1 La Juventud Se Va
1 La Juventud Se Va
1 La Juventud Se Va
Alégrate, joven, en tu mocedad, y tome placer tu corazón en los días de tu juventud. Sigue los
impulsos de tu corazón y el gusto de tus ojos; mas sabe que por todas estas cosas, Dios te traerá a
juicio. Por tanto, aparta de tu corazón la congoja y aleja el sufrimiento de tu cuerpo, porque la
mocedad y la primavera de la vida son vanidad.
Aún recuerdo una canción de un antiguo cantante argentino que decía “la juventud se va y nos
ponemos viejos, los hijos ya no están pues se marcharon lejos, pero quedan con nosotros los
recuerdos, del amor de ayer”
Realmente eso es lo que nos quedan, recuerdos. Se ha hablado mucho de la juventud, se han
escrito poemas, algunos hermosos, otros no, pero pienso que todos nostálgicos. La juventud es
una etapa preciosa de la vida. La hermosura física, la fuerza, el brillo de los ojos, las ilusiones, las
esperanzas, las expectativas del porvenir, todo está a la máxima potencia en el niño, joven o
adolescente que está mirando los horizontes de la vida. Todo es maravilloso. Sin embargo, la
juventud es una paradoja, porque sólo la aprecian verdaderamente, los que ya no la tienen.
Los niños y los jóvenes quieren crecer, para poder, como se dice, gobernarse, decidir sobre su
vida. Muchas veces no quieren que sus padres tomen decisiones por ellos y así llega el principio de
la adultez, la adultez plena y luego la madurez y es entonces donde normalmente se comienzan a
apreciar los años idos.
Por eso mis queridos jóvenes, quiero que reflexionemos sobre lo que el Señor Dios dice de ese
período maravilloso que es la juventud.
Vamos a dividir nuestro texto en las tres partes que naturalmente pueden ser separadas:
1- “Alégrate, joven, en tu mocedad, y tome placer tu corazón en los días de tu juventud. Sigue los
impulsos de tu corazón y el gusto de tus ojos… “Ecle. 11: 9 a, b.(LBLA)
¿Qué es lo que Dios quiere que hagas?, pues que disfrutes tu juventud, que te alegres. ¿Acaso es
Dios un Dios mezquino? ¡¡De ninguna manera!! ¿No hizo Él todas las cosas para que las
disfrutáramos?, ¡Claro que sí! Dios quiere que estés alegre, que goces de ese período donde
normalmente todo es atractivo, porque se está aprendiendo, donde puedes emprender casi
cualquier tarea porque tienes los recursos físicos y el ánimo para ello.
A mí personalmente me gusta tratar o compartir con los niños y los jóvenes y siempre trato de
interactuar con ellos, por eso considero muy fuera de lugar y hasta de mal gusto, ver algunos
jóvenes que generalmente andan con una cara avinagrada, mal encarados, que no saludan a los
mayores y que cuando sus padres le hablan, muchas veces le responden inadecuadamente. ¡Qué
diferente son aquellos jóvenes que son amables, agradables al hablar y respetuosos con sus
padres, los mayores y sus contemporáneos, ¡esa es una de las facetas de la belleza que Dios
aprecia!
Joven, niño, Dios no te creó para que te vanaglories de que eres más inteligente que tu compañero
o que tu casa es más grande y hermosa que la de él o que tus padres tienen más y/o mejores
vehículos o que eres más alto o más fuerte. No menosprecies a otro porque es de menor estatus
social que tú. Tampoco quiere Dios, que andes molesto porque tus padres no pudieron o no
quisieron, porque piensan que no conviene, complacer tus peticiones cualesquiera que ellas sean.
Él quiere que vivas contento, que no pienses en lo que te falta, sino en todo lo que tienes. Piensa
en la misericordia del Señor. ¿Tienes padres que te aman y se preocupan por ti? ¿Tienes alimento
y techo y asistes a un colegio para prepararte para el futuro? ¿Tienes salud? ¿Tienes hermanos,
tíos, primos, amigos? ¿Quién piensas tú que te proveyó todo eso? ¡Eso se lo debes a Dios! Todo se
lo debemos a Él. Por eso nadie podrá jactarse en Su presencia en aquél día. Nadie le ha dado nada.
Todos sólo hemos recibido de Él. Toda buena dádiva y todo don perfecto viene de lo alto,
desciende del Padre de las luces, con el cual no hay cambio ni sombra de variación”. Santiago
1:17(LBLA)
2- “Más sabe que por todas estas cosas, Dios te traerá a juicio”. Ecle. 11:9 c (LBLA)
He aquí mi querido joven, mi querido niño, una solemne advertencia. Dios quiere que te alegres
en tu juventud, que sigas los impulsos de tu corazón, pero que todo eso lo hagas pensando que
algún día, Él te traerá a juicio. Y en Su eterna sabiduría y misericordia no te dice eso para que te
sientas triste, sino para que tengas en cuenta las normas adecuadas, precisamente para que seas
feliz.
Esas normas están en Su Palabra. El Señor ha dado Las Escrituras para que, de acuerdo a ella,
guiemos nuestras vidas. Si sometes tu vida con todo tu corazón a los dictados de la Palabra,
entonces serás verdaderamente feliz. Harás todas las cosas que el corazón quiera, siempre que no
estén en contra de Las Escrituras y eso te producirá la mayor felicidad que puedas obtener aquí en
la tierra y, además, Él te asegurará una felicidad eterna a Su lado.
No pienses que, porque ves a muchos niños o jóvenes con una conducta y actitud contraria
totalmente a lo que Dios establece, que son malcriados, prepotentes, difíciles de tratar, exigentes,
malos estudiantes por causa de su negligencia y que a veces, lamentablemente tienen padres
débiles que no les corrigen, sino que le complacen en todo y que ellos no reciben ahora el castigo
de su iniquidad, que no les llegará su tiempo.
Hay un juicio, donde el Juez no se puede engañar, todo lo sabe, todo lo ve, no olvida nada y te
conoce más que tú mismo. No hay nada que puedas ofrecer para que Él te libere. No le debe nada
a nadie, no recibe soborno y su justicia es terrible: ¡Horrenda cosa es caer en manos del Dios vivo!
Hebreos 10:31 (LBLA). Sin embargo, tú no tienes que ser condenado en ese juicio. Ese mismo Juez,
Santo y Severo, es Misericordioso y Compasivo. Él dio a Su Hijo Unigénito el Señor Jesucristo, para
que, al morir en la cruz, Su justicia fuera puesta en la cuenta de todo aquel que en Él cree y que,
en ese temido juicio, cuando ya la sentencia vaya a ser dictada en contra del depravado pecador,
culpable a todas luces de transgredir la Ley de Dios, Aquél que murió y resucitó, se presente y
reclame al creyente como uno de los que Él rescató al morir en la cruz. “Gracias a Dios por su don
inefable”. Gál.9:15. (LBLA)
Pero a aquellos que juegan con el tiempo, el juicio les llegará antes de lo que piensan. Muchos de
ellos comienzan a cosechar lo que sembraron en esta vida, como dice La Palabra de Dios: “No os
dejéis engañar; de Dios nadie se burla; pues todo lo que el hombre siembre, eso también segará”.
Gal.6:7 (LBLA). Otros comenzarán a recibir su castigo cuando mueran, pero ambos de no
arrepentirse, yendo a los pies del Señor Jesucristo, pasarán la eternidad en el infierno.
¿Sabes tú lo que es algo vano? Es algo vacío. Cuando estamos comiendo almendras, nueces o
avellanas, algunas no tienen nada o salen dañadas. Eso es algo vano: vacío, inservible. De esa
palabra se deriva la palabra vanidad. Es decir, es vacuidad, vacío. La Palabra de Dios nos dice que
la juventud es vanidad.
¿Y por qué es vanidad? Primero, porque no es lo que Dios usa para medir la fidelidad o la
obediencia de los seres humanos. Tanto puede ser fiel o infiel un joven como un adulto o un viejo.
Eso no es lo importante. Ser joven sólo es una condición. Segundo, porque esa condición es
pasajera y antes de lo que pienses y muy a pesar tuyo, pasará rápidamente. “El hombre, como la
yerba son sus días; como la flor del campo así florece; cuando el viento pasa sobre ella, deja de
ser, y su lugar ya no la reconoce”. Salmo 103:15-16 (LBLA)
Créeme, no te darás casi ni cuenta cuando crezcas y te cases, si es que Dios te lo concede y verás a
tus hijos crecer en un abrir y cerrar de ojos y los hijos de ellos después y pensarás en el pasado
como algo que “no hace tanto tiempo”, pero realmente ya habrá pasado la mayor parte de tu
vida. Al mismo tiempo, tu cuerpo se ha ido marchitando y debilitando, de manera que ya no
puedes hacer ni todo lo que hacías antes y lo que puedes hacer no lo haces al mismo ritmo y
quizás ni puedas comer lo que te gusta, porque ya te hace daño y comienzas a pensar
inevitablemente, que el camino que te queda por delante ya es muy corto.
Te verás mirando los periódicos y te sorprenderás viendo los obituarios de compañeros de escuela
y de universidad o de alguna persona que era mayor que tú, que ya han partido e inevitablemente
pensarás que estás en turno y lo inquietante es, ¡que no sabes cuándo te tocará a ti!
Hijo mío, no vivas por vanidad, no pongas tu esperanza en tus fuerzas, tus habilidades, tus
conocimientos, tu hermosura, tu fama, fortuna. Todo eso te lo dio Dios y te lo puede quitar de un
momento a otro o te lo quitará poco más adelante, porque como dice la Palabra de Dios, nada
trajimos a este mundo y sin dudas nada podremos sacar.
Mira a Cristo, Aquél que te busca y te llama, Aquél que tus padres o alguien amigo te presenta y
desea que tú abraces y le entregues tu vida ¡¡entonces sí tendrás asegurado tu futuro de una vez y
para siempre!!
Finalmente, unas palabras para los mayores. Si eres una persona ya adulta o madura y no conoces
al Señor Jesucristo. Si no tuviste la ventaja de que alguien te hablara al corazón cuando eras joven
e hiciste un desastre de tu vida, hay esperanza para ti. Ese mismo Cristo que salva jóvenes y niños,
se complace también en salvar adultos y mayores. Su poder es ilimitado y Su misericordia también.
Él quiere y puede salvarte, ve a Él y pon a sus pies tus nostalgias, tus temores, tus tristezas y Él
cambiará tus tinieblas en luz.