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Intervención Díaz Ayuso Alumna Ilustre Ucm

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INTERVENCIÓN DE ISABEL DÍAZ AYUSO,

PRESIDENTA DE LA COMUNIDAD DE MADRID,


RECONOCIMIENTO DE ALUMNA ILUSTRE DE LA UCM
Madrid, 24 de enero de 2023

Buenos días a todos:

Hay una canción que siempre me inspira en los momentos delicados, “Peces de
ciudad”, que entre otras cosas dice que “al lugar donde fuiste feliz no debieras tratar de
volver”.

Es cierto que los momentos mágicos de la vida no debemos tratar de imitarlos


porque nunca se repiten idénticamente. Y esto sólo puede generarnos nostalgia.

Sin embargo, creo que es maravilloso de vez en cuando retrotraernos a nuestro yo


universitario, volver a las esencias, tratar de que aquello que era tan puro en nosotros no
se pierda. Para ver la vida desde los ojos del universitario.

Fueron siete años de mi vida.

Hasta ahora que tengo esta responsabilidad, siempre fueron los siete años más
importantes de mi vida. Ligeros de equipaje sobre un cascarón de nuez.

Nos sentimos aquí peces de ciudad: y sobrevivimos. Y ganamos.

En primer lugar, quiero mostrar mi orgullo por compartir este reconocimiento con
estos compañeros ilustres de nuestra universidad, la Universidad Complutense de Madrid,
y con tantos compañeros y profesores de la que es, ha sido, y será toda la vida, mi casa,
la Facultad de Ciencias de la Información.

Ayer estábamos aquí estudiando. ¿No sé si le ha pasado a los demás premiados


que os veis igual? Hasta que vuelves y alumno que te saca una cabeza amablemente te
pregunta algo hablándote de “usted”.

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Tengo la suerte y el honor de haber estudiado en esta institución que me dio tanto
y a la que entregué todo durante esos años. Bien lo saben muchas personas que nos
acompañan.

He sido orgullosa alumna de la universidad pública. Un mundo nuevo para los que
veníamos del calor de las clases pequeñas y las rutinas sencillas de un estudiante de
bachillerato. Desde el primer día quedé prendada de la selva que suponía para mí una
facultad repleta de alumnos de todos los rincones, donde todo era excitantemente difícil,
donde conocía a admirables compañeros que tenían que trabajar a horas intempestivas
para poder pagarse la matrícula.

Pero, sobre todo, quedé prendada de la cantidad de cosas que se podían hacer.

Pronto formé parte de un nuevo proyecto al servicio de los alumnos, que les
ayudaba a hacer prácticas en una emisora de radio y tener así la oportunidad de formarse
para el complicadísimo mundo del periodista. Lo levantamos con mucho sacrificio pero con
una ilusión que contagiaba a todos.

Pues no estaba yo orgullosa ni nada de mi facultad ni nada. Cada vez que


hablábamos con alumnos de comunicación de universidades privadas, les decía: “mucho
estudio, pero, ¿emitís en directo?”.

Nuestra emisora, Radio Complutense, sí lo hacía. Y de manera ininterrumpida, tan


real como lo es la radio.

(Unos años más tarde vine y unas chicas me preguntaron “¿le importaría que le
hiciéramos unas preguntas para Radio Complutense?”). Las miré y en realidad no supe si
reír o llorar.

Durante años nos hicimos cargo de la emisora de la facultad, -hoy es Info Radio-,
abriendo a las 8 de la mañana. Apagando a las 9 de la noche y dejando las llaves en
portería, la mayoría de las veces con la facultad totalmente a oscuras.

Fui orgullosa representante de alumnos en Junta de facultad. Y posteriormente,


miembro del Claustro de la Universidad. Ese año, la Asociación de Alumnos a los que
representaba triunfó.

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Sin embargo, durante ese tiempo no quise afiliarme a ningún partido político porque
no quería que inundaran la universidad con intereses ajenos. Bastantes dificultades
teníamos.

No dejé un día de venir a la Facultad, iba a la facultad a la cafetería a repostar pero


era ir y venir rápido, no dejamos nunca de organizar eventos, ciclos de cine y otros
certámenes culturales. De pelearme con el viejo tipómetro (una vez pinté un tipómetro de
3 pisos de largo que lloraba porque estaba acabado, los profesores de tecnología de la
información indignados con razón), de traer grupos de música, aquí actuó Texas. No dejé
de vivir. No dejé nunca de pelear para que nuestra universidad creciera y nos diera a los
alumnos las mejores oportunidades.

Después, me independicé con sueldo de becaria, como siempre nos ocurre a los
periodistas, y aunque pagué las tasas varias veces no pude hacer la tesis porque tenía
que trabajar para pagarme una habitación. El precio de la independencia, pero en este
punto quiero reconocer la labor de la investigación y de los alumnos de doctorado por haber
llegado mucho más lejos que yo. Nunca pretendí que me regalaran título alguno. Tampoco
tuve un familiar o conocido que me enchufara en ningún sitio, como todos, como uno más.

Conseguí sacar adelante todo lo que me propuse trabajando mucho y


apartándome de mi camino como periodista porque quería ser independiente y no mezclar
los dos mundos.

Desde entonces he venido en numerosas ocasiones a esta mi casa, a esta facultad,


a acompañar a mi tutor de tesis, a participar en conferencias, en efemérides… y, siempre,
insisto, como una más.

Ahora, la decisión del Rectorado me ha hecho feliz. Una decisión que se tomó en
2019 y que hoy se ha materializado.

Hace poco leí que se estaban organizando grupos de alumnos, algunos profesores,
dirigentes universitarios y muchas personas ajenas a la universidad. Lo que querían era
con ello impedir que recibiera este reconocimiento, participar libremente en este acto e
incluso he llegado a leer amenazas… tenemos un helicóptero sobrevolando a la
universidad.

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Pero nuevamente he defendido ser una más y, por eso, lamento que a veces esto
tiña eventos tan importantes como estos, para alumnos como Elisa que se lo merecen todo
y que sus familias y todas las familias de los demás premiados hoy se vean a veces en
situaciones de tanta tirantez, pero después de ver el desafío desafiando al oleaje, una vez
más por coherencia, todavía me sentí más concernida hoy aquí.

Hace pocos meses, en la facultad de derecho, era yo la que invitaba a alumnos


catalanes a expresarse en libertad presumiendo de universidad y presumiendo de Madrid.

Hubiera sido todavía más incoherente si no defiendo, como hice durante mis años
estudiantiles, una universidad pública de todos.

Porque pocos lugares han de ser tan plurales, tolerantes y ejemplo de convivencia
como la universidad.

Y en pocas regiones como en Madrid, vivimos entorno a contrastes, apertura,


mestizaje y libertad.

Pero es que, además, todos, -yo también-, tenemos la obligación y la


responsabilidad de defender la convivencia en la universidad presencial más grande de
España. La de todos. Y la libertad se protege defendiéndola.

De modo que no cabe en mí más que gratitud, orgullo y alegría.

Le pido a los alumnos que sepan apreciar lo que supone ser alumno de esta
Universidad. Que estudien, piensen, convivan, polemicen y colaboren con todos. Que
sientan el alma universitaria. Que sientan lo que yo cuando el autobús llegaba a la parada
de Ciencias de la Información y me bajaba orgullosa porque me dirigía a la facultad que yo
sentía era la más viva de todo el campus. O al menos así la veía yo.

Una caja de color gris repleta de sorpresas.

También les adelanto que todo lo que encuentren en el camino será difícil y eso
será porque ese camino merece la pena y porque está midiendo correctamente. Porque si
algo resulta fácil, sospechad.

Que los mejores años os inspiren toda la vida, queridos universitarios.

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Antes de finalizar quiero agradecer al rector y al equipo del Rectorado su decisión.

Les agradezco que, como han hecho otras universidades públicas con otros
representantes políticos, hayan celebrado este evento a pesar de las dificultades.

Sé que no ha sido fácil, sé que no son tiempos tranquilos.

Pero qué hay más importante que enseñar a los alumnos el camino de la
normalidad, de la importancia de las instituciones y de la defensa de la pluralidad y la
libertad de expresión, probablemente, la forma de libertad más atacada hoy en el mundo.

Gracias por considerarme un alumno más, en mi casa, a la que seguiré viniendo


toda mi vida. Porque se es universitario hasta el final, y ese espíritu vive en nosotros para
siempre.

Quizá, donde hemos sido felices, a veces debemos tratar de volver.

Muchas gracias.

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