VAN DICK, pareciera que
última alternativa es la acertada.
Resulta luego que la debilidad de los sistemas políticos y del Estado de Derecho,
resultan más bien condicionantes para el desarrollo de la criminalidad organizada y
no una consecuencia de éstas. Con todo no es recomendable apresurarse y afirmar tal
drástica conclusión. Que el crimen organizado no sea la causa del deterioro del orden
público o del sistema político, no es óbice para considerar que tal fenómeno pueda
profundizar tales problemas.
No obstante coincidimos con aquellos autores, que en forma mayoritaria, han
apuntado a la afectación del sistema económico y financiero como principal factor de
impacto de la criminalidad organizada.66 Esto no es de extrañar si se tiene presente
que parte importante de las ganancias ilícitas son lavadas por las
organizaciones.Además a través de la criminalidad organizada se produce la creación
de mercados clandestinos; se establecen mercados laborales ilegales; y se alteran las
reglas de competencia en los mercados lícitos en que las ganancias ilegales son
reinvertidas; todo lo cual posee potenciales efectos para la economía y el sistema
financiero.
Como indica CANCIO, los delitos que son asociados al fenómeno del terrorismo,
«constituyen un ámbito marcado especialmente por su carácter colectivo».69 Parece
difícil discutir la relevancia que el factor colectivo adquiere tanto para el terrorismo
como para la criminalidad organizada, pero ¿bastará ello para atraer al terrorismo,
con todas sus particularidades, hacia la categoría crimen organizado? Creemos que no,
en base a dos diferencias.
Una primera diferencia, vendría dado por el factor teleológico, es decir, la
finalidad perseguida por cada una de estas formas de criminalidad. Así por un lado, se
ha entendido que el terrorismo persigue una finalidad política, sea disfuncional o
67 FINCKENAUER ilustra la situación a través del siguiente ejemplo: «En 2003, oficiales de
policía de Long Island, Nueva York, desenmascararon un caso de fraude de seguros. Tal
fraude se decía que había involucrado miles de accidentes de tránsito y que en él se
había empleado su propio equipo de médicos, abogados y otros, siendo estafada una
compañía de seguros por más de $48 millones. El tribunal emitió 567 órdenes de
aprehensión en este caso. ¿Fue éste un crimen altamente organizado? ¡Absolutamente!
En su conjunto involucró cientos de personas operando en roles claramente definidos,
cerca de 20 clínicas de atención de salud falsas, una cantidad considerable de
planificación y trámites para llevarla a cabo y operó por más de dos años. Pero, ¿fue un
caso de crimen organizado? Creo que no»; FINCKENAUER (2005) p. 76 [la traducción es
nuestra].
68 Expresamente: CARNEVALI (2013) p. 1.
69 CANCIO (2010) p. 150.
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70 Sea «[…] para socavar la estabilidad política del régimen político imperante y
promover su sustitución por otro; sea como instrumento complementario de las políticas
gubernamentales de control social, aunque por medios ilegales»; VILLEGAS (2006) p. 7.
71 Entre ellos: FINCKENAUER (2005) p. 65; y ABADINSKY (2010) p. 3, 6-7; CARNEVALI
(2010) p. 277.
72 Señalan FLORES y GONZÁLEZ: «La guerra de Pablo Escobar contra el Estado colombiano
4. Conclusiones
entregar una serie de elementos que pueden resultar útiles para una mayor
comprensión del contenido de injusto de laprincipalfigura típica asociada a la
represión de tal actividad:el delito de asociación ilícita.
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