Pocoyo 8
Pocoyo 8
Pocoyo 8
todos igualitos entre sí, salvo uno al que le faltaba una pierna. El fabricante se había
quedado sin plomo para terminar la figurita, pero aún así había decidido incluirlo en
el paquete.
Cuando los soldaditos llegaron a la casa del niño y vieron al resto de los juguetes, se
alegraron por las amplias posibilidades de amigos que encontrarían para jugar.
El soldadito de plomo sin pierna se fijó especialmente en una bailarina hecha de
papel, que se encontraba en un cofre y que levantaba en alto una pierna a la vez que
bailaba.
Llegada la hora de irse a dormir, los habitantes de la casa se fueron a la cama y los
juguetes empezaron a relacionarse y a jugar entre ellos. Cuando fueran las 12 de la
noche, apareció un gnomito negro y al ver como el soldadito de plomo observaba
fijamente a la bailarina, le dijo: “Soldadito, deja de mirarla tan fijamente” El soldado
de plomo no le prestó atención y siguió ensimismado.
A la mañana siguiente, el soldadito de plomo se asomó a la ventana y perdió el
equilibrio cayendo al patio. El pobre intentaba gritar pidiendo ayuda, pero nadie le
oía. Los niños advirtieron su ausencia, pero tras buscarlo sin éxito lo dieron por
perdido.
Al cabo de un rato, empezó a llover muy fuerte. Dos niños, que se lo encontraron,
hicieron un barco de papel, lo metieron en él y lo dejaron navegar calle abajo. El
barco cayó en una alcantarilla y el pobre soldadito de plomo se vio perseguido por
una rata.
Ante tanta desgracia, el soldadito atemorizado pensaba en su amor platónico; aquella
pequeña bailarina de la que se había enamorado en el cuarto de los juguetes y a la
que no volvería a ver.
Tras la alcantarilla, el barco se cayó por una catarata a un canal y el papel terminó
deshaciéndose por la humedad. El pequeño soldado de plomo empezó a hundirse en
el canal hasta que fue devorado por un pez.
Horas más tarde, ese pez fue pescado y llevado al mercado para ser vendido. Quiso
el destino que la criada del niño lo comprara para cocinarlo y lo abriera. Tras
encontrarlo, la criada lo puso en el cuarto de los niños y allí se encontró el pequeño
soldadito con la bella bailarina. Se miraron sin intercambiar palabra.
Al cabo del rato, uno de los niños cogió al pequeño soldado y pensando que no le
servía por tener una pierna menos, lo arrojó a la chimenea. El soldadito de plomo
desde la distancia miraba a su amada la bailarina. De repente, una puerta de abrió y
la corriente de aire que se generó, llevó a la bailarina hasta la chimenea junto al
soldadito de plomo. Cuando al día siguiente la criada fue a limpiar encontró entre las
cenizas un pequeño corazón de plomo y una lentejuela del vestido de la bailarina
calcinada por el fuego.