Pocoyo 11
Pocoyo 11
Pocoyo 11
A su
muerte, el anciano, que era muy humilde, repartió sus escasas propiedades entre sus
tres hijos. Solo disponía de un molino que dejó al mayor de sus hijos, un asno que le
correspondió al mediano y un gato llamado Maese Zapirón, que heredó el más
pequeño de los hermanos.
El más pequeño de los hijos se lamentaba por la herencia recibida, puesto que
pensaba que, una vez se comiera el gato, no tendría más recursos para sobrevivir,
mientras sus hermanos podrían sacar provecho del molino y del asno.
El gato se entristeció al escuchar las palabras de su amo y decidió hacer algo por él.
Para reconfortarle, le hizo la promesa de que, si le daba un poco de tiempo y le
prestaba un saco y un par de botas para andar por el campo, le demostraría que la
herencia que le había tocado no era tan mala. Su amo, poco convencido al respecto
porque conocía lo travieso que era Maese Zapirón, accedió porque no tenía nada que
perder y le facilitó lo solicitado.
El gato se calzó las botas, cogió el saco y puso rumbo a su objetivo; un lugar donde
habitaban muchos conejos. Allí preparó una trampa para cazar algún conejo y no
tardó mucho en lograr su objetivo. Una vez conseguida una presa, se dirigió al
Palacio Real para pedir hablar con el rey.
Cuando accedió a la habitación del palacio donde le esperaba el Rey, hizo una
reverencia ante él y le habló portando su presa en la mano:
“Señor mío, el Marqués de la Chirimía me ha encargado que os obsequiara con este
conejo” dijo Maestre Zapirón.
El rey alagado con tal regalo, le respondió “Di al marqués que le agradezco y recibo
dicho presente con gusto”
Transcurridos unos días, Maese Zapirón visitó un campo de trigo y colocó otra
trampa para cazar algunas perdices. Cuando consiguió su objetivo, el gato volvió a
Palacio para regalar las perdices a su alteza real y éste muy contento, decidió darle
una propina. Durante algunos meses, Maese Zapirón continuó sus visitas a Palacio
entregando al rey diferentes presentes.
Un buen día, cuando el gato supo de la salida que tenía prevista el Rey para dar un
lindo paseo junto a su hija, una joven princesa que desprendía belleza a raudales, el
gato dijo a su amo:
“Amo, si quieres hacer una fortuna, tienes que acompañarme al río, bañarte en él y
seguir mis instrucciones”.
El viejo molinero siguió las indicaciones de Maese Zapirón sin saber que tramaba su
gato.
De repente, cuando el Rey se encontraba cerca, el gato comenzó a gritar “¡Socorro!,
¡socorro! ¡El Marqués de Chirimía se ahoga!”
El rey que reconoció a Maese Zapirón al escuchar los gritos, pidió a su escolta que
acudiera en su socorro y éste sacó al marqués del río y lo puso a salvo. Mientras
tanto, el gato le comentaba al Rey la mala suerte de su señor que mientras que se
bañaba en el río unos ladrones se habían llevado sus vestidos. El gato astutamente
había escondido las ropas del molinero.
El rey, consternado por la situación, pidió traer de su guardarropa un hermoso traje
para el marqués. El Molinero, que era bastante apuesto, se puso el traje de rey y la
princesa al verlo quedó locamente enamorada de él.
El rey y la princesa se prestaron para llevar a casa al marqués y los tres se montaron
en el carruaje. Mientras tanto, el gato se adelantó en el camino e iba amenazando a
los campesinos que encontraba a su paso, para que dijeran que las tierras pertenecían
al Marqués de Chirimía en caso de que el Rey preguntara.
El Rey muy interesado preguntaba en las tierras por las que pasaba y todos los
campesinos respondían sobre la propiedad del marqués de Chirimía. El rey estaba
maravillado de que el marqués tuviera tantas propiedades.
Al llegar a un bello castillo que pertenecía a un ogro, Maese Zapirón volvió a
adelantarse y pidió cita con él. Era conocido por todos el don del ogro para
transformarse en cualquier animal que deseara. El gato, al verlo, le preguntó y el
ogro le respondió convirtiéndose en león y dejándolo exhausto.
Cuando se recuperó del susto, Maese Zapirón le dijo al ogro: “Me han asegurado
también que puedes tomar forma de los más pequeños animales como por ejemplo
rata o ratoncillo pero me resulta imposible de creer”.
El ogro a continuación le respondió “Ahora verás” y se transformó en ratón.
Apenas el gato lo vio, se lo zampó para hacerse con la potestad del castillo ante la
inminente visita del Rey, la princesa y el marqués. Tras comérselo, salió a dar la
bienvenida al Rey y le presentó el castillo. Todos juntos pasearon por los aposentos,
le ofrecieron un agradable banquete que el ogro había preparado para sus amigos y
el Rey y la princesa quedaron encantados con el lugar y con el marqués.
El Rey solicitó al marqués que desposará a su hija y éste aceptó y ese mismo día se
casaron y vivieron felices. El gato se convirtió en un caballero de palacio y
abandonó la caza de ratones.
Moraleja: Una herencia vale mucho pero más vale el trabajo duro, el talento y el
ingenio para conseguir lo que uno desea.